AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Tempestad. (+18)
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Este tema va a continuación de La Clameur du Silence.
AMBIENTACIÓN AQUÍ
"Full fathom five thy father lies;
Of his bones are coral made;
Those are pearls that were his eyes:
Nothing of him that doth fade
But doth suffer a sea-change
Into something rich and strange.
Sea-nymphs hourly ring his knell
Hark! Now I hear them – Ding-dong, bell."
— William Shakespeare, The Tempest, Act I, Sc. II
2 de enero de mil ochocientos y algo.
Sus manos se cerraban sobre el asa de la maleta de cuero con correas que sujetaba delante de sus rodillas. El muelle estaba silencioso y cubierto de niebla, su silueta se recortaba apenas a unos metros de la pasarela que unía el Northwind a tierra, tal era el nombre del navío que los llevaría hasta las costas del norte. Su vestido era de un color negro riguroso como si del luto más profundo se tratase, cubierto con un grueso abrigo gris. Las botas de cordones le llegaban hasta las rodillas y las medias de lana negra completaban el atuendo; el único toque de color que destacaba bajo su palidez era el rubio de sus cabellos y sus ojos verdes tocados de marrón alrededor de las pupilas.
Lo había dejado todo arreglado, su familia sabía que se marchaba, si bien creían que iba a estudiar un mes a Londres. Descubrirían más adelante su verdadero destino, cuando ya no hubiera vuelta atrás.
No sabía cómo reaccionaría al verlo, no la esperaba allí, no había sabido nada más de él desde aquella noche semanas atrás. Cada vez que miraba por la ventana hacia el cementerio de Pére-Lechaise esperaba ver su pelaje blanco entre las tumbas, pero no había sucedido.
Las heridas y cortes habían sanado, los huesos se habían recompuesto y sus recuerdos dolían en algún lugar del corazón, pero estaba escrito lo que debía ser, y ella no sería quien desafiase al orden cósmico.
La semana anterior, cuando regresaba de la biblioteca, ensimismada, pensando en algo que había leido, chocó contra un hombre y se desparramaron sus libros y papeles por el suelo. Muy amablemente, el desconocido la ayudó a recogerlos y pudo ver su rostro a la perfección; mandíbula cuadrada, ojos azul hielo, pelo ralo rubio como el trigo y barba poblada. El extraño siguió su camino y Lana se quedó plantada en la calle teniendo una visión. En su mente se sucedió una serie de escenas bastante claras.
El extraño rubio se acercaba a una mujer hermosa a la que llamaba Thyra, y le entregaba malas noticias. El rey acababa de usurpar sus tierras y había mandado a un pequeño contingente de hombres para someter a los aldeanos y trabajadores de dicha propiedad. El rey pensaba que en ausencia de la señora del lugar, podía apropiarse de lo que le diera la gana.
La siguiente escena tras un breve fundido a negro, era Thyra ordenando a Ulf que se fuera al norte y que lo arreglase, dandole un montón de legajos y haciendo que le acompañara un burócrata que defendiese sus derechos por la via legal, pero si el rey no atendía a razones, tenía instrucciones de emplear la fuerza.
Tras otro fundido a negro se le reveló el nombre del barco, el Northwind, y la fecha escrita en unos pasajes.
Por último, la bruja vio el norte, vio la contienda, la sangre y el fuego. Vio al rey reir satisfecho después que una oráculo predijese la muerte de los rebeldes. Todos ellos caerían.
Sus rodillas fallaron y se desplomó sobre el suelo de la acera de la biblioteca. No podía dejarlo a su suerte, tenía que preguntarle al Barón Samedi si era la hora de Ulf, porque si no lo era, tendría que intervenir. Se apresuró a llegar a casa para beber Sazerac, entrar en una especie de trance y conjurar al más poderoso de los Loas, pero éste parecía no responder, la bruja todavía no estaba preparada para llamar a la puerta de una deidad así. Pero Legba sí acudió, siempre tan misterioso con sus acertijos.
— Giuliana, las respuestas que buscas no las vas a encontrar.
— ¿por qué?.— La bruja inquirió al más sabio de sus dioses.
— Porque erraste en las preguntas.
— ¿Y cómo sabré qué preguntas son las adecuadas?
— Porque obtendrás respuestas.
— Eso no me ayuda.— Legba rió con aquella boca cosida tan desagradable.
— No estoy aquí para cumplir tus deseos, niña.
— Dime al menos si el Barón reclamará su alma, si no estoy cometiendo el peor de los errores negándole ese deseo al señor de la Muerte.
— Si el Barón desea su alma... no habrá nada que puedas hacer para impedirlo.— Legba se encendió un puro apresándolo entre los resquicios que dejaban sus labios cosidos.
Eso ya era una respuesta, más o menos. Agradeció a Legba su enrevesada ayuda y lo preparó todo para subir a ese barco. Compró el pasaje, llenó la maleta con lo que podía necesitar para ayudar con los hechizos que sabía y llegado el día, cuando aún no despuntaba el alba, se perdió entre las nieblas parisinas para llegar al puerto y esperar a que apareciesen los norteños.
Este tema va a continuación de La Clameur du Silence.
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"Full fathom five thy father lies;
Of his bones are coral made;
Those are pearls that were his eyes:
Nothing of him that doth fade
But doth suffer a sea-change
Into something rich and strange.
Sea-nymphs hourly ring his knell
Hark! Now I hear them – Ding-dong, bell."
— William Shakespeare, The Tempest, Act I, Sc. II
2 de enero de mil ochocientos y algo.
Sus manos se cerraban sobre el asa de la maleta de cuero con correas que sujetaba delante de sus rodillas. El muelle estaba silencioso y cubierto de niebla, su silueta se recortaba apenas a unos metros de la pasarela que unía el Northwind a tierra, tal era el nombre del navío que los llevaría hasta las costas del norte. Su vestido era de un color negro riguroso como si del luto más profundo se tratase, cubierto con un grueso abrigo gris. Las botas de cordones le llegaban hasta las rodillas y las medias de lana negra completaban el atuendo; el único toque de color que destacaba bajo su palidez era el rubio de sus cabellos y sus ojos verdes tocados de marrón alrededor de las pupilas.
Lo había dejado todo arreglado, su familia sabía que se marchaba, si bien creían que iba a estudiar un mes a Londres. Descubrirían más adelante su verdadero destino, cuando ya no hubiera vuelta atrás.
No sabía cómo reaccionaría al verlo, no la esperaba allí, no había sabido nada más de él desde aquella noche semanas atrás. Cada vez que miraba por la ventana hacia el cementerio de Pére-Lechaise esperaba ver su pelaje blanco entre las tumbas, pero no había sucedido.
Las heridas y cortes habían sanado, los huesos se habían recompuesto y sus recuerdos dolían en algún lugar del corazón, pero estaba escrito lo que debía ser, y ella no sería quien desafiase al orden cósmico.
La semana anterior, cuando regresaba de la biblioteca, ensimismada, pensando en algo que había leido, chocó contra un hombre y se desparramaron sus libros y papeles por el suelo. Muy amablemente, el desconocido la ayudó a recogerlos y pudo ver su rostro a la perfección; mandíbula cuadrada, ojos azul hielo, pelo ralo rubio como el trigo y barba poblada. El extraño siguió su camino y Lana se quedó plantada en la calle teniendo una visión. En su mente se sucedió una serie de escenas bastante claras.
El extraño rubio se acercaba a una mujer hermosa a la que llamaba Thyra, y le entregaba malas noticias. El rey acababa de usurpar sus tierras y había mandado a un pequeño contingente de hombres para someter a los aldeanos y trabajadores de dicha propiedad. El rey pensaba que en ausencia de la señora del lugar, podía apropiarse de lo que le diera la gana.
La siguiente escena tras un breve fundido a negro, era Thyra ordenando a Ulf que se fuera al norte y que lo arreglase, dandole un montón de legajos y haciendo que le acompañara un burócrata que defendiese sus derechos por la via legal, pero si el rey no atendía a razones, tenía instrucciones de emplear la fuerza.
Tras otro fundido a negro se le reveló el nombre del barco, el Northwind, y la fecha escrita en unos pasajes.
Por último, la bruja vio el norte, vio la contienda, la sangre y el fuego. Vio al rey reir satisfecho después que una oráculo predijese la muerte de los rebeldes. Todos ellos caerían.
Sus rodillas fallaron y se desplomó sobre el suelo de la acera de la biblioteca. No podía dejarlo a su suerte, tenía que preguntarle al Barón Samedi si era la hora de Ulf, porque si no lo era, tendría que intervenir. Se apresuró a llegar a casa para beber Sazerac, entrar en una especie de trance y conjurar al más poderoso de los Loas, pero éste parecía no responder, la bruja todavía no estaba preparada para llamar a la puerta de una deidad así. Pero Legba sí acudió, siempre tan misterioso con sus acertijos.
— Giuliana, las respuestas que buscas no las vas a encontrar.
— ¿por qué?.— La bruja inquirió al más sabio de sus dioses.
— Porque erraste en las preguntas.
— ¿Y cómo sabré qué preguntas son las adecuadas?
— Porque obtendrás respuestas.
— Eso no me ayuda.— Legba rió con aquella boca cosida tan desagradable.
— No estoy aquí para cumplir tus deseos, niña.
— Dime al menos si el Barón reclamará su alma, si no estoy cometiendo el peor de los errores negándole ese deseo al señor de la Muerte.
— Si el Barón desea su alma... no habrá nada que puedas hacer para impedirlo.— Legba se encendió un puro apresándolo entre los resquicios que dejaban sus labios cosidos.
Eso ya era una respuesta, más o menos. Agradeció a Legba su enrevesada ayuda y lo preparó todo para subir a ese barco. Compró el pasaje, llenó la maleta con lo que podía necesitar para ayudar con los hechizos que sabía y llegado el día, cuando aún no despuntaba el alba, se perdió entre las nieblas parisinas para llegar al puerto y esperar a que apareciesen los norteños.
Última edición por Giuliana Mordrake el Dom Ene 15, 2017 2:12 pm, editado 1 vez
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
La gente se había marchado y sólo quedaban allí los sepultureros trabajando hasta encajar el féretro en el hueco de la pared del panteón, Arthur Mordrake y su hija Giuliana.
El único sonido que se escuchaba era el de la paleta que tapa el hueco y el rumor del viento que se había levantado entre las hojas de los árboles. No esperaba que acudiese, porque a buen seguro que tendría mil preocupaciones en la cabeza, los norteños rebeldes de París estarían trabajando a toda máquina para salvar la situación. Pero allí estaba, y cuando se colocó tras ella sintió que esa profunda soledad que pesaba como una losa se esfumaba por arte de magia. No era magia como ella la entendía, era otro tipo de magia aún mejor. Terrible, apabullante, pero mucho más fuerte que ningún poder oscuro.
No era bueno con la palabras, pero tampoco hacían falta, parlotear sin sentido sólo servía para equivocarse y mucho. Ese era uno de los peores días de su vida, junto con el ataque del nosferatu y la tarde en la que mató a cinco chicas inocentes. Y él había estado en todas, y estaba allí, de nuevo, para hacer de cimiento y de muro, para sostenerla y mantenerla a flote. El resto de días, el resto del tiempo era tiempo sin sentido, tiempo que fluía sin rumbo ni propósito. En los tres peores momentos de su vida Ulf había sido su luz, su salvación, su tabla de náufrago. ¿Lo habían puesto allí los dioses? ¿O se había puesto él, dirigiendo las riendas de su destino? Qué más daba. Estaba allí, punto.
Depositó una rosa blanca en sus manos con unas breves palabras. Jamás nadie le había regalado nada así. Sólo su familia en los cumpleaños o navidad y siempre eran regalos materiales, cosas que eran útiles o bonitas pero no tenían ningún significado especial. "No me voy a ir". Ay. No necesitaba escuchar nada más, aunque esa promesa no pudiera cumplirla porque no estaba en sus manos, sino en las de los dioses y el destino, eran las palabras que más hondo le habían calado junto con las que le dijo su madre al despedirse.
Se giró y lo abrazó, enterrando la cabeza en su pecho, permaneciendo así un buen rato. Su madre se había marchado, pero el karma le mandaba a Ulf. ¿Merecía ese regalo? era mejor no pensarlo, porque probablemente su mente dolorida la traicionaría y tomaría decisiones incorrectas.
El señor Mordrake pasó a su lado, le puso la mano en el hombro a Ulf y le hizo un gesto de asentimiento con la cabeza. Era un "gracias" y un "bienvenido". Se retiró caminando despacio y algo encorvado, de pronto parecía que le habían caido quince años más encima. Quizás para otras personas tomarse un tiempo de duelo sería lo adecuado, pero Arthur prefería sumirse en el trabajo y tratar de no pensar, como había hecho durante todos aquellos años. De joven se enamoró de una bruja, una cuya magia curativa era un milagro y una bendición. Pero la vida no les regaló mucho tiempo de felicidad, Giuliana estaba sana y era una niña inteligente y callada, pero al morir sus otros hijos Amelia se perdió en el limbo, por no haber podido curarlos ni salvarlos, y su familia se vio truncada. Arthur no culpaba a la magia ni a los dioses, simplemente durante 12 años trató de mirar hacia otro lado y no pensar, porque se le partía el alma al ver a su mujer como un mueble. En su calvario personal se olvidó de que su hija también se había quedado sola y aunque se llevaban bien y hablaban de cosas cotidianas, no se expresaban cariño con abrazos ni besos ni un entusiasmo desmedido por estar juntos. Simplemente ambos aguantaban el mismo peso de la vida y eso les unía. Arthur sabía lo que era enamorarse de una bruja, lo sabía bien. Y sólo le deseaba a su hija la felicidad que él no había tenido, y que Ulf no fuera tan idiota como había sido él, al dejar escapar todos esos años por no saber cómo asimilar lo que el destino le había mandado.
--------------------------------------------------------------------
Días después. Cementerio de Pére-Lechaise, panteón de los Mordrake.
El panteón se había convertido en un lugar frcuente para la bruja. Se sentaba en la mesita de piedra y escribía en un libro con cubiertas de piel marrones. Había decidido escribir una especie de diario con sus visiones, con sus reflexiones, porque a veces soñaba o veía cosas que no cobraban sentido hasta meses o años después. Llevaba tres días con un sueño recurrente. Posiblemente significase algo, pero no estaba segura de lo que veía porque aparecían pequeñas variaciones en cada visión.
Una niña que no superaría los 7 u 8 años, con el cabello dorado como el trigo y unos ojos claros corría por un campo de alta hierba. Al principio la visión era plácida, era como un día de primavera, casi podía oler a madera quemándose en alguna chimenea cercana. Pero de pronto escuchaba gritos, agudos, infantiles y todo se precipitaba. Era como si lo viviera en primera persona, rodaba por la hierba y podía escuchar el tintineo del metal de algún tipo de arma chocando, cascos de caballo y voces. Confusión y después oscuridad, humedad y el sonido de una gotera. Pan seco en un plato y frío. Lo más extraño es que sentía el hambre y el frío y en un momento determinado gruñía, como si de un animal se tratase. Como si esa niña que veía se hubiera convertido en un perro. Escuchaba una voz masculina que atronaba con la siguiente palabras que no entendía.
— ¡¡hans bror eller far vil komme!! (Su hermano o su padre vendrá)
Trató de dibujar los rasgos de la niña, no se le daba muy bien el dibujo, pero la había visto tan nítida durante aquellas tres noches, que el retrato tenía un parecido bastante razonable.
El único sonido que se escuchaba era el de la paleta que tapa el hueco y el rumor del viento que se había levantado entre las hojas de los árboles. No esperaba que acudiese, porque a buen seguro que tendría mil preocupaciones en la cabeza, los norteños rebeldes de París estarían trabajando a toda máquina para salvar la situación. Pero allí estaba, y cuando se colocó tras ella sintió que esa profunda soledad que pesaba como una losa se esfumaba por arte de magia. No era magia como ella la entendía, era otro tipo de magia aún mejor. Terrible, apabullante, pero mucho más fuerte que ningún poder oscuro.
No era bueno con la palabras, pero tampoco hacían falta, parlotear sin sentido sólo servía para equivocarse y mucho. Ese era uno de los peores días de su vida, junto con el ataque del nosferatu y la tarde en la que mató a cinco chicas inocentes. Y él había estado en todas, y estaba allí, de nuevo, para hacer de cimiento y de muro, para sostenerla y mantenerla a flote. El resto de días, el resto del tiempo era tiempo sin sentido, tiempo que fluía sin rumbo ni propósito. En los tres peores momentos de su vida Ulf había sido su luz, su salvación, su tabla de náufrago. ¿Lo habían puesto allí los dioses? ¿O se había puesto él, dirigiendo las riendas de su destino? Qué más daba. Estaba allí, punto.
Depositó una rosa blanca en sus manos con unas breves palabras. Jamás nadie le había regalado nada así. Sólo su familia en los cumpleaños o navidad y siempre eran regalos materiales, cosas que eran útiles o bonitas pero no tenían ningún significado especial. "No me voy a ir". Ay. No necesitaba escuchar nada más, aunque esa promesa no pudiera cumplirla porque no estaba en sus manos, sino en las de los dioses y el destino, eran las palabras que más hondo le habían calado junto con las que le dijo su madre al despedirse.
Se giró y lo abrazó, enterrando la cabeza en su pecho, permaneciendo así un buen rato. Su madre se había marchado, pero el karma le mandaba a Ulf. ¿Merecía ese regalo? era mejor no pensarlo, porque probablemente su mente dolorida la traicionaría y tomaría decisiones incorrectas.
El señor Mordrake pasó a su lado, le puso la mano en el hombro a Ulf y le hizo un gesto de asentimiento con la cabeza. Era un "gracias" y un "bienvenido". Se retiró caminando despacio y algo encorvado, de pronto parecía que le habían caido quince años más encima. Quizás para otras personas tomarse un tiempo de duelo sería lo adecuado, pero Arthur prefería sumirse en el trabajo y tratar de no pensar, como había hecho durante todos aquellos años. De joven se enamoró de una bruja, una cuya magia curativa era un milagro y una bendición. Pero la vida no les regaló mucho tiempo de felicidad, Giuliana estaba sana y era una niña inteligente y callada, pero al morir sus otros hijos Amelia se perdió en el limbo, por no haber podido curarlos ni salvarlos, y su familia se vio truncada. Arthur no culpaba a la magia ni a los dioses, simplemente durante 12 años trató de mirar hacia otro lado y no pensar, porque se le partía el alma al ver a su mujer como un mueble. En su calvario personal se olvidó de que su hija también se había quedado sola y aunque se llevaban bien y hablaban de cosas cotidianas, no se expresaban cariño con abrazos ni besos ni un entusiasmo desmedido por estar juntos. Simplemente ambos aguantaban el mismo peso de la vida y eso les unía. Arthur sabía lo que era enamorarse de una bruja, lo sabía bien. Y sólo le deseaba a su hija la felicidad que él no había tenido, y que Ulf no fuera tan idiota como había sido él, al dejar escapar todos esos años por no saber cómo asimilar lo que el destino le había mandado.
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Días después. Cementerio de Pére-Lechaise, panteón de los Mordrake.
El panteón se había convertido en un lugar frcuente para la bruja. Se sentaba en la mesita de piedra y escribía en un libro con cubiertas de piel marrones. Había decidido escribir una especie de diario con sus visiones, con sus reflexiones, porque a veces soñaba o veía cosas que no cobraban sentido hasta meses o años después. Llevaba tres días con un sueño recurrente. Posiblemente significase algo, pero no estaba segura de lo que veía porque aparecían pequeñas variaciones en cada visión.
Una niña que no superaría los 7 u 8 años, con el cabello dorado como el trigo y unos ojos claros corría por un campo de alta hierba. Al principio la visión era plácida, era como un día de primavera, casi podía oler a madera quemándose en alguna chimenea cercana. Pero de pronto escuchaba gritos, agudos, infantiles y todo se precipitaba. Era como si lo viviera en primera persona, rodaba por la hierba y podía escuchar el tintineo del metal de algún tipo de arma chocando, cascos de caballo y voces. Confusión y después oscuridad, humedad y el sonido de una gotera. Pan seco en un plato y frío. Lo más extraño es que sentía el hambre y el frío y en un momento determinado gruñía, como si de un animal se tratase. Como si esa niña que veía se hubiera convertido en un perro. Escuchaba una voz masculina que atronaba con la siguiente palabras que no entendía.
— ¡¡hans bror eller far vil komme!! (Su hermano o su padre vendrá)
Trató de dibujar los rasgos de la niña, no se le daba muy bien el dibujo, pero la había visto tan nítida durante aquellas tres noches, que el retrato tenía un parecido bastante razonable.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
Pasaron los días, unos tranquilos, Giuliana y yo seguimos encontrándonos en ese cementerio donde nos conocimos, claro que ahora ,la lapida de su madre era nuestro punto de encuentro y frente ella habíamos empezado ha hacernos ciertas confesiones mudas.
No estaba preparado para ir deprisa, no cuando mi vida era la guerra y mi destino estaba trazado por los dioses y en parte por mi mismo.
El norte estaba en pie de guerra, las tropas estaban reubicandose y entre el pueblo se habían empezado a seleccionar jóvenes vírgenes, pues se pensaba que los dioses repartirían el don arrebatado a nuevas doncellas.
Madres que lloraban la perdida de sus hijas que eran enviadas al templo para pasar ciertas pruebas.
Lastima me daban todas ellas, pues bien sabia que las que no lograran mostrar visiones certeras drogadas hasta la médula, serian tomadas por el rey alegando, si es que le era necesario, su capacidad de pernada sobre toda doncella virgen del reino.
Los jóvenes, estaban siendo reclutados. En el norte pronto no quedarían granjeros que cultivar los campos, pues el rey llenaba su patio de armas con jóvenes que lo defendieran como mercenarios.
Sin embargo esos padres a los que le robaban hijos e hijas tenían que seguir pagando los altos diezmos, el norte se hundía y yo con el.
Con la mente turbia en historias que pesaban como bien dijo la madre de mi pequeña bruja sobre los hombros, legue al cementerio. Sonreí a Guiliana guiñándole un ojo mientras me acercaba.
-Empiezo a pensar que quedas aquí conmigo para que no te meta mano -bromeé tomando asiento tras ella.
Su espalda pronto se acomodó en mi pecho, un cuaderno de notas en su mano, lápiz en la otra y sus labios que me buscaron cuando los míos la encontraron.
-¿que haces nena? -pregunté llevando mi mano a la suya para ver lo escrito en el cuaderno. -¿me escribes una carta de amor? -dije con tono burlón.
Mi gesto cambio cuando vi el dibujo de esa niña en el.
-¿Que broma es esta? -pregunté con todo mi cuerpo tenso como las cuerdas de una arpa.
Me puse en pie de un salto ,como si ahora su cuerpo quemara y ella fuera la culpable de que en ese cuaderno esa niña de la que nunca le había hablado quedara retratada.
El silencio se interpuso entre nosotros mientras daba vueltas por la pequeña capilla desesperado, tratando de asimilar el motivo por el cual conocía la existencia de Freya.
Volví a enfrentarla, necesitaba respuestas y solo ella podía dármelas.
-¿Por que tienes ese dibujo en tu cuaderno? ¿de que la conoces? ¿que has visto?
Llevé una de mis manos a mi rostro, restregando la palma por este completamente angustiado.
-Giuliana habla, ¿que le ha pasado?
No estaba preparado para ir deprisa, no cuando mi vida era la guerra y mi destino estaba trazado por los dioses y en parte por mi mismo.
El norte estaba en pie de guerra, las tropas estaban reubicandose y entre el pueblo se habían empezado a seleccionar jóvenes vírgenes, pues se pensaba que los dioses repartirían el don arrebatado a nuevas doncellas.
Madres que lloraban la perdida de sus hijas que eran enviadas al templo para pasar ciertas pruebas.
Lastima me daban todas ellas, pues bien sabia que las que no lograran mostrar visiones certeras drogadas hasta la médula, serian tomadas por el rey alegando, si es que le era necesario, su capacidad de pernada sobre toda doncella virgen del reino.
Los jóvenes, estaban siendo reclutados. En el norte pronto no quedarían granjeros que cultivar los campos, pues el rey llenaba su patio de armas con jóvenes que lo defendieran como mercenarios.
Sin embargo esos padres a los que le robaban hijos e hijas tenían que seguir pagando los altos diezmos, el norte se hundía y yo con el.
Con la mente turbia en historias que pesaban como bien dijo la madre de mi pequeña bruja sobre los hombros, legue al cementerio. Sonreí a Guiliana guiñándole un ojo mientras me acercaba.
-Empiezo a pensar que quedas aquí conmigo para que no te meta mano -bromeé tomando asiento tras ella.
Su espalda pronto se acomodó en mi pecho, un cuaderno de notas en su mano, lápiz en la otra y sus labios que me buscaron cuando los míos la encontraron.
-¿que haces nena? -pregunté llevando mi mano a la suya para ver lo escrito en el cuaderno. -¿me escribes una carta de amor? -dije con tono burlón.
Mi gesto cambio cuando vi el dibujo de esa niña en el.
-¿Que broma es esta? -pregunté con todo mi cuerpo tenso como las cuerdas de una arpa.
Me puse en pie de un salto ,como si ahora su cuerpo quemara y ella fuera la culpable de que en ese cuaderno esa niña de la que nunca le había hablado quedara retratada.
El silencio se interpuso entre nosotros mientras daba vueltas por la pequeña capilla desesperado, tratando de asimilar el motivo por el cual conocía la existencia de Freya.
Volví a enfrentarla, necesitaba respuestas y solo ella podía dármelas.
-¿Por que tienes ese dibujo en tu cuaderno? ¿de que la conoces? ¿que has visto?
Llevé una de mis manos a mi rostro, restregando la palma por este completamente angustiado.
-Giuliana habla, ¿que le ha pasado?
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
El hecho de que en esos días Ulf fuera a visitarla a ratos la consolaba muchísimo, esperaba con ansia verlo aparecer por el cementerio y pasar una hora o dos con él. Sonrió al sentirlo a su espalda, se acomodó contra él y buscó inconscientemente un beso. En esos gestos no había el impulso devastador de la lujuria o la necesidad, sólo las ganas de besarlo, abrazarlo y tocarlo, comprobar que estaba bien, hacerle saber que estaba ahí para lo que necesitase, ya fuera hablar, o pasar el rato y olvidar por una tarde los problemas.
— Pues... he estado pensando que este sitio para mi es un lugar familiar pero para vernos es... extraño. ¿Te gustaría venir a casa? es enorme y sólo estamos mi padre, Florence, la cocinera y yo.— Solía quedarse sola casi todo el dia, mientras Arthur se marchaba a la fábrica o incluso varios dias cuando su padre viajaba a otras ciudades para hacer más negocio.
Cuando le preguntó que hacía le enseñó el diario, había parrafos escritos y dubujos con anotaciones, todo fechado para saber cuándo había visto o soñado aquello, y si luego había podido averiguar algo al respecto. Su reacción la asustó. ¿Broma? ¿quién le estaba gastando una broma? desde luego ese dibujo lo había agitado profundamente, con lo cual sobraban algunas preguntas obvias. Abrió mucho los ojos con gesto preocupado.
— Reconoces esa cara... es alguien importante para ti...— susurró, deduciendo por su reacción lo que sucedía.— La he visto en sueños, llevo tres días viéndola. ¿Forma parte de tu pasado? Ulf... no sé qué significa lo que veo, puede ser algo que vaya a suceder o que ya haya sucedido... no lo sé.
¿Quién sería esa niña? alguien de su familia? Podría ser su... hija. Podría serlo, tenía edad suficiente para ser padre. Por respeto, prefirió no preguntar, lo que Ulf quisiera contarle, lo aceptaría y lo que no estuviera preparado para contar, no lo presionaría.
— Veo un prado de hierba alta, y ella pasea tranquilamente, pero de pronto escucho cascos de caballo y ruido metálico y cae rodando. Grita y se oyen voces que no entiendo. Después está oscuro y húmedo y hay un plato con pan duro, parece una prisión. Una voz masculina grita "hans bror eller far vil komme" y todo se apaga de nuevo. Es el mismo sueño desdehace tres dias, con pequeñas variaciones.
Miró a Ulf preocupada, retorciéndose las manos, no estaba segura de si había hecho algo mal, porque parecía enfadado, tenso. Ella no elegía lo que veía pero quizás hubiera metido la pata al contárselo, porque las visiones eran inciertas y a veces no sucedían, y lo estaba preocupando antes de tiempo.
— Ulf... no sé quien es ni si se cumplirá lo que he visto, pero cuenta conmigo para... lo que sea.
— Pues... he estado pensando que este sitio para mi es un lugar familiar pero para vernos es... extraño. ¿Te gustaría venir a casa? es enorme y sólo estamos mi padre, Florence, la cocinera y yo.— Solía quedarse sola casi todo el dia, mientras Arthur se marchaba a la fábrica o incluso varios dias cuando su padre viajaba a otras ciudades para hacer más negocio.
Cuando le preguntó que hacía le enseñó el diario, había parrafos escritos y dubujos con anotaciones, todo fechado para saber cuándo había visto o soñado aquello, y si luego había podido averiguar algo al respecto. Su reacción la asustó. ¿Broma? ¿quién le estaba gastando una broma? desde luego ese dibujo lo había agitado profundamente, con lo cual sobraban algunas preguntas obvias. Abrió mucho los ojos con gesto preocupado.
— Reconoces esa cara... es alguien importante para ti...— susurró, deduciendo por su reacción lo que sucedía.— La he visto en sueños, llevo tres días viéndola. ¿Forma parte de tu pasado? Ulf... no sé qué significa lo que veo, puede ser algo que vaya a suceder o que ya haya sucedido... no lo sé.
¿Quién sería esa niña? alguien de su familia? Podría ser su... hija. Podría serlo, tenía edad suficiente para ser padre. Por respeto, prefirió no preguntar, lo que Ulf quisiera contarle, lo aceptaría y lo que no estuviera preparado para contar, no lo presionaría.
— Veo un prado de hierba alta, y ella pasea tranquilamente, pero de pronto escucho cascos de caballo y ruido metálico y cae rodando. Grita y se oyen voces que no entiendo. Después está oscuro y húmedo y hay un plato con pan duro, parece una prisión. Una voz masculina grita "hans bror eller far vil komme" y todo se apaga de nuevo. Es el mismo sueño desdehace tres dias, con pequeñas variaciones.
Miró a Ulf preocupada, retorciéndose las manos, no estaba segura de si había hecho algo mal, porque parecía enfadado, tenso. Ella no elegía lo que veía pero quizás hubiera metido la pata al contárselo, porque las visiones eran inciertas y a veces no sucedían, y lo estaba preocupando antes de tiempo.
— Ulf... no sé quien es ni si se cumplirá lo que he visto, pero cuenta conmigo para... lo que sea.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Tomé asiento a su lado de nuevo, aunque era evidente que el no tocarla evidenciaba mi desazón, lo perdido que me encontraba en ese momento y como las ideas rondaban mi cabeza hasta el punto de todo darme vueltas.
Escuché la historia, esa que decía haber visto durante tres noches a esa niña correr feliz por un prado, hasta que quedo apresada por los fieles al rey, por su ejercito sobrehumano.
Busqué su mirada desesperado, mis manos apretadas dibujaban el color blanco en mis nudillos.
-¿ Has visto una mujer anciana con ella? ¿esta presa también?
De sobra sabia que mi madre jamas hubiera permitido que se llevaran a Freya de seguir ella con vida.
Eso solo daba dos opciones, una que estuviera también presa o que hubieran acabado con ella.
Tomé los brazos de Giuliana para que me mirara, necesitaba una respuesta, mi desesperación se afianzaba cada segundo que pasaba y mis modales vikingos salieron a relucir cuando mis dedos se hundieron en su piel dañando a la pequeña bruja que no tenia culpa de nada.
Alcé las manos mostrándoselas, mientras mi pecho subía y bajaba agitado, arrepentido por el rudo acto.
Volví a hundir mi cabeza entre las manos, enredando mi pelo entre los dedos, supongo que era el momento de explicarle quien era Freya.
-La niña se llama Freya, hace ya unos años tuve una relación con una mujer escudera, a ver, “relación” unos cuantos encuentros tras arduas batallas lejos de casa. Nada serio, nada que implicara sentimientos.
A los ocho meses nació Freya, así se llama ella. La madre dio a luz en la batalla, su madre no sobrevivió y los norteños trajeron de vuelta ademas de lo saqueado en Inglaterra a la pequeña.
Yo en ese entonces estaba en escocia batallando en nombre del rey, así que cuando llegaron frente a nuestro hogar, mi madre no pudo negarse y la acogió como si de una hija mas se tratara.
Meses después regresé, a mi vuelta, ella estaba en casa. Desconozco si soy su padre, cabe la posibilidad, también de que lo sea otro vikingo o el mismo rey pues malas lenguas apuntaban que el tomaba a su madre como amante cuando le venia en gana.
El caso es que ha crecido en mi hogar y ella es mi familia, sea o no yo su padre.
Apoyé la frente en su hombro, escuchaba el consuelo de sus palabras, pero era consciente del significado de esas palabras dicha en noruego.
Era una trampa, me esperaban, sabían que yo había liderado la revolución y el rey me quería encadenado, fustigado y con la cabeza separada de mis hombros.
Sabia que era mi vida o la de Freya y tenia clara la elección.
Mi mano se enredo en su nuca para atraerla, besé sus labios despacio, un beso que supo a despedida, mas no se lo dije, porque apenas hacia unos días le había prometido lo contrario.
-Bruja, eres especial, no por la magia, no por tus dioses, ni por tus visiones, eres especial porque solo tu has logrado que me plantee que para mi hay esperanza, que la utopía de tener una familia, de compartir una vida con alguien se puede cumplir.
Gracias pequeña bruja -susurré contra su boca.
Ahora solo un hombre podía ayudarme, uno que en breve iba a desposarse, era egoísta pedirle que volviera la norte conmigo, peor solo el movería las masas suficientes para que hubiera esperanza para Freya.
Escuché la historia, esa que decía haber visto durante tres noches a esa niña correr feliz por un prado, hasta que quedo apresada por los fieles al rey, por su ejercito sobrehumano.
Busqué su mirada desesperado, mis manos apretadas dibujaban el color blanco en mis nudillos.
-¿ Has visto una mujer anciana con ella? ¿esta presa también?
De sobra sabia que mi madre jamas hubiera permitido que se llevaran a Freya de seguir ella con vida.
Eso solo daba dos opciones, una que estuviera también presa o que hubieran acabado con ella.
Tomé los brazos de Giuliana para que me mirara, necesitaba una respuesta, mi desesperación se afianzaba cada segundo que pasaba y mis modales vikingos salieron a relucir cuando mis dedos se hundieron en su piel dañando a la pequeña bruja que no tenia culpa de nada.
Alcé las manos mostrándoselas, mientras mi pecho subía y bajaba agitado, arrepentido por el rudo acto.
Volví a hundir mi cabeza entre las manos, enredando mi pelo entre los dedos, supongo que era el momento de explicarle quien era Freya.
-La niña se llama Freya, hace ya unos años tuve una relación con una mujer escudera, a ver, “relación” unos cuantos encuentros tras arduas batallas lejos de casa. Nada serio, nada que implicara sentimientos.
A los ocho meses nació Freya, así se llama ella. La madre dio a luz en la batalla, su madre no sobrevivió y los norteños trajeron de vuelta ademas de lo saqueado en Inglaterra a la pequeña.
Yo en ese entonces estaba en escocia batallando en nombre del rey, así que cuando llegaron frente a nuestro hogar, mi madre no pudo negarse y la acogió como si de una hija mas se tratara.
Meses después regresé, a mi vuelta, ella estaba en casa. Desconozco si soy su padre, cabe la posibilidad, también de que lo sea otro vikingo o el mismo rey pues malas lenguas apuntaban que el tomaba a su madre como amante cuando le venia en gana.
El caso es que ha crecido en mi hogar y ella es mi familia, sea o no yo su padre.
Apoyé la frente en su hombro, escuchaba el consuelo de sus palabras, pero era consciente del significado de esas palabras dicha en noruego.
Era una trampa, me esperaban, sabían que yo había liderado la revolución y el rey me quería encadenado, fustigado y con la cabeza separada de mis hombros.
Sabia que era mi vida o la de Freya y tenia clara la elección.
Mi mano se enredo en su nuca para atraerla, besé sus labios despacio, un beso que supo a despedida, mas no se lo dije, porque apenas hacia unos días le había prometido lo contrario.
-Bruja, eres especial, no por la magia, no por tus dioses, ni por tus visiones, eres especial porque solo tu has logrado que me plantee que para mi hay esperanza, que la utopía de tener una familia, de compartir una vida con alguien se puede cumplir.
Gracias pequeña bruja -susurré contra su boca.
Ahora solo un hombre podía ayudarme, uno que en breve iba a desposarse, era egoísta pedirle que volviera la norte conmigo, peor solo el movería las masas suficientes para que hubiera esperanza para Freya.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Tempestad. (+18)
La desesperación de Ulf se hizo patente en su nerviosismo, en cómo la agarró del brazo apretando más de la cuenta. Sabía que no era por ella, que sólo estaba tenso, pero igualmente exclamó un quejido y la soltó.
— ¿una mujer anciana? no... no no recuerdo haberla visto. Ulf, no sé lo que significa el sueño, quizás no ha sucedido aún o quizás nunca suceda... no estoy segura. A veces son sólo advertencias y...
El lobo hundió las manos en su cabeza, en un gesto de frustración. Se estaba enfrentando a sus propios fantasmas y de momento éstos iban ganando la batalla. Poco a poco le explicó quien era la niña. A pesar de que su origen pudiera ser incierto, que quizás no fuese hija suya, en el tono de su voz se delataba el amor que le tenía a esa pequeña y a la mujer anciana. Eran su familia, y daba igual si compartían su sangre o no. Entendió que Ulf cargaba con un peso enorme y adelantó las manos hacia sus mejillas para obligarlo a levantar los ojos y mirarla.
— Ulf... sé lo que crees que significa. Yo también creo que el rey intentará chantajearte. Hay que llegar a ellas antes que el rey... si quieres... tráelas aquí, en mi casa hay sitio de sobra... y no te preocupes por el viaje. Si esto necesita incógnito, mi padre mueve mercancías por todo el mundo, pueden llegar a donde quieras.
Recibió el beso y le dolió en el corazón verlo tan desesperado, tan perdido. Él siempre se mantenía a flote, pero esa vez estaba bordeando el abismo. Entonces le dijo que era especial, que se habría planteado una vida con ella. Eso... era muy grande. La inmensidad de esas palabras, lejos de atontarla la instaron a apretar los dientes. El futuro de Ulf era el suyo.
— Ulf... sé que me vas a decir que no vaya contigo, pero no quiero quedarme aqui de brazos cruzados. Puedo ayudarte, como sea, en la medida que pueda. No le tengo miedo al rey, ni a la muerte porque sé que sólo es un camino de paso más. Pero sí tengo miedo de no volver a verte. Te prometí que si tu camino era la muerte, el mio sería la vida, y esa promesa la mantendré, pero si puedo evitar que te vayas antes de tiempo...déjame intentarlo. No me importa que Freya sea tu hija, aunque no lo fuera tú la quieres como tal, y eso me basta. Tu familia es importante para ti, como la mia lo es para mi y haré todo cuanto esté en mi mano para protegerlas.
No quería regresar al norte, lo cierto es que no guardaba buen recuerdo, pero por Ulf iría hasta las puertas del infierno a buscarlo. Lo abrazó fuerte, porque el tiempo de esconder la intensidad de lo que sentían, se había terminado.
— No hay tiempo que perder... si necesitas transportes, cuenta con ello, y con el dinero del que dispongo. Iré a casa y trataré de provocar las visiones, a ver si consigo algo más.
— ¿una mujer anciana? no... no no recuerdo haberla visto. Ulf, no sé lo que significa el sueño, quizás no ha sucedido aún o quizás nunca suceda... no estoy segura. A veces son sólo advertencias y...
El lobo hundió las manos en su cabeza, en un gesto de frustración. Se estaba enfrentando a sus propios fantasmas y de momento éstos iban ganando la batalla. Poco a poco le explicó quien era la niña. A pesar de que su origen pudiera ser incierto, que quizás no fuese hija suya, en el tono de su voz se delataba el amor que le tenía a esa pequeña y a la mujer anciana. Eran su familia, y daba igual si compartían su sangre o no. Entendió que Ulf cargaba con un peso enorme y adelantó las manos hacia sus mejillas para obligarlo a levantar los ojos y mirarla.
— Ulf... sé lo que crees que significa. Yo también creo que el rey intentará chantajearte. Hay que llegar a ellas antes que el rey... si quieres... tráelas aquí, en mi casa hay sitio de sobra... y no te preocupes por el viaje. Si esto necesita incógnito, mi padre mueve mercancías por todo el mundo, pueden llegar a donde quieras.
Recibió el beso y le dolió en el corazón verlo tan desesperado, tan perdido. Él siempre se mantenía a flote, pero esa vez estaba bordeando el abismo. Entonces le dijo que era especial, que se habría planteado una vida con ella. Eso... era muy grande. La inmensidad de esas palabras, lejos de atontarla la instaron a apretar los dientes. El futuro de Ulf era el suyo.
— Ulf... sé que me vas a decir que no vaya contigo, pero no quiero quedarme aqui de brazos cruzados. Puedo ayudarte, como sea, en la medida que pueda. No le tengo miedo al rey, ni a la muerte porque sé que sólo es un camino de paso más. Pero sí tengo miedo de no volver a verte. Te prometí que si tu camino era la muerte, el mio sería la vida, y esa promesa la mantendré, pero si puedo evitar que te vayas antes de tiempo...déjame intentarlo. No me importa que Freya sea tu hija, aunque no lo fuera tú la quieres como tal, y eso me basta. Tu familia es importante para ti, como la mia lo es para mi y haré todo cuanto esté en mi mano para protegerlas.
No quería regresar al norte, lo cierto es que no guardaba buen recuerdo, pero por Ulf iría hasta las puertas del infierno a buscarlo. Lo abrazó fuerte, porque el tiempo de esconder la intensidad de lo que sentían, se había terminado.
— No hay tiempo que perder... si necesitas transportes, cuenta con ello, y con el dinero del que dispongo. Iré a casa y trataré de provocar las visiones, a ver si consigo algo más.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
La bruja tomó mi rostro alzándolo para forzarme a mirarla, creo que pudo ver en mis ojos y por primera vez la imposibilidad de trazar un plan, estaba desesperado .Ellas eran todo cuanto me quedaba y si era cierto que Freya había caído en manos del rey solo podía significar que mi madre yacía muerta.
Mis ojos amarillearon presos del desasosiego, ni siquiera me sentía capaz de controlar el cambio que ahora se producía en mis dientes sintiendo los colmillos aflorar contra mi lengua. Tomé aire un par de veces, como si me faltara el oxigeno en un vil intento de calmarme, pero la paz no llegaba.
-Necesito beber -aseguré casi sin escucharla.
Sus dedos acariciaron mis mejillas en un intento de darme aliento.
-No puedo traerlas a tu casa pequeña bruja, las seguirían, te pondría en mas peligro del que ya te estoy poniendo ahora mismo.
Me puse en pie, dando vueltas por el lugar como un animal salvaje enjaulado.
-No lo entiendes, estar a mi lado es peligroso y se que no quieres quedarte aquí, se que quieres ayudarme, se que piensas que los dioses marcaran el camino que nos permitirá vivir felices un para siempre. Uno que solo esta en tu maldita mente. -Rugí enfadado. Mi estado de animo cambiaba por instantes.
-Pero yo se la verdad, mis dioses son guerreros y conocen el sufrimiento, la tragedia y la sangre que se derrama en el campo de batalla.
Volví a acercarme a ella, dejándome caer de rodillas para mirarla de frente, hundiendo mis orbes ámbar en sus verdes.
-No voy a mentir, te quiero, creo que a estas alturas eso ya es ningún secreto, pero justo por eso he de mantenerte lejos de esto.
¿como voy a pedirte que vuelvas al norte conmigo?
Sabia que su ayuda era inestimable, que llevarla a ella era una baza ganada, pues de un modo u otro podía adelantarse a los movimientos del rey y mas ahora que las oráculo no estaban.
Pero..por otra parte, no soportaba la idea de perderla.
Negué poniéndome en pie, de nuevo mis pasos se perdían por la capilla una y otra vez, casi podía oírme gruñir de la desesperación, estaba tan cerca de perder el control.
-Visiones, inténtalo -la miré fijamente -busca lo que puedas, te acompañaré a tu casa...y de paso me das algo de beber.
Descontrolado acorté la distancia hasta Giuliana, que me miraba posiblemente intentando comprender mis actos que pasaban de un extremo al otro de un modo desordenado, caótico.
Mi boca apresó la suya, necesitada de saciar su sed, mi mano atrajo su nuca permitiéndome jadear contra sus labios una y otra vez.
-No se que hacer -reconocí.
Eso era lo que me ponía así, yo era el capitán siempre sabia lo que tenia que hacer, hasta en la mas ardua de las gestas, no perdía el norte, era capaz de liderar a los vikingos hacia la victoria sin temblarme el pulso ni por un segundo, a fin de cuentas el Valhalla era un triunfo.
Mas hoy estaba perdido, no veía el modo de sacar a Freya con vida, sin perder la mía en el intento.
Mis ojos amarillearon presos del desasosiego, ni siquiera me sentía capaz de controlar el cambio que ahora se producía en mis dientes sintiendo los colmillos aflorar contra mi lengua. Tomé aire un par de veces, como si me faltara el oxigeno en un vil intento de calmarme, pero la paz no llegaba.
-Necesito beber -aseguré casi sin escucharla.
Sus dedos acariciaron mis mejillas en un intento de darme aliento.
-No puedo traerlas a tu casa pequeña bruja, las seguirían, te pondría en mas peligro del que ya te estoy poniendo ahora mismo.
Me puse en pie, dando vueltas por el lugar como un animal salvaje enjaulado.
-No lo entiendes, estar a mi lado es peligroso y se que no quieres quedarte aquí, se que quieres ayudarme, se que piensas que los dioses marcaran el camino que nos permitirá vivir felices un para siempre. Uno que solo esta en tu maldita mente. -Rugí enfadado. Mi estado de animo cambiaba por instantes.
-Pero yo se la verdad, mis dioses son guerreros y conocen el sufrimiento, la tragedia y la sangre que se derrama en el campo de batalla.
Volví a acercarme a ella, dejándome caer de rodillas para mirarla de frente, hundiendo mis orbes ámbar en sus verdes.
-No voy a mentir, te quiero, creo que a estas alturas eso ya es ningún secreto, pero justo por eso he de mantenerte lejos de esto.
¿como voy a pedirte que vuelvas al norte conmigo?
Sabia que su ayuda era inestimable, que llevarla a ella era una baza ganada, pues de un modo u otro podía adelantarse a los movimientos del rey y mas ahora que las oráculo no estaban.
Pero..por otra parte, no soportaba la idea de perderla.
Negué poniéndome en pie, de nuevo mis pasos se perdían por la capilla una y otra vez, casi podía oírme gruñir de la desesperación, estaba tan cerca de perder el control.
-Visiones, inténtalo -la miré fijamente -busca lo que puedas, te acompañaré a tu casa...y de paso me das algo de beber.
Descontrolado acorté la distancia hasta Giuliana, que me miraba posiblemente intentando comprender mis actos que pasaban de un extremo al otro de un modo desordenado, caótico.
Mi boca apresó la suya, necesitada de saciar su sed, mi mano atrajo su nuca permitiéndome jadear contra sus labios una y otra vez.
-No se que hacer -reconocí.
Eso era lo que me ponía así, yo era el capitán siempre sabia lo que tenia que hacer, hasta en la mas ardua de las gestas, no perdía el norte, era capaz de liderar a los vikingos hacia la victoria sin temblarme el pulso ni por un segundo, a fin de cuentas el Valhalla era un triunfo.
Mas hoy estaba perdido, no veía el modo de sacar a Freya con vida, sin perder la mía en el intento.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Tempestad. (+18)
Sabía que sus palabras eran fruto de la desesperación y de la perspectiva de una pérdida inminente, de su hija y de su madre posiblemente. Podía entender ese hondo dolor unido a la incertidumbre. Aún así le dolió que dijese que un futuro juntos era una imaginación, un sueño imposible, una utopía. Trató de calmarlo, hasta su anatomía salvaje se rebelaba produciendo cambios parciales en su cuerpo, completamente descontrolado. Lo abrazó, lo acarició y lo dejó que gruñera y maldijera tanto como necesitase. Por contra le había dicho que la quería, eso podía notarlo, sentirlo cada vez que sus ojos se encontraban, cada instante que rozaban los labios o fundían sus manos. Pero escucharlo en su voz fue un impacto tremendo. Quizás fuera la inconsciencia que le otorgaba su corta edad, o el exceso de energía de la juventud, pero esas palabras fueron la espuela que la picaron a mantenerse firme cuando Ulf flaqueaba. Ese amor que decía sentir por ella fue el alimento que su coraje necesitaba y en su cabeza se formó un plan.
— Lo arreglaremos... encontraremos la forma.— le dijo cuando él se lamentó por no saber qué hacer, apretando sus hombros y mirándolo de frente, manteniendo el gesto firme.
Tiró del lobo hacia su casa que estaba a pocos metros del cementerio, Florence estaba cocinando y su padre no había regresado de la fábrica, así que cogió varias botellas del mueble bar y sendos vasos, subiendo a su cuarto con Ulf. Necesitaba provocar las visiones, así que mezcló absenta con bourbon, azúcar, limón y bitter para hacer un Sazarac como el de Nueva Orleans. Se sirvió un vaso bastante cumplido y empezó a beberlo a sorbos sentada sobre la cama.
— Intentaré provocarlas, quizás tenga suerte y me digan algo más, si ya ha sucedido o es algo que debe suceder... qué pasará después... no sé, cualquier cosa es bienvenida.— miró a Ulf con una fuerza interior que se reflejaba en esa llama sutil de sus ojos. Estaba decidida a hacer lo que fuera, porque ahora tenía un motivo personal para pelear.
La habitación empezó a estar borrosa, esa cantidad de alcohol iba a darle una buena resaca al día siguiente, pero era necesario. Apuró el vaso y mientras esperaba que hiciera efecto se acercó a Ulf y se acurrucó entre sus brazos buscando el sopor y la calidez de éstos antes de caer en la oscuridad azulada y el frío que solía sentir. Le costó bastante hasta que su mente vagó por el territorio de la alucinación que producía la absenta y cuando desaparecieron las barreras mentales las visiones llegaron, produciendole el trance que tan bien conocía ya el lobo. Su cuerpó se crispó, se puso rígido y los ojos se pusieron en blanco.
Las visiones provocadas por el Sazarac solían ser un poco psicodélicas, poco claras, incluso dolorosas. El alcohol y las drogas ayudaban a encontrar el camino pero la mente embotada no era capaz de discurrir correctamente.
Despertó dos horas más tarde, la noche ya estaba instalada en el exterior y su cabeza daba vueltas; tenía una sensacion de cactus en la garganta y la boca seca.
— Ulf... la he visto... a tu madre. No la matan, sólo está inconsciente en el suelo, un golpe en la cabeza...supongo que creen que está muerta. Y he visto...al mismo hombre de la boda, el del pelo oscuro, acabar con la vida del rey. No sé cuando será, no sé si se cumplirá, pero... creo que eso es bueno ¿no?
Se pegó a él, buscando su cuerpo, su calor, porque entre el alcohol y las visiones perdía mucha energía y temperatura corporal. No podía evitarlo, estar tan cerca y no acariciarlo, no pasear las manos por su piel y no buscar sus labios. Probablemente se habría terminado las botellas durante su trance, pero su metabolismo animal lo toleraba mucho mejor. Todavía estaba algo mareada y Ulf no estaba en su mejor momento, pero sabía que su cuerpo siempre respondía a la cercanía, y lo buscó. Necesitaba tenerlo por una puñetera vez sin que fuera una arrebato loco contra una pared. Estaba jodido, y ella sólo quería hacerle saber que también lo quería, pero sin necesidad de palabras.
Se sentó sobre él en la cama y tiró de su camisa hacia arriba para quitársela, haciendo lo mismo después con su propio vestido. Su pelo caía hacia delante como una cascada del color del trigo. Pasó sus manos despacio por toda su piel, sin prisa, estaban en su propia habitación, en su cama, y no tenían mucho tiempo que perder, pero hasta que amaneciera no había mucho más que pudieran hacer, y perderse el uno en el otro le pareció una buena idea.
— Lo arreglaremos... encontraremos la forma.— le dijo cuando él se lamentó por no saber qué hacer, apretando sus hombros y mirándolo de frente, manteniendo el gesto firme.
Tiró del lobo hacia su casa que estaba a pocos metros del cementerio, Florence estaba cocinando y su padre no había regresado de la fábrica, así que cogió varias botellas del mueble bar y sendos vasos, subiendo a su cuarto con Ulf. Necesitaba provocar las visiones, así que mezcló absenta con bourbon, azúcar, limón y bitter para hacer un Sazarac como el de Nueva Orleans. Se sirvió un vaso bastante cumplido y empezó a beberlo a sorbos sentada sobre la cama.
— Intentaré provocarlas, quizás tenga suerte y me digan algo más, si ya ha sucedido o es algo que debe suceder... qué pasará después... no sé, cualquier cosa es bienvenida.— miró a Ulf con una fuerza interior que se reflejaba en esa llama sutil de sus ojos. Estaba decidida a hacer lo que fuera, porque ahora tenía un motivo personal para pelear.
La habitación empezó a estar borrosa, esa cantidad de alcohol iba a darle una buena resaca al día siguiente, pero era necesario. Apuró el vaso y mientras esperaba que hiciera efecto se acercó a Ulf y se acurrucó entre sus brazos buscando el sopor y la calidez de éstos antes de caer en la oscuridad azulada y el frío que solía sentir. Le costó bastante hasta que su mente vagó por el territorio de la alucinación que producía la absenta y cuando desaparecieron las barreras mentales las visiones llegaron, produciendole el trance que tan bien conocía ya el lobo. Su cuerpó se crispó, se puso rígido y los ojos se pusieron en blanco.
Las visiones provocadas por el Sazarac solían ser un poco psicodélicas, poco claras, incluso dolorosas. El alcohol y las drogas ayudaban a encontrar el camino pero la mente embotada no era capaz de discurrir correctamente.
Despertó dos horas más tarde, la noche ya estaba instalada en el exterior y su cabeza daba vueltas; tenía una sensacion de cactus en la garganta y la boca seca.
— Ulf... la he visto... a tu madre. No la matan, sólo está inconsciente en el suelo, un golpe en la cabeza...supongo que creen que está muerta. Y he visto...al mismo hombre de la boda, el del pelo oscuro, acabar con la vida del rey. No sé cuando será, no sé si se cumplirá, pero... creo que eso es bueno ¿no?
Se pegó a él, buscando su cuerpo, su calor, porque entre el alcohol y las visiones perdía mucha energía y temperatura corporal. No podía evitarlo, estar tan cerca y no acariciarlo, no pasear las manos por su piel y no buscar sus labios. Probablemente se habría terminado las botellas durante su trance, pero su metabolismo animal lo toleraba mucho mejor. Todavía estaba algo mareada y Ulf no estaba en su mejor momento, pero sabía que su cuerpo siempre respondía a la cercanía, y lo buscó. Necesitaba tenerlo por una puñetera vez sin que fuera una arrebato loco contra una pared. Estaba jodido, y ella sólo quería hacerle saber que también lo quería, pero sin necesidad de palabras.
Se sentó sobre él en la cama y tiró de su camisa hacia arriba para quitársela, haciendo lo mismo después con su propio vestido. Su pelo caía hacia delante como una cascada del color del trigo. Pasó sus manos despacio por toda su piel, sin prisa, estaban en su propia habitación, en su cama, y no tenían mucho tiempo que perder, pero hasta que amaneciera no había mucho más que pudieran hacer, y perderse el uno en el otro le pareció una buena idea.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Giuliana tiró de mi mano hacia su casa, por primera vez, mi cuerpo no busco el suyo, sumido en mis propios pensamientos de culpa, dolor y preocupación infinita.
¿Como podía haber sido tan estúpido de pensar que liderar la revolución para destronar a esa bestia que teniamos como rey no traería consecuencias?
Debí haber pensado en mi familia, había estado tan sumido en salvar el norte que me había olvido de proteger a los míos.
Llegamos a la casa de la pequeña bruja, un olor a comida pronto inundo mis fosas nasales, la bruja no se detuvo en saludar a la mujer que cocinaba, tomo varias botellas y tirando de nuevo de mi subimos escaleras arriba.
Se sentó en la cama, sus ojos me buscaban mientras vertía el liquido de las botellas en el vaso.
-Lo siento -susurré volviendo a hundir mi cabeza entre las manos.
De nuevo la metía en otro lio, la obligaba a colocarse para poder ver algo mas sobre mi familia, consciente de la autodestrucción a la que la sumía por estar conmigo, por ayudarme.
Pronto su cuerpo cedió a los efectos del alcohol, me alcé para rodear su cintura, sintiendo su cabeza recostarse sobre mi pecho, sumida en un ebrio duerme vela, mis labios buscaron los suyos una y otra vez, sediento de ella. Su cuerpo rígido, sumido en las visiones que la torturaban, mis dedos acariciaron su pelo apartándolo de su precioso rostro mientras la acunaba tratando de suavizar, si es que eso era posible el dolor en el que estaba sumergida.
Finalmente su cuerpo cayo en un coma profundo, aun pegada al mio, durmió un par de horas, tiempo que utilice para dar buena cuenta la resto de las botellas. Necesitaba olvidar, necesitaba acallar a esas voces que gritaban en mi cabeza que tenia que dejar a Giuliana ser feliz, y solo lo seria lejos de mi.
Cuando abrió los ojos nuestros ojos se encontraron, palabras que susurro con decisión, llenándome de esperanza, mi madre seguía con vida, y la pequeña Freya, aun cautiva podía ser rescatada, ahora solo tenia que intercambiar mi vida por la ajena. No me parecía un mal trato si con ese gesto mi familia salia de esta con vida.
Yo era un guerrero, no temía a la muerte y era consciente de que Höor destronaría a ese maldito rey que posiblemente me sentenciaría a muerte.
Muerte que no caería en vano, que alentaría a nuevos vikingos a seguir luchando por la libertad de un norte digno de un buen rey.
Giuliana podía notar mi desesperación ,su cuerpo se orillo al mio, como si fuera capaz de leer la inmensidad de mis pensamientos. Boca que se apago hambrienta contra la mía, en ese momento ninguno de los dos estaba totalmente cuerdo, el alcohol invadía el cuerpo de ambos, mas la necesidad nos empujaba como la lava del volcan arrasando toda cordura a su paso.
La pequeña bruja me desnudo como si de un niño me tratara, la verdad en ese instante de ebriedad, casi lo era, su cuerpo pronto quedo del mismo modo, piel con piel nos dejamos caer sobre el lecho.
Dedos que se acariciaron hasta quedar enlazados, frente contra frente, nos miramos jadeando, dejándonos embriagar por el otro mientras nuestros labios colisionaban ardiendo como el fuego.
Gruñí al sentir sus caderas moverse sobre mi falo, húmeda la entrada de su vagina acogió mi falo, permitiendole entrar muy despacio.
Aquello distaba mucho de las otras veces, esta vez nuestros ojos estaban anclados en los del otro, hacíamos el amor, no era sexo. Los movimientos cada vez eran mas incendiarios, sus caderas cabalgaban a un ritmo frenético sobre mi virilidad, hasta que sentí como mi simiente se esparcía en su interior.
Mordí sus labios acallando mis gruñidos, casi aullidos mientras su espalda se arqueaba entre mis manos sintiendo mis últimos coletazos.
Calló exhausta sobre mi cuerpo, ambos acompasando la respiración con la del otro con una sonrisa en los labios.
Acaricié su espalda desnuda mientras mis ojos se cerraban, estaba demasiado borracho y la modorra podía conmigo.
Mi mano calló inerte sobre su cuerpo y Morfeo se apoderó de mi sueño.
¿Como podía haber sido tan estúpido de pensar que liderar la revolución para destronar a esa bestia que teniamos como rey no traería consecuencias?
Debí haber pensado en mi familia, había estado tan sumido en salvar el norte que me había olvido de proteger a los míos.
Llegamos a la casa de la pequeña bruja, un olor a comida pronto inundo mis fosas nasales, la bruja no se detuvo en saludar a la mujer que cocinaba, tomo varias botellas y tirando de nuevo de mi subimos escaleras arriba.
Se sentó en la cama, sus ojos me buscaban mientras vertía el liquido de las botellas en el vaso.
-Lo siento -susurré volviendo a hundir mi cabeza entre las manos.
De nuevo la metía en otro lio, la obligaba a colocarse para poder ver algo mas sobre mi familia, consciente de la autodestrucción a la que la sumía por estar conmigo, por ayudarme.
Pronto su cuerpo cedió a los efectos del alcohol, me alcé para rodear su cintura, sintiendo su cabeza recostarse sobre mi pecho, sumida en un ebrio duerme vela, mis labios buscaron los suyos una y otra vez, sediento de ella. Su cuerpo rígido, sumido en las visiones que la torturaban, mis dedos acariciaron su pelo apartándolo de su precioso rostro mientras la acunaba tratando de suavizar, si es que eso era posible el dolor en el que estaba sumergida.
Finalmente su cuerpo cayo en un coma profundo, aun pegada al mio, durmió un par de horas, tiempo que utilice para dar buena cuenta la resto de las botellas. Necesitaba olvidar, necesitaba acallar a esas voces que gritaban en mi cabeza que tenia que dejar a Giuliana ser feliz, y solo lo seria lejos de mi.
Cuando abrió los ojos nuestros ojos se encontraron, palabras que susurro con decisión, llenándome de esperanza, mi madre seguía con vida, y la pequeña Freya, aun cautiva podía ser rescatada, ahora solo tenia que intercambiar mi vida por la ajena. No me parecía un mal trato si con ese gesto mi familia salia de esta con vida.
Yo era un guerrero, no temía a la muerte y era consciente de que Höor destronaría a ese maldito rey que posiblemente me sentenciaría a muerte.
Muerte que no caería en vano, que alentaría a nuevos vikingos a seguir luchando por la libertad de un norte digno de un buen rey.
Giuliana podía notar mi desesperación ,su cuerpo se orillo al mio, como si fuera capaz de leer la inmensidad de mis pensamientos. Boca que se apago hambrienta contra la mía, en ese momento ninguno de los dos estaba totalmente cuerdo, el alcohol invadía el cuerpo de ambos, mas la necesidad nos empujaba como la lava del volcan arrasando toda cordura a su paso.
La pequeña bruja me desnudo como si de un niño me tratara, la verdad en ese instante de ebriedad, casi lo era, su cuerpo pronto quedo del mismo modo, piel con piel nos dejamos caer sobre el lecho.
Dedos que se acariciaron hasta quedar enlazados, frente contra frente, nos miramos jadeando, dejándonos embriagar por el otro mientras nuestros labios colisionaban ardiendo como el fuego.
Gruñí al sentir sus caderas moverse sobre mi falo, húmeda la entrada de su vagina acogió mi falo, permitiendole entrar muy despacio.
Aquello distaba mucho de las otras veces, esta vez nuestros ojos estaban anclados en los del otro, hacíamos el amor, no era sexo. Los movimientos cada vez eran mas incendiarios, sus caderas cabalgaban a un ritmo frenético sobre mi virilidad, hasta que sentí como mi simiente se esparcía en su interior.
Mordí sus labios acallando mis gruñidos, casi aullidos mientras su espalda se arqueaba entre mis manos sintiendo mis últimos coletazos.
Calló exhausta sobre mi cuerpo, ambos acompasando la respiración con la del otro con una sonrisa en los labios.
Acaricié su espalda desnuda mientras mis ojos se cerraban, estaba demasiado borracho y la modorra podía conmigo.
Mi mano calló inerte sobre su cuerpo y Morfeo se apoderó de mi sueño.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
Le dolía en el alma verlo así, tan abatido, tan perdido, y no sólo lo quiso consolar con su cuerpo sino con todo lo que sus labios callaban hechos besos. Las demás veces había sido sexo guiado por el instinto, pero habían cambiado muchas cosas desde aquella pensión. Ellos ya no eran los mismos, nada era igual, y algo estaba creciendo entre ellos y no era la distancia. ¿Amor? bonita palabra, pero pequeña para describir tantas cosas, tantos detalles, tantos sentimientos. Si en esa palabra cabían la ternura, la pasión, la admiración, la complicidad, el anhelo, la preocupación por el otro y un sinfín más de cosas que sentía por Ulf, entonces... sí, era amor.
Le había dicho que la quería, y ella estaba dispuesta a hacer lo que fuera por él, ya no había vuelta de hoja. No quería abandonar el lecho de nuevo, quería quedarse allí con él y echar atrás el tiempo para que nada de las circunstancias actuales hubiera pasado. Pero no era posible. Tenía que actuar y había decidido que de esa forma sería la mejor tal y como habían venido las visiones.
Se levantó sin hacer ruido, escribió una nota y la dejó a su lado, saliendo y cerrando la puerta sigilosamente. Dos horas después estaba en el puerto subida a bordo del barco de su padre, que había rebautizado con el nombre de Amelia, su difunta esposa.
La nota estaba sobre las sábanas y decía lo siguiente:
Querido Ulf,
me parte el corazón marcharme en medio de la noche como si fuera una ladrona, y así me siento. Siento que estoy robando la posibilidad de decidir otra cosa por ti mismo. Pero en mis visiones voy sola al norte, y el resultado es bueno, así que debo tratar de hacer lo mismo.
Sé que vendrás y que de nuevo habrá sangre, aún no sé dónde ni con quién, no pude verlo claro. Pero también sé que sacaré a Freya del castillo, y es todo cuanto importa. Tú eres todo cuanto me importa ahora y no puedo soportar verte hundido. Esta tarde me dijiste que me querías y jamás en mi vida me había sentido tan importante. Sé que eres un guerrero, que no temes a la muerte...yo tampoco, de hecho suelo hablar con él en sueños o en mis visiones. No es el más allá lo que me aterra, es una vida vacía sin ti, sin tus ojos, sin tu sonrisa. Si tu destino es morir, yo no soy nadie para arrebatarle eso a tus dioses, pero mientras me lo permitas, velaré para mantenerte conmigo.
Mientras te escribo te observo dormir y respirar agotado en mi cama y me pregunto si será la última vez que te vea así, dormido, embriagado de mi piel. Ojalá que no. Pero para tener una posibilidad tengo que irme y cumplir lo que vi... porque yo también te quiero.
Giuliana M.
-----------------------------------------------------------
Puerto de Bergen, dos días más tarde.
El Amelia atracó en el puerto, esta vez Giuliana no se había ido con lo puesto, llevaba un baúl con todo lo necesario para hacer vudú, dinero en abundancia y varios hombres que conocían la lengua de los noruegos. Su padre no había insistido en que se quedase, porque sabía que acabaría yendo igualmente cuando le explicó lo que sucedía, así que el hombre se ofreció a acompañarla y a llevarla en su barco. No era hombre de mar, pero era su única hija y lo único que le quedaba tras morir su mujer. Descabellada o no, aquella travesía no la haría sola.
Entendió que Lana bebiera los vientos por Ulf, también él y Amelia habían sido jóvenes una vez, y las mayores locuras se cometían por amor. Sabía que las brujas eran especiales, sabias, de alguna forma sus actos nunca eran arbitrarios aunque lo pareciesen, y su hija no iba a ser la excepción. Giuliana se había pasado los dos días casi en su totalidad metida en el camarote, necesitaba hacer la magia que tanto iba a necesitar después. Se había arriesgado hasta el extremo, y aunque ahora sus ropas lo ocultasen, su cuerpo había padecido bastante, pero era necesario hacer eso, era la única salida.
Le había dicho que la quería, y ella estaba dispuesta a hacer lo que fuera por él, ya no había vuelta de hoja. No quería abandonar el lecho de nuevo, quería quedarse allí con él y echar atrás el tiempo para que nada de las circunstancias actuales hubiera pasado. Pero no era posible. Tenía que actuar y había decidido que de esa forma sería la mejor tal y como habían venido las visiones.
Se levantó sin hacer ruido, escribió una nota y la dejó a su lado, saliendo y cerrando la puerta sigilosamente. Dos horas después estaba en el puerto subida a bordo del barco de su padre, que había rebautizado con el nombre de Amelia, su difunta esposa.
La nota estaba sobre las sábanas y decía lo siguiente:
Querido Ulf,
me parte el corazón marcharme en medio de la noche como si fuera una ladrona, y así me siento. Siento que estoy robando la posibilidad de decidir otra cosa por ti mismo. Pero en mis visiones voy sola al norte, y el resultado es bueno, así que debo tratar de hacer lo mismo.
Sé que vendrás y que de nuevo habrá sangre, aún no sé dónde ni con quién, no pude verlo claro. Pero también sé que sacaré a Freya del castillo, y es todo cuanto importa. Tú eres todo cuanto me importa ahora y no puedo soportar verte hundido. Esta tarde me dijiste que me querías y jamás en mi vida me había sentido tan importante. Sé que eres un guerrero, que no temes a la muerte...yo tampoco, de hecho suelo hablar con él en sueños o en mis visiones. No es el más allá lo que me aterra, es una vida vacía sin ti, sin tus ojos, sin tu sonrisa. Si tu destino es morir, yo no soy nadie para arrebatarle eso a tus dioses, pero mientras me lo permitas, velaré para mantenerte conmigo.
Mientras te escribo te observo dormir y respirar agotado en mi cama y me pregunto si será la última vez que te vea así, dormido, embriagado de mi piel. Ojalá que no. Pero para tener una posibilidad tengo que irme y cumplir lo que vi... porque yo también te quiero.
Giuliana M.
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Puerto de Bergen, dos días más tarde.
El Amelia atracó en el puerto, esta vez Giuliana no se había ido con lo puesto, llevaba un baúl con todo lo necesario para hacer vudú, dinero en abundancia y varios hombres que conocían la lengua de los noruegos. Su padre no había insistido en que se quedase, porque sabía que acabaría yendo igualmente cuando le explicó lo que sucedía, así que el hombre se ofreció a acompañarla y a llevarla en su barco. No era hombre de mar, pero era su única hija y lo único que le quedaba tras morir su mujer. Descabellada o no, aquella travesía no la haría sola.
Entendió que Lana bebiera los vientos por Ulf, también él y Amelia habían sido jóvenes una vez, y las mayores locuras se cometían por amor. Sabía que las brujas eran especiales, sabias, de alguna forma sus actos nunca eran arbitrarios aunque lo pareciesen, y su hija no iba a ser la excepción. Giuliana se había pasado los dos días casi en su totalidad metida en el camarote, necesitaba hacer la magia que tanto iba a necesitar después. Se había arriesgado hasta el extremo, y aunque ahora sus ropas lo ocultasen, su cuerpo había padecido bastante, pero era necesario hacer eso, era la única salida.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
De nuevo la fría soledad del lecho cuando abrí los ojos, lejos de encontrar sus brazos calmando mis miedos, solo encontré una hoja cargada de letras en las que tomaba su decisión ajena a la propia.
Arrugué la carta arrojándola con rabia sobre las llamas de la lumbre, pequeño fogonazo de esta contra el papel que pronto quedo tan calcinado como mi piel.
Rabia en mis entrañas mientras me recolocaba la camisa sobre mis hombros abrochandola sin calma. De nuevo lo había hecho, decidir por mi, pensar que sus visiones eran certezas absolutas, irse al norte, así lo había visto, así lo había dispuesto.
Estaba loca, no conocía el idioma, no tenia ejercito que respaldase sus malditos actos. Su misión era suicida, no podía presentarse frente al rey con las manos vacías y volver con la pequeña Freya. Mi rey no funcionaba así, él era un monstruo, una serpiente sibilina, solo soltaría a Freya si a cambio lograba lo que quería, en este caso yo. El hombre que lo había ridiculizado haciéndolo sangrar, posiblemente incluso ya correría el bulo sobre que envenené a sus oráculos y por eso fui atrapado y sentenciado por alta traición.
No sacaría a Freya, no si no le daba algo valioso, ahora tenia dos problemas, rescatar a mi hija y a la mujer a la que amaba, a este paso, ni siquiera mi vida seria suficiente como para salvarlas a ellas.
Solo suplicaba que no dijera que era bruja, que el rey no supiera de sus visiones, ni de su poder, que desconociera que era ella la que por medio de dioses ajenos había logrado matar a los oráculos.
De descubrirlo, jamas la dejaría ir, era demasiado valiosa, era demasiado peligrosa.
Abandoné la mansión a caballo, necesitaba la ayuda de Höor, no me quedaba otra, no podía enfrentarme a un ejercito con una espada y un escudo.
Las calles de París estaban desiertas, tanto como mi desazón y mi incertidumbre, cascos del caballo que golpeaban raudos, perdiéndose en el adoquinado.
La mansion Cavey se alzaba imponente, el servicio hacia horas que se había puesto en pie, pregunté por el señor de la casa a una de las criadas, que no tardo en acompañarme con la mejor de las sonrisas al patio de armas.
Se notaba que el servicio apreciaba a Höor, algo que entendía a la perfección, nunca fue un soberbio pese a su clase, mas bien lo contrario, codo con codo trabajaba, luchaba y sangraba como uno mas.
Con las manos vendadas, así como los tobillos golpeaba uno de los sacos que colgaban del patio central. Movimientos rápidos, diestros, letales, mientras su respiración se acompasaba a ellos.
Se detuvo al verme llega, una sonrisa amplia acercándose a mi para golpear mi pecho con su puño antes de fundirnos en un abrazo.
Golpeé su espalda con la palma, ambos sabíamos que aquello no era una visita de cortesía, de lo contrario la hubiera anunciado.
-¿que sucede? -me preguntó con el semblante serio -¿mi madre?
Asentí, tranquilizándolo, mientras dejaba escapar el aire abatido aunque en pie y no caído
-Es Freya, el rey la tiene presa.
Su brazo pronto se poso en mi hombro instigandome a hablar mientras sus semblante se endurecía y sus ojos ardían como el fuego oscureciéndose como el abismo.
-Sabes que fui al norte a liberar unas tierras vuestras mi señor, la gesta fue ganada, mas no solo a golpe de hacha y espada. Höor ,en Paris he conocido una mujer, mentiría si os digo que es como las demás, pues es una bruja, peligrosa, letal y perfecta.
Pude ver en sus ojos el entendimiento de otro hombre tan enamorado como yo mismo.
-Señor, esta noche abandono mi lecho rumbo al norte, es terca, no atiende a razones, ha decidido ir sola a por Freya. Se por que lo ha hecho, dice que así tenia que ser, que así lo vio en su trance, mas mi señor, os pido, no, os suplico un barco para ir tras, ella.
Ire de todos modos, no es permiso lo que pido, pues no hay mar bastante ancho que no sea capaz de cruzar por ambas mujeres.
Vi como meditaba mis palabras, mientras liberaba sus manos de aquellas vendas.
-Os daré mucho mas que un barco Ulf. Sabes que ahora mismo tomaría mi acero y mi escudo para ir junto a ti al norte, Freya es una de los míos, una niña, no permitiré que pague por una guerra que es nuestra y no suya.
Ven, sígueme.
Nos adentramos en la mansión, recorrimos los pasillos hasta el despacho que al parecer era de la señorita Cavey.
Ali le vi tomar asiento con rapidez cogiendo de la bandeja una de las hojas con el sello real.
Rey del norte.
Tio, como bien sabéis, mi alianza con la dama Cavey será en breve y ambos hace poco hemos pasado a ostentar el cargo de condes.
Todas nuestras tierras están subyugadas a vuestra magnificencia, mas yo como conde de estas tengo derecho de pernada.
La joven Freya, posee una belleza sin igual, es por eso que posé hace tiempo mis ojos en ella. Hoy la pido como doncella de mi esposa. Ella necesita aprender costumbres norteñas y yo desearía ver crecer a esa joven cerca de mi lecho.
Supongo ya me comprendéis.
Me han informado de que la habéis acogido con honra en vuestro castillo, agradezco el gesto de protección hacia la pequeña, mas deseo que sin mayor dilación, abandone vuestra ala protectora y caliente mi lecho, temo que otro pueda tomar lo que es mio por derecho.
Firmado.
Hoor Cannif.
Conde de los Paises Bajos
Me la ofreció para que la leyera antes de sellarla con cera y sello.
-Ulf, no tengo otro modo de reclamarla, durante un tiempo quedara al servicio de mi esposa, traerla a París es lo mas sensato, se que el norte corre por sus venas, pero...es el único modo.
Asentí sabia que Höor tenia razon, agradecí esa carta, así como otra que escribió a continuación para todo hombre libre, una que correría de boca en boca como la polvora dando esperanza a un pueblo sesgado por las guerras y la sangre derramada en ellas.
Así, partí hacia el norte, con un barco y una tripulación que Höor Cannif se esmero en poner a mi servicio.
Mi promesa de que si as cosas se torcían enviaría un cuervo, sabia que él mismo acudiría al norte de ser necesario.
Arrugué la carta arrojándola con rabia sobre las llamas de la lumbre, pequeño fogonazo de esta contra el papel que pronto quedo tan calcinado como mi piel.
Rabia en mis entrañas mientras me recolocaba la camisa sobre mis hombros abrochandola sin calma. De nuevo lo había hecho, decidir por mi, pensar que sus visiones eran certezas absolutas, irse al norte, así lo había visto, así lo había dispuesto.
Estaba loca, no conocía el idioma, no tenia ejercito que respaldase sus malditos actos. Su misión era suicida, no podía presentarse frente al rey con las manos vacías y volver con la pequeña Freya. Mi rey no funcionaba así, él era un monstruo, una serpiente sibilina, solo soltaría a Freya si a cambio lograba lo que quería, en este caso yo. El hombre que lo había ridiculizado haciéndolo sangrar, posiblemente incluso ya correría el bulo sobre que envenené a sus oráculos y por eso fui atrapado y sentenciado por alta traición.
No sacaría a Freya, no si no le daba algo valioso, ahora tenia dos problemas, rescatar a mi hija y a la mujer a la que amaba, a este paso, ni siquiera mi vida seria suficiente como para salvarlas a ellas.
Solo suplicaba que no dijera que era bruja, que el rey no supiera de sus visiones, ni de su poder, que desconociera que era ella la que por medio de dioses ajenos había logrado matar a los oráculos.
De descubrirlo, jamas la dejaría ir, era demasiado valiosa, era demasiado peligrosa.
Abandoné la mansión a caballo, necesitaba la ayuda de Höor, no me quedaba otra, no podía enfrentarme a un ejercito con una espada y un escudo.
Las calles de París estaban desiertas, tanto como mi desazón y mi incertidumbre, cascos del caballo que golpeaban raudos, perdiéndose en el adoquinado.
La mansion Cavey se alzaba imponente, el servicio hacia horas que se había puesto en pie, pregunté por el señor de la casa a una de las criadas, que no tardo en acompañarme con la mejor de las sonrisas al patio de armas.
Se notaba que el servicio apreciaba a Höor, algo que entendía a la perfección, nunca fue un soberbio pese a su clase, mas bien lo contrario, codo con codo trabajaba, luchaba y sangraba como uno mas.
Con las manos vendadas, así como los tobillos golpeaba uno de los sacos que colgaban del patio central. Movimientos rápidos, diestros, letales, mientras su respiración se acompasaba a ellos.
Se detuvo al verme llega, una sonrisa amplia acercándose a mi para golpear mi pecho con su puño antes de fundirnos en un abrazo.
Golpeé su espalda con la palma, ambos sabíamos que aquello no era una visita de cortesía, de lo contrario la hubiera anunciado.
-¿que sucede? -me preguntó con el semblante serio -¿mi madre?
Asentí, tranquilizándolo, mientras dejaba escapar el aire abatido aunque en pie y no caído
-Es Freya, el rey la tiene presa.
Su brazo pronto se poso en mi hombro instigandome a hablar mientras sus semblante se endurecía y sus ojos ardían como el fuego oscureciéndose como el abismo.
-Sabes que fui al norte a liberar unas tierras vuestras mi señor, la gesta fue ganada, mas no solo a golpe de hacha y espada. Höor ,en Paris he conocido una mujer, mentiría si os digo que es como las demás, pues es una bruja, peligrosa, letal y perfecta.
Pude ver en sus ojos el entendimiento de otro hombre tan enamorado como yo mismo.
-Señor, esta noche abandono mi lecho rumbo al norte, es terca, no atiende a razones, ha decidido ir sola a por Freya. Se por que lo ha hecho, dice que así tenia que ser, que así lo vio en su trance, mas mi señor, os pido, no, os suplico un barco para ir tras, ella.
Ire de todos modos, no es permiso lo que pido, pues no hay mar bastante ancho que no sea capaz de cruzar por ambas mujeres.
Vi como meditaba mis palabras, mientras liberaba sus manos de aquellas vendas.
-Os daré mucho mas que un barco Ulf. Sabes que ahora mismo tomaría mi acero y mi escudo para ir junto a ti al norte, Freya es una de los míos, una niña, no permitiré que pague por una guerra que es nuestra y no suya.
Ven, sígueme.
Nos adentramos en la mansión, recorrimos los pasillos hasta el despacho que al parecer era de la señorita Cavey.
Ali le vi tomar asiento con rapidez cogiendo de la bandeja una de las hojas con el sello real.
Rey del norte.
Tio, como bien sabéis, mi alianza con la dama Cavey será en breve y ambos hace poco hemos pasado a ostentar el cargo de condes.
Todas nuestras tierras están subyugadas a vuestra magnificencia, mas yo como conde de estas tengo derecho de pernada.
La joven Freya, posee una belleza sin igual, es por eso que posé hace tiempo mis ojos en ella. Hoy la pido como doncella de mi esposa. Ella necesita aprender costumbres norteñas y yo desearía ver crecer a esa joven cerca de mi lecho.
Supongo ya me comprendéis.
Me han informado de que la habéis acogido con honra en vuestro castillo, agradezco el gesto de protección hacia la pequeña, mas deseo que sin mayor dilación, abandone vuestra ala protectora y caliente mi lecho, temo que otro pueda tomar lo que es mio por derecho.
Firmado.
Hoor Cannif.
Conde de los Paises Bajos
Me la ofreció para que la leyera antes de sellarla con cera y sello.
-Ulf, no tengo otro modo de reclamarla, durante un tiempo quedara al servicio de mi esposa, traerla a París es lo mas sensato, se que el norte corre por sus venas, pero...es el único modo.
Asentí sabia que Höor tenia razon, agradecí esa carta, así como otra que escribió a continuación para todo hombre libre, una que correría de boca en boca como la polvora dando esperanza a un pueblo sesgado por las guerras y la sangre derramada en ellas.
Así, partí hacia el norte, con un barco y una tripulación que Höor Cannif se esmero en poner a mi servicio.
Mi promesa de que si as cosas se torcían enviaría un cuervo, sabia que él mismo acudiría al norte de ser necesario.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
Atracaron en Bergen y Arthur la fue a acompañar pro Giuliana lo detuvo. No podía ir con ella, era peligroso y si no regresaba al día siguiente, alguien tendría que avisar a Ulf. A regañadientes la dejó partir acompañada de dos hombres que hablaban el idioma y que aunque no eran soldados, al menos podían dar un par de puñetazos y tajos si las cosas se ponían feas. No tenía intención de que así fuera.
Llegaron al castillo una hora después. Pidió ver en persona al rey y los guardias se rieron de ella, pensando que estaba loca. Nadie podía pedir ver al rey así como así.
— Por favor, sean tan amables de decirle a su rey que soy la que mató a sus oráculos, y que necesito hablar con él. — Automáticamente sacaron las espadas y apuntaron con ellas a Lana que no se movió un ápice.— Si quisiera mataros, ya estaríais muertos. Vengo en son de paz.
Los hombres dudaron un instante y hablaron entre ellos, uno entró en el castillo y los demás se quedaron allí apuntándola con las armas, si se movía era bruja muerta. Al rato regresó y les dio órdenes de cachear a los tres, sacando varias dagas y puñales de cintos y botas. La bruja no iba armada. Los hicieron pasar al salón en el que había bastante gente; al menos una veintena de guardias, otra de consejeros, burócratas y aduladores. El tirano estaba sentado en un sitial elevado sobre una tarima.
Lana avanzó por el pasillo central con la vista puesta en el rey, sin vacilar. Notaba como a su alrededor se acallaban los murmullos cuando ella pasaba. Debían estar murmurando que esa cría era imposible que hubiera matado a los oráculos porque nadie la había visto antes…¿nadie? eso no era correcto. En la fila inmediatamente inferior a la tarima se encontraba Sigrid. Vaya… qué bien vestida y aseada. La muy zorra se había vendido al tirano al haberlo perdido todo en ese naufragio y además había traicionado a quienes la habían salvado. En ese momento sintió una punzada de asco y una bilis amarga subir por su garganta. El odio la apresó y sintió como su deseo de venganza crecía. Pero la puta tendría que esperar, estaba allí para otra cosa.
Se detuvo delante del rey cuando interpusieron unas espadas a unos prudenciales diez metros. No se fiaban, y hacían bien. El dictador habló.
— Dicen que has confesado haber matado a mi oráculos.
— Buenos días. Sé que me entiende y que habla mi lengua, siento no hablar la suya.— Lana miró al rey y su gesto no varió, se estaba comportando como la que va a comprar el pan un día cualquiera, aunque algo más pálido y ojeroso que de costumbre, pues desde la muerte de Amelia estaba sufriendo un duelo complicado.— Asi es.— El rey Rannulf, cuyo nombre significaba en norse el lobo saqueador, observó a la pequeña bruja de extraño acento, que hablaba un francés del otro lado del charco, y no pudo evitar entornar los ojos y preguntarse si estaba loca.
— Sabes que te mandaré matar por lo que has confesado.
— No lo hará, podemos arreglar esto parlamentando, como la gente civilizada.— A Rannulf le hizo gracia que la extranjera tuviese tanto aplomo. Pero por otro lado algo lo inquietó, porque si no estaba loca es que realmente era muy poderosa y no necesitaba de un ejército para plantarse allí y hablar con él.
— No veo que haya que arreglar nada, has matado a mis oráculos y tengo derecho a hacer justicia.
— Lo siento pero sus oráculos me predijeron y usted envió a alguien a matarme. Yo diría que estamos en paz.— La bruja hizo una pausa y relajó un poco el gesto.— Me han dicho que es usted un duro negociador. Quiero negociar, usted me da algo y a cambio yo también le doy algo valioso.
— Continúa.
— Quiero que me entregue a Freya, y que nos deje marchar renunciando a buscarla jamás. A cambio… le entrego su vida. Es usted libre de seguir viviendo.
Rannulf miró a Giuliana con cierta estupefacción, calibrando si era un farol y decidió que debía serlo porque estalló en carcajadas.
— Niña ignorante…¿crees que me trago ese cuento? Matadla.
Un par de guardias, los que estaban más cerca dieron un par de pasos hacia ella con las armas en la mano, pero Lana levantó la mano con el puño cerrado, creando una tremenda barrera que incluso fue visible por instante y salieron despedidos hacia atrás. Se agachó un instante y recogió del suelo un puñal que se les había caído y extendió la mano haciéndose un corte en la palma. De inmediato el rey soltó un alarido y se miró su propia mano, donde acababa de aparecer un corte igual que el de ella. Se quedó mirándola con los ojos inyectados en sangre.
—..¿que… has … hecho?
Por respuesta Lana se apuntó con el cuchillo a la garganta y clavó un poco la punta haciendo que una gota de sangre recorriese su blanco cuello y también el de Rannulf. Todo su cuerpo era un inmenso muñeco vudú unido al del rey.
— Todo lo que le hagáis a mi cuerpo sucederá en el suyo. Si muero de hambre, usted también, si sangro, usted también lo hará, y si se le ocurre encerrarme me tragaré mi propia lengua. Así que hagamos esto de forma civilizada… deme a Freya y le doy mi palabra de que no me mataré ni atentaré contra mí. .— No, la extranjera no iba de farol y sus ojos verdes, enmarcados en aquel rostro taciturno, expresaban una ira poco común en su persona. Estaba cansada, hastiada de tanta gilipollez humana, de que la gente ansiase el poder y la riqueza, cuando su bien más valioso era el tiempo. Sentía que se estaba quedando sin tiempo de tener una vida normal, por fin alguien la quería y no podía disfrutarlo porque algun imbécil se empeñaba en comportarse de manera mezquina, como la zorra de Sigrid. ¿Tanto les costaba dejar que la gente viviese en paz? que se murieran de viejos o de gripe, sin tener que además hacer frente a una guerra entre hermanos. No sabía cuando la reclamarían sus dioses y quería vivir el máximo de tiempo posible con Ulf, pero ellos no la dejaban. Pues ya está. No iba a seguir esperando, quieta y muda como una estatua de mármol de las del cementerio. Esta vez iba a actuar, a dar un puñetazo sobre la mesa y a reclamar lo que el universo le debía. Y si no colaboraban...pues... sería mejor que no quisieran descubrir todo lo que la bruja guardaba.
Llegaron al castillo una hora después. Pidió ver en persona al rey y los guardias se rieron de ella, pensando que estaba loca. Nadie podía pedir ver al rey así como así.
— Por favor, sean tan amables de decirle a su rey que soy la que mató a sus oráculos, y que necesito hablar con él. — Automáticamente sacaron las espadas y apuntaron con ellas a Lana que no se movió un ápice.— Si quisiera mataros, ya estaríais muertos. Vengo en son de paz.
Los hombres dudaron un instante y hablaron entre ellos, uno entró en el castillo y los demás se quedaron allí apuntándola con las armas, si se movía era bruja muerta. Al rato regresó y les dio órdenes de cachear a los tres, sacando varias dagas y puñales de cintos y botas. La bruja no iba armada. Los hicieron pasar al salón en el que había bastante gente; al menos una veintena de guardias, otra de consejeros, burócratas y aduladores. El tirano estaba sentado en un sitial elevado sobre una tarima.
Lana avanzó por el pasillo central con la vista puesta en el rey, sin vacilar. Notaba como a su alrededor se acallaban los murmullos cuando ella pasaba. Debían estar murmurando que esa cría era imposible que hubiera matado a los oráculos porque nadie la había visto antes…¿nadie? eso no era correcto. En la fila inmediatamente inferior a la tarima se encontraba Sigrid. Vaya… qué bien vestida y aseada. La muy zorra se había vendido al tirano al haberlo perdido todo en ese naufragio y además había traicionado a quienes la habían salvado. En ese momento sintió una punzada de asco y una bilis amarga subir por su garganta. El odio la apresó y sintió como su deseo de venganza crecía. Pero la puta tendría que esperar, estaba allí para otra cosa.
Se detuvo delante del rey cuando interpusieron unas espadas a unos prudenciales diez metros. No se fiaban, y hacían bien. El dictador habló.
— Dicen que has confesado haber matado a mi oráculos.
— Buenos días. Sé que me entiende y que habla mi lengua, siento no hablar la suya.— Lana miró al rey y su gesto no varió, se estaba comportando como la que va a comprar el pan un día cualquiera, aunque algo más pálido y ojeroso que de costumbre, pues desde la muerte de Amelia estaba sufriendo un duelo complicado.— Asi es.— El rey Rannulf, cuyo nombre significaba en norse el lobo saqueador, observó a la pequeña bruja de extraño acento, que hablaba un francés del otro lado del charco, y no pudo evitar entornar los ojos y preguntarse si estaba loca.
— Sabes que te mandaré matar por lo que has confesado.
— No lo hará, podemos arreglar esto parlamentando, como la gente civilizada.— A Rannulf le hizo gracia que la extranjera tuviese tanto aplomo. Pero por otro lado algo lo inquietó, porque si no estaba loca es que realmente era muy poderosa y no necesitaba de un ejército para plantarse allí y hablar con él.
— No veo que haya que arreglar nada, has matado a mis oráculos y tengo derecho a hacer justicia.
— Lo siento pero sus oráculos me predijeron y usted envió a alguien a matarme. Yo diría que estamos en paz.— La bruja hizo una pausa y relajó un poco el gesto.— Me han dicho que es usted un duro negociador. Quiero negociar, usted me da algo y a cambio yo también le doy algo valioso.
— Continúa.
— Quiero que me entregue a Freya, y que nos deje marchar renunciando a buscarla jamás. A cambio… le entrego su vida. Es usted libre de seguir viviendo.
Rannulf miró a Giuliana con cierta estupefacción, calibrando si era un farol y decidió que debía serlo porque estalló en carcajadas.
— Niña ignorante…¿crees que me trago ese cuento? Matadla.
Un par de guardias, los que estaban más cerca dieron un par de pasos hacia ella con las armas en la mano, pero Lana levantó la mano con el puño cerrado, creando una tremenda barrera que incluso fue visible por instante y salieron despedidos hacia atrás. Se agachó un instante y recogió del suelo un puñal que se les había caído y extendió la mano haciéndose un corte en la palma. De inmediato el rey soltó un alarido y se miró su propia mano, donde acababa de aparecer un corte igual que el de ella. Se quedó mirándola con los ojos inyectados en sangre.
—..¿que… has … hecho?
Por respuesta Lana se apuntó con el cuchillo a la garganta y clavó un poco la punta haciendo que una gota de sangre recorriese su blanco cuello y también el de Rannulf. Todo su cuerpo era un inmenso muñeco vudú unido al del rey.
— Todo lo que le hagáis a mi cuerpo sucederá en el suyo. Si muero de hambre, usted también, si sangro, usted también lo hará, y si se le ocurre encerrarme me tragaré mi propia lengua. Así que hagamos esto de forma civilizada… deme a Freya y le doy mi palabra de que no me mataré ni atentaré contra mí. .— No, la extranjera no iba de farol y sus ojos verdes, enmarcados en aquel rostro taciturno, expresaban una ira poco común en su persona. Estaba cansada, hastiada de tanta gilipollez humana, de que la gente ansiase el poder y la riqueza, cuando su bien más valioso era el tiempo. Sentía que se estaba quedando sin tiempo de tener una vida normal, por fin alguien la quería y no podía disfrutarlo porque algun imbécil se empeñaba en comportarse de manera mezquina, como la zorra de Sigrid. ¿Tanto les costaba dejar que la gente viviese en paz? que se murieran de viejos o de gripe, sin tener que además hacer frente a una guerra entre hermanos. No sabía cuando la reclamarían sus dioses y quería vivir el máximo de tiempo posible con Ulf, pero ellos no la dejaban. Pues ya está. No iba a seguir esperando, quieta y muda como una estatua de mármol de las del cementerio. Esta vez iba a actuar, a dar un puñetazo sobre la mesa y a reclamar lo que el universo le debía. Y si no colaboraban...pues... sería mejor que no quisieran descubrir todo lo que la bruja guardaba.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
El viaje fue mas largo de lo previsto, con el viento en contra, los dioses descargando tempestades sobre nosotros y un mar embravecido como regalo de nuestros ancestros logramos finalmente llegar a puerto norteño.
Estaba agotado, apenas en esos días había logrado pegar ojo. Mi aspecto era horrible, creo que ni de la peor de las gestas había llegado en ese estado. Conocía al rey, no iba a ser tan fácil como esperaba Giuliana que le diera a Freya. No lo haría sin mas. Quizás contra las amazonas su despliegue ilusorio había funcionado, pero no lo haría con él.
Rannulf se relacionaba con el mundo sobrenatural, se decía que estaba preparando un ejercito de bestias que garantizaran su seguridad, así como se hablaba de que la nigromancia no tenia secretos para los brujos con los que contaba. Mi rey era peligroso y ella estaba metiéndose en la boca del lobo sin tan siquiera hacerme participe de ese encuentro.
No se cuando mis problemas se convirtieron en los suyos, no se cuando creyó que no era capaz de enfrentar mis propios demonios. Solo se, que esa mujer estaba condenando su alma a un lado siniestro, uno que empezó el día que sesgo la vida de esas jóvenes oráculos, niñas inocentes en el fondo.
Esperaba que esta vez mantuviera la magia alejada del encuentro, pues algo me decía que toda magia tenia un precio y como su madre había predicho el de Giuliana seria mas elevado de lo previsto.
Necesitaba salvar a Freya, esperaba que la carta que portaba fuera mas que suficiente para ese empeño, mas a su vez necesitaba salvar el alma de Giuliana y para eso tenia que alejarla de toda magia oscura.
Solo esperaba haber llegado a tiempo.
La noche se cernía sobre el puerto cuando anclamos en este. Descanso merecido para los hombres del navío, mas mi viaje solo empezaba, la noche seria larga y complicada. Un caballo me esperaba, no tardé en tomarlo perdiéndome sin descanso en un galope airado que esperaba alcanzar el castillo al alba.
Para eso tenia que no hacer noche, cruzar zonas que no debería ocupar en la nocturnidad, mas ¿acaso me quedaba opción? La respuesta era un rotundo no. Rannulf mataría a la bruja si descubría que esta era la causante de la perdida de sus visionarias. No tendría piedad con esa mujer que yo amaba mas que a mi vida.
Apreté los dientes espoleando al caballo para que como un espectro corriera por el bosque, me jugaba demasiado para permitirme fallar, el tiempo apremiaba, y la tempestad ya había logrado hacerme perder demasiado.
El reloj de arena corría en mi contra ahogándome entre sus vidrios.
-Maldita bruja -musité entre dientes. De nuevo me la había vuelto a jugar imponiendo su voluntad.
Estaba agotado, apenas en esos días había logrado pegar ojo. Mi aspecto era horrible, creo que ni de la peor de las gestas había llegado en ese estado. Conocía al rey, no iba a ser tan fácil como esperaba Giuliana que le diera a Freya. No lo haría sin mas. Quizás contra las amazonas su despliegue ilusorio había funcionado, pero no lo haría con él.
Rannulf se relacionaba con el mundo sobrenatural, se decía que estaba preparando un ejercito de bestias que garantizaran su seguridad, así como se hablaba de que la nigromancia no tenia secretos para los brujos con los que contaba. Mi rey era peligroso y ella estaba metiéndose en la boca del lobo sin tan siquiera hacerme participe de ese encuentro.
No se cuando mis problemas se convirtieron en los suyos, no se cuando creyó que no era capaz de enfrentar mis propios demonios. Solo se, que esa mujer estaba condenando su alma a un lado siniestro, uno que empezó el día que sesgo la vida de esas jóvenes oráculos, niñas inocentes en el fondo.
Esperaba que esta vez mantuviera la magia alejada del encuentro, pues algo me decía que toda magia tenia un precio y como su madre había predicho el de Giuliana seria mas elevado de lo previsto.
Necesitaba salvar a Freya, esperaba que la carta que portaba fuera mas que suficiente para ese empeño, mas a su vez necesitaba salvar el alma de Giuliana y para eso tenia que alejarla de toda magia oscura.
Solo esperaba haber llegado a tiempo.
La noche se cernía sobre el puerto cuando anclamos en este. Descanso merecido para los hombres del navío, mas mi viaje solo empezaba, la noche seria larga y complicada. Un caballo me esperaba, no tardé en tomarlo perdiéndome sin descanso en un galope airado que esperaba alcanzar el castillo al alba.
Para eso tenia que no hacer noche, cruzar zonas que no debería ocupar en la nocturnidad, mas ¿acaso me quedaba opción? La respuesta era un rotundo no. Rannulf mataría a la bruja si descubría que esta era la causante de la perdida de sus visionarias. No tendría piedad con esa mujer que yo amaba mas que a mi vida.
Apreté los dientes espoleando al caballo para que como un espectro corriera por el bosque, me jugaba demasiado para permitirme fallar, el tiempo apremiaba, y la tempestad ya había logrado hacerme perder demasiado.
El reloj de arena corría en mi contra ahogándome entre sus vidrios.
-Maldita bruja -musité entre dientes. De nuevo me la había vuelto a jugar imponiendo su voluntad.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Tempestad. (+18)
El rey no era tonto y a pesar de estar abrumado por el inmenso poder de la bruja, se recompuso rápidamente y adoptó esa pose de fria indiferencia de quien está seguro de que puede salir airoso suceda lo que suceda.
— Eso no es un acuerdo, nada me garantiza que cumpla su palabra.— empezó a tratarla con cortesía, un cambio sustancial.
— No tengo interés por morir o por amputarme dedos, se lo aseguro, sólo quiero vivir en paz, no es tanto lo que le pido.— el rey sopesó las opciones durante unos breves segundos.
— Le daré a Freya y podrán vivir en paz, pero hay una condición más. No se puede ir de aquí, necesito saber que mi vida está a salvo. Yo prometo no atentar contra usted, pero no sé que harán otros, así que quiero proteger su vida, y con eso la mía propia. Para tal empeño la necesito cerca.
La bruja dudó unos instantes. Realmente no quería vivir allí, por lo que conocía el norte, lo odiaba más que París. Anhelaba su pantano de Louisiana, mas sabía que no iba a volver. Ulf sí pertenecía al norte, al igual que Freya. ¿Podría ser capaz de dejarlo todo para vivir allí y ser la garantía de vida de todos ellos?
— Eso no puedo decidirlo sola, déjeme que lo piense y...
— Tiene 24 horas. No le daré a la niña hasta que no me de la respuesta.
El rey se levantó y se marchó dejado la sala bastante sorprendida con el desarrollo de aquellos acontecimientos. Lana frunció el ceño y suspiró. No le quedaba más remedio que esperar. Si Ulf estaba de camino quizás podría ayudarla a decidir qué hacer. Se dio la vuelta y caminó hacia la salida, la gente a su paso se iba apartando.
Sigrid la siguió a unos metros y la alcanzó en la salida.
— Eres una bruja lista... deberías estar muerta y ahogada bajo el agua. La próxima vez no tendré tanta piedad, yo misma te cortaré el cuello.— Lana se detuvo un instante y la miró con los ojos encendidos como el jade.
— Pues que tengas suerte con eso, a ver cómo se lo explicas a todo el reino, que has matado al rey.
Elevó la barbilla y se dio la vuelta abandonando la sala.
— Eso no es un acuerdo, nada me garantiza que cumpla su palabra.— empezó a tratarla con cortesía, un cambio sustancial.
— No tengo interés por morir o por amputarme dedos, se lo aseguro, sólo quiero vivir en paz, no es tanto lo que le pido.— el rey sopesó las opciones durante unos breves segundos.
— Le daré a Freya y podrán vivir en paz, pero hay una condición más. No se puede ir de aquí, necesito saber que mi vida está a salvo. Yo prometo no atentar contra usted, pero no sé que harán otros, así que quiero proteger su vida, y con eso la mía propia. Para tal empeño la necesito cerca.
La bruja dudó unos instantes. Realmente no quería vivir allí, por lo que conocía el norte, lo odiaba más que París. Anhelaba su pantano de Louisiana, mas sabía que no iba a volver. Ulf sí pertenecía al norte, al igual que Freya. ¿Podría ser capaz de dejarlo todo para vivir allí y ser la garantía de vida de todos ellos?
— Eso no puedo decidirlo sola, déjeme que lo piense y...
— Tiene 24 horas. No le daré a la niña hasta que no me de la respuesta.
El rey se levantó y se marchó dejado la sala bastante sorprendida con el desarrollo de aquellos acontecimientos. Lana frunció el ceño y suspiró. No le quedaba más remedio que esperar. Si Ulf estaba de camino quizás podría ayudarla a decidir qué hacer. Se dio la vuelta y caminó hacia la salida, la gente a su paso se iba apartando.
Sigrid la siguió a unos metros y la alcanzó en la salida.
— Eres una bruja lista... deberías estar muerta y ahogada bajo el agua. La próxima vez no tendré tanta piedad, yo misma te cortaré el cuello.— Lana se detuvo un instante y la miró con los ojos encendidos como el jade.
— Pues que tengas suerte con eso, a ver cómo se lo explicas a todo el reino, que has matado al rey.
Elevó la barbilla y se dio la vuelta abandonando la sala.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Cascos que se perdieron por el puente levadizo del castillo hasta alcanzar el gran rastrillo, arcos sobre mi cabeza cuando mi montura se alzó con violencia sobre sus dos patas traseras.
-Abrid, en nombre del conde de estas tierras traigo un mensaje para el rey -Rugí furioso elevando la mirada de forma desafiante hacia aquellos chiquillos a los que en mas de una ocasión yo había entrenado.
Podía notar como les temblaba el pulso, no era lo mismo matar al enemigo que al general de tu propio ejercito, a un hombre al que desde niños les habían enseñado a admirar.
Cuchicheo en las almenas y poco después el silencio mas absoluto.
Al otro lado del portón, pasos, mas no fueron los pasos si no el inconfundible olor de la bruja lo que llamo mi atención.
La puerta se abrió, escoltada por dos soldados se encontró de frente conmigo, salté del caballo caminando con el semblante serio hacia Giuliana, demasiadas preguntas, sus ojos centelleaban mientras los míos calcinaban su piel
-¿Que les has prometido para que te deje ir? ¿donde esta Freya?
Si algo conocía del rey del norte es que le faltaba piedad y que le sobraban artimañas para conseguir aquello que deseaba.
-No es de fiar -sentencié sin tan siquiera dejarla hablar.
Guiliana guardaba silencio, como si tuviera demasiado que contar y a su vez mas de lo esperado que ocultar.
Los soldados abrieron el rastrillo para dejarla salir junto a mi, recordandole el pequeño plazo de tiempo que tenia la bruja para decidir.
-¿que demonios has hecho? ¿que has de pensar? -mis preguntas se convirtieron en gritos. Estaba furioso.
Mi rostro contra el suyo, nuestro aliento se entremezclaba mas esta vez no era pasión si no el cabreo mas absoluto el que me hacia gritarle a escasos centímetros de su rostro mientras mis brazos acompañaban con violencia a cada una de mis palabras.
-¿quien cojones te ha dado permiso para decidir por mi? ¡malditata bruja! ¡te conté mis problemas para que como pareja me apoyaras, no para que de nuevo te esfumaras de mi lecho olvidando que somos un “nosotros” en todo esto!
Guardaba silencio, posiblemente porque no tenia mas remedio, ni siquiera era capaz de dejarla hablar, estaba furioso. Mi puño golpeó la pared del castillo ,sentí la sangre fluir con fuerza por mis nudillos mientras daba vueltas a su alrededor como el gran depredador que era.
-¿cuando me has empezado a ver como un ser inútil, incapaz de solucionar mis propios problemas?
¡Maldita mujer!
Mis brazos aferraron los de la dama, no pude evitar sacudirla mientras su vestido se manchaba de carmesí.
-¡¿que le has prometido?!
-Abrid, en nombre del conde de estas tierras traigo un mensaje para el rey -Rugí furioso elevando la mirada de forma desafiante hacia aquellos chiquillos a los que en mas de una ocasión yo había entrenado.
Podía notar como les temblaba el pulso, no era lo mismo matar al enemigo que al general de tu propio ejercito, a un hombre al que desde niños les habían enseñado a admirar.
Cuchicheo en las almenas y poco después el silencio mas absoluto.
Al otro lado del portón, pasos, mas no fueron los pasos si no el inconfundible olor de la bruja lo que llamo mi atención.
La puerta se abrió, escoltada por dos soldados se encontró de frente conmigo, salté del caballo caminando con el semblante serio hacia Giuliana, demasiadas preguntas, sus ojos centelleaban mientras los míos calcinaban su piel
-¿Que les has prometido para que te deje ir? ¿donde esta Freya?
Si algo conocía del rey del norte es que le faltaba piedad y que le sobraban artimañas para conseguir aquello que deseaba.
-No es de fiar -sentencié sin tan siquiera dejarla hablar.
Guiliana guardaba silencio, como si tuviera demasiado que contar y a su vez mas de lo esperado que ocultar.
Los soldados abrieron el rastrillo para dejarla salir junto a mi, recordandole el pequeño plazo de tiempo que tenia la bruja para decidir.
-¿que demonios has hecho? ¿que has de pensar? -mis preguntas se convirtieron en gritos. Estaba furioso.
Mi rostro contra el suyo, nuestro aliento se entremezclaba mas esta vez no era pasión si no el cabreo mas absoluto el que me hacia gritarle a escasos centímetros de su rostro mientras mis brazos acompañaban con violencia a cada una de mis palabras.
-¿quien cojones te ha dado permiso para decidir por mi? ¡malditata bruja! ¡te conté mis problemas para que como pareja me apoyaras, no para que de nuevo te esfumaras de mi lecho olvidando que somos un “nosotros” en todo esto!
Guardaba silencio, posiblemente porque no tenia mas remedio, ni siquiera era capaz de dejarla hablar, estaba furioso. Mi puño golpeó la pared del castillo ,sentí la sangre fluir con fuerza por mis nudillos mientras daba vueltas a su alrededor como el gran depredador que era.
-¿cuando me has empezado a ver como un ser inútil, incapaz de solucionar mis propios problemas?
¡Maldita mujer!
Mis brazos aferraron los de la dama, no pude evitar sacudirla mientras su vestido se manchaba de carmesí.
-¡¿que le has prometido?!
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Tempestad. (+18)
La bruja vio a Ulf cabalgar hasta el punte levadizo y ordenar que le abriesen. Estaba imponente sobre aquella montura, con el cabello rubio y rizado libre al viento, con los ojos fieros y la mandíbula apretada. Por unos segundos se quedó atrapada en esa visión sin comprender lo que sucedía en la realidad. El golpe del rastrillo al elevarse y fijarse con los contrapesos la transportó de nuevo a la realidad. Estaba tenso y crispado por su culpa.
Se acercó a ella gritando, enormemente alterado, como cabía esperar. Pero aún así su furia desmedida la pilló de improviso. Cuando estampó el puño sobre la pared de roca ahogó un grito.
— Ulf...Ulf...— no podía decir nada porque no la dejaba, estaba furibundo, entonces la sacudió y Giuliana se encogió carrando los ojos con un gesto instintivo, como el que espera que le lluevan golpes. Golpes que no llegaron, sólo la respiración densa y pesada del lobo, al borde de un ataque de frenesí. Los abrió de nuevo, mirándolo de reojo, sin atreverse a mantenerle la mirada. Acaba de desafiar a un rey que tenía una ejército, sin apenas pestañear. Pero no era capaz de enfrentarse a Ulf. Cuando le dijo que la quería, estaba pletórica. Pero empezaba a vislumbrar que el amor dolía, que hacer daño al ser querido o recibirlo, dolía mil millones de veces más. Empezó a hablar despacio.
— Soltará a Freya si me quedo a vivir aquí...no le he contestado aún. Teme por su vida porque... hice un vudú para matarlo y... ese vudú soy yo. Si me matan él muere. Si me cortan, él sangra...le prometí que no atentaría contra mí misma si soltaba a Freya, pero insiste en "protegerme" ya que su integridad física está ligada a la mia.
Ya está, ya lo había soltado. Por supuesto que no lo creía un inútil, ni quería decidir por él, pero todo era tan complicado...Se abrazó a si misma mirando al suelo.
— lo siento mucho Ulf. Lo he estropeado todo... lo siento de verdad. Sólo quería ayudar.
¿Y ahora qué? ¿qué sucedería? ¿Seguiría habiando un "nosotros"? o quizás se hubiera acabado para siempre? Y luego estaba el asunto de quedarse a vivir allí. Si era el precio a pagar por Freya, ella estaba dispuesta aunque no le hiciera ninguna gracia. Realmente estaba dispuesta a agarrar un puñal y clavarselo en su propio corazón sin con eso acababan los sufrimientos de Ulf y de aquella gente. La muerte no le daba miedo, tan sólo le dolía pensar que había disfrutado muy poco de una vida como tal, porque su vida empezó la primera vez que vio su sonrisa.
Se acercó a ella gritando, enormemente alterado, como cabía esperar. Pero aún así su furia desmedida la pilló de improviso. Cuando estampó el puño sobre la pared de roca ahogó un grito.
— Ulf...Ulf...— no podía decir nada porque no la dejaba, estaba furibundo, entonces la sacudió y Giuliana se encogió carrando los ojos con un gesto instintivo, como el que espera que le lluevan golpes. Golpes que no llegaron, sólo la respiración densa y pesada del lobo, al borde de un ataque de frenesí. Los abrió de nuevo, mirándolo de reojo, sin atreverse a mantenerle la mirada. Acaba de desafiar a un rey que tenía una ejército, sin apenas pestañear. Pero no era capaz de enfrentarse a Ulf. Cuando le dijo que la quería, estaba pletórica. Pero empezaba a vislumbrar que el amor dolía, que hacer daño al ser querido o recibirlo, dolía mil millones de veces más. Empezó a hablar despacio.
— Soltará a Freya si me quedo a vivir aquí...no le he contestado aún. Teme por su vida porque... hice un vudú para matarlo y... ese vudú soy yo. Si me matan él muere. Si me cortan, él sangra...le prometí que no atentaría contra mí misma si soltaba a Freya, pero insiste en "protegerme" ya que su integridad física está ligada a la mia.
Ya está, ya lo había soltado. Por supuesto que no lo creía un inútil, ni quería decidir por él, pero todo era tan complicado...Se abrazó a si misma mirando al suelo.
— lo siento mucho Ulf. Lo he estropeado todo... lo siento de verdad. Sólo quería ayudar.
¿Y ahora qué? ¿qué sucedería? ¿Seguiría habiando un "nosotros"? o quizás se hubiera acabado para siempre? Y luego estaba el asunto de quedarse a vivir allí. Si era el precio a pagar por Freya, ella estaba dispuesta aunque no le hiciera ninguna gracia. Realmente estaba dispuesta a agarrar un puñal y clavarselo en su propio corazón sin con eso acababan los sufrimientos de Ulf y de aquella gente. La muerte no le daba miedo, tan sólo le dolía pensar que había disfrutado muy poco de una vida como tal, porque su vida empezó la primera vez que vio su sonrisa.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Frenesí aquello que en ese preciso instante recorría cada tramo de mis venas. Mi mirada ámbar estaba hundida en la de la bruja que temblaba entre mis manos no carente de motivos.
Mi respiraron brusca golpeaba su cara moviendo el pelo que la enmarcaba.
No ayudaron sus palabras ¿había hecho que? ¿estaba loca?
No solo había decidido por mi, no solo me había dejado de nuevo dormido en el lecho para desaparecer a hurtadillas como un vulgar ladrón, si no que había ligado su vida a la del hombre que mas odiaba en este mundo y posiblemente en los venideros.
La sacudí de nuevo irritado, cada vez mas fuera de mi, dudaba que pudiera contener toda la ira en un cuerpo.
-Giuliana ¿que has hecho? -desesperación ,eso era el tono en el que mis palabras salían de mis labios precipitándose al vació que se había abierto entre nosotros -me quieres decir que has ligado tu cuerpo a esa bestia inhumana. ¿Que ahora mismo le perteneces de un modo inimaginable para mi?
Celos, una parte de mi estaba celosa, pues ahora mi bruja quedaba ligada a ese hombre que había devastado mi vida y la de muchos norteños.
-¿cuando te convertiste en una necia? ¿cuando creíste que tenias derecho a librar tu sola esta gesta?
La sacudí de nuevo gritándole cada palabra casi contra su boca.
-¡vamos Giuliana! Ahora medio norte deseara tu cabeza para arrancar la de ese hombre, y el otro medio deseara convertirte en la reina de ese desgraciado que te posee como jamas podre yo tenerte.
¡Desazlo, desazlo ! -rugí sin importarme mas nada que esta pesadilla acabara.
Freya, la soltarían, pero a cambio el precio era demasiado elevado. El rey encontraría el modo de dominar a la bruja y juntos el norte estaría perdido, nada podriamos hacer contra la magia de Giuliana y el poder del rey. Su madre me advirtió que la oscuridad se apoderaría de ella ¿acaso este no era el camino mas oscuro jamas emprendido?
No podía dejar que volviera sobre sus pasos, no tenia mas opciones.
Mis ojos recorrieron las almenas con rapidez, en mi cabeza un plan trazado a fuego, demasiado arriesgado mas acaso ¿tenia opción?
Frente a nosotros los dos guardias custodios, no iban a dejarla ir, eso estaba claro, no cuando la vida del rey pendía de sus manos.
Tiré de su brazo, de mi cinto saqué un cuchillo que coloqué contra su cuello, tan prieto que un hilo de sangre bailo por este hasta su sinuoso pecho.
Espalda contra mi pecho y un grito de sorpresa mientras continuaba temblando entre mis brazos.
-¡bajar los arcos! -ordené al ver como las cuerdas se tensaban -antes de que la primera flecha impacte en mi, ella sera degollada y con su muerte caerá vuestro rey del norte.
El murmullo claro del general y sus hombres, brazo en alto de este deteniendo el ataque, evaluando los daños. “es un farol” decían “no va a matarla” susurró otro.
-¿Estáis seguros? -sonreí de medio lado con un aire engreído. Llevo tanto tiempo deseando que el rey del norte muera, que la verdad mínimo precio me parece la vida de esta bruja si a cambio logro mi cometido. ¿Sabéis que es mas peligroso que un hombre con recursos ilimitados? Uno que no tiene nada que perder. Ese soy yo ahora que me ha quitado a Freya y que ha convertido a la mujer que amo en su títere a piezas ¿de verdad crieis que no la matare? -rugí mirando desafiante a los dos hombres que frente a mi habían sacado sendas espadas dudando de si mis palabras serian cumplidas o tan solo eran amenazas vanas para salirme con la mía.
-Vais a bajar los arcos y a volver dentro cerrando el rastrillo. La bruja y yo nos iremos por donde hemos venido y si tocáis a Freya un solo pelo de su cabeza, dile al rey que su bruja esta muerta.
Mi respiraron brusca golpeaba su cara moviendo el pelo que la enmarcaba.
No ayudaron sus palabras ¿había hecho que? ¿estaba loca?
No solo había decidido por mi, no solo me había dejado de nuevo dormido en el lecho para desaparecer a hurtadillas como un vulgar ladrón, si no que había ligado su vida a la del hombre que mas odiaba en este mundo y posiblemente en los venideros.
La sacudí de nuevo irritado, cada vez mas fuera de mi, dudaba que pudiera contener toda la ira en un cuerpo.
-Giuliana ¿que has hecho? -desesperación ,eso era el tono en el que mis palabras salían de mis labios precipitándose al vació que se había abierto entre nosotros -me quieres decir que has ligado tu cuerpo a esa bestia inhumana. ¿Que ahora mismo le perteneces de un modo inimaginable para mi?
Celos, una parte de mi estaba celosa, pues ahora mi bruja quedaba ligada a ese hombre que había devastado mi vida y la de muchos norteños.
-¿cuando te convertiste en una necia? ¿cuando creíste que tenias derecho a librar tu sola esta gesta?
La sacudí de nuevo gritándole cada palabra casi contra su boca.
-¡vamos Giuliana! Ahora medio norte deseara tu cabeza para arrancar la de ese hombre, y el otro medio deseara convertirte en la reina de ese desgraciado que te posee como jamas podre yo tenerte.
¡Desazlo, desazlo ! -rugí sin importarme mas nada que esta pesadilla acabara.
Freya, la soltarían, pero a cambio el precio era demasiado elevado. El rey encontraría el modo de dominar a la bruja y juntos el norte estaría perdido, nada podriamos hacer contra la magia de Giuliana y el poder del rey. Su madre me advirtió que la oscuridad se apoderaría de ella ¿acaso este no era el camino mas oscuro jamas emprendido?
No podía dejar que volviera sobre sus pasos, no tenia mas opciones.
Mis ojos recorrieron las almenas con rapidez, en mi cabeza un plan trazado a fuego, demasiado arriesgado mas acaso ¿tenia opción?
Frente a nosotros los dos guardias custodios, no iban a dejarla ir, eso estaba claro, no cuando la vida del rey pendía de sus manos.
Tiré de su brazo, de mi cinto saqué un cuchillo que coloqué contra su cuello, tan prieto que un hilo de sangre bailo por este hasta su sinuoso pecho.
Espalda contra mi pecho y un grito de sorpresa mientras continuaba temblando entre mis brazos.
-¡bajar los arcos! -ordené al ver como las cuerdas se tensaban -antes de que la primera flecha impacte en mi, ella sera degollada y con su muerte caerá vuestro rey del norte.
El murmullo claro del general y sus hombres, brazo en alto de este deteniendo el ataque, evaluando los daños. “es un farol” decían “no va a matarla” susurró otro.
-¿Estáis seguros? -sonreí de medio lado con un aire engreído. Llevo tanto tiempo deseando que el rey del norte muera, que la verdad mínimo precio me parece la vida de esta bruja si a cambio logro mi cometido. ¿Sabéis que es mas peligroso que un hombre con recursos ilimitados? Uno que no tiene nada que perder. Ese soy yo ahora que me ha quitado a Freya y que ha convertido a la mujer que amo en su títere a piezas ¿de verdad crieis que no la matare? -rugí mirando desafiante a los dos hombres que frente a mi habían sacado sendas espadas dudando de si mis palabras serian cumplidas o tan solo eran amenazas vanas para salirme con la mía.
-Vais a bajar los arcos y a volver dentro cerrando el rastrillo. La bruja y yo nos iremos por donde hemos venido y si tocáis a Freya un solo pelo de su cabeza, dile al rey que su bruja esta muerta.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Tempestad. (+18)
Ulf estaba completamente fuera de sus casillas, y era de entender, lo tenía claro desde que decidió salir de su propia habitación abandonandolo por enésima vez, sabía que lo enfadaría de una forma que no habría vuelta atrás. Lo estaba perdiendo, podía sentirlo. Esa herida no se recuperaría nunca del todo porque su amor no era lo bastante fuerte. Apenas se conocían y todo habían sido problemas y vaivenes.
No podía deshacerlo, el vudú estaba hecho, ella era el muñeco atado a la vida del rey. No sería recíproco, si el rey se hacía daño, eso no le afectaría a ella, pero en algo tenía razón. Ahora todos querrían matarla para eliminar al rey del norte.
Tembló cuando la sacudió, y de nuevo cuando la agarró poniéndole el cuchillo en el cuello. Estaba desesperado y ella no le había dejado más remedio que eso. Los guardias del portón abrieron el rastrillo otra vez dejándolo pasar porque el propio rey había sangrado en la sala del trono, donde el cuchillo había abierto la piel de Lana, y mandó que saliesen fuera a averiguar que pasaba.
Sigrid fue la primera en acudir, porque apenas había avanzado unos metros cuando la escena se desarrolló delante de sus ojos. Ulf arrastraba a Giuliana con el cuchillo sobre su cuello, la bruja temblaba y su expresión desencajada hablaba por sí sola. El lobo tenía los ojos inyectados en sangre y todo el cuerpo en tensión.
El rey Rannulf salió a la balconada y cuando vio la situación hizo un gesto para que bajasen los arcos y nadie se acercase peligrosamente.
— Ulf Tollak el traidor... nos vemos de nuevo. Las cosas han cambiado bastante desde nuestro último encuentro ¿verdad? ¿qué tal la espalda?
La bruja se tensó al recordarlo, porque lo creyó muerto y cayó en la más pura desesperación; el filo del cuchillo se apretó sobre su garganta y sangró de nuevo, igual que el rey.
— Traed a Freya.— la orden del rey hizo que sus secuaces trajeran a la niña, que milagrosamente estaba bien, sólo un poco sucia. Le puso la mano sobre el hombro a la pequeña.— Tú suelta a la bruja y yo soltaré a Freya.
— No va a matarla, mi señor. No es capaz, la ama, saltó del drakkar para salvarla...— Sigrid escupió las palabras cargada de odio y despecho.
Giuliana empezó a sentir que se mareaba, las visiones acudian a ella sin control y sus ojos se pusieron en blanco. El cuerpo se le tensó, cerrandose las manos en forma de garras. Su conciencia viajó entre las brumas y llegó a la encrucijada donde solía encontrar a Legba fumandose un puro o bebiendo ron a través de sus labios cosidos. Pero esta vez no era él quien la esperaba. El Barón Samedi, con su alto sombrero de copa y su rostro pintado en blanco y negro, balanceaba una pierna cruzada sobre la otra, sentado en un sillón en mitad del cruce de caminos.
— Hola Giuliana, tenía ganas de conocerte.
— ho... hola.— la bruja tartamudeó, pues no esperaba que el Loa más poderoso se apareciera frente a ella de ese modo.
— Has montado un buen espectáculo ahí fuera ¿Hm?
— ehm.. sí... lo siento... no sé si lo aprueba o no. Mi tía me enseñó sólo lo básico de la magia vudú y me temo que estoy haciendolo todo mal.
— bueno, ciertamente eres una bruja poco convencional. Ven, hay algo que quiero que veas.— el dios Vudú extendió la mano y tomó la de Lana llevándola hacia el borde de una especie de falla geológica. En el abismo se veía barro y miles de personas reptando en él, algunos sin ojos, otros sin lengua, otros famélicos, emitiendo quejidos y lamentos.
— ¿qué es esto?
— es el otro lado de la encrucijada. Aquí retengo a aquellos que eligen mal su camino. Lo que en otras culturas llaman Infierno, Tártaro o similar.— Lana tragó saliva.
— ¿es aquí donde voy a ir?
— ¿has elegido tu camino correctamente?
— no lo sé, todo es muy confuso... ¿cómo puedo acertar?– El Barón compuso una sonrisa sardónica.
— no lo sabes. Sólo eres una humana que trata de saber qué camino hemos dispuesto para ella y tratar de acertarlo.
— Cada decisión que tome contará ¿no es así?.— El barón asintió exhalando el humo del puro en forma de círculos.
— Mi esposa te tiene en gracia. Pero La Fosa es mía, yo decido a quien quiero allí.
— ¿qué tengo que hacer?.— la bruja preguntó con una súplica en su mirada, mas el Barón sonrió pérfidamente entre dientes y empezó a desvanecerse.
— decidir Giuliana, elige bien...
La bruja recuperó el sentido, regresó a la realidad apenas tres o cuatro segundos después, pero para ella resultaron largos como años. Ulf la seguía sujetando y Freya ya estaba cerca. Era una niña preciosa, rubia, de bonitos ojos claros, si la miraba con detenimiento, le tenía un aire a Ulf. Le dio un vuelco el corazón, ojalá hubiera tenido tiempo de hablar con ella, de verla sonreir con alguna broma del licántropo. Ojalá hubiera tenido tiempo de muchas cosas. Las palabras de su madre resonaron en su cabeza "En tu vida habrá oscuridad, pero también luz, lucha por ella."
— Lo siento madre... no puedo cumplir lo que te prometí.— murmuró.
Ahora lo sabía, lo había perdido para siempre. No habría un "nosotros" sin un norte libre, no habría un "nosotros" mientras tuviera que jugar al escondite con Ulf por culpa de sus visiones. Había sido fugaz, bonito, intenso. Pero se iba a extinguir como la vida del rey. Sabía que tenía que elegir, y elegía la vida de Freya y de Ulf, elegía el norte libre, y se iba a llevar al rey a La Fosa. Los ojos se le llenaron de lágrimas que no iba a derramar, porque era tarde hasta para eso.
Freya se acercó unos pasos y Giuliana elevó la mano apoyándola contra la de Ulf y utilizando la fuerza de su barrera energética para imprimirle fuerza y hundir el cuchillo en su propia yugular. La sangre empezó a brotar de inmediato corriendo como un rio por su cuello y su vestido, y Rannulf también sufrió la misma herida. De pronto todo fue un caos, la gente empezó a gritar, los guardias se miraron confusos, no sabían qué debían hacer si el rey también moría. La bruja notó como le fallaban las rodillas y su cuerpo se quedó laxo como un peso muerto. Buscó los ojos de Ulf, quería que fueran lo último que vería en esa vida.
— lo... lo siento. Ya eres libre... y el norte también...te.. quiero.— susurró con apenas un hilo de voz, sintiendo cómo se le escapaba la vida y dos lagrimas contenidas rodaban mejilla abajo.
No podía deshacerlo, el vudú estaba hecho, ella era el muñeco atado a la vida del rey. No sería recíproco, si el rey se hacía daño, eso no le afectaría a ella, pero en algo tenía razón. Ahora todos querrían matarla para eliminar al rey del norte.
Tembló cuando la sacudió, y de nuevo cuando la agarró poniéndole el cuchillo en el cuello. Estaba desesperado y ella no le había dejado más remedio que eso. Los guardias del portón abrieron el rastrillo otra vez dejándolo pasar porque el propio rey había sangrado en la sala del trono, donde el cuchillo había abierto la piel de Lana, y mandó que saliesen fuera a averiguar que pasaba.
Sigrid fue la primera en acudir, porque apenas había avanzado unos metros cuando la escena se desarrolló delante de sus ojos. Ulf arrastraba a Giuliana con el cuchillo sobre su cuello, la bruja temblaba y su expresión desencajada hablaba por sí sola. El lobo tenía los ojos inyectados en sangre y todo el cuerpo en tensión.
El rey Rannulf salió a la balconada y cuando vio la situación hizo un gesto para que bajasen los arcos y nadie se acercase peligrosamente.
— Ulf Tollak el traidor... nos vemos de nuevo. Las cosas han cambiado bastante desde nuestro último encuentro ¿verdad? ¿qué tal la espalda?
La bruja se tensó al recordarlo, porque lo creyó muerto y cayó en la más pura desesperación; el filo del cuchillo se apretó sobre su garganta y sangró de nuevo, igual que el rey.
— Traed a Freya.— la orden del rey hizo que sus secuaces trajeran a la niña, que milagrosamente estaba bien, sólo un poco sucia. Le puso la mano sobre el hombro a la pequeña.— Tú suelta a la bruja y yo soltaré a Freya.
— No va a matarla, mi señor. No es capaz, la ama, saltó del drakkar para salvarla...— Sigrid escupió las palabras cargada de odio y despecho.
Giuliana empezó a sentir que se mareaba, las visiones acudian a ella sin control y sus ojos se pusieron en blanco. El cuerpo se le tensó, cerrandose las manos en forma de garras. Su conciencia viajó entre las brumas y llegó a la encrucijada donde solía encontrar a Legba fumandose un puro o bebiendo ron a través de sus labios cosidos. Pero esta vez no era él quien la esperaba. El Barón Samedi, con su alto sombrero de copa y su rostro pintado en blanco y negro, balanceaba una pierna cruzada sobre la otra, sentado en un sillón en mitad del cruce de caminos.
— Hola Giuliana, tenía ganas de conocerte.
— ho... hola.— la bruja tartamudeó, pues no esperaba que el Loa más poderoso se apareciera frente a ella de ese modo.
— Has montado un buen espectáculo ahí fuera ¿Hm?
— ehm.. sí... lo siento... no sé si lo aprueba o no. Mi tía me enseñó sólo lo básico de la magia vudú y me temo que estoy haciendolo todo mal.
— bueno, ciertamente eres una bruja poco convencional. Ven, hay algo que quiero que veas.— el dios Vudú extendió la mano y tomó la de Lana llevándola hacia el borde de una especie de falla geológica. En el abismo se veía barro y miles de personas reptando en él, algunos sin ojos, otros sin lengua, otros famélicos, emitiendo quejidos y lamentos.
— ¿qué es esto?
— es el otro lado de la encrucijada. Aquí retengo a aquellos que eligen mal su camino. Lo que en otras culturas llaman Infierno, Tártaro o similar.— Lana tragó saliva.
— ¿es aquí donde voy a ir?
— ¿has elegido tu camino correctamente?
— no lo sé, todo es muy confuso... ¿cómo puedo acertar?– El Barón compuso una sonrisa sardónica.
— no lo sabes. Sólo eres una humana que trata de saber qué camino hemos dispuesto para ella y tratar de acertarlo.
— Cada decisión que tome contará ¿no es así?.— El barón asintió exhalando el humo del puro en forma de círculos.
— Mi esposa te tiene en gracia. Pero La Fosa es mía, yo decido a quien quiero allí.
— ¿qué tengo que hacer?.— la bruja preguntó con una súplica en su mirada, mas el Barón sonrió pérfidamente entre dientes y empezó a desvanecerse.
— decidir Giuliana, elige bien...
La bruja recuperó el sentido, regresó a la realidad apenas tres o cuatro segundos después, pero para ella resultaron largos como años. Ulf la seguía sujetando y Freya ya estaba cerca. Era una niña preciosa, rubia, de bonitos ojos claros, si la miraba con detenimiento, le tenía un aire a Ulf. Le dio un vuelco el corazón, ojalá hubiera tenido tiempo de hablar con ella, de verla sonreir con alguna broma del licántropo. Ojalá hubiera tenido tiempo de muchas cosas. Las palabras de su madre resonaron en su cabeza "En tu vida habrá oscuridad, pero también luz, lucha por ella."
— Lo siento madre... no puedo cumplir lo que te prometí.— murmuró.
Ahora lo sabía, lo había perdido para siempre. No habría un "nosotros" sin un norte libre, no habría un "nosotros" mientras tuviera que jugar al escondite con Ulf por culpa de sus visiones. Había sido fugaz, bonito, intenso. Pero se iba a extinguir como la vida del rey. Sabía que tenía que elegir, y elegía la vida de Freya y de Ulf, elegía el norte libre, y se iba a llevar al rey a La Fosa. Los ojos se le llenaron de lágrimas que no iba a derramar, porque era tarde hasta para eso.
Freya se acercó unos pasos y Giuliana elevó la mano apoyándola contra la de Ulf y utilizando la fuerza de su barrera energética para imprimirle fuerza y hundir el cuchillo en su propia yugular. La sangre empezó a brotar de inmediato corriendo como un rio por su cuello y su vestido, y Rannulf también sufrió la misma herida. De pronto todo fue un caos, la gente empezó a gritar, los guardias se miraron confusos, no sabían qué debían hacer si el rey también moría. La bruja notó como le fallaban las rodillas y su cuerpo se quedó laxo como un peso muerto. Buscó los ojos de Ulf, quería que fueran lo último que vería en esa vida.
— lo... lo siento. Ya eres libre... y el norte también...te.. quiero.— susurró con apenas un hilo de voz, sintiendo cómo se le escapaba la vida y dos lagrimas contenidas rodaban mejilla abajo.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 179
Fecha de inscripción : 01/04/2016
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: La Tempestad. (+18)
El “valiente” rey salio a la balconada, la tensión podía cortarse en el ambiente hasta que este hizo a los arqueros bajar los arcos para que su cuello permaneciera a salvo.
Como siempre el rey bromeó con aquella fanfarronería que lo caracterizaba sobre el estado de mis heridas.
Sonreí de medio lado alzando la mirada hacia el muy fanfarrón.
-Mi espalda mejor que el orgullo que te dejaste en el patio de armas cuando saliste corriendo como el cobarde que eres.
El rey reclamó a Freya para zanjar un trato, uno que por supuesto ambos necesitábamos aceptar. El por salvar su cuello, yo por ende por recuperar a mi hija que ahora reposaba bajo sus zarpas.
Nuestros ojos se fundieron beligerantes, los dos teníamos mucho que perder..el la vida, yo las dos únicas mujeres que significaban mas que la mía.
Freya corrió hacia mi posición bajo la atenta mirada del rey y como no, de los soldados que no perdían de vista los gráciles movimientos de aquel ángel de cabellos dorados.
Pude ver como ambas se miraban, una presentación silenciosa que para Giuliana tenia sentido y que para Freya por el contrario ninguno.
Mis ojos bailaron por el asustado rostro de mi pequeña, me hubiera gustado en ese momento decir muchas cosas, mas por el contrario el silencio y mi pose segura completamente fingida era todo cuanto mostré. Sabia lo importante que era no mostrar las debilidades en el combate y esas dos mujeres eran mi mas profunda debilidad.
Las amaba por encima de los elementos, los dioses y mi propia existencia.
Apenas unos pasos me separaban de que Freya llegara a nosotros, de sacarlas de ese infierno, de que los tres pudiéramos perdernos en los profundos bosques nórdicos. Estaba tan cerca de alcanzar mi utopía que por un instante sentí que la tenia.
En décimas de segundo todo cambio. Una fuerza impulsó mi mano que guiada por la de la bruja se hundió en su yugular haciéndola sangrar en abundancia, chorros que carmesí bañaron mi piel que pronto cedió soltando el acero para sin éxito taponar la herida..
Una alarido escapó de mis labios, uno que desgarro mis entrañas, que destruyo mi alma y que congelo el tiempo en ese preciso instante en que perdía lo único que había amado.
-¿Por que? -rugí furioso.
Freya salto sobre el caballo, ella también era una vikinga, no le faltaba genio, ni carácter, ni fuerza. Tomé a la bruja entre mis brazos, se apagaba contra mi pecho ahogándose en su propia sangre, mas teníamos que salir de allí, el rey había caído y pronto tras la catástrofe se organizaría nuestra cacería.
Freya guió las riendas hacia nuestra posición, la montura obedeció a la amazona y esta me tendió la mano para que de un salto montara junto a la bruja delante de ella. Las riendas ahora en mi mano, la bruja contra mi pecho, Freya a mis espaldas y el caballo desbocado hacia la libertad.
De nuevo había elegido por mi, ella la sacrificada bruja había sucumbido a la oscuridad alejándose de la luz, de confiar en este vikingo que pensaba sacarla del castillo intacta.
-¿Por que no crees en mi? -gruñí hundiendo mi cabeza en su cuello mientras espoleaba al caballo para alejarnos de allí.
Ni siquiera era capaz de ver entre la maleza, mas allá que las ramas del espeso bosque pasar a toda velocidad ,el ruido de la respiración del caballo y los cascos sobre la mojada tierra al ritmo de mi corazón desbocado.
El puerto, mi destino, allí estaba el barco de Höor, este llevaría a Freya a París, era la única solución, ponerla al servicio de Valeria Cavey le daría cierta seguridad. Sabia que Höor no solo lucharía por el norte, si no porque mi hija tuviera un futuro.
Saqué la carta escrita de puño y letra del conde y se la entregué a Freya.
-cuando llegues a Paris, lleva esto a la mansión Cavey y dásela a la señora de la casa..ella entenderá.
El barco de Höor no tardó en zarpar con mi hija sobre él, el peligro para ella había pasado, estaba segura y parte de mi partió con ella hacia París, mas otra parte de mi se quedaba aquí, con la mujer que inerte colapsaba mis brazos arrancándome el aire.
Un nudo en mi garganta me ahogaba, incapaz de dejar escapar las lagrimas por la rabia, mi mente solo pensaba en una cosa..traerla de vuelta.
Ella había confiado en sus dioses, quizás había llegado el momento de conocerlos.
El barco del padre de Giuliana estaba atracado en le mismo muelle, posiblemente esperando que su hija volviera victoriosa como la gran bruja que era, no me costo dado mis sentidos avanzados y mi capacidad de rastreo dar con el paradero de un hombre que pese a ver visto 3 veces en toda mi vida, compartía la misma esencia que la mujer que ahora se desangraba entre mis brazos.
Me adentré en el barco, mi cuerpo tenso como las cuerdas de un arpa, mi rostro ido. Perdido en la desesperanza recorrí la cubierta camino a los camarotes, a mi encuentro salio su padre con el rostro desencajado, hundido se perdió en los brazos de su hija untada en sangre.
No pude evitar darme cuenta de como sus ojos me miraron, la desesperación que habitaba en ellos y como en parte me culpaban de habérsela arrebatado.
No negaría que la culpa era mía, mi mano sujetaba que cuchillo, mas ni la tormenta mas fuerte, ni la destrucción del universo podrían compararse con el abismo en el que me sentía inmerso.
Mis pasos continuaron adentrándose en la zona cubierta, el camarote de Giulina, mi destino.
No tardé en dar con el, en este varios libros que posiblemente había consultado durante el viaje, restos de magia vudu, posiblemente con aquella que se había ligado al maldito rey del norte.
En el suelo un pentagrama, desconocía como funcionaba todo aquello, mas yo era un vikingo, a mis dioses les iban los sacrificios, la sangre derramada como único oficio, esperaba a a sus dioses les gustara la sangre norteña, pues el tártaro y sus nueve puertas se me antojaba una mera broma si cruzandolas volvía a encontrarme con ella.
Deposité su cuerpo sobre el grabado, inerte, acogió un beso cálido de mis labios, el cuchillo de mi bota la herramienta, mi mano el verdugo y pronto mi yugular se abrió dando paso a la ofrenda.
Ultimas bocanadas de aire mientras me ahogaba con mi propia sangre. Mi cabeza cayo al suelo, abandonaba este mundo en busca de mi amor, se lo prometí a su madre, cuidaré de ella aunque me deje la vida en ello y yo cumplía mis promesas, yo era un vikingo.
Como siempre el rey bromeó con aquella fanfarronería que lo caracterizaba sobre el estado de mis heridas.
Sonreí de medio lado alzando la mirada hacia el muy fanfarrón.
-Mi espalda mejor que el orgullo que te dejaste en el patio de armas cuando saliste corriendo como el cobarde que eres.
El rey reclamó a Freya para zanjar un trato, uno que por supuesto ambos necesitábamos aceptar. El por salvar su cuello, yo por ende por recuperar a mi hija que ahora reposaba bajo sus zarpas.
Nuestros ojos se fundieron beligerantes, los dos teníamos mucho que perder..el la vida, yo las dos únicas mujeres que significaban mas que la mía.
Freya corrió hacia mi posición bajo la atenta mirada del rey y como no, de los soldados que no perdían de vista los gráciles movimientos de aquel ángel de cabellos dorados.
Pude ver como ambas se miraban, una presentación silenciosa que para Giuliana tenia sentido y que para Freya por el contrario ninguno.
Mis ojos bailaron por el asustado rostro de mi pequeña, me hubiera gustado en ese momento decir muchas cosas, mas por el contrario el silencio y mi pose segura completamente fingida era todo cuanto mostré. Sabia lo importante que era no mostrar las debilidades en el combate y esas dos mujeres eran mi mas profunda debilidad.
Las amaba por encima de los elementos, los dioses y mi propia existencia.
Apenas unos pasos me separaban de que Freya llegara a nosotros, de sacarlas de ese infierno, de que los tres pudiéramos perdernos en los profundos bosques nórdicos. Estaba tan cerca de alcanzar mi utopía que por un instante sentí que la tenia.
En décimas de segundo todo cambio. Una fuerza impulsó mi mano que guiada por la de la bruja se hundió en su yugular haciéndola sangrar en abundancia, chorros que carmesí bañaron mi piel que pronto cedió soltando el acero para sin éxito taponar la herida..
Una alarido escapó de mis labios, uno que desgarro mis entrañas, que destruyo mi alma y que congelo el tiempo en ese preciso instante en que perdía lo único que había amado.
-¿Por que? -rugí furioso.
Freya salto sobre el caballo, ella también era una vikinga, no le faltaba genio, ni carácter, ni fuerza. Tomé a la bruja entre mis brazos, se apagaba contra mi pecho ahogándose en su propia sangre, mas teníamos que salir de allí, el rey había caído y pronto tras la catástrofe se organizaría nuestra cacería.
Freya guió las riendas hacia nuestra posición, la montura obedeció a la amazona y esta me tendió la mano para que de un salto montara junto a la bruja delante de ella. Las riendas ahora en mi mano, la bruja contra mi pecho, Freya a mis espaldas y el caballo desbocado hacia la libertad.
De nuevo había elegido por mi, ella la sacrificada bruja había sucumbido a la oscuridad alejándose de la luz, de confiar en este vikingo que pensaba sacarla del castillo intacta.
-¿Por que no crees en mi? -gruñí hundiendo mi cabeza en su cuello mientras espoleaba al caballo para alejarnos de allí.
Ni siquiera era capaz de ver entre la maleza, mas allá que las ramas del espeso bosque pasar a toda velocidad ,el ruido de la respiración del caballo y los cascos sobre la mojada tierra al ritmo de mi corazón desbocado.
El puerto, mi destino, allí estaba el barco de Höor, este llevaría a Freya a París, era la única solución, ponerla al servicio de Valeria Cavey le daría cierta seguridad. Sabia que Höor no solo lucharía por el norte, si no porque mi hija tuviera un futuro.
Saqué la carta escrita de puño y letra del conde y se la entregué a Freya.
-cuando llegues a Paris, lleva esto a la mansión Cavey y dásela a la señora de la casa..ella entenderá.
El barco de Höor no tardó en zarpar con mi hija sobre él, el peligro para ella había pasado, estaba segura y parte de mi partió con ella hacia París, mas otra parte de mi se quedaba aquí, con la mujer que inerte colapsaba mis brazos arrancándome el aire.
Un nudo en mi garganta me ahogaba, incapaz de dejar escapar las lagrimas por la rabia, mi mente solo pensaba en una cosa..traerla de vuelta.
Ella había confiado en sus dioses, quizás había llegado el momento de conocerlos.
El barco del padre de Giuliana estaba atracado en le mismo muelle, posiblemente esperando que su hija volviera victoriosa como la gran bruja que era, no me costo dado mis sentidos avanzados y mi capacidad de rastreo dar con el paradero de un hombre que pese a ver visto 3 veces en toda mi vida, compartía la misma esencia que la mujer que ahora se desangraba entre mis brazos.
Me adentré en el barco, mi cuerpo tenso como las cuerdas de un arpa, mi rostro ido. Perdido en la desesperanza recorrí la cubierta camino a los camarotes, a mi encuentro salio su padre con el rostro desencajado, hundido se perdió en los brazos de su hija untada en sangre.
No pude evitar darme cuenta de como sus ojos me miraron, la desesperación que habitaba en ellos y como en parte me culpaban de habérsela arrebatado.
No negaría que la culpa era mía, mi mano sujetaba que cuchillo, mas ni la tormenta mas fuerte, ni la destrucción del universo podrían compararse con el abismo en el que me sentía inmerso.
Mis pasos continuaron adentrándose en la zona cubierta, el camarote de Giulina, mi destino.
No tardé en dar con el, en este varios libros que posiblemente había consultado durante el viaje, restos de magia vudu, posiblemente con aquella que se había ligado al maldito rey del norte.
En el suelo un pentagrama, desconocía como funcionaba todo aquello, mas yo era un vikingo, a mis dioses les iban los sacrificios, la sangre derramada como único oficio, esperaba a a sus dioses les gustara la sangre norteña, pues el tártaro y sus nueve puertas se me antojaba una mera broma si cruzandolas volvía a encontrarme con ella.
Deposité su cuerpo sobre el grabado, inerte, acogió un beso cálido de mis labios, el cuchillo de mi bota la herramienta, mi mano el verdugo y pronto mi yugular se abrió dando paso a la ofrenda.
Ultimas bocanadas de aire mientras me ahogaba con mi propia sangre. Mi cabeza cayo al suelo, abandonaba este mundo en busca de mi amor, se lo prometí a su madre, cuidaré de ella aunque me deje la vida en ello y yo cumplía mis promesas, yo era un vikingo.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
Notó como la sangre se escapaba de su cuerpo gota a gota, de la misma forma que la vida se marchaba suspiro a supiro, abandonando su cuerpo poco a poco. Su mirada se quedó clavada en la de Ulf, lo último que vio antes de apagarse fueron sus ojos de es extraño color verde grisáceo, el color de su querido pantano, de las brumas de Louisiana. Antes de que todo se volviera negro, se instauró un silencio sepulcral en el que sólo existían esos preciosos ojos.
La muerte no dolía, ella tenía razón. Lo que dolía eran los sueños sin cumplir, los deseos sin realizar, el tiempo no aprovechado que se escapaba y se convertía en las cenizas de un recuerdo. La muerte no dolía, y de alguna manera estaba en paz, sabía que le había quitado algo a Ulf, pero a cambio le dejaba un norte libre y la posibilidad de una vida para ambos, para Freya y para él, en libertad.
Se sumió en un sueño profundo y cuando desperó las brumas se separaron, pesadas y densas, y reconoció de inmediato dónde se encontraba. Estaba en Baton Rouge, en su casa del panatano, su hogar, la tablas blancas destacando sobre el verde oscuro, las contraventanas marrones, la ropa tendida en el hilo de tender, ondeando y jugueteando con el viento. Sintió el olor penetrante de las aguas traicioneras, el tacto bajo su cuerpo de la hierba alta y el rumor de los sauces movidos por el viento. Se incorporó y caminó unos pasos tocando con las palmas de las manos las hierbas altas y aspirando la tranquilidad de la puesta de sol. Si el más allá era eso, firmaba por quedarse allí.
Escuchó el inconfundible rumor de la quilla de una barca, y pensó que sería seguramente Essiene, el capataz criollo de su padre que solía llevar la finca. Pero cuando se acercó a la orilla, divisó una barca negra con un bulto sobre la cubierta, sin tripulante alguno. Se colocó la mano en la frente para proteger los ojos de la intensidad del sol que se estaba poniendo y cuando escrutó el horizonte sintió un escalofrío. El bulto sobre la cubierta llevaba un peto tachonado y el pelo rubio y ensortijado se escapaba de debajo de la figura. Se adentró en las aguas hasta que éstas cubrieron sus rodillas.
— Ulf...!!...
No podía ser. Ulf estaba vivo, no podía ser él, pero todo apuntaba a que sí. Tenía la espada cruzada sobre el pecho y dos monedas sobre los ojos, listo para enterrar segun la costumbre vikinga y reposaba sobre una pira de leña. Giuliana temió que alguien le prendiera fuego a esa barca y avanzó desesperada hasta el bote que arrastró a duras penas hacia la orilla. Se acercó a la yaciente figura y le quitó las monedas de los párpados, sujetando su cara con las manos y cubriendolo de besos.
— Ulf... no!!... no, no!! no puedes morir!! regresa!! regresa con Freya, vamos!!!
Lo arrastró fuera del bote como pudo, alejándolo de la pira, mojandose ambos al tocar el agua del pantano. Lo tumbó sobre la hierba, boca arriba acariciando su rostro derramando lágrimas por él.
— estúpido vikingo cabezota...vive!!...no te quiero aquí...tienes que vivir...
La muerte no dolía, ella tenía razón. Lo que dolía eran los sueños sin cumplir, los deseos sin realizar, el tiempo no aprovechado que se escapaba y se convertía en las cenizas de un recuerdo. La muerte no dolía, y de alguna manera estaba en paz, sabía que le había quitado algo a Ulf, pero a cambio le dejaba un norte libre y la posibilidad de una vida para ambos, para Freya y para él, en libertad.
Se sumió en un sueño profundo y cuando desperó las brumas se separaron, pesadas y densas, y reconoció de inmediato dónde se encontraba. Estaba en Baton Rouge, en su casa del panatano, su hogar, la tablas blancas destacando sobre el verde oscuro, las contraventanas marrones, la ropa tendida en el hilo de tender, ondeando y jugueteando con el viento. Sintió el olor penetrante de las aguas traicioneras, el tacto bajo su cuerpo de la hierba alta y el rumor de los sauces movidos por el viento. Se incorporó y caminó unos pasos tocando con las palmas de las manos las hierbas altas y aspirando la tranquilidad de la puesta de sol. Si el más allá era eso, firmaba por quedarse allí.
- Spoiler:
Escuchó el inconfundible rumor de la quilla de una barca, y pensó que sería seguramente Essiene, el capataz criollo de su padre que solía llevar la finca. Pero cuando se acercó a la orilla, divisó una barca negra con un bulto sobre la cubierta, sin tripulante alguno. Se colocó la mano en la frente para proteger los ojos de la intensidad del sol que se estaba poniendo y cuando escrutó el horizonte sintió un escalofrío. El bulto sobre la cubierta llevaba un peto tachonado y el pelo rubio y ensortijado se escapaba de debajo de la figura. Se adentró en las aguas hasta que éstas cubrieron sus rodillas.
— Ulf...!!...
No podía ser. Ulf estaba vivo, no podía ser él, pero todo apuntaba a que sí. Tenía la espada cruzada sobre el pecho y dos monedas sobre los ojos, listo para enterrar segun la costumbre vikinga y reposaba sobre una pira de leña. Giuliana temió que alguien le prendiera fuego a esa barca y avanzó desesperada hasta el bote que arrastró a duras penas hacia la orilla. Se acercó a la yaciente figura y le quitó las monedas de los párpados, sujetando su cara con las manos y cubriendolo de besos.
— Ulf... no!!... no, no!! no puedes morir!! regresa!! regresa con Freya, vamos!!!
Lo arrastró fuera del bote como pudo, alejándolo de la pira, mojandose ambos al tocar el agua del pantano. Lo tumbó sobre la hierba, boca arriba acariciando su rostro derramando lágrimas por él.
— estúpido vikingo cabezota...vive!!...no te quiero aquí...tienes que vivir...
Última edición por Giuliana Mordrake el Lun Feb 13, 2017 3:54 pm, editado 1 vez
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 179
Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
Frio, la muerte era fría, como si me hundiera en un mar que bañaba mis ropas, pesada mi coraza me empujaba hacia el fondo, mis ojos seguían cerrados, mas unas pequeñas manos me empujaban buscando no se bien que.
Mas valía que fuera la voz de mi bruja la que oía, hubiera sonreído de poder mover un musculo.
Ahora sentía calor, sus manos acunando mi rostro, angustiada gritaba mi nombre, no mentiré, no me dio pena, mas bien todo lo contrario, estaba furioso. Me había abandonado, no solo eso había decidido por mi, había decidido sacrificarse.
Yo era un vikingo, era el general, había pasado tanto tiempo entrenando críos que mandaba a la muerte entre mis filas, yo mismo había derramado la mía en infinidad de gestas y ahora esa pequeña bruja me hacia a un lado, no me creía suficiente para salvar, proteger a los míos.
¿Era suficiente para ella?
La hierba húmeda bajo mi cuerpo, moví ligeramente la mano, tomando entre mis dedos una brizna de esta. Lentamente abrí los ojos para observarla, lloraba, se lo merecía.
Sonreí de medio lado cuando sus ojos buscaron los míos, alcé la mano para acariciar su rostro, me costaba demasiado hablar, como si aquel corte, hubiera sajado no solo mi juicio si no las cuerdas vocales con el.
Tosí ligeramente perdiéndome en esos ojos verdes que ahora me buscaban desesperados, incrédulos.
-Mas vale que esto sea el tártaro o donde quiera que estén tus dioses, porque no me iré sin ti. Parece que no fue suficiente seguirte por las gélidas aguas del mar -sonreí divertido – ahora me llevas de excursión al inframundo. Pinta bien -susurré mirando a un lado y al otro -lo elegiría para echar un buen polvo.
Tiré de su cintura para perderme en sus labios, quizás no era el emotivo encuentro que esperaba, mas yo era así, me avergonzaba decir lo que sentía, pero..¿no era suficiente demostrar con actos lo que las palabras callan?
Mi lengua surcó su boca, serpenteando contra la ajena, deseando mas que un beso, mas de nuevo e tiempo parecía correr en nuestra contra.
-Giuliana, no te salvaras ni del polvo, ni de la discursion épica que le precederá, ahora ponte en pie, porque vamos a luchar. ¿Donde están tus dioses? A los miso se les convence con el acero en la mano. ¿Como hablo con los tuyos?
Con cierta dificultad me puse en pie, la espada, reposaba sobre la pila de leños, en ella las dos monedas para pagar al barquero.
-Por suerte no lo han incendiado, si no ahora tendrías que recoger mis cenizas y llorar mi muerte -bromeé divertido, como si no fuera consciente, mas lo era de que ambos habíamos cruzado el otro lado.
-A ver si te enteras bruja, de que yo siempre cumplo mis promesas, prometí a tu madre que cuidaría de ti, aquí estoy dispuesto a enmendar tus errores, tus decisiones, esas que no te pertenecen.
Mas valía que fuera la voz de mi bruja la que oía, hubiera sonreído de poder mover un musculo.
Ahora sentía calor, sus manos acunando mi rostro, angustiada gritaba mi nombre, no mentiré, no me dio pena, mas bien todo lo contrario, estaba furioso. Me había abandonado, no solo eso había decidido por mi, había decidido sacrificarse.
Yo era un vikingo, era el general, había pasado tanto tiempo entrenando críos que mandaba a la muerte entre mis filas, yo mismo había derramado la mía en infinidad de gestas y ahora esa pequeña bruja me hacia a un lado, no me creía suficiente para salvar, proteger a los míos.
¿Era suficiente para ella?
La hierba húmeda bajo mi cuerpo, moví ligeramente la mano, tomando entre mis dedos una brizna de esta. Lentamente abrí los ojos para observarla, lloraba, se lo merecía.
Sonreí de medio lado cuando sus ojos buscaron los míos, alcé la mano para acariciar su rostro, me costaba demasiado hablar, como si aquel corte, hubiera sajado no solo mi juicio si no las cuerdas vocales con el.
Tosí ligeramente perdiéndome en esos ojos verdes que ahora me buscaban desesperados, incrédulos.
-Mas vale que esto sea el tártaro o donde quiera que estén tus dioses, porque no me iré sin ti. Parece que no fue suficiente seguirte por las gélidas aguas del mar -sonreí divertido – ahora me llevas de excursión al inframundo. Pinta bien -susurré mirando a un lado y al otro -lo elegiría para echar un buen polvo.
Tiré de su cintura para perderme en sus labios, quizás no era el emotivo encuentro que esperaba, mas yo era así, me avergonzaba decir lo que sentía, pero..¿no era suficiente demostrar con actos lo que las palabras callan?
Mi lengua surcó su boca, serpenteando contra la ajena, deseando mas que un beso, mas de nuevo e tiempo parecía correr en nuestra contra.
-Giuliana, no te salvaras ni del polvo, ni de la discursion épica que le precederá, ahora ponte en pie, porque vamos a luchar. ¿Donde están tus dioses? A los miso se les convence con el acero en la mano. ¿Como hablo con los tuyos?
Con cierta dificultad me puse en pie, la espada, reposaba sobre la pila de leños, en ella las dos monedas para pagar al barquero.
-Por suerte no lo han incendiado, si no ahora tendrías que recoger mis cenizas y llorar mi muerte -bromeé divertido, como si no fuera consciente, mas lo era de que ambos habíamos cruzado el otro lado.
-A ver si te enteras bruja, de que yo siempre cumplo mis promesas, prometí a tu madre que cuidaría de ti, aquí estoy dispuesto a enmendar tus errores, tus decisiones, esas que no te pertenecen.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
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