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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Carmichael Sinclair Jue Jun 11, 2015 11:42 pm

– No necesito ser anunciado, Duncan. Quiero sorprenderlos. Han pasado dos años, ¡dos malditos años! – Duncan, su segundo al mando, asintió en fingido acuerdo. Tras la muerte de James, su hermano, había sido aquél hombre quien cogiese el liderazgo para mantener la paz y tranquilidad dentro de los miembros de su clan. No había sido fácil que volviesen a aceptarle. Los Sinclair, jamás olvidaban. Tampoco él. – ¡Y vaya que vas a sorprenderlos! – Se carcajeó el viejo, mirando sobre su hombro. – ¿Cómo piensas explicarles la existencia de tu bastardo? – Los hombros del cazador se pusieron rígidos ante aquélla cuestión. No era que la misma, no se repitiera una y otra vez en su cabeza. – Baja la voz. Cromwell no sabe la verdad y jamás la sabrá. Es lo menos que puedo hacer para honrar la memoria de James. – A pesar de que habían pasado dos años desde que su hermano muriera, Carmichael aún sentía la pérdida como cercana. Si bien decían que el tiempo curaba las heridas, las de él estaban destinadas a jamás cicatrizar. Sus dos hermanos, habían perdido la vida por su culpa. Archie, porque un clan enemigo había herido su ego y James, por coger un lugar que por derecho y obligación, le correspondía a él. Cuando había sido perseguido junto a un grupo de cazadores en su última misión, Carmichael nunca se imaginó que recibiría ayuda del mismo hombre que ahora le acompañaba en su regreso a casa. Duncan le había hecho volver a Escocia a sabiendas de que solo reclamando su título, podría evitar que una guerra se desatara. – Mira que desposar a una de las sirvientas para darle el apellido a tu hijo. O James era valiente o un estúpido. – El cazador contuvo las ganas de golpearlo. La madre de Cromwell había muerto el año anterior, mientras intentaba dar a luz. Ni la criatura ni ella habían sobrevivido. Los últimos vestigios que quedaban de su hermano, también se habían esfumado tras ese trágico suceso. A  diferencia de él, que siempre había utilizado a las mujeres como una fuente de entretención; James no. ¿Desde cuándo había estado enamorado de aquélla joven? ¿Por qué demonios nunca se lo había dicho? ¿Siempre había sido tan egoísta?

Mientras la casona aparecía ante sus ojos, aquélla cuestión dejó de importarle. En lo concerniente a su familia, siempre lo sería. Shannon no tendría por qué saber la verdad, así como Cromwell tampoco. El niño, que era un año mayor que Malcolm, evidentemente extrañaba a quien creía su padre. Cuando hablaba de James, le centelleaban los ojos de la emoción, solo para ser sustituida por la tristeza cuando recordaba que estaba muerto. – Quédense atrás. Yo les haré saber cuándo pueden presentarse. Ahora, solo necesito un momento con ellos. – Conforme se acercaba a la casa, el cazador notó el abandono que se cernía alrededor de los campos y el pesar se instaló en su pecho. Incontables noches, había pensado en todo lo que había dejado en Francia. Su vida entera se había quedado allí. La relación con su esposa no había mejorado del todo, pero habían comenzado a resolverlo. ¿Le habían dado por muerto? ¿Aún esperaban recibir noticias suyas? Y entonces, los vio. Douglas, cogiendo de la mano a una hermosa y pequeña rubia. Cuando había partido, sin dar explicaciones, su hija apenas había cumplido los seis meses de vida. Ese último embarazo casi le cuesta la vida a Shannon y, tras haber pasado por ello una segunda vez con la mujer de su hermano, era consciente de que no siempre se corrían con segundas oportunidades. No. No había forma de que contase su secreto a ellos. Los niños verían a Cromwell como un primo. Era lo mejor.  De esa forma, no sabrían que era su hijo bastardo. También le ahorraría explicaciones sobre porqué nunca podría ser su heredero. ¿No había sido, después de todo, lo que había deseado James para su hijo? Él no era nadie para derrumbar aquéllos cimientos. Algún día, Malcolm heredaría todas sus tierras, como había hecho él. Bajó del caballo en cuanto llegó a la entrada de la casa. Ante el asombro, Douglas había soltado a su hermana y Carmichael no dudó en cogerla entre sus brazos. Estaba dándole un sonoro beso en la mejilla cuando la vio a ella con el mayor de sus hijos. Por sus expresiones, parecía que acababan de ver a alguien salir de su tumba.


Última edición por Carmichael Sinclair el Miér Abr 20, 2016 8:52 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Shannon Sinclair Sáb Jun 20, 2015 10:59 pm

"Vuelves a mi porque el asesino siempre vuelve al lugar del crimen"
Óscar Hahn

Malcolm no se separaba de su lado. Desde aquel fatídico día hacía casi un año atrás, el mayor de sus hijos había optado por convertirse en su escudo. Jamás tocaban el tema, era un secreto entre ellos, uno doloroso y demasiado fuerte para acariciar las heridas. Shannon no soportaba la idea de que su adorado niño hubiese presenciado cómo la vejaban, y Malcolm no soportaba la idea de que alguien volviese a hacerlo. A ambos les habían arrancado la inocencia en aquel bosque, esa tarde que recogían frutas, y era algo que no volvería a construirse. La relación de ambos se había vuelto simbiótica, y la rubia solía escucharlo sollozar por las noches. Él debía purgar su pena, y era algo demasiado íntimo para invadirlo. Se hacía un ovillo detrás de la puerta hasta que comprobaba que se hubiese dormido, y regresaba a su habitación, donde evocaba las manos del acreedor posándose sobre su cuerpo, los insultos que le decía al oído, la invasión entre sus piernas y la mirada atónita de su niño, al cual apuntaban con un arma en la sien. La violación no le resultaba tan asquerosa como que su hijo hubiese presenciado tamaña atrocidad. Cuando el hombre y su heredero estuvieron satisfechos y decidieron retirarse, Malcolm había ayudado a su madre a cubrirse los hombros con una capa y regresaron caminando, tomados de la mano.

Brianna depositó un beso en la frente de su primogénito cuando éste le alcanzó unas toallas húmedas para que se limpiase la sangre que le cubría los brazos y la mano. Ya era una costumbre que ayudase a las vacas a parir a sus terneros cuando había dificultades, y a falta de personal especializado –se había visto obligada a despedir a gran parte de sus trabajadores por no poder pagarles–, ella había asumido esas tareas. Agradecía la infinita ayuda de su cuñado, Aleck se había terminado convirtiendo en un ángel, y a la cazadora le habría encantado corresponder al sentimiento que él profesaba. Shannon había perdido la ingenuidad, y había aprendido a distinguir cuando la deseaban; tal era el caso del medio hermano de su difunto esposo, que no perdía la oportunidad de rozarla y ella, con gran pesar, rechazaba con sutileza. Nunca un hombre volvería a tocarla. Con su marido muerto y luego de ser ultrajada, había tomado la drástica decisión de cerrar su corazón y sólo vivir para sus hijos. Había dejado de esperar a Carmichael, y el cuerpo que le habían entregado pocos meses atrás, reposaba en el jardín bajo un naranjo. Allí los niños le llevaban flores y le contaban a Nerys historias de un padre que jamás conocería.

El invierno sería cruel, la cosecha no había sido buena y no había día que Brianna no se encerrase en el despacho a sacar cuentas. Ya no podía vender más tierras, la mayoría de los animales ya habían sido comprados, y no podía quedarse sin recursos que explotar. El Sol estaba cayendo, y ya era hora de que Douglas y Nerys dejasen de jugar. Salió del establo acompañada de Malcolm y rodeó la casa. Hacía días que estaba inquieta, y la imagen que observó a contraluz le paralizó el corazón. Un hombre sostenía en brazos a su pequeña, mientras Douglas observaba atónito desde el piso. Shannon se hizo sombra con una mano, tragó con dificultad y sólo fue consciente de los deditos del mayor cerrándose en torno a su falda sucia. <<No…no…>> pensaba al tiempo que caminaba hacia ellos. Creyó que estaba flotando, no sentía los pies, y la fuerza la venció ante la evidencia de la escena. A pocos pasos cayó de rodillas, incapaz de dar crédito a lo que sus ojos presenciaban. Douglas la miró con lágrimas cayendo por sus mejillas y acortó la distancia para abrazarla y esconder el rostro en su cuello. Malcolm cerró sus puños en torno a sus hombros.

¿Papi volvió? —preguntó el incrédulo Douglas, que junto a su hermano mayor habían hecho acopio de una fuerza asombrosa ante cada desilusión.  —Mami, ¿es papi? —insistió, incapaz de mirar a Carmichael por temor a que fuese una ilusión más que se rompería en segundos.

Volviste… —susurró, y apretó al niño contra su pecho. —Oh Dios mío… Volviste, volviste… —no podía llorar. Shannon creía que las lágrimas se le habían agotado, que en su cuerpo ya no quedaba una gota de ellas y que sus lagrimales se habían convertido en dos piedras. Pero allí estaba él, desarmándola una vez más, acabando con sus estructuras, desmoronando su frágil universo y reventándole la existencia. Como hacía nueve años, Carmichael Sinclair derribaba sus barreras y le recordaba lo pequeña que era ante la inmensidad del sentimiento que le profesaba. —Sí, Douglas, tu papá volvió —el nene soltó el llanto, mientras Malcolm contenía el suyo.
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Mensaje por Carmichael Sinclair Lun Nov 23, 2015 10:00 pm

Maldita sea, pensó el cazador, con una sonrisa en todo su esplendor. La niña era preciosa. El verde de su mirada parecía querer atravesarlo. La inocencia que veía en su angelical rostro lo trastocaba. Poseía la belleza de su madre y casi gimió ante la idea de que un día la arrebatarían de su lado. Ser un cazador versado en el arte de las armas, de pronto adquiría un nuevo significado. Quizás simplemente se encargaría de matar a cualquiera que se atreviese a sugerir cortejarla. Nerys había colocado su pequeña mano sobre su mejilla, como si de esa forma pudiese saber quién era él. O quizás lo sabía, pero no se atrevía a preguntarlo. No cuando tres pares de ojos se quedaban mirándolo como si fuese un extraño. Sinclair miró de nuevo a Douglas, quien había estado con su hermana hacía apenas unos momentos y no había siquiera intentado abrazarlo. ¿Le odiaba? ¿Le odiaban todos? Si por algo se caracterizaban sus hijos, era porque no tenían el menor reparo en mostrar su afecto. A pesar de ser estricto en la educación y la disciplina de éstos, el haber perdido a Archie le había vuelto blando en algunos aspectos cuando nació su primogénito. Nunca había ocultado su amor hacia ellos. Había intentado por todos los medios, ser mejor padre que el suyo y había creído que lo hacía jodidamente bien. La niña en sus brazos, parecía ajena a la conmoción que rodeaba a su familia. Por supuesto, ella no tenía recuerdos sobre su progenitor. No de la manera en que lo hacían los otros, así que suponía que esa era la razón por la que no estaba luchando por bajarse. Finalmente, su mirada viajó hasta Malcolm y su esposa. Su heredero le acusaba sin proferir palabras. Lo veía en la manera en que endurecía el rostro y empuñaba las manos. El escocés supo entonces que había crecido, más allá del físico. Como el mayor, y en su ausencia, su hijo tuvo que cargar con la responsabilidad de proteger a su madre y hermanos. Le había repetido hasta el cansancio que mientras él no estuviese, era el encargado de cumplir con su tarea. La vida de un futuro líder, desde que nacía, era diferente a la de cualquier otro niño. Aunque nunca había tenido la intención de reclamar aquello que le pertenecía, el haber elegido la vida de un cazador, no era diferente para los que formaban parte de su vida. De no haberse ido esos dos años, Malcolm habría empezado su entrenamiento.

Horst le había dado una lección que jamás olvidaría y no había estado en sus planes dejarlos nuevamente vulnerables. Por eso Duncan había fingido su muerte. Sin él para reclamar venganza, sus enemigos no tenían por qué tocar lo suyo. O al menos, había esperado que así ocurriese. Sinclair había tenido mucho que perder de haberse equivocado. “Por supuesto que soy yo,” quiso responder, pero las lágrimas que corrían del rostro de su mujer fueron suficientes para que se mantuviese callado. ¿Cómo demonios iba a explicar tantas cosas? Había parecido fácil una vez tomada la decisión de volver, pero ahora que estaba enfrente no sabía cómo resolverlo. La casona estaba en decadencia. Por donde se mirara, había señales de que una época dura les había golpeado. Él había estado disfrutando de las riquezas de sus tierras, mientras que aquéllos a quienes amaba, sufrían su pérdida. Era un maldito egoísta, pero siempre lo había sido, Shannon no podía culparlo. Miró a la pequeña entre sus brazos que ahora, luchaba por soltarse para ir a consolarlos. El cazador la bajó, resignado. Estaba solo en esa batalla. – Es una niña preciosa. – Habló, diciendo lo primero que se le vino a la cabeza. – Se parece a ti. – Agregó, con una sonrisa que no llegaba a su mirada. Nunca le había gustado ver llorar a su mujer, mucho menos ser el causante de que las derramara. Pero era un hombre que había cometido errores y que seguiría cometiéndolos. – Quise volver antes. – Explicó, mirando a Douglas en esa ocasión. Si tenía que ganarse a alguien en esa batalla, él era el primero que creía poder convencer. – Pero no pude. Les expliqué que mi trabajo a veces requiere que me ausente. No puedo guiar al enemigo a casa. ¿Recuerdan lo que pasó la última vez? – Estaba siendo brusco, pero se sentía herido. Esperaba un encuentro diferente. Él estaba malditamente feliz de estar allí de nuevo, ¿ellos tan solo habían continuado con sus vidas? – Tú lo sabes, Shannon. No les habría abandonado de no ser absolutamente necesario. – Deslizaba su mano por sus cabellos, desesperado, abrumado. – ¿No pueden venir aquí y darme un abrazo? Les he extrañado, demonios. – No solía blasfemar, pero que lo condenaran si no podía evitarlo.
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Mensaje por Shannon Sinclair Dom Dic 20, 2015 5:55 pm

Fue la actitud de Nerys lo que logró quebrar la suave capa de fortaleza que dividía al llanto de la incredulidad. Ella sabía que ese desconocido era su padre, y cuando le tocó la mejilla, Shannon no pudo frenar las delgadas cascadas salobres que le abnegaron los ojos; pero rápidamente se enjugó el rostro con las manos. Se había propuesto que sus hijos no la vieran llorar, a pesar de que en más de una ocasión la habían descubierto en aquel acto. Ellos sabían que cuando se encerraba en su habitación luego de acostarlos, era para darle rienda suelta al dolor que le oprimía el pecho. Pero ante ellos, a pesar del rostro demacrado, se mostraba entera e intentaba continuar con esa vida que no le gustaba, esa vida que no parecía suya. Recibió a la niña cuando ésta quiso desembarazarse de los fuertes brazos de su padre, y le dio un beso en la frente. Nerys no pronunciaba palabra, nunca lo había hecho, aunque entendía todo lo que la rodeaba. Se puso de pie y se la entregó a Malcolm. Podía ver el odio en la mirada del mayor de sus hijos, y detestó a Carmichael por generar eso en el corazón puro de un niño.

Malcolm, llévate a tus hermanos adentro, por favor —ignoró por completo las palabras de su esposo. Como si nunca hubiera hecho un comentario sobre Nerys, como si nunca hubiera dado una explicación escueta y vacía, como si nunca hubiera pedido un abrazo de sus hijos. Ella sabía que el desprecio le dolería, y quizá por eso lo alentó. Sintió una profunda necesidad de castigarlo.

Douglas intentó refutar la orden de su madre, pero el mayor le rodeó la nunca con una mano y lo obligó a voltearse. Eso era suficiente. Shannon esperó en silencio, dándole la espalda a su marido pródigo, y cuando la puerta se cerró, dejando en el interior a los niños, giró sobre sus talones y se permitió estudiar a Carmichael. Estaba más hermoso que nunca; tenía la piel levemente bronceada lo que le resaltaba el verde intenso de sus ojos. No había signos de violencia, nada indicaba una estadía en un sitio olvidado de la mano de Dios intentando recuperarse de la herida mortal que una bestia le había propinado: todo había sido un consuelo estúpido que ella había armado en su cabeza para justificar la intempestiva desaparición. En ese momento, deseó que estuviese muerto. ¡Sí! Al menos, de esa forma, no lo odiaría. Su ropa denotaba los lujos a los cuales se había expuesto, y no necesitó explicación alguna, había vuelto a su tierra natal.

El velo que había llevado todo ese tiempo cayó, y la ensordeció el dolor de sentirse traicionada. Ni aun cuando él se había rendido ante el cuerpo de otra mujer, sintió la profundidad de la herida. Los había abandonado, y regresaba pidiendo que todo fuera igual. Su cinismo estuvo a punto de provocarla una arcada, lo que la obligó a llevarse una mano a la boca del estómago. Lo cierto era que se había quedado sin palabras, sólo podía mirarlo, agradeciéndole a Dios su bienestar y, al mismo tiempo, maldiciendo el momento en que lo había conocido. Durante aquellos casi tres años, se había planteado una y otra vez cómo hubiera sido su vida si Carmichael no hubiera irrumpido en la parroquia el día de su boda, y se imaginaba viviendo en el gran castillo de los MacKenzie, repleta de hijos, y pensando en el heredero de los Sinclair; jamás podría olvidarlo, y su fantasma siempre la perturbaría.

Si me disculpas, iré a lavarme —de pronto, recordó que estaba bañada en sangre. Se sentía más sucia que nunca, sucia porque amaba a aquel hombre que sólo se adoraba a sí mismo. —Enviaré a un peón para que ayude a tus invitados con sus caballos, luego prepararé habitaciones para ellos y para ti —les echó un vistazo, uno parecía ser un muchachito. —La cena estará lista en una hora —alzó la mano, para detener cualquier comentario que él pudiera hacer. —Tú y yo hablaremos después, no es el momento, ni el lugar. Mis hijos —no fue consciente de la forma en que eliminó a Carmichael de su familia; durante ese tiempo había desarrollado un sentido de la pertenencia para con sus pequeños que la asustaba— seguramente están mirando por la ventana, y tus acompañantes están pendientes de nosotros. Pueden entrar y acomodarse, y no abrumes a los niños con tu historia. Te prohíbo — ¿en qué momento encontró las agallas para hablarle así? Cuando él desapareció y tuvo que cargarse al hombro a su familia— que les cuentes dónde has estado sin haber llegado a un acuerdo conmigo —suspiró. Una puntada en la cabeza la obligó a detener su discurso. —Permiso —sin más, dio media vuelta y se encaminó hacia otra de las entradas de la casa, rogado que él no la detuviera.
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Mensaje por Carmichael Sinclair Miér Dic 23, 2015 11:21 pm

Hubo un tiempo en que Carmichael fue famoso entre los clanes que, tras la batalla de Culloden, volvieron a integrarse. Su fuerza, coraje y valentía, eran palabras que se usaban para honrarlo. Sin embargo, había algo en lo que casi nadie reparaba hasta que se encontraban del lado del enemigo y esa era, su vena vengativa. Jamás se le ocurrió que una de esas personas sería Shannon. Incluso cuando ella era tan solo la hija de Mackenzie y no su mujer, nunca la consideró una amenaza. Mentiría si dijera que no estaba sorprendido por la manera en que reaccionaba a su llegada. Por supuesto que sabía que ella y los niños, exigirían explicaciones, pero había esperado que tras el shock inicial, eso fuese lo último que importara. Después de todo, no estaba muerto como ellos pensaban. No solo le ignoraba, enviaba a sus hijos fuera de su vista, a sabiendas de que eso le dolería. Llevaba dos malditos años sin verlos y, si de algo podía estar segura, era de lo mucho que significaba su familia para él. Sinclair no solo mataría por cualquiera que osara dañarlos, también moriría de buena gana de ser necesario. ¿Es que ninguno de ellos podía verlo? ¿Ese tiempo fuera borraba los años que pasaron juntos? Había estado allí en cada nacimiento, fuera de los aposentos, aguardando las buenas nuevas. Había estado allí cuando dieron sus primeros pasos, para enseñarle a Malcolm sobre caballos, cuando Douglas se lastimó por trepar un árbol. Había estado allí en cada puto cumpleaños. La única que tenía derecho a odiarlo era esa niña preciosa, que con solo unos meses de vida, tuvo que dejar atrás. Y era Nerys, la que solo había aceptado acercársele, la que con su mirada y su sonrisa angelical, le daba la bienvenida a casa. Ira, enojo, odio. Los sentimientos se arremolinaron en su pecho ante las palabras que su mujer escupía, con deseos de causar daño. Dos, podían jugar a ese jodido juego. La cogió del brazo antes de que pudiese largarse y la obligó a girarse. Le importaba un reverendo bledo que lo manchara de sangre.

– No te disculpo. – Profirió entre dientes, furioso por la manera en que ella se sentía entre sus brazos. Aunque lo negara, allí era donde pertenecía. Como si quisiera recalcar ese hecho, su mano libre la posicionó en su cintura, atrayéndola completamente a él. Sus músculos, parecían ahogar la suavidad de las curvas de su mujer. – Si no quieres que vean una escena, entonces no la provoques. No me provoques. Le amenazó, con una sonrisa falsa estirando sus comisuras. – Son mis hijos, tanto como tuyos. ¿O éstos dos años bastaron para hacerte olvidar quién los engendró? ¿Ya olvidaste que era a mí, a quién recibías felizmente entre tus piernas? – No era así como esperaba hablar con Shannon, pero deseaba causar los mismos estragos que ocasionaba ella en su interior.  Su boca, se movía sobre la mejilla de su esposa, en una cálida caricia. Carmichael parecía olvidar que tenía público. Era eso, o simplemente no le importaba. – No vas a prohibirme nada, mucho menos no tener acceso a lo que es mío. ¿Ahora que maldita excusa te vas a inventar? No hay un embarazo en el que te puedas escudar, ¿dirás que ya no me deseas? ¿O que realmente preferirías saberme muerto? – La última cuestión la lanzó con coraje, como si no le importase la respuesta que le diera. Apartó su cabeza lo suficiente para que sus miradas se encontraran. La de ella estaba aún abnegada en lágrimas, pero la suya, estaba encendida. – Si les importa una mierda mi regreso, como parece ser, entonces tengo poco que decir o hacer; pero ésta es mi casa y ustedes son mi responsabilidad. ¿Vas a ser tan egoísta como para negarles a nuestros hijos la posibilidad de una vida mejor? Malcolm es mi heredero, ¿qué se supone que estaban haciendo? – Su mirada viajó hasta las ropas que cubrían el cuerpo de su mujer. Parecía que acababan de matar a alguien. Un carraspeo tras él, le hizo recordar dónde estaban. – Necesitarán habitaciones, pero yo ocuparé la misma de siempre.– Y por la misma, se refería a aquélla que compartían. Si bien existían dos habitaciones principales, la pareja había optado por dormir juntos. – No creas que no noté que esperabas enviarme a otra. No soy uno de los niños. No puedes castigarme enviándome a dormir fuera. Soy quien dicta las reglas, ¿recuerdas? –
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Mensaje por Shannon Sinclair Lun Ene 18, 2016 6:23 pm

Por un instante que pareció una eternidad, cuando Carmichael la tomó del brazo y la acercó a él, la mente de Shannon viajó hacia sus agresores. La sensación de ser forzada nuevamente la estremeció, y le costó reaccionar ante las palabras de su marido. Tomó consciencia de que era él —y no los dueños de sus pesadillas— el que la envolvía y le brindaba su calor. Un fugaz sentimiento de flaqueza casi la obliga a permitirse disfrutar del contacto con Carmichael, del leve dolor que le provocaba envolviéndola, de la sorna y el rencor que reflejaba su voz. Pero no, recordó el abandono y la desidia, la humillación y la tristeza, el insomnio y las lágrimas, sus dos niños preguntando y esperando, y si bien sabía que no montaría una escena –por la sola y sencilla razón de que no quería que los pequeños la presenciaran-, estuvo tentada a empujarlo, abofetearlo, y decirle que sí, que lo quería muerto, al menos se ahorraría el pesar que se le había instalado en el corazón.

Deja de tratarme como a esas… —se frenó, sofocando una grosería— mujeres de mala vida con las que me has engañado —se sentía profundamente insultada por la forma en que él se dirigía. No toleraría su falta de respeto; era la madre de sus hijos, la que se había quedado allí, esperándolo como una verdadera estúpida. Sentía su orgullo magullado. —Me alegra que hayas vuelto, los niños no merecen crecer sin un padre —concedió, aunque la mueca con la que acompañó sus palabras, daba muestra de la contradicción que la envolvía. Apoyó ambas manos en su amplio pecho, un escalofrío la recorrió, ¡cuánto había anhelado volver a sentirlo! Pero, en lugar de entregarse a lo que él despertaba, intentó zafarse, en vano. — ¿Ahora piensas en Malcolm? —preguntó entre dientes, para no alzar la voz. —No tienes idea de lo que ha sufrido todo éste tiempo. Y estábamos ayudando a una vaca a parir, casi no quedan empleados —desvió el rostro, arrebatada por la vergüenza.

La discusión se cortó en el momento que uno de los acompañantes de Carmichael, se acercó. Aprovechó para alejarse de su esposo y hacerle una reverencia al hombre, ya mayor. La nostalgia la invadió cuando la saludó en gaélico, y sintió como si hubiera vuelto a las Highlands. El caballero se presentó como Duncan, se dirigió a ella como señora e hizo una observación sobre el parecido de Shannon con su madre. No imaginó que aquello la afectaría tanto, y debió contenerse para no romper en llanto. Si bien Janet nunca había sido ejemplar en su rol materno, era quien le había dado la vida y quien le había dado lo mejor de sí. Si bien, en su juventud, pensó mucho en el desamor de la mujer, cuando tuvo a Malcolm logró comprenderla. A ella también se le moriría el alma si perdiera a uno de sus retoños. Terminó por acercarse el muchacho, Cromwell Sinclair, y Shannon no pudo negar el parecido con Carmichael. Se notaba a leguas que la misma sangre les corría por las venas. Íntimamente, agradeció la interrupción, no soportaba más la tensión con su marido. Se excusó y logró desaparecer de cualquier arrebato de su esposo.

Tras acicalarse para parecer una persona decente, ayudó a la cocinera con la cena, que no eran más que unas verduras y un pollo que ella misma había tenido que descogotar, lejos de la mirada de sus pequeños. Aún los preservaba de escenas como aquella, pero no había logrado protegerlos de sí misma y de los problemas con Carmichael. Durante esos cuarenta y cinco minutos que pasó picando e hirviendo, reflexionó sobre lo que se avecinaba. Estaba completamente perturbada, no sabía cómo proceder. Nerys había aparecido en la cocina y se había quedado allí, jugando en silencio sobre una silla. La nena parecía acongojada, como si el clima que se respiraba en su hogar la hubiera contagiado. Ella, que era un cascabel, siempre sonriente, de pronto se había apagado. Observarla le dio la pauta de lo que debía hacer: ocurriese lo que ocurriese, no permitiría que Carmichael los destrozara a ellos también. Ayudada por la doméstica, sirvió la comida con Nerys en la cadera. Su marido, como si nunca se hubiera ido, ocupaba la cabecera de la mesa –que durante esos dos años ella había decidido tomar-, Malcolm a su derecha, Douglas a su izquierda, y al lado de éste, los dos visitantes. El silencio reinaba de forma ensordecedora. Cuando estuvo a punto de sentarse junto a su hijo mayor, Nerys lloriqueó: tenía hambre.

Si me disculpan, debo alimentarla —le dolió tener que dejar a los dos nenes en aquella incómoda situación, pero confió en que Carmichael no diría ni haría nada para lastimarlos. Se ubicó en la habitación contigua, en la mecedora testigo de tantos atardeceres de espera. Nerys se prendió de uno de sus pechos, mientras jugueteaba con uno de los bucles que a Shannon le habían quedado sueltos. La paz que le transmitía su hija, era lo único que la salvaría de la locura.
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Esclavos del Tiempo | Privado +18  Empty Re: Esclavos del Tiempo | Privado +18

Mensaje por Carmichael Sinclair Mar Feb 23, 2016 12:51 am

Apretaba la mandíbula con fuerza, maldiciéndose internamente por su arrebato. En cada oportunidad que tenía, su mirada se encontraba desviándose hacia su mujer. ¡Se veía tan jodidamente hermosa! Carmichael la había extrañado. Las noches en Escocia, habían sido tan solitarias y frías. Su cama vacía, sólo lo hacía añorar lo que había dejado atrás. Incontables veces, estuvo tentado con la idea de ir a buscarlos, incluso mandar a traerlos o escribirles para decirles que estaba bien, que arreglaría las cosas y estaría pronto de regreso. Los días, no eran más fáciles. Había estado acostumbrado a ver a los niños jugando a su alrededor, riendo por sus travesuras o corriendo junto a sus mascotas. Él había asumido el papel de padre para su hermano pequeño, Archie, por lo que cuando Malcolm llegó, Sinclair había estado absolutamente loco por el regalo que le había dado Shannon. Que le hubiese acusado de no pensar en el bienestar de su heredero, le había herido profundamente, ¡pero eso ella lo sabía! Esa había sido su intención, lastimarlo con sus palabras, de la misma manera en que él lo había hecho ante su rechazo. ¿Sería su odio insuperable? ¿Jamás lo perdonaría? ¿Le permitiría siquiera explicarse? Con todas esas preguntas carroñeras, devorándolo, comió sin entusiasmo. El único que parecía disfrutar de los alimentos, era Duncan. Le obsequió un ceño fruncido cuando halagó, jovial, que estaba delicioso. No le importaba insultarlo por gozar de lo que había preparado las manos de su esposa, cuando él, no le encontraba sabor alguno. Todo ese largo viaje, había esperado ansiosamente llegar a casa para disfrutar de una buena comida y una cama cálida, con ella entre sus brazos, como siempre debió ser. ¿Qué demonios había pasado en su ausencia para que cambiase tanto? Era difícil reconocer a la madre de sus hijos en esa mirada. Por un pequeño lapsus de tiempo, había visto su miedo y sentido su estremecimiento, como si la tocase un extraño. ¿Se sentía asqueada por su presencia? ¿Ese era el verdadero motivo por el que no intimaran tras saber que estaba encinta? Antes, el embarazo no había supuesto ningún impedimento. No los primeros meses, al menos. No es eso, se reprendió a sí mismo, sólo no me ha perdonado por tener una amante. Cuando Lucrèce había aparecido ante las puertas de su hogar, Shannon había entrado en labores de parto y se habían limitado a una tregua para no manchar la alegría que suponía tener un nuevo miembro en la familia. Luego llegó su desaparición y…

Suspiró. Los niños comían en absoluto silencio. Cromwell no levantaba la mirada de su plato, mientras que Douglas no le quitaba la vista de encima, como si creyese que en cualquier momento desaparecería. A pesar de haber crecido, seguía siendo el mismo pequeño risueño. Sus ojos azules le sonreían, mientras que los verdes de Malcolm, le juzgaban. Suponía que debía estar agradecido porque Shannon había confiado lo suficiente en él, como para dejarlos solos, consigo. Una voz maliciosa en su cabeza, le dijo que la única razón por la que lo había hecho, fue porque Nerys reclamaba su atención. ¡Maldita sea! Dos años y se sentía como un completo extraño en su casa. Una casa en decadencia, sin sirvientes, se recordó. ¿Cuántos se encargaban de mantenerla funcionando? ¿Quién proveía? Las ropas de sus hijos, dejaban mucho que desear. Como mercenario, Carmichael había tenido ingresos beneficiosos, que servían para educar a los pequeños, vestirlos y alimentarlos. No había sido necesario, no si hubiese mantenido su fachada como primogénito de los Sinclairs. Y realmente, qué excusa sería válida, para llevar una vida sin preocupaciones, cuando tenía cuatro personas que dependían de él, se preguntó. – ¿Puedo levantarme, padre? – La voz de Malcolm, lo sacó de su ensimismamiento. No se le escapó la manera en que pronunció la última palabra, con desprecio y acusación. Si no fuese por la mirada de Douglas, que parecía debatirse entre seguir a su hermano como apoyo, cuando en realidad quería quedarse para estar con él, le habría permitido marcharse. Su boca se abrió para refutar, pero de inmediato la cerró. Una idea le golpeó con fuerza. – ¿Por qué no le muestras a tu primo los alrededores? Vivirá con nosotros a partir de hoy. Será un nuevo miembro de nuestra familia y espero que sea tratado en concordancia. – En esa ocasión, dirigió su mirada al último niño. – Cromwell, éste es Malcolm, mi hijo mayor. Douglas es el que está sentado a mi izquierda. Te hablé de ellos. – Había mencionado eso último, con la esperanza de que supieran, que siempre estuvieron en sus pensamientos. Sólo esperaba que las clases de gaélico, no se hubiesen interrumpido. – Douglas… – Douglas se les unirá después, tenemos mucho de qué hablar, agregó para sí mismo. Satisfecho por su proceder, esperó a que éstos se levantaran de la mesa y salieran. El pequeño rubio, le diría todo lo que había pasado en su ausencia, de eso estaba absolutamente seguro.
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Esclavos del Tiempo | Privado +18  Empty Re: Esclavos del Tiempo | Privado +18

Mensaje por Shannon Sinclair Dom Mar 20, 2016 8:12 pm

Cuando Shannon cantaba en gaélico, Nerys se sumía en un sueño profundo. De la única forma de que su pequeña se durmiera, era si tomaba el pecho mientras su mamá le recitaba historias en aquel idioma casi muerto. Así pasaban una hora completa, hasta que la pequeña, finalmente, liberaba el pezón de su mamá para respirar con una tranquilidad que, en aquella casa, ya no existía. Quería preservarla de todo y de todos; se negaba a que Nerys creciera, quería que continuara siendo esa bebé dependiente y alegre, a la cual había que interpretar porque no pronunciaba palabra alguna. Ella parecía entender todo, pero no sabía expresarse por medio del habla, y si bien era una preocupación, Shannon había decidido no presionarla. Se convencía pensando que, quizá, no había nada interesante para que dijese. Los únicos sonidos que su boquita emitía eran las risas o los llantos –estos últimos muy escasos, resultó ser muy tranquila- pero nada de frases, nada de oraciones.

Salió de la habitación, con Nerys en brazos, sorprendida por el silencio que reinaba. Entornó los ojos, debido a la luz, y descubrió que en la mesa sólo estaba Carmichael, con Douglas dormido en sus brazos. Vio en sus ojos al hombre que siempre amaría; su expresión afectada le oprimió el pecho. Contemplaba al niño como si acabara de descubrirlo, y le recordó a la primera vez que sostuvo a su segundo hijo luego de que ella lo diera a luz. Se le entibiaron los ojos, y tragó el nudo que se le formó en la garganta. Sabía que estaba a punto de ceder, pero recordó todo por lo que habían pasado y lo asoció al ropaje espléndido que lucía el cazador, y supo que no le sería tan fácil despojarse del rencor que había acumulado. No estaba cómoda en esa posición, su naturaleza benevolente entraba en conflicto con la herida sangrante que le atravesaba el alma. ¿Era posible amar y odiar con la misma intensidad, a la misma persona, al mismo tiempo?

Llévalo a su habitación, yo acostaré a Nerys —susurró, antes de desaparecer por las escaleras que conectaban con la planta alta del hogar. Se preguntó qué habría dicho Douglas, si le habría contado sobre todo lo malo que habían pasado –incluida la indeseable visita de Horst Neumann- o si, al contrario, le habría hablado sobre sus avances, sobre los juegos con Nerys o la seriedad de Malcolm. El hijo del medio de los Sinclair era sumamente sincero y espontáneo, y estaba casi segura que había sido capaz de resumir aquellos dos años en pocos minutos.

La casa estaba sumida en una tensa calma. Sólo se escuchaban sus pasos en la madera crujiente, e imaginó que todos los niños –hasta Cromwell- habían caído rendidos en sus camas. Antes de salir de su habitación, donde continuaba estando la cuna de la pequeña, le echó un vistazo a la cama que había preparado para que descansase su esposo. No volvería a compartir el lecho con él, no después de todo el daño que le había hecho. No merecía aquel destrato, había respirado por Carmichael, y lo único que había obtenido era su traición y su abandono. En el pasillo, no lo divisó, por lo que imaginó que se encontraría con los niños. A ambos siempre les había gustado contemplarlos mientras dormían. Bajó al living, donde levantó la mesa y llevó todo a la cocina. El escaso servicio doméstico también parecía haberse esfumado, como si la presencia de Sinclair fuese necesaria para cubrir todo. Y lo era. Él llenaba todos los espacios, pero se negaba a admitirlo.

Se recogió el cabello en un rodete, se arremangó y decidió lavar. La ayudaría a despejar la mente, o eso creía. Detalladamente, le quitó la suciedad a las ollas y las ubicó a un costado. Continuó con los platos, pero descubrió que ya no estaba sola. Podía sentir la mirada de su esposo clavada en su nuca, seguramente se encontraba parado a sus espaldas, quizá apoyado en el marco de la puerta, con su humanidad espléndida abarcándolo todo, empequeñeciéndola. No volteó, sólo continuó en silencio, pero él la afectaba de una forma que jamás podría controlar, y no tardó demasiado tiempo en perder los estribos. Un plato se le resbaló de las manos y lanzó un insulto en gaélico, una de las tantas nuevas facetas que había adquirido a lo largo de esos veinticuatro meses sin su marido.

¿Vas a quedarte toda la noche parado observándome? Imagino que hiciste un viaje demasiado largo y estás cansado —ya su voz no sonaba con la hostilidad de horas antes, sino agotada y cargada de aquel dolor que la transformaba y le rasgaba las entrañas. Giró sobre sus talones y se apoyó en la mesada. No se cansaría nunca de mirarlo. —Es tarde, Carmichael. Ve a dormir, no quiero hablar contigo. No hay nada que decir. Tengo dos preguntas para hacerte y no creeré ninguna de tus respuestas. Terminaremos discutiendo, y no tengo deseos de pelear —dijo con resignación, mientras se secaba las manos.
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Esclavos del Tiempo | Privado +18  Empty Re: Esclavos del Tiempo | Privado +18

Mensaje por Carmichael Sinclair Lun Mar 21, 2016 12:20 am

El silencio que reinaba en el hogar de los Sinclairs, sólo acentuaba el pesar en su pecho. No se sentía diferente a las noches en Escocia y, sin embargo, lo eran. Había demorado en las habitaciones de sus hijos, simplemente observándolos dormir, ajenos a su presencia y a cualquier mal que merodeara fuera. Horst Neumann, tenía mucho por lo que responder. El bastardo, se había metido en sus dominios, aprovechándose de su partida para amedrentar a su familia. Lo primero, podría habérselo perdonado; pero eso último, nunca. Carmichael, podía sentir la furia construyéndose en su interior, la ira corroyéndole las entrañas, la bilis subiendo por su garganta y el odio reflejándose en su mirada. Oír el miedo en la voz de Douglas, reafirmaba su resolución de darle caza. Sabía qué clase de hombre era y lo que podría pasar si seguía adelante con esa idea, pero no iba a sentarse de brazos cruzados tras lo que consideraba, una declaración de guerra. El escocés, había insistido en que su hijo le contase todo lo que recordase, que para desgracia suya, no había sido mucho. Si quería saber más, tendría que preguntarle a Malcolm. Después de ello, el pequeño se había enzarzado en contar anécdotas de sus hermanos y él. Hablaba con tanta facilidad y soltura, como si hubiese estado almacenando todos esos recuerdos, para contárselos a su regreso. Sin duda, el rubio poseía no sólo la belleza de Shannon, sino también su encanto. Cuando fuese grande, Douglas dejaría una estela de corazones rotos por doquier, como era digno de un Sinclair. Aunque había sonreído, atento a cada una de sus palabras, no pudo evitar que su mente divagara en otras direcciones; justo como lo hacía en esos instantes. Antes de ir en busca de su esposa, pasó por la habitación de Nerys. Había apartado un mechón de la frente de su hija, quien suspiró entre sueños. Al cazador le gustaba pensar que ella, era consciente de quién la visitaba. – Y yo seré el único hombre en tu vida, princesa. – Había susurrado, no sin cierta amenaza en su voz. – Nadie te hará daño. Mamá y tú, son mi tesoro más preciado. – Sólo tengo que recordárselo, pensó, mientras deslizaba sus dedos sobre la suave mejilla antes de alejarse. Ya había notado la cama, que olía a limpio, lista para albergar a alguien. ¿Pensaba Shannon dormir allí? ¿Dónde se había metido? Si no la conociera bien, diría que le estaba evitando. ¿Temía estar a solas con él?

La encontró en la cocina y, no supo por qué, pero se detuvo simplemente a observarla. Verla, le robaba el aliento. Los rayos plateados de la Luna, que entraban por la ventana, le iluminaban; dándole ese halo mágico que atraía a su alma de aventurero. No podía negar, tampoco, que la deseaba. Siempre lo haría. Estaba famélico de sus caricias y sediento de sus besos. Sus pies le pedían que acortara la distancia, mientras que sus brazos, exigían que la envolviera con ellos. Sin embargo, no lo hizo. No importaba que todo su ser se rebelara. Quería contemplarla, así, sin la tensión en sus hombros ni el odio en su rostro. Allí, con Shannon dándole la espalda, podía pretender, por unos eternos minutos, que todo estaba bien. Esa vez, no había sonrisas cínicas ni arrogantes en su boca. Todo el amor y deseo que le profesaba, se podía leer fácilmente en su mirada y; un poco más en el fondo, la soledad contra la que intensamente luchaba. Fue su voz la que rompió el hechizo. Sinclair casi podía oír cómo se fragmentaba, en cientos de frágiles filamentos. – Podría quedarme toda la vida así, Shannon. Observándote. – Sus ojos buscaron los suyos, como si estuviese pidiéndole permiso para lo que haría a continuación. Carmichael se acercó, de la forma en que sólo un hombre con convicción de lo que quiere, puede hacerlo. Cerró la distancia, acorralándola. Con sus manos sobre la mesada, y su cuerpo ligeramente encorvado sobre el ajeno, su mujer tenía dos opciones: echarse para atrás y así permitirle a él tener mejor acceso, o quedarse justo así, también a su merced. No había escapatoria y eso, era lo que parecía decir su aliento. – Yo tampoco deseo pelear. Te eché tanto de menos, amor mío. ¿Qué quieres oírme admitir? ¿Que estoy perdido sin ti? Porque lo estoy. ¿Que me está volviendo loco ésta situación? ¡Lo está! Te amo, Shannon. Lo hice desde la primera vez que te vi, y lo haré hasta que expire mi último aliento. – Acarició sus labios con los suyos, persuadiéndolos a que se abrieran. – Vengo de las habitaciones de nuestros hijos y no puedo evitar pensar, que no lo hicimos mal. No lo hice mal. – Sinclair, era un hombre atormentado. En sus palabras, se podía apreciar la necesidad. – Déjame entrar. No me dejes fuera. No puedo soportar tenerte tan cerca y a la vez, tan lejos. – No era sólo a su boca a lo que se refería. El escocés, le pedía de nuevo que confiara en él. – Dos años sin ti, ha sido una maldita tortura. No prolongues más mi aflicción. – Detestaba rogar, y la cazadora lo sabía; pero eso sólo dejaba ver, cuán importante era ella en su vida.
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Esclavos del Tiempo | Privado +18  Empty Re: Esclavos del Tiempo | Privado +18

Mensaje por Shannon Sinclair Jue Abr 14, 2016 8:26 pm

Él la había roto. Carmichael la había fracturado en millones de pedazos, que ella estaba reconstruyendo desde que se había enterado de su traición. Su posterior desaparición, sólo había colaborado para destrozar lo poco que había conseguido juntar. Pero se había levantado, había renacido de sus propias cenizas, y si bien no era como el Fénix, había llegado hasta allí, alzando trocito por trocito, uniéndolos a base de lágrimas y amor por sus hijos. Había batallado con sus propios demonios y con la soledad, y él se dignaba a volver, para desarmarla de nuevo. Su sola cercanía fue suficiente para hacerla ceder. Languideció en sus brazos, en su calor, en su aroma tan familiar, en su roce, en sus ruegos. Quería que le siguiera rogando, quería que se arrastrara por ella; y al mismo tiempo, su alma bondadosa, no podía permitirle que continuara rebajándose. Aquella tormenta que sólo él tenía el poder de desatar, la obligó a cerrar los ojos para escucharlo, a humedecerse los labios para volver a sentir su sabor. Inspiró tan profundo que el pecho le dolió, ¿o le dolió por ellos? Sí, esa historia que tenían le dolía, le atravesaba las entrañas y se alojaba en su alma, como una punzada.

Con los brazos a los costados del cuerpo, se creía incapaz de moverse. Ansiaba tocarlo, ansiaba abrazarse a su cuerpo fuerte, ansiaba decirle que lo perdonaba. A punto estuvo de pronunciar esas últimas palabras que habían muerto en su mente, al percatarse de que, en ningún momento, Carmichael le pedía perdón por haberse ido y haberlos abandonado. Así era él. Egoísta hasta la médula; no tenía la capacidad de aceptar el dolor que le había provocado a su familia y, por consiguiente, no pedía disculpas. Abrió los ojos, como una prueba física de que se había dado cuenta de quién era realmente el hombre con el que se había casado. Retuvo las lágrimas, porque no quería seguir humillándose. Lo amaba con la furia de mil volcanes, pero en todos esos meses de desidia, había aprendido a quererse a sí misma, y eso chocaba con la devoción pagana y ciega que había sentido en el pasado.

Tú no me amas —sentenció, corriendo el rostro, para que los labios de su marido le rozasen la mejilla. Por segunda vez en la jornada, le apoyó las manos pequeñas en el amplio pecho, y lo alejó escasos centímetros, para enfrentarse a su mirada desconcertada y apasionada. Amaba sus ojos, ese verde intenso que le arrebolaba las mejillas, aún en aquellas circunstancias. —Tú no me amas, Carmichael —repitió. —Amas a tus hijos, y te amas ti mismo, pero no a mí —completo, visiblemente decepcionada. —Si me amaras, no me harías tanto daño. Si me amaras, yo sería suficiente para ti, pero no lo soy —hablaba en un hilo de voz. — ¿Con cuántas mujeres me has engañado en todos estos años? Sí, lo sabía… Ni debes recordarlo —sonrió con profunda tristeza. —Si me amaras, no serías capaz de acostarte con otras. Yo sí te amo —se sinceró— te amo más que a mí misma, y es por eso que no soporto la idea de que otro hombre me toque —el recuerdo negro le nubló la mente por unos instantes y le erizó la piel de miedo. —Quiero que imagines que te engaño —lo desafió. —Eso que estás sintiendo, no es ni una mínima parte de lo que yo siento —lo recorrió con los dedos hasta la garganta y la envolvió. —Hoy sentí deseos de matarte —susurró. Sus manos continuaron hasta su nuca, donde descansaron.

¿Por qué me lastimas tanto? —preguntó mortificada, antes de acercar su rostro. Ésta vez, fue ella quien le rozó los labios. — ¿Por qué tuviste que regresar? —con sus dientes, atrapó suavemente su generoso labio inferior. — ¿Por qué te amo de ésta manera tan visceral, Carmichael? Mi padre tenía razón cuando me dijo que eras un traidor, y aquí estoy, enloqueciendo de deseo por ti —no podía ocultar la urgencia con la que lo necesitaba. Shannon era débil ante él, no tenía otra explicación. De nada había servido su actitud hostil y, por momentos, indiferente, a lo largo de todo ese fatídico día; finalmente, Carmichael conseguía lo que quería, como siempre: tenerla a su merced. Era tan pequeña ante él, en todos los sentidos. Si de algo estaba segura, era de que no obtendría su perdón si llegaba a engañarlo o abandonarlo, la destruiría; sabía que Sinclair sería capaz de matarla si tenía la osadía de, siquiera, pensar que podía permitir que otro hombre la tocase. No le importaría que fuera la madre de sus hijos, tampoco todos sus actos viles. Carmichael podía hacer y deshacer a su antojo, el imperio sobre ella y sobre los niños era total, o así lo había sido hasta hacía dos años. ¿Le permitiría volver a ejercer sobre ellos aquel poder atronador? Estaba demasiado confundida y, para ser sincera consigo misma, lo único que quería era que su esposo, ese al que odiaba y amaba al mismo tiempo, le recordase que ella le pertenecería hasta el día que la muerte decidiese llevarla. —
Te amo, Carmichael. No te imaginas cuánto te amo y cuánto me dueles…
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Esclavos del Tiempo | Privado +18  Empty Re: Esclavos del Tiempo | Privado +18

Mensaje por Carmichael Sinclair Miér Abr 20, 2016 8:51 pm

Te amo, ¡maldita sea! Más que a la vida misma. ¡Más que a mi vida! Ante sus falsas acusaciones, Carmichael se defendió. Si bien, ninguna de esas palabras fueron escupidas de su boca, su mente gritaba que su mujer, lo estaba calumniando. No podía creer que pusiera en dudas todo lo que sentía por ella. No había escogido una esposa para que le diese hijos, o porque existiese de por medio un contrato. La había elegido a ella, a Shannon Mackenzie, porque tonta y estúpidamente, se había enamorado. Pero entonces, su voz desolada y decepcionada, penetró la muralla que rápidamente empezaba a construir, para defenderse de sus ataques. El hombre que se la llevase de tierras escocesas, del lugar que la vio nacer, para reclamarla como suya, había fallado; no sólo a ella, sino también a sí mismo. Había prometido honrar su matrimonio y no porque así lo dijesen los votos. Fue esa noche, tras consumar su unión y probar la dicha de tenerla entre sus brazos, que Carmichael descubrió que allí era dónde siempre pertenecería. Si era sincero consigo mismo, reconocería que había estado con otras mujeres para castigarla. Shannon le había rechazado y él no había podido soportarlo. – Quería lastimarte. – Habló finalmente, besándola con urgencia, deteniéndose sólo unos segundos para explicarse. Se lo debía, ¡demonios! – Pero sobre todo, quería demostrarme que no te necesitaba, como tú parecías no hacerlo. Cada vez que te tocaba y me rechazabas, no herías a mi ego, Shannon. Me herías a mí. – La boca de Sinclair, se deslizaba por el rostro de su esposa, marcándola con su aliento. Le mordisqueó la barbilla, depositó un beso en el cuello e inhaló el aroma que desprendía su piel sobre el escote. Era ahora el cazador, quien quería descubrir esos pechos para amamantarse. Deseaba probarla, beber de ella hasta que lo alejara o sucumbiera. Aflojó la tela con evidente destreza. Habían hecho eso cientos de veces, pero siempre parecía como si fuera la primera vez. La desesperación, la excitación, el placer. Estaba completamente duro, anhelando su toque. – ¿Cómo puedes decir que no te amo? Si eres todo lo que pienso, todo lo que quiero y todo lo que necesito. – Gruñó esas últimas palabras, pues sus manos, habían llegado a casa. Había arrugado las faldas de sus ropas sobre la cintura, importándole un carajo dónde se encontraban. Sus palmas, completamente abiertas, masajeaban los muslos; pero eran las puntas de sus dedos, quienes se burlaban, deteniéndose cerca de su entrada.

A esas alturas, la respiración de Sinclair era pesada. Apartó una de sus manos, no sin cierto recelo para coger una de las de ella. La llevó hasta su erección, que palpitaba por su atención. – Tócame. Soy tuyo. No me rechaces. – Más que una petición, sonaba a una orden. Parecía que el escocés, se había cansado de suplicar. Los movimientos bruscos, sólo hicieron que los pechos de su mujer escaparan de su prisión. Sin poder esperar más, bajó la cabeza y pasó la lengua sobre el sensible pezón de uno. No había nada más hermoso que los senos de su esposa, que hacía unos instantes, habían alimentado a su hija. Ahora era su turno para jugar con ellos. – Extrañaba éste olor. – Murmuró, perdido en ella. Frotó su nariz contra ellos, acariciándolos con su incipiente barba. – Mi preciosa Shannon. ¿Sabes lo que voy a hacerte? – Por supuesto que lo sabía. Nerys no era su primera hija y ellos, siempre habían sido grandes amantes. No habían interrumpido sus relaciones sexuales durante los embarazos. Carmichael encontraba atractivo su cuerpo, especialmente cuando veía su vientre hinchado, abrigando a su hijo nonato. Le gustaba experimentar posiciones, buscando siempre el bienestar y placer de ella. Finalmente, engulló el pezón y absorbió. El líquido, caliente y dulce, emanó a su garganta y él, empezó a tragar. La marcaba con sus dientes, a la par que tiraba de ellos. Rugió de satisfacción al sentir cómo tiraba de sus cabellos para acercarlo. Había maniobrado su bragueta para sacar su miembro, erecto como un mástil. ¡Maldita sea! Si seguía así, iba a correrse como un principiante. Esa era la primera vez que volvían a estar juntos, después de dos años y no iba a arruinarlo. Cuando terminase, lo haría completamente enterrado en su cuerpo. – Nadie jamás va a conocerte tan íntimamente como yo. No podría soportarlo. Ni siquiera quiero imaginarlo. Fuiste hecha para mí. Sólo para mí, ¿entiendes? – Levantó su cabeza para besarla. Hundió su lengua en la cálida cavidad, recorriendo cada recoveco con pereza, como si tuviese todo el tiempo del mundo para ponerse al día. Cuando decidió que fue suficiente, se apartó, llevando sus fauces hasta su lóbulo. – Guíame, cariño. Llévame profundamente. – Sus caderas se movían. Estaba tan excitado, que Carmichael juraba que por sí sólo podría introducirse, pero quería que fuera ella quien lo hiciera.  
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Esclavos del Tiempo | Privado +18  Empty Re: Esclavos del Tiempo | Privado +18

Mensaje por Shannon Sinclair Sáb Mayo 14, 2016 5:34 pm

Eran un cúmulo de errores. Se habían equivocado tanto, que Shannon no se dio cuenta en qué momento, de esos casi diez años juntos, se habían perdido el uno al otro. Habían sido dos chiquillos enamorados, que habían desafiado las normas y a sus familias, y se habían escapado, en medio del escándalo, se habían casado y habían creído que el mundo les pertenecía. Había llegado su primer hijo y juntos se habían descubierto en ese difícil rol de padres. Ninguno había sabido bien qué hacer, cómo enfrentar lo que se les avecinaba como familia, pero lo habían logrado, porque en ese momento el amor les había alcanzado. Shannon tenía la certeza, mientras sus manos la recorrían, mientras su boca le arrancaba gemidos y escalofríos, de que ya el amor no les era suficiente. Adoraba a Carmichael con todo su ser, se habría amputado los miembros por su marido, se habría arrancado el corazón por él, pero algo muy profundo le dictaba que ya no era la misma, que ya no quería salir lastimada de todo eso. Ella tenía su cuota de culpa, lo había rechazado una y otra vez, en lugar de contarle sobre el mal que la aquejaba, había violado su confianza, pero eso no justificaba los engaños y el abandono de Carmichael.

Sin embargo, él tenía la capacidad de ensordecer sus pensamientos, y esas reflexiones fueron diluyéndose a medida que la excitación se abría paso en su cuerpo. De pronto, le pareció que llevaba demasiada ropa, que nunca estaba lo suficientemente cerca de su marido y que los latidos en su intimidad eran verdaderamente dolorosos y punzantes, como ese amor tan hondo que profesaba por él. Lo instó a que bebiere de su leche, esa misma que la conectaba de una manera única con Nerys. Siempre le había gustado observar cómo la boca de Carmichael, con sus labios genrosos, envolvían sus pezones y succionaban, y no pudo evitar enredar sus dedos en su cabello. Hizo la cabeza hacia atrás, acometida por esa sensación de debilidad que la recorría por completo, incapaz de llevarle la contraria a sus palabras, a pesar de que seguía sintiendo que él no la amaba lo suficiente, que no la amaba de la misma forma que ella a él. Poco importaba, cuando lo único que estaba deseando era tener a Carmichael en su interior, completándola, porque eso era, él la llenaba en cuerpo y alma.

No, nunca. Nadie —contestó, con la voz entrecortada, y sus manos pequeñas envolvieron el miembro erecto, caliente y suave de su marido. Había seguido su orden, incapaz de contenerse. Siempre había adorado tocarlo. — ¿Realmente eres mío? —pensó en voz alta, y como no se atrevía a escuchar una respuesta, atrapó sus labios y ésta vez fue ella la que hundió su lengua en su calidez. Lo besaba, y sus dedos subían y bajaban. Era tan hermoso... Y sabía perfectamente lo que le haría. Una de sus manos lo soltó, y acunó sus testículos, estimulándolos con movimientos suaves. —Prométeme…prométeme que, pase lo que pase, no volverás a irte. Prométeme que no volverás a abandonarme —le rogó, sin despegarse lo sufi.

Soltó a Carmichael, apoyó las palmas en la mesaba y se impulsó, para sentarse. Lo atrajo hacia ella por las solapas y lo besó con furia desmedida, temía que se le escapara. Se dio cuenta que su pánico se debía a que pensaba que tenerlo de nuevo era un sueño, uno más de tantos, otro de esos que luego la atormentaban por días. Le quitó el prepucio, y lo guió hacia su interior, hacia ese lugar que sólo a él le pertenecía, por más que la aguijoneara un recuerdo negro, que se había obsesionado en purgar. Le envolvió las caderas con las piernas, y cuando por fin la llenó, Shannon sabía que quería morir de esa manera, con su marido dentro. La acometió una tristeza infinita, la nostalgia de lo que habían sido y de lo que nunca más serían. Ni él ni ella volverían a ser los mismos luego de haberse hecho tanto daño, pero valdría la pena intentarlo, sí que valdría la pena. Clavó las uñas en la espalda de Carmichael, y se percató que aún llevaba puestas sus prendas. Lo alejó y se las quitó con desesperación. Admiró el torso firme, y la luz de la Luna le otorgaba un brillo celestial. Lo acarició con las palmas, y con los pulgares y los índices le pellizcó suavemente los pezones. Lo observó, tan hermoso, y no podría culpar a todas las mujeres que lo deseaban.

Eres tan perfecto… —murmuró. Lo vio tan maduro, lo vio tan cambiado, y se preguntó si él la vería de la misma forma. ¿Había envejecido en esos dos años separados? Estaba segura que sí, estaba segura que ante sus ojos ya no era hermosa, que había probado a otras mucho mejores. —No vuelvas a irte, por favor —sollozó, triste y excitada, una vez más.
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