AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Tempestad. (+18)
Recuerdo del primer mensaje :
Este tema va a continuación de La Clameur du Silence.
AMBIENTACIÓN AQUÍ
"Full fathom five thy father lies;
Of his bones are coral made;
Those are pearls that were his eyes:
Nothing of him that doth fade
But doth suffer a sea-change
Into something rich and strange.
Sea-nymphs hourly ring his knell
Hark! Now I hear them – Ding-dong, bell."
— William Shakespeare, The Tempest, Act I, Sc. II
2 de enero de mil ochocientos y algo.
Sus manos se cerraban sobre el asa de la maleta de cuero con correas que sujetaba delante de sus rodillas. El muelle estaba silencioso y cubierto de niebla, su silueta se recortaba apenas a unos metros de la pasarela que unía el Northwind a tierra, tal era el nombre del navío que los llevaría hasta las costas del norte. Su vestido era de un color negro riguroso como si del luto más profundo se tratase, cubierto con un grueso abrigo gris. Las botas de cordones le llegaban hasta las rodillas y las medias de lana negra completaban el atuendo; el único toque de color que destacaba bajo su palidez era el rubio de sus cabellos y sus ojos verdes tocados de marrón alrededor de las pupilas.
Lo había dejado todo arreglado, su familia sabía que se marchaba, si bien creían que iba a estudiar un mes a Londres. Descubrirían más adelante su verdadero destino, cuando ya no hubiera vuelta atrás.
No sabía cómo reaccionaría al verlo, no la esperaba allí, no había sabido nada más de él desde aquella noche semanas atrás. Cada vez que miraba por la ventana hacia el cementerio de Pére-Lechaise esperaba ver su pelaje blanco entre las tumbas, pero no había sucedido.
Las heridas y cortes habían sanado, los huesos se habían recompuesto y sus recuerdos dolían en algún lugar del corazón, pero estaba escrito lo que debía ser, y ella no sería quien desafiase al orden cósmico.
La semana anterior, cuando regresaba de la biblioteca, ensimismada, pensando en algo que había leido, chocó contra un hombre y se desparramaron sus libros y papeles por el suelo. Muy amablemente, el desconocido la ayudó a recogerlos y pudo ver su rostro a la perfección; mandíbula cuadrada, ojos azul hielo, pelo ralo rubio como el trigo y barba poblada. El extraño siguió su camino y Lana se quedó plantada en la calle teniendo una visión. En su mente se sucedió una serie de escenas bastante claras.
El extraño rubio se acercaba a una mujer hermosa a la que llamaba Thyra, y le entregaba malas noticias. El rey acababa de usurpar sus tierras y había mandado a un pequeño contingente de hombres para someter a los aldeanos y trabajadores de dicha propiedad. El rey pensaba que en ausencia de la señora del lugar, podía apropiarse de lo que le diera la gana.
La siguiente escena tras un breve fundido a negro, era Thyra ordenando a Ulf que se fuera al norte y que lo arreglase, dandole un montón de legajos y haciendo que le acompañara un burócrata que defendiese sus derechos por la via legal, pero si el rey no atendía a razones, tenía instrucciones de emplear la fuerza.
Tras otro fundido a negro se le reveló el nombre del barco, el Northwind, y la fecha escrita en unos pasajes.
Por último, la bruja vio el norte, vio la contienda, la sangre y el fuego. Vio al rey reir satisfecho después que una oráculo predijese la muerte de los rebeldes. Todos ellos caerían.
Sus rodillas fallaron y se desplomó sobre el suelo de la acera de la biblioteca. No podía dejarlo a su suerte, tenía que preguntarle al Barón Samedi si era la hora de Ulf, porque si no lo era, tendría que intervenir. Se apresuró a llegar a casa para beber Sazerac, entrar en una especie de trance y conjurar al más poderoso de los Loas, pero éste parecía no responder, la bruja todavía no estaba preparada para llamar a la puerta de una deidad así. Pero Legba sí acudió, siempre tan misterioso con sus acertijos.
— Giuliana, las respuestas que buscas no las vas a encontrar.
— ¿por qué?.— La bruja inquirió al más sabio de sus dioses.
— Porque erraste en las preguntas.
— ¿Y cómo sabré qué preguntas son las adecuadas?
— Porque obtendrás respuestas.
— Eso no me ayuda.— Legba rió con aquella boca cosida tan desagradable.
— No estoy aquí para cumplir tus deseos, niña.
— Dime al menos si el Barón reclamará su alma, si no estoy cometiendo el peor de los errores negándole ese deseo al señor de la Muerte.
— Si el Barón desea su alma... no habrá nada que puedas hacer para impedirlo.— Legba se encendió un puro apresándolo entre los resquicios que dejaban sus labios cosidos.
Eso ya era una respuesta, más o menos. Agradeció a Legba su enrevesada ayuda y lo preparó todo para subir a ese barco. Compró el pasaje, llenó la maleta con lo que podía necesitar para ayudar con los hechizos que sabía y llegado el día, cuando aún no despuntaba el alba, se perdió entre las nieblas parisinas para llegar al puerto y esperar a que apareciesen los norteños.
Este tema va a continuación de La Clameur du Silence.
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"Full fathom five thy father lies;
Of his bones are coral made;
Those are pearls that were his eyes:
Nothing of him that doth fade
But doth suffer a sea-change
Into something rich and strange.
Sea-nymphs hourly ring his knell
Hark! Now I hear them – Ding-dong, bell."
— William Shakespeare, The Tempest, Act I, Sc. II
2 de enero de mil ochocientos y algo.
Sus manos se cerraban sobre el asa de la maleta de cuero con correas que sujetaba delante de sus rodillas. El muelle estaba silencioso y cubierto de niebla, su silueta se recortaba apenas a unos metros de la pasarela que unía el Northwind a tierra, tal era el nombre del navío que los llevaría hasta las costas del norte. Su vestido era de un color negro riguroso como si del luto más profundo se tratase, cubierto con un grueso abrigo gris. Las botas de cordones le llegaban hasta las rodillas y las medias de lana negra completaban el atuendo; el único toque de color que destacaba bajo su palidez era el rubio de sus cabellos y sus ojos verdes tocados de marrón alrededor de las pupilas.
Lo había dejado todo arreglado, su familia sabía que se marchaba, si bien creían que iba a estudiar un mes a Londres. Descubrirían más adelante su verdadero destino, cuando ya no hubiera vuelta atrás.
No sabía cómo reaccionaría al verlo, no la esperaba allí, no había sabido nada más de él desde aquella noche semanas atrás. Cada vez que miraba por la ventana hacia el cementerio de Pére-Lechaise esperaba ver su pelaje blanco entre las tumbas, pero no había sucedido.
Las heridas y cortes habían sanado, los huesos se habían recompuesto y sus recuerdos dolían en algún lugar del corazón, pero estaba escrito lo que debía ser, y ella no sería quien desafiase al orden cósmico.
La semana anterior, cuando regresaba de la biblioteca, ensimismada, pensando en algo que había leido, chocó contra un hombre y se desparramaron sus libros y papeles por el suelo. Muy amablemente, el desconocido la ayudó a recogerlos y pudo ver su rostro a la perfección; mandíbula cuadrada, ojos azul hielo, pelo ralo rubio como el trigo y barba poblada. El extraño siguió su camino y Lana se quedó plantada en la calle teniendo una visión. En su mente se sucedió una serie de escenas bastante claras.
El extraño rubio se acercaba a una mujer hermosa a la que llamaba Thyra, y le entregaba malas noticias. El rey acababa de usurpar sus tierras y había mandado a un pequeño contingente de hombres para someter a los aldeanos y trabajadores de dicha propiedad. El rey pensaba que en ausencia de la señora del lugar, podía apropiarse de lo que le diera la gana.
La siguiente escena tras un breve fundido a negro, era Thyra ordenando a Ulf que se fuera al norte y que lo arreglase, dandole un montón de legajos y haciendo que le acompañara un burócrata que defendiese sus derechos por la via legal, pero si el rey no atendía a razones, tenía instrucciones de emplear la fuerza.
Tras otro fundido a negro se le reveló el nombre del barco, el Northwind, y la fecha escrita en unos pasajes.
Por último, la bruja vio el norte, vio la contienda, la sangre y el fuego. Vio al rey reir satisfecho después que una oráculo predijese la muerte de los rebeldes. Todos ellos caerían.
Sus rodillas fallaron y se desplomó sobre el suelo de la acera de la biblioteca. No podía dejarlo a su suerte, tenía que preguntarle al Barón Samedi si era la hora de Ulf, porque si no lo era, tendría que intervenir. Se apresuró a llegar a casa para beber Sazerac, entrar en una especie de trance y conjurar al más poderoso de los Loas, pero éste parecía no responder, la bruja todavía no estaba preparada para llamar a la puerta de una deidad así. Pero Legba sí acudió, siempre tan misterioso con sus acertijos.
— Giuliana, las respuestas que buscas no las vas a encontrar.
— ¿por qué?.— La bruja inquirió al más sabio de sus dioses.
— Porque erraste en las preguntas.
— ¿Y cómo sabré qué preguntas son las adecuadas?
— Porque obtendrás respuestas.
— Eso no me ayuda.— Legba rió con aquella boca cosida tan desagradable.
— No estoy aquí para cumplir tus deseos, niña.
— Dime al menos si el Barón reclamará su alma, si no estoy cometiendo el peor de los errores negándole ese deseo al señor de la Muerte.
— Si el Barón desea su alma... no habrá nada que puedas hacer para impedirlo.— Legba se encendió un puro apresándolo entre los resquicios que dejaban sus labios cosidos.
Eso ya era una respuesta, más o menos. Agradeció a Legba su enrevesada ayuda y lo preparó todo para subir a ese barco. Compró el pasaje, llenó la maleta con lo que podía necesitar para ayudar con los hechizos que sabía y llegado el día, cuando aún no despuntaba el alba, se perdió entre las nieblas parisinas para llegar al puerto y esperar a que apareciesen los norteños.
Última edición por Giuliana Mordrake el Dom Ene 15, 2017 2:12 pm, editado 1 vez
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
¿Cuántas oraciones pudo rezar esa noche? imposible de contar. En gaélico, en criollo, en francés y en latín...todas las que se sabía y todas las que añadió de su propia cosecha pidiéndole a los dioses nórdicos que no reclamasen a Ulf, pidiendo a los demás dioses que no se lo llevaran y que lo protegieran. Cuando el sol se elevó sobre sus cabezas buscando ya el abrigo del crepúsculo y en el puerto comenzaron a vitorear, se levantó de su asiento en el comedor y corrió hasta tierra firme, a esperar la llegada de los supervivientes. Ninguna visión más.
¿Eso era bueno o malo? por un lado se moría de ansiedad de saber qué ha sucedido, acabar con su angustia de una forma u otra. Pero por otra, las visiones siempre la atormentaban, y algunas habían resultado poco fiables. En cualquier caso, ya llegaban. Escrutó la multitud y finalmente lo vio, sobre su caballo, machacado pero vivo. Cruzó las manos delante de sus labios y agradeció a todos los dioses que hubieran escuchado sus súplicas. Sonrió y derramó unas lágrimas, todo a la vez, porque no podía contener el alivio y la emoción. Demasiadas horas oscuras aquella noche y aquel día, horas que habían tocado a su fin.
Se acercó al caballo, hombre y bestia estaban cubiertos de sudor y sangre, pero no podía importarle menos, ella misma unas horas antes parecía un pincho en adobo. Le sonrió a Ulf, inmensamente aliviada de verlo allí, lo ayudó a desmontar y cuando puso los pies en el suelo le susurró.
—Si llego a saber que venías así, no limpio el cuarto...Has hecho lo posible para ir al Valhalla...pero admitámoslo, hueles tan mal que ni tus dioses te quieren allí.— Se separó un instante de él, se mordió el labio inferior y volvió a susurrarle.— me recuerdas al olor de cierto nosferatu...
Sigrid observaba con los ojos entornados, si los hombres hubieran visto lo que ella vio, no se dejarían marcar tan a la ligera. Esa mujer era veneno,tenía una parte oscura que los llevaría a la ruina, estaba segura.
Se formó un buen revuelo alrededor de ellos, todos querían ver y tocar a los héroes que habían salvado las tierras de Thyra. La bruja los dejó que intercambiasen palabras en su lengua, subiendo a bordo y dirigiendose directamente a buscar agua caliente. Había que limpiarle aquellas heridas, y cuanto antes, mejor. Ella no pintaba nada en la celebración, prefería pasar inadvertida y que nadie hablase de su implicación en la victoria, porque por experiencia, las brujas negras siempre acaban mal. Quizás hoy sean aliadas y todo el mundo las admire... pero mete la pata una vez y eres bruja muerta. A la gente se le olvidaban muy fácilmente las cosas, y sacar las antorchas y las horcas era lo primero a lo que recurrían. ¿Que se moría una vaca? culpa de la bruja. ¿Que enfermaban los niños de viruela? la bruja. ¿Que este año no llueve? quemad a la bruja.
Llenó un balde grande y lo llevó al camarote de Ulf. Preparó los paños limpios y las vendas, y dejó sobre la masa un tarro con unas hierbas molidas y mezcladas con aceite, eso aceleraría su curación y evitaría la infección. Tenía también aguja e hilo, por si había algo grave que suturar. Por fin, la angustia sufrida en aquellos días podría acabarse de una vez por todas.
¿Eso era bueno o malo? por un lado se moría de ansiedad de saber qué ha sucedido, acabar con su angustia de una forma u otra. Pero por otra, las visiones siempre la atormentaban, y algunas habían resultado poco fiables. En cualquier caso, ya llegaban. Escrutó la multitud y finalmente lo vio, sobre su caballo, machacado pero vivo. Cruzó las manos delante de sus labios y agradeció a todos los dioses que hubieran escuchado sus súplicas. Sonrió y derramó unas lágrimas, todo a la vez, porque no podía contener el alivio y la emoción. Demasiadas horas oscuras aquella noche y aquel día, horas que habían tocado a su fin.
Se acercó al caballo, hombre y bestia estaban cubiertos de sudor y sangre, pero no podía importarle menos, ella misma unas horas antes parecía un pincho en adobo. Le sonrió a Ulf, inmensamente aliviada de verlo allí, lo ayudó a desmontar y cuando puso los pies en el suelo le susurró.
—Si llego a saber que venías así, no limpio el cuarto...Has hecho lo posible para ir al Valhalla...pero admitámoslo, hueles tan mal que ni tus dioses te quieren allí.— Se separó un instante de él, se mordió el labio inferior y volvió a susurrarle.— me recuerdas al olor de cierto nosferatu...
Sigrid observaba con los ojos entornados, si los hombres hubieran visto lo que ella vio, no se dejarían marcar tan a la ligera. Esa mujer era veneno,tenía una parte oscura que los llevaría a la ruina, estaba segura.
Se formó un buen revuelo alrededor de ellos, todos querían ver y tocar a los héroes que habían salvado las tierras de Thyra. La bruja los dejó que intercambiasen palabras en su lengua, subiendo a bordo y dirigiendose directamente a buscar agua caliente. Había que limpiarle aquellas heridas, y cuanto antes, mejor. Ella no pintaba nada en la celebración, prefería pasar inadvertida y que nadie hablase de su implicación en la victoria, porque por experiencia, las brujas negras siempre acaban mal. Quizás hoy sean aliadas y todo el mundo las admire... pero mete la pata una vez y eres bruja muerta. A la gente se le olvidaban muy fácilmente las cosas, y sacar las antorchas y las horcas era lo primero a lo que recurrían. ¿Que se moría una vaca? culpa de la bruja. ¿Que enfermaban los niños de viruela? la bruja. ¿Que este año no llueve? quemad a la bruja.
Llenó un balde grande y lo llevó al camarote de Ulf. Preparó los paños limpios y las vendas, y dejó sobre la masa un tarro con unas hierbas molidas y mezcladas con aceite, eso aceleraría su curación y evitaría la infección. Tenía también aguja e hilo, por si había algo grave que suturar. Por fin, la angustia sufrida en aquellos días podría acabarse de una vez por todas.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
Lejos de acunarme entre sus brazos o de depositar en mi boca el apasionado beso de la victoria hizo algo infinitamente mejor, algo que arrancó de mis labios una sonrisa de medio lado.
-¿Así que ni los dioses me quieren? -bromeé admirando sus orbes verdes – tendrás que ayudar a este guerrero a darse un baño, quizás así Heimdal me abra sus puertas y mi valkiria descienda.
Se separó unos centímetros que resultaron excesivos, pues ahora su aliento no calentaba mis labios, algo a lo que estaba mas que dispuesto a poner remedio.
Mi mano rodeo su cintura, con la otra sujetaba con firmeza la herida del costado, tire de ella cortando la distancia entre dos cuerpos que parecían buscarse, anhelarse y a su vez estaban condenados a separarse.
-Una noche mas -rugí contra su boca antes de saquearla con una desesperación impropia -¿el nosferatu besaba así? -bromeé relamiendome -ahora entiendo el por que de que lo recuerdes con tanto ahincó.
Sonrisa ladina en mi rostro, antes de que los hombres me envolvieran con sus cantos y la hidromiel corriera incluso antes de subir al barco.
Cuando volví a buscar a la pequeña bruja, esta había desaparecido de mi lado, empezaba a acostumbrarme al espectro que tenia por compañera de juego.
La celebración se alargo gran parte de la noche, en la que los cánticos, los vítores por los guerreros y el alcohol se sucedieron uno tras otro encomendándonos a los dioses nuestros y algunos a los ajenos.
Sigrid acortó la distancia entre ambos, su gesto reflejaba preocupación, el mio felicidad.
-Vamos bebe -le dije a la pelirroja tendiéndole el cuerno tratando de contagiarle la euforia del resto.
Sus manos se pasearon por mi cuerpo, brazos, abdomen pecho, como si buscara algo que no encontró respirando aliviada al momento.
Tiró de mi mano alejándonos del resto, sus dedos peinaron mi pelo revuelto.
-Ulf, esa mujer es el demonio, recuerda como es capaz de tentar con lo que mas quiere el guerrero. Os ha llevado a la victoria, ni un solo muerto de los marcados por su veneno ¿como lo explicas? ¿suerte? ¿magia? Pagaremos por los pecados frente a nuestros dioses, ha matado cinco oráculos que le pertenecían a Odin para regalárselos a algún dios pagano que ha obrado el oscuro milagro.
Desvié la mirada, no quería oír hablar de eso, no ahora. Sus dedos tomaron mi mentón para forzarme a mirarla.
-Se que algo en ti me creé, pues has rehusado a marcar tu piel. Sabes que nuestros dioses son orgullosos, no aceptaran que otros corrompan a los norteños. Hoy es la victoria Ulf, pero..¿que será mañana? ¿una plaga? ¿la muerte? No vendas tu alma al diablo, guerrero, no busques la libertad quedando preso.
Mis ojos en los ajenos antes de que se esfumara entre mis dedos. Lo que tenia que decir estaba dicho y yo demasiado ebrio para pensar con claridad.
Me despedí tambaleándome del resto de los vikingos encaminándome hacia el camarote.
Allí estaba ella, acorte la distancia entre nuestros cuerpos, una tina llena de agua me esperaba.
-Ayúdame -susurré acortando las distancias para que me quitara la armadura de cuero tachonado. El lateral me sangraba abundantemente y la movilidad de ese lado me forzaba a sisear sin remedio.
Nuestros labios de nuevo quedaron cercados por la escasa distancia, sus dedos se paseaban por las coreas de mi pecho. Mis ojos en su boca, la deseaba, y la tomaría ¿por que no hacerlo?
Mis manos en sus nalgas, la empujé contra mis caderas mostrandole mi dureza.
Tiré de estas hasta alzarla a horcajadas, sus piernas en mi cintura, vaivén de sus caderas contra mi virilidad encendida.
Mi boca contra la ajena, impactando con rudeza, un gruñido, mi lengua serpenteando sedienta. Su espalda empotrada contra la pared, mi mano el sustento de dos cuerpos que ardían en el infierno ¿que importaban si los dioses bendecían o maldecían esta unión?
Yo solo queria colarme entre sus piernas como si esa noche llegara el Ragnarok
-¿Así que ni los dioses me quieren? -bromeé admirando sus orbes verdes – tendrás que ayudar a este guerrero a darse un baño, quizás así Heimdal me abra sus puertas y mi valkiria descienda.
Se separó unos centímetros que resultaron excesivos, pues ahora su aliento no calentaba mis labios, algo a lo que estaba mas que dispuesto a poner remedio.
Mi mano rodeo su cintura, con la otra sujetaba con firmeza la herida del costado, tire de ella cortando la distancia entre dos cuerpos que parecían buscarse, anhelarse y a su vez estaban condenados a separarse.
-Una noche mas -rugí contra su boca antes de saquearla con una desesperación impropia -¿el nosferatu besaba así? -bromeé relamiendome -ahora entiendo el por que de que lo recuerdes con tanto ahincó.
Sonrisa ladina en mi rostro, antes de que los hombres me envolvieran con sus cantos y la hidromiel corriera incluso antes de subir al barco.
Cuando volví a buscar a la pequeña bruja, esta había desaparecido de mi lado, empezaba a acostumbrarme al espectro que tenia por compañera de juego.
La celebración se alargo gran parte de la noche, en la que los cánticos, los vítores por los guerreros y el alcohol se sucedieron uno tras otro encomendándonos a los dioses nuestros y algunos a los ajenos.
Sigrid acortó la distancia entre ambos, su gesto reflejaba preocupación, el mio felicidad.
-Vamos bebe -le dije a la pelirroja tendiéndole el cuerno tratando de contagiarle la euforia del resto.
Sus manos se pasearon por mi cuerpo, brazos, abdomen pecho, como si buscara algo que no encontró respirando aliviada al momento.
Tiró de mi mano alejándonos del resto, sus dedos peinaron mi pelo revuelto.
-Ulf, esa mujer es el demonio, recuerda como es capaz de tentar con lo que mas quiere el guerrero. Os ha llevado a la victoria, ni un solo muerto de los marcados por su veneno ¿como lo explicas? ¿suerte? ¿magia? Pagaremos por los pecados frente a nuestros dioses, ha matado cinco oráculos que le pertenecían a Odin para regalárselos a algún dios pagano que ha obrado el oscuro milagro.
Desvié la mirada, no quería oír hablar de eso, no ahora. Sus dedos tomaron mi mentón para forzarme a mirarla.
-Se que algo en ti me creé, pues has rehusado a marcar tu piel. Sabes que nuestros dioses son orgullosos, no aceptaran que otros corrompan a los norteños. Hoy es la victoria Ulf, pero..¿que será mañana? ¿una plaga? ¿la muerte? No vendas tu alma al diablo, guerrero, no busques la libertad quedando preso.
Mis ojos en los ajenos antes de que se esfumara entre mis dedos. Lo que tenia que decir estaba dicho y yo demasiado ebrio para pensar con claridad.
Me despedí tambaleándome del resto de los vikingos encaminándome hacia el camarote.
Allí estaba ella, acorte la distancia entre nuestros cuerpos, una tina llena de agua me esperaba.
-Ayúdame -susurré acortando las distancias para que me quitara la armadura de cuero tachonado. El lateral me sangraba abundantemente y la movilidad de ese lado me forzaba a sisear sin remedio.
Nuestros labios de nuevo quedaron cercados por la escasa distancia, sus dedos se paseaban por las coreas de mi pecho. Mis ojos en su boca, la deseaba, y la tomaría ¿por que no hacerlo?
Mis manos en sus nalgas, la empujé contra mis caderas mostrandole mi dureza.
Tiré de estas hasta alzarla a horcajadas, sus piernas en mi cintura, vaivén de sus caderas contra mi virilidad encendida.
Mi boca contra la ajena, impactando con rudeza, un gruñido, mi lengua serpenteando sedienta. Su espalda empotrada contra la pared, mi mano el sustento de dos cuerpos que ardían en el infierno ¿que importaban si los dioses bendecían o maldecían esta unión?
Yo solo queria colarme entre sus piernas como si esa noche llegara el Ragnarok
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
Antes de subir al barco se llevó un beso y un apretón que no esperaba. Le ardían los labios mientras subía por la pasarela y sonrió como un tonta llevandose los dedos a los labios, pero recuperó la compostura y se perdió en los entresijos del barco.
"Una noche más" le había dicho. Una noche...¿La deseaba? o era la adrenalina del combate la que hablaba por él? No, definitivamente quería creer que la deseaba a ella. Le había dicho cosas que luego sus actos negaban. Le había dicho que jamás volverían a verse, que lo olvidara...y sin embargo había aceptado que marchase con ellos al norte. Ulf peleaba bravamente contra algo invisible que ella no alcanzaba a ver. ¿Tenía miedo de acabar queriéndola? Bueno. Ella también tenía miedo de perderlo y mucho. Y apenas se conocían. Empezaba a entender lo doloroso que podía ser amar a alguien, a esa persona que te completa en la vida. Era absolutamente irracional, no podía ser, no lo conocía como para llorar su pérdida, conocía al panadero más tiempo que a Ulf, era de locos... y sin embargo había sentido una garra destrozando en jirones su corazón al creerlo muerto. Quizás hubiera alguna forma de sobrevivir a eso, no sabía cuál y tendría que averiguarlo, pero por lo pronto la promesa de esa noche se le antojaba la mejor idea de todas las que se le habían presentado en tres semanas.
Le preparó el baño caliente, porque le hacía mucha falta tras lo del castillo y la batalla. Debía estar rendido, exhausto, y si seguía en pie era por la adrenalina y el alcohol. Pobre, tenía más ganas de abrazarlo y curarlo que de... ups. El calor incendió sus mejillas al pensarlo. Vale, también tenía ganas de eso.
Sintió sus pasos al entrar y cerrar la puerta, le pidió ayuda y se afanó a tirar de las correas de su peto, pero no estaba muy acostumbrada, así que iba un poco lenta. Esta muy cerca de él y aunque su cercanía la hacía estremecer, su hedor insultó su nariz como nunca antes. Fue entonces cuando la agarró y la besó, empotrándola contra la pared. Wao. Aún tenía fuerzas para eso. Si bien sus besos fueron bien recibidos, la bruja puso un mohín al separarse de él.
— Ughs... sabes a...mierda de troll. No soy muy asquerosa, he comido ardillas, ranas y hasta caimanes, pero esto... aggsss...vamos a darte un baño ¿de acuerdo?.— Tiró de él hacia la bañera y compuso un gesto divertido.— Ahora de ya sé de verdad cual es el sabor a Nosferatu... qué ascoooo!!.
Le ayudó a quitarse el resto de la armadura y lo vio de nuevo sin ropa. Era todo un espectáculo para la vista, a pesar de estar cubierto de sangre y barro. Sujetó el paño limpio en una mano mirando el agua y a Ulf con un interrogante en los ojos. ¿Es que a los lobos no les gustaba el agua? no, eso les pasaba a los felinos ¿no?
"Una noche más" le había dicho. Una noche...¿La deseaba? o era la adrenalina del combate la que hablaba por él? No, definitivamente quería creer que la deseaba a ella. Le había dicho cosas que luego sus actos negaban. Le había dicho que jamás volverían a verse, que lo olvidara...y sin embargo había aceptado que marchase con ellos al norte. Ulf peleaba bravamente contra algo invisible que ella no alcanzaba a ver. ¿Tenía miedo de acabar queriéndola? Bueno. Ella también tenía miedo de perderlo y mucho. Y apenas se conocían. Empezaba a entender lo doloroso que podía ser amar a alguien, a esa persona que te completa en la vida. Era absolutamente irracional, no podía ser, no lo conocía como para llorar su pérdida, conocía al panadero más tiempo que a Ulf, era de locos... y sin embargo había sentido una garra destrozando en jirones su corazón al creerlo muerto. Quizás hubiera alguna forma de sobrevivir a eso, no sabía cuál y tendría que averiguarlo, pero por lo pronto la promesa de esa noche se le antojaba la mejor idea de todas las que se le habían presentado en tres semanas.
Le preparó el baño caliente, porque le hacía mucha falta tras lo del castillo y la batalla. Debía estar rendido, exhausto, y si seguía en pie era por la adrenalina y el alcohol. Pobre, tenía más ganas de abrazarlo y curarlo que de... ups. El calor incendió sus mejillas al pensarlo. Vale, también tenía ganas de eso.
Sintió sus pasos al entrar y cerrar la puerta, le pidió ayuda y se afanó a tirar de las correas de su peto, pero no estaba muy acostumbrada, así que iba un poco lenta. Esta muy cerca de él y aunque su cercanía la hacía estremecer, su hedor insultó su nariz como nunca antes. Fue entonces cuando la agarró y la besó, empotrándola contra la pared. Wao. Aún tenía fuerzas para eso. Si bien sus besos fueron bien recibidos, la bruja puso un mohín al separarse de él.
— Ughs... sabes a...mierda de troll. No soy muy asquerosa, he comido ardillas, ranas y hasta caimanes, pero esto... aggsss...vamos a darte un baño ¿de acuerdo?.— Tiró de él hacia la bañera y compuso un gesto divertido.— Ahora de ya sé de verdad cual es el sabor a Nosferatu... qué ascoooo!!.
Le ayudó a quitarse el resto de la armadura y lo vio de nuevo sin ropa. Era todo un espectáculo para la vista, a pesar de estar cubierto de sangre y barro. Sujetó el paño limpio en una mano mirando el agua y a Ulf con un interrogante en los ojos. ¿Es que a los lobos no les gustaba el agua? no, eso les pasaba a los felinos ¿no?
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Sonreí contra su boca al escuchar todos y cada uno de los piropos que esa pequeña bruja desvelo contra mis labios-¿troll? ¿nosferatu? Creo que cada vez te pongo mas ¿cuando lo vas a admitir y me vas a abrir las piernas? Es lo que hacen las mujeres cuando sus guerreros vuelven con vida de una gesta.
La Baje, solo para que no vomitara por mi presencia, dejándola hacer sin perder el menos detalle de cada movimiento de esta, tiraba con fuerza de las correas, su cuerpo era menudo, nada acostumbrado ha usar la fuerza.
Al parecer la maña tampoco es tu fuerte pequeña -susurré divertido, deslizando mi mano sobre la de esta para mostrarle como tenia que aflojar las cinchas de la armadura de cuero.
Su risa era contagiosa, brillaban sus orbes verdes, parecía feliz por mi regreso, y de un modo extraño, su sonrisa se convirtió en la mía, dejándome pronto desnudo frente a ella.
Un empujón en mi pecho para orillarme a la bañera, reculé hasta el borde de esta, sin apartar mis ojos de esa preciosa mujer que paño en mano parecía dispuesta a sanar cada parte de mi ser.
Me introduje en la bañera, el barro enrojeció el agua mezclado con el tono carmesí que la sangre que aun manaba con virulencia de mi costado.
Sus manos se sumergieron en el agua, despacio, acaricio mi piel con la tela arrastrando todo a su paso. Cerré los ojos un instante, me gustaba aquella sensación calma, ¿era esto a lo que llamaban el descanso del guerrero?.
Su cuerpo echado hacia adelante, se esmeraba por recorrer cada recoveco, mientras mis ojos se abrieron contemplándola de nuevo. Su pelo dorado, mojaba ligeramente sus puntas. Sonrisa maliciosa cuando mis manos surgieron del agua para tomar su cintura y lanzadla sobre mi a horcajadas.
La oí gruñir completamente mojada, no pude evitar reírme a carcajadas mientras su ceño se fruncía y golpeaba mi pecho con el paño.
-¿que escusa me pondrás ahora? ¿que huelo a noble pretencioso? -Bromeé acercando mis labios a los suyos. Los presioné despacio, teníamos la noche entera para nosotros, por una vez, no había prisa en mis actos, quería embriagarme de ella, disfrutar del tacto de su húmeda piel.
Por una vez, quería hacerlo despacio, sentir...sin mas.
Su boca se entreabrió dando paso a mi lengua que furtiva saqueo cada uno de los explorados caminos de esta.
Jadeos que encendieron nuestros cuerpos, cálidos por el agua que los acunaba, ardientes por el vaivén de sus caderas contra mi afilada hacha que pugnaba por colarse entre sus piernas.
Deslice los dedos por las cintas de su corseé, yo estaba desnudo y pronto ella también, mas lo inesperado sucedió, la puerta se abrió de golpe.
Sigrid junto a gran parte de la tripulación, se adentraban en el camarote, alegaban que la brujería había cegado a los guerreros, que sus dioses los castigarían por rendir culto a otros dioses paganos que habían sustraído cinco jóvenes oráculos para si mismos.
Mis tormentas se hundieron en los azules de Sigris, ella cual serpiente había infundido su veneno en los norteños, el peligro moraba en casa, y ahora ambos pagaríamos las consecuencias de ello.
Pude ver el miedo en los ojos de mi bruja, pude ver la ira en los hijos del norte y los celos en los de Sigrid.
Me alcé con violencia para tomar mi arma, esa que sobre el lecho reposaba, mas tres hombres me salieron al paso para impedir que cualquier represalia fuera lanzada.
Dos tomaron por los brazos a Giuliana, tirando de ella y su empapado vestido fuera de la cámara.
-¡Soltadla! -ordené fuera de mi, preso de la ira, la desesperanza y la rabia.
-No lo veis, esa bruja ha hechizado a vuestro general, solo ve por sus ojos! -grito Sigrid, acusándola de todo mal.
Me abrí paso entre los míos a puñetazos, mientras varios trataban de cortarme el paso y evitar que alcanzara a esa mujer que apenas conocía pero se había convertido en ..¿en que? No lo se o si pero no era capaz de decirlo en voz alta.
Su cuerpo fue llevado a cubierta, el mio detenido a su paso, pude presenciar como dos de los hombres la alzaban y se la regalaban así a Odin y al dios mar, para que los titanes la devoraran, pues ella era la causante de robar a sus vírgenes no los norteños.
Rápido habían olvidado que la gesta y la victoria se la debíamos a ella.
El chapoteo de la bruja cayendo a peso sobre las aguas, no sobreviviría , era imposible hacerlo.
No se bien de donde saqué fuerzas, maltrecho, herido y sujeto con firmeza, logré escabullirme de los dos vikingos y lanzarme desesperado al mar con ella.
Mi cuerpo se hundió entero en las embravecidas aguas, mil puñaladas del helor de estas, sal en msi herias que me quebraban y su cuerpo alejado del mio sumergiéndose vencido.
-Vamos pequeña aguanta -gruñí de nuevo sacando fuerzas de flaqueza y buceando hacia ella para aferrar su cintura y tirar de esta.
Una bocanada de aire para ambos marco la vida de la muerte, al menos un ultimo aliento antes de quedar congelados si algo no remediaba la inminente muerte.
El Drakkar nos abandonaba, mis dioses con ellos.
-Bruja, no puedes quejarte ahora al menos huelo bien ¿no? Y me debes un polvo o dos -bromeé contra sus labios -vamos, tenemos que buscar el modo de sobrevivir, yo no me rindo, no te rindas, lucha conmigo, te necesito.
La Baje, solo para que no vomitara por mi presencia, dejándola hacer sin perder el menos detalle de cada movimiento de esta, tiraba con fuerza de las correas, su cuerpo era menudo, nada acostumbrado ha usar la fuerza.
Al parecer la maña tampoco es tu fuerte pequeña -susurré divertido, deslizando mi mano sobre la de esta para mostrarle como tenia que aflojar las cinchas de la armadura de cuero.
Su risa era contagiosa, brillaban sus orbes verdes, parecía feliz por mi regreso, y de un modo extraño, su sonrisa se convirtió en la mía, dejándome pronto desnudo frente a ella.
Un empujón en mi pecho para orillarme a la bañera, reculé hasta el borde de esta, sin apartar mis ojos de esa preciosa mujer que paño en mano parecía dispuesta a sanar cada parte de mi ser.
Me introduje en la bañera, el barro enrojeció el agua mezclado con el tono carmesí que la sangre que aun manaba con virulencia de mi costado.
Sus manos se sumergieron en el agua, despacio, acaricio mi piel con la tela arrastrando todo a su paso. Cerré los ojos un instante, me gustaba aquella sensación calma, ¿era esto a lo que llamaban el descanso del guerrero?.
Su cuerpo echado hacia adelante, se esmeraba por recorrer cada recoveco, mientras mis ojos se abrieron contemplándola de nuevo. Su pelo dorado, mojaba ligeramente sus puntas. Sonrisa maliciosa cuando mis manos surgieron del agua para tomar su cintura y lanzadla sobre mi a horcajadas.
La oí gruñir completamente mojada, no pude evitar reírme a carcajadas mientras su ceño se fruncía y golpeaba mi pecho con el paño.
-¿que escusa me pondrás ahora? ¿que huelo a noble pretencioso? -Bromeé acercando mis labios a los suyos. Los presioné despacio, teníamos la noche entera para nosotros, por una vez, no había prisa en mis actos, quería embriagarme de ella, disfrutar del tacto de su húmeda piel.
Por una vez, quería hacerlo despacio, sentir...sin mas.
Su boca se entreabrió dando paso a mi lengua que furtiva saqueo cada uno de los explorados caminos de esta.
Jadeos que encendieron nuestros cuerpos, cálidos por el agua que los acunaba, ardientes por el vaivén de sus caderas contra mi afilada hacha que pugnaba por colarse entre sus piernas.
Deslice los dedos por las cintas de su corseé, yo estaba desnudo y pronto ella también, mas lo inesperado sucedió, la puerta se abrió de golpe.
Sigrid junto a gran parte de la tripulación, se adentraban en el camarote, alegaban que la brujería había cegado a los guerreros, que sus dioses los castigarían por rendir culto a otros dioses paganos que habían sustraído cinco jóvenes oráculos para si mismos.
Mis tormentas se hundieron en los azules de Sigris, ella cual serpiente había infundido su veneno en los norteños, el peligro moraba en casa, y ahora ambos pagaríamos las consecuencias de ello.
Pude ver el miedo en los ojos de mi bruja, pude ver la ira en los hijos del norte y los celos en los de Sigrid.
Me alcé con violencia para tomar mi arma, esa que sobre el lecho reposaba, mas tres hombres me salieron al paso para impedir que cualquier represalia fuera lanzada.
Dos tomaron por los brazos a Giuliana, tirando de ella y su empapado vestido fuera de la cámara.
-¡Soltadla! -ordené fuera de mi, preso de la ira, la desesperanza y la rabia.
-No lo veis, esa bruja ha hechizado a vuestro general, solo ve por sus ojos! -grito Sigrid, acusándola de todo mal.
Me abrí paso entre los míos a puñetazos, mientras varios trataban de cortarme el paso y evitar que alcanzara a esa mujer que apenas conocía pero se había convertido en ..¿en que? No lo se o si pero no era capaz de decirlo en voz alta.
Su cuerpo fue llevado a cubierta, el mio detenido a su paso, pude presenciar como dos de los hombres la alzaban y se la regalaban así a Odin y al dios mar, para que los titanes la devoraran, pues ella era la causante de robar a sus vírgenes no los norteños.
Rápido habían olvidado que la gesta y la victoria se la debíamos a ella.
El chapoteo de la bruja cayendo a peso sobre las aguas, no sobreviviría , era imposible hacerlo.
No se bien de donde saqué fuerzas, maltrecho, herido y sujeto con firmeza, logré escabullirme de los dos vikingos y lanzarme desesperado al mar con ella.
Mi cuerpo se hundió entero en las embravecidas aguas, mil puñaladas del helor de estas, sal en msi herias que me quebraban y su cuerpo alejado del mio sumergiéndose vencido.
-Vamos pequeña aguanta -gruñí de nuevo sacando fuerzas de flaqueza y buceando hacia ella para aferrar su cintura y tirar de esta.
Una bocanada de aire para ambos marco la vida de la muerte, al menos un ultimo aliento antes de quedar congelados si algo no remediaba la inminente muerte.
El Drakkar nos abandonaba, mis dioses con ellos.
-Bruja, no puedes quejarte ahora al menos huelo bien ¿no? Y me debes un polvo o dos -bromeé contra sus labios -vamos, tenemos que buscar el modo de sobrevivir, yo no me rindo, no te rindas, lucha conmigo, te necesito.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
Había algo de hipnótico en sus ojos cuando empezó a limpiarle las heridas con cuidado, el paño iba despejando su piel, acariciándola, y sus ojos iban perdiendo ese halo depredador para dar paso a una quietud, una calma peligrosa como la del pantano. El descanso del guerrero. ¿Habría tal cosa de verdad? al parecer esa noche comenzaba así, reposada, por fin un momento no frenético en al cual poder disfrutar pausadamente el uno del otro.
La zambulló a traición, y no podía decir que no se lo esperase en el fondo, porque a Ulf le pegaba mucho hacer esas cosas. Protestó y frunció el ceño pero se quedó sólo en un vago intento porque sus labios acallaron cualquier signo de rebelión. El beso fue más pausado, lento, el puro placer de degustar la piel y el calor que ésta desprendía. Acarició sus mejillas con las yemas de los dedos, como si de una ciega se tratase, tratando de reconocerlo al tacto por cada detalle. En aquellas tres semanas había rememorado aquella noche en el hostal de París, su cuerpo se había tensado de deseo al recordarlo, y sus labios huérfanos habían clamado por volver a ser propiedad del lobo. Ahora que de nuevo los encontraba y se fundían con los suyos, las palabras dichas anteriormente se desvanecían, los pensamientos sombríos desaparecían y sólo quedaba piel cálida y aliento en combustión. Cuando la besaba, su razón escoraba como un barco a la deriva entre arrecifes y aquellos besos mucho más calmados y sin urgencia, la removieron profundamente.
De pronto la puerta se abrió y la arrastraron fuera del agua. Escuchó las palabras de Sigrid, su veneno y sus celos. Podía entenderlo, a fin de cuentas ella esperaba ser la que estuviera en la bañera de Ulf. Pero los hombres... la habían vitoreado, le habían agradecido sus protecciones y ahora... Daba igual lo que hiciera. Siempre sería una bruja y las brujas acaban en la hoguera. En sus ojos se reflejó una infinida tristeza. No se resistió y dejó que la llevaran hacia el destino que le deparase. Cruzó la mirada un instante con Ulf, que se debatía y peleaba para que la soltaran. En ésta se reflejó el agradecimiento. Le dio las gracias por haberla hecho sentir un poco más normal por unas semanas, por haberse sentido deseada y protegida, por haberla dejado ser útil aunque el resultado final no hubiera sido el mejor. Pero en todos los cuentos la bruja acaba muerta o desterrada, y éste no iba a ser la excepción.
Exhaló el aire y levantó la barbilla mirando al frente, caminando al mismo paso que los que la retenían. No iba a dar un espectáculo, no iba a llorar ni a suplicar, ni a gritar que se equivocaban. ¿Querían echarla al mar? Pues adelante. Ni una sola queja saldría de sus labios. La energía la envolvió y si hubiera querido habría tumbado a los que estaban a su lado con liberarla de las manos, pero no lo haría. Eran los hombres de Ulf, y si ella ya había cumplido su misión, estaba de acuerdo con terminar de esa forma, pero al vikingo aún le quedaba mucho por hacer. Tenía que impedir la masacre de la boda y todo lo que se les venía encima.
Unas manos fueron a empujarla por la espalda, pero Giuliana alzó el puño deteniendolas con su energía. Nadie iba a empujarla, ella saltaría si era lo que habían decidido, aunque se estuvieran equivocando. Si era su destino morir, estaba preparada para ir con Legba. Unos segundos de tensión durante los cuales la bruja no se movió, sólo observó las aguas recias y oscuras recordando lo frías que estaban. Al menos el frío anestesiaba la conciencia y era una muerte dulce. Finalmente dio un paso adelante y su figura envuelta en un vestido azul oscuro se perdió en las negras aguas. Entre la tripulación se hizo el silencio y las miradas reflejaron dudas.
De nuevo el frío y el agua. Odiaba Europa y el norte. Quería volver a Nueva Orleans donde los mosquitos no te dejan dormir. De pronto las manos de Ulf y su voz la reflotaron y la trajeron de nuevo a la superficie.
— ¿Ulf? Ulf!! insensato!! vuelve.. vuelve al drakkar...— Los labios empezarona tomar un color violáceo y a castañear. ¿Se había lanzado al agua por ella? no podía creerlo. ¿De verdad estaba allí muriendo congelado por salvarla? eso era demasiado. Escuchó sus palabras de aliento y si no fuera porque estaba completamente congelada, se habría echado a llorar.
— Vale.. no me rendiré...habrá que nadar hasta la orilla...— braceó con cierto estilo, en Baton Rouge todos los niños sabían nadar porque los pantanos se extendían hasta donde la vista alcanza, pero había que ir con cuidado con los cocdrilos. Estaban algo lejos de tierra y Ulf estaba muy malherido.— lo que voy a probar es una estupidez pero espero que funcione...¿puedes abrazarme?.— Cuando el vikingo pasó sus brazos por su cuerpo, la bruja se concentró y canalizó la energía del mar en sus manos para soltarla con violencia. Esto los hizo avanzar unos metros. Si podía canalizarla y soltarla, llegarían en menos tiempo a la orilla. Dejó la mente en blanco, sin pensar en la decepción sufrida y se dedicó sólo a canalizar energía y propulsarlos hacia tierra firme. Pronto sus pies tocaron el fondo, ya podían continuar andando. Alcanzaron la orilla completamente empapados y ateridos y lo primero que hizo fue abrazar a Ulf con urgencia y poco después separarse un instante para mirarlo a los ojos.— Estás loco... has venido a por mí...— Se sostuvo sobre las puntas de los pies y cazó sus labios un instante, era la forma de decirle que sentía algo más que simple atracción, y que no sabía cómo gestionarlo ni por donde saldría, pero tenía toda su persona a su disposición.
La zambulló a traición, y no podía decir que no se lo esperase en el fondo, porque a Ulf le pegaba mucho hacer esas cosas. Protestó y frunció el ceño pero se quedó sólo en un vago intento porque sus labios acallaron cualquier signo de rebelión. El beso fue más pausado, lento, el puro placer de degustar la piel y el calor que ésta desprendía. Acarició sus mejillas con las yemas de los dedos, como si de una ciega se tratase, tratando de reconocerlo al tacto por cada detalle. En aquellas tres semanas había rememorado aquella noche en el hostal de París, su cuerpo se había tensado de deseo al recordarlo, y sus labios huérfanos habían clamado por volver a ser propiedad del lobo. Ahora que de nuevo los encontraba y se fundían con los suyos, las palabras dichas anteriormente se desvanecían, los pensamientos sombríos desaparecían y sólo quedaba piel cálida y aliento en combustión. Cuando la besaba, su razón escoraba como un barco a la deriva entre arrecifes y aquellos besos mucho más calmados y sin urgencia, la removieron profundamente.
De pronto la puerta se abrió y la arrastraron fuera del agua. Escuchó las palabras de Sigrid, su veneno y sus celos. Podía entenderlo, a fin de cuentas ella esperaba ser la que estuviera en la bañera de Ulf. Pero los hombres... la habían vitoreado, le habían agradecido sus protecciones y ahora... Daba igual lo que hiciera. Siempre sería una bruja y las brujas acaban en la hoguera. En sus ojos se reflejó una infinida tristeza. No se resistió y dejó que la llevaran hacia el destino que le deparase. Cruzó la mirada un instante con Ulf, que se debatía y peleaba para que la soltaran. En ésta se reflejó el agradecimiento. Le dio las gracias por haberla hecho sentir un poco más normal por unas semanas, por haberse sentido deseada y protegida, por haberla dejado ser útil aunque el resultado final no hubiera sido el mejor. Pero en todos los cuentos la bruja acaba muerta o desterrada, y éste no iba a ser la excepción.
Exhaló el aire y levantó la barbilla mirando al frente, caminando al mismo paso que los que la retenían. No iba a dar un espectáculo, no iba a llorar ni a suplicar, ni a gritar que se equivocaban. ¿Querían echarla al mar? Pues adelante. Ni una sola queja saldría de sus labios. La energía la envolvió y si hubiera querido habría tumbado a los que estaban a su lado con liberarla de las manos, pero no lo haría. Eran los hombres de Ulf, y si ella ya había cumplido su misión, estaba de acuerdo con terminar de esa forma, pero al vikingo aún le quedaba mucho por hacer. Tenía que impedir la masacre de la boda y todo lo que se les venía encima.
Unas manos fueron a empujarla por la espalda, pero Giuliana alzó el puño deteniendolas con su energía. Nadie iba a empujarla, ella saltaría si era lo que habían decidido, aunque se estuvieran equivocando. Si era su destino morir, estaba preparada para ir con Legba. Unos segundos de tensión durante los cuales la bruja no se movió, sólo observó las aguas recias y oscuras recordando lo frías que estaban. Al menos el frío anestesiaba la conciencia y era una muerte dulce. Finalmente dio un paso adelante y su figura envuelta en un vestido azul oscuro se perdió en las negras aguas. Entre la tripulación se hizo el silencio y las miradas reflejaron dudas.
De nuevo el frío y el agua. Odiaba Europa y el norte. Quería volver a Nueva Orleans donde los mosquitos no te dejan dormir. De pronto las manos de Ulf y su voz la reflotaron y la trajeron de nuevo a la superficie.
— ¿Ulf? Ulf!! insensato!! vuelve.. vuelve al drakkar...— Los labios empezarona tomar un color violáceo y a castañear. ¿Se había lanzado al agua por ella? no podía creerlo. ¿De verdad estaba allí muriendo congelado por salvarla? eso era demasiado. Escuchó sus palabras de aliento y si no fuera porque estaba completamente congelada, se habría echado a llorar.
— Vale.. no me rendiré...habrá que nadar hasta la orilla...— braceó con cierto estilo, en Baton Rouge todos los niños sabían nadar porque los pantanos se extendían hasta donde la vista alcanza, pero había que ir con cuidado con los cocdrilos. Estaban algo lejos de tierra y Ulf estaba muy malherido.— lo que voy a probar es una estupidez pero espero que funcione...¿puedes abrazarme?.— Cuando el vikingo pasó sus brazos por su cuerpo, la bruja se concentró y canalizó la energía del mar en sus manos para soltarla con violencia. Esto los hizo avanzar unos metros. Si podía canalizarla y soltarla, llegarían en menos tiempo a la orilla. Dejó la mente en blanco, sin pensar en la decepción sufrida y se dedicó sólo a canalizar energía y propulsarlos hacia tierra firme. Pronto sus pies tocaron el fondo, ya podían continuar andando. Alcanzaron la orilla completamente empapados y ateridos y lo primero que hizo fue abrazar a Ulf con urgencia y poco después separarse un instante para mirarlo a los ojos.— Estás loco... has venido a por mí...— Se sostuvo sobre las puntas de los pies y cazó sus labios un instante, era la forma de decirle que sentía algo más que simple atracción, y que no sabía cómo gestionarlo ni por donde saldría, pero tenía toda su persona a su disposición.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
La pequeña bruja era incansable, lejos de rendirse empezó a bracear con la misma fuerza que tiene un huracán que todo lo puede que todo lo vence. Mis labios sonrieron de medio lado tratando de seguirla extenuado, estaba herido, no iba a llegar con vida a la costa, no sin desangrarme con cada brazada, pero eso ella no lo sabia y yo no se lo diría.
Necesitaba que creyera que al tocar la arena ambos cuerpos se contrariaran, que mis labios la arroparían y que la esperanza existía, eso la hacia nada y salvar su vida me forzaba a seguir su ritmo dejando atrás el charco carmesí.
Como si leyera mi mente, la vi acercarse de nuevo, me pidió que la abrazara, mientras una risa jadeante escapaba de mis labios.
-¿Aquí? ¿en serio? -bromeé tomando sus labios despacio.
-De nuevo golpeo mi pecho, una tibia risa antes de explicarme su majestuoso plan, esa bruja tenia solución para todo.
Una guerra, mataba cinco oráculos, perdidos en el mar, pues concentraba energía y a avanzar hacia tierra firme.
Mi cuerpo temblaba contra el suyo, ella no decayó, precia cansada, mas aun así, siguió derrochando energía a buen ritmo, hasta que sus pies tocaron el suelo y mis manos aflojaron el agarre de su cuerpo.
-Lo siento -susurré sintiendo como me desvanecía, mi cuerpo temblaba por la hipotermia, había perdido mucha sangre, el cansancio hacia mella en mi, no podía ni llegar a la arena por mi propio pie, mas de nuevo ella tiro del vikingo. Nunca vi un alma mas guerrera que la suya.
Tocamos tierra firme, tendido sobre la arena, sus brazos me rodearon trataba de que entrara en calor, frotaba mis brazos con sus manos, cubriéndome con su propio cuerpo, pero yo tenia mucho frio.
-quinas si cabalgas sobre mi..-bromeé de nuevo.
Sus labios presionaron los míos morados, gotas que caían de los dos abanicos de sus pestañas muriendo en mis labios.
-Claro que he ido, no podía perderme la diversión -bromeé contra su boca -dame un instante, solo dormiré un poco.
Cerré los ojos incapaz de mantenerlos abiertos, sentí sus manso sacudirme, no quería que me durmiera, pestañeé varias veces, la oscuridad se cernía en mi.
El ruido de los cascos de los caballos hizo que clavara los codos en la arena alzando ligeramente la cabeza.
-¡Mierda! -hundí mis ojos en los verdes de Giuliana -¡vete! -Ordené -Son Amazonas, mujeres salvajes de los bosques que bajan a cazar hombres, forman hordas, son peligrosas, te mataran ¡ve! Las entretendré ¡ve!
Empujé su cuerpo para que se alejara del mio, quizás no entendía que la necesitaba a salvo, a mi no me mataría, pero ella no era útil para esas mujeres.
Hice acopio de fuerzas para ponerme en pie, no tenia ningún arma, así que saqué los dientes, mi cuerpo cayó a cuatro patas en el suelo frente a la mirada de las primeras amazonas que llegaban al galope.
Mi piel se hizo pelo, mis ojos verdes se tornaron ambarinos, hocico en mi rostro, colmillos, garras, estaba dispuesto para de nuevo emprender la batalla.
Tres dardos impactaron en mi lomo, rodeado por los gritos de guerra de esas salvajes, mi cuerpo no resistió el veneno adormecedor. Seguí con la mirada gruñendo a las monturas que giraban a mi alrededor, el mundo se tambaleaba bajo mis pies o quizás era yo, el pelaje blanco impacto en la arena ensangrentado.
Mi forma humana quedo reflejada frente a las amazonas, que con rapidez se acercaron inspeccionando a su nueva adquisición.
Apenas era capaz de seguir la conversación ,estaba muy mareado, finalmente la oscuridad se apodero de mi.
Necesitaba que creyera que al tocar la arena ambos cuerpos se contrariaran, que mis labios la arroparían y que la esperanza existía, eso la hacia nada y salvar su vida me forzaba a seguir su ritmo dejando atrás el charco carmesí.
Como si leyera mi mente, la vi acercarse de nuevo, me pidió que la abrazara, mientras una risa jadeante escapaba de mis labios.
-¿Aquí? ¿en serio? -bromeé tomando sus labios despacio.
-De nuevo golpeo mi pecho, una tibia risa antes de explicarme su majestuoso plan, esa bruja tenia solución para todo.
Una guerra, mataba cinco oráculos, perdidos en el mar, pues concentraba energía y a avanzar hacia tierra firme.
Mi cuerpo temblaba contra el suyo, ella no decayó, precia cansada, mas aun así, siguió derrochando energía a buen ritmo, hasta que sus pies tocaron el suelo y mis manos aflojaron el agarre de su cuerpo.
-Lo siento -susurré sintiendo como me desvanecía, mi cuerpo temblaba por la hipotermia, había perdido mucha sangre, el cansancio hacia mella en mi, no podía ni llegar a la arena por mi propio pie, mas de nuevo ella tiro del vikingo. Nunca vi un alma mas guerrera que la suya.
Tocamos tierra firme, tendido sobre la arena, sus brazos me rodearon trataba de que entrara en calor, frotaba mis brazos con sus manos, cubriéndome con su propio cuerpo, pero yo tenia mucho frio.
-quinas si cabalgas sobre mi..-bromeé de nuevo.
Sus labios presionaron los míos morados, gotas que caían de los dos abanicos de sus pestañas muriendo en mis labios.
-Claro que he ido, no podía perderme la diversión -bromeé contra su boca -dame un instante, solo dormiré un poco.
Cerré los ojos incapaz de mantenerlos abiertos, sentí sus manso sacudirme, no quería que me durmiera, pestañeé varias veces, la oscuridad se cernía en mi.
El ruido de los cascos de los caballos hizo que clavara los codos en la arena alzando ligeramente la cabeza.
-¡Mierda! -hundí mis ojos en los verdes de Giuliana -¡vete! -Ordené -Son Amazonas, mujeres salvajes de los bosques que bajan a cazar hombres, forman hordas, son peligrosas, te mataran ¡ve! Las entretendré ¡ve!
Empujé su cuerpo para que se alejara del mio, quizás no entendía que la necesitaba a salvo, a mi no me mataría, pero ella no era útil para esas mujeres.
Hice acopio de fuerzas para ponerme en pie, no tenia ningún arma, así que saqué los dientes, mi cuerpo cayó a cuatro patas en el suelo frente a la mirada de las primeras amazonas que llegaban al galope.
Mi piel se hizo pelo, mis ojos verdes se tornaron ambarinos, hocico en mi rostro, colmillos, garras, estaba dispuesto para de nuevo emprender la batalla.
Tres dardos impactaron en mi lomo, rodeado por los gritos de guerra de esas salvajes, mi cuerpo no resistió el veneno adormecedor. Seguí con la mirada gruñendo a las monturas que giraban a mi alrededor, el mundo se tambaleaba bajo mis pies o quizás era yo, el pelaje blanco impacto en la arena ensangrentado.
Mi forma humana quedo reflejada frente a las amazonas, que con rapidez se acercaron inspeccionando a su nueva adquisición.
Apenas era capaz de seguir la conversación ,estaba muy mareado, finalmente la oscuridad se apodero de mi.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
La vida era un chiste de los malos. Un puto chiste, ahora lo sabía. Nada de lo que estaba pasando lo había visto en sus visiones y si las que había tenido le parecían surrealistas, la realidad superaba a la imaginación. ¿En serio? y qué más les iba a pasar? se iban a tener que enfrentar a caníbales? a trolls? a una logia de druidas locos? Pffff… lo que fuera. A la mierda. A esas alturas ya no debería sorprenderse de nada. Valoró por unos instantes el quedarse a su lado, pero si era cierto lo que Ulf decía esas mujeres primero le cortarían el cuello y luego preguntarían.
Corrió a esconderse entre la vegetación que a esas horas aún estaba oscuro y con suerte no la verían. Si tenía que sacar a Ulf de allí, necesitaba algo de tiempo para pensar. Amanecería en unas horas y tendría que urdir algo para arrancarlo de las garras de las amazonas. Necesitaba esconderse en algun lugar, caminó por la foresta y dio con una casa de troncos de madera que en algun momento debió estar habitada, pero quizás la cercanía a las tierras de las amanzonas hicieron que los habitantes se marchasen o… cayesen. Había algunas flechas clavadas en la puerta de madera. Entró en ella, necesitaba quitarse la ropa mojada y entrar en calor, si moría de frio tampoco podría ir a por él. Trató de tranquilizarse y pensar. Le habían lanzado un dardo con algun tipo de toxina que provocaba el sueño, así que lo querían con vida, y Ulf necesitaba descansar. Esperaba que lo cuidasen, a fin de cuentas si lo querían para perpetuar el clan lo necesitaban sano y entero. Contaba todavía con algunas horas por delante, necesitaba descansar un poco.
Revolvió en la cabaña y encontró una manta polvorienta en la que se enrolló. No podía encender fuego porque sabrían que estaba allí. Puso la mente en blanco y trató de aislarse emocionalmente de todo, necesitaba descansar un par de horas al menos, así que entre tiritonas y el calor de su propio cuerpo se durmió.
El día estaba avanzado cuando abrió de nuevo los ojos y se sintió algo más descansada físicamente, pero mentalmente empezaba a flaquear. Rebuscó en la cabaña y encontró un tarro con manzanas en conserva. Comió todo lo que pudo para recuperar energía y se volvió a vestir. Tenía un plan hilvanado en la cabeza pero necesitaba primero llegar al campamento de las amazonas y observarlas un poco, cerciorarse de que Ulf estaba bien. Se recogió el pelo para que no llamase la atención entre el verde de las ramas y los arbustos y se escabulló silenciosamente hacia el campamento de las salvajes. Llegó a las lindes y se apostó tras unos árboles sin perder detalle de hasta el más mínimo movimiento.
Corrió a esconderse entre la vegetación que a esas horas aún estaba oscuro y con suerte no la verían. Si tenía que sacar a Ulf de allí, necesitaba algo de tiempo para pensar. Amanecería en unas horas y tendría que urdir algo para arrancarlo de las garras de las amazonas. Necesitaba esconderse en algun lugar, caminó por la foresta y dio con una casa de troncos de madera que en algun momento debió estar habitada, pero quizás la cercanía a las tierras de las amanzonas hicieron que los habitantes se marchasen o… cayesen. Había algunas flechas clavadas en la puerta de madera. Entró en ella, necesitaba quitarse la ropa mojada y entrar en calor, si moría de frio tampoco podría ir a por él. Trató de tranquilizarse y pensar. Le habían lanzado un dardo con algun tipo de toxina que provocaba el sueño, así que lo querían con vida, y Ulf necesitaba descansar. Esperaba que lo cuidasen, a fin de cuentas si lo querían para perpetuar el clan lo necesitaban sano y entero. Contaba todavía con algunas horas por delante, necesitaba descansar un poco.
Revolvió en la cabaña y encontró una manta polvorienta en la que se enrolló. No podía encender fuego porque sabrían que estaba allí. Puso la mente en blanco y trató de aislarse emocionalmente de todo, necesitaba descansar un par de horas al menos, así que entre tiritonas y el calor de su propio cuerpo se durmió.
El día estaba avanzado cuando abrió de nuevo los ojos y se sintió algo más descansada físicamente, pero mentalmente empezaba a flaquear. Rebuscó en la cabaña y encontró un tarro con manzanas en conserva. Comió todo lo que pudo para recuperar energía y se volvió a vestir. Tenía un plan hilvanado en la cabeza pero necesitaba primero llegar al campamento de las amazonas y observarlas un poco, cerciorarse de que Ulf estaba bien. Se recogió el pelo para que no llamase la atención entre el verde de las ramas y los arbustos y se escabulló silenciosamente hacia el campamento de las salvajes. Llegó a las lindes y se apostó tras unos árboles sin perder detalle de hasta el más mínimo movimiento.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
Abrí los ojos intentando centrar la mirada, me costaba bastante afinar pues apenas veía borrones que se movían a mi alrededor.
Pronto me percate que estaba sobre un camastro improvisado con heno, moví mi cuerpo hasta caer sobre una arena rojiza, arcillosa, posiblemente estábamos en lo mas profundo del bosque.
De rodillas alcé la cabeza para mirar al frente, mi nuevo hogar una jaula improvisada con barrotes de acero. En ella un par de lechos mas y sendos hombres que me miraban.
Uno se acercó tratando de ubicarme, como si no conociera yo ya de por si la maldita situación. Me puse en pie, esto parecía una broma macabra.
-¿cuantos días llevo durmiendo? -pregunté al alzar la camisola que las mujeres esas debían haberme colocado para mirar una herida perfectamente cosida.
Me sentía mas fuerte, el descanso había sanado gran parte de mis heridas.
-Llevas dos días durmiendo -contestó el que estaba apoyado contra uno de los barrotes sonriendo con cierta ironía. -Has tenido suerte, como nosotros seras un semental, tu trabajo a partir de ahora sera traer hijas al mundo -bromeó como si esas palabras tuvieran que resultarme divertidas.
¿Suerte? suerte era lo que necesitarían esas mujeres cuando me liberara de la prisión donde me habían metido, yo no era uno de esos que se rinde ante lo que le depara el destino.
Tambaleándome me acerqué a los barrotes, afiancé mis manos en ellos con el ceño fruncido.
Las mujeres hacían guardia por todo el poblado, algunos hombres trabajaban en la reparación del muro que se alzaba alrededor de todo aquel lugar. Sin duda estaba bien fortificado, su vigilancia no hacia aguas.
Analicé como algunas de ellas peleaban para entrenar sobre un patio de arena similar al de los gladiadores, escudo y espada en mano sus movimientos eran diestros, fuertes. Poco se podía reprochar a esas salvajes sobre estilo de combate.
Al lado, niñas de no mas de nueve años aprendiendo a tirar con arco sobre las monturas, no lo hacían nada mal para su corta edad, aunque por supuesto era mejorable.
Esas mujeres como yo estaban forjadas de acero, de fuego y escapar iba a ser mas complicado de lo que en principio pudiera imaginar.
Mis ojos volvieron hacia el interior de la prisión, los hombres parecían resignados a un futuro para ellos la mas de halagüeño. A diferencia de los otros, no daban un palo al agua, ningún látigo los golpeaba, su trabajo era fácil, diría que hasta placentero, si alguna vez fueron guerreros hoy solo eran esclavos.
-¿Cuando perdisteis el orgullo? -pregunté con cierto desprecio.
-Cando las mujeres esas te montan una y otra vez descubres que es mejor vivir así, a este lado de la jaula que tras el -dijo uno señalando a algunos hombres que trabajaban moviendo una rueda gigante de piedra que servia para traer agua a la aldea.
Mis ojos se centraron allí, dos amazonas les fustigaban para que se movieran, no tenían lengua, solo podían lamentarse con sonidos de bestias y lagrimas mudas. Cuando uno caía, era sustituido por otro de inmediato.
-¡Eh, tu, la del látigo! ¿por que no lo intentas conmigo y dejas a esos desgraciados en paz?
Su risa fue irónica, como si mis palabras le diesen lo mismo, por el contrario ante mi mordaz lengua si se acerco otra mujer.
Sus cabellos azabache se sacudían en una coleta alta de caballo mientras me miraba fijamente, complacida por la vitalidad que parecía mostrar tras dos días medio muerto.
-¿Como te llamas? -preguntó recorriendo con sus ojos mi cuerpo con descaro.
-¿Para follar te importa eso? -respondí desafiante -ya puedes drogarme bien, no te tocaría ni con un palo -aseguré con una sonrisa ladina en mi rostro.
La mujer abrió la compuerta sin ningún pudor a que entre tres la redujéramos, se acerco a mi, como si temiera poco o nada al guerrero que la enfrentaba. Sus ojos de cerca eran pardos, color tierra mojada.
Su mano se deslizó por mi pecho, la aparté sujetando su muñeca con fuerza. Nuestros orbes se encontraron con violencia.
-Cuidado mujer, no juegues si quieres mantener esa cabeza sobre tus hombros.
No se bien como saco una daga de su cinto acariciando con su filo mis cojones. Sonreí de medio lado.
-¿Ya no los necesitas? -pregunte altivo.
Vi la ira pasear por sus ojos como su mano temblaba de la rabia y su cuerpo se tensaba, momento que aproveché para darle un golpe seco en el cuello que la dejo sin aire el tiempo suficiente como para que su cuerpo quedara expuesto.
Mi brazo rodeo su cintura, espalda contra mi pecho. Mi mano tomó la suya daga en mano situandosela en el estomago, allí hice un corte que rápidamente comenzó a sangrar.
Alcé la daga hasta su cuello.
-No deberías dejarte llevar por la rabia, eso te convierte en un ser vulnerable -susurré en su oído.
No acabé la frase cuando seis amazonas me rodearon con lanzas, la superioridad numérica estaba clara, la batalla perdida, pues aunque la matara..no saldría de allí vivo.
Apreté los dientes y lancé a la mujer contra el suelo, la daga la clave en el.
-No seré nunca vuestro -aseguré volviendo a sentarme sobre la mullida paja. Tenia que pensar en como escapar de ese maldito lugar ¿pero como?
La amazonas se acercó ,un puñetazo fue la respuesta a mi descarado acto, rugió en mi cara mientras mi cuerpo se alzaba para enfrentarla de nuevo.
Ojos hundidos ne los del oto, desafiante ambos, pelea de egos.
Pronto me percate que estaba sobre un camastro improvisado con heno, moví mi cuerpo hasta caer sobre una arena rojiza, arcillosa, posiblemente estábamos en lo mas profundo del bosque.
De rodillas alcé la cabeza para mirar al frente, mi nuevo hogar una jaula improvisada con barrotes de acero. En ella un par de lechos mas y sendos hombres que me miraban.
Uno se acercó tratando de ubicarme, como si no conociera yo ya de por si la maldita situación. Me puse en pie, esto parecía una broma macabra.
-¿cuantos días llevo durmiendo? -pregunté al alzar la camisola que las mujeres esas debían haberme colocado para mirar una herida perfectamente cosida.
Me sentía mas fuerte, el descanso había sanado gran parte de mis heridas.
-Llevas dos días durmiendo -contestó el que estaba apoyado contra uno de los barrotes sonriendo con cierta ironía. -Has tenido suerte, como nosotros seras un semental, tu trabajo a partir de ahora sera traer hijas al mundo -bromeó como si esas palabras tuvieran que resultarme divertidas.
¿Suerte? suerte era lo que necesitarían esas mujeres cuando me liberara de la prisión donde me habían metido, yo no era uno de esos que se rinde ante lo que le depara el destino.
Tambaleándome me acerqué a los barrotes, afiancé mis manos en ellos con el ceño fruncido.
Las mujeres hacían guardia por todo el poblado, algunos hombres trabajaban en la reparación del muro que se alzaba alrededor de todo aquel lugar. Sin duda estaba bien fortificado, su vigilancia no hacia aguas.
Analicé como algunas de ellas peleaban para entrenar sobre un patio de arena similar al de los gladiadores, escudo y espada en mano sus movimientos eran diestros, fuertes. Poco se podía reprochar a esas salvajes sobre estilo de combate.
Al lado, niñas de no mas de nueve años aprendiendo a tirar con arco sobre las monturas, no lo hacían nada mal para su corta edad, aunque por supuesto era mejorable.
Esas mujeres como yo estaban forjadas de acero, de fuego y escapar iba a ser mas complicado de lo que en principio pudiera imaginar.
Mis ojos volvieron hacia el interior de la prisión, los hombres parecían resignados a un futuro para ellos la mas de halagüeño. A diferencia de los otros, no daban un palo al agua, ningún látigo los golpeaba, su trabajo era fácil, diría que hasta placentero, si alguna vez fueron guerreros hoy solo eran esclavos.
-¿Cuando perdisteis el orgullo? -pregunté con cierto desprecio.
-Cando las mujeres esas te montan una y otra vez descubres que es mejor vivir así, a este lado de la jaula que tras el -dijo uno señalando a algunos hombres que trabajaban moviendo una rueda gigante de piedra que servia para traer agua a la aldea.
Mis ojos se centraron allí, dos amazonas les fustigaban para que se movieran, no tenían lengua, solo podían lamentarse con sonidos de bestias y lagrimas mudas. Cuando uno caía, era sustituido por otro de inmediato.
-¡Eh, tu, la del látigo! ¿por que no lo intentas conmigo y dejas a esos desgraciados en paz?
Su risa fue irónica, como si mis palabras le diesen lo mismo, por el contrario ante mi mordaz lengua si se acerco otra mujer.
Sus cabellos azabache se sacudían en una coleta alta de caballo mientras me miraba fijamente, complacida por la vitalidad que parecía mostrar tras dos días medio muerto.
-¿Como te llamas? -preguntó recorriendo con sus ojos mi cuerpo con descaro.
-¿Para follar te importa eso? -respondí desafiante -ya puedes drogarme bien, no te tocaría ni con un palo -aseguré con una sonrisa ladina en mi rostro.
La mujer abrió la compuerta sin ningún pudor a que entre tres la redujéramos, se acerco a mi, como si temiera poco o nada al guerrero que la enfrentaba. Sus ojos de cerca eran pardos, color tierra mojada.
Su mano se deslizó por mi pecho, la aparté sujetando su muñeca con fuerza. Nuestros orbes se encontraron con violencia.
-Cuidado mujer, no juegues si quieres mantener esa cabeza sobre tus hombros.
No se bien como saco una daga de su cinto acariciando con su filo mis cojones. Sonreí de medio lado.
-¿Ya no los necesitas? -pregunte altivo.
Vi la ira pasear por sus ojos como su mano temblaba de la rabia y su cuerpo se tensaba, momento que aproveché para darle un golpe seco en el cuello que la dejo sin aire el tiempo suficiente como para que su cuerpo quedara expuesto.
Mi brazo rodeo su cintura, espalda contra mi pecho. Mi mano tomó la suya daga en mano situandosela en el estomago, allí hice un corte que rápidamente comenzó a sangrar.
Alcé la daga hasta su cuello.
-No deberías dejarte llevar por la rabia, eso te convierte en un ser vulnerable -susurré en su oído.
No acabé la frase cuando seis amazonas me rodearon con lanzas, la superioridad numérica estaba clara, la batalla perdida, pues aunque la matara..no saldría de allí vivo.
Apreté los dientes y lancé a la mujer contra el suelo, la daga la clave en el.
-No seré nunca vuestro -aseguré volviendo a sentarme sobre la mullida paja. Tenia que pensar en como escapar de ese maldito lugar ¿pero como?
La amazonas se acercó ,un puñetazo fue la respuesta a mi descarado acto, rugió en mi cara mientras mi cuerpo se alzaba para enfrentarla de nuevo.
Ojos hundidos ne los del oto, desafiante ambos, pelea de egos.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
Tres días. Habían pasado tres días desde que salieron del mar y la pequeña bruja había trabajado incansablemente para elaborar un plan con el que sacar a Ulf de aquel poblado de salvajes ninfómanas. Su base de operaciones era la cabaña abandonada y había encontrado materiales con los que trabajar en aquella elaborada y disparatada idea. No podía ir al poblado y pedirles que lo liberasen, tampoco podía colarse en la noche y abrir la jaula porque carecía de las habilidades suficientes para hacerlo. Sólo había una cosa que sabía hacer bien. Mas o menos. Y era la magia.
Invocó a Legba, el más sabio de los Loas del vudú y le pidió una serie de favores. No se podía decir que la bruja no fuera imaginativa. El dios vudú tocado con sombrero de copa, el de las cuencas vacías y la boca cosida, sonrió a carcajadas al escuchar su plan, hacía tiempo que no escuchaba algo tan temerario y disparatado, eran surrealista que el dios le concedió su favor sin pedirle nada a cambio, la diversión que iba a tener bien lo valía. Le aseguró a la bruja que no reclamaría su alma por esta vez y que le facilitaria el camino de vuelta a las otras almas que ella requirió.
Anochecía el tercer día cuando una de las amazonas dio el grito de alarma. Delante de la puerta de su fortificado campamento empezaron a aparecer multitud de luces. Eran antorchas portadas por algunas figuras oscuras. Los humanoides se detuvieron en el linde del bosque, a la distancia suficiente para no ser alcanzados por flechas. Una figura central avanzó algunos pasos. Era un mujer, su cabello rubio y largo se adivinaba bajo un tocado extraño: una cabeza de ciervo con su cornamenta. Su rostro estaba surcado por marcas dibujadas con sangre que bajaban por el cuello y los brazos, eran como tatuajes de guerra pero con el claro color del líquido vital. Llevaba en una mano una cuerda y a su lado caminaba un enorme oso al que le faltaba media cara y tenía la mitad de la caja torácica al aire. En la otra mano portaba un pequeño caldero. Santa Giuliana, portando al diablo encadenado y el caldero de bruja en la otra.
Avanzó unos pasos más y una de las amazonas disparó un proyectil. La bruja levantó el puño y creó un campo de energía que desvió la flecha haciendo que ésta se clavase en una de las figuras que sostenía una antorcha. Era una mujer, cadavérica, medio descompuesta, pero con los inconfundibles tatuajes de las amazonas todavía visibles en su verdosa piel. El cadáver animado se miró la flecha que tenía incrustada en el pecho y sin emitir sonido alguno la arrancó. Entonces soltó un gruñido gutural y los demás zombies estallaron en aullidos y quejidos espeluznantes. El oso gruñó y se elevó sobre sus patas traseras.
La bruja iba acompañada por un pequeño ejército de amazonas zombie, las que habían ido muriendo, y también de hombres que habían asesinado y enterrado en una fosa común. Observando el campamento había tropezado con una quijada humana y fue cuando se le encendió la luz en el cerebro, podía usar los cadáveres para provocar el desconcierto y el engaño. La imagen era espeluznante, surrealista y realmente de mal fario. Avanzó unos pasos más y la que parecía ser la líder dio la orden de no disparar. Había cundido el pánico al ver a sus hermanas, madres o hijas resucitadas y acompañando a la hechicera que iba vestida como una salvaje, con una cabeza de ciervo por diadema y llevando un oso como si fuera un gato.
Lana avanzó, seria, erguida y desafiante, llevando al ursido a su lado, a paso calmo y se detuvo a unos metros de la líder del poblado. Le habló con voz alta y calmada, sabiendo que la entenderían, porque había escuchado a una de ellas hablar en algo parecido al gaélico de sus ancestros. Vio a Ulf de refilón en la jaula pero no quiso mirarlo demasiado para no desmoronarse ni distraerse, el papel que estaba haciendo necesitaba de todo el aplomo que fuera capaz de reunir.
— Salud. Hijas de la montaña… esta noche he venido desde el reino de los muertos para traeros una advertencia. Retenéis a un hombre que no os pertenece. Ulf, el lobo del norte, se ha escapado de las prisiones del inframundo y debe volver a ellas. Los dioses me han encomendado a mi la tarea de regresarlo a su lugar. Entregádmelo y no sufriréis su ira.
La líder de las amazonas mandó traer a Ulf y dos de ellas lo sacaron, agarrándolo por los brazos. La mujer que hablaba su lengua dio un paso hacia delante.
— ¿Quién eres? ¿qué quieres?
— Mi nombre es Morta, y sirvo a la señora de la oscuridad Nox.— Esperaba que las salvajes conocieran la mitología romana, ya que todo el norte hacía siglos que estaba asediado por los cristianos-romanos. Tanto Britania como Europa central conocían las leyendas de las Parcas, y la bruja había asumido con toda su cara dura, la identidad de una de ellas, la que corta el hilo de las vidas mortales. Era el equivalente a Skuld, la norna. Lana contuvo el aliento porque como se les ocurriese a todas disparar a la vez, no habría campo de energía que valiese. Esperaba que el impacto de su imagen, los zombies y el oso muerto y resucitado fueran suficientes para que las amazonas pensasen que era mejor deshacerse de Ulf, que no merecía la pena quedárselo y agraviar a los dioses del inframundo.— Le habéis arrebatado a mi señora algo que le pertenece. Entregádmelo, el hilo de su vida debe ser cortado, pero no con las armas que tenéis aquí.
Hubo un pequeño debate entre ellas, algunas dudaban de la veracidad del relato pero lo cierto es que las zombies estaban allí erguidas, mirándolas desde sus cuencas vacías y podridas. Finalmente lo soltaron y lo empujaron hacia Lana.
— Llévaselo a tu señora.— ¿¿¿Se lo habían tragado???? estaba a punto de ponerse a bailar!!!. Con el coraje renovado Lana asintió y sacó un cuchillo del cinto sosteniendole la mirada a Ulf mientras éste se acercaba. Levantó el arma apuntando al cielo y descargó una onda de energía que hizo que se arremolinaran las hojas en forma de espiral ascendente hacia el filo. El oso se revolvió cuando Lana tiró de su cuerda, y aprovechó el gruñido para susurrarle a Ulf.
— …hazte el muerto cuando te corte.
El vikingo se acercó a ella y Lana describió un arco con el cuchillo como si le hubiera rasgado el gaznate, agarrándolo después cuando se desplomaba, para ocultar su mano, que sacó de entre las ropas una vejiga de sangre que rompió contra su vestido y contra Ulf. El efecto teatral estaba muy logrado. La bruja se levantó con el cuchillo rojo y el vestido manchado de sangre fresca.
— Está hecho. Mi señora estará complacida de saber que me habéis ayudado. Adiós, hijas de la montaña. Temed a los dioses, porque cada día puede ser el último.
Se giró y le indicó a dos amazonas muertas que cargaran con Ulf hacia el bosque. Estas lo sujetaron y lo arrastraron, entrando en la espesura.
Ahora solo faltaba saber qué cojones tenía que hacer con un ejército de zombies. El vudú servía para levantar a los muertos, pero una vez levantados...Revivirlos era una cosa, pero enviarlos de nuevo a dormir... esa parte no sabía como era.
Invocó a Legba, el más sabio de los Loas del vudú y le pidió una serie de favores. No se podía decir que la bruja no fuera imaginativa. El dios vudú tocado con sombrero de copa, el de las cuencas vacías y la boca cosida, sonrió a carcajadas al escuchar su plan, hacía tiempo que no escuchaba algo tan temerario y disparatado, eran surrealista que el dios le concedió su favor sin pedirle nada a cambio, la diversión que iba a tener bien lo valía. Le aseguró a la bruja que no reclamaría su alma por esta vez y que le facilitaria el camino de vuelta a las otras almas que ella requirió.
Anochecía el tercer día cuando una de las amazonas dio el grito de alarma. Delante de la puerta de su fortificado campamento empezaron a aparecer multitud de luces. Eran antorchas portadas por algunas figuras oscuras. Los humanoides se detuvieron en el linde del bosque, a la distancia suficiente para no ser alcanzados por flechas. Una figura central avanzó algunos pasos. Era un mujer, su cabello rubio y largo se adivinaba bajo un tocado extraño: una cabeza de ciervo con su cornamenta. Su rostro estaba surcado por marcas dibujadas con sangre que bajaban por el cuello y los brazos, eran como tatuajes de guerra pero con el claro color del líquido vital. Llevaba en una mano una cuerda y a su lado caminaba un enorme oso al que le faltaba media cara y tenía la mitad de la caja torácica al aire. En la otra mano portaba un pequeño caldero. Santa Giuliana, portando al diablo encadenado y el caldero de bruja en la otra.
Avanzó unos pasos más y una de las amazonas disparó un proyectil. La bruja levantó el puño y creó un campo de energía que desvió la flecha haciendo que ésta se clavase en una de las figuras que sostenía una antorcha. Era una mujer, cadavérica, medio descompuesta, pero con los inconfundibles tatuajes de las amazonas todavía visibles en su verdosa piel. El cadáver animado se miró la flecha que tenía incrustada en el pecho y sin emitir sonido alguno la arrancó. Entonces soltó un gruñido gutural y los demás zombies estallaron en aullidos y quejidos espeluznantes. El oso gruñó y se elevó sobre sus patas traseras.
La bruja iba acompañada por un pequeño ejército de amazonas zombie, las que habían ido muriendo, y también de hombres que habían asesinado y enterrado en una fosa común. Observando el campamento había tropezado con una quijada humana y fue cuando se le encendió la luz en el cerebro, podía usar los cadáveres para provocar el desconcierto y el engaño. La imagen era espeluznante, surrealista y realmente de mal fario. Avanzó unos pasos más y la que parecía ser la líder dio la orden de no disparar. Había cundido el pánico al ver a sus hermanas, madres o hijas resucitadas y acompañando a la hechicera que iba vestida como una salvaje, con una cabeza de ciervo por diadema y llevando un oso como si fuera un gato.
Lana avanzó, seria, erguida y desafiante, llevando al ursido a su lado, a paso calmo y se detuvo a unos metros de la líder del poblado. Le habló con voz alta y calmada, sabiendo que la entenderían, porque había escuchado a una de ellas hablar en algo parecido al gaélico de sus ancestros. Vio a Ulf de refilón en la jaula pero no quiso mirarlo demasiado para no desmoronarse ni distraerse, el papel que estaba haciendo necesitaba de todo el aplomo que fuera capaz de reunir.
— Salud. Hijas de la montaña… esta noche he venido desde el reino de los muertos para traeros una advertencia. Retenéis a un hombre que no os pertenece. Ulf, el lobo del norte, se ha escapado de las prisiones del inframundo y debe volver a ellas. Los dioses me han encomendado a mi la tarea de regresarlo a su lugar. Entregádmelo y no sufriréis su ira.
La líder de las amazonas mandó traer a Ulf y dos de ellas lo sacaron, agarrándolo por los brazos. La mujer que hablaba su lengua dio un paso hacia delante.
— ¿Quién eres? ¿qué quieres?
— Mi nombre es Morta, y sirvo a la señora de la oscuridad Nox.— Esperaba que las salvajes conocieran la mitología romana, ya que todo el norte hacía siglos que estaba asediado por los cristianos-romanos. Tanto Britania como Europa central conocían las leyendas de las Parcas, y la bruja había asumido con toda su cara dura, la identidad de una de ellas, la que corta el hilo de las vidas mortales. Era el equivalente a Skuld, la norna. Lana contuvo el aliento porque como se les ocurriese a todas disparar a la vez, no habría campo de energía que valiese. Esperaba que el impacto de su imagen, los zombies y el oso muerto y resucitado fueran suficientes para que las amazonas pensasen que era mejor deshacerse de Ulf, que no merecía la pena quedárselo y agraviar a los dioses del inframundo.— Le habéis arrebatado a mi señora algo que le pertenece. Entregádmelo, el hilo de su vida debe ser cortado, pero no con las armas que tenéis aquí.
Hubo un pequeño debate entre ellas, algunas dudaban de la veracidad del relato pero lo cierto es que las zombies estaban allí erguidas, mirándolas desde sus cuencas vacías y podridas. Finalmente lo soltaron y lo empujaron hacia Lana.
— Llévaselo a tu señora.— ¿¿¿Se lo habían tragado???? estaba a punto de ponerse a bailar!!!. Con el coraje renovado Lana asintió y sacó un cuchillo del cinto sosteniendole la mirada a Ulf mientras éste se acercaba. Levantó el arma apuntando al cielo y descargó una onda de energía que hizo que se arremolinaran las hojas en forma de espiral ascendente hacia el filo. El oso se revolvió cuando Lana tiró de su cuerda, y aprovechó el gruñido para susurrarle a Ulf.
— …hazte el muerto cuando te corte.
El vikingo se acercó a ella y Lana describió un arco con el cuchillo como si le hubiera rasgado el gaznate, agarrándolo después cuando se desplomaba, para ocultar su mano, que sacó de entre las ropas una vejiga de sangre que rompió contra su vestido y contra Ulf. El efecto teatral estaba muy logrado. La bruja se levantó con el cuchillo rojo y el vestido manchado de sangre fresca.
— Está hecho. Mi señora estará complacida de saber que me habéis ayudado. Adiós, hijas de la montaña. Temed a los dioses, porque cada día puede ser el último.
Se giró y le indicó a dos amazonas muertas que cargaran con Ulf hacia el bosque. Estas lo sujetaron y lo arrastraron, entrando en la espesura.
Ahora solo faltaba saber qué cojones tenía que hacer con un ejército de zombies. El vudú servía para levantar a los muertos, pero una vez levantados...Revivirlos era una cosa, pero enviarlos de nuevo a dormir... esa parte no sabía como era.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 179
Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
El poblado estaba en pie de guerra, todos los hombres nos alzamos de nuestros camastros viendo como las amazonas, se movían inquietas como avispas cuando les mueven el panal.
Sonreí de medio lado ,todo aquello que las hiciera saltar, era una oportunidad para poder escapar.
Corrí hacia la puerta de reja y la golpeé con fuerza, aprovechando el descuido de estas. Intentaba que cediera el maldito candado, pero sin duda estaba bien afianzado.
Rugí de la rabia, sin dejar de dar golpes al cerrojo ante la mirada desinteresada de esos dos hombres que parecían asumir su destino de un modo desconcertante para mi.
Mis intentos pronto se vieron abortados por dos amazonas que entraron en la celda y sin miramientos me tomaron por los brazos arrastrándome hacia el exterior, sonreí de medio lado al ver a la pequeña bruja comandando un ejercito de muertos vivientes. La imagen era dantesca, llevaba sobre la cabeza unos cuernos de ciervo, un oso de una correa, todo putrefacto.
-Casi que prefiero quedarme con vosotros -bromeé susurrado a una de las mujeres de la aldea.
Estuve a punto de echarme a reír frente a la representación teatral de esa chiquilla, tenia que admitir que era una mujer con recursos, demasiados.
Escuché a las amazonas debatir entre ellas la veracidad de esa historia, que a simple vista era muy creíble, solo había que ver el aderezo que acompañaba a la bruja.
Finalmente un empujón de esas mujeres en bragas y sujetador marcaron el camino hacia la libertad.
Caminé hasta Giuliana con una picara sonrisa, ella saco un cuchillo de su cinto, un jadeo escapó de mis labios cuando mi cuerpo rozo su piel, ojos oscurecidos al ver el arma en sus manos. Y su cuerpo envuelto en pieles como si de una valkiria se tratase.
Su voz contra mi boca, exigiéndome que me dejara caer a sus pies, acaso no se daba cuenta que justo en ellos me tenia.
Movió el cuchillo con destreza, fingiendo rozarme, entre nuestro cuerpos explotó algo que nos mancho a ambos de sangre fresca.
Me deje caer rozándola, sin apartar mis ojos de los suyos, no se me daba demasiado bien, eso de actuar, por suerte pronto dos feas me cogieron de los brazos arrastrando mi cuerpo para seguir a la comitiva.
Cuando estuvimos lo suficientemente lejos como para que esas excitantes mujeres no pudieran vernos, apoyé los pies en el suelo soltándome del agarre de los zombis vivientes y acorte la distancia que me separaba de la pequeña bruja, su oso y su diadema extraña.
-Giuliana, haces honor a tu nombre -susurré acortando la distancia sin ningún tipo de miramiento.
Mis dedos surcaron su rostro hasta hacerme con su mentón que eleve para quedar de frente, ojos anclados en los del otro, respiración entrecortada de ambos
-Y si les dices a esas que dejen de mirarnos -susurré antes de toparme con sus labios, presión con los míos que entreabrieron nuestras bocas. Deslicé mi lengua furtiva entre estos, anhelante tomé la ajena batiéndome en duelo, jadeé con brusquedad, empujando sus nalgas contra mi abultada virilidad.
-Me debes varios encuentros -bromeé tomándola de nuevo- desde tu beso con el nosferatu, has mejorado bastante, has tenido un buen maestro -dije altivo sonriendo
Una parte de mi estaba esperando que nuevo acontecimiento nos esperaba, pues como si nuestro amor estuviera maldito, cada vez que nuestros cuerpos se fundían en uno, algo sucedía. Destino empecinado en separarnos, no conocía lo sumamente terco que yo era, ni los dioses, ni el abismo lograrían que me rindiera en ninguno de mis empeños.
-deshazte de todo este circo, y vamos a algún sitio donde pasar la noche, el bosque es traicionero y tu presencia trae mal fario, es evidente -bromeé guiñándole un ojo.
Sonreí de medio lado ,todo aquello que las hiciera saltar, era una oportunidad para poder escapar.
Corrí hacia la puerta de reja y la golpeé con fuerza, aprovechando el descuido de estas. Intentaba que cediera el maldito candado, pero sin duda estaba bien afianzado.
Rugí de la rabia, sin dejar de dar golpes al cerrojo ante la mirada desinteresada de esos dos hombres que parecían asumir su destino de un modo desconcertante para mi.
Mis intentos pronto se vieron abortados por dos amazonas que entraron en la celda y sin miramientos me tomaron por los brazos arrastrándome hacia el exterior, sonreí de medio lado al ver a la pequeña bruja comandando un ejercito de muertos vivientes. La imagen era dantesca, llevaba sobre la cabeza unos cuernos de ciervo, un oso de una correa, todo putrefacto.
-Casi que prefiero quedarme con vosotros -bromeé susurrado a una de las mujeres de la aldea.
Estuve a punto de echarme a reír frente a la representación teatral de esa chiquilla, tenia que admitir que era una mujer con recursos, demasiados.
Escuché a las amazonas debatir entre ellas la veracidad de esa historia, que a simple vista era muy creíble, solo había que ver el aderezo que acompañaba a la bruja.
Finalmente un empujón de esas mujeres en bragas y sujetador marcaron el camino hacia la libertad.
Caminé hasta Giuliana con una picara sonrisa, ella saco un cuchillo de su cinto, un jadeo escapó de mis labios cuando mi cuerpo rozo su piel, ojos oscurecidos al ver el arma en sus manos. Y su cuerpo envuelto en pieles como si de una valkiria se tratase.
Su voz contra mi boca, exigiéndome que me dejara caer a sus pies, acaso no se daba cuenta que justo en ellos me tenia.
Movió el cuchillo con destreza, fingiendo rozarme, entre nuestro cuerpos explotó algo que nos mancho a ambos de sangre fresca.
Me deje caer rozándola, sin apartar mis ojos de los suyos, no se me daba demasiado bien, eso de actuar, por suerte pronto dos feas me cogieron de los brazos arrastrando mi cuerpo para seguir a la comitiva.
Cuando estuvimos lo suficientemente lejos como para que esas excitantes mujeres no pudieran vernos, apoyé los pies en el suelo soltándome del agarre de los zombis vivientes y acorte la distancia que me separaba de la pequeña bruja, su oso y su diadema extraña.
-Giuliana, haces honor a tu nombre -susurré acortando la distancia sin ningún tipo de miramiento.
Mis dedos surcaron su rostro hasta hacerme con su mentón que eleve para quedar de frente, ojos anclados en los del otro, respiración entrecortada de ambos
-Y si les dices a esas que dejen de mirarnos -susurré antes de toparme con sus labios, presión con los míos que entreabrieron nuestras bocas. Deslicé mi lengua furtiva entre estos, anhelante tomé la ajena batiéndome en duelo, jadeé con brusquedad, empujando sus nalgas contra mi abultada virilidad.
-Me debes varios encuentros -bromeé tomándola de nuevo- desde tu beso con el nosferatu, has mejorado bastante, has tenido un buen maestro -dije altivo sonriendo
Una parte de mi estaba esperando que nuevo acontecimiento nos esperaba, pues como si nuestro amor estuviera maldito, cada vez que nuestros cuerpos se fundían en uno, algo sucedía. Destino empecinado en separarnos, no conocía lo sumamente terco que yo era, ni los dioses, ni el abismo lograrían que me rindiera en ninguno de mis empeños.
-deshazte de todo este circo, y vamos a algún sitio donde pasar la noche, el bosque es traicionero y tu presencia trae mal fario, es evidente -bromeé guiñándole un ojo.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
La bruja todavía no se creía que su engaño hubiera colado, estaba tan alucinada y sorprendida de que se lo hubieran creído y lo hubieran soltado sano y entero, que apenas podía reaccionar. Cuando se ocultaron de vuelta en el bosque miró un par de veces hacia atrás para cerciorarse de que no los seguían, y por si acaso ordenó a varias amazonas zombies que se quedaran a modo de centinelas, por si las guerreras pretendían seguirles, para disuadirlas de hacerlo al ver a aquellas criaturas con las que no se podía razonar, montando guardia.
Cuando por fin salieron de la vista del campamento Ulf la agarró pegándola a su cuerpo y la bruja le pasó los brazos alrededor del cuello. No podía creer que hubiera conseguido sacarlo de allí, como todavía no asimilaba que él había saltado al mar malherido aún a riesgo de ahogarse, sólo por salvarla a ella. Ulf podía tener a la mujer que quisiera, el claro ejemplo era Sigrid, y sin embargo la había apartado y la había seguido. Pensar en eso daba vértigo, y en algún momento tendrían que hablar, si es que los dejaban el destino, el karma o los dioses. Todo iba demasiado deprisa, no había tenido tiempo de procesar lo que le estaba pasando, tan sólo se dejaba llevar por la corriente y por lo visto su destino estaba plagado de sorpresas, algunas más agradables que otras.
Acarició su pelo, enredado, aspirando su olor, que tras haber estado nadando en el mar, era bastante limpio, al contrario que el suyo propio, y suspiró. Iba bañada en sangre de ciervo, lo había encontrado muerto a causa del ataque del oso, y con su sangre se había hecho las marcas. Arrancarle la cabeza le había costado lo suyo, y atar al oso antes de levantar su cadaver también le había dejado un hedor curioso.
— Ha sido una locura…no sé ni cómo ha funcionado. Ahora lo pienso y parece un disparate, pero no sabía qué más hacer. ¡Huelo fatal! será mejor que no te acerques mucho… ¿por qué siempre acabamos bañados en excrementos, sangre o algo similar?
La bruja disfrutó del apretón y del beso, era como llegar a casa tras un mes vagando por el desierto. ¿Por qué se sentía así tan cálido? era una sensación de seguridad, a pesar de andar vestida como una salvaje y haber tenido que hacer frente a varias desdichas desde que lo conocía, cada vez que la abrazaba tenía la sensación de que entre sus brazos todo estaba bien, en su lugar. Levantó los ojos para atesorar de nuevo sus sonrisas, que habían sido un regalo constante desde que lo vio la primera vez.
— El problema es que no sé cómo hacerlo. No lo pensé cuando monté este circo. — Suspiró y mordió el labio inferior.— Voy a arreglarlo.— Se separó de él y buscó una rama con la que dibujar en el suelo un círculo mágico y arrodillarse en él. Colocó las manos sobre las rodillas y cerró los ojos murmurando cosas en criollo para entrar en trance. Le costó un rato conseguirlo, porque no había sazerac y estaba muy cansada. Caminó entre brumas hasta dar con Legba, que estaba sentado sobre una roca bebiendose una botella de color oscuro. Cuando la vio llegar aplaudió sonriendo con su boca cosida.
— Me ha encantado la función. Los mortales sois muy previsible, siempre pedís el regreso del alma de un ser querido, o de un enemigo para torturarlo… pero me ha gustado tu pequeño teatro, hacía años que ninguna bruja vudú me pedía algo así.
—Gracias. Estaba desesperada y se me ocurrió que podría funcionar pero tengo un problema.
—No, tienes dos problemas.
—¿qué?
— Nada, sigue, adelante.
— Pues que no sé cómo hacer para devolverlos a sus tumbas y que sus almas regresen aquí a la encrucijada.
— Oh! eso es fácil. Deberías haberlo aprendido. Pero por esta vez te echaré una mano, sólo tienes que enviarlos a descansar donde ellos quieran, y cuando lleguen a ese lugar, su alma reposará y regresará.
Bien, eso parecía fácil, pero Legba reía entre dientes. La bruja entornó los ojos…oh! ya lo pillaba. El dios más retorcido seguía contestando con acertijos. Los enviaría a descansar a su lugar favorito y eso haría que muchas amazonas regresasen al poblado y cundiera el caos. Bien, a ellos les serviría de ventaja para alejarse de allí.
—¿Cual es el otro problema que tengo?— Legba la miró de hito en hito con sus cuencas vacías.
—El alma de tu madre está en mi lista. Deberías darte prisa en regresar, puedo demorarlo unos días.
Lana salió del trance de sopetón y se levantó, agarrando a Ulf con la tristeza reflejada en sus profundos ojos verdes.
— Ulf! tengo que regresar a París, mi madre se muere, me lo ha dicho Legba.– No es que su madre estuviera muy sana, ni siquiera estaba allí, hacía años que había dejado de hablar y era sólo un vegetal. Pero aun así era su madre y no quería lamentar su pérdida estando tan lejos.
Envió a los muertos a su lugar de descanso y se quitó toda la parafernalia que llevaba encima, sólo quería cambiarse de ropa y encontrar la forma de regresar con su familia.
Cuando por fin salieron de la vista del campamento Ulf la agarró pegándola a su cuerpo y la bruja le pasó los brazos alrededor del cuello. No podía creer que hubiera conseguido sacarlo de allí, como todavía no asimilaba que él había saltado al mar malherido aún a riesgo de ahogarse, sólo por salvarla a ella. Ulf podía tener a la mujer que quisiera, el claro ejemplo era Sigrid, y sin embargo la había apartado y la había seguido. Pensar en eso daba vértigo, y en algún momento tendrían que hablar, si es que los dejaban el destino, el karma o los dioses. Todo iba demasiado deprisa, no había tenido tiempo de procesar lo que le estaba pasando, tan sólo se dejaba llevar por la corriente y por lo visto su destino estaba plagado de sorpresas, algunas más agradables que otras.
Acarició su pelo, enredado, aspirando su olor, que tras haber estado nadando en el mar, era bastante limpio, al contrario que el suyo propio, y suspiró. Iba bañada en sangre de ciervo, lo había encontrado muerto a causa del ataque del oso, y con su sangre se había hecho las marcas. Arrancarle la cabeza le había costado lo suyo, y atar al oso antes de levantar su cadaver también le había dejado un hedor curioso.
— Ha sido una locura…no sé ni cómo ha funcionado. Ahora lo pienso y parece un disparate, pero no sabía qué más hacer. ¡Huelo fatal! será mejor que no te acerques mucho… ¿por qué siempre acabamos bañados en excrementos, sangre o algo similar?
La bruja disfrutó del apretón y del beso, era como llegar a casa tras un mes vagando por el desierto. ¿Por qué se sentía así tan cálido? era una sensación de seguridad, a pesar de andar vestida como una salvaje y haber tenido que hacer frente a varias desdichas desde que lo conocía, cada vez que la abrazaba tenía la sensación de que entre sus brazos todo estaba bien, en su lugar. Levantó los ojos para atesorar de nuevo sus sonrisas, que habían sido un regalo constante desde que lo vio la primera vez.
— El problema es que no sé cómo hacerlo. No lo pensé cuando monté este circo. — Suspiró y mordió el labio inferior.— Voy a arreglarlo.— Se separó de él y buscó una rama con la que dibujar en el suelo un círculo mágico y arrodillarse en él. Colocó las manos sobre las rodillas y cerró los ojos murmurando cosas en criollo para entrar en trance. Le costó un rato conseguirlo, porque no había sazerac y estaba muy cansada. Caminó entre brumas hasta dar con Legba, que estaba sentado sobre una roca bebiendose una botella de color oscuro. Cuando la vio llegar aplaudió sonriendo con su boca cosida.
— Me ha encantado la función. Los mortales sois muy previsible, siempre pedís el regreso del alma de un ser querido, o de un enemigo para torturarlo… pero me ha gustado tu pequeño teatro, hacía años que ninguna bruja vudú me pedía algo así.
—Gracias. Estaba desesperada y se me ocurrió que podría funcionar pero tengo un problema.
—No, tienes dos problemas.
—¿qué?
— Nada, sigue, adelante.
— Pues que no sé cómo hacer para devolverlos a sus tumbas y que sus almas regresen aquí a la encrucijada.
— Oh! eso es fácil. Deberías haberlo aprendido. Pero por esta vez te echaré una mano, sólo tienes que enviarlos a descansar donde ellos quieran, y cuando lleguen a ese lugar, su alma reposará y regresará.
Bien, eso parecía fácil, pero Legba reía entre dientes. La bruja entornó los ojos…oh! ya lo pillaba. El dios más retorcido seguía contestando con acertijos. Los enviaría a descansar a su lugar favorito y eso haría que muchas amazonas regresasen al poblado y cundiera el caos. Bien, a ellos les serviría de ventaja para alejarse de allí.
—¿Cual es el otro problema que tengo?— Legba la miró de hito en hito con sus cuencas vacías.
—El alma de tu madre está en mi lista. Deberías darte prisa en regresar, puedo demorarlo unos días.
Lana salió del trance de sopetón y se levantó, agarrando a Ulf con la tristeza reflejada en sus profundos ojos verdes.
— Ulf! tengo que regresar a París, mi madre se muere, me lo ha dicho Legba.– No es que su madre estuviera muy sana, ni siquiera estaba allí, hacía años que había dejado de hablar y era sólo un vegetal. Pero aun así era su madre y no quería lamentar su pérdida estando tan lejos.
Envió a los muertos a su lugar de descanso y se quitó toda la parafernalia que llevaba encima, sólo quería cambiarse de ropa y encontrar la forma de regresar con su familia.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
La bruja trazó un circulo en el suelo lleno de runas extrañas para mi, la vi de nuevo concentrarse hasta entrar en trance, su piel parecía apagada, agotada diría yo y no la culpaba desde que empezó este viaje conmigo, su vida había ido de mal en peor.
Suponía que todo esto tendría un precio, si algo podía saber de magia por las oráculos del norte, es que nada era gratuito, nada te lo regalan los dioses sin pedir algo a cambio y su alma parecía ir quedando marcada por ellos sin poder evitarlo.
Mis ojos recorrieron su pequeño cuerpo, una parte de mi ansiaba protegerla aunque eso implicara alejarla de mi. Yo era un guerrero sediento de sangre, nada podría aplacarme hasta llegar al Valhalla y ella, parecía decidida a seguirme al infierno.
La deseaba eso era un echo, mis ojos se oscurecían tan solo con que sus labios me rozaran, pero ¿era justo ser egoísta?
Tensé el gesto debatiéndome entre lo que yo quería y lo que ella merecía. Si, trataba de mentirme, lo hice desde la noche que sonreí con los ojos cerrados alargando el brazo para tomarla, y solo encontré vació.
Me lo puso tan fácil, y yo sentí rabia. No iba a reconocerlo, no porque era orgulloso, no porque de hacerlo estaría condenandola a muerte.
La quería y por eso debía dejarla marchar, dejar que volviera a su vida, una calma, lejos de esa boda de sangre que haba visto, lejos de una batalla en el norte que posiblemente no podría ganarse con el sacrificio de cinco oráculos.
Habíamos ganado la batalla, pero no la guerra y esta se me antojaba cruenta. El rey ahora que sabia de su existencia, de que una bruja nos ayudaba y había matado a sus visionarias, no dudaría en mandar otros seres para darle caza y muerte.
Tenia que protegerla y solo se me ocurría un modo...
Salió de su trance con el pesar dibujado en su verde mirada. Acaricié su cintura con mis dedos, en ese instante quemaba pues sabia que este viaje de vuelta seria le ultimo en el que la tocaría, no volvería a pertenecerme como ahora lo hacia..
Sus palabras sonaron tristes, apagadas, su madre se moría y volver a París era la prioridad mas inmediata.
Ella necesitaba despedirse. De nuevo mi egoísmo batallo contra el lobo de la razón, hubiera alargado esa vuelta para arrancar al tiempo mas arena en el reloj para los dos.
Tiré de ella hacia el mar, solucionado el problema de los muertos alzados, ahora solo nos esperaba un largo viaje a casa, o en mi caso, demasiado breve viaje a París.
-Conozco un hombre con un barco, los fabrica el mismo, es un visionario, estoy seguro que nos llevara por un módico precio.
Pronto estábamos zarpando en las gélidas y bravas aguas norteñas, mientras ella se daba un baño, uno que bien necesitaba, pues olía a orco, trol y nosferatu todo unido. Me quedé mirando el mar desde la proa.
Intuía que mi necesidad de sexo no era compartida, no la culpaba, su madre se moría.
Mi gente me había traicionado, podía entender los motivos que les habían llevado a tal acto, el miedo a los dioses.
Habían sido fieles en la lucha, todos habíamos derramado sangre, yo mas que muchos de los marcados por los nuevos dioses.
Sigrid había puesto el veneno en los norteños, en mis hombres y ellos habían dejado que este llegara a sus corazones convirtiéndolos en lacayos de una mentira o de una verdad contada a medias.
Suponía que todo esto tendría un precio, si algo podía saber de magia por las oráculos del norte, es que nada era gratuito, nada te lo regalan los dioses sin pedir algo a cambio y su alma parecía ir quedando marcada por ellos sin poder evitarlo.
Mis ojos recorrieron su pequeño cuerpo, una parte de mi ansiaba protegerla aunque eso implicara alejarla de mi. Yo era un guerrero sediento de sangre, nada podría aplacarme hasta llegar al Valhalla y ella, parecía decidida a seguirme al infierno.
La deseaba eso era un echo, mis ojos se oscurecían tan solo con que sus labios me rozaran, pero ¿era justo ser egoísta?
Tensé el gesto debatiéndome entre lo que yo quería y lo que ella merecía. Si, trataba de mentirme, lo hice desde la noche que sonreí con los ojos cerrados alargando el brazo para tomarla, y solo encontré vació.
Me lo puso tan fácil, y yo sentí rabia. No iba a reconocerlo, no porque era orgulloso, no porque de hacerlo estaría condenandola a muerte.
La quería y por eso debía dejarla marchar, dejar que volviera a su vida, una calma, lejos de esa boda de sangre que haba visto, lejos de una batalla en el norte que posiblemente no podría ganarse con el sacrificio de cinco oráculos.
Habíamos ganado la batalla, pero no la guerra y esta se me antojaba cruenta. El rey ahora que sabia de su existencia, de que una bruja nos ayudaba y había matado a sus visionarias, no dudaría en mandar otros seres para darle caza y muerte.
Tenia que protegerla y solo se me ocurría un modo...
Salió de su trance con el pesar dibujado en su verde mirada. Acaricié su cintura con mis dedos, en ese instante quemaba pues sabia que este viaje de vuelta seria le ultimo en el que la tocaría, no volvería a pertenecerme como ahora lo hacia..
Sus palabras sonaron tristes, apagadas, su madre se moría y volver a París era la prioridad mas inmediata.
Ella necesitaba despedirse. De nuevo mi egoísmo batallo contra el lobo de la razón, hubiera alargado esa vuelta para arrancar al tiempo mas arena en el reloj para los dos.
Tiré de ella hacia el mar, solucionado el problema de los muertos alzados, ahora solo nos esperaba un largo viaje a casa, o en mi caso, demasiado breve viaje a París.
-Conozco un hombre con un barco, los fabrica el mismo, es un visionario, estoy seguro que nos llevara por un módico precio.
Pronto estábamos zarpando en las gélidas y bravas aguas norteñas, mientras ella se daba un baño, uno que bien necesitaba, pues olía a orco, trol y nosferatu todo unido. Me quedé mirando el mar desde la proa.
Intuía que mi necesidad de sexo no era compartida, no la culpaba, su madre se moría.
Mi gente me había traicionado, podía entender los motivos que les habían llevado a tal acto, el miedo a los dioses.
Habían sido fieles en la lucha, todos habíamos derramado sangre, yo mas que muchos de los marcados por los nuevos dioses.
Sigrid había puesto el veneno en los norteños, en mis hombres y ellos habían dejado que este llegara a sus corazones convirtiéndolos en lacayos de una mentira o de una verdad contada a medias.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Tempestad. (+18)
Las palabras de Legba la habían sumido en una angustia considerable, su madre se moría y no sabía si llegaría a tiempo para despedirse una última vez. Recordó cuando de pequeña vivían en Baton Rouge y su madre se sentaba en una mecedora en el porche de su casa de tres plantas, y le hacía trenzas mientras le cantaba una canción. Después habían nacido sus hermanos y después se había muerto sumiéndola en la más profunda depresión jamás vista. Pero en ese momento sólo la recordaba así, peinandole las trenzas y advirtiéndola de los peligros del pantano.
Todo sucedía a un ritmo vertiginoso, y cuando creía que tendrían un momento de paz, el dio le comunicó tan tremenda noticia. Se bañó con agua salda para quitarse el hedor que la envolvía y se vistió con la ropa que había rescatado de la cabaña. Encamino sus pasos arrastrando los pies hacia la cubierta. Estaba triste, angustiada y cavilosa. Ulf estaba mirando por encima de la baranda y podía adivinar en su gesto y sus ojos que estaba pensando en las cosas que habían sucedido.
Se acercó y lo abrazó desde detrás pegando la mejilla a su espalda. Entrelazó las manos a la altura del comienzo de su esternón y suspiró.
— Gracias… gracias por estar conmigo. Siento mucho todo lo que ha pasado, las situaciones en las que te has visto envuelto. Si no fuera por ti, no sé qué hubiera sido de mi…
Tiró de Ulf hacia el interior de la rústica nave, necesitaban un rato de intimidad, de estar solos y decir algunas cosas que necesitaban ser dichas. Cerró la puerta al entrar y se acercó a él buscando algo de calor y de apoyo. Juntó lo que le quedaba de valor para enfrentar sus ojos y decirle lo que debía.
— Ulf, sé que no debería decirte esto, que seguramente no querías escucharlo porque quizás te hace daño pero no sé que va a pasar y cuando pienso que voy a perder a mi madre en breve, me doy cuenta que podría perderte también a ti en cualquier momento. Hay destinos que no pueden cambiarse y si los dioses te reclaman, te dejaré ir a tu querido Valhalla. Pero cuando camines ese sendero quiero que sepas que…siento por ti algo que no sé definir. Sólo sé que no quiero perderte, que si decides apartarme de ti, lo aceptaré pero no es lo que deseo, me duele sólo pensarlo.
Acarició su rostro con una mano y después su cabello mirándolo como si fuera la última vez que fuera a verlo.
— Si vuelves a saltar de un barco… yo también salto. Pero intenta que no sea hoy, que el agua está muy fría.— Sonrió cerca de sus labios y se aupó de puntillas para besarlos.
Todo sucedía a un ritmo vertiginoso, y cuando creía que tendrían un momento de paz, el dio le comunicó tan tremenda noticia. Se bañó con agua salda para quitarse el hedor que la envolvía y se vistió con la ropa que había rescatado de la cabaña. Encamino sus pasos arrastrando los pies hacia la cubierta. Estaba triste, angustiada y cavilosa. Ulf estaba mirando por encima de la baranda y podía adivinar en su gesto y sus ojos que estaba pensando en las cosas que habían sucedido.
Se acercó y lo abrazó desde detrás pegando la mejilla a su espalda. Entrelazó las manos a la altura del comienzo de su esternón y suspiró.
— Gracias… gracias por estar conmigo. Siento mucho todo lo que ha pasado, las situaciones en las que te has visto envuelto. Si no fuera por ti, no sé qué hubiera sido de mi…
Tiró de Ulf hacia el interior de la rústica nave, necesitaban un rato de intimidad, de estar solos y decir algunas cosas que necesitaban ser dichas. Cerró la puerta al entrar y se acercó a él buscando algo de calor y de apoyo. Juntó lo que le quedaba de valor para enfrentar sus ojos y decirle lo que debía.
— Ulf, sé que no debería decirte esto, que seguramente no querías escucharlo porque quizás te hace daño pero no sé que va a pasar y cuando pienso que voy a perder a mi madre en breve, me doy cuenta que podría perderte también a ti en cualquier momento. Hay destinos que no pueden cambiarse y si los dioses te reclaman, te dejaré ir a tu querido Valhalla. Pero cuando camines ese sendero quiero que sepas que…siento por ti algo que no sé definir. Sólo sé que no quiero perderte, que si decides apartarme de ti, lo aceptaré pero no es lo que deseo, me duele sólo pensarlo.
Acarició su rostro con una mano y después su cabello mirándolo como si fuera la última vez que fuera a verlo.
— Si vuelves a saltar de un barco… yo también salto. Pero intenta que no sea hoy, que el agua está muy fría.— Sonrió cerca de sus labios y se aupó de puntillas para besarlos.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Sumido en la oscuridad de mis propios pensamientos apenas percibí su olor, sus pasos acercándose a proa, el viento jugaba en mi contra cuando sus brazos rodearon sin tregua mi cintura encadenandome con ellos. Bendita condena que deseaba fuera eterna.
Su mejilla contra mi espalda, una sonrisa furtiva en mis labios que logró calmar la inquietud del guerrero.
-No digas tonterías, sin ti, no hubiera vuelto de esta gesta, lo sabes y lo se, eso es lo que viste en París, eso es lo que te hizo aparecer en el puerto y acompañarme al norte ¿verdad?
Estaba seguro de que ni una sola de las palabras dichas era mentira, pues la noche en que se marcho, esa que dejo mi cama vacía parecía ser por decisión propia, la ultima en la que nuestros cuerpos se unirían.
Sin embargo, posiblemente la premura de mi muerte la había hecho cambiar de opinión, poniendo así en riesgo su propia vida a cuenta de la mía.
Tiró de mi mano, y yo con una sonrisa de medio lado me deje guiar, posiblemente porque olvidar la traición entre sus brazos se me antojaba el mejor modo de dejar de pensar en que los míos, esos que veneraban como yo a Odin y a Thor me habían traicionado sin pensarlo abandonándome a mi suerte tras liderar una revolución y traerlos con vida de nuevo al drakkar.
Llegamos a la habitación, su pequeño cuerpo busco el mio, un refugio que esa noche parecía necesitar. Aguerrido guerrero incapaz de reconocer que de algún modo yo aun la necesitaba mas.
Is dedos surcaron las cintas de su corseé mientras nuestros ojos quedaron expuestos a la verdad de unas palabras que admito no esperé.
Mis latidos se aceleraron casi al mismo ritmo que mi mandíbula se cuadriculo, músculos tensos como las cuerdas de un arpa mientras sus dedos acariciaban mi mejilla ofreciéndome una tregua, un descanso para el guerrero.
¿Que decir si ella lo había dicho todo? Ser sincero decirle que no quería seguir caminando solo, que era la primera por la que intentaría postergar el Valhala.
Guerrero en lucha constante, sentía a mis dos lobos aullar voraces, uno me animaba a decir la verdad, un te quiero que no escapo de mis labios pues el segundo aulló mas fuerte.
Debía protegerla, protegerla de mi mismo, la parca parecía seguirme allá donde iba y de acompañarme en el camino, ella también caería.
Cerré los ojos sintiendo como la yema de sus dedos abrasaba mi piel, entreabrí los labios, acortando la distancia hasta que nuestros alientos se fundieron en uno golpeándonos impetuosos, tanto que decir y tantos silencios.
Yo no era muy locuaz, no cuando los sentimientos eran los que tenían que escapar de un hombre parco en ellos.
-¿y si no quiero que saltes? -pregunté rozando sus labios.
Sus ojos buscaron los míos, creo que notó mi desconcierto, mis miedos, una confesión velada en una frase que lo escondía todo sin ser capaz de decir nada.
Ella era mas valiente que yo, creía en que el sino te llevaba y simplemente quería vivir conmigo el tiempo que me quedara, fuera efímero o eterno, pero juntos.
Yo por el contrariar, creía que el destino lo tejemos los hombres con nuestras gestas, nuestras hazañas y proteger al ser que amas... ¿espera? ¿amas?
Miedo, eso sentí ante la reflexión de mis propias palabras, esas que no era capaz de decir en voz alta pero que mi mente trazaba de forma inconsciente en mi cabeza una y otra vez.
¡A la mierda! enredé mis dedos en el cuello de su nuca y la atraje contra mi de un modo brusco, no quería pensar, solo tomarla, disfrutarla, reclamarla como mía.
Mi lengua danzo furiosa contra la suya, serpenteo en un duelo a muerte en el que el veneno se extendió por mi cuerpo alcanzando mi corazón herido de muerte.
¿Que me importaba ahora mismo el mañana? Solo quería pensar en el hoy.
Gruñí desesperado contra su boca, perdido en su olor, empujé con mi cuerpo el suyo asta alcanzar la puerta del camarote.
Lecho improvisado donde golpeó su espalda, mis manos se afanaron en tirar de su corseé , estúpido guerrero incapaz de ser sincero ocultaba con el sexo la verdad de sus sentimientos.
Su mejilla contra mi espalda, una sonrisa furtiva en mis labios que logró calmar la inquietud del guerrero.
-No digas tonterías, sin ti, no hubiera vuelto de esta gesta, lo sabes y lo se, eso es lo que viste en París, eso es lo que te hizo aparecer en el puerto y acompañarme al norte ¿verdad?
Estaba seguro de que ni una sola de las palabras dichas era mentira, pues la noche en que se marcho, esa que dejo mi cama vacía parecía ser por decisión propia, la ultima en la que nuestros cuerpos se unirían.
Sin embargo, posiblemente la premura de mi muerte la había hecho cambiar de opinión, poniendo así en riesgo su propia vida a cuenta de la mía.
Tiró de mi mano, y yo con una sonrisa de medio lado me deje guiar, posiblemente porque olvidar la traición entre sus brazos se me antojaba el mejor modo de dejar de pensar en que los míos, esos que veneraban como yo a Odin y a Thor me habían traicionado sin pensarlo abandonándome a mi suerte tras liderar una revolución y traerlos con vida de nuevo al drakkar.
Llegamos a la habitación, su pequeño cuerpo busco el mio, un refugio que esa noche parecía necesitar. Aguerrido guerrero incapaz de reconocer que de algún modo yo aun la necesitaba mas.
Is dedos surcaron las cintas de su corseé mientras nuestros ojos quedaron expuestos a la verdad de unas palabras que admito no esperé.
Mis latidos se aceleraron casi al mismo ritmo que mi mandíbula se cuadriculo, músculos tensos como las cuerdas de un arpa mientras sus dedos acariciaban mi mejilla ofreciéndome una tregua, un descanso para el guerrero.
¿Que decir si ella lo había dicho todo? Ser sincero decirle que no quería seguir caminando solo, que era la primera por la que intentaría postergar el Valhala.
Guerrero en lucha constante, sentía a mis dos lobos aullar voraces, uno me animaba a decir la verdad, un te quiero que no escapo de mis labios pues el segundo aulló mas fuerte.
Debía protegerla, protegerla de mi mismo, la parca parecía seguirme allá donde iba y de acompañarme en el camino, ella también caería.
Cerré los ojos sintiendo como la yema de sus dedos abrasaba mi piel, entreabrí los labios, acortando la distancia hasta que nuestros alientos se fundieron en uno golpeándonos impetuosos, tanto que decir y tantos silencios.
Yo no era muy locuaz, no cuando los sentimientos eran los que tenían que escapar de un hombre parco en ellos.
-¿y si no quiero que saltes? -pregunté rozando sus labios.
Sus ojos buscaron los míos, creo que notó mi desconcierto, mis miedos, una confesión velada en una frase que lo escondía todo sin ser capaz de decir nada.
Ella era mas valiente que yo, creía en que el sino te llevaba y simplemente quería vivir conmigo el tiempo que me quedara, fuera efímero o eterno, pero juntos.
Yo por el contrariar, creía que el destino lo tejemos los hombres con nuestras gestas, nuestras hazañas y proteger al ser que amas... ¿espera? ¿amas?
Miedo, eso sentí ante la reflexión de mis propias palabras, esas que no era capaz de decir en voz alta pero que mi mente trazaba de forma inconsciente en mi cabeza una y otra vez.
¡A la mierda! enredé mis dedos en el cuello de su nuca y la atraje contra mi de un modo brusco, no quería pensar, solo tomarla, disfrutarla, reclamarla como mía.
Mi lengua danzo furiosa contra la suya, serpenteo en un duelo a muerte en el que el veneno se extendió por mi cuerpo alcanzando mi corazón herido de muerte.
¿Que me importaba ahora mismo el mañana? Solo quería pensar en el hoy.
Gruñí desesperado contra su boca, perdido en su olor, empujé con mi cuerpo el suyo asta alcanzar la puerta del camarote.
Lecho improvisado donde golpeó su espalda, mis manos se afanaron en tirar de su corseé , estúpido guerrero incapaz de ser sincero ocultaba con el sexo la verdad de sus sentimientos.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Tempestad. (+18)
Notaba la confusión que hacía mella en el gran aplomo del lobo. Sabía tácitamente que ella era su debilidad, que por eso él jamás lo reconocería, ni se ablandaría. De alguna manera supo que él quería protegerla, que al final de cualquier túnel oscuro estaría él para sostenerla. Pero si el destino la alejaba y la ponía en otras manos, no haría nada para cambiarlo, porque creería que es mejor así. No podía culparlo por ser como era; a ella tampoco se la podía culpar por haber nacido bruja, y sin embargo la gente tendía a hacerlo. Lana quería al lobo tal y como era, y no pretendía cambiarlo. Si la dejaba disfrutar a su lado de un trozo de este camino incierto que llamamos vida, lo tomaría y lo atesoraría para cuando la memoria se desvaneciese en brumas.
No necesitaba sus palabras, sólo sus brazos rodeándola, su calor, su templanza... hasta que la perdía en pos de un deseo irrefrenable. Cuando lo besó estalló en fuego y la empotró contra la puerta. No podía decir que no lo deseara, llevaba tres semanas pensando en aquella noche, en cómo despertó en su cuerpo sensaciones que no creía que existieran y deseando tener más. Había querido tocarlo, abrazarlo y besarlo desde lo que vio en el puerto, y habían mantenido las distancias todo lo humanamente posible, pero el tiempo de al privación había terminado. Sólo tenían una vida mortal y era justamente así como ambos deseaban emplear el tiempo que les había sido concedido.
Notó el fogonazo encenderse también en sus entrañas y dejó de pensar para sólo guiarse por su instinto. Todo su ser le pedía acaricarlo, tocarlo, fundirse con Ulf. Se agarró con las piernas a su cintura y lo dejó que quitase el corsé a base de tirones, mientras ella desabrochaba la camisa y colaba las manos por su torso. Era una criatura grandiosa, en forma de lobo era precioso y en forma de humano... afú. Demasiada piel con la que empacharse. Le devolvió los besos con cierta urgencia, entre ellos no había treguas ni paz, sólo fuego, por si no hay mañana.
Ambos alientos chocaban y combustionaban cuando la guerra entre sus labios y su lengua lo hacía posible. El lobo que se quería comer a caperucita... qué tópico. Pero en este caso, caperucita también quería comerse al lobo y ser devorada por él. Un par de horas. Un par de malditas horas era lo único que le pedía a los dioses, un rato en el que dejar de pensar en lo acontecido y lo que se le venía encima, y estar simplemente rodeada de cálida piel y sentirse deseada y querida. Perderse en sus ojos, en su tacto y en su sonrisa de medio lado, en sus jadeos y sus sensuales susurros.
Cuando la ropa dejó de estorbar, notó su excitación presionando sobre ella y simplemente abrió las piernas para recibirlo, estaba lista, encendida y preparada para cocer a ambos a fuego lento en su propio deseo.
No necesitaba sus palabras, sólo sus brazos rodeándola, su calor, su templanza... hasta que la perdía en pos de un deseo irrefrenable. Cuando lo besó estalló en fuego y la empotró contra la puerta. No podía decir que no lo deseara, llevaba tres semanas pensando en aquella noche, en cómo despertó en su cuerpo sensaciones que no creía que existieran y deseando tener más. Había querido tocarlo, abrazarlo y besarlo desde lo que vio en el puerto, y habían mantenido las distancias todo lo humanamente posible, pero el tiempo de al privación había terminado. Sólo tenían una vida mortal y era justamente así como ambos deseaban emplear el tiempo que les había sido concedido.
Notó el fogonazo encenderse también en sus entrañas y dejó de pensar para sólo guiarse por su instinto. Todo su ser le pedía acaricarlo, tocarlo, fundirse con Ulf. Se agarró con las piernas a su cintura y lo dejó que quitase el corsé a base de tirones, mientras ella desabrochaba la camisa y colaba las manos por su torso. Era una criatura grandiosa, en forma de lobo era precioso y en forma de humano... afú. Demasiada piel con la que empacharse. Le devolvió los besos con cierta urgencia, entre ellos no había treguas ni paz, sólo fuego, por si no hay mañana.
Ambos alientos chocaban y combustionaban cuando la guerra entre sus labios y su lengua lo hacía posible. El lobo que se quería comer a caperucita... qué tópico. Pero en este caso, caperucita también quería comerse al lobo y ser devorada por él. Un par de horas. Un par de malditas horas era lo único que le pedía a los dioses, un rato en el que dejar de pensar en lo acontecido y lo que se le venía encima, y estar simplemente rodeada de cálida piel y sentirse deseada y querida. Perderse en sus ojos, en su tacto y en su sonrisa de medio lado, en sus jadeos y sus sensuales susurros.
Cuando la ropa dejó de estorbar, notó su excitación presionando sobre ella y simplemente abrió las piernas para recibirlo, estaba lista, encendida y preparada para cocer a ambos a fuego lento en su propio deseo.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: La Tempestad. (+18)
Su espalda contra la pared acogía bruscamente la primera embestida de mi miembro que se descapullaba endurecido abriéndose paso entre sus húmedas paredes.
Cálidas, acogieron primero mi glande, mojandolo a su paso, acariciando el tronco sin tregua con cada violento movimiento de cadera.
Su boca perdida en la mía jadeaba, lenguas que serpenteaban ansiosas en un duelo a muerte que solo suplicaban tiempo para hablar sin necesidad de palabras, contandose todos nuestros secretos.
Mis manos afianzaban su culo, mis dedos se hundían en sus caderas, atrayendola una y otra vez contra mi virilidad, sin darle la menor tregua, ansioso de mas, de continuar, de que este baile se tornara eterno y de jamas despertar.
Mi boca se deslizó por su cuello, largo, inmaculado se erizaba con el paso de mis dientes que por unos momento sentí afilados como los de la muerte. Lamí con mi legua el sendero que bajaba a las montañas de sus pechos. Pezones endurecidos que altivos esperaban que mi boca los coronara trazando círculos.
Succione su pezón atrapándolo con mis labios, mientras su cabeza se recostaba contra la pared y su espalda se arqueaba dejando salir el aire ronco de la pasión.
Gruñidos contra su piel, embestidas que prodigaba una y otra vez, demasiado cerca de perderme por completo en su olor, en su sabor..
Salí de golpe, mientras mis ojos buscaban una superficie que no tardé en encontrar, de nuevo la alcé , esta vez con uno de mis brazos, para llevarla frente a un pequeño tocador. Mi mano se paseo por la rugosa madera lacada en blanco deshaciéndose de todo a su paso.
Los perfumes contra el suelo, peines y demás utensilios, que emitieron un ruido metálico contra el suelo, cristales echos añicos,en su lugar, su culo.
Contemplé por un instante su cuerpo desnudo. Sus ojos me miraban voraces, oscuros.
Mi boca se relamió al tiempo que mis ojos descendieron para centrarse en sus muslos. Allí acabó mi primer beso, tras este muchos otros camino de su cálido sexo que se abría preparado para la tortura de mis labios.
Nuestras miradas se encontraron, ambos estábamos extasiados por el tiempo que habíamos ganado al reloj de arena, nuestra única meta, devorarnos, saciarnos, ¿amarnos?
Mi lengua tomo prestados sus labios bajos, deslizándose entre ellos en busca del botón que pronto vibro contra mi punta arrancando un gemido a su garganta
Sonreí satisfecho hundiendo del todo mi cabeza, su mano en mi pelo, guiando las embestidas ahora de mi lengua que se la follaba sin tregua.
-¿mejor que un nosferat? -bromeé haciendo una pausa golpeando su humedad con mi aliento antes de relamerme los labios.
Empujó de nuevo mi cabeza suplicando que no parara, mi mano se apoderó de mi miembro sacudiéndolo al ritmo que la dama había marcado completamente excitado.
Nos entendíamos, el sexo entre nosotros era salvaje, distinto, cómplice como cada mirada que nos dedicábamos cargada de mucho de aquello que ambos silenciabamos.
Sentí como su esplada se arqueaba, gimió mi nombre tan alto que mi lengua trazo círculos para elevarlo al Valhalla y que los dioses lo celebraran.
Sus dedos cayeron rendido sobre mi cabeza, aflojando el agarre pidiéndome una tregua, tregua que no concedí, pues me alcé introduciéndome en ella de un golpe seco.
Sus caderas me buscaron, mi hombría la encontró una y otra vez empalandola contra el espejo que como lecho acogía nuestros cuerpos en un baile de dos.
Mi respiración cada vez mas brusca era acallada por los besos de aquella pequeña bruja que me correspondía sedienta, acariciando mi cuerpo, hundiendo sus uñas en mi espalda, atrayendome en aquella batalla.
-Mía..-rugí al sentir como me corría, mi boca mordió su cuello, marcándola como mi posesión, como algo tan mio como el mismo yo.
Mi cuerpo cedió contra el suyo, agotado cerré los ojos , mis labios envolvieron la marca de los dientes aun apresando su cuello.
Respiración entrecortada que poco a poco iba acompasándose a la de Giuliana.
Cálidas, acogieron primero mi glande, mojandolo a su paso, acariciando el tronco sin tregua con cada violento movimiento de cadera.
Su boca perdida en la mía jadeaba, lenguas que serpenteaban ansiosas en un duelo a muerte que solo suplicaban tiempo para hablar sin necesidad de palabras, contandose todos nuestros secretos.
Mis manos afianzaban su culo, mis dedos se hundían en sus caderas, atrayendola una y otra vez contra mi virilidad, sin darle la menor tregua, ansioso de mas, de continuar, de que este baile se tornara eterno y de jamas despertar.
Mi boca se deslizó por su cuello, largo, inmaculado se erizaba con el paso de mis dientes que por unos momento sentí afilados como los de la muerte. Lamí con mi legua el sendero que bajaba a las montañas de sus pechos. Pezones endurecidos que altivos esperaban que mi boca los coronara trazando círculos.
Succione su pezón atrapándolo con mis labios, mientras su cabeza se recostaba contra la pared y su espalda se arqueaba dejando salir el aire ronco de la pasión.
Gruñidos contra su piel, embestidas que prodigaba una y otra vez, demasiado cerca de perderme por completo en su olor, en su sabor..
Salí de golpe, mientras mis ojos buscaban una superficie que no tardé en encontrar, de nuevo la alcé , esta vez con uno de mis brazos, para llevarla frente a un pequeño tocador. Mi mano se paseo por la rugosa madera lacada en blanco deshaciéndose de todo a su paso.
Los perfumes contra el suelo, peines y demás utensilios, que emitieron un ruido metálico contra el suelo, cristales echos añicos,en su lugar, su culo.
Contemplé por un instante su cuerpo desnudo. Sus ojos me miraban voraces, oscuros.
Mi boca se relamió al tiempo que mis ojos descendieron para centrarse en sus muslos. Allí acabó mi primer beso, tras este muchos otros camino de su cálido sexo que se abría preparado para la tortura de mis labios.
Nuestras miradas se encontraron, ambos estábamos extasiados por el tiempo que habíamos ganado al reloj de arena, nuestra única meta, devorarnos, saciarnos, ¿amarnos?
Mi lengua tomo prestados sus labios bajos, deslizándose entre ellos en busca del botón que pronto vibro contra mi punta arrancando un gemido a su garganta
Sonreí satisfecho hundiendo del todo mi cabeza, su mano en mi pelo, guiando las embestidas ahora de mi lengua que se la follaba sin tregua.
-¿mejor que un nosferat? -bromeé haciendo una pausa golpeando su humedad con mi aliento antes de relamerme los labios.
Empujó de nuevo mi cabeza suplicando que no parara, mi mano se apoderó de mi miembro sacudiéndolo al ritmo que la dama había marcado completamente excitado.
Nos entendíamos, el sexo entre nosotros era salvaje, distinto, cómplice como cada mirada que nos dedicábamos cargada de mucho de aquello que ambos silenciabamos.
Sentí como su esplada se arqueaba, gimió mi nombre tan alto que mi lengua trazo círculos para elevarlo al Valhalla y que los dioses lo celebraran.
Sus dedos cayeron rendido sobre mi cabeza, aflojando el agarre pidiéndome una tregua, tregua que no concedí, pues me alcé introduciéndome en ella de un golpe seco.
Sus caderas me buscaron, mi hombría la encontró una y otra vez empalandola contra el espejo que como lecho acogía nuestros cuerpos en un baile de dos.
Mi respiración cada vez mas brusca era acallada por los besos de aquella pequeña bruja que me correspondía sedienta, acariciando mi cuerpo, hundiendo sus uñas en mi espalda, atrayendome en aquella batalla.
-Mía..-rugí al sentir como me corría, mi boca mordió su cuello, marcándola como mi posesión, como algo tan mio como el mismo yo.
Mi cuerpo cedió contra el suyo, agotado cerré los ojos , mis labios envolvieron la marca de los dientes aun apresando su cuello.
Respiración entrecortada que poco a poco iba acompasándose a la de Giuliana.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
Lo había vuelto a hacer. Había arrancado de su cuerpo las notas como si fuera un instrumento de cuerda, llevándola a un delirio de placer, a una borrachera de lujuria sin necesidad de explicaciones ni malos entendidos. Entre sus brazos su cuerpo se convertía en agua, en fuego, y ahora en ligero aire al quedarse vacía de adrenalina.
La cabeza del lobo descansaba sobre su pecho, tratando de hacer acopio de aire y de no caerse sobre ella aplastándola. Acarició sus cabellos mientras su pecho subía y bajaba reponiéndose del asalto. Seguían unidos y le daba mucha pereza hacerlo salir, pero lo cierto es que la mesa sobre la que estaba sentada era muy dura y en cuanto bajase el fogonazo se le helaría el culo. Se movió despacio bajando los pies al suelo y lo tomó de la mano llevándolo hasta la cama. Se metieron bajo las mantas y la bruja se acomodó a los recovecos que el cuerpo del vikingo le dejó. Dejó la cabeza descansar sobre su pecho y pasó el brazo alrededor, abrazándolo.
— Tengo que decirte que... cuando hiciste la broma del nosferatu me lo imaginé ahi con su lengua y... agh. No te di un patada porque no me llegaban las fuerzas.— Bromeó porque sabía que en el momento en que se esfumara la magia retornarían los pensamientos oscuros.
Ahora la adrenalina iría de bajada y de nuevo la razón se apoderaría de ambos, recordándoles que su sangre nos les pertenecía. La del lobo pertenecía a los dioses del norte y la de la rubia a los oscuros Loa. Iban caminando hacia un futuro incierto y ese camarote les ofrecería un refugio efímero por unas horas. La primera noche lo dejó ir, se apartó de su camino para que no tuviera que elegir, para no forzar las cosas. Pero esa noche lo necesitaba, necesitaba encontrarlo, sentirlo, que la acompañase, que no la dejase caer en pensamientos dolorosos. Aún así, prescindió de hablar de sentimientos, aunque quizás hubiera sido su primer impulso. Simplemente se dejó rodear por su piel y cerró los ojos respirando pausadamente tratando de encontrar el sueño, de que las horas corriesen raudas acercándolos a París sin sentir la angustia de una certeza: que además de decirle adiós a su madre, probablemente tendría que decirle también adiós a Ulf.
El norte se rebelaba, la traición campaba entre los vikingos y Thyra iba a necesitar a Ulf para salvar a Höor y mantener la esperanza. Y a ella la dejaría atrás, en París. Porque es lo que iba a suceder.
El amanecer se levantó frío y claro, en unas horas fondearían en el puerto de París y por fin podría enfrentarse a lo que los dioses habían elegido para ella. El Barón Samedi había reclamado el alma de Amelia O’Rodagh, y por mucho que le doliese, ella entendía que el capricho de los dioses estaba por encima de toda compresión humana. De todas formas, su madre hacía años que no estaba realmente allí, desde que se sumió en el más absoluto mutismo y depresión, no era más que un mueble. Quizás la muerte fuera una liberación para ella.
Acarició una última vez la mejilla de Ulf y depositó un beso en sus labios, sintiendo un peso y un vacío terrible en su corazón, porque aquel beso le estaba sabiendo como si fuera el último. Tenían que vestirse y salir a la cubierta, atracarían en seguida.
----------------------------------------
Villa de los Mordrake, Rue des Rondeaux, Paris.
El cochero se afanó bastante para transportarlos hasta el cementerio de Pere-Lechaise y la bruja apretaba los puños hasta tener blancos los nudillos, presa de la tensión y los nervios. ¿Se habría muerto ya? estaría terriblemente enferma, desfigurada o demacrada?
Llamaron al timbre y el ama de llaves abrió.
— ¡Señorita Giuliana! que alegría verla! intentamos hablar con usted, le mandamos un telegrama... pero no obtuvimos respuesta y...
— ¿Florence, cómo está mi madre?... por favor dime cómo está.— la mujer suspiró y puso cara de ciscunstancias.
— La está esperando, dijo que no quería irse sin despedirse de usted...— La cara de Lana fue un poema.
— ¡¡¿¿Ha hablado??!! Dioses!! tengo que verla!!... Mamá!!! Mamá!!!..— la bruja corrió por el pasillo hasta la habitación que ocupaba Amelia. La mujer estaba tendida en el lecho, con el pelo rubio y largo suelto y a ambos lados de la cara. Su tez era pálida, surcada por finas venas azules, y sus ojos verdes estaban enmarcados por halos violáceos que daba testimonio de su enfermedad.
La sirvienta miró de abajo a arriba a Ulf y puso brazos en jarras.
— ¿A qué espera? entre. Usted es el hombre del norte, mi señora quiere hablar con usted, me dijo que lo hiciera pasar cuando viniese.— lo acompañó hasta la puerta que estaba entreabierta. Podía escuchar las voces susurrantes en el interior.
Giuliana se sentó en la cama de su madre, ansiosa, soprendida de que hubiera hablado por primera vez en 12 años.
— Mamá... ¿cómo te encuentras?... Florence dice que hablaste y... dios!! me alegro tanto de verte...— Amelia alargó la mano y cogió la de su hija con una débil sonrisa, parecía muy lúcida.
— Mi pequeña Giuliana... se acerca la hora, lo he visto. Pero no debes lamentarte, ya sabes que nuestro destino está en manos de fuerzas superiores. Lo siento mucho, mi niña, siento todos estos años de silencio y ausencia, mi mente se perdió en algun lugar y no supo regresar. Ahora, que ya es tarde, ha sabido encontrar el camino de vuelta. En todos estos años he visto muchas cosas que fueron y otras que serán.
— Mamá... no quiero que te vayas ahora... te he echado tanto de menos..
— Lo sé mi amor, pero nada puede hacerse. Escúchame, no hay tiempo... he visto tu futuro, en él hay oscuridad y también luz. Tienes un gran poder, recuerda siempre de dónde vienes Lana, recuerda quiénes te han amado y quiénes han hecho de ti la mujer que eres. Elige con el corazón, él sabe dónde está tu estrella polar, tu norte, tu guía. No decaigas, nunca te rindas, mantente en pie pase lo que pase y nunca desconfíes de ti misma. Nos veremos de nuevo en la otra vida, mi pequeña. No sufras por mi, acepto mi destino como tú aceptas el tuyo. Y créeme, vale mucho la pena, lucha por tu vida Giuliana, y encadena a tus demonios, puedes hacerlo. Ahora... necesito hablar con Ulf.
Lana iba a preguntar que cómo sabía de él, pero... su madre era tan bruja como ella, y sus visiones siempre fueron las más exactas. Suspiró y le dio un beso en la frente antes de salir de la habitación.
— Te quiero mamá. Te llevaré siempre conmigo.
— Yo también mi amor... estoy muy orgullosa de ti.
Amelia la vio salir y tosió un poco de sangre. Le faltaba el aire, pero aún así hizo por incorporarse un poco y hacerle un gesto al lobo para que se acercase.
— Siento mucho conocerte en esta circunstancias pero los dioses así lo han querido.— esbozó una débil sonrisa y clavó sus ojos verdes, algo más claros que los de Lana, en los del vikingo. En esa mirada había una súplica y un infinito amor. Apretó su mano, delicada y pequeña en comparación a las de Ulf.— Te he visto en el futuro. Llevarás muchas cargas, algunas muy pesadas, y no siempre saldrás bien parado de tus batallas. Pero eres fuerte, tu lobo te guía y si alguien puede con toda esa carga eres tú, Ulf. Sé que no te rendirás, que permanecerás en pie contra cada tempestad que sacuda tus cimientos. Déjame que te pida algo, por favor. Giuliana... en su futuro... algún día se sumirá en la oscuridad. Por favor, te suplico que no la dejes sucumbir a ella. Dejala que te ayude, que te acompañe, si en verdad sientes lo mismo que ella por ti. No tengas miedo a perderla, es más fuerte de lo crees, de lo que ella misma cree. Pero llegará el dia que caiga entre tinieblas y... si no la sacas tú, nadie lo hará. Está preparada para dejarte marchar, porque prefiere tu felicidad a la suya propia... sólo por eso, no la dejes ir.
La cabeza del lobo descansaba sobre su pecho, tratando de hacer acopio de aire y de no caerse sobre ella aplastándola. Acarició sus cabellos mientras su pecho subía y bajaba reponiéndose del asalto. Seguían unidos y le daba mucha pereza hacerlo salir, pero lo cierto es que la mesa sobre la que estaba sentada era muy dura y en cuanto bajase el fogonazo se le helaría el culo. Se movió despacio bajando los pies al suelo y lo tomó de la mano llevándolo hasta la cama. Se metieron bajo las mantas y la bruja se acomodó a los recovecos que el cuerpo del vikingo le dejó. Dejó la cabeza descansar sobre su pecho y pasó el brazo alrededor, abrazándolo.
— Tengo que decirte que... cuando hiciste la broma del nosferatu me lo imaginé ahi con su lengua y... agh. No te di un patada porque no me llegaban las fuerzas.— Bromeó porque sabía que en el momento en que se esfumara la magia retornarían los pensamientos oscuros.
Ahora la adrenalina iría de bajada y de nuevo la razón se apoderaría de ambos, recordándoles que su sangre nos les pertenecía. La del lobo pertenecía a los dioses del norte y la de la rubia a los oscuros Loa. Iban caminando hacia un futuro incierto y ese camarote les ofrecería un refugio efímero por unas horas. La primera noche lo dejó ir, se apartó de su camino para que no tuviera que elegir, para no forzar las cosas. Pero esa noche lo necesitaba, necesitaba encontrarlo, sentirlo, que la acompañase, que no la dejase caer en pensamientos dolorosos. Aún así, prescindió de hablar de sentimientos, aunque quizás hubiera sido su primer impulso. Simplemente se dejó rodear por su piel y cerró los ojos respirando pausadamente tratando de encontrar el sueño, de que las horas corriesen raudas acercándolos a París sin sentir la angustia de una certeza: que además de decirle adiós a su madre, probablemente tendría que decirle también adiós a Ulf.
El norte se rebelaba, la traición campaba entre los vikingos y Thyra iba a necesitar a Ulf para salvar a Höor y mantener la esperanza. Y a ella la dejaría atrás, en París. Porque es lo que iba a suceder.
El amanecer se levantó frío y claro, en unas horas fondearían en el puerto de París y por fin podría enfrentarse a lo que los dioses habían elegido para ella. El Barón Samedi había reclamado el alma de Amelia O’Rodagh, y por mucho que le doliese, ella entendía que el capricho de los dioses estaba por encima de toda compresión humana. De todas formas, su madre hacía años que no estaba realmente allí, desde que se sumió en el más absoluto mutismo y depresión, no era más que un mueble. Quizás la muerte fuera una liberación para ella.
Acarició una última vez la mejilla de Ulf y depositó un beso en sus labios, sintiendo un peso y un vacío terrible en su corazón, porque aquel beso le estaba sabiendo como si fuera el último. Tenían que vestirse y salir a la cubierta, atracarían en seguida.
----------------------------------------
Villa de los Mordrake, Rue des Rondeaux, Paris.
El cochero se afanó bastante para transportarlos hasta el cementerio de Pere-Lechaise y la bruja apretaba los puños hasta tener blancos los nudillos, presa de la tensión y los nervios. ¿Se habría muerto ya? estaría terriblemente enferma, desfigurada o demacrada?
Llamaron al timbre y el ama de llaves abrió.
— ¡Señorita Giuliana! que alegría verla! intentamos hablar con usted, le mandamos un telegrama... pero no obtuvimos respuesta y...
— ¿Florence, cómo está mi madre?... por favor dime cómo está.— la mujer suspiró y puso cara de ciscunstancias.
— La está esperando, dijo que no quería irse sin despedirse de usted...— La cara de Lana fue un poema.
— ¡¡¿¿Ha hablado??!! Dioses!! tengo que verla!!... Mamá!!! Mamá!!!..— la bruja corrió por el pasillo hasta la habitación que ocupaba Amelia. La mujer estaba tendida en el lecho, con el pelo rubio y largo suelto y a ambos lados de la cara. Su tez era pálida, surcada por finas venas azules, y sus ojos verdes estaban enmarcados por halos violáceos que daba testimonio de su enfermedad.
La sirvienta miró de abajo a arriba a Ulf y puso brazos en jarras.
— ¿A qué espera? entre. Usted es el hombre del norte, mi señora quiere hablar con usted, me dijo que lo hiciera pasar cuando viniese.— lo acompañó hasta la puerta que estaba entreabierta. Podía escuchar las voces susurrantes en el interior.
Giuliana se sentó en la cama de su madre, ansiosa, soprendida de que hubiera hablado por primera vez en 12 años.
— Mamá... ¿cómo te encuentras?... Florence dice que hablaste y... dios!! me alegro tanto de verte...— Amelia alargó la mano y cogió la de su hija con una débil sonrisa, parecía muy lúcida.
— Mi pequeña Giuliana... se acerca la hora, lo he visto. Pero no debes lamentarte, ya sabes que nuestro destino está en manos de fuerzas superiores. Lo siento mucho, mi niña, siento todos estos años de silencio y ausencia, mi mente se perdió en algun lugar y no supo regresar. Ahora, que ya es tarde, ha sabido encontrar el camino de vuelta. En todos estos años he visto muchas cosas que fueron y otras que serán.
— Mamá... no quiero que te vayas ahora... te he echado tanto de menos..
— Lo sé mi amor, pero nada puede hacerse. Escúchame, no hay tiempo... he visto tu futuro, en él hay oscuridad y también luz. Tienes un gran poder, recuerda siempre de dónde vienes Lana, recuerda quiénes te han amado y quiénes han hecho de ti la mujer que eres. Elige con el corazón, él sabe dónde está tu estrella polar, tu norte, tu guía. No decaigas, nunca te rindas, mantente en pie pase lo que pase y nunca desconfíes de ti misma. Nos veremos de nuevo en la otra vida, mi pequeña. No sufras por mi, acepto mi destino como tú aceptas el tuyo. Y créeme, vale mucho la pena, lucha por tu vida Giuliana, y encadena a tus demonios, puedes hacerlo. Ahora... necesito hablar con Ulf.
Lana iba a preguntar que cómo sabía de él, pero... su madre era tan bruja como ella, y sus visiones siempre fueron las más exactas. Suspiró y le dio un beso en la frente antes de salir de la habitación.
— Te quiero mamá. Te llevaré siempre conmigo.
— Yo también mi amor... estoy muy orgullosa de ti.
Amelia la vio salir y tosió un poco de sangre. Le faltaba el aire, pero aún así hizo por incorporarse un poco y hacerle un gesto al lobo para que se acercase.
— Siento mucho conocerte en esta circunstancias pero los dioses así lo han querido.— esbozó una débil sonrisa y clavó sus ojos verdes, algo más claros que los de Lana, en los del vikingo. En esa mirada había una súplica y un infinito amor. Apretó su mano, delicada y pequeña en comparación a las de Ulf.— Te he visto en el futuro. Llevarás muchas cargas, algunas muy pesadas, y no siempre saldrás bien parado de tus batallas. Pero eres fuerte, tu lobo te guía y si alguien puede con toda esa carga eres tú, Ulf. Sé que no te rendirás, que permanecerás en pie contra cada tempestad que sacuda tus cimientos. Déjame que te pida algo, por favor. Giuliana... en su futuro... algún día se sumirá en la oscuridad. Por favor, te suplico que no la dejes sucumbir a ella. Dejala que te ayude, que te acompañe, si en verdad sientes lo mismo que ella por ti. No tengas miedo a perderla, es más fuerte de lo crees, de lo que ella misma cree. Pero llegará el dia que caiga entre tinieblas y... si no la sacas tú, nadie lo hará. Está preparada para dejarte marchar, porque prefiere tu felicidad a la suya propia... sólo por eso, no la dejes ir.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
Me deje guiar a la cama, era incapaz de borrar esa sonrisa de medio lado, tampoco podía dejar de mirarla, quizás porque sabia que esa seria nuestra ultima noche y que en París, llegaría el momento de la despedida.
Me acomodé en la cama, su cuerpo contra el mio, sus labios en mi cuello, su brazo rodeándome, si existía una utopía debía sin duda de ser esta.
Cerré los ojos atesorando su olor, su tacto, recordando cada beso, para que me acompañaran durante el frio invierno.
Sonreí a escucharla hablar del nosferatu, mientras mis dedos se deslizaban hasta su culo para dejarle un pellizco.
-no te fallaban las fuerzas bruja, es que estabas muy ocupada gritando mi nombre -bromeé entre risas antes de encontrarme con sus labios.
De nuevo silencio, cálido, acompasado a nuestras respiraciones, ambos ensimismados en nuestros propios pensamientos, que posiblemente eran para con el otro.
No quería despedirme, por primera vez me planteé dejarlo todo, mis hombres me habían traicionado ¿que mas daba? Podía dar por concluida esa revolución, el norte, y acomodarme con esa bruja en Paris, tener una vida, esta vida, una en la que hiciéramos el amor cada noche y nos encendiéramos cada mañana con bromas que acabarían en risas y enfados tontos.
Felicidad, eso que no tuve en mucho tiempo es lo que sentía con esa mujer entre mis brazos.
¿Que me impedía mandarlo todo a la mierda? Höor, ese niño que vi crecer en le patio de armas, capaz de no doblegarse ante un destino que lo quebraba a palos. Sin Höor no abría norte libre, y yo tenia la obligación como vikingo de salvar mi hogar antes de crear uno distinto.
Un espérame que no fui capaz de pronuncias ¿como hacerlo? Si quizás no volviera, como pedirle que renunciara a su vida esperando que el vikingo volviera.
Tenia que dejarla ir, aunque mi egoísmo me dijera todo lo contrario.
Su respiración pesada contra mi pecho, el sueño la había vencido, aparte un mechón de pelo de su rostro para observarla en completo silencio.
-Te quiero -susurré tan flojo que apenas fui capaz de oírme a mi mismo.
Llegamos a la villa de los Mondrake, mi pequeña bruja estaba inquieta, su gesto lo decía todo y yo me limitaba a acariciar en completo silencio los blancos nudillos de sus manos como si ese gesto pudiera reconfortarla ahora que su madre se iba.
Entro en la mansión como un vendaval, mientras yo esperaba en el porche dispuesto a darle algo de intimidad, también yo tenia que luchar contra mis propios demonios, en especial contra el que me pedía que no la dejara ir, egoísta como ninguno la quería para mi y tal y como se hacia la hora de la despedida el tiempo se convertía en ese reloj de arena donde sentía me sumergía hasta ahogarme por completo.
La doncella me hizo llamar, al parecer su madre me quería hablar ¿de que? Si no la conocía de nada.
Aun así, seguía al servicio hasta la cámara, mi mirada se cruzo con la de Giuliana, ella era fuerte, parecía resignada, pero en sus ojos la mas profunda desesperación y tristeza se hacían evidentes.
Un beso en su frente cuando nos cruzamos y me acerqué al lecho de su madre mirandola fijamente.
Era una mujer bella para su edad, sin duda mi pequeña bruja tenia mucho de ella, sonreí contemplando a una mujer que ante su ultimo aliento pretendía proteger a su hija. También quería yo lo mismo ¿no lo entendía?
Escuché una a una sus palabras mientras las manos de esta se afianzaban a las mías. Mucho mas pequeñas, frías, pero firmes como una roca ante el choque de las olas.
Acerqué mis labios a su oído.
-Le voy a ser sincero, la quiero ¿cuando lo supe? Creo que ayer, me di cuenta de que para ser feliz no necesitaba un norte libre...si no a su hija en una cámara durmiendo placida contra mi pecho.
Aun así, tengo que liberar mi hogar, el norte. Quiero formar una vida con su hija, eso no voy a reconocerselo a ella ni borracho -sonreí de medio lado -la cuidare, se lo prometo, aun con mi ultimo aliento, cuidaré de Giuliana.
Me acomodé en la cama, su cuerpo contra el mio, sus labios en mi cuello, su brazo rodeándome, si existía una utopía debía sin duda de ser esta.
Cerré los ojos atesorando su olor, su tacto, recordando cada beso, para que me acompañaran durante el frio invierno.
Sonreí a escucharla hablar del nosferatu, mientras mis dedos se deslizaban hasta su culo para dejarle un pellizco.
-no te fallaban las fuerzas bruja, es que estabas muy ocupada gritando mi nombre -bromeé entre risas antes de encontrarme con sus labios.
De nuevo silencio, cálido, acompasado a nuestras respiraciones, ambos ensimismados en nuestros propios pensamientos, que posiblemente eran para con el otro.
No quería despedirme, por primera vez me planteé dejarlo todo, mis hombres me habían traicionado ¿que mas daba? Podía dar por concluida esa revolución, el norte, y acomodarme con esa bruja en Paris, tener una vida, esta vida, una en la que hiciéramos el amor cada noche y nos encendiéramos cada mañana con bromas que acabarían en risas y enfados tontos.
Felicidad, eso que no tuve en mucho tiempo es lo que sentía con esa mujer entre mis brazos.
¿Que me impedía mandarlo todo a la mierda? Höor, ese niño que vi crecer en le patio de armas, capaz de no doblegarse ante un destino que lo quebraba a palos. Sin Höor no abría norte libre, y yo tenia la obligación como vikingo de salvar mi hogar antes de crear uno distinto.
Un espérame que no fui capaz de pronuncias ¿como hacerlo? Si quizás no volviera, como pedirle que renunciara a su vida esperando que el vikingo volviera.
Tenia que dejarla ir, aunque mi egoísmo me dijera todo lo contrario.
Su respiración pesada contra mi pecho, el sueño la había vencido, aparte un mechón de pelo de su rostro para observarla en completo silencio.
-Te quiero -susurré tan flojo que apenas fui capaz de oírme a mi mismo.
Llegamos a la villa de los Mondrake, mi pequeña bruja estaba inquieta, su gesto lo decía todo y yo me limitaba a acariciar en completo silencio los blancos nudillos de sus manos como si ese gesto pudiera reconfortarla ahora que su madre se iba.
Entro en la mansión como un vendaval, mientras yo esperaba en el porche dispuesto a darle algo de intimidad, también yo tenia que luchar contra mis propios demonios, en especial contra el que me pedía que no la dejara ir, egoísta como ninguno la quería para mi y tal y como se hacia la hora de la despedida el tiempo se convertía en ese reloj de arena donde sentía me sumergía hasta ahogarme por completo.
La doncella me hizo llamar, al parecer su madre me quería hablar ¿de que? Si no la conocía de nada.
Aun así, seguía al servicio hasta la cámara, mi mirada se cruzo con la de Giuliana, ella era fuerte, parecía resignada, pero en sus ojos la mas profunda desesperación y tristeza se hacían evidentes.
Un beso en su frente cuando nos cruzamos y me acerqué al lecho de su madre mirandola fijamente.
Era una mujer bella para su edad, sin duda mi pequeña bruja tenia mucho de ella, sonreí contemplando a una mujer que ante su ultimo aliento pretendía proteger a su hija. También quería yo lo mismo ¿no lo entendía?
Escuché una a una sus palabras mientras las manos de esta se afianzaban a las mías. Mucho mas pequeñas, frías, pero firmes como una roca ante el choque de las olas.
Acerqué mis labios a su oído.
-Le voy a ser sincero, la quiero ¿cuando lo supe? Creo que ayer, me di cuenta de que para ser feliz no necesitaba un norte libre...si no a su hija en una cámara durmiendo placida contra mi pecho.
Aun así, tengo que liberar mi hogar, el norte. Quiero formar una vida con su hija, eso no voy a reconocerselo a ella ni borracho -sonreí de medio lado -la cuidare, se lo prometo, aun con mi ultimo aliento, cuidaré de Giuliana.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
— Gracias...Que encuentres la felicidad que te ha sido negada hasta ahora, Ulf. Que tus dioses te guíen y te acompañen y que bendigan a los tuyos con el regalo de la libertad.— Amelia le dedicó una lánguida sonrisa, agotándose.— He visto una corona en la cabeza de un hombre con el pelo oscuro y el honor escrito en sus ojos. Espero que sea la vuestra.
La mujer cerró los párpados y entonces entraron Giuliana y su padre, Arthur Mordrake. Éste tenía en el rostro la expresión de una honda culpa que estaba expiando. Había sido "infiel" a su esposa yéndose de burdeles al llegar a París, pero es que 12 años era mucho tiempo para cualquiera. Amelia no lo culpó, es más, lo había perdonado y se lo hizo saber, pero ya era tarde, el hombre se sentía desolado porque había amado a esa mujer más que a nada en el mundo. Lana se acercó a su madre y la tomó de la mano, se estaba apagando y quería acompañarla hasta que exhalase su último aliento. No tardó demasiado, ya estaba en paz, había aguantado hasta poder ver a su hija y ahora podía aceptar la invitación de Legba a seguirle hasta la encrucijada de las almas.
El Loa estaba sentado sobre el armario, sólo visible para las brujas, esperando para llevarse el alma de la bruja wiccana. Cuando Amelia dejó de respirar, su alma se elevó y se marchó con el dios vudú a la otra vida. Giuliana se mantuvo serena, sin moverse, manteniendo la mano de su madre entre las suyas y dos lágrimas rodaron por sus mejillas. Su padre se pasó las manos por la cara y se quedó mirando por la ventana, en un silencio de duelo que se etendería durante días en esa casa.
Era el momento para Ulf de marcharse con su señora y arreglar los suntos que tuviera pendientes.
El entierro de Amelia fue a la mañana siguiente en el cementerio de Pére-Lechaise, justo en frente de su casa. Arthur había comparado un panteón que parecía una pequeña capilla, con dos torretas en forma de agujas, un tejadillo a dos aguas y un banquito de piedra al lado de varias estatuas de ángeles. El pasillo estaba cubierto de flores y coronas y al sepelio acudió mucha gente, que si bien, no conocían a la difunta, sí conocían al marido que era un hombre de negocios y que a fin de cuentas suministraba los ataudes a media Francia. Giuliana vestía de luto riguroso y el pelo lo llevaba semirecogido. Le importaban tres pepinos que la gente cuchicheara sobre sus vestidos por las rodillas, no iba a cambiar de forma de ser, su madre no lo habría aprobado, le había dicho en su lecho de muerte que jamás desconfiase de ella misma. Además esa gente no la conocía de nada y tras la ceremonia probablemente no los volviera a ver y su existencia regresase a la más pura soledad.
Al menos ahora tenía un lugar al que acudir en el cementerio, donde estar tranquila, haciendole compañía a su madre. Echaría mucho de menos a Ulf, pero él tenía un destino que cumplir, y mientras ella no tuviera visiones, no podía ayudarlo, sólo entorpecerlo.
La mujer cerró los párpados y entonces entraron Giuliana y su padre, Arthur Mordrake. Éste tenía en el rostro la expresión de una honda culpa que estaba expiando. Había sido "infiel" a su esposa yéndose de burdeles al llegar a París, pero es que 12 años era mucho tiempo para cualquiera. Amelia no lo culpó, es más, lo había perdonado y se lo hizo saber, pero ya era tarde, el hombre se sentía desolado porque había amado a esa mujer más que a nada en el mundo. Lana se acercó a su madre y la tomó de la mano, se estaba apagando y quería acompañarla hasta que exhalase su último aliento. No tardó demasiado, ya estaba en paz, había aguantado hasta poder ver a su hija y ahora podía aceptar la invitación de Legba a seguirle hasta la encrucijada de las almas.
El Loa estaba sentado sobre el armario, sólo visible para las brujas, esperando para llevarse el alma de la bruja wiccana. Cuando Amelia dejó de respirar, su alma se elevó y se marchó con el dios vudú a la otra vida. Giuliana se mantuvo serena, sin moverse, manteniendo la mano de su madre entre las suyas y dos lágrimas rodaron por sus mejillas. Su padre se pasó las manos por la cara y se quedó mirando por la ventana, en un silencio de duelo que se etendería durante días en esa casa.
Era el momento para Ulf de marcharse con su señora y arreglar los suntos que tuviera pendientes.
El entierro de Amelia fue a la mañana siguiente en el cementerio de Pére-Lechaise, justo en frente de su casa. Arthur había comparado un panteón que parecía una pequeña capilla, con dos torretas en forma de agujas, un tejadillo a dos aguas y un banquito de piedra al lado de varias estatuas de ángeles. El pasillo estaba cubierto de flores y coronas y al sepelio acudió mucha gente, que si bien, no conocían a la difunta, sí conocían al marido que era un hombre de negocios y que a fin de cuentas suministraba los ataudes a media Francia. Giuliana vestía de luto riguroso y el pelo lo llevaba semirecogido. Le importaban tres pepinos que la gente cuchicheara sobre sus vestidos por las rodillas, no iba a cambiar de forma de ser, su madre no lo habría aprobado, le había dicho en su lecho de muerte que jamás desconfiase de ella misma. Además esa gente no la conocía de nada y tras la ceremonia probablemente no los volviera a ver y su existencia regresase a la más pura soledad.
Al menos ahora tenía un lugar al que acudir en el cementerio, donde estar tranquila, haciendole compañía a su madre. Echaría mucho de menos a Ulf, pero él tenía un destino que cumplir, y mientras ella no tuviera visiones, no podía ayudarlo, sólo entorpecerlo.
- Panteón de los Mordrake:
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 179
Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
La pequeña bruja volvió junto a su madre, me aparté hasta la puerta, era el momento de dejarle la privacidad necesaria a esa familia que aunque no se veía especialmente unida, si se apreciaba el amor que se procesaban. Un respeto que yo mantuve a su dolor bajando la cabeza con la mandíbula cuadriculada.
La madre se apagó con la mano enlazada a las de su hija, esa mujer había aguantado el tiempo necesario para decir lo que necesitaba, para evitar que cometiera el mayor error de mi vida y a su vez, para no dejar que el miedo me venciera de nuevo alejándome de ella.
El padre parecía deshecho, por la ventana su alma se escapaba mientras perdía por ella sus vidriosos ojos.
Dejé escapar el aire lentamente, mis pasos retumbaron por la silenciosa cámara, acerqué mis labios a la mejilla de Giuliana, allí deposité un sentido beso y un mirada que lo dijo todo sin necesidad de palabras.
No era una despedida, solo un hasta luego, era el momento de dejarla gestionar su dolor y yo tenia que regresar junto a mi señora, explicarle lo sucedido en el norte y trazar planes nuevos pues ahora que el rey había perdido sus oráculos imaginaba que buscaría nuevas alianzas para proteger la corona que sobre su cabeza se instalaba.
Höor se haba convertido en la peor de las amenazas, su nombre era vitoreado en el norte, algo que no tardaría en llegar a los oídos de ese hombre.
Demasiadas cargas sobre mis hombros, unas que había jurado a la madre de Giuliana compartir con ella, otras con las que lidiaba en silencio desde hace demasiado tiempo y que tampoco había hecho participe a la pequeña bruja de ellas.
Estaba seguro de querer conocerla, empezar algo “serio” si es que podía llamarse así a tener exclusividad con una única mujer y ver que pasaba después.
No iba a prometerle el cielo cuando me perseguía una horda de demonios del infierno, pero creo que con ella las promesas no cobraban valor, si no los actos, y con ellos iba a demostrarle que estaría de un modo u otro a su lado.
A la mañana siguiente fue el entierro, la familia había comprado un pequeño panteon en aquel cementerio donde Giuliana y yo nos conocimos hace ya unas semanas. Pére-Lechaise , sin duda un lugar donde mi pequeña bruja podría llevar flores y hablar con su madre difunta.
La pequeña capilla era señorial, con dos torretas en forma de aguja, un tejado a dos aguas y un banco de piedra blanca a sus pies custodiado por unos ángeles armados.
Flores regaban el suelo de emotivos colores y alli estaba ella de negro sepulcral pero manteniendo su esencia como la que mas.
La contemplé en silencio desde la lejanía, no era mi momento, si no el suyo. Momento de despedidas.
La familia y amigos fueron pasando frente a ella, dándole un sincero pésame que ella acogía con el dolor de la perdida en sus ojos y la entereza de una guerrera en su alma.
Pronto todo quedó desierto, mis pasos se orillaron hacia la bruja, mi dedo recorrió su hombro deslizándose por su brazo hasta que nuestras manos quedaron enlazadas en una sola.
Su espalda contra mi pecho, parecía tan cerca de romperse en cualquier momento.
Mi otra mano buscó la suya, regalandole una rosa blanca, símbolo de pureza que contrastaba con la oscuridad de su vestimenta.
-Quizas no es el mejor momento pero...se que no me esperabas, se que creías que ayer no solo te despediste de tu madre si no de mi con ella -Hice una pausa, no era demasiado bueno con la palabras -es mi forma de decirte “hola, no me voy a ir”
No sabia ni como decirle lo que sentía, como explicarle que quería empezar algo con ella, algo real, sin mas despedidas.
La madre se apagó con la mano enlazada a las de su hija, esa mujer había aguantado el tiempo necesario para decir lo que necesitaba, para evitar que cometiera el mayor error de mi vida y a su vez, para no dejar que el miedo me venciera de nuevo alejándome de ella.
El padre parecía deshecho, por la ventana su alma se escapaba mientras perdía por ella sus vidriosos ojos.
Dejé escapar el aire lentamente, mis pasos retumbaron por la silenciosa cámara, acerqué mis labios a la mejilla de Giuliana, allí deposité un sentido beso y un mirada que lo dijo todo sin necesidad de palabras.
No era una despedida, solo un hasta luego, era el momento de dejarla gestionar su dolor y yo tenia que regresar junto a mi señora, explicarle lo sucedido en el norte y trazar planes nuevos pues ahora que el rey había perdido sus oráculos imaginaba que buscaría nuevas alianzas para proteger la corona que sobre su cabeza se instalaba.
Höor se haba convertido en la peor de las amenazas, su nombre era vitoreado en el norte, algo que no tardaría en llegar a los oídos de ese hombre.
Demasiadas cargas sobre mis hombros, unas que había jurado a la madre de Giuliana compartir con ella, otras con las que lidiaba en silencio desde hace demasiado tiempo y que tampoco había hecho participe a la pequeña bruja de ellas.
Estaba seguro de querer conocerla, empezar algo “serio” si es que podía llamarse así a tener exclusividad con una única mujer y ver que pasaba después.
No iba a prometerle el cielo cuando me perseguía una horda de demonios del infierno, pero creo que con ella las promesas no cobraban valor, si no los actos, y con ellos iba a demostrarle que estaría de un modo u otro a su lado.
A la mañana siguiente fue el entierro, la familia había comprado un pequeño panteon en aquel cementerio donde Giuliana y yo nos conocimos hace ya unas semanas. Pére-Lechaise , sin duda un lugar donde mi pequeña bruja podría llevar flores y hablar con su madre difunta.
La pequeña capilla era señorial, con dos torretas en forma de aguja, un tejado a dos aguas y un banco de piedra blanca a sus pies custodiado por unos ángeles armados.
Flores regaban el suelo de emotivos colores y alli estaba ella de negro sepulcral pero manteniendo su esencia como la que mas.
La contemplé en silencio desde la lejanía, no era mi momento, si no el suyo. Momento de despedidas.
La familia y amigos fueron pasando frente a ella, dándole un sincero pésame que ella acogía con el dolor de la perdida en sus ojos y la entereza de una guerrera en su alma.
Pronto todo quedó desierto, mis pasos se orillaron hacia la bruja, mi dedo recorrió su hombro deslizándose por su brazo hasta que nuestras manos quedaron enlazadas en una sola.
Su espalda contra mi pecho, parecía tan cerca de romperse en cualquier momento.
Mi otra mano buscó la suya, regalandole una rosa blanca, símbolo de pureza que contrastaba con la oscuridad de su vestimenta.
-Quizas no es el mejor momento pero...se que no me esperabas, se que creías que ayer no solo te despediste de tu madre si no de mi con ella -Hice una pausa, no era demasiado bueno con la palabras -es mi forma de decirte “hola, no me voy a ir”
No sabia ni como decirle lo que sentía, como explicarle que quería empezar algo con ella, algo real, sin mas despedidas.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
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