AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Le départ (Hero Jaejoong)
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Le départ (Hero Jaejoong)
"Si es posible, se debe hacer reír hasta a los muertos."
Leonardo Da Vinci
Leonardo Da Vinci
La práctica de embalsamamiento no era cosa sencilla. Se necesitaban suficientes finanzas para iniciar el negocio en solitario, además de un claro conocimiento como para poder manipular un cadáver firme sin ayuda de nadie. Se necesitaban también muchos elementos, además de lo que muchos llamarían “nervios de acero”, puesto que bien se sabía que los muertos podían “vomitar” o tener algún movimiento reflejo, que iba desde la simple extensión de un brazo, hasta poder llegar a sentarse durante las primeras horas de su muerte. Pero para Mina eran sencillamente cuerpos, experimentos disponibles luego del último suspiro, cadáveres que no podían hacerle nada distinto a permitirle practicar y aprender, además de cobrar. Ella se mantenía con eso, era su sustento inicial y por lo mismo es que tenía a los cuerpos en el sótano y hacía negocios para arreglos y fotografías en la primera planta de su propia casa. O de la casa en la que vivía, que por ahora no era propia sino alquilada.
En la tarde había podido atender a dos clientes, cuyos difuntos eran una señora de unos setenta años que había fallecido tras una caída tan fuerte que había culminado tras una fractura de cráneo, y una niña de apenas unos cuatro o cinco años a la que una neumonía le había arrebatado cualquier posibilidad de hacer su vida. Eran casos muy distintos de tratar y era justamente eso lo que animaba a Mina a alistar sus cuerpos antes de entregarlos a sus familiares tras una noche y un día. Los cuerpos fueron llevados a su casa y depositados cada uno sobre una mesa de acero inoxidable. En cuanto llegaron, fueron sacados del hospital y entregados a ella, que daba servicios adicionales con tal de ganarle un par de clientes a la Morgue que estaba en pleno centro de París y atraía a la mayoría de clientes. Para iniciar no podía cobrar tan alto, hasta que su nombre se conociera a la par de su cuidadoso trabajo.
Siendo así, desvistió ambos cuerpos y empezó lavando el de la pequeña, que aún conservaba el rostro inocente y apenas llevaba unas pocas horas de muerta. Sus padres la habían llevado en brazos y con lágrimas se despidieron del cadáver de la niña, no sin antes dejar una muda de ropa de color blanco, acompañada de medias del mismo color y zapatitos de charol que hicieran juego con todo. Aún después de muerta parecería un ángel y era por lo mismo que Mina se esmeraba en arreglar cada cosa. Con el cadáver desnudo de la pequeña, lavó con agua y una solución jabonosa desodorizante el cuerpo, asegurándose de incluir la boca, las encías, la lengua y las fosas nasales. Secó el cuerpo inmediatamente, puesto que para eliminar la rigidez mortal, debía proporcionar ciertos masajes, que le permitieran moldear un poco el cuerpo. No obstante, cuando se disponía a continuar el proceso, notó la ausencia de las cremas humectantes, poco algodón e incluso unas copillas oculares que había olvidado comprar en la tarde, justo antes de ocuparse con un millón de cosas y olvidar las indispensables compras.
Para entonces debían ser casi las siete de la tarde, el sol se había ocultado pero sabía que un par de negocios debían continuar abiertos. Eran minutos los que tenía y sin perder tiempo, cubrió el cadáver con una sábana, subió de prisa al estudio, tomó el abrigo que allí había dejado, además de dinero, y emprendió una carrera tal que parecía ir por algo de vital importancia. Y de hecho valió la pena, porque apenas minutos antes que cerraran un local, alcanzó a ingresar y a hacer las compras necesarias para un buen par de cuerpos más.
Salió de allí con las dos manos ocupadas y caminó más despacio, producto del peso que tenían varios de los elementos adquiridos. No obstante estaba tan motivada que poco le importaba el esfuerzo con tal de poder terminar el trabajo. Mina era decidida cuando de una pasión suya se trataba y el tema del arreglo de cuerpos le ocupaba toda la mente. Avanzó sin prisa un par de calles, pero en algún momento uno de los paquetes se rompió y varias bolsas pequeñas cayeron al piso —Ahh, no es cierto— se quejó en un susurro y para sí misma. No obstante el enojo era muy poco común en ella y sin pensar en nada extraño, dejó el resto de bolsas en el suelo y procedió a re empacar antes que continuara oscureciendo.
En la tarde había podido atender a dos clientes, cuyos difuntos eran una señora de unos setenta años que había fallecido tras una caída tan fuerte que había culminado tras una fractura de cráneo, y una niña de apenas unos cuatro o cinco años a la que una neumonía le había arrebatado cualquier posibilidad de hacer su vida. Eran casos muy distintos de tratar y era justamente eso lo que animaba a Mina a alistar sus cuerpos antes de entregarlos a sus familiares tras una noche y un día. Los cuerpos fueron llevados a su casa y depositados cada uno sobre una mesa de acero inoxidable. En cuanto llegaron, fueron sacados del hospital y entregados a ella, que daba servicios adicionales con tal de ganarle un par de clientes a la Morgue que estaba en pleno centro de París y atraía a la mayoría de clientes. Para iniciar no podía cobrar tan alto, hasta que su nombre se conociera a la par de su cuidadoso trabajo.
Siendo así, desvistió ambos cuerpos y empezó lavando el de la pequeña, que aún conservaba el rostro inocente y apenas llevaba unas pocas horas de muerta. Sus padres la habían llevado en brazos y con lágrimas se despidieron del cadáver de la niña, no sin antes dejar una muda de ropa de color blanco, acompañada de medias del mismo color y zapatitos de charol que hicieran juego con todo. Aún después de muerta parecería un ángel y era por lo mismo que Mina se esmeraba en arreglar cada cosa. Con el cadáver desnudo de la pequeña, lavó con agua y una solución jabonosa desodorizante el cuerpo, asegurándose de incluir la boca, las encías, la lengua y las fosas nasales. Secó el cuerpo inmediatamente, puesto que para eliminar la rigidez mortal, debía proporcionar ciertos masajes, que le permitieran moldear un poco el cuerpo. No obstante, cuando se disponía a continuar el proceso, notó la ausencia de las cremas humectantes, poco algodón e incluso unas copillas oculares que había olvidado comprar en la tarde, justo antes de ocuparse con un millón de cosas y olvidar las indispensables compras.
Para entonces debían ser casi las siete de la tarde, el sol se había ocultado pero sabía que un par de negocios debían continuar abiertos. Eran minutos los que tenía y sin perder tiempo, cubrió el cadáver con una sábana, subió de prisa al estudio, tomó el abrigo que allí había dejado, además de dinero, y emprendió una carrera tal que parecía ir por algo de vital importancia. Y de hecho valió la pena, porque apenas minutos antes que cerraran un local, alcanzó a ingresar y a hacer las compras necesarias para un buen par de cuerpos más.
Salió de allí con las dos manos ocupadas y caminó más despacio, producto del peso que tenían varios de los elementos adquiridos. No obstante estaba tan motivada que poco le importaba el esfuerzo con tal de poder terminar el trabajo. Mina era decidida cuando de una pasión suya se trataba y el tema del arreglo de cuerpos le ocupaba toda la mente. Avanzó sin prisa un par de calles, pero en algún momento uno de los paquetes se rompió y varias bolsas pequeñas cayeron al piso —Ahh, no es cierto— se quejó en un susurro y para sí misma. No obstante el enojo era muy poco común en ella y sin pensar en nada extraño, dejó el resto de bolsas en el suelo y procedió a re empacar antes que continuara oscureciendo.
Última edición por Mina Valentine el Jue Mayo 07, 2015 11:50 pm, editado 1 vez
Mina Valentine- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/07/2014
Re: Le départ (Hero Jaejoong)
“El odio es la naturaleza del hombre”
Habían pasado algunas semanas desde que mi cuerpo había sido obligado a hacer diferentes cosas por más de una persona. Me sentía extraño, completamente atrofiado y utlizado, más de lo normal si es que podía expresarlo mejor. Mi cabeza no paraba de doler y ver a Nicolás me irritaba algunas veces. Por lo que se me hizo habitual dar paseos extremadamente largos. Justo cuando empezaba a oscurecerse, me escapaba para estar solo. Necesitaba, como fuese, empezar a recomponerme una vez más. Ya que sabía, -indudablemente sabía- de que no podría vivir ni hasta los ochenta años si seguía en aquel estado tan poco equilibrado. Estaba dos pasos dentro del límite de la locura. Incluso la repentina desaparición de Deiran me había dejado destrozado. Bien sabía yo que le habían mandado cartas negras de la inquisición, las cuales eran amenazas para cuando querían reclutar condenados. Era la manera de invitarlos a vivir o a morir, que tenían. Pero no podía ser, él no podía estar muerto. Las personas desaparecían poco y poco y con ello las lágrimas se formaban y al final siempre terminaba igual. Llorando con un pañuelo en la mano para esconder las gotas rojas que caían anhelantemente desde mis ojos. "¿Tan solo dos veces en la eternidad?" Eso es lo que decían que los vampiros podían llorar. Sin duda estaban muy equivocados o quizá a ellos les habían robado los sentimientos. Fuese como fuese se me había hecho costumbre sollozar todas las noches. Estiré entonces mi cuerpo buscando alguna manera de relajarme, de concentrarme en alguna otra cosa que no fuese el dolor.
Caminé entonces a pasos algo acelerados, de alguna forma, cada día el camino se volvía más corto y en cuestión de minutos había llegado al extremo opuesto de mi casa en la ciudad de París. Vivíamos en las zonas alejadas, por donde nadie pudiese encontrarnos, pero aparentemente no me percaté de lo rápido que había sido, tuve miedo, sabía que hacer cosas extrañas no estaba bien y sin duda eso era por demás de inusual, por lo que comencé a caminar tan lento como podía, mirando a los lados, buscando que nadie estuviese siguiéndome, aunque no iba a buscar una presa así que no podrían juzgarme, Nicolás me había prohibido beber sangre de alguien que él no dispusiera. Por lo que se había encargado de tener esclavos de sangre en la casa. Eso era bueno, ya no tenía que preocuparme por estar tan flaco. Aunque no parecía que pudiese volver a ganar mi peso inicial. Suspiré y antes de que quisiera volver a lloriquear, el sonido en seco de objetos revotando me hizo distraer. Una muchacha de cabellos oscuros e insólitos estaba justo a unos metros de mí y la gente que caminaba por los lados no parecía tener la intención de detenerse a ayudarla. ¿Por qué eran así? ¿Por qué no se ayudaban si a ellos les gustaría eso, si les pasara? Bufé un poco molesto y olvidé limpiarme una vez más el rostro, por lo que unas diminutas manchas rosadas seguían esparcidas en mi rostro.
— ¡Se cayó todo! Esas bolsas son de mala calidad. — Jugué buscando los ojos de la muchacha en lo que me agachaba a juntar algunos pequeños y extraños objetos del suelo. Estaban en bolsas separadas y parecían ir en pares. Me resultó curioso, pero no me animé a preguntar. No al menos hasta terminar de recoger aquellas que estaban alejadas. Pues sin duda nadie quería ayudarla, pero seguro algún astuto querría robarse alguna aún si no sabía para que servían. La gente era de esa forma, todos siempre terminaban con ese pedazo de maldad latente en el interior. — Llevas una montaña de cosas, ¿quieres que te ayude hasta el carruaje o estás caminando? — Miré a los lados y no parecía haber nada esperándola. ¿Venir con tantas cosas sin un móvil? Ella no parecía ser pobre, aunque ahora que miraba bien tampoco tenía las clásicas ropas de la clase alta, ¡ah! Las de clase alta tampoco comprarían esa clase de cosas, no parecían joyas, mucho menos algo para los pies. Fruncí los labios y un poco mi mentón se alargó. Me quedé sin habla, no sabía qué decir y dejé entonces que una risa algo divertida se escapara entre mis labios, agachando la cabeza unos segundos a modo de disculpa. — ¡Lo siento! Te ayudaré con esto hasta donde sea que haya que llevarlo a modo de disculpa. ¿Si? Por cierto, ¿qué es? ¿Acaso eres científica? — Ya sin encontrar alguna otra cosa lógica y que diera con sus características subí los hombros y me quedé ensimismado, mirándola a esos orbes verdes e intensos que tenía, junto a unos labios alargados y pintados de oscuro. Pero, ¿no era una bruja, o si? Sin duda su aura era humana pero me resultaba sumamente anormal, tanto que cuando me di cuenta que estaba hostigándola con la vista me sonrojé, cubriéndome un poco con las pequeñas bolsas que tenía entre manos.
Invitado- Invitado
Re: Le départ (Hero Jaejoong)
Alguien dijo que es estúpido quien generaliza,
y en efecto, tenía razón.
y en efecto, tenía razón.
Ella era una desconocida en medio de las calles para quien le gustara fingirlo. Pero era lo suficientemente conocida también como para evitarla, como para creer que la muerte era una enfermedad que aparecía en forma de plagas y pestes, y a la que ella tocaba como si fueran caricias que no se convertirían en virus. Al final todo eran tabús, historias de terror que gustaban a los parisinos ingenuos y que delataban su doble moral cuando llevaban sus muertos a la casa de Mina. Pero pagaban lo que ella pedía y eso era lo único que le importaba con seres como ellos.
Por lo mismo, le restó importancia al cruce de otros mientras acomodaba de nuevo sus cosas. Era como si continuara sola sin siquiera notarlo, y así fue hasta que un par de manos pálidas, tan características de la muerte, empezaron a tomar sus cosas para ayudarle a re empacar. En efecto, ella levantó la mirada, porque el tono del deceso no le era para nada desconocido. No obstante aquellos ojos pequeños y extranjeros le sonrieron a su modo tras una frase más amable que cualquiera que pudieran emitir los vivos. —Es que quizás llevo muchas cosas— respondió ella, siendo igualmente afable con aquél inmortal de joven apariencia ¿Cuántos años tendría? Quizás no muchos, aunque Mina no podía afirmar nada ni mucho menos dejarse llevar por la apariencia del oriental.
—Iba caminando. Apenas me falta una o dos calles para llegar a mi casa, pero si me ayudas te lo agradeceré mucho. Compré demasiado aprovechando la cercanía, aunque debí pedir más bolsas según veo— contestó poniéndose en pie y levantando un par de bolsas en cada mano. A pesar de la frialdad que emanaba sin culpa el cuerpo de aquél ser, no había nada que pudiera negarle dadas sus habilidades. Sería imposible huirle y, en definitiva, era mucho mejor aprovechar la bondad que parecía quedarle en vez de provocar cualquier otra reacción en él.
No obstante, él parecía ser todo lo contrario a lo que Mina creía de la mayoría de vampiros. Lo supo cuando aquél inclinó el rostro y soltó una risita que casi parecía de las que acompañan al sonrojo y, por lo mismo, ella también rio, con la extraña sensación que le generaba tal rareza de la especie — ¿Y disculparte por qué? De hecho fuiste el único que se acercó a ayudarme. No puedo invitarte a beber nada por acompañarme, pero quizás pueda enseñarte lo que hago si tan curioso te sientes— mencionó ella con una ladeada sonrisa y la mirada fija, dejándole entrever que sabía lo que él era pero que no tenía argumentos en su contra —Porque en realidad no soy científica. Soy nueva en este lugar y soy quien ha dejado avisos por la ciudad ofreciendo retratar a los muertos. Aunque no estoy segura si han llegado a tantas manos como quiero— añadió — ¿Quieres venir? —
La invitación era como querer preservar la vida invitándole un café a la muerte; aunque no se lo tomara nunca y lo dejara enfriar sobre una mesa mientras miraba con ojos de predador. Pero Mina volvía a su teoría de siempre, esa que le decía que nadie podía ocultarse de un inmortal, porque ellos eran capaces de encapricharse con una aguja que debían buscar en mil pajares. Y al final la encontrarían y el destino de la aguja, sin importar su material, sería moldeado en las manos de aquél que emprendiera la búsqueda sin temer que el final de sus días le cortara las alas de su deseo. Además, los inmortales también la habían buscado por sus servicios y eran, en la mayoría de esos casos, una fuente segura de ingresos, una que pagaba incluso hasta por sus silencios. Sus datos estaban en papeles por toda la ciudad, pese a que la morgue intentaba eliminar algunos para no permitir que nada les hiciera tambalear su negocio. En resumen, no había nada que perder, sin mencionar que no todos los días un inmortal te carga las bolsas en lugar del cuerpo, ni parecen un pequeño felino en lugar de un monstruo que sólo planea devorar.
Por lo mismo, le restó importancia al cruce de otros mientras acomodaba de nuevo sus cosas. Era como si continuara sola sin siquiera notarlo, y así fue hasta que un par de manos pálidas, tan características de la muerte, empezaron a tomar sus cosas para ayudarle a re empacar. En efecto, ella levantó la mirada, porque el tono del deceso no le era para nada desconocido. No obstante aquellos ojos pequeños y extranjeros le sonrieron a su modo tras una frase más amable que cualquiera que pudieran emitir los vivos. —Es que quizás llevo muchas cosas— respondió ella, siendo igualmente afable con aquél inmortal de joven apariencia ¿Cuántos años tendría? Quizás no muchos, aunque Mina no podía afirmar nada ni mucho menos dejarse llevar por la apariencia del oriental.
—Iba caminando. Apenas me falta una o dos calles para llegar a mi casa, pero si me ayudas te lo agradeceré mucho. Compré demasiado aprovechando la cercanía, aunque debí pedir más bolsas según veo— contestó poniéndose en pie y levantando un par de bolsas en cada mano. A pesar de la frialdad que emanaba sin culpa el cuerpo de aquél ser, no había nada que pudiera negarle dadas sus habilidades. Sería imposible huirle y, en definitiva, era mucho mejor aprovechar la bondad que parecía quedarle en vez de provocar cualquier otra reacción en él.
No obstante, él parecía ser todo lo contrario a lo que Mina creía de la mayoría de vampiros. Lo supo cuando aquél inclinó el rostro y soltó una risita que casi parecía de las que acompañan al sonrojo y, por lo mismo, ella también rio, con la extraña sensación que le generaba tal rareza de la especie — ¿Y disculparte por qué? De hecho fuiste el único que se acercó a ayudarme. No puedo invitarte a beber nada por acompañarme, pero quizás pueda enseñarte lo que hago si tan curioso te sientes— mencionó ella con una ladeada sonrisa y la mirada fija, dejándole entrever que sabía lo que él era pero que no tenía argumentos en su contra —Porque en realidad no soy científica. Soy nueva en este lugar y soy quien ha dejado avisos por la ciudad ofreciendo retratar a los muertos. Aunque no estoy segura si han llegado a tantas manos como quiero— añadió — ¿Quieres venir? —
La invitación era como querer preservar la vida invitándole un café a la muerte; aunque no se lo tomara nunca y lo dejara enfriar sobre una mesa mientras miraba con ojos de predador. Pero Mina volvía a su teoría de siempre, esa que le decía que nadie podía ocultarse de un inmortal, porque ellos eran capaces de encapricharse con una aguja que debían buscar en mil pajares. Y al final la encontrarían y el destino de la aguja, sin importar su material, sería moldeado en las manos de aquél que emprendiera la búsqueda sin temer que el final de sus días le cortara las alas de su deseo. Además, los inmortales también la habían buscado por sus servicios y eran, en la mayoría de esos casos, una fuente segura de ingresos, una que pagaba incluso hasta por sus silencios. Sus datos estaban en papeles por toda la ciudad, pese a que la morgue intentaba eliminar algunos para no permitir que nada les hiciera tambalear su negocio. En resumen, no había nada que perder, sin mencionar que no todos los días un inmortal te carga las bolsas en lugar del cuerpo, ni parecen un pequeño felino en lugar de un monstruo que sólo planea devorar.
Mina Valentine- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/07/2014
Re: Le départ (Hero Jaejoong)
La risa que se me escapó era sin duda especial, una de esas que podía regalar cuando me daban un cumplido que me cedía vergüenza. Cariñosa, pero igualmente tímida, intentando hacerla pasar desapercibida, aunque se notaba más de lo que cualquier otra podría haber resaltado. ¡Estúpida compasión y pena! Me quejé de mí mismo al notar el leve entusiasmo que a mi cuerpo le daba cuando alguien se molestaba en contestarme y en no pasarme por alto por ser un extranjero mal nacido. Sí, debido a la época, no era habitual ver a alguien como yo, claro, peor si estaba muerto y caminaba por las calles buscando sangre. Sin embargo fueron los orbes casi trasparentes los que me hipnotizaron una vez más. ¡Eran igual que la naturaleza! Me recordaban al horizonte, cuando se ve el cielo y el pasto al mismo tiempo, como dos franjas que separan a la vida y la muerte. ¿Ella estaba tan viva como yo pensaba? — O quizá deberías haber pedido un hombre fuerte y amable, aquí estoy yo, ya llegué. —Ironicé con notable habladuría al tiempo que levantaba las pequeñas bolsitas y extraños artefactos que había sobre el suelo seco de piedras, estirando la camisa que llevaba para poder dejar las cosas allí y cargar más de las posibles. No tardamos demasiado tiempo, en realidad parecía que ella era bastante rápida; cuando lo noté, ya casi sentí que estaba escapándose de mí. Pero muy equivocado estaba, sus ojos se mostraron fijos a los míos.
No encontré miedo ante la palidez que podría yo llegar a tener, tampoco curiosidad, aunque sí algo de reticencia que a su vez, sabía ella ocultar. Aún así había algo extraño, un aroma que a mí mismo me estaba aterrando y que a pesar de la esencia humana dulce que ella emanaba, estaba cubierta con una pequeña de tela de muerte, como si almas la estuviesen protegiendo de alguna u otra manera. Aunque claro, yo no era capaz de ver esas cosas, mi presuntuosa forma de ser y la manera en la que me distraía con su belleza no me daban tregua a poder observarla más. Lo único que estaba claro es que ella, de algún modo, me estaba diciendo “no te daré nada de mi sangre, así que ven sin colmillos” y valga la redundancia, de esos no tenía ninguno. — ¿Eh…? Retratar, ¿cómo es eso? No he podido ir mucho al centro, ahora ando caminando tranquilo por aquí; pero tendría que estar escondido, tú no digas nada, ¿lo prometes? — Ya a sabiendas que conocía mí inmortalidad tenía que estar precavido, podía ser una inquisidora que estaba a punto de matarme y esas cosas horripilantes eran instrumentos de tortura nuevos. No los había visto nunca, no obstante sonaban execrables y dolorosos. Casi podía llorar de solo mirarlos y ni sabía para qué servían. Bufé, descontento por mi estupidez, ¡¿nuevamente metiéndome en las garras de los regicidas?! Fue en ese pensamiento estridente cuando mi cuerpo hizo notar la incomodidad y mi rostro lo reflejo en una vergüenza inmensurable. — Amm... No vi ningún papelito y tus cosas son muy raras, ¿está mal decir que ahora tengo miedo de lo que vayas a hacer conmigo si voy? Aunque parece que tú también dudas de mí. Supongo que los sentimientos son de esa forma, nos hacen pensar lo peor siempre que nos sentimos amenazados. ¿De qué se trata "retratar muertos"? ¿Acaso los pintas sobre óleo? —
Mis dos piernas me engañaban, caminaban casi tan emocionadas como si fuesen a descubrir un mundo nuevo, mi rostro estaba algo desconcertado, con las bolsas sobre mi camisa y mis brazos rodeándolas para que no se cayeran, me dirigía a donde fuese que ella iba. Si hablábamos de muertos, entonces sería cerca del cementerio o quizá a la misma morgue. No estaba al tanto de donde quedaban esos lugares, prefería no visitarlos, solían cargar muchas energías que no estaba dispuesto a aguantar, pero… Pero si era para ella, estaba bien, ¿no? Parecía tan agradable, cálida y amigable. Al final de todo me gustaba estar con mujeres a mi alrededor, ellas tenían un aura diferente, hacían todo lo posible por mantenerme contento, aún si con eso mismo me lastimaban. Así que, ¿por qué no? — ¿Dónde vamos entonces? Ah, estaba pensando, ¿por qué ningún otro te ayudó? Me hicieron venir a mí… No es que no quisiera, pero cuando me ven piensan que soy un fantasma o quizá un ladrón. Depende la noche, y quizá asusto. ¿Eres mala acaso? No pareces… Y tu sonrisa es muy hermosa. — Hablaba, sí, uno de mis mayores y más terribles rasgos era que no podía parar de dialogar, aun cuando no me daban respuesta alguna. Quizá por la soledad que me había acompañado, solía entablar conversaciones con las doncellas de los cuadros, jugando a que quizá alguna saldría a conversar conmigo. Claro, nunca pasaba, jamás se quedaban charlando con un extraño como yo. Y ella aún con aquel maravilloso rostro no parecía ser la excepción. Pero sí tenía apariencia que aguantaría mis miradas inquisitivas. Así que caminar hasta el lugar no fue problema, ni para mis piernas ni tampoco para mi miedo que aun así estaba presente, sugestionándome en cada paso.
Invitado- Invitado
Re: Le départ (Hero Jaejoong)
"Incierto es el lugar donde la muerte te espera; espérala pues, en todo lugar."
Séneca
Séneca
La dulzura e ingenuidad que parecía rezumar aquél ser eran demasiado increíbles. Lo eran porque lo sobrenatural no conoce de medias tintas o de muestras de timidez, ellos son lo más alto de la cadena alimenticia, y lo saben aunque sonrían con timidez, como si realmente pudieran sonrojarse. —Quizás el único hombre fuerte y amable que pasó fuiste tú. A esta hora todos pasan deprisa y unos pocos saben a lo que me dedico. Es apenas normal que se apresuren mientras se cubren la nariz y se alejan— respondió Mina con una gracia poco habitual para un comentario como ese. Pero era cierto, y ella aún no figuraba en el tipo de mujer que querría un caballero de la época. Era nueva, y demasiado extraña para entonces, lo suficiente como para ahuyentar a cualquiera.
—Capturo la última imagen de quien ya no estará más entre los vivos. Elaboro un último recuerdo para quien está dispuesto a pagar por él— explicó por encima, porque una pequeña risa se le escapó de los labios al notar el modo tan inusual de comportarse para un vampiro —Soy una tumba, no diré nada— afirmó, y era cierto. Tenía clientes poco usuales, e incluso hacía un par de trabajos para la policía, para ocultar las marcas de lo sobrenatural de los cuerpos antes de entregarlos a sus familiares. Su silencio era parte de su trabajo, una garantía de vida y de poder continuar en aquello que había elegido como profesión.
—Lo más extraño que puedo hacerte es dibujarte, retratarte si permaneces quieto durante al menos diez minutos, o quizás sólo maquillarte un poco, ya sabes, para que te veas más…— aquello lo dijo en voz alta, pero movió los labios para completar la frase con la palabra “Vivo” aunque ningún sonido salió de su boca. Esa palabra era sólo para él, para que leyera sus labios y completara el hilo de lo que le decía Mina. —Las técnicas son distintas, eso depende de cómo quieren los clientes su pintura. Pero aquí no podré enseñarte nada. Ven, te mostraré, haré algo para ti porque valoro tu ayuda, el hecho que no me huyas a pesar que tu situación sea distinta a la de ellos. Además entre lo que sucedió ya han cerrado todo y esto empieza a ponerse solo— las luces de los locales se apagaban y ella no podía ver en la oscuridad, como los demás seres. Era inteligente, sabía que era mejor ganarse a un vampiro de amigo antes que de enemigo y que, de todos modos, era mejor no exponerse como un ratón que entra en territorio de gatos a rascarse las orejas, dando por hecho que la oscuridad lo oculta, en vez de notar que sólo lo expone ante orbes más ágiles.
Mientras avanzaba, respondió un poco más de preguntas, le agradaba la gente curiosa, porque era todo lo opuesto a la temerosa, en su concepto. Aquella característica era el principal factor de sus obras, de cada acto que ejecutaba con tal de experimentar y obtener mejores resultados con todo lo relacionado a lo post mortem. —Suponen que estoy enferma. Aunque no estoy segura si lo creen con respecto a mi mente o sólo a mi cuerpo. — mencionó negando con la cabeza e incluso rio muy corto, como si aún no pudiera creer lo incrédula o torpe que podía llegar a ser la sociedad parisina, siempre tan atenta a lo que pensaran de ella. —Mi sonrisa disfraza a la muerte, me dijeron hace unos días, un cliente cualquiera, un tanto obsesivo y paranoico—.
En menos de cinco minutos llegaron, Mina había dicho la verdad con respecto a la cercanía y se acercó a la puerta, poniendo los paquetes en el suelo y buscando la llave entre sus bolsillos. Una vez abrió, empujó con la mano para que quedara de par en par e hizo una seña con la mano —Adelante. No hay nada que pueda explicar con palabras sobre por qué me temen, a pesar que me buscan. Pero voy a enseñártelo. Sigue tu olfato, él te delatara lo que tengo en casa ¿Deseas conocer más? Sigue— invitó, desconociendo los temores ajenos, como si en el fondo, creyera que la muerte no podía temer a sí misma, a un modo hermano de presentarse ante los vivos.
—Capturo la última imagen de quien ya no estará más entre los vivos. Elaboro un último recuerdo para quien está dispuesto a pagar por él— explicó por encima, porque una pequeña risa se le escapó de los labios al notar el modo tan inusual de comportarse para un vampiro —Soy una tumba, no diré nada— afirmó, y era cierto. Tenía clientes poco usuales, e incluso hacía un par de trabajos para la policía, para ocultar las marcas de lo sobrenatural de los cuerpos antes de entregarlos a sus familiares. Su silencio era parte de su trabajo, una garantía de vida y de poder continuar en aquello que había elegido como profesión.
—Lo más extraño que puedo hacerte es dibujarte, retratarte si permaneces quieto durante al menos diez minutos, o quizás sólo maquillarte un poco, ya sabes, para que te veas más…— aquello lo dijo en voz alta, pero movió los labios para completar la frase con la palabra “Vivo” aunque ningún sonido salió de su boca. Esa palabra era sólo para él, para que leyera sus labios y completara el hilo de lo que le decía Mina. —Las técnicas son distintas, eso depende de cómo quieren los clientes su pintura. Pero aquí no podré enseñarte nada. Ven, te mostraré, haré algo para ti porque valoro tu ayuda, el hecho que no me huyas a pesar que tu situación sea distinta a la de ellos. Además entre lo que sucedió ya han cerrado todo y esto empieza a ponerse solo— las luces de los locales se apagaban y ella no podía ver en la oscuridad, como los demás seres. Era inteligente, sabía que era mejor ganarse a un vampiro de amigo antes que de enemigo y que, de todos modos, era mejor no exponerse como un ratón que entra en territorio de gatos a rascarse las orejas, dando por hecho que la oscuridad lo oculta, en vez de notar que sólo lo expone ante orbes más ágiles.
Mientras avanzaba, respondió un poco más de preguntas, le agradaba la gente curiosa, porque era todo lo opuesto a la temerosa, en su concepto. Aquella característica era el principal factor de sus obras, de cada acto que ejecutaba con tal de experimentar y obtener mejores resultados con todo lo relacionado a lo post mortem. —Suponen que estoy enferma. Aunque no estoy segura si lo creen con respecto a mi mente o sólo a mi cuerpo. — mencionó negando con la cabeza e incluso rio muy corto, como si aún no pudiera creer lo incrédula o torpe que podía llegar a ser la sociedad parisina, siempre tan atenta a lo que pensaran de ella. —Mi sonrisa disfraza a la muerte, me dijeron hace unos días, un cliente cualquiera, un tanto obsesivo y paranoico—.
En menos de cinco minutos llegaron, Mina había dicho la verdad con respecto a la cercanía y se acercó a la puerta, poniendo los paquetes en el suelo y buscando la llave entre sus bolsillos. Una vez abrió, empujó con la mano para que quedara de par en par e hizo una seña con la mano —Adelante. No hay nada que pueda explicar con palabras sobre por qué me temen, a pesar que me buscan. Pero voy a enseñártelo. Sigue tu olfato, él te delatara lo que tengo en casa ¿Deseas conocer más? Sigue— invitó, desconociendo los temores ajenos, como si en el fondo, creyera que la muerte no podía temer a sí misma, a un modo hermano de presentarse ante los vivos.
Última edición por Mina Valentine el Dom Jul 19, 2015 3:10 pm, editado 1 vez
Mina Valentine- Humano Clase Media
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Re: Le départ (Hero Jaejoong)
Y me pregunté por qué se cubrirían la nariz, ella olía bien, quizá tenía un alma extraña y en realidad podía sentir la muerte a su alrededor, pero no por eso era diferente del aroma a los otros vivos. No quise explicarle que para mí era un aroma normal y feo, tampoco iba a ponerme a hablar sobre la manera en la que había sido criado. Ni el hecho de que desde un principio yo había nacido como un vampiro y era la única forma de existir que conocía. Los recuerdos humanos habían sido perdidos por completos y no me importaba encontrarlos, por lo que mi actitud era un simple reflejo de lo que observaba en los demás. Mordí suavemente mis labios, estaba algo asombrado con ella, porque realmente me había reconocido como un sobrenatural aún sin tener colmillos afilados que pudiesen descubrirme. Me daba a pensar que estaba muy inmiscuida en ese mundo, ¿eso sería bueno? — Oh, entonces eres una artista. Me gusta la gente que se dedica al arte, sin importar de qué tipo se trate. ¿Pintarme? Eso es vergonzoso… — Susurré algo apenado, caminando con pensamientos mezclados, ella era la mujer más rara que había conocido, su rostro hermoso y simpático me habían alegrado la noche sin duda alguna. Si no, hubiese terminado como siempre, llorando por mis propias penas en algún triste escenario. Era bueno, quizá tenía una noche de emociones, aunque algo me decía que terminaría igual de asustado que siempre.
— ¿Me harás un regalo? Yo creo que tu sonrisa le daría vida a los muertos. El hecho de que disfrace a la muerte es triste, porque sería una mentira. Como el maquillaje. Aunque se vea hermoso, son solo mentiras. Odio las mentiras... Aunque me gustaría verme pintado. — En el último tiempo se me había dado por balbucear al final de mis oraciones, como esos niños que son amonestados por mal educados, por hablar entre dientes y enojarse y seguir la discusión en voz baja. Por mi parte no era de esa forma, solo eran pensamientos reiterativos que se escapaban de mi boca porque simplemente me gustaba hablar y no tenía con quién. Nicolás era una persona de pocas palabras y aunque solía mirarme mientras que yo hacía largos monólogos eso no me daba la satisfacción necesaria para llenar mi curiosidad. Y ella, por el contrario, parecía estar entusiasmada respondiendo las incógnitas que una tras otra dejaba salir. — Tu invitación… Es terrorífica. — Dejé salir el halo de voz suave cuando el aroma fresco de un cadáver en descomposición se hacía presente. Para mí, todos aquellos olores eran la repugnancia en su estado más puro. Pues en los primeros años de mi existir había desconocido esa clase de aromas, había vivido en mi bola de cristal junto con mi padre, ambos vampiros; no emanábamos ninguna clase de perfume. Fueron los primeros años fuera de la casa cuando aprendí a no retorcerme del asco y ese caso no era la excepción. Podía contenerme como siempre y di dos pasos al frente, mirando al suelo con extrema timidez pero al mismo tiempo mi vista exaltaba de emoción.
Fue tal como cruzar una barrera, el piso de madera rechinó suavemente y miré los orbes cristalinos de la muchacha de estatura media; reía para mis adentros tontamente ya que pensé que se trataba de un bello fantasma. — Muy bien, ¿dónde pongo esto? — Había agarrado las bolsas que ella había apoyado en el suelo, así que estaba cargado en mi totalidad. Y me tomé el atrevimiento de acomodarme en una pequeña mesa que había en un costado. Los adornos eran de un estilo muy armónico, con detalles que me parecían bellos y me sorprendían por ser una muchacha que aparentemente vivía sola. Recorrí entonces con sumo detalle todo lo que estaba a mí alrededor y supe rápidamente donde estaban los cadáveres con los que ella hacía “arte”. Y ¿qué tipo de arte me encontraría realmente? Ella decía que eran los últimos recuerdos y yo me imaginaba los cadáveres horriblemente pintados; incluso la muerte de los seres vivos era asquerosa en comparación con la nuestra, nosotros nos hacíamos cenizas. Y ellos se descomponían para volverse piel, huesos y gusanos. Esperé entonces por lo que me dijera, pues no iba a ponerme a caminar por su casa sin antes ser guiado. — Sabes, me gustan las cosas extrañas, creo que me agradas, pero tengo una curiosidad, ahora que estamos aquí puedo decirla en voz alta. ¿Cómo te atreviste a dar la alusión de saber lo que soy? Usualmente algunas personas lo piensan, lo dudan, pero no lo dicen. Fue extraño, igual, me agrada un poco, solo porque creo que no vas a dañarme. Los humanos son seres de temer, aunque pienses lo contrario. —
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Re: Le départ (Hero Jaejoong)
¿Cómo podría representarte el miedo que infundes cuando tienes sed?
El arte es uno más de tantos misterios, uno que algunos encuentran bello y otros, fatal. Por lo mismo, era apresurado responder un sí o un no, sobre todo porque a pesar de la naturaleza del vampiro, no sabía absolutamente nada de su personalidad, que desde el principio parecía ya bastante extraña —Quizás puedas esperar, supongo que esto que hago evolucionará un día, como lo hace todo. Finalmente no queremos dejar un último recuerdo tuyo por ahora ¿Verdad? — la muerte en sus labios sonaba a broma, a naturalidad o incluso a sarcasmo. Pero para ella, hablar al respecto con un vampiro era una muestra total de la franqueza y crueldad con la que actúa la vida justo antes de irse.
—A algunos les hace bien creer esas mentiras ¿Sabes? Quizás es porque los recuerdos pesan más en algunas ocasiones. Y me pagan por venderles cosas que no son, pero las disfrutan aun sabiendo que no ven algo real— explicó, encogiéndose de hombros como si no comprendiera bien a lo que se referían —Hay mentiras de mentiras, pero no puedo explicar mucho si no ves a lo que me refiero, luego entenderás los motivos del porqué la gente paga por mentiras envueltas en maquillaje. Vamos— había insistido, como si algo en él rezumara una extraña confianza en la que no debería haberse dejado envolver.
Mientras caminaban no paró de reír por momentos a causa de los comentarios de su nuevo compañero, que cargaba las bolsas como si no pesaran nada y le seguía el ritmo de los pasos más o menos apresurados buscando llegar a destino. — ¿Terrorífica? No, por supuesto que no. Te prometo que no verás nada que desconozcas. O al menos no del todo— aseguró ¿Acaso la muerte no era representada por los vampiros, y no era eso mismo lo que le daban a quienes usaban como alimento? Era hipócrita fingir que no, por eso Mina insistía en lo común que sería su labor para alguien como él.
Una vez en casa, su mirada emocionada se encontró con la de un pequeño curioso y al mismo tiempo tímido. Su estatura poco tenía que ver con su apariencia, y con ese modo de mirar entre aniñado y rebelde que busca saberlo todo con lentitud. Con esa misma parsimonia, Mina cerró la puerta y caminó más hacia el fondo, buscando la escalera que los llevaría al sótano, donde sucedía todo —Ven, hay que llevar esto abajo, es allí donde trabajo— indicó. Todo estaba iluminado, ella no se había molestado en dejar todo a oscuras mientras volvía y fue una gran ventaja, el camino era claro, los cuerpos sobre las mesas de acero inoxidable también lo serían.
—Reconocer a los vampiros es simple, conozco el tono que da la muerte. Además me he encontrado con algunos de los tuyos que se fingen muertos para permitir un último adiós a sus parientes. Eso sí, debo encargarme que todo se haga en la noche, inventando algún problema de descomposición rápido si le da la luz al cuerpo. Esas peticiones las hacen ellos, cuando me abren los ojos y me sonríen con malicia como si no pudiera infartarme.— una corta risa se le escapó de nuevo y llevó al vampiro junto a las mesas — Al final dejan todo libre de sospecha y se van de París. Ahh, puedes dejar eso ahí, sobre la mesa de la izquierda por favor. Y puedes venir, tengo a dos chicas hoy para que puedas ver lo que hago— invitó, retirándose el abrigo y poniéndolo en un perchero a unos cuantos pasos de allí —Supongo que esto no te aterra, así que si tu curiosidad te lo exige, hoy puedes hacer de ayudante, me vendría bien una mano—.
Las bromas sobre lo que hacía eran comunes, pero ni siquiera entre ellas se colaban muchas verdades. Pudo haber dicho que los vampiros le pedían trabajos, o que la policía también lo hacía con respecto a ellos. Pero él era un completo desconocido, alguien a quien debía mantener ocupado como a su propia mente para poder evitar confesar entre pensamientos nada.
—A algunos les hace bien creer esas mentiras ¿Sabes? Quizás es porque los recuerdos pesan más en algunas ocasiones. Y me pagan por venderles cosas que no son, pero las disfrutan aun sabiendo que no ven algo real— explicó, encogiéndose de hombros como si no comprendiera bien a lo que se referían —Hay mentiras de mentiras, pero no puedo explicar mucho si no ves a lo que me refiero, luego entenderás los motivos del porqué la gente paga por mentiras envueltas en maquillaje. Vamos— había insistido, como si algo en él rezumara una extraña confianza en la que no debería haberse dejado envolver.
Mientras caminaban no paró de reír por momentos a causa de los comentarios de su nuevo compañero, que cargaba las bolsas como si no pesaran nada y le seguía el ritmo de los pasos más o menos apresurados buscando llegar a destino. — ¿Terrorífica? No, por supuesto que no. Te prometo que no verás nada que desconozcas. O al menos no del todo— aseguró ¿Acaso la muerte no era representada por los vampiros, y no era eso mismo lo que le daban a quienes usaban como alimento? Era hipócrita fingir que no, por eso Mina insistía en lo común que sería su labor para alguien como él.
Una vez en casa, su mirada emocionada se encontró con la de un pequeño curioso y al mismo tiempo tímido. Su estatura poco tenía que ver con su apariencia, y con ese modo de mirar entre aniñado y rebelde que busca saberlo todo con lentitud. Con esa misma parsimonia, Mina cerró la puerta y caminó más hacia el fondo, buscando la escalera que los llevaría al sótano, donde sucedía todo —Ven, hay que llevar esto abajo, es allí donde trabajo— indicó. Todo estaba iluminado, ella no se había molestado en dejar todo a oscuras mientras volvía y fue una gran ventaja, el camino era claro, los cuerpos sobre las mesas de acero inoxidable también lo serían.
—Reconocer a los vampiros es simple, conozco el tono que da la muerte. Además me he encontrado con algunos de los tuyos que se fingen muertos para permitir un último adiós a sus parientes. Eso sí, debo encargarme que todo se haga en la noche, inventando algún problema de descomposición rápido si le da la luz al cuerpo. Esas peticiones las hacen ellos, cuando me abren los ojos y me sonríen con malicia como si no pudiera infartarme.— una corta risa se le escapó de nuevo y llevó al vampiro junto a las mesas — Al final dejan todo libre de sospecha y se van de París. Ahh, puedes dejar eso ahí, sobre la mesa de la izquierda por favor. Y puedes venir, tengo a dos chicas hoy para que puedas ver lo que hago— invitó, retirándose el abrigo y poniéndolo en un perchero a unos cuantos pasos de allí —Supongo que esto no te aterra, así que si tu curiosidad te lo exige, hoy puedes hacer de ayudante, me vendría bien una mano—.
Las bromas sobre lo que hacía eran comunes, pero ni siquiera entre ellas se colaban muchas verdades. Pudo haber dicho que los vampiros le pedían trabajos, o que la policía también lo hacía con respecto a ellos. Pero él era un completo desconocido, alguien a quien debía mantener ocupado como a su propia mente para poder evitar confesar entre pensamientos nada.
Mina Valentine- Humano Clase Media
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Re: Le départ (Hero Jaejoong)
Y fue entonces cuando comencé a percatarme de aquel pequeño misterio que ella estaba infundiendo en su aura. Era travieso, como si con aquella energía intentara persuadirme por completo. Lo estaba logrando, era la curiosidad lo único que no había muerto en mi interior a lo largo de los años. Aun cuando temía tantas veces por tantas cosas, no lograba mutilar aquello que me terminaría llevando a las cenizas. Seguía metiéndome en lugares extraños y peligrosos; no eran solo los inquisidores los que podían ser una amenaza, lo era todo a mi alrededor, cada cosa que me sucedía era un paso más hacia la angustia. — No, no quiero un último recuerdo, en realidad, espero que eso no llegue nunca. ¿Sabes? Hace algún tiempo pensaba que vivir cien años sería suficiente, pero ver como la época me acorrala y no me deja libertad me hizo cambiar de parecer. Quiero vivir hasta encontrar un momento de paz, donde pueda salir sin miedo a que me quieran matar. — El comentario fue explayado libremente, era extraño hablar de algo así con una humana, por más singular que fuera, su corazón seguía latiendo y junto con ello jamás podría entender lo que significaba vivir eternamente sin cambiar forma ni apariencia. Mi sangre bombeaba, lo hacía con la naturaleza sobrenatural de quien está nervioso, mis ojos estirados y puramente apenados la miraban como si quisiera encontrar algún tipo de respuesta. A sus preguntas y a las mías también. — Mentiras envueltas en maquillaje… La estoy siguiendo señorita. Me preguntaba cómo sería tu nombre. ¿Me lo dirás? Yo me llamo Hero, como los héroes. El lugar huele a muertos y aunque no los desconozco […] — Al final no terminé de hablar, la mirada de la fémina estaba acechándome y casi sentí un escalofrío recorrerme cuando las escaleras hacía abajo nos invitaban a ir.
Mordí el interior de mis labios, aquella piel rosada que escondía los dientes romos y agarré las bolsas nuevamente, estaba dispuesto a ir una vez más a un sótano. Ésta vez con la seguridad que mataría al que fuese con tal de no volver a sentir dolor. El dolor, siempre lo pensaba, la línea delgada que lo separaba del placer, tan delgada que muchas veces había conseguido sobrepasarla; era un masoquista y lo aseguré cuando el vaho de cadáveres se paseó por ni nariz y la sangre de mi cuerpo tembló de asco. — Jamás pensé que un neófito podría llegar a hacer algo como eso. Apenas puedo recordar cuando me convirtieron, me duele la cabeza cuando lo intento, pero la sed de sangre era punzante e imposible de controlar. Supongo que es porque era yo. — Caprichoso y egoísta, dispuesto a todo por obtener lo que quería; intentando no dañar a los demás, y luchando contra la corriente de ser necesario. Siempre había sido así, aunque aquel yo viejo había sido corrompido varias veces. Al instante dejé salir una pequeña y efímera risa. Imaginarme el rostro de la muchacha frente a un inmortal, con el temor a ser alimento. Nada de eso sonaba bien siquiera para mí.
Mis dedos largos temblaron cuando de reojo fijé la vista en los muertos que había sobre la mesa, eran unas lágrimas rosas las que estaban apretadas en los bordes de mis lagrimales. — Sí me aterra. ¿Qué le pasó? Es muy chiquita, ¿por qué se murió? — Consulté a regañadientes, la muchacha de mirada parda iba a un lado y al otro, tan tranquila que me desesperaba aún más. Froté un poco mi rostro pálido, me zamarreé a mí mismo hasta que me hube encontrado un poco más relajado, estaba preparado para eso, era obvio que me iba a encontrar con algo así, lo había supuesto desde el primer momento, cuando noté que su piel estaba impregnada de la marca de la muerte y el sabor a lenta descomposición en sus manos. — ¿Qué quieres que haga? Esto es bastante horrorizante, me da tanto miedo que podría llorar de pena. Parece que a ti te gusta bastante… Eso es bueno, si haces cosas que hacen feliz a la gente, siempre es bueno. —Intenté decirle la verdad, yo creía que siempre que se hacía un bien para alguien es porque la persona tenía un corazón puro. Claro que yo no estaba lo suficientemente capacitado para ver a una niña y una mujer, una al lado de la otra, muertas, a la espera de ser reconstruidas para quitarles esa apariencia violácea que denotaba la sangre venenosa que empezaba a recorrerlas. — ¿Sabías que la sangre de muertos nos envenena? No nos puede matar o eso creo, pero es muy amenazante. Ah, pobrecita, se ve triste, ¿harás algo para que parezca feliz? — Apenas una sonrisa que mostraba mis dientes se figuró en mi rostro, era algo forzada, pues evidentemente estaba asustado, pero no podía dejar de ser amable con ella, más aún ahora que me había asegurado de que no se trataba de alguien que quería hacerme daño y que por lo contrario, era alguien que hacía magia para los seres vivos.
Mordí el interior de mis labios, aquella piel rosada que escondía los dientes romos y agarré las bolsas nuevamente, estaba dispuesto a ir una vez más a un sótano. Ésta vez con la seguridad que mataría al que fuese con tal de no volver a sentir dolor. El dolor, siempre lo pensaba, la línea delgada que lo separaba del placer, tan delgada que muchas veces había conseguido sobrepasarla; era un masoquista y lo aseguré cuando el vaho de cadáveres se paseó por ni nariz y la sangre de mi cuerpo tembló de asco. — Jamás pensé que un neófito podría llegar a hacer algo como eso. Apenas puedo recordar cuando me convirtieron, me duele la cabeza cuando lo intento, pero la sed de sangre era punzante e imposible de controlar. Supongo que es porque era yo. — Caprichoso y egoísta, dispuesto a todo por obtener lo que quería; intentando no dañar a los demás, y luchando contra la corriente de ser necesario. Siempre había sido así, aunque aquel yo viejo había sido corrompido varias veces. Al instante dejé salir una pequeña y efímera risa. Imaginarme el rostro de la muchacha frente a un inmortal, con el temor a ser alimento. Nada de eso sonaba bien siquiera para mí.
Mis dedos largos temblaron cuando de reojo fijé la vista en los muertos que había sobre la mesa, eran unas lágrimas rosas las que estaban apretadas en los bordes de mis lagrimales. — Sí me aterra. ¿Qué le pasó? Es muy chiquita, ¿por qué se murió? — Consulté a regañadientes, la muchacha de mirada parda iba a un lado y al otro, tan tranquila que me desesperaba aún más. Froté un poco mi rostro pálido, me zamarreé a mí mismo hasta que me hube encontrado un poco más relajado, estaba preparado para eso, era obvio que me iba a encontrar con algo así, lo había supuesto desde el primer momento, cuando noté que su piel estaba impregnada de la marca de la muerte y el sabor a lenta descomposición en sus manos. — ¿Qué quieres que haga? Esto es bastante horrorizante, me da tanto miedo que podría llorar de pena. Parece que a ti te gusta bastante… Eso es bueno, si haces cosas que hacen feliz a la gente, siempre es bueno. —Intenté decirle la verdad, yo creía que siempre que se hacía un bien para alguien es porque la persona tenía un corazón puro. Claro que yo no estaba lo suficientemente capacitado para ver a una niña y una mujer, una al lado de la otra, muertas, a la espera de ser reconstruidas para quitarles esa apariencia violácea que denotaba la sangre venenosa que empezaba a recorrerlas. — ¿Sabías que la sangre de muertos nos envenena? No nos puede matar o eso creo, pero es muy amenazante. Ah, pobrecita, se ve triste, ¿harás algo para que parezca feliz? — Apenas una sonrisa que mostraba mis dientes se figuró en mi rostro, era algo forzada, pues evidentemente estaba asustado, pero no podía dejar de ser amable con ella, más aún ahora que me había asegurado de que no se trataba de alguien que quería hacerme daño y que por lo contrario, era alguien que hacía magia para los seres vivos.
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Re: Le départ (Hero Jaejoong)
Y le conocía en las tinieblas, pero no de la noche, sino de su vida
— ¿De verdad? Quizás algún día sólo anheles el descanso eterno, pero supongo que eso sólo lo dirán los años. — ¿Qué haría ella si fuera inmortal? Ya se lo había preguntado antes, pero en su interior encontraba emociones e ideas enfrentadas, colapsando entre la imagen de poder aprender y conocer para siempre, versus el agotamiento que sólo da el sumar de más y más días. No obstante seguía centrada en su humanidad, sin perder demasiado tiempo en suposiciones que quizás nunca se realizarían. —Aunque no entiendo como alguien como tú puede temer a la muerte— añadió de pronto, como si no quisiera contenerse de algo que era tan obvio para ella. Decían que los vampiros no eran fáciles de eliminar, sino que por el contrario, iban aumentando en Francia sin misericordia, pero dando sentido y temor a la vida nocturna en París.
—Claro, me llamo Mina— respondió en una corta risa por la analogía usada por él —Gracias por ayudarme, Hero. Ya veo que tu olfato no te engaña, ven, vamos— invitó, mientras se adelantaba a bajar las escaleras.
— ¿Un qué? Jamás escuché esa palabra antes ¿Neófito dijiste? — preguntó frunciendo un poco la nariz. Era cierto, sabía de la existencia de vampiros y hombres lobo, pero no conocía terminología adicional, ni tampoco sobre otros seres capaces de tener la fuerza de los que ya conocía. La idea de brujas era apenas una teoría en su mente, porque no había forma para ella de comprobarlo, pero ahondar en lo sobrenatural definitivamente no era por ahora su área. — ¿Aún ahora? ¿Tan frecuente es la sed? — ese cuestionamiento no podía evadirse, porque sería absurdo mentir al respecto, Mina temía, porque allí el único corazón bombeando sangre era el suyo y poco podría hacer si a él se le antojaba saciarse con ella. No era que saberlo fuese a cambiar nada, pero prefería encarar la situación y saber lo que se le vendría encima.
Un suspiro salió de sus labios en el momento justo en que se ponía unos guantes para manipular a sus cuerpos, jamás había sido fácil arreglar niños —La peste es muy común en estos días, y los niños son los que menos lo resisten. Ella murió apenas esta mañana, luego de luchar durante un par de días contra la fiebre. Dicen que se hizo hasta lo imposible y pagaron demás para que le salvaran la vida, pero hay cosas que el dinero no puede comprar— explicó, bajando un poco más la manta, a la altura del pecho de la niña para poder proceder — ¿Recuerdas que me ayudaste a levantar unos paquetes muy chiquititos? Alcánzame unos dos de esos, por favor. — Solicitó, al tiempo que masajeaba un poco el rostro de la niña, buscando moldearlo para continuar el proceso —La muerte es parte del sumario de la misma vida, y por eso me gusta, porque supongo que mi proceso le hace más fácil este trance a otros que lo ven como tú— musitó, con todo el respeto que le inspiraba la parca, y la nena sobre la mesa, y el vampiro que era capaz de conmoverse por la edad de la chiquilla, que había partido sin poder conocer nada. De nuevo la sorprendía. Nada estaba escrito acerca de los vampiros.
— ¿Ah sí? No, no lo sabía. Ignoraba muchas cosas antes de que vinieras. Eso te hace bienvenido— mencionó levantando la mirada, y sonriéndole con el mismo respeto de hace unos minutos —Apenas sé que existen, y los reconozco por ese tono de piel y la textura que percibo apenas con la vista dada la costumbre— confesó y volvió la mirada a la nenita —Sí, por eso le acaricio el rostro con cierta presión, para cambiar eso primero, para que al menos parezca tranquila, dormida. Sus padres quieren tenerla en brazos apenas amanezca, y posar con ella como si la llevaran a casa luego de algún evento, de esos en los que los niños se duermen y cuando despiertan ya están en cama. Pero ¿Qué es lo que te aterra con exactitud, su edad?—.
—Claro, me llamo Mina— respondió en una corta risa por la analogía usada por él —Gracias por ayudarme, Hero. Ya veo que tu olfato no te engaña, ven, vamos— invitó, mientras se adelantaba a bajar las escaleras.
— ¿Un qué? Jamás escuché esa palabra antes ¿Neófito dijiste? — preguntó frunciendo un poco la nariz. Era cierto, sabía de la existencia de vampiros y hombres lobo, pero no conocía terminología adicional, ni tampoco sobre otros seres capaces de tener la fuerza de los que ya conocía. La idea de brujas era apenas una teoría en su mente, porque no había forma para ella de comprobarlo, pero ahondar en lo sobrenatural definitivamente no era por ahora su área. — ¿Aún ahora? ¿Tan frecuente es la sed? — ese cuestionamiento no podía evadirse, porque sería absurdo mentir al respecto, Mina temía, porque allí el único corazón bombeando sangre era el suyo y poco podría hacer si a él se le antojaba saciarse con ella. No era que saberlo fuese a cambiar nada, pero prefería encarar la situación y saber lo que se le vendría encima.
Un suspiro salió de sus labios en el momento justo en que se ponía unos guantes para manipular a sus cuerpos, jamás había sido fácil arreglar niños —La peste es muy común en estos días, y los niños son los que menos lo resisten. Ella murió apenas esta mañana, luego de luchar durante un par de días contra la fiebre. Dicen que se hizo hasta lo imposible y pagaron demás para que le salvaran la vida, pero hay cosas que el dinero no puede comprar— explicó, bajando un poco más la manta, a la altura del pecho de la niña para poder proceder — ¿Recuerdas que me ayudaste a levantar unos paquetes muy chiquititos? Alcánzame unos dos de esos, por favor. — Solicitó, al tiempo que masajeaba un poco el rostro de la niña, buscando moldearlo para continuar el proceso —La muerte es parte del sumario de la misma vida, y por eso me gusta, porque supongo que mi proceso le hace más fácil este trance a otros que lo ven como tú— musitó, con todo el respeto que le inspiraba la parca, y la nena sobre la mesa, y el vampiro que era capaz de conmoverse por la edad de la chiquilla, que había partido sin poder conocer nada. De nuevo la sorprendía. Nada estaba escrito acerca de los vampiros.
— ¿Ah sí? No, no lo sabía. Ignoraba muchas cosas antes de que vinieras. Eso te hace bienvenido— mencionó levantando la mirada, y sonriéndole con el mismo respeto de hace unos minutos —Apenas sé que existen, y los reconozco por ese tono de piel y la textura que percibo apenas con la vista dada la costumbre— confesó y volvió la mirada a la nenita —Sí, por eso le acaricio el rostro con cierta presión, para cambiar eso primero, para que al menos parezca tranquila, dormida. Sus padres quieren tenerla en brazos apenas amanezca, y posar con ella como si la llevaran a casa luego de algún evento, de esos en los que los niños se duermen y cuando despiertan ya están en cama. Pero ¿Qué es lo que te aterra con exactitud, su edad?—.
Mina Valentine- Humano Clase Media
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Re: Le départ (Hero Jaejoong)
Fue al instante que la escuché que asentí vertiginosamente, tenía razón, los años serían los que me dirían si quería seguir viviendo o no. Cada paso en mi noche a noche eran cruciales, mañana mismo Nicolás podía dejarme y si en unos pocos años no lograba encontrarlo, seguro terminaría muerto. Pero no eran momentos para pensar esas atrocidades; no cuando los cadáveres de las muchachas estaban allí esperando a ser acariciadas por la mano de la doctora. ¿Estaría bien pensar en ella como un médico capaz de transformar los sentimientos en unos más felices? — No le temo a la muerte o eso creo. Le temo al dolor, a desaparecer sin lograr las cosas que quiero. Tengo deseos, sueños y esperanzas como todos los demás. — Y a los demás me estaba refiriendo a los inmortales y a los humanos. Nuestros sentimientos eran equivalentes. Algunos más o menos fuertes y nítidos. No me cabía la menor duda que muchos chupa sangre eran malvados y disfrutaban del dolor ajeno. Pero eso no les quitaba el derecho de sentir y de buscar una felicidad y un amor por sí mismos. Era algo difícil de entender, principalmente cuando intentaba imaginar a los inquisidores como muñecos de cera para así poder matarlos sin sentirme apenado. Todo un juego de ‘qué es lo que vale reprimir antes que lo otro’. — ¿Aún ahora qué? Ah… No, no te preocupes, jamás jugaría a ayudar y luego comer. Supongo que sí es frecuente la sed, depende de la gula de cada uno. — Poco sabía expresarme cuando tenía que contar esas experiencias, me daban vergüenza y me sorprendía las diferentes vidas que podíamos llevar en un mismo mundo. Tan opuestas y tan iguales al mismo tiempo.
Observé como la parda se disponía con los guantes, totalmente ensimismada en su trabajo mientras que mi cuerpo parecía querer temblar como una montaña a punto de colapsar. Estiré mis dedos, agarrando con cuidado la bolsita que ella me pedía, eran unos instrumentos realmente extraños, suaves y con los bordes ovalados. — ¿La peste es una enfermedad que mata a los humanos, no? Debe ser feo enfermar, ¿alguna vez te has enfermado de algo? ¿Qué le estás haciendo? — Mis orbes negros, curiosos y brillantes inspeccionaban cada movimiento de la muchacha, como iba con las yemas moldeando tal como si la piel de la niña fuese una especie de plastilina. Me mantuve al lado de la ahora llamada Mina, con las palmas alzadas y juntas, conteniendo los paquetes allí en lo que mi mirada se mantenía fija en aquel crío fallecido. — La muerte les llega a todos, la vida es muy egoísta, te deja libre pero te marca un final siempre, puedes escapar de cualquier cosa, pero no de morir. ¿No es triste? Sabes que no hay salida. — Era como si realmente no existiera el libre albedrío, la capacidad de elegir por el futuro. Después de todo, siempre terminaríamos muertos al final del camino. Bufé un tanto enojado con aquella retórica y moví la cabeza a los costados. Vivir feliz hasta morir era la única alternativa y aun así jamás había llegado a conocer a alguien que no haya sufrido penosamente en su existencia. Al final, era un círculo vicioso. — ¿Qué es…? —
Me quedé en silencio ante la estrepitosa pregunta, con los faroles abiertos de par en par mientras me quedaba unos segundos perdido en los cadáveres. ¿Qué era lo que en realidad me aterraba? Para ser sincero, no me gustaban los niños, podía ser amable con ellos y jugar cuando así era necesario, pero realmente me molestaba tenerlos cerca por demasiado tiempo. Me ponían nervioso y me traían sentimientos angustiantes. El dolor en mi cabeza punzaba ante el deseo de recordar, de saber por qué me molestaba. En mi interior, mi subconsciente sabía perfectamente la razón. Yo podría haber sido la criatura, porque había sido mi creador el que me había robado a esa edad, mis hermanas habían sido asesinadas, tan chiquitas como lo era la pequeña. Y como era obvio, yo había sobrevivido en el lecho de mi padre que luego de crecer me había terminado por convertir. Pero eso era algo que aún no sabía, que estaba guardado en lo profundo de mi mente y que no saldría por ahora. — No lo sé, supongo que me da tristeza la muerte. Es injusta y aun así es algo contra lo que no se puede ir. Igual no estoy seguro si me dejaría más tranquilo ver a la persona que quiero así… Porque si parece viva y realmente no lo está; son como falsas ilusiones, ¿no crees? Tengo un pequeño amigo que quiere convertirse. ¿Tú qué piensas sobre eso? ¿Te gustaría serlo? Yo no recuerdo haberlo pedido y tampoco tengo muchos recuerdos sobre mi humanidad, es como si hubiese nacido así, así que no sé qué me gustaría más. —Hablaba y sí que lo hacía por demás, como una de esas nuevas radios que tenían a una persona dando datos del tiempo, de moda y de cualquier otra paparruchada con tal de mantener las mentes distraídas. — ¿Haz cenado? ¡Deberías! —
Observé como la parda se disponía con los guantes, totalmente ensimismada en su trabajo mientras que mi cuerpo parecía querer temblar como una montaña a punto de colapsar. Estiré mis dedos, agarrando con cuidado la bolsita que ella me pedía, eran unos instrumentos realmente extraños, suaves y con los bordes ovalados. — ¿La peste es una enfermedad que mata a los humanos, no? Debe ser feo enfermar, ¿alguna vez te has enfermado de algo? ¿Qué le estás haciendo? — Mis orbes negros, curiosos y brillantes inspeccionaban cada movimiento de la muchacha, como iba con las yemas moldeando tal como si la piel de la niña fuese una especie de plastilina. Me mantuve al lado de la ahora llamada Mina, con las palmas alzadas y juntas, conteniendo los paquetes allí en lo que mi mirada se mantenía fija en aquel crío fallecido. — La muerte les llega a todos, la vida es muy egoísta, te deja libre pero te marca un final siempre, puedes escapar de cualquier cosa, pero no de morir. ¿No es triste? Sabes que no hay salida. — Era como si realmente no existiera el libre albedrío, la capacidad de elegir por el futuro. Después de todo, siempre terminaríamos muertos al final del camino. Bufé un tanto enojado con aquella retórica y moví la cabeza a los costados. Vivir feliz hasta morir era la única alternativa y aun así jamás había llegado a conocer a alguien que no haya sufrido penosamente en su existencia. Al final, era un círculo vicioso. — ¿Qué es…? —
Me quedé en silencio ante la estrepitosa pregunta, con los faroles abiertos de par en par mientras me quedaba unos segundos perdido en los cadáveres. ¿Qué era lo que en realidad me aterraba? Para ser sincero, no me gustaban los niños, podía ser amable con ellos y jugar cuando así era necesario, pero realmente me molestaba tenerlos cerca por demasiado tiempo. Me ponían nervioso y me traían sentimientos angustiantes. El dolor en mi cabeza punzaba ante el deseo de recordar, de saber por qué me molestaba. En mi interior, mi subconsciente sabía perfectamente la razón. Yo podría haber sido la criatura, porque había sido mi creador el que me había robado a esa edad, mis hermanas habían sido asesinadas, tan chiquitas como lo era la pequeña. Y como era obvio, yo había sobrevivido en el lecho de mi padre que luego de crecer me había terminado por convertir. Pero eso era algo que aún no sabía, que estaba guardado en lo profundo de mi mente y que no saldría por ahora. — No lo sé, supongo que me da tristeza la muerte. Es injusta y aun así es algo contra lo que no se puede ir. Igual no estoy seguro si me dejaría más tranquilo ver a la persona que quiero así… Porque si parece viva y realmente no lo está; son como falsas ilusiones, ¿no crees? Tengo un pequeño amigo que quiere convertirse. ¿Tú qué piensas sobre eso? ¿Te gustaría serlo? Yo no recuerdo haberlo pedido y tampoco tengo muchos recuerdos sobre mi humanidad, es como si hubiese nacido así, así que no sé qué me gustaría más. —Hablaba y sí que lo hacía por demás, como una de esas nuevas radios que tenían a una persona dando datos del tiempo, de moda y de cualquier otra paparruchada con tal de mantener las mentes distraídas. — ¿Haz cenado? ¡Deberías! —
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Re: Le départ (Hero Jaejoong)
Mi oscuridad son sólo mis ganas de no abrir los ojos
La muerte era su diario vivir y se había convertido también en su sustento. Ya Mina no temía las maneras de irse, ni tampoco los pendientes, porque básicamente, al morir, también desfallece la memoria —Y de la mano de todos tus sueños has tenido más tiempo ¿Hace cuanto falleciste? — quiso saber ella, como si esa respuesta le pudiera permitir cuantificar los anhelos pendientes del corazón de Hero ¿Acaso le había sido tan poco el tiempo? O quizás, sólo se tratara de alguien que soñaba mucho.
—Son muchas las historias alrededor de ustedes. Cosas más reales que la idea de mito que nos venden cuando somos niños. Sé que son buenos actuando, fingiendo bondad como un campesino que acaricia a su cerdo antes de matarlo y devorarlo con deleite. No es que te juzgue, es más bien que son demasiados en esta ciudad como para atreverme a generalizar. Además, no podrás negar que en la mayoría de los casos todo apunta al mal— especuló ella, que aunque sobrevivía, si había visto situaciones complejas en los cuerpos que intentaba maquillar, producto de la ira de cualquier bebedor de sangre.
—La peste es como una de las caras más crudas de la muerte. Es como una guerra, que no se basta de una sola víctima. De hecho, la mayoría de los niños a los que arreglo mueren por ese motivo. Es más frecuente de lo que puedas imaginar. Aunque…— se detuvo un momento y miró a Hero mientras con la yema de los dedos destapaba uno de los pequeños paquetitos —Hace mucho no enfermo de algo diferente a una gripe. Debe ser porque a pesar de lo que hago, soy excesiva con la limpieza de todo. Ven, mira esto— mencionó sacando un objeto convexo del pequeño paquete y se inclinó, abriendo uno de los párpados de la niña, que ahora dejaba ver un iris más hundido que el resto del ojo —Esto es para que no se vean los ojitos hundidos en el cuerpo. El párpado se hunde a menos que pongamos esto— explicó mientras introducía el objeto en la cuenca del ojo de la niña, lo acomodaba, y cerraba el párpado de inmediato — ¿Te atreves a poner el del otro ojo? No pasará nada, ella no puede quejarse—.
Hero hacía preguntas con las que quizás otro se aterraría o respondería de mala gana. Pero Mina seguía luciendo tranquila, y respondía con la misma calma con la que respondería a un niño que le pidiese contar —La muerte nos da la vida de ventaja. Al final llega a darnos descanso, es sólo eso. Creo que a la muerte se le ve como enemiga, cuando en realidad es parte del proceso, igual que respirar. Por eso no me parece triste, sino tranquila, segura— A esa altura, ella no entendía cómo un vampiro podía hablar de la tristeza de la muerte. Ellos tenían más ventaja que cualquiera, y aun así, replicaban.
Mina sonrío — ¿Aún te parece injusta? Ustedes han sabido hacerle trampa, le han dado el doble de trabajo. — realmente, tenía en frente al vampiro más curioso que hasta ahora hubiese conocido y, a pesar de todo, a Mina le agradaba —Necesitan esa ilusión de normalidad para despedirse a gusto, para creer que ella o quien sea se ha ido al paraíso que sea que imaginen. Eso nos gusta a todos a la larga, ver las cosas como no son, como si los errores del otro pudiesen adornarse con fantasías que oculten lo que nos molesta. La muerte, se me parece a lo que muchos llaman amor ¿No? — cuestionó ella, luego que él diera pie al decir que no estaba seguro si estaría tranquilo viendo así, como lo que hacía Mina, a la persona que quería. Mina no sabía nada de amor, pero no era necesario experimentarlo como para saber por boca de otros lo que sucedía. Pero ¿Qué opinaba ella respecto a la conversión? Era complicado dar una respuesta a esa pregunta desde su postura, pero nada perdía con decir lo que tenía en mente —Si me preguntaran, diría que no. Ser vampiro es estar muerto pero de otro modo. No sacrificaría el sol por estar en tinieblas, ni tampoco un buen plato de comida por unas gotas de sangre. Me gusta respirar, anhelar un colchón mullido luego de un día agotador, y las frazadas calientes luego de un día frío. Me gusta estar viva, incluso no comprendo cómo pueden disfrutar ustedes ese modo consciente de estar muertos.— Continuó, casi ensimismada, hasta que soltó una risita —¿Me ha delatado mi estómago?—
—Son muchas las historias alrededor de ustedes. Cosas más reales que la idea de mito que nos venden cuando somos niños. Sé que son buenos actuando, fingiendo bondad como un campesino que acaricia a su cerdo antes de matarlo y devorarlo con deleite. No es que te juzgue, es más bien que son demasiados en esta ciudad como para atreverme a generalizar. Además, no podrás negar que en la mayoría de los casos todo apunta al mal— especuló ella, que aunque sobrevivía, si había visto situaciones complejas en los cuerpos que intentaba maquillar, producto de la ira de cualquier bebedor de sangre.
—La peste es como una de las caras más crudas de la muerte. Es como una guerra, que no se basta de una sola víctima. De hecho, la mayoría de los niños a los que arreglo mueren por ese motivo. Es más frecuente de lo que puedas imaginar. Aunque…— se detuvo un momento y miró a Hero mientras con la yema de los dedos destapaba uno de los pequeños paquetitos —Hace mucho no enfermo de algo diferente a una gripe. Debe ser porque a pesar de lo que hago, soy excesiva con la limpieza de todo. Ven, mira esto— mencionó sacando un objeto convexo del pequeño paquete y se inclinó, abriendo uno de los párpados de la niña, que ahora dejaba ver un iris más hundido que el resto del ojo —Esto es para que no se vean los ojitos hundidos en el cuerpo. El párpado se hunde a menos que pongamos esto— explicó mientras introducía el objeto en la cuenca del ojo de la niña, lo acomodaba, y cerraba el párpado de inmediato — ¿Te atreves a poner el del otro ojo? No pasará nada, ella no puede quejarse—.
Hero hacía preguntas con las que quizás otro se aterraría o respondería de mala gana. Pero Mina seguía luciendo tranquila, y respondía con la misma calma con la que respondería a un niño que le pidiese contar —La muerte nos da la vida de ventaja. Al final llega a darnos descanso, es sólo eso. Creo que a la muerte se le ve como enemiga, cuando en realidad es parte del proceso, igual que respirar. Por eso no me parece triste, sino tranquila, segura— A esa altura, ella no entendía cómo un vampiro podía hablar de la tristeza de la muerte. Ellos tenían más ventaja que cualquiera, y aun así, replicaban.
Mina sonrío — ¿Aún te parece injusta? Ustedes han sabido hacerle trampa, le han dado el doble de trabajo. — realmente, tenía en frente al vampiro más curioso que hasta ahora hubiese conocido y, a pesar de todo, a Mina le agradaba —Necesitan esa ilusión de normalidad para despedirse a gusto, para creer que ella o quien sea se ha ido al paraíso que sea que imaginen. Eso nos gusta a todos a la larga, ver las cosas como no son, como si los errores del otro pudiesen adornarse con fantasías que oculten lo que nos molesta. La muerte, se me parece a lo que muchos llaman amor ¿No? — cuestionó ella, luego que él diera pie al decir que no estaba seguro si estaría tranquilo viendo así, como lo que hacía Mina, a la persona que quería. Mina no sabía nada de amor, pero no era necesario experimentarlo como para saber por boca de otros lo que sucedía. Pero ¿Qué opinaba ella respecto a la conversión? Era complicado dar una respuesta a esa pregunta desde su postura, pero nada perdía con decir lo que tenía en mente —Si me preguntaran, diría que no. Ser vampiro es estar muerto pero de otro modo. No sacrificaría el sol por estar en tinieblas, ni tampoco un buen plato de comida por unas gotas de sangre. Me gusta respirar, anhelar un colchón mullido luego de un día agotador, y las frazadas calientes luego de un día frío. Me gusta estar viva, incluso no comprendo cómo pueden disfrutar ustedes ese modo consciente de estar muertos.— Continuó, casi ensimismada, hasta que soltó una risita —¿Me ha delatado mi estómago?—
Mina Valentine- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/07/2014
Re: Le départ (Hero Jaejoong)
Era curioso, usualmente, los vampiros podíamos saber las edades entre nosotros. La forma de las auras, los colores de la piel aunque fueran casi imperceptibles, podíamos notar el marfilado de la antigüedad y el blanquecino de un novato. Sin embargo para los humanos éramos todos iguales, seres muertos que daban la misma inseguridad. Para mi suerte o quizá no tanta, yo era joven, habían pasado apenas diez años. Mis recuerdos eran exactamente esos. Desde la muerte hasta aquel día en dónde había conocido a la mujer más singular de todas. A la cual le sonreía aunque me diera miedo, a la cual aceptaba aunque pensara tan diferente a mí. — Diez años, un poco menos en realidad, aunque pronto se cumplirán. El veintiséis de enero. ¿Cuánto falta para eso? ¿Un mes? O, sí, considero que nuestra existencia es un mal, uno que no es necesario en realidad. Sin embargo me encanta existir, sería bueno si no tuviese que ser de esa forma, aunque seguro lo sabes, no se necesita matar para sobrevivir. — Aceptaba sus palabras con una calma total, era la primera vez que hablaba sobre eso con una persona viviente. Es que ellos no entendían y yo tampoco lo hacía. ¿Por qué la necesidad de robarle la vida a un humano? ¿Quizá por celos? Sí, muchos era por eso, no obstante la gran mayoría lo hacían por simple diversión. ¿Cómo podría decirle eso a la de mirada parda? Simplemente me lo guardé para mí y le sonreí de lado, observando sus movimientos que unos tras otros me disgustaban cada vez más. El olor a muerto se impregnaba de manera escandalosa, era como aspirar un arsénico que no hace daño y da dolor. — ¡Ah! ¡¿Qué?! ¡Eso es…! — Salté en mi lugar una vez ella introdujo un instrumento que parecía ser la mitad de un óvalo, se hundía y elevaba el ojo hasta hacerlo ver normal. Si hubiese tenido qué vomitar sin duda lo hubiese hecho. Mas me conformé con apretar los labios y sentir un escozor en mis propios lagrimales.
¿Estaba bromeando? En general solía ser yo el que preguntaba y hacía cosas poco ortodoxas pero allí estaba la fémina, pidiéndome que metiera algo en un ojo de cadáver. Bufé y me removí un poco nervioso, decir “no” era algo que se me daba realmente mal y asentí a mi pesar, tomando el terrorífico objeto entre mis dedos. — ¿Crees en los fantasmas? Dices que no se va a quejar, pero… Si se lo hago mal seguro que su alma estará muy enfadada conmigo. No soy bueno con las “artesanías” — Bromeé, mirando aquel pequeño ojito que miraba a la nada, sin brillo y con una tristeza sublime. ¿Me habría visto así en el momento de morir? Mordí mi labio, suspirando en lo que intentaba rehacer el labor de ella, agradecí poder contener los temblores, éstos, eran producidos por nervios y músculos de los vivos. En mi cuerpo había muy poca sangre nueva, por lo que tanto mi color de piel, como mis acciones, eran las de un cadáver, sin demasiado movimiento. —Ah… No sé, no lo sé. Nunca se me ha muerto nadie tampoco, por ahora. Ojalá siga así. Supongo que la de la capa negra estará esperando. Me gusta lo que haces. No lo haría, me parece terrible, sin embargo es hermoso. Le haces realidad una ilusión a la gente, ¿o no? — Añadí con completa seguridad, en tanto hundía finalmente el objeto y el orbe se alzaba, provocando entonces en mi pecho una angustia que se apretó por dentro y se reprimió allí mismo. Di un paso atrás, suspirando unos segundos, dejando entrar y salir ese aire innecesario y relajante. Y paseé mi vista por los alrededores, curioseando una vez más todo lo que había en el sub suelo de su casa. Tan extraño, tan macabro y aun así con una destilación de aura pura. — ¿Te gusta el sol? Es caliente, una vez me quemé, no lo recuerdo bien pero aún tengo la marca en mi mano. Supongo que debe ser tibio para ustedes, acogedor. A mí me gustan los olores de la cocina. Ah, es que hay muchos a los que no les gusta vivir así, no tuvieron elección. Depende. Conozco muchos humanos que buscan desesperadamente ser convertidos. El problema es que cuando uno ya ésta muerto no hay vuelta atrás. ¿Qué sentido tiene ir en contra de algo que no se puede cambiar? Si no lo disfrutara sería lo mismo que no disfrutar vivir como humano. Aunque suena realmente bien eso del colchón. — Alzando el índice, reí con diversión, cruzándome de brazos sobre el pecho, mientras mordía el labio de mi boca, con los parpados abiertos y expectantes, mirándola totalmente ensimismada en lo que decía y en su pronta risa. Y negué, subiendo los hombros un poco. La noche había caído y muchas veces había acompañado a Camila en el horario de cena. Éste ya se había pasado y me preguntaba si Mina viviría igual. — Solo pensaba que era tarde. Con lo que haces debes alimentarte bien para tener fuerzas. ¿Cuándo dijiste que se parece a lo que llaman amor, significó que no lo conoces? ¿No amas? Deberías. No es un lujo que todos se puedan dar y es hermoso. Nosotros podemos hacer eso, ¿lo sabes? Podemos amar y odiar. Estamos muertos y sin embargo tenemos los mismos problemas que los demás. Aunque hay algunos que se creen reyes del mundo. Esos vampiros no duran mucho. ¿Comes aquí abajo? Ah, este olor en la mano. En serio. No puedo creer que hagas esto. Y yo pensando que ayudaría a una muchacha con las compras del mercado… — Chasqueé los dientes, riendo al tiempo que negaba, buscando un trapo, aún sentía la sensación extraña de haber invadido ese cadáver.
¿Estaba bromeando? En general solía ser yo el que preguntaba y hacía cosas poco ortodoxas pero allí estaba la fémina, pidiéndome que metiera algo en un ojo de cadáver. Bufé y me removí un poco nervioso, decir “no” era algo que se me daba realmente mal y asentí a mi pesar, tomando el terrorífico objeto entre mis dedos. — ¿Crees en los fantasmas? Dices que no se va a quejar, pero… Si se lo hago mal seguro que su alma estará muy enfadada conmigo. No soy bueno con las “artesanías” — Bromeé, mirando aquel pequeño ojito que miraba a la nada, sin brillo y con una tristeza sublime. ¿Me habría visto así en el momento de morir? Mordí mi labio, suspirando en lo que intentaba rehacer el labor de ella, agradecí poder contener los temblores, éstos, eran producidos por nervios y músculos de los vivos. En mi cuerpo había muy poca sangre nueva, por lo que tanto mi color de piel, como mis acciones, eran las de un cadáver, sin demasiado movimiento. —Ah… No sé, no lo sé. Nunca se me ha muerto nadie tampoco, por ahora. Ojalá siga así. Supongo que la de la capa negra estará esperando. Me gusta lo que haces. No lo haría, me parece terrible, sin embargo es hermoso. Le haces realidad una ilusión a la gente, ¿o no? — Añadí con completa seguridad, en tanto hundía finalmente el objeto y el orbe se alzaba, provocando entonces en mi pecho una angustia que se apretó por dentro y se reprimió allí mismo. Di un paso atrás, suspirando unos segundos, dejando entrar y salir ese aire innecesario y relajante. Y paseé mi vista por los alrededores, curioseando una vez más todo lo que había en el sub suelo de su casa. Tan extraño, tan macabro y aun así con una destilación de aura pura. — ¿Te gusta el sol? Es caliente, una vez me quemé, no lo recuerdo bien pero aún tengo la marca en mi mano. Supongo que debe ser tibio para ustedes, acogedor. A mí me gustan los olores de la cocina. Ah, es que hay muchos a los que no les gusta vivir así, no tuvieron elección. Depende. Conozco muchos humanos que buscan desesperadamente ser convertidos. El problema es que cuando uno ya ésta muerto no hay vuelta atrás. ¿Qué sentido tiene ir en contra de algo que no se puede cambiar? Si no lo disfrutara sería lo mismo que no disfrutar vivir como humano. Aunque suena realmente bien eso del colchón. — Alzando el índice, reí con diversión, cruzándome de brazos sobre el pecho, mientras mordía el labio de mi boca, con los parpados abiertos y expectantes, mirándola totalmente ensimismada en lo que decía y en su pronta risa. Y negué, subiendo los hombros un poco. La noche había caído y muchas veces había acompañado a Camila en el horario de cena. Éste ya se había pasado y me preguntaba si Mina viviría igual. — Solo pensaba que era tarde. Con lo que haces debes alimentarte bien para tener fuerzas. ¿Cuándo dijiste que se parece a lo que llaman amor, significó que no lo conoces? ¿No amas? Deberías. No es un lujo que todos se puedan dar y es hermoso. Nosotros podemos hacer eso, ¿lo sabes? Podemos amar y odiar. Estamos muertos y sin embargo tenemos los mismos problemas que los demás. Aunque hay algunos que se creen reyes del mundo. Esos vampiros no duran mucho. ¿Comes aquí abajo? Ah, este olor en la mano. En serio. No puedo creer que hagas esto. Y yo pensando que ayudaría a una muchacha con las compras del mercado… — Chasqueé los dientes, riendo al tiempo que negaba, buscando un trapo, aún sentía la sensación extraña de haber invadido ese cadáver.
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Re: Le départ (Hero Jaejoong)
"Al despertar le dije, «la buena noticia es que seguimos vivos,
la incógnita, es si esta vez sabremos aprovecharlo»."
la incógnita, es si esta vez sabremos aprovecharlo»."
—Estarías alrededor de los treinta si la muerte no te hubiese acariciado como lo hizo ¿Verdad? — Mina no podía saber la edad exacta, pero dada la apariencia de Hero, se atrevía a lanzar el número que creía al aire. ¿Qué hubiese sucedido con él si continuara vivo? ¿Estaría quizás casado y haciendo familia con pequeños niños tras de él? Esas mini réplicas suyas jamás sucederían. Para Mina, él se había quedado atrapado en el tiempo, en uno que le permite ver los siguientes pero sin dejarlo salir o ir más allá de su realidad. —Nos quedan un par de meses para tu cumpleaños— respondió con una sonrisa, porque era como si él quisiera seguir como uno más, y de hecho, casi lo hacía —Tengo entendido que las cantidades de sangre que requieren son bastante altas. Además que dejar a una víctima con vida les puede costar el pellejo. Por eso siempre creí que era absolutamente necesario matar para sobrevivir— Hero, sin darse cuenta, le estaba dando una vuelta a su perspectiva sobre los vampiros. Era eso o él era completamente diferente a los demás. Quizás ni siquiera encajaba, tal vez por eso inspirara ese sentimiento similar a la ternura.
—Es necesario. El iris se hunde con la muerte y el párpado cede a ese descenso. Sería más terrible ver el ojo hundido a poner esta especie de protección ¿No lo crees? — la mirada que le lanzó a Hero parecía más pícara que explicativa. Él era demasiado curioso y al tiempo poseía un temor impropio para su especie. Era como tener allí a un niño que dice ser grande. Era una contrariedad completa, porque esa era la mejor palabra que le encajaba a Hero.
—Vamos, atrévete— solicitó con gracia y se hizo a un lado mientras Hero se acercaba a la pequeña ¿Le habría dado más o menos terror si en vez de la niña hubiese sido la anciana? Tal vez, lo hiciera experimentar con ambas —No lo sé, jamás se me ha aparecido uno. Y dudo que un trabajo hecho diferente les altere su alma. Cuando empecé con esto los cosía mal— relató soltando una risita, pues, como todos, había tenido un proceso de aprendizaje en el que los errores se convertían en parte necesaria del proceso —Además se puede arreglar. Cierra el párpado y ubica el objeto en el centro con la yema de tus dedos. Se siente, esa lentilla te ayuda— Mina era demasiado dulce con él, le explicaba con paciencia e incluso parecía haber olvidado que él era un vampiro y no un niño frágil. Inclusive, Hero le llevaba varios centímetros de estatura a Mina, era más fuerte y antiguo y aun así, parecía que las cosas eran más o menos al revés.
— ¿Estás nervioso, verdad? — se atrevió a cuestionar, aunque por un instante, llegó a creer que alguna de sus preguntas o solicitudes podrían molestar a Hero, al punto que terminara actuando como la mayoría de los de su especie. No obstante, se arriesgaba a continuar con aquella charla, producto del encuentro más fortuito de todos. Sin embargo, calló algo que le parecía demasiado ¿Cómo es que no se le había muerto nadie? ¿Acaso cómo se alimentaba? En ese momento, Mina deseó que aquél inmortal, no fuese un lector de mentes. —Pagan por la ilusión de que la muerte no ha sido tan cruel. Prefieren que les venda la idea de un profundo sueño a una despedida para siempre. Por eso me piden que los retrate, para intentar mantener sus mentes allí, con un recuerdo mejor que el que da el olvido— acto seguido, Mina avanzó hacia la pequeña y de inmediato, dedicó una sonrisa a su acompañante —Te quedó muy bien ¿Ves que es sencillo? — expresó, pasando por alto los procesos realmente desagradables a los que se veía sometido el cuerpo una vez intervenido.
— ¿Y cómo es que saliste al sol? — Preguntó con un leve tono de alarma —A mí en particular no me gusta mucho. De hecho, el verano no es mi estación favorita porque no me favorece en absoluto con lo que hago. Es más complicado para mí mantener los cuerpos como quiero. Pero ven, déjame ver tu mano. Jamás he visto los estragos que hace el sol con ustedes. De hecho no entiendo el por qué se queman— y era cierto, pues Mina no le encontraba sentido. Pero sí que quería ver la mano de Hero, al punto que se acercó para tomarla entre sus propias manos —Supongo que son humanos que buscan huir de algo, o enfrentar algo de lo que no se creen capaces en sus actuales fuerzas— dijo en tono bajo, con la atención más fija en la mano de él que en cualquier otra teoría. —No sé qué haría yo si me pasara eso. Quizás me arrojaría al sol si eso fuera rápido. Supongo que algún día te cansas de vivir tanto. Y de no dormir en un colchón— agregó, soltando una risita que acompañó la del asiático.
—No, no lo conozco. Siempre he sido de los solitarios. Sin mencionar que nadie querrá de compañera a alguien que hace lo que yo hago. Es extraño para ellos. Los parisinos vienen con la esperanza de ver mejor a sus muertos, pero eso no disminuye su horror. Mírate a ti, que conoces tan de cerca la muerte y aun así te horrorizas de lo que hago— una sonrisa comprensiva le surcó el rostro. Ella, ya estaba acostumbrada —Aquí vivo, hablo con ellos, los arreglo y todo lo demás. Pero como a solas, luego de asearme como debe hacer cualquiera que pretende seguir respirando. Soy bastante cuidadosa con esto y, estas son mis compras de siempre— respondió, guiñando un ojo al inmortal y soltándole la mano —Sólo espero que quien tiene hambre aquí, no seas tú—.
—Es necesario. El iris se hunde con la muerte y el párpado cede a ese descenso. Sería más terrible ver el ojo hundido a poner esta especie de protección ¿No lo crees? — la mirada que le lanzó a Hero parecía más pícara que explicativa. Él era demasiado curioso y al tiempo poseía un temor impropio para su especie. Era como tener allí a un niño que dice ser grande. Era una contrariedad completa, porque esa era la mejor palabra que le encajaba a Hero.
—Vamos, atrévete— solicitó con gracia y se hizo a un lado mientras Hero se acercaba a la pequeña ¿Le habría dado más o menos terror si en vez de la niña hubiese sido la anciana? Tal vez, lo hiciera experimentar con ambas —No lo sé, jamás se me ha aparecido uno. Y dudo que un trabajo hecho diferente les altere su alma. Cuando empecé con esto los cosía mal— relató soltando una risita, pues, como todos, había tenido un proceso de aprendizaje en el que los errores se convertían en parte necesaria del proceso —Además se puede arreglar. Cierra el párpado y ubica el objeto en el centro con la yema de tus dedos. Se siente, esa lentilla te ayuda— Mina era demasiado dulce con él, le explicaba con paciencia e incluso parecía haber olvidado que él era un vampiro y no un niño frágil. Inclusive, Hero le llevaba varios centímetros de estatura a Mina, era más fuerte y antiguo y aun así, parecía que las cosas eran más o menos al revés.
— ¿Estás nervioso, verdad? — se atrevió a cuestionar, aunque por un instante, llegó a creer que alguna de sus preguntas o solicitudes podrían molestar a Hero, al punto que terminara actuando como la mayoría de los de su especie. No obstante, se arriesgaba a continuar con aquella charla, producto del encuentro más fortuito de todos. Sin embargo, calló algo que le parecía demasiado ¿Cómo es que no se le había muerto nadie? ¿Acaso cómo se alimentaba? En ese momento, Mina deseó que aquél inmortal, no fuese un lector de mentes. —Pagan por la ilusión de que la muerte no ha sido tan cruel. Prefieren que les venda la idea de un profundo sueño a una despedida para siempre. Por eso me piden que los retrate, para intentar mantener sus mentes allí, con un recuerdo mejor que el que da el olvido— acto seguido, Mina avanzó hacia la pequeña y de inmediato, dedicó una sonrisa a su acompañante —Te quedó muy bien ¿Ves que es sencillo? — expresó, pasando por alto los procesos realmente desagradables a los que se veía sometido el cuerpo una vez intervenido.
— ¿Y cómo es que saliste al sol? — Preguntó con un leve tono de alarma —A mí en particular no me gusta mucho. De hecho, el verano no es mi estación favorita porque no me favorece en absoluto con lo que hago. Es más complicado para mí mantener los cuerpos como quiero. Pero ven, déjame ver tu mano. Jamás he visto los estragos que hace el sol con ustedes. De hecho no entiendo el por qué se queman— y era cierto, pues Mina no le encontraba sentido. Pero sí que quería ver la mano de Hero, al punto que se acercó para tomarla entre sus propias manos —Supongo que son humanos que buscan huir de algo, o enfrentar algo de lo que no se creen capaces en sus actuales fuerzas— dijo en tono bajo, con la atención más fija en la mano de él que en cualquier otra teoría. —No sé qué haría yo si me pasara eso. Quizás me arrojaría al sol si eso fuera rápido. Supongo que algún día te cansas de vivir tanto. Y de no dormir en un colchón— agregó, soltando una risita que acompañó la del asiático.
—No, no lo conozco. Siempre he sido de los solitarios. Sin mencionar que nadie querrá de compañera a alguien que hace lo que yo hago. Es extraño para ellos. Los parisinos vienen con la esperanza de ver mejor a sus muertos, pero eso no disminuye su horror. Mírate a ti, que conoces tan de cerca la muerte y aun así te horrorizas de lo que hago— una sonrisa comprensiva le surcó el rostro. Ella, ya estaba acostumbrada —Aquí vivo, hablo con ellos, los arreglo y todo lo demás. Pero como a solas, luego de asearme como debe hacer cualquiera que pretende seguir respirando. Soy bastante cuidadosa con esto y, estas son mis compras de siempre— respondió, guiñando un ojo al inmortal y soltándole la mano —Sólo espero que quien tiene hambre aquí, no seas tú—.
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Fecha de inscripción : 31/07/2014
Re: Le départ (Hero Jaejoong)
La palabra caricia me sonaba tan excéntrica, completamente lejana a mí. Jamás me había parado a pensar en cómo había sido la muerte, si una puñalada, si una amabilidad o si solo un capricho. Como fuese, la muchacha me había hecho pensar y el silencio me inundó por unos segundos, mientras mis manos se movían para todos lados, sin saber realmente qué hacer, me envolvía en temores. — Sí, queda poco, me gusta festejarlo, cumpliré exactamente treinta en unos meses. Será divertido. Hace varios años que no hago nada especial. — Balbuceé, observando los ojos pardos, mientras un suspiro me recorría y terminaba por hacer lo que ella indicaba para pronto cruzar mis brazos por sobre mi pecho. Mi vista se desvió hacia arriba, buscando alguna ventana pero no había nada, ninguna salida. — Supongo que te acostumbras, simplemente la idea de matar una persona todas las noches no se me hace en gracia. Creo que de ese modo sí tienen derecho a querer exterminarnos. Yo prefiero existir con hambre y sin tener miedo a que me apuñalen. — Explicaba casi enojado, no con ella, ni tampoco conmigo, en realidad estaba ofuscado con todos los demás, con las personas que no podían llegar a un acuerdo. ¡Que existían para hacer el mal y no para disfrutar la eternidad que nos gustara o no, la teníamos! Fue entonces que pronto me vi reemplazando las manos femeninas, ayudando a unos ojos muertos a relucir. No, obviamente nada de eso me agradaba en absoluto. Sin embargo, ver una sonrisa amable y dulce dirigida a mí me llenaba de regocijo, me gustaba ser observado de esa forma, llenaba aquel ego escarchado que siempre me había diferenciado.
— Siempre estoy nervioso. ¡Ya casi me he acostumbrado! — La risa fue breve y amena, pronto Mina se quedó interesada en aquella cicatriz que había quedado en mi mano, era pequeña y era la única forma de que algo quede marcado en la piel de un vampiro, el sol irradiando por completo en la piel y que la sangre no haya llegado rápido a curar. Era un dolor agonizante que suponía no era diferente al de un humano siendo prendido fuego. ¿La razón? Mi mirada se quedó pegada a ella y ladeé la cabeza a ambos lados, como si estuviese examinando la extraña pregunta. Jamás se me había ocurrido un por qué, aunque la idea de que era una maldición tampoco me dejaba examinar más detenidamente la idea. — No creo que haya una explicación científica… Creo que es el pago por detener el tiempo. ¡No me preguntes cosas tan complicadas! — Me quejé a libres voces, riendo con calma en lo que me separaba apenas, frotándome el brazo con una de mis manos, mirando a la muchacha con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Ella era casi tan curiosa como yo! ¿Se habría metido en los mismos líos? — Quería explorar el mundo. Abrí una puerta y primero metí la mano, fue menos de un segundo pero el olor a quemado subía por mi brazo, como si estuviese haciendo combustión todo mi cuerpo. No sé si será rápido morir así, creo que una estaca en el corazón es menos doloroso. Igual no probé ninguna de las dos cosas como bien notarás. — Hablar de la muerte me molestaba, al igual que ella podía morirse, nosotros también. Y a nadie le agradaba pensar o enumerar las enfermedades que podría agarrar. Sin embargo no podía evitar contestarle sus inquisiciones, me resultaba demasiado adorable como para quejarme de ella. — Nunca entendí a la gente solitaria, a los inmortales les encanta estar solos. A mí me resulta agonizante. Hablar conmigo mismo es aburrido y… triste. — Añadí, encontrándome con los recuerdos de la soledad y la inmensa locura que ello podía conllevar. Negué rápido y fue que miré una vez más hacía arriba apretando los labios con un evidente estudio de oportunidades. Me encontraba en la disputa de volver a mi hogar o esconderme junto a ella para que luego las cosas fuesen peores. — Siempre tengo hambre, eso no quiere decir que vaya a hacerte algo… ¿Todos los vampiros que te encontraste eran malos? Yo conozco a algunos que no lo son tanto, supongo que son los menos. Creo que tengo que irme pronto de todos modos. Se enojarán conmigo si no vuelvo temprano. ¿Qué cenarás? A mí me gusta aroma de las pastas. Lástima que nunca pude probar nada de eso. — Medité unos momentos, alzando las manos para acomodar aquellos mechones de cabello negro que se filtraban por mi rostro, lanzándolos detrás de la oreja. Se suponía que por la época deberían haber estado más largos para poderlos agarrar en una cola, no obstante no crecían y se desparramaban lacios y sin forma para todos lados. — Yo también creo que vivir eternamente debe ser aburrido. Todos dicen que terminaré matándome antes de los cien años, seguramente tienen razón. Pero voy a intentar vivir más. Debe tener algo de bueno esto de ver todo y no involucrarse en nada. Eres muy amable para decir que no quieres un compañero. ¿No será que nada más quieres creértelo? ¡Ah! Será mejor que me vaya, vendré a visitarte otra noche, ¿quieres?—
— Siempre estoy nervioso. ¡Ya casi me he acostumbrado! — La risa fue breve y amena, pronto Mina se quedó interesada en aquella cicatriz que había quedado en mi mano, era pequeña y era la única forma de que algo quede marcado en la piel de un vampiro, el sol irradiando por completo en la piel y que la sangre no haya llegado rápido a curar. Era un dolor agonizante que suponía no era diferente al de un humano siendo prendido fuego. ¿La razón? Mi mirada se quedó pegada a ella y ladeé la cabeza a ambos lados, como si estuviese examinando la extraña pregunta. Jamás se me había ocurrido un por qué, aunque la idea de que era una maldición tampoco me dejaba examinar más detenidamente la idea. — No creo que haya una explicación científica… Creo que es el pago por detener el tiempo. ¡No me preguntes cosas tan complicadas! — Me quejé a libres voces, riendo con calma en lo que me separaba apenas, frotándome el brazo con una de mis manos, mirando a la muchacha con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Ella era casi tan curiosa como yo! ¿Se habría metido en los mismos líos? — Quería explorar el mundo. Abrí una puerta y primero metí la mano, fue menos de un segundo pero el olor a quemado subía por mi brazo, como si estuviese haciendo combustión todo mi cuerpo. No sé si será rápido morir así, creo que una estaca en el corazón es menos doloroso. Igual no probé ninguna de las dos cosas como bien notarás. — Hablar de la muerte me molestaba, al igual que ella podía morirse, nosotros también. Y a nadie le agradaba pensar o enumerar las enfermedades que podría agarrar. Sin embargo no podía evitar contestarle sus inquisiciones, me resultaba demasiado adorable como para quejarme de ella. — Nunca entendí a la gente solitaria, a los inmortales les encanta estar solos. A mí me resulta agonizante. Hablar conmigo mismo es aburrido y… triste. — Añadí, encontrándome con los recuerdos de la soledad y la inmensa locura que ello podía conllevar. Negué rápido y fue que miré una vez más hacía arriba apretando los labios con un evidente estudio de oportunidades. Me encontraba en la disputa de volver a mi hogar o esconderme junto a ella para que luego las cosas fuesen peores. — Siempre tengo hambre, eso no quiere decir que vaya a hacerte algo… ¿Todos los vampiros que te encontraste eran malos? Yo conozco a algunos que no lo son tanto, supongo que son los menos. Creo que tengo que irme pronto de todos modos. Se enojarán conmigo si no vuelvo temprano. ¿Qué cenarás? A mí me gusta aroma de las pastas. Lástima que nunca pude probar nada de eso. — Medité unos momentos, alzando las manos para acomodar aquellos mechones de cabello negro que se filtraban por mi rostro, lanzándolos detrás de la oreja. Se suponía que por la época deberían haber estado más largos para poderlos agarrar en una cola, no obstante no crecían y se desparramaban lacios y sin forma para todos lados. — Yo también creo que vivir eternamente debe ser aburrido. Todos dicen que terminaré matándome antes de los cien años, seguramente tienen razón. Pero voy a intentar vivir más. Debe tener algo de bueno esto de ver todo y no involucrarse en nada. Eres muy amable para decir que no quieres un compañero. ¿No será que nada más quieres creértelo? ¡Ah! Será mejor que me vaya, vendré a visitarte otra noche, ¿quieres?—
Invitado- Invitado
Re: Le départ (Hero Jaejoong)
La curiosidad jamás se bebe completa.
Ella debe ser bebida a sorbos.
Ella debe ser bebida a sorbos.
—Wow ¿Treinta? ¿Has pensado cómo lucirías si tu cuerpo también cambiara? — la pregunta fluyó fácil y a pesar de todo, Mina se sintió cómoda. Él no era uno de sus clientes, con él no se limitaba tanto y no mostraba la seriedad habitual con la que tomaba su trabajo. Entonces ¿Por qué no preguntar un par de las dudas que la asaltaban cada que atendía un inmortal? A la larga, ese nuevo aprendizaje podría resultarle útil más adelante. —Me causa algo de intriga saber cómo celebran los inmortales sus cumpleaños. Aunque si no es algo que sea bueno saber, prefiero que no sacies mi curiosidad— solicitó, teniendo un vago pensamiento de vampiros bebiendo de humanos hasta saciarse y dejando como evidencia una escena de lo más sangrienta y vil. No así, Hero parecía el polo opuesto de todo cuando Mina conocía. Realmente se hacía difícil catalogarlo o encontrar similitud alguna con otro inmortal. Él era un enigma de sonrisa ingenua, de corazón curioso y de sed maligna.
Pero a pesar de todo, él había movido la frecuente curiosidad de Mina, y cuando le dio la mano, ella se descubrió acariciando con la yema de los dedos la herida ajena, experimentando con su tacto los estragos del sol en aquella especie tan condenada como favorecida. Era diferente, nada comparado con una quemadura habitual. A pesar de ser pequeña, tenía un alcance que lastimaba la piel a un grado completamente diferente. Y él, parecía tomarlo de una forma tan extraña, que la inglesa no pudo evitar soltar una carcajada al tiempo que le liberaba la mano —Es más complicado para mí, que los veo sin saber a qué atenerme. No suelo preguntar cosas así, de hecho— aclaró, dando por terminado un tema que seguiría siendo duda. —Debe doler como si a nosotros nos vertieran ácido a cuenta gotas sobre la piel— supuso, volviendo de nuevo la mirada a la pequeña niña durante una fracción de segundo. —Ellos son mis compañeros. Como te digo, la gente teme lo que hago porque no lo conocen. Las pestes han hecho demasiado con sus niños y saben que se contagia pronto. Eso es lo que temen, que yo porte algo a través de los muertos que los pueda afectar. Supongo que no puedo culparlos. Incluso ahora no me importa— explicó, tomando con naturalidad esa soledad suya que se limitaba apenas a cuestiones laborales. Además ¿Qué podía hacer? El único que había decidido acompañarla por voluntad propia, era el vampiro que tenía en frente. Eso ya lo asimilaba completamente, era algo tan natural para ella como a lo que se dedicaba. Lo que no terminaba de entender, era a los vampiros —Digamos que todos los vampiros que trato son diferentes, pero de por sí dominantes— Mina no podía hablar demasiado al respecto. El silencio venía contratado en cada servicio y ni siquiera la camaradería del momento podría lograr que soltara algo de información. —Mmm, aún no sé, quizás sea una ensalada lo que prepare antes de continuar. Tengo que terminar primero a la niña y luego a una anciana, todo antes que amanezca. Mi tiempo es corto, pero debo cumplir con mis compromisos. — la respuesta de ella omitía parte de la información de Hero. Preguntarle sobre su compañía podía ser terreno peligroso, y la verdad, por seguridad propia, sabía que no debía ahondar demasiado.
—Si mueres a los cien, habrás vivido un poco más de una vida. Es un buen número ¿No? — supuso, volviendo la mirada a la pequeña que justo acababa de mover un brazo, como era normal en los cadáveres que llevaban apenas unas pocas horas de fallecidos. Para ella, era normal, pero su mirada de inmediato se dirigió a Hero, buscando en él una expresión que manifestara la verdadera sensación que le producía la muerte. —Eres bienvenido cuando gustes. Quizás lo mejor sea no exponerte más a lo que sigue con los cuerpos. Supongo que no va a gustarte en absoluto e incluso puedes quedar más impresionado. Pero gracias por todo. En tu siguiente visita te diré si me quiero creer mi soledad o si realmente la disfruto en serio— agregó, dejándolo alejarse del horror que de por sí le representaba lo que Mina hacía. Había sido bueno por esa noche, la curiosidad había bebido y crecido, como seguramente lo haría para un segundo encuentro. Él había anunciado su partida, luego sería momento para retomar la conversación que ya se había iniciado.
Pero a pesar de todo, él había movido la frecuente curiosidad de Mina, y cuando le dio la mano, ella se descubrió acariciando con la yema de los dedos la herida ajena, experimentando con su tacto los estragos del sol en aquella especie tan condenada como favorecida. Era diferente, nada comparado con una quemadura habitual. A pesar de ser pequeña, tenía un alcance que lastimaba la piel a un grado completamente diferente. Y él, parecía tomarlo de una forma tan extraña, que la inglesa no pudo evitar soltar una carcajada al tiempo que le liberaba la mano —Es más complicado para mí, que los veo sin saber a qué atenerme. No suelo preguntar cosas así, de hecho— aclaró, dando por terminado un tema que seguiría siendo duda. —Debe doler como si a nosotros nos vertieran ácido a cuenta gotas sobre la piel— supuso, volviendo de nuevo la mirada a la pequeña niña durante una fracción de segundo. —Ellos son mis compañeros. Como te digo, la gente teme lo que hago porque no lo conocen. Las pestes han hecho demasiado con sus niños y saben que se contagia pronto. Eso es lo que temen, que yo porte algo a través de los muertos que los pueda afectar. Supongo que no puedo culparlos. Incluso ahora no me importa— explicó, tomando con naturalidad esa soledad suya que se limitaba apenas a cuestiones laborales. Además ¿Qué podía hacer? El único que había decidido acompañarla por voluntad propia, era el vampiro que tenía en frente. Eso ya lo asimilaba completamente, era algo tan natural para ella como a lo que se dedicaba. Lo que no terminaba de entender, era a los vampiros —Digamos que todos los vampiros que trato son diferentes, pero de por sí dominantes— Mina no podía hablar demasiado al respecto. El silencio venía contratado en cada servicio y ni siquiera la camaradería del momento podría lograr que soltara algo de información. —Mmm, aún no sé, quizás sea una ensalada lo que prepare antes de continuar. Tengo que terminar primero a la niña y luego a una anciana, todo antes que amanezca. Mi tiempo es corto, pero debo cumplir con mis compromisos. — la respuesta de ella omitía parte de la información de Hero. Preguntarle sobre su compañía podía ser terreno peligroso, y la verdad, por seguridad propia, sabía que no debía ahondar demasiado.
—Si mueres a los cien, habrás vivido un poco más de una vida. Es un buen número ¿No? — supuso, volviendo la mirada a la pequeña que justo acababa de mover un brazo, como era normal en los cadáveres que llevaban apenas unas pocas horas de fallecidos. Para ella, era normal, pero su mirada de inmediato se dirigió a Hero, buscando en él una expresión que manifestara la verdadera sensación que le producía la muerte. —Eres bienvenido cuando gustes. Quizás lo mejor sea no exponerte más a lo que sigue con los cuerpos. Supongo que no va a gustarte en absoluto e incluso puedes quedar más impresionado. Pero gracias por todo. En tu siguiente visita te diré si me quiero creer mi soledad o si realmente la disfruto en serio— agregó, dejándolo alejarse del horror que de por sí le representaba lo que Mina hacía. Había sido bueno por esa noche, la curiosidad había bebido y crecido, como seguramente lo haría para un segundo encuentro. Él había anunciado su partida, luego sería momento para retomar la conversación que ya se había iniciado.
Mina Valentine- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/07/2014
Re: Le départ (Hero Jaejoong)
Sin duda Mina se había convertido en la mujer más extraña que había conocido en toda mi vida o existencia. ¿Qué era eso de preguntarme si alguna vez había pensado en mí aspecto avejentado? ¡Y encima provocaba que piense lo que ella decía! Arrugas, olores, fealdad, vellos en el rostro. ¿Qué otras cosas horribles podía encontrar? Bufé algo ofuscado, intentando que todas aquellas ideas salieran de mi cabeza. Si había algo que había aprendido a amar era a mi condición. Era eternamente joven, pero la inmortalidad no era algo que me condenaba a vivir para siempre quiera o no. Yo podía controlar ese destino. No había nada para perder, era un trato sumamente bueno, aun siendo que yo no lo había escogido, no podía quejarme, lo disfrutaba, ¿cómo hacérselo entender a la muchacha que vive a costa de la muerte de los demás? — Me gusta cumplir años, aunque envejecer… Es tan anormal para mí que me asustaría si así fuese. ¿C-cómo? ¿Cómo puede ser algo malo? ¿¡Qué te estás imaginando!? De todos modos, creo que la mayoría no festeja los cumpleaños, es como si perdieran la cuenta o no les importara. Eso es porque se creen mucho, todos ellos. Piensan que son muy especiales por no festejar nada. No les creas, es solo remordimiento por ser diferentes. — Yo estaba completamente seguro de ello y lo decía de tal manera que incluso parecía cómico. Moviendo los brazos de lado a lado mientras le alcanzaba las cosas que pedía y cada tanto miraba minuciosamente a los cadáveres, estaban muertos y sin embargo se movían, podía verlo, tenían un mínimo movimiento. ¿Nervios quizá? Me asqueaba pensarlo. —Yo supongo que alguno más viejo podría saber responderte. Pero, ¿tiene sentido buscarle explicación científica a una maldición? ¿O es que quizá no es un tipo de condena? Yo no lo sé, no podría saberlo ni aunque quisiera. — Era triste y aun así me daba infinita curiosidad, ¿por qué? ¿Por qué el sol nos mataba y a los demás no? Era una pregunta que yo mismo me hacía y que no tenía respuesta alguna. Y rápidamente volví a la sonrisa habitual, escuchando ese desierto que estaba hablando. Se había desterrado sola, había formado una barrera perfecta. Y era natural, incluso yo podía comprender a los humanos y chisté con un gesto curvado a la derecha. — Ya está. Es porque tu destino es juntarte con los muertos, como yo. Aunque no puedo decir que no me de asco cómo se está descomponiendo esa señora y la niña. El olor llega por dentro de mi cuerpo hasta la punta de mis pies. Eso es porque sentimos más que los demás. Sin embargo como me caes tan bien y me divierte hablar contigo puedo soportarlo. —
Yo le aseguraba con tanto entusiasmo que pronto un ligero hambre se avecinó en mi estómago, era evidente que tener a una muchacha tan cerca y desprotegida me abriría el apetito. Para mi suerte cosas como que suene la barriga era imposible y lo disimulaba con una risa igual de dulce que siempre. — ¿Vas a quedarte la noche despierta entonces? Quizá podría pasar luego, aunque me da miedo estar tanto tiempo fuera, cuando faltan horas para el amanecer empiezo a esconderme, siempre hay que ser precavidos. ¡Y sí! Cien es un buen número. Me gusta, tiene tres cifras. ¡¡¡Ah!!! ¡¿Por qué?! ¡Lo hizo! ¡Lo sabía! Antes estaba observando cómo se movían apenas los músculos y ahora hizo eso, que terrible, ¿por qué? ¿Qué sentido tiene? — Cual loco fue que salté en mi lugar, girándome para darle la espalda y removerme a los lados. Efectivamente el movimiento no era solo una locura más de mi mente. El cadáver había estirado el brazo, como un perro muerto que estira la pata. No era un médico, no era nada similar para poder saber la razón y tampoco me importaba. No tardé demasiado en acercarme a la escalera de salida de la muchacha, mirándola a los ojos con admiración y un grado de temor alucinante. ¿Qué le pasaba a esa muchacha? ¿Cómo podía mantener su semblante y aura tan tranquila viviendo entre muertos? Qué ironía, y me reí de mi pensamiento. — ¿Qué cosas más horribles pueden pasar? Creo que tendré más pesadillas de las habituales. Pero volveré a molestarte, no llames a la inquisición ni a los cazadores por favor. Me sentiré decepcionado si lo haces. ¿Y, será así? ¿Me contarás realmente? La soledad no es tan divertida, nunca. No puedes charlar contigo misma y a menos que seas alguien que habla con espíritus ellos tampoco te contestan. Tendrás que buscar muchas excusas si tu respuesta es la segunda. Lo tendrás de tarea. Come bien, duerme bien. Y que descansen en paz aquellas dos. ¡Luego me mostrarás la foto! No tengo más cordura para perder, así que será divertido. — Dejé salir la carcajada con total honestidad, si había algo que había perdido por completo, era el juicio. Y fue tanto así que no tardé en dejar caer lágrimas rojas al pisar las afueras de la casa ajena. Las miré sobre mi palma por unos momentos, curioso, sintiendo la felicidad anterior desvanecerse como si nunca hubiese existido aquel momento de paz con la fémina. Y me preguntaba, ¿era por ella o por mí? ¿A quién le dedicaba las lágrimas? Probablemente sería un eterno misterio más.
Yo le aseguraba con tanto entusiasmo que pronto un ligero hambre se avecinó en mi estómago, era evidente que tener a una muchacha tan cerca y desprotegida me abriría el apetito. Para mi suerte cosas como que suene la barriga era imposible y lo disimulaba con una risa igual de dulce que siempre. — ¿Vas a quedarte la noche despierta entonces? Quizá podría pasar luego, aunque me da miedo estar tanto tiempo fuera, cuando faltan horas para el amanecer empiezo a esconderme, siempre hay que ser precavidos. ¡Y sí! Cien es un buen número. Me gusta, tiene tres cifras. ¡¡¡Ah!!! ¡¿Por qué?! ¡Lo hizo! ¡Lo sabía! Antes estaba observando cómo se movían apenas los músculos y ahora hizo eso, que terrible, ¿por qué? ¿Qué sentido tiene? — Cual loco fue que salté en mi lugar, girándome para darle la espalda y removerme a los lados. Efectivamente el movimiento no era solo una locura más de mi mente. El cadáver había estirado el brazo, como un perro muerto que estira la pata. No era un médico, no era nada similar para poder saber la razón y tampoco me importaba. No tardé demasiado en acercarme a la escalera de salida de la muchacha, mirándola a los ojos con admiración y un grado de temor alucinante. ¿Qué le pasaba a esa muchacha? ¿Cómo podía mantener su semblante y aura tan tranquila viviendo entre muertos? Qué ironía, y me reí de mi pensamiento. — ¿Qué cosas más horribles pueden pasar? Creo que tendré más pesadillas de las habituales. Pero volveré a molestarte, no llames a la inquisición ni a los cazadores por favor. Me sentiré decepcionado si lo haces. ¿Y, será así? ¿Me contarás realmente? La soledad no es tan divertida, nunca. No puedes charlar contigo misma y a menos que seas alguien que habla con espíritus ellos tampoco te contestan. Tendrás que buscar muchas excusas si tu respuesta es la segunda. Lo tendrás de tarea. Come bien, duerme bien. Y que descansen en paz aquellas dos. ¡Luego me mostrarás la foto! No tengo más cordura para perder, así que será divertido. — Dejé salir la carcajada con total honestidad, si había algo que había perdido por completo, era el juicio. Y fue tanto así que no tardé en dejar caer lágrimas rojas al pisar las afueras de la casa ajena. Las miré sobre mi palma por unos momentos, curioso, sintiendo la felicidad anterior desvanecerse como si nunca hubiese existido aquel momento de paz con la fémina. Y me preguntaba, ¿era por ella o por mí? ¿A quién le dedicaba las lágrimas? Probablemente sería un eterno misterio más.
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