AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lamentos de una madre ✧ Flashback c/ Darina
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Lamentos de una madre ✧ Flashback c/ Darina
China
Comienzos de la Dinastía Ming
Bendecidas sean las almas puras, aquellas capaces de vivir vidas plenas ya sea en felicidad o miseria y, aún así, representar la simpleza y pureza que se lleva en el alma humana, siendo estas ya una rareza en estos tiempos. ¿Dónde han quedado los años en que la naturaleza misma dictaba el juicio sobre las cabezas de las criaturas de este planeta, cuando su mano dura mantenía la margen del crecimiento de las civilizaciones? Malditos aquellos que deshonran la madre tierra con sus pecados, contaminando de su maldad el entorno en el que aún quedan pequeños ángeles sonrientes. Los Dioses de todas las religiones nos han enviado estos ángeles, llenos de pureza y listos para conmovernos, en busca de emparejar la balanza del ying y el yang, el bien y el mal, y cada uno de los binomios de la naturaleza. Sin embargo, los mortales han fallado y estas pequeñas almas inocentes hoy y por siempre sufren por su culpa. De eso, testigos somos todos.Aquí un ejemplo, donde una pandilla ha pateado a un pequeño niño taiwanés sin hogar ni familia hasta dejarlo agonizando. Lo han pateado y dejado sangrando en las calles de adoquines húmedos, con tan solo la luz de luna como su compañía. Su pequeño cuerpecito famélico se acurruca apenas contra una pared de adobe y una posa de agua moja sus piececitos que tiritan de frío. Sus manos, azules de frío, abrazan sus brazos llenos de moretones; y su respiración forzosa poco a poco se va rindiendo un poco más. Y mientras tanto, mi corazón muerto se retuerce ante la indignación que la raza humana me provoca estos días. Yo caminaba sin rumbo ni propósito por las calles de esta ciudad china cuyo nombre no me importa ni recuerdo, cuando me encontré con tal escena a la distancia, anunciada por el olor de su sangre. Me quedé observándolo apenas uno o dos minutos, pues no más necesitaba para darme cuenta de que pronto su corazón dejaría de latir.
Con toda la pena de mi alma, mis pies se elevaron en el aire y así, levité hasta uno de los tejados cercanos al pequeño y, entonces, usé el poder de la telepatía para buscar en su mente la imagen de los culpables. La imagen vino a mí con facilidad y rapidez y, una vez la tuve, descendí por los aires para quedar frente al pequeño de ojos tristes.- Tranquilo, no temas. He venido a ayudarte. -Le dije en Chino y en un suave susurro maternal, acercándome para arrodillarme y extender mis brazos para tomarlo cuidadosamente en ellos. Él trató de moverse para esquivarme, pero su dolor y su llanto ganaron por sobre su fuerza de voluntad. Yo sonreí y lo acurruqué, apoyándome en la pared mientras que apretaba su cabecita contra mi gélido cuello.- No llores, mi amor, pronto te irás a un mejor lugar. -Intenté consolarlo, como si se tratara de mi propio hijo Hiroto, cuando él fuese un niño de la misma edad.- He venido a buscarte para poder llevarte a tu nueva vida. ¿Quieres ir, mi amor? Te prometo allá no vas a sentir dolor nunca más. Serás un alma pura y libre, y yo velaré todas las noches por ti. -Continué susurrando, acariciando sus sucios cabellos y levantando su mentón moreteado para verle a los ojos y mostrarle mi sonrisa.
Soy tu ángel de la guarda, corazón. ¿Quieres que lleve tu alma al cielo? He venido desde allí arriba por ti. -Pregunté con tono onfidencial y vi cómo sus ojitos se humedecían aún más. Él lloraba porque sabía que le había llegado la hora de su muerte, y yo me aguantaba el llanto porque sabía que en realidad le estaba mintiendo. Sus bracitos se enrollaron alrededor de mi cuello mientras que su cabecita asentía y se escondía entre las capas de mi vestido blanco; y entonces, una de mis manos se acercó a limpiar su cuello.- Llevaré tu alma conmigo al cielo, amor, y veremos juntos el surgir de un mundo de luz solo para ti. -Le susurre y dejé contento antes de acercarme e hincarle mis colmillos, bebiendo de su sangre tan rápido como pude con el fin de dormirlo antes de que pudiera sentir más dolor. Su último suspiro causó cosquillas en mi clavícula y, una vez que descansaba en paz, me puse de pie con su cuerpecito colgando de mis brazos, que no quería dejarlo ir. Pasé un brazo por debajo de sus piernas para tomarlo con mayor comodidad y me giré para ir a buscarle algún lugar decente de entierro, solo para encontrarme con la silueta de una vampiresa a lo lejos.- ¿Cuál es tu sufrimiento eterno, mi niña? -Le hablé, pudiendo ver el brillo muerto de sus ojos dolidos a la distancia. Tenía claro que ella me había visto asesinar al niño en mis brazos; pero no me importaba, para mí estaba mejor felizmente muerto que agonizantemente triste.
Komorebi- Vampiro Clase Alta
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Re: Lamentos de una madre ✧ Flashback c/ Darina
El tiempo comenzaba a ser una irrealidad para mí, poco a poco había dejado pasar los días y las noches se habían convertido en simples momentos de reliquias de información. Consumía conocimientos para abortar toda clase de emociones, había aprendido a matar con el más dulce de los placeres, cada muerte era tan solo una ínfima parte de sanación para aquel pedazo de alma que me había sido robado. Me habían dejado seca y ahora me saciaba con los mortales que tenían la posibilidad de ser felices. Eso no me gustaba, odiaba el simple hecho de pensar que los demás tenían más que yo. Y fue en China en donde encontré el más pesado de mis destinos hasta el momento. Varios países recorridos habían tenido costumbres que me hacían sufrir, pero jamás como aquella. Las mujeres acurrucaban a sus hijos en sus cuerpos, estaban pegadas a ellos todo el tiempo con grandes sabanas alrededor de las caderas; y los hombres eran los trabajadores en viajes. Pude observar muchas veces, justo después de que el sol se escondiera, como las señoras llevaban los alimentos para la noche. Vivían en una armonía que me sacaba de quicio. Los niños jugaban libremente y con el paso del tiempo noté que no había demasiados inmortales rondando. Pensé en que quizá los cazadores eran mucho mejor de los que me había encontrado tiempos atrás, pero más bien me hice a la idea de que era la forma de vida que tenían lo que llevaba a muchos de nosotros a irse a otras tierras. Después de todo, humanos había hasta en el más recóndito lugar de aquel planeta. Sin embargo yo quería seguir viendo, quería torturar a la madre que tenía dentro, quería reflejar en cada muchacho la sombra de aquel niño que una vez fue mío.
Fueron años hasta que aprendí aquel complejo y descuidado idioma, pocas habían sido las veces que entablé comunicación con alguien, pero me pasaba el tiempo escuchando, intentando repetir y observar las situaciones hasta que lentamente mi oído comenzó a acostumbrarse a las silabas cortadas. Mi vestimenta era, como siempre, de las clases sociales más bajas, de victimas que había encontrado perfectas para saciarme. Y esa noche, luego de diez años paseando por aquellas calles, me encontré con una situación que pensé que no iba a tener que presenciar jamás. Primero fueron ruidos de huesos romperse, luego el traqueteo de un ente muerto y al final escuché murmullos. Me afilé hasta poder entenderlos con detenimiento y como unas pequeñas agujas; el dolor se iba insertando en mi piel. Hacía muchísimo tiempo no lloraba, había perdido esa capacidad de dejar caer lágrimas, aunque el revoloteo dentro de mi estómago quiso levantarse hasta mis orbes color miel y se acentuarse a los lados, sin atreverse a caer. ¡Incluso me reí de mi misma! Que patético era, llorar por la muerte de un niño que no conocía. No podía permitírmelo, me resigné a guardarme las gotas de sangre en mi interior y cuando estuve a punto de decidirme a dar media vuelta y no volver atrás, la voz fémina pataleó como un ente a mi espera. — ¿Mi sufrimiento? El abandono, supongo. ¿Por qué me preguntarías algo como eso? — Murmuré mirando de reojo como el alma del niño abandonaba su cuerpo y se iba, escapaba como Eirik cuando había sido asesinado. Tan diferente era su muerte de la de aquel otro, hubiese deseado que la muerte de mi hijo haya sido como esa, pacífica, llena de ensueños y falsas promesas. Cualquier cosa era mejor que ser destrozado hasta que los pedazos quedaban en cada rincón de la casa. Lugar que había sido quemado por mis propias manos la noche siguiente. Había tenido que pasar un día entero con los trozos del niño rodeándome, porque el sol me quemaba como si me fuese a hacer añicos -luego descubrí que realmente me haría eso-. La desesperación es lo que me había hecho seguir existiendo, la cobardía de no poder suicidarme e ir en busca de él. — Eres un extraño ángel de la guarda… Me hubiese gustado tener uno como tú. — Sonreí, ya a sabiendas que no podría irme como en un principio lo había pensado. Cuando me inmiscuía un poco en las cosas de los demás, terminaba por caerme en lo más profundo, quería conocerlo todo y lo que más me intrigaba era “¿Por qué? ¿Por qué se tomó aquel trabajo? ¿Con qué fin?” Mis parpados, abiertos igual que elevadas estaban mis cejas, preguntaban eso a viento pavoneante, como si estuviese escrito en todo mi rostro aunque este había dejado de reflejar emociones tiempo atrás.
Hero Jaejoong- Inquisidor Clase Alta
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Re: Lamentos de una madre ✧ Flashback c/ Darina
El cuerpo del niño colgaba inerte de mis brazos, y con cada segundo que pasaba, más comenzaba a sentir el olor de la sangre que perdía vitalidad y se convertía en un alimento podrido para nosotras vampiresas. Quería acabar con aquello rápido, enterrarlo o cremarlo para no simplemente dejarlo allí tirado en la calle de forma indigna, pues no se lo merecía. Mi tiempo valía mucho más como para estar charlando con extraños sobre cosas que en realidad no me importaban, pero la vampiresa a unos metros me llamaba demasiado la atención y mi curiosidad era un fuego difícil de ahogar. Dejé salir una risa suave y de tono agudo, imitando la inocencia de los niños. Jugaba con mi habilidad de imitar e interpretar voces, y con ella le daba distinta voz y timbre a cada uno de los aspectos de mi personalidad, personificándolos.- ¿Cómo no preguntar? Las lágrimas están que se te escapan. -Contesté con ironía, apoyando el peso de mi cuerpo sobre mi costado izquierdo por un momento, acomodándome en gesto de confianza, solo para luego comenzar a caminar hacia ella. Mis pies estaban descalzos, pero tan prístinos como aquella piel de porcelana que jamás se ensuciaba.- Lamentablemente, querida, no hemos suficientes ángeles para todos; y yo lo soy solo para los niños. -Contesté al posterior comentario suyo, mientras que desvergonzadamente dejaba escurrir mi habilidad de leerle la mente. Urgué minuciosamente cada pensamiento suyo que apareciera de forma superficial, y entonces vi que ella también era una madre, solo que ella lloraba la muerte de su propia cría como si aquello significara un castigo eterno y voluntario. Me ostigó el ver la imagen de su hijo reventar a manos de uno de los nuestros, al mismo tiempo me dio una cólera incontrolable, al mismo tiempo que unos deseos terribles de poder buscarle venganza, pero esa guerra no era mía, sino de ella. Aún así, pobre niño inocente y débil, muerto por manos pecadoras y fuertes. No había injusticia más grande que víctimas del poder de seres irresponsables y desalmados.
A los de nuestra especie nos conocen más como demonios; y a decir verdad, me gusta más ejercer esa faceta. -Agregué, explorando en la gravedad de mi voz qué tan sádica podía llegar a sonar entre los ecos rebotantes de aquellos callejones asumagados, buscando en ella el más grave tono de mis cuerdas vocales. Ignoraba el conocimiento que había adquirido de su mente, hacía como si en realidad no lo supiera. Al fin y al cabo, ¿tenía ella forma de dar en cuenta de mi conocimiento telepático? Sonreí burlesca; las únicas forma de que pudiese dar cuenta de aquello serían que pudiese ella leer mi mente, o que tuviese la habilidad de bloquear la suya, pero aquella última estaba descartada. Y si es que podía ella leérmela, poco me importaba.- Si quieres un ángel de la guarda, tendrás que serlo tú misma. -El resultado acústico de mi voz rebotando por las paredes a nuestro alrededor me pareció divertido, pero estando ya frente a la mujer a quien le hablaba, adopté ya una postura y una expresión más amigable. Ella era ligeramente más alta que yo, por lo que al mirarla a los ojos, nos veíamos virtualmente de frente.- ¿Quieres probar? -Pregunté sonriente.- He visto a través de los recuerdos de este niño quiénes han sido los que le han hecho este daño. -Comencé a explicar, acomodándolo pues comenzaba a resbalarse lentamente.- Si gustas, podemos ser ángeles de la guarda post mortem, por así decirlo, y al mismo tiempo ser demonios para esos tipos. Quiero castrarlos y luego reventarles las arterias, ¿qué dices? ¿te me unes? -La invité con una sonrisa maliciosa y sádica, entrecerrando mis ojos mientras que movía el cadáver del infante para llevarlo a mi hombro derecho, cargándolo con su cuerpo y brazos colgando por mi espalda, sujetándolo por las piernas ligeramnente.- Será divertido, solo hay que rastrearlos y cazarlos. Pan comido.
A los de nuestra especie nos conocen más como demonios; y a decir verdad, me gusta más ejercer esa faceta. -Agregué, explorando en la gravedad de mi voz qué tan sádica podía llegar a sonar entre los ecos rebotantes de aquellos callejones asumagados, buscando en ella el más grave tono de mis cuerdas vocales. Ignoraba el conocimiento que había adquirido de su mente, hacía como si en realidad no lo supiera. Al fin y al cabo, ¿tenía ella forma de dar en cuenta de mi conocimiento telepático? Sonreí burlesca; las únicas forma de que pudiese dar cuenta de aquello serían que pudiese ella leer mi mente, o que tuviese la habilidad de bloquear la suya, pero aquella última estaba descartada. Y si es que podía ella leérmela, poco me importaba.- Si quieres un ángel de la guarda, tendrás que serlo tú misma. -El resultado acústico de mi voz rebotando por las paredes a nuestro alrededor me pareció divertido, pero estando ya frente a la mujer a quien le hablaba, adopté ya una postura y una expresión más amigable. Ella era ligeramente más alta que yo, por lo que al mirarla a los ojos, nos veíamos virtualmente de frente.- ¿Quieres probar? -Pregunté sonriente.- He visto a través de los recuerdos de este niño quiénes han sido los que le han hecho este daño. -Comencé a explicar, acomodándolo pues comenzaba a resbalarse lentamente.- Si gustas, podemos ser ángeles de la guarda post mortem, por así decirlo, y al mismo tiempo ser demonios para esos tipos. Quiero castrarlos y luego reventarles las arterias, ¿qué dices? ¿te me unes? -La invité con una sonrisa maliciosa y sádica, entrecerrando mis ojos mientras que movía el cadáver del infante para llevarlo a mi hombro derecho, cargándolo con su cuerpo y brazos colgando por mi espalda, sujetándolo por las piernas ligeramnente.- Será divertido, solo hay que rastrearlos y cazarlos. Pan comido.
Komorebi- Vampiro Clase Alta
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Re: Lamentos de una madre ✧ Flashback c/ Darina
Era notorio en mi persona que la cordura aún seguía en pie; la tenía destrozada, llena de moretones y de lágrimas que jamás se secarían, pero aún seguía con pensamientos un poco más humanos, apenas un halo que me hacía apreciar las vidas latentes que no me servían para mi propia alimentación. Sin embargo era la chica de rasgados orbes la que estaba comenzando a deshilachar todo aquello que “sobraba” en mi inmortalidad. No sabía si agradecérselo, en realidad era un amor odio por el pensamiento que el autoproclamado ángel de la guarda estaba profetizando. Mis ojos miel estaban fijos en el cadavérico niño que estaba pasando al otro lado. Se lo veía tranquilo, abrazado a una mujer que probablemente nunca antes había visto. Mordí mis labios entonces, sintiendo como mis juicios eran perturbados, me había quedado con la vista fija en ella, de modo que la clarividencia me abría las puertas a saber qué es lo que estaba haciendo. Claro que no me daba pensamientos, ni nada de utilidad, simplemente podía notar sus intenciones desde su punto de vista. Y era raro, no me perturbaba que estuviese intentando sacar información de mi cabeza, después de todo yo no ocultaba nada, había aprendido que esconder las cosas en mi interior solo llevaba a desgracias. Eso sucedió cuando no le grité a Svein que me dejara a su lado aún con una grave enfermedad matándolo. Él, con su estúpida forma de ser seguramente pensaba que eso era lo mejor para mí. Aquel maldito, odiado y despreciable hombre… Cerré los párpados con fuerzas, sacándolo de mis memorias para volver al anticipado Eirik que había sido desmembrado frente a mí paralitico cuerpo. — No necesito que alguien como tú me diga eso. — Bramé, como un gato con las uñas afuera, listas para desgarrar lo que pudiese hacerme daño. Siempre a la defensiva, pero con una coraza que era fácil de penetrar.
Pensé entonces en la posibilidad de yo misma convertirme en un ángel de la guarda, no obstante era imposible, por el contrario que a ella, a mí me gustaba ver a todos sufrir, incluso a los niños. Que padecieran como así lo había hecho mi hermoso niño prodigio. ¡Ninguno se merecía tanta felicidad! Aunque mi muerto corazón me apuñalaba las heridas para no ir a provocar yo misma esas atrocidades. Entonces, ¿qué es lo que estaba buscando realmente? ¿Serían tales acciones las que me dejarían en paz por al menos unos segundos? Mi mente estaba bloqueada, miraba a la asiática de menor estatura con una curiosidad innata. — Me gusta… Mirarlos a los ojos hasta que el alma deja de funcionarles pero la mente sigue aterrada. Y entonces aprenderé de tus manos como torturar sus puntos vitales hasta que deseen la muerte propia. — Era un susurro meticuloso, arrastraba palabras, mi rostro estaba cubierto con una media sombra pues mantenía la cabeza un tanto agachada. Estaba confundida, claramente no estaba dispuesta a ser amiga de la vampiresa, aunque no tenía nada de malo ayudar para una buena causa. Y eran mis instintos los que lentamente estaban buscando a los semi asesinos, a los malditos bastardos sin corazón. — ¿Puedes mostrarme sus rostros? Puedo saber dónde y qué están haciendo si me das una pista. — Fue un pedido casi autoritario, casi anhelante al mismo tiempo, pues quería hacerlo ya, buscar en el entorno con mis poderes que eran capaces de ver el pasado presente o futuro y entonces me encontraría con sus acciones. Aun así, me di media vuelta buscando un lugar correcto para el difunto. Era una concubina de un harem, por lo que toda clase de conocimientos eran los que tenía y eso incluía un poco de medicina. — Solo tenemos unas horas hasta que el cuerpo del infante comience a entumecerse. ¿Quieres quemarlo o enterrarlo? Se ve… tranquilo. ¿Cuál es tu nombre? — Espeté con pena, con algo de envidia también, ¡yo quería que mi hijo hubiese muerto así de pacífico! Reposado en brazos de madre, mientras recorría el camino a un hermoso cielo azul. Bufé con cierto enojo, mientras caminaba por la calle desolada en la que estábamos. Estaba esperando su respuesta, hasta que pensé que en podría husmear el pasado del niño, buscar en el tiempo las acciones exactas que le habían hecho. Mas eso despertaría una ira demasiado fuerte en mi pecho, inflaría mis deseos de ver la sangre correr y no podría controlar toda aquella demoníaca presencia en mi interior. ¿Quizá era eso lo que esa oriental quería que pasara?
Pensé entonces en la posibilidad de yo misma convertirme en un ángel de la guarda, no obstante era imposible, por el contrario que a ella, a mí me gustaba ver a todos sufrir, incluso a los niños. Que padecieran como así lo había hecho mi hermoso niño prodigio. ¡Ninguno se merecía tanta felicidad! Aunque mi muerto corazón me apuñalaba las heridas para no ir a provocar yo misma esas atrocidades. Entonces, ¿qué es lo que estaba buscando realmente? ¿Serían tales acciones las que me dejarían en paz por al menos unos segundos? Mi mente estaba bloqueada, miraba a la asiática de menor estatura con una curiosidad innata. — Me gusta… Mirarlos a los ojos hasta que el alma deja de funcionarles pero la mente sigue aterrada. Y entonces aprenderé de tus manos como torturar sus puntos vitales hasta que deseen la muerte propia. — Era un susurro meticuloso, arrastraba palabras, mi rostro estaba cubierto con una media sombra pues mantenía la cabeza un tanto agachada. Estaba confundida, claramente no estaba dispuesta a ser amiga de la vampiresa, aunque no tenía nada de malo ayudar para una buena causa. Y eran mis instintos los que lentamente estaban buscando a los semi asesinos, a los malditos bastardos sin corazón. — ¿Puedes mostrarme sus rostros? Puedo saber dónde y qué están haciendo si me das una pista. — Fue un pedido casi autoritario, casi anhelante al mismo tiempo, pues quería hacerlo ya, buscar en el entorno con mis poderes que eran capaces de ver el pasado presente o futuro y entonces me encontraría con sus acciones. Aun así, me di media vuelta buscando un lugar correcto para el difunto. Era una concubina de un harem, por lo que toda clase de conocimientos eran los que tenía y eso incluía un poco de medicina. — Solo tenemos unas horas hasta que el cuerpo del infante comience a entumecerse. ¿Quieres quemarlo o enterrarlo? Se ve… tranquilo. ¿Cuál es tu nombre? — Espeté con pena, con algo de envidia también, ¡yo quería que mi hijo hubiese muerto así de pacífico! Reposado en brazos de madre, mientras recorría el camino a un hermoso cielo azul. Bufé con cierto enojo, mientras caminaba por la calle desolada en la que estábamos. Estaba esperando su respuesta, hasta que pensé que en podría husmear el pasado del niño, buscar en el tiempo las acciones exactas que le habían hecho. Mas eso despertaría una ira demasiado fuerte en mi pecho, inflaría mis deseos de ver la sangre correr y no podría controlar toda aquella demoníaca presencia en mi interior. ¿Quizá era eso lo que esa oriental quería que pasara?
Hero Jaejoong- Inquisidor Clase Alta
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