une destination pour deux âmes libres (Mieri)

París, una tierra que destilaba libertad, al menos para mi. El bullicio de sus calles, la diversidad de sus gentes la convertía en el lugar perfecto donde pasar desapercibido.
Con pocos francos en mis bolsillos y un niño de tres años a mi cargo, poco o nada acostumbrado a la civilización y con una perdida demasiado reciente como para que sus terrores nocturnos no nos mantuvieran en vela a los dos, alcanzamos el puerto.

Tomé la mano de Nodin, descendiendo por las escalinatas, mientras cubría mi rostro con el sombrero de copa al ver a los policías de la aduana.
Sin duda, ser un fugitivo traía grandes consecuencias para la vida de un adulto, imagina para un niño que no solo a perdido a su madre, si no a su pueblo, sus costumbres y una vida.
Ahora solo nos teníamos el uno al otro e iba ha hacer lo necesario para que no sufriera mas perdidas.

Con mi mano en el cinto acaricié el cuchillo, dispuesto a dar sepultura si al atravesar la aduana alguien se interponía en mi camino. Por suerte, nada de lo temido sucedió y ambos de la mano continuamos el camino dispuestos a adentrarnos en el bullicioso parís.

Lo primero, buscar un lugar donde Nodin y yo pudiéramos pasar la noche. Dormir al raso no era una opción, mas con las pocas monedas atadas en un pequeño saco a mi cinto, buscar alojamiento para mas de un par de noche se me antojaba un imposible.
Pregunté en varios comercios, hasta que dí con lo que me comentaron era una casa de huéspedes, cerrada por reformas. Al parecer, estaban a punto de abrir sus puertas y necesitaban mano de obra barata que pudiera trabajar hasta adecentar aquel lugar.

No me lo pensé dos veces y hacia allí dirigí mis pasos, ahora con el pequeño entre mis brazos, los zapatos le dolían, quería ir descalzo y su rabieta no me ayudaba a poder hablar con el resto de lugareños.
-Nodin ,es importante que te portes bien, se que estas cansado, pero..necesito que dejes de llorar.
Mis intentos eran vanos, aquel niño era terco como su madre y para que mentir, orgullosos como su padre.

Tras caminar una hora hacia el sitio señalado, me adentre en el “hotel” con mi hijo en brazos.
Un hombre salió a mi encuentro para informarme que el centro aun permanecía cerrado.
-Lo se messie, he oído que busca mano de obra -miré las innumerables cosas que aun faltaban por hacer en ese lugar -y si le viene a bien, podríamos hacer un trato. Soy nuevo en la ciudad, necesito residencia y trabajo. Si me ofrece un lugar donde mi hijo y yo nos podamos quedar, alimento para ambos, trabajaré gratis para vos.

El hombre me escrutó con la mirada, creo que intentando analizar si por mi aspecto podría o no resultarle de utilidad.
-Se hacer de todo sir, y se lo demostraré -añadí con seguridad despegando una de las manos del cuerpo dormido de mi hijo para estrechar la del hombre dispuesto a zanjar así el trato.

Poco era el equipaje que portábamos, apenas un petate, mas el hombre insistió en que esperáramos que haría llamar a una doncella que nos guiara escaleras arriba a lo que seria la pequeña alcoba que nos ofrecería como parte del chance.
Con gratitud me despedí de el, mientras escuchaba vocifera el hombre de una mujer.
Después me reuniría con el, para empezar el arduo trabajo, eso si me pidió, el niño no debía molestar y de algún modo intuí que esto no iba a funcionar, mas ¿tenia otra elección? no.

Mi padre decía que París me iba a gustar, mi gesto de enfado mientras apretaba contra el pecho al muñeco que mama cosió para mi, le podía demostrar lo contrario.
Yo quería volver a los inmensos bosques, a mis verdes prados, a correr entre caballos y a escuchar los cantos frente a una hoguera en los brazos de mi madre mientras me dormía contra su pecho.

No me gustaba París, no me gustaba la ropa, ni los zapatos, pero mi padre estaba empecinado en que teníamos que cambiar de vida y no me explicaba por que ahora teníamos que huir de todo lo que era bueno.
Aferró mi mano casi arrastrándome, mientras yo clavaba mis talones en ese barco que quería me llevara de vuelta a casa.

Mis intentos eran inútiles, mi padre era un hombre terco que no me escuchaba, demasiado preocupado por olvidar a mama. No le había visto derramar una sola lagrima, parecía no tener sentimientos, solo era un autómata preparado para ..no se para que.

Recorrimos las calles de París, el hablaba con gente rara, las mujeres parecían mesas camillas y los hombres pingüinos.
Todo era muy raro en esa ciudad y no me gustaba. Lloraba sobre los brazos de mi padre pegandole patadas en el vientre intentando quitarme los zapatos.
Quería volver, mataríamos juntos a esos que habían echo daño a mi mama, a mi gente y viviríamos allí para siempre.
-eres un cobarde -sollocé al escuchar sus palabras -quiero volver.

Caso omiso, eso me hizo hasta que me dormí entre llantos sobre su hombro, ese que mordi por la rabia tantas veces como mis puños lo hicieron en su espalda.

Una mujer de dorados cabellos se presento frente a mi, su sonrisa mostraba algo tan sincero que por un instante hundí mis ojos en sus labios sin acabar de comprender que veía distinto en ellos.
Se curvaron frente a mis ojos antes de entreabrirse para pedirme con amabilidad que la siguiera escaleras arriba, al parecer a una pequeña habitación libre del piso superior.
Mieri, repetí en mi cabeza mientras estiraba la mano para tomar la ajena con cierta dificultad, pues entre mis brazos dormitaba el pequeño Jones.
-Killian Jones -susurré contra su piel antes de depositar un casto beso en su dorso. Labios que apenas rozaron su piel, pues admito que desde que perdí a mi mujer, mantenía las distancias con toda doncella, bueno, quizás no con todas, pues las que cobraban por su servicio eran relaciones fáciles, de desahogo que no implicarían sentimiento alguno.
La dama tomo mi petate con suavidad, mientras sus ojos bailaban por el rostro de Nodin.

Su voz se torno susurro para no despertar a mi hijo, gesto que agradecí, pues de despertarse, su llanto seria desproporcionado. Tampoco le culpaba, las noches para el eran muy complicadas, los terrores nocturnos le asolaban, necesitaba a su madre y ella ya no estaba.
Mi gesto se endureció recordando la perdida, concentrado en el porque estaba allí, haciendo un repaso de lo acontecido y del dolor que aunque no mostraba devoraba mi alma arrancandome las entrañas.

“Aiyana” abrió la puerta, su voz aun en susurros me daba paso al interior de lo que hoy convertiría en mi hogar hasta que lo tuviera que abandonar. Por desgracia mi vida estaba condenada a errar de lugar en lugar y con ella arrastrar a Nodin.
Mieri tomo unas mantas mientras me aseguraba que la cámara estaba ligeramente desordenada, mas que ella misma se encargaría la día siguiente de adecentarla para nosotros.
-No se tome ninguna molestia señorita “Aiya.. “ Mieri. Yo mismo la adecentaré no me gustaría molestarla mas de lo que ya lo estoy haciendo.

Sin hacerme mucho caso, recolocó las mantas en la cama y como si llevara toda una vida siendo madre, tomo a Nodin de mis brazos para depositarlo con suavidad sobre el lecho y arroparlo.
Admito que una mezcla de sentimientos cruzaron mi cabeza, uno que contemplaba aquella imagen idílica de mi hijo en brazos de una mujer que sin duda parecía perfecta.
Otra arrancaba desde lo mas profundo de mi corazón ,esa que recordaba a su madre con el entre sus brazos cantándole nanas hasta dormirlo. Los recuerdos eran complicados, recientes y yo no estaba preparado. Eludí su mirada como si ella hubiera hecho algo malo y sin demasiadas palabras me acerqué a la puerta abriéndola para invitarla a salir de mi vida, o de la habitación o de ambas...

Mi respiración agitada presagiaba mi frustración ,mi desesperación. Hacia mucho que no compartía cámara con una dama, de echo también hacia demasiado que no compartía intimidad con ninguna..llevaba demasiado tiempo esforzándome en huir y en ser un padre decente que me había olvidado de mi.
-Mi señora, no deseo que las malas lenguas hablen de que vos y yo hemos estado solos en una habitación. Seguro que tiene a alguien a quien mostrar respeto y no me gustaría le pidiera mas explicaciones de las necesarias.
De nuevo darle las gracias, no se como pagar a su padre la hospitalidad de su hogar.

Abrí los ojos en un sitio extraño, escuchaba las voces de mi papa y también las de una mujer. Di un respingo antes de que un llanto desesperado me invadiera. ¿Donde estaba? Tenia miedo, donde estaba mi madre.
Con las lágrimas apenas podía ver, estaba caliente, como cuando mi madre me cubría con las pieles de oso, peor ella no estaba, ni su olor ni el latido de su corazón ni mi cabeza contra su pecho.
Solo la nada, una nada que me hacia sentir vació y tener mas miedo que nunca.
Grite le nombre de mi madre hasta quedarme sin voz.

El sitio era oscuro, no era una de nuestras chozas pero si estaba a cubierto, tampoco era un camarote de barco, no se que era pero no me gustaba. Quería irme a casa, quería irme a casa ya.
Pataleé en un ataque de ira mientras empujaba las mantas a los lados y mi cuerpo se ponía tan rígido que me dolía.

Mordí la almohada con rabia mientras seguía lanzando patadas hacia todos lados, necesitaba que mi madre me abrazara y estaba solo en un sitio que no me gustaba con gente extraña.
Lo odiaba todo, odiaba a mi padre por ser un cobarde y no luchar por los nuestros, por haberme obligado a huir dejando atrás a mi pueblo.
Odiaba mi nueva vida y hasta me odiaba a mi mismo por no ser lo suficientemente fuerte para defender en lo que creía.