AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hilo rojo [Yranné]
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Hilo rojo [Yranné]
Algo la había llevado hasta ese lugar. Bueno, quizá no algo, sino más bien un "alguien".
Frunciendo el ceño, Kimea se agachó para recoger de nuevo entre sus brazos al gato que había estado siguiendo hasta la Plaza du Tertre. El felino había llegado hasta ella poco después de que ella abandonara el callejón donde había establecido su zona de sueño y desde el primer momento había cautivado a la joven. Sonriendo, Kimea acarició al gato por detrás de sus orejas mientras contemplaba el lugar hasta el que había sido arrastrada.
No conocía ese lugar y lamentaba profundamente no haber dado antes con él ahora que se hallaba ahí. Sonriendo, fue avanzando por uno de los caminos establecidos echando un vistazo a todo a su alrededor.
A su derecha había un malabarista. Mucho más diestro en el arte de capturar cosas en el aire y volver a devolverlas a él que aquel que había estado un tiempo en el teatro. Sonriendo cual niña pequeña, se quedó embelesada contemplando el movimiento fluido y danzarín de las bolas en el aire. Podría haberse quedado estancada en ese mismo lugar más tiempo, no obstante parecía que el pequeño felino tenía otros planes.
Escabulléndose de entre sus brazos, Kimea observó como el gato aterrizaba en el suelo y comenzaba a caminar con rapidez hacia los arboles. Dirigiéndole una última mirada al malabarista, fue tras el gato yendo entre arboles hasta volver a aparecer al lado de un camino.
El gato estaba a tres o cuatro metros de ella, parado cerca de un hombre qué, tras tocar una primera nota ligera en su violín para comprobar que este estuviera afinado, comenzó a tocar con mayor fluidez una pieza que Kimea no reconoció ni habría podido reconocer, pero que cautivó a la muchacha desde la primera nota.
"Hermoso..."
Frunciendo el ceño, Kimea se agachó para recoger de nuevo entre sus brazos al gato que había estado siguiendo hasta la Plaza du Tertre. El felino había llegado hasta ella poco después de que ella abandonara el callejón donde había establecido su zona de sueño y desde el primer momento había cautivado a la joven. Sonriendo, Kimea acarició al gato por detrás de sus orejas mientras contemplaba el lugar hasta el que había sido arrastrada.
No conocía ese lugar y lamentaba profundamente no haber dado antes con él ahora que se hallaba ahí. Sonriendo, fue avanzando por uno de los caminos establecidos echando un vistazo a todo a su alrededor.
A su derecha había un malabarista. Mucho más diestro en el arte de capturar cosas en el aire y volver a devolverlas a él que aquel que había estado un tiempo en el teatro. Sonriendo cual niña pequeña, se quedó embelesada contemplando el movimiento fluido y danzarín de las bolas en el aire. Podría haberse quedado estancada en ese mismo lugar más tiempo, no obstante parecía que el pequeño felino tenía otros planes.
Escabulléndose de entre sus brazos, Kimea observó como el gato aterrizaba en el suelo y comenzaba a caminar con rapidez hacia los arboles. Dirigiéndole una última mirada al malabarista, fue tras el gato yendo entre arboles hasta volver a aparecer al lado de un camino.
El gato estaba a tres o cuatro metros de ella, parado cerca de un hombre qué, tras tocar una primera nota ligera en su violín para comprobar que este estuviera afinado, comenzó a tocar con mayor fluidez una pieza que Kimea no reconoció ni habría podido reconocer, pero que cautivó a la muchacha desde la primera nota.
"Hermoso..."
Kimea Ritchter- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 20/04/2014
Re: Hilo rojo [Yranné]
Tiempo libre. Una de sus cosas favoritas era el tiempo libre del que podía disponer para hacer lo que quisiera, como ir a la plaza de Tertre y tocar un rato por el simple gusto de dejarse llevar por una de sus pasiones más arraigadas. Su violín tenía casi tantos años como él, era oscuro de su barniz y siempre lo acababa dejando blanco por el polvillo que liberaba el constante pase del arco sobre las cuerdas. Se entendía a la perfección con aquel instrumento, regalo de sus padres cuando cumplió seis años. Demasiado pequeño aún para poderlo tocar, lo tuvo guardado hasta que creció lo necesario, tiempo en el que practicó con un ¾ perfeccionándose en el nivel medio.
Aún podía recordar la emoción que sintió cuando volvió a encontrarse con el violín obsequiado. Al principio lo afinaba constantemente pues el uso continuó, al ser nuevo, lo desafinaba, pero pronto las cuerdas amarraron y el violín se acostumbró al uso así como él a tocar con este. Cuando daba clases era el violín que usaba, cuando ayudaba a su alumnos era casi siempre con el suyo al hombro, para que su alumno pudiera seguirle en lugar de solo verle tocar. Dar clases era una de sus pasiones. Los niños le gustaban tanto como la música.
Ese domingo en particular tenía libre casi todo el día y decidir qué hacer no fue problemático. Desayuno y se bañó, vistiéndose para salir de inmediato, llevando consigo el violín a su espalda en un estuche duro de madera. Cierto era que tenía un estatus que mantener y una reputación que cuidar, pero por más que sus amigos inversionistas le hubieran aconsejado que había cosas que una persona de su posición no debía hacer; como tocar por placer en una plaza donde se juntaban vagos y personas lujuriosas a las artes, Yranné simplemente no escuchaba. Aquello le generaba satisfacción, no el llevarles la contraría, sino simplemente tocar por el placer de hacerlo. Pasó entre el malabarista y detrás del mismo pintor que siempre se colocaba junto a la banca y solía pintar en caballetes grandes, cuadros aún más grandes.
Sacó su violín, lo afinó ligeramente y volvió a bajarlo a su estuche. Afirmó los hilos en el arco y los llenó de tiza hasta que se mostró satisfecho con ello. Entonces se colocó su trapo pegado al cuello y encima acomodó el violín, inclinando la cabeza un poco para hacer presión. Cuando estuvo firme, lo soltó y llevó su mano al arco, pasándolo mientras escuchaba atentamente. Captó la atención del pintor que parecía ya esperarlo, y comenzó a tocar, suave, calentando los dedos, alguna que otra pieza. En cierto momento se le junto otro violinista y juntos tocaron un fragmento de un Canon. Cuando su compañero violinista se retiró, aprovechó para descansar un poco. En ese descanso fue cuando cayó en cuenta del felino a sus pies, que parecía expectante.
- ¿Quieres que toque algo? Creo tener los dedos lo suficientemente sueltos para deleitarte con una de mis piezas favoritas. Solo la obertura, un fragmento. – Le habló con toda naturalidad al gato, más, cuando se enderezaba, se encontró con el rostro de una joven de facciones marcadas y el pelo más oscuro que hubiera visto. Le sonrió, deslizó el arco en el violín con suma suavidad y se soltó a tocar. Sin partitura, pero repasando cada nota en su mente, tocó la pieza sin pausas, comprobando que había calculado muy bien el tiempo de calentamiento. Al acabar, la última nota se deslizó por el violín, durando casi dos tiempos. Se inclinó a los que se habían quedado escuchando y de reojo miró a la dama de pelo oscuro a la que sonrió de nuevo.
Yranné Salvin- Cambiante Clase Alta
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Re: Hilo rojo [Yranné]
Kimea había quedado embelesada con el violín y el hombre que lo tocaba. E incluso cuando el otro violin se le unió fue aun mayor la concentración sobre el instrumento. Jamás había visto tocar con semejante maestría.
Había comenzado a morderse el labio inferior, gesto que significaba que algo le gustaba muchísimo. Quería acercarse más al violinista para escuchar mejor la pieza que tocaba, para poder eliminar de su alrededor los otros ruidos molestos de la plaza. Se sentía nerviosa mientras avanzaba.
No obstante, se detuvo abruptamente cuando el hombre, tras dirigirse al gato con cariño. Alzó su mirada hacia ella. Cuando sonrió hacia Kimea, ella retrocedió un paso mientras notaba como su rostro cambiaba a un tono más rojizo en las mejillas, señal de su vergüenza.
Pese a ello, tomó una amplia bocanada de aire y se acercó más al violinista. Al notar su cercanía, el gato volvió de nuevo hacia ella y se retregó contra los pies de Kimea, que sonriendo, se inclinó hacia él y lo recogió del suelo.
Para cuando el violinista había parado de tocar, Kimea tomó otra bocanada y se acerco más a él.
- Me ha encantado oirle tocar, señor...
Había comenzado a morderse el labio inferior, gesto que significaba que algo le gustaba muchísimo. Quería acercarse más al violinista para escuchar mejor la pieza que tocaba, para poder eliminar de su alrededor los otros ruidos molestos de la plaza. Se sentía nerviosa mientras avanzaba.
No obstante, se detuvo abruptamente cuando el hombre, tras dirigirse al gato con cariño. Alzó su mirada hacia ella. Cuando sonrió hacia Kimea, ella retrocedió un paso mientras notaba como su rostro cambiaba a un tono más rojizo en las mejillas, señal de su vergüenza.
Pese a ello, tomó una amplia bocanada de aire y se acercó más al violinista. Al notar su cercanía, el gato volvió de nuevo hacia ella y se retregó contra los pies de Kimea, que sonriendo, se inclinó hacia él y lo recogió del suelo.
Para cuando el violinista había parado de tocar, Kimea tomó otra bocanada y se acerco más a él.
- Me ha encantado oirle tocar, señor...
Kimea Ritchter- Humano Clase Baja
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Re: Hilo rojo [Yranné]
Su vista no estaba puesta en ningún sitio mientras tocaba, para él, los minutos pasaban a ser horas y las horas pasaban a convertirse en días hasta que se sintiera satisfecho y pudiera detenerse. Después de eso siempre se sentía más fresco y relajado, más tranquilo si acaso. Solo entonces podía dejar de tocar por ese día.
Río entretenido cuando la gente le pidió otra pieza y asintió rápidamente a ello, pero la retirada del gato que había venido a su encentró tan inesperadamente le distrajo brevemente y acabó por seguirlo con la mirada, hasta volver a ver a la chica a la que le había sonreído al terminar la pieza. Entornó los ojos al ver como sostenía al gato.
- Buenas, señorita, no diré si son días o tardes puesto que mi conciencia del tiempo se pierde siempre en estos casos. Pero de igual manera le doy las gracias a sus palabras. – Tuvo que esperar a que ella se acercara para poder hablar entre el ruido de la plaza. Muy diferente de su caso, en que las distancias a veces pueden ser un poco grandes y aun así él escucharía a su interlocutor con extrema facilidad. – Entonces, ¿Puedo saber su nombre, señorita? – Preguntó, pasando sus ojos de la mujer al gato.
Estiró la mano y lo tocó al felino que de inmediato ronroneó contra su mano y pidió más cariño de aquella mano que sabía justo como tocar a los felinos. El gato lo miró y le maulló y le hombre deslizó la mano por su lomo antes de apartarla y volver a recoger el arco del violín.
Río entretenido cuando la gente le pidió otra pieza y asintió rápidamente a ello, pero la retirada del gato que había venido a su encentró tan inesperadamente le distrajo brevemente y acabó por seguirlo con la mirada, hasta volver a ver a la chica a la que le había sonreído al terminar la pieza. Entornó los ojos al ver como sostenía al gato.
- Buenas, señorita, no diré si son días o tardes puesto que mi conciencia del tiempo se pierde siempre en estos casos. Pero de igual manera le doy las gracias a sus palabras. – Tuvo que esperar a que ella se acercara para poder hablar entre el ruido de la plaza. Muy diferente de su caso, en que las distancias a veces pueden ser un poco grandes y aun así él escucharía a su interlocutor con extrema facilidad. – Entonces, ¿Puedo saber su nombre, señorita? – Preguntó, pasando sus ojos de la mujer al gato.
Estiró la mano y lo tocó al felino que de inmediato ronroneó contra su mano y pidió más cariño de aquella mano que sabía justo como tocar a los felinos. El gato lo miró y le maulló y le hombre deslizó la mano por su lomo antes de apartarla y volver a recoger el arco del violín.
Yranné Salvin- Cambiante Clase Alta
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Re: Hilo rojo [Yranné]
Acercando levemente al gato, aun entre sus brazos, hacia el violinista, Kimea dio un pequeño respingo cuando él le pregunto por su nombre. Kimea no lo había esperado, y no sabía si sería capaz de decirselo.
¿El violinista se movería por los mismos circulos que él...? ¿Sería un espía de esa persona y ahora quería llevarla con él? Negando en su mente con la cabeza, apartó esas ideas de su mente mientras miraba fijamente a los ojos al violinista. El tenía un aura distinta a la gente con la que antaño había tenido que relacionarse. Podía ser serio, pero Kimea había sentido como él se perdía en su violín y dejaba de existir como un único ente. Las personas de su teatro jamás había sido así.
El amor al arte era algo que Kimea había aprendido que no se podía fingir. Era un brillo en la mirada o un aura embellecida. El violinista tenía ambas y por ello Kimea le sonrió.
- Mi nombre es Kimea. -Sin dejar de sonreirle, bajó su mirada levemente para mirar al gato- Él no tiene nombre aun, o al menos no uno que yo conozca. - Volviendo a mirar al violinista, su sonrisa se suavizó un poco. - ¿Cual es su nombre, señor?
¿El violinista se movería por los mismos circulos que él...? ¿Sería un espía de esa persona y ahora quería llevarla con él? Negando en su mente con la cabeza, apartó esas ideas de su mente mientras miraba fijamente a los ojos al violinista. El tenía un aura distinta a la gente con la que antaño había tenido que relacionarse. Podía ser serio, pero Kimea había sentido como él se perdía en su violín y dejaba de existir como un único ente. Las personas de su teatro jamás había sido así.
El amor al arte era algo que Kimea había aprendido que no se podía fingir. Era un brillo en la mirada o un aura embellecida. El violinista tenía ambas y por ello Kimea le sonrió.
- Mi nombre es Kimea. -Sin dejar de sonreirle, bajó su mirada levemente para mirar al gato- Él no tiene nombre aun, o al menos no uno que yo conozca. - Volviendo a mirar al violinista, su sonrisa se suavizó un poco. - ¿Cual es su nombre, señor?
Kimea Ritchter- Humano Clase Baja
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Re: Hilo rojo [Yranné]
Cabe decir que le confundió un poco su respuesta a la petición de su nombre, o, bien dicho sea, la falta de está. Observando sus ropas recorrió con discreción lo que tenía a la vista y se dio cuenta, pues de verdad no había notado nada antes además de su cascada de pelo negro, que la chica no parecía pertenecer a una casa de renombre, que pudiera ser una sirvienta y por ello le hubiera sorprendido la pregunta directa, con él tratándola como una igual.
- Un place conocerla, madame Kimea. – Se inclinó con cortesía, sosteniendo con firmeza su violín en la mano izquierda junto con el arco que llevaba entre sus dedos firmemente sostenido. – Siempre es un placer que mi pasatiempo favorito sea disfrutado por personas tan bellas como usted. – Se enderezó observó al gato que parecía robarle la atención por momentos. – Me encantan los gatos… - Comentó como al viento, sin especificar un destino para su frase. Su mirada regresó a ella y sonrió casi felinamente, con los ojos entornados, concentrados. – Soy el señor Yranné Gustavo Augusto Salvin, a sus órdenes…
Saludó con una segunda inclinación que mandó sus cabellos hacía el frente. Los domó de nuevo con sus dedos, cepillándolos hasta dejarlos todos hacía atrás y se acomodó el violín en el hombro, pasando el arco por las cuerdas para escuchar el sonido suelto de cada cuerda, afinándolo. Pero su visa de nuevo regresó a la joven con el gato en brazos.
- Madame Kimea... Sería bueno que le pusiera un nombre al felino si planea quedárselo. Los gatos son muy quisquillosos, serán siempre callejeros si no sienten que pertenecen a un sitio, así se les alimente. – Comentó y entonces bajo el violín y procedió a guardarlo. Hincándose, mantuvo un equilibro perfecto en sus pies. Luego se levantó con el estuche ya cerrado. – La invito a comer, si tiene tiempo o deseos. Mire, aquí enfrente, y podrá contarme sobre usted, si acepta mi humilde oferta, madame.
- Un place conocerla, madame Kimea. – Se inclinó con cortesía, sosteniendo con firmeza su violín en la mano izquierda junto con el arco que llevaba entre sus dedos firmemente sostenido. – Siempre es un placer que mi pasatiempo favorito sea disfrutado por personas tan bellas como usted. – Se enderezó observó al gato que parecía robarle la atención por momentos. – Me encantan los gatos… - Comentó como al viento, sin especificar un destino para su frase. Su mirada regresó a ella y sonrió casi felinamente, con los ojos entornados, concentrados. – Soy el señor Yranné Gustavo Augusto Salvin, a sus órdenes…
Saludó con una segunda inclinación que mandó sus cabellos hacía el frente. Los domó de nuevo con sus dedos, cepillándolos hasta dejarlos todos hacía atrás y se acomodó el violín en el hombro, pasando el arco por las cuerdas para escuchar el sonido suelto de cada cuerda, afinándolo. Pero su visa de nuevo regresó a la joven con el gato en brazos.
- Madame Kimea... Sería bueno que le pusiera un nombre al felino si planea quedárselo. Los gatos son muy quisquillosos, serán siempre callejeros si no sienten que pertenecen a un sitio, así se les alimente. – Comentó y entonces bajo el violín y procedió a guardarlo. Hincándose, mantuvo un equilibro perfecto en sus pies. Luego se levantó con el estuche ya cerrado. – La invito a comer, si tiene tiempo o deseos. Mire, aquí enfrente, y podrá contarme sobre usted, si acepta mi humilde oferta, madame.
Última edición por Yranné Salvin el Dom Jun 29, 2014 6:23 pm, editado 1 vez
Yranné Salvin- Cambiante Clase Alta
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Re: Hilo rojo [Yranné]
Kimea había sospechado que el violinista, Yranné, tenía dinero. Pero jamás se hubiera imaginado que su familia fuera de tan alta clase. Había reconocido el apellido, o al menos le sonaba de todos aquellos que se mencionaban en el teatro. Salvin...
Ahora Kimea se sentía como fuera de escenario. Desde que había abandonado el teatro su clase era la más baja posible. ¿Por qué entonces él se estaba relacionando con ella?
Fruncio levemente los labios cuando él la invitó a comer, no queriendo dejar que su verdadera reacción traspasara a su cara. Volviendo a su sonrisa, aunque ahora un poco más forzada, se alejó un paso aferrando con más fuerza el gato a su pecho.
- No... No sé si debería, mi señor. - En un flash, el recuerdo del marquez volvió a su mente, atormentandola y haciendole perder su mascara. Estaba nerviosa. - No creo que sea buena idea...
Agachando al cabeza, se quedo quieta, queriendo huir pero sin ser capaz de ello. El violin la había cautivado completamente y una parte de ella no quería alejarse de él, como si un hilo la atara a ese instrumento y al musico al que le pertenecía.
Ahora Kimea se sentía como fuera de escenario. Desde que había abandonado el teatro su clase era la más baja posible. ¿Por qué entonces él se estaba relacionando con ella?
Fruncio levemente los labios cuando él la invitó a comer, no queriendo dejar que su verdadera reacción traspasara a su cara. Volviendo a su sonrisa, aunque ahora un poco más forzada, se alejó un paso aferrando con más fuerza el gato a su pecho.
- No... No sé si debería, mi señor. - En un flash, el recuerdo del marquez volvió a su mente, atormentandola y haciendole perder su mascara. Estaba nerviosa. - No creo que sea buena idea...
Agachando al cabeza, se quedo quieta, queriendo huir pero sin ser capaz de ello. El violin la había cautivado completamente y una parte de ella no quería alejarse de él, como si un hilo la atara a ese instrumento y al musico al que le pertenecía.
Kimea Ritchter- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 20/04/2014
Re: Hilo rojo [Yranné]
Los animales son criaturas instintivas, huelen y pueden predecir el clima y reacciones de los animales que los rodean, como la ira, el miedo o la simpatía. Y Yranné estaba profundamente conectado con su animal interior, por lo que no le fue difícil descubrir ese nuevo titubeo de parte de la dama de pelo oscuro, lo que hizo que acabara por preguntarse si habría mostrado demasiadas confianzas con ella o, al contrario, pensaría que deseaba aprovecharse de ella o algo peor. Como fuera, nunca ha sido su costumbre insistir si el invitado se siente indispuesto.
— De acuerdo, no debe sentirse mal si no desea aceptar. No voy a molestarme, ni a molestarla con mi insistencia, madame Kimea. — Puede que estuviera un poco de más, pero de todas maneras recogió su sombrero de copa y se lo caló en la cabeza, adoptando un aspecto más de caballero que de músico de la calle. — Ya sabe dónde encontrarme, en caso de que cambie de opinión. Con su permiso. — No se contuvo de su deseo de acariciar al felino en los brazos de la chica. La criatura parecía desear ir con él.
Se despidió con algo menos de formalidad del pintor y los músicos que estuvieron con él y se alejó, cruzando la calle hasta detenerse en el pequeño restaurante que colindaba con la plaza, un sitio donde se aglomeraban los que, como él, se cansaban de tocar y preferían escuchar música mientras tomaban un té y comían un bocadillo. Se sentó en una de las mesas más cercanas a la entrada y se despojó del sombrero y el violín, dejando ambas cosas en una silla que puso a su lado. Desde la distancia, a través de la ventana, podía ver a la chica con el gato. Pidió algo de beber y de comer y comenzó a apretar y soltar sus dedos, relajándolos después de horas de haber estado tocando.
— De acuerdo, no debe sentirse mal si no desea aceptar. No voy a molestarme, ni a molestarla con mi insistencia, madame Kimea. — Puede que estuviera un poco de más, pero de todas maneras recogió su sombrero de copa y se lo caló en la cabeza, adoptando un aspecto más de caballero que de músico de la calle. — Ya sabe dónde encontrarme, en caso de que cambie de opinión. Con su permiso. — No se contuvo de su deseo de acariciar al felino en los brazos de la chica. La criatura parecía desear ir con él.
Se despidió con algo menos de formalidad del pintor y los músicos que estuvieron con él y se alejó, cruzando la calle hasta detenerse en el pequeño restaurante que colindaba con la plaza, un sitio donde se aglomeraban los que, como él, se cansaban de tocar y preferían escuchar música mientras tomaban un té y comían un bocadillo. Se sentó en una de las mesas más cercanas a la entrada y se despojó del sombrero y el violín, dejando ambas cosas en una silla que puso a su lado. Desde la distancia, a través de la ventana, podía ver a la chica con el gato. Pidió algo de beber y de comer y comenzó a apretar y soltar sus dedos, relajándolos después de horas de haber estado tocando.
Yranné Salvin- Cambiante Clase Alta
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Re: Hilo rojo [Yranné]
Kimea contempló como Yranné se ponía su sombrero, delatando aun más su condición de clase alta ante ella. Por un momento, ella pensó que lo vería como aquellos que siempre iban al teatro, pero cuando el hombre se irguió, Kimea descubrió que era distinto. Aun no sabía con exactitud en qué, pero lo era.
Cuando él acarició al gato que estaba entre sus brazos, la joven sintió como el gato tiraba de ella para seguirlo, pero simplemente lo apretó más contra ella mientras trataba de no mirar como él se iba.
¿Habría malinterpretado algo de la situación? Kimea comenzó a morder su labio inferior mientras miraba al gato negro, notando como los ojos del animal se clavaban en ella. Ella aun tenía miedo de los de clase alta. En el teatro había aprendido que ellos se veían por encima de los demás. Pero de ser así, ¿por qué el gastaría su tiempo tocando en el parque? Él no necesitaba el dinero ni comportarse bien con personas como ella...
Girando su cabeza, Kimea buscó a Yranné, sin embargo él ya había desaparecido de su vista. Él le había dicho que estaría en una cafetería... ¿o era un restaurante? Ella ya ni se acordaba del nombre. Soltando una pequeña maldición, resopló.
- Me he comportado como una idiota, ¿verdad? - Le dijo al gato que aun seguía en sus brazos. - La primera persona que me trata bien desde hace años y me comporto mal yo... -Frunciendo el ceño, comenzó a caminar de vuelta a las calles de París, donde deambularía una rato más hasta la noche - Por cierto, aun hay que ponerte nombre...
Aflojando un poco el agarre del animal, este salió de un salto de los brazos de Kimea y comenzó a caminar rápidamente hacia la salida del parque. Soltando un pequeño gritito, Kimea lo siguió tratando de cogerlo. Antes de darse cuenta, el gato había entrado en restaurante que colindaba con la plaza.
Alzando sus ojos del suelo, Kimea se encontró con los de Yranné. Parecía que el gato al final la había ayudado a encontrarle.
Cuando él acarició al gato que estaba entre sus brazos, la joven sintió como el gato tiraba de ella para seguirlo, pero simplemente lo apretó más contra ella mientras trataba de no mirar como él se iba.
¿Habría malinterpretado algo de la situación? Kimea comenzó a morder su labio inferior mientras miraba al gato negro, notando como los ojos del animal se clavaban en ella. Ella aun tenía miedo de los de clase alta. En el teatro había aprendido que ellos se veían por encima de los demás. Pero de ser así, ¿por qué el gastaría su tiempo tocando en el parque? Él no necesitaba el dinero ni comportarse bien con personas como ella...
Girando su cabeza, Kimea buscó a Yranné, sin embargo él ya había desaparecido de su vista. Él le había dicho que estaría en una cafetería... ¿o era un restaurante? Ella ya ni se acordaba del nombre. Soltando una pequeña maldición, resopló.
- Me he comportado como una idiota, ¿verdad? - Le dijo al gato que aun seguía en sus brazos. - La primera persona que me trata bien desde hace años y me comporto mal yo... -Frunciendo el ceño, comenzó a caminar de vuelta a las calles de París, donde deambularía una rato más hasta la noche - Por cierto, aun hay que ponerte nombre...
Aflojando un poco el agarre del animal, este salió de un salto de los brazos de Kimea y comenzó a caminar rápidamente hacia la salida del parque. Soltando un pequeño gritito, Kimea lo siguió tratando de cogerlo. Antes de darse cuenta, el gato había entrado en restaurante que colindaba con la plaza.
Alzando sus ojos del suelo, Kimea se encontró con los de Yranné. Parecía que el gato al final la había ayudado a encontrarle.
Kimea Ritchter- Humano Clase Baja
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Re: Hilo rojo [Yranné]
Pero él sí que podía verla, a través de los cristales y las plantas que lo ocultaban, miraba su figura quieta, pensativa; le pareció un poco dolida también y mientras la observaba, pudo entender, quizás, un poco de lo que ella había sentido al mirarle. Comportarse con tal naturalidad no era común ¿cierto? Así como no era común tratar como igual a alguien que no lo era. Comenzó a entender un poco de lo que sucedía, pero era cierto que no pretendía hacer daño alguno a la joven, deseaba, como le había ocurrido antes, ayudarla y nada más. Un pequeño carraspeo lo saco de sus cavilaciones y levantando la mirada de la ventana la dirigió a un mesero que esperaba por su orden.
— Tráeme una taza de leche, un té de jazmín y galletas, para empezar… — Cuando el mesero amenazó con retirarse, Yranné lo detuvo con el movimiento de su mano pero sin mirarle. — Que sean dos tés. — Agregó y asintió sutilmente con una leve sonrisa; el mesero se despidió con un movimiento escueto de la cabeza. La chica había desaparecido de su campo de visión pero el cambiaformas tenía la sensación de que no se había marchado aún. Y poco después, pudo escuchar el andar sutil, insonoro, del felino que ella llevaba consigo cuando se acercó a escucharle tocar.
Vio al gato antes que nadie y el animal lo vio de vuelta con el entendimiento de haber encontrado una esencia similar a la propia. No tuvo que hacer ningún movimiento para que el gato supiera sus intenciones, así que lo dejo moverse hasta él mientras lentamente alzaba la mirada y se encontraba con la chica de cabello negro. Con movimiento de su mano, aprovechando que estaba dentro del restaurante, la invitó a sentarse frente a él. Poco después regresó el mesero con la orden pedida, dejando una taza frente a la mujer a la que miro no muy bien pero igual no pronuncio nada, otra frente al hombre y la leche también junto a él. Se retiró por ahora y el primero movimiento de Yranné fue servir leche en el plato y bajarla al suelo para el felino acompañante.
— Has aceptado mi invitación entonces, eso me alegra. — Dijo en un tono conspirativo. La invitó a sentarse y esta vez su mirada reflejo con claridad que no iba a permitir que se marchará sin compartir la mesa con él. Luego bajo su mano y permaneció recto en su silla, tomándose su tiempo para oler el té antes de darle un sorbo. — Pruébalo, es delicioso, te gustará… — La observó de reojo y ahogo un suspiro, mirando de reojo al gato que estaba pegado a sus piernas bebiendo leche. — Creo entender por qué has dudado al acompañarme, pero de igual manera, desearía que me lo aclararas.
— Tráeme una taza de leche, un té de jazmín y galletas, para empezar… — Cuando el mesero amenazó con retirarse, Yranné lo detuvo con el movimiento de su mano pero sin mirarle. — Que sean dos tés. — Agregó y asintió sutilmente con una leve sonrisa; el mesero se despidió con un movimiento escueto de la cabeza. La chica había desaparecido de su campo de visión pero el cambiaformas tenía la sensación de que no se había marchado aún. Y poco después, pudo escuchar el andar sutil, insonoro, del felino que ella llevaba consigo cuando se acercó a escucharle tocar.
Vio al gato antes que nadie y el animal lo vio de vuelta con el entendimiento de haber encontrado una esencia similar a la propia. No tuvo que hacer ningún movimiento para que el gato supiera sus intenciones, así que lo dejo moverse hasta él mientras lentamente alzaba la mirada y se encontraba con la chica de cabello negro. Con movimiento de su mano, aprovechando que estaba dentro del restaurante, la invitó a sentarse frente a él. Poco después regresó el mesero con la orden pedida, dejando una taza frente a la mujer a la que miro no muy bien pero igual no pronuncio nada, otra frente al hombre y la leche también junto a él. Se retiró por ahora y el primero movimiento de Yranné fue servir leche en el plato y bajarla al suelo para el felino acompañante.
— Has aceptado mi invitación entonces, eso me alegra. — Dijo en un tono conspirativo. La invitó a sentarse y esta vez su mirada reflejo con claridad que no iba a permitir que se marchará sin compartir la mesa con él. Luego bajo su mano y permaneció recto en su silla, tomándose su tiempo para oler el té antes de darle un sorbo. — Pruébalo, es delicioso, te gustará… — La observó de reojo y ahogo un suspiro, mirando de reojo al gato que estaba pegado a sus piernas bebiendo leche. — Creo entender por qué has dudado al acompañarme, pero de igual manera, desearía que me lo aclararas.
Yranné Salvin- Cambiante Clase Alta
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Re: Hilo rojo [Yranné]
Se había quedado completamente quieta la primera vez que él le había ofrecido el asiento situado frente a él. Al principio a Kimea le habían dado ganas de huir por el desconocimiento de que pasaría a continuación, pero sus pies se había quedado clavados en el suelo. Algo que también se había quedado clavado había sido la mirada que le lanzó el mesero mientras servía a Yranne.
A Kimea no le extrañaba. Estaba acostumbrada ya, con su vestido raido y su suciedad. Ella no encajaba ahí y pese a todo, Yranné la estaba tratando como a una iigual y en sus gestos ella no veía ninguna mala intención.
Finalmente, tras unos segundos más de espera, cuando el había callado ya, ella tomó sitio frente a él. No quería hablarle de su pasado, ni del teatro. No obstante él sí quería saber de él y era lo menos que ella podía hacer en ese momento.
Tomando una bocanada de aire, comenzó:
- Yo trabaja en el teatro. Fui criada ahí desde pequeña, o al menos desde que recuerdo, porque mi vida empieza a los 6 años. Jamás conocí a mis padres, pero una de las mujeres del teatro fue quien me reveló mi nombre y mi apellido. Ellos me cuidaron muy bien mientras aprendía el oficio e iba destacando primero en los papeles menores y después en otros con mayor protagonismo. - Pausandose un segundo, humedeció sus labios y tomando otra bocanada de aire, continuó - Una vez empecé a cosechar mas papeles y protagonismo, la gente fue fijandose más en mí y por ello... Por ello pedían conocerme. Todos eran principalmente hombres de clase alta que me llenaban de halagos ya veces tocaban más de lo que debían... Pero Roger, mi.. jefe, él decía que eso estaba bien y que tenía que dejarme. Sin embargo todo fue a más y ... y...
Agachando la cabeza, Kimea cerró los ojos que comenzaban a nublarse mientras apretaba los puños sobre su regazo. Ahora que le había contado su historia a Yranné tenía un nuevo miedo detrás de ella. El miedo de que él se alejara de ella por lo que había hecho.
A Kimea no le extrañaba. Estaba acostumbrada ya, con su vestido raido y su suciedad. Ella no encajaba ahí y pese a todo, Yranné la estaba tratando como a una iigual y en sus gestos ella no veía ninguna mala intención.
Finalmente, tras unos segundos más de espera, cuando el había callado ya, ella tomó sitio frente a él. No quería hablarle de su pasado, ni del teatro. No obstante él sí quería saber de él y era lo menos que ella podía hacer en ese momento.
Tomando una bocanada de aire, comenzó:
- Yo trabaja en el teatro. Fui criada ahí desde pequeña, o al menos desde que recuerdo, porque mi vida empieza a los 6 años. Jamás conocí a mis padres, pero una de las mujeres del teatro fue quien me reveló mi nombre y mi apellido. Ellos me cuidaron muy bien mientras aprendía el oficio e iba destacando primero en los papeles menores y después en otros con mayor protagonismo. - Pausandose un segundo, humedeció sus labios y tomando otra bocanada de aire, continuó - Una vez empecé a cosechar mas papeles y protagonismo, la gente fue fijandose más en mí y por ello... Por ello pedían conocerme. Todos eran principalmente hombres de clase alta que me llenaban de halagos ya veces tocaban más de lo que debían... Pero Roger, mi.. jefe, él decía que eso estaba bien y que tenía que dejarme. Sin embargo todo fue a más y ... y...
Agachando la cabeza, Kimea cerró los ojos que comenzaban a nublarse mientras apretaba los puños sobre su regazo. Ahora que le había contado su historia a Yranné tenía un nuevo miedo detrás de ella. El miedo de que él se alejara de ella por lo que había hecho.
Kimea Ritchter- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 20/04/2014
Re: Hilo rojo [Yranné]
Pero ella no lo hizo. No le dijo lo que esperaba escuchar pero si le dijo algunas cosas que necesitaba saber o en su defecto, conocer sobre ella. Así mismo, le importó en lo mínimo que la gente murmurara o la mirara como si ella tuviera un cuerno saliéndole de un ojo. Era curioso que habiendo nacido en alta cuna y siendo de clase alta, fuera, a diferencia de los señores de clase alta con los que se codeaba, una persona humilde y considerada. Tenía dinero, sí, pero no deseaba quedárselo todo o guardarlo para siempre en el banco, de poder, deseaba ayudar a quien pudiera, en la forma que pudiera hacerlo, hacer con el dinero algo más practico que acumularlo.
La paciencia al final tuvo sus frutos y al verla sentarse le ofreció el té, acercándoselo con toda la idea de que lo bebiera; no parecía haber comido mucho últimamente y para empezar, que comiera un poco era lo adecuado. De todas maneras, él lo pidió para ella, así que le pertenecía. Entonces llegó el momento de escucharla y Yranné se inclinó hacia delante en la mesa, con los codos fuera de la tabla que hacía de superficie y sus dedos entrelazados al tiempo que ella se ganaba su atención. De vez en cuando se detenía a beber un sorbo de té y comer una galleta. Tenía apetito, pero deseaba que ella le acompañara, como ya le había informado antes. A veces era muy frustrante no hacerse entender con la claridad que uno deseaba.
— Así que, eras una artista… — Le pareció algo gracioso que la chica le contará los inicios de su vida cuando antes no había ni aceptado una invitación a comer. Sí, le pareció gracioso, pero no pensó que lo fuera y tampoco hizo ademán alguno de reírse. Dejó que terminara de hablar y permaneció como en un estado de quietud, a la expectativa, ofreciéndole el té cuando hizo esa pausa. No se necesitaba ser un genio para adivinar el desenlace de la historia. Una chica como ella, estaría perdida si le quitaban su medio de sustento. Negarse no se encontraba en las posibilidades. — ¿Escapaste después de eso? — Preguntó con tacto, no queriendo ahondar en el pensamiento de que ella había sido mancillada gracias a su corrupto jefe. — ¿Desde hace cuanto tiempo estás en la calle? — No se había equivocado con esta joven, derrochaba humildad y amabilidad, pero sobre todo miedo. Se preguntó si ella seguiría cerca de él cuando le dijera que no era un humano normal y corriente. Puede que así como se había dejado llevar por el miedo al rechazo, ella también lo rechazara a él por ser un anormal, una bestia, un monstruo.
Levantó la mano al mesero, con un gesto suave pero atento, lo que hizo que en poco tiempo el mesero estuviera cerca de él, inclinado en un respetuoso saludo. Encargó dos cartas, vigilando que ninguna mirada déspota volviera a ser echada sobre la mesa. El mesero pareció advertir el gesto de precaución y se marchó con un movimiento hacía tras para ir por las dos cartas y dejarle una a cada uno de los comensales en cuanto volvió. Yranné abrió su carta y de inmediato abrió la de ella, instándole a que pidiera algo, lo que quisiera de comer. Por qué no iban a irse de allí si ella no ingería alimento.
La paciencia al final tuvo sus frutos y al verla sentarse le ofreció el té, acercándoselo con toda la idea de que lo bebiera; no parecía haber comido mucho últimamente y para empezar, que comiera un poco era lo adecuado. De todas maneras, él lo pidió para ella, así que le pertenecía. Entonces llegó el momento de escucharla y Yranné se inclinó hacia delante en la mesa, con los codos fuera de la tabla que hacía de superficie y sus dedos entrelazados al tiempo que ella se ganaba su atención. De vez en cuando se detenía a beber un sorbo de té y comer una galleta. Tenía apetito, pero deseaba que ella le acompañara, como ya le había informado antes. A veces era muy frustrante no hacerse entender con la claridad que uno deseaba.
— Así que, eras una artista… — Le pareció algo gracioso que la chica le contará los inicios de su vida cuando antes no había ni aceptado una invitación a comer. Sí, le pareció gracioso, pero no pensó que lo fuera y tampoco hizo ademán alguno de reírse. Dejó que terminara de hablar y permaneció como en un estado de quietud, a la expectativa, ofreciéndole el té cuando hizo esa pausa. No se necesitaba ser un genio para adivinar el desenlace de la historia. Una chica como ella, estaría perdida si le quitaban su medio de sustento. Negarse no se encontraba en las posibilidades. — ¿Escapaste después de eso? — Preguntó con tacto, no queriendo ahondar en el pensamiento de que ella había sido mancillada gracias a su corrupto jefe. — ¿Desde hace cuanto tiempo estás en la calle? — No se había equivocado con esta joven, derrochaba humildad y amabilidad, pero sobre todo miedo. Se preguntó si ella seguiría cerca de él cuando le dijera que no era un humano normal y corriente. Puede que así como se había dejado llevar por el miedo al rechazo, ella también lo rechazara a él por ser un anormal, una bestia, un monstruo.
Levantó la mano al mesero, con un gesto suave pero atento, lo que hizo que en poco tiempo el mesero estuviera cerca de él, inclinado en un respetuoso saludo. Encargó dos cartas, vigilando que ninguna mirada déspota volviera a ser echada sobre la mesa. El mesero pareció advertir el gesto de precaución y se marchó con un movimiento hacía tras para ir por las dos cartas y dejarle una a cada uno de los comensales en cuanto volvió. Yranné abrió su carta y de inmediato abrió la de ella, instándole a que pidiera algo, lo que quisiera de comer. Por qué no iban a irse de allí si ella no ingería alimento.
Yranné Salvin- Cambiante Clase Alta
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