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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Katia Plisétskaya1 Mar Feb 10, 2015 11:21 pm



El Amor desata los labios
en palabras de vanidad.
El Amor ata los labios
cuando se dice una verdad.

—William Morris.


Finalmente había logrado lo que tanto se estuvo planteando durante muchos meses, aunque al principio fue algo complicado, logró con astucia convencer a su padre de poder finalmente viajar a París y estar al lado de Magnus. Se aferró tanto a esa idea hasta que su progenitor desistió y le permitió ir a la capital francesa con la única idea de que, según ella, necesitaba a un buen instructor de piano. Sólo eran excusas para acercarse a su primo, pero nadie más lo sospechaba. Anaïs se había encargado de disimular muy bien la relación clandestina que tenía con Magnus, y a esas alturas aún continuaban en las mismas andanzas. A ella no le interesaban otros hombres, por más que su padre se empeñara en buscarle prometido.

El viaje había resultado pesado, tuvo que recorrer un largo tramo desde Marsella a París. Muchas horas que inquietaban más a Anaïs, quien no disfrutaba esos largos trayectos en tren, pero se sacrificaba por el simple hecho de poder estar con la persona que tanto la obsesionaba. Según la misiva enviada, Magnus sería quien la buscaría en la estación de ferrocarriles al sur de la ciudad. La emoción la carcomía por dentro cada vez que se aproximaba más a su destino. Había transcurrido casi un año desde la última vez que se vieron y fue una simple visita casual, muy poco para lo que realmente aspiraba la muchacha. No le bastaban las cartas, quería estar cerca de él. Estaba encaprichada con aquella maldita idea, tanto, hasta que parecía una delirante obsesión.

La estación de trenes estaba atiborrada de personas que caminaban en diferentes direcciones, un completo fastidio para la chica, quien no soportaba a tanta gente. Le asfixiaba. Y como si fuera poco, su terquedad no le permitía ir acompañada, pero fue tanta la insistencia de su padre que la dama de compañía de Anaïs se encaminó con ella en aquel viaje. Pues claro, Leonora, era de la completa confianza de los primos y  quizás, era la única que conocía y hasta apoyaba la relación de ambos. Anaïs estuvo al lado de la mujer, unos cinco años mayor que ella, hasta que Magnus hiciera acto de presencia. Con tantas personas yendo de un lado a otro era casi imposible saber si aquel estaba rondando por los terraplenes de la estación. Era un poco más de las tres de la tarde y con la venida del otoño, el día parecía aún más oscuro. Su primo estaba tardando más de lo esperado, ¿se habría olvidado que tenía que ir por ella? Bufó de frustración con tan sólo pensar en eso.

Quizás se hubiera quejado con Leonora un buen rato por la falta de consideración de Magnus, pero no lo hizo, a pesar de empezar a sentirse un tanto frustrada por la situación. Las personas dentro de la estación empezaban a dispersarse aún más, algunos se quedarían esperando a los próximos trenes y otros simplemente estarían en espera de algún pariente o alguien que fuera a buscarlos. Liberó un pesado suspiro y al echar la vista hacia adelante sus ojos se iluminaron. Al parecer Magnus estaba tan perdido y distraído en el lugar que no reparó que Anaïs estaba justo al frente. La muchacha dejó caer su equipaje y echó a correr hacia donde se encontraba su primo.

— ¡Magnus! —Exclamó mientras se aproximaba al muchacho, terminando por abalanzarse encima de él cuando finalmente estuvo cerca—. Pedazo de idiota, te tardaste. Creí que se te había olvidado que estaría aquí. A menos que Gustav no te haya dicho nada… Porque es muy capaz de hacer algo así.

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Mensaje por Brent Lewis Sáb Feb 28, 2015 10:54 pm

Las personas son diferentes cuando puedes olerlas y verlas de cerca, ¿sabes?
John Green


De tanto estar discutiendo con Gustav, olvido verdaderamente la hora en que debía ir a recoger a su prima. Tanto esperaba ese momento para que su hermano le arruinara el extasis del suceso con su presencia en casa después de días de ausencia completa. Los hermanos únicamente se reunían para discutir y pelear, acrecentando las ideas que tenían para con el otro o para perder el tiempo, tal como sucedió en el caso del menor. La discusión no se sintió larga pero fue lo suficiente como para que cuando saliera de la casa, Magnus ya fuese retrasado en tiempo.

Su camino entero a la estación de trenes se sumergió en la absoluta preocupación por lo que Anais podía estar pensando o peor aun, pasando. Sus preocupaciones e incluso el cariño por Anais no eran sencillamente los de primos; ambos sentían algo más por el otro, algo que quizás entre ellos no era apropiado. Escuchaba rumores sobre matrimonios entre familiares y en algunos momentos creyó en que para ellos podía ser igual, pero no. Su familia no creía tener la necesidad de algo así y fue de esa manera que las ilusiones de los amantes llegaron a su fin, optando por mantener todo entre ellos como un absoluto secreto, aunque eso les llevaba a ocultarse de todos y andar con suma precaución en sus movimientos y acciones cerca del otro. Pese a todo, el romance entre ellos se volvió mucho más solido y no existía algo que hiciera que ambos dejasen de lado los sentimientos por el otro.

La estación de trenes resulto estar mucho más llena de personas de lo que esperaba y apenas bajaba del carruaje, cuando supo que encontrarla en aquel mar de personas le llevaría bastante tiempo, pero no importaba, quería verla mas que a nada en el mundo y en aquellos momentos no existía Gustav para arruinar el encuentro, no uno entre primos sino uno entre amantes.

Caminaba sin un rumbo fijo. Era como una veleta llevada por el viento; solo que era guiado por sus instintos que hasta ese momento le fallaban de forma garrafal al no encontrar rastro alguno de la mujer por quien quien estaba en aquella estación. Candado de no dar con ella, se quedo de pie, observando todo desde esa ubicación. Su visión no pareció ayudar mucho, ya que no fue sino hasta que Anais estaba prácticamente sobre él, que estiro los brazos para recibirla.
¡Demonios! – le abrazo fuerte contra su cuerpo – Estas más hermosa que nunca, me siento celoso por haber tenido que estar lejos de ti – admitió antes de escuchar lo que su prima tenía para decir y solo una carcajada – No lo olvide, es solo que tuve una discusión con Gustav pero no es nada de lo que debamos preocuparnos ahora – observo a Leonora más allá de donde se encontraban ambos y sonrió. Con aquella mujer no tenía nada de que preocuparse. Se separo entonces un poco de ella y le dio un corto beso. La separación le sentaba terriblemente mal y no desaprovecharía el que nadie les prestara atención para recuperar el tiempo perdido – Vamos a ayudar a Leonora y salgamos de una buena vez de este lugar – le tomo de la mano y le guió entre la gente – Bienvenida a París – termino por decir con una enorme sonrisa en el rostro. Estaba emocionado de tenerla a su lado nuevamente.
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Mensaje por Katia Plisétskaya1 Miér Abr 08, 2015 1:25 am



Lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
Era un amor desbordado de locura y de fuego,
Rodando por la vida como en eterno riego.

—Delmira Agustini.


Anaïs no era precisamente una buena persona. Era vengativa, posesiva, rencorosa y una niña mimada sin escrúpulos. Pero con Magnus las cosas sencillamente eran distintas. Él lo era todo para ella, pero por razones del destino había nacido en su propia familia y se volvía una situación un tanto insoportable y desesperante. Aún así, ambos se las ingeniaban para estar juntos y a duras penas lo lograban. Se distanciaron luego de la muerte de la madre de Magnus y sabía perfectamente que éste no la estaba pasando nada bien al lado de su hermano mayor. Gustav siempre había sido el favorito de su tío François y eso era algo mal visto para Anaïs. A pesar de ser hija única y una caprichosa, no toleraba que Magnus fuera siempre desplazado por su hermano mayor. Pero jamás se molestó en recalcárselo a su tío, ni siquiera se lo comentó a su padre. Con la única que lograba dejar salir esas inquietudes era con su dama de compañía.

Estaba realmente contenta de estar nuevamente en París, al lado del amor de su vida. Eso era lo que la había llevado a cruzar casi medio país en tren. Era un riesgo que asumió sin ningún problema, pues lo único que realmente importaba es que estaría con Magnus y eso era lo que verdaderamente le importaba, sin siquiera sospechar que esa felicidad podría durar muy poco.

Estando en la estación creyó que el idiota de Gustav no le había dado el recado a Magnus de que la pasara buscando al llegar a la ciudad. Era muy probable, todo con el fin de fastidiar a su hermano. Ambos parecían perros y gatos, si uno hacía una cosa en contra del otro, tarde o temprano habría una venganza de por medio. Eso a veces era tan irritante para Anaïs, entendía perfectamente a la pobre Agnès. Estaba consciente de que ambos eran un par bastante amargado y ella no se cansaba de repetírselo a Magnus, por mucho que lo quisiera, era la verdad y no se le quedaría callada. Había corrido a sus brazos, como siempre lo hacía en cada encuentro. Desbordando esa energía tan propia de ella. Anaïs sonreía con la emoción típica de un niño cuando se sentía verdaderamente feliz.

—Ah, no empieces con tus celos, Magnus. Todo ha estado demasiado bien como para que ya te pongas como perro rabioso por ahí —bromeó a la vez que entornaba los ojos, correspondiendo luego a sus labios—. Discusión con Gustav… Dime algo que no sepa. Ya me parece que lo de ustedes ya es costumbre. —Estrechó la mano de Magnus mientras caminaba a su lado hacia donde estaba Leonora con el equipaje, quien los esperaba con una amplia sonrisa—. Espero que mi estadía aquí sea buena. Fue realmente difícil convencer a mi padre para que me dejara venir, así que más te vale mantenerme contenta, Magnus Faure-Dumont.

Era una mujer exigente y caprichosa. Pero la verdad es que no quería esperar menos de Magnus, podía hacerlo de cualquier otra persona, menos de él. No le permitiría que la decepcionara nunca, de eso estaba completamente segura Anaïs y se empeñaba con creces en mantener las cosas de ese modo.

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Mensaje por Brent Lewis Jue Abr 30, 2015 11:19 pm

Un primer amor de aquellos que las estrellas combinan, amor que de dos personas el destino fija.
Duque De Rivas


Magnus era realmente el hijo que trataba de encajar con todo lo que se esperaba de él, no pensaba dejar en los suelos su nombre, no de la manera en que Gustav lo hacía diariamente al no presentarse y hacer las cosas que se esperaban de él. De hecho, en los últimos tiempos se encontraba más ausente que nunca y pese a que el menor era quien se encargaba de llevar los negocios a flote, era siempre quien se llevaba las reprimendas y nunca una palabra de aliento o agradecimiento. Por eso era que pensaba en muchas ocasiones que era necesario que fuera algo más como Anaïs, que exigiera las cosas que deseaba y no se dejara de otros pero al final, terminaba cediendo a su manera natural de ser y eso era bueno en el fondo porque de otra manera lo más seguro era que no se soportaran con su prima y debido a que sus personalidades eran diferentes, encajaban a la perfección con el otro.

En el momento que sus ojos dieron con la figura de Anaïs acercándose rápidamente a él, dio gracias de manera silenciosa a la oportunidad de nuevamente tenerla entre sus brazos. La amaba con una intensidad que era increíble para dos personas que llevaban la misma sangre, además de que la veía como su único apoyo en los momentos más complicados. Ella era quien siempre le daba la fuerza para continuar y hacer las cosas, sobre todo cuando lo único que él deseaba era darse por vencido y tirar la toalla. El abrazo de su prima fue tan reconfortante que sonrío en el instante y los problemas con Gustav, aunque fueron comentados, quedaron en el pasado. Anaïs tenía ese efecto en él, era capaz de alejar las preocupaciones y mantenerle centrado en las cosas más importantes, todo porque siempre le decía que debía dejar de ser un amargado o terminaría siendo como Gustav y lo ultimo que él deseaba era ser como su hermano mayor.

Soltó una carcajada cuando ella le recriminaba que se pusiera celoso. Generalmente se esperaba que una mujer se sintiera complacida con esa clase de cosas, pero su prima era tan única que tomaba las cosas como se le daba la gana, muchas veces dejando con la guardia baja a Magnus.
No puedo evitarlo, de tan solo pensar en todos aquellos que han podido observar tu belleza mientras que yo me encontraba aquí en París – ese comentario ya estaba más enfocado en seguir con ella un juego, pero la verdad es que en el fondo todo lo que decía era cierto – No podemos estar a gusto si estamos en paz, ya sabes como somos – suspiró – pero lo importante es que estas aquí y que ya llegue – le sonrió mientras tomaba su mano y la llevaba hasta donde estaban las maletas para la estadía en aquel lugar. Una risita divertida salió de sus labios mientras que esquivaba a todos los que se encontraban aglomerados y yendo de un lado a otro en aquel lugar – Tu estadía será buena, ya veras que si, sobre todo para mi y… – le miro serio – te mantendré todo lo contenta que quieras, ya sabes que quiero consentirte y disfrutar de tu presencia tanto como sea posible – le aseguro mientras llegaban hasta Leonora y entre ella y Magnus cargaban las cosas de Anaïs hasta la salida de aquel lugar, donde se detuvo a esperar que el carruaje llegara hasta ellos y pudieran partir de aquel sitio – ¿Qué te dijo tu padre? ¿No se negó a que vinieras de visita?
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