In protect [Catalina]

por Invitado Sáb Feb 07, 2015 5:04 pm

“No vuelvas a la oscuridad de los corredores”

La función estaba por empezar, los actores estaban sobre el escenario y la tristeza de mi mirar se hacía presente al saber que yo no estaba allí con ellos. Hacía una semana había sido la última actuación que daría, quizá no por toda la eternidad, pero si el tiempo suficiente para que las cosas estuviesen mejor en Paris. Pues tenía miedo, todos los teníamos y quienes estaban actuando tan libremente en aquel lugar era porque ya no pretendían conservar más su inmortalidad. Mes tras mes se encontraban cenizas de aquellos con quienes yo había estado por varios años. Al principio las lágrimas habían brotado de mi mirar por horas, ahora, comprendía que ya no valía la pena. Ya no tenía sentido temblar y agonizar por los demás, quienes no ponían precauciones en su existir. Incluso pensé que habría sido prudente cerrar aquel teatro escondido en la ciudad. Pero era imposible, era el lugar más amado por los inmortales, sin contar aquel bar estrafalario que tenía el mismo dueño de ese teatro. Aquel donde solo sobrenaturales se juntaban.

Como fuese, aquella noche estaba para disfrutar, con una copa alargada de vino en la mano y un traje relucientemente negro con detalles en dorados puesto en mi piel. Me abanicaba por todos los sectores buscando alguna maravilla nueva. Aquel lugar era extremadamente hermoso, la pasarela estaba en un costado, las mesas estaban por detrás y el teatro propiamente dicho se encontraba más distanciado, elegantemente acomodado.

Como era de esperarse, no pude estar demasiado tiempo quieto. Y ante el menor chasquido de entre la multitud me levanté a observar. Al parecer alguna clase de hermosa humana estaba cerca, quizá demasiado, al punto de que yo la sentía a unos pocos metros. Mis rasgados ojos se estiraron con curiosidad, como si quisiera ver a través de las personas. Pero solo podía olisquearla, su perfume y su coraza eran dulces y su sangre podía sentirse limpia y apetitosa. Mordí mi labio inferior, por momentos tenía hambre y por otros temía por la mortalidad de aquella que estaba buscando su muerte.

Negué con recelo y agachando la cabeza comencé a dirigirme a la zona. Esperaba que alguien se dignara a salvarla, pero sabía que solo unos pocos eran los que no terminaban con sus víctimas luego de beberlas. Por suerte, yo era uno de esos. Un vampiro que se metía a los cuartos ajenos y absorbía una débil cantidad de sangre y luego cubría los tajos que dejaba. Eran marcas alargadas hechas con un filoso cuchillo de punta fina, como si fuese una aguja con releje en los bordes. Debía valerme de ello, pues no tenía colmillos con los cuales alimentarme. Pero ya me había acostumbrado y solo tenía que dejar caer un poco de mi sangre para ocultar la marca. De esa manera no era necesario matar a nuestras presas, aunque no podía decir que fuese sencillo, por lo contrario era demasiado molesto y siempre me quedaba con hambre.

Suspiré al ver que tendría que ir a ayudar a la muchacha y me acerqué con una sonrisa de lado a lado, antes de que otro pudiese acercarse me abalancé dando la ilusión de que yo también quería devorarla. —Buenas noches, señorita. — Con la copa entre mis dedos entrecerré la mirada y me encorvé ligeramente, para poder verla a los ojos. — Es la primera vez que la veo por este teatro. Soy un comensal frecuente del lugar... ¿Has venido sola o estas esperando a alguien? — Con la sonrisa de dientes romos blanquecina y dulce pregunté casi bufando. ¿Cómo podía haber llegado sola a un lugar como ese? Ella no tenía idea en dónde se estaba metiendo y yo no entendía por qué siempre me entrometía en destinos ajenos.

por **Catalina De Gante** Sáb Feb 07, 2015 7:41 pm

Giró entre sus manos la pequeña tarjeta que había recogido del suelo, al salir del teatro. Esa que había caído, del abrigo de aquel hombre que pasando apresuradamente, casi la hiciera caer. Catalina había protestado, pensando en lo poco caballeroso que podían ser algunos hombres. Aquella reflexión le hizo recordar lo amable y bondadoso que fuera su marido. Un sentimiento de pena inundó su pecho, - jamás te hubieras comportado de esa forma – le habló como si él aún estuviera a su lado. En todos esos meses que llevaba en París, no había podido olvidarle, por eso Nuño permanecía en su mente día tras día, recordándole todo lo que no volvería a vivir.

Suspiró, mientras intentaba volver su atención a ese pequeño trozo de papel, era inútil intentar dar alcance al descuidado caballero y en verdad, tampoco deseaba hacerlo. Así que se dedicó a husmear, cualquier cosa era mejor que dejar que sus recuerdos la sumergieran en una constante nostalgia de un tiempo que ya no regresaría. Al principio creyó que se trataba de una tarjeta de presentación, pero al leer las letras doradas en el fondo negro, descubrió que en verdad era un tipo de invitación para concurrir a un lugar, una entrada.

Se sorprendió al leer que se trataba de un teatro, y al parecer, por aquel trozo de papel, uno muy selecto. - Theatre des Vampires - leyó mientras sus dedos acariciaban la elegante caligrafía de la impresión, - ¿otro teatro? – ella estaba casi segura que en París, el único teatro era aquel donde trabajaba, pero por supuesto podía equivocarse. Se preguntó cómo sería, por el nombre que llevaba supuso que se trataría de algún tipo de temática especial, - no estaría mal asistir, y así intentar aprender algo nuevo, aunque poco sé sobre el tema en que se basan las obras - se reprendió. Había dejado de leer con la asiduidad que lo hiciera en tiempos cuando su esposo vivía. Entonces recordó un poema que leyera no muchas noches atrás, cuando rebuscando algo que leer para pasar otra noche de insomnio, llegara a sus manos el libro en el que estaba publicado ese poema de Gottfried August Bürger, - Leonore – susurró, - aquella joven que llora y pide que su amado regrese, dispuesta a entregar su alma por lograr estar a su lado… si… ¿cómo decía?...los muertos viajan deprisa… – recordó, mientras un escalofrío la recorría.

La noche siguiente, era su día libre y no lo dudó. Vestida de negro, porque aún llevaba luto por su esposo, se dirigió al teatro. Cuando descendió del coche, le sorprendió, todo en aquel lugar, no era un edificio tan llamativo como el Garnier, pero la suntuosidad se podía apreciar apenas cruzar el umbral, una atmosfera de misterio y secretos, parecía cubrirlo todo. Su piel se erizó, definitivamente parecía como si apenas entrar al recinto, el rojo lo cubría todo, las paredes, los techos, las butacas, los palcos, - rojo y dorado – pensó, aunque lo que más le sorprendió, era como la mayoría de las personas presentes la contemplaban, - ¿será que estoy mal vestida? – se preguntó, una sensación de incomodidad se apoderó de ella, de pronto deseaba salir corriendo de allí - es hermoso, pero, creo que mejor… - estaba por encaminarse a la puerta principal, cuando un joven se acercó a ella, con una rapidez que la tomó por sorpresa, al igual que sus palabra, - ¿comensal? ¿Existe un restaurante en éste lugar? Que torpe, no me he dado cuenta – caviló, solo sonriendo apenada – pues la verdad, he concurrido sola, me enteré que existía este teatro y su temática llamó mucho mi atención – abrió los ojos asombrada – vampiros… ¿no es sorprendente? Solo he podido leer una que otra obra sobre el tema, por eso quise deleitarme con una de las obras que estuvieran en cartel… - de pronto se dio cuenta que tampoco había observado marquesinas, - pero no he descubierto aún, cual es la obra que están presentado – confesó.

por Invitado Mar Feb 10, 2015 2:50 pm

“Será el tintineo de tu esperanza”

Una leve sorpresa se fundió en mí mirar; al parecer ella jamás habido entrado al Teatro, el cual tenía de sobra una pequeña cantina para así poder beber mientras se disfrutaba la obra. La razón era clara, la sed que daba no poder tomar sangre y estar rodeado de humanos era imposible de ocultar sin mentirle a la garganta con algo. Pero no dije nada al respecto y solo le sonreí como a quien le da ternura un gato perdido en la calle. Y asentí levemente apuntando al final de todo como la barra se entrometía entre los palcos privados. — ¿Se enteró del teatro? Ya veo, bueno es uno privado. Supongo que tenía su invitación, ya que está aquí, aunque resulta sospechoso. ¿Quieres beber algo? — Observando su vestido y su bello rostro acerqué mi mano para que así ella me ofreciera la suya. Era un trato común entre los hombres y mujeres de la época, si ella me lo permitía depositaría un beso allí, de lo contrario solo tenía que retirar la mano educadamente. No solía estar muy rodeado de humanas de clase alta, pero sabía cómo tratarlas. Más era yo de juntarme con gitanas o cambiantes del bajo mundo, y no tenía ninguna excusa al respecto, pero era quizá el hecho de ser tan formales, lo que me ponía de mal humor. Y me preguntaba si ella sería curiosa o si realmente se había metido en una trampa ideada por algún que otro vampiro del recinto. Negué ante el pensamiento y pronto fueron sus palabras las que me hicieron volver a sus orbes y pestañear levemente. Miré de pronto al escenario, no me había fijado que obra iban a hacer esa noche, simplemente había asistido por la nostalgia y el recuerdo ameno que me dulcificaba los labios y el corazón ya detenido. — Oh, es la obra Mademoiselle Fifi. Claro que está un poco modificada, la ambientan a la oscuridad de los vampiros. Seguramente lo va a disfrutar si le gustan las cosas nuevas. —

Me emocioné como un niño al cual le hablan de sus cuentos favoritos, poniendo ambas manos juntas cerca de mi pecho y volteé el rostro a la chica, riendo apenas en lo que comenzaba a caminar al lugar que había reservado. Solía ir con Nicolás a ver las obras, pero luego él no quiso ir más y al final había terminado escurriéndome por los lugares para llegar allí y disfrutar de la cordialidad de los vampiros, actores, cantantes y malabaristas que hacían contener la respiración a los humanos que los veían. Con todos sus saltos, sus gritos y sus movimientos imposibles. — Más sorprendente que el nombre que se dan, es las cosas que pueden hacer. No es en vano, pero no es un lugar para venir sola, ya sabe, la zona no es muy conocida. Y hay ladrones por las afueras, debería tener más cuidado. Soy Hero, Hero Jaejoong. Y si quiere puede sentarse conmigo, tengo reservado un balcón y he venido solo también. — La claridad con la que hablaba, la forma suave y la sonrisa flameante fueron dirigidas a ella con completa sinceridad. En principio no quería meterme demasiado, pero fue cuando apenas la alcancé que los demás inmortales decidieran dejármela como si se tratase de un regalo.

Quizá haya sido por mi apariencia, estaba tan delgado que los huesos de los hombros se dejaban ver por debajo de la camisa. Y la expresión de que 'había un cuerpo debajo de mi traje' era algo que sin duda los demás murmurarían. Pues no me alimentaba demasiado en el último tiempo, hacerlo era más que molesto. Así que intuí que tuvieron lástima de mí. Pero era una pena, pues no tenía intenciones de embeberme con la sangre de la nueva humana del lugar. A la cual seguían observando con claro deseo. Rechacé reprobatoriamente esos ojos ajenos y mordí mi labio inferior. — Te miran demasiado, eres muy hermosa. ¿Puedo saber tu nombre? — Consulté curioso, como un animal que se mete en terreno restringido. Quizá estaba haciendo una conversación demasiado larga para ser en un lugar tan atestado de gente como aquel. Pero el tiempo no nos dio lugar a seguir parlando y el chirrido de que la obra estaba por dar inicio se escuchó. Teníamos que ir a sentarnos y me quedé esperándola a poco menos de un metro de distancia, apuntando el palco asignado.

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