Encounter [Privado]

El halcón peregrino sobrevolaba el cielo azul a media mañana, sus alas se movían en una trayectoria directa hacia el sur con un único propósito, recaudar información y transmitirla a los altos mandatarios de la Inquisión. A pesar de encontrarse muy por encima de los techos de las múltiples casas que abarcaban la zona podía observar todo tipo de detalles.

Había sido enviada a una misión de rutina y para ese entonces ya se encontraba acostumbrada a participar en ellas. Después de las torturas que sufrió a merced de los llamados "hombres de Dios" estos se habían percatado inmediatamente de lo útil que les resultaría que un cambiante como ella se infiltrase en todo tipo de lugares sin llamar la atención y que la oportunidad de utilizarla como espía no podía ser desaprovechada. Por el momento ella les seguía el juego. Su antigua experiencia como mercenaria le había sido de mucha utilidad en el momento en que se dedicó a rastrear, cazar y torturar a numerosos seres sobrenaturales que habitaban la ciudad de Paris. La mayoría de ellos se movían entre las sombras y un gran porcentaje de mortales no tenían idea de lo que sucedía a su alrededor.

Alannah se había convertido en una asesina de la Inquisición y poco a poco se había ido ganando un valioso puesto, sus superiores la habían promovido y ahora le enviaban a hacerse cargo de los casos más difíciles. Sabía que era buena en lo que hacía por lo que prefería trabajar sola y únicamente lo hacía junto a otros Inquisidores cuando no le quedaba más remedio. No confiaba en ellos ni en nadie, únicamente había confiado en sus compañeros mercenarios y ahora ellos se habían ido.

El ave alcanzó a ver en la distancia el lugar que buscaba, le era fácil distinguir detalles que para el ojo humano y otros seres inmortales pasarían desapercibidos. Una edificación amurallada se alzaba en la lejanía, nunca antes alguien había logrado allanar el sitio y tenía fama de impenetrable. No le tomó mucho tiempo llegar a ella, trazó varios círculos por encima del lugar, estudió el movimiento de su seguridad, la cantidad exacta de los centinelas y la posición de cada uno de ellos. Nadie le prestó la menor atención, para todos era tan sólo un ave que circundaba la zona.

Una vez realizada su tarea giró sobre sus alas devolviéndose hacia el norte, la distancia a recorrer era larga pero no pensaba en eso. Este era precisamente el tipo de tarea que más disfrutaba porque le permitía hacer lo que todo halcón hacía: volar. Extendió sus alas al alcanzar el bosque para planear sobre una hilera de árboles y descendió hasta posarse en una rama. Picoteó la madera simplemente para darse el gusto y de allí descendió a la par del árbol. Únicamente el bosque fue testigo de la transformación. El halcón peregrino abandonaba su forma para en su lugar tomar la de una mujer.

Una vez reconocido el lugar, la inquisidora se dedicó a escarbar, había enterrado su ropa esa misma mañana. Procedió a vestirse, colocándose el vestido y un par de botas que le permitirían moverse con mayor agilidad. Tomó la aljaba que se encontraba en el mismo escondrijo, examinó su provisión de flechas y se la colocó en la espalda. Sonrió al escuchar el murmullo de un arroyo cercano y comenzó a correr entre los árboles.