AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
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Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
El viento tenía su propia furia entre las hojas que rugían con fulgor como los pequeños tamborileros que van tocando durante las batallas solo para darle emoción al enfrentamiento, más en esta situación no era de emoción si no de terror porque a diferencia de los animales, los humanos se asustan más rápido y de forma fácil con cualquier pequeño ruido incluso con el crujir de las ramas hasta el viento haciendo que sonaran, hasta un ligero movimiento de arbustos, se muestran los humanos en su mayor debilidad, ser presas del miedo; mientras los “animales” suelen ser menos miedosos porque sus ojos y fauces están diseñadas para aquellos casos, para el momento en el manto nocturno caiga y deje la oscuridad, la luz que de ellos sale es tan grande que no necesitan de antorchas o velas, con solo dar una olisqueada del lugar sabrían cuántas personas están y a que distancia y como atacarlas, pero hay que une a la bestia y la humano.
La ira, es un sentimiento que hacer que quien lo experimente pierda la calma y compostura volviendo a su estado más primigenio, a ese estado olvidado de todo ser humano, el estado animal, pero para un animal como es volver a ese estado, es simple, solo pierden el control olvidándose de quienes son, se vuelven solo bestias salvajes con ansias de destrucción y sangre, pierden su raciocinio, eso le pasaba al caballero ahora en lince, el mismo lince que ignoró el mensaje de alguien, alguien a la que no tomó importancia hasta que sus colmillos rasgaron la piel del cazador haciéndolo caer para luego de la yugular darle aquel golpe final, ahí fue que se percató que alguien más se había unido a su cacería, gruño al principio todo iracundo ¡ No te metas no es tu pelea! Gruñe molesto mostrando sus colmillos y zarpas afiladas.
La sangre goteando de su hocico no le dejaba percatarse de lo que había pasado hasta que observó como aquella invitada no grata se relamía su propio hocico deleitándose del sabor metálico de la sangre, sus ojos de lince bajaron para ver a uno de aquellos humanos tendido en el piso con poco menos que vida, su corazón aún estaba dando los últimos latidos hasta que cesaron, ahí volvió la mirada a la igual mostrándole nuevamente los colmillos ¡No, no es tu incumbencia, no tienes que saldar nada, esto es mío, yo les quitaré a piel a esos cazadores!
Gruñe interponiéndose en el camino que tomaron los humanos y aquella persona, le da la espalda saliendo corriendo de aquel lugar, el aroma del miedo inunda sus pulmones, ya sabe dónde están, van llegando al lago nuevamente, sus patas corren veloz mente hasta estar cerca del límite del bosque con aquella llanura y por ende aquel lago donde estaban refugiados los hombres, estaban más protegidos con el llano que en el bosque, habla ¡Argh, ya se pusieron a resguardo, ahora tocará arrastrarse! Gruñe para sí mismo por perder tanto tiempo ¡porque no está aquí mi hermano, él hubiera sido de mucha ayuda en este campo abierto! Se va adentrando a la llano arrastrándose hasta que toma el pie de uno de ellos arrastrándolo al bosque, no lo mata, tiende una emboscada para los humanos, el hombre pide ayuda corriendo, adentrándose nuevamente a los boscosos senderos, el lince rasga con sus garras los troncos para mostrarles a los humanos el camino de la muerte, espera paciente oculto entre las sombras de los árboles y arbustos esperando que su plan resulte.
La ira, es un sentimiento que hacer que quien lo experimente pierda la calma y compostura volviendo a su estado más primigenio, a ese estado olvidado de todo ser humano, el estado animal, pero para un animal como es volver a ese estado, es simple, solo pierden el control olvidándose de quienes son, se vuelven solo bestias salvajes con ansias de destrucción y sangre, pierden su raciocinio, eso le pasaba al caballero ahora en lince, el mismo lince que ignoró el mensaje de alguien, alguien a la que no tomó importancia hasta que sus colmillos rasgaron la piel del cazador haciéndolo caer para luego de la yugular darle aquel golpe final, ahí fue que se percató que alguien más se había unido a su cacería, gruño al principio todo iracundo ¡ No te metas no es tu pelea! Gruñe molesto mostrando sus colmillos y zarpas afiladas.
La sangre goteando de su hocico no le dejaba percatarse de lo que había pasado hasta que observó como aquella invitada no grata se relamía su propio hocico deleitándose del sabor metálico de la sangre, sus ojos de lince bajaron para ver a uno de aquellos humanos tendido en el piso con poco menos que vida, su corazón aún estaba dando los últimos latidos hasta que cesaron, ahí volvió la mirada a la igual mostrándole nuevamente los colmillos ¡No, no es tu incumbencia, no tienes que saldar nada, esto es mío, yo les quitaré a piel a esos cazadores!
Gruñe interponiéndose en el camino que tomaron los humanos y aquella persona, le da la espalda saliendo corriendo de aquel lugar, el aroma del miedo inunda sus pulmones, ya sabe dónde están, van llegando al lago nuevamente, sus patas corren veloz mente hasta estar cerca del límite del bosque con aquella llanura y por ende aquel lago donde estaban refugiados los hombres, estaban más protegidos con el llano que en el bosque, habla ¡Argh, ya se pusieron a resguardo, ahora tocará arrastrarse! Gruñe para sí mismo por perder tanto tiempo ¡porque no está aquí mi hermano, él hubiera sido de mucha ayuda en este campo abierto! Se va adentrando a la llano arrastrándose hasta que toma el pie de uno de ellos arrastrándolo al bosque, no lo mata, tiende una emboscada para los humanos, el hombre pide ayuda corriendo, adentrándose nuevamente a los boscosos senderos, el lince rasga con sus garras los troncos para mostrarles a los humanos el camino de la muerte, espera paciente oculto entre las sombras de los árboles y arbustos esperando que su plan resulte.
Última edición por Bran & Ben Chevalier el Mar Mar 24, 2015 11:34 pm, editado 1 vez
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
Los días llenos de miradas furtivas, las noches convertidas en tormento, no más de placer. La despedida pronta de sus compañeros hasta ese momento inseparables. Todo había pasado muy lentamente, todo el proceso había sido muy doloroso. Había estado solo mientras eso ocurría y casi se había despedido para siempre del legado más íntimo que su madre le diera. No. Abrió los ojos una noche, una noche cuando se cruzó con un sobrenatural que le dio otro sentido a su vida. Los abrió cuando se hartó de sentir lastima por sí mismo. Pero al principio todo fue terrible, no había disfrute, sólo el delirio de persecución, sólo la necesidad de correr lejos pese a que ningún sitio se sentía seguro.
Luego todo cambio. El miedo cambió y se fue convirtiendo en algo más. Regresó la curiosidad y las ganas de quedarse así por horas y horas. El bosque pronto se volvió una invitación abierta y el miedo quedo relegado. Pero las primeras noches nunca se marchó muy lejos. Sólo las primeras. Su entrañable amigo, con quien lo pasara tan mal, recupero su fuerza física y el pelaje suave sin signo de herida. El lince se movió en el bosque, corriendo, escalando. Recupero su valor y fue de cacería, dejando por fin de ser una presa. Y una de esas tantas noches, fue que, inevitablemente, se encontró con un igual, no solo del tipo de humano sino del tipo de animal también. La noche era tan común como cualquier otra pero el rastro le tomó por sorpresa y sin pensarlo, lo siguió. En la irracionalidad de su propia mente, nada le advirtió que aquello pudiera ser peligroso.
Con los ojos agudos del felino pequeño, se escondió bajo unos troncos caídos para verle. El otro lince se encontraba de cacería pero no estaba cazando lo mismo que él. De pronto, un golpe cimbró el tronco bajo el que se escondía y de inmediato a cabo por presentarse, erizándose sus pelos y enseñando sus colmillos pulidos y afilados. Quedó al descubierto por un acto de nerviosismo, pero no había estado en peligro. Los que huía, empero, trajeron a Yranné un aroma sutil pero algo conocido. ¿Pudiera ser que el cazador que deseaba destruirle, estuviera entre aquellos cobardes? Pero dudo. Era racional aun como bestia, muy diferente al otro lince que parecía tener problemas para controlar su lado salvaje. ¿Discutía con él, con Yranné, o con su yo interior? Intrigado, por la comunicación, por la ira y aquella extraña cacería, lo siguió. Se detiene al tiempo para ver el arrastre del sujeto y sin más, pese a lo peligroso que podría ser, se acerca.
— ¿Por qué haces esto? — Le es tan extraño poder comunicarse con otro cambia formas siendo animal como la situación lo es. Aquel extraño olor sigue en el aire, pero no le presta atención. Con paciencia se echa junto a él, algo atrás pero con el campo de visión amplio. — Te equivocas, sí que tengo algo que saldar… Pero… ¿Por qué matarlos a todos? — Sí, le tiene especial afecto a está forma que le ha salvado la vida dos veces ya. Está tan fascinado con ese igual que incluso a pasado por delante la verdad de que ese lince es un cambiante al igual que él y ambos pueden transformarse en el mismo tipo de lince. Se levanta lentamente, escuchando pasos en la lejanía. Los pies pesados de los hombres son inconfundibles y, entre ellos, está el olor del tipo que casi logró matarlo. No tenía sentido que estuviera acompañado. No cuando había ido más eficaz ir solo. Pudiera ser que estuviera en un error.
Luego todo cambio. El miedo cambió y se fue convirtiendo en algo más. Regresó la curiosidad y las ganas de quedarse así por horas y horas. El bosque pronto se volvió una invitación abierta y el miedo quedo relegado. Pero las primeras noches nunca se marchó muy lejos. Sólo las primeras. Su entrañable amigo, con quien lo pasara tan mal, recupero su fuerza física y el pelaje suave sin signo de herida. El lince se movió en el bosque, corriendo, escalando. Recupero su valor y fue de cacería, dejando por fin de ser una presa. Y una de esas tantas noches, fue que, inevitablemente, se encontró con un igual, no solo del tipo de humano sino del tipo de animal también. La noche era tan común como cualquier otra pero el rastro le tomó por sorpresa y sin pensarlo, lo siguió. En la irracionalidad de su propia mente, nada le advirtió que aquello pudiera ser peligroso.
Con los ojos agudos del felino pequeño, se escondió bajo unos troncos caídos para verle. El otro lince se encontraba de cacería pero no estaba cazando lo mismo que él. De pronto, un golpe cimbró el tronco bajo el que se escondía y de inmediato a cabo por presentarse, erizándose sus pelos y enseñando sus colmillos pulidos y afilados. Quedó al descubierto por un acto de nerviosismo, pero no había estado en peligro. Los que huía, empero, trajeron a Yranné un aroma sutil pero algo conocido. ¿Pudiera ser que el cazador que deseaba destruirle, estuviera entre aquellos cobardes? Pero dudo. Era racional aun como bestia, muy diferente al otro lince que parecía tener problemas para controlar su lado salvaje. ¿Discutía con él, con Yranné, o con su yo interior? Intrigado, por la comunicación, por la ira y aquella extraña cacería, lo siguió. Se detiene al tiempo para ver el arrastre del sujeto y sin más, pese a lo peligroso que podría ser, se acerca.
— ¿Por qué haces esto? — Le es tan extraño poder comunicarse con otro cambia formas siendo animal como la situación lo es. Aquel extraño olor sigue en el aire, pero no le presta atención. Con paciencia se echa junto a él, algo atrás pero con el campo de visión amplio. — Te equivocas, sí que tengo algo que saldar… Pero… ¿Por qué matarlos a todos? — Sí, le tiene especial afecto a está forma que le ha salvado la vida dos veces ya. Está tan fascinado con ese igual que incluso a pasado por delante la verdad de que ese lince es un cambiante al igual que él y ambos pueden transformarse en el mismo tipo de lince. Se levanta lentamente, escuchando pasos en la lejanía. Los pies pesados de los hombres son inconfundibles y, entre ellos, está el olor del tipo que casi logró matarlo. No tenía sentido que estuviera acompañado. No cuando había ido más eficaz ir solo. Pudiera ser que estuviera en un error.
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
El hombres es un ser racional pero la bestia no comprende ese estado, o quizás no desea hacerlo.
Atrás había quedado aquel rastro de humanidad que le diferenciaba de los otros, esa bondad y sentimientos que refleja en sus palabras se han esfumado con el viento que golpeaba con oleadas de sangre y lodo juntos, se relame el hocico felino esperando a que caigan en la trampa, pero aquella voz es la que rompe su concentración de cazador trata de ignorar las preguntas pero estas son las que despiertan su alma noble. Sentado entre los arbustos recupera su mirada calmada, los recuerdos llegan a su mente invadiendo y nublando su juicio.
Entre los gruñidos que lanza retoma la calma justo cuando el viento deja de azotar las altas hojas de los árboles, un suspiro esboza cual lamento –Hace tiempo estos hombres lastimaron a unas personas igual a nosotros, solo por la piel sin importar que son humanos ¿por qué no matarlos entonces? O es que acaso tú estás más de su lado que de tus semejantes, quieres más a los cazadores hombres que a tu especie– sentado, alzó la mirada aguda a los cielos para volver a su presa que subía por el rocoso sendero, el sonido de la clemencia que pedía aquella pobre alma se mezcla con el sonido de los colegas que venían a darle la ayuda o quizás la muerte para que no deshonre a su grupo, los colmillos afilados volvían a mostrarse pero su irracionalidad se ha marchado, regresa la cabeza hacia el otro lince con una mirada cargada de tristeza en las pupilas –Si quieres puedes marcharte porque tu no buscas saldar cuentas con estos seres despreciables, mejor lárgate, no eres bienvenido a esta cacería– gruñe molesto cuando el aroma de los humanos se acerca a medida que sus patas comienzan a dar el camino hacia la trampa preparada –Esta no es tu guerra, ni la de nadie– eso ultimo lo murmura casi para él.
El frío comienza a aumentar a medida que avanza entre la oscura noche, el bosque los resguarda pero a la vez es una amenaza para los animales porque otras creaturas se ocultan ahí, unas más siniestras. Una flecha directa a ellos que conecta a uno de los troncos, eso avisa que están armados tirando a matar por el lugar Vaya no cayeron en la trampa como espere, Ten cuidado te matarán si te ven rondar por aquí porque pensaran que eres yo, nos parecemos en esta forma animal, así que te aconsejo que mejor te marches y te pongas a salvo ya te dije que esto no te incumbe– avanza con sigilo y esos ojos que le permiten atravesar la densa niebla de oscuridad que se cierne hasta llegar a donde sus enemigos. Arrastrándose por el suelo llega hasta uno de los cazadores con arco, le muerde la pierna tirando al suelo aquel hombre, pero no es un hombre es una mujer a la cual solo le hiere el brazo, la mujer con una flecha la clava en el costado dercho del lince volviendo a estado primario de atarca, olvida su humanidad y mata a la mujer desgarrándole el cuello y rostro, la arrastra entre los arbustos para que sea la cena de algún animal. Un poco de piedad para unos cuantos aun cuando es solo un animal, el cual ahora acecha a los otros arqueros que lanzan sus flechas por lanzar sin percatarse que aquel al que quieren matar los está rondando fijamente herido pero con fuerzas a seguir.
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
Entre los albores de aquel encuentro, mientras se detiene a examinarlo y cae en cuenta de su comportamiento, no puede dejar de sentirse fascinado por lo que presencia. La consciencia humana desvaneciéndose en una lucha constante contra el animal, derrotada a veces por sí misma y entregando el control del cuerpo a la bestia con la que no podía razonar. Le sorprendía ya que siempre había pensado que todos eran como él y su madre. Siempre había creído, como era testigo mismo de aquel hecho, que los cambiantes tenían control total del animal que habitaban. Él lo tenía, lo tenía desde que, a los once años, se había transformado por primera vez. Lo tenía cuando, meses atrás, un cazador había estado a punto de destruirlo. Entre el horror y el pánico, pensó con claridad y salió vivo.
— No, no se trata de eso… — Gruñó como respuesta, ofendido por lo que estaba escuchando de su parte. Ofendido que creyera que podría ceder a semejantes ideas. Algo dentro de él se removió, incomodo, molesto. Se agazapó un poco más, hostigado por ese pensamiento. — Yo no he conocido a muchos de mi especie en realidad. Desde que llegue a la ciudad serás el segundo que conozco… ¿Los lastimaron? Querrás decir que fueron asesinados… — De detiene, encontrando inútil el seguir hablando una vez el raciocinio ha dejado de nuevo su cuerpo. Lo cierto es que esos cambios le parecen hechizantes, quisiera él ser capaz de desprenderse de su parte humana con esa facilidad. Lo observa mudo, resintiendo su mirada y sus palabras.
Pero no se marcha. No está aún seguro del porqué, pero no se marcha. Permanece agazapado, inmóvil, cuando la flecha pasa cerca de ellos y acaba crispándole por completo el pelo. Pensaba decir algo elocuente sobre lo pobre o ineficiente de la trampa, pero permanece callado, observándolo todo, observando a su hermano de piel que quiere hacer todo solo, aunque lo asesinen en el proceso. ¿Cómo demonios se metió en este lio? Lo ve escabullirse, ser herido, asesinar. Se levanta y lo sigue en silencio, sin hacerse notar, conociendo bien el terreno por donde se mueve. Entre la maleza, sin ser visto más que, acaso, por el rabillo del ojo, se reencuentra con el lince herido. En un instintivo acto animal, lame la herida, procurándole ayuda y enseguida lo mira, clamando por su inteligencia.
— Escucha… Podemos usar eso a nuestro favor. La mujer que te hirió está muerta y dudo que el ojo humano de los otros haya captado lo suficiente para reconocer que estas herido. Somos idénticos en esta forma. Voy a ayudarte… — Mide sus palabras, vigilando a los cazadores que se mueven cautelosos, pero haciendo mucho escándalo según sus oídos. — Voy a ayudarte, simplemente. No te preguntaré más ni pondré en tela de juicio tus acciones aunque no me parezcan correctas. Sé que somos pocos, no dejaré que asesinen a un hermano. — Piensa que debería de tener miedo, que las heridas hechas hace meses y que casi lo asesinan deberían de contar para algo, pero no tiene miedo, si acaso el miedo ha acabado convirtiéndose en un instintiva y emocionante lucha por vencer a un rival.
— No, no se trata de eso… — Gruñó como respuesta, ofendido por lo que estaba escuchando de su parte. Ofendido que creyera que podría ceder a semejantes ideas. Algo dentro de él se removió, incomodo, molesto. Se agazapó un poco más, hostigado por ese pensamiento. — Yo no he conocido a muchos de mi especie en realidad. Desde que llegue a la ciudad serás el segundo que conozco… ¿Los lastimaron? Querrás decir que fueron asesinados… — De detiene, encontrando inútil el seguir hablando una vez el raciocinio ha dejado de nuevo su cuerpo. Lo cierto es que esos cambios le parecen hechizantes, quisiera él ser capaz de desprenderse de su parte humana con esa facilidad. Lo observa mudo, resintiendo su mirada y sus palabras.
Pero no se marcha. No está aún seguro del porqué, pero no se marcha. Permanece agazapado, inmóvil, cuando la flecha pasa cerca de ellos y acaba crispándole por completo el pelo. Pensaba decir algo elocuente sobre lo pobre o ineficiente de la trampa, pero permanece callado, observándolo todo, observando a su hermano de piel que quiere hacer todo solo, aunque lo asesinen en el proceso. ¿Cómo demonios se metió en este lio? Lo ve escabullirse, ser herido, asesinar. Se levanta y lo sigue en silencio, sin hacerse notar, conociendo bien el terreno por donde se mueve. Entre la maleza, sin ser visto más que, acaso, por el rabillo del ojo, se reencuentra con el lince herido. En un instintivo acto animal, lame la herida, procurándole ayuda y enseguida lo mira, clamando por su inteligencia.
— Escucha… Podemos usar eso a nuestro favor. La mujer que te hirió está muerta y dudo que el ojo humano de los otros haya captado lo suficiente para reconocer que estas herido. Somos idénticos en esta forma. Voy a ayudarte… — Mide sus palabras, vigilando a los cazadores que se mueven cautelosos, pero haciendo mucho escándalo según sus oídos. — Voy a ayudarte, simplemente. No te preguntaré más ni pondré en tela de juicio tus acciones aunque no me parezcan correctas. Sé que somos pocos, no dejaré que asesinen a un hermano. — Piensa que debería de tener miedo, que las heridas hechas hace meses y que casi lo asesinan deberían de contar para algo, pero no tiene miedo, si acaso el miedo ha acabado convirtiéndose en un instintiva y emocionante lucha por vencer a un rival.
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
Cuando chocan dos montañas se produce un gran estruendo.
La claridad con la que había asistido a aquel bosque se veía perturbado por las simples palabras de otro semejante, otro que hablaba con la racionalidad que le caracterizaba, sus felinos ojos se posaron sobre aquel ser, una mirada penetrante y fiera quizás producto de la confusión que en su mente se estaba produciendo. Grandes zarpas con uñas filosas se clavaron en la tierra y en un gruñido cual rugido deja salir de su ser, aquella bestia había sido liberada. La respiración agitada como de haber corrido por días sin descanso alguno, tuvo incluso que inclinarse agachando la cabeza sosteniéndose de la tierra, parecía que iba a abalanzarse sobre el cambiante para atacarlo pero solo estaba encontrado aquella humanidad que tenía y que pocas veces la perdía, sobre todo para apaciguar aquel brote de adrenalina producto de la herida causada por aquella cazadora.
El cambio en el ambiente fue notorio cuando se irguió en sus patas con esos ojos tranquilos y apacibles ahí estaba el hombre nuevamente, un hombre tras el rostro de una bestia que niega ante la ayuda de su igual acercándose a él para ayudarse con la visión, aún estaba poco borrosa por calmar esa ira que no se disipaba del todo y de la sangre que pierde, al parecer buscaba alguna chispa para encenderse nuevamente como un polvorín. Se acercó al joven caminando tranquilo con pausa para no abrir más la herida, devuelve aquella lamida en la cabeza del felino que le ha ayudado, su herida aun deja un rastro de sangre a su paso, pero está consciente de que no es momento y no es lugar para para aquella batalla más porque ya estaba herido y porque no pondría a nadie a correr peligro por una venganza propia.
–No– fue todo lo que salió de aquel ser que se recostaba contra uno de los arbustos –Dejemos a los humanos por ahora, están nerviosos y asustados por lo que están tirando flechas a cualquier dirección sin importar si asestan en el objetivo o no, será pérdida de tiempo mejor hay que esperar a que se les acabe las flechas y usen sus armas filosas para atacarlos al menos para dejarlos heridos– se lame una de las patas y lavar su rostro, luego de ello lame la herida para evitar que siga derramando su sangre –Además no pondría en peligro a nadie, no, cuando sé que podríamos ambos perder la vida en el intento, no podría perdonármelo que inocentes paguen por mi sed de justicia– se relame con la respiración un tanto dificultosa en muestra de su herida causada por una flecha de plata por su descuido –Gracias, por intentar ayudar y por lo de hermano, aunque se nota que estamos lejos de serlo, no has perdido la racionalidad dejando al lado bestial apoderarse de ti ¿has practicado mucho ello? – busca cambiar el tema, olvidarse por unos segundos aunque sea del lugar y la razón que lo llevó ahí –O quizás es que no has tenido oportunidad para dejar aflorar ese lado y lo llevas preso por miedo– se relame las fauces mientras se deja descansar.
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
Puede verlo con claridad, el debate de nuevo, insistente. Puede ver que la herida le duele pero hay algo más en su actitud que no es precisamente confusión. Espera, echado en una actitud humilde, algo pasiva, casi sumisa. No quiere problemas con él. Es lo que menos busca de su parte. Parece atento al otro lince, pero sus orejas están más pendientes de los humanos que los rondan, confundidos por ser incapaces de dar con la presa que desean. No espera que se hayan dado cuenta de que son dos en lugar de uno. Gira la cabeza, arrugando la nariz ante el olor de la sangre y vigila de nuevo, ahora con los ojos, durante preciados segundos que transcurren para que su compañero logre recuperar la cordura.
Vuelve a verlo, aun agazapado. Sus orejas se levantan dándole la atención requerida al momento. Entonces en ese momento es cuando lo ve; el hombre dentro del animal tomando el control de la bestia. El sufre de esos lapsos, a diferencia de su nuevo conocido. Cree que no lo puede controlar, pero ¿Es realmente así? Se alza lentamente y se sienta, a gusto y protegidos ambos de la vista de los ajenos que, nerviosos, desperdician sus flechas en aras de darle a la penumbra del bosque. Con algo de suerte, puede que su chicle pegue, puede que le den a algo, un fruto podrido quizás. Puede que la noche los ponga nerviosos y se larguen. Que salven su patético pellejo. Nota una punta de enojo en su humor y al mismo tiempo se calma, riendo en su mente por aquella puntada. Los cazadores no le agradan, en absoluto.
Sus ojos se cierran ante la lamida y en conciliación, ronronea suavemente, observando la herida del compañero, que le causa congoja. No es sorpresa que se sienta preocupado. Le gustaría sanarla, de inmediato. Se acerca a él y se sienta junto a su cuerpo, escuchado y actuando como vigía. Los hombres parecen alejarse, pero no baja la guardia, no tan fácilmente.
— ¿No? — Repite estúpidamente, contrariado por la negativa de su compañero, pero en parte lo agradece, es mejor esa respuesta a que otra herida acabe por destruirlo, matarlo. Su cabeza se mueve en un gesto de asentimiento, comprendiendo que ambos saben lo que ha visto. Dentro de sui sonríe, pro el felino niega, se tumba y da un giro para darle espacio, apoya el mentón en un ronco y desde allí observa el campo frente a él. — Dices eso, pero de todos modos, no tienes pensado dejarlos escapar… ¿Me equivoco? No temas por mí, no soy un inocente como dices y no es la primera vez que estoy en una situación así, aunque, ciertamente, son más de los que esperaba encontrarme. — Respira hondo, su pequeño pecho se hincha. Se encuentra incómodo, desea ser un tigre, el tigre blanco que todo lo puede, su transformación más poderosa y la que más seguro le hace sentir. — Sí. Puedo transfórmame desde que era niño. Mi madre fue mi mentora. Pero no siempre soy así, pierdo el control un poco cuando estoy cazando, es más fácil desviar la atención si hay mirones por allí. No quieres ver a un animal que de pronto esta razonando antes de cazar. No, ahí es bueno perder el control. — Su comentario no le hiere, es consciente de que a veces de perspectivas diferentes por su comportamiento. — Por el contrario, el control es mucho más difícil que dejarse llevar. En esta forma confió mucho en mi fuerza motora, pero si el animal se aterra, poco puede hacer. Prefiero pensar las cosas fríamente, cuando fui atacado, fue eso lo que salvó mi vida.
Vuelve a verlo, aun agazapado. Sus orejas se levantan dándole la atención requerida al momento. Entonces en ese momento es cuando lo ve; el hombre dentro del animal tomando el control de la bestia. El sufre de esos lapsos, a diferencia de su nuevo conocido. Cree que no lo puede controlar, pero ¿Es realmente así? Se alza lentamente y se sienta, a gusto y protegidos ambos de la vista de los ajenos que, nerviosos, desperdician sus flechas en aras de darle a la penumbra del bosque. Con algo de suerte, puede que su chicle pegue, puede que le den a algo, un fruto podrido quizás. Puede que la noche los ponga nerviosos y se larguen. Que salven su patético pellejo. Nota una punta de enojo en su humor y al mismo tiempo se calma, riendo en su mente por aquella puntada. Los cazadores no le agradan, en absoluto.
Sus ojos se cierran ante la lamida y en conciliación, ronronea suavemente, observando la herida del compañero, que le causa congoja. No es sorpresa que se sienta preocupado. Le gustaría sanarla, de inmediato. Se acerca a él y se sienta junto a su cuerpo, escuchado y actuando como vigía. Los hombres parecen alejarse, pero no baja la guardia, no tan fácilmente.
— ¿No? — Repite estúpidamente, contrariado por la negativa de su compañero, pero en parte lo agradece, es mejor esa respuesta a que otra herida acabe por destruirlo, matarlo. Su cabeza se mueve en un gesto de asentimiento, comprendiendo que ambos saben lo que ha visto. Dentro de sui sonríe, pro el felino niega, se tumba y da un giro para darle espacio, apoya el mentón en un ronco y desde allí observa el campo frente a él. — Dices eso, pero de todos modos, no tienes pensado dejarlos escapar… ¿Me equivoco? No temas por mí, no soy un inocente como dices y no es la primera vez que estoy en una situación así, aunque, ciertamente, son más de los que esperaba encontrarme. — Respira hondo, su pequeño pecho se hincha. Se encuentra incómodo, desea ser un tigre, el tigre blanco que todo lo puede, su transformación más poderosa y la que más seguro le hace sentir. — Sí. Puedo transfórmame desde que era niño. Mi madre fue mi mentora. Pero no siempre soy así, pierdo el control un poco cuando estoy cazando, es más fácil desviar la atención si hay mirones por allí. No quieres ver a un animal que de pronto esta razonando antes de cazar. No, ahí es bueno perder el control. — Su comentario no le hiere, es consciente de que a veces de perspectivas diferentes por su comportamiento. — Por el contrario, el control es mucho más difícil que dejarse llevar. En esta forma confió mucho en mi fuerza motora, pero si el animal se aterra, poco puede hacer. Prefiero pensar las cosas fríamente, cuando fui atacado, fue eso lo que salvó mi vida.
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
Hombre de alma vieja, trata de calmar la mente de la bestia con soplidos y la lengua a fuera mientras busca un poco de aire para sus pulmones, se relame el hocico intentando mantener la vista fija en la densa oscuridad pero le es imposible, su cansancio se evidencia producto de la herida sufrida por el combate, esos ojos cansinos se desvían hacia al joven de orejas alzadas, en la actitud de buen guardián, ríe para sus adentros como lo haría el hombre tras el rostro de aquella bestia salvaje, no deja de sentir cierto apego por el joven, quizás porque ambos son de la misma especie y más aún porque ambos comparten el mismo rasgo de cambios-
Sopeso en silencio por unos minutos las palabras ajenas, lejos estaba de poder tomarlas como insultos u ofensas de alguna clase, al contrario a cada una le da su merecido respeto porque mostraban la templanza del hombre, aunque no compartieran el mismo destino y pensamientos, aunque sus formas de ver el mundo fueran diferentes al final la perspectiva en como representan lo que observan del mundo era lo que les hacía iguales.
Terminó por echarse completamente en la tierra, con el mentón tocando la cálida tierra y las patas resguardando el rostro felino, su respiración se vuelve más lenta todavía, la ralentiza para gastar menos energía, al menos puede tomarse un poco de respiro con el semejante cerca, sus ojos grandes ojos se abren y se cierran como si buscara un poco de sueño pero lo que hace es concentrarse en bajar todo sus signos vitales para gastar la menor cantidad posible de energía, al menos hasta cazar a todos aquellos humanos, pero el comentario del joven cambiante le hace gruñir levemente como si por si aquellas palabras tocaran algo sensible en su interior de hombre –Los cazadores solo lastiman por dinero, les pagan por la piel o cabeza de algún cambiante para venderlos en el mercado negro o por placer, incluso la iglesia nos ha considerado “plagas” contra la naturaleza, como si no supieran que existimos desde mucho antes ¿por qué tendría que dejarlos escapar? dame una sola razón para hacerlo y lo haré, pero debe ser una buena razón– relame el hocico regresando la vista al joven –eres inocente, quizás no en lo que has visto o vivido pero si en este conflicto personal, porque no te atañe en lo absoluto este tipo de venganza, en cambio no soy inocente si no el culpable porque esta querella me pertenece más de lo que puedes imaginar–
Se recuesta de lado para dejar que la herida sane por sí sola, acomodando la cabeza hacia atrás, entregando toda su seguridad en las patas de aquel cambiante, mostraba la confianza que estaba depositando en un extraño que bien podía venderlo o dejarlo ahí, incluso traicionarlo si así lo deseara, suspiró cerrando los ojos –El control lo pierdes muy poco, ¿Qué cazas? animales o humanos, ahí radicará cuanto pierdes el control, porque no es lo mismo el sabor de la sangre de un animal que el de un humano, el sabor metálico se concentra más en la del humano, incluso cuando tus caninos se incrustan en la piel del humano es diferente que a la del animal, si pierdes poco es porque no has probado cazar a un humano hasta matarlo– levanta un poco la cabeza prestando atención a como los cazadores se alejan un poco de donde están ellos peros in dejar de disparar, ahora con sus armas de fuego, bufa rodando los ojos para dejarse nuevamente en descanso –El control es difícil porque a veces, en ciertas situaciones hay gente que te puede desesperar y tienes que guardar la compostura, mantener el control de la situación porque muchas personas dependen de ti y no puedes darte el lujo de terminar cometiendo una locura, entonces el control es difícil cuando no has perdido la razón por completo, pero si conoces y sabes lo que puede pasar el control no se te dificulta, claro, a menos que le hombre se borre tras la figura de una bestia como ahora estoy– una broma de sí mismo para amenizar el ambiente agradeciendo el cambio de la conversación para si olvidar un poco todo lo que había acontecido anteriormente.
Sopeso en silencio por unos minutos las palabras ajenas, lejos estaba de poder tomarlas como insultos u ofensas de alguna clase, al contrario a cada una le da su merecido respeto porque mostraban la templanza del hombre, aunque no compartieran el mismo destino y pensamientos, aunque sus formas de ver el mundo fueran diferentes al final la perspectiva en como representan lo que observan del mundo era lo que les hacía iguales.
Terminó por echarse completamente en la tierra, con el mentón tocando la cálida tierra y las patas resguardando el rostro felino, su respiración se vuelve más lenta todavía, la ralentiza para gastar menos energía, al menos puede tomarse un poco de respiro con el semejante cerca, sus ojos grandes ojos se abren y se cierran como si buscara un poco de sueño pero lo que hace es concentrarse en bajar todo sus signos vitales para gastar la menor cantidad posible de energía, al menos hasta cazar a todos aquellos humanos, pero el comentario del joven cambiante le hace gruñir levemente como si por si aquellas palabras tocaran algo sensible en su interior de hombre –Los cazadores solo lastiman por dinero, les pagan por la piel o cabeza de algún cambiante para venderlos en el mercado negro o por placer, incluso la iglesia nos ha considerado “plagas” contra la naturaleza, como si no supieran que existimos desde mucho antes ¿por qué tendría que dejarlos escapar? dame una sola razón para hacerlo y lo haré, pero debe ser una buena razón– relame el hocico regresando la vista al joven –eres inocente, quizás no en lo que has visto o vivido pero si en este conflicto personal, porque no te atañe en lo absoluto este tipo de venganza, en cambio no soy inocente si no el culpable porque esta querella me pertenece más de lo que puedes imaginar–
Se recuesta de lado para dejar que la herida sane por sí sola, acomodando la cabeza hacia atrás, entregando toda su seguridad en las patas de aquel cambiante, mostraba la confianza que estaba depositando en un extraño que bien podía venderlo o dejarlo ahí, incluso traicionarlo si así lo deseara, suspiró cerrando los ojos –El control lo pierdes muy poco, ¿Qué cazas? animales o humanos, ahí radicará cuanto pierdes el control, porque no es lo mismo el sabor de la sangre de un animal que el de un humano, el sabor metálico se concentra más en la del humano, incluso cuando tus caninos se incrustan en la piel del humano es diferente que a la del animal, si pierdes poco es porque no has probado cazar a un humano hasta matarlo– levanta un poco la cabeza prestando atención a como los cazadores se alejan un poco de donde están ellos peros in dejar de disparar, ahora con sus armas de fuego, bufa rodando los ojos para dejarse nuevamente en descanso –El control es difícil porque a veces, en ciertas situaciones hay gente que te puede desesperar y tienes que guardar la compostura, mantener el control de la situación porque muchas personas dependen de ti y no puedes darte el lujo de terminar cometiendo una locura, entonces el control es difícil cuando no has perdido la razón por completo, pero si conoces y sabes lo que puede pasar el control no se te dificulta, claro, a menos que le hombre se borre tras la figura de una bestia como ahora estoy– una broma de sí mismo para amenizar el ambiente agradeciendo el cambio de la conversación para si olvidar un poco todo lo que había acontecido anteriormente.
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
Era una estatua, si, era el vigía que se requiera en este momento. El instinto superándolo a momento, sintiéndose dolido por el malestar de su compañero, incomprensible par a un humano pero no para el felino que era. La sangre le incomodaba pero resultaba agradable olerla, de nuevo se mezclaba todo en su cabeza y en sus sentidos. Era, pero no era. No quería serlo, pero no podía evitarlo. Lo veía cansado, tumbado junto a él, pero vivo, y la ansiedad iba y venía. Una ansiedad extraña, anormal, sentida hacia un desconocido, el ir y venir de olas que no podía controlar. Mantuvo las orejas completamente levantadas, girando la cabeza de vez en cuando, para un sentido o para el otro, entonces, se movía y volvía la vista a él unos segundos, después, la vista periférica captaba movimientos de sus enemigos, los cazadores y volvía a ponerse alerta, vigilando. Con todo, no perdía detalle de la conversación. Lo observo tendido en el suelo pero por su olfato supo que seguía consciente.
El reto de su pregunta es aceptado, pero espera, pensando en alguna buena razón. Lo observa de nuevo, pasando sus ojos por su cuerpo herido y bajando las orejas levemente. Otro ruido, orejas arriba, falsa alarma. Sus nervios se crispan cada vez que pasa algo. Está muy cerca de convertirse en tigre y zampárselos de una vez por todas. No lo hace. Espera. Y aquel deseo se transas forma poco a poco en su respuesta, una respuesta que no es una respuesta, sino una especie de pedido, de que considere, de que piense las cosas.
— Lo sé… En realidad es poco lo que puedo decir para hacerte cambiar de parecer… Incluso matándolos no llegarías a ser lo crueles que ellos son. Me parece una absurda estupidez que nos cacen por nuestra piel, pero me sucedió. Ese sujeto que trató de matarme, que marcó mi cuerpo, me habló, me llamó “maldito cambiante”, sabía que era un humano. No, lo cierto es que no tengo nada que decir para que cambies al respecto de esto. Será que me molesta en forma humana por que no es correcto, socialmente… — Se quedó callado después de toda esa palabrería, algo de nuevo lo había puesto en alerta. Andaban por allí, a lo lejos, pero su audición era muy aguda y se encontraba en estado de alerta. — Lo sé, no me atañe como tal, pero tampoco es como si pudiera hacerme el desentendido ahora. Mucho menos en tu condición. Deberíamos de hacer algo con tu herida.
No pudo contenerse, pero no era tampoco como si su condición fuera ajena a él. Desde que lo descubrió herido había asumido el papel de vigía, de guardián, porque era el animal más sano y ese era su obligación. Pero no se sentía obligado a hacerlo. Se acercó un poco más a él y se echó junto a él, ayudándole a guardar calor, pero con la cabeza completamente erguida y las orejas levantas mientras escuchaba. Su pelaje se manchó con algo de sangre, pero ni siquiera se dio cuenta de ello.
— No. nunca he cazado humanos. — Reconoce con calma, en cuanto termina de hablar. — No me gusta la carne humana. No puedo olvidar que mi madre es como yo, que tuve un padre completamente humano, que tengo amigos que saben lo que soy y son humanos. No puedo matar de esa manera. Cazo animales que un animal como yo comería normalmente. Son deliciosos. —Reconoce con un extraño placer, sentándose lentamente para no herirle por accidente. Río para sus adentros al escucharle y sacudió la cabeza, despejándose. — Pero depende de la situación. Yo no tengo problemas controlándome como humano. Es más el instinto por lo que he podido deducir hasta ahora. Eso sí, es la primera vez que charlo con otro cambia formas como yo. Tus puntos de vista son intrigantes… ¿Puedo preguntarte algo? – Pensó en ello unos segundos, no deseando herirle o carecer de tacto. — Odias a los cazadores y la inquisición ¿No? ¿Han lastimado a tu familia?
El reto de su pregunta es aceptado, pero espera, pensando en alguna buena razón. Lo observa de nuevo, pasando sus ojos por su cuerpo herido y bajando las orejas levemente. Otro ruido, orejas arriba, falsa alarma. Sus nervios se crispan cada vez que pasa algo. Está muy cerca de convertirse en tigre y zampárselos de una vez por todas. No lo hace. Espera. Y aquel deseo se transas forma poco a poco en su respuesta, una respuesta que no es una respuesta, sino una especie de pedido, de que considere, de que piense las cosas.
— Lo sé… En realidad es poco lo que puedo decir para hacerte cambiar de parecer… Incluso matándolos no llegarías a ser lo crueles que ellos son. Me parece una absurda estupidez que nos cacen por nuestra piel, pero me sucedió. Ese sujeto que trató de matarme, que marcó mi cuerpo, me habló, me llamó “maldito cambiante”, sabía que era un humano. No, lo cierto es que no tengo nada que decir para que cambies al respecto de esto. Será que me molesta en forma humana por que no es correcto, socialmente… — Se quedó callado después de toda esa palabrería, algo de nuevo lo había puesto en alerta. Andaban por allí, a lo lejos, pero su audición era muy aguda y se encontraba en estado de alerta. — Lo sé, no me atañe como tal, pero tampoco es como si pudiera hacerme el desentendido ahora. Mucho menos en tu condición. Deberíamos de hacer algo con tu herida.
No pudo contenerse, pero no era tampoco como si su condición fuera ajena a él. Desde que lo descubrió herido había asumido el papel de vigía, de guardián, porque era el animal más sano y ese era su obligación. Pero no se sentía obligado a hacerlo. Se acercó un poco más a él y se echó junto a él, ayudándole a guardar calor, pero con la cabeza completamente erguida y las orejas levantas mientras escuchaba. Su pelaje se manchó con algo de sangre, pero ni siquiera se dio cuenta de ello.
— No. nunca he cazado humanos. — Reconoce con calma, en cuanto termina de hablar. — No me gusta la carne humana. No puedo olvidar que mi madre es como yo, que tuve un padre completamente humano, que tengo amigos que saben lo que soy y son humanos. No puedo matar de esa manera. Cazo animales que un animal como yo comería normalmente. Son deliciosos. —Reconoce con un extraño placer, sentándose lentamente para no herirle por accidente. Río para sus adentros al escucharle y sacudió la cabeza, despejándose. — Pero depende de la situación. Yo no tengo problemas controlándome como humano. Es más el instinto por lo que he podido deducir hasta ahora. Eso sí, es la primera vez que charlo con otro cambia formas como yo. Tus puntos de vista son intrigantes… ¿Puedo preguntarte algo? – Pensó en ello unos segundos, no deseando herirle o carecer de tacto. — Odias a los cazadores y la inquisición ¿No? ¿Han lastimado a tu familia?
Última edición por Yranné Salvin el Lun Ago 31, 2015 11:09 pm, editado 1 vez
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
La figura de alerta de aquel desconocido había creado en el interior de aquel hombre escondido tras la bestia, una sensación de hermandad, pero a la vez de “peligro” para él no era fácil confiar en las personas sobre todo en aquellas que no ha conocido por completo. Eleva el rostro lamiéndose el hocico, las orejas hacia atrás, pero, los ojos, fijos en la oscuridad contemplando los movimientos de los que considera sus enemigos. Olfatea el ambiente, los bigotes captan las sensaciones y sus patas las pulsaciones de los pasos que se acercan y alejan. Cierra los ojos con la respiración controlada, la ralentiza más al punto de no mover el cuerpo, escucha atentamente las palabras de su “hermano” y un sonrisa en su interior se escapa; ¿cuándo había el llamado como hermano a otro cambiante?, jamás, porque eran pocos con los que había hablado en aquella condición, solo había uno que tenía su confianza y era su hermano de sangre.
Abrió aquellos ojos clavándolas sobre el joven lince mirándole entrecerradamente, la respiración retoma su ritmo habitual y un poco más, la tensión en el aire se puede sentir. El viento corta todo, al punto de hacerlo asesar como si hubiera corrido todo aquel bosque sin descanso. La masa de su cuerpo se tensa al momento de levantarse, los huesos crujen al caminar alejándose un poco del joven. Se sienta frente a uno de los arbustos mirando a la noche, a los fuegos de las armas que refuljan en la oscuridad, los cañones estallan mostrando su ubicación. Mira como desdén aquellos pequeños recuerdos que como flashes de disparos llegan a él, junto con las palabras que se clavaron en su cuerpo como veneno, aquellas verdades que como hombre solía decir, aquella fase que ocultaba con su hermano, aquella parte que nunca contó ni nadie había preguntado –Es verdad, no es socialmente aceptado como humano el matar a otros humanos, y no solo en ese aspecto, la religión, fe, creencia, o lo que queramos pensar nos dice que matar es “malo” pero, si te amenazan de muerte a ti y los tuyos ¿matarías?, yo si, por protegerlos lo haría aunque esté malo pero, algunas personas, no razón con palabras, no entienden lo malo que es matar–
Nuevamente con la poca fuerza que tenía se levanta pasando junto al joven cambiante alejándose despacio del lugar –Esos hombres deberían agradecer a un “maldito cambiante” por haberles salvado, al menos por una noche o quizás unos días más– ríe pero más parece un gruñido, mueve la cabeza invitándolo a salir de ahí, al menos sin ser vistos –Mi herida está bien, joven amigo, es poco el dolor que se siente, pero no te equivocas en tus preguntas, y eso es el mayor dolor de una herida que no se cierra fácilmente, ni aun con el tiempo– anda lento pero con las orejas y olfato alerta al menor cambio de los humanos que aún siguen reunidos esperando resguardarse unos a otros –Verá joven, hace años atrás mucho antes de ser el hombre que ahora soy, estuve al cuidado de un pueblo en el nuevo mundo, mi padre lo hacía primero pero él murió y mi madre desapareció, fuimos mi hermano y yo desconocidos por un pariente nuestro que llevo el caos a nuestra tierra, cazadores e inquisidores mataban a cambiantes y a humanos, si, con el cargo de brujos, cambiantes y herejes, todo bajo la protección de este familiar, ¿Qué podía hacer? Nada, solo buscar a la única persona que puede reconocernos ante la ley como hijos de nuestro padre, pero antes de salir en su búsqueda, tuve que ver morir en manos de esos cazadores e inquisidores a algunos de los míos, a hombres, mujeres y niños cambiantes que no hacían ni un mal, y lo peor que no solo eran de mi pueblo si no de aldeas aledañas, gente que no hacía mal, que como tu cazaban animales y rezaban por ellos, gente que no se atrevía a lastimar a un humano como lo hacía yo, pero esa época se acabó y la guerra vino a la puerta de nuestros hogares. En todo momento de nuestras vidas tomamos decisiones y vivimos con las consecuencias de ella, mi decisión afectó a las personas que confiaban en mi pero a la vez gané seguridad para ellos, por un tiempo, maté a hombres en esta forma y en mis otras apariencias, sentí su sangre en mi hocico y la relamí con el fulgor de la venganza en mis ojos mientras veía a otros correr y todo por…– se detiene girando la cabeza a contemplar al joven lince –y todo porque mi pariente aun nos busca a mi hermano y a mí para matarnos, por eso contrata cazadores o pide ayuda a inquisidores, le resultará más fácil si nos excomulgan o la iglesia desconoce a mi pueblo ¿ve ahora a donde nos lleva la maldad humana? Al menos no tuviste que pasar por esto, al menos a ti no te cazan por ambición mi pequeño amigo, eres libre y por eso no has sentido aquel descontrol por acabar con ciertos humanos, y doy gracias por ello, al menos no todos están contaminados con la venganza– apenas y se oculta una sonrisa fugaz en su interior cuando vuelve la mirada a la senda, el camino lo hace con dolor pero lo soporta en silencio
Abrió aquellos ojos clavándolas sobre el joven lince mirándole entrecerradamente, la respiración retoma su ritmo habitual y un poco más, la tensión en el aire se puede sentir. El viento corta todo, al punto de hacerlo asesar como si hubiera corrido todo aquel bosque sin descanso. La masa de su cuerpo se tensa al momento de levantarse, los huesos crujen al caminar alejándose un poco del joven. Se sienta frente a uno de los arbustos mirando a la noche, a los fuegos de las armas que refuljan en la oscuridad, los cañones estallan mostrando su ubicación. Mira como desdén aquellos pequeños recuerdos que como flashes de disparos llegan a él, junto con las palabras que se clavaron en su cuerpo como veneno, aquellas verdades que como hombre solía decir, aquella fase que ocultaba con su hermano, aquella parte que nunca contó ni nadie había preguntado –Es verdad, no es socialmente aceptado como humano el matar a otros humanos, y no solo en ese aspecto, la religión, fe, creencia, o lo que queramos pensar nos dice que matar es “malo” pero, si te amenazan de muerte a ti y los tuyos ¿matarías?, yo si, por protegerlos lo haría aunque esté malo pero, algunas personas, no razón con palabras, no entienden lo malo que es matar–
Nuevamente con la poca fuerza que tenía se levanta pasando junto al joven cambiante alejándose despacio del lugar –Esos hombres deberían agradecer a un “maldito cambiante” por haberles salvado, al menos por una noche o quizás unos días más– ríe pero más parece un gruñido, mueve la cabeza invitándolo a salir de ahí, al menos sin ser vistos –Mi herida está bien, joven amigo, es poco el dolor que se siente, pero no te equivocas en tus preguntas, y eso es el mayor dolor de una herida que no se cierra fácilmente, ni aun con el tiempo– anda lento pero con las orejas y olfato alerta al menor cambio de los humanos que aún siguen reunidos esperando resguardarse unos a otros –Verá joven, hace años atrás mucho antes de ser el hombre que ahora soy, estuve al cuidado de un pueblo en el nuevo mundo, mi padre lo hacía primero pero él murió y mi madre desapareció, fuimos mi hermano y yo desconocidos por un pariente nuestro que llevo el caos a nuestra tierra, cazadores e inquisidores mataban a cambiantes y a humanos, si, con el cargo de brujos, cambiantes y herejes, todo bajo la protección de este familiar, ¿Qué podía hacer? Nada, solo buscar a la única persona que puede reconocernos ante la ley como hijos de nuestro padre, pero antes de salir en su búsqueda, tuve que ver morir en manos de esos cazadores e inquisidores a algunos de los míos, a hombres, mujeres y niños cambiantes que no hacían ni un mal, y lo peor que no solo eran de mi pueblo si no de aldeas aledañas, gente que no hacía mal, que como tu cazaban animales y rezaban por ellos, gente que no se atrevía a lastimar a un humano como lo hacía yo, pero esa época se acabó y la guerra vino a la puerta de nuestros hogares. En todo momento de nuestras vidas tomamos decisiones y vivimos con las consecuencias de ella, mi decisión afectó a las personas que confiaban en mi pero a la vez gané seguridad para ellos, por un tiempo, maté a hombres en esta forma y en mis otras apariencias, sentí su sangre en mi hocico y la relamí con el fulgor de la venganza en mis ojos mientras veía a otros correr y todo por…– se detiene girando la cabeza a contemplar al joven lince –y todo porque mi pariente aun nos busca a mi hermano y a mí para matarnos, por eso contrata cazadores o pide ayuda a inquisidores, le resultará más fácil si nos excomulgan o la iglesia desconoce a mi pueblo ¿ve ahora a donde nos lleva la maldad humana? Al menos no tuviste que pasar por esto, al menos a ti no te cazan por ambición mi pequeño amigo, eres libre y por eso no has sentido aquel descontrol por acabar con ciertos humanos, y doy gracias por ello, al menos no todos están contaminados con la venganza– apenas y se oculta una sonrisa fugaz en su interior cuando vuelve la mirada a la senda, el camino lo hace con dolor pero lo soporta en silencio
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
Con la atención dividida, sus ojos parecen ir de una lado a otra, mirando el cuerpo junto a él y de pronto al bosque, dónde los cazadores parecían incansables en lo que hacían. Cuando lo vio ponerse de pie se obligó a sí mismo a quedarse quieto, a no seguirlo y darle su espacio. La sangre parecía embrutecerlo pero era una sombra de lo que sentía con una presa y otro tipo de criatura. Lentamente se agazapó, con los ojos fijos entre las ramas de los arbustos, vigilando, con las patas encogidas debajo de su cuerpo pero las garras de fuera, rascando el suelo, el gruñido ronco esperando dentro de su garganta. Se sentía dividido por aquellos pensamientos, comprendiendo que sí, él podría convertirse en alguien más, completamente diferente si fuera por proteger a su madre. Por ella haría lo que fuera. Pero…. ¿Matar? ¿Qué hacía matar humanos diferente a matar un animal para devorarlo? La ética y la moral, puros aspectos civilizados del hombre.
Lo observó y pegó un brinco al ruido de los cañonazos que le tomó completamente desprevenido. Siseó en voz baja y volteó a ver entre el follaje, bajando las orejas con el rostro aun ceñudo y en tensión. Lo miró de reojo y se esforzó por mirarle. Gruñendo, concentró sus oídos en escucharle aunque se sentía nervioso. El ruido de los disparos lo ponía nervioso. Recordaba las heridas de hacía unos meses, el dolor y la terrible fiebre. De pronto sintió el impulso de abalanzarse contra aquellos humanos que portaban las armas sin ningún tipo de responsabilidad o conciencia. ¡Era un hombre que trabajaba! ¡Daba clases y tenía negocios fuertes con varios inversionistas en proyectos ambiciosos y novedosos! Y le habían disparado como si fuera una rata. Sí, existían las diferencias pero empezaba a dejar de verlas.
— A veces es justificable matar…. — No pudo decir nada más al respecto. Levantó las orejas y girando sobre sí mismo al estarlo siguiendo con la mirada, se puso de pie y movió por un segundo su diminuta cola. El gesto fue lo que lo hizo moverse hasta situarse junto a él. Quiso reír, pero lo más que salió de él fue también como una especie de gruñido. Agradeció que se hubiera dado cuenta de que estaba preocupado por su herida y trato de controlar su nerviosismo. Levantando las orejas, esperó y escuchó, vigilando el terreno de reojo y a veces volteando la cabeza. Se alejaban, lentamente, pero a buen paso.
Le sorprendió saber que era del otro lado del océano. Su historia parecía un cuento de esos antiguos, cuando uno podía contar historias sobre hechiceros y no hacía falta que te sintieras mal porque no creías en la existencia de aquellos seres. Por qué no eras uno de ellos y todo era fantasía. La historia que era fantasía se convirtió en un escenario gore de traición y matanza. Sus orejas se levantaron en la completa atención que le brindaba, tanto que por unos instantes parecía perder de vista el escenario en que se encontraban.
— Por eso viniste aquí… Y aun así no importó. — Dijo casi para sí mismo, pero asintió cuando le hizo esa pregunta casi retórica. No, él no tenía que huir, no seguido. Le había pasado una vez pero logró salvarse y sólo porque una cambia formas muy amable cuido de él. Se acercó y le ofreció su fuerte cuerpo como apoyo, para que caminara mejor. No tenía que verlo para saber que la herida, sin importar su gravedad, molestaba. Fue humilde en esa acción, completamente honesto, dejando ver su preocupación, porque era un hermano de raza y de tipo. Era otro lince igual que él. — Me dieron caza una vez. Perdí al sujeto porque fue más certero de lo que mi orgullo accedería a aceptar. Si hay alguien que quiero que pague, es ese cazador. No supe quién era, sigo sin saberlo, pero fue obvio que me conocía, que sabía quién era yo como humano. Quizás aún me esté vigilando. — recordó la paranoia que lo mantuvo encerrado en casa por casi un mes, el miedo terrible que lo afectó. — Comprendo lo que haces y el porqué. Yo soy hijo único, no tuve la fortuna de tener un hermano, pero mi madre vive cerca de París… Haría lo que fuera por defenderla… — Es, al momento de decirlo, que se da cuenta de que es verdad.
Lo observó y pegó un brinco al ruido de los cañonazos que le tomó completamente desprevenido. Siseó en voz baja y volteó a ver entre el follaje, bajando las orejas con el rostro aun ceñudo y en tensión. Lo miró de reojo y se esforzó por mirarle. Gruñendo, concentró sus oídos en escucharle aunque se sentía nervioso. El ruido de los disparos lo ponía nervioso. Recordaba las heridas de hacía unos meses, el dolor y la terrible fiebre. De pronto sintió el impulso de abalanzarse contra aquellos humanos que portaban las armas sin ningún tipo de responsabilidad o conciencia. ¡Era un hombre que trabajaba! ¡Daba clases y tenía negocios fuertes con varios inversionistas en proyectos ambiciosos y novedosos! Y le habían disparado como si fuera una rata. Sí, existían las diferencias pero empezaba a dejar de verlas.
— A veces es justificable matar…. — No pudo decir nada más al respecto. Levantó las orejas y girando sobre sí mismo al estarlo siguiendo con la mirada, se puso de pie y movió por un segundo su diminuta cola. El gesto fue lo que lo hizo moverse hasta situarse junto a él. Quiso reír, pero lo más que salió de él fue también como una especie de gruñido. Agradeció que se hubiera dado cuenta de que estaba preocupado por su herida y trato de controlar su nerviosismo. Levantando las orejas, esperó y escuchó, vigilando el terreno de reojo y a veces volteando la cabeza. Se alejaban, lentamente, pero a buen paso.
Le sorprendió saber que era del otro lado del océano. Su historia parecía un cuento de esos antiguos, cuando uno podía contar historias sobre hechiceros y no hacía falta que te sintieras mal porque no creías en la existencia de aquellos seres. Por qué no eras uno de ellos y todo era fantasía. La historia que era fantasía se convirtió en un escenario gore de traición y matanza. Sus orejas se levantaron en la completa atención que le brindaba, tanto que por unos instantes parecía perder de vista el escenario en que se encontraban.
— Por eso viniste aquí… Y aun así no importó. — Dijo casi para sí mismo, pero asintió cuando le hizo esa pregunta casi retórica. No, él no tenía que huir, no seguido. Le había pasado una vez pero logró salvarse y sólo porque una cambia formas muy amable cuido de él. Se acercó y le ofreció su fuerte cuerpo como apoyo, para que caminara mejor. No tenía que verlo para saber que la herida, sin importar su gravedad, molestaba. Fue humilde en esa acción, completamente honesto, dejando ver su preocupación, porque era un hermano de raza y de tipo. Era otro lince igual que él. — Me dieron caza una vez. Perdí al sujeto porque fue más certero de lo que mi orgullo accedería a aceptar. Si hay alguien que quiero que pague, es ese cazador. No supe quién era, sigo sin saberlo, pero fue obvio que me conocía, que sabía quién era yo como humano. Quizás aún me esté vigilando. — recordó la paranoia que lo mantuvo encerrado en casa por casi un mes, el miedo terrible que lo afectó. — Comprendo lo que haces y el porqué. Yo soy hijo único, no tuve la fortuna de tener un hermano, pero mi madre vive cerca de París… Haría lo que fuera por defenderla… — Es, al momento de decirlo, que se da cuenta de que es verdad.
- Perdón ;__; :
- No tengo excusa por la terrible tardanza, incluso creí que había respondido. Lo siento muchísimo.
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
El campo visual iba cambiando conforme ambos felinos avanzaban por el denso bosque, poco a poco el eco de la pelea transcurrida momentos anteriores quedaron solo en sonidos muertos que se iban perdiendo en el silencio del majestuoso lugar. Las patas dejaban las huellas sobre su regreso y abandono de la batalla, un día más de vida para todos, la sangre goteaba fundiéndose con la tierra en una mezcla más oscura, el aroma de la hierba fresca alejaba cualquier otro hedor de dolor y arrepentimiento por los conflictos morales y sociales que representaba para ambos realizar lo que el instinto y deseo de uno le pedí que hiciera.
Aquel que iba herido acepto el apoyo del semejante en cuanto a poder continuar con el camino de regreso a lo que se llamaría hogar, no estaba lejos, tenía una propiedad alquilada en las afueras de la ciudad donde pasaban la mayor parte del tiempo, un santuario silvestre lleno de paz y tranquilidad. Se relamió el hocico soportando de esta manera un poco el deseo de lamer la herida, una señal de que si la estaba pasando mal, pero ante todo no podría mostrar signo alguno de debilidad, aun estando frente a un hermano; para aquel que iba a paso lento estaba primero su debe de protectorado por lo jamás se mostraría en algún momento algo de convalecencia, primero muerto.
Observó al joven por unos momentos luego de su intervención, atentó buscó con sus ojos felinos alguna señal de que aquel era un traidor, pero nada, solo pudo hallar a un ser interesado de manera desinteresada en ayudarle. Ello fue lo que le hizo cambiar, porque, quizás y solo quizás aquel ser podría ser al final un amigo, pero eso era algo que estaba ubicado en el futuro incierto que le deparaba a él. Sus orejas se elevaron más buscando algo sonido por pequeño que fuera que les alarmara de que los estaban siguiendo pero nada, solo se podía oír a los pequeños insectos y animales nocturnos que vagan por las noches, se dejó caer un momento contra uno las raíces expuestas de uno de los grandes y viejos árboles, su lengua por fuera asesando por el esfuerzo que realizaba, comenzó a relamerse la herida a descansar –Mi joven amigo, por un ser querido hacemos lo que sea y más cuando este se encuentra en algún peligro, ahora sume ese sentimiento que descontrolaría al hombre más santo multiplicado por varios seres queridos, por cientos de personas inocentes que no tienen la culpa de nada y que solo están en medio de un lucha de poder y ambiciones desmedidas –
Descansa la cabeza contra la tierra con los ojos perdidos –Por ellos me fui y por ellos haría lo que fuera incluso volverme una bestia y acabar con aquellos que les hiciera algún mal– levanta un poco la cabeza relamiéndose nuevamente el hocico –En las historias que nos contaban nuestros abuelos o abuelas o algún familiar cercano siempre habían un ser malvado que luchaba contra el bien, pero lo que nos decían era que el mismo bien podría ser el villano también porque se olvida de sus preceptos morales– un pequeño gruñido aflora –Me desentendí de ellos en el momento en que vi morir a muchos inocentes.– susurra por lo bajo –Si hice bien o mal no lo sé, quizás algún día lo sepa, así como usted mi joven amigo conocerá algún día quien fue que le dejó esa herida mortal en su ser, esa que aunque trate de borrarla no se ha ido, aquella herida que usted trata de olvidar– nuevamente recae contra el suelo descasando –Su progenitora debe estar muy orgullosa de usted, de ver y saber el hombre y ser que se ha convertido, espero que al menos la mía sintiera ello algún día, tuvo suerte mi joven amigo, mucha suerte de no vivir la guerra y lo envidio por ello, una vida de paz y tranquilidad es lo que todo ser en este mundo se merece– pequeños susurros y su respiración se ralentiza como si se quedara medio dormitado, quizás si estaba así para recuperar algo de fuerzas y continuar el viaje hasta su pequeño hogar.
Al menos esperaba que aquel joven no se fuera y lo traicionara, porque de ello ya tuvo mucho en su vida.
Aquel que iba herido acepto el apoyo del semejante en cuanto a poder continuar con el camino de regreso a lo que se llamaría hogar, no estaba lejos, tenía una propiedad alquilada en las afueras de la ciudad donde pasaban la mayor parte del tiempo, un santuario silvestre lleno de paz y tranquilidad. Se relamió el hocico soportando de esta manera un poco el deseo de lamer la herida, una señal de que si la estaba pasando mal, pero ante todo no podría mostrar signo alguno de debilidad, aun estando frente a un hermano; para aquel que iba a paso lento estaba primero su debe de protectorado por lo jamás se mostraría en algún momento algo de convalecencia, primero muerto.
Observó al joven por unos momentos luego de su intervención, atentó buscó con sus ojos felinos alguna señal de que aquel era un traidor, pero nada, solo pudo hallar a un ser interesado de manera desinteresada en ayudarle. Ello fue lo que le hizo cambiar, porque, quizás y solo quizás aquel ser podría ser al final un amigo, pero eso era algo que estaba ubicado en el futuro incierto que le deparaba a él. Sus orejas se elevaron más buscando algo sonido por pequeño que fuera que les alarmara de que los estaban siguiendo pero nada, solo se podía oír a los pequeños insectos y animales nocturnos que vagan por las noches, se dejó caer un momento contra uno las raíces expuestas de uno de los grandes y viejos árboles, su lengua por fuera asesando por el esfuerzo que realizaba, comenzó a relamerse la herida a descansar –Mi joven amigo, por un ser querido hacemos lo que sea y más cuando este se encuentra en algún peligro, ahora sume ese sentimiento que descontrolaría al hombre más santo multiplicado por varios seres queridos, por cientos de personas inocentes que no tienen la culpa de nada y que solo están en medio de un lucha de poder y ambiciones desmedidas –
Descansa la cabeza contra la tierra con los ojos perdidos –Por ellos me fui y por ellos haría lo que fuera incluso volverme una bestia y acabar con aquellos que les hiciera algún mal– levanta un poco la cabeza relamiéndose nuevamente el hocico –En las historias que nos contaban nuestros abuelos o abuelas o algún familiar cercano siempre habían un ser malvado que luchaba contra el bien, pero lo que nos decían era que el mismo bien podría ser el villano también porque se olvida de sus preceptos morales– un pequeño gruñido aflora –Me desentendí de ellos en el momento en que vi morir a muchos inocentes.– susurra por lo bajo –Si hice bien o mal no lo sé, quizás algún día lo sepa, así como usted mi joven amigo conocerá algún día quien fue que le dejó esa herida mortal en su ser, esa que aunque trate de borrarla no se ha ido, aquella herida que usted trata de olvidar– nuevamente recae contra el suelo descasando –Su progenitora debe estar muy orgullosa de usted, de ver y saber el hombre y ser que se ha convertido, espero que al menos la mía sintiera ello algún día, tuvo suerte mi joven amigo, mucha suerte de no vivir la guerra y lo envidio por ello, una vida de paz y tranquilidad es lo que todo ser en este mundo se merece– pequeños susurros y su respiración se ralentiza como si se quedara medio dormitado, quizás si estaba así para recuperar algo de fuerzas y continuar el viaje hasta su pequeño hogar.
Al menos esperaba que aquel joven no se fuera y lo traicionara, porque de ello ya tuvo mucho en su vida.
- Spoiler:
- No se preocupe, soy paciente para las respuestas. Así que no me ha molestado ni nada. Tenga un buen día y Gracias por seguir el tema conmigo.
Bran & Ben Chevalier- Cambiante Clase Alta
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
Se fue relajando conforme se iban alejando del tumulto provocado por los cazadores. Los pasos y los bullicios, las voces y la tensión que podía sentir de aquellas personas aceleradas lo ponían de muy mal humor. Y seguía reprimiendo su instinto a pesar de que deseaba salir corriendo de allí; se mantenía junto a su nuevo compañero casi amigo, cuidando su flanco, y cuidando muy bien donde ponía las patas para evitar dar su ubicación, aunque en realidad era algo difícil que ocurriera eso, pues él estaba escuchando gracias a sus oídos potenciados y no tomó en cuenta, en su momento, el ruido que ellos hacían y la rendición consecuente de la infructuosa cacería.
Miró de reojo a su compañero y levantó las orejas con curiosidad, volteando casi de inmediato cuando escuchó una rama por allí. Era el viento moviendo una rama contra otra, raspándose entre estas con suavidad. Lentamente se detuvo al ver que el otro lince también se detenía y se sentó junto a él, buscando darle algo de calor, pero manteniendo la cabeza bien en alto y, durante raros, volteando hacía atrás con la flexibilidad propia de un felino. Seguía alerta, algo preocupado y estresado por la situación. No había preguntado a donde iban y no estaba deseos de saberlo, si no le había dicho que se marchara entonces le estaba pidiendo que lo acompañara. Cuando habló, dirigió su atención a él, sin cambiar un ápice su postura vigilante.
— Lo cierto es que yo no puedo hacer lo que desee. Creo en realidad, que al tener a alguien querido cerca, nuestro pensamiento y acción se encuentra detenido y cercado. Si yo me fuera por vía libre y no pensara en mi madre, aun en mi afán de defenderla, la decepcionaría. Ella no desea que yo tenga dificultades y mucho menos por su causa. — Se queda callado, pensando por un momento en ello, en lo que acarrea la ira y la furia y lo cierto es que, como pensara antes. Sigue sin parecerle una buena opción para sobrellevar una situación peligrosa. Sin embargo, si se trata de un animal que tiene cierta ventaja… Lo observó, moviendo las orejas y asintió de una manera por demás humana. — Es verdad… Lo cierto es que no creo demasiado en eso de la lucha contra el mal. — Se inclinó y lamió la herida cerrada de su propia piel herida desvanecida en ese cuerpo, pero que en su forma humana aun representaba una poderosa y fea cicatriz. — La verdad, no sé qué haga con ese hombre si lo vuelvo a encontrar, pero, puede que antes de hacer nada desees saber cuál fue el motivo que lo llevo a hacerme esto. Sé en base de que lo hizo. Pero quiero saber si fue atacado por un felino o perdió a alguien o simplemente es un pasatiempo más.
Por supuesto, apareció la sombra de orgullo cuando escucho mencionar a su madre. Sí, ella se lo había dicho en muchas ocasiones y, de la misma forma, él mismo se sentía muy orgulloso de ella. De haber sido una mujer siempre tan fuerte y hermosa, de haberlo guiado cuando lo requería y permitir que avanzara s0olo cuando fue necesario.
— Lo sé. Pero también sé que tú puedes encontrar la paz si así lo deseas. No es nada sencillos pero el rencor sólo te provocara más heridas… — Se detuvo y se hecho junto a él, observando las marcas casi idénticas a las suyas en su rostro. — Pero eso no importa ahora, creo que lo que debemos hacer es tratarte esa herida… — Avisó y se levantó, dispuesto a cargarlo de ser necesario. — Algún día me gustaría que conocieras a mi madre. Te resultaría una dama encantadora sin duda.
Miró de reojo a su compañero y levantó las orejas con curiosidad, volteando casi de inmediato cuando escuchó una rama por allí. Era el viento moviendo una rama contra otra, raspándose entre estas con suavidad. Lentamente se detuvo al ver que el otro lince también se detenía y se sentó junto a él, buscando darle algo de calor, pero manteniendo la cabeza bien en alto y, durante raros, volteando hacía atrás con la flexibilidad propia de un felino. Seguía alerta, algo preocupado y estresado por la situación. No había preguntado a donde iban y no estaba deseos de saberlo, si no le había dicho que se marchara entonces le estaba pidiendo que lo acompañara. Cuando habló, dirigió su atención a él, sin cambiar un ápice su postura vigilante.
— Lo cierto es que yo no puedo hacer lo que desee. Creo en realidad, que al tener a alguien querido cerca, nuestro pensamiento y acción se encuentra detenido y cercado. Si yo me fuera por vía libre y no pensara en mi madre, aun en mi afán de defenderla, la decepcionaría. Ella no desea que yo tenga dificultades y mucho menos por su causa. — Se queda callado, pensando por un momento en ello, en lo que acarrea la ira y la furia y lo cierto es que, como pensara antes. Sigue sin parecerle una buena opción para sobrellevar una situación peligrosa. Sin embargo, si se trata de un animal que tiene cierta ventaja… Lo observó, moviendo las orejas y asintió de una manera por demás humana. — Es verdad… Lo cierto es que no creo demasiado en eso de la lucha contra el mal. — Se inclinó y lamió la herida cerrada de su propia piel herida desvanecida en ese cuerpo, pero que en su forma humana aun representaba una poderosa y fea cicatriz. — La verdad, no sé qué haga con ese hombre si lo vuelvo a encontrar, pero, puede que antes de hacer nada desees saber cuál fue el motivo que lo llevo a hacerme esto. Sé en base de que lo hizo. Pero quiero saber si fue atacado por un felino o perdió a alguien o simplemente es un pasatiempo más.
Por supuesto, apareció la sombra de orgullo cuando escucho mencionar a su madre. Sí, ella se lo había dicho en muchas ocasiones y, de la misma forma, él mismo se sentía muy orgulloso de ella. De haber sido una mujer siempre tan fuerte y hermosa, de haberlo guiado cuando lo requería y permitir que avanzara s0olo cuando fue necesario.
— Lo sé. Pero también sé que tú puedes encontrar la paz si así lo deseas. No es nada sencillos pero el rencor sólo te provocara más heridas… — Se detuvo y se hecho junto a él, observando las marcas casi idénticas a las suyas en su rostro. — Pero eso no importa ahora, creo que lo que debemos hacer es tratarte esa herida… — Avisó y se levantó, dispuesto a cargarlo de ser necesario. — Algún día me gustaría que conocieras a mi madre. Te resultaría una dama encantadora sin duda.
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
Oir al cambiante hablar comenzó a abrir aquella marca que había tratado de cerrar, hace cuento tiempo ya había tratado de conseguir aquello, hace cuantas lunas y soles se preguntaba una y otra vez las razones anotándolas y tachándolas porque al final todas parecían lo mismo; como mostrar el dolor de haber perdido a su madre y no saber dónde esta o donde comenzar exactamente porque nadie la ha visto, porque todos la presumen muerta, muerta en la demencia.
Pensar en ello llevo a que se absorbiera tanto en sus pensamientos que olvidar el lugar y circunstancias en las que se ambos se encontraban, al menos por unos minutos, unos que le parecieron eternos. Sus patas tratan de ponerlo en pie pero le es inútil, el cansancio le puede más, pero no era uno físico sino más bien espiritual, al final todo le estaba pasando factura en un mal momento, para él. Miro al joven lince sonriéndole, aunque por dentro se encontraba distante y triste; relamió su herida negando la ayuda, por orgullo y por amor a sus heridas mismo, de evitar así que se abrieran más aquellas que son invisibles para los demás menos para él.
–Mi joven amigo, su búsqueda algún día traerá sus frutos y sabrá la ansiada verdad. Yo ya sé la mia, aunque aun me niego a aceptar y repaso miles de opciones posibles, sobre todo los errores, que no sea intencional, pero no, todo me lleva a ello– traga con amargura desviando la felina mirada –La ambición mi pequeño amigo, un poder que hace que las personas cometan los actos más atroces– recuerdos de su pasado le atacan por segundos, peor se desvanecen como niebla del bosque.
–El bien y el mal existe, amigo mio. Incluso en las personas más buenas existe algo maldad cuando se las orilla a ello. Solo imagínese que alguien amenace a su madre frente a usted ¿Qué haría? ¿atacaría a esa persona o dejaría morir a su madre frente a usted?– niega por un momento –Disculpe mi joven amigo, me he dejado llevar por mis pensamientos filosóficos, olvide lo que dije– se deja caer nuevamente al suelo cerrando los ojos –Descansemos un momento aquí, estaremos bien por unas horas, no atacaran ya que no saben cuántos somos y han de pensar que somos una manada grande– ríe con un poco dolor al cual le gruñe.
–Estoy seguro que su madre es una encantadora dama, y seguro me regañara por algunos de mis modales, la puedo imaginar que al vernos llegar a su casa lo primero que hiciera es abrazar a su hijo y luego inspeccionarme para darme al final una cálida bienvenida, brindar algo de comida y decir “no acepto un no respuesta” tratando a todos como si fueran sus hijos, hijos de la misma gaia– suspira largamente con una felicidad del pasado, un pasado propio y ajeno.
Pensar en ello llevo a que se absorbiera tanto en sus pensamientos que olvidar el lugar y circunstancias en las que se ambos se encontraban, al menos por unos minutos, unos que le parecieron eternos. Sus patas tratan de ponerlo en pie pero le es inútil, el cansancio le puede más, pero no era uno físico sino más bien espiritual, al final todo le estaba pasando factura en un mal momento, para él. Miro al joven lince sonriéndole, aunque por dentro se encontraba distante y triste; relamió su herida negando la ayuda, por orgullo y por amor a sus heridas mismo, de evitar así que se abrieran más aquellas que son invisibles para los demás menos para él.
–Mi joven amigo, su búsqueda algún día traerá sus frutos y sabrá la ansiada verdad. Yo ya sé la mia, aunque aun me niego a aceptar y repaso miles de opciones posibles, sobre todo los errores, que no sea intencional, pero no, todo me lleva a ello– traga con amargura desviando la felina mirada –La ambición mi pequeño amigo, un poder que hace que las personas cometan los actos más atroces– recuerdos de su pasado le atacan por segundos, peor se desvanecen como niebla del bosque.
–El bien y el mal existe, amigo mio. Incluso en las personas más buenas existe algo maldad cuando se las orilla a ello. Solo imagínese que alguien amenace a su madre frente a usted ¿Qué haría? ¿atacaría a esa persona o dejaría morir a su madre frente a usted?– niega por un momento –Disculpe mi joven amigo, me he dejado llevar por mis pensamientos filosóficos, olvide lo que dije– se deja caer nuevamente al suelo cerrando los ojos –Descansemos un momento aquí, estaremos bien por unas horas, no atacaran ya que no saben cuántos somos y han de pensar que somos una manada grande– ríe con un poco dolor al cual le gruñe.
–Estoy seguro que su madre es una encantadora dama, y seguro me regañara por algunos de mis modales, la puedo imaginar que al vernos llegar a su casa lo primero que hiciera es abrazar a su hijo y luego inspeccionarme para darme al final una cálida bienvenida, brindar algo de comida y decir “no acepto un no respuesta” tratando a todos como si fueran sus hijos, hijos de la misma gaia– suspira largamente con una felicidad del pasado, un pasado propio y ajeno.
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
Se detuvo, como si hubiera hecho un stop completo en su cuerpo y lo miró, entiendo que, algo tarde, había dicho algo con poco tacto. Lo cierto es que no podría saber que hablar de su madre lo iba a afectar. ¿O sí? Bueno, esperaba que eso lo animara un poco, no que lo pusiera en ese estado. Lo que ve mientras su compañero yace allí recostado y herido lo preocupa, lo pone nervioso y lo altera. Comprende que es un obstinado, pero que hombre no lo es en realidad.
—Lo cierto es que no sé si eso que ocurra, temo que mi intención se pierda cuando lo tenga frente a mí. Probablemente pase, probablemente no me importen sus motivos y simplemente desee atacarlo y acabar con él. Probablemente lo haga. —comentó con aire pensativo, pasando la mirada a su alrededor con lentitud, sin producir un movimiento que pudiera llamar la atención de aquellos de quienes se escondían. —Estoy de acuerdo, pero ¿Es realmente ambición lo que nos motiva? Yo no lo creo. Yo deseo vengarme por el dolor que me hizo sentir, por lo mal que lo pase cuando me topé con él y se dio cuenta que no era un animal más. Pero no ambiciono nada respecto a ese hecho.
Levantó las orejas y se rasco detrás de una, sintiendo una repentina comezón. Mantenía su costado pegado al cuerpo del otro, vigilando su temperatura, ya que por ahora no podía hacer más por él.
—Pero no tiene que ver con ser malo o no. Al fin y al cabo, solo es un punto de vista. Si alguien ve eso desde fuera no podría tener una idea clara de que es lo que hice o porque lo hice. Y amenazar no significa necesariamente que le hagan daño. Aunque si hay un cambiante aterrador en este mundo, ese es mi madre. —Torció el gesto en una nueva muestra de orgullo. —Para nada, no han sido filosóficos en absoluto, más bien vanguardistas, si me permites decirlo. —Suspiró ante la terquedad de su compañero y se quedó sentado, calculando que tanto tiempo estaba dispuesto a esperar. —Los linces son solitarios, estimado amigo, esperemos que ellos no lo sepan. —Aclaró, poniéndose de pie, estirándose.
Escucho a su alrededor pero cuando comenzó a nombrar a su madre acabó por echarse junto a él para brindarle más calor.
—Lo es y sabe juzgar bien a las personas. Se para derecha y llama la atención a donde va por su excelente conversación. Tiene rasgos de mi tierra y una presencia envidiable. Es esplendida a la hora de dar conversaciones y un temple de acero. Ella me salvó la vida de formas que nadie comprenderá nunca. —Levantó la mirada al cielo que comenzaba a aclarar y se puso de pie de nuevo. —Pero es una persona reservada, me preocupa que este sola aunque siempre está alegre y bien cuando la voy a ver. —Hizo una pausa, mirando a su alrededor una vez más. —Me acabo de dar cuenta que no nos presentamos. Soy Yranné, de la casa Salvin. Y es hora de irnos de aquí, mi nuevo amigo. —Le sonrió a través de su rostro felino. —Si no vienes, me temo que tendré que tratarte como un cachorro y llevarte conmigo a la fuerza.
La invitación era sugestiva, amable y cordial, pero no admitía un no por respuesta. Esperó por una respuesta sin dejar de ver a su alrededor, más tranquilo ahora que los cazadores se encontraban cada vez más y más lejos.
—Lo cierto es que no sé si eso que ocurra, temo que mi intención se pierda cuando lo tenga frente a mí. Probablemente pase, probablemente no me importen sus motivos y simplemente desee atacarlo y acabar con él. Probablemente lo haga. —comentó con aire pensativo, pasando la mirada a su alrededor con lentitud, sin producir un movimiento que pudiera llamar la atención de aquellos de quienes se escondían. —Estoy de acuerdo, pero ¿Es realmente ambición lo que nos motiva? Yo no lo creo. Yo deseo vengarme por el dolor que me hizo sentir, por lo mal que lo pase cuando me topé con él y se dio cuenta que no era un animal más. Pero no ambiciono nada respecto a ese hecho.
Levantó las orejas y se rasco detrás de una, sintiendo una repentina comezón. Mantenía su costado pegado al cuerpo del otro, vigilando su temperatura, ya que por ahora no podía hacer más por él.
—Pero no tiene que ver con ser malo o no. Al fin y al cabo, solo es un punto de vista. Si alguien ve eso desde fuera no podría tener una idea clara de que es lo que hice o porque lo hice. Y amenazar no significa necesariamente que le hagan daño. Aunque si hay un cambiante aterrador en este mundo, ese es mi madre. —Torció el gesto en una nueva muestra de orgullo. —Para nada, no han sido filosóficos en absoluto, más bien vanguardistas, si me permites decirlo. —Suspiró ante la terquedad de su compañero y se quedó sentado, calculando que tanto tiempo estaba dispuesto a esperar. —Los linces son solitarios, estimado amigo, esperemos que ellos no lo sepan. —Aclaró, poniéndose de pie, estirándose.
Escucho a su alrededor pero cuando comenzó a nombrar a su madre acabó por echarse junto a él para brindarle más calor.
—Lo es y sabe juzgar bien a las personas. Se para derecha y llama la atención a donde va por su excelente conversación. Tiene rasgos de mi tierra y una presencia envidiable. Es esplendida a la hora de dar conversaciones y un temple de acero. Ella me salvó la vida de formas que nadie comprenderá nunca. —Levantó la mirada al cielo que comenzaba a aclarar y se puso de pie de nuevo. —Pero es una persona reservada, me preocupa que este sola aunque siempre está alegre y bien cuando la voy a ver. —Hizo una pausa, mirando a su alrededor una vez más. —Me acabo de dar cuenta que no nos presentamos. Soy Yranné, de la casa Salvin. Y es hora de irnos de aquí, mi nuevo amigo. —Le sonrió a través de su rostro felino. —Si no vienes, me temo que tendré que tratarte como un cachorro y llevarte conmigo a la fuerza.
La invitación era sugestiva, amable y cordial, pero no admitía un no por respuesta. Esperó por una respuesta sin dejar de ver a su alrededor, más tranquilo ahora que los cazadores se encontraban cada vez más y más lejos.
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
No podía creer lo que sus orejas felinas habían escuchado ¿acaso era real? ¿se trataba de una broma?, no, no lo era y se repetía una y mil veces que aquella palabra aquel cambiante la había formulado de forma clara. “Cachorro” ¿Cuántas veces su hermano le había dicho eso? Miles y miles más a las que se refiere a su comportamiento, pero ¿de un extraño? Era la primera vez y por esos sus ojos mostraron el asombro para dar paso a la risa, una que se transformaría en la carcajada de un hombre que no podría dar crédito a la alusión brindada.
Con calma se puso de pie obedeciendo a su nuevo amigo, un similar, uno al que comenzaba a respetar por sus creencias y su forma de hablar que había extrañado en la gente que le rodeaba, con aquella nostalgia impregnada en sus pupilas decidió dar los primeros pasos, eran lentos pero no se detendría
–Soy muy grande para ser tratado como un cachorro herido, aunque debo decir que el pensar como lo haría me seduce– ríe negando –Pero mi hermano no me lo perdonaría, además es la primera vez que me han llamado de esa forma un extraño– Camina junto al otro lince, no deja de ver lugar, olfateando cada paso que da, sintiendo las vibraciones en sus patas y bigotes.
–Mi querido amigo Yranne, espero algún día conocer a su señora madre, estoy seguro que ella no dudaría de educar a alguien como yo en el uso correcto de las palabras y expresiones, eso sería muy grato para mí, de alguien tan fuerte y amable como su progenitora– asiente porque era cierto, encontrar a una mujer con aquellas características era muy extraño y era de admirar cuando se lograba encontrar. El bosque espeso y oscuro los guiaba a sus pasos alejándolos tanto que ya no se percibía gota alguna de peligro por parte de cazadores furtivos, su respiración agitada hacia que su lengua se repasara contra su hocico para evitar tenerla reseca.
Se detuvo un momento con una sonrisa que bien podía ser identificada –Ya que lo ha dicho, acabo de darme cuenta que tampoco me he presentado, me disculpo por la tardanza amigo mío– adelante la pata derecha e inclina la cabeza como si fuera una reverencia, un saludo formal de caballeros –Bran Chevalier mi joven amigo, así respondo como humano aunque como este felino ante usted creo que responderé como el cachorro– una pequeña broma para romper la tensión –y ya que estamos conociéndonos mi amigo, dígame, si no es indiscreción mía ¿de dónde viene? ¿A dónde va? ¿A qué se dedica?– con la mayor sonrisa y sinceridad ha hablado.
Nunca en todos sus años había hecho broma con alguien, por su carácter rígido y serio, quizás por ello la gente no sabía con tratarlo o acercarse a él y sus pocas amistades eran los socios o casi socios que trataba, si se le pueden llamar a ellos amistades. Se recompuso caminando, su caminada realmente era lenta gracias a las pocas energías que tenía –Mi joven amigo déjeme decirle algo, su madre no creo que se sienta sola, y no hablo desde un punto de vista religioso, si no que ella no se ha de sentir sola porque siempre, siempre piensa y le recuerda a usted, en su mente y corazón por ello, es que ella ha de estar siempre sonriente cuando usted la va a ver, porque cada vez que ella lo ve, en su mente lo graba para seguir recordándolo el resto de días, y ¿por qué? Porque sabe que su niño ha crecido y cambiado y cada día se vuelve un hombre de bien– asiente a sus palabras.
Con calma se puso de pie obedeciendo a su nuevo amigo, un similar, uno al que comenzaba a respetar por sus creencias y su forma de hablar que había extrañado en la gente que le rodeaba, con aquella nostalgia impregnada en sus pupilas decidió dar los primeros pasos, eran lentos pero no se detendría
–Soy muy grande para ser tratado como un cachorro herido, aunque debo decir que el pensar como lo haría me seduce– ríe negando –Pero mi hermano no me lo perdonaría, además es la primera vez que me han llamado de esa forma un extraño– Camina junto al otro lince, no deja de ver lugar, olfateando cada paso que da, sintiendo las vibraciones en sus patas y bigotes.
–Mi querido amigo Yranne, espero algún día conocer a su señora madre, estoy seguro que ella no dudaría de educar a alguien como yo en el uso correcto de las palabras y expresiones, eso sería muy grato para mí, de alguien tan fuerte y amable como su progenitora– asiente porque era cierto, encontrar a una mujer con aquellas características era muy extraño y era de admirar cuando se lograba encontrar. El bosque espeso y oscuro los guiaba a sus pasos alejándolos tanto que ya no se percibía gota alguna de peligro por parte de cazadores furtivos, su respiración agitada hacia que su lengua se repasara contra su hocico para evitar tenerla reseca.
Se detuvo un momento con una sonrisa que bien podía ser identificada –Ya que lo ha dicho, acabo de darme cuenta que tampoco me he presentado, me disculpo por la tardanza amigo mío– adelante la pata derecha e inclina la cabeza como si fuera una reverencia, un saludo formal de caballeros –Bran Chevalier mi joven amigo, así respondo como humano aunque como este felino ante usted creo que responderé como el cachorro– una pequeña broma para romper la tensión –y ya que estamos conociéndonos mi amigo, dígame, si no es indiscreción mía ¿de dónde viene? ¿A dónde va? ¿A qué se dedica?– con la mayor sonrisa y sinceridad ha hablado.
Nunca en todos sus años había hecho broma con alguien, por su carácter rígido y serio, quizás por ello la gente no sabía con tratarlo o acercarse a él y sus pocas amistades eran los socios o casi socios que trataba, si se le pueden llamar a ellos amistades. Se recompuso caminando, su caminada realmente era lenta gracias a las pocas energías que tenía –Mi joven amigo déjeme decirle algo, su madre no creo que se sienta sola, y no hablo desde un punto de vista religioso, si no que ella no se ha de sentir sola porque siempre, siempre piensa y le recuerda a usted, en su mente y corazón por ello, es que ella ha de estar siempre sonriente cuando usted la va a ver, porque cada vez que ella lo ve, en su mente lo graba para seguir recordándolo el resto de días, y ¿por qué? Porque sabe que su niño ha crecido y cambiado y cada día se vuelve un hombre de bien– asiente a sus palabras.
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
Se anotó un punto de victoria por su ocurrencia que sí, pudiera ser que lo dijo porque sí, pero lo cierto es que no, que estaba irritado y muy preocupado y como solía suceder en esos momentos, actuaba por un impulso dónde, lo que menos medía era la densidad, importancia o sentido de sus palabas. Y había funcionado, he incluso se estaba riendo, ¡riendo! Eso no era nada bueno para la herida pero si para su salud mental. Lo esperó, de pie, junto a él, pero mirándolo con una mueca, sin llegar a comprender como debía de reaccionar ante su risa o su impresión. No parecía como si lo hubiera ofendido.
—¿Es así? Y yo que planeaba sonar autoritario. —Negó, agitando las orejas en silencio, divertido al respecto. —Si a esas vamos, creo que los dos estamos en el mismo nivel, hablando de edad. —comentó, aligerando un poco su paso, caminando sin ruido y manteniéndose atento a su alrededor. — Si debo responder, se me había ocurrido volverme un tigre y cargarte como lo haría con un cachorro, de la espalda o atravesado en el hocico, sin nada de gracia. —De haber podido, se habría encogido de hombros. —¿Qué clase de relación tienes con tu hermano? ¿Se llevan bien? ¿Es un cambiante también? —preguntó, midiendo poco sus palabras.
Siendo hijo único, sentía una curiosidad hacía aquello que eran hermanos. Imagina, por lo dicho, que si se llevaban bien. Eso le hizo sentir una ligera envidia que pronto fue borrada en la conversación.
—Puedo guiarte hasta ella cuando lo desees, por supuesto, tendrá que ser en unas circunstancias mejores que estas. Me temo que es una mujer estricta que pasará por alto excusas como el dolor de una parte del cuerpo. —replicó en un buen tono, imitando un tono severo que no le salía para nada. Se detuvo junto a él y sonrió, resultándole casi cómico el protocolo dentro de un cuerpo pequeño y peludo. Pero no se rio. —Bran. —repitió, memorizándolo. Asintió con una nueva sonrisa que no escondida del todo la preocupación por el constante olor de la sangre ajena.
Lo invitó a seguir caminando, sin dejar que olvidara su advertencia de hace un momento. Podía hacer lo que había dicho y lo haría si lo veía débil o mal o incapacitado para caminar.
—Ya que di mi procedencia, te diré que está noche fui de cacería, me sacie y tenía planeado ir a casa cuando nos topamos. En mi vida diurna, como humano, soy un miembro activo de la clase alta, un inversionista que está aprovechando lo que la humanidad puede llegar a lograr en estos años. —Caminaba lento, junto a él, sin presionarlo. —Tienes hermosas palabras que contar, amigo mío. Mi madre se sentirá halagada cuando las repita para ella, con su permiso, claro que sí. Y sobre ello, no debes preocuparte por si debía o no hacer algo o si he aplazado mis asuntos por estar aquí. Después de todo, ha sido mi decisión. Pero si debo de preguntarte, ¿a dónde es que deseas ir en tu estado? ¿Cuál es nuestro destino?
—¿Es así? Y yo que planeaba sonar autoritario. —Negó, agitando las orejas en silencio, divertido al respecto. —Si a esas vamos, creo que los dos estamos en el mismo nivel, hablando de edad. —comentó, aligerando un poco su paso, caminando sin ruido y manteniéndose atento a su alrededor. — Si debo responder, se me había ocurrido volverme un tigre y cargarte como lo haría con un cachorro, de la espalda o atravesado en el hocico, sin nada de gracia. —De haber podido, se habría encogido de hombros. —¿Qué clase de relación tienes con tu hermano? ¿Se llevan bien? ¿Es un cambiante también? —preguntó, midiendo poco sus palabras.
Siendo hijo único, sentía una curiosidad hacía aquello que eran hermanos. Imagina, por lo dicho, que si se llevaban bien. Eso le hizo sentir una ligera envidia que pronto fue borrada en la conversación.
—Puedo guiarte hasta ella cuando lo desees, por supuesto, tendrá que ser en unas circunstancias mejores que estas. Me temo que es una mujer estricta que pasará por alto excusas como el dolor de una parte del cuerpo. —replicó en un buen tono, imitando un tono severo que no le salía para nada. Se detuvo junto a él y sonrió, resultándole casi cómico el protocolo dentro de un cuerpo pequeño y peludo. Pero no se rio. —Bran. —repitió, memorizándolo. Asintió con una nueva sonrisa que no escondida del todo la preocupación por el constante olor de la sangre ajena.
Lo invitó a seguir caminando, sin dejar que olvidara su advertencia de hace un momento. Podía hacer lo que había dicho y lo haría si lo veía débil o mal o incapacitado para caminar.
—Ya que di mi procedencia, te diré que está noche fui de cacería, me sacie y tenía planeado ir a casa cuando nos topamos. En mi vida diurna, como humano, soy un miembro activo de la clase alta, un inversionista que está aprovechando lo que la humanidad puede llegar a lograr en estos años. —Caminaba lento, junto a él, sin presionarlo. —Tienes hermosas palabras que contar, amigo mío. Mi madre se sentirá halagada cuando las repita para ella, con su permiso, claro que sí. Y sobre ello, no debes preocuparte por si debía o no hacer algo o si he aplazado mis asuntos por estar aquí. Después de todo, ha sido mi decisión. Pero si debo de preguntarte, ¿a dónde es que deseas ir en tu estado? ¿Cuál es nuestro destino?
Yranné Salvin- Cambiante Clase Alta
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
Sinceridad, una que había creído perdida en la humanidad le golpeada el rostro de mil maneras obligándolo a reír por ello pidiendo al instante las disculpas requeridas por aquel momento vergonzoso, pero aun así lo volvió a disfrutar con una sonrisa de aquella que había perdido con el paso del tiempo, tiempo que le ha dejado más tragos amargos que gratos.
Con aquel tono cansado pero con resignación optó por seguir el camino pausado hasta su casa, con aquellas patas que se concentraban en sentir el eco de la tierra por el caso de que lo siguieran, aunque solo sentía la misma naturaleza en su máximo esplendor. Miró al joven lince relamiéndose el hocico humedeciéndose la nariz –Mi joven amigo aunque fuera un tigres le terminaría creando un dolor de colmillos con mi peso, temo que la época de ser cachorro y muy liviano ha pasado ya– descansa unos momentos respirando con dificultad por el cansancio y la herida en si –Con mi hermano tenemos la misma relación que un perro y un gato– ríe negando –Él es un ave, y aun no sabemos porque no es felino como yo, quizás hubo una anomalía con alguno de los dos, a saber con cual– tose arrojando un poco de sangre.
Se recompone enseguida siguiendo lentamente –No creo que sea bueno llamarle “viejo” amigo, así que será mejor “joven” aunque seamos casi de la misma edad, no creo que se ha de ver tan acabado como yo que siempre me transformo en mis bestias internas así que la edad me ha castigado con esto– se acerca al cambiante para que la haga de apoyo unos momentos jadeando por las dificultades internas que estaba presentando. Sonrío alzando una pata para lamerla y pasarla por su rostro agudizando así sus ojos, o mejor dicho tallando los ojos –El camino es largo y pesado, largo por aquí en el bosque hasta el final de este y luego dos metros más casi por los lagos unos cuantos metros más y mi casa está en ese lugar, algo natural y salvaje, quizás por eso está bien alejada– nuevamente tose caminando nuevamente viendo frente a él un árbol caído quedándose en pensamientos si saltar o rodearlo, un dolor o quizás más agonizante –Oh mi joven amigo, puede usar mis palabras hacia su señora madre, estoy seguro que le hará muy feliz al punto de servirle su plato favorito por una semana entera sin objeción alguna– opta por rodear al árbol caído siguiendo con la camianata –Nuestras cacerías se han unido sin querer, pero al final quizás era destino– enarca una ceja sonriendo.
Con aquel tono cansado pero con resignación optó por seguir el camino pausado hasta su casa, con aquellas patas que se concentraban en sentir el eco de la tierra por el caso de que lo siguieran, aunque solo sentía la misma naturaleza en su máximo esplendor. Miró al joven lince relamiéndose el hocico humedeciéndose la nariz –Mi joven amigo aunque fuera un tigres le terminaría creando un dolor de colmillos con mi peso, temo que la época de ser cachorro y muy liviano ha pasado ya– descansa unos momentos respirando con dificultad por el cansancio y la herida en si –Con mi hermano tenemos la misma relación que un perro y un gato– ríe negando –Él es un ave, y aun no sabemos porque no es felino como yo, quizás hubo una anomalía con alguno de los dos, a saber con cual– tose arrojando un poco de sangre.
Se recompone enseguida siguiendo lentamente –No creo que sea bueno llamarle “viejo” amigo, así que será mejor “joven” aunque seamos casi de la misma edad, no creo que se ha de ver tan acabado como yo que siempre me transformo en mis bestias internas así que la edad me ha castigado con esto– se acerca al cambiante para que la haga de apoyo unos momentos jadeando por las dificultades internas que estaba presentando. Sonrío alzando una pata para lamerla y pasarla por su rostro agudizando así sus ojos, o mejor dicho tallando los ojos –El camino es largo y pesado, largo por aquí en el bosque hasta el final de este y luego dos metros más casi por los lagos unos cuantos metros más y mi casa está en ese lugar, algo natural y salvaje, quizás por eso está bien alejada– nuevamente tose caminando nuevamente viendo frente a él un árbol caído quedándose en pensamientos si saltar o rodearlo, un dolor o quizás más agonizante –Oh mi joven amigo, puede usar mis palabras hacia su señora madre, estoy seguro que le hará muy feliz al punto de servirle su plato favorito por una semana entera sin objeción alguna– opta por rodear al árbol caído siguiendo con la camianata –Nuestras cacerías se han unido sin querer, pero al final quizás era destino– enarca una ceja sonriendo.
Bran & Ben Chevalier- Cambiante Clase Alta
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Re: Improvisadas Cacerías || Yranné Salvin
Puede que quizás se sintiera más tranquilo que momentos antes, pero eso no quitaba gravedad al asunto. Se mantenía a su lado, con las orejas moviéndose constantemente, en busca de sonidos que pudieran delatar a sus posibles seguidores, empero, hasta ese momento, y gracias por ello, había que agregar, se encontraban solos de nuevo, completamente solos.
Dentro de su mirada neutra de felino, sonrió cuando el reto del peso se presentó ante sus bigotes. Se detiene junto a él sin embargo, listo para saltar y sostenerlo si debe de hacerlo.
—Te aseguro que puedo cargar con un peso como el suyo si estoy como tigre, pudiendo cargar mi peso total en comida, cargar con un lince de setenta kilos no debe de representarme un mayor problema. —Casi sintió su pecho hincharse con orgullo. Su figura como tigre era incluso más grande que la de su madre, que siempre le había parecido por demás majestuosa. Se detiene junto a él, con un semblante aún más serio que antes, arrimándose por si acaso. Sería triste perderlo aquí cuando sus intensiones eran ayudarle. El dato sobre su hermano le impresionó. —Tu familia es de felinos, ¿no? Puede que por allí haya algún familiar que se casó con uno que podía transformarse en ave o algo así, ya sabes una larga cadena de genes mezclados donde ahora el ave es muy poco probable, pero aun así existente.
Se alarmó al verlo escupir sangre, lo que conlleva una herida problemática y profunda, y si siguen así las cosas, se pondrían muy graves. Gruñe, esperando tener tiempo suficiente para ayudarle.
—Me sorprende lo tranquilo que te encuentras ante tu situación. Yo estoy muy nervioso para este punto. La última vez que sufrí un disparo lo pasé realmente mal. —Suelta, inclinando la cabeza para servirle de más apoyo al ver que se acerca hacia él. —¿Te refieres a tu forma humana? Tendría que verte para decirlo, pero sí, yo me veo lo suficientemente joven para que ciertas personas me causen problemas, dudando de si soy apto para hacer o decir ciertas cosas cuando tengo cuarenta y un años. Todo un problema.
Lo observa lamerse de reojo y bufa, inclinándose para pasar cierto terreno, sirviéndole de apoyo en todo momento. Camina lentamente, rodeando el árbol cuando era más rápido saltarlo, obviamente.
—Suena bastante lejano sin duda. Pero ya que no deseas que te lleve, podría intentar disfrutar del paseo. —Habla más para sí mismo, pasando por un lapso de nervios que le estaba costando manejar después de ver la sangre brotar con la tos. —Se las contaré, por supuesto. Y ella querrá conocerte y tendremos que hacer otro recorrido como este pero con algo más de ropa y sin cansarnos. —Extiende sus garras en el suelo afianzándose, continuando por un camino que conoce tanto como desconoce, guiándose a un sitio que no conoce, pero de cierta manera suena muy familiar. —Sí, creo que sí. Un buen encuentro lleno de acción y eso. Lo que necesita cualquier cambiante para poner sabor a su vida. —Bromeó un poco, cínico.
Dentro de su mirada neutra de felino, sonrió cuando el reto del peso se presentó ante sus bigotes. Se detiene junto a él sin embargo, listo para saltar y sostenerlo si debe de hacerlo.
—Te aseguro que puedo cargar con un peso como el suyo si estoy como tigre, pudiendo cargar mi peso total en comida, cargar con un lince de setenta kilos no debe de representarme un mayor problema. —Casi sintió su pecho hincharse con orgullo. Su figura como tigre era incluso más grande que la de su madre, que siempre le había parecido por demás majestuosa. Se detiene junto a él, con un semblante aún más serio que antes, arrimándose por si acaso. Sería triste perderlo aquí cuando sus intensiones eran ayudarle. El dato sobre su hermano le impresionó. —Tu familia es de felinos, ¿no? Puede que por allí haya algún familiar que se casó con uno que podía transformarse en ave o algo así, ya sabes una larga cadena de genes mezclados donde ahora el ave es muy poco probable, pero aun así existente.
Se alarmó al verlo escupir sangre, lo que conlleva una herida problemática y profunda, y si siguen así las cosas, se pondrían muy graves. Gruñe, esperando tener tiempo suficiente para ayudarle.
—Me sorprende lo tranquilo que te encuentras ante tu situación. Yo estoy muy nervioso para este punto. La última vez que sufrí un disparo lo pasé realmente mal. —Suelta, inclinando la cabeza para servirle de más apoyo al ver que se acerca hacia él. —¿Te refieres a tu forma humana? Tendría que verte para decirlo, pero sí, yo me veo lo suficientemente joven para que ciertas personas me causen problemas, dudando de si soy apto para hacer o decir ciertas cosas cuando tengo cuarenta y un años. Todo un problema.
Lo observa lamerse de reojo y bufa, inclinándose para pasar cierto terreno, sirviéndole de apoyo en todo momento. Camina lentamente, rodeando el árbol cuando era más rápido saltarlo, obviamente.
—Suena bastante lejano sin duda. Pero ya que no deseas que te lleve, podría intentar disfrutar del paseo. —Habla más para sí mismo, pasando por un lapso de nervios que le estaba costando manejar después de ver la sangre brotar con la tos. —Se las contaré, por supuesto. Y ella querrá conocerte y tendremos que hacer otro recorrido como este pero con algo más de ropa y sin cansarnos. —Extiende sus garras en el suelo afianzándose, continuando por un camino que conoce tanto como desconoce, guiándose a un sitio que no conoce, pero de cierta manera suena muy familiar. —Sí, creo que sí. Un buen encuentro lleno de acción y eso. Lo que necesita cualquier cambiante para poner sabor a su vida. —Bromeó un poco, cínico.
Yranné Salvin- Cambiante Clase Alta
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