AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Le livre des âmes disparues [Ankhiara]
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Le livre des âmes disparues [Ankhiara]
No hay resistencia para los débiles.
Él siempre busca el momento de querer llevarse las almas inhóspitas de los más débiles. De las que más disfruta, son de las vírgenes jóvenes que se postran ante su gran atractivo lleno de oscuridad. Sin embargo Lázarus aún seguía buscando aquel que le liberase de su don. Daba suspiros de alegría porque sabía que con los vampiros, su maléfico don no hacia efecto. Pensaba porque tal vez aquellos seres no tenían alma alguna que extraer. Sus pasos silenciosos le llevaron hasta el cementerio, hacia una iglesia abandonada pero en la que había la tenue luz de una vela. Descubrió el lugar repleto de libros. Descubrió que el techo se estaba derrumbando y enseguida enterraría a la muchacha que se escondía con temor de algo o de alguien. Lázarus estaba plantado en el umbral de aquella iglesia que estaría en su final, la muchacha enseguida se desvaneció disipándose en el aire y entonces comprendió que la única criatura viviente, era solamente él.
El derrumbamiento tan solo era una ilusión junto con la imagen de la enorme iglesia abandonada empapelada con libros llenos de sabiduría. El fantasma había creado la ilusión, ¿Para qué? ¿Para atraerle? ¿Para darle alguna señal? ¿Para mostrarle alguna imagen ilusoria de su muerte venidera? Él ya extraía y daba la muerte a aquellos que le conocían. Su habilidad mágica estaba tan retorcidamente maldita que algunas veces estaba descontrolada. Pero la única vez que se sintió lleno fue cuando le extrajo el vitae a aquella mujer desagradecida que solo quería el lecho de Lázarus a través de su hermano Thorian, del cual, no sabía nada, ni siquiera de su hermana Katherina.
Podría decirse que ahora estaba libre como el viento, solamente con aquella espinita en el corazón, pero él sabía que había librado de una buena a su hermano, de una vida de engaños y lamentos. Sabía que estaba en lucha contra su hermano, pero era el precio que tenía que pagar para que la vida de su hermano menor estuviera asegurada. Todo por la familia y siempre para la familia. Sentía que de un momento a otro, todo tendría que sanar.
-¡UGH! – Lázarus se detuvo en seco.
¿Qué fue aquel sonido que escucho detrás de sí?
Nadie, no había nadie de quien mostrarse temeroso o al menos cauteloso y el silencio volvió a reinar en el cementerio como era costumbre – pájaros –Mostrándose recio a saber que pudiera ser algo más que nada, pensó en la de veces que estaba siempre pensando en que alguien le perseguía cuando capturaba un alma errante y aquello le traía vitalidad, como si la misma parca le persiguiera porque él mismo le hacia la competencia, al contrario, él las absorbía y él se llevaba sus vidas consigo, dejando a Lázarus aún más vivo, más lleno de energía y de sus sentidos elevados a su máxima potencia, sintiéndose como la sombra que se esconde detrás de los inocentes, detrás de los cobardes que son la presa fácil de los depredadores.
Él siempre busca el momento de querer llevarse las almas inhóspitas de los más débiles. De las que más disfruta, son de las vírgenes jóvenes que se postran ante su gran atractivo lleno de oscuridad. Sin embargo Lázarus aún seguía buscando aquel que le liberase de su don. Daba suspiros de alegría porque sabía que con los vampiros, su maléfico don no hacia efecto. Pensaba porque tal vez aquellos seres no tenían alma alguna que extraer. Sus pasos silenciosos le llevaron hasta el cementerio, hacia una iglesia abandonada pero en la que había la tenue luz de una vela. Descubrió el lugar repleto de libros. Descubrió que el techo se estaba derrumbando y enseguida enterraría a la muchacha que se escondía con temor de algo o de alguien. Lázarus estaba plantado en el umbral de aquella iglesia que estaría en su final, la muchacha enseguida se desvaneció disipándose en el aire y entonces comprendió que la única criatura viviente, era solamente él.
El derrumbamiento tan solo era una ilusión junto con la imagen de la enorme iglesia abandonada empapelada con libros llenos de sabiduría. El fantasma había creado la ilusión, ¿Para qué? ¿Para atraerle? ¿Para darle alguna señal? ¿Para mostrarle alguna imagen ilusoria de su muerte venidera? Él ya extraía y daba la muerte a aquellos que le conocían. Su habilidad mágica estaba tan retorcidamente maldita que algunas veces estaba descontrolada. Pero la única vez que se sintió lleno fue cuando le extrajo el vitae a aquella mujer desagradecida que solo quería el lecho de Lázarus a través de su hermano Thorian, del cual, no sabía nada, ni siquiera de su hermana Katherina.
Podría decirse que ahora estaba libre como el viento, solamente con aquella espinita en el corazón, pero él sabía que había librado de una buena a su hermano, de una vida de engaños y lamentos. Sabía que estaba en lucha contra su hermano, pero era el precio que tenía que pagar para que la vida de su hermano menor estuviera asegurada. Todo por la familia y siempre para la familia. Sentía que de un momento a otro, todo tendría que sanar.
-¡UGH! – Lázarus se detuvo en seco.
¿Qué fue aquel sonido que escucho detrás de sí?
Nadie, no había nadie de quien mostrarse temeroso o al menos cauteloso y el silencio volvió a reinar en el cementerio como era costumbre – pájaros –Mostrándose recio a saber que pudiera ser algo más que nada, pensó en la de veces que estaba siempre pensando en que alguien le perseguía cuando capturaba un alma errante y aquello le traía vitalidad, como si la misma parca le persiguiera porque él mismo le hacia la competencia, al contrario, él las absorbía y él se llevaba sus vidas consigo, dejando a Lázarus aún más vivo, más lleno de energía y de sus sentidos elevados a su máxima potencia, sintiéndose como la sombra que se esconde detrás de los inocentes, detrás de los cobardes que son la presa fácil de los depredadores.
Lázarus L. Petrov- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 14/01/2015
Re: Le livre des âmes disparues [Ankhiara]
Sus pensamientos eran desesperantes. Los gritos en su cabeza se esparcían por cada recoveco hasta el punto en que el perturbador sonido del infierno parecía ser melodía a comparación de lo que había dentro. Había intentando de una y mil formas, drenar todos y cada uno de esos alaridos, pero en cada uno de ellos, había fracasado. Ni siquiera la sangre de sus víctimas podría saciar esa maldita ansiedad que estaba padeciendo. Y, a pesar de que en cada aniversario ocurría lo mismo, Ankhiara aún no lo había superado.
Levantándose con un solo próposito esa noche, se dispuso a ir al cementerio, ese maldito rincón desolado y tétrico donde sólo un idiota podría encontrar la calma a altas horas de la noche. Tomó entre sus manos los cráneos que guardaba junto a su cama y los escondió en los bolsillos de su vestido. No necesitaba mirarse al espejo, tampoco colocarse encima ningún armasón de oro o plata para que su figura luciera espectacular. No iba a ninguna cita premeditada, y tampoco pretendía encontrarse con algún amante nocturno. Esa noche, sólo la luna creciente sabía a la perfección lo que la vampiresa tramaba.
Al llegar al camposanto, un par de aves de rapiña, emprendieron el vuelo, haciendo sonar sus aleteos como un maldito embrujo de ninfas. El viento resopló, las alimañas se enterraron en la tierra y, a lo lejos, alguien pareció quejarse desde el interior de una cripta. Sin embargo, ningún lúgubre sonido podría hacerle retroceder; el ambiente era perfecto para la hazaña. La mujer, sin ningún miramiento, se deslizó entre las criptas, lápidas, nichos y mausoleos. Todos y cada uno de ellos edificados para albergar en su interior los restos de algún ser amado, sólo una burda edificación para tener un punto de referencia el cual adorar. Nada más pueril que lo que ella había hecho con sus dos hijos, cada quien decide cómo recordar a sus muertos y ella, había ido demasiado lejos. Sus dedos, aunque perezosos y hábiles, pasaron por las letras de cada fría piedra sin prestar mucha atención a la escritura, menos a lo que en ellas se escribían. Y sólo se detuvo en seco, hasta que en las profundidades del cementerio, reconoció aquel ángel de granito, con mirada triste, alas rotas y una mano tendida desgastada. Bajo su regazo, posaban dos cirios, su cera caía cual cascada congelada, y la llama extinta por el polvo, daba a entender que no había nadie allí que se hubiese pasado en los últimos meses, ni siquiera en años…. Error. Ella siempre estaba ahí.
Colocó un cráneo a los pies de cada cirio. Encendió las mechas y comenzó con su ritual. Tal vez ya no poseía los poderes que una hechicera tiene, quizá los elementos y los espíritus ya no acudían a ella al sentir su presencia, y en verdad que ya no poseía dominio sobre la magia, pero algo era seguro, la maldita se había desgastado el alma en asegurarse que las almas atrapadas en el par de calaveras padecieran el maldito infierno, en el aniversario de sus muertes.
Introdujo una mano en el hueco bajo las faldas del ángel y retiró un cáliz. Mordió su muñeca derecha vertiendo sangre suficiente en ella como para embriagar a un vikingo, y pronunciando un par de palabras en escandinavo antiguo, vació la copa sobre los cráneos. En ese preciso instante, el grito desgarrador de su cabeza desapareció, pero se exteriorizó y se mostró real, en la agonía chillante de los condenados…
Levantándose con un solo próposito esa noche, se dispuso a ir al cementerio, ese maldito rincón desolado y tétrico donde sólo un idiota podría encontrar la calma a altas horas de la noche. Tomó entre sus manos los cráneos que guardaba junto a su cama y los escondió en los bolsillos de su vestido. No necesitaba mirarse al espejo, tampoco colocarse encima ningún armasón de oro o plata para que su figura luciera espectacular. No iba a ninguna cita premeditada, y tampoco pretendía encontrarse con algún amante nocturno. Esa noche, sólo la luna creciente sabía a la perfección lo que la vampiresa tramaba.
Al llegar al camposanto, un par de aves de rapiña, emprendieron el vuelo, haciendo sonar sus aleteos como un maldito embrujo de ninfas. El viento resopló, las alimañas se enterraron en la tierra y, a lo lejos, alguien pareció quejarse desde el interior de una cripta. Sin embargo, ningún lúgubre sonido podría hacerle retroceder; el ambiente era perfecto para la hazaña. La mujer, sin ningún miramiento, se deslizó entre las criptas, lápidas, nichos y mausoleos. Todos y cada uno de ellos edificados para albergar en su interior los restos de algún ser amado, sólo una burda edificación para tener un punto de referencia el cual adorar. Nada más pueril que lo que ella había hecho con sus dos hijos, cada quien decide cómo recordar a sus muertos y ella, había ido demasiado lejos. Sus dedos, aunque perezosos y hábiles, pasaron por las letras de cada fría piedra sin prestar mucha atención a la escritura, menos a lo que en ellas se escribían. Y sólo se detuvo en seco, hasta que en las profundidades del cementerio, reconoció aquel ángel de granito, con mirada triste, alas rotas y una mano tendida desgastada. Bajo su regazo, posaban dos cirios, su cera caía cual cascada congelada, y la llama extinta por el polvo, daba a entender que no había nadie allí que se hubiese pasado en los últimos meses, ni siquiera en años…. Error. Ella siempre estaba ahí.
Colocó un cráneo a los pies de cada cirio. Encendió las mechas y comenzó con su ritual. Tal vez ya no poseía los poderes que una hechicera tiene, quizá los elementos y los espíritus ya no acudían a ella al sentir su presencia, y en verdad que ya no poseía dominio sobre la magia, pero algo era seguro, la maldita se había desgastado el alma en asegurarse que las almas atrapadas en el par de calaveras padecieran el maldito infierno, en el aniversario de sus muertes.
Introdujo una mano en el hueco bajo las faldas del ángel y retiró un cáliz. Mordió su muñeca derecha vertiendo sangre suficiente en ella como para embriagar a un vikingo, y pronunciando un par de palabras en escandinavo antiguo, vació la copa sobre los cráneos. En ese preciso instante, el grito desgarrador de su cabeza desapareció, pero se exteriorizó y se mostró real, en la agonía chillante de los condenados…
Ankhiara Arsenics- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 05/07/2013
Re: Le livre des âmes disparues [Ankhiara]
“- Crow, crow –” Hacía el príncipe de alas negras. Quien sin más no pretende más que posarse sobre el cetro de la gran hechicera que cursa un rito para evocar a los buenos espíritus del cementerio y el mendigo por allí mendiga en busca de almas perdidas que drenar para poder satisfacerse a sí mismo.
¿Dónde se encuentra ahora el mago? ¿Haría un combate de magia, en el que dos fuerzas se pelearían por las ánimas del inframundo? Él mismo no quería perder frente a tal enfrentamiento. Arduo podría ser, sí, pero simplemente buscando la buena fe de la otra persona así se podría el aprovechar, siendo consciente de que hasta el más descuidado tiene siempre oportunidad de ser el centrado en el juego, el que gane al que siempre gane el juego. Así, si, Lázarus como dicta su nombre, es hombre y nombre de palabra altiva y vívida, sembrando temor con su nombre revitalizante como si trajera las almas de lo más bajo de la tierra, como si buscara en sí mismo la manera de llegar a ser todopoderoso con muchas almas a su merced. Bien, tentador siempre le resultaría esa oferta, pero ¿Qué es lo que escuchaba?
Estaban carca ese susurro que escucho pasos atrás, suaves y aterciopelados, como si fuera la tersa piel de una hermosa doncella. Dando pasos atrás, llega a un mausoleo, al parecer escondido recelosamente, observo la cabellera larga y oscura como la noche de la doncella, la reina de la noche, aquella que pudiera llorar por el amor perdido o por encantar a los hombres hasta su perdición pero la agonía la acompañaba en grito y soledad y ¿Qué veía? ¿Qué sentía alrededor? – Vida – Y Para poder continuar lamiéndose los labios, hambriento de lo que más le gustaba esperaría ¿debería? – Poder – Dijo situándose detrás de una columna, sonriendo abiertamente podía sentir que eran jóvenes, almas puras, pensó en infantes muertos a temprana edad – Ansia –Demasiada ansia sentía ahora mismo, aguantaba las ganas, tendría que mantener la posición – Deben de ser mías – Las almas vírgenes eran de lo que se alimentaba en demasía y aquellas no serían las únicas – Problemas empiezan a molestarme –Sintió que tenía que deshacerse de aquella mujer, si, de aquella oradora a los inframundos en el idioma que Lázarus reconoció perfectamente.
- Lo prohibido se vuelve tentador – Mostro para sí mismo en palabras de un tono suave llevando sus pies hacia ella, hacia la desconocida – Mi señora –Mostro ahora hacia aquella misteriosa mujer, deteniendo el rito, deteniendo señal de algún proceso, distracción, sí, eso es, eso haría, haría ganarse su premio – Agonía y belleza no van de la mano, a no ser que en la agonía este el problema de ser tan bella, mi señora –Sonrió, no temiendo en absoluto. Él era peligroso cuando se lo proponía – O es que la noche os hace dichosa con una belleza eterna –Acabó halagos o flirteos, palabras que luego acaban en el olvido, palabras que simplemente son eso, palabras.
¿Dónde se encuentra ahora el mago? ¿Haría un combate de magia, en el que dos fuerzas se pelearían por las ánimas del inframundo? Él mismo no quería perder frente a tal enfrentamiento. Arduo podría ser, sí, pero simplemente buscando la buena fe de la otra persona así se podría el aprovechar, siendo consciente de que hasta el más descuidado tiene siempre oportunidad de ser el centrado en el juego, el que gane al que siempre gane el juego. Así, si, Lázarus como dicta su nombre, es hombre y nombre de palabra altiva y vívida, sembrando temor con su nombre revitalizante como si trajera las almas de lo más bajo de la tierra, como si buscara en sí mismo la manera de llegar a ser todopoderoso con muchas almas a su merced. Bien, tentador siempre le resultaría esa oferta, pero ¿Qué es lo que escuchaba?
Estaban carca ese susurro que escucho pasos atrás, suaves y aterciopelados, como si fuera la tersa piel de una hermosa doncella. Dando pasos atrás, llega a un mausoleo, al parecer escondido recelosamente, observo la cabellera larga y oscura como la noche de la doncella, la reina de la noche, aquella que pudiera llorar por el amor perdido o por encantar a los hombres hasta su perdición pero la agonía la acompañaba en grito y soledad y ¿Qué veía? ¿Qué sentía alrededor? – Vida – Y Para poder continuar lamiéndose los labios, hambriento de lo que más le gustaba esperaría ¿debería? – Poder – Dijo situándose detrás de una columna, sonriendo abiertamente podía sentir que eran jóvenes, almas puras, pensó en infantes muertos a temprana edad – Ansia –Demasiada ansia sentía ahora mismo, aguantaba las ganas, tendría que mantener la posición – Deben de ser mías – Las almas vírgenes eran de lo que se alimentaba en demasía y aquellas no serían las únicas – Problemas empiezan a molestarme –Sintió que tenía que deshacerse de aquella mujer, si, de aquella oradora a los inframundos en el idioma que Lázarus reconoció perfectamente.
- Lo prohibido se vuelve tentador – Mostro para sí mismo en palabras de un tono suave llevando sus pies hacia ella, hacia la desconocida – Mi señora –Mostro ahora hacia aquella misteriosa mujer, deteniendo el rito, deteniendo señal de algún proceso, distracción, sí, eso es, eso haría, haría ganarse su premio – Agonía y belleza no van de la mano, a no ser que en la agonía este el problema de ser tan bella, mi señora –Sonrió, no temiendo en absoluto. Él era peligroso cuando se lo proponía – O es que la noche os hace dichosa con una belleza eterna –Acabó halagos o flirteos, palabras que luego acaban en el olvido, palabras que simplemente son eso, palabras.
Lázarus L. Petrov- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 14/01/2015
Re: Le livre des âmes disparues [Ankhiara]
Tortuoso. Quien dijo que la agonía es sólo un estado pasajero, no tenía idea de cuan relativo es el tiempo cuando se sufre, pues pareciera que un solo segundo se extiende más allá de la eternidad. Y no cabe duda que el dolor físico sólo es la sombra de un tormento que proviene del alma.
El ritual había iniciado y los alaridos desgarraron el silencio sepulcral de aquel cementerio, todo en rededor pareció sumergirse en una penumbra perpetua, donde sólo los orbes del demonio podían vislumbrase a lo lejos. Cada nota fúnebre, era una magna composición a la crueldad de la vampiresa, tan sólo una alegoría quedaba grabada en la curvatura de su sonrisa siniestra. Algo en el ambiente cambió cuando la presencia de otros seres se mostró ante ella. Las voces, las energías, todo en este plano y en el otro, se había movido repentinamente, incluso su influjo afectó su invocación. ¿Quién era él, quien tajantemente se atreve a mostrarse? ¿Quién formaba parte de su séquito pues aunque invisibles ante la mortalidad de sus ojos, su esencia prevalecía en las ruinas de sus fantasmas? NO hizo falta que su cuerpo girara, o que su rostro admirase el ajeno, sólo bastó con prestar atención al cambio y a la tesitura de su voz para darse cuenta. Ella podía olerlos.
-¿Acaso no es la muerte el mejor sinónimo de belleza?- Cuestiona. El alago que ha pretendido obsequiarle a la fémina, es insípido y decadente. No se trata de una presa fácil, no es una doncella jugando a ruborizarse ante letales versos de un caballero. No es ingenua, no es ni siquiera la mitad de lo que él cree que pudo haberse encontrado aquella noche.
-Y, si no deseáis perfeccionar la obra con vuestro sacrificio, os sugiero retirada- La falta de sutileza es lo que menos importaba en el momento, ella deseaba poder continuar con su rito, poder desencarnar las almas de ese par de cráneos y estrujar su estructura con la palma de sus manos, hacer que viviesen de nuevo aquel instante en que su vida se redujo a sólo memorias.
No se inmutó cuando el extraño pareció ignorar sus comentarios y amenazas, sencillamente prosiguió con lo suyo. Pues, si el hombre necesita del oxígeno para vivir y los suyos de la sangre, ella además de eso, precisaba de aquella agonía para que mínimamente pudiese sentirse viva. Ignoró su presencia, así como el llamado de las almas que aún podían percibirse a su alrededor. Era un come almas, un maldito parásito al igual que ella, sólo que ese hombre distaba mucho de su forma de alimento. ¿Cómo pudo reconocerlo? Él apestaba, no sólo a miseria y muerte, también lo hacía a vida y a poder. Las energías que flotaban a su alrededor, se extinguían conforme él ganaba fuerza. ¿Qué era entonces si no un hechicero, como lo fue ella? Sonrió para si misma. Tal vez ese sujeto podría ayudarle en su hazaña y hacer que el conjuro dure más tiempo, quizá él podría ayudarle a recuperar el espíritu de sus hijos, o hacer contacto con ellos. ¿Seguían vagando o de verdad habían encontrado el descanso eterno? Sacudió la cabeza desechando las posibilidades de sus pensamientos. Cuando ellos murieron, ella se aseguró de abrirles un portal, de guiarlos hasta la luz. Intentó invocarlos, atrapar sus almas, capturarlas para que se quedasen con ella, pero nunca los encontró, lo cual sólo podía suponer una cosa. Habían sido libres.
-¿Ya os habéis alimentado hoy o es que irónicamente esperáis encontrad vida en este recóndito lugar? Si prestáis atención, el único alimento aquí, sois vos- La curvatura de sus labios se extendió al finalizar la frase. No porque estuviese concentrada en lo suyo, podía ignorar el latido de un corazón joven, haciendo fluir la sangre por todo su cuerpo. Llevaba noches sin descansar por completo, sin alimentarse realmente, por lo que no resultó ser sorpresa que de pronto, se encontrase famélica.
El ritual había iniciado y los alaridos desgarraron el silencio sepulcral de aquel cementerio, todo en rededor pareció sumergirse en una penumbra perpetua, donde sólo los orbes del demonio podían vislumbrase a lo lejos. Cada nota fúnebre, era una magna composición a la crueldad de la vampiresa, tan sólo una alegoría quedaba grabada en la curvatura de su sonrisa siniestra. Algo en el ambiente cambió cuando la presencia de otros seres se mostró ante ella. Las voces, las energías, todo en este plano y en el otro, se había movido repentinamente, incluso su influjo afectó su invocación. ¿Quién era él, quien tajantemente se atreve a mostrarse? ¿Quién formaba parte de su séquito pues aunque invisibles ante la mortalidad de sus ojos, su esencia prevalecía en las ruinas de sus fantasmas? NO hizo falta que su cuerpo girara, o que su rostro admirase el ajeno, sólo bastó con prestar atención al cambio y a la tesitura de su voz para darse cuenta. Ella podía olerlos.
-¿Acaso no es la muerte el mejor sinónimo de belleza?- Cuestiona. El alago que ha pretendido obsequiarle a la fémina, es insípido y decadente. No se trata de una presa fácil, no es una doncella jugando a ruborizarse ante letales versos de un caballero. No es ingenua, no es ni siquiera la mitad de lo que él cree que pudo haberse encontrado aquella noche.
-Y, si no deseáis perfeccionar la obra con vuestro sacrificio, os sugiero retirada- La falta de sutileza es lo que menos importaba en el momento, ella deseaba poder continuar con su rito, poder desencarnar las almas de ese par de cráneos y estrujar su estructura con la palma de sus manos, hacer que viviesen de nuevo aquel instante en que su vida se redujo a sólo memorias.
No se inmutó cuando el extraño pareció ignorar sus comentarios y amenazas, sencillamente prosiguió con lo suyo. Pues, si el hombre necesita del oxígeno para vivir y los suyos de la sangre, ella además de eso, precisaba de aquella agonía para que mínimamente pudiese sentirse viva. Ignoró su presencia, así como el llamado de las almas que aún podían percibirse a su alrededor. Era un come almas, un maldito parásito al igual que ella, sólo que ese hombre distaba mucho de su forma de alimento. ¿Cómo pudo reconocerlo? Él apestaba, no sólo a miseria y muerte, también lo hacía a vida y a poder. Las energías que flotaban a su alrededor, se extinguían conforme él ganaba fuerza. ¿Qué era entonces si no un hechicero, como lo fue ella? Sonrió para si misma. Tal vez ese sujeto podría ayudarle en su hazaña y hacer que el conjuro dure más tiempo, quizá él podría ayudarle a recuperar el espíritu de sus hijos, o hacer contacto con ellos. ¿Seguían vagando o de verdad habían encontrado el descanso eterno? Sacudió la cabeza desechando las posibilidades de sus pensamientos. Cuando ellos murieron, ella se aseguró de abrirles un portal, de guiarlos hasta la luz. Intentó invocarlos, atrapar sus almas, capturarlas para que se quedasen con ella, pero nunca los encontró, lo cual sólo podía suponer una cosa. Habían sido libres.
-¿Ya os habéis alimentado hoy o es que irónicamente esperáis encontrad vida en este recóndito lugar? Si prestáis atención, el único alimento aquí, sois vos- La curvatura de sus labios se extendió al finalizar la frase. No porque estuviese concentrada en lo suyo, podía ignorar el latido de un corazón joven, haciendo fluir la sangre por todo su cuerpo. Llevaba noches sin descansar por completo, sin alimentarse realmente, por lo que no resultó ser sorpresa que de pronto, se encontrase famélica.
Ankhiara Arsenics- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/07/2013
Re: Le livre des âmes disparues [Ankhiara]
-Soy algo insaciable por lo que nada me oprime en que pueda comerme aquellas dos almas que tienes guardando con tanto recelo. Me temo que son de antiguos seres queridos de los que no te quieras deshacer de ellos. Lo único que se puede hacer es mirar hacia el presente y hacia el futuro. Están muertos, tan solo son aire vitae, comida para mi maldita vampira –rio malévolamente.
– Es un desperdicio lo que tienes ahí, no sirve nada muerto, ¡NADA! –se mente estaba desvariando, las muertes de cada uno de sus hermanos imaginadas de una y mil formas, macabras, psicodélicas, sádicas, desastrosas, pero lo que quería ahora era devorar el vitae de la vida - ¡DAME ESAS ALMAS MUJER! –Sus pasos se encaminaban hacia al frente pero encontrándose con un escudo hecho por sí mismo, como si algo le frenara de que arrebatara tales almas que podía sentir el temblequeo del terror que sentían al estar acercándose a ellas.
Se quedó en el suelo como si algo le hubiera echado hacia atrás. Estaba gimiendo de dolor, debilidad ante todo es lo que sentía en ese mismo momento. La oscuridad de diciembre sale de la tumba y se eleva en el aire. Parece ser tan ilimitada como el cielo sobre nuestras cabezas. En esta oscuridad, nuestros rostros no son más que simples esferas que resplandecen con luz pálida. Como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una irradiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra.
-En los espejos de muchos juicios mis manos tienen color de sangre. Yo soy una parte del mal que existe en el mundo y en la Sombra. A veces me engaño creyendo que soy un mal que existe para enfrentarse a otros males. Destruyo a los que me contradicen cuando los encuentro, y en el Gran Día del que los profetas hablan pero en el cual no creen, ese día en que el mundo sea completamente depurado del mal, entonces yo, también, desapareceré en la oscuridad, tragándome maldiciones- Decía un desquiciado brujo que no obtenía lo que deseaba en el momento, quizá incluso antes de que llegue ese día, pensó ahora. Pero sea lo que... Hasta entonces no lavara sus manos ni dejara que cuelguen inútiles.
Sus poderes intento utilizar, mas ahora le resultaron inútiles.
¿Por qué? ¿Por qué estaba siendo realmente inútil?
-¿¡Qué me estás haciendo maldito furcia!? – Enfurecido escupía palabras de desquicia completa frente a la extraña que estaba delante de él, que ¿Se había burlado de él? - ¿Y encima has osado burlarte de mí? ¡BASTA! ¡YO SOY MUERTE Y TU LA SOMBRA QUE ME PERSIGUE!
– Es un desperdicio lo que tienes ahí, no sirve nada muerto, ¡NADA! –se mente estaba desvariando, las muertes de cada uno de sus hermanos imaginadas de una y mil formas, macabras, psicodélicas, sádicas, desastrosas, pero lo que quería ahora era devorar el vitae de la vida - ¡DAME ESAS ALMAS MUJER! –Sus pasos se encaminaban hacia al frente pero encontrándose con un escudo hecho por sí mismo, como si algo le frenara de que arrebatara tales almas que podía sentir el temblequeo del terror que sentían al estar acercándose a ellas.
Se quedó en el suelo como si algo le hubiera echado hacia atrás. Estaba gimiendo de dolor, debilidad ante todo es lo que sentía en ese mismo momento. La oscuridad de diciembre sale de la tumba y se eleva en el aire. Parece ser tan ilimitada como el cielo sobre nuestras cabezas. En esta oscuridad, nuestros rostros no son más que simples esferas que resplandecen con luz pálida. Como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una irradiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra.
-En los espejos de muchos juicios mis manos tienen color de sangre. Yo soy una parte del mal que existe en el mundo y en la Sombra. A veces me engaño creyendo que soy un mal que existe para enfrentarse a otros males. Destruyo a los que me contradicen cuando los encuentro, y en el Gran Día del que los profetas hablan pero en el cual no creen, ese día en que el mundo sea completamente depurado del mal, entonces yo, también, desapareceré en la oscuridad, tragándome maldiciones- Decía un desquiciado brujo que no obtenía lo que deseaba en el momento, quizá incluso antes de que llegue ese día, pensó ahora. Pero sea lo que... Hasta entonces no lavara sus manos ni dejara que cuelguen inútiles.
Sus poderes intento utilizar, mas ahora le resultaron inútiles.
¿Por qué? ¿Por qué estaba siendo realmente inútil?
-¿¡Qué me estás haciendo maldito furcia!? – Enfurecido escupía palabras de desquicia completa frente a la extraña que estaba delante de él, que ¿Se había burlado de él? - ¿Y encima has osado burlarte de mí? ¡BASTA! ¡YO SOY MUERTE Y TU LA SOMBRA QUE ME PERSIGUE!
Lázarus L. Petrov- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 14/01/2015
Re: Le livre des âmes disparues [Ankhiara]
La locura siempre ha sido el mejor sinónimo de genialidad; hay en ella tanto que distinguir, que un solo grito desesperado e incongruente no basta para precisarla. Nadie mejor que Ankhiara podría reconocer en la distancia, las notas musicales que componen la melodía de la demencia, esa que abaste a las miserables almas de hombres aberrantes; nadie mejor que podría comprender lo que se requiere para estar en el borde del éxtasis y el desquicio, porque es sólo ahí, donde la vida tiene sentido.
Había escuchado la amenaza; el ligero enfado de un hombre decadente y moribundo. No le tomó importancia. No hasta el momento en que quizá, el despilfarro de palabras captó su completa atención. Pero no todo en su sobresalto se trataba de mentiras susurradas por los demonios en la cabeza ajena, la verdad se ocultaba en las líneas que no terminaba por conformar con sus labios. Al ver como sus pasos se acercaban a ella, y en medio del tumulto, se detenía sólo pudo sonreír ante el atrevimiento y descaro. La altiva silueta de la vampiresa se unió al desenfreno total, y se aseguró de tener la misma altura del hombre frente a ella; quería verle a la cara, no como un oponente, no como un aperitivo, sino como un igual que había encontrado en esa noche, el límite de la consciencia.
El par de cráneos se quedó detrás a su espalda, en el altar que antes había formado, y en el único lugar donde podían estar, quizá, verdaderamente a salvo de él. Rompió la distancia entre ambos, y aunque no pudo tocarlo, la cercanía era demasiada como intimar con aquel extraño. Su dedo índice pasó por sus propios labios en señal de silencio, sintió el deseo de acariciar el cabello ajeno, pero era demasiado pronto como para permitirse el tacto, así que sólo lo obligó a mirarla a los ojos, buscando con mohines su rostro. –Pobre y desquiciado infeliz. No sois rival para mí, y entendedlo, esas almas, no son vuestro alimento. Podéis tragaros lo que deseáis, e incluso intentad devorar a mis enemigos….- Al decir esto, una arruga atavió su frente y la extraña mueca en sus labios formó una sonrisa siniestra. Algo había pasado por su cabeza, un pensamiento fugaz, una posibilidad lejana, pero que al mismo tiempo no era considerada descabellada, al menos, no para ella. Dio media vuelta, tomó el cráneo de quien alguna vez fue su hija y lo posó delante a las fauces del brujo. Sus inquilinos se quejaron rompiendo el silencio con fúnebres y estridentes alaridos. –Comed, me gustaría saber, qué es lo que os provocará en la mente, una sola ánima tan desgarbada como las que yacen aquí dentro-
¿En verdad lo alimentaría? ¿Acaso había perdido la cabeza? No, no lo ha hecho. Es sólo que si ese hombre tragaba un solo espíritu contaminado de aquel objeto, su delirio abrazaría el confín de la tragedia. El ‘viate’ que él pretendía robar de Ankhiara, no es otra cosa, más que veneno disfrazo. ¿Qué tanto dolor puede soportar el cuerpo humano? Por más maldito que sea, siempre se tiene un límite. Quinientos años de tormento, no son en vano. –Si podéis soportar el infierno que he creado con ellos, habréis merecido una muestra de respeto y, con eso, os habréis salvado la vida- Y, con aquel reto, Ankhiara osó en despojarse de una calavera.
Ankhiara Arsenics- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 05/07/2013
Re: Le livre des âmes disparues [Ankhiara]
Las palabras de la vampira hicieron pum pum en su corazón pero no se movió del sitio, sino que el la tomo de la cintura para poder robar el vitae del alma de sus labios. El sexo es la ecuación perfecta pues la mujer eleva el miembro a su máxima expresión, lo encierra entre paréntesis, le extrae el máximo factor y por último lo reduce a su mínima expresión. Los seres humanos son motivados únicamente por el deseo de obtener placer y evitar el dolor. Los que superan sus deseos una vez, pueden superarlos siempre.
- En un mar de insinuaciones nos perdemos en comas bulliciosas comas que evaden nieblas frente a tu firme deseo, desvestir transparencias. Todos los deseos del hombre son formales o materiales, deseos de opinión o de goces, o bien, finalmente, se refieren a la mera duración de ambos, como elemento de la felicidad – Dijo a la vez que cogía los restos de vida que le ofrecía la vampira, el mismo oso tocarle sus nalgas bajo el vestido mientras que con la mano que sostenía la calavera, en la que escuchaba los gritos de las almas sincronizadas y escondidas en aquel escondite, él finalmente rompió aquel estructura ósea contra una lápida en la que después con encantamientos antiguos y unas palabras finalmente adquirió, robo, substrajo, adquirió el alma de aquella antigua vida mortal.
Tomo del mentón con toda su mano a la joven que había supuestamente ofrecido un alma que ahora había perdido - ¡DAME MAS MALDITA ZORRA! –Dijo en un momento desesperado, entonces la tumbo en el suelo sin esperarse un rechazo proveniente de dicha mujer, le levanto las faldas y metió sin esperar a nada dos dedos dentro de aquel sexo, violándola primero con dos dedos una y otra vez dentro de su sexo, comenzando a besarla con racionalidad desenfrenada y con la mano en la que había estado aquel destruida alma, agarro el escote de aquel vestido que deshizo, rompió lo suficiente como para poder agarrarla de ambos senos ahora con ambas manos, besándola una y otra vez y ofreciéndole estimulo mientras estaba entre las piernas de la mujer.
- En un mar de insinuaciones nos perdemos en comas bulliciosas comas que evaden nieblas frente a tu firme deseo, desvestir transparencias. Todos los deseos del hombre son formales o materiales, deseos de opinión o de goces, o bien, finalmente, se refieren a la mera duración de ambos, como elemento de la felicidad – Dijo a la vez que cogía los restos de vida que le ofrecía la vampira, el mismo oso tocarle sus nalgas bajo el vestido mientras que con la mano que sostenía la calavera, en la que escuchaba los gritos de las almas sincronizadas y escondidas en aquel escondite, él finalmente rompió aquel estructura ósea contra una lápida en la que después con encantamientos antiguos y unas palabras finalmente adquirió, robo, substrajo, adquirió el alma de aquella antigua vida mortal.
Tomo del mentón con toda su mano a la joven que había supuestamente ofrecido un alma que ahora había perdido - ¡DAME MAS MALDITA ZORRA! –Dijo en un momento desesperado, entonces la tumbo en el suelo sin esperarse un rechazo proveniente de dicha mujer, le levanto las faldas y metió sin esperar a nada dos dedos dentro de aquel sexo, violándola primero con dos dedos una y otra vez dentro de su sexo, comenzando a besarla con racionalidad desenfrenada y con la mano en la que había estado aquel destruida alma, agarro el escote de aquel vestido que deshizo, rompió lo suficiente como para poder agarrarla de ambos senos ahora con ambas manos, besándola una y otra vez y ofreciéndole estimulo mientras estaba entre las piernas de la mujer.
Lázarus L. Petrov- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 14/01/2015
Re: Le livre des âmes disparues [Ankhiara]
Insipiente y maldito. ¿Cuántos hombres existen allá afuera con semejante combinación en sus corazones. Ciertamente, todos. La mujer se quedó callada observando cada movimiento del extraño, cada significado de sus palabras y cada volátil cambio en la atmosfera del lugar. Las energías chocaban, una más oscura que la otra, pero siempre depravadas y degeneradas en el eco del silencio. El pacto fue sellado y él, con tan sólo un acto pudo saberse libre de si mismo y ganador del respeto de la arpía. El alma tortuosa e infortuna de aquel hombre atrapado en el cráneo, no fue más que un delicioso aperitivo para el brujo. El dolor, la angustia y la desesperación no pudieron hacer nada en su mente, porque él mismo no precisaba de estos, ni siquiera los entendía. Un dato bastante curioso para la dama que lo observaba.
Y la sonrisa de Ankhiara fue esparciéndose por el resto de sus facciones, comprendiendo en medio de aquel tétrico lugar, que los entes desgarbados y malditos siempre caen en las mismas garras de la monotonía y la fatalidad. Ellos estaban ahí, mirándose, quemándose, enfrentándose y deseándose al mismo tiempo. Verle alimentarse de aquella forma, fue idílico, fue exactamente igual que darle de comer a un niño, quizás a uno de sus hijos. Había sido el fin para aquella alma que él devoró sin decoro y con tal prisa que no tuvo delicadeza al estrujar el diminuto cráneo.
Estridente fue su carcajada al saberse presa del demoniaco hechicero, poseída por su debilidad natural, por aquella obsesión y hambruna. Le insultó y tocó parte de su cuerpo, que nadie más podría haberse atrevido a adentrase. ¡Le aplaudía! Pero eso no significaba que perdonaría su salvajada o que lo pasaría por alto. Los dedos del hombre se movieron bruscamente en su interior, pero lejos de provocarle dolor o excitación, le causó fastidio y enajenó lo que ya había ganado al no enloquecer.
Así pues con un único movimiento, la vampiresa se lo sacó de encima, torciendo los dedos que introdujo dentro de sí, y casi estuvo a punto de arrancarle el brazo, si no lo hizo fue porque aún lo necesitaba completo. Sin embargo, la mano que le quedó libre, atrapó en su palma el miembro de este. No iba a acariciarlo, no iba a ofrecerle un masaje excitante, ella pretendía desprenderlo de su sitio, por lo que sin ningún miramiento, tiró de él con fuerza y estrujó en su puño, como nota de advertencia. Lo soltó y elevándose sobre él, hizo que sus cuerpos se giraran, ahora ella estaba por encima de él, sus piernas atraparon las ajenas en su interior, y sus brazos serpentearon con tal agilidad hasta el punto en que los ajenos quedaron prisioneros. Las caderas de la vampiresa se posaron por sobre la pelvis del mortal y, en ese instante, desenfundo los colmillos.
No importó si la sangre de aquel hombrecillo le ardía en el interior, si estaba maldita, o si podría calcinarle por completo, tampoco previó el conjuro de algún hechizo o semejante, ella simplemente hizo lo que quería hacer, sin necesidad de pensarlo, sin calcular nada. No era la primera vez que lo hacía, pero si una de las pocas en las que no le importaba absolutamente nada. Lo mordió en el arco de su cuello. No fue grácil, no fue delicada, no fue una dama. Sus ojos se habían ennegrecido por completo a causa del hambre, se había vuelto una bestia. Los hilos carmesí, ataviaron su mentón y entre el filo de sus dientes, se hallaba un trozo de carne perteneciente a él. Relamiéndose y tragando aquel pedazo, musitó con fúnebre tonalidad el nombre del extraño. –Lázarus-
No fue algo fuera de lo común y tampoco era necesario crear preguntas del cómo lo supo, era evidente que las entidades de las cuales él se alimentaba, quedaban impregnadas en su aura, en su sangre, y, al mismo tiempo, aquel halo de luz recién degustado, murió pronunciando el nombre de su verdugo, y no, no había sido ella. Fijó la vista en él, sus ojos no volvieron a ser del tono azulado que antes, continuaban siendo aquel abismo de muerte. –Un bocadillo excepcionalmente pútrido- Sonrió de medio lado, y destrozando el zipper y el botón de su pantalón, lo desnudó de la cintura para abajo y se montó en él.
Ankhiara Arsenics- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 05/07/2013
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