AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una sombra entre bastidores {Eduardo}
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Una sombra entre bastidores {Eduardo}
Era impropio de una dama como ella acudir sola al teatro, pero había perdido toda esperanza de encontrar a alguien dispuesto a acompañarle. Hacía demasiado tiempo que no veía a Melkhior, y en el fondo sabía que aquel muchacho era la única persona que gratamente hubiese aceptado su invitación. Descorrió las cortinas del carruaje y miró a través del cristal. Todavía no era de noche, pero apenas se veían transeúntes. Esperaba que aquella obra de Charles Dickens mereciese realmente la pena. Le habían hablado maravillas de la misma y le hubiese apenado no poder acudir al único pase que realizarían en París.
El traqueteo de las ruedas le resultaba de lo más molesto. Se revolvió en el asiento, impaciente. Le gustaba el terciopelo que decoraba el interior de la cabina, de un color granate intenso, prácticamente la misma tonalidad de su vestido. Llevaba el cabello sujeto en un elegante recogido. Más de veinte minutos había tardado su criada en hacérselo, pero tenía que admitir que el resultado era de lo más satisfactorio. Sintió cómo el carruaje ralentizaba su velocidad hasta que una suave sacudida le informó de su llegada. Esperó a que el cochero le abriese la puerta, tal y como dictaba el protocolo. Aceptó su mano como ayuda y respiró un poco de aire fresco. Hacía bastante frío, pero por suerte tan solo tendría que estar un par de minutos en el exterior. Sin mediar una palabra se encaminó hacia el teatro.
Allí pudo ver un par de caras conocidas. Distinguió y cruzó palabras de cortesía con algunas personas de la realeza. No había lugar para las clases bajas, al menos no en los asientos reservados. Dedujo que algunos de los presentes ya debían de llevar allí más de un cuarto de hora. Frunció el ceño, muchas de las butacas ya estaban ocupadas. Hizo levantar a un par de nobles para que le dejasen pasar hasta que pudo llegar junto a una que se encontraba vacía - Disculpe, ¿está ocupado? - le preguntó a un caballero que se encontraba en el asiento contiguo.
El espectáculo estaba a punto de comenzar.
El traqueteo de las ruedas le resultaba de lo más molesto. Se revolvió en el asiento, impaciente. Le gustaba el terciopelo que decoraba el interior de la cabina, de un color granate intenso, prácticamente la misma tonalidad de su vestido. Llevaba el cabello sujeto en un elegante recogido. Más de veinte minutos había tardado su criada en hacérselo, pero tenía que admitir que el resultado era de lo más satisfactorio. Sintió cómo el carruaje ralentizaba su velocidad hasta que una suave sacudida le informó de su llegada. Esperó a que el cochero le abriese la puerta, tal y como dictaba el protocolo. Aceptó su mano como ayuda y respiró un poco de aire fresco. Hacía bastante frío, pero por suerte tan solo tendría que estar un par de minutos en el exterior. Sin mediar una palabra se encaminó hacia el teatro.
Allí pudo ver un par de caras conocidas. Distinguió y cruzó palabras de cortesía con algunas personas de la realeza. No había lugar para las clases bajas, al menos no en los asientos reservados. Dedujo que algunos de los presentes ya debían de llevar allí más de un cuarto de hora. Frunció el ceño, muchas de las butacas ya estaban ocupadas. Hizo levantar a un par de nobles para que le dejasen pasar hasta que pudo llegar junto a una que se encontraba vacía - Disculpe, ¿está ocupado? - le preguntó a un caballero que se encontraba en el asiento contiguo.
El espectáculo estaba a punto de comenzar.
Caroline Sforza- Realeza Inglesa
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Fecha de inscripción : 07/09/2013
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Re: Una sombra entre bastidores {Eduardo}
El lobo ya llevaba unas semanas en la ciudad y lo cierto es que se había adaptado a su nueva vida con facilidad. Tenía que reconocer que Paris era una ciudad con encanto. Las calles y su arquitectura eran preciosas y las gentes eran muy abiertas, sin contar el gran número de extranjeros en la ciudad. Todo ello había ayudado a sentirse como en casa tan pronto.
En el corto plazo de tiempo que llevaba allí había oído rumores sobre casos extraños o paranormales. Para la cantidad de rumores que había era evidente que debían de haber muchos seres sobrenaturales. Él mismo había conocido algunos en los últimos días y solo tenía que echar una ojeada mientras caminaba para comprobar el gran número de seres de todo tipo. Al menos que aquella bestia me mordiera ha servido para algo pensó.
Había salido a dar un paseo, como había tomado por costumbre desde que había llegado a París, y a comprar un perfume nuevo. Podía haber alquilado un carruaje pero le apetecía conocer mejor la ciudad, y esto solo se conseguía pateando sus calles y no desde la ventana de una cochera. Estuvo un rato en la perfumería conversando con la encantadora dependienta pero no se desvió de su propósito. Era un hombre que solía centrarse en lo que quería solamente, aunque a la bella encargada le hubiera encantado que se llevara toda la tienda.
Se despidió de ella con cortesía y a los pocos metros de la tienda vio algo interesante. Estaba oliendo el contenido del frasco que había comprado cuando vio el teatro. Era majestuoso aunque lo que le llamó la atención fue un cártel. En el anunciaba una obra para ese mismo día y por fortuna aún quedaban entradas. No sabía si es que llevaba mucho tiempo en la ciudad o si no había llamado la atención de los lugareños, pero era extraño que aún quedaran entradas. Carecía de importancia el por qué de todos modos.
Compró una entrada en la taquilla y luego se acercó a un jovenzuelo que limpiaba zapatos. Cuando había salido no pensaba en asistir a nada importante y, por tanto, no le importaba ensuciar sus zapatos con el paseo. Ahora la situación era bien distinta y necesitaba que sus zapatos relucieran para no desentonar con el ambiente. El muchacho hizo su trabajo con gran eficiencia y Eduardo le recompensó con una buena propina antes de entrar.
Aún quedaba un tiempo para que empezara y si entró tan pronto era porque quería poder elegir donde sentarse. Por un momento pensó en pagar un extra por sentarse en algún balcón pero lo cierto es que yendo sin compañía parecía algo innecesario. Se sentó en un lugar privilegiado para la visión de la obra y en unos minutos de espera el teatro se fue abarrotando de personas. Después de todo parecía que eran muy pocas las entradas que quedaban.
Se concentró en la lectura del programa de tal modo que no se dio cuenta de la proximidad de una joven dama hasta que le habló. Levantó la mirada hacia ella a la vez que se movía con algo de torpeza al ser pillado por sorpresa. Su sorpresa fue aún mayor cuando al fin la vio. Era una jovencita de unos veinte años con el pelo recogido con elegancia. Tenía unos labios carnosos, dignos del mayor de los pecados, que contrastaban con una mirada limpia y franca.
- No, lo cierto es que no -, dijo recomponiéndose un poco. Debía parecer un idiota. - Yo he venido solo y si lo desea puede sentarse-, comentó con una sonrisa.
En el corto plazo de tiempo que llevaba allí había oído rumores sobre casos extraños o paranormales. Para la cantidad de rumores que había era evidente que debían de haber muchos seres sobrenaturales. Él mismo había conocido algunos en los últimos días y solo tenía que echar una ojeada mientras caminaba para comprobar el gran número de seres de todo tipo. Al menos que aquella bestia me mordiera ha servido para algo pensó.
Había salido a dar un paseo, como había tomado por costumbre desde que había llegado a París, y a comprar un perfume nuevo. Podía haber alquilado un carruaje pero le apetecía conocer mejor la ciudad, y esto solo se conseguía pateando sus calles y no desde la ventana de una cochera. Estuvo un rato en la perfumería conversando con la encantadora dependienta pero no se desvió de su propósito. Era un hombre que solía centrarse en lo que quería solamente, aunque a la bella encargada le hubiera encantado que se llevara toda la tienda.
Se despidió de ella con cortesía y a los pocos metros de la tienda vio algo interesante. Estaba oliendo el contenido del frasco que había comprado cuando vio el teatro. Era majestuoso aunque lo que le llamó la atención fue un cártel. En el anunciaba una obra para ese mismo día y por fortuna aún quedaban entradas. No sabía si es que llevaba mucho tiempo en la ciudad o si no había llamado la atención de los lugareños, pero era extraño que aún quedaran entradas. Carecía de importancia el por qué de todos modos.
Compró una entrada en la taquilla y luego se acercó a un jovenzuelo que limpiaba zapatos. Cuando había salido no pensaba en asistir a nada importante y, por tanto, no le importaba ensuciar sus zapatos con el paseo. Ahora la situación era bien distinta y necesitaba que sus zapatos relucieran para no desentonar con el ambiente. El muchacho hizo su trabajo con gran eficiencia y Eduardo le recompensó con una buena propina antes de entrar.
Aún quedaba un tiempo para que empezara y si entró tan pronto era porque quería poder elegir donde sentarse. Por un momento pensó en pagar un extra por sentarse en algún balcón pero lo cierto es que yendo sin compañía parecía algo innecesario. Se sentó en un lugar privilegiado para la visión de la obra y en unos minutos de espera el teatro se fue abarrotando de personas. Después de todo parecía que eran muy pocas las entradas que quedaban.
Se concentró en la lectura del programa de tal modo que no se dio cuenta de la proximidad de una joven dama hasta que le habló. Levantó la mirada hacia ella a la vez que se movía con algo de torpeza al ser pillado por sorpresa. Su sorpresa fue aún mayor cuando al fin la vio. Era una jovencita de unos veinte años con el pelo recogido con elegancia. Tenía unos labios carnosos, dignos del mayor de los pecados, que contrastaban con una mirada limpia y franca.
- No, lo cierto es que no -, dijo recomponiéndose un poco. Debía parecer un idiota. - Yo he venido solo y si lo desea puede sentarse-, comentó con una sonrisa.
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Re: Una sombra entre bastidores {Eduardo}
Le devolvió la sonrisa. Le alegraba saber que no era la única persona que había decidido ir sola. Se sujetó sus faldas para poder sentarse debidamente, ya que su vestido era un tanto voluminoso y limitaba su movilidad. Se quitó sus guantes, tirando con suavidad de la tela que cubría cada uno de sus dedos, y mientras lo hacía reparó en el programa que aquel hombre tenía entre sus manos. Con las prisas para llegar a tiempo se le había olvidado coger el suyo. Suspiró - Disculpe - se dirigió una vez más al caballero - no pretendo molestarle, pero si fuese tan amable ¿le importaría dejarme echar un vistazo al folleto? - la educación con la que hablaba dejaba entrever su clase social.
Repiqueteó con sus uñas sobre el reposabrazos. ¿Siempre tardaban tanto en comenzar?. Habían pasado ya unos diez minutos desde su llegada y aquello no parecía avanzar. Las luces se atenuaron y Caroline notó cómo unos ojos se clavaban en ella - ¿le puedo ayudar en algo, caballero? - le preguntó al chico sentado diagonalmente en la fila de delante, que no dejaba de voltearse cada poco tiempo para observarles. El desconocido negó con la cabeza, rojo como un tomate y tartamudeó algo que ella no alcanzó a descifrar antes de volver a mirar hacia delante.
-Su falta de modales me estaba poniendo histérica - le confesó a Eduardo, pero antes de que pudiese continuar con su conversación un sonido de violines inundó la sala. La obra estaba a punto de empezar. Permaneció atenta a cualquier movimiento en el escenario. Sabía perfectamente lo que sucedería a continuación. Conocía la historia a la perfección. Tendría que entrar bajo los focos una mujer harapienta, explicando lo desesperada de su situación, rogándole al público un poco de piedad. Cuando Caroline la vio aparecer no pudo reprimir una amplia sonrisa. Era tal y como se la había imaginado. Se sabía los diálogos y a medida que los actores interactuaban entre sí los labios de la baronesa se movían, como si ella quisiese formar parte de la obra, aunque fuese de un modo sutil y prácticamente imperceptible.
En el segundo acto se escuchó un grito. Un grito ensordecedor que hizo que la multitud se levantase y comenzase a aplaudir, pero ella no - algo no va bien - dijo nerviosa, mirando a su alrededor. Aquel alarido moribundo no pertenecía a la obra, y ella lo sabía. Lo sabía porque se la había leído cientos de veces y aquella era una escena tranquila. El grito que acababan de escuchar no estaba ensayado. Los propios actores parecieron desconcertados, pero se veían obligados a proseguir con la representación. Se mordió el labio inferior y tragó saliva - creo que será mejor irnos de aquí - le dijo a Eduardo. Utilizó el plural porque , aunque no le conocía, le había caído en gracia y tenía un presentimiento de que si se quedaban allí correrían peligro.
Repiqueteó con sus uñas sobre el reposabrazos. ¿Siempre tardaban tanto en comenzar?. Habían pasado ya unos diez minutos desde su llegada y aquello no parecía avanzar. Las luces se atenuaron y Caroline notó cómo unos ojos se clavaban en ella - ¿le puedo ayudar en algo, caballero? - le preguntó al chico sentado diagonalmente en la fila de delante, que no dejaba de voltearse cada poco tiempo para observarles. El desconocido negó con la cabeza, rojo como un tomate y tartamudeó algo que ella no alcanzó a descifrar antes de volver a mirar hacia delante.
-Su falta de modales me estaba poniendo histérica - le confesó a Eduardo, pero antes de que pudiese continuar con su conversación un sonido de violines inundó la sala. La obra estaba a punto de empezar. Permaneció atenta a cualquier movimiento en el escenario. Sabía perfectamente lo que sucedería a continuación. Conocía la historia a la perfección. Tendría que entrar bajo los focos una mujer harapienta, explicando lo desesperada de su situación, rogándole al público un poco de piedad. Cuando Caroline la vio aparecer no pudo reprimir una amplia sonrisa. Era tal y como se la había imaginado. Se sabía los diálogos y a medida que los actores interactuaban entre sí los labios de la baronesa se movían, como si ella quisiese formar parte de la obra, aunque fuese de un modo sutil y prácticamente imperceptible.
En el segundo acto se escuchó un grito. Un grito ensordecedor que hizo que la multitud se levantase y comenzase a aplaudir, pero ella no - algo no va bien - dijo nerviosa, mirando a su alrededor. Aquel alarido moribundo no pertenecía a la obra, y ella lo sabía. Lo sabía porque se la había leído cientos de veces y aquella era una escena tranquila. El grito que acababan de escuchar no estaba ensayado. Los propios actores parecieron desconcertados, pero se veían obligados a proseguir con la representación. Se mordió el labio inferior y tragó saliva - creo que será mejor irnos de aquí - le dijo a Eduardo. Utilizó el plural porque , aunque no le conocía, le había caído en gracia y tenía un presentimiento de que si se quedaban allí correrían peligro.
Caroline Sforza- Realeza Inglesa
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Fecha de inscripción : 07/09/2013
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Re: Una sombra entre bastidores {Eduardo}
Eduardo se sintió mucho mejor después de ver a la joven sonreír. Parecía alegrarse por encontrar donde sentarse y había pasado por alto la torpeza anterior del joven. Se sentó con la elegancia de la persona que lleva toda la vida manejándose con vestidos de alta costura, dándole a entender que era una chica que había nacido en alta posición. Luego se descubrió unas manos esbeltas con perfecta manicura.
- Claro miladi. Es un placer para mí poder ayudaros-, comentó educadamente aunque realmente había estado más pendiente de la joven que del programa. Espero que no se haya dado cuenta de mi escrutinio pensó el lobo. Solo faltaba que alarmara a una joven con su indiscreción.
Las luces se atenuaron dando pie al comienzo de la obra. Estaba tan absorto en lo que ocurría en el escenario, que no se había fijado en el joven que los estaba observando hasta que la joven le llamó la atención. Eduardo escondió una sonrisa con su mano mientras la mujer reprendía al muchacho. Esta joven era encantadora y tenía carácter sin duda. Eso le gustaba aunque ya tendría tiempo de hablar con ella cuando acabara la obra. Ahora la trama requería de su atención si quería enterarse de algo.
La obra estaba siendo sensacional y solo podía pensar que suerte había tenido por haber conseguido la entrada. El primer acto había pasado volando y había sido muy ameno y entretenido. Estaba deseoso de contemplar el segundo acto aunque algo que le dio mala espina ocurrió. Se escuchó un grito bastante alto y que por su oído tan fino pudo detectar que se había escuchado detrás de bastidores. Algo no iba bien. Todo el mundo se había levantado para aplaudir como si se tratara de un suceso de la obra, pero el lobo no recordaba que algo así sucediera según el programa.
La joven a su lado había notado que algo iba mal como él y se había puesto nerviosa. Ahora el lobo dudaba si proteger a la dama o ir a averiguar qué había pasado. Su honor de caballero le exigía que se quedara con ella pero poco podía hacer por la dama si no sabía que ocurría. Tenía que investigar lo sucedido.
- Aquí entre la multitud no os pasará nada señorita-, dijo de forma serena para no alarmarla. - No os preocupéis. Seguramente no haya sido nada pero iré a averiguar qué ha ocurrido-, le comentó mientras le agarraba la mano para reconfortarla. - Espero poder veros en cuanto vuelva y conocer el nombre de tan bella dama.
Le dedicó una sonrisa y luego se alejó. Se acercó al escenario para luego entrar por una puerta lateral donde habían algunas personas murmurando. Avanzó otro poco y en cuanto estuvo detrás del escenario se encontró a varias personas del mundo del espectáculo alrededor de una joven llorando. La joven alterada sin encontrar consuelo ya era una estampa bastante impactante aunque lo que llamó su atención no fue ella. El cadáver de un hombre yacía sin vida a unos metros de la mujer. Parecía que alguien lo había tirado desde lo alto.
- Claro miladi. Es un placer para mí poder ayudaros-, comentó educadamente aunque realmente había estado más pendiente de la joven que del programa. Espero que no se haya dado cuenta de mi escrutinio pensó el lobo. Solo faltaba que alarmara a una joven con su indiscreción.
Las luces se atenuaron dando pie al comienzo de la obra. Estaba tan absorto en lo que ocurría en el escenario, que no se había fijado en el joven que los estaba observando hasta que la joven le llamó la atención. Eduardo escondió una sonrisa con su mano mientras la mujer reprendía al muchacho. Esta joven era encantadora y tenía carácter sin duda. Eso le gustaba aunque ya tendría tiempo de hablar con ella cuando acabara la obra. Ahora la trama requería de su atención si quería enterarse de algo.
La obra estaba siendo sensacional y solo podía pensar que suerte había tenido por haber conseguido la entrada. El primer acto había pasado volando y había sido muy ameno y entretenido. Estaba deseoso de contemplar el segundo acto aunque algo que le dio mala espina ocurrió. Se escuchó un grito bastante alto y que por su oído tan fino pudo detectar que se había escuchado detrás de bastidores. Algo no iba bien. Todo el mundo se había levantado para aplaudir como si se tratara de un suceso de la obra, pero el lobo no recordaba que algo así sucediera según el programa.
La joven a su lado había notado que algo iba mal como él y se había puesto nerviosa. Ahora el lobo dudaba si proteger a la dama o ir a averiguar qué había pasado. Su honor de caballero le exigía que se quedara con ella pero poco podía hacer por la dama si no sabía que ocurría. Tenía que investigar lo sucedido.
- Aquí entre la multitud no os pasará nada señorita-, dijo de forma serena para no alarmarla. - No os preocupéis. Seguramente no haya sido nada pero iré a averiguar qué ha ocurrido-, le comentó mientras le agarraba la mano para reconfortarla. - Espero poder veros en cuanto vuelva y conocer el nombre de tan bella dama.
Le dedicó una sonrisa y luego se alejó. Se acercó al escenario para luego entrar por una puerta lateral donde habían algunas personas murmurando. Avanzó otro poco y en cuanto estuvo detrás del escenario se encontró a varias personas del mundo del espectáculo alrededor de una joven llorando. La joven alterada sin encontrar consuelo ya era una estampa bastante impactante aunque lo que llamó su atención no fue ella. El cadáver de un hombre yacía sin vida a unos metros de la mujer. Parecía que alguien lo había tirado desde lo alto.
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Re: Una sombra entre bastidores {Eduardo}
Aquel hombre le había dicho que sería mejor que se quedase entre el gentío mientras él hacía sus averiguaciones. Huelga decir que a la baronesa no le terminaba de convencer aquel plan. Los pertenecientes a la realeza tenían algo así como un sexto sentido. Caroline sabía que en caso de comenzar un altercado lo mejor era salir de allí y alejarse cuanto antes. En medio del caos nadie repararía en su persona si le llegase a suceder algo. Observó cómo Eduardo se alejaba y decidió en ese mismo instante que no se quedaría allí esperando su regreso. La rubia era una mujer de armas tomar.
Se levantó de su butaca y se dirigió hacia uno de los pasillos de salida. No se encontraba cómoda allí dentro, y le perturbaba que todo aquello estuviese sucediendo durante su obra favorita. Tenía tantas ganas de verla... tal vez en otra ocasión, pensó, ahora lo primordial era ponerse a salvo. Bajaría las escaleras y se situaría al lado de la puerta, así tendría fácil acceso a la salida en caso de que las cosas se pusiesen feas. Se apoyó contra la pared una vez hubo llegado a su destino, manteniéndose a la espera de que aquel desconocido volviese con noticias.
La obra se detuvo y todo el mundo se miró desconcertado, sin saber muy bien qué estaba pasando. "¿Porqué no continúan?" "¡Que salgan ya!" "Que falta de profesionalidad" Los comentarios se escuchaban aquí y allá, la mayoría presa de la incertidumbre, de una indignación creciente. El público comenzaba a impacientarse. Caroline divisó a lo lejos a Eduardo y sonrió aliviada. Tal vez fuese una estupidez, al fin y al cabo ni siquiera le conocía, pero saber que se encontraba cerca le aportaba una sensación de protección.
Mientras aguardaba salió al escenario un caballero. Ella lo reconoció como el personaje de Henry IV, pero no era el momento en el que le tocaba actuar, y al parecer tampoco estaba encarnando al rey en esos instantes - lamentándolo mucho, hemos de informar que se cancela la obra, disculpen las molestias - informó a unos espectadores cada vez más enojados.
Los abucheos no se hicieron esperar, sobretodo provenientes de las partes más bajas del teatro, aquellas en donde la educación brillaba por su ausencia y en donde muchos tenían que contemplar la obra de pie porque no se podían permitir comprar unos asientos. Se puso de puntillas para poder observar mejor qué estaba sucediendo allá abajo y enarcó ambas cejas - no son mejores que los animales - comentó con frialdad en voz alta.
-¿Ha descubierto algo? - preguntó cuando Eduardo se hubo acercado lo suficiente. Su rostro había palidecido un poco, por lo que la baronesa dedujo que efectivamente, había descubierto la procedencia de aquel grito - vamos hable, no se quede así callado - le apremió- dígame qué ha visto ahí adentro - la curiosidad le estaba matando.
Se levantó de su butaca y se dirigió hacia uno de los pasillos de salida. No se encontraba cómoda allí dentro, y le perturbaba que todo aquello estuviese sucediendo durante su obra favorita. Tenía tantas ganas de verla... tal vez en otra ocasión, pensó, ahora lo primordial era ponerse a salvo. Bajaría las escaleras y se situaría al lado de la puerta, así tendría fácil acceso a la salida en caso de que las cosas se pusiesen feas. Se apoyó contra la pared una vez hubo llegado a su destino, manteniéndose a la espera de que aquel desconocido volviese con noticias.
La obra se detuvo y todo el mundo se miró desconcertado, sin saber muy bien qué estaba pasando. "¿Porqué no continúan?" "¡Que salgan ya!" "Que falta de profesionalidad" Los comentarios se escuchaban aquí y allá, la mayoría presa de la incertidumbre, de una indignación creciente. El público comenzaba a impacientarse. Caroline divisó a lo lejos a Eduardo y sonrió aliviada. Tal vez fuese una estupidez, al fin y al cabo ni siquiera le conocía, pero saber que se encontraba cerca le aportaba una sensación de protección.
Mientras aguardaba salió al escenario un caballero. Ella lo reconoció como el personaje de Henry IV, pero no era el momento en el que le tocaba actuar, y al parecer tampoco estaba encarnando al rey en esos instantes - lamentándolo mucho, hemos de informar que se cancela la obra, disculpen las molestias - informó a unos espectadores cada vez más enojados.
Los abucheos no se hicieron esperar, sobretodo provenientes de las partes más bajas del teatro, aquellas en donde la educación brillaba por su ausencia y en donde muchos tenían que contemplar la obra de pie porque no se podían permitir comprar unos asientos. Se puso de puntillas para poder observar mejor qué estaba sucediendo allá abajo y enarcó ambas cejas - no son mejores que los animales - comentó con frialdad en voz alta.
-¿Ha descubierto algo? - preguntó cuando Eduardo se hubo acercado lo suficiente. Su rostro había palidecido un poco, por lo que la baronesa dedujo que efectivamente, había descubierto la procedencia de aquel grito - vamos hable, no se quede así callado - le apremió- dígame qué ha visto ahí adentro - la curiosidad le estaba matando.
Caroline Sforza- Realeza Inglesa
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Re: Una sombra entre bastidores {Eduardo}
Había acudido a la zona donde se escuchó el grito en parte para saber que pasaba, y en parte para poder ayudar. Dada la situación estaba claro que con lo segundo no podría hacer nada. Pobre muchacho seguramente había resbalado pensó.
Uno de los actores se acercó al escenario, viendo que la gente empezaba a alborotarse, y les comunicó como pudo que la obra no continuaría. Los espectadores, que no podían imaginarse los acontecimientos que detenían el espectáculo, se enfadaron aún más cuando les comunicaron la decisión.
El lobo no podía ayudar en nada y viendo el ambiente enrarecido que se estaba produciendo en el teatro decidió que era mejor volver con su… ¿acompañante? Antes de empezar la obra no se habría podido imaginar que una chica tan bella se decidiera a amenizarle los entreactos. Mucho menos que ahora estuviera más preocupado por ella que de otra cosa. Por eso, cuando no la vio sentada en su asiento se puso algo nervioso. ¿Y si le había pasado algo? Debería haberse quedado con ella y acompañarla a un carruaje pensó algo ansioso.
Después de pasar unos minutos algo angustiosos, intentando hallar a la joven entre el público, al fin pudo ver un rayo de esperanza junto a una de las salidas. Un rayo de color rojo intenso con reflejos purpúreos que la hacían resaltar sobre todas las personas del teatro. Sobre todas las mujeres. Un granate de perfecta silueta que palidecía ante la verdadera joya que envolvía sus caras telas. Una joya de piel blanca y tersa con los haces del sol domados en un perfecto recogido.
- Perdóneme señorita. La edad debe estar pasándole factura a mi visión. No debería haber tardado tanto en verla siendo la mujer más bella y elegante de todo París-, comentó con sinceridad. - Lo que ha ocurrido detrás del escenario es suficientemente grave para terminar con la obra por hoy, aunque creo que será mejor que se lo comente en otro lugar. Creo que se sentiría más a gusto fuera de aquí con todo lo que está pasando-, dijo a la joven mientras alargaba su mano hacia ella, de forma caballerosa. Esperaba que aceptara que la guiara entre la multitud pero vio algo por el rabillo del ojo.
Pareció ver un reflejo que le recordó a otro tiempo. Cuando era mucho más joven y ni siquiera era un licántropo. Con su agilidad aumentada fue sencillo para él entrometerse entre el haz de luz y la bella joven. La sensación que le produjo el choque le devolvió un recuerdo aún más vívido que el anterior. El olor de la pólvora, el entrechocar de los metales, los gritos y, en definitiva, todo lo que rodeaba a la guerra. El vil metal atravesando su costado no le detuvo cuando, por acto reflejo, le dio un codazo al agresor en la cara oyéndose el sonido característico de una nariz rompiéndose.
- Ahh vaya-, dijo algo dolorido agarrándose la herida. - Hubiera sido un acto deshonroso por mi parte no haber evitado que alguien le ensuciara su hermoso vestido-, bromeó mientras le guiñaba un ojo.
Uno de los actores se acercó al escenario, viendo que la gente empezaba a alborotarse, y les comunicó como pudo que la obra no continuaría. Los espectadores, que no podían imaginarse los acontecimientos que detenían el espectáculo, se enfadaron aún más cuando les comunicaron la decisión.
El lobo no podía ayudar en nada y viendo el ambiente enrarecido que se estaba produciendo en el teatro decidió que era mejor volver con su… ¿acompañante? Antes de empezar la obra no se habría podido imaginar que una chica tan bella se decidiera a amenizarle los entreactos. Mucho menos que ahora estuviera más preocupado por ella que de otra cosa. Por eso, cuando no la vio sentada en su asiento se puso algo nervioso. ¿Y si le había pasado algo? Debería haberse quedado con ella y acompañarla a un carruaje pensó algo ansioso.
Después de pasar unos minutos algo angustiosos, intentando hallar a la joven entre el público, al fin pudo ver un rayo de esperanza junto a una de las salidas. Un rayo de color rojo intenso con reflejos purpúreos que la hacían resaltar sobre todas las personas del teatro. Sobre todas las mujeres. Un granate de perfecta silueta que palidecía ante la verdadera joya que envolvía sus caras telas. Una joya de piel blanca y tersa con los haces del sol domados en un perfecto recogido.
- Perdóneme señorita. La edad debe estar pasándole factura a mi visión. No debería haber tardado tanto en verla siendo la mujer más bella y elegante de todo París-, comentó con sinceridad. - Lo que ha ocurrido detrás del escenario es suficientemente grave para terminar con la obra por hoy, aunque creo que será mejor que se lo comente en otro lugar. Creo que se sentiría más a gusto fuera de aquí con todo lo que está pasando-, dijo a la joven mientras alargaba su mano hacia ella, de forma caballerosa. Esperaba que aceptara que la guiara entre la multitud pero vio algo por el rabillo del ojo.
Pareció ver un reflejo que le recordó a otro tiempo. Cuando era mucho más joven y ni siquiera era un licántropo. Con su agilidad aumentada fue sencillo para él entrometerse entre el haz de luz y la bella joven. La sensación que le produjo el choque le devolvió un recuerdo aún más vívido que el anterior. El olor de la pólvora, el entrechocar de los metales, los gritos y, en definitiva, todo lo que rodeaba a la guerra. El vil metal atravesando su costado no le detuvo cuando, por acto reflejo, le dio un codazo al agresor en la cara oyéndose el sonido característico de una nariz rompiéndose.
- Ahh vaya-, dijo algo dolorido agarrándose la herida. - Hubiera sido un acto deshonroso por mi parte no haber evitado que alguien le ensuciara su hermoso vestido-, bromeó mientras le guiñaba un ojo.
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Re: Una sombra entre bastidores {Eduardo}
Había sucedido todo frente a sus propios ojos, con la rapidez de un relámpago. Se sintió impotente y confusa. Aquel caballero, del que todavía no sabía su nombre, se había interpuesto entre ella y su agresor y había salido malparado. Ahogó un grito, tapando su boca con asombro - g...gracias- tartamudeó. Le acababa de salvar la vida. Le hubiese dedicado unas cuantas palabras más, pero decidió actuar antes de lamentarlo. Se hizo a un lado y pudo ver en el suelo la daga del mercenario. Se le había caído debido al impacto, de modo que se acercó y le dio un fuerte puntapié para alejarla todo lo posible de él - ¿quién os envía? - le preguntó con voz calmada, mientras que con su diestra sujetaba el cabello del muchacho fuertemente, obligándole en cierto modo a mantenerse erguido. No debía de tener más de veinticinco años.
Silencio.
Cruzó una mirada con Eduardo -¿cómo os encontráis vos? - quiso saber, preocupada, pero a los pocos segundos se vio obligada a posar nuevamente sus ojos en aquella rata que había osado atacarle -¿se os ha comido la lengua el gato? - soltó un sonoro suspiro y le cogió por la muñeca. El hombre estaba arrodillado y sangraba abundantemente por la nariz - creo que no sois consciente de la situación en la que os encontráis... - forzó la articulación de uno de los dedos del chico hasta que se escuchó un fuerte "crack", seguido por un grito de dolor : le acababa de partir el anular. La tensión se respiró en el teatro y todas las miradas se posaron en ellos - Creo que nuestro amigo se muestra poco colaborativo - frunció el ceño - deberíamos llevárselo a las autoridades, ellos sabrán que hacer con esta escoria - le dijo a Hernández.
Pudo ver una mancha de sangre en su costado - dadme un segundo... - buscó el pañuelo de seda blanca que acostumbraba a llevar consigo y se lo tendió - tomad, presionadlo contra la herida y con suerte ayudará a detener la hemorragia - no sabía mucho de medicina, y no podía diagnosticar la gravedad del asunto, pero quizás eso le sirviese, al menos hasta que no lo pudiesen atender más adecuadamente -vayámonos de aquí, dejemos que ellos se encarguen de todo - señaló a un par de personas que habían estado observando la escena y se habían levantado para ayudar a ambos. Comenzó a caminar hacia la salida - llevo relativamente poco tiempo en París - confesó - tal vez vos sepáis mejor que yo dónde tratarlo, o de lo contrario podría pediros un carruaje que os acerque hasta vuestro hogar, como deseéis- sonrió- habéis sido muy amable conmigo, gracias de nuevo... - la baronesa era alguien que no olvidaba una afrenta, pero tampoco olvidaba un favor, y a él le debía uno, y gordo.
-¿Qué ha pasado allí dentro? - le preguntó a Eduardo cuando hubieron salido ambos del teatro. Hacía frío y el viento ahora soplaba con más fuerza que antes. Los pocos mechones de cabello que Caroline llevaba sueltos se mecían con cada soplido - ¿ha atacado a otra persona aquel hombre? - quería saber lo sucedido. Le había dejado con la intriga. Mientras esperaba a oír la historia su mente daba vueltas, preguntándose porqué habían deseado terminar con su vida. Tembló un poco, en parte debido al clima, en parte debido al temor de un segundo ataque. ¿Quién podría odiarla tanto como para desear verla muerta? Dudaba que hubiese sido casualidad, estaba segura de que ella era el objetivo, pudo verlo en los ojos de su atacante, unos ojos que le acompañarían durante sus próximas noches, visitándola en cada una de sus pesadillas.
Silencio.
Cruzó una mirada con Eduardo -¿cómo os encontráis vos? - quiso saber, preocupada, pero a los pocos segundos se vio obligada a posar nuevamente sus ojos en aquella rata que había osado atacarle -¿se os ha comido la lengua el gato? - soltó un sonoro suspiro y le cogió por la muñeca. El hombre estaba arrodillado y sangraba abundantemente por la nariz - creo que no sois consciente de la situación en la que os encontráis... - forzó la articulación de uno de los dedos del chico hasta que se escuchó un fuerte "crack", seguido por un grito de dolor : le acababa de partir el anular. La tensión se respiró en el teatro y todas las miradas se posaron en ellos - Creo que nuestro amigo se muestra poco colaborativo - frunció el ceño - deberíamos llevárselo a las autoridades, ellos sabrán que hacer con esta escoria - le dijo a Hernández.
Pudo ver una mancha de sangre en su costado - dadme un segundo... - buscó el pañuelo de seda blanca que acostumbraba a llevar consigo y se lo tendió - tomad, presionadlo contra la herida y con suerte ayudará a detener la hemorragia - no sabía mucho de medicina, y no podía diagnosticar la gravedad del asunto, pero quizás eso le sirviese, al menos hasta que no lo pudiesen atender más adecuadamente -vayámonos de aquí, dejemos que ellos se encarguen de todo - señaló a un par de personas que habían estado observando la escena y se habían levantado para ayudar a ambos. Comenzó a caminar hacia la salida - llevo relativamente poco tiempo en París - confesó - tal vez vos sepáis mejor que yo dónde tratarlo, o de lo contrario podría pediros un carruaje que os acerque hasta vuestro hogar, como deseéis- sonrió- habéis sido muy amable conmigo, gracias de nuevo... - la baronesa era alguien que no olvidaba una afrenta, pero tampoco olvidaba un favor, y a él le debía uno, y gordo.
-¿Qué ha pasado allí dentro? - le preguntó a Eduardo cuando hubieron salido ambos del teatro. Hacía frío y el viento ahora soplaba con más fuerza que antes. Los pocos mechones de cabello que Caroline llevaba sueltos se mecían con cada soplido - ¿ha atacado a otra persona aquel hombre? - quería saber lo sucedido. Le había dejado con la intriga. Mientras esperaba a oír la historia su mente daba vueltas, preguntándose porqué habían deseado terminar con su vida. Tembló un poco, en parte debido al clima, en parte debido al temor de un segundo ataque. ¿Quién podría odiarla tanto como para desear verla muerta? Dudaba que hubiese sido casualidad, estaba segura de que ella era el objetivo, pudo verlo en los ojos de su atacante, unos ojos que le acompañarían durante sus próximas noches, visitándola en cada una de sus pesadillas.
Caroline Sforza- Realeza Inglesa
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Fecha de inscripción : 07/09/2013
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Re: Una sombra entre bastidores {Eduardo}
La joven había quedado en shock por lo sucedido y solo pudo articular un escueto gracias. Solo fue un momento. En cuanto se encontró mejor se puso a interrogar al asaltante con una pericia sorprendente en una mujer de su clase.
- No se preocupe. Me encuentro bien-, contestó poniendo su mejor sonrisa. - Sí. Deberíamos dejarlo en manos de las autoridades-, comentó a la bella mujer. - Oigan, ustedes. Encárguense de este tipo hasta que llegue la guardia local. La dama debe reposar de esta vivencia tan traumática-, dijo a un grupo de hombres cercanos que asintieron.
Habían visto todo lo ocurrido y no fue necesario darles más explicaciones. Mucho mejor. La señorita era alguien con una gran fortaleza pero no debía de estar muy cómoda allí. Sacarla de allí y llevarla a su casa era la mejor opción. Al fin y al cabo no podía asegurar que no hubieran más asesinos entre la muchedumbre.
- No es necesario bella dama. No quiero mancharos el pañuelo por una herida sin importancia-, comentó cuando fue tan amable con él. - No se preocupe por mí. Ahora lo importante es sacaros de aquí-, dijo mientras la acompañaba escaleras abajo.
En cuanto estuvo en la calle pidió un coche para acercar a la joven. Eduardo pensó en dejarla en manos del cochero y que él la acercara a casa, aunque dada la situación se lo pensó de otra manera. No podía fiarse de nadie y debía proteger a la chica. El lobo la ayudó a subir al carruaje y le dijo al conductor que avanzara. No sabía muy bien a donde se dirigía la joven pero era mejor que no siguiera un segundo más allí.
- Pensaba que era mejor no comentárselo pero dadas las circunstancias debo decirle. La obra se ha parado por un muerto que hay tras el escenario. Parecía un accidente. Viendo lo ocurrido con usted me temo que alguien conspira para asesinarla-, dijo con el mayor tacto posible. - No tenga miedo. Yo la protegeré con mi vida si fuera necesario. Mi nombre es Eduardo Hernández por cierto. ¿A quien tengo el gusto de conocer en esta extraña velada? - preguntó.
Todo había pasado tan rápido que no había podido preguntar por el nombre de tan distinguida dama. Ahora, más tranquilos en el carruaje, parecía la mejor forma de distraer a la joven de los funestos acontecimientos ocurridos en el teatro.
- Conductor, sigua avanzando hasta que la dama le dé una dirección concreta-, comentó al cochero mientras esperaba la contestación de la señorita.
- No se preocupe. Me encuentro bien-, contestó poniendo su mejor sonrisa. - Sí. Deberíamos dejarlo en manos de las autoridades-, comentó a la bella mujer. - Oigan, ustedes. Encárguense de este tipo hasta que llegue la guardia local. La dama debe reposar de esta vivencia tan traumática-, dijo a un grupo de hombres cercanos que asintieron.
Habían visto todo lo ocurrido y no fue necesario darles más explicaciones. Mucho mejor. La señorita era alguien con una gran fortaleza pero no debía de estar muy cómoda allí. Sacarla de allí y llevarla a su casa era la mejor opción. Al fin y al cabo no podía asegurar que no hubieran más asesinos entre la muchedumbre.
- No es necesario bella dama. No quiero mancharos el pañuelo por una herida sin importancia-, comentó cuando fue tan amable con él. - No se preocupe por mí. Ahora lo importante es sacaros de aquí-, dijo mientras la acompañaba escaleras abajo.
En cuanto estuvo en la calle pidió un coche para acercar a la joven. Eduardo pensó en dejarla en manos del cochero y que él la acercara a casa, aunque dada la situación se lo pensó de otra manera. No podía fiarse de nadie y debía proteger a la chica. El lobo la ayudó a subir al carruaje y le dijo al conductor que avanzara. No sabía muy bien a donde se dirigía la joven pero era mejor que no siguiera un segundo más allí.
- Pensaba que era mejor no comentárselo pero dadas las circunstancias debo decirle. La obra se ha parado por un muerto que hay tras el escenario. Parecía un accidente. Viendo lo ocurrido con usted me temo que alguien conspira para asesinarla-, dijo con el mayor tacto posible. - No tenga miedo. Yo la protegeré con mi vida si fuera necesario. Mi nombre es Eduardo Hernández por cierto. ¿A quien tengo el gusto de conocer en esta extraña velada? - preguntó.
Todo había pasado tan rápido que no había podido preguntar por el nombre de tan distinguida dama. Ahora, más tranquilos en el carruaje, parecía la mejor forma de distraer a la joven de los funestos acontecimientos ocurridos en el teatro.
- Conductor, sigua avanzando hasta que la dama le dé una dirección concreta-, comentó al cochero mientras esperaba la contestación de la señorita.
Eduardo Hernández- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/04/2015
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