A que no me atrapas - Privado

por **Nella Lombardo** Dom Mar 01, 2015 9:19 am

A QUE NO ME ATRAPAS...

RAZVAN | ORFANATO | NOCHE

Se había levantado temprano, aquella mañana. Ayudado en la cocina del orfanato, para luego, correr a despertar a varios de los huérfanos más pequeños, de esa forma, no llegarían tarde al desayuno y no serían regañados. Bien sabía ella, por experiencia, lo que no llegar a tiempo significaba, pasar toda la mañana con el estómago pegado al espinazo, sin un mendrugo de pan para llevarse a la boca. Desde pequeña ella había sido muy inteligente, sabía escabullirse a la despensa donde un sinnúmero de víveres esperaban ser consumidos, claro, muchos de esos terminaban en las alacenas de los hogares de los empleados y solo las sobras llegaban a la mesa de los huérfanos. Aquel lugar era como una selva en la cual debías ser más listo para sobrevivir.
Cuando terminó con sus tareas, se escabulló hasta la biblioteca que estaba dentro del despacho, un lugar casi sagrado, en donde solo entraban el encargado de los huérfanos y el dueño del Orfanato, todos los demás tenían estrictamente prohibido poner un pie en aquel recinto. Pero Adeline, era extremadamente terca cuando se lo proponía, y si había algo que amara más que cantar o bailar al son de un violín, era poder tener un libro entre sus manos. A veces, como muestra de pago por el hecho de tomar prestado uno de los libros, solía dedicar unos minutos a repasar con un plumero, que también tomaba prestado, todos los libros y muebles del escritorio.

Aquel día, descubrió un libro que en su tapa estaba escrito, contaduría, algo ella había escuchado de lo que esa palabra significaba. Se sentó en el escritorio, donde apenas podía tocar con las puntas de sus pies el piso de madera, y tras acomodarse, se dedicó a hojearlo. Allí marcaba que habían comprado, diferentes artículos para el hogar, como mantas, abrigos, frutas. Adele leyó – Naran… jas… - se quedó pensativa, al ver el monto que habían gastado en ello, - pero… jamás hemos comido una naranja, a lo sumo, las que he robado en el mercado -, suspiró, mientras su estómago se quejaba, por no haber desayunado bien, - no seas egoísta, nosotros ya somos grandes, pero los pequeños necesitan más comida para crecer sanos – se reprendió.

Tan concentrada se encontraba en aquello que no escuchó el sonido de pasos en el vestíbulo, ni en la escalera que llevaba a esa habitación. Fue recién cuando el sonido de la cerradura, que alertó su instinto de supervivencia y corrió a esconderse detrás de un sillón, cerca de una ventana. Cuando ya estuvo a salvo en el lugar recordó que había dejado el libro abierto. Cerró sus ojos, sabiendo que si la encontraban, el castigo sería duro.

Ale ❤