AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Tempestad. (+18)
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AMBIENTACIÓN AQUÍ
"Full fathom five thy father lies;
Of his bones are coral made;
Those are pearls that were his eyes:
Nothing of him that doth fade
But doth suffer a sea-change
Into something rich and strange.
Sea-nymphs hourly ring his knell
Hark! Now I hear them – Ding-dong, bell."
— William Shakespeare, The Tempest, Act I, Sc. II
2 de enero de mil ochocientos y algo.
Sus manos se cerraban sobre el asa de la maleta de cuero con correas que sujetaba delante de sus rodillas. El muelle estaba silencioso y cubierto de niebla, su silueta se recortaba apenas a unos metros de la pasarela que unía el Northwind a tierra, tal era el nombre del navío que los llevaría hasta las costas del norte. Su vestido era de un color negro riguroso como si del luto más profundo se tratase, cubierto con un grueso abrigo gris. Las botas de cordones le llegaban hasta las rodillas y las medias de lana negra completaban el atuendo; el único toque de color que destacaba bajo su palidez era el rubio de sus cabellos y sus ojos verdes tocados de marrón alrededor de las pupilas.
Lo había dejado todo arreglado, su familia sabía que se marchaba, si bien creían que iba a estudiar un mes a Londres. Descubrirían más adelante su verdadero destino, cuando ya no hubiera vuelta atrás.
No sabía cómo reaccionaría al verlo, no la esperaba allí, no había sabido nada más de él desde aquella noche semanas atrás. Cada vez que miraba por la ventana hacia el cementerio de Pére-Lechaise esperaba ver su pelaje blanco entre las tumbas, pero no había sucedido.
Las heridas y cortes habían sanado, los huesos se habían recompuesto y sus recuerdos dolían en algún lugar del corazón, pero estaba escrito lo que debía ser, y ella no sería quien desafiase al orden cósmico.
La semana anterior, cuando regresaba de la biblioteca, ensimismada, pensando en algo que había leido, chocó contra un hombre y se desparramaron sus libros y papeles por el suelo. Muy amablemente, el desconocido la ayudó a recogerlos y pudo ver su rostro a la perfección; mandíbula cuadrada, ojos azul hielo, pelo ralo rubio como el trigo y barba poblada. El extraño siguió su camino y Lana se quedó plantada en la calle teniendo una visión. En su mente se sucedió una serie de escenas bastante claras.
El extraño rubio se acercaba a una mujer hermosa a la que llamaba Thyra, y le entregaba malas noticias. El rey acababa de usurpar sus tierras y había mandado a un pequeño contingente de hombres para someter a los aldeanos y trabajadores de dicha propiedad. El rey pensaba que en ausencia de la señora del lugar, podía apropiarse de lo que le diera la gana.
La siguiente escena tras un breve fundido a negro, era Thyra ordenando a Ulf que se fuera al norte y que lo arreglase, dandole un montón de legajos y haciendo que le acompañara un burócrata que defendiese sus derechos por la via legal, pero si el rey no atendía a razones, tenía instrucciones de emplear la fuerza.
Tras otro fundido a negro se le reveló el nombre del barco, el Northwind, y la fecha escrita en unos pasajes.
Por último, la bruja vio el norte, vio la contienda, la sangre y el fuego. Vio al rey reir satisfecho después que una oráculo predijese la muerte de los rebeldes. Todos ellos caerían.
Sus rodillas fallaron y se desplomó sobre el suelo de la acera de la biblioteca. No podía dejarlo a su suerte, tenía que preguntarle al Barón Samedi si era la hora de Ulf, porque si no lo era, tendría que intervenir. Se apresuró a llegar a casa para beber Sazerac, entrar en una especie de trance y conjurar al más poderoso de los Loas, pero éste parecía no responder, la bruja todavía no estaba preparada para llamar a la puerta de una deidad así. Pero Legba sí acudió, siempre tan misterioso con sus acertijos.
— Giuliana, las respuestas que buscas no las vas a encontrar.
— ¿por qué?.— La bruja inquirió al más sabio de sus dioses.
— Porque erraste en las preguntas.
— ¿Y cómo sabré qué preguntas son las adecuadas?
— Porque obtendrás respuestas.
— Eso no me ayuda.— Legba rió con aquella boca cosida tan desagradable.
— No estoy aquí para cumplir tus deseos, niña.
— Dime al menos si el Barón reclamará su alma, si no estoy cometiendo el peor de los errores negándole ese deseo al señor de la Muerte.
— Si el Barón desea su alma... no habrá nada que puedas hacer para impedirlo.— Legba se encendió un puro apresándolo entre los resquicios que dejaban sus labios cosidos.
Eso ya era una respuesta, más o menos. Agradeció a Legba su enrevesada ayuda y lo preparó todo para subir a ese barco. Compró el pasaje, llenó la maleta con lo que podía necesitar para ayudar con los hechizos que sabía y llegado el día, cuando aún no despuntaba el alba, se perdió entre las nieblas parisinas para llegar al puerto y esperar a que apareciesen los norteños.
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"Full fathom five thy father lies;
Of his bones are coral made;
Those are pearls that were his eyes:
Nothing of him that doth fade
But doth suffer a sea-change
Into something rich and strange.
Sea-nymphs hourly ring his knell
Hark! Now I hear them – Ding-dong, bell."
— William Shakespeare, The Tempest, Act I, Sc. II
2 de enero de mil ochocientos y algo.
Sus manos se cerraban sobre el asa de la maleta de cuero con correas que sujetaba delante de sus rodillas. El muelle estaba silencioso y cubierto de niebla, su silueta se recortaba apenas a unos metros de la pasarela que unía el Northwind a tierra, tal era el nombre del navío que los llevaría hasta las costas del norte. Su vestido era de un color negro riguroso como si del luto más profundo se tratase, cubierto con un grueso abrigo gris. Las botas de cordones le llegaban hasta las rodillas y las medias de lana negra completaban el atuendo; el único toque de color que destacaba bajo su palidez era el rubio de sus cabellos y sus ojos verdes tocados de marrón alrededor de las pupilas.
Lo había dejado todo arreglado, su familia sabía que se marchaba, si bien creían que iba a estudiar un mes a Londres. Descubrirían más adelante su verdadero destino, cuando ya no hubiera vuelta atrás.
No sabía cómo reaccionaría al verlo, no la esperaba allí, no había sabido nada más de él desde aquella noche semanas atrás. Cada vez que miraba por la ventana hacia el cementerio de Pére-Lechaise esperaba ver su pelaje blanco entre las tumbas, pero no había sucedido.
Las heridas y cortes habían sanado, los huesos se habían recompuesto y sus recuerdos dolían en algún lugar del corazón, pero estaba escrito lo que debía ser, y ella no sería quien desafiase al orden cósmico.
La semana anterior, cuando regresaba de la biblioteca, ensimismada, pensando en algo que había leido, chocó contra un hombre y se desparramaron sus libros y papeles por el suelo. Muy amablemente, el desconocido la ayudó a recogerlos y pudo ver su rostro a la perfección; mandíbula cuadrada, ojos azul hielo, pelo ralo rubio como el trigo y barba poblada. El extraño siguió su camino y Lana se quedó plantada en la calle teniendo una visión. En su mente se sucedió una serie de escenas bastante claras.
El extraño rubio se acercaba a una mujer hermosa a la que llamaba Thyra, y le entregaba malas noticias. El rey acababa de usurpar sus tierras y había mandado a un pequeño contingente de hombres para someter a los aldeanos y trabajadores de dicha propiedad. El rey pensaba que en ausencia de la señora del lugar, podía apropiarse de lo que le diera la gana.
La siguiente escena tras un breve fundido a negro, era Thyra ordenando a Ulf que se fuera al norte y que lo arreglase, dandole un montón de legajos y haciendo que le acompañara un burócrata que defendiese sus derechos por la via legal, pero si el rey no atendía a razones, tenía instrucciones de emplear la fuerza.
Tras otro fundido a negro se le reveló el nombre del barco, el Northwind, y la fecha escrita en unos pasajes.
Por último, la bruja vio el norte, vio la contienda, la sangre y el fuego. Vio al rey reir satisfecho después que una oráculo predijese la muerte de los rebeldes. Todos ellos caerían.
Sus rodillas fallaron y se desplomó sobre el suelo de la acera de la biblioteca. No podía dejarlo a su suerte, tenía que preguntarle al Barón Samedi si era la hora de Ulf, porque si no lo era, tendría que intervenir. Se apresuró a llegar a casa para beber Sazerac, entrar en una especie de trance y conjurar al más poderoso de los Loas, pero éste parecía no responder, la bruja todavía no estaba preparada para llamar a la puerta de una deidad así. Pero Legba sí acudió, siempre tan misterioso con sus acertijos.
— Giuliana, las respuestas que buscas no las vas a encontrar.
— ¿por qué?.— La bruja inquirió al más sabio de sus dioses.
— Porque erraste en las preguntas.
— ¿Y cómo sabré qué preguntas son las adecuadas?
— Porque obtendrás respuestas.
— Eso no me ayuda.— Legba rió con aquella boca cosida tan desagradable.
— No estoy aquí para cumplir tus deseos, niña.
— Dime al menos si el Barón reclamará su alma, si no estoy cometiendo el peor de los errores negándole ese deseo al señor de la Muerte.
— Si el Barón desea su alma... no habrá nada que puedas hacer para impedirlo.— Legba se encendió un puro apresándolo entre los resquicios que dejaban sus labios cosidos.
Eso ya era una respuesta, más o menos. Agradeció a Legba su enrevesada ayuda y lo preparó todo para subir a ese barco. Compró el pasaje, llenó la maleta con lo que podía necesitar para ayudar con los hechizos que sabía y llegado el día, cuando aún no despuntaba el alba, se perdió entre las nieblas parisinas para llegar al puerto y esperar a que apareciesen los norteños.
Última edición por Giuliana Mordrake el Dom Ene 15, 2017 2:12 pm, editado 1 vez
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 179
Fecha de inscripción : 01/04/2016
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: La Tempestad. (+18)
Problemas, el rey aprovechando con deslealtad la ausencia de su hermana, había tomado unas de las pocas tierras que aun gozaban de ciertas libertades, pues mi señora, lejos de doblegar a los granjeros con elevados diezmos, permitía una vida acomodada, cargada de concesiones.
Aquella alimaña que teníamos como rey, no contento con que las habladurías de que las tierras cuya soberana era su hermana y por concesión el mismo Höor, eran mas prosperas, mandó un ejercito de sus hombres a saquearlas, doblegarlas y conquistarlas, esclavizándolas a su férrea voluntad.
Las ordenes de mi señora eran claras, acudir junto a un procurador al norte para demostrar lo que bien ya sabia le rey, que esos terrenos y sus gentes eran concesión suya y que si le venia para bien al soberano devolverlas a su estado normal, su hermana le estaría infinitamente agradecida.
Mas las ordenes segundas tampoco dejaban lugar a dudas, liberar a los aldeanos de la mano del rey costara lo que costara, evitar que la fuerza de la fusta y el látigo esclavizara a la poca gente libre que aun quedaba en el norte.
El navío estaba dispuesto para la travesía, era consciente de que era muy probable que mi destino concluyera con aquel desafió, mas, mi señora tenia razón, si no protegíamos a los nuestros o al menos lo intentábamos, el mensaje que daríamos era el de ser unos cobardes en los que no se puede confiar.
Solo era una pequeña batalla, con esta no ganaríamos la guerra, mas si marcaría el inicio de la resistencia.
Northwind, ese era el barco que surcaría los mares hacia el norte en busca de la libertad. Mas le muelle pronto se abrió paso frente a nosotros dejando dibujada una silueta que rápidamente reconocí frente al mar.
De negro absoluto, botas latas y abrigo gris, la pequeña bruja tras dos o tres semanas de ausencia se presentaba en mi camino, como la bruma de aquella mañana cubría el mar.
Negué incrédulo, separándome del pequeño grupo para acercarme al banco donde descansaba junto a una pequeña maleta como si pensara emprender viaje hacia ningún lugar.
Mi rostro se tensó cuando nuestros ojos se encontraron, quizás cargados de preguntas, de reproches, mas ahora solo una surcaba mi mente ¿que hacia frente al barco que yo debía de tomar?
-¿Que te gusta ver el mar con una maleta? -pregunté con cierta ironía en mi voz -¿o esperas a otro nosferatu mas guapo que yo? -bromee con una picara sonrisa.
Tome asiento a su lado, admito que todas esas preguntas eran retoricas, su respuesta la conocía, posiblemente otra visión la había empujado hasta mi.
-No voy a ponerte en peligro pequeña bruja, puedes regresar por donde has venido. ¿No crees que si no te he buscado es por algún motivo?
Mi motivo distaba mucho del que supongo ella imaginaria, era el de protegerla, no el de apartarla a un lado pues ya había disfrutado de su cuerpo y con eso me había bastado.
De echo ella fue quien se fue, sin promesas, sin palabras, sin despedidas, simplemente el vació de su ausencia.
Había pensado en ella durante estas semanas, mas mi instinto me decía que de ir, de enfrentarla no podría alejarme ya de ella y a su vez que ese gesto conllevaría su muerte.
O estaba dispuesto a que embarcara, esta guerra era mía y no de la bruja que me acompañaba.
Mis ojos se centraron en sus labios, bailaron hasta sus orbes verdes, para desafiar a la mañana deslizando mi dedo por sus carnosos.
-Vete pequeña, nada se te ha perdido aquí, si regreso con vida de esta gesta, te buscaré...lo prometo.
Aquella alimaña que teníamos como rey, no contento con que las habladurías de que las tierras cuya soberana era su hermana y por concesión el mismo Höor, eran mas prosperas, mandó un ejercito de sus hombres a saquearlas, doblegarlas y conquistarlas, esclavizándolas a su férrea voluntad.
Las ordenes de mi señora eran claras, acudir junto a un procurador al norte para demostrar lo que bien ya sabia le rey, que esos terrenos y sus gentes eran concesión suya y que si le venia para bien al soberano devolverlas a su estado normal, su hermana le estaría infinitamente agradecida.
Mas las ordenes segundas tampoco dejaban lugar a dudas, liberar a los aldeanos de la mano del rey costara lo que costara, evitar que la fuerza de la fusta y el látigo esclavizara a la poca gente libre que aun quedaba en el norte.
El navío estaba dispuesto para la travesía, era consciente de que era muy probable que mi destino concluyera con aquel desafió, mas, mi señora tenia razón, si no protegíamos a los nuestros o al menos lo intentábamos, el mensaje que daríamos era el de ser unos cobardes en los que no se puede confiar.
Solo era una pequeña batalla, con esta no ganaríamos la guerra, mas si marcaría el inicio de la resistencia.
Northwind, ese era el barco que surcaría los mares hacia el norte en busca de la libertad. Mas le muelle pronto se abrió paso frente a nosotros dejando dibujada una silueta que rápidamente reconocí frente al mar.
De negro absoluto, botas latas y abrigo gris, la pequeña bruja tras dos o tres semanas de ausencia se presentaba en mi camino, como la bruma de aquella mañana cubría el mar.
Negué incrédulo, separándome del pequeño grupo para acercarme al banco donde descansaba junto a una pequeña maleta como si pensara emprender viaje hacia ningún lugar.
Mi rostro se tensó cuando nuestros ojos se encontraron, quizás cargados de preguntas, de reproches, mas ahora solo una surcaba mi mente ¿que hacia frente al barco que yo debía de tomar?
-¿Que te gusta ver el mar con una maleta? -pregunté con cierta ironía en mi voz -¿o esperas a otro nosferatu mas guapo que yo? -bromee con una picara sonrisa.
Tome asiento a su lado, admito que todas esas preguntas eran retoricas, su respuesta la conocía, posiblemente otra visión la había empujado hasta mi.
-No voy a ponerte en peligro pequeña bruja, puedes regresar por donde has venido. ¿No crees que si no te he buscado es por algún motivo?
Mi motivo distaba mucho del que supongo ella imaginaria, era el de protegerla, no el de apartarla a un lado pues ya había disfrutado de su cuerpo y con eso me había bastado.
De echo ella fue quien se fue, sin promesas, sin palabras, sin despedidas, simplemente el vació de su ausencia.
Había pensado en ella durante estas semanas, mas mi instinto me decía que de ir, de enfrentarla no podría alejarme ya de ella y a su vez que ese gesto conllevaría su muerte.
O estaba dispuesto a que embarcara, esta guerra era mía y no de la bruja que me acompañaba.
Mis ojos se centraron en sus labios, bailaron hasta sus orbes verdes, para desafiar a la mañana deslizando mi dedo por sus carnosos.
-Vete pequeña, nada se te ha perdido aquí, si regreso con vida de esta gesta, te buscaré...lo prometo.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
Tomó aire conteniendo el aliento cuando reconoció sus andares entre las brumas que se levantaban aquella fría mañana. Se acercó a ella, con gesto adusto y los hombros en tensión, tal y como esperaba.
Le preguntó con cierta sorna si estaba paseando con una maleta o si esperaba a un vampiro horrendo, en la línea de las bromas que los habían mantenido a flote en el fragor de los momentos duros y vio la ironía bailar en sus ojos como los esclavos en el Mardi Gras de su ciudad natal. De nuevo se protegía... contra ella. Porque aceptarla en su vida era condenarla o algo similar. De nuevo decidía por ella sin preguntarle si prefería olvidarlo y olvidarse del peligro, o afrontarlo, fuera cual fuera el resultado exponiendose a perderlo todo. Entendía su postura, entendía su recelo y sus precauciones, pero se le escapaba algo: no podía protegerla de lo que fuera si moría antes de tiempo.
Se estremeció cuando sus dedos repasaron lo que semanas atrás era un labio ensangrentado y mordido, que después había sido consolado por otros labios. Miró sus ojos, los iris del color del pantano, perdiéndose en su insondable inmensidad y elevó las manos para cazar la de Ulf. En los ojos de la bruja había una súplica.
— No podrás encontrarme... porque no regresas. He visto lo que pasará... y no quedará esperanza para los tuyos. Déjame ir contigo... por favor. Deja que te ayude, sé lo que tengo que hacer, no me expondré al peligro, lo juro, me quedaré en el barco si quieres.
No le contó por el momento nada más de lo que había pensado, porque cuanto menos planificase, menos probabiblidad de que los oráculos lo predijeran.
— No es casualidad que tenga tantas visiones que tienen que ver con tu rebelión... yo también tengo un papel en esto, sea cual sea. No puedo quedarme aquí y fingir que no veo lo que veo. Tú crees en el Valhalla y nadie debe quitarte el derecho a ir allí. Yo creo que mis dioses me reclamarán cuando ellos quieran, pero mientras tanto, puedo elegir qué hacer con los dones que me han sido concedidos. No seas tú mi freno... por favor.
Le preguntó con cierta sorna si estaba paseando con una maleta o si esperaba a un vampiro horrendo, en la línea de las bromas que los habían mantenido a flote en el fragor de los momentos duros y vio la ironía bailar en sus ojos como los esclavos en el Mardi Gras de su ciudad natal. De nuevo se protegía... contra ella. Porque aceptarla en su vida era condenarla o algo similar. De nuevo decidía por ella sin preguntarle si prefería olvidarlo y olvidarse del peligro, o afrontarlo, fuera cual fuera el resultado exponiendose a perderlo todo. Entendía su postura, entendía su recelo y sus precauciones, pero se le escapaba algo: no podía protegerla de lo que fuera si moría antes de tiempo.
Se estremeció cuando sus dedos repasaron lo que semanas atrás era un labio ensangrentado y mordido, que después había sido consolado por otros labios. Miró sus ojos, los iris del color del pantano, perdiéndose en su insondable inmensidad y elevó las manos para cazar la de Ulf. En los ojos de la bruja había una súplica.
— No podrás encontrarme... porque no regresas. He visto lo que pasará... y no quedará esperanza para los tuyos. Déjame ir contigo... por favor. Deja que te ayude, sé lo que tengo que hacer, no me expondré al peligro, lo juro, me quedaré en el barco si quieres.
No le contó por el momento nada más de lo que había pensado, porque cuanto menos planificase, menos probabiblidad de que los oráculos lo predijeran.
— No es casualidad que tenga tantas visiones que tienen que ver con tu rebelión... yo también tengo un papel en esto, sea cual sea. No puedo quedarme aquí y fingir que no veo lo que veo. Tú crees en el Valhalla y nadie debe quitarte el derecho a ir allí. Yo creo que mis dioses me reclamarán cuando ellos quieran, pero mientras tanto, puedo elegir qué hacer con los dones que me han sido concedidos. No seas tú mi freno... por favor.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 179
Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
Sus ojos ocultaban una suplica, muchas verdades que callaba, y quizás alguna mentira que no decía.
Guardé un instante silencio, mientras su mano afianzada a la mía nos calentaba frente a la bruma del puerto.
Decía que no volvería, mas, ¿acaso pensaba que tenia miedo a la muerte?
Deje escapar el aire, un vaho blanquecino frente a mi boca, mis ojos se hundieron en los verdes de esa pequeña bruja que parecía decidida como el mejor de los guerreros a poner en mis manos su vida.
Yo estaba preparado para alcanzar el Valhalla, lo estuve desde que el acero fue empuñado por mi mano, desde que el patio de armas se convirtió en mi amigo fiel y la guerra en mi segunda casa.
Estaba preparado para que las Valkirias me encontraran y me llevaran, dispuesto a ocupar la mesa de Odin junto a mi linaje.
La pregunta era ¿estaba preparado para perderla?
Siguió hablándome de los dioses, de las visiones, de como todo la enlazaba a mi camino de un modo u otro como si ella si creyera en el destino.
¿por que se fue entonces de la habitación?
Si creía que su sino estaba encadenado al mio ¿por que diablos se largó?
Lleve la mano a mi cabeza hundiendo allí mis ojos por un instante, incapaz de pensar con claridad.
Sabia que la necesitaba para que la gente del norte tuviera esperanza, pero...también sabia que era lo suficientemente egoísta como para dejarla en tierra oc tal de salvarla.
De nuevo dos lobos luchaban en mi interior, uno blanco y otro negro. Ambos sangraban profundamente, uno representaba la ira, la frustración, el egoísmo y quizás y eso no lo diría en alto jamas, el amor. El otro amaba el norte, la revolución, sus gentes, la libertad ¿cual ganaría? El que alimentara mas.
-Esta bien, coge la maleta y acompáñame, pero..obedecerás todas y cada una de mis ordenes ¿te ha quedado claro? No pondrás tu vida en peligro ni una sola vez y aceptaras que si mi destino es la muerte, el tuyo es la vida. No quiero heroicidades ¿esta claro? No eres una guerrera, el campo de batalla es cosa mía, tu ocúpate de predecir lo que sucederá.
Me puse en pie tomando su maleta con mi diestra y con la izquierda le indiqué que pasara delante de mi para recorrer esa pasarela que nos llevaría al navío.
El viaje pronto daría comienzo, las velas fueron izadas, los hombres ocupaban su posición y el capitán ordenó levar el ancla en cuanto la dama pisó el barco.
-Dormirás, en mi camarote, el resto están ocupados -dije con cierta frialdad -luego te presentaré a los hombres, también hay algunas mujeres.
En el norte las mujeres son escuderas que como nosotros empuñan el acero desde pequeñas.
Dejé la maleta sobre el lecho de la pequeña cámara, mis ojos la buscaron, mi cuerpo la encontró.
Deslicé mis dedos por sus dorados cabellos, mechones que se perdieron entre la yema de estos.
-Deberías de descansar ahora que la mar esta calma, es traicionera y cuando la noche llegue arreciara en tormenta, así lo ha dicho el capitán.
Dejé caer una manta al suelo, improvisando mi lecho allí, sus ojos seguían mis movimientos como si no estuviera de acuerdo con ninguno de ellos.
-en la bodega hay hidromiel norteña, esta noche, durante la cena, nos reuniremos todos alrededor de una hoguera quizás puedas hacer algo de esa bebida que me prometiste.
En la cocina seguro encuentras lo necesario, y a Byorn le vendría bien que le ayudaras con lo que tenemos que cenar, con que no nos envenene, me conformo -bromeé asegurando que su comida era un asco- quizás en tu visión moríamos todos de indigestión -apunté guiñándole un ojo.
-Subiré arriba a ver si necesitan algo los hombres ¿quieres algo de mi?
Guardé un instante silencio, mientras su mano afianzada a la mía nos calentaba frente a la bruma del puerto.
Decía que no volvería, mas, ¿acaso pensaba que tenia miedo a la muerte?
Deje escapar el aire, un vaho blanquecino frente a mi boca, mis ojos se hundieron en los verdes de esa pequeña bruja que parecía decidida como el mejor de los guerreros a poner en mis manos su vida.
Yo estaba preparado para alcanzar el Valhalla, lo estuve desde que el acero fue empuñado por mi mano, desde que el patio de armas se convirtió en mi amigo fiel y la guerra en mi segunda casa.
Estaba preparado para que las Valkirias me encontraran y me llevaran, dispuesto a ocupar la mesa de Odin junto a mi linaje.
La pregunta era ¿estaba preparado para perderla?
Siguió hablándome de los dioses, de las visiones, de como todo la enlazaba a mi camino de un modo u otro como si ella si creyera en el destino.
¿por que se fue entonces de la habitación?
Si creía que su sino estaba encadenado al mio ¿por que diablos se largó?
Lleve la mano a mi cabeza hundiendo allí mis ojos por un instante, incapaz de pensar con claridad.
Sabia que la necesitaba para que la gente del norte tuviera esperanza, pero...también sabia que era lo suficientemente egoísta como para dejarla en tierra oc tal de salvarla.
De nuevo dos lobos luchaban en mi interior, uno blanco y otro negro. Ambos sangraban profundamente, uno representaba la ira, la frustración, el egoísmo y quizás y eso no lo diría en alto jamas, el amor. El otro amaba el norte, la revolución, sus gentes, la libertad ¿cual ganaría? El que alimentara mas.
-Esta bien, coge la maleta y acompáñame, pero..obedecerás todas y cada una de mis ordenes ¿te ha quedado claro? No pondrás tu vida en peligro ni una sola vez y aceptaras que si mi destino es la muerte, el tuyo es la vida. No quiero heroicidades ¿esta claro? No eres una guerrera, el campo de batalla es cosa mía, tu ocúpate de predecir lo que sucederá.
Me puse en pie tomando su maleta con mi diestra y con la izquierda le indiqué que pasara delante de mi para recorrer esa pasarela que nos llevaría al navío.
El viaje pronto daría comienzo, las velas fueron izadas, los hombres ocupaban su posición y el capitán ordenó levar el ancla en cuanto la dama pisó el barco.
-Dormirás, en mi camarote, el resto están ocupados -dije con cierta frialdad -luego te presentaré a los hombres, también hay algunas mujeres.
En el norte las mujeres son escuderas que como nosotros empuñan el acero desde pequeñas.
Dejé la maleta sobre el lecho de la pequeña cámara, mis ojos la buscaron, mi cuerpo la encontró.
Deslicé mis dedos por sus dorados cabellos, mechones que se perdieron entre la yema de estos.
-Deberías de descansar ahora que la mar esta calma, es traicionera y cuando la noche llegue arreciara en tormenta, así lo ha dicho el capitán.
Dejé caer una manta al suelo, improvisando mi lecho allí, sus ojos seguían mis movimientos como si no estuviera de acuerdo con ninguno de ellos.
-en la bodega hay hidromiel norteña, esta noche, durante la cena, nos reuniremos todos alrededor de una hoguera quizás puedas hacer algo de esa bebida que me prometiste.
En la cocina seguro encuentras lo necesario, y a Byorn le vendría bien que le ayudaras con lo que tenemos que cenar, con que no nos envenene, me conformo -bromeé asegurando que su comida era un asco- quizás en tu visión moríamos todos de indigestión -apunté guiñándole un ojo.
-Subiré arriba a ver si necesitan algo los hombres ¿quieres algo de mi?
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
Notó como se agitaba la fuerza dentro de él, la lucha, la ira, la confusión que dejaba paso a la determinación. El vikingo era un volcán de sentimientos encontrados, y en ese momento era como mezclar los ingredientes en una coctelera y agitar, podía salir de allí cualquier cosa. Pero accedió. La bruja subió al barco y lo escuchó darle órdenes, diciendole que dormiría en su camarote. La rubia sacó el pasaje comprado del bolsillo abriendo los labios sin llegar a decir nada...ella tenía uno reservado para ella sola, pero lo volvió a guardar. Si se empeñaba...no iba a llevarle la contraria.
Bien, podía acceder a sus demandas, lo de no ponerse en peligro y obedecer sus órdenes. En principio sí. No estaba en sus planes empuñar un hacha y salir corriendo a pecho descubierto, gritando improperios en la lengua vikinga.
Lo vio colocar una manta sobre el suelo, con el ceño fruncido y un tono glacial en sus palabras. Ahora no era el lobo feroz y solitario que se encontró en el cementerio, ni el temerario que bajó a las alcantarillas. Ahora era el capitán de un contingente y tenía la responsabilidad de llevarlos a todos a la batalla y ganarla. Mucho peso para esa espalda. Asintió, no quería darle problemas, ni añadir más recelo a su presencia allí. No debía ser plato de buen gusto que alguien te dijera que ha visto tu muerte cercana.
Lo miró a los ojos, concediéndole la tregua que necesitaba para reordenar su cabeza. Ya hablarían más tarde, cuando el navío estuviera organizado y las olas mecieran la madera en mar abierto.
— El Valhalla será tuyo, no me interpondré en tu camino. Pero aún no es tu hora, hice la pregunta a los dioses y todavía no requieren tu alma. Te necesitan aquí por le momento. Tu pueblo te necesita...— " Y yo también." Eso lo pensó pero no lo dijo. Primera y última noche, esos fueron los términos del trato y tenía que mantenerlos. Se giró y colgó el abrigo en un clavo de la pared. ¿Cocinar? por qué no. No tenía mucha idea porque sólo sabía cocinar los platos típicos de Nueva Orleans, como el gumbo, que se preparaban cuando se juntaban las brujas en algun día especial.
Se encogió de hombros y sonrió de medio lado.— Si algun día tengo una visión de un ejército del norte muriendo de diarreas por el estofado de una bruja, me beberé una botella de cicuta y que Samedi me invite a bailar.— Iba a decirle algo más pero finalmente cerró la boca y se marchó por el pasillo hacia las cocinas. El tal Byorn estaba muy ocupado cortando y pelando unas aves.
— Hola, soy Lana. Me manda Ulf para que te ayude.— El norteño le indicó que pelase las patatas y así lo hizo, trabajando en silencio durante un rato. Observó que el hombre tiraba las patas, las cabezas y las tripas. La bruja cogió un cuenco y las depositó allí.— Con esto se puede hacer algo... en Nueva Orleans aprovechamos todo para hacer gumbo.— Cuando acabó con las verduras se puso a lavar y trocear los restos, preparándolos para hacer un caldo concentrado de carne que le daría sabor al guiso. Los ranchos solían pecar de estar aguados y poco sabrosos. Consiguió acabar el caldo y hacer una salsa con unas ciruelas y unos boniatos algo pasados que se iban a ir a la basura. No podían permitirse el lujo de desperdiciar comida, porque nunca se sabía que podía suceder. Cuando llegó la hora de la cena, llevaron al comedor los peroles de estofado, pan, salsa y bebida. La bruja se quedó de pie al lado del cocinero esperando más órdenes, le daba igual comer en la cocina que en la mesa principal. En ese barco todo elmundo era igual, todos aportaban algo con su trabajo y nadie era más que nadie.
Bien, podía acceder a sus demandas, lo de no ponerse en peligro y obedecer sus órdenes. En principio sí. No estaba en sus planes empuñar un hacha y salir corriendo a pecho descubierto, gritando improperios en la lengua vikinga.
Lo vio colocar una manta sobre el suelo, con el ceño fruncido y un tono glacial en sus palabras. Ahora no era el lobo feroz y solitario que se encontró en el cementerio, ni el temerario que bajó a las alcantarillas. Ahora era el capitán de un contingente y tenía la responsabilidad de llevarlos a todos a la batalla y ganarla. Mucho peso para esa espalda. Asintió, no quería darle problemas, ni añadir más recelo a su presencia allí. No debía ser plato de buen gusto que alguien te dijera que ha visto tu muerte cercana.
Lo miró a los ojos, concediéndole la tregua que necesitaba para reordenar su cabeza. Ya hablarían más tarde, cuando el navío estuviera organizado y las olas mecieran la madera en mar abierto.
— El Valhalla será tuyo, no me interpondré en tu camino. Pero aún no es tu hora, hice la pregunta a los dioses y todavía no requieren tu alma. Te necesitan aquí por le momento. Tu pueblo te necesita...— " Y yo también." Eso lo pensó pero no lo dijo. Primera y última noche, esos fueron los términos del trato y tenía que mantenerlos. Se giró y colgó el abrigo en un clavo de la pared. ¿Cocinar? por qué no. No tenía mucha idea porque sólo sabía cocinar los platos típicos de Nueva Orleans, como el gumbo, que se preparaban cuando se juntaban las brujas en algun día especial.
Se encogió de hombros y sonrió de medio lado.— Si algun día tengo una visión de un ejército del norte muriendo de diarreas por el estofado de una bruja, me beberé una botella de cicuta y que Samedi me invite a bailar.— Iba a decirle algo más pero finalmente cerró la boca y se marchó por el pasillo hacia las cocinas. El tal Byorn estaba muy ocupado cortando y pelando unas aves.
— Hola, soy Lana. Me manda Ulf para que te ayude.— El norteño le indicó que pelase las patatas y así lo hizo, trabajando en silencio durante un rato. Observó que el hombre tiraba las patas, las cabezas y las tripas. La bruja cogió un cuenco y las depositó allí.— Con esto se puede hacer algo... en Nueva Orleans aprovechamos todo para hacer gumbo.— Cuando acabó con las verduras se puso a lavar y trocear los restos, preparándolos para hacer un caldo concentrado de carne que le daría sabor al guiso. Los ranchos solían pecar de estar aguados y poco sabrosos. Consiguió acabar el caldo y hacer una salsa con unas ciruelas y unos boniatos algo pasados que se iban a ir a la basura. No podían permitirse el lujo de desperdiciar comida, porque nunca se sabía que podía suceder. Cuando llegó la hora de la cena, llevaron al comedor los peroles de estofado, pan, salsa y bebida. La bruja se quedó de pie al lado del cocinero esperando más órdenes, le daba igual comer en la cocina que en la mesa principal. En ese barco todo elmundo era igual, todos aportaban algo con su trabajo y nadie era más que nadie.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
Pocas estrellas iluminaban el cielo aquella noche plagada de nubes negras que como bien marcaba le capitán amenazaba con tormentas.
Junto a el, y a los hombres que remaban desafiando el temporal con los remos que asomaban entre nuestros escudos, trazábamos marcas en los planos dejándonos guiar por las estrellas.
Los barreños de hidromiel fueron subidos a cubierta frente a la alegría de los hombres que pronto mojarían el gaznate y llenarían el estomago.
El mástil vibraba con fuerza dejando que la vela azuzada por el viento empuje el drakkar de forma violenta.
Si todo seguía así, pronto estaremos en el norte, parece que Thor bendice nuestro viaje impulsándonos con su martillo hacia la victoria o el Valhalla, no lo tengo claro aun, mas como buen guerrero acepto sendos destinos con valor y orgullo.
Las palabras de Giuliana retumbaban en la cabeza a ritmo del tambor que guiaba los uniformes movimientos de nuestros guerreros.
“no era mi hora, los dioses todavía no requerían mi alma”
Aquella mujer de dorados cabellos y ojos verdes apareció junto Byorn y una buena perola de comida que podría levantar a un muerto por aquel exquisito olor que desprendía.
No pude evitar sonreír de medio lado cuando el capitán me dio un codazo en el lateral.
-Estas parisinas saben como conquistar a un hombre, como folle igual que cocina, no me extraña que te la hayas traído para tu ultimo polvo sobre la faz de la tierra.
Negué entre risas acercándome a uno de los barriles para llenar los cuernos de los hombres y mujeres que ahora se arremolinaban alrededor de la comida cogiendo sus cuencos.
Floqui y Eolie trajeron un barreño metálico, con aceite de quemar y algo de maderos, donde pronto prendimos una hoguera que nos calentaría e iluminaria frente a la oscura noche.
Debo admitir que la pequeña bruja se movía entre los norteños como una mas, algo que hizo que mis ojos la contemplaran satisfecho, su espíritu brillaba vigoroso aquella noche y su belleza acaparaba mi atención de forma casi mágica.
Pronto todos tomamos asiento frente al fuego, mi cuerpo se orillo al de la bruja, templando con mis pieles sus hombros que temblaban ligeramente de frio.
-Prueba la hidromiel, pero con cuidado es fuerte -añadí pasandole mi cuerno.
Pronto en mi mano, otro cuerno de cerveza negra, una tan espesa y oscura que se podía masticar.
El alcohol calentaba nuestros ánimos, haciéndonos reír, bromear, era lo que tocaba la noche antes de la batalla.
Al paso en el que bebíamos pronto entraríamos en calor.
Deslice mis dedos por su brazo, mis ojos brillaban viriosos enfrentando su mirada, mientras me relamía los restos de espuma.
-Estas muy buena -susurré- la sopa.
Mi risa se unió a la del resto, que repletaban los cuernos una y otra vez.
La sopa entraba del mismo modo, deliciosa, los hombres chupábamos el cuenco, relamiendonos.
-Creo que mis hombres no te van a dejar abandonarnos acabada la misión -bromeé acercando mis labios a su oído, era imposible hablar y escucharnos con todo los gritos de mis semejantes “y tampoco yo” hubiera añadido, mas de nuevo el silencio se interpuso.
Algunas mujeres ya ebrias se lazaron para bailar alrededor del fuego, danza pagana que prendía el cuerpo de ellas y azuzaba nuestros cuerpos masculinos deseosos de lago mas que alcohol en esos momentos.
Algunos vikingos se unieron pegándose a sus cuerpos, incendiando el barco de jaleos del resto.
La empujé cuando una de las escudera tomó su mano para que danzara junto a ellas, mis ojos contemplaban sus movimientos oscurecidos, cargados de deseo, cada curva de su cuerpo era un pecado que pretendía cometer aquella noche en la que el alcohol confundía mis sentidos dándome el valor que quizás me faltaba de estar sobrio y recordar que era ella la que se había marchado para de golpe regresar.
Junto a el, y a los hombres que remaban desafiando el temporal con los remos que asomaban entre nuestros escudos, trazábamos marcas en los planos dejándonos guiar por las estrellas.
Los barreños de hidromiel fueron subidos a cubierta frente a la alegría de los hombres que pronto mojarían el gaznate y llenarían el estomago.
El mástil vibraba con fuerza dejando que la vela azuzada por el viento empuje el drakkar de forma violenta.
Si todo seguía así, pronto estaremos en el norte, parece que Thor bendice nuestro viaje impulsándonos con su martillo hacia la victoria o el Valhalla, no lo tengo claro aun, mas como buen guerrero acepto sendos destinos con valor y orgullo.
Las palabras de Giuliana retumbaban en la cabeza a ritmo del tambor que guiaba los uniformes movimientos de nuestros guerreros.
“no era mi hora, los dioses todavía no requerían mi alma”
Aquella mujer de dorados cabellos y ojos verdes apareció junto Byorn y una buena perola de comida que podría levantar a un muerto por aquel exquisito olor que desprendía.
No pude evitar sonreír de medio lado cuando el capitán me dio un codazo en el lateral.
-Estas parisinas saben como conquistar a un hombre, como folle igual que cocina, no me extraña que te la hayas traído para tu ultimo polvo sobre la faz de la tierra.
Negué entre risas acercándome a uno de los barriles para llenar los cuernos de los hombres y mujeres que ahora se arremolinaban alrededor de la comida cogiendo sus cuencos.
Floqui y Eolie trajeron un barreño metálico, con aceite de quemar y algo de maderos, donde pronto prendimos una hoguera que nos calentaría e iluminaria frente a la oscura noche.
Debo admitir que la pequeña bruja se movía entre los norteños como una mas, algo que hizo que mis ojos la contemplaran satisfecho, su espíritu brillaba vigoroso aquella noche y su belleza acaparaba mi atención de forma casi mágica.
Pronto todos tomamos asiento frente al fuego, mi cuerpo se orillo al de la bruja, templando con mis pieles sus hombros que temblaban ligeramente de frio.
-Prueba la hidromiel, pero con cuidado es fuerte -añadí pasandole mi cuerno.
Pronto en mi mano, otro cuerno de cerveza negra, una tan espesa y oscura que se podía masticar.
El alcohol calentaba nuestros ánimos, haciéndonos reír, bromear, era lo que tocaba la noche antes de la batalla.
Al paso en el que bebíamos pronto entraríamos en calor.
Deslice mis dedos por su brazo, mis ojos brillaban viriosos enfrentando su mirada, mientras me relamía los restos de espuma.
-Estas muy buena -susurré- la sopa.
Mi risa se unió a la del resto, que repletaban los cuernos una y otra vez.
La sopa entraba del mismo modo, deliciosa, los hombres chupábamos el cuenco, relamiendonos.
-Creo que mis hombres no te van a dejar abandonarnos acabada la misión -bromeé acercando mis labios a su oído, era imposible hablar y escucharnos con todo los gritos de mis semejantes “y tampoco yo” hubiera añadido, mas de nuevo el silencio se interpuso.
Algunas mujeres ya ebrias se lazaron para bailar alrededor del fuego, danza pagana que prendía el cuerpo de ellas y azuzaba nuestros cuerpos masculinos deseosos de lago mas que alcohol en esos momentos.
Algunos vikingos se unieron pegándose a sus cuerpos, incendiando el barco de jaleos del resto.
La empujé cuando una de las escudera tomó su mano para que danzara junto a ellas, mis ojos contemplaban sus movimientos oscurecidos, cargados de deseo, cada curva de su cuerpo era un pecado que pretendía cometer aquella noche en la que el alcohol confundía mis sentidos dándome el valor que quizás me faltaba de estar sobrio y recordar que era ella la que se había marchado para de golpe regresar.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
Observó a todos y cada uno de los marineros de aquel barco, hombres y mujeres de recio carácter y más que probado honor. Sus risotadas, sus comentarios jocosos, la rudeza de sus gestos y comentarios, lejos de escandalizarla o molestarla le parecían fascinantes, porque en la rudeza había simplicidad. La simplicidad de quien abraza la vida y la vive intensamente pues sabe que su tiempo no es suyo, que está en manos de los dioses, destino o karma.
La sociedad "civilizada" había adormecido al hombre moderno, lo había dotado de más sensibilidad y conocimiento, pero por contra lo había desconectado del lado salvaje y auténtico de la vida. En esas reflexiones se encontraba cuando sacaron la hidromiel. Aprovechó entonces para sacar de su bolsillo una petaca plateada llena de Absenta. El alcohol de 90 grados era fuerte y puro, destilado en las mejores licorerías de París. Aceptó un cuerno y le echó un chorrito.
— El Hada Verde...también le llaman el Diablo Verde.— Le cogió el cuchillo al cocinero, que lo llevaba en el cinto y descargó la mano con saña contra un limón, exprimiéndolo después en su cuerno.— Sólo faltaría el bitter y sería una Sazerac como el de donde nací. — Levantó el cuerno.— ¡Salud!.— Y bebió un buen trago. Ciertamente era fuerte, la combinación no estaba hecha para debiluchos de mente o cuerpo.— Tu también estás muy bueno. El cuerno.— Le devolvió el golpe a Ulf con media sonrisa y pronto se vio arrastrada a bailar con los que se movían en el centro de la cubierta.
No se sabía los pasos así que sólo siguió el ritmo tal y como lo bailaban en el Mardi Gras cuando celebraban la Bendita Muerte. La cabeza empezó a darle vueltas y de pronto se detuvo, se quedó mirando a la proa con los ojos suspendidos en algun punto del infinito. El viento movió sus cabellos, que empezaron a flotar como si se tratase de un enjambre de abejas furiosas. Poseidón se estaba despertando y el mar empezó a gruñir como una enorme bestia perezosa. Las visiones se sucedían en colores azules y blancos, como siempre, alcanzó a susurrar:
— Arriad las velas... fijad el rumbo a poniente... todo a babor, evitad el arrecife... y recogedla antes de que se ahogue.
Sus palabras sonaron algo crípticas, pero dejaron de escucharse al instante, porque estalló un trueno justo encima, con su relámpago acompañando. No tardó ni dos segundos en empezar a llover con violencia y las aguas revueltas se arremolinaron cerca de la nave. Alguien debía estar muy enfadado en elos cielos porque se levantó galerna en un santiamén.
El Northwind daba bandazos sobre el agua y la bruja se resbaló cayendo sobre la cubierta mojada, pero logró agarrarse a un mástil. Apenas podía entrever en la tempestad a los marineros que se movían a un metro de ella, pero su estado de semitrance la alertó de los gritos que provenían del mar. Giró la cara hacia allí, estaban cerca de los arrecifes y flotaban unas tablas sueltas, eran los restos de algun barco que había sido destruido al chocar contras las rocas. Una voz femenina gritaba desde unas tablas hechas balsa. En su visión había visto a la extraña subir al barco antes de ahogarse y perecer en la tempestad.
La sociedad "civilizada" había adormecido al hombre moderno, lo había dotado de más sensibilidad y conocimiento, pero por contra lo había desconectado del lado salvaje y auténtico de la vida. En esas reflexiones se encontraba cuando sacaron la hidromiel. Aprovechó entonces para sacar de su bolsillo una petaca plateada llena de Absenta. El alcohol de 90 grados era fuerte y puro, destilado en las mejores licorerías de París. Aceptó un cuerno y le echó un chorrito.
— El Hada Verde...también le llaman el Diablo Verde.— Le cogió el cuchillo al cocinero, que lo llevaba en el cinto y descargó la mano con saña contra un limón, exprimiéndolo después en su cuerno.— Sólo faltaría el bitter y sería una Sazerac como el de donde nací. — Levantó el cuerno.— ¡Salud!.— Y bebió un buen trago. Ciertamente era fuerte, la combinación no estaba hecha para debiluchos de mente o cuerpo.— Tu también estás muy bueno. El cuerno.— Le devolvió el golpe a Ulf con media sonrisa y pronto se vio arrastrada a bailar con los que se movían en el centro de la cubierta.
No se sabía los pasos así que sólo siguió el ritmo tal y como lo bailaban en el Mardi Gras cuando celebraban la Bendita Muerte. La cabeza empezó a darle vueltas y de pronto se detuvo, se quedó mirando a la proa con los ojos suspendidos en algun punto del infinito. El viento movió sus cabellos, que empezaron a flotar como si se tratase de un enjambre de abejas furiosas. Poseidón se estaba despertando y el mar empezó a gruñir como una enorme bestia perezosa. Las visiones se sucedían en colores azules y blancos, como siempre, alcanzó a susurrar:
— Arriad las velas... fijad el rumbo a poniente... todo a babor, evitad el arrecife... y recogedla antes de que se ahogue.
Sus palabras sonaron algo crípticas, pero dejaron de escucharse al instante, porque estalló un trueno justo encima, con su relámpago acompañando. No tardó ni dos segundos en empezar a llover con violencia y las aguas revueltas se arremolinaron cerca de la nave. Alguien debía estar muy enfadado en elos cielos porque se levantó galerna en un santiamén.
El Northwind daba bandazos sobre el agua y la bruja se resbaló cayendo sobre la cubierta mojada, pero logró agarrarse a un mástil. Apenas podía entrever en la tempestad a los marineros que se movían a un metro de ella, pero su estado de semitrance la alertó de los gritos que provenían del mar. Giró la cara hacia allí, estaban cerca de los arrecifes y flotaban unas tablas sueltas, eran los restos de algun barco que había sido destruido al chocar contras las rocas. Una voz femenina gritaba desde unas tablas hechas balsa. En su visión había visto a la extraña subir al barco antes de ahogarse y perecer en la tempestad.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Mi mirada seguía sus movimientos jaleando sin tregua la danza salvaje de los norteños y la bruja junto a ellos.
Complacido con aquella pequeña figura que por una noche se había convertido en uno de los nuestros, me deje empujar por dos escuderas que observando la oscuridad de mis ojos me acercaron a ella.
No llegue a rozarla cuando el tiempo cambió, Thor lanzó un trueno que acallo la voz de la bruja que ahora, parecía haber entrado en un fuerte trance.
Su cabellos flotaba como hebras de oro, mientras el rayo siguió al trueno dotándolo de una luz casi electrifica que ilumino sus ojos.
-Los arrecifes -grité al capitán y a los hombres que rápidamente volvían a los remos para evitar el que nos devorara el temporal.
El cuerpo de la bruja daba tumbos por el mojado suelo, mientras el mar embravecido parecía dispuesto a engullir el navío que daba bandazos como una hoja en un rio.
Atrapé su cuerpo ayudándola a alzarse contra el mástil, uno de mis brazos rodeo su cintura, el otro el palo mayor, que portaba la vela.
-Recoger la vela, o los truenos la quebraran -rugí a dos de los norteños sin soltar el pequeño cuerpo que parecía completamente perdido en el temporal de su propia mente.
Una mujer hablaba de una mujer, pronto el llanto y la voz de esta sobre unos maderos resurgió de entre los truenos.
La mire desubicado ¿como era posible? ¿por que la bruja la había visto en sus sueños?
-Subirla a bordo -ordenó el capitán cuando mi cabeza afirmo ante su cara interrogación.
El agua empapaba nuestros cuerpos, salada del mar, dulce de la lluvia, su rosto se iluminaba con cada rallo completamente empapado.
Su cuerpo cedía contra el mio, extenuado, parecía que el trance la debilitaba mas de lo debido.
Jadeó contra mi piel, aliento que golpeó mi cuello cuando la alcé entre mis brazos para evitar que cayera al suelo.
Un escalofrió me recorrió cuando sus labios se posaron en mi piel sin querer.
-Vamos pequeña, despierta, mírame -sus brazos alrededor de mi cuello, estaba helada, y yo también.
Pronto subieron a esa mujer, mis ojos buscaron intrigados como era ese ser que habíamos salvado de ser sepultado por el mar y sus arrecifes de coral.
Mi instinto me hacia ser desconfiado, admito que estaba alerta, utilicé mis sentidos para tratar de darme cuenta que tenia esa fémina de espacial, si es que aparte de ser capaz de ser la única superviviente de un naufragio no era ya suficiente hazaña que rememorar..
Estaba seguro, que algo mas había en esa extraña figura que ahora se abría paso frente a mis hombres, pues si no ¿por que Giuliana había tenido una visión sobre ella?
¿que nos depararía el destino?
Complacido con aquella pequeña figura que por una noche se había convertido en uno de los nuestros, me deje empujar por dos escuderas que observando la oscuridad de mis ojos me acercaron a ella.
No llegue a rozarla cuando el tiempo cambió, Thor lanzó un trueno que acallo la voz de la bruja que ahora, parecía haber entrado en un fuerte trance.
Su cabellos flotaba como hebras de oro, mientras el rayo siguió al trueno dotándolo de una luz casi electrifica que ilumino sus ojos.
-Los arrecifes -grité al capitán y a los hombres que rápidamente volvían a los remos para evitar el que nos devorara el temporal.
El cuerpo de la bruja daba tumbos por el mojado suelo, mientras el mar embravecido parecía dispuesto a engullir el navío que daba bandazos como una hoja en un rio.
Atrapé su cuerpo ayudándola a alzarse contra el mástil, uno de mis brazos rodeo su cintura, el otro el palo mayor, que portaba la vela.
-Recoger la vela, o los truenos la quebraran -rugí a dos de los norteños sin soltar el pequeño cuerpo que parecía completamente perdido en el temporal de su propia mente.
Una mujer hablaba de una mujer, pronto el llanto y la voz de esta sobre unos maderos resurgió de entre los truenos.
La mire desubicado ¿como era posible? ¿por que la bruja la había visto en sus sueños?
-Subirla a bordo -ordenó el capitán cuando mi cabeza afirmo ante su cara interrogación.
El agua empapaba nuestros cuerpos, salada del mar, dulce de la lluvia, su rosto se iluminaba con cada rallo completamente empapado.
Su cuerpo cedía contra el mio, extenuado, parecía que el trance la debilitaba mas de lo debido.
Jadeó contra mi piel, aliento que golpeó mi cuello cuando la alcé entre mis brazos para evitar que cayera al suelo.
Un escalofrió me recorrió cuando sus labios se posaron en mi piel sin querer.
-Vamos pequeña, despierta, mírame -sus brazos alrededor de mi cuello, estaba helada, y yo también.
Pronto subieron a esa mujer, mis ojos buscaron intrigados como era ese ser que habíamos salvado de ser sepultado por el mar y sus arrecifes de coral.
Mi instinto me hacia ser desconfiado, admito que estaba alerta, utilicé mis sentidos para tratar de darme cuenta que tenia esa fémina de espacial, si es que aparte de ser capaz de ser la única superviviente de un naufragio no era ya suficiente hazaña que rememorar..
Estaba seguro, que algo mas había en esa extraña figura que ahora se abría paso frente a mis hombres, pues si no ¿por que Giuliana había tenido una visión sobre ella?
¿que nos depararía el destino?
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
(Ambientación)
La tormenta se prolongó durante unas pocas horas más, el cielo parecía crujir y romperse para dejar paso a la luz cegadora que iluminaba la lluvia que arreciaba y la descomponía en millones de lágrimas.
La bruja luchó contra los elementos, el trance y el frio agarrándose a Ulf como si fuera un salvavidas. Él permanecía en pie, aferrado a la madera del barco como si fuera el puntal de aquella nave. La tempestad era como una fiera desatada; el viento aullaba y bramaba, las olas sacudían con violencia el drakkar y a quienes trataban de domeñarlo y mantenerlo a flote en aquella galerna infernal.
Consiguió llegar hasta la puerta que bajaba a los camarotes donde habían dejado a la extraña que habían izado del mar. Era un bulto de ropas coloridas sollozante. Su vestido y su capa eran de colores rojizos y anaranjados, debía ser una especie de seda muy cara brocada en oro. Su pelo llegaba hasta la cintura y aunque estaba mojado era de un rojo flamígero que destacaba su tez inmaculada y perfecta y sus enormes ojos azules, no tendría más de 27 o 28 años. Tenía algunos mechones trenzados y sujetos con cuentas doradas. Los motivos de sus ropas y joyas eran vikingos. La bruja se apoyó en el marco de la puerta agotada, observando al regalo que les había traído el mar. La mujer se levantó del suelo y al ver al lobo abrió los ojos desmesuradamente corriendo hacia Ulf abrazándose a él y estallando en sollozos de nuevo.
— Ulf!!! Ulf!!! bendito sea Odin!! todavía no me creo que esté viva y que seas tú... precisamente tú quien me haya sacado del mar...— la mujer posó una mano en la mejilla del lobo totalmente sorprendida, agradecida por el giro de los acontecimientos. Sigrid era el nombre de la pelirroja, y era una vieja "amiga" de Ulf, ahora casada con un rico comerciante que al parecer había perdido todo en aquella tormenta, incluso la vida y ella suerte tenía de no haber perecido en el naufragio.
Lana observó a ambos hablar, se conocían y por los gestos dedujo que no eran familia pero habían tenido "cierta" confianza. Sigrid abrazó a Ulf sonriendo, aliviada por haberse salvado y haberlo encontrado a él. Se le revolvió la hidromiel con absenta en el estómago y sintió la bilis acudir a su garganta. Agarrada a la pared para no caerse, cruzó el pasillo y entró en la cocina agarrando un cubo y vomitando allí todo lo que se le había agriado tras la cena. El barco se movia como un diablo danzante y su cabeza martilleaba con furia. Fue al camarote en busca de ropa seca para la extraña y consiguió arrastrar la maleta afuera y tenderle una prenda. Posiblemente la mujer del cabello color del fuego le dijo algo en su lengua pero no la entendió, así que sólo contestó "No hay de qué".
Las pupilas de la bruja seguían algo dilatadas y veía un poco borroso. Se agarró a la pared de nuevo y arrastró la maleta de vuelta pero esta vez entró en otro camarote, el que inicialmente estaba destinado a ella cuando compró el pasaje. Cerró la puerta y apoyó la frente contra la misma pasando el cerrojo. Se apoyó contra las tablas y se delizó hasta el suelo. El mundo se movía. El barco se movía y su cabeza lo acompañaba. Todo se movía, y ella se quedaba al margen, como siempre, observando. Sus mejillas estaban mojadas, como toda ella, así que las lágrimas cálidas y saladas no se diferenciaban en nada del resto de agua que la cubría. Si el barco naufragase...pero no iba a naufragar, había visto algo más en la visión que tuvo en cubierta, y muy a su pesar tendría que dejar que sucediese.
La tormenta se prolongó durante unas pocas horas más, el cielo parecía crujir y romperse para dejar paso a la luz cegadora que iluminaba la lluvia que arreciaba y la descomponía en millones de lágrimas.
La bruja luchó contra los elementos, el trance y el frio agarrándose a Ulf como si fuera un salvavidas. Él permanecía en pie, aferrado a la madera del barco como si fuera el puntal de aquella nave. La tempestad era como una fiera desatada; el viento aullaba y bramaba, las olas sacudían con violencia el drakkar y a quienes trataban de domeñarlo y mantenerlo a flote en aquella galerna infernal.
Consiguió llegar hasta la puerta que bajaba a los camarotes donde habían dejado a la extraña que habían izado del mar. Era un bulto de ropas coloridas sollozante. Su vestido y su capa eran de colores rojizos y anaranjados, debía ser una especie de seda muy cara brocada en oro. Su pelo llegaba hasta la cintura y aunque estaba mojado era de un rojo flamígero que destacaba su tez inmaculada y perfecta y sus enormes ojos azules, no tendría más de 27 o 28 años. Tenía algunos mechones trenzados y sujetos con cuentas doradas. Los motivos de sus ropas y joyas eran vikingos. La bruja se apoyó en el marco de la puerta agotada, observando al regalo que les había traído el mar. La mujer se levantó del suelo y al ver al lobo abrió los ojos desmesuradamente corriendo hacia Ulf abrazándose a él y estallando en sollozos de nuevo.
— Ulf!!! Ulf!!! bendito sea Odin!! todavía no me creo que esté viva y que seas tú... precisamente tú quien me haya sacado del mar...— la mujer posó una mano en la mejilla del lobo totalmente sorprendida, agradecida por el giro de los acontecimientos. Sigrid era el nombre de la pelirroja, y era una vieja "amiga" de Ulf, ahora casada con un rico comerciante que al parecer había perdido todo en aquella tormenta, incluso la vida y ella suerte tenía de no haber perecido en el naufragio.
Lana observó a ambos hablar, se conocían y por los gestos dedujo que no eran familia pero habían tenido "cierta" confianza. Sigrid abrazó a Ulf sonriendo, aliviada por haberse salvado y haberlo encontrado a él. Se le revolvió la hidromiel con absenta en el estómago y sintió la bilis acudir a su garganta. Agarrada a la pared para no caerse, cruzó el pasillo y entró en la cocina agarrando un cubo y vomitando allí todo lo que se le había agriado tras la cena. El barco se movia como un diablo danzante y su cabeza martilleaba con furia. Fue al camarote en busca de ropa seca para la extraña y consiguió arrastrar la maleta afuera y tenderle una prenda. Posiblemente la mujer del cabello color del fuego le dijo algo en su lengua pero no la entendió, así que sólo contestó "No hay de qué".
Las pupilas de la bruja seguían algo dilatadas y veía un poco borroso. Se agarró a la pared de nuevo y arrastró la maleta de vuelta pero esta vez entró en otro camarote, el que inicialmente estaba destinado a ella cuando compró el pasaje. Cerró la puerta y apoyó la frente contra la misma pasando el cerrojo. Se apoyó contra las tablas y se delizó hasta el suelo. El mundo se movía. El barco se movía y su cabeza lo acompañaba. Todo se movía, y ella se quedaba al margen, como siempre, observando. Sus mejillas estaban mojadas, como toda ella, así que las lágrimas cálidas y saladas no se diferenciaban en nada del resto de agua que la cubría. Si el barco naufragase...pero no iba a naufragar, había visto algo más en la visión que tuvo en cubierta, y muy a su pesar tendría que dejar que sucediese.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
Dando tumbos alcanzamos la zona de los camarotes, allí arremolinada entre mantas, la figura que habíamos rescatado del mar.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando debajo de esas mantas apareció Sigrid. Una vikinga con la que en el pasado tuve un par de encuentros.
Había quedado una importante amistad entre ambos, pero digamos que el destino, nos había enviado a puntos contrarios.
Su mano recorrió mi mejilla incrédula, orillando su cuerpo al mio, agradeciendo al propio Odin que nos hubiéramos cruzado en su camino.
Me tomé las molestias necesarias para acomodarla, pensaba hacerlo en el camarote de al lado, mas al parecer de nuevo la pequeña bruja me tomaba la delantera abandonando mi lecho con descaro.
Mi gesto se tensó, mis ojos enfurecieron mirándola tirar de si misma y sus pertenencias hacia otro lugar alejado de mi cuerpo.
No se lo impedí, era su decisión, como yo había tomado la mía hacia ya mucho tiempo y para que mentir, era mejor así.
No podía tener una relación, no encabezando una revolución.
Sigrid se alojo en mi lecho con premura colocándose frente a mi y con avidez se desnudo para colocarse la ropa seca. Sus ojos recorrieron mi cuerpo, los míos su tez desnuda, nada me impedía tomarla en ese momento, de echo puede que fuera el ultimo polvo antes de subir al Valhalla ¿por que no acorte la distancia que separaba nuestra piel? Porque otra anidaba en mi cabeza aquella noche de tormenta.
Una sonrisa de medio lado antes de abandonar el camarote con la escusa de sustituir al capitán en su duermevela.
Así acomodé las pieles sobre mis hombros y subí a cubierta donde los hombres entonaban una canción mientras los remos cumplían la función de llevar el Drakkar al norte, nuestro hogar.
Mi voz pronto se acompasó al resto, tomando el relevo de uno de ellos.
Afiancé el madero entre mis manos y comencé a remar al ritmo de un son que calentaba nuestros corazones aquella noche de gelidez infernal.
Sabíamos que muchos de nosotros no volverían a Paris, conocíamos a nuestro rey era un hombre sin escrúpulos, jamas soltaría lo tomado, aunque lo enmascarara con palabras adecuadas.
Serpiente sibilina que destrozaba el norte a golpe de látigo, rodeado siempre de su consejo, del maricón de su hijo y de esas vírgenes oráculos que le regalaban información crucial para este bando.
Muchos eran los hombres que habían caído en el patio bajo el hacha del verdugo, alta traición lo llamaba ese rey que traiciono a su pueblo hace ya demasiado tiempo.
Recordé el día que todo empezó, el día en el que un niño de siete años y un anciano nos dieron una lección de honor y valor a una horda de vikingos que se creían invencibles.
Así Höor se gano la admiración de un pueblo que necesita creer en que se podía luchar, en que se podía vencer.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando debajo de esas mantas apareció Sigrid. Una vikinga con la que en el pasado tuve un par de encuentros.
Había quedado una importante amistad entre ambos, pero digamos que el destino, nos había enviado a puntos contrarios.
Su mano recorrió mi mejilla incrédula, orillando su cuerpo al mio, agradeciendo al propio Odin que nos hubiéramos cruzado en su camino.
Me tomé las molestias necesarias para acomodarla, pensaba hacerlo en el camarote de al lado, mas al parecer de nuevo la pequeña bruja me tomaba la delantera abandonando mi lecho con descaro.
Mi gesto se tensó, mis ojos enfurecieron mirándola tirar de si misma y sus pertenencias hacia otro lugar alejado de mi cuerpo.
No se lo impedí, era su decisión, como yo había tomado la mía hacia ya mucho tiempo y para que mentir, era mejor así.
No podía tener una relación, no encabezando una revolución.
Sigrid se alojo en mi lecho con premura colocándose frente a mi y con avidez se desnudo para colocarse la ropa seca. Sus ojos recorrieron mi cuerpo, los míos su tez desnuda, nada me impedía tomarla en ese momento, de echo puede que fuera el ultimo polvo antes de subir al Valhalla ¿por que no acorte la distancia que separaba nuestra piel? Porque otra anidaba en mi cabeza aquella noche de tormenta.
Una sonrisa de medio lado antes de abandonar el camarote con la escusa de sustituir al capitán en su duermevela.
Así acomodé las pieles sobre mis hombros y subí a cubierta donde los hombres entonaban una canción mientras los remos cumplían la función de llevar el Drakkar al norte, nuestro hogar.
Mi voz pronto se acompasó al resto, tomando el relevo de uno de ellos.
Afiancé el madero entre mis manos y comencé a remar al ritmo de un son que calentaba nuestros corazones aquella noche de gelidez infernal.
Sabíamos que muchos de nosotros no volverían a Paris, conocíamos a nuestro rey era un hombre sin escrúpulos, jamas soltaría lo tomado, aunque lo enmascarara con palabras adecuadas.
Serpiente sibilina que destrozaba el norte a golpe de látigo, rodeado siempre de su consejo, del maricón de su hijo y de esas vírgenes oráculos que le regalaban información crucial para este bando.
Muchos eran los hombres que habían caído en el patio bajo el hacha del verdugo, alta traición lo llamaba ese rey que traiciono a su pueblo hace ya demasiado tiempo.
Recordé el día que todo empezó, el día en el que un niño de siete años y un anciano nos dieron una lección de honor y valor a una horda de vikingos que se creían invencibles.
Así Höor se gano la admiración de un pueblo que necesita creer en que se podía luchar, en que se podía vencer.
- cancion:
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
La tempestad fue amainando y el drakkar recuperó su estabilidad poco a poco. Ahora tenían que volver a fijar el rumbo, perdido por las corrientes descontroladas de la mar recia. Escuchó el rítmico golpe del remo y la canción entonada por los hombres en la cubierta y su ánimo se fue calmando tras encontrar algo de consuelo en soltar las lágrimas que acumulaba. Se sintió sola, lejos de cualquier cosa parecida a un hogar (aunque su casa fueran sólo cuatro paredes huecas, ya que la gente que la habitaba apenas se podían llamar familia.) se sintió perdida y más fuera de lugar que de costumbre. Pero las voces graves que entonaban esa melodía a una, calmaron su ánimo revuelto con la tempestad emocional por la que navegaba. No podía entender la letra, pero esas voces le hablaban de un sentimiento profundo de unidad. Todos los que estaban allí formaban parte de algo, serían testigos y protagonistas en una escena de la historia, compartirían destino y escribirían sus nombres en la página del libro de la vida que les correspondiese.
Y ella estaba allí. Tenía una gran responsabilidad. Lo sabía, y había flaqueado por un instante, a fin de cuentas sólo tenía dicinueve años y un nulo conocimiento de las personas. Se secó las lágrimas con las mangas y se reprendió a si misma por su debilidad. No era el momento y ya había llegado muy lejos como para abandonar ahora. Abrió la maleta, se puso ropa seca y sacó algunos objetos que había traído consigo. Extrajo de una caja una barra de cera roja que había sido elaborada con los rituales de vudú blanco, contenía elementos del crepúsculo como el polvo de ladrillo rojo. Tenía que proteger a todos cuantos estaban en aquella nave. Trazó un círculo en el suelo de su camarote después de despejarlo de los escasos muebles que tenía. Dentro del mismo trazó las runas vudú llamadas Veve. Primero trazó la de Legba, el omnipresente loa de la encrucijada, el mensajero entre los demás loas y la humanidad, en el principio y el fin siempre estaba él. Colocó varias velas alrededor y bajó a la bodega a por una de las aves que Byorn no había sacrificado aún para hacer puchero. Le cortó el cuello y recogió su sangre en un cuenco, con la cual trazó el veve de Ogún, el señor del fuego y de la guerra. Recitó entonces la letanía de invocación y sobrevino el trance.
Legba el sabio, el tramposo, le dio permiso para hablar con Ogún. El señor de la Guerra tenía la piel de ébano y sostenía dos cuchillos. Tenía una voz atronadora como el trueno.
— ¿Qué vienes a pedir, niña?
— mi señor, la bendición en la batalla. No para mí, sino para estos guerreros cuya causa es justa.— El dios del hierro y el fuego la miró con escepticismo.
— ¿Y qué gano yo? estos guerreros no creen en mi sino en otros dioses.
— No son culpables de haber nacido donde no conocen tu nombre ni tu grandeza, pero yo sí lo conozco y sé que no hay otro dios más fiero. Dime qué puedo ofrendarte por esta gracia, pero bendice sus corazones con tu fuerza. Guía su mano a la victoria, te lo suplico.
Ogún entornó los ojos y Legba esbozó una sonrisa malvada de medio lado. Se acercó al oido del dios guerrero y le susurró algo. Ogún amplió su sonrisa, tremendamente blanca entre sus rasgos negros y le habló a la bruja.
— Exijo sacrificio de sangre.— Giuliana le sostuvo la mirada. Su madre le puso el nombre por la santa que ató a Satanás con una cadena y lo llevó a rastras mientras portaba el caldero en la otra mano. Iba a hacerle honor a su nombre.
— ¿Te sirven cinco oráculos vírgenes?.— Ogún enarcó las cejas. Eso era un buen sacrificio, muy apetitoso además.
— Cinco, ni una menos.
— Mañana lo tendrás. Pero necesito que Legba me ayude, que deja la puerta abierta al otro mundo, porque lo conseguiré con el ritual para dañar.— El dios de la encrucijada la miró de rojo, esa bruja era lista, dos pactos con dos dioses por el mismo precio. Ogún asintió y cerraron el trato.
Salió del trance y tuvo que sentarse un rato con la espalda contra la pared, los pactos con los dioses agotaban a cualquiera. Tenía unas horas muy intensas por delante. Cogió la tinta china, que mezclada con un pigmento extraído de las glándulas venenosas de la serpiente del pantano, se hacía indeleble.
Subió a cubierta, enfrentando la mirada de los que allí estaban, sumidos en sus propios pensamientos antes de lo que sería una buena batalla. El lobo era uno de ellos. Su gesto no era la alegría de la huerta, pero no podía culparlo por ello, además no estaban para tonterías, el tiempo se delizaba rápido y había mucho que hacer. La pequeña bruja se plantó allí delante y elevó la voz.
— Se acerca la hora. No voy a mentiros, estoy aterrada. Por si alguno no lo sabe todavía... tengo visiones de lo que pasará en el futuro. Sé que creéis en vuestros dioses, y en el Valhalla... yo creo en otros. No es mejor ni peor, sólo son los dioses en los que cree mi pueblo y que nos han protegido por generaciones. He hecho un trato con Ogún, nuestro dios de la guerra. Todo aquel marcado con su runa no sufrirá muerte hoy. Sois libres de aceptar su bendición o no. No significa que renunciéis a vuestros dioses, sólo que aceptáis la protección de los nuestros por esta vez, porque vuestro rey también ha hecho pactos.— Miró al suelo mordiéndose el labio inferior.— Ojalá la aceptéis todos, porque me gustaría que regresáseis al caer el sol y entonáseis esta canción una vez más. Estaré abajo, por si alguien la quiere.— Extendió su brazo y en la cara interna había un pequeño dibujo hecho con tinta negra. La bruja miró una vez más a Ulf y se dio la vuelta, bajando la escalera.
Y ella estaba allí. Tenía una gran responsabilidad. Lo sabía, y había flaqueado por un instante, a fin de cuentas sólo tenía dicinueve años y un nulo conocimiento de las personas. Se secó las lágrimas con las mangas y se reprendió a si misma por su debilidad. No era el momento y ya había llegado muy lejos como para abandonar ahora. Abrió la maleta, se puso ropa seca y sacó algunos objetos que había traído consigo. Extrajo de una caja una barra de cera roja que había sido elaborada con los rituales de vudú blanco, contenía elementos del crepúsculo como el polvo de ladrillo rojo. Tenía que proteger a todos cuantos estaban en aquella nave. Trazó un círculo en el suelo de su camarote después de despejarlo de los escasos muebles que tenía. Dentro del mismo trazó las runas vudú llamadas Veve. Primero trazó la de Legba, el omnipresente loa de la encrucijada, el mensajero entre los demás loas y la humanidad, en el principio y el fin siempre estaba él. Colocó varias velas alrededor y bajó a la bodega a por una de las aves que Byorn no había sacrificado aún para hacer puchero. Le cortó el cuello y recogió su sangre en un cuenco, con la cual trazó el veve de Ogún, el señor del fuego y de la guerra. Recitó entonces la letanía de invocación y sobrevino el trance.
Legba el sabio, el tramposo, le dio permiso para hablar con Ogún. El señor de la Guerra tenía la piel de ébano y sostenía dos cuchillos. Tenía una voz atronadora como el trueno.
— ¿Qué vienes a pedir, niña?
— mi señor, la bendición en la batalla. No para mí, sino para estos guerreros cuya causa es justa.— El dios del hierro y el fuego la miró con escepticismo.
— ¿Y qué gano yo? estos guerreros no creen en mi sino en otros dioses.
— No son culpables de haber nacido donde no conocen tu nombre ni tu grandeza, pero yo sí lo conozco y sé que no hay otro dios más fiero. Dime qué puedo ofrendarte por esta gracia, pero bendice sus corazones con tu fuerza. Guía su mano a la victoria, te lo suplico.
Ogún entornó los ojos y Legba esbozó una sonrisa malvada de medio lado. Se acercó al oido del dios guerrero y le susurró algo. Ogún amplió su sonrisa, tremendamente blanca entre sus rasgos negros y le habló a la bruja.
— Exijo sacrificio de sangre.— Giuliana le sostuvo la mirada. Su madre le puso el nombre por la santa que ató a Satanás con una cadena y lo llevó a rastras mientras portaba el caldero en la otra mano. Iba a hacerle honor a su nombre.
— ¿Te sirven cinco oráculos vírgenes?.— Ogún enarcó las cejas. Eso era un buen sacrificio, muy apetitoso además.
— Cinco, ni una menos.
— Mañana lo tendrás. Pero necesito que Legba me ayude, que deja la puerta abierta al otro mundo, porque lo conseguiré con el ritual para dañar.— El dios de la encrucijada la miró de rojo, esa bruja era lista, dos pactos con dos dioses por el mismo precio. Ogún asintió y cerraron el trato.
Salió del trance y tuvo que sentarse un rato con la espalda contra la pared, los pactos con los dioses agotaban a cualquiera. Tenía unas horas muy intensas por delante. Cogió la tinta china, que mezclada con un pigmento extraído de las glándulas venenosas de la serpiente del pantano, se hacía indeleble.
Subió a cubierta, enfrentando la mirada de los que allí estaban, sumidos en sus propios pensamientos antes de lo que sería una buena batalla. El lobo era uno de ellos. Su gesto no era la alegría de la huerta, pero no podía culparlo por ello, además no estaban para tonterías, el tiempo se delizaba rápido y había mucho que hacer. La pequeña bruja se plantó allí delante y elevó la voz.
— Se acerca la hora. No voy a mentiros, estoy aterrada. Por si alguno no lo sabe todavía... tengo visiones de lo que pasará en el futuro. Sé que creéis en vuestros dioses, y en el Valhalla... yo creo en otros. No es mejor ni peor, sólo son los dioses en los que cree mi pueblo y que nos han protegido por generaciones. He hecho un trato con Ogún, nuestro dios de la guerra. Todo aquel marcado con su runa no sufrirá muerte hoy. Sois libres de aceptar su bendición o no. No significa que renunciéis a vuestros dioses, sólo que aceptáis la protección de los nuestros por esta vez, porque vuestro rey también ha hecho pactos.— Miró al suelo mordiéndose el labio inferior.— Ojalá la aceptéis todos, porque me gustaría que regresáseis al caer el sol y entonáseis esta canción una vez más. Estaré abajo, por si alguien la quiere.— Extendió su brazo y en la cara interna había un pequeño dibujo hecho con tinta negra. La bruja miró una vez más a Ulf y se dio la vuelta, bajando la escalera.
- Veve de Ogún, la runa del dios de la guerra vudú:
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
El canto norteño quedo apagado frente a la presencia de la pequeña bruja que como un resorte, una bocanada de gélido viento se instauro entre nosotros alzándose como una poderosa hechicera entre los nuestros.
Hablaba de un símbolo de protección que había trazado con sus dioses para que la victoria estuviera asegurada, para que aquella noche la cena del valhalla quedara fria esperando a sus guerreros, pues no habría muerte entre los nuestros.
Los norteños se miraron animados por contar con una mujer que parecía haber venido del mismo Asgar con promesas resurgidas.
Mas mi rostro reflejó algo bien distinto, conocía a los antiguos, Odin Thor y Loqui todos ellos tan orgullosos como yo mismo, no deseaban que mi espíritu fuera encomendado a otros que no fueran ellos mismos.
Mis ojos se perdieron en los de la bruja, no hubieron palabras, ni gestos, ni siquiera un saludo o una despedida, posiblemente ese seria el ultimo instante en el que la vería.
Se perdió de nuevo entre sus pasos, abriendo el camarote para cada norteño que deseara protección de otros dioses.
Quizás ella no lo sabia todavía, mas esa noche no me encontraría en sus aposentos.
Asumiría mi destino y si era la cena en el valhalla, esperaría mi valkiria en el campo de batalla, con el filo del acero en alto, con los cuervos graznando y con Heimdall vigilando la puerta para ver quien cruza al otro lado.
Ella tenia sus creencias, sus dioses, sus estrellas, mas yo por el contrario pertenecía a las montañas, al frio y a mis dioses que no siempre se apiadaban de mi, mas que vieron nacer, crecer y ser el guerrero en el que me convertí.
La noche paso en galeras, con el remo entre mis manos, hasta que el alba encontró mi cuerpo junto al de algunos de mis hermanos.
No eran necesarias las despedidas, ella tenia claro cual era su papel, quedarse en el barco para protegernos. aAlgo que ya había hecho y narrar visiones, que hasta el momento no había tenido.
Uno de los hombres junto a Sigrid se quedo en el drakkar junto a ella, la misión era clara, evitar a toda consta que me siguiera a la batalla y en caso de que una visión apareciera, mandar un cuervo con la información necesaria para vencer en la gesta.
Sin mas, baje del drakkar rodeado por los míos, armaduras de cuero lucían nuestros cuerpos, escudos, hachas, espadas, todo dispuesto para una conversación con nuestro rey en la que dudaba corriera el alcohol o el buen vino.
Una ultima mirada hacia un barco que quizás ya no tomaría, una sonrisa de medio lado hacia lo que era una sombra de la mujer que quizás ya no vería.
Los hombres parecían animados mostrándose aquellos pequeños tatuajes que los ponían a salvo, todos soñaban con volver, mas todos en el fondo sabían que la vida y la muerte cuando estas en el frente solo depende de uno mismo y la destreza con la que blandas el acero.
Todos eramos guerreros norteños, vikingos, por nuestra sangre corría el fuego y habíamos sido templados con hielo.
Hablaba de un símbolo de protección que había trazado con sus dioses para que la victoria estuviera asegurada, para que aquella noche la cena del valhalla quedara fria esperando a sus guerreros, pues no habría muerte entre los nuestros.
Los norteños se miraron animados por contar con una mujer que parecía haber venido del mismo Asgar con promesas resurgidas.
Mas mi rostro reflejó algo bien distinto, conocía a los antiguos, Odin Thor y Loqui todos ellos tan orgullosos como yo mismo, no deseaban que mi espíritu fuera encomendado a otros que no fueran ellos mismos.
Mis ojos se perdieron en los de la bruja, no hubieron palabras, ni gestos, ni siquiera un saludo o una despedida, posiblemente ese seria el ultimo instante en el que la vería.
Se perdió de nuevo entre sus pasos, abriendo el camarote para cada norteño que deseara protección de otros dioses.
Quizás ella no lo sabia todavía, mas esa noche no me encontraría en sus aposentos.
Asumiría mi destino y si era la cena en el valhalla, esperaría mi valkiria en el campo de batalla, con el filo del acero en alto, con los cuervos graznando y con Heimdall vigilando la puerta para ver quien cruza al otro lado.
Ella tenia sus creencias, sus dioses, sus estrellas, mas yo por el contrario pertenecía a las montañas, al frio y a mis dioses que no siempre se apiadaban de mi, mas que vieron nacer, crecer y ser el guerrero en el que me convertí.
La noche paso en galeras, con el remo entre mis manos, hasta que el alba encontró mi cuerpo junto al de algunos de mis hermanos.
No eran necesarias las despedidas, ella tenia claro cual era su papel, quedarse en el barco para protegernos. aAlgo que ya había hecho y narrar visiones, que hasta el momento no había tenido.
Uno de los hombres junto a Sigrid se quedo en el drakkar junto a ella, la misión era clara, evitar a toda consta que me siguiera a la batalla y en caso de que una visión apareciera, mandar un cuervo con la información necesaria para vencer en la gesta.
Sin mas, baje del drakkar rodeado por los míos, armaduras de cuero lucían nuestros cuerpos, escudos, hachas, espadas, todo dispuesto para una conversación con nuestro rey en la que dudaba corriera el alcohol o el buen vino.
Una ultima mirada hacia un barco que quizás ya no tomaría, una sonrisa de medio lado hacia lo que era una sombra de la mujer que quizás ya no vería.
Los hombres parecían animados mostrándose aquellos pequeños tatuajes que los ponían a salvo, todos soñaban con volver, mas todos en el fondo sabían que la vida y la muerte cuando estas en el frente solo depende de uno mismo y la destreza con la que blandas el acero.
Todos eramos guerreros norteños, vikingos, por nuestra sangre corría el fuego y habíamos sido templados con hielo.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
No hubo despedidas, y así debía ser. Observó su marcha por el ventanuco del barco y tragó saliva sintiéndose vacía por dentro. Era lo mejor, que estuviera tranquilo, sin preocupaciones, completamente centrado en su misión.
Cuando los guerreros se marcharon a la audiencia con el rey, Lana se apresuró a bajar al camarote de Ulf. Sabía que hallaría allí a Sigrid. Había meditado durante la noche qué hacer, y la pelirroja había sido un hallazgo fundamental. No sólo estaba allí para servir de aliento y distracción a Ulf, también tendría su papel en aquella situación.
Cuando entró, la mujer se estaba trenzando de nuevo el cabello, su ropa ya estaba seca, excepto la capa, así que se dejaba entrever que era una vikinga muy bien hecha. Sus caderas redondeadas a la par que torneadas, sus pechos turgentes y desafiantes, un vientre acostumbrado al ejercicio físico… no podía ser más deseable. La bruja se tragó la bilis de la envidia. Toda su vida había deseado ser como ella, bonita, segura de si misma… normal. Pero no lo era y ya iba siendo hora de aceptarlo. Se plantó en mitad de la habitación y la agarró del codo.
— ¿Quieres salvar a Ulf? dime…¿te importa que viva? porque va a morir. No es una suposición, lo vi en mis visiones y hay que impedirlo.— Sigrid frunció el ceño.
— Claro que me importa, es mi… amigo. ¿Pero por qué habría de creerte? eres una hechicera extranjera… tus palabras podrían ser veneno.— La bruja frunció los labios. Era entendible que no se fiara de ella. Necesitaba salir a la cocina un instante pero sabía que estaba el guardián de Sigrid, así que la mujer, ni corta ni perezosa, salió al pasillo actuando magistralmente, quejándose de que no había orinal en el cuarto y cuando el hombre fue a comprobarlo le arreó con una pata de una silla tumbandolo en el suelo. Lana aprovechó para ir a la cocina y regresó con el cuchillo carnicero que puso en la mano de la pelirroja.
— Si miento…mátame. No me resistiré.— Cogió la mano de la mujer que empuñaba el cuchillo y la puso sobre su garganta, mirándola fijamente a los ojos.— El rey tiene cinco oráculos, predecirán la ruta que seguirán los hombres hacia las tierras de Thyra y los emboscarán. Voy a matarlas a todas. Pero necesito entrar en su templo y robar sus ropas para el hechizo, necesito tu ayuda, yo no entiendo el idioma. Tan sólo llévame hasta el templo. Y si al final del día no han regresado… mátame.
Sigrid sacudió la mano y quitó el cuchillo de la garganta de la bruja mirándola con el ceño fruncido.
— Estás perturbada, y das mal fario. Pero si tienes razón en lo que dices…hay que acabar con ellas. Vamos, sé dónde está el templo, pero está muy protegido.
— Por eso vamos a hacernos pasar por esclavas.
Las dos mujeres abandonaron el drakkar rápidamente y se alejaron en busca del santo lugar donde las doncellas predecían el futuro. Lana no estaba muy segura de que sacrificar a unas niñas para salvar a los vikingos fuera lo más justo del mundo, sería mucho más factible matar al rey, pero por lo pronto, eran ellas las que estaban avanzándose a sus movimientos y poniendo en peligro la vida del destacamento y por su culpa casi la mata el doctor en aquel hospital. La bruja le indicó a Sigrid que fueran a buscar el lugar donde las esclavas del Templo tenían la ropa tendida. Encontraron los ropajes de las sirvientas tendidos al sol y allí mismo se cambiaron, robando las ropas. Necesitaban acceder al Templo y llevarse objetos personales de las oráculo, lo ideal sería cabello, pero iba a ser imposible así que se tendría que conformar con sus vestidos. Los necesitaba para coser los muñecos vudú con las telas.
Gracias a Sigrid pudieron acceder a las cocinas y de allí se deslizaron por los corredores, vestidas como dos sirvientas más. Una mujer gruesa y de anchas espaldas las detuvo en un pasillo y le dijo algo a la rubia, que miró a Sigrid con espanto, porque no entendió nada. La pelirroja charló en su idioma con la mujer, y tras esto se marcharon por otro pasillo. Al parecer las había enviado a buscar algo que había que llevar al gran salón, pero tras doblar el pasillo y desaparecer de la vista de la gobernanta, recuperaron el rumbo a las alcobas de las oráculos. Entraron en todas ellas y llenaron un cesto de ropa que parecía que se iba a lavar, aunque su destino era muy distinto.
Sortearon al resto de sirvientes, tratando de no cruzarse a la mujer gruesa y cuando salieron del templo, la bruja suspiró con alivio. Regresaron al drakkar, comprobando que el sol ya estaba alto. A esas horas Ulf y el burócrata ya estarían hablando con el rey, y no tardarían mucho en emprender el camino hacia las tierras de los Cannif. Tenía que apresurarse.
Giuliana se dirigió a su camarote e iba a cerrar la puerta pero Sigrid se interpuso.
— Te ayudaré.— La vikinga no se fiaba de ella, estaba claro. La bruja suspiró.
— De acuerdo pero… veas lo que veas… no me interrumpas, no me toques, entraré en trance y… da igual, tan sólo mantente al margen.— La pelirroja asintió y se cruzó de brazos dejando a la vista que llevaba un cinturón con vaina y el cuchillo en él.
Lana sacó uno de los vestidos y rasgó la tela, la rellenó con paja de los animales que tenían en la bodega, formando una figura humanoide. Pintó los rasgos de la cara con tinta: ojos, nariz, orejas y boca. Pintó el corazón y el ombligo, cosió el muñeco con burdo cordel y lo dejó sobre la mesa. Procedió de igual manera con los otros cuatro vestidos, fabricando así los muñecos que encarnarían a las oráculos en el ritual de daño. Encendió el círculo de velas y escribió en el suelo y paredes los veves de invocación. Se deshizo de su capa y se soltó el cabello, quedandose sólo con la túnica desgastada de sirvienta.
Trajo de la bodega un gallo negro y le cortó el cuello. Recogió la sangre en un cuenco mientras recitaba las palabras del rito haitiano del vudú. Hundió sus dedos en la sangre y se los pasó por la cara pintándose las cuencas de los ojos, la boca y el cuello, las clavículas y los brazos. La sangre la convertía en una réplica de la Bendita Muerte, otorgándole un aspecto similar al de Legba. Respiró pesadamente unos segundos, después de aquello ya no sería la misma, iba a matar a cinco muchachas inocentes cuyo unico pecado era tener visiones. ¿Estaba dispuesta a pagar el precio de aquella ventaja? la respuesta estaba clara. Recordó al guerrero de los ojos del color de su pantano. Por él. Por todos.
Cuando los guerreros se marcharon a la audiencia con el rey, Lana se apresuró a bajar al camarote de Ulf. Sabía que hallaría allí a Sigrid. Había meditado durante la noche qué hacer, y la pelirroja había sido un hallazgo fundamental. No sólo estaba allí para servir de aliento y distracción a Ulf, también tendría su papel en aquella situación.
Cuando entró, la mujer se estaba trenzando de nuevo el cabello, su ropa ya estaba seca, excepto la capa, así que se dejaba entrever que era una vikinga muy bien hecha. Sus caderas redondeadas a la par que torneadas, sus pechos turgentes y desafiantes, un vientre acostumbrado al ejercicio físico… no podía ser más deseable. La bruja se tragó la bilis de la envidia. Toda su vida había deseado ser como ella, bonita, segura de si misma… normal. Pero no lo era y ya iba siendo hora de aceptarlo. Se plantó en mitad de la habitación y la agarró del codo.
— ¿Quieres salvar a Ulf? dime…¿te importa que viva? porque va a morir. No es una suposición, lo vi en mis visiones y hay que impedirlo.— Sigrid frunció el ceño.
— Claro que me importa, es mi… amigo. ¿Pero por qué habría de creerte? eres una hechicera extranjera… tus palabras podrían ser veneno.— La bruja frunció los labios. Era entendible que no se fiara de ella. Necesitaba salir a la cocina un instante pero sabía que estaba el guardián de Sigrid, así que la mujer, ni corta ni perezosa, salió al pasillo actuando magistralmente, quejándose de que no había orinal en el cuarto y cuando el hombre fue a comprobarlo le arreó con una pata de una silla tumbandolo en el suelo. Lana aprovechó para ir a la cocina y regresó con el cuchillo carnicero que puso en la mano de la pelirroja.
— Si miento…mátame. No me resistiré.— Cogió la mano de la mujer que empuñaba el cuchillo y la puso sobre su garganta, mirándola fijamente a los ojos.— El rey tiene cinco oráculos, predecirán la ruta que seguirán los hombres hacia las tierras de Thyra y los emboscarán. Voy a matarlas a todas. Pero necesito entrar en su templo y robar sus ropas para el hechizo, necesito tu ayuda, yo no entiendo el idioma. Tan sólo llévame hasta el templo. Y si al final del día no han regresado… mátame.
Sigrid sacudió la mano y quitó el cuchillo de la garganta de la bruja mirándola con el ceño fruncido.
— Estás perturbada, y das mal fario. Pero si tienes razón en lo que dices…hay que acabar con ellas. Vamos, sé dónde está el templo, pero está muy protegido.
— Por eso vamos a hacernos pasar por esclavas.
Las dos mujeres abandonaron el drakkar rápidamente y se alejaron en busca del santo lugar donde las doncellas predecían el futuro. Lana no estaba muy segura de que sacrificar a unas niñas para salvar a los vikingos fuera lo más justo del mundo, sería mucho más factible matar al rey, pero por lo pronto, eran ellas las que estaban avanzándose a sus movimientos y poniendo en peligro la vida del destacamento y por su culpa casi la mata el doctor en aquel hospital. La bruja le indicó a Sigrid que fueran a buscar el lugar donde las esclavas del Templo tenían la ropa tendida. Encontraron los ropajes de las sirvientas tendidos al sol y allí mismo se cambiaron, robando las ropas. Necesitaban acceder al Templo y llevarse objetos personales de las oráculo, lo ideal sería cabello, pero iba a ser imposible así que se tendría que conformar con sus vestidos. Los necesitaba para coser los muñecos vudú con las telas.
Gracias a Sigrid pudieron acceder a las cocinas y de allí se deslizaron por los corredores, vestidas como dos sirvientas más. Una mujer gruesa y de anchas espaldas las detuvo en un pasillo y le dijo algo a la rubia, que miró a Sigrid con espanto, porque no entendió nada. La pelirroja charló en su idioma con la mujer, y tras esto se marcharon por otro pasillo. Al parecer las había enviado a buscar algo que había que llevar al gran salón, pero tras doblar el pasillo y desaparecer de la vista de la gobernanta, recuperaron el rumbo a las alcobas de las oráculos. Entraron en todas ellas y llenaron un cesto de ropa que parecía que se iba a lavar, aunque su destino era muy distinto.
Sortearon al resto de sirvientes, tratando de no cruzarse a la mujer gruesa y cuando salieron del templo, la bruja suspiró con alivio. Regresaron al drakkar, comprobando que el sol ya estaba alto. A esas horas Ulf y el burócrata ya estarían hablando con el rey, y no tardarían mucho en emprender el camino hacia las tierras de los Cannif. Tenía que apresurarse.
Giuliana se dirigió a su camarote e iba a cerrar la puerta pero Sigrid se interpuso.
— Te ayudaré.— La vikinga no se fiaba de ella, estaba claro. La bruja suspiró.
— De acuerdo pero… veas lo que veas… no me interrumpas, no me toques, entraré en trance y… da igual, tan sólo mantente al margen.— La pelirroja asintió y se cruzó de brazos dejando a la vista que llevaba un cinturón con vaina y el cuchillo en él.
Lana sacó uno de los vestidos y rasgó la tela, la rellenó con paja de los animales que tenían en la bodega, formando una figura humanoide. Pintó los rasgos de la cara con tinta: ojos, nariz, orejas y boca. Pintó el corazón y el ombligo, cosió el muñeco con burdo cordel y lo dejó sobre la mesa. Procedió de igual manera con los otros cuatro vestidos, fabricando así los muñecos que encarnarían a las oráculos en el ritual de daño. Encendió el círculo de velas y escribió en el suelo y paredes los veves de invocación. Se deshizo de su capa y se soltó el cabello, quedandose sólo con la túnica desgastada de sirvienta.
Trajo de la bodega un gallo negro y le cortó el cuello. Recogió la sangre en un cuenco mientras recitaba las palabras del rito haitiano del vudú. Hundió sus dedos en la sangre y se los pasó por la cara pintándose las cuencas de los ojos, la boca y el cuello, las clavículas y los brazos. La sangre la convertía en una réplica de la Bendita Muerte, otorgándole un aspecto similar al de Legba. Respiró pesadamente unos segundos, después de aquello ya no sería la misma, iba a matar a cinco muchachas inocentes cuyo unico pecado era tener visiones. ¿Estaba dispuesta a pagar el precio de aquella ventaja? la respuesta estaba clara. Recordó al guerrero de los ojos del color de su pantano. Por él. Por todos.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: La Tempestad. (+18)
Cascos de caballos por las extensas tierras norteñas, ojos que miran con desagrado a un pueblo oprimido a diezmos con niños descalzos.
Rebaños maltrechos, la podredumbre en sus gentes, tierra fértil maldita por los indecentes.
Como si fuéramos héroes nos ven atravesar los bastos prados, quizás porque conocen que no solos fieles al rey, que por le contrario, lo odiamos.
Miradas de niñas de ojos azules y cabellos claros, esas que pronto serán doncellas y cuyo primer encuentro se lo regalaran al rey pues así manda la ley.
Odio, por mis venas corre el odio de lo que Noruega pudo ser y no es. Hombres ancianos que trabajan la tierra de sol a sol apenas para poder subsistir, mientras los jóvenes pronto son entrenados en el arte de matar para colmar las tropas del cobarde que en el trono espera ver su vida llena de riquezas.
Así el castillo de piedra gris y oscuridad se abre paso frente a nuestros ojos, suenan los cuernos de mi hermanos, anunciando la visita de un general.
Alzo la mano, saludo a las almenas, las puertas se abren mientras solicito audiencia en nombre de la hermana del rey, mi señora.
Atravesamos el rastrillo con tranquilidad cabeza alta, orgullo en nuestras miradas, desconfianza y seguridad en que esta hazaña sera recordada.
Patio de armas donde los jóvenes se entrenan, visión efímera de niños demasiado jóvenes alzando un hacha, todos hemos pasado por el mismo lugar tierra bañada de sangre, de lagrimas y de honor.
Uno de lo del consejo me fuerza a separarme del grupo, el rey me concede audiencia, en solitario, como era de esperar, no quiere testigos para lo que debe de pasar.
Sonrisa de medio lado, gesto a mis compañeros para que abandonen el castillo, diga lo que diga, mi destino esta sometido a juicio. Sigo a la sibilina serpiente hasta la sala del trono.
Allí el rey bastardo, me mira con desprecio, mas finge la alegría del falso. Su primera pregunta, su hermana, su obsesión.
-Mi señora, Thira se encuentra como bien sabe en Paris, con la felicidad de una madre que pronto verá a su hijo contraer primeras nupcias.
Mas, admito que cierta inquietud la ha acompañado estos días, pues un cuervo nos informo, de que sus tierras, esas bastas y fértiles como el sol, han sido saqueadas, posiblemente por algunos desalmados que cargados de codicia desean usurpar a la corona todo cuanto no merecen.
Sonrisa ladina en su rostro, irónica en el mio, duelo de dos bestias, palabras esculpidas a fuego.
El rey se alza, al menos eso he conseguido con mi empeño.
Me rodea con delicadeza, como si le molestara mi presencia, mas pretendiera mostrar el alago y el desconcierto.
Asiente fingiendo meditar mis palabras, como si el nada tuviera que ver con ese ejercito que ha tomado lo ajeno como el usurpador que es.
-Pondré remedio -dice tajante mientras su mano se extiende para ser besada e indicándome con la otra que clave mi rodilla en el suelo.
Ojos cargados de fuego que lo desafían, nunca me arrodillare frente a un hombre que destruye el norte y a los norteños.
-Bien, los tapujos han terminado, si no liberáis las tierras “mi rey” -escupí esas palabras con el desprecio digno del mejor de soldado. -Ni Loqui podrá ayudaros en esta gesta, pues yo mismo me encargaré de que la espada brille con su filo plateado tornando a la luna sangre y esta fertilizara los campos.
Paso en falso que esperaba, sentenciado desde antaño, tres hombres salen a mi paso, alta traición mi ofensa.
Música para mis oídos aquellas palabras que juzgan mi condición, pues jamas he sido traidor a lo que he considerado el único y legitimo rey del norte, Höor.
Mi espada blandida frente a los hombres, temerosos del renombre de mis hazañas pasos en falso para atacarme sin el ahincó necesario.
No me cuesta demasiado librarme del choque de aceros, de la chispa de estos y de la sangre que pronto derraman los jóvenes frente al enmoquetado suelo.
Como despedida una sonrisa de medio lado que le promete a mi señor el rey ,la muerte a mi paso.
Dispuesto a abandonar el lugar seis hombres me cortan el paso, empuño la espada cuando siento un puñal hundirse en mi espalda, reconozco la sensación del veneno que la hoja contiene.
Cabeza embotada, pronto el mundo se torna oscuro y mi cuerpo cede para quedar inconsciente.
Abro los ojos en el patio de armas, mis brazos encadenados a los postes de madero que bien conozco.
El látigo busca mi carne como un lobo hambriento, así empieza la tortura para que las suplicas manen de unos labios que no hablaran.
Afianzo los pies con dificultad, sonrisa ladina que dedico al falso rey, tendrá que arrancarme mucho mas que la vida si pretende que el norte no sea libre.
Rebaños maltrechos, la podredumbre en sus gentes, tierra fértil maldita por los indecentes.
Como si fuéramos héroes nos ven atravesar los bastos prados, quizás porque conocen que no solos fieles al rey, que por le contrario, lo odiamos.
Miradas de niñas de ojos azules y cabellos claros, esas que pronto serán doncellas y cuyo primer encuentro se lo regalaran al rey pues así manda la ley.
Odio, por mis venas corre el odio de lo que Noruega pudo ser y no es. Hombres ancianos que trabajan la tierra de sol a sol apenas para poder subsistir, mientras los jóvenes pronto son entrenados en el arte de matar para colmar las tropas del cobarde que en el trono espera ver su vida llena de riquezas.
Así el castillo de piedra gris y oscuridad se abre paso frente a nuestros ojos, suenan los cuernos de mi hermanos, anunciando la visita de un general.
Alzo la mano, saludo a las almenas, las puertas se abren mientras solicito audiencia en nombre de la hermana del rey, mi señora.
Atravesamos el rastrillo con tranquilidad cabeza alta, orgullo en nuestras miradas, desconfianza y seguridad en que esta hazaña sera recordada.
Patio de armas donde los jóvenes se entrenan, visión efímera de niños demasiado jóvenes alzando un hacha, todos hemos pasado por el mismo lugar tierra bañada de sangre, de lagrimas y de honor.
Uno de lo del consejo me fuerza a separarme del grupo, el rey me concede audiencia, en solitario, como era de esperar, no quiere testigos para lo que debe de pasar.
Sonrisa de medio lado, gesto a mis compañeros para que abandonen el castillo, diga lo que diga, mi destino esta sometido a juicio. Sigo a la sibilina serpiente hasta la sala del trono.
Allí el rey bastardo, me mira con desprecio, mas finge la alegría del falso. Su primera pregunta, su hermana, su obsesión.
-Mi señora, Thira se encuentra como bien sabe en Paris, con la felicidad de una madre que pronto verá a su hijo contraer primeras nupcias.
Mas, admito que cierta inquietud la ha acompañado estos días, pues un cuervo nos informo, de que sus tierras, esas bastas y fértiles como el sol, han sido saqueadas, posiblemente por algunos desalmados que cargados de codicia desean usurpar a la corona todo cuanto no merecen.
Sonrisa ladina en su rostro, irónica en el mio, duelo de dos bestias, palabras esculpidas a fuego.
El rey se alza, al menos eso he conseguido con mi empeño.
Me rodea con delicadeza, como si le molestara mi presencia, mas pretendiera mostrar el alago y el desconcierto.
Asiente fingiendo meditar mis palabras, como si el nada tuviera que ver con ese ejercito que ha tomado lo ajeno como el usurpador que es.
-Pondré remedio -dice tajante mientras su mano se extiende para ser besada e indicándome con la otra que clave mi rodilla en el suelo.
Ojos cargados de fuego que lo desafían, nunca me arrodillare frente a un hombre que destruye el norte y a los norteños.
-Bien, los tapujos han terminado, si no liberáis las tierras “mi rey” -escupí esas palabras con el desprecio digno del mejor de soldado. -Ni Loqui podrá ayudaros en esta gesta, pues yo mismo me encargaré de que la espada brille con su filo plateado tornando a la luna sangre y esta fertilizara los campos.
Paso en falso que esperaba, sentenciado desde antaño, tres hombres salen a mi paso, alta traición mi ofensa.
Música para mis oídos aquellas palabras que juzgan mi condición, pues jamas he sido traidor a lo que he considerado el único y legitimo rey del norte, Höor.
Mi espada blandida frente a los hombres, temerosos del renombre de mis hazañas pasos en falso para atacarme sin el ahincó necesario.
No me cuesta demasiado librarme del choque de aceros, de la chispa de estos y de la sangre que pronto derraman los jóvenes frente al enmoquetado suelo.
Como despedida una sonrisa de medio lado que le promete a mi señor el rey ,la muerte a mi paso.
Dispuesto a abandonar el lugar seis hombres me cortan el paso, empuño la espada cuando siento un puñal hundirse en mi espalda, reconozco la sensación del veneno que la hoja contiene.
Cabeza embotada, pronto el mundo se torna oscuro y mi cuerpo cede para quedar inconsciente.
Abro los ojos en el patio de armas, mis brazos encadenados a los postes de madero que bien conozco.
El látigo busca mi carne como un lobo hambriento, así empieza la tortura para que las suplicas manen de unos labios que no hablaran.
Afianzo los pies con dificultad, sonrisa ladina que dedico al falso rey, tendrá que arrancarme mucho mas que la vida si pretende que el norte no sea libre.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
AMBIENTACION
Papá Legba escucha mi petición…
Papá Ogún acepta mi ofrenda…
Mamá Brigitte no dejes que las tinieblas me lleven...
La bruja comenzó a salmodiar sus conjuros de invocación. Bebió hidromiel mezclada a partes iguales con absenta, potenciado con veneno de serpiente para favorecer el trance y de sus manos comenzaron a brotar algunos campos de energía que tumbaron algunos muebles involuntariamente, haciendo añicos algun vaso y sembrando cierto desconcierto en el rostro de Sigrid que no perdía detalle.
Se arrodilló en el suelo, en el centro de un círculo mágico con veves grabados en rojo. Sus ojos se velaron en un color azulado y blanquecino, convulsionando al entrar en tan potente trance. Estaba en presencia de tres de sus dioses, pidiendo a uno de ellos que le permitiese llevar el alma de las cinco oráculos a través de su encrucijada de caminos para ofrendárselas al señor de la guerra.
Expandió su mente para viajar a través de los caminos de la realidad hacia donde se encontraban las cinco jóvenes; tuvo que buscar, como un halcón que planeaba sobre el patio de armas, los objetivos de su conjuro. Allí estaban, vestidas de blanco riguroso y con los cabellos semi recogidos con diademas doradas, llevaban brazaletes de oro y piedras preciosas y las cinco estaban acompañando al rey como si de una corte se tratase. Cinco muchachas que no superarían los 20 o 22 años, unas más agraciadas que otras, pero todas ellas de digno porte. Su don de la profecía las hacía especiales, valiosas, y en manos de un canalla como aquel, una arma más.
La bruja vudú extendió el cuchillo y se hizo sendos cortes en las palmas de las manos abriendo su piel y dejando que el maná rojo brotase de su carne; las colocó sobre uno de los veves dejando la marca de su propia sangre en ellos y despues aprovechó para marcar los puntos cardinales de la energía: la frente, los labios, el corazón y el ombligo. A través de ella la energía correría y el daño sería canalizado e inflingido.
Por el ventanuco del drakkar se colaba la luz de afuera que arrojaba sombras extrañamente vivas en los rincones del camarote. Sigrid estaba inquieta, ese espectáculo le parecía grotesco y animal, tanta parafernalia sangrienta… iba a decir alguna cosa cuando la bruja empezó a tararear una melodía vudú, africana, importada por los esclavos a las tierras del nuevo mundo. Era una lengua extraña y la muchacha rubia seguía en su espeluznante trance, cubierta de sangre de gallo y la suya propia. Las luces bailaron y frente a una estupefacta Sigrid, en las tablas de la pared se proyectó vagamente la escena. Alguno de los dioses vudú quería que aquel ritual tuviese testigos de su poder, de su terrible existencia. La pelirroja podía distinguir perfectamente la cabeza coronada y las muchachas de blanco, algun casco y algun peto.
Giuliana invocó el poder de la Bendita Muerte, la señora oscura que no puede ser detenida por paredes, jaulas ni lazos. Arqueó la espalda cuando la sintió recorrer su cuerpo, uniendo su energía oscura a la de la bruja. Curvó las manos en forma de garras cuando la sacudió violentamente y la hizo rodar por el suelo. Lana se arrastró de nuevo al centro del círculo, respirando con cierta dificultad, le costaba mantener el trance. Notó su cuerpo arder desde dentro, como si estuviera rellena de brasas y éstas quisiesen incendiar el camarote expandiendo su calor hacia fuera. Comenzó a sudar y las perlas de sudor eran rojas por la sangre que cubría su piel, cual fiera herida y agazapada en el suelo. Lentamente se incorporó y cuando su mirada encontró la de Sigrid, a ésta se le encogieron las entrañas. Tan sólo los ojos de la bruja seguían blancos, el resto era una masa sanguinolenta con el cabello pegado a las sienes.
La bruja extendió la mano y agarró los muñecos colocándolos en fila sobre el suelo. Tomó entonces el cuchillo y se arrodilló de nuevo frente a ellos poseída por una energía que devoraba el aire a su alrededor. Paseó la punta por uno de ellos rasgando apenas la tela. Sigrid observó por el rabillo del ojo que la imágenes de la pared se movían, una de las muchachas de blanco vestido se llevaba las manos al vientre y éste comenzaba a mancharse de rojo.
En el patio de armas multitud de gente asistía al azotamiento del traidor, mas la bruja no sabía nada de eso, estaba centrada en sus víctimas. Lana hundió entonces el cuchillo y lo desplazó en el primer muñeco y la joven oráculo soltó un alarido sujetandose el abdomen con las manos. Las demás fueron corriendo a ver qué le sucedía cuando de pronto todo el paquete intestinal de la muchacha cayó al suelo manchando las piedras de sangre y bilis. El horror se reflejaba en su descompuesto rostro antes de caer desplomada frente al rey.
Cundió el pánico y se escucharon varios gritos a los que se unieron varios más cuando a dos de las jóvenes empezaron a sangrarles los ojos. La bruja acuchilló con saña todos los vudús en los ojos para evitar que vieran nada y que pudieran salir corriendo de allí. Cinco oráculos ciegas, gateando por el suelo y palpándose las cuencas preguntándose qué estaba pasando. La bruja se mareó, borracha de sangre, sangre que le estaba ofrendando a la Bendita Muerte y a su dios de la sangre Ogún. Se tambaleó un instante pero recuperó la estabilidad y hundió de nuevo el cuchillo en el abdomen de uno de los muñecos. La tercera recibió varias cuchilladas en el pecho formando la palabra “Vas”, en la piel del pecho de la cuarta escribió “a” y en la quinta formó la palabra “morir”. Era un mensaje para el rey, alto y claro. El cobarde rey del norte salió de allí corriendo. Giuliana podía escuchar los quejidos y gritos de las oráculos, oler y casi saborear su sangre, sentir sus latidos apagándose como si fueran los propios.
El horror que acababa de provocar había dejado estupefactos a los espectadores que jaleaban el sonido del látigo, todo era confusión, gente corriendo y soldados que gritaban “proteged al rey!!!”. La brujaba estaba empezando a agotarse, la energía dañina de la muerte estaba canalizada a través de su cuerpo. Acuchilló a una en mitad del pecho, la chica vomitó una bocanada de sangre y cayó hacia delante muerta. A otra la atravesó en la parte trasera de la cabeza del muñeco. La sangre brotó por los oídos y también se desplomó. Quedaban dos. Una se arrastró hacia el cadalso donde Ulf estaba atado, ciega, con los ojos sangrando pero poco le duró, hundió el cuchillo en el corazón de su vudú y la túnica de la chica se cubrió de sangre en esa zona mientras rodaba hasta el charco de barro que había justo debajo.
Lana no podía más, y se le cayó el cuchillo al suelo, estaba a punto de desvanecerse. Sigrid había presenciado toda la escena horrorizada, intuyendola en las imágenes proyectadas por la luz sobre la pared. ¡Quedaba una! y la bruja no podía ni levantar la mano. La pelirroja recogió el arma y se la puso en la palma abierta cerrando sus dedos sobre los de ella y sin mediar palabra acuchilló al muñeco que quedaba en corazón.
Los Loas estallaron en vítores. El ritual estaba completado, las almas de esas cinco mujeres ahora pertenecían a Ogún y la bruja había sido capaz de aguantar la ceremonia vudú. Y de carambola acababan de ganar una creyente, porque Sigrid había sido testigo de aquella magia y del poder de los Loas, participando incluso en la finalización del encantamiento.
Las velas se apagaron de súbito, dejando el camarote en penumbra, y Lana se desplomó en el suelo respirando superficialmente. Estaba hecho. Las oráculo ya no existían. El calor abrasador que la corroía por dentro desapareció con la convulsión que le produjo el espíritu de la muerte al salir de ella, y dio paso al inmenso frío. Sus ojos retornaron al verde habitual. Desde la perspectiva invertida, pues su cabeza estaba en el suelo apoyada, incapaz de moverse, vio a Sigrid soltar el cuchillo y pasarse las manos por la cara, asimilando lo que acababa de ver.
Papá Legba escucha mi petición…
Papá Ogún acepta mi ofrenda…
Mamá Brigitte no dejes que las tinieblas me lleven...
La bruja comenzó a salmodiar sus conjuros de invocación. Bebió hidromiel mezclada a partes iguales con absenta, potenciado con veneno de serpiente para favorecer el trance y de sus manos comenzaron a brotar algunos campos de energía que tumbaron algunos muebles involuntariamente, haciendo añicos algun vaso y sembrando cierto desconcierto en el rostro de Sigrid que no perdía detalle.
Se arrodilló en el suelo, en el centro de un círculo mágico con veves grabados en rojo. Sus ojos se velaron en un color azulado y blanquecino, convulsionando al entrar en tan potente trance. Estaba en presencia de tres de sus dioses, pidiendo a uno de ellos que le permitiese llevar el alma de las cinco oráculos a través de su encrucijada de caminos para ofrendárselas al señor de la guerra.
Expandió su mente para viajar a través de los caminos de la realidad hacia donde se encontraban las cinco jóvenes; tuvo que buscar, como un halcón que planeaba sobre el patio de armas, los objetivos de su conjuro. Allí estaban, vestidas de blanco riguroso y con los cabellos semi recogidos con diademas doradas, llevaban brazaletes de oro y piedras preciosas y las cinco estaban acompañando al rey como si de una corte se tratase. Cinco muchachas que no superarían los 20 o 22 años, unas más agraciadas que otras, pero todas ellas de digno porte. Su don de la profecía las hacía especiales, valiosas, y en manos de un canalla como aquel, una arma más.
La bruja vudú extendió el cuchillo y se hizo sendos cortes en las palmas de las manos abriendo su piel y dejando que el maná rojo brotase de su carne; las colocó sobre uno de los veves dejando la marca de su propia sangre en ellos y despues aprovechó para marcar los puntos cardinales de la energía: la frente, los labios, el corazón y el ombligo. A través de ella la energía correría y el daño sería canalizado e inflingido.
Por el ventanuco del drakkar se colaba la luz de afuera que arrojaba sombras extrañamente vivas en los rincones del camarote. Sigrid estaba inquieta, ese espectáculo le parecía grotesco y animal, tanta parafernalia sangrienta… iba a decir alguna cosa cuando la bruja empezó a tararear una melodía vudú, africana, importada por los esclavos a las tierras del nuevo mundo. Era una lengua extraña y la muchacha rubia seguía en su espeluznante trance, cubierta de sangre de gallo y la suya propia. Las luces bailaron y frente a una estupefacta Sigrid, en las tablas de la pared se proyectó vagamente la escena. Alguno de los dioses vudú quería que aquel ritual tuviese testigos de su poder, de su terrible existencia. La pelirroja podía distinguir perfectamente la cabeza coronada y las muchachas de blanco, algun casco y algun peto.
Giuliana invocó el poder de la Bendita Muerte, la señora oscura que no puede ser detenida por paredes, jaulas ni lazos. Arqueó la espalda cuando la sintió recorrer su cuerpo, uniendo su energía oscura a la de la bruja. Curvó las manos en forma de garras cuando la sacudió violentamente y la hizo rodar por el suelo. Lana se arrastró de nuevo al centro del círculo, respirando con cierta dificultad, le costaba mantener el trance. Notó su cuerpo arder desde dentro, como si estuviera rellena de brasas y éstas quisiesen incendiar el camarote expandiendo su calor hacia fuera. Comenzó a sudar y las perlas de sudor eran rojas por la sangre que cubría su piel, cual fiera herida y agazapada en el suelo. Lentamente se incorporó y cuando su mirada encontró la de Sigrid, a ésta se le encogieron las entrañas. Tan sólo los ojos de la bruja seguían blancos, el resto era una masa sanguinolenta con el cabello pegado a las sienes.
La bruja extendió la mano y agarró los muñecos colocándolos en fila sobre el suelo. Tomó entonces el cuchillo y se arrodilló de nuevo frente a ellos poseída por una energía que devoraba el aire a su alrededor. Paseó la punta por uno de ellos rasgando apenas la tela. Sigrid observó por el rabillo del ojo que la imágenes de la pared se movían, una de las muchachas de blanco vestido se llevaba las manos al vientre y éste comenzaba a mancharse de rojo.
En el patio de armas multitud de gente asistía al azotamiento del traidor, mas la bruja no sabía nada de eso, estaba centrada en sus víctimas. Lana hundió entonces el cuchillo y lo desplazó en el primer muñeco y la joven oráculo soltó un alarido sujetandose el abdomen con las manos. Las demás fueron corriendo a ver qué le sucedía cuando de pronto todo el paquete intestinal de la muchacha cayó al suelo manchando las piedras de sangre y bilis. El horror se reflejaba en su descompuesto rostro antes de caer desplomada frente al rey.
Cundió el pánico y se escucharon varios gritos a los que se unieron varios más cuando a dos de las jóvenes empezaron a sangrarles los ojos. La bruja acuchilló con saña todos los vudús en los ojos para evitar que vieran nada y que pudieran salir corriendo de allí. Cinco oráculos ciegas, gateando por el suelo y palpándose las cuencas preguntándose qué estaba pasando. La bruja se mareó, borracha de sangre, sangre que le estaba ofrendando a la Bendita Muerte y a su dios de la sangre Ogún. Se tambaleó un instante pero recuperó la estabilidad y hundió de nuevo el cuchillo en el abdomen de uno de los muñecos. La tercera recibió varias cuchilladas en el pecho formando la palabra “Vas”, en la piel del pecho de la cuarta escribió “a” y en la quinta formó la palabra “morir”. Era un mensaje para el rey, alto y claro. El cobarde rey del norte salió de allí corriendo. Giuliana podía escuchar los quejidos y gritos de las oráculos, oler y casi saborear su sangre, sentir sus latidos apagándose como si fueran los propios.
El horror que acababa de provocar había dejado estupefactos a los espectadores que jaleaban el sonido del látigo, todo era confusión, gente corriendo y soldados que gritaban “proteged al rey!!!”. La brujaba estaba empezando a agotarse, la energía dañina de la muerte estaba canalizada a través de su cuerpo. Acuchilló a una en mitad del pecho, la chica vomitó una bocanada de sangre y cayó hacia delante muerta. A otra la atravesó en la parte trasera de la cabeza del muñeco. La sangre brotó por los oídos y también se desplomó. Quedaban dos. Una se arrastró hacia el cadalso donde Ulf estaba atado, ciega, con los ojos sangrando pero poco le duró, hundió el cuchillo en el corazón de su vudú y la túnica de la chica se cubrió de sangre en esa zona mientras rodaba hasta el charco de barro que había justo debajo.
Lana no podía más, y se le cayó el cuchillo al suelo, estaba a punto de desvanecerse. Sigrid había presenciado toda la escena horrorizada, intuyendola en las imágenes proyectadas por la luz sobre la pared. ¡Quedaba una! y la bruja no podía ni levantar la mano. La pelirroja recogió el arma y se la puso en la palma abierta cerrando sus dedos sobre los de ella y sin mediar palabra acuchilló al muñeco que quedaba en corazón.
Los Loas estallaron en vítores. El ritual estaba completado, las almas de esas cinco mujeres ahora pertenecían a Ogún y la bruja había sido capaz de aguantar la ceremonia vudú. Y de carambola acababan de ganar una creyente, porque Sigrid había sido testigo de aquella magia y del poder de los Loas, participando incluso en la finalización del encantamiento.
Las velas se apagaron de súbito, dejando el camarote en penumbra, y Lana se desplomó en el suelo respirando superficialmente. Estaba hecho. Las oráculo ya no existían. El calor abrasador que la corroía por dentro desapareció con la convulsión que le produjo el espíritu de la muerte al salir de ella, y dio paso al inmenso frío. Sus ojos retornaron al verde habitual. Desde la perspectiva invertida, pues su cabeza estaba en el suelo apoyada, incapaz de moverse, vio a Sigrid soltar el cuchillo y pasarse las manos por la cara, asimilando lo que acababa de ver.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
Chasquido del látigo en mi piel una y otra vez, jirones de carne, sangre caliente brotando a borbotones, apretar de dientes, quejidos mudos mientras mi mirada seguía fija en el falso rey del norte, no le daría el placer de doblegarme hasta que la valkiria bajara a llevarme.
El valhalla se abría, los cuervos graznaban, sonreí débilmente mientras mi cuerpo se tambaleaba.
Una de sus sibilinas serpientes frente a mi, exigiendo que me arrodillara, que aquello conmovería al rey y quizás con suerte perdonaría la vida del traidor que tenia enfrente.
Escupí sangre en su cara, mirada desafiante, hoy cenaría en el valhalla.
Agotado mis manos flojearon, mis piernas con ellas apenas sustentaban el cuerpo de un guerrero al que la cabeza empezaba a pesarle demasiado. Ya apenas dolían los latigazos, había llegado a ese punto en el que el cuerpo no siente, ni padece.
Como una visión sádica de una gesta que se ceba con las mujeres y los niños, una de las doncellas, de las jóvenes vírgenes oráculos, se llevo las manos al vientre con un alarido de dolor, todas la rodearon sin entender. Tripas por el suelo frente a los pies del rey.
El látigo cesó, el silencio reinó un instante en aquel patio de armas, mis ojos buscaron al imagen de esas cinco muchachas que pronto arderían en el infierno sin un dios.
Tripas que cayeron esparramadas frente un rey que aterrorizado miraba de cerca la grotesca escena.
Los ojos del resto empezaron a sangrar, arrodilladas buscaban clemencia en le mas allá.
Gritos, gente despavorida corría buscando auxilio pensando que el Ragnarök había llegado y con el los gigantes de fuego guiados por Surt.
Un cuchillo desfilo por mis ataduras, era uno de los nuestros que aprovechando el desconcierto liberaba al traidor de su cena en el infierno.
Poco me importaba en ese momento si Loqui guiaba a los jotuns, pues tenia que salir de allí fuera como fuera.
El rey abandonaba el patio, rodeado por la guardia. Era tan tentador alcanzarlo en ese momento y dejar que lo atravesara el acero.
Las oráculos suplicaban clemencia, una alcanzo mi posición mas pronto su túnica blanca como su misma pureza fue profanada por la sangre mas incierta. Le di cobijo un instante entre mis brazos, solo era eso, una niña asustada que no había tenido opción de elegir bando.
Acaricié su pelo un instante, cantándole aquella canción del norte, esa que asegura que todos morimos como hermanos pues somos vikngos y que nuestra estirpe nos espera para juzgar nuestro camino.
Un soldado salio a mi paso lanza en mano, me abalance sobre el, agarrando su cuello, hasta que sus pulmones se deshicieron de toda brizna de aire y su muerte acompaño a la de la muchacha para regalarme esa laza de acero.
-Ragnar -grité desafiante, alzándola entre mis manos para llamar al rey que ya había puesto una amplia distancia de por medio.
Lancé aquel arma con fuerza, con furia ,con rabia, con desprecio solo logrando herir su hombro, sangre insuficiente derramada por un cerdo.
Ojos que se cruzaron un instante, desafiándonos, esto solo seria le principio de una guerra que se libraría en el norte.
Así, me perdí entre la confusión conocía un pasadizo que me sacaría de allí con premura y que ante el caos de los dioses, dudaba estuviera excesivamente vigilado.
Antes del anochecer alcancé de nuevo el barco, apenas mi cuerpo se mantenía sobre el caballo perlado, malherido, pero en pie, con orgullo y con vida. Desmonté frente al drakkar siendo vitoreado por los hombres que se preparaban para la gesta manchando de sangre sus caras.
Sonreí de medio lado, lanzando mi mano a la espalda, para del mismo modo untar mis dedos en mi propia sangre y con ellos manchar mi rostro con los signos de la batalla, esa noche era nuestra y no me la perdería por nada.
Me desplomé cuando las fuerzas me faltaron, sustentado por dos de mis hombres me llevaron a mi camarote, tenia tiempo de reponer algo de fuerzas, una buena cena y empuñaría el arma sin clemencia.
El valhalla se abría, los cuervos graznaban, sonreí débilmente mientras mi cuerpo se tambaleaba.
Una de sus sibilinas serpientes frente a mi, exigiendo que me arrodillara, que aquello conmovería al rey y quizás con suerte perdonaría la vida del traidor que tenia enfrente.
Escupí sangre en su cara, mirada desafiante, hoy cenaría en el valhalla.
Agotado mis manos flojearon, mis piernas con ellas apenas sustentaban el cuerpo de un guerrero al que la cabeza empezaba a pesarle demasiado. Ya apenas dolían los latigazos, había llegado a ese punto en el que el cuerpo no siente, ni padece.
Como una visión sádica de una gesta que se ceba con las mujeres y los niños, una de las doncellas, de las jóvenes vírgenes oráculos, se llevo las manos al vientre con un alarido de dolor, todas la rodearon sin entender. Tripas por el suelo frente a los pies del rey.
El látigo cesó, el silencio reinó un instante en aquel patio de armas, mis ojos buscaron al imagen de esas cinco muchachas que pronto arderían en el infierno sin un dios.
Tripas que cayeron esparramadas frente un rey que aterrorizado miraba de cerca la grotesca escena.
Los ojos del resto empezaron a sangrar, arrodilladas buscaban clemencia en le mas allá.
Gritos, gente despavorida corría buscando auxilio pensando que el Ragnarök había llegado y con el los gigantes de fuego guiados por Surt.
Un cuchillo desfilo por mis ataduras, era uno de los nuestros que aprovechando el desconcierto liberaba al traidor de su cena en el infierno.
Poco me importaba en ese momento si Loqui guiaba a los jotuns, pues tenia que salir de allí fuera como fuera.
El rey abandonaba el patio, rodeado por la guardia. Era tan tentador alcanzarlo en ese momento y dejar que lo atravesara el acero.
Las oráculos suplicaban clemencia, una alcanzo mi posición mas pronto su túnica blanca como su misma pureza fue profanada por la sangre mas incierta. Le di cobijo un instante entre mis brazos, solo era eso, una niña asustada que no había tenido opción de elegir bando.
Acaricié su pelo un instante, cantándole aquella canción del norte, esa que asegura que todos morimos como hermanos pues somos vikngos y que nuestra estirpe nos espera para juzgar nuestro camino.
Un soldado salio a mi paso lanza en mano, me abalance sobre el, agarrando su cuello, hasta que sus pulmones se deshicieron de toda brizna de aire y su muerte acompaño a la de la muchacha para regalarme esa laza de acero.
-Ragnar -grité desafiante, alzándola entre mis manos para llamar al rey que ya había puesto una amplia distancia de por medio.
Lancé aquel arma con fuerza, con furia ,con rabia, con desprecio solo logrando herir su hombro, sangre insuficiente derramada por un cerdo.
Ojos que se cruzaron un instante, desafiándonos, esto solo seria le principio de una guerra que se libraría en el norte.
Así, me perdí entre la confusión conocía un pasadizo que me sacaría de allí con premura y que ante el caos de los dioses, dudaba estuviera excesivamente vigilado.
Antes del anochecer alcancé de nuevo el barco, apenas mi cuerpo se mantenía sobre el caballo perlado, malherido, pero en pie, con orgullo y con vida. Desmonté frente al drakkar siendo vitoreado por los hombres que se preparaban para la gesta manchando de sangre sus caras.
Sonreí de medio lado, lanzando mi mano a la espalda, para del mismo modo untar mis dedos en mi propia sangre y con ellos manchar mi rostro con los signos de la batalla, esa noche era nuestra y no me la perdería por nada.
Me desplomé cuando las fuerzas me faltaron, sustentado por dos de mis hombres me llevaron a mi camarote, tenia tiempo de reponer algo de fuerzas, una buena cena y empuñaría el arma sin clemencia.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
La bruja perdió la consciencia por unos minutos, los mismos que Sigrid utilizó para sacar el cuchillo de allí y llamar a su guardián. Tenía que comprobar si todo aquello que había visto en realidad había sucedido. Cerró desde fuera el camarote de la hechicera y pasó un hacha entre las aldabas de metal, esa bruja no saldría de allí hasta que tuviera claro qué hacer.
Todo apuntaba a que la rubia los estaba ayudando, pero nadie sabía lo que ella había presenciado, el espectáculo macabro, la exhibicion de poder de sus dioses o lo que fueran, cómo la poseyó una energía oscura que la ayudó a destripar a aquellas muchachas. No, ella no podía decidir sobre qué hacer con esa bruja, esperaría a que los hombres regresaran.
Lana abrió los ojos, todavía en el suelo, a oscuras. Notaba la sangre reseca tirarle de los párpados y las comisuras. Estaba agotada, como si se hubiera caido al mar embravecido y hubiera peleado por mantenerse a flote durante horas. Se incorporó y apoyó la espalda en la pared, le dolían las palmas de las manos donde se había autoinflingido los cortes. Notaba el pelo pegado a las sienes y apestaba a sangre. Buscó a tienta un paño para limpiarse un poco la cara y lo encontró entre los muebles que había movido con la energía. Se fue pasando el trapo despacio, quitando lo que podía, porque estaba reseca y pegada a la piel.
De pronto una visión la alcanzó. Ulf siendo fustigado sin piedad por el látigo, sus piernas flaqueando y después... caía al suelo y se escuchaba de fondo la canción entonada con voz grave. ¿Qué quería decir esa visión? estaba muerto??? ella había cumplido con su parte pero aún así sus dioses habían decidido llevarselo?? No era justo!!!! Aunque ella sabía que las visiones no siempre se cumplían, esperaba en su fuero interno que él regresase, como le había dicho al coger el barco. Y ya era una realidad: Ulf no iba a regresar.
Se dejó caer en un rincón del destartalado camarote, se abrazó las rodillas y lloró sin freno ninguno, sentía que se le estaba desgarrando el alma. Dejó salir toda la pena y el dolor que le había provocado esa visión. ¿Y ahora qué? estaba en Noruega, sola, sin razón alguna para estar allí porque la razón acababa de cruzar las brumas hacia el Valhalla. Todos sus intentos habían sido vanos. No encontraba las fuerzas para levantarse, sólo quería que se la tragase la tierra, dejar de respirar y no sentir más dolor jamás. Acababa de matar a cinco chicas inocentes y ¿para qué? no había conseguido salvarlo.
Regresaron los hombres y metieron a Ulf en el camarote. Sigrid corrió a su encuentro.
— Hay que lavarte esas heridas...tumbate, déjame a mi.— La pelirroja tenía todavía el rostro descompuesto.— Ulf... es un monstruo. Lo vi todo y fue... macabro. Esa bruja mató a los oráculos en un ritual que...— se estremeció.— la he encerrado, no podemos fiarnos de ella.
Todo apuntaba a que la rubia los estaba ayudando, pero nadie sabía lo que ella había presenciado, el espectáculo macabro, la exhibicion de poder de sus dioses o lo que fueran, cómo la poseyó una energía oscura que la ayudó a destripar a aquellas muchachas. No, ella no podía decidir sobre qué hacer con esa bruja, esperaría a que los hombres regresaran.
Lana abrió los ojos, todavía en el suelo, a oscuras. Notaba la sangre reseca tirarle de los párpados y las comisuras. Estaba agotada, como si se hubiera caido al mar embravecido y hubiera peleado por mantenerse a flote durante horas. Se incorporó y apoyó la espalda en la pared, le dolían las palmas de las manos donde se había autoinflingido los cortes. Notaba el pelo pegado a las sienes y apestaba a sangre. Buscó a tienta un paño para limpiarse un poco la cara y lo encontró entre los muebles que había movido con la energía. Se fue pasando el trapo despacio, quitando lo que podía, porque estaba reseca y pegada a la piel.
De pronto una visión la alcanzó. Ulf siendo fustigado sin piedad por el látigo, sus piernas flaqueando y después... caía al suelo y se escuchaba de fondo la canción entonada con voz grave. ¿Qué quería decir esa visión? estaba muerto??? ella había cumplido con su parte pero aún así sus dioses habían decidido llevarselo?? No era justo!!!! Aunque ella sabía que las visiones no siempre se cumplían, esperaba en su fuero interno que él regresase, como le había dicho al coger el barco. Y ya era una realidad: Ulf no iba a regresar.
Se dejó caer en un rincón del destartalado camarote, se abrazó las rodillas y lloró sin freno ninguno, sentía que se le estaba desgarrando el alma. Dejó salir toda la pena y el dolor que le había provocado esa visión. ¿Y ahora qué? estaba en Noruega, sola, sin razón alguna para estar allí porque la razón acababa de cruzar las brumas hacia el Valhalla. Todos sus intentos habían sido vanos. No encontraba las fuerzas para levantarse, sólo quería que se la tragase la tierra, dejar de respirar y no sentir más dolor jamás. Acababa de matar a cinco chicas inocentes y ¿para qué? no había conseguido salvarlo.
Regresaron los hombres y metieron a Ulf en el camarote. Sigrid corrió a su encuentro.
— Hay que lavarte esas heridas...tumbate, déjame a mi.— La pelirroja tenía todavía el rostro descompuesto.— Ulf... es un monstruo. Lo vi todo y fue... macabro. Esa bruja mató a los oráculos en un ritual que...— se estremeció.— la he encerrado, no podemos fiarnos de ella.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Luces y sombras de los ventanucos del drakkar mientras me llevaban semiinconsciente hasta el camastro.
Sigrid me esperaba allí, en pie, sus ojos mostraron la preocupación justa de una vikinga acostumbrada a ver a su hombre llegar sangrando pero en pie de una gesta.
Mas su rostro desencajado, mas bien pertenecía a otro hecho, el referente a la bruja que según ella había matado a los oráculos por medio de una magia negra tenebrosa.
Un peligro para todos los bandos, el infierno en nuestras manos.
Cerré los ojos un instante, me costaba procesar toda la información, pues yo mismo había visto lo que el poder de esos nuevos dioses podía hacer en los del norte.
Peligrosa magia sin duda, mas ¿acaso no era a eso a lo que había venido? Protegernos, sin duda en mi caso lo había hecho y sin las oráculos nuestra ventaja respecto al rey aumentaba de forma indescriptible.
¿El fin justifica los medios? No lo se, yo solo era un guerrero, quizás no, para un orador, pero mis manos también estaban manchadas de sangre, no de vírgenes, no de niñas, mas si de otros que eran padres, maridos...
Mis heridas fueron limpiadas con ahínco, un buen vendaje que impediría que me molestaran mas de la cuenta al blandir el acero y estaria mas que preparado para partir con mis hombres a liberar las tierras de mi señora, a devolver al menos a esa porción del norte la libertad que jamas debieron perder.
Mas antes, tenia una cosa por hacer. Mis pasos se dirigieron raudos a la habitación donde la bruja había sido enclaustrada, un soldado custodiaba su puerta para que nadie entrara o saliera de ella.
Sonreí de medio lado mirando a mi compañero de viaje en este entuerto mientras mi mano se posaba sobre s hombro.
-Ve, yo me encargaré -asegure antes de oírlo perderse por los estrechos pasillos.
Abrí la puerta buscando a mi pequeña bruja a través de ella, en un rincón, desolada, con el pelo cubriendo su rostro y ensangrentada como el resto de la habitación estaba ella.
Alzó ligeramente la cabeza para perderse en msi ojos, su rostro mostraba la mas pura sorpresa.
Sus labios se entreabrieron como si acabara de ver un espectro frente a ella y de un salto acorto las distancias lanzándose a mis brazos.
Sonreí hundiendo mi cabeza en su cuello, labios contra este, sabor férreo, mis manos surcaban esa minúscula cintura que ahora casi quedaba en vilo al pegarse de ese modo tan irracional a mi cuerpo.
-Si hubiera sabido que para lanzarte a mis brazos tenia que morir..-bromeé entre risas atrayendola mas contra mi -lo hubiera hecho mucho antes.
-Estoy bien pequeña, lo que paso en el patio de armas con las oráculos...- guarde silencio por un instante percatándome de la dantesca imagen que presentaba ese camarote, su vestido y su propio cuerpo.
En el suelo unas runas trazadas, sangre y muñecos destrozados que pronto intuí pertenecían por su numero y atuendo a las doncellas sacrificadas frente a mis propios en esa noche de luna roja.
Mis ojos buscaron los suyos, separandola para contemplarla fijamente, sujetando sus antebrazos con mis manos.
-Has condenado tu alma pequeña bruja y se que lo has hecho para ayudarme. Tambien se lo que implica llevar sobre tus espaldas la muerte de los ajenos, se lo que se siente la primera vez que la sangre baña tu acero, como se quiebra tu cuerpo y despedazas tu alma, como te invade la oscuridad y no quiero ni imaginar lo que se sentirá cuando la sangre que mancha tus manos es la de inocentes.
Deslice mis dedos por su pelo, apartando los resecos mechones de este para acariciar su bello rostro.
-Sin esas muertes no teníamos esperanza, espero que eso al menos aminoré la carga que ahora debes portar en tu alma, mas si eso no basta, sin esas muertes, yo no estaría aquí, frente a ti.
Relamí mis labios contemplando los ajenos, mi respiración se agitó, necesitaba …
Una voz al otro lado del pasillo me llamaba las tropas estaban preparadas. Yo las encabezaría, hacia la victoria o la derrota, mas fuera como fuera, esa noche haríamos historia.
-He de partir Giuliana -dije sin poder separar mis ojos de sus labios.
Mi nombre nuevamente pronunciado, alejé mi cuerpo del suyo sintiendo ese vació.
-nos vemos -susurré con una sonrisa de medio lado y un divertido guiño antes de perderme por le umbral de la puerta de su camarote, esa que ahora deje abierta.
-Y por los dioses, date un baño y adecenta esto -bromeé desde la distancia, dejando que mi risa fuera la despedida perfecta.
Sigrid me esperaba allí, en pie, sus ojos mostraron la preocupación justa de una vikinga acostumbrada a ver a su hombre llegar sangrando pero en pie de una gesta.
Mas su rostro desencajado, mas bien pertenecía a otro hecho, el referente a la bruja que según ella había matado a los oráculos por medio de una magia negra tenebrosa.
Un peligro para todos los bandos, el infierno en nuestras manos.
Cerré los ojos un instante, me costaba procesar toda la información, pues yo mismo había visto lo que el poder de esos nuevos dioses podía hacer en los del norte.
Peligrosa magia sin duda, mas ¿acaso no era a eso a lo que había venido? Protegernos, sin duda en mi caso lo había hecho y sin las oráculos nuestra ventaja respecto al rey aumentaba de forma indescriptible.
¿El fin justifica los medios? No lo se, yo solo era un guerrero, quizás no, para un orador, pero mis manos también estaban manchadas de sangre, no de vírgenes, no de niñas, mas si de otros que eran padres, maridos...
Mis heridas fueron limpiadas con ahínco, un buen vendaje que impediría que me molestaran mas de la cuenta al blandir el acero y estaria mas que preparado para partir con mis hombres a liberar las tierras de mi señora, a devolver al menos a esa porción del norte la libertad que jamas debieron perder.
Mas antes, tenia una cosa por hacer. Mis pasos se dirigieron raudos a la habitación donde la bruja había sido enclaustrada, un soldado custodiaba su puerta para que nadie entrara o saliera de ella.
Sonreí de medio lado mirando a mi compañero de viaje en este entuerto mientras mi mano se posaba sobre s hombro.
-Ve, yo me encargaré -asegure antes de oírlo perderse por los estrechos pasillos.
Abrí la puerta buscando a mi pequeña bruja a través de ella, en un rincón, desolada, con el pelo cubriendo su rostro y ensangrentada como el resto de la habitación estaba ella.
Alzó ligeramente la cabeza para perderse en msi ojos, su rostro mostraba la mas pura sorpresa.
Sus labios se entreabrieron como si acabara de ver un espectro frente a ella y de un salto acorto las distancias lanzándose a mis brazos.
Sonreí hundiendo mi cabeza en su cuello, labios contra este, sabor férreo, mis manos surcaban esa minúscula cintura que ahora casi quedaba en vilo al pegarse de ese modo tan irracional a mi cuerpo.
-Si hubiera sabido que para lanzarte a mis brazos tenia que morir..-bromeé entre risas atrayendola mas contra mi -lo hubiera hecho mucho antes.
-Estoy bien pequeña, lo que paso en el patio de armas con las oráculos...- guarde silencio por un instante percatándome de la dantesca imagen que presentaba ese camarote, su vestido y su propio cuerpo.
En el suelo unas runas trazadas, sangre y muñecos destrozados que pronto intuí pertenecían por su numero y atuendo a las doncellas sacrificadas frente a mis propios en esa noche de luna roja.
Mis ojos buscaron los suyos, separandola para contemplarla fijamente, sujetando sus antebrazos con mis manos.
-Has condenado tu alma pequeña bruja y se que lo has hecho para ayudarme. Tambien se lo que implica llevar sobre tus espaldas la muerte de los ajenos, se lo que se siente la primera vez que la sangre baña tu acero, como se quiebra tu cuerpo y despedazas tu alma, como te invade la oscuridad y no quiero ni imaginar lo que se sentirá cuando la sangre que mancha tus manos es la de inocentes.
Deslice mis dedos por su pelo, apartando los resecos mechones de este para acariciar su bello rostro.
-Sin esas muertes no teníamos esperanza, espero que eso al menos aminoré la carga que ahora debes portar en tu alma, mas si eso no basta, sin esas muertes, yo no estaría aquí, frente a ti.
Relamí mis labios contemplando los ajenos, mi respiración se agitó, necesitaba …
Una voz al otro lado del pasillo me llamaba las tropas estaban preparadas. Yo las encabezaría, hacia la victoria o la derrota, mas fuera como fuera, esa noche haríamos historia.
-He de partir Giuliana -dije sin poder separar mis ojos de sus labios.
Mi nombre nuevamente pronunciado, alejé mi cuerpo del suyo sintiendo ese vació.
-nos vemos -susurré con una sonrisa de medio lado y un divertido guiño antes de perderme por le umbral de la puerta de su camarote, esa que ahora deje abierta.
-Y por los dioses, date un baño y adecenta esto -bromeé desde la distancia, dejando que mi risa fuera la despedida perfecta.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
Escuchó los pasos en el pasillo y el crujir de la bisagras al abrirse la puerta. La luz de las antorchas que entraba del exterior le hizo daño en las retinas, que llevaban ya medio día acostumbradas a la penumbra, tuvo que alzar la mano para protegerse de la claridad. Una silueta conocida se recortó en el hueco de la puerta, pero no podía ser, estaba muerto. ¿Qué tipo de broma pesada era aquella? tenía la mano delante de los ojos, tratando de acomodar la visión y dar respuesta a su inquietud, porque todo apuntaba a que era Ulf. Pero estaba muerto. Lo había visto...No. No había visto su cadáver esta vez.
Se movió torpemente, sus músculos estaban ateridos del frío y doloridos del agotamiento, pero consiguió ponerse en pie con cierta rapidez y bajó la mano. La figura borrosa bañada en luz poco a poco fue tomando detalle, sus ojos, su pelo, sus labios... Era él, sin duda. Vivo. En pie. Frente a ella.
Corrió hacia el lobo y se estrechó contra él, necesitaba comprobar que no era una ilusión, que no se desvanecería al tocarlo, que no lo atravesaría y caería de rodillas en el pasillo.
— ¡Ulf!....Ulf!... estás vivo...¡estás vivo!.— Levantó la cabeza un instante para mirarlo, estaba allí y sus ojos no habían perdido ni una pizca de brillo salvaje. Tragó saliva, mirando en la profundidad de aquellos ojos porque el hecho de que estuviera vivo era un milagro, pero ¿a qué coste?. A esas alturas ya sabría lo que había hecho. Lo había desobedecido, había salido del barco llevándose a Sigrid y poniendose ambas en peligro, y para rematar, había practicado una magia negra y ancestral para matar a unas niñas inocentes. Entendería que la mandase encerrar para no ver nunca jamás la luz de nuevo. Entendería que estuviese decepcionado con ella y que desde ese momento no qusiera cuanta alguna con una bruja tan horrenda.
Pero entonces el vikingo abrió la boca y empezaron a salir de ella más palabras de las que le había escuchado jamás. Cierto, estaba condenada, ahora sus dioses ya sabían su nombre y conocían su rostro. Ahora podría rememorar en sueños el horror que había desatado. Ahora sabía cómo repetirlo, lo tendría más fácil y al alcance de su mano para la siguiente ocasión. Pero él no la odiaba por ello.
Su sorpresa fue mayor por ese motivo, no la estaba apuntando con el dedo, recriminando ni despreciando, al revés. Trataba de consolarla contándole lo que él había sentido la primera vez que se manchó las manos de sangre. Y por último le agradeció, caricia incluida, su intervención para salvar a sus guerreros y a si mismo...La bruja no daba crédito.
Se acercó a sus labios pero un grito de llamada lo hizo girar la cabeza. Era la hora y no tenían tiempo. Necesitaba decirle que... ¡Tarde! ya estaba cruzando el umbral.
— ¡Ulf!...— todo su ser le gritaba mudamente "Vuelve, te espero." Pero sus labios no lo dijeron en alto. Le había prometido que si su destino era la muerte, el de ella era la vida. Alaragó la mano en un último intento de rozar su ser, y alcanzó a deslizarla por su antebrazo donde los brazales y los puños estaban protegidos por recio cuero tachonado. La llamó por su nombre...¡Qué bien sonaba en sus labios! y se marchó con una última broma.
Se quedó en el umbral del destrozado camarote siguiendo su estela incluso después de que ya se hubiera marchado. Una parte de ella estaba muy aliviada, la otra todavía en tensión. Estaba vivo, pero no había querido la marca de Ogún, todavía podían matarlo en el campo de batalla. ¡Jodido cabezota! Sintió el pánico de nuevo subiendo por su estómago. Habían llegado muy lejos, había condenado su alma y el muy mendrugo no había aceptado la salvación como pago a su propio sacrificio. Ya estaba hecho, no podía hacer nada más. En ese momento se percató de la mirada de absoluto estupor del soldado que esperaba allí en pie al ver el estado del cuarto. La bruja se giró y se afanó a recoger el desastre, limpiar la sangre de las paredes y suelo y recoger toda la imaginería vudú, para meterla en una caja bajo la cama.
Ciertamente necesitaba un baño, pero no sería suficiente con un poco de agua y un paño para quitarle toda aquella mugre roja de encima. Salió a la cubierta, descalza, y pasó las piernas por encima de la baranda, mirando el agua gélida y negra a unos metros, el agua de mar purificaba los objetos de las malas energías, tendría que funcionar también con ella. Tomó aire, extendió los brazos y se dejó caer. La cuchillada del frio fue terrible, casi le produjo anestesia cerebral. Pataleó para subir a la superficie y cuando sacó la cabeza respiró una gran bocanada de aire, tiritando y temblando y casi sin sentir el cuerpo. Braceó hasta alcanzar la pasarela de madera y trepó tras varios intentos, para regresar al drakkar.
Con la zambullida mucha de la sangre se fue, y ya sólo necesitaba terminar de asearse y ponerse ropa seca. El frío la calmó un poco el espíritu y la puso en disposición de pensar. No podía hacer nada más que rezar para que saliese victorioso, asi que una vez limpia y seca se dirigió al comedor y se sentó en un banco, grabó en la madera de la mesa una runa vikinga de protección, otra wiccana y otra de vudú blanco. Juntó las manos y cerró los ojos, susurrando una y otra vez las oraciones a cualquier dios que estuviera dispuesto a escucharla. Rezó por él, porque sabía que Ogún cumpliría su parte del trato con los marcados, pero a Ulf no lo protegía nadie, así que rezó a todos los dioses que se sabía.
--------------------------------------------
Tierras de Thyra, 5 a.m
Clareaba ya el alba en las tierras de los Cannif. Los aldeanos ya empezaban a salir a trabajar, los molineros empezaban a moler, los gallos ya hacía un rato que cantaban y las aldeas se ponían en marcha otro dia más, otro que no sería uno cualquiera. Había más soldados que de costumbre pero no estaban haciendo la vida imposible a los habitantes, como solía suceder, sino que parecían inquietos, se estaban organizando para algo, pero no tenían claras las órdenes.
El rey había perdido a las oráculo y para cuando pudo reaccionar, ya era tarde para planear la batalla. El contingente de Thyra recibiría muy pocos refuerzos y al mando estaría Jökull Júlíusson, un tipo de casi dos metros que blandía hacha y espada como el que lleva papel en las manos. Jökull El Carnicero, lo apodaban. Ya no había tiempo para mover las tropas del otro lado del rio hacia las tierras de Thyra, así que con lo que tenía El Carnicero tendría que bastar.
Entre los aldeanos oprimidos, algunos comenzaron a correr la voz en secreto: una parte del ejército de Höor iba para allí a liberarlos de los tiranos. Que todo el mundo cogiese hachas, palos, horcas o piedras para ayudar a los rebeldes. Que los enfermos y los niños se refugiasen en las bodegas, y que se hicciera con disimulo.
Se movió torpemente, sus músculos estaban ateridos del frío y doloridos del agotamiento, pero consiguió ponerse en pie con cierta rapidez y bajó la mano. La figura borrosa bañada en luz poco a poco fue tomando detalle, sus ojos, su pelo, sus labios... Era él, sin duda. Vivo. En pie. Frente a ella.
Corrió hacia el lobo y se estrechó contra él, necesitaba comprobar que no era una ilusión, que no se desvanecería al tocarlo, que no lo atravesaría y caería de rodillas en el pasillo.
— ¡Ulf!....Ulf!... estás vivo...¡estás vivo!.— Levantó la cabeza un instante para mirarlo, estaba allí y sus ojos no habían perdido ni una pizca de brillo salvaje. Tragó saliva, mirando en la profundidad de aquellos ojos porque el hecho de que estuviera vivo era un milagro, pero ¿a qué coste?. A esas alturas ya sabría lo que había hecho. Lo había desobedecido, había salido del barco llevándose a Sigrid y poniendose ambas en peligro, y para rematar, había practicado una magia negra y ancestral para matar a unas niñas inocentes. Entendería que la mandase encerrar para no ver nunca jamás la luz de nuevo. Entendería que estuviese decepcionado con ella y que desde ese momento no qusiera cuanta alguna con una bruja tan horrenda.
Pero entonces el vikingo abrió la boca y empezaron a salir de ella más palabras de las que le había escuchado jamás. Cierto, estaba condenada, ahora sus dioses ya sabían su nombre y conocían su rostro. Ahora podría rememorar en sueños el horror que había desatado. Ahora sabía cómo repetirlo, lo tendría más fácil y al alcance de su mano para la siguiente ocasión. Pero él no la odiaba por ello.
Su sorpresa fue mayor por ese motivo, no la estaba apuntando con el dedo, recriminando ni despreciando, al revés. Trataba de consolarla contándole lo que él había sentido la primera vez que se manchó las manos de sangre. Y por último le agradeció, caricia incluida, su intervención para salvar a sus guerreros y a si mismo...La bruja no daba crédito.
Se acercó a sus labios pero un grito de llamada lo hizo girar la cabeza. Era la hora y no tenían tiempo. Necesitaba decirle que... ¡Tarde! ya estaba cruzando el umbral.
— ¡Ulf!...— todo su ser le gritaba mudamente "Vuelve, te espero." Pero sus labios no lo dijeron en alto. Le había prometido que si su destino era la muerte, el de ella era la vida. Alaragó la mano en un último intento de rozar su ser, y alcanzó a deslizarla por su antebrazo donde los brazales y los puños estaban protegidos por recio cuero tachonado. La llamó por su nombre...¡Qué bien sonaba en sus labios! y se marchó con una última broma.
Se quedó en el umbral del destrozado camarote siguiendo su estela incluso después de que ya se hubiera marchado. Una parte de ella estaba muy aliviada, la otra todavía en tensión. Estaba vivo, pero no había querido la marca de Ogún, todavía podían matarlo en el campo de batalla. ¡Jodido cabezota! Sintió el pánico de nuevo subiendo por su estómago. Habían llegado muy lejos, había condenado su alma y el muy mendrugo no había aceptado la salvación como pago a su propio sacrificio. Ya estaba hecho, no podía hacer nada más. En ese momento se percató de la mirada de absoluto estupor del soldado que esperaba allí en pie al ver el estado del cuarto. La bruja se giró y se afanó a recoger el desastre, limpiar la sangre de las paredes y suelo y recoger toda la imaginería vudú, para meterla en una caja bajo la cama.
Ciertamente necesitaba un baño, pero no sería suficiente con un poco de agua y un paño para quitarle toda aquella mugre roja de encima. Salió a la cubierta, descalza, y pasó las piernas por encima de la baranda, mirando el agua gélida y negra a unos metros, el agua de mar purificaba los objetos de las malas energías, tendría que funcionar también con ella. Tomó aire, extendió los brazos y se dejó caer. La cuchillada del frio fue terrible, casi le produjo anestesia cerebral. Pataleó para subir a la superficie y cuando sacó la cabeza respiró una gran bocanada de aire, tiritando y temblando y casi sin sentir el cuerpo. Braceó hasta alcanzar la pasarela de madera y trepó tras varios intentos, para regresar al drakkar.
Con la zambullida mucha de la sangre se fue, y ya sólo necesitaba terminar de asearse y ponerse ropa seca. El frío la calmó un poco el espíritu y la puso en disposición de pensar. No podía hacer nada más que rezar para que saliese victorioso, asi que una vez limpia y seca se dirigió al comedor y se sentó en un banco, grabó en la madera de la mesa una runa vikinga de protección, otra wiccana y otra de vudú blanco. Juntó las manos y cerró los ojos, susurrando una y otra vez las oraciones a cualquier dios que estuviera dispuesto a escucharla. Rezó por él, porque sabía que Ogún cumpliría su parte del trato con los marcados, pero a Ulf no lo protegía nadie, así que rezó a todos los dioses que se sabía.
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Tierras de Thyra, 5 a.m
Clareaba ya el alba en las tierras de los Cannif. Los aldeanos ya empezaban a salir a trabajar, los molineros empezaban a moler, los gallos ya hacía un rato que cantaban y las aldeas se ponían en marcha otro dia más, otro que no sería uno cualquiera. Había más soldados que de costumbre pero no estaban haciendo la vida imposible a los habitantes, como solía suceder, sino que parecían inquietos, se estaban organizando para algo, pero no tenían claras las órdenes.
El rey había perdido a las oráculo y para cuando pudo reaccionar, ya era tarde para planear la batalla. El contingente de Thyra recibiría muy pocos refuerzos y al mando estaría Jökull Júlíusson, un tipo de casi dos metros que blandía hacha y espada como el que lleva papel en las manos. Jökull El Carnicero, lo apodaban. Ya no había tiempo para mover las tropas del otro lado del rio hacia las tierras de Thyra, así que con lo que tenía El Carnicero tendría que bastar.
Entre los aldeanos oprimidos, algunos comenzaron a correr la voz en secreto: una parte del ejército de Höor iba para allí a liberarlos de los tiranos. Que todo el mundo cogiese hachas, palos, horcas o piedras para ayudar a los rebeldes. Que los enfermos y los niños se refugiasen en las bodegas, y que se hicciera con disimulo.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Cascos en tierras norteñas, perdidos y resplandecientes frente a un alba que no llegaba, sangre mancha nuestros rostros, rugidos de guerra, el acero a las espaldas retumbando sobre las placas.
No somos cien hombres, pues nosotros no nacimos granjeros, ni panaderos ni herreros, somos cien vikingos, cien guerreros.
Orgullo en nuestras hachas, golpe sobre las armaduras de cuero reforzado, hoy los cien se trasformaran en trescientos mientras graznan los cuervos.
Thor saca el martillo, Heimdal abre tus puertas, Odin viste a tus Valkirias pues pronto comenzara la fiesta.
Orgullosos lucen los emblemas de la bruja, hoy los dioses apoyan nuestra lucha, propios y ajenos, que importa si la victoria es por lo que blandimos el acero.
Silencio, reina el silencio en las tierras, ni una luz parpadea, nos esperan.
Me erguí sobre los estribos de mi montura, orgulloso altivo, elevé la voz por encima de los míos.
-Hoy es el día de la espada, del acero y de la saña. Hemos venido a librar una batalla, no volváis sin derramar sangre, alzaros vikingos, luchar a mi lado y la gloria sera narrada por vuestros hijos.
Rugidos a una, golpes en los pechos, desenvainada de aceros.
-¡Cabalgad demonios, seguidme !-rugí poniendo al galope mi montura, habíamos nacido para esta batalla, habíamos nacido para sangrar.
La lluvia de flechas no se hizo esperar, silbaban al viento sobre nuestras cabezas, intentando frenar nuestro trepidante galope que ensordecía la aldea, que alentaba a las tropas.
Muchas caían sobre piedras, chisporroteando, otras alcanzaban el blanco, mas eso no detuvo a uno solo de mis fieros guerreros a no ser que la muerte se hiciera con ellos.
Rompimos sus filas, abollando sus escudos, embistiendo con los caballos, hasta que pronto quedamos todos cuerpo a cuerpo.
Ellos eran muchos, mas no los suficientes, por fortuna la muerte de los oráculos había quebrado su suerte.
Alcé mi espada, sajando la garganta de uno y otro, protegiendo mis flancos, ardiendo por dentro, encomendando mi alma a Loqui y sus oscuros encuentros.
Brazo por el suelo, miembros amputados, mi acero hoy parecía ser guiado por el espíritu mas negro. Sentía el calor en mi espalda, heridas abiertas que solo me inundaban esperanza, estaba vivo, estaba en pie y estaba quebrando a mi enemigo, eso era yo, una leyenda y ellos solo olvido.
Otro enemigo se alzaba paso entre mis hombres embravecido, cercionando miembros, orgulloso, conocía su nombre, Jokull, el carnicero.
Sonrisa de medio lado, sintiendo el cuero en mis manos, mi mirada gacha clavada en sus ojos.
-¡Ven Jokull! ¡Se te enfría la cena! -gruñí sin darle tregua decidido a embestirlo primero.
Chispas de nuestros aceros, choques de las espadas que reflejaban el sombro encuentro. Los lobos de Odin aullaban, conocía ese idioma, ellos eran como yo, enemigos eternos.
Su hacha en mi costado, sentí la sangre fluir con el dolor necesario, para con una mano, sujetar el madero. Mi mirada se alzo.
-Saluda a mi valkiria.
Sin soltar el acero hundido en mi piel, con la otra mano, llevé mi espada a su cuello. cabeza que rodó por los suelos salpicando mi rostro de rojo fuego.
Animados por nuestras proezas y viendo sesgado en numero al ejercito del rey, pronto los campesinos, ataviados de hoces, guadañas y todo arma que encontraron a mano se unieron a nosotros por liberar el norte.
Era un pequeño paso, uno que nos lleno de gloria aquella noche.
El nombre de Höor fue proclamado entre las gentes, pues él seria nuestro rey, él siendo un niño me enseño lo que era el valor, el orgullo y que la sangre merece ser derramada por la libertad.
Al anochecer, el ejercito volvía hacia el drakkar, muchos de nuestros hermanos cayeron en nombre del norte. Mas los marcados regresaron, algo que empujo a los míos a creer en la pequeña bruja del barco, casi a venerarla como una diosa. Podía oír los murmullos de los mios susurrando su nombre.
Estaba agotado, la vista se me nublaba por la perdida de sangre...mas estaba vivo.
Ella me esperaba, nos esperaba, a los pies de la rampa del barco. Sus ojos verdes en los míos, duelo de miradas, se acerco para ayudarme a bajar del perlado caballo, habíamos ganado y nuestros gritos de victoria alcanzaron Asgar.
No somos cien hombres, pues nosotros no nacimos granjeros, ni panaderos ni herreros, somos cien vikingos, cien guerreros.
Orgullo en nuestras hachas, golpe sobre las armaduras de cuero reforzado, hoy los cien se trasformaran en trescientos mientras graznan los cuervos.
Thor saca el martillo, Heimdal abre tus puertas, Odin viste a tus Valkirias pues pronto comenzara la fiesta.
Orgullosos lucen los emblemas de la bruja, hoy los dioses apoyan nuestra lucha, propios y ajenos, que importa si la victoria es por lo que blandimos el acero.
Silencio, reina el silencio en las tierras, ni una luz parpadea, nos esperan.
Me erguí sobre los estribos de mi montura, orgulloso altivo, elevé la voz por encima de los míos.
-Hoy es el día de la espada, del acero y de la saña. Hemos venido a librar una batalla, no volváis sin derramar sangre, alzaros vikingos, luchar a mi lado y la gloria sera narrada por vuestros hijos.
Rugidos a una, golpes en los pechos, desenvainada de aceros.
-¡Cabalgad demonios, seguidme !-rugí poniendo al galope mi montura, habíamos nacido para esta batalla, habíamos nacido para sangrar.
La lluvia de flechas no se hizo esperar, silbaban al viento sobre nuestras cabezas, intentando frenar nuestro trepidante galope que ensordecía la aldea, que alentaba a las tropas.
Muchas caían sobre piedras, chisporroteando, otras alcanzaban el blanco, mas eso no detuvo a uno solo de mis fieros guerreros a no ser que la muerte se hiciera con ellos.
Rompimos sus filas, abollando sus escudos, embistiendo con los caballos, hasta que pronto quedamos todos cuerpo a cuerpo.
Ellos eran muchos, mas no los suficientes, por fortuna la muerte de los oráculos había quebrado su suerte.
Alcé mi espada, sajando la garganta de uno y otro, protegiendo mis flancos, ardiendo por dentro, encomendando mi alma a Loqui y sus oscuros encuentros.
Brazo por el suelo, miembros amputados, mi acero hoy parecía ser guiado por el espíritu mas negro. Sentía el calor en mi espalda, heridas abiertas que solo me inundaban esperanza, estaba vivo, estaba en pie y estaba quebrando a mi enemigo, eso era yo, una leyenda y ellos solo olvido.
Otro enemigo se alzaba paso entre mis hombres embravecido, cercionando miembros, orgulloso, conocía su nombre, Jokull, el carnicero.
Sonrisa de medio lado, sintiendo el cuero en mis manos, mi mirada gacha clavada en sus ojos.
-¡Ven Jokull! ¡Se te enfría la cena! -gruñí sin darle tregua decidido a embestirlo primero.
Chispas de nuestros aceros, choques de las espadas que reflejaban el sombro encuentro. Los lobos de Odin aullaban, conocía ese idioma, ellos eran como yo, enemigos eternos.
Su hacha en mi costado, sentí la sangre fluir con el dolor necesario, para con una mano, sujetar el madero. Mi mirada se alzo.
-Saluda a mi valkiria.
Sin soltar el acero hundido en mi piel, con la otra mano, llevé mi espada a su cuello. cabeza que rodó por los suelos salpicando mi rostro de rojo fuego.
Animados por nuestras proezas y viendo sesgado en numero al ejercito del rey, pronto los campesinos, ataviados de hoces, guadañas y todo arma que encontraron a mano se unieron a nosotros por liberar el norte.
Era un pequeño paso, uno que nos lleno de gloria aquella noche.
El nombre de Höor fue proclamado entre las gentes, pues él seria nuestro rey, él siendo un niño me enseño lo que era el valor, el orgullo y que la sangre merece ser derramada por la libertad.
Al anochecer, el ejercito volvía hacia el drakkar, muchos de nuestros hermanos cayeron en nombre del norte. Mas los marcados regresaron, algo que empujo a los míos a creer en la pequeña bruja del barco, casi a venerarla como una diosa. Podía oír los murmullos de los mios susurrando su nombre.
Estaba agotado, la vista se me nublaba por la perdida de sangre...mas estaba vivo.
Ella me esperaba, nos esperaba, a los pies de la rampa del barco. Sus ojos verdes en los míos, duelo de miradas, se acerco para ayudarme a bajar del perlado caballo, habíamos ganado y nuestros gritos de victoria alcanzaron Asgar.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
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