AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Por ti, sólo por ti... {Mely Rosso}
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Por ti, sólo por ti... {Mely Rosso}
Era noche cuando cabalgaba a toda prisa a mi mansión, o mejor dicho la de mi familia, hace un par de meses había una carta representando a la iglesia para informarme sobre Chiara y la respuesta no me había gustado. Por eso motivo cumplí lo más proto posible lo que se me había encomendado y así pude regresar a Paris. Estaba forzando mucho a mi caballo, me estaba dando cuenta de ello pero en mi existía una desesperación que no comprendía, era incluso mayor a la que sentí cuando creí morir por el veneno de mi querida Cammy.
Para el colmo llovió y al llegar hasta las puertas el caballop finalmente se desbocó. -Coño- me escuché decir cuando me levanté de esa aparatosa caída, inmediatamente fui hasta el animal y acaricié su cabeza, viendo en sus ojos si podía sobrevivir o tenía que acortar un sufrimiento que él provocó, pero para su suerte el caballo se repondría.
-¿Señor Rosso?- dijo Juan que sosteniendo una lámpara y un paraguas había salido para ver de que iba todo ese espectáculo. Ruggero sólo pudo sonreír como un chiquillo. -He venido a por mi familia, ¿dónde están ellos?- pero Juan vaciló y no me dio la cara. -Será mejor que pase Sr. Rosso- dijo en algo que no pintaba para nada bueno. Cuando entré Estella me recibió justo como Juan, con sorpresa aunque con una diferencia, ella fue a abrazarme dejando a iun lado que estuviera empapado.
-Mi esposa, quiero ver a mi esposa, ¿dónde está Chiara?- dije luego de que ellos no me dijeron nada, lo único que hicieron fue verse entre ellos. -Se ha ido, ¿no es verdad?- y Estella afirmó mis sospechas. -¡POR QUÉ LO PERMITIRTE, TU OBLIGACIÓN ERA CUIDARLA, SI ELLA SE IBA TU TENÍAS QUE SEGUIRLA, ESTAR CON ELLA!- y entonces me dejé caer llorando, Juan y Estella sólo me miraban sin saber que decir. -Es verdad que ella se fue mi Sr., pero regresó, pero perdió a uno de sus hijos y ella desapareció- entonces me sentí aterrado y miré a Estella. -¿Qué es lo que me decís? Chiara se llevó a mis hijos y los perdió, ¿eso hizo ella?- dije casi furioso.
-No Sr. sólo a Ruggero la pequeña Mely está aquí, en la habítación que habían reservado para ella, nosotros la estamos cuidando- mis ojos se llenaron de alegría y no pude evitar llorar de dicha, me puse de pie y corrí a las escaleras para ver a lo único que me quedaba en la vida. -Amo no la vaya a despertar está dormida- dijo Estella en un tono maternal pero a mi no me importaba, sólo quería verla. Corrí por el pasillo y abrí la puerta deteniéndome para verla dormir, ya había crecido, tendría cuatro o cinco años, no estaba seguro, había permanecido suspendido temporalmente en la Inquisición por lo que el tiempo no era mi aliado. Caminé hasta una silla y la coloqué a un costado sentándome. -Mi pequeña, mi pedacito de amor- y no pude contener de nuevo las lagrimas.
Para el colmo llovió y al llegar hasta las puertas el caballop finalmente se desbocó. -Coño- me escuché decir cuando me levanté de esa aparatosa caída, inmediatamente fui hasta el animal y acaricié su cabeza, viendo en sus ojos si podía sobrevivir o tenía que acortar un sufrimiento que él provocó, pero para su suerte el caballo se repondría.
-¿Señor Rosso?- dijo Juan que sosteniendo una lámpara y un paraguas había salido para ver de que iba todo ese espectáculo. Ruggero sólo pudo sonreír como un chiquillo. -He venido a por mi familia, ¿dónde están ellos?- pero Juan vaciló y no me dio la cara. -Será mejor que pase Sr. Rosso- dijo en algo que no pintaba para nada bueno. Cuando entré Estella me recibió justo como Juan, con sorpresa aunque con una diferencia, ella fue a abrazarme dejando a iun lado que estuviera empapado.
-Mi esposa, quiero ver a mi esposa, ¿dónde está Chiara?- dije luego de que ellos no me dijeron nada, lo único que hicieron fue verse entre ellos. -Se ha ido, ¿no es verdad?- y Estella afirmó mis sospechas. -¡POR QUÉ LO PERMITIRTE, TU OBLIGACIÓN ERA CUIDARLA, SI ELLA SE IBA TU TENÍAS QUE SEGUIRLA, ESTAR CON ELLA!- y entonces me dejé caer llorando, Juan y Estella sólo me miraban sin saber que decir. -Es verdad que ella se fue mi Sr., pero regresó, pero perdió a uno de sus hijos y ella desapareció- entonces me sentí aterrado y miré a Estella. -¿Qué es lo que me decís? Chiara se llevó a mis hijos y los perdió, ¿eso hizo ella?- dije casi furioso.
-No Sr. sólo a Ruggero la pequeña Mely está aquí, en la habítación que habían reservado para ella, nosotros la estamos cuidando- mis ojos se llenaron de alegría y no pude evitar llorar de dicha, me puse de pie y corrí a las escaleras para ver a lo único que me quedaba en la vida. -Amo no la vaya a despertar está dormida- dijo Estella en un tono maternal pero a mi no me importaba, sólo quería verla. Corrí por el pasillo y abrí la puerta deteniéndome para verla dormir, ya había crecido, tendría cuatro o cinco años, no estaba seguro, había permanecido suspendido temporalmente en la Inquisición por lo que el tiempo no era mi aliado. Caminé hasta una silla y la coloqué a un costado sentándome. -Mi pequeña, mi pedacito de amor- y no pude contener de nuevo las lagrimas.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/08/2012
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Re: Por ti, sólo por ti... {Mely Rosso}
Habia pasado toda la mañana y parte de la tarde, escrutando el escritorio de su papá. Le gustaba ese lugar, el aroma que lo envolvía todo. Creía que así debía ser el perfume que emanaba de la piel de su padre. Sentada en el sillón, que se encontraba tras el amplio escritorio, acarició con sus manesitas el cuero y sonrió. Sabía que no volvería a verlo, que su papá estaba en el cielo, junto a su hermanito y su mamá, pero estaba segura que estando cerca de sus cosas, era una forma de poder sentirse acompañada por ellos. – En el cielo - Así le había dicho la mujer con la que había viajado desde Escocia, - tu mamá… murió en aquel incendio, ¿te acuerdas? – Mely había llorado, porque ella amaba a su mamá y porque si ellos ya no estaban, entonces ¿Quién la amaría incondicionalmente? – Solo mamá sabe que me gusta la tarta de queso y arándanos, cual era mi juguete favorito, y me ayudó a aprender el italiano que ella hablaba tan bonito – dijo en voz baja, con un dejo de tristeza. Había días en que extrañaba mucho a su familia y prefería huir de la mirada atenta de Estela, no era que no la quisiera, había sido como una tía en todos esos meses que trascurrieran desde su llegada a Paris, - pero no es mamá – murmuró frunciendo sus labios, apunto de llorar.
Mely era una niña muy despierta, inteligente, casi un pequeño prodigio. Su madre le había dicho que tanto Ruggero como ella, eran así de inteligentes, porque su padre lo había sido y la pequeña lo creía de pie juntillas. Se escurrió por la silla, escondiéndose bajo el escritorio cuando oyó los pasos que delataban a Estela, de seguro la estaba buscando para que tomara su baño vespertino y comiera su cena. Siempre la mandaban a dormir apenas las primeras estrellas asomaban sus bellos resplandores en la inmensidad del cielo. La mujer entró al despacho, pero no encontró a la pequeña, descubrió la puerta que daba al jardín, la cual estaba abierta y dio por sentado que de seguro la niña había ido a jugar en el jardín que tanto amaba su madre.
Cuando se quedó sola nuevamente, salió de su escondite, para colocarse frente a un cuadro muy parecido al que había engalanado el salón azul en el catillo de Escocia, aquel que había guardado la extensa colección de armas del inquisidor, allí donde la pequeña se había quedado dormida la noche del incendio y estaba segura que había sido su papá, quien la había sacado en andas, salvándola del incendio. Era en ese salón donde una pintura igual a la que contemplaba ahora mostraba la estampa de su padre. Un hombre de pie, con el rostro apenas girado, observaba a quien lo contemplaba desde fuera del cuadro, ese apuesto hombre de mirada altiva, de ojos de un color azul intenso como las aguas del mar que contempló cuando viajó con aquella extraña mujer, al volver a Paris, no era otro que su padre. Se acercó a la pintura y leyó la inscripción – Ruggero… Rosso – sonrió, feliz de poder recordar cómo había sido su papá, pues en sus cortos años, solo lo había conocido en las obras de arte que su madre había hecho realizar para ellos, - así, era vuestro padre, gallardo, imponente, valiente caballero… debéis ser valientes como él, pues de seguro estará orgulloso de ustedes… mis pequeños – solía decirle su madre, cuando los acompañaba a ver el gran retrato del salón azul. No pudo contener las lágrimas, la extrañaba tanto, que a veces despertaba en la noche creyendo escuchar su voz. Con sus ojos llorosos, contempló nuevamente la imagen, - papá, tu que estás más cerca de ellos… dile a mamá que no me olvide… dile que la quiero y que desearía que estuviera a mi lado – bajó la cabeza – ojalá vinieras a buscarme, para llevarme con ellos… no quiero estar más aquí sola… por favor… vuelve – dijo entre sollozos, salió corriendo de aquella habitación, para subir a su cuarto y tirarse en la cama.
A pesar de que Estela insistiera una y otra vez, esa noche, Mely, se empecinó en no comer. Por eso se fue a dormir sin cenar y se quedó dormida, rendida luego de tanto llorar, rogando a Dios que le diera la posibilidad de que su papá bajara del cielo y la viniera a buscar. Habían pasado unas horas, se movió en el lecho algo angustiada. Soñaba que su mamá le acariciaba los cabellos, le decía que no podía quedarse con ella, pero que debía ser fuerte, debía demostrar que sería valiente. Despertó sollozando, - mamá… mamá – gritó ocultando sus ojos con sus puños cerrados – quiero a mi mamá -.
Mely era una niña muy despierta, inteligente, casi un pequeño prodigio. Su madre le había dicho que tanto Ruggero como ella, eran así de inteligentes, porque su padre lo había sido y la pequeña lo creía de pie juntillas. Se escurrió por la silla, escondiéndose bajo el escritorio cuando oyó los pasos que delataban a Estela, de seguro la estaba buscando para que tomara su baño vespertino y comiera su cena. Siempre la mandaban a dormir apenas las primeras estrellas asomaban sus bellos resplandores en la inmensidad del cielo. La mujer entró al despacho, pero no encontró a la pequeña, descubrió la puerta que daba al jardín, la cual estaba abierta y dio por sentado que de seguro la niña había ido a jugar en el jardín que tanto amaba su madre.
Cuando se quedó sola nuevamente, salió de su escondite, para colocarse frente a un cuadro muy parecido al que había engalanado el salón azul en el catillo de Escocia, aquel que había guardado la extensa colección de armas del inquisidor, allí donde la pequeña se había quedado dormida la noche del incendio y estaba segura que había sido su papá, quien la había sacado en andas, salvándola del incendio. Era en ese salón donde una pintura igual a la que contemplaba ahora mostraba la estampa de su padre. Un hombre de pie, con el rostro apenas girado, observaba a quien lo contemplaba desde fuera del cuadro, ese apuesto hombre de mirada altiva, de ojos de un color azul intenso como las aguas del mar que contempló cuando viajó con aquella extraña mujer, al volver a Paris, no era otro que su padre. Se acercó a la pintura y leyó la inscripción – Ruggero… Rosso – sonrió, feliz de poder recordar cómo había sido su papá, pues en sus cortos años, solo lo había conocido en las obras de arte que su madre había hecho realizar para ellos, - así, era vuestro padre, gallardo, imponente, valiente caballero… debéis ser valientes como él, pues de seguro estará orgulloso de ustedes… mis pequeños – solía decirle su madre, cuando los acompañaba a ver el gran retrato del salón azul. No pudo contener las lágrimas, la extrañaba tanto, que a veces despertaba en la noche creyendo escuchar su voz. Con sus ojos llorosos, contempló nuevamente la imagen, - papá, tu que estás más cerca de ellos… dile a mamá que no me olvide… dile que la quiero y que desearía que estuviera a mi lado – bajó la cabeza – ojalá vinieras a buscarme, para llevarme con ellos… no quiero estar más aquí sola… por favor… vuelve – dijo entre sollozos, salió corriendo de aquella habitación, para subir a su cuarto y tirarse en la cama.
A pesar de que Estela insistiera una y otra vez, esa noche, Mely, se empecinó en no comer. Por eso se fue a dormir sin cenar y se quedó dormida, rendida luego de tanto llorar, rogando a Dios que le diera la posibilidad de que su papá bajara del cielo y la viniera a buscar. Habían pasado unas horas, se movió en el lecho algo angustiada. Soñaba que su mamá le acariciaba los cabellos, le decía que no podía quedarse con ella, pero que debía ser fuerte, debía demostrar que sería valiente. Despertó sollozando, - mamá… mamá – gritó ocultando sus ojos con sus puños cerrados – quiero a mi mamá -.
Claudine Millet - Doga- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/02/2015
Re: Por ti, sólo por ti... {Mely Rosso}
Sentí lastima y luego dolor por la escena, su hija sufría ¿desde cuando lo hacía? ¿cuánto tiempo llevaba Chiara apartada de ella? ¡DONDE ESTABA MI HIJO... MI HIJO! mi corazón estaba echo pedazos y desvié la mirada escuchándola llorar para después de un par de minutos pararme y sentarme en la cama. Estaba empapado pero eso no me importó, de hecho ni siquiera lo había pensado cuando sostuve a mi pequeña entre mis brazos y la llevé a mi pecho.
-Llora Mely, mi pequeña, llora cuanto pueda tu corazón que ya no estarás sola. No mientras viva yo y eso será por muchos años- le besé la frente y la abracé con más cariño luego miré hacía la puerta donde estaban Estella y Juan, entonces supe que si ella quería a su madre, Ruggero se la daría.
La alejé de mis abrazo y sequé sus lágrimas para después sonreirle y mirar directamente a sus hijos. -No te preocupes mi pequeña luz del cielo, yo iré a buscar a tu madre para que no te haga falta, para que no llores por ella-dije y me levanté deseando poder decirle que iría también por su hermano.
-Llora Mely, mi pequeña, llora cuanto pueda tu corazón que ya no estarás sola. No mientras viva yo y eso será por muchos años- le besé la frente y la abracé con más cariño luego miré hacía la puerta donde estaban Estella y Juan, entonces supe que si ella quería a su madre, Ruggero se la daría.
La alejé de mis abrazo y sequé sus lágrimas para después sonreirle y mirar directamente a sus hijos. -No te preocupes mi pequeña luz del cielo, yo iré a buscar a tu madre para que no te haga falta, para que no llores por ella-dije y me levanté deseando poder decirle que iría también por su hermano.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/08/2012
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Re: Por ti, sólo por ti... {Mely Rosso}
Sintió como unos fuertes brazos la rodeaban y la acercaban al pecho. Levantó la mirada y solo pudo ver el cuello y la barba rubia incipiente. Sus ojos se abrieron por la sorpresa, pero no quiso moverse, temía despertar de ese sueño y que su papá no estuviera abrazándola.
Le escuchó, prometerle que ya no estaría sola, y se sintió reconfortada. Las ropas mojadas de su padre habían humedecido su pijama y mezclado con sus lágrimas. A todo lo que dijo su padre ella asintió con un leve movimiento de cabeza. Hasta que sintió que la apartaba de él. Tuvo miedo, no quería que la dejara de acunar, no sentía esa sensación, desde hacía muchísimo tiempo, era extraño, pero recordaba borrosamente las veces que su padre la cargara siendo una niña de poco más de un año. Estuvo a punto de ponerse a llorar de nuevo, cuando él le prometió que iría a buscar a su madre.
Negó con la cabeza e hizo fuerza para volver a acurrucarse en el pecho de su padre, - no papá, no puedes ir a buscarla… mamá está muerta… la señora que me trajo hasta aquí, me lo dijo muchas veces – sollozó – solo yo, sobreviví y fue porque tú me sacaste de ese incendio… ¿ lo recuerdad? – dijo con el rostro iluminado, aunque luego sintió que la tristeza la volvía a invadir, - pero… ¿Por qué no salvaste a mamá… a mi hermano? ¿Por qué solo a mí? -, no quiso saberlo, negó con la cabeza, solo deseaba que su papá no la dejara nunca más – prométeme papá, que jamás volverás a dejarme… no quiero estar nunca sola, no quiero perderte a ti también -.
Le escuchó, prometerle que ya no estaría sola, y se sintió reconfortada. Las ropas mojadas de su padre habían humedecido su pijama y mezclado con sus lágrimas. A todo lo que dijo su padre ella asintió con un leve movimiento de cabeza. Hasta que sintió que la apartaba de él. Tuvo miedo, no quería que la dejara de acunar, no sentía esa sensación, desde hacía muchísimo tiempo, era extraño, pero recordaba borrosamente las veces que su padre la cargara siendo una niña de poco más de un año. Estuvo a punto de ponerse a llorar de nuevo, cuando él le prometió que iría a buscar a su madre.
Negó con la cabeza e hizo fuerza para volver a acurrucarse en el pecho de su padre, - no papá, no puedes ir a buscarla… mamá está muerta… la señora que me trajo hasta aquí, me lo dijo muchas veces – sollozó – solo yo, sobreviví y fue porque tú me sacaste de ese incendio… ¿ lo recuerdad? – dijo con el rostro iluminado, aunque luego sintió que la tristeza la volvía a invadir, - pero… ¿Por qué no salvaste a mamá… a mi hermano? ¿Por qué solo a mí? -, no quiso saberlo, negó con la cabeza, solo deseaba que su papá no la dejara nunca más – prométeme papá, que jamás volverás a dejarme… no quiero estar nunca sola, no quiero perderte a ti también -.
Claudine Millet - Doga- Humano Clase Alta
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 28/02/2015
Re: Por ti, sólo por ti... {Mely Rosso}
Cuando la sentí en mis brazos nuevamente le abracé y besé su frente. Sus palabras me entristecieron, ¿por qué se le había mentido a mi hija?, ¿por qué Estella no le dijo la verdad?, ¿cuánto tiempo ha vivido engañada? Pensé furioso pero acariciando el cabello dorado de mi hija.
-Mi niña, os han mentido. Vuestra madre está viva y os traeré de vuelta, mas no lo haré hoy... Y Mely yo no sé que fue lo que sucedió en Escocia, estaba dormido como en los cuentos de hadas. Dios debió haberte salvado- volví a separarla para limpiar sus lágrimas y que fuera capaz de ver la verdad en mis ojos.
-Estaré aquí para ti, no os dejaré- dije y sólo eso. No podía prometerle que siempre estaría para ella, no con esa profesión, no si continuaba como inquisidor, ¡pero qué otra opción tenía?, era eso o la muerte.
-Mi niña, os han mentido. Vuestra madre está viva y os traeré de vuelta, mas no lo haré hoy... Y Mely yo no sé que fue lo que sucedió en Escocia, estaba dormido como en los cuentos de hadas. Dios debió haberte salvado- volví a separarla para limpiar sus lágrimas y que fuera capaz de ver la verdad en mis ojos.
-Estaré aquí para ti, no os dejaré- dije y sólo eso. No podía prometerle que siempre estaría para ella, no con esa profesión, no si continuaba como inquisidor, ¡pero qué otra opción tenía?, era eso o la muerte.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/08/2012
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Re: Por ti, sólo por ti... {Mely Rosso}
Tal vez, su sonrisa haría creer a su padre que se sentía mejor, que las dudas, el miedo, la culpabilidad, habían pasado. Pero la verdad era otra, en su cabeza se formaron muchas preguntas, y entre ellas la más difícil de encontrar una respuesta, - ¿pero si tu no me sacaste de aquel salón en llamas… ¿quien fue? – caviló con la mirada cargada de tristeza. Supo entonces que el fuego había sido provocado por su torpeza, ella, había llevado aquel candil, entrado a una habitación que su madre les tenía prohibida, pero extrañaba a su padre y por eso había desobedecido el pedido de su madre.
Recordó días atrás cuando en los jardines de Notre Dame, había observado a muchos hombres vestidos como su padre, igual como aquel hombre que la abrazaba, - ¿y si el que me salvó, en verdad deseaba dejar que los demás murieran? - se estremeció en brazos de su padre, como si un viento helado la tocara. No podía decirle nada, no podía confesar que ella era la culpable de aquel incendio donde su madre desapareciera.
Sintió la caricia de su padre, pero también podía darse cuenta de cómo él intentaba contener sus sentimientos, - papá, si es verdad que mamá está viva, tráela con bien, pero no la culpes, no fue ella la culpable de todo lo que paso… - no pudo, ni quiso continuar. Parecía que nadie comprendía que, a pesar de ser una niña inteligente, un prodigio, aquel hombre que la abrazaba, al final de cuentas no era más que un extraño. Le miró, intentando encontrar cada uno de los rasgos que su madre les contara para que jamás olvidaran a su padre, para que le conocieran, a pesar de la separación definitiva.
Sonrió con tristeza, llevó su mano a la barba del caballero, - si mamá pudiera ver que estas vivo, si no te hubieras dormido como en un cuento de hadas… ella no hubiera pasado las noches repitiendo tu nombre, llorando y pidiendo a Dios que te cuide – sus palabras parecían las de una mujer adulta, Estela no se sorprendió, había llegado a conocer a esa niña que parecía llevar en su interior el alma de una joven , una lagrima corrió por su mejilla, pensó en su señora, en donde estaría, y que parecía que nadie pensaba en aquello, tal vez, su amo solo había dejado de amarla, tal vez encontrarse con su hija sería suficiente para él. Pero la criada no pudo más que sentir un poco de rencor, porque bien sabía ella que si Chiara optó por huir, había sido porque el pequeño Ruggero comenzaba a comportarse de forma extraña, y porque hombres extraños habían estado vigilando a su señora, por eso, por miedo a que la vida de sus hijos corriera peligro, como había pasado con Girolamo, es que Chiara termino en Escocia, - ¿pero acaso mi señor se acordará de lo vivido por su esposa, semanas antes que él desapareciera? – caviló, observando a ese padre que con adoración acariciaba a su hija.
Recordó días atrás cuando en los jardines de Notre Dame, había observado a muchos hombres vestidos como su padre, igual como aquel hombre que la abrazaba, - ¿y si el que me salvó, en verdad deseaba dejar que los demás murieran? - se estremeció en brazos de su padre, como si un viento helado la tocara. No podía decirle nada, no podía confesar que ella era la culpable de aquel incendio donde su madre desapareciera.
Sintió la caricia de su padre, pero también podía darse cuenta de cómo él intentaba contener sus sentimientos, - papá, si es verdad que mamá está viva, tráela con bien, pero no la culpes, no fue ella la culpable de todo lo que paso… - no pudo, ni quiso continuar. Parecía que nadie comprendía que, a pesar de ser una niña inteligente, un prodigio, aquel hombre que la abrazaba, al final de cuentas no era más que un extraño. Le miró, intentando encontrar cada uno de los rasgos que su madre les contara para que jamás olvidaran a su padre, para que le conocieran, a pesar de la separación definitiva.
Sonrió con tristeza, llevó su mano a la barba del caballero, - si mamá pudiera ver que estas vivo, si no te hubieras dormido como en un cuento de hadas… ella no hubiera pasado las noches repitiendo tu nombre, llorando y pidiendo a Dios que te cuide – sus palabras parecían las de una mujer adulta, Estela no se sorprendió, había llegado a conocer a esa niña que parecía llevar en su interior el alma de una joven , una lagrima corrió por su mejilla, pensó en su señora, en donde estaría, y que parecía que nadie pensaba en aquello, tal vez, su amo solo había dejado de amarla, tal vez encontrarse con su hija sería suficiente para él. Pero la criada no pudo más que sentir un poco de rencor, porque bien sabía ella que si Chiara optó por huir, había sido porque el pequeño Ruggero comenzaba a comportarse de forma extraña, y porque hombres extraños habían estado vigilando a su señora, por eso, por miedo a que la vida de sus hijos corriera peligro, como había pasado con Girolamo, es que Chiara termino en Escocia, - ¿pero acaso mi señor se acordará de lo vivido por su esposa, semanas antes que él desapareciera? – caviló, observando a ese padre que con adoración acariciaba a su hija.
Claudine Millet - Doga- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/02/2015
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