AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A veces el destino juega una buena pasada [Privado]
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A veces el destino juega una buena pasada [Privado]
Aquél día había despertado con una energía algo extraña y si bien Faylinn no entendía muy bien el por qué, de todas formas no le molestaba andar así. Se levantó de aquella cama sonriente llegando un momento en que ella misma se sorprendió, caminó hasta un espejo y se observó por unos largos minutos ¿qué tenía de especial ese día o ella misma? Arrugó su nariz y luego bajó su mirada, que estuviera así aquél día no significaba nada importante ni mucho menos tendría con quien compartir su extraño humor. Se había dirigido hasta su cama notando que aún era temprano y se había quedado mirando el techo recordando todo lo que había dejado atrás ¿cómo estarían sus padres? ¿su mismo maestro? Había pasado tiempo desde la última vez en que lo había visto, mucho antes de que todo cambiara, de que todo el mundo se le derrumbara. Se giró para acurrucarse en su cama, ese día Anubis había salido a dar una vuelta por lo que estaba completamente sola. Se sentía nostálgica por todo aquellos “buenos” tiempos, al menos ningún vampiro idiota se le había lanzado encima para atacarle por lo que si podía sentirse de alguna forma satisfecha con aquellos tiempos, recuerdos que vacilaban en su mente y es que luego de estar tres días inconsciente ya no recordaba muchas cosas de su vida anterior. A pesar de que siempre intentaba demostrarse fuerte y que nada le afectaba muchas eran las noches donde las pesadillas le acechaban, siempre era lo mismo, aquél vampiro que se hacía llamar Alex y su estúpida risa burlesca, muchas veces corriendo detrás de ella mientras que Fay intentaba correr con todas sus fuerzas o bien, en otras ocasiones lo tenía encima burlándose en su propia cara, él sonriendo porque se habían encontrado nuevamente mientras que ella sentía el mismo pánico que la primera vez. Se le hacía siempre tan real, su corazón se aceleraba de un modo increíble y hasta despertaba con lágrimas en los ojos ¿Cómo se suponía ahora que superaría aquél trauma? Siquiera sabía si aquél vampiro seguía vivo, pero algo le decía que aún lo estaba.
Se perdió en sus pensamientos sin notar cómo era que se le pasaba la hora, ahí se había ido su extraño humor volviendo a ser aquella seria niña, pensaba que su cerebro era cruel y estaba entrenado a arruinarle sus pocos días “distintos” que tenía pero no podía hacer ya nada. Un suspiro hondo salió desde lo más profundo de sus pulmones sin ganas de hacer nada pero su estómago no tenía el mismo plan. Rugió con fuerza, logrando que Faylinn se sonrojara y agradeciera que nadie lo hubiese escuchado, llevó su mano izquierda hasta su panza y la frotó pensando que ya era hora de ir a buscar algo de comer ya que en la casa no había nada. Se sentó en la cama de forma perezosa y apoyó ambas manos en la misma intentando alejar todo pensamiento que la atormentara, miró a su alrededor buscando a Anubis, quién aún no había vuelto de su viaje quizás donde. Se puso de pié para ponerse sus típicos atuendos, no eran nada espectacular, era ropa sencilla ni tan llamativa, tomó aquél abrigo con capucha por el frío que hacía y se dispuso a salir. Aseguró todas las ventanas y puertas, no tenía una gran riqueza pues todo había quedado en Irlanda pero aún así no quería que lo poco que había logrado tener se lo quitaran. Cuando al fin había salido caminó despacio por las grandes calles parisinas, sabía que muchos la miraban siempre con curiosidad y ella no comprendía muy bien la razón, siempre que salía su rostro se tornaba más serio de lo normal para evitar que cualquier persona se intentara pasar de lista. Afirmaba su abrigo con ambas manos ya que esta solo la traía puesto sobre los hombros mientras su paso cada vez se aceleraba más llegando hasta unos puestos de frutas, se quedó unos segundos mirando una manzana roja que había llamado su atención ¡parecía que brillaba! Llevó su mano hasta el bolsillo de su abrigo con la intención de sacar su monedero, buscó en cada uno de los bolsillos pero no lo encontró, tenía la ceja alzada y la panza apretada de tan solo los nervios pues estaba segura que lo había guardado - ¿Lo vas a comprar o esperarás a llenarme el lugar con tu saliva?- Faylinn alzó una ceja y lo quedó mirando, más seria que nunca - Tampoco quería tus sucias manzanas – Se dio media vuelta indignada y caminó a paso lento mientras una sonrisa malévola apareció en su rostro, alguna vez tenía que usar sus habilidades. Y en lo que seguía caminando para alejarse del lugar mientras el dueño seguía insultándola, de la nada, todo su pequeño local se dio vuelta cayendo las manzanas al suelo y el rostro del frutero se deformó sorprendido sin entender lo que sucedía ¿karma? Claro….
¿Ahora que haría? No valía la pena devolverse luego de todo lo que había caminado, se sacó su abrigo y lo escondió junto a un árbol para empezar a seguir a un par de personas, futuras víctimas, no le molestaba robar en lo absoluto pero no lo hacía siempre. Los siguió con paso lento y cuando notó que ellos estaban los suficientemente distraídos comenzó a acercar su mano al bolsillo de uno de ellos, que tenía una bolsita sobresaliente donde se notaba que llevaba dinero pero algo la detuvo, justo en sentido contrario pasaban dos personas que se notaban importantes conversando, no pudo escuchar muy bien de que se trataba la conversación pero si logró distinguir un nombre “Ichabod” Junto que escuchó su nombre volteó su rostro para mirar a las dos mujeres que seguían su rumbo perdiendo a sus presuntas víctimas, ¿Él estaría aquí? ¿Tendría tan buena suerte que podría encontrarlo de nuevo?. No dudó demasiado y corrió donde las mujeres hasta ponerse frente a ellas y extendió sus manos, evitando que siguieran caminando. Su corazón latía a mil por horas y su respiración había aumentado, las observó a ambas que la miraban con cara de sorpresa, asustadas pensando que ella les robaría. En lo que pudo recuperar el aliento pudo hablar - ¿Lo conocen? ¿Saben donde vive? ¿Está el acá, en París? – Su pecho se abultaba y desinflaba a gran velocidad, aún mostrando señales de agitación. Las mujeres se quedaron mirando entre ellas y una se alzó de hombros - ¿A quién te refieres? Si eres más detallista quizás te podríamos ayudar…- Linn bajó sus brazos y miró el suelo, ahora ruborizada – Me refiero a si conocen a mi maes…- Tragó saliva, se sentía altamente nerviosa, además no recordaba haberlo llamado alguna vez por su nombre, pero era obvio que si se refería a él como “maestro” ellas no comprenderían – ¡Qué si conocen a Ichabod! – Desvió su mirada mientras sus mejillas cada vez se ponían más rojas, cosa que le molestaba. Las mujeres nuevamente se miraron entre ellas, de seguro pensaban para qué podía una “niña” buscarlo, pero la otra mujer se animó a responder – Claro que le conocemos, es un brujo bien conocido por estos sectores – Faylinn miró a la mujer con cara confundida ¿cómo podía ser un brujo tan conocido y ella no tener idea que estaban en el mismo país? Se sentía tonta y enrabiada pero suspiró hondamente recobrando al fin su respiración normal - ¿Saben…donde vive? – Su corazón volvía a latir a mil por horas tan solo pensando en que podría verlo nuevamente – Si, vive en el bosque – Ambas mujeres le indicaron cómo podía llegar hasta ese lugar pero le advirtieron que tuviera cuidado, que era más bien uraño pero a ella no le importó nada, de todos modos ya lo conocía. Corrió olvidándose tanto del abrigo como de la comida para llegar hasta el lugar que ambas mujeres le habían señalado, en ese minuto nada le importaba solo corría mientras miradas extrañadas la seguían ¡pero no le importaba! Solo tenía la esperanza de poder ver a quien consideraba su maestro una vez más, no pedía ni quería nada más.
Cuando por fin logró llegar al bosque disminuyó el paso a un trote suave, comenzaba a sentirse mareada por la falta de comida pero no dejaría que eso fuese un obstáculo. Se adentró cada vez más al frondoso bosque, era primera vez que iba a ese sitio y además sola, siempre le acompañaba Anubis pero ahora no era así. Se quedó parada unos minutos mirando alrededor, a esa altura ya ni el frío sentía de tanto correr por lo que no extrañó su abrigo, tocó uno de los árboles y luego sonrió pues estaba cerca y lo sentía. Corrió otra vez emocionada pero un mareo le jugó una mala pasada por lo que cayó al piso quedando algo embarrada ¡Genial, lo que le faltaba! Pensó molesta, se sacudió un poco sintiendo que sus rodillas le ardían y se levantó nuevamente para seguir caminando. A lo lejos divisó una casa y una sonrisita nerviosa se asomó entre sus labios, corrió una vez más hasta quedar justo frente a ella, su corazón se puso como loco y llevó una mano hasta su pecho, parecía que éste saldría de su pecho. Intentó asomarse por una de las ventanas y cuando vio movimiento se agachó rápidamente quedando sentada al lado de la puerta, sus mejillas estaban sonrojadas, su corazón apunto de abrir su pecho y arrancar, estaba totalmente nerviosa ¿Se acordaría de ella? ¿Estaría bien buscarlo? ¿Le molestaría que luego del tiempo que había pasado lo buscara? No podía pensar en nada más, flexionó sus rodillas y llevó una mano hasta su pecho, cerrando unos momentos sus ojos para pensar bien qué hacer.
Se perdió en sus pensamientos sin notar cómo era que se le pasaba la hora, ahí se había ido su extraño humor volviendo a ser aquella seria niña, pensaba que su cerebro era cruel y estaba entrenado a arruinarle sus pocos días “distintos” que tenía pero no podía hacer ya nada. Un suspiro hondo salió desde lo más profundo de sus pulmones sin ganas de hacer nada pero su estómago no tenía el mismo plan. Rugió con fuerza, logrando que Faylinn se sonrojara y agradeciera que nadie lo hubiese escuchado, llevó su mano izquierda hasta su panza y la frotó pensando que ya era hora de ir a buscar algo de comer ya que en la casa no había nada. Se sentó en la cama de forma perezosa y apoyó ambas manos en la misma intentando alejar todo pensamiento que la atormentara, miró a su alrededor buscando a Anubis, quién aún no había vuelto de su viaje quizás donde. Se puso de pié para ponerse sus típicos atuendos, no eran nada espectacular, era ropa sencilla ni tan llamativa, tomó aquél abrigo con capucha por el frío que hacía y se dispuso a salir. Aseguró todas las ventanas y puertas, no tenía una gran riqueza pues todo había quedado en Irlanda pero aún así no quería que lo poco que había logrado tener se lo quitaran. Cuando al fin había salido caminó despacio por las grandes calles parisinas, sabía que muchos la miraban siempre con curiosidad y ella no comprendía muy bien la razón, siempre que salía su rostro se tornaba más serio de lo normal para evitar que cualquier persona se intentara pasar de lista. Afirmaba su abrigo con ambas manos ya que esta solo la traía puesto sobre los hombros mientras su paso cada vez se aceleraba más llegando hasta unos puestos de frutas, se quedó unos segundos mirando una manzana roja que había llamado su atención ¡parecía que brillaba! Llevó su mano hasta el bolsillo de su abrigo con la intención de sacar su monedero, buscó en cada uno de los bolsillos pero no lo encontró, tenía la ceja alzada y la panza apretada de tan solo los nervios pues estaba segura que lo había guardado - ¿Lo vas a comprar o esperarás a llenarme el lugar con tu saliva?- Faylinn alzó una ceja y lo quedó mirando, más seria que nunca - Tampoco quería tus sucias manzanas – Se dio media vuelta indignada y caminó a paso lento mientras una sonrisa malévola apareció en su rostro, alguna vez tenía que usar sus habilidades. Y en lo que seguía caminando para alejarse del lugar mientras el dueño seguía insultándola, de la nada, todo su pequeño local se dio vuelta cayendo las manzanas al suelo y el rostro del frutero se deformó sorprendido sin entender lo que sucedía ¿karma? Claro….
¿Ahora que haría? No valía la pena devolverse luego de todo lo que había caminado, se sacó su abrigo y lo escondió junto a un árbol para empezar a seguir a un par de personas, futuras víctimas, no le molestaba robar en lo absoluto pero no lo hacía siempre. Los siguió con paso lento y cuando notó que ellos estaban los suficientemente distraídos comenzó a acercar su mano al bolsillo de uno de ellos, que tenía una bolsita sobresaliente donde se notaba que llevaba dinero pero algo la detuvo, justo en sentido contrario pasaban dos personas que se notaban importantes conversando, no pudo escuchar muy bien de que se trataba la conversación pero si logró distinguir un nombre “Ichabod” Junto que escuchó su nombre volteó su rostro para mirar a las dos mujeres que seguían su rumbo perdiendo a sus presuntas víctimas, ¿Él estaría aquí? ¿Tendría tan buena suerte que podría encontrarlo de nuevo?. No dudó demasiado y corrió donde las mujeres hasta ponerse frente a ellas y extendió sus manos, evitando que siguieran caminando. Su corazón latía a mil por horas y su respiración había aumentado, las observó a ambas que la miraban con cara de sorpresa, asustadas pensando que ella les robaría. En lo que pudo recuperar el aliento pudo hablar - ¿Lo conocen? ¿Saben donde vive? ¿Está el acá, en París? – Su pecho se abultaba y desinflaba a gran velocidad, aún mostrando señales de agitación. Las mujeres se quedaron mirando entre ellas y una se alzó de hombros - ¿A quién te refieres? Si eres más detallista quizás te podríamos ayudar…- Linn bajó sus brazos y miró el suelo, ahora ruborizada – Me refiero a si conocen a mi maes…- Tragó saliva, se sentía altamente nerviosa, además no recordaba haberlo llamado alguna vez por su nombre, pero era obvio que si se refería a él como “maestro” ellas no comprenderían – ¡Qué si conocen a Ichabod! – Desvió su mirada mientras sus mejillas cada vez se ponían más rojas, cosa que le molestaba. Las mujeres nuevamente se miraron entre ellas, de seguro pensaban para qué podía una “niña” buscarlo, pero la otra mujer se animó a responder – Claro que le conocemos, es un brujo bien conocido por estos sectores – Faylinn miró a la mujer con cara confundida ¿cómo podía ser un brujo tan conocido y ella no tener idea que estaban en el mismo país? Se sentía tonta y enrabiada pero suspiró hondamente recobrando al fin su respiración normal - ¿Saben…donde vive? – Su corazón volvía a latir a mil por horas tan solo pensando en que podría verlo nuevamente – Si, vive en el bosque – Ambas mujeres le indicaron cómo podía llegar hasta ese lugar pero le advirtieron que tuviera cuidado, que era más bien uraño pero a ella no le importó nada, de todos modos ya lo conocía. Corrió olvidándose tanto del abrigo como de la comida para llegar hasta el lugar que ambas mujeres le habían señalado, en ese minuto nada le importaba solo corría mientras miradas extrañadas la seguían ¡pero no le importaba! Solo tenía la esperanza de poder ver a quien consideraba su maestro una vez más, no pedía ni quería nada más.
Cuando por fin logró llegar al bosque disminuyó el paso a un trote suave, comenzaba a sentirse mareada por la falta de comida pero no dejaría que eso fuese un obstáculo. Se adentró cada vez más al frondoso bosque, era primera vez que iba a ese sitio y además sola, siempre le acompañaba Anubis pero ahora no era así. Se quedó parada unos minutos mirando alrededor, a esa altura ya ni el frío sentía de tanto correr por lo que no extrañó su abrigo, tocó uno de los árboles y luego sonrió pues estaba cerca y lo sentía. Corrió otra vez emocionada pero un mareo le jugó una mala pasada por lo que cayó al piso quedando algo embarrada ¡Genial, lo que le faltaba! Pensó molesta, se sacudió un poco sintiendo que sus rodillas le ardían y se levantó nuevamente para seguir caminando. A lo lejos divisó una casa y una sonrisita nerviosa se asomó entre sus labios, corrió una vez más hasta quedar justo frente a ella, su corazón se puso como loco y llevó una mano hasta su pecho, parecía que éste saldría de su pecho. Intentó asomarse por una de las ventanas y cuando vio movimiento se agachó rápidamente quedando sentada al lado de la puerta, sus mejillas estaban sonrojadas, su corazón apunto de abrir su pecho y arrancar, estaba totalmente nerviosa ¿Se acordaría de ella? ¿Estaría bien buscarlo? ¿Le molestaría que luego del tiempo que había pasado lo buscara? No podía pensar en nada más, flexionó sus rodillas y llevó una mano hasta su pecho, cerrando unos momentos sus ojos para pensar bien qué hacer.
Invitado- Invitado
Re: A veces el destino juega una buena pasada [Privado]
Linn se sentía realmente como una idiota puesto que en vez de averiguar quién o qué era o que había visto, no se le había ocurrido otra “magnífica” idea de ocultarse entre los árboles, no es que estuviese haciendo algo malo pero si le daba vergüenza la situación ya que, después de todo, habían sido años en los que no había vuelto a ver a Ichabod. Una de las últimas veces había sido en una mañana mas bien fría a pesar de que aún no llegaba el invierno, ese día la pequeña bruja se había levantado muy temprano ya que la emoción no la dejaba dormir, todos los días en las que veía a su maestro, a escondidas, significaba una gran emoción para ella. Había tomado aquellos libros y materiales que él le había recomendado para meterlos dentro de un bolso, luego salió corriendo mientras su madre aún dormía aunque a Tadhg, su padre, no había logrado ubicarlo. Corrió todo lo que sus piernitas le permitían mientras jadeaba producto a la velocidad que iba – que tampoco era demasiada – cuando llegó al fin se detuvo unos segundos para peinarse y tomar una bocanada de aire, ni modo que su maestro la viera así, ¡tan despeinada y agitada!. Una vez lista tocó la puerta e Ichabod no demoró demasiado en abrirla. Lo que más le gustaba a Faylinn – y lo que aún le seguía gustando – era que, a pesar de que no era un hombre demasiado sonriente a ella le había tocado en un par de ocasiones ver aquella hermosa sonrisa ¡parecía que irradiaba luz!, esas eran las cosas a las que más le prestaba atención la bruja, sin tomar en cuenta las lecciones que él le daba, por supuesto.
Ese recuerdo y muchos flashes en donde salía solo él sonriendo se le aparecieron de golpe en la mente de Faylinn logrando provocar que sonriera de una forma un tanto boba, era aquella típica sonrisa de “chiquilla enamorada” donde quedan embobadas observando a quien les gusta, era casi patética pero y es que no lo podía evitar, su maestro era tan sabio, hábil ¡guapo! Tenía tantas cosas que la hacían suspirar y pensar todo el día en él, cuando se había ido de Irlanda la situación había cambiado un poco, por las noches muchas veces llegó a soñar con el brujo pero una vez que despertaba habían tantas cosas por la cual preocuparse que en realidad no lo recordaba – tanto como antes – Ahora se debía preocupar tanto por Anubis como de ella misma ¡ya no era una niña! Era una persona responsable e independiente…o al menos eso quería pensar ella. La verdad era que muchas veces se arrepentía de su decisión queriendo volver a su pueblo natal pero sabía perfectamente que las ancianas del lugar no se lo permitirían, ellas tenían una memoria envidiable, recordaban y sabían cada cosa que ocurría en el pueblo completo y cada paso que daban los habitantes ¿Cómo podría llegar entonces pasando desapercibida? No podía volver…simplemente no podía.
Un vozarrón logró sacarla de su letargo recordativo, llevó sus manos hacia su boca por solo los nervios ¿realmente era él? Su corazón nuevamente se agitó hasta más no poder, sus piernas comenzaron a temblar sin poderlas controlar y es que a pesar de ser tonta su reacción, Ichabod siempre había sacado el lado tímida de ella. Cuando escuchó su nombre alzó la mirada, tenía los ojos exageradamente abiertos producto a la sorpresa sin sacar aún sus manos, él estaba sin camisa ¡sin camisa! Jamás, en todo el tiempo en que había sido su alumna, lo había visto así. Desvió la mirada levemente sonrojada sin ser capaz de responder, él ya la había reconocido, eso era evidente y a pesar de que la bruja quería responder simplemente la voz no le salía. Realmente no quería volver a mirarlo porque no se atrevía a verle con más detalles, a pesar de los años su maestro se mantenía tan bien, cosa que más la torturaba, no quería confundirse ni pensar en cosas que realmente no importaban en ese momento, no ahora que por fin lo tenía en frente y podían conversar. Ante su pregunta iba a contestar pero su boca no fue capaz aún de emitir sonido, solo movió sus labios intentando articular palabra alguna pero simplemente no lo logró. Observó apenas cómo el brujo se daba vuelta para marcharse a la mesa a continuar el trabajo y en ningún momento en el que había mantenido el cuchillo en forma de defensa se había asustado, de todos modos sabía que sería incapaz de dañarla, no después de reconocerla.
Cuando él comenzó a caminar Faylinn rápidamente se puso de rodillas para observar a donde se iba, esta vez si se fijó en aquél físico que tenía y luego desvió la mirada hacia la cesta con pescados comprendiendo la razón de su cuerpo ¡con una cesta tan llena imposible que fuese delgaducho! Rió para sus adentros por las tonterías que pensaba y negó con su cabeza, intentando volver a la realidad. Ante su pregunta negó con la cabeza pero aún en silencio, no entendía por qué pero su cuerpo no quería responder ¡era tan patética! Por lo que solo lo observaba desde el lugar, el suspiro la preocupó un poco ¿la estaba aburriendo con su actitud tan inmadura? Y realmente no quería hacerlo pero su cuerpo no se movía. – Yo…vine…a buscarlo…- Susurró apenas, dándose cuenta que él realmente no la había escuchado, suspiró para darse valor y se mordió el labio inferior, ya era demasiado de aquella tonta actitud.
La “pequeña” aprendiz no le había quitado la vista de encima en ningún momento a su maestro, era algo así como que lo tenía en un altar – era patético y ella lo sabía – así que al verlo sonreír, aunque fuese una sonrisa pequeña, logró emocionarla a ella también, sus labios se adornaron ahora con una amplia sonrisa olvidándose un poco de su timidez. Se puso de pie con cierta velocidad recordando que sus rodillas le dolían, bajó la mirada por unos segundos y observó como éstas estaban sucias con una mezcla de sangre con barro, intentó sacudirse pero era poco lo que había logrado sacar. Caminó hasta donde estaba él suspirando hondo, intentando no descontrolarse – e intentando obviar el hecho de que él seguía sin camisa – Una vez a su lado hizo una pequeña reverencia – Lamento presentarme así…en estas condiciones… Se incorporó y lo observó, intentando disimular una sonrisa – Hace poco estaba intentando rob…solo tenía unas cosas que hacer y, de casualidad, escuché que dos personas lo nombraban…no pude aguantar la emoción y la curiosidad de saber que estábamos en el mismo país…tan lejos de Irlanda…- Se alzó de hombros para quitarle importancia al asunto, no quería que él realmente viera su notorio nerviosismo, al menos sus mejillas ya no estaban tan sonrojadas o al menos eso creía ella. Al ver la navaja que había puesto anteriormente sobre la mesa la tomó con rapidez y se sentó frente a él ¡por supuesto que lo ayudaría! Faylinn no era una experta rebanando pescados como seguramente lo era Ichabod, pero tenía conocimientos básicos de cocina al haberse ido a vivir a solas con su gato Anubis, lógicamente él no podría cocinar. Tomó un pescado y lo rebanó con cuidado, era más lenta que él pero lo hacía lo mejor que podía, mantenía su vista fija en lo que hacía aún con su sonrisa adornando el rostro – Lo extrañé…maestro… Comentó con una voz suave y sin atreverse a mirarlo, le avergonzaba reconocerlo y no quería que él lo notara.
Pronto el olor al pescado la abordó por completo, había olvidado que tenía la panza totalmente vacía y, aunque lo quiso evitar, su estómago rugió nuevamente con más fuerza que la vez anterior, ante esto la bruja se sonrojó completamente quedando unos segundos inmovilizada, sus ojos se habían abierto por la sorpresa ¿se habría dado cuenta él? Era casi imposible que no fuese así, pero no quiso levantar la mirada. No le gustaba que su estómago dejara en evidencia su hambre, pero ya nada podía hacer. Carraspeó para intentar desviar el tema y luego siguió rebanando pescados – Bueno y….¿qué ha hecho todo este tiempo? - Una sonrisa nerviosa se asomó puesto que no quería que su maestro notara lo hambrienta que estaba
Ese recuerdo y muchos flashes en donde salía solo él sonriendo se le aparecieron de golpe en la mente de Faylinn logrando provocar que sonriera de una forma un tanto boba, era aquella típica sonrisa de “chiquilla enamorada” donde quedan embobadas observando a quien les gusta, era casi patética pero y es que no lo podía evitar, su maestro era tan sabio, hábil ¡guapo! Tenía tantas cosas que la hacían suspirar y pensar todo el día en él, cuando se había ido de Irlanda la situación había cambiado un poco, por las noches muchas veces llegó a soñar con el brujo pero una vez que despertaba habían tantas cosas por la cual preocuparse que en realidad no lo recordaba – tanto como antes – Ahora se debía preocupar tanto por Anubis como de ella misma ¡ya no era una niña! Era una persona responsable e independiente…o al menos eso quería pensar ella. La verdad era que muchas veces se arrepentía de su decisión queriendo volver a su pueblo natal pero sabía perfectamente que las ancianas del lugar no se lo permitirían, ellas tenían una memoria envidiable, recordaban y sabían cada cosa que ocurría en el pueblo completo y cada paso que daban los habitantes ¿Cómo podría llegar entonces pasando desapercibida? No podía volver…simplemente no podía.
Un vozarrón logró sacarla de su letargo recordativo, llevó sus manos hacia su boca por solo los nervios ¿realmente era él? Su corazón nuevamente se agitó hasta más no poder, sus piernas comenzaron a temblar sin poderlas controlar y es que a pesar de ser tonta su reacción, Ichabod siempre había sacado el lado tímida de ella. Cuando escuchó su nombre alzó la mirada, tenía los ojos exageradamente abiertos producto a la sorpresa sin sacar aún sus manos, él estaba sin camisa ¡sin camisa! Jamás, en todo el tiempo en que había sido su alumna, lo había visto así. Desvió la mirada levemente sonrojada sin ser capaz de responder, él ya la había reconocido, eso era evidente y a pesar de que la bruja quería responder simplemente la voz no le salía. Realmente no quería volver a mirarlo porque no se atrevía a verle con más detalles, a pesar de los años su maestro se mantenía tan bien, cosa que más la torturaba, no quería confundirse ni pensar en cosas que realmente no importaban en ese momento, no ahora que por fin lo tenía en frente y podían conversar. Ante su pregunta iba a contestar pero su boca no fue capaz aún de emitir sonido, solo movió sus labios intentando articular palabra alguna pero simplemente no lo logró. Observó apenas cómo el brujo se daba vuelta para marcharse a la mesa a continuar el trabajo y en ningún momento en el que había mantenido el cuchillo en forma de defensa se había asustado, de todos modos sabía que sería incapaz de dañarla, no después de reconocerla.
Cuando él comenzó a caminar Faylinn rápidamente se puso de rodillas para observar a donde se iba, esta vez si se fijó en aquél físico que tenía y luego desvió la mirada hacia la cesta con pescados comprendiendo la razón de su cuerpo ¡con una cesta tan llena imposible que fuese delgaducho! Rió para sus adentros por las tonterías que pensaba y negó con su cabeza, intentando volver a la realidad. Ante su pregunta negó con la cabeza pero aún en silencio, no entendía por qué pero su cuerpo no quería responder ¡era tan patética! Por lo que solo lo observaba desde el lugar, el suspiro la preocupó un poco ¿la estaba aburriendo con su actitud tan inmadura? Y realmente no quería hacerlo pero su cuerpo no se movía. – Yo…vine…a buscarlo…- Susurró apenas, dándose cuenta que él realmente no la había escuchado, suspiró para darse valor y se mordió el labio inferior, ya era demasiado de aquella tonta actitud.
La “pequeña” aprendiz no le había quitado la vista de encima en ningún momento a su maestro, era algo así como que lo tenía en un altar – era patético y ella lo sabía – así que al verlo sonreír, aunque fuese una sonrisa pequeña, logró emocionarla a ella también, sus labios se adornaron ahora con una amplia sonrisa olvidándose un poco de su timidez. Se puso de pie con cierta velocidad recordando que sus rodillas le dolían, bajó la mirada por unos segundos y observó como éstas estaban sucias con una mezcla de sangre con barro, intentó sacudirse pero era poco lo que había logrado sacar. Caminó hasta donde estaba él suspirando hondo, intentando no descontrolarse – e intentando obviar el hecho de que él seguía sin camisa – Una vez a su lado hizo una pequeña reverencia – Lamento presentarme así…en estas condiciones… Se incorporó y lo observó, intentando disimular una sonrisa – Hace poco estaba intentando rob…solo tenía unas cosas que hacer y, de casualidad, escuché que dos personas lo nombraban…no pude aguantar la emoción y la curiosidad de saber que estábamos en el mismo país…tan lejos de Irlanda…- Se alzó de hombros para quitarle importancia al asunto, no quería que él realmente viera su notorio nerviosismo, al menos sus mejillas ya no estaban tan sonrojadas o al menos eso creía ella. Al ver la navaja que había puesto anteriormente sobre la mesa la tomó con rapidez y se sentó frente a él ¡por supuesto que lo ayudaría! Faylinn no era una experta rebanando pescados como seguramente lo era Ichabod, pero tenía conocimientos básicos de cocina al haberse ido a vivir a solas con su gato Anubis, lógicamente él no podría cocinar. Tomó un pescado y lo rebanó con cuidado, era más lenta que él pero lo hacía lo mejor que podía, mantenía su vista fija en lo que hacía aún con su sonrisa adornando el rostro – Lo extrañé…maestro… Comentó con una voz suave y sin atreverse a mirarlo, le avergonzaba reconocerlo y no quería que él lo notara.
Pronto el olor al pescado la abordó por completo, había olvidado que tenía la panza totalmente vacía y, aunque lo quiso evitar, su estómago rugió nuevamente con más fuerza que la vez anterior, ante esto la bruja se sonrojó completamente quedando unos segundos inmovilizada, sus ojos se habían abierto por la sorpresa ¿se habría dado cuenta él? Era casi imposible que no fuese así, pero no quiso levantar la mirada. No le gustaba que su estómago dejara en evidencia su hambre, pero ya nada podía hacer. Carraspeó para intentar desviar el tema y luego siguió rebanando pescados – Bueno y….¿qué ha hecho todo este tiempo? - Una sonrisa nerviosa se asomó puesto que no quería que su maestro notara lo hambrienta que estaba
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