AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Conflicto de intereses | Privado
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Conflicto de intereses | Privado
Tres años se habían sucedido desde que Cordelia abandonara su domicilio en Estados Unidos regresando a París para saldar cuentas pendientes. Aquellos asuntos pasaban por reencontrarse con un viejo conocido, un viejo amigo, viejo enemigo. No obstante, eso es inimportante.
Tres años lejos. Los suficientes para acostumbrarse a una falsa libertad que esperaba nunca acabara. Ninguna excusa tenía que inventarse ya para abandonar la casa en pos de los peligros –y satisfacciones- que le ofrecía su trabajo. Malgastaba el dinero en vestiduras que nunca le duraban dados los inconvenientes del espionaje, el robo y la traición. Correr. Había que saber correr y la pomposidad de los vestidos no ayudaba. Pero desgraciadamente Cordelia no podía decir que no a mezclar su afición y oficio con la elegancia. ¿Quién dijo que los ladrones o similar debían ser pobres o vestir de cualquier manera? Nada indigno había en dedicarse al hurto y la extorsión. Era un trabajo como otro cualquiera y como hacía con todo en su vida, estaba dispuesta a poner la nota que la distinguiera del resto. Había un sinfín de herramientas de las que tampoco podía prescindir y el dinero sobrante se iba en ellas. En armas que perdía, destrozaba o acababan en manos enemigas por ser ésta demasiado descuidada. Su marido hacía un gran trabajo proporcionándole sustento cada mes. No lo suficiente como para que el bolsillo de éste se resintiera, pero sí el necesario para mantener a su esposa contenta y poder librarse de ella. El matrimonio no era más que un trámite y la auténtica luna de miel comenzaba ahora.
Por desgracia para la cazadora, el dinero empezaba a ser un problema. Su marido no parecía vacilar a la hora de minar el sustento de la irlandesa, provocando a ésta como a él tanto parecía gustarle. Cansada ya de tanta pantomima, decidió dar el paso siguiente y convocar a un conocido leguleyo que pudiera asesorarla. Así pues, fue a dar con el peor –o el mejor, depende de cómo se mire-. Dominique, de nombre Thierry y de profesión salvavidas. Al menos para alguien como Holtz.
El visitar al abogado podía conseguirle a ésta un sitio privilegiado, dentro del cotilleo más sonado de todo París que, después de su marcha a Estados Unidos, había sido acallado y parecía no dar señales de volver a despertar. Cosa que con un paso en falso, podría cambiar por completo. Sin embargo, Cordelia no era tampoco una mujer muy discreta, buscaba tantos enemigos como amigos y que a los oídos de éstos llegaran toda clase de noticias sin saber ellos realmente nada de la cazadora. Poco llegó a ocultar su rostro o identidad una vez se hubo presentado en la puerta del edificio en el cual tenía su despacho aquel hombre. Menos aún según avanzaba ya más o menos a salvo de miradas ajenas, a un palmo de la puerta elegida.
Toc, toc.
Cordelia Holtz- Cazador Clase Alta
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Re: Conflicto de intereses | Privado
El whisky bañó los hielos del vaso predispuesto para la bebida. La botella fue colocada en su lugar y la mano de dedos largos cual pianista, tomó del borde la bebida. Thierry esperaba con paciencia, esperaba un cliente y aunque no lo estuviera haciendo todo era rutina, al menos, ya se había vuelto. Dio un trago generoso igual a los hombres que desesperados buscan un refugio a sus problemas; empero, Thierry no poseía ninguna clase de problema que pudiese estar relacionado con el dinero o las relaciones maritales.
Caminó por el alfombrado de un rojo oscuro y se plantó frente al cuadro que Vivianè pintó para él cuando tenía seis años, cuando la amaba. Dio un nuevo trago, su niña era una gran artista, esa pequeña pintura seguía siendo digna para lucirla en su despacho; no porque le recordara a su hija, sino porque le era conveniente. Sí aún no se deshacía de esa niña era por ser un instrumento que le generaba ganancias, influencias y poder político. Thierry la usaba pero más perverso que él tuviera sus propósitos egoístas, era que la niña lo sabía y actuaba con inocencia para también ganar algo que más adelante podría usar en contra de su padre. Eran dos enemigos viviendo en el mismo techo, unidos por la sangre pero separados por ésta misma. Otro trago, y la bebida se terminó, los hielos quedaron abandonados y él llevó su mano derecha a la frente. Usualmente tomaba un vaso de whisky antes de recibir a sus clientes y uno más cuando estaba en el proceso laboral. No era alcohólico, su aliento lo constataba; pero si le gustaba fumar y bastante. Sacó un cigarrillo y lo encendió mientras caminaba al alféizar y abría las cortinas que daban una vista a la calle siempre transitada.
Frente a su despacho había una librería y aún lado de ésta una cafetería a la que asistía a comer en su jornada laboral y donde llevaba a desayunar a Vivianè los domingos. Servían un muy buen café y el pan era aún mejor. Hogazas blandas, o lo que siempre escogía su hija, una tarta con cobertura de caramelo. Los domingos fingían ser padre e hija, mentían en sus conversaciones y reían hipócritamente. Luego, al llegar a casa las risas terminaban y cada quien tomaba su camino. ¿A dónde iba ella? Thierry no lo sabía, ni siquiera le interesaba. Tan sólo se sentaba en su estudio y fumaba mientras leía.
Eso era justamente lo que estaba haciendo en esos momentos. Mientras leía sonetos de Shakespeare fumaba, amaba la lectura, el teatro y la ópera. Él inclusive había compuesto un par de obras y aunque Shakespeare no era su dramaturgo favorito estaba comenzando a cogerle gusto. No es que el cigarro se consumiera rápidamente en el cenicero hecho de jade que había comprado en una subasta cuando vivían en Inglaterra, cuando seguía creyendo que su esposa le era fiel, cosa que siempre fue; sino más bien se trató del tiempo que se prolongó y, sin embargo, no se impacientó.
Finalmente tocaron a la puerta cuando estaba por encender otro cigarrillo. Una sonrisa apareció en su rostro y se mordió levemente su labio inferior. Se levantó y caminó hasta la puerta, la que no demoró en abrir. —Bienvenida señora, por favor, pase y póngase cómoda—acompañó la invitación con un gesto de su mano, después cerró la puerta y caminó al escritorio no sin antes ofrecer el asiento que preparó para su cliente. Caminó luego al mini bar— ¿Me permite ofrecerle algo?—expuso su cortesía mientras se servía su whisky— ¿Brandi?, ¿vodka?, ¿whisky? o quizás sólo agua—dijo y se volteó a ella con una sonrisa y un vaso vacío, la misma rutina de siempre.
Caminó por el alfombrado de un rojo oscuro y se plantó frente al cuadro que Vivianè pintó para él cuando tenía seis años, cuando la amaba. Dio un nuevo trago, su niña era una gran artista, esa pequeña pintura seguía siendo digna para lucirla en su despacho; no porque le recordara a su hija, sino porque le era conveniente. Sí aún no se deshacía de esa niña era por ser un instrumento que le generaba ganancias, influencias y poder político. Thierry la usaba pero más perverso que él tuviera sus propósitos egoístas, era que la niña lo sabía y actuaba con inocencia para también ganar algo que más adelante podría usar en contra de su padre. Eran dos enemigos viviendo en el mismo techo, unidos por la sangre pero separados por ésta misma. Otro trago, y la bebida se terminó, los hielos quedaron abandonados y él llevó su mano derecha a la frente. Usualmente tomaba un vaso de whisky antes de recibir a sus clientes y uno más cuando estaba en el proceso laboral. No era alcohólico, su aliento lo constataba; pero si le gustaba fumar y bastante. Sacó un cigarrillo y lo encendió mientras caminaba al alféizar y abría las cortinas que daban una vista a la calle siempre transitada.
Frente a su despacho había una librería y aún lado de ésta una cafetería a la que asistía a comer en su jornada laboral y donde llevaba a desayunar a Vivianè los domingos. Servían un muy buen café y el pan era aún mejor. Hogazas blandas, o lo que siempre escogía su hija, una tarta con cobertura de caramelo. Los domingos fingían ser padre e hija, mentían en sus conversaciones y reían hipócritamente. Luego, al llegar a casa las risas terminaban y cada quien tomaba su camino. ¿A dónde iba ella? Thierry no lo sabía, ni siquiera le interesaba. Tan sólo se sentaba en su estudio y fumaba mientras leía.
Eso era justamente lo que estaba haciendo en esos momentos. Mientras leía sonetos de Shakespeare fumaba, amaba la lectura, el teatro y la ópera. Él inclusive había compuesto un par de obras y aunque Shakespeare no era su dramaturgo favorito estaba comenzando a cogerle gusto. No es que el cigarro se consumiera rápidamente en el cenicero hecho de jade que había comprado en una subasta cuando vivían en Inglaterra, cuando seguía creyendo que su esposa le era fiel, cosa que siempre fue; sino más bien se trató del tiempo que se prolongó y, sin embargo, no se impacientó.
Finalmente tocaron a la puerta cuando estaba por encender otro cigarrillo. Una sonrisa apareció en su rostro y se mordió levemente su labio inferior. Se levantó y caminó hasta la puerta, la que no demoró en abrir. —Bienvenida señora, por favor, pase y póngase cómoda—acompañó la invitación con un gesto de su mano, después cerró la puerta y caminó al escritorio no sin antes ofrecer el asiento que preparó para su cliente. Caminó luego al mini bar— ¿Me permite ofrecerle algo?—expuso su cortesía mientras se servía su whisky— ¿Brandi?, ¿vodka?, ¿whisky? o quizás sólo agua—dijo y se volteó a ella con una sonrisa y un vaso vacío, la misma rutina de siempre.
Thierry Dominique- Humano Clase Alta
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Re: Conflicto de intereses | Privado
Una vez la puerta se hubo abierto y ésta comenzara a adentrarse entre las cuatro paredes del despacho de aquel hombre, comenzó a inspeccionarlo todo. Para empezar a él. Atractivo, sin duda, pero como dicen: nunca mezcles los negocios con el placer –está bien, una frase que no iba para nada con Cordelia, pero no deja de ser un refrán popular que… bueno, alguien diría por algún motivo en alguna ocasión-. Fumador, bebedor, dos características que auguraban una interesante conversación -¿sólo por saber que era bebedor y fumador? Sí, ¿por qué no? Y abogado también. Una lengua dedicada al discurso, al tabaco y al whisky. Si incluyéramos el oficio de la seducción con fines digamos… comerciales, podríamos estar hablando perfectamente de la cazadora-. Y ¡oh!, sobre todo le llamaba la atención el libro que parecía acababa de abandonar en pos de la visita de la irlandesa. Eso sí que despertaba una sonrisa en ella, habiendo sido devoradora de algunos de los libros del dramaturgo y teniendo entre sus favoritos a algunos de éstos. Los sonetos, los sonetos también habían sido escrutados por ella, habían recorrido su mente, impregnado sus sábanas muchas noches y sin embargo algo fallaba en ellos. Desde luego no todos iban dedicados a los temas más hermosos y trascendentales del mundo, ni tampoco a las mujeres más bellas o de las cuales Shakespeare pudo haberse enamorado, sino que entre todos ellos se escondían determinadas frases que si lees una y otra vez, terminan por hablarte sobre la homosexualidad del escritor y sí, el amor que le profesaba a su rival y compañero Christopher Marlowe –Cordelia siempre tan fantasiosa-. ¿Por qué a él? ¿Y por qué no? Muchas veces la británica pensaba que ¿de quién te vas a enamorar si no es un igual? Si está por encima es admiración y si se encuentra peldaños por debajo, sólo pena. Una triste forma de verlo, pero ahí estaba. Un punto de vista tan válido como cualquier otro y ella era el ejemplo perfecto, casada con un hombre que distaba mucho de ser su igual y por el cual no sentía nada.
- Muy amable caballero, pero me temo que mi visita no durará mucho. ¿Puedo darle un consejo? No pierda el tiempo leyendo a Shakespeare y lea a Marlowe. Me lo agradecerá.
Gracioso, pues ella era la primera en leer al dramaturgo. Aun así siempre había que echar una mano a los desvalidos y la historia no había tratado a Marlowe como éste se merecía, por lo que la mujer hacía apología de él, cosa que además resultaba curiosa y llamativa, dos adjetivos que gustaba de implantar en mente ajena acerca de ella misma. Marlowe y ella compartían más cosas de las que la gente solía pensar. Ambos eran espías, habían trabajado para altos cargos y sobre todo, cada uno tenía que sufrir la sombra de su Faustus particular. En el caso de Cordelia, día y noche debía trabajar junto a un hombre que vendería a su familia, a sus amigos y amantes a cambio de un puesto como Ministro de Francia y poder, más poder. Como si no tuviera ya suficiente. Encaprichado de forma casi obsesiva además con la idea de que el personaje Faustus y él mismo eran tan cercanos que iba todas las noches a ver las representaciones de dicha obra al teatro. Y, ¿para qué engañarnos? El resto de hombres en la vida de la mujer no eran muy distintos. No comprendía que había en ella que desechara a aquellos con buenas intenciones y prefiriera mantenerse cerca de los peores rufianes.
- Dígame señor Dominique, ¿tengo cara de beber agua? O mejor, dígame, ¿de qué tengo cara? – la conversación acababa de empezar y la cazadora ya estaba jugando. Malditos juegos que siempre acababan llevándola por el camino de la amargura. No podía tener ni siquiera una conversación seria, pero ¿quién podría con aquel hombre delante?.
Cordelia Holtz- Cazador Clase Alta
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Re: Conflicto de intereses | Privado
— No haré de lado su consejo, se lo aseguro—sonrió analizándola, un estudio que le ayudaría responder la pregunta que soltaría su cliente más adelante. Pero por el momento Thierry sólo la observaba, describía con sus ojos la figura de su cuerpo, de su rostro y también, aquellos gestos que definen a las personas. El abogado le dio la espalda y sirvió dos whiskys en la rocas, luego, caminó hasta ella y a muy poca distancia le ofreció el trago. —De una mujer con decisión y carácter, de no ser así no estaría aquí. Pero también veo en usted ambición y una persona muy peligrosa, en sus ojos veo fuego, le gusta jugar pero es muy riesgoso hacerlo…—se acercó aún más a ella, sus mejillas casi se rozan y el aliento de Thierry acarició uno de sus oídos— lo que no sé es si sepa perder, quizás sea rencorosa… después de todo eres una mujer—retrocedió dos pasos y dio un sorbo a su bebida.
— No deberás preocuparte, no perderé— volvió a beber y concluyó con una sonrisa, luego caminó hasta su escritorio y se sentó en la orilla sin dejar de verle directamente a los ojos, sin inhibición, diciéndole que él siempre tendría el poder. En ese momento pensó en su hija, en ocasiones la observaba como ahora lo hacía con su cliente pero no la doblegaba, Vivianè era de carácter bastante fuerte e indomable, si más que su cliente, la niña podría convertirse en un autentico monstruo político y económico, si era bien orientada. Si Thierry pensara más en ella, si buscara educarla a su imagen crearía a la abogada perfecta, pero, su dolor podía más y sabía perfectamente que ella se las arreglaría por cuenta propia, si tenía que cuidar era su espalda a la hora de estar con ella.
— Bien, ¿por qué está aquí?—dio un nuevo sorbo y dejó el vaso en el escritorio.
— No deberás preocuparte, no perderé— volvió a beber y concluyó con una sonrisa, luego caminó hasta su escritorio y se sentó en la orilla sin dejar de verle directamente a los ojos, sin inhibición, diciéndole que él siempre tendría el poder. En ese momento pensó en su hija, en ocasiones la observaba como ahora lo hacía con su cliente pero no la doblegaba, Vivianè era de carácter bastante fuerte e indomable, si más que su cliente, la niña podría convertirse en un autentico monstruo político y económico, si era bien orientada. Si Thierry pensara más en ella, si buscara educarla a su imagen crearía a la abogada perfecta, pero, su dolor podía más y sabía perfectamente que ella se las arreglaría por cuenta propia, si tenía que cuidar era su espalda a la hora de estar con ella.
— Bien, ¿por qué está aquí?—dio un nuevo sorbo y dejó el vaso en el escritorio.
Off. Disculpa la demora
Thierry Dominique- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/01/2015
Re: Conflicto de intereses | Privado
¿De no ser así, no estaría aquí? ¿Acaso las personas tímidas o de carácter templado no contratan abogados? Demasiado. Demasiado apreciaba aquel caballero en la mujer sin siquiera conocerla. Aventurándose de la forma más tonta a la prepotencia del que poco conoce de las personas pero pronto se lanza a la piscina esperando no darse de cabeza contra el fondo de ésta.
Esperó a que Dominique se alejara. Era bien sencillo manejar a un hombre utilizando los trucos más viejos. La seducción constaba de pequeñas triquiñuelas que por separado no salían de un juego de niños y que reunidas podían tildarse de arte. El arte de la seducción. La pantomima del sexo débil. Motivo por el cual la cazadora se negaba a seducir a aquellas personas que compartieran género con ella. Demasiado perspicaces en cuanto a estos métodos y seguramente manidos ya para todas ellas. Era gracioso pues, que Dominique intentara poner nerviosa a la británica con sus trucos. Trucos que no tenían su nombre. Trucos acuñados y bautizados por el género más menospreciado. Ridículo, sí. Y, sin embargo, la situación de inferioridad muchas veces, si se sabía usar bien, te colocaba en una de superioridad. Curioso, desde luego. Gracioso, más bien. Divertido, por supuesto.
- Au contraire , monsieur. A pesar de mi desfavorable condición como mujer –las carcajadas internas de la irlandesa iban en aumento-, he de decirle que ha sido precisamente esta minusvalía la que me ha valido más triunfos que derrotas a lo largo de los años. No se preocupe por mí, no conozco rencor que persista en demasía dentro de mí –mentira, todo mentira. Había planeado su regreso a tierras galas durante tres años con el mayor rencor del mundo en su corazón hacia aquel que la destruyera y luego volviera a darle la vida bajo una forma completamente irreconocible… y todavía se atrevía a negarlo-. De todas formas, no recuerdo haber venido para esto. Si quisiera jugar… no sé. Me compraría una mascota o directamente tiraría de la correa alrededor del cuello de mi esposo. ¡Vaya! Hablando de él, ya recuerdo a que se debe mi visita. Necesito asesoramiento legal.
Cordelia Holtz- Cazador Clase Alta
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Re: Conflicto de intereses | Privado
Pese a que lo había hecho ya, o eso hizo parecer. Thierry en ningún momento dejó de escrutarla, de analizarla. Ella se estaba divirtiendo y él aunque más serio también sonreía internamente. Tomó su vaso y meneó el hielo que perdía consistencia, observó a éste con interés y luego bebió un sorbo. Luego, apareció esa sonrisa muy característica en él cuando estaba por sentenciar o decir un comentario fuerte o conciso. —MENTIRA —exclamó, se puso de pie y golpeó su escritorio; después soltó un gemido de decepción que acompañó con un movimiento de cabeza de izquierda a derecha—. Usted no viene por asesoramiento legal —recriminó y volvió a rodear su escritorio para encararla de frente—. Primero déjeme decirle que no pudo engañarme, su crimen no sería perfecto si un hombre cercano a la ley es capaz de ver a través de sus palabras, porque sí madame. Se puede ver a través de las palabras —ladeó un poco su cabeza a la izquierda, sintió la boca seca y sin mirar donde tenía su vaso lo cogió y dio otro sorbo.
—Así que, ahora que sabe que tiene puntos débiles su forma de ser. Pongamos las cartas sobre la mesa. Al estar aquí ya me ha involucrado, sabemos que hay dos maneras de que salga aventajada y sin preocupaciones de este despacho. La primera opción bien la puede disfrutar… Es asesinarme. O bien la segunda, convertirme en su complice, que por su puesto sería más bien del que limpia los errores que usted podría dejar en el camino. Mantendría su récord intacto y lo ilegal lo volvería legal —dijo sacando un cigarrillo sin tomarse la molestia en ofrecérsele a su clienta, lo encendió y dio una calada profunda que le hizo cerrar los ojos.
—Ha esperado mucho tiempo, ¿no es así?, aplaudo que sea meticulosa pero siempre el ser humano se enfrenta con obstáculos y conflictos de intereses. Para hoy quiero 250 francos y le daré su ASESORAMIENTO LEGAL —ironizó esto último dándole otra calada a su cigarrillo y esta vez ofreciéndole uno a su clienta.
Pd. Mil perdones por la demora, espero no haya inconveniente en continuar, si no, pues lo entenderé.
—Así que, ahora que sabe que tiene puntos débiles su forma de ser. Pongamos las cartas sobre la mesa. Al estar aquí ya me ha involucrado, sabemos que hay dos maneras de que salga aventajada y sin preocupaciones de este despacho. La primera opción bien la puede disfrutar… Es asesinarme. O bien la segunda, convertirme en su complice, que por su puesto sería más bien del que limpia los errores que usted podría dejar en el camino. Mantendría su récord intacto y lo ilegal lo volvería legal —dijo sacando un cigarrillo sin tomarse la molestia en ofrecérsele a su clienta, lo encendió y dio una calada profunda que le hizo cerrar los ojos.
—Ha esperado mucho tiempo, ¿no es así?, aplaudo que sea meticulosa pero siempre el ser humano se enfrenta con obstáculos y conflictos de intereses. Para hoy quiero 250 francos y le daré su ASESORAMIENTO LEGAL —ironizó esto último dándole otra calada a su cigarrillo y esta vez ofreciéndole uno a su clienta.
Pd. Mil perdones por la demora, espero no haya inconveniente en continuar, si no, pues lo entenderé.
Thierry Dominique- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/01/2015
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