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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Jeromé D'auxerre Miér Abr 22, 2015 4:34 pm

“De pronto el camino de pétalos de rosas se volvió un camino carmín de sangre… 9 años para acostumbrarme a que jamas volvería a ver la luz del sol”


Sentía como sus venas gritaban y pedían sangre, la desesperación que le consumía era más grande que cualquier otro sentimiento de hundimiento que hubiera tenido a lo largo de toda su vida. La noche era joven y mientras corría a través de los arboles en el bosque, las lagrimas no podían dejar de caer, por fin era libre de toda cadena, de toda celda que hubiera conocido a lo largo de su vida. 9 años en la oscuridad y aunque no estaba completamente al tanto aun de que así seria su vida por la eternidad, sentía un leve deleite al por fin sentir la briza sobre su rostro o simplemente por sentir la textura de un árbol en la yema de sus dedos.  Estaba huyendo de su pasado, de aquel Amo que se había lanzado al fuego por alguna razón.

Sus ropas estaban gastadas, su camisa blanca que mostraba gran parte de su pecho estaba ensangrentada. Realmente parecía haberse salvado de un barco a la deriva, de una horrible masacre de la cual nadie se enteraría nunca. No era consiente de su aspecto, era lo que menos importaba, era libre, podía correr como no lo había hecho en años, podía huir, era libre de aquel granero y aunque aun tenia los grilletes en sus muñecas y tobillos no podía sentirse mejor de lo que estaba.

Corría a una velocidad a que no era normal en un humano. Se apoyo contra un árbol escuchando el silencioso bosque, ya no veía rastro del granero a la lejanía pero temía estar corriendo en dirección a la mansión en la que estuvo encerrado por tanto tiempo. Había corrido por muchos kilómetros… pero no se sentía cansado, su cuerpo no estaba agotado y eso le sorprendió. ¿Cuantos misterios traería aquel encantamiento puesto por su Amo?.

Comenzó a caminar en dirección incierta hasta que diviso luces, voces y pasos, no podía creer que luego de 9 años volvería a ver personas. Comenzó la carrera nuevamente, y llego a París, no podía creerlo… todo era tal cual lo había soñado, nada había cambiado… sin importar los años, nada excepto él mismo. Escuchaba voces riendo, cantando y gritando, todo era permitido cuando el cielo oscurecía. París era un lugar en el que era muy difícil mantenerse con el alma en paz siendo tentado con tantos pecados a la vuelta de la esquina y en eso un sutil sonido, un salto en el aire de un ser liviano, suave y lleno de pelos, se movió más rápido de lo que pensaba hasta el callejón y aquel pequeño felino pareció notar que Jeromé no era más que un peligro, un pequeño movimiento del felino y ya estaba en las garras del vampiro que apretó su cuerpo con fuerza, tan rápido y voraz que en cosa de segundos el gato estaba muerto en el piso, le siguieron ratas, más gatos e incluso algunas aves, parecía fuera de si, descontrolado  y hambriento, tras su paso los cadáveres parecían no tener fin.

¿Que era ahora?, el hechizo que no comprendía… aquel que te tenia condenado, pero sentía una pequeña esperanza… el volver a ser un humano completo y regresar con su familia, pero mientras ¿Qué podría hacer?, estaba solo y perdido en París… camino todo lo que pudo caminar hasta desmoronarse, no por un cansancio físico si no que estaba mentalmente agotado. Noto lapidas a su alrededor, había llegado al cementerio… y se recostó contra una observando aquel cielo que cubría todo con su oscuridad… la luna no se veía tan brillante como en sus sueños, no parecía alumbrar el cielo si no que más bien parecía estar siendo devorada por la oscuridad.  

Miro sus manos y noto la sangre fresca, de pequeño siempre tuvieron en casa la norma de usar una prenda blanca… pero ahora todo estaba teñido de rojo, de aquel salvaje y vivaz color del que no podía escapar, comenzó a intentar limpiar sus manos en el césped con desesperación –
¡¿Que es esto?!… sangre por todos lados, no tiene fin, no puedo sacarlo de mi cabeza! - gritaba con desesperación, sin pensar que alguien podría escucharle en mitad del bosque.
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Mensaje por Adriel d'Auxerre Sáb Mayo 02, 2015 12:46 pm

En ocasiones, la falta de luz solar puede conducir a un estado de enajenación en el que la realidad se distorsiona para verse como una mera banalidad. Uno es consciente de que es el propio autor de sus actos, pero, a su vez, no puede evitar la sensación de entender el suelo que está pisando como el entarimado de un teatro, de forma que piensa que sus decisiones no pueden acarrear importancia alguna y cuyas consecuencias no son capaces de tener repercusión más allá de ese espacio escénico que cree limitado. Hay quien, entonces, representa el papel ajeno que considere apropiado para la escena en concreto, pero hay otros que, en tal situación, se ven con la libertad de despojarse del antifaz que acostumbran a portar en su día a día y liberar su verdadera esencia. Y, en estos casos, la bestia que todo ser racional porta en su interior tiende a mostrarse con un ímpetu mayor, fruto del ansia de libertad acumulada, poniendo en entredicho la bondad del individuo y mostrar una pequeña porción de ese horror que es inherente a la condición humana. Pero entre todos estos sujetos bajo la calificación de personas, hay un cierto colectivo que en principio debiera de sufrir más que los otros. Los vampiros, encadenados a la nocturnidad por el tiempo que dure su existencia, quizás sufran a veces esta maldición de la mente o quizás hayan bebido tanto de ella que, en determinado momento, la inhumanidad se llegue a convertir en la piedra angular sobre la que se edifique su nueva naturaleza.

En aquella noche, Adriel padecía tal aflicción. No estaba acostumbrado a la soledad y, aunque jornada tras jornada se rodeaba de gente, ninguno era uno de los suyos. Le faltaba su querida hermana, Denisse, a la cual buscaba incansablemente, consciente de su paradero desconocido, y le faltaba por llenar ese hueco que había dejado el resto de su familia al saberlos traidores a él y a los ideales que él consideraba propios de su apellido. Aún le costaba comprender cómo un d'Auxerre había traicionado a otro, por mucho que a veces se detestaran, su estirpe debía de ser lo primero, pero las pruebas de su infamia eran tan firmes que no tenía otro remedio que creer en ellas. Lo normal hubiera sido una reacción violenta, no obstante había postergado la cólera para ese momento en el que hubiera liberado a su cautiva pariente y, así, poder cobrar venganza juntos. Sin embargo, su avance era tan lento que tendría a conducirle a una terrible frustración. Y, en aquella velada, había perdido los estribos.

Había logrado llegar a uno de los cazadores que formaba parte de esa asociación que meses atrás le había secuestrado y que ahora poseía la custodia de Denisse. A juzgar por sus torpes métodos y su vacilante resolución, debía de ser un miembro novato y, por lo tanto, carente de información de real utilidad. Tras alrededor de dos horas de interrogatorio, el vástago perdió el control de si mismo e hincó los dientes en el cuello del indefenso humano, tan sólo para sorprenderse segundos después rodeado de los colaboradores de su víctima. Se había dejado llevar por su posición de superioridad y había atentado contra el preso que, por mucho que no fuera inocente, sí se hallaba indefenso. Las armas magullaron su carne y su propia sangre se mezcló con la que ya manchaba la camisa en la que aún se notaba una mancha de vino, siendo al final capaz de escapar del lugar por mero azar del destino.

Su huida por París, callejón tras callejón, le terminó llevando hasta el cementerio de Montmartre, uno de esos reposaderos de muertos que se habían atestado desde la prohibición de camposantos en la capital. En realidad él detestaba esos lugares, considerándolos lúgubres recordatorios del que debía de haber sido su destino hacía más de cuatro siglos atrás y que le insinuaban que él ya no era uno de aquellos humanos con los que firmemente se ligaba al aferrarse a las emociones mortales en lo que su condición y su razón se lo permitían. Pero, aunque resultara un escondite demasiado obvio, sus pasos le habían llevado hasta allí y, aunque pudieran descubrirle, de haber un enfrentamiento, la teatralidad del combate estaba asegurada. No es que realmente le importase tal sinsentido, pero era un curioso motivo derivado de ese leve delirio que ligeramente corroía su lucidez.

Se encontraba apoyado tras una lápida, por respeto por el lado contrario al que ocupaba el muerto, cuando, de pronto, algo rompió ese silencio tras el que confiaba poder ocultarse. Los gritos, que surgían de un origen no muy lejano, le irritaron por la súbita pérdida de seguridad y, tras un instante de meditación, se dispuso a caminar encorvado hacia la fuente de la perturbación. El causante se presentó ante él afanado en restregar sus manos contra los hierbajos del suelo, por algún motivo que el de cabello bermejo no lograba llegar a entender. Pero más allá de todo ese nerviosismo que rozaba en la angustia, lo que más llamaba la atención de él eran esas finas hebras que surgían de su cabeza de un tono tan blanquecino que podrían haberse hilado de un rayo de luna. Adriel quedó fascinado por aquella coloración tan única, pero, en cuanto pudo librarse del embrujo, se notó de un dato obvio que se le había pasado por algo. Se trataba de otro morador de la noche y, a juzgar por su forma de proceder, uno novato. Pero, por muy asustado que estuviera el muchacho, él no podía dejar que les descubrieran. No es que sintiera realmente interés alguno por él -o al menos él lo pensó así en dicho momento-, pero sencillamente no quería dejarse matar. Por lo tanto, cogió carrerilla y, de un par de zancadas, quedó detrás de él, llevando una mano a tapar la boca del neonato y la otra a agarrarle de la cintura para evitar que escapara de su abrazo.

- Si no dejas de gritar, esas serán las últimas palabras que digas – susurró a su oído, tan sólo para luego comprender que sus palabras podrían hacerle ver como una amenaza y decidir que sería conveniente explicarse -. Hay cazadores cerca.

Eso debía bastar. Por muy nuevo que fuese en el que algunos llamaban como mundo de las tinieblas, su sire debía de haberle informado de los peligros que corría en su nueva condición y de los enemigos que había ganado con ello. Por lo tanto, suponiendo que no representaría una mayor amenaza para su protección, aflojó su abrazo y le volvió a dejar en libertad justo cuando la luz de un farol comenzó a adentrarse en el cementerio. El d'Auxerre se agachó de golpe, obligando al de pelo albino a esconderse con él.


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Mensaje por Jeromé D'auxerre Miér Mayo 20, 2015 11:46 pm

“La muerte me llama y me incita a cumplir su voluntad”


Restregaba sus manos contra el pasto, contra sus pantalones y no lograba nada, sus manos estaban teñidas de un color más sutil pero el rojo persistía. ¿Que había hecho?, había matado a un animal… pero no debía preocuparse solo eran animales… aun así la muerte estaba presente ¿Porque lo había hecho?, de pequeño jamas tuvo comportamientos violentos, nunca golpeo al gato de su madre o al perro de su padre pero ahora había matado sin piedad, sin siquiera pensarlo a unos cuantos animales que habían encontrado su final en sus colmillos y aunque era de la idea que solo eran animales sin alma ni pensamientos estaba seguro de que había visto en miedo en sus ojos, como si ellos supieran el peligro que aquel peliblanco representaba.

No podía quitarse la sangre de encima, el cementerio aunque le brindaba cierta seguridad le generaba terror, aun luego de su transformación seguía teniendo miedos humanos como estar en un cementerio de noche. De pequeño los sirvientes cuando querían asustarlo le decían  que lo dejarían solo en uno  y que los fantasmas de los muertos lo encerrarían en algún ataúd para enterrarlo vivo, traumas que de muy pequeño se quedaron impregnados en su esencia, pero había visto al demonio a los ojos… había convivido con el 9 años cumpliendo su voluntad y aceptando su destino bajo sus colmillos… pero aun luego de todo aquello no podía evitar pensar que habían cosas mucho peores y ahora completamente solo debería enfrentarse el verdadero infierno.

Se sentía demasiado ajeno a lo que veía y mientras seguía restregando sus manos procuraba observar, respirar y sentir… deseaba que alguien lo pellizcara para creer que ya no habían murallas ni una oscuridad que parecía devorar todo. Era de noche… como todos los días, incluso se preguntaba si algo había ocurrido en el mundo que el sol se había borrado y tenían una luna eterna solo para ellos, se levanto de a poco mirando la gloriosa luna que esa noche estaba igual que él, inmerso en un gran universo donde no existía claridad, sin embargo tenia pequeñas estrellas que iluminaban su paso
- ¿Qué ha pasado?, ¿Cuantos años he estado ciego?- pregunto en voz alta como si la luna pudiera llegar a darle la respuesta, incluso esperando de alguna forma que un haz de luz le guiara en aquel desierto cementerio. Jeromé estaba demasiado ensimismado en sus ideas como para notar que un extraño había roto la calma del lugar hace ya un rato - ¡¿Que hechizo has puesto sobre mi, Maldito amo?! - grito furioso  a las estrellas sin comprender que si su Amo estuviera en algún lado no seria en aquel pacifico cielo que se alzaba sobre su cabeza.

Era obvio que al momento en el que sintió un paso tras él su reacción fue intentar huir , pero sus reflejos jamas podrían compararse con el vampiro que le había alcanzado. Se movió desesperado y temeroso ante las intenciones del contrario, quedo pegado a su cuerpo y ladeo un poco el rostro para ver quien era, sin embargo eso no tendría gran sentido… Jeromé tenia claro que no era alguien que conocía pero por un instante paso por su mente que su Amo había resucitado de las cenizas y le estaba buscando para hacer con él lo que fuera su voluntad nuevamente. Se sacudió durante unos segundos antes de oír su voz, era la primera voz ajena a la de su Amo y la suya, que escuchaba en años, pareció calmarle al instante  pero era tal su desconcierto que no parecía comprender el mensaje, solo escuchaba palabras que juntas no significaban algo coherente, su atención estaba en aquel timbre de voz. Su mano derecha subió a tomar la muñeca de aquella mano que cubría su boca, pero no estaba actuando de manera violenta aunque su cuerpo parecía agitado, su caricia fue sutil antes de sujetarle con la única intención de tener cierta seguridad de que este no huiría, al menos no sin que Jeromé le tomara con todas sus fuerzas.

Una vez en libertad paso a dar un paso enfrente y volteo para observar a quien había tenido el descaro de tomarlo por sorpresa, pero aun libre inconscientemente seguía sujeto a la muñeca de aquel hombre , le observo rápidamente de arriba a abajo –
No te ha enviado mi Amo… ¿o si? - pregunto con un timbre desolado en su voz, se notaba la angustia en su mirar pero lo más extraño era que aun con esa posibilidad no parecía tener intenciones de soltarse. Escucho una reja abrirse pero la entrada estaba tan lejos que se sorprendió de su habilidad auditiva, con el mayor abajo pronto fue jalado por su propio agarre, se mantuvo cerca, escuchaba unos pasos lejanos y busco la mirada del contrario - ¿Qué es eso?… ¿Porque los escucho?… ¿Qué quieren? - le llenaba de preguntas como si fuera su obligación aclarar cada una de ellas. De pronto los pasos se detuvieron y Jeromé se cohibió esperando lo peor, su Amo no le había explicado mucho… tal vez porque este esperaba mantenerlo durante una eternidad encerrado en aquel granero.

Dio un paso atrás, pensando que podría huir si daba los pasos correctos, pero no se iría sin aquel chico de cabellos  rojizos –
Vayámonos de aquí… no quiero estar aquí, por favor – le rogó con un hilo de voz que posiblemente solo pudo ser escuchado por alguien en su misma condición vampirica, ¿Porque no irse solo?, Jeromé jamas tenia presente la respuesta a sus propias acciones pero siempre buscaba la razón del actuar de los demás, había estado demasiado tiempo ciego ante lo que es la realidad. Esperaba que el chico le siguiera cuando sintió como los pasos lejanos continuaban, se encogió y regreso al lado de aquel chico cuyo nombre no conocía pero se tomaba la confianza de buscar cierta protección en él.
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Mensaje por Adriel d'Auxerre Jue Jun 18, 2015 7:04 pm

Su mirada se cruzó con el temor de la contraria y su piel, ya fría de por sí, se sumó a la gelidez ya presente en la otra. Fue una suave caricia la que aferró su muñeca, al parecer carente de la necesidad por liberarse que hubiera resultado obvia. Tal  docilidad pilló desprevenido a Adriel, que había previsto una reacción violenta por parte del de claro cabello. Por lo tanto, su agarre se aflojó hasta dejar a su presa en liberta, mas la conexión no murió ahí. No, el otro vampiro no le soltó, insistiendo en aquel prematuro vínculo que cualquiera hubiera esperado que prematuramente muriese. Nuevamente, eso le desconcertó. Si bien en un primer momento se hubiera negado a aceptar la intuición que le gritaba el carácter único de aquel individuo, ahora no podía hacer menos que tomarla en cuenta.

Cuando al fin se separaron por una apenas mencionable distancia, pudo comprobarlo, al menos en cuanto a lo que el ojo es capaz de percibir a simple vista. Su apariencia era la de un joven, pero no tanto como para resultar infantil. Algo aniñado quizás, pero no infantil. Adriel podía percibir que había sido convertido en el momento perfecto para su cuerpo, en el que sin dejar de abandonar la adolescencia, ya comienza a convertirse en hombre. La flor de la vida, muchos la llamaban, y él no podía estar más de acuerdo. Pero no tuvo tiempo para analizar mucho más. Tenían cosas más apremiantes a las que atender.

- No sé quién es tu… amo, chico – aunque conciso por la situación, no pudo evitar dudar ante si repetir o no esa palabra que tantos reparos le causaban. Y, aunque la terminó pronunciando, lo hizo con tanta reticencia como desprecio -. Así que no, no me ha enviado nadie.

El vampiro se dio cuenta entonces, o lo pensó al menos, de que él debía de ser un fugitivo, tal y como lo era entonces él. Quizás hubiera sido convertido no hacía demasiado para servir fielmente a su sire y que hubiera huido en cuanto se le presentó la oportunidad. Aunque, de alguna manera, no le resultaba demasiado probable. Sea como fuere, no tuvo tiempo para muchas más elucubraciones. El inconfundible chirrido de unos goznes girando les informó de que ya no estaban solos.

- Putain… – murmuró Adriel. No sabía si habían seguido su rastro o si el escándalo los había atraído, pero el hecho era que aquello individuos que se adentraban en el camposanto debían de ser la panda de cazadores. Se había despistado un instante por el ruido y, al volver a fijarse en su compañero, éste ya se había apartado. Por un instante, dado que rectificó y volvió a él con cierta inseguridad marcando sus pasos. Pero lo que más le sorprendió fue, nuevamente, la reacción de aquel. Lejos de quedarse en el lugar extrañado porque a alguien se le ocurriese ir a aquel lúgubre lugar a aquellas intempestivas horas o de escapar sin más, asustado, le pidió abandonar la zona, pero que le acompañara. A él, un total desconocido que le había agredido, si dramatizamos un poco los sucesos. Exagerando o no, él no podía comprenderlo. Por alguna razón, parecía querer restarse madurez y comportarse como el infante que, como ya hemos mencionado, no parecía. Preguntón por ignorante y con falta de potestad sobre sí mismo, pidiendo permiso para tomar decisiones que debieran ser suyas. -. Eres nuevo en esto. Un chiquillo – no preguntó, aseguró, ya consciente de que se trataba de un novato. Pero el novato tenía razón, tenían que salir de allí o, antes o después, acabarían dando con ellos -. Está bien. No hables y, si lo haces, susúrrame. Y agáchate, por el amor de Dios, que te van a ver – dicho esto, se calló y comenzó a dirigirse, igualmente encorvado, hacia el linde de aquel recinto. En algún lugar tenía que haber otra salida.

Pese a que su figura no era fina en exceso, sus movimientos sí eran ágiles, fruto de un dominio adquirido, no sólo con su condición, sino también con el paso de las largas décadas, tan sólo dificultados por una posición lejos de ser óptima. Lápida tras lápida, sus pies le acercaban a la puerta –o eso esperaba él–, girando la cabeza de tanto en tanto para comprobar fugazmente que aquel le siguiera. Sin embargo, al cruzar una hilera se encontró de frente con el haz de un farol que, casualmente, había girado hacia aquel lugar. Fue tan sólo un instante el que fue iluminado, pero fue suficiente como para que aquella mujer –porque por lo poco que pudo intuir dedujo que se trataba de una fémina– se percatase de su presencia. Un grito y un par de segundos después, ya estaban todos detrás de ellos.

- ¡Corre! – ya no tenía sentido tratar de pasar desapercibido, por lo que se irguió por completo y comenzó a acelerar su ritmo. Esperaba que el muchacho, por muy inexperto que fuese, supiera de la mejoría de sus capacidades. Si no, era hombre muerto. O, mejor dicho, vampiro muerto, valga la redundancia.
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Mensaje por Jeromé D'auxerre Mar Ago 18, 2015 11:19 pm

“Aprende a hundirte en la eternidad, es lo único que te queda”

El miedo de ser atrapado nuevamente y esta vez con monstruos distintos no era agradable, ni siquiera conocía a quien se mantenía cerca y parecía necesitarle desesperadamente, tal vez por ser el primer ser “humano” que veía en años. Ya había olvidado como eran los seres diferentes a él mismo y  a su “Amo” y si guardaba un recuerdo lejano era sobre los cabellos blancos tiñiendose de rojo de su hermana mayor, sin duda alguna un recuerdo que le perturbaba, una pesadilla que se repetía constantemente cuando bajo las garras de su “Amo”veía como la sangre escapaba de su cuello y un hilo de la misma recorría su blanca piel… sin embargo, jamas veía donde acababa aquella gota de sangre, siempre se dormía antes de lograr ver su fin y despertaba a las horas en su cuarto oscuro, congelado en su cama, temeroso y pensando que ya había muerto y estaba en el limbo. Se había acostumbrado a la sensación de la muerte, pero el miedo siempre estaba presente… la idea de no confesarse antes de fallecer y aunque un niño de 9 años jamas tuvo mucho de lo que confesarse los años de encierro y tortura le hicieron convencerse de que todo lo que ocurría era su culpa, que él lo había provocado y se merecía aquel castigo por ser el responsable de la muerte de su hermana. Y aquello se volvió una de las más crueles torturas psicológicas que pudo haber pasado.

Si libertad atada la condena de tener que mirar a su padre a la cara y decirle que no pudo hacer nada para ayudar a su hermana mayor sería algo que también le marcaría… aun cuando no tenia idea de cuando lo vería o siquiera sabía si estaban vivos, pero deseaba desde lo más profundo de su ser tener un lugar al que ir, tener una familia donde llegar. Pero de alguna forma me veo eternamente corriendo entre árboles y edificios… buscando un momento de calma para respirar y seguir huyendo de lo que sea que amenace mi vida… Ya no habrá hogar, ni familia, solo esta carrera eterna donde con suerte encontraría unos minutos de paz en alguna estación del camino. Y aun siendo desconfiado de todo aquel ser viviente, se aferraba a aquel chico como si de eso dependiera su vida y e parte parecía ser así.

Obedeció y agachado le siguió por aquel pasto seco que decoraba las tristes lapidas, pero sus cuerpos parecían ser livianos ya que no oía el crujir de lo que estaba bajo sus pies, había que decir que Jeromé era un punto más que visible… sus cabellos blancos iluminados por la luna serian más que visibles para que les encontraran, pero por suerte no fue su culpa y aunque ahora debían correr por sus vidas al menos agradecía no ser el culpable de aquello. No sabía que les había delatado realmente pero aunque torpe, era veloz y corrió detrás de aquel chico, por primera vez notando sus capacidades físicas, sentía incluso que llegaba a levitar mientras avanzaban a una velocidad inhumana, no tenia tiempo para preguntar nada, su única preocupación era no perder de vista a aquel que parecía asemejarse a su condición actual.

Y sin importar lo veloz de su huida cada vez que pasaba frente a una ventana sentía que todo pasaba lento, lograba ver el rostro de los hombres en lo bares con tanta claridad que dudaba fuera una capacidad humana. Todo se veía demasiado nuevo, era físicamente igual pero se sentía muy distinto , una fantasía… era como estar en uno de los cuentos de hadas de su hermana, solo que este se escribía con sangre y  sus paginas estaban tan secas como los cuerpos de los que se alimentaba. Acabaron llegando a un callejón y las ratas de forma inmediata huyeron al igual que toda forma de vida animal, tenia clara la razón… sus ropas aun estaban sucias con sangre de sus inocentes victimas que no esperaban su fin aquella noche. No se veía presentable… así que el callejón parecía un buen lugar para ocultarse y aunque ni siquiera estaba invitado a ocultarse con aquel hombre, no mostraba ni la más mínima intención de despegarse de este… aunque fuera un peligro, por algo lo seguían los cazadores -
¿Quien eres?…. ¿Quien eres y porque se buscaban?… ¿Eres un bribón o un asesino? - pregunto sin darse cuenta que el único que parecía un asesino en ese momento era él mismo. Y aunque fuera una situación extraña las viejas costumbres no se le olvidaban - … Mi nombre es Jeromé… - menciono con voz temblorosa al recordar las palabras de su Maestro… ahora tenia otro nombre… o mejor dicho otro apellido el cual no estaba seguro si usar o no, pero por su bien… temiendo que el desobedecer devolviera a su amo a la vida acabo por mencionarlo  - Jeromé D'auxerre… ¿tu quien eres? - retrocedió hasta encontrarse con la muralla para agachar la mirada encontrándose con el desastre que era, manchado con sangre y con sus ropas sucias y desechas… de seguro habían pensado que había matado a alguien – De casualidad… ¿No tienes ropa que me prestes?… obviamente te la pagaría… vengo de una familia rica., cuando encuentre a mi padre le diré que te la pague…
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Mensaje por Adriel d'Auxerre Miér Sep 30, 2015 6:46 pm

La agilidad de sus movimientos sólo podía compararse con su velocidad. No era más que un reflejo que se desplazaba sobre el encharcado pavimento de París, dejando tras de sí tan sólo una fantasmal impresión a cualquier mortal que tuviera la mala idea de mantenerse despierto a tales horas. Eran rápidos, pero sabía que, por muy raudos que llegaran a ser, los cazadores siempre podrían seguirles, dado que para eso habían sido entrenados. Por ello no bastaba con contar con ventaja en el terreno, antes o después debían de esfumarse. Al menos el extraño peliblanco no le retrasaba, demostrando un dominio por lo menos suficiente de sus habilidades, lo cual hacía que se replantease la idea que se había formado de su tiempo como vampiro.

Al ir él encabezando la huida, no podía ser consciente de lo que sucedía tras de él más que por los sonidos que le llegaban. Era una información sutil que le indicaba que esas zancadas que pretendían seguir su ritmo estaban justo detrás de él y que, cuando se distanciaban, bien por un improbable cansancio o por alguna banal distracción, no se separaban demasiado. Por el contrario, se centraba en el camino que tenía por delante, girando las esquinas en el último momento o saltando algún envejecido y chirriante cercado que separaba la calle de uno de aquellos cubículos mal aireados que pretendían llamar callejones. Y, como correr no valía más que para ganar tiempo, terminaron deteniéndose en uno de ellos.

- ¿Cómo que por qué me buscan? – el rojo se hallaba desconcertado por la cuestión, ya que la respuesta, para él, resultaba demasiado obvia -. Son cazadores. Los cazadores nos persiguen sin necesidad de mayor razón que nuestra existencia – y con esto, por mucho que se callara, no mentía –. Y respecto a si bribón o asesino… la pregunta es demasiado ambigua - para Adriel no tenía mucho sentido interrogar a un vampiro acerca de sus pecados, especialmente si ese tenía que ver con la muerte de otros. Por decirlo así, el asesinato era el oficio de la mayor parte de su  especie. Por ello, llegó a dudar de que supiera mucho de lo relativo a aquella verdadera noche que se ocultaba tras la ilusión de normalidad en la que creían fielmente la mayoría de mortales -. ¿Cuánto conoces de lo que somos? Disculpa si te molesta, pero pareces bastante novato.

Y con eso terminó el pequeño espacio de tranquilidad que se abría a la confianza ya que las palabras que siguieron a éstas agriaron la percepción que tuviera sobre la situación. Si bien el joven se presentara con aquel curioso tan que agradable nombre, el apellido que le siguió provocó que al vampiro mayor se le atragantara su introducción. ¿Cómo que era un d’Auxerre? Y, si lo era, ¿cómo es que no sabía de su existencia? Por supuesto no todos los miembros de su familia vivían en la gran residencia que poseían en el corazón de la capital de París y tampoco todos los vástagos engendrados por los descendientes del borgoñón –apodo por el que se conocía al fundador de su dinastía- eran reconocidos al resto de la estirpe, pero no conocía ningún caso de un bastardo al que le hubieran otorgado su apellido. Por eso, estaba desconcertado.

- Yo soy Adriel – respondió escuetamente tras una pausa, sin mencionar, claramente, que él también era un d’Auxerre.

Algo le olía a gato encerrado. O bien su familia había creado a un chiquillo con algún retorcido fin o bien el destino tenía un marcado y también retorcido humor. ¿Cuáles eran las probabilidades de que ese supuesto se diera? Era una coincidencia demasiado remota y, por lo tanto, él no podía sino desconfiar. Pero no podía preguntarle directamente, por lo que fingió no saber nada al respecto e intentar indagar más de cualquier otro modo.

- Deberíamos ponernos en marcha, no sabemos cuánto tardarán en seguirnos hasta aquí. ¿Dónde te escondes? Quizás pueda acompañarte hasta allí y asegurarme de que no nos sigan – aparte de intentar sonsacarle más información, estaba intentando evitar mayores problemas surgidos de aquel obvio peligro. Y, claramente, no iba a llevarle al resumido espacio en el que se ocultaba durante el día, tanto por no desvelar su escondrijo como porque no cabrían ambos allí -. Venga, en marcha. Tú sólo indícame – le apremió mientras comenzaba a andar para que le desvelara así alguno de esos secretos que necesitaba conocer.
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Mensaje por Jeromé D'auxerre Jue Oct 22, 2015 10:06 pm

¿Quien le hubiera imaginado tan vulnerable, patético y decadente años antes?, ¿Quien hubiera pensado que aquel precioso niño con un futuro brillante acabaría a la misma altura que una especie de esclavo ante los deseos de un ser sobrenatural?, ¿Quien hubiera podido salvarlo de ser convertido en uno?. Esclavo de sus deseos, perdido en el mundo, sin lugar donde ir y sin nadie que le buscara o se preocupara de su existencia. Lo que Jeromé no sabía era que su Sire no fue el causante de la muerte de sus padres… fue solo una extraña coincidencia, un azar del destino… sin importar cuando buscara su apellido ya no resonaba en las calles y la compañía de su familia tenia ahora otro nombre… el de aquel avaricioso ser que decidió que deshacerse de la familia de Jeromé seria lo mejor, aquel demonio que le llevo en parte salvo su vida… pero de todas formas estaba condenado, ambos caminos le llevaban a la muerte pero una de ellas le daba otra oportunidad. ¿Recuerdas los cuentos que escuchabas antes de dormir?, ¿Recuerdas esas bestias chupa-sangre que te asustaban?, pues ahora jamas podrás huir de ellas, tu mismo eres uno. Y ni la muerte te llevara al cielo con quienes más amabas.

Sentía que la noche se los tragaría a ambos en algún momento pero que despertaría por los rayos del son en su ensoñada cama de hace 10 años atrás, incluso la idea de haber dormido por todos esos años se volvía menos inquietante que la de estar en la realidad que estaba viviendo. Acabo rodeado de ratas, un aroma nauseabundo que inundaba su nariz, él no conocía ese tipo de decadencia, basura, alcantarillado y  el aroma a alcohol parecía estar impregnado en cada bloque de cemento al estar cerca de los bares que tenían mayor concurrencia por la noche. Jeromé cubrió su nariz al instante esperando que el mayor hablara, estaba a escasos centímetros de este, sin duda no le dejaría abandonarle en ese lugar… aunque sonara egoísta… él quiso salvarlo, ahora era su responsabilidad hasta nuevo aviso.

Aun poniéndole toda la atención que podía se sentía perdido en todo lo que este mencionaba, no lograba hilar la conversación de manera rápida, el aroma a sangre de sus ropas le hacía volver a sentir hambre –
Yo… no se que seas tu… yo soy un humano – dijo sin duda terco, no quería convencerse de ello, él estaba bien y volvería con su familia… si no la vida no valía la pena, no valía la pena si su futuro se había desmoronado tan fácilmente- O al menos eso creo…  Hablas de… “lo que somos” de cazadores… ¿Somos bestias o demonios?- pregunto serio sin notar como inconscientemente su mano se aferraba a la gabardina del mayor, la idea de los cazadores le estaba dando un poco de miedo, el solo hecho de pensarlo le hacía sentir un hielo por su espalda. Escucho su nombre pero no su apellido, eso era una falta de respeto, o al menos eso creía Jeromé sin embargo no era momento de discutir.

-
No! No! Eso jamas! - le dijo jalándolo para que no se moviera de donde estaba- No volveré al granero, ¡no lo haré jamas! Prefiero morir antes de regresar… antes de que él me encuentre de nuevo y me encierre, prefiero que me mates antes de volver a ser su presa – le dijo con cierta desesperación, le daba miedo su Sire, en parte toda su raza por culpa de uno solo – Pero es cierto, si nos quedamos… si nos quedamos ellos nos encontraran… mis ropas están manchadas así no podría entrar a ninguna parte sin llamar la atención… - Miro a todas partes pero finalmente acabo por fijar su vista en su mano… con la que sujetaba a Andriel- Dame tu chaqueta – le dijo con tono de orden sin siquiera esperar a que lo hiciera, solo se quito su camisa manchada con sangre, si piel era bastante blanca al igual que su cabello, al quitársela noto como la tonalidad roja se había pegado también en su piel – No recuerdo mucho pero en París jamas faltan los lugares para extranjeros… cobran barato, pero no me gustan los lugares carentes de las cosas básicas… si tienes dinero vayamos a un lugar a quedarnos por hoy… cuando regrese a casa te devolvere el dinero que gastes… incluso podría darte el doble – le dijo cruzado de brazos, en su familia el dinero no era problema en realidad por lo que volver de a poco a las viejas costumbres antes de encontrar a su familia no le parecía para nada mal.
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Mensaje por Adriel d'Auxerre Miér Nov 18, 2015 4:47 pm

La soledad de aquel callejón se veía interrumpida por los desgañitados cánticos y las inútiles bravuconadas que proferían unos cuantos borrachos a las puertas de las tabernas cercanas, así como la sensación de quietud se veía perturbada de tanto en tanto por una ráfaga de viento tan fría y húmeda como intranquilizante. Eso era lo que mantenía alerta a Adriel, recordándole que, además de Denisse y su malograda familia, tenía problemas más apremiantes y, por ello, se molestó cuando su acompañante se negó a llevarle al lugar en el que se ocultaba, especialmente al hacerlo armando tanto alboroto.

- ¿Granero? ¿Qué granero? ¿Y de qué te encuentre quién? ¿De qué estás hablando? - era obvio el desconcierto que surgía tanto de sus palabras como de su expresión, ya que la situación que había previsto era una totalmente diferente a la que él le estaba dibujando. Pero aquella emoción se fue diluyendo lentamente en una nueva, equiparando el ritmo de su desaparición a la velocidad con la que los dedos del contrario se deshacían de su camisa. Poco a poco desvelando algo más; poco a poco descubriendo esa piel, nívea incluso dentro de los estándares de los vampiros. Y aparentemente suave, tan suave que, de no ser porque casi inconscientemente mantenía las manos ocupadas en quitarse esa ya algo desgastada chaqueta, se hubiera lanzado directamente a rozarla. Pero en cuanto extendió el brazo para alcanzarle la prenda, el embrujo se rompió y pudo volver a enfocarse en la conversación -. No, no tengo dinero, así que tendremos que pensar en otra opción - lo cierto es que no terminaba de comprender el contexto del muchacho, ya que en un momento le hablaba de que se encontraba cautivo en un granero y al siguiente de que su rica familia les podría cubrir los gastos que tuvieran. Y Adriel temía que aquella familia fuese la propia - Entonces, ¿la casa a la que quieres regresar es la de los d’Auxerre? ¿Y no puedes ir ahora con ellos? - intentaba desvelar el misterio, no incluyéndose en la posibilidad, consciente de cómo acabaría de presentarse en aquella residencia -. Sea lo que sea, tenemos que movernos ya. Los cazadores estarán a punto de darnos alcance. Si no encontramos sitio, tendremos que buscar algún lugar abandonado en el que escondernos y rezar porque nadie nos encuentre hasta el anochecer.

Y, dicho esto, se puso a caminar. Algo le decía que el de cabello cano le seguiría de una u otra forma allá donde fuese, por lo que no se lo pensó dos veces. Ya no corría, pero su ritmo, aunque andado, era bastante rápido.

- Respecto a la pregunta de antes, a lo de que si somos bestias o demonios, yo digo que somos en lo que decidimos convertirnos. Aunque a términos prácticos, para muchos somos tanto lo uno como lo otro. Y no les culpo, la mayoría de nosotros se olvida de lo que una vez fuimos y reniegan de conservar su humanidad, amenazando la substistencia de los demás. Pero, repito, somos lo que decidimos ser - insistió en aquella idea, ya que era una piedra angular sobre la que se sustentaba tanto su moral como su propia razón de existir. A sus ojos, si bien no lo podía ser por completo, era casi tan humano como cualquier otro mortal. Casi, ya que tampoco quería caer en la necedad de ignorar su nueva condición.
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