¡Corre! Pero no grites... /Privado

por **Joshua Maloney** Vie Feb 06, 2015 9:42 am

-¡Deténganlo! ¡¡No lo dejen escapar!

Grita mi ex jefe, acompañado por dos policías que me vienen pisando los talones. No sé cómo es capaz de mover sus piernas con tremenda masa corporal que posee. Es un auténtico cerdo en el sentido estricto de la palabra. No come para vivir, vive para comer (De sólo recordar el cómo es que hablaba con la boca llena, salpicando todo cuando hablaba, me dan ganas de devolver el estómago) Me abordó saliendo de un pequeño restaurante al suelo asistir con frecuencia cuando el dinero me lo permite, dejándome en vergüenza delante de todos los transeúntes gritando de viva voz que soy un delincuente, que le debo mucho dinero y que debo ir a la cárcel por incumplimiento de contrato. La verdad es que no le debo nada a éste sujeto. Trabajé hasta el último día como lo estipula el contrato. Le di las gracias por haberme dado la oportunidad de haberme abierto las puertas pero al parecer no se ha quedado conforme con mi partida de la compañía.

-¡Que no escape! ¡Corran! ¡Corran!

Aún puedo escuchar su horrible voz detrás de mí. ¿Acaso ese hombre no se cansa? Dos, no quiero “usar más fuerza y velocidad” de lo normal, porque no quiero llamar demasiado la atención, suficientes problemas tengo ya, para que encima me señale como un anormal y la inquisición sea quien me tenga en su lista de próximas capturas. << No debí levantarme de la cama hoy, no debí, algo me decía que no debía poner un pie fuera >> La gente se hacía a un lado, murmurando. Hasta se atrevían a señalarme y le indicaban a los policías por dónde había pasado ¿Es que no tienen vida propia? Ni siquiera me conocen ¡Yo no soy un delincuente!

Doblo hacia la derecha penetrando a una especie de callejón que no tiene salida << No puede ser, no puede ser, piensa rápido >> Se antojaba transformarme en un ave, pero eso implica dejar atrás mi ropa de invierno y no estoy en posibilidades de comprar ropa de invierno, estoy quebrado. << ¡Ayúdame Dios! >> Mi corazón late con fuerza haciendo PUM, PUM, PUM, sucede que no quiero que me atrapen, estoy desesperado, ¡soy inocente!

El chirriar de una puerta me devuelve a la realidad, de alguna parte ha salido una señorita a depositar una gran bolsa de basura en algún rincón. Sin pensarlo dos veces, corro hacia ella.

-¡Con permiso necesito pasar! -. No estoy acostumbrado a irrumpir a lugares donde no soy invitado, pero es tal mi desesperación, que mi instinto de supervivencia me obliga a hacer cosas impensables e inimaginables.

Al parecer estoy dentro de algo que semeja una cocina. Hay muchos trastos y olor a residuos comestibles, más allá al fondo, justo del otro lado hay otra puerta. Dirijo mis pasos hacia ahí y la empujo con fuerza. Me encuentro en un pasillo estrecho con poca luz, que desemboca hacia otra puerta. ¡Esto parece un laberinto!

Ahora me encuentro dentro de una estancia muy colorida con muebles de todos tamaños y colores muy ¿rosados? Parpadeo. ¿Dónde es que me he venido a esconder? Me quedo estático observando todo con interés, rascándome la nariz, hay muchos olores combinados que pican. << ¿Qué será este sitio? >> No quiero dar un paso más allá, creo que – solamente creo – que probablemente esté en un…

-La casa todavía no abre jovencito. – La voz al pie de la escalera me saca de concentración. Es una mujer muy guapa y madura que apenas cubre su cuerpo con una bata transparente dejando ver más allá de lo permitido. Agacho la mirada apenado, con los colores subidos-. Si en verdad tienes urgencia puedo atenderte y darte un precio especial por ser un cliente nuevo – Levanto tímidamente la mirada. Ella me sonríe coqueta, moviendo las pestañas.

-Eh, no, no… Yo no… Gracias, he entrado porque.., por una mera casualidad. Ya mismo he de irme.

Aún incrédulo por lo que acabo de ver, trato de salir por la puerta principal, pero al tratar de dar un paso, me percato de que mis perseguidores están afuera << ¿Todavía no se rinden? >> La cortinilla aterciopelada me sirve de escondite para observar hacia afuera. <<¡ Por favor que no vayan a entrar aquí, o de lo contrario estaré perdido! >>

por **Zavannah Zöllner** Dom Mar 01, 2015 6:37 pm

La mayoría del tiempo, Zavannah se sentía fuera de sí. Aunque estuviera respirando, caminara, comiera, o incluso durmiera, no se sentía dueña de sus acciones. Su cuerpo era su cárcel, una que era custodiada por alguien que llevaba su misma sangre, su mismo apellido. La cambiante podía ser comparada con una flor. Misma que sólo pudo quedarse en su forma de capullo, que nunca vio el sol en su total esplendor, y por lo mismo comenzó a marchitarse. Había partido de casa con la idea de poder llegar a un lugar para ser libre, y el haber llegado a tomar esa decisión, fue el peor de sus errores.

La noche anterior, la jovencita había tenido un problema serio en el burdel con su hermano. Zigmund, que estaba tan obsesionado con ella, no concebía la idea de tener a su hermana trabajando en aquel lugar con él. Él joven sentía terror, no deseaba la confundieran con una prostituta, o que se la quisieran arrancar de su lado. Sin duda la cambiante estaba confundida, pero con todo y eso había sacado las fuerzas para ingeniarse la manera de sacarse a su hermano de encima, y sobretodo, poder trabajar.

Aquella mañana había despertado con la actitud un poco más positiva. Dejó que su hermano se quedara durmiendo, se vistió, tomó un vaso de leche quitándole la nata, un pan dulce, y salió tarareando una canción en camino al burdel.

Como era de esperarse, el lugar se encontraba desordenado, no sucio, sino desordenado. Las prostitutas eran higiénicas ¿Y cómo no? Sino se cuidaban ellas, ¿quién lo haría? Nadie. Zavannah se dedicó a recoger colchas sucias de la noche anterior. Las metió en un enorme canasto, el cuál cargó hasta la parte trasera. Más tarde, cuando los clientes comenzaran a llegar se pondría a lavar. No ahora, no en ese momento cuando estar dentro de las instalaciones era seguro y divertido.

La tranquilidad se interrumpió. Algo inusual había pasado, y la joven cambiante se asomó por una de las puertas intentando descifrar que pasaba. Rogaba a Dios por que no fuera su hermano quien hubiera empezado a hacer show, sino alguien más. ¡Que alegría! No había sido Zigmund. Un extraño, uno que al mismo tiempo parecía conocido. Ese aroma era fantástico, Uno similar a ella. Uno que no había sido gozado con anterioridad por que había estado alejada del mundo sobrenatural.

— Tania, déjalo, es mi amigo — Mintió la joven por mero instinto. Las cortesanas y trabajadores cercanos la miraron extrañados. Todos sabían que Zavannah no tenía amigos, ninguna figura masculina a su lado, simplemente su hermano. — Te dije que no vinieras aquí, tu eres un joven débil — Miró al cambiante con cierta complicidad. Esperando a que entendiera que estaba intentando ayudarlo. — Ven, acompáñame. — Estiró sus manos tomándolo de los hombros para que reaccionara y avanzara. — ¿Ya comiste? ¿Dormiste? ¡Te ves tan pálido! — Le apresuró a que avanzara, todo con tal de no ser descubierta. Si su hermano se enteraba, los dos terminarían muertos.

Cuando se encontró lejos de la vista ajena, le soltó.

— Deberías aprender a entrar a un burdel sin dinero. Las mujeres suelen ser peores, más cuando su trabajo va de la mano de la denigración, y la necesidad del dinero para comer ¿me explico? — Le ayudó a acomodarse el cabello. — ¿Qué ha pasado? — Los ojos de Zavannah mostraban preocupación. Ciertamente ella tenía un corazón puro y bondadoso. Aunque fuera un desconocido lo iba a ayudar, por ser tan dulce, y también por curiosidad. ¡El podría enseñarle de su condición!

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