¿Una pelea? ¡Escondeme!

por **Lya Kurosaki** Jue Mar 19, 2015 6:43 am

¿Que hacía caminando ahí? Sencillo, quería despejarse y salir de la rutina, hasta ella podía hartarse de vez en cuando del bosque, y es que lo amaba pero pasar de casa a la arboleda y viceversa todo el tiempo, encima teniendo que ocultarse, cansaba y mucho. No estaba e más salir de vez en cuando ¿No? Más no tenía realmente amigas a las cuales acudir en momentos como este, no de verdad pues sus compañeras de fiesta y conocidas de eventos sociales realmente no le agradaban. Por lo tanto ¿Dónde? Era una buena pregunta, la cual le tenía caminando por las calles de un barrio algo alejado al suyo, con ropajes no muy llamativos para no incordiar y una mirada curiosa por el lugar. Tras un rato caminando, divisó algo que llamó un poco su atención, una taberna un poco más adelante. Realmente no era su estilo, en absoluto, pero ella quería salir de la rutina ¿no? Y ese era el lugar perfecto para ello. Sin pensarlo demasiado fue hasta el sitio y entró, había una que otra mujer por ahí pero obviamente dominaba la presencia masculina, aun así por la hora el lugar no se presentaba muy lleno así que supuso que no habría problema, de todos modos solo bebería uno o dos tragos y se iría. Sonrió al cantinero y pidió algo suave en tono amable, sin especificar pues los tragos y alcoholes que ella conocía dudaba que estuvieran en este lugar. Cuando éste le entregó su vaso ella sonrió y lo probó, asintiendo levemente para sí misma, sabía bien, eso era lo importante.

Acababa de terminar su primera copa y esperó apenas un par de minutos para pedir la siguiente pues el trago le había gustado, tras la entrega del nuevo vaso, no había alcanzado a dar dos sorbos cuando sintió una mano en su hombro, seguida de la voz borracha de un tipo que le invitaba a ir con ellos. Lya semi volteó nada más para verlo de pasada en lo que se negaba secamente, sin embargo el sujeto insistió nuevamente y le jaló un poco para hacerla levantarse de su lugar en la barra, a lo que Lya ya levantada retrocedió un paso para alejarse el toque ajeno y negarse nuevamente, solo que esta vez el sujeto no solo insistió, sino que le tomó de la muñeca y comenzó a tironearla sin consentimiento hacia su mesa, de modo que Lya gruñó bajo y entrecerró un poco los ojos, usar sus habilidades en ese momento era lo indicado, ¿No? Persuadirlo un poco e irse… pero ciertamente, no se podía decir que Lya fuera una bebedora empedernida y el trago que le habían servido había sido bastante más fuerte de lo que ella estaba acostumbrada, por lo que el alcohol se le había subido un poco a la cabeza y en lugar de hacer lo que debió hacer desde un principio y usar sus poderes para alejarlo, optó por lo que en ese momento le pareció más correcto, tomando na botella de la mesa por la que pasaba y rompiéndosela en la cabeza al tipo, quien quedó chorreando lo que contenía el objeto y se quedó estático unos segundos en lo que Lya se soltaba del agarre y tiraba el cuello de la botella al suelo.

Se alejó unos pasos y miró atrás, el tipo había volteado, con un poco de sangre en la cabeza más no parecía precisamente amedrentado por el golpe. – Vale Lya, ya te metiste en una buena – pensó a ver como el tipo se apresuraba hacia ella con claras intenciones de golpearla. En cuanto estuvo cerca ella se alejó y le esquivó, con cierta facilidad pues ella no era la única medio subida de copas, el tipo estaba bastante más borracho y no dudó en seguir de largo hasta golpear a otro tipo. La castaña enarcó una ceja al ver al segundo sujeto caer y luego levantarse para devolver el golpe, fallando y dándole a otro tipo por azares del destino. Ella simplemente retrocedió otro poco para volver a su posición anterior, viendo como comenzaba una pequeña pelea en lo que se acomodaba en su taburete. – Vaya, aquí si es fácil armar líos – comentó al cantinero que estaba por ahí cerca y no parecía inmutarse, con cierto toque de diversión por la escena quizás un poco cómica mientras veía como paulatinamente se hacía más grande el enfrentamiento en un todos contra todos, incluso retomando su anterior trago, el vaso que casi no había podido probar por culpa de quien le había sacado antes de su puesto.

Sin embargo la diversión no duró mucho, tras un buen rato de pelea en la que gente entró al lugar simplemente para armar más trifulca por mera diversión de darse puñetazos los unos a los otros o ayudar a algún amigo metido en aprietos, el conflicto se hizo más grande y terminó por llamar la atención de los guardias de la ciudad, quienes llegaron y comenzaron a intentar calmar los ánimos. Lya abrió grande los ojos al reconocer más de un rostro entre ellos y se giró en el taburete para dar la espalda al lugar, apoyando un codo en la barra y la mano en su mejilla con sutileza, como si no tuviera nada que ver con todo ello, buscando con la mirada al cantinero y haciéndole una pequeña seña para que se acercara. En cuanto éste lo hizo procedió a hablarle. – Disculpa, ¿Puedes hacerme un gran favor y ocultarme antes de que me confundan con uno de ellos? Haré lo que quieras pero rápido por favor – pidió un tanto apresurada por las voces que escuchaba aun en la entrada, esperando que no le reconocieran pues ser encontrada ahí no sería precisamente bueno ni para ella ni para su familia, ¿Qué diría su padre? No quería ni pensarlo, por ahora solo esperaba la respuesta del hombre frente a ella, por lo que podía reconocer de él a simple vista sabía que no era una mala persona así que esperaba que pudiera ayudarle.

por **Andrew Jaeck** Vie Mar 20, 2015 9:01 am

Ya había pasado un mes completo que trabajaba como cantinero en aquella taberna, las conversaciones que había escuchado eran simple basura de ebrios busca pleitos, donde la mayoría de las platicas tenían que ver sobre mujeres y no le quedaba más que apoyar el tema con una estúpida sonrisa en el rostro mientras limpiaba los vasos de vidrio con un paño. Tenía que tener cuidado esta vez, llevaba una cuenta de cuatro vasos rotos por torpeza y siempre era regañado por lo mismo, lo hacía tan natural que no cabía duda de sus fallas intencionales. Ahora, inundado el aire de humo de cigarrillo y risas libertinas por charlas que no tenían sentido alguno aparecían los hombres con rostros rasgados, con sus aires de grandeza y brutalidad, pateando una que otra silla que estorbaba en el camino. ¿Qué querían? Lo obvio, acabar hasta con la última gota de alcohol.

No eran peligrosos como sus apariencias daban a entender, ya que perro que ladra no muerde. Las horas trascurrían y hasta mujeres comenzaron a entrar, seguramente todo se volvería más denso y acalorado por sus presencias. Fijar la mirada en una de las muchachas fue inevitable tras servir dos tragos, estaba siendo molestada por uno de los sujetos que hay que temer supuestamente, tenía mal aspecto y podrido en alcohol, quizás ayudar hubiera sido lo indicado en ese momento, pero la reacción de ella fue más rápida al romperle una botella en la cabeza sin pudor. ¡Qué estaba haciendo esa loca! si quería morir esa noche estaba a dos pasos de hacerlo y para rematar todo, los golpes iniciaron, todos contra todos. Gruñir molesto apretando las manos contra el borde del mesón era su única contención para no saltar y comenzar a repartir golpes también. No había más solución que esa luego de analizar la escena.

Los gritos y disparates fueron la canción perfecta para ambientar los puñetazos que se daban los incivilizados al son de dientes volando por los aires, sangre tiñendo el suelo, vasos y botellas estrellándose contra las paredes y comentarios que no quería escuchar, menos provenientes de la culpable de todo. Se alejó pasando ambas manos contra su cabello castaño suspirando, esquivando uno que otro vaso lanzado hacia su lugar que estallaba en mil pedazos por la potencia de la lanzada. Que molesto era todo. – Maldición… – Pensó viendo hacia la entrada. La autoridad había llegado y eso solo provocaría perdidas al negocio, lo bueno es que se llevarían a varios arrestados. Poco a poco la atmósfera tomaba un color diferente, los alaridos se convertían en simple lamentos de pobres victimas que habían quedado vestidas en rojo carmín, sería la oportunidad ideal de cualquier vampiro para tentarse, pero a pesar de agudizar la mirada hacia todos los rincones no veía nada extraño. Chasqueó la lengua. Los imbéciles no eran idiotas.

Segundos observó que era llamado por la mujer con rasgos asiáticos, se acercó sin muchas ganas y a su alcance estuvo para escuchar la petición, nada raro a decir verdad. – Me pides ayuda cuando tú provocaste todo esto… debería entregarte – Mencionó serio y punzándole la frente con el dedo índice para mover su cabeza, pero de la nada escapó una pequeña sonrisa de sus labios. Divertido al pensar que aquella le hizo frente a inmenso animal. – Entra por allá y escóndete detrás de la barra… – ¿Dónde más esconderla? No había sitio para ello, así que señaló con un levantar de mentón a donde debía ir antes que los uniformados estuvieran preguntando lo sucedido y como si fueran llamados mentalmente llegaron con sus miradas prepotentes.

Apoyó ambos antebrazos sobre la superficie del mesón y cerró los ojos como si estuviera irritado, agradecía el hecho de que la responsable estuviera oculta porque no le daban buena espina esos dos hombres que tenía enfrente, menos sus voces raspadas pidiendo explicaciones. – Algunos se les subieron las copas a la cabeza y comenzaron con el pleito, creo que una mujer les revolucionó las hormonas – Expuso con total tranquilidad, viendo que todo quedaba desolado. Los hombres solo hicieron una advertencia y se fueron sin revisar nada más, fue ahí que retomó la mirada hacia la fémina que yacía escondida pensando en su “Haré lo que quieras” vocablos que le incomodaban por su amplitud tan extensa.

Se acarició la parte trasera del cuello para borrar ideas insanas, tomando uno de los paños y poniéndolo encima de la cabeza de la refugiada. – Ordena y limpia las mesas – A pesar de que ya lo estaban haciendo algunos de los meseros, ayuda extra era bien recibida, después de todo había sido ella la que desató la bomba de trancazos.

por **Lya Kurosaki** Dom Mar 22, 2015 4:53 am

Iba a refutar ante lo primero que dijo el hombre en tono serio, sin embargo el dedo del contrario fue a para a su frente y como acto reflejo cerró los ojos, respingando la nariz y frunciendo los labios en un gesto semi infantil medianamente impulsado por el alcohol en su sangre, el gesto le quitaba la seriedad al moreno y cuando abrió los ojos nuevamente notó como una sonrisa se dibujaba en él, ante lo cual respondió con también con una suave sonrisa y luego simplemente asintió a lo que le dijo, levantándose con discreción antes de que le notaran, usando algo de magia para hacerse pasar desapercibida y entrar a donde el cantinero le había dicho, cerrando tras de sí y agachándose para sentarse en el suelo con las rodillas contra su pecho y apoyar la cabeza en el borde de la madera que hacía de pilar en la barra. Justo en ese momento escuchó las voces de los uniformados y presionó los labios contra sí mismos mientras hablaban, el cantinero acababa de decirles lo que ocurrió, ni siquiera mintió, solo transformó la verdad un poco, a lo que Lya sonrió con cierta gracia por lo ocurrido y esperó a que se fueran, suspirando y volteándose hacia el moreno que también se había girado a verla y sonriéndole con cierta torpeza antes de verlo, al parecer, acariciarse la nuca mientras daba la impresión de pensar qué hacer con ella.

Tras esto siguió con la mirada sus movimientos y luego tenía un paño en la cabeza, el cual tomó mientras asentía a las palabras del moreno para levantarse de su escondite y mirar el desastre que había quedado y que ya limpiaban un par de meseros que trabajaban en el lugar. Sin pensárselo mucho salió del límite de la barra y comenzó a limpiar con los demás, levantando una que otra mesa y luego dedicándose a quitar restos de botellas y vasos que se habían quedado en el piso, después de todo si ya estaba ayudando ¿Por qué no limpiar por completo? Finalmente no le molestaba, aunque era obvio a leguas que los “trabajos manuales” no eran lo suyo pues tardaba más que el resto y tenía que guiarse por lo que los demás hacían para entender una que otra cosa de la limpieza, usando un leve y ligero cambio en su aura que la hiciera pasar más desapercibida para que no se fijaran mucho en su inexperiencia y falta de práctica, mismo que antes había usado cuando se ocultaba de las autoridades.

En cuanto la limpieza del lugar estuvo lista, con unos cuantos cortes leves en las manos por haber tomado vidrios sin contemplaciones, Lya se dirigió de vuelta a la barra en donde el cantinero y puso una mano sobre su frente como su fuera un soldado, colocándose derecha pero manteniendo una sonrisa bromista. – Misión completada con éxito, jefe – dijo en tono solemne antes de reír un poco para relajar la postura y apoyarse en la barra con ambos antebrazos y las manos tomadas con los dedos entrelazados. – No lo dije antes y por eso me disculpo, muchas gracias por haberme ocultado, has sido de gran ayuda – agradeció sincera y tranquila, mirando al moreno en espera de una respuesta y de paso queriendo examinar su aura por mera curiosidad. En lo que esto pasaba, un par de los meseros que antes habían limpiado con ella salían de un costado del local, acercándose a la barra para despedirse.

Lya les sonrió y se despidió al igual que ellos pues entre tanto hacían la limpieza se habían presentado y cruzado una que otra palabra. En cuanto salieron Lya volvió la vista al cantinero frunciendo los labios. – Lamento que tuvieran que cerrar temprano por el disturbio… ha sido todo mi culpa, el alcohol se me subió un poco a la cabeza y no pensé muy bien que digamos lo que estaba haciendo – explicó sin reales intenciones de excusarse, después de todo ahora que pensaba con más claridad sabía que nunca habría hecho eso de no ser por el trago, más aun pudiendo habérselo sacado de encima con un poco de magia, al in y al cabo el tipo estaba ebrio, ni se hubiera dado cuenta… pero bueno, ya para ahora no podía hacer nada, a la próxima tendría más cuidado si se le volvía a ocurrir ir a un lugar como aquel. Pronto recordó un detallito y volvió a recuperar algo de brillo, presentando una pequeña y sutil sonrisa ante el contrario. – Por cierto ¿Cuál es el nombre de mi salvador? – preguntó medio bromeando, aunque sinceramente curiosa por la nueva interrogante. Ya iba siendo hora de que se cerrara el local y solo quedaban ellos dos y un par de meseros que aún no salían de la parte trasera, en cuanto ellos se fueran sería también su turno, por ahora prefería hablar con el moreno.

por **Andrew Jaeck** Jue Mar 26, 2015 8:33 pm

No sabía qué hacer con aquella chica que había llegado a revolucionar todo el lugar y por lo mismo solo la empujó a que ayudara a limpiar, agradecía que los jefes no estuvieran para soltar algún sermón o no tendría palabras claras para explicar todo ello, primera vez solo sin el otro cantinero y ya se había creado un mar de perdidas irremediables. ¿Qué se podría hacer? Nada, más que enfrentar el problema con la cara descubierta y por culpa de éstos pensamiento acabó chupándose el dedo pulgar al cortarse con un pequeño pedazo de vidrio al tratar de recogerlos con la mano descalza. Ese sabor amargo pasando por su garganta, medianamente metálico que envolvía su curiosidad hasta el punto desear conocer el verdadero sabor que llegan a las papilas gustativas de un vampiro, la añoran tanto que no tienen límites al matar, un verdadero elixir para ellos, pero no, no debía caer tan bajo.

Solamente conocía aquellas criaturas por su abuelo, insignificantes seres sin sentimientos que merecían morir de la peor forma. Llenándose de rabia estaba ya mordiéndose el dedo herido, que el sonar de los vidrios al barrerse lo despertó de todo trance, volviendo a lo que hacía antes. Arreglada una zona se puso a limpiar el mesón, pasando un paño húmedo por toda la superficie y quitando restos de alcohol como marcas de vasos en aquella fina madera. Se mantenía calmado y silencioso, no hablando con ningún mesero y tampoco cruzando miradas con ellos, quería terminar lo antes posible. Los pocos murmullos que se escuchaban eran de los mismos empleados, comentando que había sido una mala noche y que estarían más vigilados por la policía local. ¿Miedo? Sonrió ladino por lo divertido que sonaba.

Enjuagaba algunos vasos cuando la chica volvió donde él, con una típica seña de infantería. La sonrisa salió innata de sus labios. – No te preocupes… – Respondió dejando el mantel puesto en una esquina tras secarse las manos, despidiendo a sus camaradas con un inclinar leve de cabeza. Ya no tenía nada más que hacer y sus ojos se centraron en la joven asiática cuando ésta comenzó hablar. Se excusaba, pero no le parecía falsa por esa curva que tenía dibujada en los labios o tal vez nuevamente se estaba cegando por un rostro bonito. – Si no sabe controlarse cuando toma… entonces no venga por esto lugares señorita… ¿acaso busca problemas? ¿Salir lastimada? – Mencionó sin rodeos, apoyando ambos antebrazos sobre la barra e inclinándose hacia ella con un gesto coqueto solo para molestarla. – ¿O es su manera de conocer chicos rudos, con cicatrices y hediondos a alcohol? – Agregó divertido, raro en él ante una desconocida, pero le nació del alma hacerlo y no pudo aguardar la risa que afloró segundos después. – Soy Andrew…– Finalizó, volviendo a un rostro neutral al notar la llegada de los últimos meseros, los divisó de reojo.

Tenía la sospecha de uno de ellos que era diferente al resto, sin embargo actuar solo por intuición no le serviría mucho, no quería recaer en un error fatal si estaba equivocado. Necesitaba pruebas. – No le preguntaré el suyo porque quizás no nos volvamos a encontrar… aunque si lo desea me lo puede decir. – Retomó la conversación con gesto amable, sin perder la concentración tampoco de los dos meseros que ordenaban sus cosas para marcharse, quizás esa noche no podría seguirlo puesto que tenía a una invitada inoportuna y solo Dios sabe a qué hora se irá. Tampoco era como si le desagradara su compañía, pero era una pérdida de tiempo para la caza.

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