What Kind Of Man - Privado

por **Jordan White** Vie Jun 05, 2015 12:08 pm

Las luces moribundas se espacian por la plazuela. Amaba estar a solas con esos sonidos taciturnos que llenaban de paz mis oídos. Por primera vez no tenía que soportar las molestas risas de chiquillos malcriados o las charlas fastidiosas de la plebe soñando con un mejor mañana. Nada de eso a mí alrededor, es por eso que de entre las pocas cosas que presentaban interés en mí, el tomar un café al atardecer seguía siendo algo que solo Paris podría ofrecerme. Un par de miradas inquisidoras sobre mí. Y no los culpo, no es nada común admirar a una mujer vestida con frac. Reí discretamente en respuesta a su desdén. Que podía esperar de extraños, nada, me daba igual sus conjeturas, pues la única persona a quien le perdonaría semejante atrevimiento ya no estaba conmigo.

A decir verdad estaba harta. Cansada de seguir soportando su ausencia y danzar todas las noches con el diablo ofreciendo lo que aún quedaba de mi cordura para que este me librara de Heinrich y los vestigios que sus recuerdos rondaban mi mente. A últimas fechas recordaba todo perfectamente, su sonrisa de medio lado y la mueca de cinismo decorando sus comisuras, el olor a tabaco y ron que se desplegaba sobre los pliegues de mi anatomía las noches dormía segura entre sus brazos. Ese bastardo había logrado que por unos instantes soñara con castillos en el aire. Quizás mi rencor no estaba centrado en el hecho de que él me hubiese abandonado. Sino en mi propia fragilidad que ahora me impedía continuar sin dejar de echarle de menos un solo día desde la noche en que dormí aferrada a su cuerpo inerte.

Que cobarde, abandonarme así. Nunca se lo perdonaría eso era un hecho. Y es que habían demasiados cuestionamientos que difícilmente podría callar. Desde que le conocí en aquel bar de mala muerte estuve consciente que él escondía muchos secretos bajo la fachada de arcángel, con el arma en mano y un par de alas negras que se cernían a su alrededor, como atrayendo a la muerte misma en cada paso que él daba. Revolví cartas y notas en su despacho mismo que actualmente servía de almacén para las telas y material que usaba para mis diseños. No tenía interés en limpiar aquel desorden, sería como re abrir esa herida que aún me laceraba aunque mis actos dictaminaran lo contrario. Llegué incluso a pensar que él seguía de pie junto a la puerta de su estudio. ¡Chiquilla estúpida!

Algunas piezas del rompecabezas no encajaban del todo. Enarqué ligeramente una de mis cejas en un intento por descifrar que había detrás de esas misivas. Memorándums y un par de amenazas de muerte. Solté una ligera risa burlona. Heinrich solía jugar con fuego todo el tiempo, golpeando a sujetos a la menor provocación y vociferando en contra de todo aquel que se atreviera a desafiarle. Yo me había rendido ante tal seguridad que yo no poseía en ese entonces. Mis dedos enguantados recorrieron el borde de las hojas. ¿Qué escondías Heinrich? ¿Acaso había algo más que yo desconocía? Me resistía a la simple idea de saber que había algo más allá de todo lo que yo conocía sobre él. Rodé los ojos y tomé un ligero trago del café, amargo néctar en una tarde imperfecta.

por **Fabrice Laurent** Jue Ago 20, 2015 5:28 pm

Su trabajo de detective le llevaba a no siempre toparse con las mejores compañías, de hecho, más bien siempre se topaba con las peores compañías que se pudiera tener. Para Dylan era necesario tener contacto con las escorias de París y eso, de manera inevitable provocaba que incluso aquellas escorias fueran sus clientes. Regularmente solo le pedían investigaciones sobre las personas con las que llevaban negocios o descubrir secretos con los cuales sobornarse entre ellos; fuera cual fuera el pedido, el detective siempre cumplía con sus misiones y misteriosamente, salía bien librado de toda responsabilidad. Su padre le enseño sabiamente sobre el profesionalismo al momento de investigar a alguien y por eso era que no se metía de más en los asuntos ajenos, así que a esa prudencia que tenía, era a la que agradecía sobre su supervivencia hasta aquellos momentos; pese al profesionalismo y la buena fortuna que siempre le dejaban salir airoso, Dylan sabía perfectamente de los riesgos que afrontaba pero aquella tarde no temía para nada pues a su modo de ver, la investigación era de lo más sencillo.

Días atrás habían ido a su casa un grupo de contrabandistas dispuestos a pagarle una cuantiosa suma, si es que investigaba a una mujer de nombre Jordan, la viuda de otro contrabandista de nombre Heinrich quien les quedo debiendo bastante dinero de un trato que hicieron y del cual, sus contratistas no querían terminar perdiendo. Dylan había escuchado ya bastante sobre aquel hombre como para saber que era un sujeto de cuidado y de no haber sido porque Heinrich estaba muerto, quizás se hubiese negado a la investigación de la mujer. Alentado por la paga, además por la falta de peligro de dicha investigación fue que se dio a la tarea de obtener toda la información disponible sobre Jordan Byrd, antes de aparecer él frente a ella para obtener más datos de la única fuente cien por ciento confiable. En los días posteriores a aquella petición descubrió que la muerte de su marido había afectado profundamente a la viuda, quien se convirtió en modista y al parecer una bastante solicitada por las damas de alta cuna en Paris así que aunque sufría, era lo suficientemente fuerte como para salir adelante y seguro que también sería capaz de soportar el cobro de una deuda como en la que su marido le había dejado metida sin que ella supiera.

Observándole sentado en el mismo café donde ella se encontraba pero desde una distancia prudente, el investigador no podía más que compadecer a aquella mujer, quien seguramente se casó con Heinrich sin saber realmente a lo que él se dedicaba. Triste era ver que aquello ocurría más de lo que se pensaba así que antes de que se contagiara más de esas penas ajenas y sintiera mucho más pesar por la mujer, fue que decidió acercarse a ella y comenzar su propio interrogatorio de manera personal. Laurent se levanto de la mesa donde se encontraba sentado y se acercó directamente a la mujer con una sonrisa que parecía dar a entender que nada malo iba a pasar y efectivamente, nada malo iba a pasarle a Jordan si es que lo dejaba hacer su trabajo y saldaba la deuda de su difunto esposo.
– No he podido dejar de notar que se encuentra sola, así como tampoco he podido resistir a desear preguntarle ¿Puedo hacerle compañía unos momentos? – sus ojos estaban fijos en la fémina, que tenía sobre la mesa del café, un montón de papeles que para el investigador no le resultaban relevantes en esos momentos, pues únicamente se encontraba enfocado en conseguir que ella aceptara su compañía para así poder dar continuación y una probable culminación a su trabajo.

por **Jordan White** Miér Ago 26, 2015 2:59 pm

Mis ojos seguían recorriendo esas notas una y otra vez, tratando de leer entre líneas. Aunque sus enemigos eran bastante peligrosos, Heinrich se había quitado la vida debido a los dolores insoportables en el corazón. ¿De qué forma entonces aquellas cartas significaban una molestia para él? ¿Había alguien más? ¿Qué es lo que realmente ocultas mi dulce Lucifer? Aun muerto se las arreglaba para seguir jodiendo mí existencia. Las circunstancias bajo las cual le había conocido no habían sido las ideales para una chica que sueña con ser la típica y aburrida buena esposa. Aunque pensándolo bien, nada, absolutamente nada en él era común. Desde la forma de vestir como un dandy americano jugando a ser abogado del diablo, hasta el humor sarcástico que siempre lograba arrancar una sonrisa en mí. Me sentí abrumada por su presencia cuando se dirigía hacia mí. Él, poco a poco logró que le fuera queriendo, que me enamorara estúpidamente de cada detalle en su personalidad y fisonomía, sus ojos verdes y el corte de cabello extraño, la mueca de cinismo en sus comisuras cuando se enfrentaba a alguien y un espíritu indestructible por querer devorar el mundo que según él le debía mucho.

Patrañas, que aún seguían clavadas en mi corazón. Me sentí asaltada por esos recuerdos mientras degustaba de mi café e inconscientemente volteaba hacia el lado contrario esperando verle cruzar la calle o guiñándome un ojo buscando mi aprobación en alguno de sus planes. Moví ligeramente la cabeza para aterrizar nuevamente en mi realidad, mi dedo índice golpeaba incesantemente el filo de la mesa. Cerré los ojos y pasé mis dedos por la sien dando un pequeño masaje. Descifrar esto me tomaría más tiempo de lo que estaba dispuesta a invertir. Apilé las hojas hacia mi derecha dejando caer incidentalmente una de ellas, me encorvé para levantarla cuando mis ojos notaron que un joven se aproximaba hacía mí. Las luces taciturnas aun me permitieron delinear cada detalle en él. Cabellos oscuros, piel lozana y de mirada cristalina. ¿Lo conocía de algún lugar? O simplemente estaba siendo víctima de uno de esos eventos fortuitos a los cuales no estaba del todo acostumbrada.

–Buenas noches– respondí amable. Un poco de actuación podría funcionar de vez en cuando, pues en ese preciso momento prescindía de compañía.

Coloqué la hoja encima de las otras mientras las dejaba de lado sin dejar de mirarle, con un ademan le invité a tomar asiento frente a mí.

–Adelante– di un sorbo más a mi bebida.

De acuerdo a lo aprendido con Heinrich, quien siempre me decía no confiar ni en mi sombra, tomé ciertas medidas antes de entablar una charla con aquel extraño. Cualquier persona en el establecimiento se apresuraría en el auxilio de una dama indefensa si yo armaba un escándalo ahí mismo o bien podía hacer uso del revolver que siempre portaba conmigo cuando salía esas horas. De cualquier modo, ninguna de las opciones anteriores sería necesaria si él no cruzaba esa línea.

–¿Desea ordenar algo?– pregunté curiosa, dedicando una ligera mueca en mis labios.
Acallé por unos instantes esas interrogantes centrando mi atención en mi ahora oyente.

por **Fabrice Laurent** Jue Oct 15, 2015 9:55 pm

Dylan no creía que fuera necesario darle muchas vueltas al asunto, pues en cuanto menos tiempo se llevara con aquella mujer, más pronto recibiría su paga y se libraría de aquellos sentimientos de pesar que le invadían por dentro. El investigador se repetía mentalmente a si mismo que ella era lo suficientemente rica como para no sufrir daño alguno y que después de eso, Jordan sería completamente libre como para seguir su vida sin preocuparse más acerca de lo que su marido era y hacía. Observándole desde la distancia no podía evitar preguntarse la clase de hombre que debía haber sido Heinrich, ¿Qué clase de cosas pensaba para inmiscuir a una mujer como aquella a su vida de porquería?, ¿Sabía ella en lo que se estaba metiendo? Y más que nada ¿Pensaba realmente él en ella? Porque de haberlo hecho, Dylan bien sabía que él no estaría ahí en esos momentos.

Harto de sus propios pensamientos y dudas, fue que decidió a terminar todo aquel teatro y se acerco a la mesa de la fémina. Dylan lucía una enorme sonrisa, esas que la mayor parte del tiempo le hacían ver como un hombre bastante torpe, todo lo contrario a lo que verdaderamente era y de hecho corrió con mucha suerte pues Jordan le invito a tomar asiento y sin esperar realmente mucho, el francés lo hizo.
– La noche es demasiado bella y usted luce muy agobiada como para disfrutarla debidamente – dijo aquello mientras que levantaba su mano para llamar a uno de los jóvenes meseros de aquel lugar – Una mujer tan hermosa como usted no debería preocuparse por nada o al menos no creo que exista algo que deba preocuparla – y aunque pensaba continuar, fue interrumpido por la llegada del mesero a quien observo simplemente para pedir que llevara un café para él y nada más.

Gracias a la llegada del mesero y a su posterior partida a la cocina, la mirada de Dylan fue fugazmente a los papeles sobre la mesa antes de enfocarse nuevamente en ella – Aunque si los papeles que tanto revisa son de negocios es comprensible que luzca tan afectada – hablaba de manera tranquila, como si conociese a Jordan de toda la vida –siempre son un dolor de cabeza, en especial si son los negocios de Heinrich – soltó sin más preámbulo y si bien sus palabras podían hacer que ella se alejara, algo le decía que la curiosidad sería mayor y que no iba a abandonarlo sin saber que era exactamente lo que Dylan sabía sobre los negocios de su difunto esposo.

por **Jordan White** Sáb Oct 31, 2015 4:44 pm

Él poseía una mirada y presencia abrumadora, al mismo tiempo resultaba ser amable y encantador mediante palabras galantes. Sonreí con aquel acto, pues siempre me ha parecido curiosa la forma en que algunos hombres derrochan esa seguridad cuando se encuentran frente a una fémina. Ciertos detalles trajeron de vuelta a Heinrich, lejos estaba de creer que pudiera ser víctima de este tipo de circunstancias. No iba a negar lo bien parecido que era, cualquier otra mujer hubiera cedido en cuestión de segundos ante esa mueca que se plasmaba de forma natural en los labios de mi ahora acompañante. Apenas tuve el tiempo suficiente para cubrir con mis dedos parte de esas cartas. No era que realmente ocultara algo en ellas, simplemente me molestaba de sobremanera abrir mi dolor con alguien más, fuera desconocido o no.

Llevé mis orbes almendrados a la bóveda nostálgica que se teñía poco a poco con tonalidades lánguidas, ese color propio de la estación que encierra nostalgia y permite a los sentimientos más oscuros salir a flote. Los adjetivos que él utilizaba para describirme se encontraban lejos de llenar mis expectativas ¿O acaso el fantasma de Heinrich seguía siendo el estándar para juzgar los accionares del resto de los hombres con quienes me topaba todos los días? No era de extrañarse que comparara a cada segundo ese tipo de detalles, después de todo y muy a mi pesar, aún le echaba de menos. El eco de los pasos del mesero irrumpió mi dilucidación y la burda presentación del insigne.

–Pero que caballero tan galante, muchas gracias–

Todo indicaba que estaba por dar inicio una larga faena antes de regresar a la mansión. ¿Por qué justamente la noche que había dedicado a sondear en el pasado me topaba con este tipo de situaciones incomodas? Sonreí como lo hubiese hecho cualquier otra dama que se siente halagada por los elogios, no sin antes recorrer discretamente su perfil. Aparentemente no había ningún riesgo si permanecía charlando un par de minutos más con el desconocido. Evité revelar mi nombre en primera instancia. No haría falta si él no lo preguntaba. Sorbí la bebida una vez más.

–Excelente gusto Monsieur– respondí refiriéndome a lo que había ordenado y levanté mi pocillo haciendo un además de aprobación con el mismo.

Al colocar la taza sobre el platillo de porcelana casi derramo un poco del líquido al notar que parte de una de las cartas sobresalía a su vista. Aquel reflejo fue opacado por el peso de sus venideras aseveraciones.

–Siempre, en ocasiones resultan ser fastidiosos–

Mi intuición me dictaminaba que había un propósito oculto en aquellas palabras, como si estas sirvieran de puente hacia una confesión de mayor magnitud. Tranquila Jordan, nada que no puedas manejar me repetía a mí misma. Un par de segundos bastaron para que aquella sospecha cobrara forma y figura al escucharle pronunciar aquel nombre. Le miré fijamente arqueando una ceja.

–¿Qué ha dicho Monsieur? ¿Nos conocemos de algún lugar? Me temo que no. Mil disculpas, me podría confundir con alguien más–

Hice una pausa.

–Mi nombre es Jordan Ballard–

Nunca pensé articular ese apellido nuevamente, no obstante fue lo primero que vino a mi mente al caer en la cuenta que no estaba tratando con un hombre ordinario. Aparentemente él conocía mucho más de lo que yo esperaba.

por **Fabrice Laurent** Jue Nov 26, 2015 10:25 pm

Las cartas que a su llegada descansaban sobre la mesa fueron retiradas por las delicadas manos femeninas, volviendo evidente que Jordan era bastante cuidadosa; ante ese acto la sonrisa en los labios de Dylan se ensancho pues no era necesario que conociera el contenido de las cartas, después de todo sabía lo que no existía en aquellas cartas.
– Y no soy nada galante – aseguro – me he limitado a expresar mis percepciones sobre su persona y nada más que ello, además de que ningún hombre en su sano juicio habría desperdiciado la oportunidad de pasar una velada al lado de alguien como usted – sus palabras eran sinceras, si bien se acerco a ella meramente por trabajo, de habérsela topado en otra circunstancia habría hecho lo mismo. Jordan era de esa mujeres que atraían a cualquier hombre aún siendo viuda.

– Beber café a esta hora es lo mejor, así que no existe nada que elogiar a una decisión tan simple y común como esa – los ojos del investigador no se despegaron del mesero hasta que no se alejo de la mesa, entonces fue que sus orbes regresaron a posarse una vez más en la fémina y las verdaderas intenciones de Dylan fueron reveladas en sencillas palabras que implantarían primero que nada la duda en ella, asegurando de esa manera que si Jordan pensaba en despedirse de él pronto, ahora necesitaría quedarse más y escuchar atentamente todo lo que el investigador tenía para decirle.

Una enorme sonrisa apareció en su rostro cuando finalmente parecía ser que ella le prestaba toda la atención debida.
– He dicho justamente lo que ha escuchado y no, no tenemos el honor de conocernos aún pero estoy seguro de que nos llevaremos muy bien, en especial cuando nuestra charla termine – le escucho entonces mencionar su nombre y de manera educada respondió con el suyo – Yo soy Dylan Laurent y… – entrecerró los ojos y le miro con curiosidad – ¿Ballard? Así que ha decidido usar nuevamente su apellido de soltera, eso es bueno – asintió mientras que observaba como el mesero llegaba nuevamente hasta la mesa y dejaba con velocidad aquello que había sido ordenado, todo para retirarse casi tan rápido como llego, permitiendo así al investigador continuar – Pero eso no servirá de nada, igual darán con usted más pronto que tarde – bebió entonces un poco del café, observando atentamente las reacciones de la viuda ante sus palabras.

por **Jordan White** Miér Dic 02, 2015 11:50 am

Si la realidad fuese otra. Una menos funesta y lúgubre, yo habría accedido a la amabilidad del desconocido que ahora se presentaba ante mí. Bien dicen que no puedes retribuir de una forma que jamás has conocido y en este caso mi punto de partida hacia otro hombre seguía significando Heinrich. Hasta cierto punto resultaba patético que yo cediera ante su memoria, una y otra vez el patrón seguía siendo él. Arqueé una de mis cejas curiosa por descubrir si aquella presentación y galantería resultaba genuina o solo una fachada, una de muchas que funciona como mecanismo de autodefensa en ciertas ocasiones en la condición humana. Hasta el día de hoy, había cerrado toda posibilidad de entablar una relación amistosa con alguien más. No obstante, también estaba consciente que ningún enemigo es pequeño y si para erradicarles tenía que aliarme con desconocidos, me vería orillada a hacerlo, siempre y cuando ambas partes resultaran beneficiadas.

Sonreí cortés en ese intento por descubrir la verdad en los accionares ajenos.

–El gusto es mío Monsieur Laurent y tenga por seguro que así será–

Bajé la guardia momentáneamente, aguardando con paciencia a encontrar un hueco que pudiera utilizar a favor más adelante. El hombre poseía una perspicacia nata que tan solo se podía igualar a los rasgos físicos que resaltaban su bien parecido. Suspiré ante su respuesta. Había estado investigando sobre mi o Heinrich. ¿Cómo demonios deducía con exactitud aquellos detalles? Pero eso no era lo que me inquietaba, sino el hecho de saber que pudiera tener conocimiento de otras cosas personales. Por mi mente pasó la idea de estar tratando con algún espía, un investigador quizás. Ambas hipótesis traían como resultado la misma inquietud. El saber que ocultaba Heinrich en las misivas leídas previamente. Di un sorbo a la taza de café antes de responder.

–¡Vaya! Parece que ha leído sobre mí en los diarios ¿Sabe? La prensa no tarda en acuñar los términos que le placen en cuanto tienen la oportunidad, aunque me siento ligeramente defraudada al saber que mi nombre circula gracias a un amarillismo carente de coherencia y no por mi trabajo– reí y moví con ligereza la mano para restarle importancia al comentario.

Debía adentrarme en su juego si quería saber sus verdaderas intenciones y para ello, tendría que retroceder un paso en mi retórica. Resultó certero en su comentario y por unos instantes reparé en ese hecho, aun no sabía por qué continuaba utilizando el apellido de Heinrich, estúpidamente me sentía segura recurriendo a ese tipo de usanzas.

–Si bueno, ya hace un tiempo del incidente de Heinrich y eventualmente tendría que suceder– encogí los hombros y le miré fijamente –¿Qué quiere decir exactamente?–

Si había algo que detestaba de sobremanera eran las mentiras y con aquella aseveración temía descubrir algo dantesco, algo que podría sobrepasar mis límites.

por **Fabrice Laurent** Vie Dic 25, 2015 9:51 pm

Todo acción buena o mala que se llevaba a cabo en la vida, tenía sus consecuencias a futuro. Muchas veces las personas pensaban que esas consecuencias solo les cobrarían la factura a ellos, sin embargo, Dylan era un testigo fiel de que no en todos los casos la vida cobraba factura de la manera debida y la situación en la que se encontraba ahora metido él, era una de las pruebas más fehacientes. La mujer sentada frente a él, Jordan Byrd, pagaría las consecuencias de los malos tratos de su difunto esposo; tratos que hasta esos momentos ella parecía ignorar, si no es que era de esas mujeres que sabían fingir a la perfección y ocultaba habilidosamente su conocimiento sobre la enorme deuda que cargaba a cuestas.

Con naturalidad y como si aquel encuentro fuese más una cita planeada que un abordaje, Dylan charlaba con la fémina, quien no tardo en demostrar cierto grado de curiosidad en las palabras del investigador, algo que él esperaba desde un principio y que al mismo tiempo dejaba entrever que ella desconocía absolutamente todo lo relacionado a los malos manejos de Heinrich. Así pues con cada palabra que salía de los labios de Dylan, buscaba hacer que ella dudara del hombre con quien se casó, todo para llegar al punto donde él ofrecería mostrar la verdad sobre Heinrich y ¿Qué esposa no desea revelar los más oscuros secretos de su esposo? Aún cuando esos secretos, no garanticen la felicidad.

Jordan era una mujer inteligente y fuerte, pues a pesar de todos los comentarios de Dylan para tratar de desestabilizarla, ella se mantenía intacta y únicamente sus ojos delataban la existencia de dudas en su interior. El investigador negó al escucharle creer que el amarillismo de los diarios era lo que le llevaba a decir ciertas cosas.
– Nada del diario, no me gusta dejarme influenciar por lo que dicen en ellos y prefiero descubrir las cosas por mis propios medios – le sonrió divertido – y también sé acerca de su trabajo, no me crea tan ignorante como para no prestar atención a esos detalles sumamente importantes de su persona, aunque claro, no es saber sobre su vida profesional lo que están buscando – una nueva sonrisa apareció en los labios de Dylan, quien se tomo algo de tiempo antes de responder a la pregunta realizada por la fémina. El investigador quería esperar, dar algo más de tiempo para que la mente de Jordan hiciera sus propias conjeturas, las cuales estaría probablemente muy lejos de la realidad que el investigador planeaba revelarle durante el transcurso de la velada a su lado. Bebió un poco de su café, sin apartar la mirada de los ojos de la viuda que no cedía ni un ápice – Tendría que suceder… – repitió aquellas palabras y suspiró – Lo que quiero decir es… ¿Qué tanto conocía usted a su esposo? ¿Qué tanto le comento él de los negocios que llevaba a cabo y de las consecuencias que esos negocios traerían a usted si es que él llegaba a faltar? – dejó con cuidado la taza y la seriedad inundo su rostro – Porque hasta ahora todo lo que me he enterado de usted y todo cuanto he visto hasta ahora, me indican que no tiene ni la más remota idea de en que la ha dejado embarcada Heinrich.

por **Jordan White** Sáb Ene 02, 2016 10:08 pm

Mis dedos sujetaron con fuerza la taza, sin mostrarme demasiado impaciente aunque mi realidad fuese otra en ese instante. Cada oración que Dylan profesaba significaba un paso más hacia ese borde de donde yo en más de una ocasión hubiera querido arrojarme. La oscuridad avellana de mis orbes se mantuvo sobre el hombre quien poco a poco se adentraba en ese turbulento pasado, una página que no quería arrancar y no se debía a que no supiera el régimen para lograrlo, sino encallaba en la maldita rutina de caminar sobre los pasillos empolvados de la mansión hacia su estudio, y demás habitaciones donde su fantasma continuaba ofreciéndome la mano, guiándome a una danza matizada de diversos delirios. Yo era ahora, un ruiseñor atrapado en la jaula de oro de sus recuerdos. Una más de esas excelsas obras de arte que él había adquirido y que tan solo ahora formaba parte de un inmenso acervo.

Estaba casi segura que había logrado flotar en el espeso oleaje donde clamaba por su mirada una vez más. Sus ojos recorriendo los míos, perdiéndome en más de una ocasión en lo cristalino de un verde turquesa. Me maldije mientras el extraño continuaba con su retórica, pues sus palabras me obligaban a revivir aquellos demonios enterraos. Casi había olvidado los recuerdos oscuros, los lúgubres. Pero como carajo iba a lograrlo si lo llegué a conocer mejor que nadie. Sus miedos, sus sueños de partir a un mejor lugar una vez que el convenio con esa misteriosa organización terminara. Las veces en las cuales Heinrich exponía su vida debido a sus negocios, yo no era una chiquilla ingenua, sabía que el haberle sonreído cuando nuestras miradas se cruzaron por primera vez en aquel burdel significaría mi infierno y aun así acepté el sendero de espinas, sólo por sujetar su mano.

Era debido a eso, que me costaba trabajo creer el ataque despiadado del hombre frente a mí. Hubiera querido asestar una bofetada en su mejilla, para callarle, para pedirle que se detuviera, no podía seguir manchando la memoria de mi demonio predilecto. Como osaba cuestionarme ¿Cómo? Tuve que ahogar esa fragilidad una vez más en una mirada incrédula, aunque por dentro la rabia me consumía. ¿Por qué Heinrich?

–No hace más de un año que el falleció Monsieur , aunque en realidad pareciera que fue ayer – espeté en un susurro, tomando en cuenta que fue lo más estúpido que pude haber dicho hasta ahora en la velada.

Aparte mis ojos, perdiéndome un par de segundos en la nada. Necesitaba sujetarme de algo para no estallar en ese mismo instante.

–Bien dicen que nunca se llega a conocer del todo a una persona, aunque se lleve la vida en ello, fracasamos en algún punto y los posibles secretos que yacen detrás de cada uno de nosotros están perfectamente cubiertos por infinitas acciones– suspiré –Supongo que Heinrich era una experto en la materia–

Clavé de lleno mis ojos en él. Una mirada que como bien lo había explicado segundos atrás, disfrazaba mi dolor y furia.

–Sabia lo necesario, nunca tuve porque cuestionarle nada, así que si existe algo que desconozca le sugiero lo explique de inmediato ¿Qué es exactamente eso que no se atreve a soltar? Descuide, usted es solo un extraño que hace su trabajo, así que hágalo bien por favor–

No estaba lista para recibir el disparo, pero no tenía otra alternativa, aunque en ello se derrumbara ese ápice de cordura en mí.

por **Fabrice Laurent** Lun Ene 25, 2016 10:45 pm

Todos guardaban secretos, incluyendo a Dylan. Solo que a diferencia de muchas otras personas, él nunca sintió la necesidad de desenterrar lo oculto y se limitaba a saciar su curiosidad por su pasado con los descubrimientos sobre vidas ajenas. Con todo y eso, el pesar inundaba su alma; existiendo tantos secretos en el mundo, ¿Por qué debía ser él quien conociera el que llevaría dolor a Jordan? Y ¿Cómo que llevaba dolor a la fémina?, Por el simple hecho de que el investigador aprendió a prestar atención a los detalles que otros pasaban por alto y sus ojos, no podían ignorar la manera en que las delicadas manos femeninas se aferraban a la taza a pesar de que sus ojos se mostrarán llenos de confianza.

Una sonrisa apareció en los labios del investigador al escucharla responder a lo que él decía.
- Pero no fue ayer y creo que eres bastante consciente de ello, asi como tambien eres consciente de que las cosas van a ponerse difíciles desde ahora - mencionó sin detenerse a explicar realmente la situación, ella preguntaría y eso era justo lo que Dylan esperaba. Los ojos de Jordan se apartaron de los del investigador, quien aprovechó para beber un poco más de su café y asentir a lo que la viuda decía. Ella tenía razón en decir que nunca se conocía a otra persona por completo, de hecho, algunos ni siquiera eran capaces de conocerse a si mismos - Eso es cierto, pero ahora también lo ha estado investigando por su cuenta - hizo mención a las cartas que antes le descubriera revisando - así que la manera en que Heinrich trató de ocultar todo no fue tan buena - suspiro, clavando nuevamente la mirada en ella.

Las siguientes palabras que salieron de los labios de la fémina llevaron a Dylan a soltar una carcajada. Jordan hubiese sido capaz de descubrir todo acerca de su difunto esposo, el problema había sido que decidió confiar ciegamente en él y eso ahora podía costarle hasta la vida.
- Tiene razón yo soy un extraño que hace su trabajo - jugueteo con la taza entre sus manos - Desconoce tanto de su difunto esposo que de hecho no sé por donde iniciar - sus ojos seguían fijos en los ajenos - pero para comenzar le diré… - la completa seriedad inundó su rostro - Usted tiene una deuda heredada, una deuda con personas peligrosas y de no ser saldada, deberá pagar con su vida - Aquello era solo la punta del iceberg de todo lo que deparaba a la mujer que mantenía sus ojos fijos en él, aguardando porque de los labios del investigador salieran mas golpes como el que acababan de darle.

por **Jordan White** Miér Feb 03, 2016 11:41 am

Un torbellino de ideas, imágenes y demás demonios se aferraban ahora a mi mente, entumeciendo mis sentidos. Una a una las aseveraciones del caballero revelaban ante mí una verdad oculta o mejor dicho, una verdad que siempre conocí pero me negué a creer por ingenua, por estúpida. Por favor Jordan, ¿En realidad pensabas que Heinrich se iba a marchar así como así? Sin dejar un sendero de suciedad tras su partida. Con dificultad pude recordar un par de sucesos de antaño que pudieran ligarse a la calamidad que estaba a punto de recaer sobre mis hombros. Contratos, firmas, empresas y artículos de dudosa procedencia. Toda esa porquería en la cual se había sumergido desde que tenía poco más de 17 años. Después de haber discutido con su padre hasta llegar a los golpes él se había marchado para jamás volver a su hogar. Ahí había iniciado su peregrinar por las calles y el dolor arraigado a su alma que nunca pude borrar y que hasta el último de sus días significaba un malestar mucho más grande que aquella provocada por la enfermedad del corazón.
Siempre había creído que aquellos mal nacidos que se regocijaban en los pesares y desdichas de los demás debían pagar con creces sus faltas. Mí depuesto progenitor, el dueño de aquel burdel y después, el mismo Mefistófeles reencarnado en una sonrisa burlona y el aroma de tabaco y whiskey. ¿Por qué se le había permitido a este último partir al infierno así como así?
¡Maldita sea!

–No hace falta que lo diga, desde el momento en que nuestros caminos se cruzaron, supe la clase de hombre que era Heinrich, que en algún momento toda esa mierda saldría a la luz–

Suspiré profundamente pasando mi dedo índice y medio por el cabello. Devolví la mirada hacia las misivas únicamente para ser acribillada por un par de recuerdos, buenos recuerdos entre toda esa penumbra que ahora me desgarraba el alma. No iba a derramar lágrimas por él, mucho menos frente a un desconocido. Habían sido suficientes después de permanecer un par de días sobre el suelo de mármol, aferrada a su cuerpo inerte.

–Incluso el mejor puede fallar en algún momento ¿Cierto?– Sonreí en complicidad con el hombre que hasta ahora se había mantenido en una postura rígida.

Bebí nuevamente el amargo sabor de ese líquido que resbalaba a través de mi garganta. Aunque hubiese preferido una daga para acabar con aquello que ahora me atormentaba. Volví a clavar mis orbes en el sujeto –Sólo dígalo– ordené, pues no necesitaba de su compasión, lo que necesitaba era tiempo para saber qué medidas tomar de ahora en adelante. Cuando las palabras se desgranaron de los labios ajenos lentamente caí en la cuenta de muchas cosas.

–Maldito bastardo…– fue lo único que pude hilar.

Reservé mi ira y demás sentimientos encontrados para después, no era el momento de romperme.

–Así que sobre esto se trata– mascullé –No me extraña que no hayan intentado ya poner una bala sobre mi cabeza, ahora que él ya no se encuentra a mi lado, puedo listarle mil nombres y quizás todos ellos de algún modo busquen cierto tipo de venganza por la forma en la cual Heinrich les trató– reí –Pero lo que menos necesito ahora es perder más tiempo, así que dígame de quien se trata ¿Jamie O'Connell, Brent Lewis o quizás, Johan White? Usted es investigador ¿No es así? Estoy segura que más de uno encaja en esa búsqueda–

por **Fabrice Laurent** Jue Feb 25, 2016 9:58 pm

El amor ciego solo llevaba problemas y de eso no le cabía la menor duda. Jordan amo a su esposo tan profundamente que quizás aún conociendo sus oscuros secretos, se hubiera casado con él. Heinrich pudo tener grandes riquezas y poder, pero todo eso tenía un final, justo como las promesas que hiciera a su esposa. La ahora viuda podía tener una remota idea de lo que se le avecinaba pero Dylan se encontraba seguro de que nada, la habría preparado para lo que la muerte de Heinrich significaba realmente. La deuda que el investigador estaba encargado de hacerle llegar era apenas el inició del fin de la mujer, pronto, otros negocios mal hechos saldrían a flote y nadie de la vida oculta de París estaba dispuesto a perder dinero, mucho menos a causa de un muerto.

Una sonrisa divertida se plasmo en los labios de Laurent.
– Lo sabía… que interesante detalle – y ahí estaba, lo que segundos antes creyera se confirmaba precisamente por las palabras femeninas. La pena que sintiera entonces Dylan pasó a desvanecerse levemente. Jordan era una tonta; una mujer que como todas decidió ignorar lo evidente y creyendo que su amor sería suficiente para soportar lo venidero, contraía nupcias con un hombre al que trataría de cambiar sin conseguir verdaderos resultados – El problema es que usted no esta entendiendo la gravedad de la situación, pero descuide, todo eso se lo iré explicando lentamente – La viuda de Byrd podía pensar que con la presencia de Dylan se daría una idea de lo que Heinrich le ocultaba; si pensaba de esa manera, seguía demostrando una ingenuidad que no iba para nada con su actitud. Luego comentaba que hasta el mejor podía fallar, como si su difunto esposo lo hubiera sido. Heinrich era solo un hombre sobre el que se acumulaban errores tras errores, pues cerca del final de su vida, no aparecía nada que no se interpretara como meros intentos de salir de la suciedad donde ya se encontraba hundido, aún así, Dylan no dijo nada y únicamente sonrió a la mujer.

Una vez que la espera termino y el investigador revelo el motivo por el que se hallaba ahí con ella, Jordan pareció explotar. No era de extrañar que reaccionara de esa manera tan negativa, cualquiera en el lugar de la viuda lo haría al saber lo mismo que ella.
– Heinrich se ha librado de todo, ahora es usted la que esta en la mira – señaló Laurent mientras que el silencio inundaba el ambiente. Era imposible que supiera exactamente que pensaba Jordan pero por la expresión en su rostro, el investigador se daba cuenta de que nada bueno. Pensando en dejar que la mujer se sumiera en sus pensamientos, las manos de Dylan fueron a tomar la taza de café y cuando daba un sorbo escuchó nuevamente la voz de la mujer. Con calma dejó la taza en la mesa y volvió a mirar a la fémina – Me temo que todo es más complicado de lo que piensa – aseguró – Una bala en su cabeza sería ciertamente lo más sencillo pero las deudas continuarían de esa manera – suspiro – Esto no se trata de simples venganzas, se trata de dinero perdido… dinero que nadie piensa dejarle Jordan, por más inocente que sea. Todos esos que nombra, son personas a las que Heinrich les debe dinero, eso sin duda, pero ellos no me han enviado a mi – Los enemigos en la vida de Heinrich eran muchos así que cualquiera de ellos era una amenaza potencial a la vida que llevaba ahora su viuda – Quien me envía planea visitarle en su casa y quiere que para ese momento usted tenga el dinero que Heinrich le debía – los ojos y la voz de Dylan transmitían toda la seriedad que la situación ameritaba – y él no será el único. Lentamente todos se acercaran a usted y deberá estar preparada para lo que venga – Estaba seguro de que por ahora, la vida de Jordan no corría peligro, sin embargo, una vez que las deudas fueran saldadas y si ella continuaba investigando tan descuidadamente, lo más probable es que justo como ella decía, pronto pusieran una bala sobre su cabeza – Y Jordan, debe ser mucho más cuidadosa con sus investigaciones – le sonrió – a nadie le gusta que los oscuros secretos parisinos salgan a flote de manera tan evidente – aquella era su manera de advertirle y si ella era lista, comprendería el mensaje, limitándose entonces a vivir el día a día sin agobiarse por el fantasma de un hombre a quien no le intereso su futuro. Sin embargo ¿Qué mujer se quedaba en paz cuando los secretos comenzaban a revelarse?

por **Jordan White** Lun Abr 11, 2016 10:56 am

Ardía en deseos de abofetearle. De golpearle hasta cansarme por el simple hecho de que cada una de las palabras y confesiones que arrojaba hacía mí resultaban ser ciertas. Pude haberme negado en primera instancia argumentando que el lugar estaba ocupado, no obstante desde el momento que mi acompañante se posesionó del lugar y mi atención no pude dar un paso hacia atrás. Cada oración se clavaba en mi pútrida alma como agujas envenenadas, ese mismo narcótico que yo habría bebido por Heinrich de ser posible para mitigar su dolor, el mismo que ahora quemaba en mis entrañas. Años atrás en el burdel me había topado con hombres como el susodicho investigador. Desconocidos que estaban dispuestos a ofrecerme riquezas a manos llenas por medio de una sonrisa o frases afables.

Suponer que alguien de mi condición podría aspirar a tanto. Era cierto que mi proeza era ascender, dejar atrás esa inmundicia de vida que había conocido en Gales, alejarme del anonimato para ser alguien de renombre, pero aquellos amantes se referían de forma cariñosa, una vida, una esposa, una familia. Reía al escuchar esos términos, era algo para lo que yo no había nacido. No lo había querido reconocer en ese entonces, pero yo estaba equivocada, pues había firmado mi propia sentencia como bien me lo hacía reconocer una y otra vez el sujeto que me veía derrumbar frente a sus ojos, desde el momento en que cedí a la mirada pesarosa de Heinrich. No iba a ser una réplica irrefutable de aquella mujer que se presumía como mi progenitora, débil y atada a un monstruo como lo había sido mi padre.

A lo lejos aún escuchaba todo lo que el investigador necesitaba decirme, si creía que yo había sido una estúpida por creer ciegamente en Heinrich me tenía sin cuidado, sólo necesitaba ahondar un poco más en la información que él me había confiado en su momento, después de eso ambos, el investigador y yo olvidaríamos dicho incidente para concentrarnos en la supervivencia que demandaba a los residentes de esta capital. Respiré profundamente para serenarme.

–Vaya, a estas alturas parece conocer más de Heinrich que yo, seguramente piensa que soy una estúpida por haber confiado ciegamente en un hombre como él– di un ligero sorbo a mi bebida –Y bueno, siendo ese el caso, tendré que tener preparada la mesa llegado el momento, no soy conocida por ser una mala anfitriona y me gustaría darles la mejor de las bienvenidas–

Sonreí por encima del borde de la frágil taza de porcelana.

Aún mantenía contacto con un par de sujetos. Hombres de mala calaña que prestarían sus servicios a la mínima cantidad firmada en un cheque. Solo necesitaba realizar un par de llamadas en cuanto llegara a casa y mantenerme a flote con la poca impavidez que aún me quedaba. Sabía a lo que me enfrentaba, no en vano había sido quien manejaba parte de los adeudos de Heinrich, si yo iba a morir en el intento, debía dejar todo en orden antes de adentrarme en esa batalla.

–Descuide Monsieur, ante todo soy una dama que cuida su imagen, ni siquiera por él me permitiría manchar lo que hasta ahora he logrado–

Suspiré.

–¿Hay algo más que necesite decirme?–

por **Fabrice Laurent** Sáb Jun 25, 2016 1:44 pm

La fémina frente a él se mostraba prácticamente inexpresiva, como si todo lo que acabara de decir Dylan no significara realmente nada para ella o no cambiaran ni un mínimo sus planes de vida. El investigador sabía que pese a esa expresión, Jordan se encontraba mal, la mirada en sus ojos la delataba, las dudas, la confusión y un poco de ira la estaban volviendo su presa aunque si algo tenía que admirarle el investigador, era la manera en que ella se mantenía firme y decidida.

La mujer confió y dio su amor a alguien que la defraudaba incluso después de la muerte, esa había sido su decisión y responder por los actos de su difunto esposo era su condena. Desde el fondo de su corazón, Laurent esperaba que todo saliera bien para ella, porque mujeres con el temple de Jordan existían pocas y eran ellas las que debían ser verdaderamente valoradas.

Cuando finalmente Jordan se decidió a hablar, Dylan no pudo más que mover la cabeza de un lado a otro a manera de negativa.
– Mi trabajo es conocer los aspectos más superficiales de una persona, respecto a lo interno – la observo – Creo que en eso usted sabe mucho más de su difunto esposo que cualquiera – una ligera sonrisa apareció en sus labios. Jordan no podía describir mejor la manera de pensar de Dylan, aún así su trabajo no era hacer reflexionar o juzgar en voz alta a las personas, era meramente darles información; lo que hicieran con lo que recibieran de su parte era completamente su problema. Jordan estaba recibiendo de su parte información que ella ya conocía, información que ella de cierta manera decidió ignorar, volviéndola ahora el blanco de los enemigos de Heinrich, enemigos de los cuales no podía escapar – Usted fue simplemente la esposa de un hombre a quien le fue mal – dijo únicamente para no ser grosero con ella – Buena anfitriona o no, a ellos no va a importarles así que le sugiero que en lugar de una buena mesa, tenga todo el dinero que le pidan listo, de otra manera – se encogió de hombros – ya podrá usted imaginarse Jordan.

Y ahí estaba de nuevo, esa fuerza que la volvía una mujer de admirar y de cuidado. Dylan asintió leventemente a sus palabras antes de sonreír y relajar la postura que hasta aquellos momentos había sido completamente firme.
– Por lo visto nada va a poder derrotarla Jordan, eso es bueno – admitió – Una mujer débil no sería capaz de soportar todo esto pero por usted no hay de que preocuparse – dicho eso y una vez que escucho la última pregunta, del bolsillo de su chaqueta extrajo un trozo de papel que deslizó por la mesa hasta dejarlo muy cerca de la fémina – El mensaje fue entregado, mi trabajo ha terminado. Sin embargo sepa que pongo a su disposición mis servicios – Ella podría pensar que no requeriría de la intervención del investigar pero Laurent, opinaba lo contrario por eso ponía en el papel su nombre y el lugar donde ella podría encontrarle – Ha sido un verdadero placer tratarle Jordan pero lamento haber sido el emisario de malas noticias – Dicho es llamó al mesero y pidió la cuenta de ambos. Pagar por la mujer era lo menos que podía hacer.

por **Jordan White** Vie Nov 18, 2016 6:01 pm

Me quedé callada por completo, después de todo el hombre frente a mí como bien lo acababa de describir únicamente estaba haciendo su trabajo, era por eso que yo debía hacer lo propio. Quedarme estática era un lujo que no podía darme bajo esas circunstancias. Yo misma conocía los alcances de aquellos hombres y si no movía mis piezas con inteligencia, seguramente mi cuerpo terminaría metros bajo tierra. No iba a darles ese gusto. No ahora.

–Quizás bajo otras circunstancias nuestro encuentro hubiese resultado un poco más placentero–

Susurré.

Y es que siempre me había costado trabajo socializar con mujeres, pues mis ideologías siempre habían ido más allá de compartir una taza de té, malgastando el tiempo pensando en cómo dar una buena imagen. Chiquillas ingenuas y tan faltas de carácter. No era para menos que yo refutara ese tipo de amistades , dado que siempre estuve habituada al trato con los socios que permanecían bajo el cobijo de las alianzas hechas con Heinrich, la mayoría de ellos, cobardes petulantes que huyeron una vez él había muerto. Por lo tanto, Dylan a pesar de ser un emisario únicamente, resultaba ser de cierto modo una excepción a los ejemplos antes mencionados.

–Téngalo por seguro que no Monsieur, es solo que…– hice una pequeña pausa –No esperaba fuera tan pronto–

Di el último sorbo al café mientras con la mano libre tocaba la textura de la tarjeta que él me hacía entrega. Para ser honesta no pensé necesitar de sus servicios en adelante, aunque, quien sabe lo que me deparaba de aquí en adelante. Asentí y ofrecí una mirada de condescendencia.

–Descuide, Monsieur, hasta pronto–

Suspiré mientras aquel extraño se alejaba a continuar con su labor. Esa rutina de la cual somos presas sin importar que tarde o temprano. Pasé una de mis manos por mi sien y es que había aun demasiadas cosas que poner en orden y tan poco tiempo. Calma Jordan ¿No es así como había acontecido tu vida hasta el día de hoy? Me había parecido ver la silueta de Heinrich en la distancia, mientras el cielo encapotado se cernía en una acongojada velada para muchos otros parisinos, ahí estaban a mi alrededor. Amantes, hombres y mujeres que poseían un pasado y un presente. Con demonios propios y altibajos. Ese era nuestro destino, por más pesaroso que pareciera. Debía acabar con esto pronto y la única manera de hacerlo de forma correcta era deshaciéndome de todas sus pertenencias.

Vivir bajo su sombra ya no era una opción. Pues a él le había entregado todo, yo misma acepté hundirme a su lado llegado el momento. Nunca hubo entre nosotros un contrato que dictaminara estaríamos juntos por siempre, nunca hizo falta. Incluso sus fallas como hombre las perdoné, porque estuve siempre consciente que ambos teníamos un pasado, el suyo mucho más tormentoso quizás que el mío pero lo que menos esperaba de su parte era una traición como esta. Él había muerto. Había escapado de ese lado oscuro del sueño que alguna vez pensamos vivir juntos. Pero si algo que podía ofrecerle a Heinrich más que mi desprecio era un enorme agradecimiento, por una experiencia más de vida que tan solo me hacía más fuerte de lo que ya era.

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