AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Miedos - Diario de Mely
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Miedos - Diario de Mely
Mely se quedó pensativa, sentada en uno de los sillones que, colocado cerca de la chimenea, se mantenía agradablemente tibio. Los días comenzaban a volverse más fríos, y cortos. En la mente de la pequeña, un solo temor ocupaba todo el día. Hacía unas noches atrás, su padre, aquel que creyeran muerto, apareció, como si no hubiera pasado el tiempo, diciendo que había dormido todo esos años, como en las historias que su madre les solía relatar por las noches antes de dormir allí en el castillo junto al lago. El, había pasado tres años, en un lugar lejano, dormido, sin saber que ellos crecieron, que se habían mudado a Escocia y que allí, su madre y su hermano habían desaparecido. Pero, entonces llegó, como el caballero que siempre se había imaginado que sería su papá, la había abrazado y prometido que jamás volvería a estar sola. En parte lo había cumplido, aunque la realidad era que cada dos por tres, debía permanecer días y hasta semanas lejos de ella, porque sí se lo pedían sus obligaciones, sus misiones, ese trabajo que Mely no comprendía muy bien de que se trataba, inmediatamente desaparecía. Entonces Mely temía que se esfumara como lo había hecho una vez.
Pero su preocupación no rayaba, solo, en la ausencia esporádica de su padre. No, su mayor angustia estaba en que, la noche en que su padre había vuelto, le afirmó, con total seguridad, que su madre estaba viva, que iría a buscarla y que la traería devuelta. Mely le había rogado que no lo hiciera, porque temía que se fuera y no volviera. Eso era lógico, pero también era verdad que cada día la necesitaba más, y esa promesa hecha por su padre no se cumplía.
Se arrebujó en la manta que la cubría, sus ojos vidriosos mostraban que había estado llorando, ¿Cómo no hacerlo, cuando extrañaba tanto a su bella mamá? Por eso aferraba con mucha fuerza un chal que había pertenecido a Chiara. Estela entró en la habitación, con una bandeja, en ella una taza de humeante chocolate caliente era acompañada por unos croissant, - Mira Mely lo que te he traído, no me digas que no te gusta porque sé que lo adoras - le aseguró la mujer. Pero Mely solo se ocultó más dentro de la cobija, negando con la cabeza, - solo quiero que papá traiga de vuelta a mamá… él me lo prometió – dijo con un dejo de frustración en la voz. Estela se acercó a la pequeña, dejó la bandeja en la mesa de café y se sentó en el mismo sillón, - a ver pequeña – dijo atrayendo a la hija del inquisidor a sus brazos – no creo que tu papá esté perdiendo el tiempo, de seguro, no debe pasar un día sin que la busque, pero puede pasar que ella no esté aquí en Paris, tal vez, está con tu tia Giulia en Italia, o en Escocia aun en el hospital y esas averiguaciones llevan tiempo – le quiso explicar. – No, no tenemos tanto tiempo, el invierno está por llegar y Mamá morirá de frio, esté aquí, en Italia o en el lago – susurró, la pequeña, recordando el lago escoces que Chiara siempre les prohibía visitar solos por miedo a que cayeran al agua y se ahogaran. La mujer abrazo con ternura, pero Mely se desmoronó en llanto – shhhhh… bambina… mi diminuta diadema, estoy segura que tu mamá, estará bien, allí donde esté y que si puede, buscará la forma de reencontrarte, de volver a ti y darte muchos abrazos y besos - le habló al oído, acariciando su rubia cabellera, tan parecida a la de su madre y besando su frente blanca como la nieve que no se haría esperar ese año.
Cuando la pequeña se durmió, Estela cerró la puerta intentando no hacer el mas mínimo ruido, - ojalá el amo Rosso, logre encontrar a su esposa, y que el rencor que siente hacia ella, no nuble el entendimiento, dejando sin madre a una niña tan indefensa -.
Pero su preocupación no rayaba, solo, en la ausencia esporádica de su padre. No, su mayor angustia estaba en que, la noche en que su padre había vuelto, le afirmó, con total seguridad, que su madre estaba viva, que iría a buscarla y que la traería devuelta. Mely le había rogado que no lo hiciera, porque temía que se fuera y no volviera. Eso era lógico, pero también era verdad que cada día la necesitaba más, y esa promesa hecha por su padre no se cumplía.
Se arrebujó en la manta que la cubría, sus ojos vidriosos mostraban que había estado llorando, ¿Cómo no hacerlo, cuando extrañaba tanto a su bella mamá? Por eso aferraba con mucha fuerza un chal que había pertenecido a Chiara. Estela entró en la habitación, con una bandeja, en ella una taza de humeante chocolate caliente era acompañada por unos croissant, - Mira Mely lo que te he traído, no me digas que no te gusta porque sé que lo adoras - le aseguró la mujer. Pero Mely solo se ocultó más dentro de la cobija, negando con la cabeza, - solo quiero que papá traiga de vuelta a mamá… él me lo prometió – dijo con un dejo de frustración en la voz. Estela se acercó a la pequeña, dejó la bandeja en la mesa de café y se sentó en el mismo sillón, - a ver pequeña – dijo atrayendo a la hija del inquisidor a sus brazos – no creo que tu papá esté perdiendo el tiempo, de seguro, no debe pasar un día sin que la busque, pero puede pasar que ella no esté aquí en Paris, tal vez, está con tu tia Giulia en Italia, o en Escocia aun en el hospital y esas averiguaciones llevan tiempo – le quiso explicar. – No, no tenemos tanto tiempo, el invierno está por llegar y Mamá morirá de frio, esté aquí, en Italia o en el lago – susurró, la pequeña, recordando el lago escoces que Chiara siempre les prohibía visitar solos por miedo a que cayeran al agua y se ahogaran. La mujer abrazo con ternura, pero Mely se desmoronó en llanto – shhhhh… bambina… mi diminuta diadema, estoy segura que tu mamá, estará bien, allí donde esté y que si puede, buscará la forma de reencontrarte, de volver a ti y darte muchos abrazos y besos - le habló al oído, acariciando su rubia cabellera, tan parecida a la de su madre y besando su frente blanca como la nieve que no se haría esperar ese año.
Cuando la pequeña se durmió, Estela cerró la puerta intentando no hacer el mas mínimo ruido, - ojalá el amo Rosso, logre encontrar a su esposa, y que el rencor que siente hacia ella, no nuble el entendimiento, dejando sin madre a una niña tan indefensa -.
Claudine Millet - Doga- Humano Clase Alta
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 28/02/2015
Re: Miedos - Diario de Mely
Pasaron unos días luego de la conversación con Estella. Tal vez porque el ama de llaves debía ocuparse de muchos detalles ahora que el amo había vuelto, o porque no sabía como manejarse con las preguntas de la pequeña, le habían puesto una doncella a su cuidado, la que estaba siempre al pendiente de lo que necesitara.
Los primeros dias, Mely se mantuvo reticente a la aparición de Clemence, se negaba a que la bañase o la vistiese, continuamente hacía berrinches, para que la joven terminara llamando al ama de llave quien mandaba a la joven de vuelta a la cocina.
En una de esas ocasiones, Estella se sentó junto a la pequeña, en el lecho de ella. Mely pronto apoyó la cabecita sobre el regazo y comenzó a llorar, - ¿porque lloras, mi pimpollo?- preguntó la mujer. La niña secándose las lagrimas, se incorporó hasta que sus miradas se cruzaron, - es que... no quiero otra mamá, quiero que vuelva la mia, que me abrace como lo hacía y me diga que todo estará bien... no quiero que papá se quede con Clemence - Estella se quedó en silencio para luego terminar riendo. Mely la contempló, con ojos asombrados, algo enojada, - ¿que es tan gracioso? - pensó, sentándose mejor en el lecho y cruzando los brazos en señal de protesta. La observó con profundo reproche, Estela la contempló por un instante, mientras su sonrisa se ensanchaba en el rostro y negaba con la cabeza - mi niña, no te enojes... no me mal interpretes... no me rio de ti... es que sé que tu padre ama a tu madre como jamás amo... lo conozco desde hace tanto tiempo... que sé muy bien cuando fue que tu padre comenzó a ser nuevamente feliz - le acarició la cabeza y la atrajo a su pecho - fue el día que trajo a tu madre a ésta casa - suspiró antes de proseguir - Nadie logrará arrancar a tu madre de su corazón... como nadie pudo borrar del corazón de tu madre el amor que profesaba por tu padre... ehmmm... quiero decir que aún profesa por tu padre - se corrigió. No quería que la niña pensara que, ella, podía creer que Chiara hubiera muerto en Escocia, después de tantos meses sin una noticia, el corazón del ama de llaves, comenzaba a perder una a una las esperanzas. Tanto Estella como Mely, esperaban que, Ruggero, pudiera dar no ella, que jamás dejara de buscarla.
La pequeña suspiró, temía que llegara un momento que su padre decidiera darle una madrastra, olvidar a su madre, que veía fantasmas en donde no lo había. Sonrió aliviada, se prometió que, desde ese momento, sería mas educada y bondadosa con la joven. Ella solo quería que su papá no dejara de buscar a su mamita, deseaba volver a tener la familia que alguna vez había disfrutado, aunque la ausencia de su hermano, también la entristecía. A pesar de ello, no sabía porque, estaba segura que él se encontraba bien y no muy lejos de ellos.
Los primeros dias, Mely se mantuvo reticente a la aparición de Clemence, se negaba a que la bañase o la vistiese, continuamente hacía berrinches, para que la joven terminara llamando al ama de llave quien mandaba a la joven de vuelta a la cocina.
En una de esas ocasiones, Estella se sentó junto a la pequeña, en el lecho de ella. Mely pronto apoyó la cabecita sobre el regazo y comenzó a llorar, - ¿porque lloras, mi pimpollo?- preguntó la mujer. La niña secándose las lagrimas, se incorporó hasta que sus miradas se cruzaron, - es que... no quiero otra mamá, quiero que vuelva la mia, que me abrace como lo hacía y me diga que todo estará bien... no quiero que papá se quede con Clemence - Estella se quedó en silencio para luego terminar riendo. Mely la contempló, con ojos asombrados, algo enojada, - ¿que es tan gracioso? - pensó, sentándose mejor en el lecho y cruzando los brazos en señal de protesta. La observó con profundo reproche, Estela la contempló por un instante, mientras su sonrisa se ensanchaba en el rostro y negaba con la cabeza - mi niña, no te enojes... no me mal interpretes... no me rio de ti... es que sé que tu padre ama a tu madre como jamás amo... lo conozco desde hace tanto tiempo... que sé muy bien cuando fue que tu padre comenzó a ser nuevamente feliz - le acarició la cabeza y la atrajo a su pecho - fue el día que trajo a tu madre a ésta casa - suspiró antes de proseguir - Nadie logrará arrancar a tu madre de su corazón... como nadie pudo borrar del corazón de tu madre el amor que profesaba por tu padre... ehmmm... quiero decir que aún profesa por tu padre - se corrigió. No quería que la niña pensara que, ella, podía creer que Chiara hubiera muerto en Escocia, después de tantos meses sin una noticia, el corazón del ama de llaves, comenzaba a perder una a una las esperanzas. Tanto Estella como Mely, esperaban que, Ruggero, pudiera dar no ella, que jamás dejara de buscarla.
La pequeña suspiró, temía que llegara un momento que su padre decidiera darle una madrastra, olvidar a su madre, que veía fantasmas en donde no lo había. Sonrió aliviada, se prometió que, desde ese momento, sería mas educada y bondadosa con la joven. Ella solo quería que su papá no dejara de buscar a su mamita, deseaba volver a tener la familia que alguna vez había disfrutado, aunque la ausencia de su hermano, también la entristecía. A pesar de ello, no sabía porque, estaba segura que él se encontraba bien y no muy lejos de ellos.
Claudine Millet - Doga- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/02/2015
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