Dejame que te cuente lo que alguna vez fui / privado

por **Saskia Borgano** Mar Mar 17, 2015 5:11 pm

Despertó con un suspiro largo, como si hubiera estado sumergida en un lago helado, y tras casi ahogarse saliera a la superficie buscando el aire que le pedían sus doloridos pulmones. Una bocanada de aire, que en verdad ya no necesitaba inundó su interior. Sus ojos entre abiertos, se acostumbraron fácilmente a la oscuridad del recinto. Su mirada recorrió los pocos muebles que allí quedaban, una cama de madera maciza con pilares labrados, lecho suntuoso digno de la realeza. Mas allá un par de sillones, un hogar de piedra tallada, que permanecía apagado a pesar que el frío de aquel otoño que comenzaba a invadir París, y un ropero, repleto de vestidos de gala que ya no usaba, tal vez porque en esos meses de reclusión, luego que su familia fuera asesinada por un demonio humano, había decidido volverse casi como un fantasma, desapareciendo de la vida social de la Ciudad de las Luces.

Saskia, se levantó, caminó con el porte de una baronesa, esa que había sido predestinada a ser y que jamás llegaría a ejercer tal distinción. En otro momento talvez hubiera pensado que aquello era una tragedia, pero desde la desaparición de su familia, de la traición del ser a quien había amado, - a pesar de haberlo negado infinidad de veces -, ya nada tenía sentido. Sonrió con tristeza, negando con la cabeza, se había propuesto jamás volver a pensar en él, nunca más sus labios pronunciarían su nombre. Dos veces habían cruzado sus caminos y las dos veces, había sido Saskia quien saliera lastimada. Por eso, porque era una utopía descabellada intentar mantener una relación que solo lograría distanciarlos, había decidido hundirse en el ostracismo. Noche tras noche, recorrió el lugar donde todo había comenzado, la vieja perfumería abandonada, allí, donde ”el príncipe” comenzara a torcer su destino, para bien o para mal, nada volvió a ser igual desde aquel día. Ella sabía que era indispensable para su nuevo comienzo, sepultar su pasado. Por ello, recuperó de los escombros, un cofre, era un regalo que jamás había tenido la oportunidad de dar a su dueño, pues había sido creado como regalo de bodas, esa que jamás lograron realizar. Dentro de aquel estuche decorado con piedras preciosas y oro, reposaba un perfume, creado solo para él. Al volver a los sótanos de su antigua mansión, en donde ahora se encontraba. Antes que callera sobre ella aquél sopor de la inconciencia en que todo vampiro cae al llegar el día, se había bañado sumergiéndose en agua con aquel perfume, haciendo de ese modo una especie de exorcismo. Jamás el vampiro volvería a poseer su cuerpo, jamás volvería a entregarse en cuerpo y alma a quien fuera su sire.

Pensando en aquello, aun sintiendo el perfume en su piel, se dirigió a la escalera que la conducía a un edificio tan abandonado, como aquel en donde alguna vez estuviera la Perfumería. Llegó al salón principal y abrió las puertas de cristal que daban a una imponente terraza, la noche la recibió, con su cielo estrellado, silenciosa. Desde allí, contempló el otrora jardín de sus sueños. Aquel que con tanta adoración cultivara y que solía crecer en gracia y hermosura. Pero en aquel momento solo pudo observar un montón de matas secas y quebradizas. Lloró lagrimas color rubí, - cómo pudiste llegar a convertirte en esto – se reprendió, - jamás volverás a permitir que nadie te hiera de esa forma – sentenció. Mientras giraba su cuerpo para entrar nuevamente a lo que fuera su hogar. Debía prepararse, tenía mucha hambre, aquella noche, debía alimentarse.

por **Ásbjörn y Sylmeria Dogli** Mar Mar 24, 2015 6:38 pm

Ásbjörn y Sylmeria se habían reencontrado hace unas semanas. Ambos estaban aún en pleno regocijo, hacía tiempo que no permanecían unidos tanto tiempo ya que debido a su linaje protegido, ambos hermanos gemelos habían permanecido ocultos el uno del otro por mera protección a que los barbaros exterminasen con su linaje.

Sylmeria pasó a ser esposa de tantos pretendientes solo para aparentar que crecía, se casaba pero nunca se reproducía y acababa desapareciendo finalmente, perdiéndose con aquel protegido que la cuidaría hasta que fuera el momento de regresar a los brazos íntimos de su hermano evitando así la relación incestuosa que llevaban en el pasado sin pudor alguno. Sylmeria era misteriosa como la noche, su hermano, divertido como el día que ya no observan desde aquel balcón en su antiguo palacio de Inglaterra, allá por la Edad Media cuando aún los caballeros montaban a caballo y justaban a caballo y con peligrosas y grandes lanzas.

Algunos verían a la pareja de hermanos como los más normales posibles de la civilización, pero por la extrema palidez de ambos, dirían que estaban enfermos de alguna extraña enfermedad y con ello, les llegó la idea de poder transformarse con arcilla sobre sus pálidas pieles, engañando así en las calles, haciéndose pasar por pobres mendigos que rebuscaban en los cubos de basura, atrayendo a las almas inocentes para después sanguinariamente, adquirir el jugo carmesí que tanto disfrutaban tanto los de la especie a la que pertenecían ahora, una raza mística y legendaria que se remonta desde hace miles y miles de años atrás.

-Sylmeria – Ahora mismo Ásbjörn era el que se ponía serio entre ambos, observando a Sylmeria como desgarraba el cuello enjoyado de una desconocida joven de gran belleza – Para, te estás llenando de sangre
-Eres un aguafiestas, ¿entiendes eso que significa? Se supone que yo juego la misteriosa y tú el demente y desquiciado por el vitae de estos mortales – Incómodamente, Sylmeria aparto sus fauces del aquel cuello pero no dejo de mirar los diamantes de aquel collar – Al menos déjame quedarme el colgante y las demás joyas.
-No somos ladrones, tenemos más dinero que el mismísimo rey de Inglaterra.
-Que es quien nos mandó –Hablo con galantería conforme se limpiaba con las ropas del cadáver y guardaba las joyas en el interior de su escote desbocado lleno de atención –seguir a ese grupo de templarios, Ásh, convirtiéndonos en lo que somos cuando tú decidiste seguirlos –Cruzándose de brazos recordaba el error de su hermano de haber seguido al grupo de templarios, recordando ver la hermosa espada de rubíes que el templario D’Argouges portaba en esa misión en el suelo, desolada y muerta y que ahora era la arma predilecta que siempre usaba frente cualquier batalla – Sentimiento heroico, muy bien Asj, aún te sigo aplaudiendo…-Sarcasmo a más no poder, se daba la vuelta para poder enfrentarse a los farolillos que iluminaban vagamente aquel callejón estrecho en el que dejaron a su víctima.
- Syl…- Ásbjörn estaba al parecer mucho más serio de lo normal - ¿No te olvidas de algo?
-¿De qué?
-¿No la vas a –Pregunto con curiosidad, pero no termino la pregunta tras ver a su hermana finalizar en el rostro con una cruz, desfigurándola completamente con una de sus cortas navajas que mantenía en el interior del vestido – Exacto.

Sylmeria se quedó junto a su hermano en un modo dubitativo observando la obra de arte inerte sobre el frio suelo de adoquines. Ambos ladeando el rostro para ver si encontraban o no algún detalle erróneo en su hermoso lienzo carnal, pero Ásbjörn llego a esbozar una sonrisa ladina y socarrona – Vas mejorando. – Dijo para halagar a su hermana cosa que consiguió tras verla con una amplia sonrisa en su rostro.

por **Saskia Borgano** Mar Abr 28, 2015 7:45 pm

Decidió caminar por una de las calles principales de Paris, aunque menos transitada. Allí la gente no se vestía de forma tan llamativa, como en las arterias principales, ni era una zona donde fuera a encontrar a la crema innata de la alta sociedad, esa que en sus tiempos de Baronesa, era la compañía que le abriera los salones en la ciudad. La verdad, era que, tampoco, deseaba encontrarlos, no por que fueran a despreciarla, pues bien sabía de sus encantos y que para la elite, ella seguía portando aquel título, el que su propia madre había intentado quitarle.

No hacía demasiado tiempo había vuelto de Italia y recorrer aquellas calles le traía una profunda nostalgia, además, tampoco deseaba llamar la atención. Tras aquel año de ausencia, mas el cierre de su perfumería, temía que la reconocieran y se hicieran demasiadas preguntas que no estaba dispuesta – todavía - a responder. Además, debía ver como encajaba en su nueva vida, la corta pero intensa época de Actriz, en el Teatro de Vampiros. Lugar donde trabajara hasta que por causas de su destino o su maldición, encontrara allí a quien fuera su creador y su amante. Su mirada se había vuelto gélida como un tempano al recordarle, quisiera o no, cada vez que volvían a encontrarse, a pesar del amor que ella alguna vez sintiera por él, siempre terminaban de la misma manera, él desaparecía y ella volvía a ser humillada por su cobardía, por sus miedos, por su desamor. Hacía había pasado las últimas semanas, encerrada en su guarida, con su corazón destrozado, hecha añicos y con la sensación que jamás podría recomponer su alma maldita.

Si en algo había sentido que poseía las fuerzas y la entereza para seguir adelante era en su papel de verdugo, en la hermandad de los condenados. Pero no estaba segura como había quedado su persona frente al selecto grupo de vampiros, y menos aún si volverían a admitirle, porque tras encontrarse con Violante, había vuelto a dejarlo todo, en pos de un sueño imposible y si de algo estaba segura, era que el Lider, su padre adoptivo, el Amo de la Hermandad, no le perdonaría tan fácilmente su alejamiento, aunque en ningún momento hubiera llegado en ponerles en peligro.

Cavilando en todas esas razones, que la mantenían al margen de la sociedad, tanto humana como vampírica, continuó caminando, alejándose cada vez mas de las céntricas calles de París y dirigiendo sus pasos a los callejones y pasadizos, allí donde era más propicia la caza de vampiros, aquellos que ponían en riesgo a los miembros de su sociedad secreta, además luego de tantos días sin comer, estaba segura que le costaría tener los nervios necesarios para no caer sobre un humano y no terminar matándolo al alimentarse de él.

Así, dispuesta a calmar el enorme vacío que se creaba en el centro de su pecho, se adentró en uno de esos callejones. Entonces los descubrió, era un par de mendigos, una mujer y un hombre. Por un momento, Saskia pensó que se trataba de una de sus amigas, - Emilia – susurró, ya con sus colmillos alargándose al sentir el dulce aroma de la sangre que corría por esas jóvenes venas. Sus ojos se volvieron del color del rubí, su conciencia se nubló y no supo que pasó, hasta que se encontró con los cuerpos casi examines de los jóvenes. - Por Dios, que es lo que he hecho - Debía tomar una decisión, o dejarles morir, y liberales de una maldición, la misma que ella cargaba, o convertirlos y formar una familia aquella que siempre había soñado, una verdaderamente propia, única y extremadamente peligrosa.

por **Ásbjörn y Sylmeria Dogli** Sáb Mayo 23, 2015 1:23 pm

No sabían que había pasado pero si sabían que estaban al borde de la muerte. Ásbjörn sujetaba la pálida mano de su hermana con fuerza, sin querer soltarla ni un instante. Miraba a la mujer que les había atacado y la miraba con odio contenido que por las pocas fuerzas que tenía, no podía moverse ni siquiera levantarse para ponerse a defender a su hermana, pero al menos si sabía a lo que se enfrentaba.

A un vampiro y ya lo probó por si mismo. Estaba pendiente de los movimientos que haría el vampiro, estuvo esperando pero esta solamente se quedaba hablando para sí misma – Mujer….Transfórmala….déjala….vivir –Termino por decir Ásbjörn a la mujer que divulgaba mientras su vida se iba acabando, ambos agonizando y pudo escuchar como su hermana le decía que no quería estar sola sin él, que no quería ir a ningún lado sin su hermano.

Ásbjörn la miro con soslayo, preocupado y deseoso de que ella viviera para toda la vida al menos eso no ocupara en su consciencia para el resto de su muerta vida – Transfórmanos –Acabó diciendo el valeroso hombre que agonizaba aun al lado de su hermana – Sé que maldita cosa eres, sé que eres un puto vampiro –Dijo con odio en la frase pero ¿Qué podía hacer? Estaba deseoso de que la situación saliera a flote pero solamente ellos dos no tenían demasiado tiempo ahora mismo.

- Ásbjörn, perderé al bebé –Dijo Sylmeria preocupada y angustiada por perder aunque fuera al bebe, aunque hubiera sido el resultado de una violación, el bebé no tenía la culpa de nada.
- El bebé….- Ásbjörn lo pensó detenidamente y simplemente negó como pudo, acabando poniendo su cabeza en el hombro de su hermana – Sylmi, tienes que vivir y no te preocupes, tu bebé de 8 meses podrá vivir siendo un hermoso querubín –Escuchaba conforme hablaba a su hermana llorar de lo que posiblemente asimilaba – protegiendo a su madre, sabiendo que ella lo quiso mucho tras incluso haber sido un error – Ásbjörn terminó de hablar lentamente pero no escuchaba a su hermana - ¿Sylmi? ¡¿ SYLMI?! – Ásbjörn miro como pudo a su hermana y vio que tenía los ojos cerrados -¡NO! ¡SYLMERIA! – Ásbjörn miró a la mujer de cabellos oscuros y le miro con suplica -¡TRANSFORMANOS! ¡POR FAVOR PERO SALVA AL BEBÉ TAMBIÉN! ¡POR FAVOR!....y seré eternamente tuyo....lo juro...–Dijo sin importarle él estar al borde de la muerte, todo lo que le importaba es que su hermana estuviera siempre a su lado, tosió un poco de sangre sobre el suelo cerca del codo de su hermana – Por…favor…. –La sangre comenzaba a disiparse, a desaparecer del cuerpo de Ásbjörn y de Sylmeria.

Pronto morirían si aquella mujer no se daba prisa.

por **Saskia Borgano** Mar Jun 16, 2015 10:21 am

En ese callejón, dos seres humanos se debatían entre la vida y la muerte, a su lado un bello ángel, pero frío como el mármol de las estatuas del Cementerio de Montmatre, los contemplaba, sin expresión alguna en el rostro, ni piedad, ni compasión, la misma falta de amor por el prójimo como la que esos dos habían tenido por el otro cadáver que se encontraba más atrás.

- Porque… porque debería transformarla… me llamas asesina… y ustedes malditos bastardos… ¿acaso no lo son? – dijo señalando al cuerpo inerte de la mujer degollada. – sus muertes son la sentencia a vuestros actos – se justificó. Podía escuchar lo que ellos se decían, el amor que había entre ellos, en vez de provocar empatía le causaba rabia, dolor, odio, - jamás nadie me amó así, nadie estuvo dispuesto a salvarme, a pesar de las consecuencias – se lamentó, con un dejo de envidia. Entonces recordó, a su mente llegaron recuerdos de la noche de su transformación, de la verdadera naturaleza de aquella muerte, si, Violante, había querido salvarla, aunque después él la abandonara, lo había hecho por empatía, compasión, o un mínimo de interés, ¿podía ella ser entonces tan fría y ver morir a esos seres? ¿No había matado esa misma noche, ella también a una pobre mujer, solo por quitarle las ropas?

El ángel de la muerte, con sus cabellos movidos por el viento nocturno, se fue acercando a ello, - Asbjorn – dijo como si lo conociera de toda la vida, pues al beber su sangre, ya no existían secretos que ellos pudieran ocultarle, había visto pasar sus vidas, sus sentimientos y miedos, los conocía como si los hubiera concebido, - si os convierto, los condenaré al infierno, si crees en Dios, seréis hijos de la noche, no veréis jamás el sol, pues será vuestro enemigo, olvidareis que tuvisteis familia, porque tus seres queridos siempre morirán, jamás podrás decir tu secreto sin correr el riesgo de que te maten como una bestia, serás como un ángel de la muerte, un verdugo, pero… yo seré tu propia muerte si pones en peligro a nuestra especie… dime pues… ¿eso deseas para ti y tu hermana? – . Sabía que la criatura dentro del vientre de la mujer podía morir si la transformaba, pero si lo hacía primero con el hombre, sería muy problemático lidiar con un neófito, prefería hacerlo primero con ella, pero el bebé, debía salvar al bebé.

Bien sabía que apenas salir de su mansión, su querido Chofer, su guardian, su enamorado eterno, la seguiría, por eso inspiró y pronunció una frase en italiano. Pocos segundos después, una pantera negra, enorme y rugiente se presentó poniendo su cabeza en la mano de la vampiro, - Romulo, te llevarás el bebé, a un lugar seguro, hasta que yo te diga, solo a mí me dirás como está, solo yo deberé saber dónde se encuentra – le dijo en susurros casi imperceptibles para el oído humano, - quédate a mi lado – dijo con segura voz.

Se acercó a la mujer, apartando al hombre, - tú has vendido tu alma, y yo la compro, desde hoy vosotros sois míos y de nadie más, vuestras vidas, vuestras muertes, me pertenecen – Sus ojos refulgieron con el color del rubi, antes de destrozar el vestido de la joven, dejando al descubierto el vientre, de su cintura extrajo una daga de oro, con ella abrió el vientre de la moribunda y aunque la oyera gritar de dolor, extrajo la criatura, la maniobró y consiguió que respirara, acto seguido, se cortó su dedo corazón y dejó que su sangre se mesclara con la que cubría al bebé, una forma simbólica de volverlo parte suya, pero a la vez, convertirlo en esclavo de sangre, toda su vida la necesitaría, ella se convertiría en su madre, en cierta forma.

La pantera se acercó, gruñendo, Saskia se quitó su chal y envolvió al pequeño, realizó unos nudos, que permitirían al gran animal tomar con sus fauces el atado y salir lo más rápido que pudiera. Cuando eso pasó, Saskia se acercó a la mujer, - ahora, soy su madre, tanto como tuya, tanto como de tu hermano, vosotros seréis mi familia, yo seré vuestra Sire, a mi será vuestra lealtad.-

La tomó entre sus brazos, mordió su muñeca y la puso entre los labios de Silmeria, - bebe – le ordenó, dejando que su sangre se derramara en la boca. Pero pronto, se alejó de ella, acercándose al hombre. Era una osadía convertir a dos seres en una noche, se quedaría con muy poca sangre, más conveniente sería dejarle morir, quedarse con una sola vastaga, pero si lo hacía, jamás podría dejar de pensar en que ese hermoso joven había muerto por no intentarlo.

Su muñeca pronto se cerró dejando una suave cicatriz que con los días se borraría. Saskia caminó hasta Asbjorn y cuando se inclinó ante él, casi había fallecido, unos pocos y separados latidos se podían escuchar. Ella se mordió nuevamente la muñeca, esta vez la izquierda, y dejó que su sangre fluyera por los labios, la boca y la garganta de su vástago, - bebe, que desde ahora en tus venas correrá mi sangre, serás uno conmigo, tu destino estará unido al mío -.

por **Ásbjörn y Sylmeria Dogli** Mar Jun 23, 2015 7:14 pm

Los segundos se convirtieron en minutos y los minutos en horas.

Sufriendo la transformación ahora estaban ambos, sufrían de la cabeza a los pies sintiendo como la vida los abandonaba literalmente para de repente volver a nacer. Se sintieron poco distintos a cómo eran en vida, pero sus bocas ahora estaban bastante sedientas, Ásbjörn se situó una vez finalizado la agonía inminente de tener que soportar dicha tortura, se fue acercando a su hermana que estaba en estado catatónico. Intento hacerla reaccionar pero a lo máximo que consiguió es que ella pudiera parpadear. Se sintió al borde de la historia a pesar de que estaba sediento, él seguía preocupándose por su hermana – Agh..-tosió un poco, sediento se quedaba corto.

– Sy…syl…mer..ia…-murmuro y repentinamente el cuerpo de Sylmeria reaccionó, lanzándose sobre la mujer que los había transformado en lo que eran ahora - ¿¡Y MI BEBE!? –fue lo primero y último que dijo e hizo hasta que su hermano la quito de encima, loco por probar una gota más de sangre, retiro con todas sus fuerzas que podía a su hermana de quien les convirtió, poniendo paz entre las dos - ¿¿QUE ME HAS HECHO, PUTA!? –Grito despotricando contra la que prácticamente los había salvado - ¿¡Y pensar que te cuidamos cuando tus sucios padres te echaron de tu puta casa!? –Dijo recordando el pasado, si, Sylmeria la recordaba a la perfección, su hermano la miro preguntándole que decía, seria cosa de después de quitarle el niño, Ásbjörn no caía, no sabía de qué hablaba su hermana endemoniada.

-¿¡¿Dónde ESTAA?!? –Siguió gritando en la noche, no había respuesta alguna no sentía que le fuera a responder con lo que Sylmeria mordió a su hermano descontrolada y se fue corriendo por los pasillos –ANGH! –Se arrodillo dolorido, pero enseguida su herida se curó - ¡SYLMERIAA! –Grito con todas sus fuerzas, misteriosamente podía escucharla, fue rápidamente ante ella y la encontró bebiendo el vitae de un ser vivo, alimentándose estaba ella tan necesitada que cuando Ásbjörn vio la sangre no emitió la necesidad de lanzarse de inmediato, a beber de aquel joven nauseabundo por las calles y ambos lo habían dejado más seco que una pasa.

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