AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Puppenmacher | Privado
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Puppenmacher | Privado
Puppenmacher
Las caminatas a medio día se habían vuelto tan habituales ahora, estaba lista nuevamente bajo el umbral de la puerta, sostenía a Hanna entre sus brazos y mientras acariciaba su pelaje albino no pudo evitar traer consigo las imágenes del incendio, el humo, las sombras y el reptar de aquella figura que hasta el día de hoy se había convertido en ángel para ella. Un momento de distracción que le arrastró de nuevo al pasado. Sacudió apenas su cabeza y sonrió afectuosamente a la nodriza cuando fue advertida que la carroza estaba lista. Entró rápidamente al cuarto para depositar a la felina sobre el almohadón.
-Se buena niña ¿Quieres?- dijo mientras palmeaba su cabecita.
Sus manos enguantadas tomaron el parasol y de inmediato abordó el vehículo. Una sonrisa más para el gentil chofer quien resaltaba en todo momento la peculiar belleza de la pequeña. Empezó a andar por el camino, la luz diurna empezaba a ocultarse ya entre las nubes rollizas que desfilaban lentamente por el cielo, aun así el sendero se veía perfectamente con todas sus curvas y ondulaciones, los colores tan brillantes que pintaban las tiendas y los edificios, enormes vigías, algunos tan viejos que sus muros parecían derrumbarse en cualquier instante. Las palabras que cruzaban las personas, flotaban de un lado a otro, creando un ligero bullicio, vio un par de niños corriendo por la acera y por unos segundos se remontó nuevamente hacia Amsterdam.
Percibió el aroma del aire y el cochero apresuro el paso para poder llegar antes que anocheciera por completo. Habían pasado aproximadamente tres cuartos de hora, muy pocas personas se divisaban ya y pudo divisar pequeños establecimientos ubicados de manera aislada al resto, a pesar de llevar exactamente un año ya en la capital, esta zona era completamente ajena a lo que estaba acostumbrada a ver a diario. Finalmente se detuvo. Pidió al chofer esperar unos minutos, el local lucia bastante modesto y elegante. Frente a la construcción vaciló unos segundos, una ráfaga de viento frio ondeo los bordes de su pequeña gabardina y de forma mecánica, empujo la manija para abrir la puerta, minutos después el resto de la gente huía de la lluvia venidera que empezaba a caer.
Ya dentro del lugar se froto las manos para hallar un poco de calor, sus orbes azules contemplaron a lo largo y ancho del escenario un par de antigüedades y pinturas, los objetos multicolores que se esparcían como un enorme abanico, se acercó para observar detenidamente. Estaba fascinada, cuando escuchó lo que parecían pasos, irguió su cuerpo y con una sonrisa amable en el rostro se apartó unos centímetros del aparador, froto su nariz fría con los dedos enguantados, aguardo, en silencio.
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 04/07/2014
Re: Puppenmacher | Privado
Una semana más sin saber de Kerevan. Si mi memoria no me fallaba creía recordar, que sus palabras exactas fueron: No tardaré en volver, te quedarás al frente de la tienda. No me decepciones. De esto ya habían pasado cuatro semanas. Ya era demasiado. De cualquier forma mantendría la tienda reluciente, incluida la bodega y el taller. Yo nunca tardaba más allá de lo necesario. Si había que pasar la escoba aquí y allá, inclusive sacudir algunos instrumentos de formas extrañas que parecían haber sido hechos para un doctor loco. Evitaba tener contacto con ellos más allá de lo necesario, el muñequero era delicado y estricto con sus cosas, no me gustaría enfadarlo por nada del mundo, a veces su manera de hablar, y de moverse como una sombra, me ponían los cabellos de punta.
Con dolor de espalda- por permanecer varias horas de pie- me tomé un breve descanso. Todavía quedaba por limpiar toda la parte superior de una de las estanterías, que más polvo guardaba, y donde se encontraban las muñecas que más llamaban la atención y por supuesto las más raras y antiguas. Éstos detalles los supe al buscar el inventario dentro del cajón del mostrador. Ahí estaban detalladamente escritos los números de serie de cada una de las muñecas, ya que se hacían sobre pedido, ninguna era parecida a otra. Estaban también los precios y los materiales con las que estaban hechas. Para mi fortuna, todas las muñecas - sin excepción- tenías una etiqueta enrollada colgando de la mano de alguno de sus brazos, facilitándome el trabajo.
La semana que estaba a punto de terminar, había sido demasiado mala, muy escasas vendas esporádicas. Los pocos francos que entraron a las arcas del muñequero, las guardé en una pequeña caja que el "jefe" había dejado olvidada en el ático. Nunca he tomada nada que no fuera mío. Aunque tuviera hambre - demasiada- el dinero era sagrado, no quería ser echado por una tontería. Seré un vicioso, pero nunca, jamás, un vulgar ladrón. Si..., Ahora que lo pienso, el vicio me ha hecho pasar tragos amargos, a veces me desespero, sobre todo por las noches, pero ahora mismo no quiero pensar en ello. Necesito distraerme, porque de lo contrario...
La puerta del establecimiento se abrió haciendo sonar la campanilla que colgaba justo por encima. Apresuré mis pasos hacia el mostrador para atender a mi cliente que... Se trataba nada más y nada menos que de una linda niña, que poseía los ojos más grandes y vivaces que yo haya visto. Prácticamente era una muñequita viviente, que me hizo recordar a mi pequeña hermana, y que al juzgar por la apariencia, debían tener la misma edad.
Mi hermana...
¿Cómo estaría ella? en ciertos momentos me golpea la nostalgia y quisiera volver, pero reencontrarme con personas indeseables. Sin embargo, mi hermana era una herida que seguía abierta. Desearía tanto estrecharlas entre mis brazos.
-Buenas tardes ¿En qué puedo ayudarte? - mis ojos recorrieron alrededor de la tienda, buscando a los padres de la criatura, que indudablemente era de clase alta. Su ropa es fina y delicada. -¿Buscas alguna muñeca en particular?- le sonrío amablemente tamborileando los dedos en el mostrador. Oh… Ahora es que me doy cuenta de que debo estar completamente lleno de polvo. El muñequero me habría reprendido hasta el cansancio por presentarme así ante los clientes. Pero repito, no esperaba clientes a tales horas, mucho menos una niña tan singular y risueña.
Esteve Sa-Michelle- Humano Clase Media
- Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 10/12/2013
Re: Puppenmacher | Privado
Puppenmacher
La vivacidad en esos iris azules recorrieron de un lado a otro cada rincón del modesto local. No había necesidad de hablar, pues el sonido de la campanilla habría alertado seguramente al tendero y ahora que lo pensaba detenidamente, quizás ya nadie se encontraba atendiendo a esa hora, pues pocos eran los comercios que aún permanecían abiertos. Se sintió ligeramente contrariada. Un ligero suspiro escapó de sus labios mientras analizaba cada objeto detrás de las vitrinas, juguetes y artesanías multicolores, esparcidas con diferentes tamaños y formas; pero sobre todo muñecas que parecieran cobrar vida. El cabello, los ojos y la indumentaria que cubrían sus delgados pero definidos cuerpos eran obras de arte sin lugar a dudas.
Un pequeño sobresalto abatió la silueta de Simone cuando detrás de las cortinas apareció un chico bien parecido, los ojos eran brillantes aunque lucían algo nostálgicos, mechones cenizos coronaban su frente y un porte algo desalineado, debido tal vez al exceso de trabajo.
-Buenas noches joven.- respondió ligeramente apenada –Si, estoy buscando una muñeca con cabellos rizados, quizás, de ojos grandes podría ser….-
Las oraciones entre cortadas apenas podían escucharse, nunca había tenido la necesidad de salir a conseguir sus pertenencias, pues siempre había estado mamá ahí para hablar por ella, o en su defecto los juguetes y la ropa llegaban directamente en baúles hasta la comodidad de su recamara. Pero esos días habían terminado y estaba aprendiendo a pasos agigantados a valerse por sí misma. Quería sentirse escuchada y que su opinión valía como la de cualquier mujer adulta aunque tan solo tenía doce años. Divisó cada una de ellas, tomó su tiempo, pues no quería causar tantas molestias pidiendo ver una tras otra. Finalmente sus ojos se posaron en solo una.
-¿Sería tan amable de mostrarme aquella que se encuentra en lo alto de la repisa?- indicó cortésmente con su índice –Aquella de vestido marrón.-
Simone sabía perfectamente como pedir las cosas sin sonar altanera o grosera, se mantuvo de pie observando al chico maniobrar para conseguir el objeto. El ligero golpeteo de un par de gotas de lluvia resonaba cada vez más. El cochero seguramente aún aguardaba pacientemente. Recargó por unos instantes el parasol a un lado suyo, para poder recibir entre sus manos la caja donde descansaba la muñeca, sus dedos enguantados acariciaron el cristal, como calculando esa distancia entre el artefacto y el roce de sus dedos. Sonrió ligeramente mientras contemplaba cada detalle en ella. Los zapatitos lustrados a juego con una caperuza bicolor, sobre los diminutos hombros pendían mechones castaños, y los ojos parecían sobresalir de su lozano rostro.
-Joven ¿Podría decirme cuál es su precio?– inquirió suavemente. Pues tras buscar minuciosamente no encontró etiqueta alguna.
Al parecer cada artesanía estaba catalogada, había precios y numeraciones, lo cual indicaba que algunas pertenecían a ciertas colecciones especiales, pero había algo en particular en ella. Mientras el chico hacía lo propio Simone esbozó una tenue sonrisa, dado que de algún modo resultaba curioso pensar que ella bien podría ser una de esas muñecas, atrapada en la mansión siendo observada de vez en cuando por la servidumbre.
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 04/07/2014
Re: Puppenmacher | Privado
El precio de la muñeca era bastante alto, pero para una niña como ella - que a simple vista se apreciaba que era de una clase elevada- prácticamente iba a ser como quitarle un pelo a un gato. Algunos cuántos francos que podrían dar de comer a toda una familia parisina durante al menos una semana. Así era la vida de dispar en París: Ricos, pobres, otros aún más y luego al fina de la cadena, estaba yo.
-¿Te gusta mucho? - sonreí - Ésta muñeca en particular, posee su propio nombre, permite que te muestre-. Tomé nuevamente la caja y la destapé con mucho cuidado. De ella se desprendió un suave aroma a rosas recién cortadas-. Se llama Rose - ¡Pero claro que debía llamarse así, faltaba más! parecía que todas las muñecas del establecimiento, llevaban por nombre el olor dentro de su empaque. El muñequero si que sabía el negocio. No sabía si admirarlo u odiarlo por ser tan ingenioso.
-Rose te presento a ésta linda señorita. Ella quiere llevarte a su casa ¡qué me dices? ¿te agradaría ir con ella? ¿estarías de acuerdo?- Acerqué el oído a la boca apiñonada de la pequeña y magistral obra de arte, fingiendo escuchar algo sumamente interesante e importante. -Claro, por supuesto.. Dice que podría ir contigo, siempre y cuando prometas cuidarla muy bien y cepillar su cabello todos los días.
El cabello de las muñecas era completamente natural; el de ésta muñeca en particular lucía una impecable cabellera castaña larga y rizada, adornada con varias flores de migajón trenzadas alrededor de su cabello. Yo paseaba la vista de una a la otra, preguntándome cuál sería la más hermosa. Dicho sea de paso, mi pequeña clienta tenia unos enormes ojos grandes y deslumbrantes, y su voz era angelical. No me importaría para nada tener la oportunidad de pintarle un cuadro si al menos pusiera conocer a sus padres.
-¿Te gusta mucho? - sonreí - Ésta muñeca en particular, posee su propio nombre, permite que te muestre-. Tomé nuevamente la caja y la destapé con mucho cuidado. De ella se desprendió un suave aroma a rosas recién cortadas-. Se llama Rose - ¡Pero claro que debía llamarse así, faltaba más! parecía que todas las muñecas del establecimiento, llevaban por nombre el olor dentro de su empaque. El muñequero si que sabía el negocio. No sabía si admirarlo u odiarlo por ser tan ingenioso.
-Rose te presento a ésta linda señorita. Ella quiere llevarte a su casa ¡qué me dices? ¿te agradaría ir con ella? ¿estarías de acuerdo?- Acerqué el oído a la boca apiñonada de la pequeña y magistral obra de arte, fingiendo escuchar algo sumamente interesante e importante. -Claro, por supuesto.. Dice que podría ir contigo, siempre y cuando prometas cuidarla muy bien y cepillar su cabello todos los días.
El cabello de las muñecas era completamente natural; el de ésta muñeca en particular lucía una impecable cabellera castaña larga y rizada, adornada con varias flores de migajón trenzadas alrededor de su cabello. Yo paseaba la vista de una a la otra, preguntándome cuál sería la más hermosa. Dicho sea de paso, mi pequeña clienta tenia unos enormes ojos grandes y deslumbrantes, y su voz era angelical. No me importaría para nada tener la oportunidad de pintarle un cuadro si al menos pusiera conocer a sus padres.
Esteve Sa-Michelle- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/12/2013
Re: Puppenmacher | Privado
Puppenmacher
Observó con cuidado y detenimiento la forma en la cual el joven sujetaba entre sus manos la caja donde descansaba la bella muñeca. Los ojos cristalinos de Simone recorrieron la anatomía ajena. Un chico bien parecido y con cabello rizado de piel lozana. Con semblante agotado, seguramente debido a la rutina que recaía en sus hombros al tener a cargo el local. Por unos segundos sintió un remordimiento al verse envuelta en una compra un poco banal. Suspiró apenas distraída por los accionares tan peculiares del joven quien presuroso se encargaba de atenderle de la manera más atenta a pesar de la hora. A las afueras la lluvia iniciaba su caída sobre las calles coloridas. El cochero seguramente no tardaría en ingresar a la tienda preocupado por la jovencita.
–Así es Monsieur, es sin duda una creación perfecta–
Había sido educada para mostrarse agradecida con las personas que se cruzaban en su camino, nunca hacía gala de una prepotencia pueril ni mucho menos de un desdén, incluso el personal que laboraba en la mansión de Adric siempre mencionaban en los modales tan exquisitos de la pequeña damisela.
Simone sonrió ampliamente cuando el joven dio pie a la presentación y decidida a olvidar por unos instantes la nostalgia de sus días recientes reaccionó del mismo modo. Decidida a participar en esta charada.
–Madmoiselle Rose– respondió la niña haciendo una ligera reverencia sujetando el borde de su suntuoso vestido.
Desde la llegada de la pequeña a la capital se había topado con diversas personalidades. Adultos, jóvenes y ancianos que a veces respondían altaneros a la jovencita, de este modo no podía dejar de admirar la forma en la cual el tendero continuaba en ese número, en ese papel de intermediario entre ella y la muñeca. En alguna ocasión su padre había hecho lo mismo, en ratos libres cuando le leía un cuento o relataba historias sobre el mar. Ella entonces tendría siete y ocho años. Era curiosa la forma en la cual existían detalles en Paris que de algún modo u otro le volvían a su niñez en Ámsterdam.
–Siendo esa la condición, aceptó con mucho gusto cuidar de ella todos los días como se merece– levantó su diestra haciendo alusión a un juramento.
Se aproximó un poco más a la vitrina que los separaba para admirar de cerca nuevamente los detalles que rodeaban a la creación de porcelana. Olvidando por unos instantes que aún no pagaba por ella llevó su índice hacia la muñeca, paseándolo por los contornos de la corona que llevaba sobre su cabeza.
–Permítame felicitarlo por elaborar muñecas tan hermosas, es usted un prodigio– resaltó admirada –Muy pocas veces he tenido la oportunidad de conocer personas como usted– Y extendió su enguatada diestra –Simone De Vries, encantada monsieur–
Volvió a sonreír con mucha naturalidad, dedicando un gesto afable hacia el joven, como si hubiese reencontrado a algún familiar o algún viejo conocido.
–¿Le molesta si permanezco un par de minutos más caballero? Parece que he quedado atrapada a causa de la tormenta–
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 04/07/2014
Re: Puppenmacher | Privado
No era aventurado pensar, que ella misma parecía una muñequita. Absolutamente no. Su forma grácil de tomar la muñeca entre sus brazos, de apreciarla como el muñequero quizás lo hiciera con cada una de sus creaciones, y aún más, educadamente aceptando cuidar de ella, como si se tratara de una amiga de carne y hueso.
Se presentó como Simone de Vries, afreciéndome su pequeña manecita enguantada, misma que yo acepté gustoso, dando un pequeño beso sobre la misma. La niña me tenía cada vez más hechizado y nostálgico, ya que a cada instante me recordaba a mi pequeña hermana. Mi mente voló lejos por breves instantes, directamente hacia ella, esperando fervientemente que tuviera una mucho mejor vida y no sufriera toda c,plase de cosas dolorosas, como fue mi caso. Quizás algún día le volviera a ver...
-Claro que puedes esperar aquí a que pase la lluvia. Te traeré una silla más cómoda. Permíteme un segundo.
Corrí hacia adentro, cargando la silla que el muñequero solía usar, y donde pasaba largas horas sentado dibujando y realizando sus creaciones. Era de color vino, con asiento acolchado. En el respaldo, podían apreciarse tres pares de botones forrados con seda, que le daban un aire muy elegante. Ese muñequero si que tenía estilo.
-Aquí tiene señorita. ¡La mejor silla de toda la tienda! - le ayudé a tomar asiento. - Estarás muy cómoda. Aunque... Su cochero le aguarda afuera. ¿Podría hacerle pasar? No queremos que vaya a pescar un buen resfriado. - Le miré cómplice. Como si tratara de comenzar un pequeño juego.
Se presentó como Simone de Vries, afreciéndome su pequeña manecita enguantada, misma que yo acepté gustoso, dando un pequeño beso sobre la misma. La niña me tenía cada vez más hechizado y nostálgico, ya que a cada instante me recordaba a mi pequeña hermana. Mi mente voló lejos por breves instantes, directamente hacia ella, esperando fervientemente que tuviera una mucho mejor vida y no sufriera toda c,plase de cosas dolorosas, como fue mi caso. Quizás algún día le volviera a ver...
-Claro que puedes esperar aquí a que pase la lluvia. Te traeré una silla más cómoda. Permíteme un segundo.
Corrí hacia adentro, cargando la silla que el muñequero solía usar, y donde pasaba largas horas sentado dibujando y realizando sus creaciones. Era de color vino, con asiento acolchado. En el respaldo, podían apreciarse tres pares de botones forrados con seda, que le daban un aire muy elegante. Ese muñequero si que tenía estilo.
-Aquí tiene señorita. ¡La mejor silla de toda la tienda! - le ayudé a tomar asiento. - Estarás muy cómoda. Aunque... Su cochero le aguarda afuera. ¿Podría hacerle pasar? No queremos que vaya a pescar un buen resfriado. - Le miré cómplice. Como si tratara de comenzar un pequeño juego.
Esteve Sa-Michelle- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/12/2013
Re: Puppenmacher | Privado
Puppenmacher
Aunque dentro de sus habilidades yacía la de poder alterar relativamente el clima, Simone prefirió permanecer un par de minutos más dentro del modesto local, a lado del joven. No era común toparse con personas como él, que presumieran de esa paciencia tratándose de una extraña. Se sonrojó ligeramente cuando él besó su diestra y pensó que eso podría ser el acto más galante que hubiese experimentado hasta ahora. Ruslana se encargaba por completo de su instrucción como músico así como también esclarecía las posibles dudas que Simone tuviera relacionado a cómo comportarse en sociedad, demandas que solo una madre podría llevar a cabo. Sonrió cuando vio al joven adentrarse presuroso hacia el fondo de la tienda, sabía desde ese entonces que debía remunerarle con algo más que solo un par de francos cuando llegara el momento de despedirse y agradecerle por todas sus atenciones.
A su regreso le facilitó una silla donde pudiera aguardar con mayor comodidad mientras la lluvia cesara.
–Merci– espetó en un singular tono galo, que posiblemente delatara su origen neerlandés.
Tomó asiento y entre sus manos sujetaba ya con ansias la pequeña replica que no distaba mucho de parecerse a ella.
–Ya lo creo Monsieur, aunque no tenía por qué tomarse la molestia, nuevamente le agradezco su gesto tan noble–
Una línea se dibujó en los labios de la pequeña y sin apartar sus orbes de los ajenos volvió a responder.
–Descuide, mi cochero Monsieur Delacroix es un hombre como decirlo…mmm poco común, no se siente cómodo hablando con extraños. Así que no le importará esperar un poco más–
Guiñó un ojo respondiendo a esa especie de complicidad a la cual el francés parecía dar apertura. Sus dedos enguantados acariciaban los bordes de la diminuta vestimenta que la muñeca poseía.
–Sigo sin comprender esa magia que usted posee, esta muñeca es simplemente perfecta en todos sus aspectos–
Sonrió una vez más al hombre detrás del aparador. No había sido quizás lo suficientemente observadora, pero el halo sobre su cabeza presentaba tonalidades rojizas, no era un sobre natural estaba claro, a él le rodeaba un sentimiento fuerte, uno que parecía desbordar de sus ojos cada vez que sonreía o hacia uso de la palabra. Podría ser qué…
–Cierto, aún no conozco el nombre del mejor muñequero en todo Paris ¿Cuál es su nombre Monsieur?–
Inquirió en un susurro de voz sin mostrarse demandante ante aquella humilde petición.
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 04/07/2014
Re: Puppenmacher | Privado
Hablaba con tal pasión - pese a su corta edad - sobre la muñeca, que no tuve valor, ni corazón, para decirle que mis manos no habían sido quienes habían dado luz a la vida a la muñeca. Yo podía jactarme de tener un don, más aquel del que estaba fasicinada, por el momento me era negado. Así pues, le dije una pequeña mentira piadosa:
-Su nombre es Esteve Sa -Michelle, señorita - estiré mi mano-. Es un placer conocerle. ¿Podría saber el nombre de tan encantadora señorita?
No podía dejar de recordar a mi pequeña hermana y el qué habría ocurrido con ella. Fue en ése instante en que un deje de nostalgia me invadió. Ni siquiera había tenido la cortesía de escribirle una carta para decirle que estaba bien y que no se preocupara. Más no tuve el valor de hacerlo, porque incluso, mi mensaje no hubiera podido llegar a sus manos. Aquel hombre mal nacido, jamás se la haría llegar y lo que es peor aún, se enteraría de su paradero. Había cosas que escapaban de sus manos por el momento.
-¿Sabes otro secreto? Aparte de hacer muñecas, me gusta pintar y tocar la guitarra. La próxima vez que vengas, y espero sea en compañia de tus padres, me gustaría mostrarte algunos de mis cuadros. ¿Te gustaría? - sobreí ampliamente, esperando que la niña aceptara.
-Su nombre es Esteve Sa -Michelle, señorita - estiré mi mano-. Es un placer conocerle. ¿Podría saber el nombre de tan encantadora señorita?
No podía dejar de recordar a mi pequeña hermana y el qué habría ocurrido con ella. Fue en ése instante en que un deje de nostalgia me invadió. Ni siquiera había tenido la cortesía de escribirle una carta para decirle que estaba bien y que no se preocupara. Más no tuve el valor de hacerlo, porque incluso, mi mensaje no hubiera podido llegar a sus manos. Aquel hombre mal nacido, jamás se la haría llegar y lo que es peor aún, se enteraría de su paradero. Había cosas que escapaban de sus manos por el momento.
-¿Sabes otro secreto? Aparte de hacer muñecas, me gusta pintar y tocar la guitarra. La próxima vez que vengas, y espero sea en compañia de tus padres, me gustaría mostrarte algunos de mis cuadros. ¿Te gustaría? - sobreí ampliamente, esperando que la niña aceptara.
Esteve Sa-Michelle- Humano Clase Media
- Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 10/12/2013
Re: Puppenmacher | Privado
Puppenmacher
Una semi-curva se esbozó en los labios rosados de Simone y llevó ambas manos enguantadas hacia los bordes de su indumentaria abultada.
–Simone–
Susurró para estrechar después el saludo ofrecido.
–Reitero lo dicho anteriormente, es usted todo un artista Monsieur Sa-Michelle–
Se quedó absorta en los detalles de su fisonomía, la nariz pequeña pero afilada y la forma caprichosa en la cual los rizos desordenados se enlazaban unos con otros para coronar su frente. No obstante, existía algo en la mirada de aquel joven bien parecido, una especie de pesar que no le dejaba brillar completamente, no es que no fuese alguien retraído, simplemente le daba la impresión de que su mente volaba lejos, a lugares apartados aunque su cuerpo estuviese erguido frente a ella. Desde pequeña había sido muy observadora y convivir con personas adultas le brindaba esa habilidad de notar algo en las personas que se cruzaban en su camino.
¿Qué aflige a un joven tan talentoso como su anfitrión? Fue solo una de muchas interrogantes que tenían la mente de la niña hecha un torbellino. Si pudiese ayudarle a descifrar aquella congoja lo haría, sin pensarlo dos veces, pero también, reparó en la posibilidad de que pudiera estar siendo demasiado directa. Los modales y las instrucciones que había acogido durante sus clases particulares, le impedían serlo con alguien que apenas empezaba a conocer. Calmó sus nervios y trató de centrarse en su realidad cuando él hizo uso de la palabra una vez más.
–Dígame Monsieur–
Espetó ante el cuestionamiento.
–¿De verdad? No sólo es un mago con los dedos al crear semejante obra de arte– acarició con suavidad la tersa cabellera de la muñeca –Sino que también posee el don de crear música–
Hizo un aligera pausa en su discurso, el tema de sus padres aún resultaba una herida abierta y quizás, la de mayor vulnerabilidad. Respiró profundamente para que él no notase aquella grieta.
–Yo también soy músico Monsieur, violinista para ser exactos y comprendo perfectamente el sentimiento que produce el rasgar gentilmente las cuerdas de un instrumento–
Asintió.
–Encantada, muchas gracias por la invitación–
Quizás aquel día de verles nuevamente nunca llegaría, era algo imposible. Pero, no quería aferrarse a aquel sentimiento de añoranza, que tarde o temprano podrían marchitar el júbilo que una niña de su edad debe mostrar. Una mentira piadosa no hace daño a nadie y mucho menos cuando se necesita aliviar una perdida.
–Aceptaré gustosa, solo si usted me acompaña al teatro, una vez por semana doy recitales y me encantaría que usted formara parte de mi audiencia– caminó frente al estante que resguardaba muchas otras piezas de colección.
–¿Puedo saber algo? ¿Cómo sabe que colocar en cada una de ellas, son ejemplares únicos como bien me lo explicaba Pero, ¿De dónde reúne esa inspiración?–
Detuvo su marcha y le miró fijamente, desbordado esa curiosidad nata en ella.
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 04/07/2014
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