Cuando la tempestad se desata ( Rashid)

Fría noche de invierno, en la que el insomnio hacía mella en mi, había llegado a casa temprano, mas presa de los recuerdos allí vividos, no había podido quedarme ni un solo segundo. Para que negarlo, a veces en la oscuridad de las calles, en el silencio del bosque, era capaz de encontrar la paz, que no hallaba en la seguridad de mi casa.

Camine durante un largo periodo, dejando que mis pasos me guiaran a donde quisieran, no tenía ningún lugar de preferencia, pues a esas horas de la noche, cualquier lugar era peligroso, bueno, cuando de peligros se hablaba pocos eran lo que a mi se referían. Pues si no era una criatura de la noche, si era un ser extraño y cambiante. Cambiante, sonrío con cierta ironía ante mi pensamiento. Hace bastante tiempo que no cambiaba, ha este paso incluso se me olvidaría como hacerlo.

La electricidad es patente en el ambiente, esta noche habrá tormenta, y con ella caerá la lluvia que limpiara las concurridas y sucias calles de la ciudad, dotándola al menos por unas horas de frescura. Miro a mi alrededor cuando el olor a salitre llega a mis pulmones, aún estoy lejos de la playa, y aún así ya puedo olerla. Cierro los ojos un momento y después dirijo con rapidez mis pasos hacía la costa. Quizás eso es lo que necesito, la tranquilidad del mar antes de ser abatido por la tempestad.

Autodestrucción por cierto que también se desata en mi interior, pues el animal que lucha por salir cada día se enoja más y me hace luchar contra los instintos innatos en mi. Pero no he de descubrirme, de hacerlo los cazadores que habían matado a mi madre podían echarse sobre mí.

Me descalzo de las zapatillas y dejo que mis pies se hundan en la arena, si, desde luego la sensación calma mi interior, dejándome en un pequeño remanso de paz. Comienzo a caminar, acercándome a la   orilla, la fría agua pronto moja mis piernas, empapando el bajo de mi vestido, de color rosa, ajustado.

Suspiro levemente antes de comenzar ha andar, dejando que las olas salpiquen mi piel, en ese momento todo lo que me invade es el ruido del mar y el de mis pisadas sobre la blanca arena. Visto así cualquiera podría confundirme con un fantasma. ¡ Oh bella dama de la dulce pena! Así me llamarían, si. Acabaría siendo leyenda, y cuando el cotilleo llegara hasta mi tienda no podría más que reírme al saber que la del relato soy yo.

Una risa escapa de mis labios antes de detenerme al observar una figura en la distancia, el olor le delata, y su aura también, es un vampiro. De mi garganta aflora un pequeño gruñido antes de comenzar a levantar mis defensas mentales. Nunca nadie había entrado en mi mente, y quería que así siguiera.

Mas, ¿ por que no divertirse un rato? Una media sonrisa asoma en mis labios mientras que me acerco lentamente al caballero nocturno. Por que al fin y al cabo ¿ Que llevaba a una criatura de la noche a observar el mar embravecido solo?

“ Y en la profunda oscuridad permanecí largo tiempo atónito, temeroso... Soñando sueños que ningún mortal se haya atrevido a soñar jamás “  aquellas palabras las había leído hacía poco en algún libro que ahora no era capaz de recordar y salieron solas de mis labios  pues algo en mi interior me decía que aquel hombre parecía si cabe ser extraño, magnético, como un príncipe destronado que allá la calma en la oscuridad de la noche.

Me pare a su lado, sin volver a dirigirle una sola mirada y abrí mis brazos, dejando que el viento me acariciara la piel, el frío era tan palpable, que un pequeño escalofrío me recorrió. Quiero pensar al menos que fue el frío y no mi instinto que me decía que ese ser no podía traer nada bueno.  Cerré los ojos y me concentré solo en el furioso batir de las olas y la sensación que producían en mi piel las primeras gotas de lluvia.