Klaus Bähr

Habilidades. Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana. 1. Sanación acelerada. Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves. 2. Percepción del aura. Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros cambiantes o licántropos cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida y su característico olor. 3. Telepatía y comunicación con los animales. Habilidad para comunicarse con otros cambiantes por medio de la mente (cuando están transformados) y con otros animales que no sean parte de su raza (incluidos los Licántropos). Funciona únicamente a cortas distancias. 4. Visión compartida y visión remota. Habilidad de poder ver a través de los ojos de los demás o en otros casos, hacer que los demás puedan ver lo que estamos viendo en ese momento. Esta habilidad funciona únicamente cuando se toca a la persona. 6. Rastreo. Poder de rastrear la localización de un objeto o criatura. El personaje puede descubrir la situación de cualquier persona a la que conozca, donde quiera que esté el blanco en un radio de veinte kilómetros.


Klaus es terriblemente serio. Tiene una vena muy maliciosa y maldita. Si bien su habilidad para controlar a los tipo insectos y arácnidos, no parece ser la gran cosa si se le compara con aquéllos de su especie que pueden cambiar de forma; cierto es que puede resultar peligroso sobrevalorar a los más pequeños. A través de los años, ha demostrado que tan solo se necesita un aguijón venenoso para acabar con la vida de un humano. Su astucia e inteligencia, sobrepasa a cualquiera. Todo lo conoce y todo lo sabe, pues no hay nada que escape a su vista u oído. Si alguien le molesta, no tardará en hacérselo pagar. Un mosquito, una abeja, una hormiga. Ese será el menor de los problemas si su malhumor se despierta. Mientras él puede pasar tranquilamente una noche en los bosques, los demás no pueden decir lo mismo. Bähr es bastante vengativo. Sus acciones dirán más que sus palabras. Suele ser, por regla general, muy sarcástico. Tiene cero tolerancia y paciencia. Le gusta que las cosas se hagan a su manera. Odia ver que las personas débiles sean agredidas, dado que sufrió muchos maltratos físicos durante su infancia. Sin embargo, eso no le imposibilita para actuar como el agresor durante las sesiones de tortura para obtener información. Tiene un don innato para el uso de armas, aunque eso lo atribuye a su experiencia con las mujeres, pues considera que éstas deben ser manejadas de la misma forma. Sus juguetitos, son su mayor tesoro. Desde que es un experto usando la lengua para ganarse admiradoras entre los tecnólogos, es uno de los primeros en tener acceso a los nuevos inventos. No hay mejor espía que él y eso se debe a su capacidad para controlar a toda una plaga de insectos de proponérselo. Eso, no ha hecho más que engrandecer su ego. Klaus sabe que es jodidamente bueno en su área y disfruta siendo el receptor de tanta gloria. Sobre todo, si se toma en cuenta que nadie sabe cómo hace para tener ojos en todas partes.


Frederika Kähler, no solo poseía belleza y encanto, también pertenecía a una de las familias más influyentes de Alemania. Su hermano mayor, Kiefer, le consentía cada uno de sus caprichos. La joven, había dejado en claro que quería un matrimonio por amor y no por conveniencia. En más de una ocasión, habían discutido sobre las remotas posibilidades que existía de que eso sucediera. Había respirado con alivio cuando percibió el interés de Frederika por un joven llamado Leon, quien parecía compartir dicho sentimiento. La dicha de su hermana era tal, que Kiefer no tardó en aprobar su relación. Los preparativos para la boda iniciaron, pero un día antes de que ésta se llevase a cabo, Leon apareció en su despacho para cancelarla. Aquello había sacado a Kiefer de sus casillas. ¿Cómo se atrevía a deshonrar así a Frederika? Cruzando a zancadas la distancia que los separaba, había cogido al hombre por las solapas. Leon no había reaccionado ante su ira. Desprovisto de sentimientos, le pidió fríamente que se apartara, que Frederika se había deshonrado a sí misma. Le contó, sin mediar detalles, que había sorprendido a su hermana en la biblioteca de los Blume, con otro caballero. Añadió, además, que dudaba de que su virtud estuviese intacta. De modo que Kiefer hizo lo único sensato, obligó a su hermana a contraer matrimonio con Luther Bähr para evitar un escándalo.

La vida que Frederika había soñado tener, se convirtió rápidamente en una pesadilla. Luther le había engañado. Le había hecho creer que su prometido se encontraba en la biblioteca, a sabiendas de que ella iría a buscarlo. Aliado con uno de sus amigos, tramó todo para que el propio Leon viese a su amada entre sus brazos. El odio que sentía hacia la joven, se debía a que ésta había rechazado su propuesta hacía un año. Habiendo quedado en la ruina por una mala inversión, la dote de Frederika, le habría sacado de la miseria. Además, era bien sabido que Kiefer era un excelente inversionista. Todos, querían formar parte de sus negocios. Siendo su cuñado, aseguraría su activa participación. Excepto que el escándalo que protagonizaron, les hizo alejarse de la ciudad y refugiarse en las afueras. Las veces que Kiefer podía ir a visitarla, fueron contadas y en ninguna ocasión, se dio cuenta del miedo que gobernaba a su hermana. Luther no era solo un hombre violento, la mantenía encerrada por culpa de los celos. No fue sino hasta que tuvo a su primer hijo que las cosas parecieron mejorar entre ellos. Volvieron a la ciudad, aunque pronto llegaría a la conclusión de cuán errada fue su decisión.

Leon, pertenecía a una de las familias que se dedicaban a la cacería de seres sobrenaturales, todos pertenecientes a la Santa Inquisición, con uno de los secretos mayores guardados. Mientras en los archivos existían un sinfín de información sobre los cambiantes y sus variantes, no había ningún solo documento que afirmase o negase la existencia de los tipos insectos. Ellos, después de todo, no eran como los demás. Si bien envejecían con lentitud, no cambiaban su forma humana, sino que controlaban a dicha especie. Estaba en una misión de encubierto cuando sucedió su encuentro con Frederika. Si algo le sorprendió, fue ver el cambio de la joven. La vivaz y entusiasta fémina, había desaparecido para ser sustituida por un fantasma. A pesar del anhelo que ésta le provocaba y el odio que aún sentía por su traición, indagó sobre su vida en contra de sus deseos. No tardó en descubrir sobre los maltratos físicos que sufría y, muy a su pesar, se sintió culpable por haberla arrojado a los brazos de Luther. Fue en uno de esos estúpidos bailes que la vio alejarse del bullicio y la siguió. Irónicamente, era la misma mansión de los Blume, donde antaño le había encontrado en una escena comprometedora.

Klaus, nació nueve meses después de aquél encuentro. Fue evidente para Luther, que el niño rubio no compartía ningún lazo sanguíneo consigo y, como si eso no fuese prueba suficiente, quedó comprobado con el paso de los años. El pequeño, crecía con lentitud y, por extraño que pareciese, éste era un imán para atraer a abejas, libélulas y avispas. Las contiendas entre la pareja Bähr pronto fueron en aumento. En más de una ocasión, Luther dejó al borde de la muerte a su esposa. Si no la asesinó, fue porque sabía que no era del agrado de su cuñado y, si ésta falleciese, los negocios entre ellos se irían a la quiebra. La encerró de nuevo, junto con su hijo, en las afueras de Alemania. Mientras, Ernest, su hijo mayor, crecía; pareciéndose cada vez más a él. Éste odiaba a su hermano. Eran como el Día y la Noche. Dos seres completamente distintos. Klaus era risueño, mientras que Ernest violento. Pero todo cambió una tarde. Su padre, había regresado de una de sus juergas y dirigido a su cuarto. Entre palabras apenas entendibles y uno que otro golpe, Klaus descubrió que era un bastardo. Frederika había entrado en algún momento y en su afán por defender a su hijo, fue quien recibió la ira de éste. No volvió a levantarse de la cama tras ese enfrentamiento.

La muerte de su madre acabó con la inocencia de Klaus. Su padre, o al menos, quien le había dado su apellido; no tardó en descargar su odio por la traición de Frederika en él. Una tarde, jugando con su hermano, fue empujado al río por éste. Ernest se carcajeaba al verlo luchar por su vida y, no fue sino hasta el último momento, que decidió ayudarlo. Una parte de él, actúo por instinto, porque de pronto, se vieron rodeados por muchas abejas. Mientras que ni uno de los insectos le picó, su hermano no corrió con la misma suerte. Unos días después, murió. A partir de entonces, los castigos y maltratos que Luther le impartía, fueron en aumento. El señor Bähr, se había dado a la tarea de investigar la vida de Leon, de modo que pronto descubrió el porqué de las anomalías. Si Klaus no hubiese estado entrenando para usar los insectos a su favor, no habría descubierto la verdad sobre su verdadero padre. Si bien nunca quiso saber sobre él, se enlistó en una organización para dejar todo atrás. Fue allí que se fortaleció, desarrollando cada una de sus habilidades para servir como espía y cazador.  


■ Guarda su secreto con mucho recelo, nadie conoce cuál es el origen de sus habilidades. Sus compañeros, solo pueden suponerlo.
■ Amante de las armas, de todas ellas.
■ Fue llamado desde Alemania porque lo necesitaban en la Santa Inquisición.
■ Es el mejor para obtener información y lo sabe, razón por la que suele presumir.