AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El muro de los lamentos |Privado|
2 participantes
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El muro de los lamentos |Privado|
Y después de llover,
Un relámpago va deshaciendo la oscuridad.
Un relámpago va deshaciendo la oscuridad.
No había indicios de arrepentimiento en sus actos, mucho menos inseguridad. Cuando se plantaba algo en su cabeza hacía hasta lo imposible para que esto se llevara a cabo, para que fuese real y poder extraer de allí todos los beneficios posibles. Fue por ello, que aceptó una de las ideas más locas, la más desquiciada y perturbada que se le ofreció una noche cualquiera.
Gustaba de los lujos, el ser que lo había creado, que lo había destruido, aquel personaje que le quito la vida pero que a la vez le regalo inmortalidad, aquella efigie, fue quien depositó en el castaño el dominio de sus propias creencias. Debían ser los mejores en todo acto, el mejor parlamentario, político, aristócrata, la persona más noble y a la vez, el mejor hipócrita.
Pero como las líneas de la existencia son delgadas y muy delicadas, parte de aquella idealización se derrumbó con su deceso. Solo quedaba Efrén, él y apetito voraz por admiración. Tenía entre sus bolsillos, en su mansión y con sus criados todos los lujos inimaginables para un recién heredero de la fortuna más extrañamente adquirida entre loa nobleza.
Un señor, un hombre de bien, un caballero que ayudaba con su fortuna a los menos desvalidos, que muchas veces les brindaba techo o le regalaba viajes para salir de la miseria en la cual habían nacido. Era ese nuevo heredero que no cuidaba su fortuna, sino más bien que se deleitaba ante la satisfacción de ayudar tan solo a vagabundos en busca de mejores opciones. Holgazanes errantes que aceptaban cualquier ayuda que se ofreciera sin contar con lo peligroso que podría ser aceptar auxilio desinteresado. Vagos que entraba sin tartamudeo en aquel hogar, personajes que comían como si no existiese un mañana donde saliera el sol, que se daban largas duchas en uno de los mejores cuartos de baño y que luego, después de aceptar toda ofrenda de protección, se seducían ante la más patosa oportunidad que se les dejaba para robar. Ni uno, ni el más joven o el más viejo se resistían ante la descuidada acción del joven heredero. Dinero extraviado frente a sus narices. Cada uno de los diferentes temperamentos tenía su forma de robo, pero daba igual cual fuese ésta, de una u otra forma, daban razones para que Efrén acabara con la miseria que sobrepoblaba la ciudad. Se alimentaba de ellos, de uno y cada uno, luego de mantener la presa lista, mansa, limpia hasta alimentada, se dejaba fluir por los goces de los placeres mismos de saciar aquella sed insufrible de la cual había sido maldecido.
Pero así se pasaban sus días, dejando que terceros creyeran en él como un buen señor. Un ser benévolo que solo velaba por el bienestar ajeno. Y aun así algo faltaba en esa imagen para que los mas desdichados confiaran en él, algo más le quedaba por hacer para que los altos mandos lo vieran como ejemplar, para que la sociedad lo respetara como un personaje estable y solvente. Una familia, o al menos, un matrimonio.
Tras largas investigaciones de personajes al poder pudo observar como cada uno de ellos viajaba con una fémina a su costado. Una belleza humana o inhumana que dejaba ver a los demás el sentimentalismo que tanto aman las señoras de hogar, que respetan los padres de familia y que admiran los eclesiásticos. Debía entrar a ese mundo, en ese juego solo le quedaban un par de cartas por tirar pero no sabía decidir cómo lanzar la última jugada. No creía en ahogos de miel para un romance, mucho menos estaba entre sus planes el buscar pareja, aquello simplemente arruinaría todo lo que había planeado como un ser solitario. En resumidas cuentas, no tenía tiempo, deseos o condiciones para atar a una mujer a su costado al menos, no de la forma tradicional de conquista.
Una noche cualquiera, cuando acudir a un baile como muchos otros lo llevó entablar conversación con una señora de la cual hasta ese entonces, nada sabía.
— Se ve un buen hombre, ¿Por qué no está bailando con su esposa? —Cuestionó la anciana.
—De tener esposa, tampoco estaría bailando… para aquello deberían obligarme — Fanfarroneó, observando el desagrado en los ojos de la mujer para luego detallar una autentica sonrisa casi tan falsa como sus deseos de mantenerse allí — No tengo esposa, Madame… — Murmuró, mientras en su mente se hacía más latente la idea de necesitar una.
— ¿Y está en la conquista de alguna jovencita? — Nuevamente aquella mujer.
— Busco al amor de mi vida, quizás puede estar en cualquier esquina… o esta noche, entre las damiselas que danzan sin preocupación. O en su hogar, tejiendo frente a la chimenea — Mentía — Busco a la fémina que me quite el aliento y me ayude a manejar esta vida con la que cargo — Observó los baches claros de aquella mujer — Si conoce alguna, por favor hágamelo saber — Bromeó, pero en ese instante notó como la broma no era recepcionada de la misma forma por aquella señora.
Omitir la historia de Clava, la señora que le había dado su deseo en bandeja fue fácil. La oferta no dejaba momentos de duda. Aceptó, y se lanzó contra esa decisión como cazador que encuentra a la presa indefensa. Añadiendo a la dicha que frente a sus ojos se mantenía firme una de las figuras más adineradas de la ciudad. Había dado al premio gordo y esa misma noche, conocería a la fémina que compartiría su existencia eterna como trofeo del cual simplemente se alardea.
Última edición por Efrén S. Bonnet el Jue Mar 01, 2018 11:55 pm, editado 1 vez
Efrén S. Bonnet- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 04/02/2018
Re: El muro de los lamentos |Privado|
Las ojeras adornaban el borde de sus ojos, señalando, con indiferencia, que no había pasado una buena noche. ¿Y cuándo lo hacía? Casi nunca, se respondió mentalmente mientras observaba su reflejo en el espejo. En algún momento, esas cosas que rondaban cerca de su abuela, también terminarían drenándola a ella, agotándola hasta que no quedara nada de su conciencia, y para ese entonces aparecería su primo Artyom, lamentándose de no haber llegado antes. ¿Y de qué le serviría excusarse? Ya no hallaba qué hacer, ni siquiera contra aquel fantasma que la acosaba en determinados períodos, seduciéndola con la idea de que se le rebelara a Clava. ¿Y acaso podría hacer algo así? Klavdiya era una bruja talentosa, muy reconocida en Rusia por sus habilidades, al menos entre los círculos de alta alcurnia que compartían dichos talentos; pero para su nieta seguía siendo un demonio disfrazado de mujer.
Ya con su edad, aún continuaba encerrada en su maldita jaula de oro, la misma que detestaba con todas las fuerzas que conservaba en su espíritu. Incluso ese había sido el motivo por el que, en algún punto, quiso educar su poder, como si aquello le fuera a brindar alguna ventaja en un futuro. También fue una decisión surgida de la envidia sana que sintió hacia aquel joven del bosque, Yura. Aunque compartieran ciertas cosas, él jamás se enfrentaría a alguien tan terrible como Clava, así que, sí, lo enividió por ser libre, por no tener que verse encarcelado sin haber cometido ningún delito. Tal vez se sentía perseguido, y era algo malo, mas no llegaba a la posición en la que se veía implícita Yevgeniya. Esa misma posición en la que llevaba desde que era una chiquilla.
Recordar su infancia la obligó a cerrar los ojos y revivir cierto incidente. Aquella cosa espantosa que descendía por las escaleras, y que casi la mata de un susto; o los ruidos extraños en el armario. Los pasos en el ático; las voces que venían de la nada, y aún podía continuar contando sobre sucesos extraños dentro de las residencias que pertenecían a los Berdiáyev. Y a pesar de ser ella una hechicera, se supone que ya acostumbrada a esas cosas, la piel se le erizó y tuvo que apartarse del espejo. Algunas veces eran la peor cosa... Un reflejo involuntario de lo desconocido.
Sin embargo, no era aquello lo que tanto llegó a causarle malestar. Lo que más llevaba fastidiándola, desde hacía un tiempo, era la idea desgraciada que tenía Clava en su cabeza. Oh, sí, la vieja quería comprometerla, así como hizo con su madre. Al menos Irina había tenido suerte, pero, ¿y si ella no la tendría? Llegó a sentirse tan infeliz, que prefirió que esos seres abismales se la llevaran consigo, hasta hacerla parte de su séquito por toda la eternidad.
Tal vez sería una decisión desesperada, aun así, ni tuvo tiempo de razonarla cuando le habían pedido que se preparara para la cena. Aunque, esta vez, no se trataba de una cena cualquiera, y aquello llegó a inquietarla de verdad. A pesar de no encontrarse en la mansión en las afueras de la ciudad, no podía sentirse segura en ninguna parte. Porque ellos pueden traspasar el tiempo; las fronteras de todo. Se encuentran en todas partes. Un largo suspiro salió de sus labios. Simplemente no sabía qué hacer...
Cuando finalmente descendió por las escaleras, dirigiéndose entonces hacia el salón principal de la propiedad, no pudo dar un paso más. Un vampiro, había puntualizado en sus pensamientos. ¡Pero Clava los odiaba! Yevgeniya respiró hondo y se acercó con cierta cautela. Ya en su mente tenía una idea bastante clara de por qué se encontraba ese hombre ahí.
—Oh, señor Bonnet, esta es mi nieta, Yevgeniya —agregó Klavdiya, con la vista fija en su nieta.
¿Qué diablos...? Yevgeniya fingió una sonrisa, pero tampoco extendió su mano, simplemente asintió por inercia.
—Buenas noches, caballero... Bienvenido. —Sintió la garganta reseca, aun así, continuó—: Creo que mi abuela no me ha hablado de usted, ¿o acaso lo olvidé, Clava?
La mujer frunció los labios. Era la primera vez que aquella muchachita le resultaba insolente, sin embargo, luego sonrió con malicia.
—Querida, ¿te olvidaste de tu compromiso? Ya eres una mujer grandecita como para seguir soltera... Así que él está aquí para que hablemos acerca de tu futuro.
Aquello le cayó como un balde de agua helada a Yevgeniya. ¿Hasta qué punto llegaría la crueldad de su abuela?
Ya con su edad, aún continuaba encerrada en su maldita jaula de oro, la misma que detestaba con todas las fuerzas que conservaba en su espíritu. Incluso ese había sido el motivo por el que, en algún punto, quiso educar su poder, como si aquello le fuera a brindar alguna ventaja en un futuro. También fue una decisión surgida de la envidia sana que sintió hacia aquel joven del bosque, Yura. Aunque compartieran ciertas cosas, él jamás se enfrentaría a alguien tan terrible como Clava, así que, sí, lo enividió por ser libre, por no tener que verse encarcelado sin haber cometido ningún delito. Tal vez se sentía perseguido, y era algo malo, mas no llegaba a la posición en la que se veía implícita Yevgeniya. Esa misma posición en la que llevaba desde que era una chiquilla.
Recordar su infancia la obligó a cerrar los ojos y revivir cierto incidente. Aquella cosa espantosa que descendía por las escaleras, y que casi la mata de un susto; o los ruidos extraños en el armario. Los pasos en el ático; las voces que venían de la nada, y aún podía continuar contando sobre sucesos extraños dentro de las residencias que pertenecían a los Berdiáyev. Y a pesar de ser ella una hechicera, se supone que ya acostumbrada a esas cosas, la piel se le erizó y tuvo que apartarse del espejo. Algunas veces eran la peor cosa... Un reflejo involuntario de lo desconocido.
Sin embargo, no era aquello lo que tanto llegó a causarle malestar. Lo que más llevaba fastidiándola, desde hacía un tiempo, era la idea desgraciada que tenía Clava en su cabeza. Oh, sí, la vieja quería comprometerla, así como hizo con su madre. Al menos Irina había tenido suerte, pero, ¿y si ella no la tendría? Llegó a sentirse tan infeliz, que prefirió que esos seres abismales se la llevaran consigo, hasta hacerla parte de su séquito por toda la eternidad.
Tal vez sería una decisión desesperada, aun así, ni tuvo tiempo de razonarla cuando le habían pedido que se preparara para la cena. Aunque, esta vez, no se trataba de una cena cualquiera, y aquello llegó a inquietarla de verdad. A pesar de no encontrarse en la mansión en las afueras de la ciudad, no podía sentirse segura en ninguna parte. Porque ellos pueden traspasar el tiempo; las fronteras de todo. Se encuentran en todas partes. Un largo suspiro salió de sus labios. Simplemente no sabía qué hacer...
Cuando finalmente descendió por las escaleras, dirigiéndose entonces hacia el salón principal de la propiedad, no pudo dar un paso más. Un vampiro, había puntualizado en sus pensamientos. ¡Pero Clava los odiaba! Yevgeniya respiró hondo y se acercó con cierta cautela. Ya en su mente tenía una idea bastante clara de por qué se encontraba ese hombre ahí.
—Oh, señor Bonnet, esta es mi nieta, Yevgeniya —agregó Klavdiya, con la vista fija en su nieta.
¿Qué diablos...? Yevgeniya fingió una sonrisa, pero tampoco extendió su mano, simplemente asintió por inercia.
—Buenas noches, caballero... Bienvenido. —Sintió la garganta reseca, aun así, continuó—: Creo que mi abuela no me ha hablado de usted, ¿o acaso lo olvidé, Clava?
La mujer frunció los labios. Era la primera vez que aquella muchachita le resultaba insolente, sin embargo, luego sonrió con malicia.
—Querida, ¿te olvidaste de tu compromiso? Ya eres una mujer grandecita como para seguir soltera... Así que él está aquí para que hablemos acerca de tu futuro.
Aquello le cayó como un balde de agua helada a Yevgeniya. ¿Hasta qué punto llegaría la crueldad de su abuela?
Yevgeniya Berdiáyeva- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/05/2017
Localización : En alguna parte de París
Re: El muro de los lamentos |Privado|
Veo las cosas como son
vamos de fuego en fuego hipnotizándonos
vamos de fuego en fuego hipnotizándonos
Había actuado bajo completa desinformación, aceptado una propuesta de forma apresurada y ahora, es cuando las dudas embriagaban su memoria una y otra vez. No sabía absolutamente nada de aquel grupo familiar, mucho menos de la joven con la cual, si todo salía con forme a lo acordado, sería su esposa prontamente. Frunció el ceño, ya de camión a casa, y mientras el carruaje cortaba distancia con su propia mansión hizo memoria de cada palabra compartida con aquella mujer ya de bastante edad ¿Cuál sería la razón para ofrecer la mano de su nieta de manera tan liberar a un personaje que había conocido tan solo por un par de horas? Situación sospechosa, aunque no del todo. Los matrimonios forzados comenzaban a ser muy famosos a la fecha, y de hecho, no en el tiempo actual nada más, hacía atrás gran parte de ellos lo habían sido así, mucho más común en clases sociales altas dónde el dinero se deseaba mantener siempre en la misma línea y buscaban incrementar intereses uniendo con lazo matrimonial a dos herederos jóvenes que poco y nada sabían de una vida compartida con otro ser humano.
Pero Efrén ya no era un crío, mucho menos un adolescente que recién conocía la vida o un temeroso personaje que dudara en demasía de sus acciones. Esta vez simplemente se plantó en su cabeza un deje de curiosidad, pero nada más que aquello, pues a pesar de tener uno que otro pero en el actuar de mujer, aceptaría todo tipo de propuesta que viniese de ella. No la conocía y esperaba llegar pronto a su hogar para sacar mucha más información de la casta que tenía. Pero a simple vista, por su forma de dirigirse hacia los demás, de marcar estampa y presencia, era una fémina de respeto, dinero y lujos. Justo lo que necesitaba el vampiro, aunque con unos años menos sería perfecto, por lo que la oferta de una nieta calzaba a la perfección con los planes que tenía.
Al llegar al hogar propio comenzó a recaudar información. Era una vieja pilla, y tanto como ella había descubierto que tipo de sobrenatural era el castaño, el por su parte no con la misma rapidez, pero sí con agilidad logró detallar en su mirada de que se trataba de algo más que una simple humana adinerada. Pues cada facción en dirección propia dela mujer se suavizada en un tono bastante particular. Entendía pues que había mucho sobrenatural suelto por la ciudad, era obvio, se veían en cada esquina. Mucho de ellos tratando de llevar una vida normal sin llamar demasiado la atención o evitando líos, mientras él, algo cauteloso y lento, se colaba con parsimonia en las entrañas de una sociedad que no esperaría jamás a un ser como él. Así creyó que Clava, lo vería. Simplemente como un sobrenatural que buscaba el amor por un tiempo de existencia considerable.
No encontró demasiada información, aunque el dato de la hechicería no le causaba demasiado interés como si se hubiese tratado de una familia de cambiantes o cazadores. Por lo que sin apuros ni temores, cambio sus prendas de vestir y tomó dirección al hogar de quien había dejado una propuesta bastante suculenta frente a sus ojos.
Al pasar los minutos ya se encontraba allí, frente a una frondosa puerta que se abrió de par en par para recibirlo. Rápidamente se acomodó en la sala de estar, donde el único rostro conocido hasta el momento le recibió con un beso en cada mejilla y una ligera caricia en sus manos. Mujer educada. Correspondió con un beso sobre el dorso de aquella arrugada mano para luego asentir.
— Espero no importunar en esta noche, Madame, pero las ansías de conocer a la que podría ser mi compañera de vida me obligó a aceptar de forma apresurada su invitación — Jugar de sumiso se le daba bien. El papel de inocente siempre se confundía con el respeto.
Esa fue una de las razones por las cuales creyó había sido el elegido por aquella efigie. Pues a pesar de que cada matrimonio tenía sus intereses por debajo de la mesa, la razón que había dado Efrén era de las menos comunes. Amor. Encontrar el amor en un matrimonio propuesto por terceros muchas veces tenía todas las intenciones menos aquella.
Sonrió, haciendo una ligera reverencia a la dama.
— Mi nieta está ansiosa por conocerle, pronto bajará — Escuchó de la voz contraria. Asintió y mientras esa misma voz se alzaba para dejar un eco por la escalera principal. Efrén se dio en el gusto de recorrer con la mirada cada esquina del salón de estar.
Tras su espalda, notó como una gran biblioteca se llenaba de retratos familiares. En muchas de aquellas capturas podía ver la imagen de Clava con el pasar de los años. Mientras las demás era de diferentes personajes, femeninos y masculinos, todos acompañándola con prestigio. Bajó la mirada, donde se detuvo por un par de minutos para observar los ojos claros de una infante que se veía distante de la matriarca. Una pequeña rubia de ceño fruncido. Cabellos largos y todo indicaba que carácter decidido. Ladeó un poco su cabeza para sonreír. No se podría imaginar escena más divertida que aquella, siempre la rebeldía florecía en las familias con un personaje como aquella niña.
Sin la real necesidad de hacerlo, parpadeó un par de veces hasta perder el foco de la imagen. Pues en el reflejo de aquel vidrio se observó la silueta de una señorita bajando las escaleras hasta detenerse a bastante lejanía de donde él se encontraba. Se giró sobre su propio eje y se sorprendió de forma grata al reconocer aquellos claros baches que había detallado segundos antes en la fotografía. Ella era la pequeña de ceño fruncido.
Simplemente el escuchar voz lo hizo sonreír. Jamás se había detenido en la opción física de con quien se comprometería y a decir verdad, encontrarse con ella, era un punto del cual ya no debía preocuparse. Era realmente hermosa, y sin poder ignorar, realmente obstinada. Su postura lo decía.
— No culpo a su abuela si no le habló demasiado sobre mí, señorita… pero de seguro no le tomó importancia bajo la extensa compañía que nos podría brindar el destino si todo esto saliese bien — Se adelantó a la guerra de miradas entre ambas féminas — Por cierto, no puedo dejar pasar la ocasión para admitir con real sinceridad de que es un completo gusto, Señorita Yevgeniya —
Se giró hacia la figura materna para luego de una casta reverencia tomar atribuciones y quizás la osadía que nadie le había dado — No sé si es muy protocolar esto, pero me gustaría pasar un par de minutos a solas con su nieta — Observó a los ojos resentidos de la mujer — Simplemente para conocerla un poco mejor… creo que esto la ha tomado por sorpresa y no está entre mis deseos incomodar de alguna forma, madame — Sentenció, a la espera de la confirmación o negación.
Efrén S. Bonnet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/02/2018
Re: El muro de los lamentos |Privado|
Tarde o temprano Clava haría una jugada como esa, se lo esperaba, incluso desde el momento en que aquella idea salió de sus labios, y Yevgeniya no pudo sentirse menos frustrada, y condenada sin siquiera haber hecho nada, simplemente existir. Lo peor era que la única persona capaz de hacerle frente a su abuela ya no estaba. Su primo Artyom había abandonado a la familia Berdiáyev desde hacía un tiempo atrás, y eso le restaba esperanzas de poder librarse de las garras de Klavdiya. O quizá estaba siendo demasiado pesimista al respecto. ¿Y cómo no serlo? Su abuela buscaba siempre los motivos para mantenerla bajo su control, y a veces quería entender el motivo de tanto resentimiento, pero las respuestas escapaban de su comprensión, y mucha más cuando recordaba que su abuelo Aleksei era un hombre de bien, a diferencia de la mujer a la que había elegido como esposa.
Entonces suponía que había algo más; algo que, obviamente, Klavdiya temía. Se decía que Aleksei era un hechicero talentoso, mucho más que Clava. Artyom había heredado sus habilidades, y algunos criados le comentaban que, ella, a pesar de su temor a rebelarse, también tenía mucho potencial como el buen Aleksei. Yevgeniya no se tenía mucha confianza, porque desde que era una niña había sido sometida por aquel monstruo que lideraba a la familia. Y continuaba atormentándola, aún siendo una adulta. No la dejaba escapar de esa jaula de oro que había diseñado especialmente para ella.
Desde luego, la idea de un compromiso, y próximo matrimonio, era otra decisión nefasta para enredarla más, y acorrarla para que no pudiera rebelarse, ni mucho menos huir. Sin embargo, muy dentro de sí estaba creciendo una desesperación tremenda, y eso podría ser contraproducente. Yevgeniya empezaba a agobiarse, y la rabia que había acumulado por años, estaba llegando a su punto más alto de ebullición, cosa que demostró cuando Klavdiya la presentó ante ese pretendiente, quien, era evidente, no tenía la menor idea de que aquella mujer mayor era una arpía de lo peorcito. Por muy vampiro que fuera, Yevgeniya tenía que aferrarse a su testarudez y demostrar que no se trataba de ninguna sumisa estúpida. El problema con Clava era que la ataba con magia, y eso era todavía peor...
Y a pesar de su rabia, acompañada por su reciente sorpresa, no pudo evitar sentir un ligero gozo cuando aquel hombre quiso pasar por encima de Clava. Oh, si supiera que ella odiaba que los extraños hicieran eso, pero era su problema por haberlo elegido, ¿no? Y por muy desagradable que le resultara a Yevgeniya quedarse a solas con él, no pasó por alto la oportunidad de cuestionar a su abuela con la mirada, y casi pudo intuir que la fulminaría, mas no le retornó el gesto. La líder de los Berdiáyev apenas sonrió.
—Oh, me parece ua excelente idea. Yevgeniya es algo tímida, y tiene que acostumbrarse a su futura vida de una vez por todas —respondió Clava, con evidente hipocresía—. Los dejaré solos. Con su permiso.
Hizo una ligera reverencia, no sin antes dedicarle una sonrisa maliciosa a su nieta, misma que le fue devuelta, con una osadía que sorprendió a la misma Yevgeniya, y cuando estuvo finalmente libre de la arpía, confrontó a su supuesto prometido. Tenía que poner las cosas en su lugar. Era complicado escapar de Clava, se lo llegó a decir ese espectro llamado Arsénico, pero no imposible. Y cualquier oportunidad tendría que valorarla. Quizá hasta pudiera quedarse ella a cargo del linaje en algún futuro. Ni ella puede ser tan eterna.
—¿Y usted es? No se ha presentado correctamente, me temo —refunfuñó, cruzando los brazos y con una actitud desafiante—. Lamento decepcionarlo, pero si pretendía encontrar a una señorita de finos modales y cero dolor de cabeza, este no es el lugar para conseguirla. ¿Entiende o no? Puedo darle pruebas fehacientes de ello, y me importa un bledo que sea un vampiro.
Altanera, ¡y tanto!, porque que le nació, y además, porque estaba harta de tener que bajar la cabeza siempre. En mal momento llegó él a aceptar el maldito pacto con Klavdiya Berdiáyev. O quién lo sabía, tal vez esa era la oportunidad que Yevgeniya necesitaba.
Entonces suponía que había algo más; algo que, obviamente, Klavdiya temía. Se decía que Aleksei era un hechicero talentoso, mucho más que Clava. Artyom había heredado sus habilidades, y algunos criados le comentaban que, ella, a pesar de su temor a rebelarse, también tenía mucho potencial como el buen Aleksei. Yevgeniya no se tenía mucha confianza, porque desde que era una niña había sido sometida por aquel monstruo que lideraba a la familia. Y continuaba atormentándola, aún siendo una adulta. No la dejaba escapar de esa jaula de oro que había diseñado especialmente para ella.
Desde luego, la idea de un compromiso, y próximo matrimonio, era otra decisión nefasta para enredarla más, y acorrarla para que no pudiera rebelarse, ni mucho menos huir. Sin embargo, muy dentro de sí estaba creciendo una desesperación tremenda, y eso podría ser contraproducente. Yevgeniya empezaba a agobiarse, y la rabia que había acumulado por años, estaba llegando a su punto más alto de ebullición, cosa que demostró cuando Klavdiya la presentó ante ese pretendiente, quien, era evidente, no tenía la menor idea de que aquella mujer mayor era una arpía de lo peorcito. Por muy vampiro que fuera, Yevgeniya tenía que aferrarse a su testarudez y demostrar que no se trataba de ninguna sumisa estúpida. El problema con Clava era que la ataba con magia, y eso era todavía peor...
Y a pesar de su rabia, acompañada por su reciente sorpresa, no pudo evitar sentir un ligero gozo cuando aquel hombre quiso pasar por encima de Clava. Oh, si supiera que ella odiaba que los extraños hicieran eso, pero era su problema por haberlo elegido, ¿no? Y por muy desagradable que le resultara a Yevgeniya quedarse a solas con él, no pasó por alto la oportunidad de cuestionar a su abuela con la mirada, y casi pudo intuir que la fulminaría, mas no le retornó el gesto. La líder de los Berdiáyev apenas sonrió.
—Oh, me parece ua excelente idea. Yevgeniya es algo tímida, y tiene que acostumbrarse a su futura vida de una vez por todas —respondió Clava, con evidente hipocresía—. Los dejaré solos. Con su permiso.
Hizo una ligera reverencia, no sin antes dedicarle una sonrisa maliciosa a su nieta, misma que le fue devuelta, con una osadía que sorprendió a la misma Yevgeniya, y cuando estuvo finalmente libre de la arpía, confrontó a su supuesto prometido. Tenía que poner las cosas en su lugar. Era complicado escapar de Clava, se lo llegó a decir ese espectro llamado Arsénico, pero no imposible. Y cualquier oportunidad tendría que valorarla. Quizá hasta pudiera quedarse ella a cargo del linaje en algún futuro. Ni ella puede ser tan eterna.
—¿Y usted es? No se ha presentado correctamente, me temo —refunfuñó, cruzando los brazos y con una actitud desafiante—. Lamento decepcionarlo, pero si pretendía encontrar a una señorita de finos modales y cero dolor de cabeza, este no es el lugar para conseguirla. ¿Entiende o no? Puedo darle pruebas fehacientes de ello, y me importa un bledo que sea un vampiro.
Altanera, ¡y tanto!, porque que le nació, y además, porque estaba harta de tener que bajar la cabeza siempre. En mal momento llegó él a aceptar el maldito pacto con Klavdiya Berdiáyev. O quién lo sabía, tal vez esa era la oportunidad que Yevgeniya necesitaba.
Yevgeniya Berdiáyeva- Hechicero Clase Alta
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Localización : En alguna parte de París
Re: El muro de los lamentos |Privado|
Te llevaré hasta el extremo.
Observar como la mujer se retiraba para dar caso a la petición que había hecho le pareció si no por sorpresa, también como un acto bastante amable para que el castaño pudiese dar rienda suelta en su medida a los artilugios que había planeado con anterioridad. Si bien, verse atento ante la belleza de aquella rubia fue un punto a favor, tazar su carácter era parte también elemental de su compromiso. Necesitaba una mujer callada y que acatara. No necesariamente una enamorada de la vida, pero sí una compañera que entendiese que los trabajos se hacen de una línea para progresar y salir a flote dentro de la mediocridad que comenzaba a repletar la tierra.
Observó a los ojos claros de aquella fémina, algo había en ella que lo hacía estar tan alerta como si se tratara de una fija pronta lucha. Pero su ira no iba contra sí, más bien su mirada se perdía junto con la figura de edad que se daba paso para al fin concretar la soledad de ambas almas en desgracia, cada una en busca de sus propios beneficios ¿Y qué más se esperaba? No idiota, mucho menos inocente, nadie acepta un compromiso así como así, sabía que debía dejar cartas contra la mesa ¿Qué más? Si el aceptó por propios favores, debía engatusar al menos a la fémina a que aceptase sin hacer algún otro tipo de berrinche.
Cuando ya sintió completa intimidad entre ambos, abrió sus labios para hablar, pero se vio prontamente interrumpido por la voz que en un pasado le sonó angelical y ahora, si parecía ser un real dolor de cabeza ¡Pero vaya que temperamento! Y eso le gustó. En su rostro se marcó con claridad un gesto de diversión, algo irónico y sarcástico se mantuvo atento a cada comentario hasta que se dio el lujo de terminar perfectamente sus oraciones. Mientras tanto, él se mantenía prolijo y caballero. Una de sus cejas se alzó y relamiendo sus labios dejó que la cima de sus colmillos se observaran de soslayo ante la mirada atenta de la hechicera — Usaré sus cuestionamientos en retroceso, si es que aquello le parece bien, madame — Bofó, entretanto caminaba en su dirección sin vergüenza, ni temeroso de algo. Estaba seguro de cada movimiento.
— Era lógico que supiese que provengo de aquellos que portan la inmortalidad — Asumió sin culpa — Su abuela lo notó en el primer parpadeo y obviamente, también me percaté de aquello en el primer segundo — Cortó un poco más de la distancia entre ambas anatomías — Asumo que siendo ella quien mueve las cuerdas en la familia, la cabecera, la mandamás, la… titiritera de todo acto, si a ella no le acomplejó ésta… a ver, como decirlo…— Guardó silencio un par de segundos para continuar — ¿Situación? Sí, situación… si ella no le tomo peso a esta situación, es porque no le interesa comprometer a su nieta con alguien de mi especie —
Ya estando a un par de centímetros de su rostro se dedicó simplemente a apreciar cada parte tersa que este se exponía a sus baches oscuros, atentos y detallistas. A la perfección notó en ellos el dejé de normalidad, porque así, nadie. Ella no era una humana común, lo había notado antes, pero ese detalle, ese brillo que expedía su mirada se lo confirmó en menos de un pensamiento. Dedicó de nueva cuenta una ligera sonrisa, enarcó una de sus cejas, intentó recordar más de sus palabras sin tener por completo el control de las ideas que se habían fugado de su atención — Olvidé todo lo que dijo, pero si recuerdo una cosa… — Extendió su mano para acunar en ella la ajena. Alzó ésta hasta llevar su dorso a la comisura de sus labios, dejando en ellos un marcado beso como forma de presentación — Efrén Bonnet, para servirle… mujer que genera dolores de cabeza y sin finos modales — Había recordado cada una de sus palabras en el último instante.
Rápidamente regresó su mano al lugar original, retomó la distancia necesaria y dando la espalda a la hechicera se encaminó una vez más a esa estantería donde las fotografías familiares aún se exponían a quien entrase a ese sitio — Sea cual sea su opinión frente a este tema, tarde o temprano lo llevaremos a cabo ¿Tiene claro aquello? Si de mí dependiese, la boda sería mañana o esta misma noche — Sentenció, mientras entre sus dedos se detenía la imagen de infantes junto a la Clava, que en sus tiempos pasados solía ser una joven bastante bien parecida — ¿Tiene condiciones que sugerir, señorita Berdiáyeva? —
Efrén S. Bonnet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/02/2018
Re: El muro de los lamentos |Privado|
Klavdiya no se caracterizaba por dar golpes físicos, no, los de ella calaban en lo más profundo del alma. Era capaz de derrumbar a una persona sin siquiera rozarla con la punta de los dedos, y era de ese modo en el que conseguía lastimar a su nieta, al punto, de que quizá llegaría a desquiciarla. Sin embargo, si algo tenían en común, era, justamente, la testarudez, por lo que Yevgeniya tampoco cedería tan fácilmente a los caprichos de su abuela, por mucho que hiciera ésta para querer acorralarla. No obstante, el golpe de un compromiso forzado si consiguió que Yevgeniya flaqueara un poco, no como quería Clava, pero sí lo suficiente para sentirse satisfecha. Yevgeniya estaba al tanto de que no iba a librarse de aquel peso jamás, al menos que, el hombre (vampiro), en cuestión, hiciera algo que disgustara a la actual líder de los Berdiáyev, intenciones que no se reflejaban ni por asomo.
Yevgeniya se sentía frustrada, y, aunque en otra ocasión se hubiera tragado su disgusto, esa vez parecía que no conseguiría hacerlo del todo. Se estaba empezando a hartar de ser el juguete de Klavdiya, y empezaba a dejárselo bastante claro. Tal vez aquello le sumaría un castigo extra, pero ya la joven estaba completamente mentalizada por tantas cosas que había pasado desde su infancia en esa propiedad. No hay mal que por bien no venga, rezaban muchos por ahí, y quizá ella también tendría que aferrarse a esas palabras para sumarse ánimo suficiente, y así llegar a enfrentar a Clava algún día. Sin embargo, en ese momento no se trataba de Clava, sino de él... ¿Su futuro esposo?
Ni siquiera se inmutó un poco cuando estuvo lo bastante cerca, que su aliento chocaría con él. No iba a demostrarle miedo, y por es razón terminó alzando el mentón, orgullosa de su valía. Pero terminó cediendo un poco en cuanto sintió la frialdad de sus labios contra el dorso de su mano, sin apartarle la mirada de encima. Que se comportara de ese modo no arreglaría las cosas; no cambiaría su opinión con respecto al compromiso. Ella no quería casarse con un desconocido por quien no sentía nada.
—Está bastante seguro de eso, ¿no? Pero con ella nunca se sabe, así que yo, siendo usted, me limitaría a simplemente tener dudas y a no confiarme demasiado —espetó, cruzándose de brazos, con el ceño fruncido y una mirada de desafío—. Ha cometido un gran error en creer que Klavdiya iba a ceder así nada más... Siempre ha tenido el control de todo en esta casa, por lo que debería ir desistiendo de su idea y ponerse a cazar a otra ingenua que le crea cada mentira que sale de su boca.
No era ninguna idiota, y por poca experiencia que tuviera en asuntos románticos, no podía pasar por alto que Efrén Bonnet era uno más del grupo enorme de hombres interesados en sus propios asuntos, que alguien con buenas intenciones.
—No sé para qué pregunta. Mi única condición es, y será, no aceptar este compromiso. No pienso casarme con un extraño, y menos si se trata de alguien como usted —sentenció.
Yevgeniya se sentía frustrada, y, aunque en otra ocasión se hubiera tragado su disgusto, esa vez parecía que no conseguiría hacerlo del todo. Se estaba empezando a hartar de ser el juguete de Klavdiya, y empezaba a dejárselo bastante claro. Tal vez aquello le sumaría un castigo extra, pero ya la joven estaba completamente mentalizada por tantas cosas que había pasado desde su infancia en esa propiedad. No hay mal que por bien no venga, rezaban muchos por ahí, y quizá ella también tendría que aferrarse a esas palabras para sumarse ánimo suficiente, y así llegar a enfrentar a Clava algún día. Sin embargo, en ese momento no se trataba de Clava, sino de él... ¿Su futuro esposo?
Ni siquiera se inmutó un poco cuando estuvo lo bastante cerca, que su aliento chocaría con él. No iba a demostrarle miedo, y por es razón terminó alzando el mentón, orgullosa de su valía. Pero terminó cediendo un poco en cuanto sintió la frialdad de sus labios contra el dorso de su mano, sin apartarle la mirada de encima. Que se comportara de ese modo no arreglaría las cosas; no cambiaría su opinión con respecto al compromiso. Ella no quería casarse con un desconocido por quien no sentía nada.
—Está bastante seguro de eso, ¿no? Pero con ella nunca se sabe, así que yo, siendo usted, me limitaría a simplemente tener dudas y a no confiarme demasiado —espetó, cruzándose de brazos, con el ceño fruncido y una mirada de desafío—. Ha cometido un gran error en creer que Klavdiya iba a ceder así nada más... Siempre ha tenido el control de todo en esta casa, por lo que debería ir desistiendo de su idea y ponerse a cazar a otra ingenua que le crea cada mentira que sale de su boca.
No era ninguna idiota, y por poca experiencia que tuviera en asuntos románticos, no podía pasar por alto que Efrén Bonnet era uno más del grupo enorme de hombres interesados en sus propios asuntos, que alguien con buenas intenciones.
—No sé para qué pregunta. Mi única condición es, y será, no aceptar este compromiso. No pienso casarme con un extraño, y menos si se trata de alguien como usted —sentenció.
Yevgeniya Berdiáyeva- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 03/05/2017
Localización : En alguna parte de París
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