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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Dianne Cossment Vie Ene 30, 2015 9:38 am

Todo en la vida supone un riesgo.
Laura Gallego

Un mes.

Un mes había pasado desde que le torturaron e hirieron. Pero aún en sus pesadillas sentía el filo de acero del cuchillo acariciar su piel para luego lentamente hincarse en su carne y reseguir la caricia que antes había hecho, rasgándola por dentro. El intenso dolor bloqueaba cualquier otro sentido y aunque ese día poco a poco iba quedando atrás, en sus sueños una y otra vez se repetía. Muchas veces Gaspard —su hermano— despertándose por sus gimoteos acudía a ella preocupado. La mecía en sus brazos como cuando de pequeña necesitaba calmarla o consolarla y lentamente ella volvía a la normalidad hasta quedarse dormida bajo su protección. Sin embargo tras unas semanas aprendió a soñar en silencio y a guardarse para sí misma todo aquel dolor que fluía de su memoria. Lo último que deseaba era perturbar a su hermano y negarle el sueño con aquella extraña pantera que la había rescatado de morir tirada en los bosques. Les había prometido guardar aquello en secreto y aquello mismo había hecho. Ella no era nadie para interponerse en la elección de su hermano mayor y su líder. Y si ella no era nadie, la manada todavía tenía menos quehacer en aquel asunto privado.

Las reglas de la manada no obstante, decían lo contrario. El líder que era el gran ejemplo para las generaciones futuras debía comprometerse con una cambiante capaz y de linaje impoluto, así preservarían la pureza de las líneas sanguíneas y se aseguraban de seguir con sus costumbres. Primitivas quizás, pero costumbres al fin y al cabo. Conociendo Dianna a su hermano, se imaginaba la confusión que debía de sentir. No había que ser muy inteligente para llegar a entender que lo único que hacía que su hermano no presentara a Kaya como su pareja se debía de deber por algún pasado oscuro de la cambiante. Y en efecto así parecía ser, porque su hermano no era nada tímido entre los suyos como para no ser capaz de hacer las presentaciones. Y tampoco era el cambiante que buscara tener a todas las hembras de su manada listas para él. No habían hablado del tema y lo respetaba, ella tampoco había accedido a contarle los detalles de su encuentro con el cazador que la había malherido, por lo que en cierto sentido estaban en paz. Ambos tenían la certeza de que se escondían secretos y con paciencia sabían que cuando llegara la hora, rebelarían los secretos porque ellos jamás se habían ocultado nada, porque entre hermanos existía un vínculo fuerte. Solo necesitaban tiempo para serenarse. Y mientras los días pasaban sin serenarse ambos hermanos, más odiaba la felina sentirse inútil y rota, encerrada en aquella cabaña que la alejaba del mundo exterior. Donde se escondía de los demás y se reponía de las heridas, más psicológicas que físicas.

Con un suspiro y una dulce sonrisa en sus labios la joven se despertó aquella mañana sintiéndose descansada, tras no tener ninguna pesadilla aquella misma noche. Enseguida miró a los lados buscando a Gaspard, el cual ya no estaba con ella y acariciando con la mano el cojín pudo sentir todavía la calidez y el aroma de su hermano impregnado en la tela. No haría mucho que la había dejado sola.

Buenos días hermano. —Susurró para nadie en concreto, más bien siendo ya una costumbre el dar los buenos días a su hermano y levantándose lentamente de la cama, estiró el cuerpo, desesperanzándose con calma. La joven rapidamente se vistió y viendo por la ventana el día soleado que hacía se decidió a salir por primera vez en aquel último mes para internarse en el bosque y hacer algo de utilidad. El día era perfecto para salir a cazar y darse un recorrido por el mercado ambulante de París y vender las piezas que encontrase.

Normalmente solía cazar faisanes, ya que aquellas huidizas aves eran más difíciles de conseguir y precisamente, su carne era una de las más preciadas en la alta clase. Lo que aseguraba una buena recompensa económica. Y el dinero no era algo que a la manada le sobrase demasiado, así que siempre estaba bien poder contar con algún ingreso extra. Todo y que no necesitaran comprar el alimento, si necesitaban ropas y en ocasiones medicinas.

Sintiéndose más bien que los anteriores días, tomó una hogaza de pan que su hermano le había dejado y alistándose salió a toda prisa para que nadie más la viera. Se les había dicho a la manada que estaba enferma e indispuesta y así deseaba seguir un poco más. No estaba preparada para afrontar los comentarios de la manada, ni a los más jóvenes cambiantes. No todavía.
Así la joven permaneció en el bosque tras los faisanes. En ocasiones como pantera, en otras como humana hasta que cuando el sol empezó a bajar del cielo, tornando el cielo de un bonito color violeta y anaranjado, Dianna se encontró caminando hacia el mercado más cercano de París ataviada en su capa blanca y con cinco de aquellos pájaros en su cinto.

Al final tardó poco más de lo normal en agarrarlos. A algunos los había atrapado entre sus fauces y a otros en las trampas que había preparado para ellos. Pero todos y cada una de las aves, se encontraban perfectas para venderlas. Sin el destrozo de las balas y las armas en ellas, sus cuerpos lucían mucho más apetitosos para quien quisiera echarlas al fuego y cocinarlas. Y aquello jugaba a su favor. Esperaba ahora tardar mucho menos en vender las cinco piezas de lo qué le había supuesto agarrarlas y así llegar antes de la noche de nuevo a la cabaña a esperar su hermano. Pero de nuevo el plan pareció torcerse cuando al llegar al mercado, se lo encontró más lleno que de costumbre y con todos los rincones ocupados, solo pudo encontrar un rincón al final del mercado en el que poder exponer sus piezas.
Mejor este hueco, que nada. — Murmuró dándose ánimos mientras preparaba el hilo en el que colgaría las aves. Como más visible estuviesen para los compradores mucho mejor. Las enseñanzas que su hermano le dio de pequeña esperaba que al fin diese sus frutos.
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Mensaje por Fréderic Bourgeois Lun Feb 09, 2015 4:04 pm

"Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más,
pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida."

Arthur Schnitzler




La despreocupación de Fréderic hacia su propia persona se había comenzado a exteriorizar. Había pasado dos días sin probar un sólo bocado decente, mas no por falta de medios para comprarlos, si no por el tiempo y esfuerzo que le había tomado acabar con uno de esos "chupasangre" a los que tanto aborrecía.
La competencia entre ambos había sido complicada, un tira y afloja constante, sin que ninguno de los dos mostrara signos de ceder, pero el cazador notó ciertos puntos a su favor, como por ejemplo la inexperiencia de su víctima. Era un vampiro joven, un neófito que no superaba el año de conversión. Aún así, siendo sólo un nuevo cadáver, se las había ingeniado para darle un par de golpes y más de un dolor de cabeza a su perseguidor; quien terminó con incontables heridas en su torso y brazos, sumando el dislocamiento de sus dedos anular y meñique de la mano derecha, los cuales llevaba vendados y ocultos dentro del bolsillo de su chaqueta.

Había llegado al límite de su agotamiento, era fuerte claro estaba, pero no de hierro, por lo que ese mismo día se encaminó al mercado. Esperaba conseguir un poco de biberes y carne, al menos para reponerse más rápido de sus condiciones. Ya luego podría dejarse caer en casa de su hermana, apelando mínimamente a sus "cuidados".
Caminó de una manera que bordeaba la pereza frente a cada paso, sin ninguna prisa de por medio. Observaba cada puesto sin que ninguno le convenciera del todo. Encima que estresado se sentía por momentos. La velocidad con que todos avanzaban le irritaba, y más aún cuando era pasado a llevar por las grandes masas de gente.

En medio de un sin fin de maldiciones, se hizo a un lado de la multitud que tanto detestaba, quedando de pie frente a un pequeño "puesto", si es que podía llamarse así. Encontró a una joven -hermosa por lo demás- aunque se le veía un tanto ansiosa, como si realmente no supiera como vender su mercancía.

Fue imponente, no quería perderla de vista en ningún momento, aunque cuando su mano izquierda comenzó a analizar los animales.
Faisanes... y en muy buen estado.— comentó con honestidad, aunque algo no dejaba de captar su atención. Las aves no mostraban los típicos destrozos por perros, o por armas, al contrario, estaban prácticamente impecables.
¿Los has conseguido tú? — le interrogó, dejando de lado lo que la joven ofrecía, para concentrarse sólo en ella, y en esos orbes que inevitablemente se abrieron con algo de sorpresa.
Aguardó unos minutos, aunque el silencio ajeno le comenzaba a molestar. Por lo que la idea de que la joven no fuera totalmente "normal", había trascendido en sus ideas.
Vamos preciosa, espero que los faisanes no te hallan comido la lengua.— bromeó con una seriedad tajante en su rostro.
Algo no estaba cuadrándole, y no se movería de ahí hasta escuchar una respuesta que le dejara satisfecho, y por lo visto la belleza que tenía en frente no estaba siendo muy rápida con sus palabras.
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Mensaje por Dianne Cossment Jue Mar 12, 2015 3:06 pm

Tenia unos ojos depredadores que escrutaban los míos,
 buscando avivar sus ansias y las mías.

Anónimo


No parecía tener mucho éxito o quizás es que la joven cambiante había decidido ponerse demasiado alejada del paseo principal y uno de los más concurridos del mercado. Claramente para ser de los afortunadas de encontrar sitio en aquella zona tan transitada debías ofrecer una pequeña paga y después de ello; llegar junto con los más madrugadores comerciantes a montar las paraditas y enseñar las mercancías. Por ende, Dianna no había sido de las primeras, ni mucho menos. Por lo que debió de conformarse con aquel pequeño hueco en el que luchar junto con todos los demás, por atraer la atención de los clientes.

Por suerte tras la primera media hora fueron varios los que atraídos por los faisanes en tan buen estado, se acercaron a curiosear. Algunos solo preguntaban el precio y admiraban las piezas, mientras que alguna que otra joven preguntó mucho más y hasta compro una pieza. Justamente el más gran faisán de los expuestos. Tras aquella compra vino otra y así con dos jóvenes más.

Sinceramente la cambiante no podía quejarse todo parecía ir sobre ruedas e incluso sonrío alegre al ver como un joven apuesto parecía intrigado por sus faisanes y se acercaba hacia la parada. No pudo atenderle rápidamente ya que se encontraba en medio de una compra y lidiaba con una joven indecisa, pero escuchó cada una de sus palabras.

Sí y de los mejores de Paris señor. — Contestó ella tras terminar de despachar a la joven que finalmente se llevó un faisán y oírle comentar aquello, al mismo tiempo que su cuerpo giro sobre su eje, hasta terminar mirándole. — ¿No os parecen excelentes y bellas aves?— Preguntó con una sonrisa aprovechando que ahora no acudía nadie más y solo estaba él en la parada.

No obstante, pronto una sensación la alarmó y quedó petrificada allá donde se encontraba.

El aura del joven era oscura y el sabor del miedo se quedaba en sus papilas gustativas. Era la sensación tan familiar... que por unos segundos creyó volver a estar bajo el yugo del cazador que la había torturado y luego de la licantropa peletera que la había retenido por semanas en su oscuro castillo. Los recuerdos entraron en escena, perdiendo Dianna de vista todo lo demás, incluyendo aquel sentido que le decía que debía de huir; Ahora, que aún estaba a tiempo.

Pasó unos minutos con la mirada perdida en los ajenos, aunque sin fijarse y tras un parpadeo pareció regresar al presente.

Lo siento... No se me comieron la lengua, solo me despisté. —Se disculpó conteniéndose el deseo de huir de allí, incuso si ello quería decir que debía de dejar sus piezas allí para que cualquiera pudiese tomarlas, estaba segura que primero iría su vida y luego quizás esas aves muertas. —Los conseguí yo misma, utilizando trampas de las más sofisticadas y luego quebrándoles el cuello, señor. Por eso no se observan los destrozos de las armas, ni de los perros. —Añadió aquello último intentando aparentar una serenidad que ninguna parte de ella sentía mientras sus ojos se encontraban fijamente con los ajenos.

Aquellos ojos la observaban como si supieran de sus mentiras, incluso antes de que sus labios las dijeran.

¿Desea un faísan? Os lo podría dejar por un muy buen precio, Monsieur. — Dijo invitándole a escoger uno de los cuatro faisanes. —Seguro saldrá ganando con unas piezas como estas.
Como más rápido escogiera y pagara, más rápido dejaría de amenazarla con su presencia y las armas o cuchillos que estaba segura tendría escondidos entre los pliegues de la ropa masculina. Todo y que nada parecía indicarle que iría a librarse de aquella intensa mirada, tan facilmente.
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Mensaje por Fréderic Bourgeois Dom Abr 05, 2015 11:07 pm

"No confíes ni es tu sombra,
ya que hasta ella te abandona cuando estás en la obscuridad."
Anónimo.




Mentiras, mentiras y más mentiras. Eso era todo lo que podía escuchar de la joven, y en esos momentos se preguntaba como aquella criatura podía llenarse la boca de engaños. De seguro cualquier hubiese caído en sus falsedades, más cuando la belleza en ella resaltaba sin tapujos, pero para el cazador eso quedaba en segundo plano; Primero aclarar dudas. Ya luego tendría tiempo de saber otros detalles de la chica.

Por un segundo se mostró fielmente convencido por sus palabras, consiguió incluso asentir cuando ella - muy concentrada en su plan de convencerle- le ofreció uno de los faisanes. Al fin y al cabo, era justamente el maldito hambre quien le había conducido al lugar.

Sacó un par de monedas de su bolsillo, y las dejó caer sobre la palma ajena. Hizo hasta un completo ademán de retirarse, aunque en lugar de eso, depositó su alimento sobre el improvisado puesto y dio un salto que le dejó al lado de la preciosa mitómana.
No quería interrumpir de este modo, pero no me has dejado opciones.— le recriminó, observándola directamente como una enemiga. Para Fréderic no existía mucha diferencia entre desconocidos y enemigos.

Un momento más tarde avanzó hasta ella, ubicándose tras su espalda. Si ella se sentía amenazada de cualquier forma, era evidente que no pensaba perderlo de vista tampoco. El cazador había comenzado a usar su modo más común de actuar, algo simple, era casi como sacar mentira por verdad.
¿Cuál es tu nombre, disculpa? — buscó saber de manera neutral, realizando una rápida inspección al  reducido espacio. No habían grandes amenazas para él, y en realidad sólo era ella la amenaza, oculta bajo esa tersa y juvenil piel humana.
Lamentablemente para ti, tengo una gran intuición para descubrir a los mentirosos, así que lo mejor será es que pienses muy bien antes de decir cualquier otra cosa.— advirtió con la voz endurecida. No contaba con la paciencia suficiente, mucho menos cuando sentía que buscaban jugar con él.

Exhaló, a pesar de sentirse hastiado, le dio tiempo de pensar, y por su bien, esperaba que hubiese acogido sus indicaciones y comenzara a ser mucho más honesta desde ahora.
Por alguna razón sentía que no estaba consiguiendo nada ahí. Ella no mostraba ganas de cooperar, y rápidamente los estribos comenzaron a abandonar al cazador.
Sólo para que lo tengas presente; No planeo irme de aquí hasta escuchar la verdad, ¿estamos claros? — interrogó, mientras envolvía el antebrazo femenino con su diestra, no buscaba ser tan bruto aún y hacerle daño, sólo realizó un leve tirón, dejándola justo frente a él.
Como siempre dicen; Debes tener cerca a tus amigos, pero mucho más cerca a tus enemigos.
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Mensaje por Dianne Cossment Dom Jul 05, 2015 6:54 am

Una mentira no tendría sentido
si la verdad no fuera percibida como peligrosa.

Alfred Adler



Por unos segundos temió que sus palabras fueran a oídos necios y siguiendo en su línea, el joven no desistiera en sus intentos de descubrirla. Nunca antes había pensado que la forma de cazar a los faisanes fuera la errónea y pudiera poner en aviso a los cazadores sobre ella o el individuo que hubiese cazado a las aves, por lo que ahora se encontraba fuera de juego. No tenía alternativa, seguiría mintiendo de hacer falta y una vez él se alejara de su puesto escaparía de aquel lugar antes de que pudiera ser tarde.

Ya bastante había tenido con el encuentro con aquel cazador, como para buscar otro encuentro hostil.

La joven felina sonrió cuando vio como finalmente él asentía a sus palabras. Rápidamente le tendió uno de los mejores faisanes que tenía aquel día para vender esperando que así no hubiera más problemas, no obstante en cuanto de un salto se coló en su puesto se tensó y todas sus pieles gruñeron en alerta. No parecía que se hubiese creído todo aquello. Las mentiras parecían no llegar a buen puerto y suspirando se volvió hacia él, vigilándolo atentamente con cuidado de no acercarse demasiado a sus armas escondidas.

¿Qué hacéis? —Preguntó haciéndose la sorprendida optando por inculcar a su voz una nota de miedo, como cualquier otra tendera habría hecho en caso de que un cliente se colase en sus puestos y la amenazara de esa forma, con su sola presencia.  —No podéis estar aquí y sea lo que sea que buscáis aquí no lo encontrareis.

Le miró de frente, chocando con su mirada y aguantó sus intensos orbes como si fuese uno de aquellos desafíos que tantas veces había visto en la manada, allá en los bosques cuando un joven intentaba retar a su hermano. Ladeó el rostro al oírle y estuvo por replicarle, él no parecía en lo absoluto negado a hacer aquel tipo de cosas, así que no podía decir que no le había dejado opción cuando parecía estar tan tranquilo de aquella forma.

Sí, y yo tengo una gran intuición para descubrir a los locos, y usted ahora mismo parece uno. —Le replicó mordaz cruzándose de brazos sobre su pecho antes de que él la tomara de un brazo y la acercase de forma peligrosa a él. Intentó forcejear pero parecía inútil, él no la soltaba.
¿Qué os sucede? Esto es todo lo que veis y no escondo nada. — Repitió de nuevo molesta por aquel comportamiento instándose a morderse un poco la lengua tras la mirada que el cazador le dedicaba.

¿La habría descubierto acaso tan rápido? Se preguntó con miedo. La adrenalina fluía por su cuerpo y con sus pieles descontroladas lo último que quería era convertirse frente a un cazador, no otra vez.

Me llamo Dianna— Le contestó finalmente moviendo el antebrazo que le sujetaba para librarse de su agarre y así separarse un paso de su cercanía. — Y como no deseéis también ver lo que hay debajo mis faldas, esto que veis es todo lo que tengo. Todo lo que poseo. —  Una vez se deshizo de su agarre le señalo el pequeño hueco de la tienda y levantó las manos enseñándole que no tenía nada más.  

A pesar de que había puesto distancia por en medio de ambos, el cuerpo del cazador más alto y fuerte que el suyo parecía ocuparlo todo. Parecía un felino imponiéndose a una felina y algo en ella se estremeció. Jamás antes se había sentido así, con esa mezcla de peligro y expectación.

¿Por qué tanto interés en los faisanes? ¿Debo desgarrarlos para que os parezcan bien?— Inquirió fulminándole con la mirada.
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