Le petit chaperon rouge a mangé le loup [priv]

Iba ella tan linda aquella tarde por el bosque, con una cesta entre sus manos y con dos doncellas detrás de ella. Las doncellas, le dijeron que se cansaron de andar, pero Vainille quería seguir andando, ya estarían cerca del rio para poder pintar un bello paisaje. Las doncellas la dejaron sola en el bosque, en aquel camino por el que estaban y aunque eso le molesto bastante a Vainille, se mordió el labio inferior y se dispuso a llegar a su destino. Tenía en cuenta lo molesto que era que te dejaran sola y sin protección pero ella se valía por sí misma. No dudaba de que era una chica valiente.

Vestía una caperuza roja e impoluta. Vestido oscuro y de manga larga, su cabello dorado estaba cubierto con la pesada capucha de terciopelo, estaba feliz en aquel momento pese a lo que paso con sus doncellas. Aun siendo de día, su mirar eran unos ojos temerosos de encontrarse cualquier cosa por doquier.

¿Saldría algún lobo feroz?

No lo creía así. Aún era de día y nada podría pasarla en ese momento. Sabía que los lobos iban a cazar por la noche, cuando todo el mundo estaba durmiendo en sus campamentos. Ella entonces, un poco más tranquila comenzó a andar por el camino de tierra que sus zapatos planos pisaban con miedo, un miedo que al parecer quería seguir en aumento, queriendo que ella se asustase más con el comienzo de una suave brisa que paso a ser un poco más agitado - ¡Agh! –Dijo sin querer tras sujetarse el bajo de las faldas del vestido que se elevaban sin su permiso. Entonces siguió hacia delante, pero después tuvo que irse de nuevo hacia donde estaba el carruaje, volvió sobre sus pasos pero el carruaje ya no estaba, se había esfumado.

Olvido que sus doncellas se habían ido antes que ella, que la dejaron sola y sin tener ninguna forma de transporte hacia la ciudad. Pensó que ahora encontraría una casita de chocolate blanco y de dulces por el bosque en el que estaría una bruja malvada para comerla enterita. -¡Nooo!-Negó para sí misma, moviendo la cabeza a ambos lados queriendo ni pensar que podría pasarle. Estuvo en el sitio donde había estado el carruaje por unos quince minutos. Había visto un caballo siendo montado por una hermosísima mujer, pero ¿Y si esa fuera la bruja? Podría tener muchos años y ser joven para siempre. Negó, no queriéndose meter en líos. Volvía a esperar y siguió esperando lentamente.

En su cesta había alimentos que ella misma fue engullendo, poco a poco, vigilando que no hubiera nadie que le quisiera robar nada. Al menos tenía su capa roja que le cubría del frio. Siguió sin ver a nadie y al horizonte, pudo ver cómo la tarde brillante de las cuatro, fue apagándose lentamente y convirtiéndose en un paisaje azulado, casi oscuro. Estaba sola y no había pasado ningún caballo ni ningún carruaje del que pudiera pedir transporte, pero no estaba todo perdido.

Juró escuchar como el sonido de la tierra era removido un poco más delante de donde estaba ella. Se preguntó quién sería.  

Vainille estaba pendiente aún de que apareciera el carruaje que estaba esperando pero finalmente nada paso por enfrente suya. Aquello le preocupaba y supuestamente tendría que estar ya en casa, pero  no, no estaba aún en casa. Tenía frio y estaba insegura de lo que hacía en ese momento. Pensándolo bien, todo estaba prácticamente mal o eso pensaba ella en ese momento. Debería de estar en su casa y dándose un baño de agua caliente en donde todas las tensiones se alejarían de su lado y de su mente preocupada. Estaría vistiéndose para irse a dormir y seguramente para poder respirar tranquila hasta que la mañana siguiente apareciera delante de ella.

Cuando estaba perdida incluso por su mansión todo estaba mal y se preocupaba pensando en que moriría de hambre por no saber por dónde encontrar la salida a su habitación o hacia la puerta principal. Quería darse cuenta de que estaba perdida pero el frio de la noche la estaba dejando pajarito y fue entonces cuando escucho el ulular de un animal alado, miro hacia arriba y se encontró a una bella ave sobre su cabeza pero después se mueve a una roca en donde se queda observándola.

Temía lo desconocido.

No sabía si debería de hacer algún movimiento brusco o que posiblemente tenga que ver si era peligrosa la ave. Posiblemente no sufriría daño alguno pero no estaba segura tampoco de si podría estar a salvo precisamente, aunque como era siempre de impulsiva y tímida cuando ya está en marcha “los planes”  ella se movería hacia atrás. Estaba nerviosa, observando el ave con cautela. Observo detenidamente para después darse cuenta de que estaba a poca distancia del ave. Se había acercado sin darse cuenta y termino por echarse atrás por puro miedo.

- Lo siento –Dijo al ave para después salir corriendo por el bosque con su caperuza roja, dejando la cesta de picnic donde había estado esperando, siguió corriendo y adentrándose más en el bosque hasta que tropezó contra una rama levantada y cayendo de bruces – Que dolor – Pensó al sentir su cuerpo dolorido y vio su rodilla ensangrentada y su vestido roto, su capa roja manchada de barro y el dolor en su interior, gritaba en rebeldía.

Era bella la mirada de aquel caballero que con tan buenas intenciones pregunto a la pobre niña indefensa sobre su estado – Es un mero rasguño, mas, gracias por su preocupación. Mis doncellas me han abandonado. Tenía la esperanza de poder encontrarme con un carruaje conocido pero por lo que he podido ver, no he tenido tanta suerte –Sujeto la mano ajena para levantarse y de pie se acordó del ave – Lamento haberme asustado. Esto está tan solo que cualquier cosa puede salir de la nada y más ahora –observo rápidamente la noche – Que solo nos alumbra el camino estelar sobre nuestras cabezas – se tapó como pudo la pierna con la herida en su rodilla. Estaba sintiendo aquel picor el cual te escuece con una herida abierta, pero cuando llegara a la mansión, despediría a las doncellas y buscaría otras que fueran más atentas con ella.

- ¿Vive usted por estos lares? Debe ser bello poder caminar cada día por aquí, yo tengo un jardín que termina en un jardín secreto, lleno de secretos y de encantamientos –rio tímida a la vez que encoge los hombros – Yo…vivo cerca de la zona residencial, pero también a las afueras de la ciudad. Prefiero estar aquí, pasar un día de picnic en la que pueda practicar mi pintura y –se ruborizo al ver que hablaba demasiado – Y…lo siento, creo que estoy hablando demasiado y bu-bueno – volvió a encoger los hombros – Mi nombre es Vainille Hayden, es un placer ¿señor….? –Ladeo la cabeza hacia un lado, observando su acompañante de ese momento, pero enseguida un crujido en el eco del bosque hizo que diera un pequeño respingo en el sitio, tensándose de que pudiera ser un animal - ¿estamos solos? –Pregunto entrándole de repente curiosidad que le hizo preguntar otras más preguntas sobre el lugar en el que estaban.

- Me pregunto qué hora será – Pensó para sí misma-

-¿sabe de algún lugar en el que pueda mandar un mensaje y así que me puedan mandar un carruaje? –Pregunto sin querer ser apenas descortés, se quedó mirándole fijamente, estaba vestido de una manera muy campestre – me gustan vuestra vestimenta –sonrió por no saber que más decir. Ella se arreglaba sus cabellos platinos que se habían salido de la trenza, enseguida se la estaba deshaciendo, para poder volvérsela hacer mejor pero con un enredo que encontró se puso nerviosa y entonces desistió en peinarse el cabello – Lo siento, se me enredo el pelo –finalmente consiguió hacerse una bonita trenza que quedo apoyada en su espalda. Su capa le abrigaba de la noche fresca de otoño. Seguía sonriendo al que la había ayudado a levantarse.

Todo muy galán por su parte desde luego. Aquello le había agradado. Ya nadie era tan considerado con ella misma.

Se dejó montar en la espalda de aquel hombre que fue tan amable en llevarla en su espalda.  Hay tres cosas importantes en la vida: la primera, ser amable; la segunda, serlo siempre; y la tercera, nunca dejar de serlo. Algunas personas son amables sólo porque no se atreven a ser de otra forma. Ningún acto de amabilidad, no importa si es pequeño, será desperdiciado.

Si el hombre no debe ahogar sus sentimientos, tendrá entonces que practicar la amabilidad hacia los animales, ya que aquel que es cruel con los animales se vuelve tosco en su trato con los hombres. Se puede juzgar el corazón de un hombre por su trato a los animales. Con palabras agradables y un poco de amabilidad se puede arrastrar a un elefante de un cabello.

- La amabilidad y el cariño de las personas me han llevado a través de algunos de los momentos más difíciles, y siempre su amor y afecto han facilitado el viaje…La verdad como estás haciendo tu ahora Ben –le besa la cabeza encima de su cabello cortado, agarrándose con cuidado al cuello ajeno para no poder ahogarle – ¿Vive lejos? –Pregunto con curiosidad, mostrándose curiosa por el hombre que prácticamente la estaba llevando por un viaje en su espalda.

–Espera –Dijo, deteniendo a su cargador – No me sueltes aun –rio, advirtiéndole de que no la soltara de la sujeción en la que estaba ahora mismo – Hay un indefenso animal allá arriba en el árbol- Vainille sin entorpecer demasiado a quien la portaba, se elevó un poco, el gato blanco no confiaba en ella hasta que finalmente lo tuvo en sus brazos – Ya estás conmigo aquí –Dijo sujetando fuerte al gato entre sus brazos – Yo lo llevare-Murmuro en el oído ajeno, mostrando que podía hacerlo.

Al cabo de un rato llegó a lomos de Ben a una mansión que era algo modesta pero que mostraba su enorme reputación, muy ostentosa por fuera, las fuentes a cada lado y las columnas envueltas con hermosa hiedra. Como si fuera un cuento de las leyendas artúricas realmente que llegan a las puertas de los bosques de las ninfas del bosque.