AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cuentame un poco de tí [Priv]
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Cuentame un poco de tí [Priv]
Las agujas del reloj marcaban aun las diez de la mañana.
Estando en su oficina, Thabitha tenía una sesión antes de la de Samantha nuevamente. Era nueva y al parecer un alma perdida. Un alma que querría saber el interior de sí misma pero ella solamente podría hacerlo por sí solo. Thabitha brindaría la ayuda que ella necesitaría pero nada más.
Thabitha esa mañana llevaba puesto un sencillo vestido color azul oscuro, su cabello estaba recogido en un moño a media altura sujeta con una redecilla de lana oscura. Hoy se sentía tradicionalista – Uhm…Se está nublando – Dijo sintiendo que su vello se erizaba, que iba hacia la ventana y observaba efectivamente como el paisaje claro de la mañana se volvía oscuro y lúgubre. Thabitha, observaba el movimiento de los carruajes a través de su ventana. Observaba lentamente allá por donde iban las personas, diminutas como hormigas. Estaba en el piso más alto del Hospital donde los gritos o los quejidos de los pacientes no la molestarían a ella ni a sus pacientes. Observó el reloj de cuco que había colgado detrás de su escritorio y marcaba las diez y diez de la mañana.
Su paciente se estaba retrasando unos minutos. No pasaba nada por esperar aunque fuera hasta y media, si no se iría a hacer unos recados rápidos que necesitaba para la próxima sesión con su paciente más regular. La relación que tenía con su paciente era algo ambigua. Resultaba que aparte de que era la psicóloga personal de los D’acona, y sobre todo de la pequeña Samantha quien parecía estar al cuidado de su padre y del cual se preocupaba por su hija. A su hija no….le pasaba nada en absoluto. Eran las modas retrogradas y tan poco liberales de la sociedad por lo que sufría la joven. La joven no estaba mal del todo pero si para una sociedad tan meticulosa como en la que vivían actualmente.
Escucho el sonar de dos toques en la superficie de la puerta. Thabitha aparto su mirada de la ventana para dirigirla hacia la puerta y cuando esta se abrió, apareció una enfermera que parecía estar acompañada de una mujer de rostro serio, parecía haber mucha tristeza en aquellos ojos, pero Thabitha seria objetiva a primeras, tenía que ver si sufría por algo interior o si era algo más subjetivo. No haría de “mejor amiga” Intentaría sonsacarla todo el dolor que tuviera para poder después darle un diagnóstico.
-Siéntese aquí…-Dijo la enfermera a la paciente cuando Thabitha asintió y se disponía a sentarse tras el escritorio en una pose elegante y erguida. La puerta se cerró con un golpe seco que a Thabitha le resulto demasiado incómodo para la tranquilidad en la que le gustaba cobijarse. Sentía que tenía que darle un margen antes de comenzar a hacerle interrogatorios y sacó hoja de papel en blanco, una pluma elegante con la que escribía y gustaba dibujar con ella también.
-¿Nombre? –Preguntó antes de que comenzaran la sesión de las diez y cuarto de la mañana.
Estando en su oficina, Thabitha tenía una sesión antes de la de Samantha nuevamente. Era nueva y al parecer un alma perdida. Un alma que querría saber el interior de sí misma pero ella solamente podría hacerlo por sí solo. Thabitha brindaría la ayuda que ella necesitaría pero nada más.
Thabitha esa mañana llevaba puesto un sencillo vestido color azul oscuro, su cabello estaba recogido en un moño a media altura sujeta con una redecilla de lana oscura. Hoy se sentía tradicionalista – Uhm…Se está nublando – Dijo sintiendo que su vello se erizaba, que iba hacia la ventana y observaba efectivamente como el paisaje claro de la mañana se volvía oscuro y lúgubre. Thabitha, observaba el movimiento de los carruajes a través de su ventana. Observaba lentamente allá por donde iban las personas, diminutas como hormigas. Estaba en el piso más alto del Hospital donde los gritos o los quejidos de los pacientes no la molestarían a ella ni a sus pacientes. Observó el reloj de cuco que había colgado detrás de su escritorio y marcaba las diez y diez de la mañana.
Su paciente se estaba retrasando unos minutos. No pasaba nada por esperar aunque fuera hasta y media, si no se iría a hacer unos recados rápidos que necesitaba para la próxima sesión con su paciente más regular. La relación que tenía con su paciente era algo ambigua. Resultaba que aparte de que era la psicóloga personal de los D’acona, y sobre todo de la pequeña Samantha quien parecía estar al cuidado de su padre y del cual se preocupaba por su hija. A su hija no….le pasaba nada en absoluto. Eran las modas retrogradas y tan poco liberales de la sociedad por lo que sufría la joven. La joven no estaba mal del todo pero si para una sociedad tan meticulosa como en la que vivían actualmente.
Escucho el sonar de dos toques en la superficie de la puerta. Thabitha aparto su mirada de la ventana para dirigirla hacia la puerta y cuando esta se abrió, apareció una enfermera que parecía estar acompañada de una mujer de rostro serio, parecía haber mucha tristeza en aquellos ojos, pero Thabitha seria objetiva a primeras, tenía que ver si sufría por algo interior o si era algo más subjetivo. No haría de “mejor amiga” Intentaría sonsacarla todo el dolor que tuviera para poder después darle un diagnóstico.
-Siéntese aquí…-Dijo la enfermera a la paciente cuando Thabitha asintió y se disponía a sentarse tras el escritorio en una pose elegante y erguida. La puerta se cerró con un golpe seco que a Thabitha le resulto demasiado incómodo para la tranquilidad en la que le gustaba cobijarse. Sentía que tenía que darle un margen antes de comenzar a hacerle interrogatorios y sacó hoja de papel en blanco, una pluma elegante con la que escribía y gustaba dibujar con ella también.
-¿Nombre? –Preguntó antes de que comenzaran la sesión de las diez y cuarto de la mañana.
Thabitha G. Queen- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/10/2014
Re: Cuentame un poco de tí [Priv]
Esa mañana había despertado más temprano de lo habitual, dejando el refugio apenas despuntar los primeros rayos de sol. Sin haber probado bocado alguno, o tomado una taza de té o agua caliente. Así como estaba, bastante desabrigada para la época otoñal que comenzaba a mostrar su presencia en Paris, se lanzó a las calles, esperando que las horas transcurrieran monótonas, una tras la otra.
Hacía unos días había encontrado una mujer que dijo conocerla, aunque ella no recordaba de quien se trataba, le agradeció que la quisiera ayudar, pero declinó la oferta. Podría decirse que era una mujer orgullosa, o simplemente temía encontrarse con su pasado, - si mis recuerdos se han borrado, si he vuelto a Paris como un papel en blanco… ¿porque se afanan en querer hacer que recuerde? – se quejó en voz baja, caminaba ensimismada, refunfuñando por lo entrometida que podía ser la gente. El nudo en la garganta no la abandonaba jamás, al igual que esas ganas locas de llorar, de huir, correr, no importaba donde, la cuestión era no pensar.
Detuvo su andar porque el ahogo que le apretaba el cuello y el pecho, no le permitían seguir su camino. Fue por esa razón que se quedó frente a un escaparate cualquiera. Intentó distraer su pensamiento, observando los objetos que se encontraban exhibidos allí. Era una casa de empeño, un objeto llamó su atención, tal vez porque el sol hizo que brillara, llamando su atención o fuera que le pareció extrañamente conocido. Era collar, era una simple cadena, en la que colgaba un broche, de esos que ocultan algo en su interior. Al fijar la mirada en él, una voz suave le susurró en el oído, cerró los ojos y llevó su mano a la altura del pecho. Sintió una manos invisibles tocar su piel, en la nuca y luego un delicado beso en su cabeza, tras la oreja, - os queda maravilloso, amore mío… mi bello ángel… con éste broche, podrá recordarnos toda la vida – dijo aquella voz gruesa y seductora, toda su piel se erizó, supo que ese hombre había sido el alfa y el omega en su vida, pero no lograba recordarle – observa vida mía, de este lado estamos tu y yo… y aquí, del otro lado los tesoros que vos me habéis dado… así jamás podrás olvidaros de cuanto os amamos… de cuanto os amo -, una lagrima bajó por su mejilla, al abrir los ojos, contempló de nuevo aquel objeto. Supo que aquello no era una de sus alucinaciones, de los sueños que solían atormentarla en la noche. Aquello era real, lo había vivido, de eso estaba segura. En algún lugar, un broche como ese la esperaba, para recordarle que alguna vez había sido feliz, que lo había tenido todo.
Continuó caminando por horas, meditando en ese recuerdo, en esa voz. Hasta que llegó a la puerta del hospital, - que harás Chiara, que deseas hacer… dejar tu pasado atrás… o permitirles ser parte de tu vida… de tu futuro… aunque jamás vuelvan a ti… - volvió a llevar su mano a donde debería estar aquel broche, entonces fue consciente que no lo tenía, supo que no deseaba perder también sus recuerdos, porque aunque ya no fueran parte de su presente, jamás dejarían de ser parte de su vida, para bien o para mal, para salvación o destrucción, ella no podía dejarlos ir, - debo recuperar… mi pasado .-
Con inseguridad, sacó turno y pagado la consulta con las pocas monedas que había juntado el día anterior trabajando en el jardín botánico, - lo mismo tendrá que esperar que algún paciente falte para que la doctora la pueda atender - le dijo aquella mujer de vestido azul oscuro, severa, enjuta. Ella había asentido con la cabeza y bajado la mirada observando su vestido ajado. De pronto le pareció que la juzgaban por su apariencia. Se quedó parada en un rincón, con la mirada fija en el suelo, recapacitando que esperaba poder encontrar un trabajo que le permitiera comprar lo indispensable, como unos zapatos nuevos ya que los botines que tenía comenzaban a tener la suela muy gastada y le dolían los pies cuando caminaba mucho.
En esas cavilaciones se encontraba cuando la mujer de vestido azul, le pidió que la acompañara, lo que hizo sin pérdida de tiempo. Siguió a la enfermera, deteniéndose tras de ella y esperó mientras ésta tocaba a la puerta del consultorio. Al entrar hizo todo lo que se le pedían y pronto estuvo sentada frente a un bonito escritorio, una mujer, muy hermosa, de cabellos rubios oscuros, parecía ser la doctora, la había observado al entrar, contemplaba el paisaje por el ventanal. La doctora se sentó frente a ella, cuando por fin estuvieron solas, Chiara buscó su mirada, intentando encontrar un asidero, esa señal que le diera la seguridad de abrir su corazón ante aquella extraña.
Aquella mujer, sacó un papel y garabateó algo, preguntando luego, como se llamaba, Chiara la contempló con los ojos fijos en aquellas claras pupilas. Inspiró profundamente antes de poder hablar, - Chiara… Di… - enmudeció, porque no podía recordar su apellido, ni el de soltera y menos el de casada. Su mirada se ensombreció y bajó su rostro a sus manos que mantenía unidas como en una silenciosa plegaria, - disculpe… pero no me acuerdo… no sé cómo es mi apellido -.
Hacía unos días había encontrado una mujer que dijo conocerla, aunque ella no recordaba de quien se trataba, le agradeció que la quisiera ayudar, pero declinó la oferta. Podría decirse que era una mujer orgullosa, o simplemente temía encontrarse con su pasado, - si mis recuerdos se han borrado, si he vuelto a Paris como un papel en blanco… ¿porque se afanan en querer hacer que recuerde? – se quejó en voz baja, caminaba ensimismada, refunfuñando por lo entrometida que podía ser la gente. El nudo en la garganta no la abandonaba jamás, al igual que esas ganas locas de llorar, de huir, correr, no importaba donde, la cuestión era no pensar.
Detuvo su andar porque el ahogo que le apretaba el cuello y el pecho, no le permitían seguir su camino. Fue por esa razón que se quedó frente a un escaparate cualquiera. Intentó distraer su pensamiento, observando los objetos que se encontraban exhibidos allí. Era una casa de empeño, un objeto llamó su atención, tal vez porque el sol hizo que brillara, llamando su atención o fuera que le pareció extrañamente conocido. Era collar, era una simple cadena, en la que colgaba un broche, de esos que ocultan algo en su interior. Al fijar la mirada en él, una voz suave le susurró en el oído, cerró los ojos y llevó su mano a la altura del pecho. Sintió una manos invisibles tocar su piel, en la nuca y luego un delicado beso en su cabeza, tras la oreja, - os queda maravilloso, amore mío… mi bello ángel… con éste broche, podrá recordarnos toda la vida – dijo aquella voz gruesa y seductora, toda su piel se erizó, supo que ese hombre había sido el alfa y el omega en su vida, pero no lograba recordarle – observa vida mía, de este lado estamos tu y yo… y aquí, del otro lado los tesoros que vos me habéis dado… así jamás podrás olvidaros de cuanto os amamos… de cuanto os amo -, una lagrima bajó por su mejilla, al abrir los ojos, contempló de nuevo aquel objeto. Supo que aquello no era una de sus alucinaciones, de los sueños que solían atormentarla en la noche. Aquello era real, lo había vivido, de eso estaba segura. En algún lugar, un broche como ese la esperaba, para recordarle que alguna vez había sido feliz, que lo había tenido todo.
Continuó caminando por horas, meditando en ese recuerdo, en esa voz. Hasta que llegó a la puerta del hospital, - que harás Chiara, que deseas hacer… dejar tu pasado atrás… o permitirles ser parte de tu vida… de tu futuro… aunque jamás vuelvan a ti… - volvió a llevar su mano a donde debería estar aquel broche, entonces fue consciente que no lo tenía, supo que no deseaba perder también sus recuerdos, porque aunque ya no fueran parte de su presente, jamás dejarían de ser parte de su vida, para bien o para mal, para salvación o destrucción, ella no podía dejarlos ir, - debo recuperar… mi pasado .-
Con inseguridad, sacó turno y pagado la consulta con las pocas monedas que había juntado el día anterior trabajando en el jardín botánico, - lo mismo tendrá que esperar que algún paciente falte para que la doctora la pueda atender - le dijo aquella mujer de vestido azul oscuro, severa, enjuta. Ella había asentido con la cabeza y bajado la mirada observando su vestido ajado. De pronto le pareció que la juzgaban por su apariencia. Se quedó parada en un rincón, con la mirada fija en el suelo, recapacitando que esperaba poder encontrar un trabajo que le permitiera comprar lo indispensable, como unos zapatos nuevos ya que los botines que tenía comenzaban a tener la suela muy gastada y le dolían los pies cuando caminaba mucho.
En esas cavilaciones se encontraba cuando la mujer de vestido azul, le pidió que la acompañara, lo que hizo sin pérdida de tiempo. Siguió a la enfermera, deteniéndose tras de ella y esperó mientras ésta tocaba a la puerta del consultorio. Al entrar hizo todo lo que se le pedían y pronto estuvo sentada frente a un bonito escritorio, una mujer, muy hermosa, de cabellos rubios oscuros, parecía ser la doctora, la había observado al entrar, contemplaba el paisaje por el ventanal. La doctora se sentó frente a ella, cuando por fin estuvieron solas, Chiara buscó su mirada, intentando encontrar un asidero, esa señal que le diera la seguridad de abrir su corazón ante aquella extraña.
Aquella mujer, sacó un papel y garabateó algo, preguntando luego, como se llamaba, Chiara la contempló con los ojos fijos en aquellas claras pupilas. Inspiró profundamente antes de poder hablar, - Chiara… Di… - enmudeció, porque no podía recordar su apellido, ni el de soltera y menos el de casada. Su mirada se ensombreció y bajó su rostro a sus manos que mantenía unidas como en una silenciosa plegaria, - disculpe… pero no me acuerdo… no sé cómo es mi apellido -.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Cuentame un poco de tí [Priv]
Thabitha estaba tan sumida en su tarea que no se dio cuenta de que la paciente en todo caso estaba sufriendo en si misma – Tranquila, solamente me han pedido que la examine…-sonrió observando la timidez de Chiara – Con Chiara me basta por el momento y bueno, cuénteme sobre usted, ¿Qué cree conseguir viniendo aquí? –Pregunto preparando los cuatro círculos que eran familia, amor, amistades y trabajo – Aquí, en este papel he dibujado los cuatro pilares que nos sostiene en la vida – le muestra el papel – Aquí en medio está usted, situándose en un mar de dudas y en realidad, está aquí, con estos cuatro pilares a su alrededor y son lo que nos sujeta…-comenzó a mover las manos, mostrándole una explicación objetiva de lo que representaba cada pilar – Dígame ¿Cómo lleva cada pilar? Así podemos o puedo hacer una estimación cercana de como poder ayudarla. –se lamio los labios, sintiendo que la paciente que tenía en frente se le removía el alma por dentro.
Inmediatamente cogió un paquete de pañuelos y lo puso cerca de donde estaba Chiara – Tómese su tiempo, Soy una psicóloga que ha pasado por muchos pacientes ¿Sabe? Una vez tuve una paciente, que tenía miedo escénico, miedo a que ocurriera algo estando en el escenario o como si alguien tuviera su mirada en ella y no pudiera escapar de ella, entonces le dije que fijara la mirada al frente, el truco está en la mirada – Thabitha sonrió- Y yo veo en su mirada la necesidad de escapar de algo que no la deja vivir….–La melodiosa voz de Thabitha esperaba que tranquilizase a Chiara. Sabía que estaba algo inquieta y que no podría hacer mucho por las primeras horas de la consulta.
Mientras dejó a Chiara que observase y pudiera darle explicaciones sobre cómo lleva cada pilar de su vida, podría seguir con la consulta y así aliviar más que nada la piedra en el corazón que Chiara llevaba en el pecho - ¿Esta bien? –Pregunto aun siendo objetiva con Chiara, observándola, no tocándola ni siquiera ofreciéndole ofrendas de tacto llenas de afecto a un alma perdida, ella se estuvo quieta y observando a Chiara hasta que le diera una respuesta coherente y sencilla o tendría que estar preparada para lo que tuviera que pasar.
Un alma demente, desordenada era posible de volver a reordenar o era posible volver a remodelarla, pero un alma rota y desamparada, oh chico, no había cosa más peor que eso en toda la vida.
Inmediatamente cogió un paquete de pañuelos y lo puso cerca de donde estaba Chiara – Tómese su tiempo, Soy una psicóloga que ha pasado por muchos pacientes ¿Sabe? Una vez tuve una paciente, que tenía miedo escénico, miedo a que ocurriera algo estando en el escenario o como si alguien tuviera su mirada en ella y no pudiera escapar de ella, entonces le dije que fijara la mirada al frente, el truco está en la mirada – Thabitha sonrió- Y yo veo en su mirada la necesidad de escapar de algo que no la deja vivir….–La melodiosa voz de Thabitha esperaba que tranquilizase a Chiara. Sabía que estaba algo inquieta y que no podría hacer mucho por las primeras horas de la consulta.
Mientras dejó a Chiara que observase y pudiera darle explicaciones sobre cómo lleva cada pilar de su vida, podría seguir con la consulta y así aliviar más que nada la piedra en el corazón que Chiara llevaba en el pecho - ¿Esta bien? –Pregunto aun siendo objetiva con Chiara, observándola, no tocándola ni siquiera ofreciéndole ofrendas de tacto llenas de afecto a un alma perdida, ella se estuvo quieta y observando a Chiara hasta que le diera una respuesta coherente y sencilla o tendría que estar preparada para lo que tuviera que pasar.
Un alma demente, desordenada era posible de volver a reordenar o era posible volver a remodelarla, pero un alma rota y desamparada, oh chico, no había cosa más peor que eso en toda la vida.
Thabitha G. Queen- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/10/2014
Re: Cuentame un poco de tí [Priv]
Chiara observó atenta el dibujo, levantó la mirada para luego clavarla en la de aquella doctora, - no poseo ningún pilar, mi familia falleció, mis amigos… no los recuerdo si alguna vez los tuve… y el amor… - caviló en voz alta un momento, - sé que amé, con toda mi alma, tal vez hasta convertirme en esto que soy ahora… pero… lo he perdido… como perdí a mis hijos – dijo estallando en lágrimas, estaba segura que era la única responsable de la muerte de sus hijos, - es mi culpa, solo mi culpa… - balbuceó entre sollozos – debí cuidarles, debí haberlos salvado en aquella noche del incendio… - llevó sus manos a la cabeza donde un fuerte dolor le punzaba en la sien, apretó intentando calmar aquel dolor. Se quedó encogida en la silla, con sus ojos cerrados, pero contemplando en su mente el dulce rostro de sus hijos, - hubiera deseado morir con ellos – sentenció, mientras las lágrimas seguían cayendo de sus orbes mojando su deslucido vestido.
Pasado unos pocos segundo, Chiara tomó valor para respirar profundamente y tratar de explicar con más calma su situación. Se retrepo en la silla, tomó uno de los pañuelos que, la mujer que se encontraba en el otro lado del escritorio, le ofrecía, - gracias… y disculpe… es que… no sé cómo podría ayudarme… - secó sus lágrimas, limpió su nariz, inspiró profundamente otra vez e intentó sonreír aunque solo quedó en un leve gesto inconcluso.
Estrujó el pequeño pañuelo mientras intentaba explicarle como había llegado a esa situación, - verá, hace seis años, perdí a mi familia, padres y hermanos. Como había enfermado de… - se detuvo, no quiso decirle que había estado con sus nervios alterados, así que acomodó sus palabras – del corazón… o eso pensaron. Unos parientes lejanos me acogieron aquí en Paris – sonrió al recordar a su hermano Girolamo – pero entonces, vino a buscarme mi hermano… bueno, medio hermano… y con él, Giulia, una media hermana que ni siquiera sabía que existía… mis padres me habían hecho creer que Giro había muerto y jamás hablaron de Giulia… pero saber que los tenía, me ayudó a recuperarme – dijo intentando no volver a llorar, aunque nuevas lagrimas surgieron de sus orbes – entonces, una noche, conocía al hombre más maravilloso que pude encontrar… y desde ese día, viví por él y para él… - hizo una pausa para luego tomar aire y continuar – apenas unos días después, me fui a vivir con Ruggero, quien se convirtió en mi esposo y con el que tuve dos hermosos hijos, Mely y Ruggero – se quedó en silenció, con la mirada perdida, como si intentara recordar algo - eran tan bellos, éramos tan felices… oh Dios… no entiendo porque la vida nos hizo esto – se quejó, negando con la cabeza y estrujando el pequeño pañuelo.
Su cabeza inclinada observando su mano, en la que llevaba la alianza, la mantuvo absorta por un momento, luego alzo la mirada y buscó los ojos de Thabitha – por favor, ayúdeme, no me queda nada, solo los recuerdos… no quiero olvidar sus rostros… y Dios… cada día se desdibujan más y más… ya ni recuerdo la voz del hombre que tanto ame… ni su sonrisa, aquella que iluminaba mi día-.
Pasado unos pocos segundo, Chiara tomó valor para respirar profundamente y tratar de explicar con más calma su situación. Se retrepo en la silla, tomó uno de los pañuelos que, la mujer que se encontraba en el otro lado del escritorio, le ofrecía, - gracias… y disculpe… es que… no sé cómo podría ayudarme… - secó sus lágrimas, limpió su nariz, inspiró profundamente otra vez e intentó sonreír aunque solo quedó en un leve gesto inconcluso.
Estrujó el pequeño pañuelo mientras intentaba explicarle como había llegado a esa situación, - verá, hace seis años, perdí a mi familia, padres y hermanos. Como había enfermado de… - se detuvo, no quiso decirle que había estado con sus nervios alterados, así que acomodó sus palabras – del corazón… o eso pensaron. Unos parientes lejanos me acogieron aquí en Paris – sonrió al recordar a su hermano Girolamo – pero entonces, vino a buscarme mi hermano… bueno, medio hermano… y con él, Giulia, una media hermana que ni siquiera sabía que existía… mis padres me habían hecho creer que Giro había muerto y jamás hablaron de Giulia… pero saber que los tenía, me ayudó a recuperarme – dijo intentando no volver a llorar, aunque nuevas lagrimas surgieron de sus orbes – entonces, una noche, conocía al hombre más maravilloso que pude encontrar… y desde ese día, viví por él y para él… - hizo una pausa para luego tomar aire y continuar – apenas unos días después, me fui a vivir con Ruggero, quien se convirtió en mi esposo y con el que tuve dos hermosos hijos, Mely y Ruggero – se quedó en silenció, con la mirada perdida, como si intentara recordar algo - eran tan bellos, éramos tan felices… oh Dios… no entiendo porque la vida nos hizo esto – se quejó, negando con la cabeza y estrujando el pequeño pañuelo.
Su cabeza inclinada observando su mano, en la que llevaba la alianza, la mantuvo absorta por un momento, luego alzo la mirada y buscó los ojos de Thabitha – por favor, ayúdeme, no me queda nada, solo los recuerdos… no quiero olvidar sus rostros… y Dios… cada día se desdibujan más y más… ya ni recuerdo la voz del hombre que tanto ame… ni su sonrisa, aquella que iluminaba mi día-.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Cuentame un poco de tí [Priv]
Thabitha se estaba planteando en recetarle algunos medicamentos que para la depresión postraumática le irían bien a la paciente Chiara pero su relato era como el de aquellas novelas que sueles leer y el peor personaje siempre es el del marido que traiciona el amor de la mujer. Superando todo detalle sin excepción, thabitha encontró en Chiara la energía suficiente para poder hacer hincapié en su siguiente teoría. La pobre estaba deshilachada, su corazón estaba descosido completamente. Ella lo que necesitaba era consuelo pero no un psicólogo. Estaba pensando, comenzando a dar vueltas por la sala pensando que tratamiento seria el adecuado.
-Chiara, si es que la puedo tutear –murmuro fijándose en la paciente – túmbese sobre el diván, haremos una sesión de hipnotismo, no tema, tengo experiencia en la materia – Dijo con seguridad plantada en su armoniosa voz. Situándose detrás de la paciente, la insto en que se tumbara en el diván que había cerca de la silla – Relájese –murmuro de nuevo – Cierre los ojos, respire lentamente y profundamente, ponga la mente en blanco –Conforme hablaba, puso el metrónomo en marcha. El tic-Tac del instrumento de ritmo marcaria los pasos de la respiración – Respire….y expulse el aire en uno…dos…tres…-Seguía dando instrucciones. Lo que notaba Thabitha era mucho pero que mucho estrés.
Paso media hora y los pasos habían sido instructivos pero Thabitha había conseguido encontrar la manera de ayudar a Chiara. Puso las manos en los hombros de una dormida Chiara, de una mujer que estaba en un trance relajante – A la de tres…te despertarás –Dijo lentamente, sin prisas –Sin prisas, no hay prisa alguna. Tomate tu tiempo Chiara – murmuro lentamente mientras se sentaba detrás de su escritorio – uno, dos…..¡Tres! –Chasqueo los dedos, detuvo el metrónomo – Ahora, vas despertándote lentamente, no hay prisa, recuerda. No…hay prisa –Dijo lentamente, no quería que se diera prisa, no quería que volvieran al principio.
-¿Cómo te sientes?
-Chiara, si es que la puedo tutear –murmuro fijándose en la paciente – túmbese sobre el diván, haremos una sesión de hipnotismo, no tema, tengo experiencia en la materia – Dijo con seguridad plantada en su armoniosa voz. Situándose detrás de la paciente, la insto en que se tumbara en el diván que había cerca de la silla – Relájese –murmuro de nuevo – Cierre los ojos, respire lentamente y profundamente, ponga la mente en blanco –Conforme hablaba, puso el metrónomo en marcha. El tic-Tac del instrumento de ritmo marcaria los pasos de la respiración – Respire….y expulse el aire en uno…dos…tres…-Seguía dando instrucciones. Lo que notaba Thabitha era mucho pero que mucho estrés.
Paso media hora y los pasos habían sido instructivos pero Thabitha había conseguido encontrar la manera de ayudar a Chiara. Puso las manos en los hombros de una dormida Chiara, de una mujer que estaba en un trance relajante – A la de tres…te despertarás –Dijo lentamente, sin prisas –Sin prisas, no hay prisa alguna. Tomate tu tiempo Chiara – murmuro lentamente mientras se sentaba detrás de su escritorio – uno, dos…..¡Tres! –Chasqueo los dedos, detuvo el metrónomo – Ahora, vas despertándote lentamente, no hay prisa, recuerda. No…hay prisa –Dijo lentamente, no quería que se diera prisa, no quería que volvieran al principio.
-¿Cómo te sientes?
Thabitha G. Queen- Humano Clase Alta
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 29/10/2014
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