El pequeño pecado de la nostalgia -Libre-

- ¡ Cuanto tiempo había pasado !, años habían pasado antes de volver a pisar uno de esos terrenos en los que había crecido de niño, el burdel aún estaba más abajo como si no hubiese pasado el tiempo, nadie le había recibido pues nadie le reconocía y todas las mujeres de su pasado habían muerto. Otro habría reído en su situación pensando que ya nadie podía delatarlo en caso de que quisieran dinero u ascender en su estatus social, es más, solo le habían recibido unas mujeres de aspecto enfermizo con las piernas temblorosas. Los pobres tenían que tener sus diversiones y por unas pocas monedas los que apenas se tenían en pie podían disfrutar de lo más parecido que había a una mujer. Rememoró, mientras subía, como la única mujer joven había suspirado al ver entrar a un hombre pero acabó sorprendida cuando éste solo charlaba con las más viejas, supuso Axter que ella era la princesa de ese sitio, la mimada de los años dorados que brillaba ahora vanagloriandose de su belleza sin saber que ésta puede  ir en su contra, especialmente en esos lugares donde las enfermedades seguían estando a la orden del día.

La misma chica se esfumó como el diablo y él continuó su camino, paseando por los sitios en los que de pequeño dormía o los lugares donde mendigaba algunas migajas de pan. Unos sitios continuaban allí, otros se habían derrumbado, parecían una marca inexistente que tan solo servía para dejar una huella en el pasado y decir "ahí era donde había una panaderia" como si pretendiese llevar a su "descendencia" a ese tipo de sitios. Sacó un cigarrillo, esta vez no llevaba su habitual pipa pues bien sabía que en esos sitios los robos eran la primera portada de los chismes, lo colocó en los labios, al instante se pegaron al papel del cigarrillo debido a lo resecos que estaban, con la diestra fue metiendo las manos en los pantalones para sacar las cerillas. Mientras hechaba un vistazo a su alrededor encendió a tientas el cigarrillo apagando con un rápido movimiento de muñeca la cerilla antes de que ésta se tomara la venganza de quemar sus dedos.

Una calada, un gesto casi de desprecio a lo que dejaba atrás que no podía ser confundido con la típica nostalgia, iba vestido como lo habría hecho si siguiese viviendo en ese sitio, pantalones roídos por el tiempo, deshilachados y manchados, una camisa con algunos botones que se balanceaban peligrosamente de la tela, la camisa con varios hilos grises, manchas grisáceas y las mangas que habían conocido tiempos mejores; Ahora vivía como uno de los más ricos de Paris, así que le causaba risa estar de ese modo, sin embargo, era una forma para matar su aburrimiento en esos momentos que no había nada mejor que hacer. Pateó una piedra que había en el suelo golpeando una de las casas inhabitadas, empezó a caminar, acelerando el paso antes de que el atardecer devorase lo poco que podía reconocer del camino, finalmente, ahora que estaba en el "centro" de lo que se podía decir aquella pobreza se quedo mirando uno de los mercadillos.

Había visto circos mejores, ese era el pensamiento de antes que concordaba con el mismo que tenía ahora. Carne en estado de descomposición, verdura más roída que nutritiva y lo único que podía destacar era el te, las hierbas e incluso los venenos. Así que se detuvo delante de un puesto de te, se sorprendió de que el te fuese lo único que tenía más calidad en ese sitio que en los otros que había estado visitando. Acarició alguna de las hierbas, preguntando, casi ausente- ¿Alguna para dormir? -preguntó, mientras esperaba la respuesta pero mirando lo que había en aquella mesa que crujía a cada contacto, parecía apreciarse el sonido de los goznes, advirtiendo que estaba en su límite incluso si aquella carga no era del todo pesada-