AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Post mortem (Sherlock Holmes & Spencer Reid)
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Post mortem (Sherlock Holmes & Spencer Reid)
Los parisienses estaban más que agradecidos con que Sherlock no se hubiese ido ese mismo cinco de noviembre, en parte se debía a que las autoridades competentes aun no cerraban el caso llamado "O.G" O "Opera Ghost" a pesar de que sus declaraciones al volver del ultimo lugar donde se vieron a ambos enmascarados pelea, era basadas en el misticismo y misterio con el que lo ejecutaron ambos hombres.
Las razones por las que el detective no había querido irse eran tan diversas, pero a principal no la admitía, él simplemente no podía aceptar tal misterio, su mente llena de lógica le pedía afanosamente la muestra física de esos curiosos personajes, la segunda razón era que James Moriarty estaba dando señales de vida en París y amenizaba en sus cartas con un próximo crimen del cual no teníamos noticias aún y la tercera razón era porque las cartas seguían lloviendo por montones, escritos que buscaban desde lo más simple a lo más ridículo, eran caprichos de ricos y ancianos encontrar hasta su mascota perdida, a Sherlock le aborrecían ese tipo de cartas, a veces encontraba una o dos que valían la pena y de las cuales se desprendieron culpables que fueron juzgados y ejecutados con forme a la ley, por eso le estaban agradecidos, a la escuela criminal de París le faltaba demasiado que aprender, siempre eran lentos en investigaciones y los ladrones y asesinos en serie lo sabían, por eso el saldo al final de un caso en manos parisinas era catastrófico a diferencia de Holmes.
Una mañana llego una nota muy importante desde la comisaría parisiense, ese día Sherlock abandonó sus cómodas ropas de cama, supuso gabardina y pipa saliendo disparado hacia la morgue con su utensilio principal:Yo.
A fuera del inmueble permanecían impacientes a su llegada el detective Faletti y su comitiva de asistentes, en sus caras se mostraba el espanto, el horror y el miedo, Sherlock cual es su costumbre paso derecho sin tomarse el tiempo para formalismos, negué con la cabeza, nunca cambiaría y menos cuando la adrenalina de un nuevo caso le hacia hervir la sangre y provocaba cierto cosquilleo en forma masiva el misterio que se develaría en pocos segundos al abrir la tercera puerta según Faletti, tras esa puerta se hallaba un cadáver aun no identificado pero recientemente encontrado en los callejones a altas horas de la madrugada.
-Y bien ¿Que es lo que tenemos inspector?- pregunte mientras caminábamos por el angosto pasillo donde se respiraba la putrefacción de los cuerpos, de cientos de tantos crímenes que pasan desapercibidos por el resto del mundo, personas olvidadas por las que nadie nunca reclamaran o preguntaran, normalmente todos los restos humanos eran de vagabundos y gente de hospicios y hostales, morían asesinadas o también morían por causas naturales inducidas por las inclemencias de un mal cuidado físico y también mental.
-Tenemos a una mujer que oscila entre los dieciocho o veinte años de edad - contestó abriendo para mi la puerta, invitándome a pasar con cierta timidez al cuarto frío y silencioso donde solo un cuerpo, bajo una sábana era el fallecido anfitrión -Murió en condiciones muy... terribles monseuir- dijo con espanto, indicando con su mano temblorosa el camino para llegar al enigma. Camine con ayuda del bastón, observando con detalle lo que había en lugar, desde el instrumental hasta Holmes que permanecía pensativo y fumando de su pipa en un rincón con la vista clavada como un cuchillo en la fría plancha de metal -Sherlock, aquí no se puede fumar- advertí sin recibir respuesta, mi amigo como siempre que empezábamos un nuevo caso de su interés estaba absorto en sus hipótesis, le ignore ante su falta de atención, mi mano levanto con suavidad la sábana para darme la visión tan retorcida del culpable -Santo Dios- susurre, develando por completo lo que quedaba del cuerpo inerte con mirada de horror y boca abierta, su cabello rubio desenmarañado y sucio, el cuello casi desprendido por el filo de un arma punzocortante -Aquí no hay causa de la que se necesite mi ayuda Sherlock, ya se sabe cual fue la causa de muerte- aseguré -Detective- llame a Faletti que ni siquiera se atrevía a voltear el rostro si el cuerpo estaba descubierto -¿Hay señales de otro tipo de abuso?- el detective e mediana edad y bigote pronunciado negó rápidamente.
-Nada, al menos que sepamos- respondió con su voz aguardientosa y severa cual su rostro que seguía dirigido a todos lados menos al frente.
-¿Y bien Holmes?- pregunte -¿Holmes?- le llame sin obtener respuesta, el detective dejo de estar inmerso en sus pensamientos y corrió hasta las manos cubiertas de sangre seca que manchaba su piel blanca, señalándome con silenciosa insistencia -Le faltan cuatro de las cinco falanges- añadí con horror y sorpresa, Faletti asintió.
-Asi es y no es la primera con esas características según tenemos entendido, en unos momentos llegara el detective encragado de los casos acontecidos en Sussex con el mismo modus que el de nosotros- dejo el papeleo en una pequeña mesa de madera -Si me disculpan caballeros, debo salir a recibirlo- se disculpo con una reverencia saliendo lo más pronto del lugar.
-Bueno- suspire con impaciencia, cuando el miedoso hombre se hubo retirado -¿Alguna idea de porque no tiene las falanges?- pregunte con curiosidad, algo inteligente para estas alturas ya debió de haber atravesado por la cabeza de Sherlock.
Las razones por las que el detective no había querido irse eran tan diversas, pero a principal no la admitía, él simplemente no podía aceptar tal misterio, su mente llena de lógica le pedía afanosamente la muestra física de esos curiosos personajes, la segunda razón era que James Moriarty estaba dando señales de vida en París y amenizaba en sus cartas con un próximo crimen del cual no teníamos noticias aún y la tercera razón era porque las cartas seguían lloviendo por montones, escritos que buscaban desde lo más simple a lo más ridículo, eran caprichos de ricos y ancianos encontrar hasta su mascota perdida, a Sherlock le aborrecían ese tipo de cartas, a veces encontraba una o dos que valían la pena y de las cuales se desprendieron culpables que fueron juzgados y ejecutados con forme a la ley, por eso le estaban agradecidos, a la escuela criminal de París le faltaba demasiado que aprender, siempre eran lentos en investigaciones y los ladrones y asesinos en serie lo sabían, por eso el saldo al final de un caso en manos parisinas era catastrófico a diferencia de Holmes.
Una mañana llego una nota muy importante desde la comisaría parisiense, ese día Sherlock abandonó sus cómodas ropas de cama, supuso gabardina y pipa saliendo disparado hacia la morgue con su utensilio principal:Yo.
A fuera del inmueble permanecían impacientes a su llegada el detective Faletti y su comitiva de asistentes, en sus caras se mostraba el espanto, el horror y el miedo, Sherlock cual es su costumbre paso derecho sin tomarse el tiempo para formalismos, negué con la cabeza, nunca cambiaría y menos cuando la adrenalina de un nuevo caso le hacia hervir la sangre y provocaba cierto cosquilleo en forma masiva el misterio que se develaría en pocos segundos al abrir la tercera puerta según Faletti, tras esa puerta se hallaba un cadáver aun no identificado pero recientemente encontrado en los callejones a altas horas de la madrugada.
-Y bien ¿Que es lo que tenemos inspector?- pregunte mientras caminábamos por el angosto pasillo donde se respiraba la putrefacción de los cuerpos, de cientos de tantos crímenes que pasan desapercibidos por el resto del mundo, personas olvidadas por las que nadie nunca reclamaran o preguntaran, normalmente todos los restos humanos eran de vagabundos y gente de hospicios y hostales, morían asesinadas o también morían por causas naturales inducidas por las inclemencias de un mal cuidado físico y también mental.
-Tenemos a una mujer que oscila entre los dieciocho o veinte años de edad - contestó abriendo para mi la puerta, invitándome a pasar con cierta timidez al cuarto frío y silencioso donde solo un cuerpo, bajo una sábana era el fallecido anfitrión -Murió en condiciones muy... terribles monseuir- dijo con espanto, indicando con su mano temblorosa el camino para llegar al enigma. Camine con ayuda del bastón, observando con detalle lo que había en lugar, desde el instrumental hasta Holmes que permanecía pensativo y fumando de su pipa en un rincón con la vista clavada como un cuchillo en la fría plancha de metal -Sherlock, aquí no se puede fumar- advertí sin recibir respuesta, mi amigo como siempre que empezábamos un nuevo caso de su interés estaba absorto en sus hipótesis, le ignore ante su falta de atención, mi mano levanto con suavidad la sábana para darme la visión tan retorcida del culpable -Santo Dios- susurre, develando por completo lo que quedaba del cuerpo inerte con mirada de horror y boca abierta, su cabello rubio desenmarañado y sucio, el cuello casi desprendido por el filo de un arma punzocortante -Aquí no hay causa de la que se necesite mi ayuda Sherlock, ya se sabe cual fue la causa de muerte- aseguré -Detective- llame a Faletti que ni siquiera se atrevía a voltear el rostro si el cuerpo estaba descubierto -¿Hay señales de otro tipo de abuso?- el detective e mediana edad y bigote pronunciado negó rápidamente.
-Nada, al menos que sepamos- respondió con su voz aguardientosa y severa cual su rostro que seguía dirigido a todos lados menos al frente.
-¿Y bien Holmes?- pregunte -¿Holmes?- le llame sin obtener respuesta, el detective dejo de estar inmerso en sus pensamientos y corrió hasta las manos cubiertas de sangre seca que manchaba su piel blanca, señalándome con silenciosa insistencia -Le faltan cuatro de las cinco falanges- añadí con horror y sorpresa, Faletti asintió.
-Asi es y no es la primera con esas características según tenemos entendido, en unos momentos llegara el detective encragado de los casos acontecidos en Sussex con el mismo modus que el de nosotros- dejo el papeleo en una pequeña mesa de madera -Si me disculpan caballeros, debo salir a recibirlo- se disculpo con una reverencia saliendo lo más pronto del lugar.
-Bueno- suspire con impaciencia, cuando el miedoso hombre se hubo retirado -¿Alguna idea de porque no tiene las falanges?- pregunte con curiosidad, algo inteligente para estas alturas ya debió de haber atravesado por la cabeza de Sherlock.
J.H. Watson- Humano Clase Alta
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 06/06/2012
Re: Post mortem (Sherlock Holmes & Spencer Reid)
Uno... dos... tres... unos diez eran los disparos que Holmes tiraba al azar en la pared del hotel donde se había refugiado antes del caso "O.G" del cual salió medianamente mal y medianamente bien, algunos atribuían las declaraciones dadas a los diarios como descabelladas mentiras que se obligo a decir para no propagar más el espanto y el descontento que levanto a la gente esa misma noche, mientras que otros apoyaban la teoría de que algo más ocurrió bajo los ojos de París durante meses y durante siglos en el Teatro.
Holmes dejo de darle importancia a las habladurías y se centro pues, en otros casos incluyendo aquellos que tenían que ver con el modus de James Moriarty, ya que decidió quedarse miles de cartas eran enviadas a su departamento en el ultimo piso del hotel, la mayoría de los escritos eran recibidos y tirados al instante, el detective que apenas si movia un pie para lo más básico, podía deducir sin ver, podía predecir las causas por las cuales personas o cosas desaparecían sin prestar gran interés, inclusive la policía le llamaba para la investigación de delitos menores, ante todo esto Sherlock consideraba seriamente regresar a su nublado y llovidos Londres donde había más dementes sin necesidad de tener algo más oscuro que esconder.
Sus cómodas batas no habían cambiado en meses, su barba de más tres días en ocasiones seguía intacta, hasta que Watson le enviaba a limpiarse antes de una partida de ajedrez, la única lógica que aún podía mantener su mente despierta y alejada del limbo de conocimientos, reflexiones e ideas científicas a las que muy ha menudo se sumergía, alejándose completamente de toda realidad y deber social.
Una mañana mientras el oloroso tabaco con que la pipa estaba llena, el detective se sentó plácidamente en su pequeño sillón junto a la chimenea para leer el aburrido correo, caprichos de gente mimada y rica que lloraba hasta porque un alfiler había sido ultrajado de sus palacios, más de pronto sus ojos se centraron en un sobre enviado por la policía de Paris en calidad de urgente, el entrecejo se frunció y con la misma desesperación con que un niño abría un presente en Navidad, desdoblo la hoja sellada y firmada por el inspector Faletti -Watson, preparate- llamo al buen doctor que estaba detrás suyo disfrutando de la bella vista que el balcón ofrecía -¡Que hoy es nuestro día de suerte!- exclamo con entusiasmo creciente, que dibujaba en su rostro un amplia sonrisa -Alístate, que vamos para la morgue... prepara el caballo y nos vemos con todas tus herramientas abajo, un cadáver putrefacto nos espera- ordeno con poco tacto, corrió a la maleta de la cual no había sacado más que un viejo traje que le había robado a Watson -A él no le importa- murmuro al verlo y se despojo pronto de su bata roja, sin peinarse, sin rasurarse, bajo escalón por escalón con la pipa en la boca y partió sin decir una sola palabra a su compañero, el animado Holmes se limitaba a observar por la ventana la vida que se desenvolvía en un nuevo amanecer en París, jugueteaba con sus manos ante el cosquilleo que podía sentir el la yema de sus dedos con la simple idea de que había algo más detrás de las frías instalaciones de la morgue.
En el lugar todos afuera con la cara que más destestaba Holmes en un policía, prefiero ignorar e ir de lleno al misterio que aguardaba justo detrás de la puerta, una sabana blanca cubría el cuerpo degollado de una joven mujer, saco sus instrumentos de bolsillo, midiendo dilatación, temperatura, viendo la profundidad de las heridas y todo cuanto pudiera servirle de base, era un caso complicado... el asesino no dejo evidencia ni de él ni de su víctima.
Tomo su pipa, no pos´ñia permitir que los vampiros y cazadores nublaran su mente, esto no era obra de ellos, era de un hombre como Watson o los oficiales cobardes de allá afuera, la etapa oscura e incomprensible había pasado ya por tanto debía ser objetivo y deducir entre cosas y situaciones normales, pero aún así, un pequeño rastro de aquellos sucesos parecieron quebrar el recipiente de la lógica natural, necesitaba de bocanadas más grandes, de observar John trabajando con el cuerpo, algo en lo que ni siquiera noto, pero que conservó para si hasta que Faletti se fue.
-Por eso la policia parisina jamás progresará, detesto su método contemplativo- volvió a la realidad, separándose de la boquilla -Pero eso me ayudó a descubrir lo que el asesino nos dejo como mensaje, algo que sin duda por primera vez en toda tu vida te hará tener créditos en el caso- corrió a donde sus manos, observando de cerca la habilidad con que el asesino había desprendido falange por falange de ambas manos -Si Watson, son falanges, ¿Que es lo que comes que adivinas?- cuestiono mofándose ante la respuesta tan obvia -El asesino debió dejar esto como un mensaje para nosotros y también como hermoso recuerdo dentro de su... a mmm.. sofisticado delirio de "Yo soy Dios"- inspiro aún con el aroma del tabaco y la putrefacción del cuerpo -Fue despojada de sus ropajes, pero sin ninguna intención de hacer algo más con ella... sin embargo la intuición me sugiere que lo hizo para desaparecer todo rastro y fuera más... complicado el reconocimiento- comento de forma breve -Sabia que me llamarían y por eso me dejo sin lectura impresa... quiere jugar, pero contra reloj- continuo con misterio y completamente concentrado con lo que el palacio de la memoria podía arrojarle sobre el misterio -Y hablando de eso, llega él único hombre capaz de confirmarme esta teoría- las puertas se abrieron de par en par, dejando ver aun hombre más joven que ellos dos, con papeles en mano y un morral al costado, el doctor le saludo desde su punto, Holmes aventó la mano al cuerpo -Si, lo que sea, un placer conocerle- se dirigió al joven con desesperación -Déme esos papeles- le arrebato todo de sus manos -Necesito saber- susurro, orillándose a un rincón y hojeando con rapidez cada reporte -¡Al fin un caso fascinante!- exclamo con gusto, siguiendo inmerso en su lectura.
Holmes dejo de darle importancia a las habladurías y se centro pues, en otros casos incluyendo aquellos que tenían que ver con el modus de James Moriarty, ya que decidió quedarse miles de cartas eran enviadas a su departamento en el ultimo piso del hotel, la mayoría de los escritos eran recibidos y tirados al instante, el detective que apenas si movia un pie para lo más básico, podía deducir sin ver, podía predecir las causas por las cuales personas o cosas desaparecían sin prestar gran interés, inclusive la policía le llamaba para la investigación de delitos menores, ante todo esto Sherlock consideraba seriamente regresar a su nublado y llovidos Londres donde había más dementes sin necesidad de tener algo más oscuro que esconder.
Sus cómodas batas no habían cambiado en meses, su barba de más tres días en ocasiones seguía intacta, hasta que Watson le enviaba a limpiarse antes de una partida de ajedrez, la única lógica que aún podía mantener su mente despierta y alejada del limbo de conocimientos, reflexiones e ideas científicas a las que muy ha menudo se sumergía, alejándose completamente de toda realidad y deber social.
Una mañana mientras el oloroso tabaco con que la pipa estaba llena, el detective se sentó plácidamente en su pequeño sillón junto a la chimenea para leer el aburrido correo, caprichos de gente mimada y rica que lloraba hasta porque un alfiler había sido ultrajado de sus palacios, más de pronto sus ojos se centraron en un sobre enviado por la policía de Paris en calidad de urgente, el entrecejo se frunció y con la misma desesperación con que un niño abría un presente en Navidad, desdoblo la hoja sellada y firmada por el inspector Faletti -Watson, preparate- llamo al buen doctor que estaba detrás suyo disfrutando de la bella vista que el balcón ofrecía -¡Que hoy es nuestro día de suerte!- exclamo con entusiasmo creciente, que dibujaba en su rostro un amplia sonrisa -Alístate, que vamos para la morgue... prepara el caballo y nos vemos con todas tus herramientas abajo, un cadáver putrefacto nos espera- ordeno con poco tacto, corrió a la maleta de la cual no había sacado más que un viejo traje que le había robado a Watson -A él no le importa- murmuro al verlo y se despojo pronto de su bata roja, sin peinarse, sin rasurarse, bajo escalón por escalón con la pipa en la boca y partió sin decir una sola palabra a su compañero, el animado Holmes se limitaba a observar por la ventana la vida que se desenvolvía en un nuevo amanecer en París, jugueteaba con sus manos ante el cosquilleo que podía sentir el la yema de sus dedos con la simple idea de que había algo más detrás de las frías instalaciones de la morgue.
En el lugar todos afuera con la cara que más destestaba Holmes en un policía, prefiero ignorar e ir de lleno al misterio que aguardaba justo detrás de la puerta, una sabana blanca cubría el cuerpo degollado de una joven mujer, saco sus instrumentos de bolsillo, midiendo dilatación, temperatura, viendo la profundidad de las heridas y todo cuanto pudiera servirle de base, era un caso complicado... el asesino no dejo evidencia ni de él ni de su víctima.
Tomo su pipa, no pos´ñia permitir que los vampiros y cazadores nublaran su mente, esto no era obra de ellos, era de un hombre como Watson o los oficiales cobardes de allá afuera, la etapa oscura e incomprensible había pasado ya por tanto debía ser objetivo y deducir entre cosas y situaciones normales, pero aún así, un pequeño rastro de aquellos sucesos parecieron quebrar el recipiente de la lógica natural, necesitaba de bocanadas más grandes, de observar John trabajando con el cuerpo, algo en lo que ni siquiera noto, pero que conservó para si hasta que Faletti se fue.
-Por eso la policia parisina jamás progresará, detesto su método contemplativo- volvió a la realidad, separándose de la boquilla -Pero eso me ayudó a descubrir lo que el asesino nos dejo como mensaje, algo que sin duda por primera vez en toda tu vida te hará tener créditos en el caso- corrió a donde sus manos, observando de cerca la habilidad con que el asesino había desprendido falange por falange de ambas manos -Si Watson, son falanges, ¿Que es lo que comes que adivinas?- cuestiono mofándose ante la respuesta tan obvia -El asesino debió dejar esto como un mensaje para nosotros y también como hermoso recuerdo dentro de su... a mmm.. sofisticado delirio de "Yo soy Dios"- inspiro aún con el aroma del tabaco y la putrefacción del cuerpo -Fue despojada de sus ropajes, pero sin ninguna intención de hacer algo más con ella... sin embargo la intuición me sugiere que lo hizo para desaparecer todo rastro y fuera más... complicado el reconocimiento- comento de forma breve -Sabia que me llamarían y por eso me dejo sin lectura impresa... quiere jugar, pero contra reloj- continuo con misterio y completamente concentrado con lo que el palacio de la memoria podía arrojarle sobre el misterio -Y hablando de eso, llega él único hombre capaz de confirmarme esta teoría- las puertas se abrieron de par en par, dejando ver aun hombre más joven que ellos dos, con papeles en mano y un morral al costado, el doctor le saludo desde su punto, Holmes aventó la mano al cuerpo -Si, lo que sea, un placer conocerle- se dirigió al joven con desesperación -Déme esos papeles- le arrebato todo de sus manos -Necesito saber- susurro, orillándose a un rincón y hojeando con rapidez cada reporte -¡Al fin un caso fascinante!- exclamo con gusto, siguiendo inmerso en su lectura.
Sherlock Holmes- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/12/2011
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