AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La vida que pende de un fino hilo (Privado)
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La vida que pende de un fino hilo (Privado)
Mi consciencia tililaba tanto como la luz del candil del carruaje que me había llevado a una velocidad vertiginosa hasta el hospital. Mis recuerdos eran borrosos, ya no sabía distinguir qué era real y qué era parte del delirio; recordaba los besos de Errol sobre mi piel, las risas con mi hermano Reidar, el desconcierto al divisar a mi otro hermano, el dolor desgarrador en el pecho... Un gemido escapó con debilidad de mis labios sintiendo como la vida misma se me escapaba con cada quejido y en aquel instante lo que más temía en ese mundo era el no poder volver a abrazar a mis seres queridos.
-Errol...- musité mientras mi cuerpo trataba de incorporarse buscando a aquel hombre que no estaba conmigo. Un suave roce en mi mano me hizo creer que era él el que estaba ahí, mas esas manos no eran las del lobo al que amaba, eran diferentes, más suaves, más grandes, de un tacto similar a las manos que me acariciaban de niña cuando los temores azuzaban mis sueños perturbando mi descanso. -Padre...- dije en un delirio contemplando a mi hermano Damon. Los demonios del pasado venían a buscarme y, aquel hermano, tan parecido a mi padre debía pagar con ello aún odiando a su progenitor -Padre... perdóname por no haber sabido defender tu legado en ausencia de Reidar... Soy una mujer débil y la vergüenza de los Landvik mas la muerte se llevará conmigo la deshonra de mis actos para que Reidar no se avergüence de mi ni tú tampoco- La mano de mi maltrecho hermano sujetaba la mía, luchando también entre aquel estado de cosciencia e inconsciencia, mas mi mente debilitada no sabía distinguir que no era mi padre, dudaba que pudiera salir de aquello con vida y los fantasmas del pasado y del presente atormentaban mi alma.
Apreté su mano con fuerza para, acto seguido, volver a desmayarme y cesar mis palabras.
-Errol...- musité mientras mi cuerpo trataba de incorporarse buscando a aquel hombre que no estaba conmigo. Un suave roce en mi mano me hizo creer que era él el que estaba ahí, mas esas manos no eran las del lobo al que amaba, eran diferentes, más suaves, más grandes, de un tacto similar a las manos que me acariciaban de niña cuando los temores azuzaban mis sueños perturbando mi descanso. -Padre...- dije en un delirio contemplando a mi hermano Damon. Los demonios del pasado venían a buscarme y, aquel hermano, tan parecido a mi padre debía pagar con ello aún odiando a su progenitor -Padre... perdóname por no haber sabido defender tu legado en ausencia de Reidar... Soy una mujer débil y la vergüenza de los Landvik mas la muerte se llevará conmigo la deshonra de mis actos para que Reidar no se avergüence de mi ni tú tampoco- La mano de mi maltrecho hermano sujetaba la mía, luchando también entre aquel estado de cosciencia e inconsciencia, mas mi mente debilitada no sabía distinguir que no era mi padre, dudaba que pudiera salir de aquello con vida y los fantasmas del pasado y del presente atormentaban mi alma.
Apreté su mano con fuerza para, acto seguido, volver a desmayarme y cesar mis palabras.
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 72
Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
Mis ojos se abrían y cerraban frente al candil de aquel carruaje que a toda velocidad nos llevaba a nuestro destino, el hospital, no acaba de entender bien que pasaba, en ese estado se semiinconsciencia solo sentía frio, estaba helado, mi corazón bombeaba muy despacio, desganado y mi cabeza aturdida parecía ir y venir a su agrado.
-Jade -susurré sin apenas voz, la necesitaba ¿donde estaba?
Traté de tragar saliva con la boca reseca, podía oir la voz de Arely a mi lado, pero no alcanzaba a verla, solo luces y sombras, gritos de mi beta ordenando a los médicos que quietaran al vía de mi brazo y estos aterrados por mis reacciones impulsivas se veían acobardados.
Calor en mi otra mano, una voz que me sonaba desconocida, pero que me llamaba padre, una voz que ocmo yo sonaba débil, lejana, moribunda.
Aferre su manso de forma inconsciente a sabiendas que esa era mi hermana, quería protegerla, al menos esa parte de lobo, de manada, de familia, esa parte irracional que ahora albergaba mi ser en plena inconsciencia.
Unas mantas cubrieron mi cuerpo, oía como un hombre decida que había que retirar la vía o moriría, todo era confuso, mas pronto el carro se detuvo llevándome a otra estancia, mi mano se separo de la de mi hermana, sentí miedo, no por mi, si no por ella.
Tiritaba por el frio, podía sentir mis labios secos cuando mi mano fue aferrada por el cálido tacto de una piel conocida.
-Arely -susurré en sueños antes de que la oscuridad se apoderara completamente de mi.
-Jade -susurré sin apenas voz, la necesitaba ¿donde estaba?
Traté de tragar saliva con la boca reseca, podía oir la voz de Arely a mi lado, pero no alcanzaba a verla, solo luces y sombras, gritos de mi beta ordenando a los médicos que quietaran al vía de mi brazo y estos aterrados por mis reacciones impulsivas se veían acobardados.
Calor en mi otra mano, una voz que me sonaba desconocida, pero que me llamaba padre, una voz que ocmo yo sonaba débil, lejana, moribunda.
Aferre su manso de forma inconsciente a sabiendas que esa era mi hermana, quería protegerla, al menos esa parte de lobo, de manada, de familia, esa parte irracional que ahora albergaba mi ser en plena inconsciencia.
Unas mantas cubrieron mi cuerpo, oía como un hombre decida que había que retirar la vía o moriría, todo era confuso, mas pronto el carro se detuvo llevándome a otra estancia, mi mano se separo de la de mi hermana, sentí miedo, no por mi, si no por ella.
Tiritaba por el frio, podía sentir mis labios secos cuando mi mano fue aferrada por el cálido tacto de una piel conocida.
-Arely -susurré en sueños antes de que la oscuridad se apoderara completamente de mi.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 293
Fecha de inscripción : 06/06/2016
Edad : 288
Localización : Bajo las estrellas
Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
Mi miedo iba en aumento al tiempo que los cascos de los caballos que arrastraban el carruaje se acercaban a nuestro destino, ese lugar que se me antojaba lejano pero que sería la única oportunidad de que Damon saliese con vida de aquella situación que todavía me parecía sub realista.
- Escúchame bien porque no lo volveré a repetir, pedazo de inútil.- grité mientras zarandeaba de la pechera a uno de los enfermeros.- Quita la vía que sigue puesta en su brazo, si o sí, o te juro que tu corazón en mi mano será lo último que veas.
El problema era que Damon debatiéndose en la inconsciencia luchaba con uñas y dientes, evitando que los enfermeros e incluso el médico pudiese disponer del tiempo suficiente para quitarle aquella aguja que lo despojaba de su vida para dársela a aquella mujer que decía ser su hermana. A buenas horas aparecían; habiéndolo abandonado toda su vida, ahora querían que les ayudase. Resoplé enfadada mientras buscaba aferraba mi mano entre las mía y gruñía a aquellos hombres que estaban deseando alejarse de mí a toda costa.
En pocos minutos llegamos al hospital, y toda una cuadrilla de enfermeros se ocuparon de aquellos dos inconscientes que permanecía cogidos de la mano, hecho que me molestó bastante pero que no confesaría jamás. Por si no tuviese bastante con el compromiso con Jade, ahora aparecían nuevos problemas en nuestra vida.
Se llevaron a la mujer con urgencia al interior del edificio, tras lo cual le quitaron por fin la vía a Damon y lo cubrieron con unas mantas. Mataría a aquella vampiresa que había decidido jugar a los médicos con la única persona a la que quería en esa vida.
- Estoy aquí, siempre a tu lado- susurré junto a sus labios mientras mi mano cogía la suya y le acariciaba el pelo con suavidad.- Te prometo que todo saldrá bien.
Si algo le pasaba, lo más mínimo, no habría escondrijo en París para los culpables de todo aquello.
- Escúchame bien porque no lo volveré a repetir, pedazo de inútil.- grité mientras zarandeaba de la pechera a uno de los enfermeros.- Quita la vía que sigue puesta en su brazo, si o sí, o te juro que tu corazón en mi mano será lo último que veas.
El problema era que Damon debatiéndose en la inconsciencia luchaba con uñas y dientes, evitando que los enfermeros e incluso el médico pudiese disponer del tiempo suficiente para quitarle aquella aguja que lo despojaba de su vida para dársela a aquella mujer que decía ser su hermana. A buenas horas aparecían; habiéndolo abandonado toda su vida, ahora querían que les ayudase. Resoplé enfadada mientras buscaba aferraba mi mano entre las mía y gruñía a aquellos hombres que estaban deseando alejarse de mí a toda costa.
En pocos minutos llegamos al hospital, y toda una cuadrilla de enfermeros se ocuparon de aquellos dos inconscientes que permanecía cogidos de la mano, hecho que me molestó bastante pero que no confesaría jamás. Por si no tuviese bastante con el compromiso con Jade, ahora aparecían nuevos problemas en nuestra vida.
Se llevaron a la mujer con urgencia al interior del edificio, tras lo cual le quitaron por fin la vía a Damon y lo cubrieron con unas mantas. Mataría a aquella vampiresa que había decidido jugar a los médicos con la única persona a la que quería en esa vida.
- Estoy aquí, siempre a tu lado- susurré junto a sus labios mientras mi mano cogía la suya y le acariciaba el pelo con suavidad.- Te prometo que todo saldrá bien.
Si algo le pasaba, lo más mínimo, no habría escondrijo en París para los culpables de todo aquello.
Arely Pucini- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 86
Fecha de inscripción : 09/06/2016
Localización : Paris
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Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
Oscuridad. Eso era todo cuanto recordaba cuando recuperé la consciencia en aquella habitación. La oscuridad de la primera noche en la que me convertí en loba bajo la atenta mirada de mi hermano Reidar, mi padre y toda mi manada. La oscuridad de la noche en la que había conocido a aquel con el que compartiría el resto de mis días, la oscuridad de la noche en la que creí morir a manos de aquella bestia cuando yo me sabía segura y feliz por reencontrarme con mi hermano.
Oscuridad, esa situación que era necesaria para poder apreciar los resquicios de luz en nuestra alma, los momentos alegres de la vida. Esa oscuridad en la que me había sumido durante horas, quizá días o quizá semanas me dejaba vislumbrar la luz, brillante y fulgurante que ahora me anunciaba con fuerza que seguía viva y vería amanecer al día siguiente.
Mi mente estaba despierta, mas mis ojos parecían estar sellados con cemento pues, por ahora no era capaz de abrirlos. Mis oídos escuchaban las palabras desesperadas de una mujer, que increpaba a un hombre que regresara a la cama, que necesitaba reposo y que llevaba días a los pies de mi cuerpo, tomándome de la mano e implorando por mi vida. Sí, ahora podía percibirlo, un olor a bosque y ciudad, a pinos y retamas y una mano que apretaba con fuerza las mías, diciendo con ellas que deseaba que me despertara, que ya no me soltaría.
Eran manos ásperas, callosas, pero no por el trabajo en el campo sino por el manejo de las armas; manos como las mías, que se habían clavado las astillas de su arco y sus flechas, manos que tenían cicatrices pequeñas por los primeros días de uso torpe con las dagas. Moví mis dedos entre aquellos dedos, recorriendo sus manos y devolviéndoles el apretón que ellas me brindaban.
Pasos acelerados hacia mi cama, una silla que se corría haciendo un ruido estridente y aquel olor a pino y retamas entremezclados con un delicado jabón ahora más cerca de mi rostro. Mis ojos se abrieron y ante mi encontré un rostro familiar -Padre...- susurré frente a aquel rostro.
Parecía que aquella luz no era la luz de la vida, había muerto finalmente y ahora me encontraba ante el rostro de la persona que más admiraba en este mundo, un padre que me había sido arrebatado sin poder apenas despedirme de él. Mis ojos recorrieron su rostro, analizándolo, comprobando las diferencias entre aquel hombre y mi recuerdo. Sus ojos mostraban menos cansancio, apenas había arrugas que surcaran su rostro y su pelo no comenzaba a tornarse canoso. ¿Qué macabra broma era aquella? Y entonces caí en la cuenta, cuando aquel hombre posó sus ojos sobre los míos supe que aquel no era mi padre, pues sus ojos azules eran del color pardo de las avellanas. -Damon...- musité confusa sintiendo como su rostro se relajaba ante aquellas palabras.
-¿Cuánto tiempo llevo así? ¿Donde está Reidar?¿Me persigue aún ese nosferatu?- Mis preguntas se agolpaban en mis labios y mi respiración se tornó agitada, perlando de sudor mi frente. Apoyé mis manos, magulladas y con heridas recientes en las sábanas blancas y traté de levantar mi cuerpo de aquella cama mas, en mi primer intento por incorporarme un fuerte y doloroso pinchazo recorrió mi esbelto cuerpo, haciendo que algunas heridas se abrieran manando sangre de ellas. Caí de nuevo rendida entre las sábanas sintiendo como algunas lágrimas de impotencia y confusión escapaban de entre mis ojos -¿Qué me ha pasado hermano?¿Por qué no soy capaz de ponerme en pie sin sentir que muero por dentro?-
Oscuridad, esa situación que era necesaria para poder apreciar los resquicios de luz en nuestra alma, los momentos alegres de la vida. Esa oscuridad en la que me había sumido durante horas, quizá días o quizá semanas me dejaba vislumbrar la luz, brillante y fulgurante que ahora me anunciaba con fuerza que seguía viva y vería amanecer al día siguiente.
Mi mente estaba despierta, mas mis ojos parecían estar sellados con cemento pues, por ahora no era capaz de abrirlos. Mis oídos escuchaban las palabras desesperadas de una mujer, que increpaba a un hombre que regresara a la cama, que necesitaba reposo y que llevaba días a los pies de mi cuerpo, tomándome de la mano e implorando por mi vida. Sí, ahora podía percibirlo, un olor a bosque y ciudad, a pinos y retamas y una mano que apretaba con fuerza las mías, diciendo con ellas que deseaba que me despertara, que ya no me soltaría.
Eran manos ásperas, callosas, pero no por el trabajo en el campo sino por el manejo de las armas; manos como las mías, que se habían clavado las astillas de su arco y sus flechas, manos que tenían cicatrices pequeñas por los primeros días de uso torpe con las dagas. Moví mis dedos entre aquellos dedos, recorriendo sus manos y devolviéndoles el apretón que ellas me brindaban.
Pasos acelerados hacia mi cama, una silla que se corría haciendo un ruido estridente y aquel olor a pino y retamas entremezclados con un delicado jabón ahora más cerca de mi rostro. Mis ojos se abrieron y ante mi encontré un rostro familiar -Padre...- susurré frente a aquel rostro.
Parecía que aquella luz no era la luz de la vida, había muerto finalmente y ahora me encontraba ante el rostro de la persona que más admiraba en este mundo, un padre que me había sido arrebatado sin poder apenas despedirme de él. Mis ojos recorrieron su rostro, analizándolo, comprobando las diferencias entre aquel hombre y mi recuerdo. Sus ojos mostraban menos cansancio, apenas había arrugas que surcaran su rostro y su pelo no comenzaba a tornarse canoso. ¿Qué macabra broma era aquella? Y entonces caí en la cuenta, cuando aquel hombre posó sus ojos sobre los míos supe que aquel no era mi padre, pues sus ojos azules eran del color pardo de las avellanas. -Damon...- musité confusa sintiendo como su rostro se relajaba ante aquellas palabras.
-¿Cuánto tiempo llevo así? ¿Donde está Reidar?¿Me persigue aún ese nosferatu?- Mis preguntas se agolpaban en mis labios y mi respiración se tornó agitada, perlando de sudor mi frente. Apoyé mis manos, magulladas y con heridas recientes en las sábanas blancas y traté de levantar mi cuerpo de aquella cama mas, en mi primer intento por incorporarme un fuerte y doloroso pinchazo recorrió mi esbelto cuerpo, haciendo que algunas heridas se abrieran manando sangre de ellas. Caí de nuevo rendida entre las sábanas sintiendo como algunas lágrimas de impotencia y confusión escapaban de entre mis ojos -¿Qué me ha pasado hermano?¿Por qué no soy capaz de ponerme en pie sin sentir que muero por dentro?-
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 72
Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
Abrí los ojos en una habitación de paredes blancas, con un foco iluminando mi cara, los médicos y las enfermeras parloteaban nerviosos a mi alrededor, hablando de sangre, plasma, bolsas.
Todo era confuso, su trajín logró casi que sin fuerza mis ojos se tronaran ámbar, perdido en un sinfín de preguntas.
Mi mano estaba vacía, no estaba mi hermana a mi lado, con la boca seca pregunté por lela mas los médicos parecían mas preocupados en salvar mi vida que la de ella.
Voces que no dejaban que se escuchara la mía, me enfadaba, mi pecho subía y bajaba, mas un gruñido los silencio a todos deteniéndolos frente a mi cama. Mejor, mucho mejor ahora.
-¿Mi hermana? -pregunté sin fuerzas.
-Tranquilo caballero, están haciendo todo lo que pueden por ella, pronto lo llevaremos con ella, mas ahora tenemos que ponerle sangre, su corazón apenas bombea, no sobrevivirá sin ella.
-¿Sangre? -negué ocn la cabeza ante la sorpresa del medico que me miraba atónito pensando que había perdido el juicio al tiempo que la sangre se había escapado de mis venas.
No pensaba ponerme ni una gota de sangre humana en mi organismo, no pensaba debilitarlo con la sangre de cualquier ser.
Negué con la cabeza tratando de incorporarme mientras varios médicos se lanzaron en plancha para detenerme.
El revuelo de nuevo se creo en esa habitación, mas ahora parecía un contrarreloj, de una enfermera tratando de buscarme la vena mientras yo me resistía luchando contra los médicos que sin mucho éxito trataban según ellos de salvar mi vida.
Arely estaba fuera, mas la puerta pronto se bario llenando la habitación con una corriente de aire, aire fresco que junto a ella me ayudo a quitarme de encima a varios médicos.
-raigan algo de comida, por favor pidió ella buscando mi mirada ámbar.
Esa era la parte que me gustaba de ella, esa que confiaba en mi criterio creyera que tenia razón o no, sabia que para ella era menos doloroso que me pusieran ese plasma, mas por ende, para mi eso era una deshonra, si tenia que morir lo haría, mas con mi sangre pura, con esa uqe llevamos los alfas, no aceptaría ni una gota de sangre extraña.
Los médicos advirtieron los riesgos, riesgos que yo acepte gustoso y que Arely en defecto a que Jade, mi esposa estuviera presente secundo.
Así me trajeron algo de comida mientras prometían que al acabármela me llevarían junto a mi hermana.
Arely me ayudo a comerme la sopa, estaba demasiado débil para hacerlo yo solo, también me ayudó a trocear la carne y llevarla a mi boca.
Me sentía un poco inútil, mas la verdad, con ella todo era mas fácil.
Reímos cómplices al sentir que poco a poco las fuerzas me volvían, aun no estaba fuera de peligro, mas saldría de esta, lo había hecho de otras mucho peores.
Pronto me llevaron en una camilla a la habitación de mi hermana, allí pude admirar como dormía, me costo mucho ponerme en pie, ademas de la regañina de los médicos que para que mentir ya me daban por imposible alegando que nunca habían visto a nadie tan terco, seguramente porque nunca habían tenido en sus camas a un guerrero.
Allí aferré la mano de mi hermana hasta que esta despertó confundiéndome de nuevo con su padre.
Tense el gesto, mas me mantuve en silencio, hasta que trato de incorporarse, trate de sujetar su cuerpo, mas el mio también pesaba, estaba agotado, mis ojos se entrecerraban al escuchar sus preguntas.
-Estamos a salvo -le garantice mientras mi cabeza caía lentamente para reposar en su regazo, había velado su sueño mas ahora, ahora que estaba despierta, que el peligro había pasado era yo el que necesitaba de ese descanso, la adrenalina había bajado, logrando así darme un sueño placido.
Todo era confuso, su trajín logró casi que sin fuerza mis ojos se tronaran ámbar, perdido en un sinfín de preguntas.
Mi mano estaba vacía, no estaba mi hermana a mi lado, con la boca seca pregunté por lela mas los médicos parecían mas preocupados en salvar mi vida que la de ella.
Voces que no dejaban que se escuchara la mía, me enfadaba, mi pecho subía y bajaba, mas un gruñido los silencio a todos deteniéndolos frente a mi cama. Mejor, mucho mejor ahora.
-¿Mi hermana? -pregunté sin fuerzas.
-Tranquilo caballero, están haciendo todo lo que pueden por ella, pronto lo llevaremos con ella, mas ahora tenemos que ponerle sangre, su corazón apenas bombea, no sobrevivirá sin ella.
-¿Sangre? -negué ocn la cabeza ante la sorpresa del medico que me miraba atónito pensando que había perdido el juicio al tiempo que la sangre se había escapado de mis venas.
No pensaba ponerme ni una gota de sangre humana en mi organismo, no pensaba debilitarlo con la sangre de cualquier ser.
Negué con la cabeza tratando de incorporarme mientras varios médicos se lanzaron en plancha para detenerme.
El revuelo de nuevo se creo en esa habitación, mas ahora parecía un contrarreloj, de una enfermera tratando de buscarme la vena mientras yo me resistía luchando contra los médicos que sin mucho éxito trataban según ellos de salvar mi vida.
Arely estaba fuera, mas la puerta pronto se bario llenando la habitación con una corriente de aire, aire fresco que junto a ella me ayudo a quitarme de encima a varios médicos.
-raigan algo de comida, por favor pidió ella buscando mi mirada ámbar.
Esa era la parte que me gustaba de ella, esa que confiaba en mi criterio creyera que tenia razón o no, sabia que para ella era menos doloroso que me pusieran ese plasma, mas por ende, para mi eso era una deshonra, si tenia que morir lo haría, mas con mi sangre pura, con esa uqe llevamos los alfas, no aceptaría ni una gota de sangre extraña.
Los médicos advirtieron los riesgos, riesgos que yo acepte gustoso y que Arely en defecto a que Jade, mi esposa estuviera presente secundo.
Así me trajeron algo de comida mientras prometían que al acabármela me llevarían junto a mi hermana.
Arely me ayudo a comerme la sopa, estaba demasiado débil para hacerlo yo solo, también me ayudó a trocear la carne y llevarla a mi boca.
Me sentía un poco inútil, mas la verdad, con ella todo era mas fácil.
Reímos cómplices al sentir que poco a poco las fuerzas me volvían, aun no estaba fuera de peligro, mas saldría de esta, lo había hecho de otras mucho peores.
Pronto me llevaron en una camilla a la habitación de mi hermana, allí pude admirar como dormía, me costo mucho ponerme en pie, ademas de la regañina de los médicos que para que mentir ya me daban por imposible alegando que nunca habían visto a nadie tan terco, seguramente porque nunca habían tenido en sus camas a un guerrero.
Allí aferré la mano de mi hermana hasta que esta despertó confundiéndome de nuevo con su padre.
Tense el gesto, mas me mantuve en silencio, hasta que trato de incorporarse, trate de sujetar su cuerpo, mas el mio también pesaba, estaba agotado, mis ojos se entrecerraban al escuchar sus preguntas.
-Estamos a salvo -le garantice mientras mi cabeza caía lentamente para reposar en su regazo, había velado su sueño mas ahora, ahora que estaba despierta, que el peligro había pasado era yo el que necesitaba de ese descanso, la adrenalina había bajado, logrando así darme un sueño placido.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 293
Fecha de inscripción : 06/06/2016
Edad : 288
Localización : Bajo las estrellas
Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
Metieron a Damon en una pequeña habitación, donde médicos y enfermeras pululaban a su alrededor un tanto nerviosos. Entre él y su hermana habían conseguido acaparar la atención de todos los sanitarios del hospital, y yo poco más podía hacer que no fuese esperar con paciencia a que consiguiesen recuperar su estado natural.
Me apoyé en el umbral de la puerta donde ellos se encontraban, dejando a los médicos hacer su trabajo, haciendo oídos sordos a sus "amables" sugerencias sobre que abandonase la sala y esperase fuera. No pensaba dejar a Damon solo mientras estuviese en ese estado, al igual que él jamás me abandonaría si estuviese en mi lugar. La lealtad que por él sentía iba mucho más allá que por su grado de alfa; era mi hermano, mi mejor amigo..era él. Y por mucho que las nauseas me hiciesen la vida imposible en esos momentos, no pensaba moverme de su lado hasta que no estuviese totalmente recuperado.
Un golpe seco de una bandeja con instrumental que caía al suelo y unos gritos me sacaron de mi ensimismamiento. Dirigí mis pasos hacía el interior y observé la dantesca escena donde Damon luchaba contra todos en un intento de evitar que le hiciesen una transfusión con sangre humana.
- Basta ya.- grité apartando a unas enfermeras de un empujón, y clavando mis ojos en los del médico que nos había acompañado en el carruaje, sabiendo que era conocedor de que la paciencia no era una de mis virtudes; relajé el gesto y traté de bajar el tono.- Traigan algo de comida, por favor.
Le mantuve la mirada, no pensaba claudicar, hasta que por fin el médico sopesó sus posibilidades, y ordenó a una de las enfermeras traer algo de alimento, mientras los demás marchaban para atender a la hermana de Damon. Entendía a mi alfa, sabía la razón por la que no quería mezclar su sangre con la de un simple humano, y aunque hubiese sido más fácil aceptar la transfusión, le comuniqué al médico que me responsabilizaría de nuestra decisión. Jamás le pondría en contradicho; no cuando era eso lo que él deseaba; quizás en privado le diría lo que pensaba y le echaría una bronca, pero de cara a los demás, él era quien tenía razón.
- Deja de darme esos sustos, o acabaré convirtiéndome en la primera loba que sufre un infarto.- bromeé acercándome a él y revolviéndole el pelo tras sentarme en el filo de su cama.
Su aspecto era desastroso, la palidez de su rostro me decía lo débil que estaba, los inaudibles latidos de su corazón que necesitaba ese plasma que colgaba del gotero, y sus ojos, me decían lo impotente que se sentía por no poder defenderse por si mismo, y al mismo tiempo agradecido de saber que yo me encontraba allí.
Entre nosotros las cosas siempre acababan resultando más fáciles; entre nosotros no había vergüenzas ni reproches. En innumerables ocasiones habíamos cuidado el uno del otro, cuando las fiebres nos habían atacado y había estado en cama durante días fue Damon quien no se separó de mi lecho, o la noche de mi primera transformación fue él quien cuidó de mi y no se apartó de mi lado. Y por no mencionar las horribles resacas que pasabamos tirados en el prado riéndonos por nuestra estupidez de la noches anterior; aunque finalmente acabábamos pillando otra borrachera semanas después.
Al igual que en otras ocasiones había cuidado yo de sus heridas más graves, de sus momentos de debilidad que yo solo había conocido; y este sería otro momento más que recordaríamos entre risas cuando de viejos hablásemos de nuestras hazañas.
Una enfermera entró con una bandeja cargada de comida, colocándola sobre la mesilla que yo me encargué de acercar.
- Venga cachorrillo. Si te comes todo te compraré un helado.- bromeé de nuevo disponiéndome a ser yo quien le diese de comer. Estaba tan débil que ni rechistó, y entre sonrisas y bromas comencé a alimentarlo en un momento que se me antojaba íntimo. Mi mirada trataba de transmitirle tranquilidad, aquello quedaría entre nosotros y no tenía porque sentirse débil por dejarse ayudar.
Cuando terminó de comer, me levanté de la cama para devolverle la bandeja vacía a la enfermera, dándole un beso en la frente cuando por fin las enfermeras escucharon sus súplicas y en una camilla lo acercaron a ver a su hermana, que parecía haber pasado lo peor.
- Iré a buscarte de aquí un rato para que comas algo más, voy a tomar mientras tanto un poco de aire fresco.- le susurré antes de soltar su mano y observar como se lo llevaban hasta el fondo del pasillo.
Me salí al exterior, respirando el aire fresco que tanto necesitaba, deseando que aquel malestar que padecía desapareciese, necesitaba sentirme bien para cuidar de Damon. La noche avanzaba y la calma en el hospital se hizo palpable; no sé a ciencia cierta cuanto tiempo había pasado, pero si quería que mi alfa recuperase fuerzas, debería conseguir que comiese de nuevo, así que entré en su búsqueda hasta la habitación de esa hermana aparecida de la nada.
Cuando llegué a la habitación la escena era un tanto curiosa. Ambos parecían dormidos mientras permanecían cogidos de la mano, y Damon se mantenía de rodillas con su cabeza apoyada en el regazo de ella. Negué con la cabeza, no tenía remedio.
Me acerqué con cuidado y tirando de sus hombros traté de levantarlo.
- Vamos lobo, túmbate en la cama para descansar. Te prometo que velaré por los dos.- susurré en su oído tratando de cargar con su peso bajo mis hombros para tumbarlo de nuevo en la camilla, y que a duras penas conseguí.
Lo tapé con las mantas que había a los pies de la cama, y sentándome en un lado de ésta, permanecí despierta y cumpliendo lo que le había prometido; pasaría la noche velando por los dos.
Me apoyé en el umbral de la puerta donde ellos se encontraban, dejando a los médicos hacer su trabajo, haciendo oídos sordos a sus "amables" sugerencias sobre que abandonase la sala y esperase fuera. No pensaba dejar a Damon solo mientras estuviese en ese estado, al igual que él jamás me abandonaría si estuviese en mi lugar. La lealtad que por él sentía iba mucho más allá que por su grado de alfa; era mi hermano, mi mejor amigo..era él. Y por mucho que las nauseas me hiciesen la vida imposible en esos momentos, no pensaba moverme de su lado hasta que no estuviese totalmente recuperado.
Un golpe seco de una bandeja con instrumental que caía al suelo y unos gritos me sacaron de mi ensimismamiento. Dirigí mis pasos hacía el interior y observé la dantesca escena donde Damon luchaba contra todos en un intento de evitar que le hiciesen una transfusión con sangre humana.
- Basta ya.- grité apartando a unas enfermeras de un empujón, y clavando mis ojos en los del médico que nos había acompañado en el carruaje, sabiendo que era conocedor de que la paciencia no era una de mis virtudes; relajé el gesto y traté de bajar el tono.- Traigan algo de comida, por favor.
Le mantuve la mirada, no pensaba claudicar, hasta que por fin el médico sopesó sus posibilidades, y ordenó a una de las enfermeras traer algo de alimento, mientras los demás marchaban para atender a la hermana de Damon. Entendía a mi alfa, sabía la razón por la que no quería mezclar su sangre con la de un simple humano, y aunque hubiese sido más fácil aceptar la transfusión, le comuniqué al médico que me responsabilizaría de nuestra decisión. Jamás le pondría en contradicho; no cuando era eso lo que él deseaba; quizás en privado le diría lo que pensaba y le echaría una bronca, pero de cara a los demás, él era quien tenía razón.
- Deja de darme esos sustos, o acabaré convirtiéndome en la primera loba que sufre un infarto.- bromeé acercándome a él y revolviéndole el pelo tras sentarme en el filo de su cama.
Su aspecto era desastroso, la palidez de su rostro me decía lo débil que estaba, los inaudibles latidos de su corazón que necesitaba ese plasma que colgaba del gotero, y sus ojos, me decían lo impotente que se sentía por no poder defenderse por si mismo, y al mismo tiempo agradecido de saber que yo me encontraba allí.
Entre nosotros las cosas siempre acababan resultando más fáciles; entre nosotros no había vergüenzas ni reproches. En innumerables ocasiones habíamos cuidado el uno del otro, cuando las fiebres nos habían atacado y había estado en cama durante días fue Damon quien no se separó de mi lecho, o la noche de mi primera transformación fue él quien cuidó de mi y no se apartó de mi lado. Y por no mencionar las horribles resacas que pasabamos tirados en el prado riéndonos por nuestra estupidez de la noches anterior; aunque finalmente acabábamos pillando otra borrachera semanas después.
Al igual que en otras ocasiones había cuidado yo de sus heridas más graves, de sus momentos de debilidad que yo solo había conocido; y este sería otro momento más que recordaríamos entre risas cuando de viejos hablásemos de nuestras hazañas.
Una enfermera entró con una bandeja cargada de comida, colocándola sobre la mesilla que yo me encargué de acercar.
- Venga cachorrillo. Si te comes todo te compraré un helado.- bromeé de nuevo disponiéndome a ser yo quien le diese de comer. Estaba tan débil que ni rechistó, y entre sonrisas y bromas comencé a alimentarlo en un momento que se me antojaba íntimo. Mi mirada trataba de transmitirle tranquilidad, aquello quedaría entre nosotros y no tenía porque sentirse débil por dejarse ayudar.
Cuando terminó de comer, me levanté de la cama para devolverle la bandeja vacía a la enfermera, dándole un beso en la frente cuando por fin las enfermeras escucharon sus súplicas y en una camilla lo acercaron a ver a su hermana, que parecía haber pasado lo peor.
- Iré a buscarte de aquí un rato para que comas algo más, voy a tomar mientras tanto un poco de aire fresco.- le susurré antes de soltar su mano y observar como se lo llevaban hasta el fondo del pasillo.
Me salí al exterior, respirando el aire fresco que tanto necesitaba, deseando que aquel malestar que padecía desapareciese, necesitaba sentirme bien para cuidar de Damon. La noche avanzaba y la calma en el hospital se hizo palpable; no sé a ciencia cierta cuanto tiempo había pasado, pero si quería que mi alfa recuperase fuerzas, debería conseguir que comiese de nuevo, así que entré en su búsqueda hasta la habitación de esa hermana aparecida de la nada.
Cuando llegué a la habitación la escena era un tanto curiosa. Ambos parecían dormidos mientras permanecían cogidos de la mano, y Damon se mantenía de rodillas con su cabeza apoyada en el regazo de ella. Negué con la cabeza, no tenía remedio.
Me acerqué con cuidado y tirando de sus hombros traté de levantarlo.
- Vamos lobo, túmbate en la cama para descansar. Te prometo que velaré por los dos.- susurré en su oído tratando de cargar con su peso bajo mis hombros para tumbarlo de nuevo en la camilla, y que a duras penas conseguí.
Lo tapé con las mantas que había a los pies de la cama, y sentándome en un lado de ésta, permanecí despierta y cumpliendo lo que le había prometido; pasaría la noche velando por los dos.
Arely Pucini- Licántropo Clase Alta
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Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
Desde que me había enterado que tenía otro hermano mi mente había sufrido varios quebraderos de cabeza. No hacía más que formularme preguntas que aún no tenían respuesta: cómo sería él, si nos aceptaría, si vería en él a otro hermano en el que apoyarme y confiarle mis secretos, en qué lugar dejaría a Reidar todo aquello...
Miles y miles de preguntas que ahora se desvanecían de mi mente con tal simple gesto. Su rostro sobre mi regazo, y su respiración plácida y tranquila, acompasada a la mía y durmiendo como si al fin, estuviera seguro, contento de verme a mi segura entre sus brazos. Una delicada sonrisa se dibujó en mis carnosos labios, ahora ajados y surcados de arañazos de aquella criatura sobrenatural que casi se había llevado mi vida con él.
Entrelacé mis manos con las suyas, sintiendo su calidez y respirando tranquila de nuevo, segura, a salvo. El sueño no tardó en hacerme su presa mas, éste letargo fue interrumpido minutos después por aquella loba que había acompañado a mi hermano, velando por él y preocupándose por su vida como si la suya dependiese también de ella; aquel celo en cuidarle no era propio de la dedicación por un alfa, había algo más aunque ahora no tenía fuerzas para averiguar el qué, ya tendríamos tiempo.
[...]
En mitad de la noche me desperté de sobresalto con la frente y el escote perlado en sudor que aquella pesadilla me había provocado. De nuevo la fiesta, mas esta vez con un final muy distinto, mi cuerpo destrozado entre sus manos y posteriormente el de toda mi familia, Reidar, Damon y su prometida y Errol... mi manada descabezada. Mi respiración era agitada y no tenía a Errol o a Reidar para refugiarme entre sus brazos y que ellos me susurraran que nada malo nos pasaría.
Con mucho esfuerzo, y abriéndome alguna herida, me levanté de la cama para arrastrar mis pasos a la cama de mi hermano. Poco me importaba que casi fuéramos dos extraños, sólo sabía que en aquel momento él era mi única familia allí presente, y el único cuyo contacto haría desvanecer todas mis pesadillas.
Dejé caer mi cuerpo al suelo, procurando no hacer ruido para perturbar el sueño de aquellos dos lobos y, con la espalda apoyada en su camastro y mis manos entrelazadas de nuevo con las suyas volví a sumirme en aquel sueño, ahora sin pesadillas, a la espera de que el alba nos recibiera.
Miles y miles de preguntas que ahora se desvanecían de mi mente con tal simple gesto. Su rostro sobre mi regazo, y su respiración plácida y tranquila, acompasada a la mía y durmiendo como si al fin, estuviera seguro, contento de verme a mi segura entre sus brazos. Una delicada sonrisa se dibujó en mis carnosos labios, ahora ajados y surcados de arañazos de aquella criatura sobrenatural que casi se había llevado mi vida con él.
Entrelacé mis manos con las suyas, sintiendo su calidez y respirando tranquila de nuevo, segura, a salvo. El sueño no tardó en hacerme su presa mas, éste letargo fue interrumpido minutos después por aquella loba que había acompañado a mi hermano, velando por él y preocupándose por su vida como si la suya dependiese también de ella; aquel celo en cuidarle no era propio de la dedicación por un alfa, había algo más aunque ahora no tenía fuerzas para averiguar el qué, ya tendríamos tiempo.
[...]
En mitad de la noche me desperté de sobresalto con la frente y el escote perlado en sudor que aquella pesadilla me había provocado. De nuevo la fiesta, mas esta vez con un final muy distinto, mi cuerpo destrozado entre sus manos y posteriormente el de toda mi familia, Reidar, Damon y su prometida y Errol... mi manada descabezada. Mi respiración era agitada y no tenía a Errol o a Reidar para refugiarme entre sus brazos y que ellos me susurraran que nada malo nos pasaría.
Con mucho esfuerzo, y abriéndome alguna herida, me levanté de la cama para arrastrar mis pasos a la cama de mi hermano. Poco me importaba que casi fuéramos dos extraños, sólo sabía que en aquel momento él era mi única familia allí presente, y el único cuyo contacto haría desvanecer todas mis pesadillas.
Dejé caer mi cuerpo al suelo, procurando no hacer ruido para perturbar el sueño de aquellos dos lobos y, con la espalda apoyada en su camastro y mis manos entrelazadas de nuevo con las suyas volví a sumirme en aquel sueño, ahora sin pesadillas, a la espera de que el alba nos recibiera.
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
Abrí lentamente los ojos cuando los primeros rayos de luz entraron por el ventanal ,llevando así mi mano sobre ellos para lograr un mínimo de oscuridad.
Lo primero que vi al centrar mi vista fue el rostro de Arely que sentada al borde de mi cama me dedicaba la mejor de sus sonrisas, se le veía cansada, imagine que había velado mi reparador sueño.
La verdad me sentía mucho mejor, isa que tras estirar ligeramente los músculos del cuello deslice mis ojos hacia la mano de aquella mujer que arrodillada en el suelo y con la cabeza en mi lecho apretaba mi mano de forma cálida. Mi hermana, esa mujer que no conocía, con la que no había intercambiado ni una palabra, mas a su vez la mujer que portaba mi sangre corriendo por sus venas.
Me puse en pie bajo la mirada de mi beta, esa que pone de desaprobación, mas que guarda silencio a sabiendas que odio sentirme débil.
Agarré a mi hermana por la cintura hasta alzarla en brazos, pesaba muchísimo o yo estaba mucho mas débil de lo que imaginaba, mas tras unos pasos renqueantes alcance su cama y ahí, con suma suavidad deposite un cuerpo maltrecho pero vivo. Era una Landvik, saldría adelante.
Alcé una ceja cuando la puerta se abrió y la enfermera empezó a gritarme casi cayendosele la bandeja (esta al parecer acababa de hacer el cambio de turno y no sabia bien quien yo era)
Casi le da un sincope al verme en pie, sin goteros, mientras miraba histérica la ficha, incrédula de mi rápido restablecimiento.
Me ordeno que me acostara, que si sabia que estaba al borde de la muerte y no se cuantas salvajadas mas, por las que guarde silencio, entre otras porque la veía tan alterada que me veía socorriendola a ella.
Sin rechistar aunque si con una picara sonrisa dirigida a mi beta volví al lecho dejándome caer en el con suavidad.
-Tengo hambre -pedí antes de que la mujer de forma airada cerrara la puerta de un portazo hablando por los pasillos de que necesitaba goteros de no se que y un sedante.
Lleve mi mano hasta la de mi beta para acariciarle con dulzura.
-Gracias, por cuidar de mi, ahora deberías irte a descansar tienes mala cara...
Sonreí a sabiendas que le daría la vuelta a mi frase para quedar por encima, fruncir el ceño y enfadarse.
-Aun así estas preciosa con ese vestido, no te lo pude decir en la fiesta, así que...dicen que nunca es tarde...
Me contó un poco lo que sucedió durante el tiempo que estuve inconsciente, así como que mi hermano estaba bien, que la vampiro que habíamos salvado en la taberna de morir cara al sol, había salvado ahora a mi hermana y que ella había quedado al cuidado de mi hermano.
-¿y Jade? -pregunté.
Fue la pregunta que traté de evitar todo el tiempo, mas reconocía que la echaba de menos allí, sujetando mi mano..cuidándome
Lo primero que vi al centrar mi vista fue el rostro de Arely que sentada al borde de mi cama me dedicaba la mejor de sus sonrisas, se le veía cansada, imagine que había velado mi reparador sueño.
La verdad me sentía mucho mejor, isa que tras estirar ligeramente los músculos del cuello deslice mis ojos hacia la mano de aquella mujer que arrodillada en el suelo y con la cabeza en mi lecho apretaba mi mano de forma cálida. Mi hermana, esa mujer que no conocía, con la que no había intercambiado ni una palabra, mas a su vez la mujer que portaba mi sangre corriendo por sus venas.
Me puse en pie bajo la mirada de mi beta, esa que pone de desaprobación, mas que guarda silencio a sabiendas que odio sentirme débil.
Agarré a mi hermana por la cintura hasta alzarla en brazos, pesaba muchísimo o yo estaba mucho mas débil de lo que imaginaba, mas tras unos pasos renqueantes alcance su cama y ahí, con suma suavidad deposite un cuerpo maltrecho pero vivo. Era una Landvik, saldría adelante.
Alcé una ceja cuando la puerta se abrió y la enfermera empezó a gritarme casi cayendosele la bandeja (esta al parecer acababa de hacer el cambio de turno y no sabia bien quien yo era)
Casi le da un sincope al verme en pie, sin goteros, mientras miraba histérica la ficha, incrédula de mi rápido restablecimiento.
Me ordeno que me acostara, que si sabia que estaba al borde de la muerte y no se cuantas salvajadas mas, por las que guarde silencio, entre otras porque la veía tan alterada que me veía socorriendola a ella.
Sin rechistar aunque si con una picara sonrisa dirigida a mi beta volví al lecho dejándome caer en el con suavidad.
-Tengo hambre -pedí antes de que la mujer de forma airada cerrara la puerta de un portazo hablando por los pasillos de que necesitaba goteros de no se que y un sedante.
Lleve mi mano hasta la de mi beta para acariciarle con dulzura.
-Gracias, por cuidar de mi, ahora deberías irte a descansar tienes mala cara...
Sonreí a sabiendas que le daría la vuelta a mi frase para quedar por encima, fruncir el ceño y enfadarse.
-Aun así estas preciosa con ese vestido, no te lo pude decir en la fiesta, así que...dicen que nunca es tarde...
Me contó un poco lo que sucedió durante el tiempo que estuve inconsciente, así como que mi hermano estaba bien, que la vampiro que habíamos salvado en la taberna de morir cara al sol, había salvado ahora a mi hermana y que ella había quedado al cuidado de mi hermano.
-¿y Jade? -pregunté.
Fue la pregunta que traté de evitar todo el tiempo, mas reconocía que la echaba de menos allí, sujetando mi mano..cuidándome
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
Después de varias horas en las que me debatía entre las nauseas, el sueño y la vigilia, aquella fatídica noche dio paso a un precioso día que despuntaba con los primeros rayos de sol. Estaba cansada, hambrienta y preocupada por la recuperación de Damon. Esperaba que la cena hubiese sido suficiente para ayudar a su organismo a recuperarse, porque si no yo sería culpable de su debilidad.
Sonreí aliviada al ver como mi alfa abría los ojos, encandilado por la luz del sol, con la mirada mucho más relajada y dedicándome una preciosa sonrisa. Acaricié su rostro que parecía recuperado, unas pocas horas de sueño habían hecho milagros en él, y apenas quedaban rastros de aquella noche que seguro que nos pasaría factura.
Ladeé la cabeza resignada a guardarme mi opinión respecto a su reposo cuando se levantó de la cama para recoger del suelo a aquella mujer que se encontraba sentada en el suelo cogiéndolo de la mano; no era consciente de en que momento había llegado hasta allí, ni como, pero estaba claro que no era lugar para que después de lo acaecido estuviese durmiendo. Observé como Damon la levantó a duras penas entre sus brazos y la llevo hasta su cama, arropándola con cuidado, girándonos ambos hacía la puerta cuando el grito de una enfermera nos confirmó que no estábamos solos.
Sonreí divertida al ver su expresión de desagrado con la actuación de Damon, como éste me dirigía miradas cómplices mientras la pobre mujer no daba crédito a nuestra irresponsabilidad, y no pude evitar soltar una carcajada cuando salió alterada por la puerta después de que mi alfa le pidiese el desayuno. Otra a la que tendría que enseñarle modales, pensé.
- Estoy bien, y me quedaré contigo hasta que te dejen marcharte; ya descansaré cuando no haya peligro.- contesté enarcando una ceja cuando me percaté de que estaba intentando no cabrearme.- Gracias, y si, nunca es tarde, aunque reconoce que el primer vestido me quedaba de infarto.
Reí ante el pequeño brillo en sus ojos que me mostraba que se recuperaba por momentos, ese brillo que aparecía cuando lo que hacía le tocaba las narices; aquello era buena señal.
Le conté brevemente todo lo sucedido desde que él había perdido el conocimiento; imaginaba que necesitaría saber que había sido de su hermano, y aunque el hecho de que estuviese en manos de una vampiresa no era muy tranquilizador, era ella quien había salvado a su hermana.
- No lo sé, Damon.- susurré mirando nuestras manos entrelazadas cuando me hizo la pregunta más complicada. No sabía donde estaba su prometida.- No vino con nosotros en el carruaje, y después tampoco la he visto.
Sentía que lo había defraudado, que tenía que haberme encargado de informarme de todo, de ocuparme de todos sus asuntos mientras él estaba inconsciente, para eso era su alfa, y en esta ocasión, le había fallado.
Sonreí aliviada al ver como mi alfa abría los ojos, encandilado por la luz del sol, con la mirada mucho más relajada y dedicándome una preciosa sonrisa. Acaricié su rostro que parecía recuperado, unas pocas horas de sueño habían hecho milagros en él, y apenas quedaban rastros de aquella noche que seguro que nos pasaría factura.
Ladeé la cabeza resignada a guardarme mi opinión respecto a su reposo cuando se levantó de la cama para recoger del suelo a aquella mujer que se encontraba sentada en el suelo cogiéndolo de la mano; no era consciente de en que momento había llegado hasta allí, ni como, pero estaba claro que no era lugar para que después de lo acaecido estuviese durmiendo. Observé como Damon la levantó a duras penas entre sus brazos y la llevo hasta su cama, arropándola con cuidado, girándonos ambos hacía la puerta cuando el grito de una enfermera nos confirmó que no estábamos solos.
Sonreí divertida al ver su expresión de desagrado con la actuación de Damon, como éste me dirigía miradas cómplices mientras la pobre mujer no daba crédito a nuestra irresponsabilidad, y no pude evitar soltar una carcajada cuando salió alterada por la puerta después de que mi alfa le pidiese el desayuno. Otra a la que tendría que enseñarle modales, pensé.
- Estoy bien, y me quedaré contigo hasta que te dejen marcharte; ya descansaré cuando no haya peligro.- contesté enarcando una ceja cuando me percaté de que estaba intentando no cabrearme.- Gracias, y si, nunca es tarde, aunque reconoce que el primer vestido me quedaba de infarto.
Reí ante el pequeño brillo en sus ojos que me mostraba que se recuperaba por momentos, ese brillo que aparecía cuando lo que hacía le tocaba las narices; aquello era buena señal.
Le conté brevemente todo lo sucedido desde que él había perdido el conocimiento; imaginaba que necesitaría saber que había sido de su hermano, y aunque el hecho de que estuviese en manos de una vampiresa no era muy tranquilizador, era ella quien había salvado a su hermana.
- No lo sé, Damon.- susurré mirando nuestras manos entrelazadas cuando me hizo la pregunta más complicada. No sabía donde estaba su prometida.- No vino con nosotros en el carruaje, y después tampoco la he visto.
Sentía que lo había defraudado, que tenía que haberme encargado de informarme de todo, de ocuparme de todos sus asuntos mientras él estaba inconsciente, para eso era su alfa, y en esta ocasión, le había fallado.
Arely Pucini- Licántropo Clase Alta
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Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
El alba nos había alcanzado a todas y cada una de las personas que en aquella pertrechada habitación tratábamos de dar descanso a nuestro cuerpo. Mi mano seguía entrelazada a la de mi hermano, ansiando recuperar con ello todo el tiempo que habíamos perdido y acortar la distancia impuesta por nuestros padres.
Le odiaba y le anhelaba a partes iguales. Le odiaba por odiar a mi padre, por haber renegado de nosotros en un principio, pero anhelaba el haber crecido con él, el que me hubiera enseñado a cazar y a luchar como Reidar había hecho, añoraba y anhelaba que él me hubiera visto aullar a la luna por primera vez, anhelaba simplemente que él estuviera orgulloso de mi, de la loba que era tal y como Reidar lo estaba.
Nuestro abrazo de manos desapareció por un instante para ahora, ser sus brazos mi lecho, aquellos que me cogían y llevaban en volandas hasta mi cama de hospital, en un estado entre el sueño y la vigilia. Aún estaba débil, y el paseo de la noche anterior hasta su cama no había hecho sino debilitarme aún más saltándome algunos de los puntos.
Estaba consciente, pero mi cansancio era tal que no me apetecía hablar si quiera o abrir los ojos pues, sentía que hacerlo supondría un esfuerzo y un dolor sobrehumano que, en aquel momento era innecesario y que, además, al parecer dormida podría dar algo más de intimidad a mi hermano y su beta aunque aquella intimidad no acabara de gustarme, parecían algo más que simples amigos, algo más que familia y aquello me escamaba sobremanera.
Los gritos de la enfermera me taladraban los oídos, la cabeza y el mismo alma con aquel tono tan agudo y desagradable. Daban ganas de gritarle que nos dejara tranquilos, que mi hermano sabía cuidarse por sí solo y que sanaría con mucha más rapidez de lo que ella esperaba. Abrí los ojos dispuesta a hacerlo cuando mi hermano y su beta se encargaron con palabras más sutiles de echarla de la habitación. Sin duda alguna, Damon era un Landvik, cabezón y fiel a sus convicciones, si él deseaba levantarse de la cama no habría nadie en este mundo que le impidiera hacerlo por mucho que a él le costara la vida. De nuevo una semejanza más entre nosotros. ¿Habría más semejanzas que diferencias? Suponía que sólo el tiempo me descubriría aquello, pero no pensaba dejar que ese lobo testarudo se deshiciera de nosotros, yo también era testaruda, y él era mi familia y a la familia no se la ignora.
Un nuevo revuelo en el pasillo, gritos y pasos que acudían a la velocidad de vértigo hacia nuestra habitación. Pasos que se escuchaban casi a kilómetros por la fuerza de sus pisadas ¿Qué enfermera asustada vendría ahora para tratar de hacer entrar en razón a mi hermano? Sonreí para mis adentros siendo consciente de que aquellas dos personas de la habitación no reparaban en que estaba despierta e incorporándome sobre la cama.
Pasos más fuertes cada vez y gritos de médicos y enfermeras tratando de... Tratando de cortar el paso al dueño de aquellas pisadas ¿Qué demonios estaría pasando? Y como una ráfaga de aire vino mi respuesta. Su olor golpeó mis fosas nasales, ese olor a bosque, jabón y sudor que me volvía loca y hacía que mis ojos se volvieran del color del ámbar. Le había prometido que volvería hacía dos días y él debía de haberse preocupado al no verme regresar como había prometido.
-Errol...- dije en un susurro ante la atónita mirada de mi hermano y su beta que no entendían qué estaba pasando. Y entonces, como respuesta a sus preguntas, abrió la puerta de un portazo y sus se clavaron sobre los míos con cierta preocupación. Dios, cuánto le había añorado a él y a su olor inundando mi cuerpo.
Le odiaba y le anhelaba a partes iguales. Le odiaba por odiar a mi padre, por haber renegado de nosotros en un principio, pero anhelaba el haber crecido con él, el que me hubiera enseñado a cazar y a luchar como Reidar había hecho, añoraba y anhelaba que él me hubiera visto aullar a la luna por primera vez, anhelaba simplemente que él estuviera orgulloso de mi, de la loba que era tal y como Reidar lo estaba.
Nuestro abrazo de manos desapareció por un instante para ahora, ser sus brazos mi lecho, aquellos que me cogían y llevaban en volandas hasta mi cama de hospital, en un estado entre el sueño y la vigilia. Aún estaba débil, y el paseo de la noche anterior hasta su cama no había hecho sino debilitarme aún más saltándome algunos de los puntos.
Estaba consciente, pero mi cansancio era tal que no me apetecía hablar si quiera o abrir los ojos pues, sentía que hacerlo supondría un esfuerzo y un dolor sobrehumano que, en aquel momento era innecesario y que, además, al parecer dormida podría dar algo más de intimidad a mi hermano y su beta aunque aquella intimidad no acabara de gustarme, parecían algo más que simples amigos, algo más que familia y aquello me escamaba sobremanera.
Los gritos de la enfermera me taladraban los oídos, la cabeza y el mismo alma con aquel tono tan agudo y desagradable. Daban ganas de gritarle que nos dejara tranquilos, que mi hermano sabía cuidarse por sí solo y que sanaría con mucha más rapidez de lo que ella esperaba. Abrí los ojos dispuesta a hacerlo cuando mi hermano y su beta se encargaron con palabras más sutiles de echarla de la habitación. Sin duda alguna, Damon era un Landvik, cabezón y fiel a sus convicciones, si él deseaba levantarse de la cama no habría nadie en este mundo que le impidiera hacerlo por mucho que a él le costara la vida. De nuevo una semejanza más entre nosotros. ¿Habría más semejanzas que diferencias? Suponía que sólo el tiempo me descubriría aquello, pero no pensaba dejar que ese lobo testarudo se deshiciera de nosotros, yo también era testaruda, y él era mi familia y a la familia no se la ignora.
Un nuevo revuelo en el pasillo, gritos y pasos que acudían a la velocidad de vértigo hacia nuestra habitación. Pasos que se escuchaban casi a kilómetros por la fuerza de sus pisadas ¿Qué enfermera asustada vendría ahora para tratar de hacer entrar en razón a mi hermano? Sonreí para mis adentros siendo consciente de que aquellas dos personas de la habitación no reparaban en que estaba despierta e incorporándome sobre la cama.
Pasos más fuertes cada vez y gritos de médicos y enfermeras tratando de... Tratando de cortar el paso al dueño de aquellas pisadas ¿Qué demonios estaría pasando? Y como una ráfaga de aire vino mi respuesta. Su olor golpeó mis fosas nasales, ese olor a bosque, jabón y sudor que me volvía loca y hacía que mis ojos se volvieran del color del ámbar. Le había prometido que volvería hacía dos días y él debía de haberse preocupado al no verme regresar como había prometido.
-Errol...- dije en un susurro ante la atónita mirada de mi hermano y su beta que no entendían qué estaba pasando. Y entonces, como respuesta a sus preguntas, abrió la puerta de un portazo y sus se clavaron sobre los míos con cierta preocupación. Dios, cuánto le había añorado a él y a su olor inundando mi cuerpo.
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
Llevaba un día entero esperándola, pero no volvió, la verdad pensé de todo, desde que había encontrado a su hermano y las cosas se habían alargado, hasta que su vida por algún motivo u otro estaba en serio peligro.
Fue ese ultimo pensamiento el que me hizo pertrecharme hasta los dientes, olvidar le rastro de mi hermana y seguir el de mi prometida.
Sus pasos, su olor todavía presente en mi piel, me llevo hasta un enorme teatro, donde al parecer la noche anterior se había celebrado una gran fiesta, una presentación de compromiso por todo lo alto donde sin lugar a dudas la ciudad había gastado grandes sumas de dinero para pertrechar las calles de aromas florales.
Lo malo era que tanto olor a perfume, tanto olor a flores, tantos olores distintos embotaban mis sentidos a cada paso.
Pero pronto percibí el inconfundible olor a sangre de mi futura mujer, ese que cuando cosí su herida emano hasta mi cubriendo de si todo mi ser.
En el exterior había sido atacada, no tarde en encontrar el rastro de una pelea huellas, ramas, todo apuntaba a que ella había sido la perdedora, aunque había abandonado el escenario con vida.
Vida que se fundía con otras huellas masculinas, unas botas grandes, sangre de humano, distinta, ese que había plantado cara al monstruo que había herido de muerte a mi futura esposa, ese que había ganado la cruenta batalla contra el vampiro, quizás nosferatu con el que había luchado a muerte.
Tendría que agradecer a ese hombre algún día que hubiera dado caza al ser que casi me arrebata a lo que en ese momento mas deseaba en el mundo, Odalyn.
Aun sin tener claro lo sucedido seguí su rastro hasta le interior del teatro, allí un hombre que recogía el desastre me informo de lo sucedido, y de que si buscaba a la dama podría encontrarla en el hospital mas cercano al teatro, que por los rumores que había oído había salvado su vida por los pelos gracias a sus hermanos.
Así volví a tomar mi montura poniendo rumbo al lugar señalado, mis músculos tensos como arpas por la impotencia y la rabia. Por la culpabilidad que sentía al no haberme dado cuenta antes de su falta, por no haberla acompañado, por no haberla protegido como era el deber de todo marido.
Me odie a mi mismo mientras bajaba del caballo adentrándome en el hospital con paso seguro, rápido, no necesitaba preguntar donde estaba, lo sabia, lo percibía, sentía su olor, su piel.
Entre en la habitación seguido de unas cuantas enfermeras que al ver mi rostro desencajado intentaron, sin éxito, frenar mi avance.
Mas pronto abrí la puerta, allí estaba ella, descansando sobre el lecho, malherida, junto a otros dos lobos, un alfa, de aura impresionante que desde la cama de al lado parecía mirarme desafiante poniéndose en pie con rapidez, aunque se notaba su debilidad.
Aun así sus ojos se posaron en los míos arrogantes, como no, ese era el papel de un alfa, pero yo, no venia en busca de pelea, no tenia intención de luchar por manada alguna, yo solo quería estar junto a ella.
Me limite a agachar ligeramente la cabeza, no buscaba confrontaciones y a sentarme junto al lecho de Odalyn que alargaba su mano para tomar la mía.
-Lo siento -susurré contra su piel al tiempo que llevaba el dorso de su mano a mis labios -perdóname, tenia que haber estado allí.
Fue ese ultimo pensamiento el que me hizo pertrecharme hasta los dientes, olvidar le rastro de mi hermana y seguir el de mi prometida.
Sus pasos, su olor todavía presente en mi piel, me llevo hasta un enorme teatro, donde al parecer la noche anterior se había celebrado una gran fiesta, una presentación de compromiso por todo lo alto donde sin lugar a dudas la ciudad había gastado grandes sumas de dinero para pertrechar las calles de aromas florales.
Lo malo era que tanto olor a perfume, tanto olor a flores, tantos olores distintos embotaban mis sentidos a cada paso.
Pero pronto percibí el inconfundible olor a sangre de mi futura mujer, ese que cuando cosí su herida emano hasta mi cubriendo de si todo mi ser.
En el exterior había sido atacada, no tarde en encontrar el rastro de una pelea huellas, ramas, todo apuntaba a que ella había sido la perdedora, aunque había abandonado el escenario con vida.
Vida que se fundía con otras huellas masculinas, unas botas grandes, sangre de humano, distinta, ese que había plantado cara al monstruo que había herido de muerte a mi futura esposa, ese que había ganado la cruenta batalla contra el vampiro, quizás nosferatu con el que había luchado a muerte.
Tendría que agradecer a ese hombre algún día que hubiera dado caza al ser que casi me arrebata a lo que en ese momento mas deseaba en el mundo, Odalyn.
Aun sin tener claro lo sucedido seguí su rastro hasta le interior del teatro, allí un hombre que recogía el desastre me informo de lo sucedido, y de que si buscaba a la dama podría encontrarla en el hospital mas cercano al teatro, que por los rumores que había oído había salvado su vida por los pelos gracias a sus hermanos.
Así volví a tomar mi montura poniendo rumbo al lugar señalado, mis músculos tensos como arpas por la impotencia y la rabia. Por la culpabilidad que sentía al no haberme dado cuenta antes de su falta, por no haberla acompañado, por no haberla protegido como era el deber de todo marido.
Me odie a mi mismo mientras bajaba del caballo adentrándome en el hospital con paso seguro, rápido, no necesitaba preguntar donde estaba, lo sabia, lo percibía, sentía su olor, su piel.
Entre en la habitación seguido de unas cuantas enfermeras que al ver mi rostro desencajado intentaron, sin éxito, frenar mi avance.
Mas pronto abrí la puerta, allí estaba ella, descansando sobre el lecho, malherida, junto a otros dos lobos, un alfa, de aura impresionante que desde la cama de al lado parecía mirarme desafiante poniéndose en pie con rapidez, aunque se notaba su debilidad.
Aun así sus ojos se posaron en los míos arrogantes, como no, ese era el papel de un alfa, pero yo, no venia en busca de pelea, no tenia intención de luchar por manada alguna, yo solo quería estar junto a ella.
Me limite a agachar ligeramente la cabeza, no buscaba confrontaciones y a sentarme junto al lecho de Odalyn que alargaba su mano para tomar la mía.
-Lo siento -susurré contra su piel al tiempo que llevaba el dorso de su mano a mis labios -perdóname, tenia que haber estado allí.
Errol Dow- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/07/2016
Localización : Paris
Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
Los pasos rápidos de otro alfa por el pasillo de aquel hospital que empezaba a parecer con tanta visita el camarote de los hermanos Marx me puso alerta.
Mis ojos se tornaron ámbar, sabia sobradamente que en momentos de debilidad muchos aprovechaban para despojar de su manada a otras proclamándose vencedores absolutos en una pelea a muerte, mas si pensaba por un segundo ese tipo, que por mi falta de sangre iba a ser un rival sencillo de vencer no me conocía en absoluto, en peores condiciones había peleado.
Arely tensó sus músculos cuando la puerta se abrió, aquel tipo y yo nos miramos, su aura era imponente, mas la mía era superior, creo que fue consciente de ello, pues bajo su cabeza en señal de rendición, mientras se apresuraba a sentarse al borde de la cama de mi hermana.
No venia en busca de pelea, si no de esa mujer con la que sin duda debía de tener algún tipo de relación, alguna amorosa por le modo en el que ambos se miraban.
El lobo tomo su mano, depositando cálidos besos en esta, mientras susurraba palabras casi contra sus labios.
Fruncí el ceño acercándome a este para detenerme frente a el.
-¿Y tu quien eres? -pregunte de forma autoritaria.
El hombre hundió sus ojos en los míos, por un instante se tornaron ámbar, era lago normal al enfrentar de frente a dos lobos dominantes.
-Soy Errol, el prometido de tu hermana.
Sonreí de medio lado consciente de todo lo que me había perdido en esta familia que no dejaba de sorprenderme.
-¿Algo mas que tenga que saber? -pregunté a mi hermana mientras estrechaba la mano de su futuro esposo.
Sin duda había elegido bien, se veía un hombre de la vieja escuela, con fieles reglas, con honor y sin duda con el valor suficiente para presentarse allí aun percibiendo mi fuerte aura.
-¿algún embarazo? ¿sobrinos? -reí acompasando mis carcajadas a la del hombre que aun frente a mi me miraba a los ojos.
Mis ojos se tornaron ámbar, sabia sobradamente que en momentos de debilidad muchos aprovechaban para despojar de su manada a otras proclamándose vencedores absolutos en una pelea a muerte, mas si pensaba por un segundo ese tipo, que por mi falta de sangre iba a ser un rival sencillo de vencer no me conocía en absoluto, en peores condiciones había peleado.
Arely tensó sus músculos cuando la puerta se abrió, aquel tipo y yo nos miramos, su aura era imponente, mas la mía era superior, creo que fue consciente de ello, pues bajo su cabeza en señal de rendición, mientras se apresuraba a sentarse al borde de la cama de mi hermana.
No venia en busca de pelea, si no de esa mujer con la que sin duda debía de tener algún tipo de relación, alguna amorosa por le modo en el que ambos se miraban.
El lobo tomo su mano, depositando cálidos besos en esta, mientras susurraba palabras casi contra sus labios.
Fruncí el ceño acercándome a este para detenerme frente a el.
-¿Y tu quien eres? -pregunte de forma autoritaria.
El hombre hundió sus ojos en los míos, por un instante se tornaron ámbar, era lago normal al enfrentar de frente a dos lobos dominantes.
-Soy Errol, el prometido de tu hermana.
Sonreí de medio lado consciente de todo lo que me había perdido en esta familia que no dejaba de sorprenderme.
-¿Algo mas que tenga que saber? -pregunté a mi hermana mientras estrechaba la mano de su futuro esposo.
Sin duda había elegido bien, se veía un hombre de la vieja escuela, con fieles reglas, con honor y sin duda con el valor suficiente para presentarse allí aun percibiendo mi fuerte aura.
-¿algún embarazo? ¿sobrinos? -reí acompasando mis carcajadas a la del hombre que aun frente a mi me miraba a los ojos.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 06/06/2016
Edad : 288
Localización : Bajo las estrellas
Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
El sonido de un extraño alboroto que acaecía en el pasillo llegaron a nuestros oidos a través de la puerta. Me levanté de un salto de la cama sabiendo que aquello no era normal; podía percibir la intensa aura de otro alfa arroyando por el camino todo lo que se interponía a su paso.
Observé como los ojos de mi alfa se tornaron ámbar, señal de que aquella visita no la esperaba y que por ende no conocía al portador de esa enfurecida aura que se detenía ante la puerta, junto con los gritos de las enfermeras que trataban de impedir su inclusión en la estancia.
Me coloqué al lado de Damon que se incorporaba a pesar de mi mirada reprobatoria; si él estaba dispuesto a luchar, no lo haría solo; jamás volvería a dejarlo solo. Busqué como pude entre tanto encaje y tanta capa del vestido, la daga que tenía escondida por debajo de la falda; gruñiendo conmigo misma por no atinar a coger la empuñadura de ésta entre tanta capa de tul.
El lobo desconocido entró como una ráfaga de aire, mirándonos fijamente durante unos segundos para luego desviar la mirada y continuar su camino hasta la mujer que yacía en el lecho de al lado. Enarqué una ceja confundida, todavía luchando contra mi vestido mientras tiraba de la daga que se había quedado enganchada. Por eso no me gustaba vestir así, refunfuñé. No pude más que mirar de reojo a Damon, y al ver su gesto más relajado, imaginé que no había mayor problema que aquel en el que yo me debatía ahora mismo.
Observé como mi alfa y el otro lobo se saludaban, hacían sus correctas presentaciones, y al escuchar de que se trataba del prometido de su hermana, opté por ignorar toda conversación, pues lo cierto es que me importaba bien poco lo que su hermana se trajese entre piernas.
Me senté en la cama de nuevo, y me recosté sobre el mullido colchón donde el olor de Damon me embriagaba por momentos. Necesitaba descansar, solo unos minutitos de descanso y volvería a estar como nueva.
Observé como los ojos de mi alfa se tornaron ámbar, señal de que aquella visita no la esperaba y que por ende no conocía al portador de esa enfurecida aura que se detenía ante la puerta, junto con los gritos de las enfermeras que trataban de impedir su inclusión en la estancia.
Me coloqué al lado de Damon que se incorporaba a pesar de mi mirada reprobatoria; si él estaba dispuesto a luchar, no lo haría solo; jamás volvería a dejarlo solo. Busqué como pude entre tanto encaje y tanta capa del vestido, la daga que tenía escondida por debajo de la falda; gruñiendo conmigo misma por no atinar a coger la empuñadura de ésta entre tanta capa de tul.
El lobo desconocido entró como una ráfaga de aire, mirándonos fijamente durante unos segundos para luego desviar la mirada y continuar su camino hasta la mujer que yacía en el lecho de al lado. Enarqué una ceja confundida, todavía luchando contra mi vestido mientras tiraba de la daga que se había quedado enganchada. Por eso no me gustaba vestir así, refunfuñé. No pude más que mirar de reojo a Damon, y al ver su gesto más relajado, imaginé que no había mayor problema que aquel en el que yo me debatía ahora mismo.
Observé como mi alfa y el otro lobo se saludaban, hacían sus correctas presentaciones, y al escuchar de que se trataba del prometido de su hermana, opté por ignorar toda conversación, pues lo cierto es que me importaba bien poco lo que su hermana se trajese entre piernas.
Me senté en la cama de nuevo, y me recosté sobre el mullido colchón donde el olor de Damon me embriagaba por momentos. Necesitaba descansar, solo unos minutitos de descanso y volvería a estar como nueva.
Arely Pucini- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/06/2016
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
Los licántropos eran hombres de carácter fuerte y testarudo y, en el caso de que fueran los alfas que lideraban la manada, estas características se multiplicaban por cien o más, añadiéndose a las anteriores el orgullo desmedido y el ser portadores de un aura dominante, brillante y que no pasaba desapercibida, es más, que podía imponer incluso a algunos que tuviera el don de vislumbrarla.
Ante mis ojos, dos alfas, mi hermano recién descubierto y mi futuro marido; ambos de auras dominantes y ambos con orgullo, tanto que mi mente no esperaba la reacción humilde de Errol de agachar la cabeza y las orejas ante mi hermano, casi sometiéndose a su voluntad y declarándose el perdedor de una batalla de ojos ámbar que había finalizado antes incluso de haber comenzado.
Sabía que el motivo de su rendición era yo de una forma u otra. Era yo porque Damon era mi hermano, por mucho que hubiera renegado de él días atrás, y Errol no deseaba enfrentarse a él y con ello lastimarme. Era yo porque aquel lobo no deseaba una lucha en aquel momento, eso no era lo importante para él; para él, lo importante en aquellos momentos era yo, acercarse a mi lecho y estrecharme entre sus brazos para comprobar con sus propias manos que la muerte no me había llevado consigo despojándome del calor que emanaba del cuerpo de aquel lobo.
Las palabras fluían de sus labios en forma de disculpa, en un susurro contra mis labios que era casi más un secreto suyo y mío,nuestro. -Shhh- dije interrumpiéndole posando la yema de mi dedo índice sobre sus labios. -Si alguien ha de disculparse aquí, soy yo amor... No tomé suficientes precauciones en mi huida y lo que es peor, no fui consciente de que me perseguían y rastreaban hasta que ese monstruo se abalanzó sobre mi para arrancarme el corazón. Tú no sabías que partiría por la mañana cuando nos dormimos en el lecho y yo, actué por cuenta propia sin pensar que ahora ya mi vida no depende sólo de mi, que ahora también mi vida es tuya y que si muero una parte de ti moriría conmigo-
Dejé escapar un suspiro de entre mis labios sin poder apartar mi mirada color pardo de la suya, tan limpia y pura como un bosque vírgen e inexplorado. Si hubiera muerto aquella noche nunca habría conocido la dicha de haber sido completamente suya, de verle despertar enredado entre mis brazos y mis piernas cada día, la dicha de ser yo quien le arrancara gemidos de placer cada noche, la dicha de anunciarle que sería padre... Podía haber perdido mucho aquella noche y ni siquiera me había parado a pensarlo. Ahora era consciente de cuánto le había echado de menos,de cómo mi mente febril aclamaba su nombre desesperadamente mientras mi cuerpo se debatía entre la vida y la muerte.
Mis labios, con cierta timidez todavía, buscaron los ajenos bajo la atenta e impasible mirada de mi hermano, que no perdía detalle de aquel lobo que había irrumpido en la habitación para abalanzarse casi sobre mi cama, sin saber que ese lobo que ahora consideraba extraño sería en un futuro parte de su familia también. -Errol, este es Damon Landvik, mi hermano mayor, el primogénito- dije mientras ellos se estrechaban la mano como dos buenos amigos de toda la vida. Esperaba que aquellas simples palabras le hicieran comprender quién era, el por qué de mi timidez, de la distancia, de la falta de confianza que sólo los años proporcionan. Damon era el mayor, le correspondía nuestra manada, ser el alfa pero... ¿le correspondería ahora también ser él quien decidiera si podía ligar o no mi vida a a Errol?
-No hermano- aquella última palabra sonaba rara en mis labios cuando me dirigía a él, debía acostumbrarme, asimilarlo -Me temo que tanto Errol como yo respetamos las viejas tradiciones a raja tabla, sólo tendras sobrinos cuando el alfa de la manada le de su consentimiento para tomarme como esposa, cuando ambos nos unamos tanto en forma humana como en nuestra forma lobuna-
Mis ojos de nuevo buscaron los de Errol que me dedicó una dulce sonrisa mientras sus manos se enredaban con las mías, acariciándolas con delicadeza, con temor a que fuera a romperme y deshacerme entre sus dedos como una frágil muñeca de porcelana. -Estoy bien Errol, de verdad. Sólo estoy despeinada y magullada, lo peor ya ha pasado y mi vida apenas corre peligro, sigo pudiendo liderar la manada contigo, sigo siendo yo y en cuanto sea capaz de levantarme de este lecho sin ponerme lívida, saltarme puntos y aullar de dolor, te patearé el trasero con el tiro al arco, ya verás... No te vas a librar tan fácilmente de mi, tenemos una apuesta que ganaste ¿recuerdas? Así que ahora soy tuya y no puedo estar más contenta de serlo-
Era tozuda, una Landvik y como tal, traté de incorporarme en aquel lecho para demostrarles a ambos que mis palabras eran veraces. Que era fuerte, que estaba bien y que no corría peligro, más la palidez de mi rostro y el sudor de mi frente decían lo contrario. Mi mente era fuerte pero mi cuerpo seguía estando débil y, como resultado, se desplomó sobre el pecho de mi prometido cuando las fuerzas me fallaron -Dame dos días Errol, dame dos días y saldré por mi propio pie de este hospital- Una cansada sonrisa se dibujó en mi rostro; deseaba ser fuerte, deseaba que ambos no se arrepintieran de haberme escogido como su hermana y su prometida respectivamente, deseaba demostrarles que los Landvik podíamos caer pero siempre nos levantábamos.
Ante mis ojos, dos alfas, mi hermano recién descubierto y mi futuro marido; ambos de auras dominantes y ambos con orgullo, tanto que mi mente no esperaba la reacción humilde de Errol de agachar la cabeza y las orejas ante mi hermano, casi sometiéndose a su voluntad y declarándose el perdedor de una batalla de ojos ámbar que había finalizado antes incluso de haber comenzado.
Sabía que el motivo de su rendición era yo de una forma u otra. Era yo porque Damon era mi hermano, por mucho que hubiera renegado de él días atrás, y Errol no deseaba enfrentarse a él y con ello lastimarme. Era yo porque aquel lobo no deseaba una lucha en aquel momento, eso no era lo importante para él; para él, lo importante en aquellos momentos era yo, acercarse a mi lecho y estrecharme entre sus brazos para comprobar con sus propias manos que la muerte no me había llevado consigo despojándome del calor que emanaba del cuerpo de aquel lobo.
Las palabras fluían de sus labios en forma de disculpa, en un susurro contra mis labios que era casi más un secreto suyo y mío,nuestro. -Shhh- dije interrumpiéndole posando la yema de mi dedo índice sobre sus labios. -Si alguien ha de disculparse aquí, soy yo amor... No tomé suficientes precauciones en mi huida y lo que es peor, no fui consciente de que me perseguían y rastreaban hasta que ese monstruo se abalanzó sobre mi para arrancarme el corazón. Tú no sabías que partiría por la mañana cuando nos dormimos en el lecho y yo, actué por cuenta propia sin pensar que ahora ya mi vida no depende sólo de mi, que ahora también mi vida es tuya y que si muero una parte de ti moriría conmigo-
Dejé escapar un suspiro de entre mis labios sin poder apartar mi mirada color pardo de la suya, tan limpia y pura como un bosque vírgen e inexplorado. Si hubiera muerto aquella noche nunca habría conocido la dicha de haber sido completamente suya, de verle despertar enredado entre mis brazos y mis piernas cada día, la dicha de ser yo quien le arrancara gemidos de placer cada noche, la dicha de anunciarle que sería padre... Podía haber perdido mucho aquella noche y ni siquiera me había parado a pensarlo. Ahora era consciente de cuánto le había echado de menos,de cómo mi mente febril aclamaba su nombre desesperadamente mientras mi cuerpo se debatía entre la vida y la muerte.
Mis labios, con cierta timidez todavía, buscaron los ajenos bajo la atenta e impasible mirada de mi hermano, que no perdía detalle de aquel lobo que había irrumpido en la habitación para abalanzarse casi sobre mi cama, sin saber que ese lobo que ahora consideraba extraño sería en un futuro parte de su familia también. -Errol, este es Damon Landvik, mi hermano mayor, el primogénito- dije mientras ellos se estrechaban la mano como dos buenos amigos de toda la vida. Esperaba que aquellas simples palabras le hicieran comprender quién era, el por qué de mi timidez, de la distancia, de la falta de confianza que sólo los años proporcionan. Damon era el mayor, le correspondía nuestra manada, ser el alfa pero... ¿le correspondería ahora también ser él quien decidiera si podía ligar o no mi vida a a Errol?
-No hermano- aquella última palabra sonaba rara en mis labios cuando me dirigía a él, debía acostumbrarme, asimilarlo -Me temo que tanto Errol como yo respetamos las viejas tradiciones a raja tabla, sólo tendras sobrinos cuando el alfa de la manada le de su consentimiento para tomarme como esposa, cuando ambos nos unamos tanto en forma humana como en nuestra forma lobuna-
Mis ojos de nuevo buscaron los de Errol que me dedicó una dulce sonrisa mientras sus manos se enredaban con las mías, acariciándolas con delicadeza, con temor a que fuera a romperme y deshacerme entre sus dedos como una frágil muñeca de porcelana. -Estoy bien Errol, de verdad. Sólo estoy despeinada y magullada, lo peor ya ha pasado y mi vida apenas corre peligro, sigo pudiendo liderar la manada contigo, sigo siendo yo y en cuanto sea capaz de levantarme de este lecho sin ponerme lívida, saltarme puntos y aullar de dolor, te patearé el trasero con el tiro al arco, ya verás... No te vas a librar tan fácilmente de mi, tenemos una apuesta que ganaste ¿recuerdas? Así que ahora soy tuya y no puedo estar más contenta de serlo-
Era tozuda, una Landvik y como tal, traté de incorporarme en aquel lecho para demostrarles a ambos que mis palabras eran veraces. Que era fuerte, que estaba bien y que no corría peligro, más la palidez de mi rostro y el sudor de mi frente decían lo contrario. Mi mente era fuerte pero mi cuerpo seguía estando débil y, como resultado, se desplomó sobre el pecho de mi prometido cuando las fuerzas me fallaron -Dame dos días Errol, dame dos días y saldré por mi propio pie de este hospital- Una cansada sonrisa se dibujó en mi rostro; deseaba ser fuerte, deseaba que ambos no se arrepintieran de haberme escogido como su hermana y su prometida respectivamente, deseaba demostrarles que los Landvik podíamos caer pero siempre nos levantábamos.
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 72
Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: La vida que pende de un fino hilo (Privado)
Su disculpa llegaba a mis oídos mientras negaba una y otra vez con la cabeza, me sentía culpable, el único culpable de que mi futura esposa hubiera acabado en el hospital, de que su cuerpo lejos de estar en mi lecho compartiendo fresas y champang se encontraba en aquella maldita cama postrado frente a mis ojos.
Acaricié sus labios con los míos para forzarla a guardar silencio, cada palabra suya agotaba su mente. Podía sentirla tan débil y aun así trataba de hacerse pasar por fuerte, algo muy típico en los machos alfa, tercos, arrogantes incapaces de reconocer que a nosotros los problemas también nos asolan y que hay días que solo nos levantamos de la cama porque esa es nuestra misión, aunque nuestra alma, rota en mil pedazos nos orille a la soledad de un cuarto vació y a las lagrimas que no podemos permitir que aneguen nuestros ojos.
Pronto la presentación con su hermano, el alfa por su jerarquizar como hermano mayor de todos fue echa y frente a este presente mis respetos, acompañando a las palabras que mi prometida le dedicaba.
Esas que veía dibujaban en el rostro de Damon satisfacción, posiblemente, porque el, respetaba tanto como yo la tradición de los bosques, la de la manada y ninguno de ambos la quebrantaría nunca.
Sonreí contra la boca de mi esposa cuando esta hizo el ademan de alzarse, mi mano empujo su cuerpo contra el lecho para que guardara reposo mientras mis dedos se colaban entre su pelo, apartando los mechones de esa frente perlada en sudor.
-Te quiero fuerte, te quiero entera y te quiero mía y para todo eso, has de tener el reposo necesario.
No volveré a cometer el mismo error dos veces, la primera casi te pierdo, mas ahora nada ni nadie me despegara de este lecho.
Cuando salgas de aquí, sera conmigo de la mano y tras esto pediré tu mano si es necesario a tus dos hermanos.
Mis intenciones, firmes y claras acariciaron en susurros su boca que lenta se entreabrió para aceptar la mía.
Nuestro futuro había quedado marcado a fuego contra sus labios, promesa que sin duda cumpliría cuando todos nos encontráramos en otra situación mas agradable, otra en la que el hospital y la sangre no fuera testigo de nuestra chanza.
Acaricié sus labios con los míos para forzarla a guardar silencio, cada palabra suya agotaba su mente. Podía sentirla tan débil y aun así trataba de hacerse pasar por fuerte, algo muy típico en los machos alfa, tercos, arrogantes incapaces de reconocer que a nosotros los problemas también nos asolan y que hay días que solo nos levantamos de la cama porque esa es nuestra misión, aunque nuestra alma, rota en mil pedazos nos orille a la soledad de un cuarto vació y a las lagrimas que no podemos permitir que aneguen nuestros ojos.
Pronto la presentación con su hermano, el alfa por su jerarquizar como hermano mayor de todos fue echa y frente a este presente mis respetos, acompañando a las palabras que mi prometida le dedicaba.
Esas que veía dibujaban en el rostro de Damon satisfacción, posiblemente, porque el, respetaba tanto como yo la tradición de los bosques, la de la manada y ninguno de ambos la quebrantaría nunca.
Sonreí contra la boca de mi esposa cuando esta hizo el ademan de alzarse, mi mano empujo su cuerpo contra el lecho para que guardara reposo mientras mis dedos se colaban entre su pelo, apartando los mechones de esa frente perlada en sudor.
-Te quiero fuerte, te quiero entera y te quiero mía y para todo eso, has de tener el reposo necesario.
No volveré a cometer el mismo error dos veces, la primera casi te pierdo, mas ahora nada ni nadie me despegara de este lecho.
Cuando salgas de aquí, sera conmigo de la mano y tras esto pediré tu mano si es necesario a tus dos hermanos.
Mis intenciones, firmes y claras acariciaron en susurros su boca que lenta se entreabrió para aceptar la mía.
Nuestro futuro había quedado marcado a fuego contra sus labios, promesa que sin duda cumpliría cuando todos nos encontráramos en otra situación mas agradable, otra en la que el hospital y la sangre no fuera testigo de nuestra chanza.
Errol Dow- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 27/07/2016
Localización : Paris
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