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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Venance Carpaccio Dom Abr 12, 2015 6:47 pm

“Pasarán mil años y recordaré todo de ti”


Italia seguía siendo un lugar calmado en aquellos años venideros. Y la suerte estaba de mi lado al encontrarme con tantas personas deseosas de palparse en conocimientos, principalmente debido a que las guerras y los trabajos físicos empezaban a ser menos importantes y el cerebro estaría en la cúspide. Astrología, física, matemáticas, música y por sobre todo, la pintura. El arte de materializar lo que vemos en un lienzo. Sabía que pronto haría furor una nueva tecnología, unos aparatos extravagantemente grandes que con unos movimientos hacían que las formas se igualaran sobre un papel. Deseaba aprender eso también, mi hambre del saber no se apagaba y era lo que me mantenía en pie y lo que haría que sea un ente eterno en la tierra. Y justamente por eso, hacía no mucho tiempo, había decidido aceptar a un niño nuevo en la escuela. El vástago de uno de los tantos inmortales que había conocido me lo había pedido. Un niño de corazón latente de no más de catorce años, clase baja. La principal razón había sido que las características concordaban con el bebé que años atrás había salvado de morir en la basura. Y cuando me dijo su nombre rápidamente supe que era él. Y estaba ansioso, deseoso de ver qué tanto había crecido. Observar su humanidad y abrazar su aura que me había agradado. Mi sangre corría por sus venas, eso era algo que sin duda seguiría existiendo. El aroma leve de mi esencia sobre una piel pálida. 

El tiempo había corrido más rápido de lo usual con la llegada de Amadeo. Su fuerte y su coraje para venirse contra mí hacían que en mi interior me sacara de quicio. Pero siempre le mostraba un semblante sereno. Me proponía a enseñarles a todos mis alumnos por igual en las clases nocturnas de pintura. Y él era bueno, tenía habilidad, aunque se distraía demasiado rápido. Buscaba en todo momento perturbar mis acciones y más de una vez tuve que otorgarle miradas de decepción. En las madrugadas, me acomodaba dignamente en los sillones, leyendo y disfrutando de la noche italiana. Caminaba lejos para alimentarme y buscaba la manera de esquivar a los niños que esperaban por mí. De alguna manera, había terminado convirtiéndome en un orfanato de gente adinerada. Ya que algunos padres mandaban a sus niños para así deshacerse de ellos gran parte del día. Otros dormían y vivían en la escuela. Sin duda disfrutaba el aroma humano, me dejaba molestar por los ruidos y sensaciones nuevas, que me distraían de cualquier cosa que pudiese llegar a perturbarme. — Es hora de ir a dormir Amadeo, ¿qué estás haciendo? — Pregunté en lo que caminaba por los pasillos con un candelabro y abría la puerta de su cuarto. En aquel gran edifico, no había ni un solo lugar que no me perteneciera y la palabra privacidad existía para todos, menos para cuando se trataba de mi persona. El único que podía abrir puertas sin tocar antes. Con la vista tranquila, busqué su figura.

Él siempre se las arreglaba para incumplir las reglas y salir sin castigos. Varios profesores ya me habían indicado que tendrían que utilizar mano dura con él. Pero yo me negaba a que los golpes con reglas fuesen un método de enseñanza en aquel Instituto. Por lo contrario, estaba buscando, cuál era la mejor manera de hacerles aprender. Mi inmaculado rostro seguía frente al umbral de la puerta, llevaba puesto ropas de “día”, pronto saldría de la casa a buscar mi alimento diario. Mis cabellos dorados bordeaban mi rostro y con calma terminé por apoyar el hombro sobre el marco de la puerta. Era ejemplar escuchar el sonido nulo de toda la estancia, menos el de allí. Amadeo encontraba maneras sumamente peculiares de querer provocarme y podía decir que aún no lo había logrado, pero lo haría. Terminaría por hacerme irritar alguna vez, pero por ahora, me encontraba sonriéndole, sin mostrar los dientes, pues era una expresión más de calma y predicción. No era algo anormal, más bien una situación que se daba todos las noches. Me preguntaba si en Paris él dormía en el día, ya que sus profesores decían que no prestaba atención por el sueño. Había que cambiarle ese hábito, pero era difícil teniendo que estar dentro en los días y fuera en las noches. — ¿Estás estudiando acaso? — Casi fue en broma, aunque en mi rostro nada parecía ser divertido, pero sí mitigante.
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Mar Abr 14, 2015 6:56 pm

“Los juegos despejan mi mente perturbada, esta abarrotada de pensamientos y la mayoría de ellos ni siquiera están cuerdos”


Era la primera vez en la vida que había estado conviviendo con chicos de su edad y sin duda alguna se le hacía bastante difícil el ir a la par con ellos. No entendía la mayoría de las cosas que mencionaban, Amadeo no sabia de muchos acontecimientos relevantes que estuvieran llevándose a cabo frente a la mirada de los mortales. De pequeño en el monasterio le limitaban a saber lo que era relevante para su formación como futuro monaguillo, después en el Burdel no se enteraba de nada más que del paso de los días o de los eventos dentro del propio lugar, en las calles las pestes y el hambre eran su preocupación, con su ángel su mundo solo giraba alrededor de lo que inquietaba a Hero y ahora debía comenzar a acoplarse para disfrutar lo que le quedaba de adolescencia como todos los demás lo hacían. Pero siempre en su mente tenia rondando la idea de la existencia de ángeles, vampiros… y peor aun cazadores.

En el instituto les tenían horario para todo, pasaban la lista a la hora de la comida, ademas habían personas encargadas de mantener registro de quienes se comían toda su comida y de quienes no. Lo mismo con las clases, meriendas, la hora de levantarse y a la hora de ir a dormir, pero luego de unas semanas se aburrieron se ir a vigilar que Amadeo estuviera en su cama. En París solía dormirse a eso de las cinco o seis de la mañana, la mayoría del tiempo intentaba mantenerse despierto hasta el regreso de su ángel pero eran muy pocas veces las que lo lograba y luego de desvelarse dormía hasta altas horas de la tarde por lo que seguir el horario aun era algo que le causaba problemas… pero tal vez no tantos como se pensaría, aunque la mayoría del tiempo se quedaba dormido en sus clases de la mañana sentía que lo valía, pues por las noches escuchaba la voz de su Maestro que tanta curiosidad le provocaba. Era inmortal, pero no era como ninguno que hubiera conocido antes, no era como la niña que había visto en el circo, tampoco como aquel que se encontraba en el teatro, mucho menos era como su ángel… pero tampoco le causaba algún tipo de miedo. Era bien sabido que el Maestro Venance era querido por todos los niños dentro del instituto, ninguno le tenia miedo y se preguntaba si existían más inmortales así, pues la mayoría de los que ya conocía se encontraban muy solitarios.

Esa noche sus clases ya habían acabado, y uno de los chicos con los cuales estaba en muchas clases le pidió que si iba a quedarse despierto hasta las tres de la mañana que al menos no hiciera mucho ruido. Amadeo era consciente de las quejas de algunos de sus compañeros que tenían habitaciones cercanas a la suya, ¿como no?, si las primeras noches saltaba en la cama, corría de un lado a otro en su cuarto y jugaba con sus caballos y bloques que se había llevado desde Francia. Parecía casi imposible pero Amadeo logro encontrar actividades que le interesaban y lo mantenían en calma, la primera semana intento hacer castillos con cartas pero su frustración llegaba a tales extremos que comenzaba a chillar al no poder mantener las cartas en su lugar. Finalmente uno de los chicos con los que hablaba todos los días le regalo un juego de Dominó, le explico como podía ponerlos para que cayeran uno tras otro y el sonido que generaban al caer le generaba a Amadeo un gran entusiasmo para ver cuan grande podía hacer su juego de Dominó. Sin embargo, una caja de Dominó tenia solo 28 fichas lo cual no hacia muy grande su juego por lo que comenzó a adquirir más llegando a tener 9 cajas en total, lo cual hacían unas 252 fichas para jugar.

En la noche aprovechando el silencio y la calma, comenzaba a levantar uno tras otro para después dejarles caer, su molestia era grande cuando una pieza arruinaba todo su juego pero su goce era más grande aun cuando todo salia según lo planeado. Esa noche en particular había armado una secuencia enorme, tal vez la más grande que había hecho hasta entonces, estaba al tanto de que su Maestro iba a visitarle a cierta hora como siempre, para vigilar si estaba en cama o no, por lo que al acabar de armar la secuencia se quedo esperando sentado en el suelo observando detenidamente la puerta que tenia atado a la altura de su estantería un pequeño hilo que iniciaría con todo. Pero al parecer no había medido del todo bien, ya que cuando su Maestro abrió la puerta la secuencia no comenzó, miro a su Maestro bastante molesto como si le culpara de que aquella noche su juego no saliera como planeaba e ignoro sus preguntas –
Espera un momento Maestro… -  le pidió en cuanto gateaba estirando su brazo hasta poder empujar la puerta con la punta de sus dedos, abriéndola así por completo y comenzando la secuencia, el hilo jalo el primer Dominó por la parte de abajo y este acabo por caer sobre el hombro de su Maestro.

Los Dominó comenzaron a caer uno tras otro, estaban situados alrededor de la habitación, pasando por el estante, su cama, su mesita de noche que dejaba caer uno al suelo para continuar allí dando unas cuantas vueltas alrededor de Amadeo y el ultimo se detuvo ante el pie del menor que se dejo caer infantilmente hacia el lado entre risas, ahora la parte que no le gustaba… recoger todas las fichas, volvió a sentarse y peino sus cabellos alborotados con su mano antes de volver su mirada a su Maestro –
Eso estuvo bastante bien… - se levanto y arreglo su camisón de color blanco antes de caminar con sus pies descalzos evitando pisar alguna ficha, quedo a centímetros de su Maestro y se paro de puntitas para tomar el primer Dominó que cayo en su hombro – Perdón… eso no estaba planeado – dijo con una gran sonrisa que no se podía borrar de su rostro, volteo y miro las fichas empujándolas bajo la cama con su pie para despejar el camino, avanzo hasta poder sentarse al pie de la ventana observaba las luces y las calles que se podían ver desde allí – Italia es realmente hermosa… es increíble como cambian los edificios, son distintos a los de Francia… me gustan mucho – susurro buscando a su Maestro y le apunto la cama de forma sutil – Asiento… - dijo algo divertido al saber que en realidad aquello no había sido necesario, su Maestro era amo y Señor en ese lugar, no necesitaba de las ordenes de Amadeo, pero en ese momento noto las ropas del mayor – mmmhhh…. ¿Sera una noche agitada? - jamas había tocado el tema de la inmortalidad de su Maestro, pero lo tenia más que claro. Observo la ficha de color roja en su mano, por alguna razón era así… todas sus fichas eran de color blanco, pero al parecer un error de fabrica había provocado aquel color en su ficha favorita – Maestro… Volverás a salvo, como siempre… ¿verdad?… - pregunto desviando la mirada mientras observaba al exterior, era extraño para él… sentir aquel miedo nuevamente, pensó que lo olvidaría en Italia... antes temía que dañaran a Hero cuando salia de la mansión y ahora temía por su Maestro.
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Mensaje por Venance Carpaccio Jue Abr 23, 2015 12:41 pm

“No existe maldad alguna en el alma de un niño que aún no aprende a ser adulto”


Había cosas que podía llegar tragarme, casi nunca me ponía a la altura de una persona, mucho menos un mortal que nada sabía sobre la realidad de la vida. Pero aquel niño encontraba maneras casi infames de hacer que mis ojos se abrieran de sorpresa y de molestia. Sentimientos que terminaban por ser expresados en una serenidad casi perjudicial para los seres nerviosos. Por ello mismo, cuando la primera de las piezas cayó desde la estantería, no la frené. Podía hacerlo, al primer ruido había sentido como se deslizaba por los aires, pero aun así permití que chocara contra la tela de mi traje. Luego el sonido tedioso de un juego de dominó que no enseñaba nada realmente importante para la vida. Pero que al parecer entretenía al chico del insomnio constante, me exasperaba no encontrar la forma de hacer que se duerma temprano y me había propuesto que hoy encontraría la manera, ya fuese preguntándosela o sacándola de sus pensamientos a la fuerza. Dejé salir un suspiro entonces, encontrándome con sus pequeños y revoltosos cabellos a una distancia prudente de mi rostro. Parecía un animal, uno de esos que no sienten temor ni respeto por los demás porque simplemente nos ven como uno de ellos, como parte de la mismísima naturaleza. Lo cual era incorrecto, nosotros estábamos creados por Dios y a él le debíamos todo, incluso la inmortalidad. Pues no por ser eternos debíamos ser idiotas sin sentido estricto de lo que es la vida. — ¿Acaso planeas despertar a todos tus compañeros de clase? Amadeo, estoy hablándote… —

Negué apoyando los dedos desocupados en mis párpados y los froté intentando así calmar mi angustia de escucharlo hablar de otras cosas como si nada hubiese pasado. De algo estaba seguro, esas tantas cajas de dominó se convertirían en dos. Y no más. Incluso desde mi cuarto en el subsuelo del lugar podía llegar a escuchar el retumbe de las piezas. Las cuales no me agradaban para nada. Y no entendía por qué no se ponía a armar grandes rompe cabezas en vez de aquellas molestas filas de madera con poco sentido. — Sí, la noche está tranquila y el clima está fresco. Y son países diferentes, así que es normal que tengan distintas arquitecturas. — Mis respuestas eran siempre basadas en hechos, al menos casi todas resultaban de ese modo, exceptuando cuando las ideas religiosas se imponían. Pero no solía sucederme con aquel muchacho, él tenía muchas cosas pero no era un rebelde incapaz de entender que teníamos a alguien más grande que nos gobernara. Dejé entonces salir una risa cuando me ofreció el asiento y no pude creer su falta de sentido común y respeto. — Estaré a salvo, lo que no sé es si volveré. Me estoy cansando de buscar diferentes alternativas para obligarte a dormir en los horarios correctos. — Claro que era una mentira pero una que disfrutaba, porque no se podía notar en mis expresiones, eran inmutables, sin siquiera un sonido o alerta de que existiera una posibilidad de que fuese algo que no pensaba realizar realmente.


Es que no tenía idea como iba a poder cumplir mi cometido, obligarlo a cerrar los ojos y tranquilizarse, parecía ser algo imposible en su rutina. Con cuidado acomodé el candelabro en uno de los muebles de madera y me senté sobre el colchón, suspirando una vez más. Era algo rutinario, dejar salir el aire para impedir que las palabras hirientes se desplegaran. — Ven Amadeo, siéntate aquí. Tenemos que hablar. Ya te he dicho que no puedes quedarte despierto hasta estas horas. ¿Qué tengo que hacer para que me hagas caso? — No era una súplica, tampoco parecía un sermón. Era más como una duda, una inquietud por no poder encontrar la respuesta a mis preguntas internas. Sus ojos claros siempre que podían estaban observándome, algunas veces me sentía incluso evaluado. Y podía presagiar sus acciones mucho antes de que las haga, aunque algunas veces me sorprendía, después de todo, era un muchacho que yo mismo había salvado de la muerte, le había visto un potencial del que algunas veces me arrepentía. Tales como esas, en donde el muchacho se retorcía en sus propios deseos. Alcé mi mano entonces y busqué tomarle los dedos, acariciándolos despacio en lo que lo observaba con esa serenidad irritable, esperando con paciencia. Una que de romperse se transformaba en tosquedad y descuido.  
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Jue Abr 23, 2015 6:51 pm

“La noche es joven, déjame ser libre. Me muero dentro de cuatro paredes”


Su Maestro era un inmortal sin duda hermoso, pero esa mueca siempre tan serena como si no sintiera nada le perturbaba bastante y era la razón por la que se mantenía observándole siempre que podía, esperando  un paso en falso. Durante las clases de pintura su lienzo se llenaba siempre de imágenes de su Maestro, su mirada, su rostro, sus dorados cabellos, sus manos y en teoría cada mínimo detalle inspiraba el talento de aquel chico que dejaba volar su imaginación imaginándose perdido en aquella mirada fría como el hielo pero que le provocaba una sensación tan cálida que se preguntaba … ¿Era eso lo que sentía su ángel al ver a aquel cuervo?, lo dudaba, tan solo le admiraba… pero también admiraba a su ángel, sin embargo sentía un lazo aun más fuerte con aquel inmortal que conocía desde hace poco tiempo que con el dulce serafín que le cuido por tantas lunas.

-Y yo te estoy escuchando…. - respondió mientras le observaba desde donde se encontraba, entre la vela y las luces del exterior la habitación seguía oscura, pero al menos ambos seres que perturbaban la calma de la noche eran visibles- Estoy siendo silencioso… sigiloso como un gato,  tu puedes escuchar mucho más que ellos por eso me encuentras ruidoso, Maestro. Sin embargo, realmente estoy siendo más silencioso… lo estoy intentando-  le explico mientras observaba aun los tejado de las demás viviendas. Se preguntaba si habían más inmortales en Italia, tantos como lo habían en París. También se preguntaba si se deleitaban con las obras de su Maestro o envidiaban su vida que rozaba la mortalidad como una gran amiga, como si aun fuera parte de ella. Su Maestro era un inmortal que tenia a su mando almas mortales que no estaban destinadas a perecer ante el hambre de Venance. Le escucho con total serenidad hasta que llego la respuesta a su pregunta, contra la luz del exterior pero frente al tenue esplendor de las velas tenia claro que su Maestro notaria su mirada llena de angustia y preocupación, lo estaba esperando, aquellas palabras que no tomaba como nada más que como un regaño escondido en palabras suaves. Su Maestro lo sabia todo, incluso cuanto le incomodaba pasar días sin verle- No seas así Maestro, no me castigues por lo que no puedo controlar… cada día me estoy logrando dormir más temprano. No es mi intención el hacerte molestar… aunque debo admitir que tampoco me gusta la idea de perder el tiempo que puedo usar para recibirte en mis aposentos… - a medida que llegaba al final de sus palabras su voz tomaba un tono de diversión, su mirada dulce y sonrisa traviesa habían tomado el rostro del chico pero no por mucho, al toparse con la mirada seria de su Maestro simplemente de cohibió.

Apenas escucho la orden se levanto arreglando su camisón para luego sentarse a su lado, balanceaba sus pies apoyándolos por completo en el suelo y  luego solamente apoyándose en la punta de sus dedos –
Me gusta charlar contigo, Maestro… y solo por las noches puedo hacerlo, durante la clase de arte ni siquiera llegas a mirarme, todos buscan obtener tu atención y frente a mis compañeros… prefiero el silenció, la calma y la soledad del fondo del salón, mientras dibujo las imágenes celestiales de mi mente. Pero también, como ya dije … intento dormir a la hora acordada, pero no puedo. No logro hacerlo… - Intento explicarle bastante frustrado, lo cual se notaba con el movimiento incansable de sus piernas que a medida que explicaba comenzaban a moverse con mayor velocidad- ¿Y si me llevas a tus paseos nocturnos, para volver agotado y poder dormir?, prometo no ser un estorbo, te juro que me portare bien… - Le pidió mientras hacia pucheros infantiles, los cuales llegaban a verse graciosos bajo aquellos risos alborotados -  Aun no me llevas a ver el mar, yo recuerdo que me dijiste que me llevarías… aun espero ese día, o mejor dicho… noche – dio un respingo cuando sintió la mano fría de su Maestro, sin embargo, a los segundos asintió y le dejo tocarle, si algo había aprendido en París eran cosas sobre inmortales… - Maestro estas helado… ¿Sabes? la verdad es que no me gusta la soledad, en París tenia a los gatos para hacerme compañía. Aquí al momento de apagar las luces todo se torna en silencio, no me gusta eso, realmente no me gusta … - suspiro mientras no quitaba su mirada de la manos que le acariciaba, hasta que pareció tener una idea. Sonrió y busco la mirada de su Maestro- ¿Y si te quedas hoy conmigo?, puedes beber de mi… y no tendrás que salir esta noche. Cuéntame historias, cuéntame vivencias,  como era el mundo antes de ser como es hoy, enseñame cosas que no puedo aprender en clases… - Le pidió mientras abría su cama dispuesto a acostarse su su Maestro se quedaba.

- No quiero hacerte molestar, realmente no es mi deseo que me odies – le aseguro mientras estaba de pie dándole la espalda – ¿Tu también piensas que soy malo y  merezco ser castigado? - Pregunto finalmente de la nada, realmente sentía que el mundo le veía de esa manera , su propia… “raza” los mismos mortales le habían castigado por cosas que hasta aquel día no comprendía. Muchas veces pensaba que su gran pecado había sido nacer , tal vez había hecho algo muy malo sin darse cuenta, pensaba que de pequeño había provocado la ira de Dios contra él y en realidad no sabia como escapar – Maestro, Dios lo sabe todo… tal vez si tendrías razones para no quererme tu tampoco, Dios me dio la espalda porque algo malo he hecho, fui desobediente… desobedecí estando en su hogar y ahora estoy condenado, estoy solo, ¿No es así? - pregunto volteando a mirar a su Maestro, sin duda eso le aterraba, para un niño que creció con aquellas enseñanzas saber que su alma estaba perdida… tanto en vida como en la muerte era su peor pesadilla y de alguna forma pensaba que su Maestro le entendería.
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Mensaje por Venance Carpaccio Dom Mayo 03, 2015 8:54 pm

“La libertad se gana con inteligencia”


Una mirada seca y severa se mostró cuando escuché al fin sus palabras, sus tonos de voz siempre eran de esos que muchas veces había reprendido, la idea de querer tener siempre la última palabra, de ser el que tiene razón, pero con una máscara de inocencia que acusaba a todos de villanos. Pero no podía evitarlo, incluso a mí me hacía tambalear un poco, golpeaba y daba caricias, se acurrucaba como un niño y peleaba como un adulto, pero aun así era un adolescente que no terminaba de equilibrarse. Dejé entonces salir un suspiro tranquilo, cerrando los ojos para no hacer ningún comentario sobre sus malas entonadas y negué. — No es de esa forma, algunos niños pueden escucharte y se levantan cansados. Me temo que tendrás que buscar una nueva forma de calmar tu insomnio. — Estaba relajado, a decir verdad, siempre lo estaba, había encontrado en la inmortalidad una tranquilidad que no era posible imaginar. Podía controlarme hasta en los momentos donde el hambre me corroía por dentro. Palparme de mortalidad me había inculcado muchos conocimientos y compartirlos era una de las cosas que más me agradaba. Aunque la pintura fuese mi pasión real, las demás artes no se me daban mal. Y Amadeo era uno de mis estudiantes, una de las personas que heredaría todo mi saber poco a poco. Y por ello debía comportarse como un erudito y no como un muchacho con un poco de mala y buena suerte.

Mi ceja derecha poco a poco fue enarcándose, le hubiese regalado una sonrisa en algún otro momento. Pero no, me enojaba que quisiera calmar las aguas con algunos chistes que no eran apropiados. Y me provocaba bastante que no quisiera obedecer, no había cosa más baja que no saber respetar las reglas, en otros tiempos, se castigaba con golpes en la espalda o en las manos. Ahora, los métodos eran mucho más suaves y se trataba de buscar que el otro quisiera hacer las cosas por sí mismo. Mediante premios o recompensas, cosa que no era de mi agrado, pero que había decidido que empezaría a aplicar. El método impuesto, hablaba de que sin duda hacía frutos. — No creo que fueses a agotarte, mis paseos no requieren de demasiado esfuerzo. Solo te causarían más curiosidad y es algo que no estoy dispuesto a mostrarte. — Con la negativa clara que expresé, me encaminé a seguir escuchándolo, observando como acomodaba su traje bien puesto de dormir. Su pequeñez y fragilidad me resultaban increíbles y cuando me dispuse a tener su pequeña mano tibia sobre la mía, la apreté suavemente. Sentía mediante sus venas los pequeños latidos de su corazón y como sus orbes se enfocaban en mi rostro. Sin provocar expresión alguna en mí, no era posible hacerme cambiar, pues había perdido toda emoción a lo largo de los años, aunque él era lo más parecido a sacarme de quicio que encontraba. — Te prohíbo que vuelvas a decir eso otra vez Amadeo. —

En un tono firme y monótono, pero acentuando la palabra justa, le miré. Como se acercaba a acostarse y se reía como si fuese aquello lo más normal del mundo. En otro entonces, hubiese golpeado su mejilla, ahora solo necesitaba mirarlo a los ojos para que supiese que tanto era lo que había hecho mal. Cerrando los parpados me levanté y me acerqué a los almohadones. — Ya me he alimentado, sabes que está prohibido tener animales aquí. Y sabes también que no tienes permiso alguno de decir esas barbaridades, no quiero escucharte hablar sobre ello en ninguna otra ocasión, ¿haz entendido? — Observé su espalda y con pesar empecé a levantarme, de nuevo su aura triste estaba saliendo, obligándome a calmarlo de alguna u otra manera. Me quedé detrás de su espalda, pues fue un movimiento rápido, de esos que los humanos no llegan a ver, y pasé la mano por sus cabellos, entrelazándolos a medida que negaba. — Todos merecemos ser castigados cuando hacemos cosas malas, eso no tiene nada que ver con ser una mala persona. Dios jamás te abandonará Amadeo, aún si lo odias. Deja de pensar esas cosas, ve a la cama, me quedaré hasta que concilies el sueño. — Cuando se giró, yo estaba allí desde antes y pasé los dedos por los bordes de sus párpados, procurando no encontrar lágrimas que fuesen a perturbar aquella noche. Sujeté uno de sus hombros con mucho cuidado y lo arrimé a que se acostara. Sin mirarle, jamás hacía contacto directo, a menos que estuviese sorprendido o enojado. En aquel caso, tan solo estaba preocupado por el mal genio que aquel chico cargaba. Tenía que incluso abusar de mis fuerzas para buscar que se relajara y lo hice. Paseé una mano por su cuello para ayudarlo a recostarse y me senté a un lado. — Sobre el mar, aun no entiendo que es lo que te parece tan interesante de ello. Pero ten las mejores notas en tus asignaturas y lo consideraré. Tendrás que esperar hasta el final del invierno para ello. —
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Jue Mayo 14, 2015 7:30 pm

“No te sorprendas por lo alegre que se ve por fuera, más bien por lo corrompido que esta su interior”


Y nuevamente se le condenaba al silencio de la noche, ¿Porque los mortales tenían que estar despiertos de día?, ¿Porque algunos les temían a la oscuridad, sin embargo no a la luz? , la mente de Amadeo estaba colmada de preguntas sin respuestas, pero la mayoría de esas preguntas no eran algo que pudieran enseñarle en clases. En silencio, con la cabeza gacha y dispuesto a escuchar todo lo que un desconocido quisiera poner en su mente no sentía que realmente estuviera aprendiendo algo importante, más bien solo llegaría al nivel que podían llegar todos los demás y aunque Amadeo jamas se considero un chico erudito si que se veía como alguien realmente astuto  lo cual, sin duda, sentía como una llave para llegar más lejos que los demás. Ya que, si no era talentoso en algo buscaría los métodos de asimilar que tenia ese talento  aprendiendo nuevas técnicas o nuevas explicaciones que le dieran la razón y la admiración de quienes le escuchaban, eran formas de moverse en el mundo de los mortales, al fin y al cabo Amadeo no quería volver a caer en  la trampa de seres con malas intenciones.

-
Ya esta implantada en mi la curiosidad, más bien solo provocas que me quede despierto y pensando como serán tus paseos… ¿Conoces toda Italia?, ¿la gente te reconoce cuando te ve en la noche?… lo digo por tus pinturas  -  los mortales buscaban el éxito para no desaparecer en el tiempo, para ser recordados aun cuando ellos no estén con vida, para el menor no era distinto, si su destino era perecer por edad, alguna enfermedad o accidente deseaba que aquellos que se quedaran eternamente pudieran ver sus pinturas y pensar en él, que su recuerdo quedara plasmado en su arte y aunque pasaran 1000 años estas siguieran siendo cuadros invaluables.

Su tersa piel, su fría expresión… Eso espantaría a cualquier ser que no le conociera y aunque Amadeo no fuera un experto en Venance sentía conocerle o al menos tener un extraño vinculo que no le permitía temerle aun cuando su mirada se volvía  tosca. Pero en ese momento prefirió situar su mirada en el lecho, esa mañana habían cambiado la ropa de las camas por lo que las sentía algo duras y rasposas, las tenían todas dobladas en una sala y las dejaban a los pies de la cama para que al acabar la jornada de clases armaran las camas pero al estar tanto tiempo dobladas acababan así… pero a eso de la segunda noche ya no eran un problema. Decidido de entrar las palabras de su Maestro bloquearon todo actuar del menor que no comprendía el porque de aquel regaño -
¿Porque esta prohibido?, no he dicho nada malo – alego aun dándole la espalda, no era justo que a cada paso Venance le regañara por cosas que no tenían sentido o al menos así lo veía Amadeo - ¿Te molesta?, que yo lo sepa, se que eres inmortal, también que te alimentas de humanos tal como nosotros de otros seres vivos, es tu naturaleza y no encuentro que le falte el respeto o este mintiendo al hablar sobre su verdadera naturaleza, aun teniendo claro que no puedo mencionarlo afuera… nadie escucha aquí, nadie me escucha a mi. ¿Porque te preocupa lo que salga de mi boca cuando estamos a solas? Si aun cuando lo gritara nadie escucharía-  ademas de unos pocos  todos estaban pendientes de sus propios asuntos, demasiado preocupados para realmente notar de lo que ocurra a su alrededor a menos que esto les beneficie de algún modo, una vez una persona le dijo que mirara a su alrededor, asesinos, violadores, muerte y soledad, la tierra era un lugar abandonada por los ojos de Dios, en la tierra solo parecían gobernar los demonios que hacían lo que les placía, hacían caer a los mortales en los más bajos deseos de poder que los llevaba a su propia destrucción y de paso a la destrucción ajena. Ante la desesperanza de su alma… sentía la ausencia de Dios en el mundo.

Volteo topándose con el cuerpo de su Maestro, sintió sus fríos dedos en su rostro y busco una mirada cálida, no había rastro de lagrimas el dolor parecía preso en su alma que no dejaba escapar, ni siquiera,una simple lagrima para alivianar la carga de tantos años oscuros. A ratos sentía que una de sus esperanzas en Italia era el encontrar nuevamente la felicidad lejos de la pesadilla que fue París por tanto tiempo, donde sintió que toda esperanza se le fue arrebatada… debía buscar su camino, su propio camino y vida, que esta no dependiera de terceras personas, una vez en cama quiso olvidar la triste charla anterior y tomo la mano de su Maestro antes de que pudiera quitarla, la mantuvo sobre el colchón, cerca de su almohada por lo tanto cerca de su rostro, le acaricio  con amabilidad, como si se tratara de las alas de una mariposa –
Hoy en la mañana nos dejaron ir al mercado, Enzo es amigo de un chico de allí… debe tener unos 20 años y se llama Flavio, vende manzanas en un puesto junto a su padre y… oh! Con respecto a eso, Maestro necesito tu ayuda… me pregunto algo y dijo que le respondiera mañana pero… no logro encontrar la respuesta… “El boticario y su hija, el medico y su  mujer, comieron nueve pasteles…  y a todos les tocaron tres”, ¿Como? - pregunto  buscando una respuesta en la mirada de su Maestro, ya  que hasta que acabo de peguntar su mirada seguía en su mano, sus yemas recorrían las venas que lograba  ver en el torso de su mano – yo pensaba que podría ser porque cada uno se comía 2  y el ultimo lo partían en cuatro… así todos comían 3 pasteles  pero me dijo que estaba equivocado y Enzo se rio de mi, porque el sabe pero no me lo quiere decir – volvió su mirada a la mano de su Maestro,  aun en el silencio se veía bastante  despierto… aun cuando sabía que su Maestro tendría que irse a recorrer Italia antes de que se acercara la madrugada – Al parecer no soy tan listo, pero si respondo bien dijo me daría un regalo – le comento aun con una pequeña voz en su mente que le decía que su Maestro no le querría decir… seria tal vez algo como “Piénsalo tu, gánate ese premio justamente”, pero no perdía nada con preguntar.
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Mensaje por Venance Carpaccio Vie Mayo 29, 2015 12:08 am

“Me sorprendo de la tristeza que puedo ver, cuando tus ojos se cierran”


Ahí iba una vez más con sus grandes ojos examinándolo todo, queriendo meterse dentro de mi oreja para llegar a mi cerebro y hacerse con todas las imágenes que allí estaban. Mis párpados cansados y antiguos se entrecerraban para él, sonreía casi con expresión muerta, si es posible que pudiese tener otra, dada mis condiciones. — No me reconocen, no es algo que quisiera tampoco. Supongo que deberías saberlo, el chico que te cuidaba en Paris tampoco iba a alimentarse siendo reconocido por todos, ¿o sí?— Jamás podría aceptarlo, pero tenía una especie de recelo ante aquel que antes había mantenido al niño de cabellos rebeldes. Quizá jamás lo había mordido, la verdad es que no estaba al tanto de eso; e indagar en los recuerdos ajenos era un lujo que no me podía dar. Aun así, buscaba sacarle alguna información cuando así me era posible. Aunque al final, él siempre terminaba sufriendo por haberle recordado a aquel supuesto ángel, que no era más que un inmortal más de la eternidad. — Sí, conozco toda Italia, es un lugar temeroso si no sabes a donde ir. Así que no sigas yendo a cualquier lado. Sé que has salido varias veces… Amadeo, no me des la espalda cuando me hablas. — Alegué con paciencia, siempre era de ese modo, un hablar monótono con una expresión nula. No me molestaba, tampoco me solía poner feliz, pero buscaba enseñarle las cosas de la mejor forma posible. Que se palpara de lo que la vida pretendía y no solo de unos instintos que se suponía no debía tener.

Pasó un instante cuando al final parecía haber aceptado voltearse y acostarse. Siempre igual, era difícil lidiar con el muchacho; pero aun así disfrutaba hacerlo. Después de todo me sacaba de los años anteriores de ser el patriarca al que todos obedecen. Dejé entonces que tomara mis manos, que jugara todo lo que quisiera, su tacto cálido era uno de los pocos placeres que me podía permitir disfrutar. Le observaba, le escuchaba, intentaba entenderlo, él era exactamente la aparición de una nueva generación. Y yo tenía que adaptarme a ésta. — He vivido muchos siglos sin que ningún humano lo sepa. El hecho de que un neófito te lo haya anunciado porque le di a su creador la información, no implica que esté contento con este resultado. Solo te hace estar más pendiente de mí. Y pensar que es un cuento de hadas en donde terminarás feliz para toda la eternidad. — Desvié entonces la mirada, me costaba hacerle entender que el mundo inmortal no era normal, que Dios no nos había creado infinitos. Y por ende deberíamos haber permanecido siempre con una mortalidad de no más de cien años. Sabía yo muy bien que los hombres buscaban ser inmortales, beber pócimas creadas por brujas había sido un gran auge siglos atrás. Pero ninguno había sido un éxito, algunas veces vivían más de lo esperado, cuando las hechiceras ponían sangre vampírica a las pociones, sin embargo provocaban que empiecen a hacerse dependientes de ello. Y tampoco daba frutos.

Y entonces me tranquilicé cuando la conversación cambió de camino, sin duda la adolescencia hacía grandes cosas. Amadeo parecía no poder controlarse en las mil preguntas que quería hacer y de algún modo me hacía reír para mis adentros. — ¿Enzo? ¿Compraste algo que me quieras mostrar? — Despacio y con incomodidad, me terminé apoyando por completo en un costado de la cama ajena. Acariciando los cabellos desparramados del infante, aplastándolos, en lo que pensaba en aquel tonto acertijo que sin duda no era uno de personas inteligentes. Después de todo, era uno que simplemente estaba mal escrito. No era una yuxtaposición lingüística que hacía dudar, tampoco tenía muchas palabras entremezcladas para confundirte. — La hija del boticario, es la mujer del médico. No es un acertijo, es algo inventado, lo crearon para hacer pensar a las personas injustamente. ¿Por qué te pusiste a hablar con extraños?, sabes que no me agrada que hables con cualquiera. — Enfaticé negando unos segundos cuando la razón de un regalo apareció de repente. ¿Acaso él iba a aceptar tal cosa? Tuve que buscar por dentro maneras de controlar mi enojo, escondiendo la visión y apartando mis manos de él, en lo que volvía a la posición de sentado, suspirando pesadamente. — No aceptes cosas de extraños, por favor. Será mejor que duermas o mañana te levantarás tarde para tu clase. — Comenté ensimismado en arreglar uno de los botones de la manga de la camisa que llevaba puesta. Doblándola cuidadosamente hasta tenerla en la posición exacta que quería. Siempre iba impecable y aquella noche no sería la excepción. Empecé a levantarme entonces, girándome para acomodar aquella frazada que estaba sobre él. — Si quieres otra frazada sabes que puedes pedírmela y la sacaré de arriba del armario. Pórtate bien. — La mirada se quedó en sus ojos celestes, era casi suplicante, aunque en realidad no podía leerse en demasía. Después de todo poco a poco estaba convirtiéndome en mármol.
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Sáb Jun 13, 2015 12:44 am

“Feliz es el que vive en la ignorancia, pero yo no quiero ser feliz yo quiero ser libre”


Esperaba sus respuestas, amaba el instituto, pero la razón por la que lo amaba estaba ligada a que era llevada por su Maestro, era el templo del saber donde no existían las palabras “No lo se” o “No puedo”. Cosas que sin duda Amadeo necesitaba demasiado, en el monasterio era común que los sacerdotes no le contestaran sus preguntas y más bien le dijeran que no preguntara tanto, que habían cosas que no tenia que saber, el misterio y la incertidumbre le mataba, necesitaba saberlo todo, quería aprenderlo todo pero disfrutar de lo que aprendiera, no esclavizarse en sus pensamientos.

Su Maestro siempre parecía estar en una constante paz que lo tranquilizaba, aveces pensaba que la actitud sobre protectora de Hero ante sus berrinches le causaba enervarse más de la cuenta por la atención que recibía, pero la mirada pacifica de su Maestro le hacía mantener sus emociones al margen, apartaba torpemente sus risos y siguió acariciando la mano de su Maestro –
Si, compre más… Dominos, pero creo que no te gustaron para nada… ademas ya los viste, me salio una pieza fallada, pero me gusta es completamente roja- le informo divertido mientras se acomodaba boca arriba para observar el tejado pero al sentir el cuerpo de su Maestro acostándose a su lado no pudo evitar volver a su posición inicial y acercarse a este, su Mentor hacía que todo sonara demasiado fácil y aunque no dudaba que este tuviera la razón seguía buscando algún fallo en su conclusión – ¿Es… como cuando digo “Yo y  Enzo” en vez de “Enzo y yo”? - pregunto curioso cuando escucho un aleteo en su ventana, se sentó por un momento y vio pasar un ser volador de alas y cuerpo negro- … un Murciégalo! Maesto! ¿Lo viste?, ¿Viste al Murciégalo? - pregunto mientras se arrodillaba en su cama como si quisiera correr a la ventana para atraparlo y mostrárselo. Los murciélagos vivían en los sitios oscuros y Amadeo estaba seguro que habían muchos en el tejado, sabía que estos entraban por las pequeñas grietas  y sin importar cuantas veces hablara del tema con Enzo este aún se burlaba de la nula capacidad de Amadeo para pronunciar bien la palabra.

De a poco volvió a caer en su cama y se tapo hasta el cuello, sintiendo como si la voz de su Maestro fuera muy alejada a su realidad –
mmmh… No es un extraño, quiero decir… si, para mi era un extraño pero tu también eras un extraño y ya  no lo eres… es amigo de Enzo así que nos hicimos conocidos… - le explico con completa calma cuando le vio levantarse, como deseaba que su Maestro no se fuera… realmente le gustaría tener el poder de hacer que se quedara, pero un simple humano jamas podría detener a un ser celestial… no pudo con Hero y mucho menos podría con Venance – Estoy bien… Adiós… regresa pronto… - murmuro antes de quedar solo en la habitación, se quedo un largo minuto observando el pomo de la puerta, tan concentrado como si al hacerlo pudiera hacer que su deseo de volviera realidad, sin embargo el pomo no se movió, su Maestro se había marchado por esa noche- … o al menos promete que regresaras, que siempre regresaras de alguna manera – susurro para mi mismo al momento en el que golpeaba su almohada para luego abrazarla e intentar dormir.

“¿Que es esto nuevamente?, siento frío y tengo miedo… se supone que las personas le temen a lo que no conocen pero le temo a todo lo que he conocido años anteriores, las calles, las violaciones, los asesinatos, robos, golpes y abandono. Observo tu mundo desde un grueso cristal que no puedo romper, adoro a quienes no se mantendrán conmigo e inocentemente sueño con que ellos se queden a mi lado… no… mejor dicho sueño con que me acepten en el suyo. Porque mi sendero tiene un termino que es la muerte y el olvido, ¿Por eso cruce el mar?, si, ya lo recuerdo… fue para pintar los más hermosos cielos y que al pasar los años, mi muerte y el mundo cambiara… aun se mencionara mi nombre y cuando eso pase, me gustaría que sonrieras al recordar que en algún momento me conociste.  

Recuerda mis salvajes cabellos, mis sonrisa infantil, mis rasgos jóvenes y lo mucho que te he sacado de quicio. Piensa si habrías cambiado el destino de saber lo que me ampara y lo mucho que sabes que necesito de tí, tengo mucho miedo de que con el paso del tiempo no mejore en mis pinturas, ni me vuelva un reconocido sabio o bueno en algo… no tengo dones para esto y lo saben perfectamente. Tengo miedo de quedar en el olvido y me asusta que me  olvides… pero al abrir los ojos de tan melancólico sueño lo que más me asustaba era que en vez de pensar en mi ángel… estaba pensando en mi Maestro”


Abrió los ojos de golpe, los rayos del sol entraban por su ventana y de a poco sus sentidos entorpecidos comenzaron a volver a la normalidad mientras escuchaba como golpeaban las puertas del pasillo, pero lo escuchaba como algo lejano pero sabia que era hora de levantarse, pero a su vez todos sabían  que él era el chico de mal despertar. Se cubrió por sobre la cabeza con sus blancas sabanas intentando volver a dormirse, pero se le hizo imposible, ya que, a los minutos estaba uno de los encargados de levantarlos destapandolo y jalándolo para que se pusiera en pie, realmente los odiaba, a todos y a cada uno de ellos. Acabo por hacer sus deberes matutinos, casi se queda dormido sobre su desayuno pero ya a eso de la segunda clase del día podía mantenerse en pie y se juraba una y otra vez que esa noche no se quedaría despierto hasta tan tarde, aun teniendo claro que todos los días juraba lo mismo pero no podía resistirse a tener frente a sus ojos  a su Maestro aunque fuera un minuto más… sí… su Maestro era la razón de sus desvelos pero lindos sueños, lo cual también odiaba aveces pues su blanca piel le delataba por el rubor en sus mejillas cada vez que pensaba en este. ¿Que pasaba?, le agradaba su Maestro… sin duda alguna, pero solo era eso, al fin y al cabo su corazón era de su ángel, debía dejar de pensar idioteces.

Luego del almuerzo les llevaron a un salón que estaban inaugurando en el instituto, era un lugar enorme pero estaba vacío… era como un enorme lienzo en blanco ya que tanto murallas, techo y piso eran de color blanco, les explicaron que durante esa clase serian libres de dibujar y pintar su creación preferida… tenían escaleras, pintura y todos los materiales que necesitaran y Amadeo no quería otra cosa que no fuera pintar el techo, un hermoso cielo con el sol y las hermosas nubes decorando como si en realidad no existiera techo alguno.  Una cosa que odiaba de sus compañeros… era que eran como animales… todos corrieron a por lo suyo como si se tratara de comida y ellos unos seres salvajes que jamas habían tenido el placer de comer… se movió a paso lento tomando lo que quedaba, pero luego cayo en cuenta de que le faltaban elementos importantes… porque algunos habían tomado de a tres materiales por si se les perdía o ensuciaba uno. Más que molesto se fue a sentar a un rincón abrazando sus dibujos mientras observaba a todos con odio, esperaría a que se fueran y haría su trabajo, pero para ello no debía haber nadie o le harían abandonar el salón, sin embargo eso no era problema para una rata callejera.  

Paso la hora y el Maestro les informo que debían hacer abandono del salón hasta luego de la merienda, a la noche Venance revisaría los trabajos… y no quería ser regañado por no haber hecho nada, por lo que cuando caminaban al comedor le dijo a su Maestro que había olvidado algo en el salón y este le dejo partir sin más, Amadeo también le dijo que de vuelta pasaría al baño para ganar algo más de tiempo. Y una vez en el salon con escalera, pincel y su mostrador de pinturas subió hasta quedar a la altura del techo decidido a al menos hacer un avance de su trabajo, pero solo pudo pintar una pequeña sección antes de que la puerta se abriera de golpe y su Maestro de turno apareciera más que irritado gritando su nombre, lo cual hizo que se exaltara y tambaleara, tenia las manos ocupadas para lograr sujetarse pero aunque hubiera podido no hubiera sido de gran ayuda ya que la escalera cedió junto con Amadeo, lo ultimo que vio fueron sus compañeros que se asomaban mientras él volaba por los aires lanzando su pincel y pinturas, su cuerpo caía más rápido que la escalera e intentaba aferrarse a la nada, pero no sirvió de mucho… cayo de tres metros y se azoto por completo contra el suelo y solo por milagro no estaba muerto.

Despertó viéndose rodeado de muchos de sus compañeros...no podía moverse, sus piernas estaban  entumecidas al igual que sus brazos y cabeza… estaba vendado por todos lados y con voz débil dirigió la mirada a Enzo para preguntar que había pasado… lo ultimo que recordaba era caer y luego se fue a negro. Enzo le informo que para empezar estaba castigado por haber entrado a el salón sin permiso, que tenia suerte de estar vivo,  que jamas en la vida había visto tanta sangre salir de la cabeza de una persona y finalmente que había estado dormido durante 3 días. Por su parte solo agradecía estar vivo… o su Maestro lo mataría muerto… la enfermera llego a espantar a los muchachos del cuarto de Amadeo, le cambio los vendajes entre chillidos, quejas, alaridos y llantos pero con mucha paciencia le dejo listo, de seguro esa mujer le prefería dormido. Amadeo con ojos llorosos y sin poder moverse se quedo allí aguantándose las lagrimas… le dolía todo el cuerpo…
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Mensaje por Venance Carpaccio Lun Jun 22, 2015 11:57 am

No era de extrañarse que las preguntas de Amadeo se atascaran todas juntas en su lengua, incluso creía que ya me había acostumbrado al constante sonido de su voz. A pesar de que estaba rodeado de jóvenes y adultos, de ancianos e incluso de pequeños niños, prefería el silencio. Me gustaba saber que estaban allí, que tenía a los seres vivientes rodeándome, pero eran esos momentos en la madrugada cuando me gustaba sentir solo el murmullo del aire, el cual poco a poco estaba desapareciendo, quedando en mis recuerdos, pues unos rizos como el fuego y ojos como el cielo me miraban constantemente. Dejé salir un suspiro, uno de esos que siempre dejaba ir cuando no encontraba la manera correcta de hacerle entender las cosas. El problema no era la caja de dominó, sino en el momento en el cual era usada, sin embargo, ésta no proporcionaba ninguna clase de actividad cerebral para el niño en crecimiento, era simplemente una distracción a base de concentración para el equilibrio y nada más que eso. Aun así no seguí alegando, bien sabía yo que era en vano discutir con él. — No… no es lo mismo. ¿Un muerciégalo? — La ceja se me arqueaba suavemente y me acercaba al muchacho como solía hacerlo, cuidando de que no se caiga, de que no ose lastimarse bajo ninguna instancia. Asentí entonces, volviéndolo a atraer a la cama, intentando cubrirlo con las pesadas frazadas. — Sí, hay muchos por esta zona, ¿acaso te gustan? — Era fácil saber los gustos de aquel, principalmente porque siempre se basaban en acertijos o en situaciones sobrenaturales, así como se notaba que había encontrado una fascinación con los vampiros, también podía saber que los asociaba a esa especie de animales nocturnos, que en realidad, nada tenían que ver con nosotros. Pero eso era algo que probablemente jamás le explicaría o al menos esperaba que no fuese pronto. — Sin quejas, Amadeo, no quiero que luego llores. — Probablemente él preguntaría la razón de esas palabras y realmente ni yo mismo las tenía claras, solo sabía, por puro instinto, que esa clase de amistades no solían durar. Así que me retiré, con aquel hambre que palpitaba luego de hacer dormir al pequeño humano incapaz de conciliar sueño por sí mismo.

Como siempre, me recorría las oscuras calles de Venecia y buscaba a algún que otro ladrón, o ser atestado por el mal. Me alimentaba con tranquilidad de ellos, succionando hasta el último aliento y luego les llevaba al cementerio de la ciudad. Los años me habían privilegiado de conocer a algunos seres sobrenaturales, cambiaformas que eran capaces de entenderme y ayudarme en las maniobras para esconder el cuerpo. Lo hacían por unos cuantos francos y el cadáver quedaba dormido entre la tierra para siempre. Luego paseaba por los alrededores, muchas veces observando las posibles siguientes víctimas. Y no supe cómo llegué al lejano monasterio donde años atrás había dejado a Amadeo. Había asesinado a sus padres luego de ver como lo dejaban en la basura y aunque me hubiese gustado quedarme con la alimaña que había rescatado, los niños nunca se me habían dado bien. Toqué cuidadosamente el mármol del lugar y dejé salir un suspiro penoso. De repente me pasaba más tiempo de lo habitual sintiéndome miserable. Decidí que nada podía hacer para cambiar el tedioso destino de Amadeo y caminé con somnolencia para el recinto. El día estaba pronto a llegar y con ello me escurriría en la gran habitación que existía debajo de los salones, oscura y silenciosa, estaba montada con una simple habitación que en las lejanías tenía una puerta que daba a un gran estudio de pintura. Allí es donde dejaba plasmar mi arte personal. Donde mimetizaba mis pensamientos y canalizaba mis pesares. Dormí algunas horas cuando mis pensamientos dejaron de funcionar, pero fue pocos instantes después de abrir los ojos cuando el sonido de una campaña en mi cuarto sonó.

Tan solo dos personas en el instituto conocían mi condición, aquel legítimo secretario anciano, un cambiaformas de más de cien años y Amadeo, el cual desconocía de la campana diminuta que poseía para emergencias. Eso no podía significarse más que algo malo, tardé muy poco en cambiarme y así le hice saber al cambiante, por medio de la telepatía, que estaba apto para ser visitado. — Disculpe la interrupción, Amadeo ha caído desde la escalera alta. La enfermera lo está atendiendo, pero ha dicho que no hay posibilidades de que sobreviva. — Sus palabras resonaban en mi cabeza dolorosamente, como pinchazos en los ojos. Era frustrante saber que el niño podía ocasionarme más problemas de los que había tenido en mil años. Entrecerré los párpados y asentí al anciano que aún a pesar de los años juntos, seguía hablándome con la cordialidad de la primera noche. — Dígale que se vaya de la enfermería y cierra las ventanas con las cortinas pesadas, iré cuando me lo indiques. — El balbuceo fue suficiente para ver al hombre desaparecer con una rapidez inmensurable. Después de todo, se trataba de un cambiante felino. Dejé caer mi cuerpo sobre el borde de la cama, apretando las manos en forma de rezo, apoyando la frente sobre los nudillos, hasta que en mi mente resonó que el camino estaba libre y me paseé como el viento por los pasillos, dejándome llegar al lugar para ver y sentir sangre y muerte. Atestaba en grandes medidas y cuando llegué, el anciano se fue hacia la puerta, bien sabía su deber, tenía que hacer guardia para que nadie perturbara el momento. Los ojos del niño estaban idos, pero su corazón seguía latiendo. Desde mi muñeca me digné a tomar una gran cantidad de sangre, succioné hasta no poder más y tomé el mentón de niño, apuntándolo hacía arriba de manera que sus labios quedaban entreabiertos, dejándome espacio para tomarlos. El fluir de mi sangre pasó por su garganta. Más de tres veces fue necesario repetir la operación, hasta que aquel cuerpo volvía a palpitar con la frecuencia correcta. Sus piernas no podían reconstruirse con aquella cantidad, pero de ese modo estaba bien. Demasiado estrafalario sería si éste se recomponía por completo. Y cuando sentí una respiración profunda por su parte mi cuerpo se dejó ir a la silla del costado. No pude gruñir, siquiera quejarme, pero me sentía vencido. El sol estaba allí, en popa, dando a las cortinas y empezaba a enfermarme. Me hice alusión a que por eso me quería ir, ignorando la posibilidad de que fuese por ver aquel pequeño y frágil cuerpo roto en pedazos. Y escapé una vez más a mi cuarto, ahora molesto y angustiado.

Sabía que pasarían días hasta que pudiese retomar la conciencia y no me importó en absoluto quedarme a su lado en las noches. De día, la doctora hacía lo que podía para mantenerlo limpio y tranquilo; y por las madrugadas, me quedaba observándolo. Tenía hambre, sabía que tan solo cuatro días eran los que podía aguantar en ayuna y en realidad serían tres ya que me encontraba con menos volumen de la usual. Así fue como en el tercer día la noticia de que había abierto los ojos llegó a mí. Estaba contento, pero igualmente enojado y sumamente molesto por lo que había tenido que pasar. Esos sentimientos humanos habían terminado mil años atrás para mí. Decidí entonces que no iría a verlo cuando el sol se apagara esa vez. Y fui a alimentarme con aquel pensamiento cargado de angustia, pero por supuesto, controlándome hasta el último momento; en el cual me digné a volver. “Simplemente veré si está dormido” Me dije a mi mismo mientras caminaba por el pasillo, a una hora de que salga el astro. Observé primero con los otros sentidos, quería saber si realmente estaba dormido y en silencio pasé una vez más a la enfermería, sigiloso y sereno, no me senté, no moví un solo mechón de mis cabellos, me quedé frente a su cama, mirándolo y evaluándolo. ¿Qué tantos problemas más podría ser capaz de darme? ¿Llegaría hasta lo más profundo una vez más?
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Mar Jul 21, 2015 11:19 pm

“El ángel me dijo que yo era uno, lo recuerdo, él escribió que yo era un ángel. Pero cuando lo necesite no tuve alas para volar”


Se preguntaba como había sobrevivido, como  su cuerpo no se rompió tal como los jarrones o las muñecas de porcelana al chocar con el suelo. ¿Como no despertó por el dolor o porque no lo sintió hasta tres días después?. El cuerpo humano es demasiado frágil, se puede romper, enfermar o envejecer…  incluso una vez leyó que el cuerpo podía quemarse de la nada, solo porque si y aun así… estaba con vida y agradecía por ello… sin embargo no comprendía porque no sentía gran parte de su cuerpo, pensaba que tal vez seguían dormidas… como estuvo él unos días solo que sus extremidades aun no estaban listas para despertar, en ningún momento se le paso por la mente que cabía la posibilidad de que no se volvieran a mover jamas.

Le alimentaron con calma y la enfermera nuevamente tuvo que soportar las caras de Amadeo ya que este no quería tomarse la sopa, quería comer algo que pudiera mascar, pero la enfermera se negaba ya  que según ella hacer eso le haría apretar la mandíbula provocando le dolor de cabeza. Todo eso era un infierno, estaba solo, la comida era fea, sus amigos estaban lejos, su Maestro de seguro estaba molesto y  ademas estaba castigado, acabo por tomarse toda la sopa porque luego de no comer en 3 días realmente no sentía poder resistir más con el estomago vació. La enfermera le tapo con una delgada ropa de cama para no lastimarle y  soplo las velas para dejarle dormir.

Y en la oscuridad se pregunto si su Maestro le había visitado como hacía todas las noches, cerro los ojos un momento… su Maestro todo lo sabía… su Maestro todo lo veía… de seguro había ido a verle apenas se entero. Y entre pensamientos comenzó a caer dormido pero no profundamente… aun era consciente y pestañeaba rápidamente para mantenerse alerta… para ver si su Maestro llegaba a su lado esa noche, y paso… aunque al principio se asusto al ver aquella gran figura mirándole fijamente con esos ojos penetrantes y siendo alumbrado solo por la luz de la luna que entraba por el gran ventanal.

Se mantuvo en silencio esperando a que su Maestro le dijera algo, que le hiciera una señal o llamara su atención de alguna forma pero no lo hacía y por un momento dudo de que no fuera solo una escultura de mármol… pero si lo fuera estaba seguro que hubiera visto como le llevaban frente a él –
¿No me dirás nada?… ¿Me castigaras aun más de lo ya castigado que estoy? - pregunto con un hilo de voz, tenia un aparato en el cuello y sus cuerdas vocales estaban sumamente débiles.

Entre tanta oscuridad y silencio su mente comenzaba a exasperarse, deseaba poder levantarse e ir al lado de su Maestro pero... era imposible, pero en ese momento recordó a su ángel... a su ángel y su sangre mágica-
Maestro... necesito que me hagas un favor... el cuerpo me duele demasiado, ¿Podrías traerme la caja de mi velador?- allí guardaba las pequeñas botellitas que le había dado su ángel... porque era débil, simplemente era un frágil humano y ahora de alguna forma comprendía que sin importar lo que quisiera pensar... jamas sería fuerte, era simplemente como un pestañeo para ellos y ni siquiera sus planes para ser fuerte por ellos daría resultado, un golpe, una caída o una enfermedad podrían acabarlo en un abrir y cerrar los ojos, pero hey! al menos sabía que si caía de una escalera... sobreviviría - ¿Estas molesto conmigo?, ¿Porque?... solo intentaba hacer las cosas bien... para que no me castigaras por no hacer nada en la clase... pero me asuste... - le hubiera gustado pintar un hermoso cielo solo para su Maestro... pero ahora ni siquiera le dejarían subir dos peldaños- En mi defensa puedo decir que como yo cualquiera hubiera podido caerse, la escalera estaba mala-finalizo antes de poner una mueca de dolor, el hablar le provoco algo de tos y el toser un gran dolor en su lastimado cuello,  
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Mensaje por Venance Carpaccio Jue Jul 30, 2015 2:35 pm

El sonido de su voz penetró en mi cabeza, me astilló hasta lo más profundo de mí ser. Estaba feliz, pero, ¿cómo demostrárselo con mi rostro que parecía haber perdido toda clase de vida? La seriedad no podía escaparse, me sentía harapiento, desechado totalmente y dolido, casi traicionado. Y me preguntaba, ¿desde cuándo dejaba que aquella clase de sentires se mezclaran en mi cuerpo, mente y alma? El tiempo me había quitado todo registro de pena y aun habiendo conocido a las más singulares de las personas, nunca había podido palpitar de emoción o coraje. Y allí estaba, un pequeño niño humano que desde que había sido un bebé me había maldecido con su esperanza. Sí, él había sido mi símbolo de ilusión y a pesar de que en algún momento había jurado protegerlo fueron muchas, demasiadas cosas, las que fueron rompiendo su inocencia. Y ahora, había estado a punto de perderlo. ¿Qué caso tenía para alguien como yo, infinitamente viejo, intentar proteger a alguien si era en vano?
Chasqueé mis dientes al verlo una vez más, aparentando dormir como siempre que me adentraba a su cuarto. Pensando que yo no me daría cuenta. Pero allí estaba, observando cada centímetro de su cuerpo y su respiración exhaustiva. El tiempo había pasado demasiado lento desde que había caído inconsciente y con ello mi piel se había vuelvo más blanca. Cada madrugada había dejado caer gotas de sangre en la boca ajena, las suficientes para ir curándolo y no demasiadas como para hacerlo adicto a ella. Era peligroso, cualquier humano podía convertirse en un esclavo de la sangre vampírica si ésta no era dada con precaución. — No sabía que estabas despierto… — Mentí descaradamente, mirando hacia el suelo, caminando sin ninguna clase de emoción hacía su lado, donde una silla se hallaba.

— No estoy enojado. No te estoy castigando Amadeo. Está bien así, no necesitas nada más que descansar. — Susurré terminando por sentarme, mirando los ojos cristalinos del niño que empezaba a ofuscarme con palabras una vez más. No podía soportarlo, estaba llegando a enloquecerme al punto que tuve que cubrir mi rostro con ambas manos y apoyar mis codos sobre la mullida cama en la que su cuerpo casi muerto estaba reposando. Parecía que nunca iba a estar satisfecho y comprendí que era mi simple forma de expresarme la que causaba que él realmente pensara que no tenía ninguna clase de sentimientos dentro de mi sustancia. — No beberás más sangre inmortal, tendrás que recomponerte solo de acá en más. — Espeté de manera severa, con aquel tono que no tenía manera de ser torcido. El elixir ya viajaba por sus venas y le ayudaría a recomponerse, pero sus piernas habían caído firmes contra el piso, partiéndose de maneras catastróficas. ¿Acaso no podía comprender que falleció y volvió a nacer? No, él no lo sabía y aunque en parte era mejor así, tenía que hacerle comprender que no se trataba de ningún chiste, de nada que pudiese ser defendido con palabras vanas como las que me estaba dando en aquel instante. Aun así, verlo con los ojos abiertos apaciguaba mi corazón, y lentamente llevé mis dedos a sus cabellos y los acaricié con cuidado, los rulos estaban desarmados y alborotados y el contorno de sus ojos se notaba violáceo, clara insignia de que faltaban alimentos en su menudo ser. — Me han dicho que te has quejado por la comida, que no quieres comerla. ¿Qué te gustaría que hagan para ti? Si no te alimentas apropiadamente no podrás recuperarte. Y no quiero escuchar más excusas de cómo pasó, ni ninguna “defensa”, no me interesa. ¿Acaso piensas que una excusa va a curarte? — Negué una vez más y al verlo toser reposé mis manos sobre un cuenco de agua, acercándoselo lentamente a los labios, sin apurar, dejando que me guiara cuando así quisiera que vaya volcando el fluido. Se podía notar, no solo en mi expresión entristecida, sino en mi semblante y palidez, que había estado profundamente dolido a causa de aquella imprudencia. Y sin duda alguna no podría perdonarme por dejar que aquel tipo de cosas sucedieran. Amadeo era un niño sin ninguna clase de buena educación y no comprendía que las cosas no podían hacerse a su manera. Y así es como pagaba sus consecuencias, aunque no parecía notar el hecho de que sus piernas realmente no se movían ni lo harían, por el momento.
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Dom Ago 16, 2015 9:39 pm


“No soy inmortal, pero tampoco puedes mentirme”


Ahora en mis ojos recaía todo el deber de mi cuello y el resto de mi cuerpo. No podría seguirlo más que con una curiosa mirada, la luna ya estaba en la cima del cielo y el rostro de su Maestro se veía armónico con la blanca luz que inundaba el cuarto, su voz le apaciguaba de buena manera. Amadeo tenia sus ojos rojos aun, los daños en su cuello le hacían mantenerse con la mirada vidriosa pero a pesar del dolor aun mostraba su típica sonrisa, aun en esas condiciones Amadeo no dejaba de ser simplemente Amadeo, no dejaba de exigir ni de excusarse, tal vez sería distinto si supiera que estuvo próximo a la muerte pero que su Maestro le había dado un soplo de vida… nuevamente salvado por inmortales, en algún punto su Maestro salio de lo que era su limitada visión y observo el tejado… se conformaba con oír su voz – No me mientas, Maestro tu siempre lo sabes todo… ¿O me equivoco? - pregunto mientras cerraba los ojos, que ardían un poco al forzarlos en la oscuridad.

Sintió aquel cuerpo apoyarse en la cama, pero siguió con sus ojos cerrados, no tenia que estar alerta, a su lado se sentía a salvo… como nunca antes en su mundo, aquel instituto se había vuelto su paraíso.., pero no por estar nuevamente en Italia ni porque amaba el finalmente tener cerca a personas de su edad… si no que más bien su paraíso llegaba a su tope aquellas noches en las cuales su Maestro se escabullía a su cuarto y le acompañaba hasta que se quedaba dormido … aquella noche no sería la excepción y le necesitaba, necesitaba demasiado de esa voz que curara su mente atormentada que se llenaba de pesadillas siempre que cerraba los ojos, siempre temeroso de despertar y estar devuelta en la calle o peor aun el burdel. Sin embargo, abrió los ojos algo de golpe cuando escucho la respuesta a su petición – Maestro, serán solo unas gotas… duele demasiado, aunque sea solo para al menos curar mi cuello estará bien, no me dejes postrado en una cama… - no lo notaba, pero siempre en sus palabras parecía querer causar cierta culpa en su Maestro, tal vez para hacerle sentir miserable ante la idea de abandonarlo luego de ser el culpable de sus lamentos - ¿Me dejaras invalido?… ni siquiera puedo masticar… - pero sus reclamos fueron acallados por esa mano en su cabeza,busco la mirada del mayor… aun los labios de Amadeo tenían un tono pálido… de alguna forma parte de su cuerpo había muerto y su Maestro había logrado  devolverle a la vida… aun cuando tardara mucho en desvanecer los rasgos de la muerte , su piel pálida, ojos irritados y sus labios con un tono algo violáceo eran la prueba de un milagro – No me curara… pero hará más pasable la falta, me gustaría comer “Gnocchi di San Zeno”, mi ángel me lo preparaba en París cuando enfermaba en cama… también me lo preparo cuando llegue a la mansión… el problema es que casi ni puedo masticar… - alego finalmente queriendo darle la espalda por lo que se movió brusco olvidando por completo su delicada situación, pego un chillido antes de que sus ojos se llenaran de lagrimas, por suerte el cuello que tenia puesto no le permitía llegar a dañarse de gravedad pero si sentir un buen dolor, el agua quemo un poco por su garganta pero luego de botar un par de lagrimas se calmo, entre más sollozara más se tensaría y peor sería el martirio - … Maestro yo debí haber muerto… Dios me quiere aquí contigo… si no fuera así me hubiera llevado a su lado… Maestro, ¿Porque cuidas tanto de mi?, jamas visitas a Enzo ni a ninguno de mis compañeros… para ellos solo existes en la clase nocturna… ¿Maestro, me aprecias? … ¿Me quieres a tu lado?… porque a mi me gusta estar a tu lado, mientras estas aquí no siendo ningún temor…. Maestro, ¿No te molesta tu soledad?, ha durado muchos años y de seguro seguirá siendo así por muchos años más… -murmuro mientras volvía a cerrar sus ojos – No cuides de mi… si me dejaras morir, no cuides de mi si pretender verme envejecer… no lo hagas si planeas olvidarme en algún momento de tu eternidad… mi eternidad es demasiado corta, pudo haber terminado hace unos días… y me hace pensar… ¿Que habrías hecho si la única solución hubiera sido transformarme o dejarme morir?, si me dejaras morir… preferiría que me dejaras solo desde ahora. No creo poder soportar a otro ángel tan distante de mi realidad...
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Mensaje por Venance Carpaccio Lun Ago 24, 2015 8:51 am

Si había alguna forma de desarmarme era esa que él usaba contra mí. Culparme de todo y hacerme sentir miserable hasta el olvido para luego intentar reconfortarme con una sonrisa a dientes descubiertos. Pero había mucho que Amadeo desconocía, el por qué yo le daba más atención, el hecho de haberlo encontrado en un cuenco de basura y haberlo dado en el monasterio de Venecia. Tantas cosas que en las sombras se escondían. Aquel muchacho vivía de una esperanza mentirosa, rodeado de paredes de papel que se destruirían en algún momento. Como aquellos hombres de la alegoría de la caverna, viviendo de faltas de luz como si esa fuese la mismísima realidad. Mas algún día él se pararía y encontraría la verdad de todo y entonces serían dos caminos. O aceptarlo o volverse loco hasta la muerte. Me negaba a proceder ante ese gran riesgo que había. No podía ser yo el causante de todo ese dolor. Mucho menos cuando lo único que deseaba era dar felicidad y comodidad a todo humano que pasara por mi instituto. La eternidad me había hecho buscar el bien para el mundo a costa de todos mis sentimientos. Lo había entregado todo a Dios y ahora tenía un gran dilema en mi estilo de vida, si es que se podía llamar de esa forma. — Sí, te equivocas. Y lo siento, no puedes beber más, puede ser peligroso. Ya… Te he dado mucho de mí. Es necesario que las células de tu cuerpo trabajen por cuenta propia o podría volverse una dependencia. ¿Comprendes de lo que hablo, Amadeo? — Intenté explicarle una verdad total por primera vez en bastante tiempo. Necesitaba que no se encaprichara con el elixir rojo o sabía que tarde o temprano lograría la manera de conseguirlo y realmente no estaba dispuesto a convertirlo en un esclavo de sangre. Aún era demasiado joven para dejar de crecer y la realidad era que lo deseaba ver traspasar la barrera del niño al hombre. Dejarlo encontrar sus verdaderos deseos y entonces, si él seguía con el mismo pensamiento y anhelo, se lo entregaría como el más preciado de mis regalos.

— Pediré que cocinen eso para el medio día o para la noche. Que lo corten en trozos de ser necesario, debes comer todo el plato, no hagas preocuparme aún más. — Supliqué tediosamente, frunciendo apenas el entrecejo cuando aquel intentó moverse solo para darme la espalda. ¿Qué clase de tonta aflicción era esa? Dejé salir un aire de mis pulmones que no necesitaba y con cuidado pasé la mano por sus cabellos, atrayéndolo a la posición indicada una vez más. Mirándole los claros ojos vidriosos que llevaba. Como si fuesen un mundo aparte para desear. Probablemente, su sangre sería la más placentera del mundo. Sumamente oscura por fuera, pero con una pureza excepcional en el interior. Un relleno de luminosidad que jamás había tenido la suerte de probar. — El que te quiere aquí soy yo, tienes un trato especial porque eres especial; tu vida no fue como la de los demás muchachos y eso lo sabes mejor que cualquiera. No insistas en querer molestarme hoy, ¿es tan difícil darme un poco de paz? — Negué, odiando los espacios entre sus palabras, como si buscaran la mejor opción para hacerme enfurecer. Él era capaz de molestarme al punto de obligarme a finalizar una conversación por dictadura. Y realmente no me hacía ninguna gracia, no me daba ninguna felicidad y poco a poco quebraba mi amor hacía él. Lo destrozaba como el frágil fragmento de vidrio que era. Mis años eran muchos como para no saber diferenciar entre la amargura y la felicidad. Y podía comprender perfectamente qué valía la pena y que no. — No demuestras madurez, ni tampoco comprensión. Te falta humildad. Demuéstrame que puedes ser eterno y yo aceptaré tu petición. Eres muy joven para tomar decisiones tan grandes. Incluso estuviste a segundos de terminar de dejarme para siempre hace unos días. Ah…— Apreté los labios, buscando su mirar con la misma angustia que antes. Podía notarse fácilmente el dolor que tenía. Como si él mismo me hubiese clavado un puñal. Buscando que lo abandone sin ninguna razón fuerte, por el mero capricho e incomprensión. Y eso era lo que yo valía, solo era un inmortal más de su galería. Uno más de quien buscaba la inmortalidad regalada. El disgusto y amargura podía notarse fuertemente, como si por un segundo se hubiese caído mi máscara de mármol, dándole el paso a la desolación. Y me levanté con cuidado, cruzando mis brazos con la tranquilidad de siempre, dejándome llevar entonces a la salida. Después de todo, había llegado porque deseaba observarlo y ya lo había hecho.
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Miér Sep 23, 2015 1:17 am

“Eres mi ángel eterno y yo realmente desearía ser el niño que rompiera las barreras del tiempo”  


Desearía ser cálido, porque te gusta mi calidez, mi fragilidad… mi humanidad. ¿Lo extrañas?, ser humano no es la gran cosa, enfermamos, nos rompemos, fallecemos y desaparecemos. A tu lado he comenzado a dudar que exista un cielo… un paraíso, porque eres bueno conmigo, sin embargo, has vivido tantos años en este limbo sin poder partir por tu condición inmortal. Tengo muchos dibujos, que son mi secreto y me pregunto como sería ver tus cabellos dorados brillando bajo la luz del sol, si podría comparar tus profundos ojos con el cielo o el mar que refleja aquel tono celeste pálido pero... lo mas cercano a esa realidad son un par de bocetos hechos con tiza, mi secreto… pero tu también tienes los tuyos para conmigo. Pequeños silencios en nuestras palabras que intentan crear una conversación cuerda… pero yo no se nada sobre ser inmortal y tu pareces saber todo sobre ser un humano ¿Como podría discutir? Sin tener las de perder… ¿Como podría comprenderte?, o a quien sea si yo también vivo en mi propio limbo de no sentirme mortal pero a su vez saber que soy humano. ¿Como quieres que comprenda de lo que hablas si quieres esconder ese mundo para mi?. Sin embargo intentare comprender – Si, comprendo… - murmure sin siquiera desear toparme con su figura a la luz de la luna, por alguna razón lo invadía una gran tristeza como si se sintiera culpable ante sus palabras, como si se devolviera su propio involuntario ataque haciéndole sentir un nudo en la garganta.

Unas gotas de sangre no me volverán dependiendo de ti, eso es algo que ya soy independiente de las gotas rojizas que hayan de por medio, necio a portarme bien si mis porfiás te hacen acompañarme hasta la hora de dormir, ciego ante las advertencias de los Maestros si se que tu me las dirás en algún momento. Temo enamorarme de la noche ¿Sabes?, se que extrañare la luz del sol si mi destino se ve sellado con sangre pero no la muerte, tal vez llore durante muchas días al saber que los rayos que tanto amaba dibujar están allí pero no puedo verlos, esas noches ¿te quedaras?. Eres mi Maestro debes enseñarme… al menos hasta que este listo y seras libre de partir y dejarme. No comprendo si deseas mi compañía  o que este listo para irme… pero al menos los humanos no tenemos más remedio que continuar avanzando y cuando llegue el momento quiero que ambos cumplamos un deseo o rompamos todos los lazos que puedan existir entre nuestras existencias. Que te quedes y me dejes quedar, o partiré y no regresare jamas. Pero queda mucho para ello aun, sigo llorando constantemente por mi ángel parisiense… asiático… me ata porque merece ser feliz y mientras estoy acá, no se si necesite un abrazo, o alguien que le hable y aunque sea un triste e inútil humano… si tan solo necesita que le diga que todo estará bien aun cuando no me cuente nada.  Deseo los poderes que no tengo, no soy tan especial… como para ayudarles, no estoy a ese nivel, solo puedo mirarles a la lejanía y de cerca pretender que somos del mismo mundo, como sucedió años atrás… -
No era mi intención dejarte... – acabe por pronunciar… con la voz rota al forzarla para que sonara firme, aun cuando titubeaba de forma tímida o temerosa – no nuevamente… - pretendía detenerle con sus palabras, hacer que se quedara, contarle la historia de un niño que se enamoro de las maravillas del mundo, sobre aquel inocente deseo que acabo en tragedia… pero aunque los hilos del destino se enredaran y le llevaran al extremo de casi cortarse finalmente le llevaron de regreso al inicio… o a lo que siempre deseo.

Espero a que retrocediera unos pasos, a saber que sus ojos estaban sobre su frágil figura que reposaba como si solo su rostro tuviera vida para proseguir -
¿Puedo contarte una historia?… se que te la sabes, tu lo sabes todo… pero aunque no estoy seguro  de que supieras esto, quiero contártela… -menciono con una tenue sonrisa mientras dirigía su mirada a la luna llena que se veía por la ventana – Hace unos años atrás había un niño en un monasterio, perdido en el mundo dentro de cuatro enormes paredes que jamas le permitieron ver el mundo fuera de aquel templo de fe y entrega, solo podía hablar con Dios y con el sacerdote que le entro al monasterio una fría noche, como ellos cuentan, la noche que se produjo un milagro. Pero luego de años los milagros no parecen tan interesantes y solo quien pudo sentir esa conexión al momento de salvarlo le seguía viendo como un ángel, pero los ángeles tienen alas y en una jaula es imposible volar… pero una oruga no puede vivir en las afueras hasta que no se vuelva una mariposa, a menos que quiera ser pisoteada, su mentor le enseño a escribir, el arte de la palabra en papel… y comenzó a escribir cartas para nadie pero con la esperanza de algún día recibir una y una mañana su deseo se cumplió – hizo una pequeña pausa mientras intentaba tragar saliva, su garganta estaba delicada e intentaba hablar claramente aun cuando sabía que su Maestro entendería – Una carta llego para aquel niño… cartas iban y venían y de a poco comenzó a imaginar como sería el exterior, comenzó a dibujar todo aquello que  se describía en las cartas, su habitación se volvió un paisaje de gris y negros, lo cual a la mayoría no le agradaba para nada pero sin importar cuanto le castigaran no podía dejar de dibujar, pero luego dibujar ya no fue suficiente, las cartas tampoco, quería salir… deseaba huir junto al lado de quien escribía esas cartas, escapar y refugiarse donde nunca más existieran grises, liberarme, salvame, de ese lugar, de tanta soledad pero como dije… las orugas mueren fácilmente bajo el pie de quienes son más grandes, me tomaron… y alejaron de Italia, ni siquiera pude ver el mar  porque me llevaban vendado…-comento como si hubiera sido la mayor tortura, como si hubiera ido la mínima recompensa que hubiera podido tener-  fue como un gran destello de luz… sin aroma, forma o imagen que me llevo a negro sin poder siquiera disfrutarlo, pero recordaba tu firma… y comencé a verla en París, en la catedral… ¿Imaginas mi emoción cuando supe que mi ángel me enviaría aquí? ...aunque parecieron miles de años el mar me traería devuelta a ti… yo sabía que algún día podríamos estar uno junto al otro, como alguna vez desee… tal vez, como siempre debió ser… pero jamas imagine que serías mi Maestro… jamas imagine que estabas en este lugar – dijo con la voz notablemente débil, por el nudo en su garganta que le hacia llenarse de lagrimas que resbalaban rápidamente por sus mejillas mientras buscaba su mirada- ¿Por qué?… ¿Por qué no me salvaste?… ¿Por qué esperaste que el destino me trajera?,¿Por qué me abandonaste?, no te importo si estaba muerto… me abandonaste… y te odie por ello, pero… ahora estoy aquí y me salvaste, estas a mi lado… promete que no te ira nuevamente… promete que no me abandonaras, júralo… aun si no hacerlo significa que te quedes junto a mi cama si envejezco y muero mortal… y si ocurre promete buscarme nuevamente durante una eternidad… hasta que encuentre el camino y regrese en otra vida a tu lado...júralo porque no tengo hogar... y solo cuando estas cerca siento que encontré el camino a casa...
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Mensaje por Venance Carpaccio Lun Oct 19, 2015 10:03 am

En mi larga existencia, jamás había podido hacerme comprender en sentimientos. Podía explicar la más complicada fórmula a uno de mis alumnos, haciendo que éste pudiese vislumbrarla con lucidez. Sin embargo, cuando era lo que en mi interior estaba, se tornaba imposible. La razón era de lo más extraña y burda, sencillamente todos mal interpretaban lo que quería decir. De modo que lentamente, con el pasar de los años, había comenzado a guardar silencio. Sí, era prácticamente esconderme y mantener la distancia con todos. La prudencia comenzó a verse como frialdad y la amabilidad, decían las malas lenguas que, era por compromiso. Yo no necesitaba eso y lo que salía de mí no era más que mi simple verdad. No obstante, con aquel pequeño ser de cabellos anaranjados todo se tornaba más imposible de lo que ya era. ¿Por qué había decidido ayudarlo en todos aquellos años? Recordaba incluso su llanto en la penumbra de un basural, podría haberlo asesinado, para así detener su sufrimiento para siempre, mas mi egoísmo me hizo querer conocerlo más. El por qué me era desconocido y por ello ahora tenía una carga que no podía levantar con fluidez. Suspiré ante las palabras ajenas, ante el resonar melancólico de su entonación. Su egoísmo era indescifrable, con los brazos cruzados le miré de costado, no a los ojos, sino que a su cuerpo, subiendo despacio a buscar una mirada que era increíblemente inquisitiva. ¿Acaso él no entendía que ya había inyectado de mi sangre en su cuerpo? Un caudal catastrófico; una gota haría caer la balanza hacia uno de los costados y no iba a permitir semejante cosa. — Nunca es tu intención, pero no haces nada por hacer las cosas correctas. — Añadí con sorna, comenzando a retirarme de su umbral. No iba a despegar la vista de él, eso era demasiado obvio para mí, simplemente es que necesitaba silencio. Esa ausencia de ruido que solo un muerto puede comprender, cuando ni la respiración aparece para hacer de farol luminoso en la opacidad. No había nada más tranquilizador que eso, pues me hacía recordar el infinito pasado y los antecedentes, la historia biológica que me hacía tropezar inevitablemente con la misma piedra. Año tras año. No obstante a mi madurez no le importaba cuando de eso se trataba. Y me daba un cierto humor, comprender esa antigüedad y no poder hacer nada por remediarla.

Bastante patético me parecía sufrir de ese modo por algo como tal. Y allí estaba, escuchando la historia que conocía incluso mejor que él mismo. Yo lo sabía todo y con eso todavía no podía aceptarlo. Quizá si lo hiciera la pena de ambos se transformaría en calma; aún no podía y lo sabía. — Las cosas no son tan fáciles como usted cree. Yo no he venido al mundo a ser el ángel de nadie, ni tampoco un hada madrina. Soy un inmortal, empero eso no quiere decir que vaya a hacer magnificencias porque lo aprecie. Y es porque lo hago, por lo que lo he dejado vivir de la manera que quiera. — Me acerqué entonces a sentarme en el borde de la cama, mi rostro no parecía querer dar señales de sentimientos, pese a eso él bien sabía mi consternación. El tiempo en donde Amadeo había sido corrompido por la vida, sin embargo, ¿no era a eso a lo que veníamos a la tierra? Sí, existíamos para ser moldeados por una duración injusta y aquel que no tiene esos daños en su existencia, jamás podrá valerse por sí mismo. Darle la libertad de elección al joven querubín había sido mi más grande tragedia. Era imparable, pues estaba buscando abrir mis heridas y sin dudas lo estaba logrando. — ¿Lo sabes, no? Que no harás que cambie por tus palabras egoístas y autocompasivas. Me pides cosas que no quiero darte aún. Y tengo tantos años que me niego a caer en palabras como esas. Esfuérzate un poco más. Yo sé perfectamente tu vida, por eso es que viniste a Venecia. Para cambiarla. Para poder valerte por ti mismo, para aprender y tener las herramientas con las que te defenderás cuando seas mayor. Y será cuando no me necesites que me quedaré a tu lado cuanto quieras. Aprende a enojarte por razones reales, tienes que instruirte y saber que con la fuerza y la codicia no lograrás obtener nada, no de mí al menos. — Palmeé las sabanas, dejando salir un suspiro innecesario, en lo que mi vista se acentuaba en la ventana de oscuridad. Entrecerrando los orbes, busqué volver a levantarme un poco, con una pasividad irritante. No tenía mucho más para decirle. Allí estaba mi corazón, los restos de sentimientos que habían quedado luego de ser destruido. Seguían latentes, pero guardados, esperando el momento correcto para ser regalados a quien desde el llanto había movido aquella caja de pandora tan bien oculta, velada en los recónditos lugares de mi interior. Aunque él abriera heridas, no llegaría con ellas a ningún lugar.
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Dom Nov 22, 2015 10:02 pm

“¿Porque parece ser tan todo tan difícil?”


Solo necesitaba que su Maestro le dijera lo que quería escuchar… aunque no fuera cierto, pero bajo esas circunstancias sabia que su Maestro jamas le mentiría solo para hacerle sentir mejor o importante. ¿Porque no le podía decir que le necesitaba al menos solo un poco?, solo quería escuchar que le querían tanto como él a su Maestro, solo quería sentir que le necesitaban pero ¿Porque su Maestro le necesitaría?, él lo podía tener todo...¿o se equivocaba? Amadeo no se sentía si no como un animal del bosque esperando a que llegara el invierno teniendo claro que al momento de su llegada no volvería jamas a ver la primavera a menos que se preparara para el momento en el que comenzara a caer la nieve. ¿Porque su Maestro le seguiría siquiera unos pasas si no podía ofrecerle nada más que molestias. El cambio era bueno si se enfocaba en esforzarse… pero la verdad era que no quería crecer y volverse un adulto, solo quería ser el niño que nunca pudo ser y ser travieso por la eternidad, sin duda un pensamiento muy egoísta si pensaba en quien tendría que aguantarle… y que de seguro no lo haría dejándolo solo en algún momento, no quería ser realmente dependiente pero quería dar esa impresión de necesitarle más que los humanos al aire… o los inmortales a la sangre, solo para que no se alejara jamas, pero generaba todo lo contrario.

-Renunciaría a los rayos del sol que tanto amo para quedarme más tiempo a tu lado – murmuro una vez vio irse a su Maestro, sabía que este aun en el pasillo le escucharía… y en parte de arrepentía, pero era cierto… aunque realmente deseaba ser inmortal sabía que extrañaría los rayos el sol, ir al mercado en las mañanas, ver aquellas hermosas obras hechas con vidrio de colores en la iglesia iluminando todo a su paso… y sentirse en un paraíso entre todos esos colores. Pero realmente lo haría y aprendería a amar a la luna con la fuerza que amo el día, porque aunque no la odiaba actualmente para él la luna solo era un testigo de los pocos minutos que podía pasar junto a aquellos seres que no pertenecían a su mundo. Y pensado en ello dirigió su mirada a la ventana para observar aquel enorme orbe blanco que iluminaba con frialdad, la cual observo hasta que su cuerpo no dio más y le exigió un descanso.

Los días pasaron y de a poco comenzó a recuperar la movilidad de su cadera hacia arriba, pero estuvo obligado a utilizar una silla de ruedas para movilizarse. Muchos pensarían que iba a ser un martirio para Amadeo pero en realidad prefería disfrutarlo, aun luego de las palabras de su Maestro sabía que él o Hero no le dejarían en una silla de ruedas para siempre, ademas disfrutaba atropellando a sus compañeros por los pasillos de vez en cuando, pero el tiempo paso… y sus piernas sanaron solo para darle la bienvenida a una nueva pesadilla. Comenzo a tener sueños salvajes que le hacían salir corriendo de su cuarto buscando a su ángel con desesperación, siendo encontrado por sus compañeros o su Maestro tirado en un pasillo llorando sin control, dejo de dormir y de rendir en sus clases, no estaba nada bien y comenzó a temerle a la noche que antes tanto ansiaba, no quería dormir tenia mucho miedo de soñar y caer nuevamente en la misma pesadilla, solo una noche por semana lograba conciliar unas horas para dormir, más por agotamiento extremo que otra cosa.

Las cosas no podían seguir así y una noche cuando todos se fueron a dormir visito el estudio de pintura para ver a su Maestro… se acerco tímido, ojeroso y muy demacrado, para decirle que ya no podía aguantarlo más… Hero no contestaba sus cartas, no dejaba de tener la misma pesadilla y tenia demasiado miedo de que le hubiera pasado algo. Su presencia no le salvaría pero ya no sabía que hacer, su confesión fue acompañada de un fuerte abrazo como si se fuera a derrumbar si se apartara de su Maestro, le dolía esa despedida, le pidió que le siguiera a París pero en ese momento su petición no podría ser cumplida, abrazo a su Maestro todo lo que pudo esa noche, en un imperturbable silencio hasta que este tuvo que partir y por su parte se fue a su cuarto  a pasar las ultimas noches que estaría en Italia antes de partir nuevamente a París.  


Prométeme que cuando tengas tiempo pensaras en mi…
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