Reminiscencias de una vida pasada

Flashback

62 años atrás

Tenía seis años, la nieve cubría todo a mi alrededor, incluyendo las copas de los árboles que me rodeaban en la zona silvestre rusa. Ese día me había escabullido de casa por un afán algo extraño, sentía curiosidad y deseos de conocer que había más allá del hogar. No se lo mencioné a Dimitri porque temí que intentase disuadirme y porque estaba enfadada con él, no recuerdo bien el por qué. Sentía que tenía algo que probarme a mi misma así que adquirí la forma de una joven loba negra y corrí, primero con toda la rapidez que pude y luego disminuyendo en un buen trote, olfateando y examinando todo a mi alrededor hasta adentrarme en el bosque.

Era la primera vez que emprendía una exploración semejante pero lo hacía más por un presentimiento que por otra cosa. Poco a poco la luz diurna se fue extinguiendo y un manto de estrellas iluminó el blanco paisaje. Repentinamente me percaté de que no estaba sola, un par de ojos brillaban a cierta distancia acechándome. Mi mirada se fijó en ellos y durante un momento no alcancé a hacer otra cosa más que observarlos como si me encontrara bajo un hechizo.

El lobo abandonó su escondite al dar un par de pasos en mi dirección. Me encontraba petrificada al distinguir la figura negra e imponente que en un principio me pareció amenazadora. Era pequeña y sabía que de quererlo el lobo podría lanzarse sobre mi y me aventajaría en fuerza pero no interrumpí nuestro silencioso reconocimiento sin dejar entrever mi nerviosismo y mi temor. En ese momento vi a Dimitri a mi lado a pesar de que se encontraba muy lejos, durmiendo en su cama, sentí que estaba conmigo y su presencia me irradió tranquilidad.

El lobo que al principio mostrase sus afilados colmillos adquirió una expresión más benevolente y se acercó a mi deteniéndose a escasos centímetros. Durante mucho tiempo después me pregunté si de verdad lo había escuchado o si había sido producto de mi exaltada imaginación, escuché un susurro en mi mente, una voz que provenía del lobo y que articuló mi nombre, Nadezhda.

Antes de que pudiera responder, en tan solo un abrir y cerrar de ojos ya se había marchado. Me adelanté entonces para alcanzarle pero no vi rastro de él, se había desvanecido como si hubiera sido un fragmento de mi imaginación. Di media vuelta entonces y recorrí el camino de regreso a casa. Al divisarla corrí de regreso a la ventana de mi habitación, helada hasta los huesos al adquirir de nuevo mi forma humana, noté que pequeños temblores recorrían mi cuerpo pero no por el frío sino algo más.

Me coloqué mi camisón y me dirigí a la habitación de mi hermano adonde le vi dormir pacíficamente en su cama. Arrugué mi pequeña nariz percatándome de que ya no estaba molesta con él, me acerqué lentamente de puntillas y sin decir nada me acosté a su lado y pronto me dejé vencer por el sueño.