Tentación... [Libre]

Por allá por las dos de la tarde sus impresiones acerca de parís todavía estaban destinadas al suicidio, nada le motivaba, quizás la tristeza era demasiado grande y no quería salir de aquel encierro, quizás salir del encierro significaría sentir aun mas tristeza.
Un ligero movimiento de Gulza la obligo a  despertar de su mar de pensamientos, para observarla, notando que en su mirada se hallaba la alerta de alguna invitación de alguna noticia, o de algún panorama que incluyera estar fuera de su mansión – Mi señora – sin expresión y con sus manos por delante de sus piernas juntas, espero que aquella criatura hablara de una buena vez- hay un teatro que debiéramos visitar, su obra favorita mi señora, le han enviado una invitación, de parte del dueño del teatro quien encargó que no podía faltar mi señora, o se sentirá ofendido.  - Oh que gran dilema complacer las peticiones/ordenes de un hombre en este lugar.
Elif creería que fuera del Harem ya nadie abusaría de sus ordenes sobre ella, ya no era una esclava de un hombre sin embargo y al parecer, si lo era  de la sociedad, inclinando su rostro en respuesta positiva a Gulza quien se retiraba con la cabeza agacha y no dando en ningún momento su espalda a la ahora Duquesa de Italia.

Es  muy difícil dejar las tradiciones otomanas de lado, lo podía saber al observar a su sirvienta quien jamás  osaría darle la espalda al retirarse de un lugar, o jamás osaría mirar a los ojos de un hombre sin creer que moriría por hacerlo, Elif se reflejaba en ella, recordando los años en que siendo una esclava su ordenanza solo era obedecer, y la invitación le molestaba, no se lo decía a su rostro inexpresivo, pero en su interior una batalla amenazaba con explotar toda la calma que demostraba ante los demás.  - supongo que he de ir... Gulza... prepara todo, hoy saldremos.  – y la preparación no le tomo demasiado tiempo, cuando la noche se avecinaba se preparaba a salir en su carruaje, logrando llegar a tiempo para el primer acto, la recepción, un balcón preferencial le aguardaba  y con su vestido de satén rojo, bordados dorados, cabello carmesí, no pasaba de largo ante miradas que se preguntaban, observando cada movimiento, ínfimo de la Duquesa.

Alabanzas por doquier, se oían de damas sofisticadas, aunque Elif conocía lo sinuosa que puede ser una mujer, y la gran espada que pueden clavar en tu espalda si no les agradas, procuro caer bien, respondiendo con suavidad y sin altanería en sus palabras, hasta que hallo la soledad dentro de aquel balcón observando el primer acto, y odiándolo, malos actores, malas realidades, una mujer que se desvive con su obra favorita puede ser muy crítica y ella lo era con todo lo que le rodeaba. – Gulza… recuérdame matarte cuando acabe la obra – murmuro sintiendo de pronto que una mirada pesaba sobre las otras, la iluminación le acompañaba así como la suerte invitándola a responder de la misma forma que aquel extraño hacia con ella… ¿Quién era? No importaba, lo sabría de todas formas.

La teoría del juego contra la jugada, se define en distintos paradigmas, un juego, por ejemplo, está destinado a disfrutarse y se puede ganar o perder, pero la jugada tiene un fin, disfrutar de la ejecución la cual está totalmente calculada para finalmente, ganar.
Y de una forma u otra, aquellos ojos tan intensos le daban la sensación que quizás ella, estaba en la jugada de aquel varón, aunque más tarde lo averiguaría, terminaría conociendo al extraño con ojos intensos, con aquella mirada masculina que no se ha de rechazar a nadie ¿Quién lo haría?  - Gulza… Tú sabes lo que debes hacer… - la obra finalizaba  y su puesto en el balcón le daban la buena fortuna de levantarse y tener el libre acceso a la salida, siendo interrumpida por el anfitrión de la noche quien convencido de que su obra presentada era la mejor de parís ostentaba sus títulos nobiliarios y palabras que aun Elif no conocía, aunque su actitud no lo dejaba ver, a sus ojos Elif podía comprender todo lo que le decía, muy interiormente agradecía a Allah en lo entender en casos como estos.

Y mientras avanzaba entre la multitud en su apresurado pero “disimulado” paso, no  se hubiera detenido ni aun cuando aquella prenda minúscula sobre su lóbulo cayera de manera imperceptible, bueno, a razonamientos humanos.
Hasta que un llamado, una voz gruesa y expectante la invitaba a detenerse; Aristóteles dice que la victoria más dura, es la victoria sobre uno mismo y ella lo comprobó de primera fuente cuando solo osó solo detenerse sin voltear hasta que aquél estuvo de frente, encontrando y sin necesidad de nuevo aquellos ojos tan fijos sobre su mirar – Gulza… - y en obediencia y mandato, su esclava se acerco al joven de la manera más sumisa que una mujer pudiera acercarse, tomando con sus delicadas manos el arete caído, y Elif luchando para no perder aquella batalla de ojos hasta que dibujo una sorna sonrisa en sus labios  avanzó.

Pero su esclava no se iría con ella, y esperando que avance algún tramo más, Gulza con el debido respeto y sin mirar a los ojos de aquél señor  habló. – Mi señora desea que lo acompañe al salir del lugar en el paseo nocturno para conocer las calles de parís, sin embargo… debe saber que no está permitido ningún contacto físico, usted puede mirarla a los ojos pero no invadir su espacio, no en público – especifico aquello muy claramente antes de continuar -  es una Duquesa  Italiana, sin embargo primero fue Otomana, por ende lleva raíces Musulmanas - y antes de que Gulza pudiera seguir, se acercó hablando esta vez a su oído – Mi señora de verdad está muy interesada, en conocerlo señor DeMillan.  - Se alejo solo apurando el paso antes de que Elif sintiera la ausencia de Gulza y dibujando la primera sonrisa sincera de la noche es que se encargo de la diplomacia de saludar y conocer a los demás antes de poder salir plenamente de aquel teatro para recorrer un poco y volver sin que nadie notara su ausencia.

La pregunta ahora radicaba en si al salir, tendría una respuesta positiva, su sirvienta le había entregado su arete sin embargo ella no se lo había puesto por que esperaba agradecerle al desconocido antes de hacerlo, pues, aprovechando el jolgorio y los brindis dentro de aquel teatro escapo por la puerta principal, dibujando una sonrisa cuando la presencia o no presencia le indicaría que hacer con el desconocido de mirada intensa.

Qué extraña es la sociedad en estos lugares, buscando intrínsecamente el caer bien, cuando antes ella  misma vista desde el harem no era nadie… solo una esclava intentando ascender de posición para ser la favorita y darle hijos a un sultán que solo se preocupaba de amar y enamorar a la que se cruzara por su cama. Un hombre para muchas mujeres, sin embargo ella debía ser en ese lugar una mujer para un hombre.

Reiría al plantearse aquello dentro de esta realidad nueva, parís ya no era el harem donde solía vivir, y ella ya no era la esclava perdidamente enamorada de un nada.

Ahora la cosa era distinta, el hombre debía conquistar su interés y si le atraía podría significar algún tipo de beneficio para los dos.
Es por eso que le gustaba tanto aquel juego de miradas, mientras tanto Elif y su esclava jugaban a caminar entre la sociedad, cuando al separarse de aquel grupo, le vio junto a ella en la entrada principal, sin siquiera hacerle esperar, el había cedido a su petición de conocerse más, apartados de todo y todos. – usted, debe tener algo que contar – señaló sin intenciones de alzar más la voz, había algo que lo delataba y ella prefería no pensar nada sino solamente avanzar.

Que maravillosa noche acompañan las calles de París, así como sus alrededores, maravillosas aunque quizás peligrosas para alguien como ella, aun así Elif no nació para temer, su destino estaba marcado, su interés también y no le importaba que le sucediera, su amor por Allah y el Corán le enseñaban que cuando la muerte llama se debe estar feliz, no por el hecho de morir, sino por el hecho de ser elegida para vivir en el paraíso y así estar para siempre en el.

Pero se desviaban sus pensamientos, notaba los ojos concentrados de aquel hombre puestos en ella y como Elif no renegaba miradas y no inclinaba la vista a nadie, le miro de la misma forma que el desafiaba su mirar -puedo preguntarle que le trae a parís? O más bien que le trae observar a una desconocida como yo? Porque no nos habíamos visto, y usted… DeMillan no creo que tenga pendientes conmigo… ¿Por qué ha robado mi arete? Y me lo ha devuelto con la intención de acercarse?  – esta vez avanzó, rodear el teatro no sería mala idea, ya que de alguna forma u otra debían volver al segundo acto de aquella terrible actuación y asesinato de su obra favorita. Pero no avanzo en dirección contraria o para alejarse del desconocido sino que avanzo en su dirección  tomando el arete encontrado por él y posándolo en sus manos para que lo tome nuevamente – usted lo encontró, usted debe ponerlo. Aducida por el interés de saber hasta dónde puede llegar su propia amenaza al recato, dibujo una sonrisa en sus labios esperando su respuesta, su actuar.