Misma excusa, distinto lugar -Privado-

por **Axter Moureau** Mar Abr 07, 2015 12:37 pm

- El aliento de su boca se había transformado en el humo que ahora salía de forma tranquila, tomaba su tiempo al degustar el aroma del tabaco de su pipa que se mezclaba con la madera de ésta. Debía de comprarse otra o llevarla a arreglar, pero de hecho, paladear la madera era una forma de relajar sus nervios, pues cuando tenía la mente en otro sitio, solía morder la boquilla de la pipa, de ese modo, cuando tenía una, no le duraba más de unos meses antes de que tuviese que reparar ésta o sustituirla. Cerró los ojos, no estaba inquieto, sino aburrido. Todos los días se presentaban iguales para él. Desde el momento en el que despertase ( ya fuese en compañía o en solitario ) o las escasas horas que pasaba en la empresa de ropa, dado que todo iba de forma adecuada dejaba que otros se hiciesen cargo, él solo atendía a los clientes que tenían más dinero, además sus ideas eran modernas, traviesas y la mayor parte de los clientes adoraban cuando salía una nueva moda o línea producto de Moureau.

Estaba apoyado con los codos en el borde de uno de los puentes, aunque llamarlo puente era una estupidez dado que solo separaba de un poco de agua. De nuevo, echó un poco de tabaco a la pipa, tuvo que tener cuidado por las brasas que quedaban de lo anteriormente consumido, a veces, bastaba un movimiento distraido para que el fuego te recordase en unos instantes, porqué, precisamente, era peligroso jugar con él. En efecto, puesto que un pequeño empujón con el dedo índice generó un poco de humo. El humo no era suficiente fuerte, fue soplando poco a poco, cerrando los ojos por las cenizas que al soplar, salían como kamikazes en una misión suicida contra el suelo, logrando encender de nuevo ésta sin tener que gastar una cerilla, se irguió, con la pipa en la boca para quitarse alguna de las cenizas que habían saltado. Sobre todo se encontraban en el torso, no eran difíciles de quitar pero tampoco prestó demasiada atención.

Su atención fue a otra parte, a un chico específicamente.- Así que nos encontramos de nuevo -Susurro para si mismo, mientras miraba de izquierda a derecha para que no pasara ningún cochero y poder acercarse a la espalda del joven. Le recordaba de un encuentro en la cafetería, había querido coquetear con él pero no lo había conseguido como esperaba. Ese día le llegó una carta del trabajo y tuvo que presentarse antes de lo que había querido, sin haber podido más que conocer su rostro, el timbre de su voz o como estaba deseando acostarse con él. Claro que ahora no quería acercarse a él como si fuese un lobo cazando. Pensándolo bien, ¿no lo era?. Tocó la espalda del muchacho- Disculpa, ¿Tienes fuego? -Dijo de nuevo, con una sonrisa de medio labio- Aunque, no importa sino tienes porque lo he utilizado como excusa para acercarme a ti - Le recordó de nuevo aquellas palabras que le había dicho la vez que se habían conocido en la cafetería, tenía el mismo aroma de antes, debía de ser un muchacho atractivo porque había gente que no dejaba de verle. Casi sintió como si se hubiese metido en el campo de visión de alguien. Otro se habría marchado, alegando un acto de cobardía, pero él, se crecía ante las miradas, disfrutaba nadar entre el odio que generaba mostrando que nadie podía ganarle en un juego de superioridad, por eso, sacó la pipa e los labios, humedeciéndolos con un pasar de lengua, antes de extender la mano- Un honor, poder verle de nuevo.

por **Patrice Lesauvage** Jue Abr 09, 2015 3:50 pm

Pocas veces se mostraba inquieto. La mayor parte del tiempo cedía ante las remembranzas atroces que su pasado aún se empeñaba en regalarle, como una especie de karma que debía pagar hasta que supiera noticias sobre su hermano, hasta el momento en que pudiera redimir sus culpas hasta ahora acumuladas, solo entonces podría dormir tranquilo. Durante las noches era mejor apartar tales pensamientos, no había cabida en su tálamo para dudas o expresiones nostálgicas, todo debía ser a capricho y voluntad de sus amantes en turno, la tarea no implicaba mayor esfuerzo pues solo tenía que hacer uso de ese galanteo natural, su expresión corporal y un par de palabras dulces a oídos de quienes decidían compartir las noches con el berlinés. En tan poco tiempo había aprendido a hacer uso de su cuerpo para satisfacerles sin tener que mezclar los sentimientos, no estaba listo para abrir esa puerta y tampoco iba a ceder nuevamente a la primera sonrisa o halago que recibiera. De eso estaba seguro, no quería salir lastimado otra vez.

Las luces vespertinas mostraban rasgos marfiles en el ocaso, mientras el constante sonido hiriente del tic tac flotaba sobre su pequeña habitación. Bastian estaba recostado, tenso quizás de mal humor por verse obligado a suspender su búsqueda momentáneamente. Lavó su rostro apenas acomodando su cabellera ceniza de un lado. Cubrió su desnudez parcial con los atuendos artificiales. Camisa blanca de algodón, tirantes a juego con los pantalones beige y un par de botas oscuras. Las miradas inquisidoras de sus semejantes se preguntaban a donde iba cuando se vestía de tal forma. Azotó la puerta mientras se encaminaba a despejarse por unas horas, antes que la oscuridad se derramara por completo, las manos se ocultaban en los bolsillos. En su camino un par de guiños le arrancaron una tenue sonrisa. Dado que poseía una belleza natural no necesitaba hablar siquiera para que más de una persona sintiera esa curiosidad al verle caminar.

Se detuvo para admirar el atardecer parisino en esa parte de la cuidad. Pocas personas se encontraban aun compartiendo vivencias y añoranzas. De vez en cuando el silencio cedía ante el estallido de alguna carcajada, fuera de eso la escena era demasiado tranquila. El joven recargó parte de su cuerpo sobre los bordes del pequeño puente y suspiró con desgano mientras sus orbes se posaban sobre el violáceo tono que la bóveda presumía, un par de aves surcaban jugueteando con la brisa que soplaba discreta de vez en cuando y por primera vez anheló ser libre, libre de esos terrores nocturnos que le ataban. Fue una voz grave que le despertó de su distracción, reconoció el aroma sutil y el acento en cada una de las palabras que llegaron de golpe hasta sus oídos. No era la primera vez que escuchaba aseveraciones de tal naturaleza, parpadeó unos segundos en un intento por recordar donde. ¿En qué lugar había sido? No fue sino hasta que sintió el roce de aquel hombre, que se vio obligado a voltear para reconocerle.

–El gusto es mío Monsieur–

Apenas se recuperaba de su asombro, pues para ser honestos los hombres con los que se acostaba regularmente no los volvía a ver ni por equivocación. Con este joven había sido la excepción puesto que su primer encuentro no tenía nada que ver con el aspecto carnal, es por eso que seguía siendo tan singular. Bastian no pudo evitar posar por unos instantes sus ojos sobre los ajenos, representaba una efigie bastante peculiar, aunado a la seducción natural que flotaba a su alrededor. Agachó unos segundos la mirada y rió nervioso cediendo a los atributos que tenía frente a él.

–Qué casualidad ¿no es así? Para ser honesto, eres la última persona con quien pensaba toparme el día de hoy, pero descuida, no lo digo en un mal sentido , mi nombre es Bastian, Bastian Zweig – replico mientras le estrechaba con sutileza.

por **Axter Moureau** Jue Abr 23, 2015 11:48 am

Vaya, yo creía que tendría que ser la primera persona que pasara por tu mente - El tono sarcástico que utilizaba fluía en la conversación con la mayor de las normalidades, sonriendo apenas, pues la sonrisa no aparecía frecuente en su rostro, más bien hacía un acto de presencia casi disimulado con una mezcolanza inofensiva que suavizaba los rasgos del pelinegro que acostumbraba a permanecer impasible o indiferente a lo que había a su alrededor; Al escuchar el nombre del muchacho, inclinó ligeramente el rostro; No era de aquellos que en besaba en suelo con reverencias, ya fuese por estatus social o por el tiempo, acostumbraba a inclinar tan solo la cabeza más que a inclinar todo el cuerpo en un baile absurdo de humillación. Continuó con la mirada delante de aquel chico, sin duda, seguía siendo bastante atractivo e incluso diría que comestible, la sonrisa que al principio parecía suave, fue convirtiéndose en lobuna, añadiendo un erotismo perdido a cada uno de sus reflejos, pues actuaba más por hábito que por ser consciente de lo que estaba haciendo. Al final, asintió, no quería ser el idiota silencioso que saludaba pero esperaba que el otro decidiese como seguir la conversación, después de todo, la dominancia de la que siempre hacía uso, le servía para que los demás bailasen en su palma, no al contrario.-

Bastian Zweig -repitió- el honor es todo mío - Estrechó la mano del contrario, aunque no le hubiese importado besarla para ver las reacciones que tenía el contrario, los nervios, la risa, las miradas, sin duda era como un libro que aún no había leído pero que tenía el placer de tener en sus manos. Dejando a un lado las alegorías que en esos momentos le eran inservibles, colocó el tabaco en sus labios, ese aroma a madera despertó sus sentidos ( aún no se sabía cuales, si los de caza o simplemente un ligero desperece debido al cansancio que arrastraba )- Mi nombre es Axter, aunque no se si te dije ya mi nombre... -Llevó la diestra a la barbilla, recorriendo su perfil con movimientos circulares mientras desviaba la mirada hacía la izquierda, apartó la vista de su presa, mientras señalaba uno de esos puestos callejeros- Aunque si te has olvidado, puedo hacer que me recuerdes haciendo lo que debía de haber hecho ese día, invitarte a un café. -No había encendido el tabaco, así que lo apartó de sus labios- ¿Te importa? -Cuestionó al principio.

Con la siniestra, la misma que había utilizado para estrechar la mano del contrario, entrelazó los dedos del hombre caminando con o sin su consentimiento hacía aquel puesto ambulante, no estaba a muchos pasos por lo que no tenía que preocuparse si el otro estaba preocupado por si les veían o no; En aquella época, donde la gente juzgaba más la vida de los demás que la propia, seguía contribuyendo a ir en contra de la homosexualidad, aunque a los bisexuales siempre los tachaban de viciosos, a los homosexuales, dependiendo del sitio en donde se encontrasen, recibían más que miradas, insultos, muerte. Pero él nunca se le había dado bien esconderse, era uno de esos ricos que exponía sus vicios, desde los más inofensivos a los que muchos calificarian como una moral enferma- ¿Qué te apetece?, se que no es lo mismo que aquel elegante café - replicó seguido de un suspiro, como si aspirase el aire para después encontrarlo insatisfactorio y lo soltara de forma sumisa.

Sacó la cajetilla de cerillas, soltó la mano de su interlocutor aunque a regañadientes, encontró su textura cálida, incluso le gustó; No estaba acostumbrado a demostrar lo que sentía con actos demasiado exagerados como un actor de feria, más bien, era de los que se guiaban por instinto, si quería besar besaba, si quería gritar, lo hacía. Si quería ir desnudo por la calle, lo haría, no le importaba en lo más mínimo la gente, pues solo las usaba para satisfacer sus necesidades, así que, tomar la mano de aquel muchacho y sentir su caliente tacto, le hizo pensar en si su piel, completamente desnudo y tumbado en su cama, sería igual de caliente. En momentos parecidos, lo habría dicho, habría soltado esos pensamientos a bocajarro mientras que la picaresca de su bufona y descarada sonrisa, haría presencia más para engalanar que engatusar. Encendió el tabaco, de nuevo aquel regusto a madera despertó sus músculos y se lamió los labios sujetándolo- Para mi un café negro, con azucar y si puede un chorro de whisky - volvió de nuevo a su acompañante- ¿Qué deseas? no te prives después de todo pago yo -golpeteó uno de sus bolsillos, seguido de aquella afirmación-

por **Patrice Lesauvage** Vie Jun 12, 2015 12:46 pm

Existía una caricia impalpable en la forma que su semejante respondía. Un acecho hacia sus ojos cada vez que le dirigía la mirada, el erotismo impreso en cada una de sus palabras y un misticismo en la presencia que rodeaba al contrario. Bastian sonrió inevitablemente ante el sarcasmo utilizado en la respuesta previa. Era cierto, no pensó encontrarlo otra vez, sin embargo algo dentro del berlinés despertó, una inquietud posiblemente, un deseo reprimido que le había orillado en su primer encuentro a invitarle a cruzar un par de palabras, una caricia.

–Un gusto Axter– dijo sonriente.

Ahí estaba una vez más, esa calidez, el tacto suave que estremeció sus sentidos. Ladeó la cabeza acariciando su propia nuca, en un intento por comprender la naturaleza del hombre que se presentaba nuevamente ante él. Apenas pudo ir en contra de sus instintos para soltarle. Durante unos segundos reparó en sus movimientos, en la gala que hacia al momento de llevar el tabaco hacia sus labios, esos labios tersos. El peso de la mirada ajena disminuyó cuando Axter volcó sus ojos un par de metros adelante. El cielo oscurecía y las charlas taciturnas apenas eran ahora un murmullo a su alrededor, pronto oscurecería, tenía que regresar a su prisión aunque a decir verdad poco le importaba si llegaba o no.

–Para nada, yo encantado– respondió apenas consciente de lo que había dicho.

Despertó abruptamente de su aturdimiento cuando el roce atacó nuevamente su diestra, pero esta vez, la caricia se tornó ligeramente más intensa. Le sujetaba fuerte pero sin lastimarle. Bastian reaccionó de forma mecánica dirigiendo su vista hacia los costados para cerciorarse que nadie les viera. Vendía su cuerpo cada noche, sí. No le importaba la edad o status de sus acompañantes, sí. Pero todo habría de ser bajo el velo sutil del crepúsculo. Cedió a ser conducido por Axter, sin pensarlo dos veces, delegó el control de la situación, apenas le veía y volvía a centrar sus ojos en cada detalle de la plazuela a esas horas, la luz tenue de las farolas, el arrullo cálido del riachuelo que nunca perdía su cauce.

–Cualquier cosa estará bien– respondió con un nudo en la garganta.

Se sintió un poco más seguro de sí mismo cuando Axter le liberó. Al verle encender el cigarrillo intuyó que algunos hombres como él, no necesitaban ser comprendidos, pues sus actos iban más allá del entendimiento y las reglas que la sociedad imponía a los de su condición. Estaba claro que su acompañante disponía de lo que le rodeaba a placer, su sonrisa pícara y mirada inquisidora eran suficientes para que cualquier persona cediera a sus caprichos. Quizás para Bastian era algo diferente, pues estaba acostumbrado a no ceder ante tales encantos, sus encuentros se limitaban al sexo y nada más. No había cortejos, ni halagos.
Inevitablemente se cohibía ante la entereza de Axter, pero el orgullo quizás le impedía mostrarse como un muchacho tímido o reservado.

–Tomaré lo mismo que él– respondió, negándose a mostrar su poca experiencia en el alcohol. Sonrió sutilmente a su acompañante.

–Y dime Axter, ¿Eres parisino? En caso contrario, dime ¿Que te trajo a París? No te culpo, la ciudad es demasiado exquisita para nuestro deleite–

Apenas desvió la mirada hacia la bóveda suspirando.

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