Bienvenido, pasad y tomad asiento {Libre}

por **Kala Bhansali** Jue Mar 12, 2015 4:19 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Pasear por el circo gitano siempre sacaba una sonrisa a Kala. Aún era temprano para que la gente comenzara a llegar, pero los trabajadores ya estaban ensayando sus trucos para la función. En una esquina unos tragafuegos lanzaban llamaradas cual dragones de cuento de hadas, mientras justo al otro lado unas mujeres bailaban una danza exótica y sensual. Kala no hubiera dudado en acompañarlas si no tuviera que trabajar en su carpa, donde todavía le quedaban algunas cosas que preparar para tenerla lista. Bajo el brazo llevaba un atillo con una gran variedad de tés para ofrecer a los clientes. El té era una de las cosas que le recordaban a su infancia, un poco de su país y su origen que llevaba con ella a todas partes. No eran los recuerdos más felices que poseía, pero eran parte de ella.

Abrió la puerta de la carpa y una vez dentro la dejó abierta. Todavía tenía tiempo hasta que los primeros clientes comenzaran a llegar y el ambiente dentro estaba algo cargado del día anterior. Dejó el atillo encima de la mesa y ató la tela de la puerta con un cordel, dejando que el aire de la calle entrara y refrescara el interior. Se dirigió a un pequeño fuego donde calentaba el agua y, después de encenderlo, colocó la tetera encima y vertió unas pocas hojas de té negro. El aroma la envolvió dejando que su mente vagara hacia aquellas plantaciones tan lejanas, con el Sol brillando en su rostro y reflejando la inmensidad de colores de las ropas de sus habitantes.

Dejó la tetera en el fuego y salió de la carpa, alejándose del recinto ligeramente e internandose en un bosque cercano. Caminó tranquilamente hasta un claro con sus pies descalzos, sintiendo la hierba bajo ella. Se arrodilló en el claro y dedicó una oración a esos dioses que en París no estaban permitidos. Era su ritual, daba gracias por cada día vivido en la tierra, por el trabajo, por poder disfrutar de lo que ellos les habían dado. No tardó mucho, unos pocos minutos, pero fueron suficientes para que la gitana se sintiera en paz con ellos. Caminó de vuelta a su carpa justo cuando el té estuvo listo.

Dejó la tetera en una mesa auxiliar y junto a ella encendió un poco de incienso. Miró a su alrededor, la cantidad de colores que había dentro llegaba a ser cargante para algunos, pero no para ella. París tenía un clima tan frío y oscuro que Kala necesitaba alguna forma de hacer brillar el Sol, y esa forma era mediante las telas de colores. Para ella esa carpa era un viaje al paraíso, a un mundo tranquilo. Se sirvió un poco de bebida en una taza y se sentó en uno de los cojines que había alrededor de la mesa baja del centro. Levantó la vista cuando el primer cliente se asomó a la puerta.

-Os doy mi más sincera bienvenida. Por favor, tomad asiento -dijo señalando el cojín que había al otro lado de la mesa.

por **Kala Bhansali** Dom Sep 13, 2015 6:54 am

Se limitó a esperar sentada con las piernas dobladas hacia un lado. De vez en cuando veía pequeños retazos de la fantasma rondando a su alrededor, destellos en la noche oscura. El cielo seguía cubierto de nubes y el circo estaba comenzando a vaciarse. La noche era fría y apenas quedaban carpas y puestos abiertos, pero Kala seguía manteniendo las velas encendidas dentro de la suya. Un bostezo hizo que se diera cuenta de lo tarde que se había hecho. Hizo un esfuerzo enorme para mantener los ojos abiertos, que seguían intentando cerrarse debido al sueño.

La voz de Helli sonó de pronto anunciando la hora justa. Le pedía que pensara en lo que más deseara, aquello que más añorara. «Volver a Ceylán.» Lo tenía claro, siempre lo tuvo. ¿Habría cambiado mucho durante aquellos años? Seguro que no.

No tuvo mucho tiempo para pensar en su tierra. Helli comenzó a soltar energía que inundó de colores su alrededor. Todo se intensificó, hasta ella misma se hizo tan real que parecía que siguiera viva. Sintió las manos de ella a los lados de su cabeza y oía su voz como un eco, pero tenía su mente tan ocupada con los recuerdos que le quedaban que apenas escuchaba sus palabras.

El cambio fue rápido, y de pronto se vio a sí misma en una blancura irreal tan sólo rota por una puerta de madera rojiza con adornos florales y brillantes. Miró a su alrededor: era todo igual salvo por aquella puerta. Se acercó despacio a ella y acercó la mano al pomo, pero la bajó casi de inmediato. La voz de Helli volvió a sonar en su mente. Tenía que tomar una decisión, cruzar aquella puerta o no. Volvió a mirarla y finalmente la abrió.

Al atraversarla un golpe de calor la azotó el rostro. El Sol brillaba con mucha fuerza y a lo lejos se podían escuchar las voces cantarinas de unas mujeres que caminaban por un sendero cercano. Una bandada de pájaros de vivos colores sobrevoló el espacio donde había aparecido Kala. «No puede ser.» Comenzó a caminar entre la hierba hasta que llegó al sendero por el que venían las mujeres. Charlaban animadamente en un idioma que la joven identificó al instante. «Tamil.» Miró a su alrededor: a un lado del camino se encontraba el prado a donde había llegado ella, con un bosque detrás; al otro lado, kilómetros de plantaciones de té con pequeñas motitas de colores llamativos de las ropas de los trabajadores.

—Me has traído a casa —murmuró.

No podía creer que estuviera allí y, por un momento, olvidó que todo aquello no era real. Comenzó a correr sendero abajo hasta llegar a las plantaciones. El olor de las plantas frescas le erizó la piel. Pasó una mano sobre ellas rozando las hojas más altas y continuó andando entre las hileras de los campos. Había olvidado cómo sonaban las voces de las recolectoras, las canciones que cantaban mientras trabajaban. Ella misma comenzó a cantar algunas que recordaba y se dio cuenta de que no las había olvidado, sólo necesitaba el primer verso para recordarlas.

Caminó casi sin rumbo hasta que llegó a los jardines de la casa principal. Había algunos niños jugando, la mayoría hijos de trabajadores. Se fijó en ellos y entre todos identificó a la más pequeña de todos. Era ella con apenas tres añitos. Se sentó en el suelo a una distancia prudente y siguió observando. El resto de niños eran sus hermanos mayores y algunos de los hijos de la mujer que vivía al lado. Corrían de un lado hacia otro persiguiéndose entre ellos. La pequeña Kala intentaba seguirles el ritmo pero sin conseguirlo.

De la casa salió una mujer vestida con un sari amarillo de ribetes dorados que resaltaba el tono oscuro de su piel. La gitana supo de inmediato que se trataba de su madre. Vio como la niña que fue corrió hacia ella en cuanto la vio y como saltó a sus brazos. De pronto, todo aquel mundo exótico comenzó a difuminarse. Los colores se mezclaron en una paleta de verdes, amarillos, rojos, rosas, azules y morados hasta convertirse en el negro más profundo.

Los sonidos se apagaron y el frío volvió a azotarla. Abrió los ojos y el negro desapareció dando pie al azul oscuro de la noche parisina. Frente a ella vio a Helli, que aún seguía siendo completamente visible.

—Gracias. —Acercó su cuerpo a ella y pasó los brazos a su alrededor, abrazándola. —Ha sido el mejor regalo. —Aguantó el llanto que le sobrevino, pero no pudo evitar que la voz se quebrara al hablar.

por **Helli Von Goethe** Vie Oct 09, 2015 4:39 pm

- He caminado sola por mucho tiempo, sin una guía o compañía; en la eterna oscuridad, con el vacío en mi interior, observando y anhelando recordar, me he dado cuenta al estar contigo de las mentiras, de los engaños que me hago cada día, no es encontrar a mi asesino lo que me dará mi preciada libertad, son las cosas que puedo hacer por los que ignore estando viva, esas personas a las que podía haber ayudado, hubiera podido hacerlo -
Helli llora por ambas , sus lágrimas son como un rio de plata en su rostro, mientras intenta retener a Kala un poco más de tiempo, pero es el tiempo el que se ha terminado , Helli se desvanece poco a poco y su voz se vuelve más tenue, entre los recuerdos de Kala , las canciones en Tamil, las voces y los niños que juegan, Helli recuerda que su esposo fue un inglés , estuvo en la India y aun que no coincidió con la vida de Kala, reconoció la esclavitud, la codicia de los extranjeros en esas tierras y sobre todo recordó que ignoro el sufrimiento de muchos por concentrarse en su propia felicidad.
- mi tiempo contigo ha terminado, la oscuridad me llama, debo regresar -
Helli se refería al solitario mausoleo, era hora de regresar.
Pequeñas luces rojas y violetas quedan en donde se encontraba la fantasma, una ráfaga inusual las impulsa al cielo
- Gracias Kala -

por **Kala Bhansali** Vie Oct 23, 2015 10:59 am

Kala escuchó a Helli mientras observaba sus lágrimas, tan brillantes que no pudo evitar levantar y acercar la mano hacia su rostro para tocarlas. Las apartó en el último momento temiendo interrumpirla o alterarla. Mientras bajaba la mano, la figura de Helli fue desapareciendo poco a poco, pero su voz continuó sonando en los oídos de la gitana.

—Adiós, Helli —se despidió a su vez. Una punzada le azuzó la boca del estómago. —Y gracias.

Miró hacia el cielo siguiendo el rastro que dejaban las motitas de colores. Las pequeñas luces se fundieron con las estrellas de la noche, y de pronto todo quedó en silencio. Algunas voces en la lejanía y los sonidos de los animales del circo hicieron que bajara la mirada a su alrededor.

Un grupo de bailarinas pasó a su lado de camino a casa y, tras cerrar la carpa de manera apresurada, Kala se unió a ellas como si aquella hubiera sido una tarde normal. El grupo de chicas intercambió risas y anécdotas de las que la gitana participaba de manera superficial. Su mente seguía pensando en el regalo de Helli, la visita a su hogar y las visiones de su propio pasado. Lo había llegado a olvidar: las caricias del Sol, el olor de los árboles, las canciones de su tierra... Las había bloqueado, quizá para evitar sufrir en vano. Sabía que volver a vivir en Ceylan era imposible, al menos de la manera en que lo habría hecho de no ser por aquel inglés que los perseguía desde hacía tanto tiempo.

Aquella noche soñó con los campos de té y los elefantes una y otra vez como hacía mucho que no hacía. Sueños que encendieron en ella una chispa de esperanza, porque, algún día, quizá podría volver a su querida patria.

{ CERRADO }

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