Dime lo que ves {Privé}

por **Raoul Jeanneau** Mar Feb 24, 2015 11:47 pm

Oscuro París, Otoño invernal. En el aire de la noche llegaba el olor húmedo y frío de las orillas. Desde el cielo se veían luces en las ventanas extinguiéndose conforme pasan las horas, como si nadie hubiese esperado para irse a la cama, los que disponían de ella. Mas uno, alguien sin importancia, no conseguía pegar un ojo por elección propia. De pié estaba frente a un lienzo blanco, taladrándolo con los ojos y sin trazar una sola línea en la superficie. Estaba silencioso, esperando. «¿Todavía frente al lienzo, Raoul? Ni que fueras a encontrar una moneda de oro» le dijo la razón, pero no había caso. Cuando tomaba el pincel entre sus dedos y enflaquecidos dedos, la mente se apagaba y rugían las pasiones, las pesadillas y los relámpagos. Se pasó las manos por detrás de la nuca, revolviendo su cabello con un gruñido. Necesitaba despertar, pero de verdad, no solamente de cuerpo.

Una distracción con promesas de concentración llamó a la penosa puerta del refugio, esa habitación mohosa que con mucha suerte podía llamarse cuarto. Por alguna razón esos nudillos se le hacían familiares. Abrió la puerta no con su mejor cara, pero ésta mejoró de inmediato cuando se topó con una cara conocida. Al ver Raoul que estaba temblando de frío, se explicó por qué había pasado a visitarlo a esa estancia en ruinas.

—Autumn —una sorpresa fue, y muy agradable. La conocía desde hace bastante, pero no sabían demasiadas cosas del otro más que las costumbres. Y eso era lo más genuino, porque ninguno de los dos pensaba en indagar en más de lo que el otro decidiera mostrar— Ahí estás, pequeña roedora. Ven, acompáñame. Haznos compañía a los dos. Tú también estás sola.

No fue una pregunta. Raoul era muy tajante a la hora de expresar lo que veía. Debía ser porque su pasión era ver y luego volver a hacerlo una y mil veces para poder seguir admirando para siempre en una pintura. Por eso comprendía que no debía hacer preguntas de desde dónde venía la muchacha; eso sólo debía ser asunto de ella. Si quería contarlo, sería más vista que oídos, pero sería.

Se sacó del bolsillo un trozo de pan y lo ofreció a la chica. No lo había elaborado con sus propias manos, por supuesto, y el poco y nada de dinero que ganaba con sus retratos apenas alcanzaba para comprar granos corrientes para todos.

—Come, pero no preguntes de dónde lo saqué. Necesito que tengas energía para que puedas pensar bien y decirme qué es esto que no logro captar. —llevó ante el rostro de la chica un pedazo del papel de un periódico; salía la fotografía de una viuda junto al féretro de su esposo muerto recientemente— Porque esta mujer ha luchado, me lo dicen sus ojos, pero no puedo sentir ningún pesar sobre su derrota, ¿sabes? Me deja más frío que el hielo del cual te proteges. No puedo explicármelo. Si no lo explico no puedo sentirlo. Si no lo siento no puedo pintar. Y si no pinto tal vez pueda usar el dinero para vivir, pero si pinto… si pinto soy incapaz de morir.

Ojos de otoño, revelad los que observáis.

por **Autumn Di Moncalieri** Mar Mar 17, 2015 8:46 am

Había pasado algo de tiempo ya desde que se sintiera la bruja desprotegida de antes. Autumn había encontrado a alguien que le cuidaba y que además, le estaba mostrando lo que podía ser capaz de hacer con su magia, sobre todo el defenderse a si misma. Aún así, pese a que la vida de la bruja estaba ya orientada a un camino que se veía mucho más seguro que estar simplemente en las calles, huyendo de todo aquello que parecía peligroso, recordaba claramente a todos aquellos que parecían estar en situaciones igual de complicadas a las de ella y así, le ofrecieron una mano amiga cuando más lo necesitaba. Entre aquel grupo de personas había de hecho un joven pintor de nombre Raoul que se había mostrado bueno con ella y quien además, le dejo verle pintar en algunas ocasiones ofreciendo en otras su pequeño hogar como refugio para la bruja que se aterrorizaba de pasar las noches en las calles donde fácilmente podía ser encontrada por inquisidores. Autumn no era alguien que olvidara a quienes consideraba amigos y fue por eso que ese día salió del hogar de Quinn, dejando detrás el abrigo que recientemente el licántropo le había obsequiado.

Quinn era bueno con ella. Le permitía quedarse en su hogar, le tenía un cuarto y ropa nueva; aún con todo eso, la bruja no deseaba abusar y por eso era que aún usaba su viejo vestido al salir de la casa, cuando Quinn no le veía y le hacía volver para ponerse ropa más adecuada. Ese día sin embargo, pudo escapar de manera exitosa con su viejo vestido y salió de la casa aquella, corriendo a toda velocidad con dirección al hogar del pintor. Su camino hasta donde exista civilización lo hizo corriendo, por lo que el frío no le afecto sino hasta que comenzó a caminar ya cuando entraba en las calles con más casas de París. Se frotaba las manos y después los brazos; soplaba entre las palmas ahuecadas y pensaba en lugares cálidos, pero el frío le calaba hasta los huesos ahora que el calor del momento y la emoción de la huida habían terminado.

El trayecto al hogar del pintor le pareció eterno y cuando llegó a la puerta, la nariz de Autumn y sus mejillas estaban completamente rojizas del frió y sus manos, blancas y demasiado frías como para calentar cualquier parte de su cuerpo. Toco esperando que su amigo se encontrara en casa y con aquel clima, esperaba que no se le hubiese ocurrido salir a las calles a pintar o a buscar inspiración.

La puerta se abrió y el rostro conocido de Raoul le recibió como siempre lo había hecho. Una sonrisa apareció en el rostro de la bruja.
– El clima es más frío de lo que pensé – solo mientras entraba en aquel lugar y el calor de un lugar cerrado comenzaba a alejar parte de lo frío de su cuerpo – pero igual pensé en que no te había visto desde hace algunas semanas y quise pasar a saludar – conocía aquel lugar de visitas anteriores y se encontraba cómoda estando ahí. Caminaba un poco más al interior cuando un pedazo de pan apareció frente a ella y volvió a sonreír antes de tomarlo entre sus manos – No iba a preguntártelo y de hecho… – dio un mordisco al pan y busco entre su vestido, terminando por sacar un par de francos que le ofreció al pintor – Toma, pero tampoco preguntes de dónde los saqué – él los necesitaba más que ella ahora. Autumn seguía siendo pobre y siempre lo sería, pero ahora tenía a alguien que se preocupaba por cuidarle así que ella, se aseguraría de cuidar a los suyos.

Daba otro mordico al pan cuando un pedazo de papel apareció frente a sus ojos y se enfoco en Raoul y su discurso antes de volver la mirada al trozo de periódico. Por la manera en que ella le veía pintar, sabía que él amaba aquello y que lo que le decía, era completamente cierto.
– Mmmm… – se quedo pensativa, mirando a la mujer que se encontraba junto al féretro. Comprendía que Raoul veía la lucha en los ojos de la mujer, sin embargo, la bruja veía también algo más y fue por eso que tomo el papel con la mano libre – Es que no puede sentir pesar porque también esta cansada – dijo sin más antes de mirar al pintor – Ha luchado pero lo ha hecho durante tanto tiempo que se encuentra cansada. Esta cansada de luchar, cansada de sentir ligeras derrotas durante toda su vida que le han agotado la capacidad de sentir pesar. Creo que se siente hasta un poco libre, finalmente puede descansar – Giro la fotografía aquella y se la volvió a mostrar – ¿Puedes verlo? ¿Puedes notar su cansancio?

por **Raoul Jeanneau** Mar Mar 24, 2015 8:22 pm

Raoul rechazó los francos arrugando la nariz. Si Autumn hubiera sido un chico, le hubiera contestado con un improperio o dos con un tono amigable, pero como era una chica necesitaba medir sus reacciones, aunque no hubiera nada capaz de mitigar su mal humor.

—No me insultes, zanahoria. Guárdalo para cuando tengas hambre. —o sea, dentro de cinco minutos

Y comenzó a oírla hablar acerca de esta mujer como si la entendiera. Aquí vino la contradicción, porque a pesar de que Raoul mismo le había preguntado qué veía, no le agradaba para nada la respuesta, lo sincera de ella. ¿Cómo podía hablar de esa gente rica sin generar bilis en sus palabras? Debía ser indiferente al dolor de sus hermanos. Así que en lugar de volver a mirar el retrato, lo tomó entre sus dedos y lo apartó hacia un lado en el aire. Se veía tan furioso como para escupir clavos.

—¡NO! —exclamó con los dedos cerrados sobre sus palmas— Ella no está cansada; no puede estarlo como nosotros. Es su mente, su puta y cómoda mente la que la convence de estarlo. ¿Y de qué puede estar agotada ésta? De robar no, de mendigar tampoco, y mucho menos de tener hambre. ¿Me va a enseñar esa urraca adiestrada? ¿A limpiarle la boca a su marido? ¡Estupideces! ¡Pero así y todo ella está convencida de que lucha! Pero no puede ser cierto; sólo está frustrada porque no consigue satisfacer sus caprichos a cada momento del día y hasta de la noche de estar despierta. Nadie le da la espalda, y tiene la certeza de que nadie buscará dañar a sus hijos. ¿¡De qué puede quejarse?!

Respiró un momento para aliviarse, caminando en círculos sobre la propia madera roída. Hasta eso lo irritó, como un malestar generalizado. La señora de la imagen le resultaba insoportable. Pensaba que era una mentira, o por lo menos que ella siempre estaba hablando de mentiras. Y sí, le molestaba que hiciera uso de falsedades, porque a diferencia de él, ella no tendría que pagar con calle por decir lo que se le antojara; hasta le aplaudirían. ¿Qué mierda era eso? ¿Por qué deseaba pintar algo que no podía capturar, o mejor dicho, no quería hacerlo?

—¿Crees que quiero llevar eso al lienzo? No, no es así, pero la pintura es más fuerte que yo. Y la pintura está aquí, aquí mismo. Es impiadosa e implacable, quiere que inmortalice una realidad que odio. ¿Por qué se nos tortura poniéndonos enfrente todo aquello que es tóxico para el hombre? Ayúdame a entender.

Estaba intrigado.

por **Autumn Di Moncalieri** Vie Mayo 01, 2015 12:49 am

Frunció el ceño antes las palabras del pintor. Ella no era rica y bien lo sabía, pero eran amigos y los amigos se ayudaban dándose esa clase de cosas cuando uno tenía la necesidad más evidente que el otro. Autumn no le había dicho nada aún del lugar donde se encontraba viviendo, ni de que ya no debía preocuparse por pasar hambre o frío, así que termino por hacerle caso a lo que Raoul le decía y guardar aquellos francos. Si darle el dinero no era lo mejor para que lo aceptara, ya se las ingeniaría para llevarle comida, aún así lo miro con seriedad y con una falsa molestia que no le duraba ni cinco segundos.
– Bien, me lo guardare todo y comprare mucha comida y no te daré nada – dijo tratando de sonar ofendida, pero pronto su atención viajo a lo que le mostraba el pintor y se enfoco en darle a entender que era lo que ella veía en aquella escena.

La hechicera le mostró el retrato, tratando de que él viera aquello que se negaba a comprender de la mujer del retrato, pero lo único que sucedió, fue que Raoul le arrebato el pedazo de papel a lo que ella se quedo inmóvil, escuchando la manera en la que el pintor comenzaba a hablar de aquello que sus ojos veían en el retrato. Cada una de las palabras ajenas, transmitía no la vida de la mujer, sino la vida en la que tanto él como ella se encontraban. Cierto era que los ricos no podían comprender como era cansarse de verdad, sufrir como ellos e implorar por algo mejor como ellos; pero a su manera, una muy distinta, también sufrían.
– Ella es distinta a nosotros, lo sé. Es obvio que lo es y que ella no es capaz de comprender las crueldades de la vida que nosotros estamos destinados a enfrentar, pero Raoul, eso no significa que ella no tenga su propio sufrimiento – trataba de explicarle aquello, más no encontraba las palabras adecuadas para ello y por eso fue que se quedo observando como caminaba por aquel lugar, tratando de encontrar una respuesta que era incapaz de ver.

– No creo que quieras llevar eso al lienzo, pero es que lo estas viendo de una manera en que no deberías Raoul – le dijo con calma, tratando de hacerle ver lo que ella creía estar viendo en aquel retrato – No puedes ver a esa mujer desde nuestra vivencia. Si yo la veo desde donde estoy, puedo decirte que la odio. La odio porque ella esta llorando cuando no sabe lo que es ser perseguido, ni sabe lo que es pasar hambre o frío, lo que es tener que dormir en el suelo o tener miedo de que al descansar algo vaya a suceder y no puedas abrir los ojos nunca más – suspiro – pero, si la ves desde donde ella se encuentra, todo cambia – comento aquello de manera tranquila – Imagina que nunca has sufrido, que nada te falta y que tienes todo toque puedes pedir; entonces es cuando aquello que no estas acostumbrado a vivir te cansa, te destroza y te deja sufriendo, tal y como le pasa a ella, por eso es que esta cansada y ahora se siente mejor – se acerco entonces al pintor y con cuidado tomo de sus manos aquel trozo de papel antes de volver a mostrárselo – ¿Puedes verlo? o es acaso que no quieres ver que los ricos también pueden sufrir.

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