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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Dom Jun 14, 2015 6:50 am

C O N F E S I O N E S .


"Tan a destiempo llega el que va demasiado deprisa como el que se retrasa demasiado."



|| Trayecto:

Habían pasado años, años que parecían décadas a ojos de India. Los nervios hacían que su corazón latiera desbocado. Aquel era el viaje de vuelta a su hogar hasta que la revuelta contra el poder instaurado en él obligó a su familia a separarse, estableciendo su destino como París. Sus padres muertos a manos de los insurgentes y sus hermanos desaparecidos, esperaba que hubieran conseguido huir a otro país como en su propio caso. Ahora, después del tiempo pasado y todo lo vivido, era el momento de reclamar su lugar. Sus padres, Bastian Von Hammersmark y Géraldine Dupre, ostentaban los títulos de duque y duquesa del Sacro Imperio Romano Germánico, título que ahora ella iba a reclamar como propio.

El trayecto desde la capital parisina era largo y cansado, por suerte para ella nadie la interrumpía en el interior de la calesa por lo que podía transformarse en aquella preciosa gata birmana, permitiendo así descansar a su forma humana. En la capital francesa dejaba muchos conocidos, algún amigo y un comienzo de algo que jamás hubiera dicho que conseguiría. Olenna se había convertido en el eje central de la vida de India, aún no habían hablado de la relación en que empezaban a encontrarse pero lo que estaba claro es que aquellas dos mujeres sacaban lo mejor la una de la otra. Parecían encontrar el punto exacto en la coraza de cada una, dejando así que sus secretos fueran saliendo poco a poco.

|| Llegada:

No pudo reprimir las lágrimas al llegar a la entrada de su residencia. El palacete estaba derruido, no quedaban más que ruinas. Las puertas abiertas y las ventabas hechas pedazos. Aún así entró, recorriendo cada estancia dónde había pasado tantos años felices con su familia. No quedaba nada, aquellos indeseables habían destruido su hogar, su familia, habían criticado sus riquezas como las de cada persona poderosa de aquel tiempo y luego lo habían desvalijado. Tenía que salir de allí, se estaba ahogando.

Ordenó al conductor que le llevara a la residencia del mayor poder actual en el país. No tuvo que explicar dos veces cual había sido su situación pues no era la primera persona que acudía a ellos para reclamar su título y su fortuna. Como es lógico, hubo una serie de preguntas y pruebas para demostrar que no se trataba de una impostora, superadas sin problema.

Salió de alli convertida de nuevo en Katharina Von Hammersmark. Con el cargo de duquesa y con toda la fortuna de su familia a buen recaudo. India Labelle, por fin, ya no era necesaria.

|| Regreso y reencuentro:

Ni su aspecto era el mismo. La parada en una boutique para renovar ropa, calzado, joyas o complementos de todo tipo había tenido el efecto deseado. El aspecto refinado y altivo regresó a ella como si jamás la hubiera abandonado. Bajó, ayudada por su cochero, en la puerta de la residencia de Olenna. Habían pasado semanas desde que se había ido. Sonrió consciente de todo lo que tendría que explicarle nada más viera su nuevo aspecto. - Hola Olenna - el rostro de la hechicera había aparecido en la puerta en escasos momentos tras llamar a ella. - ¿Me has echado de menos o ya te buscaste otra gata que adoptar? - preguntó en tono de broma antes de darla un abrazo viendo que estaba demasiado sorprendida para hablar. Acto seguido hizo un gesto haciendo que Olenna se dirigiera con ella al jardín de la casa - lo primero de todo, mi nombre no es India Labelle, es Katharina Von Hammersmark, soy duquesa del Sacro Imperio Romano Germánico- sabía que eso causaría confusión en la hechicera por lo que siguió con toda la explicación, comenzando desde el principio sin dejarse detalle alguno.

- Por favor, di algo... -



Última edición por Katharina Von Hammersmark el Dom Ago 02, 2015 9:07 am, editado 2 veces
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Mensaje por Olenna L. Dupin Dom Jun 14, 2015 1:30 pm

La había esperado día tras día con la constancia y lealtad de una mascota un poco estúpida pero encariñada. En un punto había llegado a odiarse a sí misma por ello: ¿cómo se rebajaba de semejante forma? ¿Había una criatura sobre la tierra que lo valiera? Pero la respuesta era bochornosa, al punto de que aún le costaba responder a ella en voz alta: sí, existía, y tenía la forma de esa mujer con la cual había comenzado a familiarizarse más y más.

Nunca le agradó la incertidumbre, nada más lejano que eso: Olenna, aunque revolucionaria e impredecible por naturaleza, necesitaba que sus rutinas se mantuvieran más o menos fijas, así como que sus planes se realizaran a la perfección. No saber cuándo India regresaría –había pensado inicialmente que en verdad sólo se ausentaría una semana pero cuando el séptimo día llegó sin la fémina sus esperanzas y también sus nervios comenzaron a resquebrajarse– sumió a la mujer en una especie de tortura triste y confusa, una que incluso le impedía entregarse a sus actividades cotidianas con dificultades. Acabó por pasar todos los días leyendo sin leer en el salón principal, ese que estaba tan cercano a la puerta de entrada al edificio. Había comenzado a perder las esperanzas cuando finalmente ocurrió: un día la puerta sonó. Olenna había dejado sin contemplaciones el libro que leía, sin molestarse en marcar la página en la que se encontraba siquiera, y se dirigió rauda a abrir la puerta.

No podía hablar, y de hecho quizás tampoco pudo reaccionar adecuadamente en un primer momento. La mujer que tenía adelante era India, sus rasgos seguían allí, su voz, su tono, sus adorados ojos. ¿Otra gata? Le hubiera gustado decirle que en aquellos días apenas y salió de su edificio, que todo se le había hecho una especie de confinamiento, que sólo había podido pensar en ella, pero la voz seguía sin salir. Sí atinó a algo: cuando sintió a su felina envolviéndola en un abrazo, su cuerpo casi reaccionó en un acto reflejo, envolviendo el ajeno breve pero intensamente. Si la soltó no fue porque le importara la visión de cualquier posible transeúnte ni nada externo a ellas dos: había cosas que discutir y hacer, y quizás ameritaban otras formas.

Aunque aún en silencio, la acompañó hacia los jardines, ese pequeño trocito de paraíso suyo en donde los jazmines eran quienes reinaban. Aunque caminaban juntas e India le hablaba, sus ojos no podían ser apartados de las flores a su alrededor, casi como si rehuyeran a algo, o mejor dicho a alguien. Los cerró por un momento en cuanto escuchó aquel nuevo nombre: Katharina Von Hammersmark, nada menos que una duquesa.

Abrió los labios, pero tuvo que hacer un gran esfuerzo para no callar en cuanto escuchó su propia voz: sonaba rota.

¿Entonces… seguirás viviendo conmigo? –preguntó, por fin atreviéndose a mirar a la mujer a la cara, ojos inusual, incluso inesperadamente humedecidos. No le importaba que aquella mujer fuera India o Katharina, una prostituta o una duquesa: todo lo que realmente le resultaba relevante era que estuviera a su lado, que se lo permitiera. Deteniendo abruptamente el paseo, tomó las manos ajenas entre las suyas, apretándolas con una fuerza que en realidad era inofensiva–. Tenía miedo, Ind… Katharina. Miedo de que te hubiera ocurrido algo malo, o de que sencillamente hubieras huido –confesó para luego suspirar, como si aquello le hubiera significado un gran esfuerzo. Sonrió entonces, una mueca que reflejaba algo de pesar pero también su alivio actual–. Por supuesto que no me busqué otra gata. Eres irremplazable, y de todas formas sólo tengo ojos para ti.
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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Lun Jun 15, 2015 3:45 am

La imagen de Olenna temblorosa, expectante a su respuesta le heló las venas. ¿Acaso había hecho algo para que dudara de su regreso? Sujetó las manos de la hechicera con fuerza buscando transmitirle la alegría que le producía su reencuentro. - Había pensado comprar un palacete contigo. Marcarnos un comienzo. - Lo cierto es que no lo había pensado, se le había ocurrido en ese preciso momento. Ambas habían sufrido en el pasado y si querían comenzar una relación juntas, a su parecer, debían librarse de las cargas que sus historias acarreaban. - Si lo que te preocupa es la biblioteca, - adelantó medio en broma al ver su gesto de sorpresa - diseñaré una sala sólo para tu uso y disfrute- ofreció esperando que la bruja aceptara.

Dejando ese tema apartado por un momento, necesitaba saber qué opinaba sobre toda la historia que -por fin- había alcanzado a relatarle. - ¿Estás enfadada conmigo? - la pregunta salió sola entre sus labios, como movida por un resorte. Quizás se había apresurado demasiado exponiendo la idea de buscar un lugar donde vivir ambas. Quizás Olenna no confiaba ya en la persona que le había ocultado su verdadera naturaleza y posición. Un nudo en la boca del estómago empezó a gestarse, no podía pedirle nada. Tendría que dar media vuelta en el caso en que su bruja decidiera alejarla de su vida.

Algo, sin embargo, se dulcificó en el gesto de su compañera. No sabía si causado por su preocupación o porque le agradaba la idea que le había propuesto, pero le animó a hablar de nuevo - No sé si estás molesta conmigo, lo entendería. Pero quiero de verdad intentar darte todo lo que soy, contarte todo y descubrirte a ti - desvió por un momento la mirada de ella supervisando a los mozos que dejaban todo el equipaje en el interior de la vivienda de Olenna, - quiero saber quién eres y conseguir que me veas como Katharina y no como la pobre India - creía haber expuesto sus deseos a la perfección.

Los secretos que tenía la bruja no debían ser pocos pues parecía costarle aceptar dicha idea. Kath no se sentía intimidada por ella, no en ese momento, realmente lo que hubiera hecho en el pasado en eso quedaba -pasado-. Nadie podía ser excluido por errores o simples decisiones que hubiera tomado, sobrevivir -sobre todo para una mujer- en esos tiempos, no era fácil y le constaba que Olenna era luchadora hasta lo más profundo de su mágico ser.

Más de una vez se preguntó por qué no le contaba qué era ese aura que le rodeaba, era consciente de que cierta magia le rondaba pero no podía averiguar de qué tipo. En cambio, Olenna ya sabía que era cambiante pues más de una vez se había referido a ella como gatita. ¿Sería posible que fuera portadora de magia? Y, en ese caso, ¿podría ayudarla con su pequeño problema de cambio de forma? Los ojos le brillaron de una manera especial, casi centelleantes, ante la simple idea de poder controlar su leona y su pantera adoradas.

Había una última cosa que dejar clara antes de permitir a Olenna, expresar todo lo que Kath necesitaba oír, pero la hechicera aún no había sido capaz de expresar. - Sólo permíteme decir una última cosa y ya me callo - prometió, - te quiero, aún no se de qué forma ni en qué medida pero esto es real. - Ya estaba, lo había dicho, por primera vez en su vida y a una mujer. No estaba enamorada, eso los sabía como también sabía que si algún día lograba estarlo sería de Olenna.


Última edición por Katharina Von Hammersmark el Lun Jun 29, 2015 5:06 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Olenna L. Dupin Mar Jun 16, 2015 12:20 am

La propuesta de palacete la sorprendió y agradó a partes iguales, y fue cierto que Katharina dio con pericia milimétrica contra aquella preocupación de índole casi ridícula que por unos momentos asoló la mente de la hechicera: sí, los libros, poco menos que sus bebés. La idea de la mujer encargándose del diseño de un nuevo paraíso para todo aquel papel medio amarillento la divirtió, pero no ignoraba que habría algo de verdad en aquello. De cualquier forma, tras escuchar a la mujer hablar sobrevino en ella un profundo enternecimiento, profunda y supuestamente impropio de alguien como ella. ¿Pero cómo iba a evitarlo, si Katharina le había despertado sentimientos impropios desde el principio? No prestó atención a los mozos que podían apreciarse en otro extremo del jardín, cargando cosas dentro de su mansión: estaban ocupados y de todas formas verdaderamente no le importaba quién pudiera verla ejecutar un acto tan inocente en cierta forma –inocente para ella, sí, y quizás perverso para otros. Así, la hechicera liberó el calor de las manos ajenas pero sólo para alzar las propias, colocándolas a cada lado del rostro de la mujer que tenía en frente como si se tratara de una preciosa pieza de cristalería. Quizás lo era, en realidad. Un contacto visual intenso buscaría obligar a la felina a que le prestara atención. Sus orbes, sin embargo, distaban mucho de ser fríos.

No estoy enojada Katharina, en absoluto –aún el nombre era nuevo, pero eso no importaba si el rostro tras él seguía siendo el mismo que había besado. Gentiles, ambos pulgares acariciaron la tersa superficie de las mejillas en un ademán ya algo habitual–. Estaba preocupada, que es distinto. Y ahora soy inmensamente feliz, que es incluso más distinto –observó el rostro ajeno en silencio por unos segundos, una sonrisa leve en sus labios. Ah, ella le había confiado simplemente todo, cada uno de sus secretos. ¿Cuándo comenzaría ella misma a hacer lo propio? Temía que la verdad la espantara, era por aquello que la retenía tanto, pero era consciente de que no podría persistir por mucho. No sería justo. Suspiró, reponiendo una sonrisa sincera a la vez que prodigaba una última caricia a las mejillas–. No eres para mí la pobre India, pero tampoco la gran duquesa llamada Katharina. Yo sólo veo a la gatita que quise y quiero, y en todo caso también a los grandes felinos que algún día será.

Y aunque deseaba besarla y sellar con aquel gesto aquellos agradables momentos, sabía que aquel no era el lugar adecuado, no considerando las circunstancias. Un poco a su pesar apartó las manos del precioso rostro, pero  sólo para que su brazo derecho capturara uno de los ajenos poco después. La volvió a mirar, pero esta vez pudo percibirse un dejo de preocupación en sus rasgos.

Hay cosas que deseo contarte de mí, pero este no es el lugar apropiado. Vamos –y tras aquello habrían emprendido la marcha de regreso al edificio, sólo que esta vez no se dirigirían a la entrada en donde aún continuaba el movimiento sino escaleras arriba, rumbo a habitaciones ya mucho más familiares. Olenna guió a la mujer en silencio, uno precavido pero también algo temeroso. Habría deseado poder guardar silencio para siempre, pero esa no era una opción: estaba bastante segura de que Katharina sospechaba su naturaleza, de todas formas. Sin embargo, el que descubriera su naturaleza mágica no era un problema para ella. Era lo que había hecho con ésta, aunque a su juicio acciones justas, lo que verdaderamente la preocupaban. Pero quizás aún no era el momento para aquello, sencillamente.

La gran puerta familiar les indicó que habían llegado por fin al dormitorio de la mujer. Liberando el brazo de Katharina, se aseguró de que la puerta quedase bien cerrada y tras aquello se dirigió a su cama, tomando asiento en una esquina e indicando con unos leves golpecitos a su lado que era bienvenida a sentarse. Inspiró y buscó su expresión.

Me has confiado tus secretos más importantes y aprecio eso, Gatita. Es hora de que yo haga lo mismo con los míos –admitió. Colocando un brazo a cada lado de su cuerpo, pudo sentir cómo sus dedos aferraban superficialmente parte de la colcha, ausentes. Sonrió; desearía que hubiera un modo adecuado de decirlo, pero sencillamente no lo había: era simplemente decirlo–. Supongo que como cambiaformas que eres lo percibiste, del mismo modo que yo noté algo curioso en tu aura. Soy una hechicera –confesó, y por primera vez en algunas semanas sintió que un peso, aunque no el mayor de todos, era removido de sus hombros. Tras unos momentos sonrió, algo ladina, casi divertida ante la idea–. Pero antes de que digas nada déjame decirte que no hice ninguna tontería típica de bruja infante de jugar con tus sentidos ni nada por el estilo, quiero que eso quede claro –tras aquello esperó un momento–. ¿Preguntas? Porque tengo más historias curiosas. Puedo contarte el por qué hay dos dormitorios principales en esta mansión, después de todo. O bueno, por qué los había.
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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Miér Jun 17, 2015 3:19 am

Lo cierto es que allí no las escucha nadie pero bien podían verlas. La censura de la sociedad podía causarles problemas en cualquier momento por lo que debían proceder con calma y cautela. Ella misma no tenía práctica alguna en ocultarlo, pero Olenna parecía llevar una vida entera siendo dos personas. Más tranquila por las palabras de la bruja subió con ella cada uno de los peldaños hasta su habitación. No hablaba, apenas respiraba, el hecho de que fuera a confesarle algo -por pequeño que fuera- le reconfortaba, le dejaba ver que todo lo que había relatado no era en vano.

Tomando asiento junto a ella, reposó su mano diestra en el pelo de Olenna jugando con ello y regalando de vez en cuando una caricia furtiva a su nuca. Asintió una sola vez al escuchar de sus labios que era una hechicera, por supuesto que había percibido esa parte mágica en ella, más avanzado el relato le preguntaría sus dudas acerca de ello. Pero entonces algo le hizo estallar en carcajadas, temía que Kath pudiera pensar que le gustaba por un embrujo. - A veces eres como una niña temerosa - besó las palmas de sus manos con suavidad.

Ahora era el momento de las preguntas, bien. - Quiero saber muchas cosas pero si no quieres contestar a todas lo entenderé - sabía que podía ser abrumador abrir tu pasado al completo para alguien, por lo que no iba a presionarla a decir nada que no deseara de verdad. - ¿Qué clase de hechicera eres? - si bien era cierto que no la temía, conocía a la perfección que existían dos tipos de magia en el mundo. Gustaría de ver alguno de los trucos que esta conociera e incluso aprender a hacer infusiones y mejunjes varios. Acto seguido el tema cambió, - ¿Siempre te han gustado las mujeres? Estuviste casada con un hombre - lo primero necesitaba saberlo para conocer más a Olenna y para entender cómo ella misma iba a desenvolverse en la relación, lo segundo... las calles hablan y más de una mujer de importancia social viuda tan joven. Sabía lo que contaban las malas lenguas, ahora escucharía la verdad de su hechicera.

Antes de que empezara a contarle lo sucedido, Kath retiró la ropa de cama lo suficiente para que ambas pudieran meterse en ella. No le importaba estar vestida, ni peinada, no le importaba nada salvo conseguir crear un refugio donde las dos mujeres se sintieran a salvo y pudieran hablar con tranquila sinceridad. No por esta nueva postura separó sus manos del cuerpo ajeno, entrelazando los dedos con la mano que Olenna había dejando más cercana sobre el colchón. Era sumamente tierno para Katharina ver a una persona de la fortaleza de Olenna dudar. Esta se había mostrado siempre implacable, incluso afilada con ella desde que le ofreció aquel -lejano ya- trabajo de criada.

- Me gustaría que me ayudaras con dos de mis cambios de forma - medio enterró el rostro en la almohada avergonzada, sabía que a su edad lo normal era tener cada uno de los cambios entrenados a la perfección, que debería mantener el control mental sobre el instinto animal, pero no sabía por qué motivo siempre acababa ganando el poder de la bestia sobre su propia voluntad. - Pero tienes que prometerme que podrías protegerte de mi en el caso de que me descontrole - aquello había sonado a súplica, súplica y temor. Jamás se perdonaría perder a Olenna por tratar de ayudarla.


Última edición por Katharina Von Hammersmark el Vie Jul 10, 2015 12:57 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Olenna L. Dupin Jue Jun 18, 2015 1:03 am

¿Niña temerosa? Lo más sorprendente de todo aquello es que Katharina tenía completa razón en sus palabras: era exactamente así como la hacía sentir, una niña temerosa y a la vez al borde de la felicidad. El sonido tintineante de la risa ajena la hizo aliviarse y sentirse mucho mejor sin embargo, e incluso ella se permitió reír un poco –sus mejillas siempre algo sonrosadas– ante los besos en sus palmas: los suaves y cálidos labios le hacían cosquillas. La observó con cariño, aún después de que formulara aquella pregunta tan difícil. Ah, esas preguntas; no había problema en responderlas realmente. Y entonces, cuando la vio correr las sábanas para meterse dentro de la cálida cama con vestidos y todo, su sonrisa creció más. De más estaba decir que ella no dudó en acercarse, meterse contra las sábanas y acurrucarse levemente contra la mujer mientras dejaba que sus dedos se entrelazaran, levemente juguetones.

Oh, te ayudaré. Sé cambiar de apariencia, estoy segura de que algo de eso puede aplicarse a ti. ¿De acuerdo, mi gatita? –había preguntado aunque, cosa curiosa, a la par que la mayor escondía su rostro contra una de las almohadas, la hechicera había simulado un tono entre cariñoso e infantil, suave, a la par que se inclinaba sobre su contraria, hundiendo brevemente su rostro contra la curvatura de su cuello, plantando un beso sobre la sensible piel. Tras aquello, nueva sonrisa que dejaba exhibir sus perlas, se separó. Tenía grandes preguntas que responder, después de todo.

Personalmente no creo en esa división tan tajante que hacen muchos entre brujas blancas y brujas… “malvadas” supongo. Parecieran ignorar que las cosas nunca son blancas o negras, sino más bien grises. Pero… –suspiró, y observó con cierto abandono sus manos aún entrelazadas–. Supongo que por tener conocimientos que algunos calificarían como oscuros entraría en la otra categoría. No son –sonrió levemente divertida– pactos con demonios ni nada por el estilo. Son cosas más sencillas. Dominar a algunos, cambiar de forma. Quizás yo no pueda convertirme en una bestia, pero puedo tener otra cara. Y claro, obviamente también tengo los conocimientos primarios de cualquier bruja. Empecé a aprender cuando era una niña, después de todo.

Ahora, la siguiente pregunta le pareció mucho más divertida de responder, a la par que curiosa. ¿Realmente aquello era interesante para Katharina? Por alguna razón se sintió levemente halagada, hecho evidenciado en una nueva sonrisa.

Sí, siempre. Quizás suene extraño para una mujer a quien principalmente le gustan los hombres, pero… siempre lo sentí con naturalidad. Siempre supe también que era algo peligroso, pero… ya me conoces, no me gusta mantener un perfil bajo porque me lo ordenen –sonrió ladina para luego suspirar. Ah, su esposo–. A mi esposo le gustaban tanto las mujeres como a mí los hombres o cocinar, es por eso que justamente aquí hay dos dormitorios principales, aunque uno deshabitado. El de los niños y el de las niñas, por decirlo de alguna manera –y no pudo suprimir una pequeña risa, después de todo eso tenía su gracia. Debería de ser más explícita para con la mujer, sin embargo–. Mira, fue un arreglo por conveniencia. Yo era una jovencita en Bourdeos y no era muy buena ocultando mis gustos. Él tampoco era muy bueno ocultando los suyos, pero consiguió notarme a pesar de todo. Tuvimos un acuerdo, pensarás que fue algo arriesgado pero era joven y creía que podría ocuparme de él en caso de que algo malo sucediera. Él necesitaba una esposa para poder heredar alguna fortuna de su estúpida familia y yo quería ver París, además de que me agradaban sus promesas de libros y mujeres. ¿Qué más podía hacer? Acepté, tenía dieciséis años y nunca me arrepentiré de mi decisión.

No obstante, tras aquel punto su semblante se ensombreció un poco. No todos eran lindos recuerdos, de hecho el último se había encargado de empañarlos todos. Se preguntó si Katharina notaría su silencio e incluso el hecho de que su mano se había puesto un poco más tensa. Probablemente sí.

Nunca me tocó, y por suerte yo tampoco a él. Los años pasaron sin embargo, y él se volvió más infeliz. Amantes que lo abandonaban o lo traicionaban, fracasos literarios… Él amaba la literatura casi tanto como yo, pero su prosa apestaba, y su poesía, dioses, podría hacerte vomitar. Con los años se volvió más amargado, más fracasado y también un borracho. Y una noche hace tres años cruzó por esa puerta, me gritó e insultó, amenazó y se acercó. Dijo que iba a matarme. Y entonces –y sin hacer ni una pausa prosiguió– salió de mi habitación, volvió a la suya y se suicidó.

Por supuesto, no había sido así exactamente: el hombre había realizado aquellas últimas acciones sólo bajo su control, algo que la dejó apenas con energías para conseguir ponerse en pie después de caer. Katharina… ¿necesitaba saber eso? Algo le decía que la mujer debía intuirlo, de todas formas. Suspiró y se dejó caer, hundiéndose en las mullidas almohadas. Se apretujó contra uno de los costados de la mujer, buscando su calor y quizás también sus abrazos.

No puedo asegurarte que pueda protegerme, no soy buena haciendo magia de protección. Pero creo que podría dominarte por un momento hasta que pudiera encontrar un lugar seguro, al menos por un rato. Aunque nunca intenté algo tan complejo, en realidad –tras aquello estiró uno de sus brazos, el cual guió como si nada a su mano hasta la altura del pecho ajeno, reposando suavemente sobre el nacimiento del seno izquierdo o, lo que era lo mismo, sobre el corazón de Katharina–. ¿No podemos quedarnos con la idea cursi y refrita de que en una situación así encontrarías algo en ese salvaje corazoncito tuyo que te impediría cortarme en pedazos? –y girando un poco su rostro, consiguió que sus labios dieran con los ajenos, dejando un superficial pero cálido beso sobre ellos–. Estaremos bien, de verdad. No lo pienses de más.
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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Jue Jun 18, 2015 4:42 am

No era la relación que se había imaginado teniendo, pero sí era la que quería, en todo caso ambas estaban tan llenas de cosas que olvidar que toda aquella retahíla de recuerdos e historias que Olenna le estaba contando se le hicieron imposibles. Era cierto que Katharina lo había pasado terriblemente mal teniendo que abandonar a su familia -cuyos hermanos aún estaban desaparecidos- pero la vida de la hechicera no se quedaba atrás en cuanto a varapalos y decepciones. No podía imaginar el calvario que habría tenido que soportar ocultado su verdaderos gustos con semejante carácter. Sonrió apenada por ella.

El día en que conoció a Olenna percibió una especie de tensión entre ambas, en un principio había culpado a sus caracteres y lo altivas que ambas podían llegar a ser. Ahora se daba cuenta de que era la atracción lo que percibió. Por eso mismo sintió un ápice de lástima por ella, años cubriendo su naturaleza, ocultando al mundo algo tan poco dañino... A pesar de todo lo que pensaba no abrió la boca hasta que esta hubo finalizado el relato.

- Me da igual lo que hayas hecho en tu pasado - atajó con suavidad, aún embelesada con el beso recibido. - Me da igual como hayas sido y como seas con los demás - devolvió aquel gesto, siendo la primera vez que se armaba de valor para darle ella misma un beso - lo que me importa es como eres conmigo y con la gente que me importa - dijo aún pegada a sus labios notando el cosquilleo que esto le provocaba.

Las sábanas se pegaban a sus vestidos, haciendo imposible un movimiento ligero. Separándose del contacto con Olenna, de rodillas, se propuso desatar el vestido de la hechicera, liberándola de él. En el suelo estaba mejor. Así mismo actuó con el propio, ahora sí estaban cómodas. Cubrió hasta sus cabezas con la tela de la cama, haciendo de la cama un refugio para ambas.

Habiendo escuchado a Olenna proponer un control sobre su cuerpo en estado animal, una pregunta alcanzó su mente. - ¿Alguna vez has controlado a una persona o un animal antes? - no pensaba permitir que si tan sólo lo había leído en un libro, o cómo quiera que aprendieran las hechiceras esas cosas, se expusiera ante ella. - No es tan fácil, como verte y no atacarte por saber que eres tú - dijo respondiendo a la pregunta anterior de Olenna respecto a sus problemas con los cambios. - La parte animal es muy fuerte con las dos grandes. Llegan a bloquear mi raciocinio - necesitaba algo que le asegurara que probando aquellas técnicas con su compañera, esta haría lo que fuera por ponerse a salvo si se daba el caso, - prométeme que si me pongo fuera de control te defenderás, me da igual que me tengas que herir si con esos evitas que te ataque - creía adivinar en los ojos de Olenna una mentira inminente, la diría que sí para que se tranquilizara y luego sería incapaz de hacerlo. - Si te hiciera algo no me lo perdonaría. Y si te daño no podría seguir cerca de ti - aquella era la frase lapidaria que le daría la seguridad de que Olenna evitaría su ataque llegado el momento. Con esa mujer había que ir más allá de simples promesas.

Recolocó su cuerpo junto al ajeno, con las piernas encogidas y la cara sobre el pecho de Olenna mirándola. Era la primera vez que ambas estaban en igualdad de condiciones, eran simplemente dos mujeres en aquella cama. Nada del exterior importaba. Cerró los ojos con una sonrisa relajada sobre sus labios dejando que Olenna se encargara de atender su cuerpo con caricias. Era curioso, pero no recordaba a nadie que quisiera con la dulzura en que ella lo hacía. Ni su madre fue tan sutil en atenciones hacia Katharina, ni su institutriz, hermanos o padre.

Había algo que siempre había querido preguntarle, ya fuera por ego o simple curiosidad, y nunca se había atrevido - ¿qué tuve para que decidieras traerte a tu casa? - abrió los ojos para atender a la respuesta, pero otra pregunta se adelantó por su garganta - y... y, ¿qué tengo para que me quieras contigo? - el tono de las mejillas aumentó ligeramente y se mordió el labio inferior con timidez.


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Mensaje por Olenna L. Dupin Vie Jun 19, 2015 1:46 am

El que todas sus acciones pasadas, todos sus errores quedaran en olvidados y justo en el lugar al que pertenecían eran un gran alivio, un gran alivio y también la prueba de que su sospecha de Katharina como un nuevo comienzo también había sido acertada. Sus palabras, su cercanía, sus acciones la reconfortaban, sí, y mucho, pero lo que verdaderamente despertó una sensación cálida y extraña en su pecho –a la par que una expresión levemente sorprendida, aunque de un grato modo– fue el hecho de que esta y por primera vez fuera ella la mujer besada. Había sido un contacto superficial y cariñoso, similar a los que ella misma había prodigado a la mujer en contadas ocasiones, pero… ahora era distinto, ahora venía de Katharina, y esa era la prueba de que Olenna no sólo era querida, sino que también hasta cierto grado deseada. Ella sonrió a su vez, sintiendo cómo los labios ajenos se rosaban contra los propios al habla en un agradable cosquilleo.

A mí tampoco me interesa demasiado lo que hayas hecho o no, ni qué nombres tengas. Eso no cambia quién eres para mí –había respondido, disfrutando también de que sus labios acariciaran levemente los ajenos al hablar. Ante la distancia repentina y luego las manos de su contraria, esbozó una gran sonrisa divertida–. ¡Hey! Así que tenemos una gatita juguetona, después de todo –repuso bromista, aunque dejándose desvestir con tranquilidad y agrado, e incluso más satisfecha cuando notó que Katharina hacía lo propio con sí misma, dejándola entrever un conjunto interior en extremo elegante y bello, aunque desde luego no tanto como su portadora. ¿Se daría verdaderamente cuenta de lo que implicaba realmente para ella el estar ambas en una cama así, de un modo tan íntimo? ¿En aquel momento la vería como una igual a la que no dar mucha importancia, o como alguien que le atraía? Nunca podía saberse con su gatita, pero algo le dijo que lo descubriría sin necesidad de presionar a nadie.

Sí, he controlado a algunas personas. Me agota bastante, pero… ha pasado bastante desde la última vez. Creo que ahora podría hacerlo mejor –comentó mientras se metía bajo las cálidas sábanas, regresando al bonito refugio de ambas. Suspiró apenas perceptiblemente–. En cuanto a animales, me enseñaron en un primer lugar con ellos. Es… es repulsivo –se limitó a decir; Katharina no necesitaba saber cuán mortificante podía llegar a ser, cómo podía sentir la presión férrea que aplicaba a cada músculo, cada nervio del pequeño animalito para forzarlo a hacer lo que quisiera. Con humanos viles no le importaba en absoluto, su dolor era uno de sus placeres y cada gota de cansancio lo valía, pero con animalitos… era simplemente asqueroso, e incorrecto. Olenna negó; entendía el significado de las palabras ajenas y no iba a consentirlo. Su diestra volvió a retomar un vuelo hacia una de las mejillas ajenas, acariciándola con cariño pero también reclamando su atención–. Entonces no dejaré que me dañes, así de sencillo. Estaremos bien, de verdad –sonrió, levemente ladina–. Pero después no quiero quejas de que te duela tu perfecto cuerpo. ¿De acuerdo, gatita?

Y tras aquello, nada más y nada menos que merecida paz. Olenna permitió a la mayor acomodarse sobre su cuerpo, su mano izquierda vagando en el mar que representaba el cuerpo casi desnudo ajeno, navegando con caricias a lo largo de su espalda y disfrutando de cada curvatura, todo eso mientras su diestra continuaba cerca de su rostro, ahora recorriendo la forma de su mandíbula con el nudillo de su índice. Era cierto, una parte de sí la acariciaba quizás demasiado al sur de su ruta o quizás con demasiado ahínco en algunas zonas, pero también era cierto que realizaba aquello con naturalidad y dedicación. Era el modo en que cualquiera tocaría al cuerpo de quien ama después de todo, sólo que quizás Olenna aún no estaba lista para admitir semejantes cosas –y mucho menos creía que Katharina estuviera lista para escucharlas. En un momento dado ella también había cerrado sus ojos a la vez que dejaba por fin quieta su mano izquierda sobre una de las curvas de su cintura, después de haberla recorrido con cierto interés. Las curiosas preguntas la devolvieron a la realidad sin embargo, y al abrirse sus ojos brillaron.

Sabía que eras interesante, incluso especial cuando te vi en… bueno, tu lugar de trabajo –admitió, sus mano inmóvil sobre la curva de su cintura. De pronto, sin embargo, una sonrisa asomó a sus labios–. Aunque claro, no sospechaba que fueras a ser tan importante y especial como para mí lo eres ahora. Supongo que eres incluso más especial de lo que imaginé –y tras aquello, sus mejillas también se arrebolaron levemente: aunque sabía que era un gesto inocente, casi involuntario, no podía evitar que su mente volara cada vez que veía a Katharina ejecutar ese pequeño acto de morder su labio inferior. Olenna se relajó y entonces sus mano izquierda volvió a prodigar caricias, regresando a escalar su espalda con lentitud. Al llegar a la altura de sus hombros y cuello se detuvo allí, jugueteando con la parte posterior de su cuello, allí donde el cabello no permitía ver su mano–. No se trata de tener o no algo, simplemente eres. Y… eres tanto para mí. Eres sincera conmigo, eres fuerte y hasta donde he podido ver eres bondadosa, pero también incluso a pesar de todo eso… significas, para mí. No podría explicar de dónde salió, pero… me llena, tu compañía me llena. He pasado casi toda mi vida vacía, pero cuando estoy contigo siento que puedo hacer que las piezas encajen –confesó, ni una pizca de mentira en sus palabras. Quién lo diría, ahora sus mejillas estaban rosadas por algo más que el efecto de un gesto voluptuoso.

Aunque también tienes esos gestos adorables. Como cuando te muerdes –comentó con suavidad, casi en un susurro, mientras el índice de su diestra se acercaba a sus labios para bordearlos, deteniéndose algo más en el inferior. Sus caricias con la mano contraria volvieron a sucederse, aunque el recorrido se detuvo con suavidad en cuanto sus dígitos dieron con la tela del sujetador de Katharina. Olenna buscó sus ojos con los propios. No iba a ocultar lo que pasaba por su mente–. Quiero verte completa, y que me veas. Pero… ¿estás bien con eso? –inquirió, un dejo de duda en su voz. ¿Quizás timidez? Bueno… no quería espantarla, ni presionarla. Pero ah, su curiosidad-. No hay de qué preocuparse. Puedo... guiarte. Como cuando tú me hacías bailar.
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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Dom Jun 21, 2015 12:13 pm

Tragó saliva, por mera necesidad. La petición de Olenna había llegado de golpe, o al menos asi le pareció a Katharina. Si, en cambio, se detenía a analizar la situación en la que se encontraban, aquello había surgido en Olenna de la forma más natural. De alguna manera ella misma había lo causado. Se sintió pequeña junto a la hechicera, el no haber estado nunca con una mujer la situaba en una posición claramene inferior. ¿Qué pasaba si lo hacía mal? Si después de todo, Olenna descubría que no encajaban en ese plano tan personal como era el sexo. No estaba preparada para un no.

- Yo... puedo dejar que me veas - contestó con un tono de voz bajo, apenas un susurro, - pero no estoy lista aún para ir más allá - confesó deseando que aquello no molestara o incomodara a Olenna. Si fuera así, sería comprensible pues todas las parejas deseaban llegar a ese momento en que no sólo las mentes conectan, si no también sus cuerpos. Como había hecho minutos antes, volvió a retirar las sábanas y se colocó de rodillas sobre el colchón. Sus manos ascendieron hasta el cierre del sujetador, más bien despacio, al contrario de los latidos de su corazón que parecía que se le iba a salir del pecho. Tras el click retiró un tirante primero y el otro después dejando caer la prenda, quedando así a la vista su pecho. Miró a la hechicera bucando un gesto que le confirmara que al menos lo que estaba dispuesta a darla le agradaba. Continuó, esta vez de pie a un lado de la cama, con la parte de abajo de su conjunto interior. Introdujo ambos índices en los laterales de la braguita haciendo que esta bajara por sus muslos hasta las rodillas, desde las que la prenda cayó por sí sóla hasta el suelo.

Desde su posición fuera de la cama, admiró como Olenna procedía con el mismo ritual. Su figura, con o sin ropa era igual de elegante. Los movimientos que la hechicera hacía eran practicamente hipnóticos para Kath, ¿lo habrían sido también para Olenna cuando ella lo hizo? En ese momento, justo en ese, fue cuando se percató de que no sólo se había encariñado de una personalidad. Aquel cuerpo era precioso, tan menudo y aparentemente frágil... Cuando esta estuvo, como ella, totalmente desnuda -y ambos cuerpos se habían aproximado el uno al otro- se agachó delante de la bruja. Las manos recorrieron los pies y pantorrilas de la contraria, continuando por los muslos y su cadera -evitando tocar zonas más sensibles para no provocar a Olenna aún más- el vientre fue el siguiente en recibir las caricias de la cambiante, así como su espalda.  Una vez se puso de nuevo a su altura, una sonrisa anidaba en sus labios, - Me gustas, eres suave - confesó.

Los labios de Katharina buscaron los de Olenna sin previo aviso, ya no era un beso fugaz, los labios presionaron los contrarios con cierta ansiedad, necesitaba sentir a Olenna. Ambos cuerpos se pegaron el uno al otro repartiéndose las caricias de manera alocada. La cambiante rió cuando entre uno de aquellos besos, consiguió morder el labio de Olenna, haciendo que esta protestara. Estaba feliz y eso no lo podía ocultar. Nada iba mal. Los planes de buscar una casa para las dos, empezarían a la misma mañana siguiente y mientras, tendrían que hacerse cargo de controlar a los animales de Katharina, lo que las llevaría tiempo y energía. Pero ahora eso estaba en un segundo plano. En aquella habitación no había nada más que sus cuerpos.

Jadeante tuvo que separarse de la hechicera, fijándose en el pelo alborotado de esta, así como en sus labios hinchados por la sesión de besos. Como ella, también parecía agitada. Si no paraban en ese preciso momento, la petición de Katharina de no dar un paso más se iría al traste.


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Mensaje por Olenna L. Dupin Jue Jun 25, 2015 1:33 pm

Olenna asintió, no muy sorprendida ante la respuesta recibida. Podía comprender el temor o las inseguridades de la mujer después de todo y no quería presionarla; esperaba que tarde o temprano Katharina comprendiera que no había nada que temer, sí, pero no pasaba por su mente la idea de forzarla a nada. Ella tenía el control después de todo, de sí misma y de la situación.

O al menos eso creía, porque cuando notó cómo su compañera comenzaba a desnudarse completamente, por un momento dudó. Era simple: no podía apartar los ojos de aquel espectáculo tan lento, tortuoso y a la vez delicioso. Hipnotizada, sus ojos seguían el curso de sus hábiles manos, deshaciéndose una a una de las delicadas prendas. Olenna no necesitaba verse a sí misma para intuir que el calor que ahora abrasaba su rostro se traducía en un curioso rubor. La forma de sus senos, el delicioso color, una figura grácil pero a su vez bien definida, esperable de una cambiaformas. Quería explorar todo aquello, tantearlo, besarlo, lamerlo, incluso morderlo, pero una voz dentro suyo le gritó que no, no al menos por aquel momento. Encendido su rostro e inevitablemente encendida ella, decidió controlarse hasta cierto punto; uno que no evitaría que prosiguiera con el mismo ritual, eso sí. Incorporándose de rodillas aún sobre la cama había proseguido a desprenderse de su prenda superior, un elegante y delicado sujetador de sedoso negro, cuyo brocado acariciaba y hacía resaltar la palidez casi mortecina, casi brillante de su cuerpo. Olenna dejó de observar a Katharina por un momento mientras proseguía, pero sus sentidos no la ignoraban ni mucho menos. Cerrando sus ojos se había encargado de desprender la prenda con cierta gracia, dejando que ésta se deslizara con suavidad para descansar primero sobre su sedoso regazo y luego perderse en algún rincón cercano a la cama en cuanto se pusiera en pie. Olenna abrió entonces sus ojos, dedicando una mirada misteriosa y quizás cómplice a la felina que parecía observarla como hipnotizada. Con lentitud se acercó al borde de la cama para ponerse en pie, acción que trajo como consecuencia un pequeño botar de su modesto aunque definido busto, un lienzo pálido y sedoso coronado de un tono rojizo. De pie, se deshizo de la única prenda que le brindaba de alguna manera “protección” frente a la cambiaformas. Desde luego, confiaba en ella y jamás creería que pudiera hacerle daño alguno, pero el estar de pronto desnuda en su totalidad implicaba un cambio significante: su cuerpo delicado, casi demasiado para alguien que había cometido los crímenes que ella, se encontraba allí desnudo, indefenso y ya sin secretos. Por un momento dudó, y ese ápice de duda la quemó dolorosamente en pleno pecho. Katharina sólo había amado cuerpos de hombres, cuerpos fuertes y… tan distintos a lo que ella era. ¿De verdad podría quererla, desearla a ella? ¿A ella, que era una rosa con espinas largas, sí, pero en definitiva sólo una rosa? Quizás la duda se reflejó en sus ojos –en unos ojos azules y por un momento tristes–, pero tan fugaz como aquello ocurrió desaparecería: Katharina regresaba a la cama, y con ella Olenna misma a su encuentro. Se posicionó junto a la cambiaformas pro primera vez en mucho tiempo no muy segura de qué iba a ocurrir. ¿Qué podía hacer y qué no? Era casi irónico, pues sentía que de alguna manera ella era la “bestia” que amenazaba a su bella compañera. Pero, curiosamente, fue Katharina quien comenzó.

Ah-h… –la hechicera cerró sus labios con fuerza, avergonzada ante lo “ridículo” de las sensaciones que experimentaba. Incluso el más insignificante de los tactos como el de aquella mano que comenzaba a subir por su pierna le arrancaba pequeñas sensaciones curiosas, casi electrificantes. ¿Cómo tenía ese efecto, cómo podía torturarla de aquella manera? Olenna mordió su labio inferior, avergonzada por el hecho de que la cambiante podía observarla perfectamente de modo íntegro pero también como producto de algo más: aquellos cosquilleos, en particular cuando sintió aquella suave mano danzar sobre su vientre, zona curiosamente sensible en ella. Olenna observó a Katharina con cierta dificultad en cuanto ésta se incorporó, y luego con sorpresa. ¿Cómo decirle que también amaba la suavidad de sus manos, aunque incluso más aquella pequeña sonrisa suya? ¿Cómo decirle que no la acariciaba por temor a disgustarla o incluso conseguir que desapareciera?

No hubo oportunidad, porque de pronto los labios ajenos se encargaron de sellar los propios. Sólo que aquel no era un beso en nada similar a los anteriores: se trataba de uno urgente, hambriento, y Olenna no tardó en corresponderlo a la par que sus brazos se ceñían alrededor de la figura ajena, manos y dígitos acariciando brazos, costados y espalda. Era un intercambio húmedo e íntimo, y Olenna no pudo suprimir primero un quejido y luego una sonrisa en cuanto sintió los dientes ajenos atrapar su labio inferior en una pequeña mordida. La pequeña provocación fue suficiente para que Olenna, incluso cuando Katharina se había separado un poco en busca de aliento, urdiera una pequeña venganza sin siquiera detenerse a meditar al respecto. Estaba agitada y su cabello se había convertido en una maraña de hebras oscuras despeinadas en cualquier dirección, pero ni siquiera eso la detuvo: inclinándose hacia adelante, sus labios habían rosado la mejilla ajena hasta que finalmente dieron con su destino: el pequeño lóbulo de una de sus orejas, al cual prodigó una pequeña y cálida mordidita, un gesto que al menos en particular a ella conseguiría derretirla. Aquella acción no fue la única sin embargo, y quizás eso fue lo más significante de todo: sus manos, hasta entonces ocupadas en acariciar los costados ajenos, se desplazaron con naturalidad hacia adelante, atrapando de pronto cada seno con gráciles manos, ambos pulgares dedicando diminutas caricias a aquel punto tan sensible y rosado en ellos.

Pero recordó la petición, y entonces algo avergonzada retiró sus labios y sus manos. De pronto consciente de cuán jadeante y a la vez un poco nerviosa se encontraba, se dejó caer sobre las mullidas almohadas, mejillas arreboladas y su pecho subiendo y bajando. Sonrió débilmente a Katharina, casi como si se tratara de un niño que sabía que acababa de cometer una travesura.

Lo siento, no pude evitar dejarme llevar –admitió, su sonrisa creciendo algo más. Extendió uno de sus brazos, ofreciendo su mano–. Si ha sido suficiente para ti por hoy, ¿al menos quieres acurrucarte conmigo?
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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Lun Jun 29, 2015 5:48 pm

Sí, pudo tomar aliento tras ese beso agitado y cargado de deseos reprimidos por el momento. Sí, se había dado cuenta de que el cariño que sentía por Olenna no era sólo algo mental, la tensión física que acababa de probar en forma de beso había despejado todas y cada una de sus dudas mas temidas. Pero ese gesto que ni había sido capaz de ver venir, esa maldita trampa de la bruja la había hecho erizar el vello de los brazos y encoger el estómago. Un nuevo cosquilleo invadió su cuerpo haciendo que una risa nerviosa escapara entre los labios. No era ni mucho menos la primera vez que alguien le regalaba tal gesto, pero sí la primera en que se había sentido la presa y no la cazadora. Parecía que Olenna también quería demostrar que podía ser gato y era Kath quien jugaba e rol de ratoncillo. Sin embargo, esa acción no vino sola, trajo consigo otra mucho peor. Sus diestras manos se ciñeron a la perfección al pecho de Katharina, los dedos ágiles se encargaron de aprovechar sus despiertos pezones atrapándolos y haciendo que el cuerpo de la cambiante reaccionase de una manera salvaje. No estaba acostumbrada a que gestos tan sencillos y suaves crearan esas sensaciones sobre su piel. Al Olenna separarse del cuerpo, el aire entre ambas hizo que pudiera volver a pensar con claridad. El rostro de la hechicera era un poema, un poema hermoso y divertido. Sonrió al verla así... tumbada en la cama con el pecho subiendo y bajando por la excitación de aquel bendito momento, las mejillas rosadas y el pelo revuelto. ¿Había sido suficiente como decía? Tuvo que -a pesar de todo- relajarse, antes de ir a su lado y tenderse junto a ella en la cama.

Sentía que tenía que dar una explicación a Olenna por detener su juego, ella también lo hubiera querido estando en el cuerpo ajeno - No es suficiente, pero para mi hacer las cosas bien implica no seguir ahora, ¿lo puedes comprender? - suponía que para la hechicera aquello era más difícil que para sí misma. Su cuerpo le exigía seguir en las manos expertas de la morena, estaba deseosa de ello, pero por primera vez había encontrado a alguien con quien conectaba en todos los sentidos, y por eso mismo necesitaba ir paso por paso. Se refugió en los brazos ajenos, ignorando el calor que hacía, las manos ajenas, las que antes habían conseguido despertar a su felina interior ahora profesaban caricias suaves y llenas de ternura sobre su cuerpo. Cerró los ojos disfrutando de ese cambio. - ¿Me vas a dejar dormir aquí contigo o tengo que irme a otra habitación por temor a que tu venganza esta noche? - preguntó alzando la mirada hasta los ojos de Olenna claramente divertida ante semejante idea. - ¿Puedes asegurarme que esas lagartijas que tienes por dedos no me asaltaran en el refugio de la noche? - selló sus labios con un beso impidiendo que hablara, quedándose así, simplemente con los labios sobre los contrarios y una mueca de diversión hasta que la hechicera dejó de intentar hablar. Fue entonces cuando la liberó.

Seguramente no era el momento adecuando para ello pero se le ocurrió la idea de probar un cambio. - ¿Tienes fuerza para probar algo? - preguntó. Expusó su idea: tan sólo cambiaría a forma de gata, algo pequeño y relativamente manejable, asi podría Olenna probar su poder de dominación con ella. Verían hasta que punto la hechicera tenía el poder suficiente para plantearse una transformación de mayor tamaño. - Intentaré bajar de la cama, no dejes que lo haga - indicó como pauta para empezar aquel trabajo conjunto. Poco a poco su cuerpo fue mutando, las extremidades se convirtieron en patas, la cola adornaba ahora su anatomía y todo en ella fue menguando hasta aparecer la figura felina con la que más cómoda se había encontrado jamás. Al igual que con tantas cosas, era la primera vez que forzaba su cambio delante de alguien. Ronroneó agradeciendo la mano que recorría su lomo desde la cabeza hasta el final de la cola, quedándose un momento sobre las piernas de Olenna disfrutando de esa sensación tan distinta como parecida a la que experimentaba cuando recibía el mismo regalo de la hechicera en su forma humana.

El salto de vuelta a las sábanas indicaba que era hora de trabajar, avanzó hasta el borde de la cama moviendo el cuerpo preparándose para saltar en cualquier momento y preparada también para encontrarse con una barrera que se lo impidiera.
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Mensaje por Olenna L. Dupin Miér Jul 01, 2015 7:27 pm

No había razón para ocultarlo: desde su ubicación e incluso si no podía hacer nada más que observar –la juguetona sonrisita fiel sobre sus labios– disfrutaba genuinamente su espectáculo. Katharina era aún un conjunto de misterios, muchos de los cuales todavía no había conseguido descifrar, pero Olenna sentía que en tanto más íntima e insistentemente la mirara, más la conocería. Eso y, más fácilmente identificable, que simplemente no podía apartar los ojos de un cuerpo tan bello como el de aquella mujer. Lo que más la divirtió en todo aquello fue un detalle casi ínfimo que ella consiguió atisbar en los ojos ajenos: una sombra de deseo, la prueba de que ninguna de sus acciones había sido mal recibida en absoluto. Olenna comprendía, sin embargo: aquella debía de ser una de las pocas ocasiones –no quería darse créditos en exceso pero posiblemente la única– en la que Katharina permitía ver a otra persona tantos aspectos de sí misma, todos ellos íntimos y de todas formas compartidos. En otras palabras el sexo era importante, sí, pero allí había muchísimos más elementos en juego.

Por supuesto que lo puedo comprender. Hay tantas otras cosas por hacer, después de todo –respondió afable a la par que la otra fémina se le acercaba. El calor allí era tan secundario como irremediable, pero ese no era motivo alguno como para que Olenna no prosiguiera en su abrazo, permitiendo a su diestra vagar con libertad a lo largo de la espalda ajena en suaves caricias, ahora no ardientes sino más bien cariñosas y tranquilizadoras.

No puedo prometerte nada, gatita. En particular cuando ahora sé que una venganza no te disgustaría… en el momento adecuado –había respondido a su primer comentario en un tono bajo y juguetón, en cierta forma similar a un ronroneo. Por supuesto que bromeaba, aunque a decir verdad sólo parcialmente: dudaba bastante de su capacidad para controlarse no quizás esa noche pero sí las venideras. Estaba jugueteando con aquellas ideas a la par que uno de sus dígitos dibujaba patrones inteligibles cuando la sorprendió aquellas palabras. ¡Sus hermosos dedos comparados con lagartijas! Iba a protestar, por supuesto, pero todas sus palabras murieron ahogadas por aquel beso también juguetón, incluso travieso. Luchó sólo brevemente, pues no tardó en reconocer que la felina había ganado aquella divertida batalla y, oh, vaya que ella disfrutaba dejarse dominar de vez en cuando. La mirada penetrante que dedicó a los orbes ajenas, divertida pero también algo más auguraba futuras venganzas.

Olenna asintió de inmediato tan pronto se separaron, aunque cierto es que quizás imaginó algo más cuando escuchó la curiosa pregunta, algo que le arrancó una sonrisa cuyo significado no rebelaría. En cuanto escuchó la explicación de la mayor acerca de lo que quería hacer sintió cómo algo similar a una piedra bajaba por su estómago. Por un momento se arrepintió de haber contado a la fémina de sus habilidades, incluso si el no hacerlo habría significado que quizás nunca estuvieran juntas a un semejante grado de intimidad. Sí, en verdad creía que no tendría dificultad alguna en controlarla en una forma tan reducida, pero no era eso lo que la preocupaba. Nunca se había preocupado por aventurarse en cómo se sentirían las personas que habían sido dominadas por ella –generalmente utilizaba aquello como el último de absolutamente todos los recursos– y si bien intuía que para un humano corriente su habilidad debía de ser suficiente para quebrantar su voluntad, no creía que fuera así de sencillo con Katharina: había que desgarrar algo, ya fuera su voluntad de fiera o a ella misma. Y en su forma más pequeña estaba claro cuál sería el resultado, pero de tratarse de las restantes… la hechicera podía intuir que algo mucho más tangible y personal se desgarraría, algo así como el cuerpo propio.

Incorporándose en su lugar, contempló con interés… no, con fascinación aquella proeza de la naturaleza, mucho mayor que cualquier transformación que ella misma pudiera obrar en su cuerpo. Olenna lo absorbió todo, sus ojos fijos en la figura que cambiaba hasta que todo devino en una criatura inesperada y hermosa a partes iguales. Era… verdaderamente, sentía como si sólo entonces fuera capaz por fin de contemplar la verdadera forma de aquella que llamaban Katharina. Por un momento dudó respecto a si tocarla o no, pero finalmente el impulso fue irrefrenable: inclinándose hacia adelante obsequió a la felina con numerosas caricias dignas de cualquier amante de los gatos, rascando especialmente detrás de su cuello y maravillada en cuanto escuchó el ronroneo.

¿Sabes? Hasta podría hacerte mi familiar –había comentado a modo de broma, permitiéndose retenerla por algunos segundos más sobre su regazo cual haría con una mascota amada para finalmente dejarla proseguir; había trabajo que hacer. Una pena que de nuevo allí estuviera la piedra, aquella formada a base de angustia solidificada. Olenna no se movió mientras observaba a la felina acercarse al borde de la cama, pero finalmente suspiró. Había pasado un buen tiempo –tres años, nada menos– desde la última vez que había intentado algo así. Sus ojos se fijaron entonces en la pequeña criatura, aunque de un modo diferente a los anteriores.

Lo siento –y con ello, comenzaría un acto del cual creía se arrepentiría. Aunque en silencio, los labios de la hechicera se movieron breve y rápidamente en una serie de oraciones que profirió en su mente y en su alma. Aquello duró la fracción de un segundo, sin embargo: incorporándose algo más derecha y estirando su diestra en dirección a la cambiaformas, de pronto pudo sentirlo todo: cada nervio, cada músculo, cada hueso, todo dispuesto para ser torcido a su voluntad. Olenna pudo sentir con la claridad de siempre cómo una sensación de entumecimiento envolvía su brazo sólo momentos antes de poder sentir con perfecta claridad cómo el palpitar del cuerpo ajeno, ese bombear de oxígeno y sangre que iban y venía de pronto se reducía drásticamente, como si una enorme presión apenas y permitiera a aquella criatura viviente el poder respirar pero ya no moverse a voluntad. Y es que lo intuía: sabía que Katharina debía sentirse como si se encontrara dentro de un puño gigante, uno que debía parecer amenazar con aplastarla. No era sencillo dominarla, nada de eso, pero había hecho cosas peores.

Lo siento –volvió a repetir, girando entonces sus mano hacia la propia dirección, provocando entonces que las fuerzas que mantenían el cuerpo de la felina tieso al borde la cama fueran guiadas, haciendo que el cuerpo de pronto se moviera paso cortante a paso cortante, obligando a la pequeña criatura a girarse y caminar en dirección contraria al borde. Olenna la hizo alejarse un par de pasos más del borde cuando de pronto dejó caer su brazo derecho a uno de sus costados, rompiendo así toda coerción. No estaba cansada aún a pesar de que su pecho desnudo volvía a subir y bajar algo desacompasadamente, pero sí preocupada y eso era manifiesto en sus ojos y en la mirada que lanzó a su compañera–. ¿Katharina? ¿Cómo te sientes?
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Confesiones || Priv. Olenna L. Dupin Empty Re: Confesiones || Priv. Olenna L. Dupin

Mensaje por Katharina Von Hammersmark Vie Jul 03, 2015 10:20 am

Confiaba en Olenna como no lo hacía en nadie más. Aquella idea y sentimiento era a lo que estaba sujetándose mentalmente cuando notó su cuerpo tensarse por completo. Unas manos invisibles controlaban cada centímetro de su felina figura, le resultaba difícil hasta pensar con claridad. Su idea de saltar de la cama chocaba con un muro de acero que tiraba de ella hacia el lado opuesto, generando en ella una frustración que arrancó más de un maullido. Luchaba con todas sus fuerzas contra aquellos lazos que presionaban su cuerpo y su mente, sentía que le faltaba aire, necesitaba respirar y la única forma de que eso fuera posible parecía ser seguir las instrucciones que volaban en su mente. Un sonido lastimero salió entre los finos colmillos al verse caminando hacia Olenna. Escuchaba a la bruja disculparse pero era una voz lejana, un simple sonido que quedó flotando en la habitación. Su cuerpo cayó sobre la colcha como si fuera un peso muerto una vez fue liberado, miró a la mujer que estaba junto a ella sorprendida por el poder que poseía. No podría estar enfadada si era eso lo que la preocupaba y así se lo haría saber.

Una vez recobró toda la consciencia y las fuerzas regresaron a su cuerpo, recuperó como antes -pero a la inversa- su figura humana. Se descubrió de esta manera los ojos cargados, cayendo por las mejillas las lágrimas que la situación había generado. Abrazó a Olenna cuando vio que estaba punto a romperse por verla así, - estoy bien, tranquila - se dejó mecer por la hechicera, ignorado la desnudez de ambas por completo, ya no era una situación erótica, se había transformado en mera complicidad y amor. - Es sólo que perder el control de mi misma ha sido demasiado... duro de aceptar - resumió, obviando la parte del dolor ya que eso seguramente haría que Olenna se negase a volvera a practicar con ella. Por suerte para Katharina, estaba claro que el poder de esta era capaz de- al menos- darla tiempo para huir en el caso de que la situación con sus dos figuras grandes se pusiera difícil.

El cuerpo encogido de Katharina se adecuaba perfectamente a los brazos de Olenna que la recibían atentos y generosos como siempre. Las caricias que esta profería sobre su piel acabaron por relajar sus músculos y consigió cerrar los ojos, refugiando la cara en en cuello ajeno, dejando besos suaves de vez en cuando. - Tienes un poder asombroso - dijo al fin, no todo era malo y era algo que merecía su reconocimiento. Elevó la cara sacándola de su escondrijo y alcanzó los labios ajenos empezando así un beso dulce que se alargó en el tiempo. Su lengua alcanzó la ajena jugando con ella a un ritmo pausado que hizo que de nuevo su cuerpo reaccionara  erizandose como si aún estuviera en su forma felina. El pecho desacompasado se alzaba cada vez que esta cogía aire para continuar la sesión de besos. Movió el cuerpo, antes posado sobre las piernas de Olenna, ahora colocando una pierna a los lados de cada muslo de esta. Fue en esa posición en la que se dio cuenta de que debía frenarse una vez más. No debía dejarse llevar, ¿ o sí? Sacudió la cabeza obligándose a parar los besos y las manos. - Cuando nos mudemos - dijo en voz alta aunque en realidad era una fecha que se había estipulado a sí misma, aunque ahora que lo había desvelado... - ¿te parece bien? - quería saber la opinión de Olenna al respecto, no había sido una santa antes de conocerla y lo último que quería que pensara es que evitaba ese encuentro cuando simplemente quería que fuera perfecto.

Usó la misma sábana para atarla en torno a su cuerpo haciendo un vestido momentáneo antes de bajar de la cama y caminar hacia el cuarto de baño donde se lavó la cara antes de regresar al lado de Olenna - Creo que sería mejor que dieras el resto del día libre a tus criados... - expuso con seriedad tirando de las manos de esta para acercarla y poder posar sus manos en los hombros ajenos. - Ahora vamos a darnos un baño relajante, y cuando acabemos... vamos a ver cómo controlas a la leona - organizó el plan, entre la leona y la pantera esta era la menos agresiva por lo que pareció lógico que expusiera antes a Olenna a esa forma animal que a la negra. Antes de que pudiera protestar hizo que se levantara y tiró de ella sonriendo hasta el baño, dejando que la bañera se llenara de agua. Elevó los brazos hacia el techo y miró el vestido formado por la sábana esperando a que la bruja hiciera los honores, riendo al contacto de esta y el juego que se traían las dos continuamente.

Una vez estuvieron ambas sumergidas en el agua, Katharina con la espalda apoyada en el pecho de Olenna entre sus piernas, una idea cruzó la mente de la felina - ¿Echas de menos a tu difunto marido? - sabía que nunca habían sido realmente una pareja pero aún así debía ser duro haber perdido a una persona con la que había convivido, aunque este hubiera cometido un error respecto a ella amenazándola... - Debe ser duro para ti, recordar como murió... - susurró temiendo que un tono más elevado asustara a Olenna y evitara una respuesta por su parte. Mientras, sumergía la esponja en el agua enjabonada dejando luego que esta escurriera por sus piernas mientras Olenna acariciaba su vientre desde el abrazo que le era obligado por la posición.
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Mensaje por Olenna L. Dupin Miér Jul 08, 2015 9:56 pm

No fue un espectáculo bonito, ni mucho menos tranquilizador: incluso cuando la figura felina cayó rendida, temió. ¿Y si había sido demasiado? Los maullidos cortantes y adoloridos aún resonaban en sus oídos, sumados a otros elementos que desembocaban en un fuerte nudo en la boca de su estómago. Incluso cuando vio a Katharina regresar a su forma humana no se sintió mejor: había lágrimas en las mejillas, de dolor o de rabia pero en definitiva lágrimas. No era relevante: todo podía doler, absolutamente todo.

Refugió a la cambiaformas entre sus brazos y con su calor, acunándola contra su cuello a la par que pensamientos de no volver a repetir aquello bailoteaban en su cabeza. La acunó en silencio, meciéndose levemente y prodigando ligeras caricias sobre su espalda, casi como si se tratase de una chiquilla a quien cuidar. Era curioso: sabía que Katharina era una mujer fuerte, de hecho físicamente hablando ella misma sería una debilucha en comparación, pero aun así podía ver a la mujer tan… vulnerable. La hacía feliz quizás egoístamente, pero también le daba miedo: Katharina no era indestructible, no junto a ella al menos.

No sé qué tan bueno puede ser un poder así. Ya experimentaste lo… desagradable que puede ser –susurró, negando levemente, su mentón sobre la cabeza ajena aún, su mirada ausente y pensativa. Katharina era la única con un poder asombroso allí, en realidad. Suspiró–. Quizás ha sido demasiado por… –pero, oh destino, el final de su sentencia se perdió en el dulce contacto del beso que recibió a continuación, uno capaz de alejarla de sus preocupaciones y pensamientos al menos por un momento. Olenna se dejó llevar por aquel intercambio dulce en un principio retribuyendo aquel gesto con cariño, como si sus labios besaran a la criatura más delicada y preciosa de todas, pero llegado un punto se dejó arrastrar incluso más: poco a poco el contacto se volvió más apasionado e íntimo, y Olenna se encontró jugueteando levemente con la lengua ajena, acariciándola de un modo tortuoso con la propia que hacía arder no sólo su rostro sino su cuerpo al completo. Así como su boca, el resto de su cuerpo se dejó guiar por el cambio, sus manos comenzando a permitirse descender en sus masajes a lo largo de la espalda ajena. Su piel había comenzado a erizarse un poco, sensible hasta el más leve de los movimientos. Ni siquiera se detuvo a pensar al respecto en cuanto sintió que la mayor cambiaba su postura, adoptando una pose de lo más sugerente: Olenna era puro instinto en aquel momento y sus manos descendieron por completo, acariciando primero la espalda baja para luego presionar con ambas manos los glúteos de la mujer, empujando su mitad inferior a ser presionada contra la suave piel de su muslo. Su beso había mutado también en algo un poco más apasionado, salvaje quizás, pero todo acabó abruptamente en cuanto sintió cómo Katharina de pronto se apartaba, dejándola sin aliento. Un poco atontada por la falta de aire, observó algo sorprendida a la mujer. Oh, ¿así que ese era su plan? Bueno, ella aguantaría; se esforzaría mucho, pero lo conseguiría. Sonrió leve, ladinamente: no estaba segura de que la mujer que había trepado a su pierna fuera tan capaz de aquella misión como se creía.

De acuerdo, me parece bien. Pero tendrás que compensarme –respondió en un ronroneo, quitando sus manos del cuerpo ajeno y reclinándose un poco hacia atrás, observándola envolverse en la sábana. Mientras Katharina se fue al baño, Olenna se entregó a la noble tarea de volver a recostarse en la cama, sus orbes clavados perezosamente en el techo. Tenía tantas cosas en aquel momento en su mente, verdaderamente. Llegado un punto se incorporó sentándose al borde de la cama y entonces fue cuando su Venus regresó. Olenna permitió que sus manos se unieran, dejándose arrastrar.

Oh, esos vagos. Probablemente no están haciendo nada ahora mismo, de todas formas –comentó medio burlona, dejándose guiar hasta el cuarto de baño. Olenna sonrió abiertamente ante el espectáculo, tomándose su tiempo para desvestir esta vez por mano propia al cuerpo ajeno, maravillada por cuán bello podía ser. Tuvo que mantener cierto autocontrol de sí misma de todas formas, pues una parte de ella le rogaba volver a la antigua tarea de recorrer cada centímetro de aquel lienzo con sus dedos o, como había dicho la felina, “lagartijas”. Volvió a sonreír muy a su pesar, divertida por aquel recuerdo pero también secretamente preocupada por el deseo futuro de Katharina.

Pero de todas formas, antes de ese futuro y previsible infierno venía la paz, y así lo comprobarían ambas mujeres al sentir el agua agradablemente cálida rodeando sus cuerpos. Olenna pudo sentir cómo sus músculos se sentían casi inmediatamente aliviados al entrar en contacto con el agua de la tina, y sonrió levemente enternecida a la mujer que se metió luego, recostándose contra su propio cuerpo. Envolvió su talle en un abrazo vagamente protector y por varios segundos todo fue paz y suspiros satisfechos, junto a un claro gotear.

En un momento de mi vida fue alguien realmente importante para mí, mi mejor amigo. Lo quería como se debe querer a un hermano, supongo –dijo tras un momento de escuchar la curiosa pregunta. Suspiró, dejando descansar su mentón sobre uno de los hombros ajenos con aire cansado–. Pero con el tiempo cambió y se convirtió en otra persona, una persona que ya no tenía nada en común con el que había sido mi hermano.

Cómo murió. Fue inevitable que su postura se tensara un poco, así como los brazos que abrazaban el talle ajeno. Por supuesto que era duro recordar, pero no por los motivos que Katharina probablemente imaginaba. Con lentitud separó su mentón del hombro ajeno, sus ojos observando la faz ajena precavidos, en busca de cualquier reacción. Su silencio debía de ser sospechoso, después de todo. Pero sospechas al margen, ¿podía contarle?

Ella se lo había contado todo. Ella también podía, ¿verdad?

Tengo algo que decirte, Katharina –se escuchó su voz por fin, su mentón levantándose del hombro ajeno. Sus ojos reclamaban toda la atención de la cambiaformas–. Es mi mayor secreto, pero creo que eres la única persona a la que puedo contárselo. Mi esposo se suicidó, pero... yo fui quien movió su cuerpo. Te imaginarás cómo.

Silencio. Olenna intentó descifrar qué pasaría por la mente de la mujer. ¿Le temería? ¿Le repugnaría? Su abrazo se aflojó un poco, e inspiró una oleada de aire y perfume dulce algo dolorosa.

No me arrepiento, pero eso no me hace un monstruo. Iba a matarme, y yo no… no tenía nada más preciado que mi vida –volvió a decir por fin, hablando con sinceridad–. ¿Qué piensas de mí ahora?


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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Vie Jul 10, 2015 12:52 pm

La cambiante era perfectamente consciente del autocontrol que estaba demostrando Olenna esa tarde junto a ella, para su compañera no debía ser fácil en absoluto mantener la compostura como lo estaba haciendo y el hecho de que no la presionara en lo más mínimo era algo que reconfortaba a Katharina enormemente. Su postura en la tina no varió hasta que las palabras de Olenna se tornaron tristes, haciendo que el propio cuerpo se girara para poder observar los orbes ajenos. En ese momento se arrepentía de haber sacado el tema de su difunto marido, la cantidad de veces que hablaba sin pensar... Pero de repente las tristeza se evaporó, dio paso a un gesto serio y tenso, el cuerpo de la hechicera ya no regalaba caricias a parte alguna de su torso. No sabía qué pero algo había pasado para que Olenna estuviera así de incómoda con ella. Estuvo a punto de preguntar qué había hecho cuando la descubrió hablando de nuevo.

Sus ojos se abrieron de par en par, al igual que sus labios. No podía creer lo que estaba escuchando. Tragó saliva pues notaba la garganta seca, y se quedó por un momento inmóvil en el agua, encogida en el lado contrario a Olenna. Mil sentimientos cruzaron su mente y ninguno bueno. Sin mediar palabra salió de allí tapando su figura con una de las toallas dispuestas para ello. Como solía pasarla cuando se agobiaba, necesitaba alejarse del problema, respirar y tranquilizarse, aclarar las ideas antes de decir algo de lo que se pudiera arrepentir. Con rapidez volvió a vestirse, ignorando a una Olenna que parecía más agobiada por semejante escena que ella misma. Le dolía verla así, rota, pero no podía ayudarla sin aclararse ella primero. Bajó al trote las escaleras principales y salió por la puerta trasera al jardín que la recibió como el latigazo de libertad que necesitaba. Deambuló junto a los muros de la finca durante un buen rato.

Estaba demasiado enfadada con Olenna y lo peor es que no era sólo por un motivo. El principal es que después de todo lo que habían tenido que pasar y de todo lo que la había contado de su propia vida, ella había tardado infinitamente más en hablar de sí misma. Cuando pensaba que hbían sido completamente sinceras la una con la otra, un nuevo secreto salía a la luz, y ¿quién la decía ahora que no había más? Negó con la cabeza y se dejó caer en el césped, arrancando ebras al azar. Si ella no hubiera sacado el tema de su marido una vez más, aún no lo sabría. No podía perdonar eso, por lo menos no ahora. Otro tema era el acto que llevó a cabo, confiaba en ella sí, pero de nuevo se sembró la duda en su mente. Si se lo hizo a él, ¿quién la decía que con ella sería distinto? Bastantes penurias y dificultades había tenido que sufrir ya en su vida como para entrar en una relación, ya difícil, que no la aportaba la tranquilidad y seguridad que ella necesitaba actualmente.

Cuando hubo organizado su mente regresó a la puerta donde ahora reposaba el cuerpo de la bruja con gesto nervioso y triste. Se le encogió el estómago al verla así pero no debía dejarse llevar por esos sentimientos. - Olenna, te voy a ser sincera - comenzó esperando no sonar tan brusca como a veces era realmente, - necesito estar sola ahora mismo, no me refiero a cortar esto... - señaló los cuerpos de ambas - pero me ha dolido que no confiaras en mi cuando te conté toda mi vida con pelos y señales. Ahora mismo no me siento segura a tu lado y es una de las cosas más importantes que me hacían quererte - exhaló todo el aire que quedaba en sus pulmones.

No iba a entrar en juicios de moral, cada uno hacía lo que necesitaba por sobrevivir, nadie sabía aquello mejor que ella misma pero con el poder de Olenna podría haber hecho cualquier cosa que no fuera tan irreversible como un suicidio y eso es lo que la aterraba ante la idea de compartir su vida con ella.
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Mensaje por Olenna L. Dupin Lun Jul 13, 2015 7:20 pm

No se sorprendió cuando sintió el cuerpo ajeno encogerse y alejarse todo lo posible del propio en la de pronto demasiado pequeña tina, así como tampoco le sorprendió ver aquel esbelto cuerpo ponerse de pie unos segundos después, dándole la espalda –aunque quizás así era mejor, pues estaba segura de que su mirada debía cortar en ese preciso momento. Olenna se mantuvo férrea mientras Katharina se alistaba apresuradamente, sus ojos mirando sin ver el lugar en donde momentos antes el cuerpo ajeno había descansado. Una parte de sí había esperado que, con todo y lo contado, Katharina la comprendería; ahora, sin embargo, se sentía como una ilusa. Sólo cuando la mujer abandonó el cuarto velozmente la hechicera se permitió un momento de debilidad, un momento en el cual liberó un suspiro cargado de diversas emociones que no vale la pena enumerar, a la par que dejaba que su cuerpo se hundiera un poco más en la tina, cubriéndose por completo sus hombros e incluso su cuello.

Tras un momento –momento que se le antojó una eternidad– salió de la tina, procediendo a secar su cuerpo con aire ausente. Sin molestarse en tomar las prendas que en su totalidad había vestido, la mujer tomó simplemente una de sus batas nocturnas, una particularmente bella de un satén azulado pero que sin embargo en aquel momento no le arrancó ni la menor de las sonrisas, siquiera una mueca de agrado. A decir verdad no estaba muy segura de a dónde había marchado Katharina, ni siquiera podía estar segura de que continuara en el lugar, pero algo le decía que no debería haber ido demasiado lejos, incluso sabiendo que podía llevarse sus cosas y su persona con la misma facilidad con que había llegado. De cualquier forma, sabía por dónde comenzar su búsqueda, y así fue como se dirigió escaleras abajo y, finalmente, hacia el exterior, en donde se limitaría a mantenerse de pie junto al umbral de la puerta esperando algún indicio, sus brazos cruzados contra su pecho y una mirada que alternaba entre una búsqueda nerviosa en torno al panorama verdoso que la rodeaba o la mera ausencia.

Y finalmente sucedió, Katharina acabó por regresar al punto en donde ella se encontraba. La hechicera la observó en el más neutral de los silencios, permitiéndole sacar de su sistema todas las explicaciones que necesitara, escuchando y cavilando sobre cada una de ellas, sus ojos fijos en sus facciones. No obstante, algo en su discurso hizo que su expresión de pronto se crispara: esas malditas últimas palabras.

¿Que te hacían quererme? Katharina, yo ni siquiera habría parpadeado si tú me contaras algo así. Creo que eso habla sobradamente de lo poco que me quieres –soltó violenta, dolorosamente. ¿Lo peor? Que a pesar de todo Olenna misma comenzaba a creer en sus propias palabras; si Katharina reaccionaba tan mal debía de ser porque estaba esperando un motivo mínimo para alejarse de ella, pensó. Desde luego aquello no era un razonamiento verdaderamente lógico, pero por una vez la hechicera estaba tan inmersa en sus inseguridades que difícilmente podía atisbar la realidad. Y la visión se le empañó incluso más cuando de pronto, sin comprender del todo lo que ocurría ni la razón, sus ojos comenzaron a humedecerse; eran lágrimas demasiado frías para ser de rabia, pero vaya que quemaban los bordes de los párpados, desbordándose.

¿Y qué querías que hiciera? No quería verte reaccionar justamente como lo has hecho. ¡Y sin embargo lo hice! No se trata de confianza, se trata de tiempo, el mismo que me exiges a mí –le espetó, sus ojos refulgentes por la humedad de las lágrimas pero también por la ira. Una de sus manos se alzó entonces hacia su propio rostro, ocultándolo tras su palma. Pasaron varios segundos, en los cuales el leve temblor de sus hombros se redujo notablemente, aunque estos permanecieron tensos. Finalmente, un tono más bien seco fue el que se escuchó, quizás algo desasosegada–. Haz lo que tengas que hacer. Yo necesito dormir–finalizó para luego darse la vuelta. A decir verdad, sentía que necesitaría algo mucho más fuerte que un mero descanso para aliviar las repentinas punzadas en su cabeza y pecho, pero ya podría ocuparse; no sería la primera vez.
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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Mar Jul 14, 2015 4:24 am

En ese instante era ella la que deseaba matar a Olenna, el efecto que su reacción había tenido en la bruja era cuanto menos imperdonable. En lugar de admitir su culpa y al menos darle el espacio que necesitaba para perdonar esa falta de confianza en ella había optado por todo lo contrario. La estaba atacando e hiriendo a conciencia y eso era algo que ante lo que Katharina no falqueaba jamás. Sus ojos brillaron con chispazos de furia ante la falta de madurez y empatía de Olenna, claramente disgustada y decepcionada con ella. - No te atrevas a sugerir que no te quiero - siseó con la voz crispada por el enfado, aquello era más de lo que permitía a nadie. - ¿Tú ni hubieras pestañeado? Bueno yo prefiero calmarme antes de tomar una decisión, opción que está claro que tú ni conoces - dijo con dureza tanto por su reacción en ese momento como en la causante de todo aquello -el asesinato/suicidio de su difunto marido-. Sabía que eso la heriría, pero no estaba recibiendo mejor trato de Olenna y esta debía conocer la diferencia entre las buenas formas de la cambiante y cuando la hacían enfadar. Calló, sin embargo, cuando vio las lágrimas asomar por los ojos de la mujer. Era justamente aquello lo que quería evitar, yéndose de la casa ambas tendrían tiempo para pensar y calmarse. Katharina no pensaba abandonar a la que había conseguido calmar su furia y desconsuelo, tan sólo tomarse un tiempo para valorar cómo enfrentar aquello. - ¿No te pareció buen momento cuando regresé del viaje y te conté todas las penurias de mi vida?¿No te pareció que al saber todo de mi yo tenía el mismo derecho? - espetó tratando de ignorar la física debilidad de la morena ante ella, le rompía el alma ver el dolor de esta pero, ¿qué debía hacer? Era incapaz de dejar su propio dolor a un lado para consolarla, no todavía.


Olenna estaba fuera de sí, no controlaba sus palabras, que escupía cargadas de un veneno que Katharina sabía no era para ella. Escuchó pues todo lo que esta tuvo que decir con gesto imperturbable, quizás de esa manera acabara por agotarse y darse cuenta de lo mal que estaba actuando. Asintió ante la idea de Olenna sobre dormir, la vendría bien. - Me parece buena idea. Iré a un hotel un par de días. - informó antes de dejar a la bruja en el mismo marco de la puerta. Ordenó a un par de hombres que recogieran algunas de sus cosas y prepararan una calesa para dirigirse al centro. Fue cuando ya estaba en el interior de dicho medio de transporte cuando ella se rompió, sabía que añoraría el cuerpo de la hechicera a su lado en la cama, todo sin ella parecía frío y vacuo.


Sin recibir noticias de ella, tuvo tiempo de sobra para calmar su enfado y valorar todo desde el punto de vista de ambas. Su enfado no había sido tonto y no se arrepentía de haberse ido para relajarse; pero el miedo de Olenna era comprensible, no había confesado tan solo su naturaleza si no algo mucho más intenso que aquello. Y la reacción de Katharina habría hecho, lo más seguro, que se cerrara aún más en sí misma. Se maldijo por la discusión que mantuvieron, cuando ninguna quería realmente herir a la contraria. Pero eran dos mujeres con caracteres muy dispares y muy fuertes, con grandes historias a sus espaldas, tratando de construir una nueva vida. Si no había enfrentamientos es que algo no iba bien...


Pasó los dos días, tal y como dijo a Olenna, durmiendo en el “Hotel Des Arenes”, pero durante el día se dedicó a visitar casas en venta. Enormes casas abandonadas por sus dueños, listas para que alguien con ganas les hiciera un lavado de cara y diera vida a sus lúgubres paredes. Acabó enamorada de un palacete a unos escasos diez minutos andando del centro parisino. Los tonos beige de la fachada junto a todas las columnas que la adornaban le daban un toque armonioso y romántico que le encantaba. Las estancias eran amplias y de techos altos, perfectos para decorar todo a su gusto y poder colgar colosales lámparas de cristales. Eso sin mencionar el inmenso jardín en el que se podrían perder si quisieran. Durante la visita a la vivienda no pudo reprimir risas por la felicidad que le generaba aquel lugar. Quería vivir en él, reformarlo y construir la magnifica biblioteca que prometió a Olenna.


Pero antes de todo ello debía tener la aprobación de la mujer, lo que le llevó directamente a su antiguo hogar. - ¿Me permitirías una sorpresa? - preguntó al verla aparecer en la puerta. Deseaba con todo su ser poder llevarla hasta aquel pequeño paraíso que había encontrado para ambas, pero.. ¿estaría su bruja dispuesta a ello?
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Mensaje por Olenna L. Dupin Miér Jul 15, 2015 11:28 am

El primer nuevo día sola fue solitario y silencioso, aunque probablemente ninguno de los criados percibió ni la menor de las diferencias en el comportamiento de su señora; los días sombríos en general databan desde hacía más de una semana –puntualmente desde la primera partida de Katharina– y ni siquiera se habían mitigado con la llegada de Juliet, vieja amiga y amante del pasado pero también una hechicera, y una que ahora buscaba por educación y protección. Olenna se alejó todo lo posible de lo que sería una maestra aquel día: recluida en su habitación, el dios Jano y la diosa Diana la encontraron tendida en su cama a partes iguales, aunque sin conocer nunca al sueño. Dedicó pura y exclusivamente su tiempo a pensar y reflexionar, aunque, para qué mentir, una ínfima parte suya esperaba que cierta criatura abriera su puerta y se subiera a su cama con sus patitas, aún a pesar de que el resto de sí la acusaba de ilusa por fantasear con tales tonterías. Pensó, reflexionó mucho al respecto y llegado a un punto fueron mejillas rosadas y avergonzadas las que se escondieron bajo pliegues de sábanas. Sabía que había tenido sus motivos válidos para reaccionar así, pero ahora que se encontraba a una distancia prudencial de los hechos podía avistar con embarazosa claridad sus errores. Creyó comprender el motivo de la ira de Katharina, lo cual la descolocó un poco: lo que verdaderamente la había enfurecido no era tanto su crimen –horrendo y apresurado, sí, pero tan abrupto como la misma Olenna lo era por naturaleza– si no simplemente el hecho de no habérselo confesado en el momento indicado. Sintió vergüenza e incluso temor; no quería que Katharina imaginase que quizás se había reservado ese detalle tan profundo porque simplemente no confiaba en ella o no la apreciaba lo suficiente, pues la realidad era radicalmente opuesta. Sólo consiguió dormirse con un estómago vacío y una mente llena de preocupaciones cuando un retazo del plateado manto de Diana se coló por uno de los ventanales de su habitación, un gesto casi maternal sobre su mejilla izquierda.

El segundo día fue exponencialmente mejor, y es que la hechicera ya se sentía mucho más tranquila. No ignoraba la gran discusión que habían tenido y sufrido ni mucho menos la dolorosa ausencia de su gatita, pero sus propios ánimos se habían calmado y tenía la sensación de que sería del mismo modo con Katharina. Simplemente la extrañaba tanto que todo lo demás, incluso sus desacuerdos podían ser secundarios y, además, tenía la certeza de que pronto regresaría. ¡Y menudo desastre, auténticamente, que era cuando despertó aquella mañana! Por primera vez desde la pelea sonrió, divertida ante la idea de su propio aspecto; procuraría adecentarse, pues incluso estaba de humor como para preocuparse por algo en apariencia tan banal como lo era verse bien para la única persona que realmente le importaba. Estaba llevando una rutina relativamente normal, leyendo algunos manuscritos de nuevos autores parisinos en el salón principal cuando escuchó que alguien tocaba la puerta. Ella misma se apresuró a abrir la puerta, sin dar oportunidad a sus criados –aunque realmente el personal intuía que cada vez que ella se quedaba en aquella curiosa habitación era porque su señora esperaba a alguien a quien exclusivamente ella quería recibir. Y cuando la abrió…

Kathi –ni siquiera se permitió el tiempo necesario para reflexionar en sus palabras: simplemente se lanzó para abrazarse a ella, estrechándola con fuerza un tanto escaza para la cambiaformas, pero con intensidad para la hechicera. Su rostro se hundió contra uno de los hombros ajenos por varios segundos, aspirando el perfume dulce y vagamente familiar, propio de la mujer y acabando por susurrar un pequeño “lo siento”. Quizás Olenna no fuera capaz de verbalizar cuánto había extrañado a la mujer, pero sus acciones hablaban sobradamente. Tras un momento tuvo que separar su rostro, aunque no se encontraba dispuesta a liberar el talle ajeno de su abrazo. Sus ojos brillaron en cuanto encontraron a los ajenos, y su rostro se ladeó levemente.

¿Sorpresa? Adelante, pero no superará tu presencia –respondió en un tono vagamente coqueto, retomando su pregunta. Tras unos segundos su rostro adoptó una expresión curiosa. ¿A qué se referiría? Tenía una vaga sospecha–. Me pregunto qué será…



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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Sáb Jul 18, 2015 1:38 pm

El abrazo de Olenna calmó sus miedos en el primer momento en que sintió el tacto ajeno. Ambas se habían excedido, se habían hecho acusaciones fuera de lugar y tenían cosas por las que disculparse. Sonrió al escuchar la disculpa de la hechicera imitando su gesto y diciendo lo mismo, también en un susurro contra su pelo. Tuvo que reír ante ese diminutivo que la había adjudicado pues nunca la había llamado así. - ¿Kathi? - preguntó incapaz de creerse que boca de su bruja hubiera salido semejante cosa, - prefiero Kath si no te importa, Kathi me lo llamaban cuando era un mocosa - pidió aunque sin dejar de sonreír. Al obtener la respuesta positiva ante la propuesta de la sorpresa tiró de Olenna hacia el interior de la casa, obligándola casi a correr escaleras arriba para que recogiera lo que necesitara para irse de allí. Una vez fuera informó al cochero de la dirección a la que debía conducirlas sin decir nada a su acompañante. Algo la decía que debía imaginarse, al menos en parte, de qué se trataba ya que era un tema que habían comentado alguna vez, pero aún así esperaba que el ver el edificio señorial que había escogido le generara la misma reacción que a sí misma.

- Permíteme - susurró cuando apenas quedaba un minuto para que alcanzaran la finca, situó un pañuelo sobre los ojos de Olenna impidiendo que viera absolutamente nada, - me gustas así de indefensa - bromeó con coquetería al tener que guiarla para bajar del carruaje y por el camino hasta situarla en el jardín del palacete frente a la edificación. Contando hasta tres, mantuvo la tensión de aquel momento liberando los orbes ajenos exponiéndose así ante ambas la visión de su futuro. - Me he pasado estos dos días visitando casas, palacios, palacetes, mansiones... Pero sólo este ha conseguido enamorarme - confesó a la hechicera. Ante ellas se erigía una construcción en tonos claros con cuatro columnas en el centro que daban paso a grandes ventanales acristalados, permitiendo que toda la luz se filtrara por ellos hacia el interior. Al contrario, en la parte superior las ventanas se empequeñecían pero en la azotea se disponía de un enorme balcón en el que ya había visualizado fiestas magníficas. El jardín, extenso, se encontraba diseñado de tal manera que los caminos de grava confluyesen con arbustos y conjuntos florales exquisitos.

- Vayamos a ver el interior - ofreció su mano a Olenna para comenzar el paseo que llevaba a la puerta principal. Ante ellas se encontraba ahora el gran salón comedor, pieza central de aquel palacete. Todo estaba sucio y bastante cochambroso, pero a pesar de ello se podía vislumbrar el pasado esplendor de todo aquello. - Antes de ir a la parte de arriba... - sonrió y abrió dos altas puertas de madera tallada, dando paso a una sala de techos altos con ventanales en dos de sus cuatro paredes que dejaban pasar la luz a cada parte de ella, - esta sería tu nueva biblioteca - informó con toda la reforma clara en su mente, las baldas llenarían las paredes sin ventanales, y pondría un escritorio delante de una de ellas para que la luz la iluminara en el caso de que Olenna tuviera necesidad de trabajar en él. Dos sillones de piel quedarían perfectos sobre una alfombra persa que pensaba situar en el centro de la habitación, y así fue informando de todo lo que tenía pensado a la hechicera. Dejó que esta se recreara y visionara lo que podía ser su futura casa.

Acto seguido la hizo subir a visitar tanto las habitaciones, como los cuartos de baño y la azotea. En esta última zona dio una vuelta sobre sí misma y extendió las manos hacia Olenna para que se acercara a ella, - Dime que te parece - pidió nerviosa expectante para saber la opinión de la hechicera.
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Confesiones || Priv. Olenna L. Dupin Empty Re: Confesiones || Priv. Olenna L. Dupin

Mensaje por Olenna L. Dupin Dom Jul 26, 2015 1:38 pm

“Indefensa”, ese era un atributo que sólo Katharina podía poner a su nombre sobre su ora benévola ora temible persona, y es que en cierta manera siempre que se encontraba a su lado estaba, en efecto, indefensa. Por supuesto, las habilidades de Olenna para lidiar con un atacante o una mera amenaza habían sido sobremanera probadas, pero eso carecía de bastante importancia cuando de la cambiaformas se trataba. Katharina tenía el poder de distraerla y atraerla inexorablemente, de conseguir que la hechicera bajara demasiado su guardia e incluso que su sentido común se nublara. Y eso, más que indefensa la hacía frágil: Katharina podría hacerla trizas sin siquiera proponérselo, y no desde un punto de vista meramente físico. Quizás sin ser del todo consciente de ello, Olenna había incurrido en entregar a esa mujer lo más precioso que tenía, algo cuya existencia o permanencia en su persona la hechicera había dado simplemente por perdido. La cambiaformas tenía nada más ni nada menos que un corazón humano entre sus manos, ensangrentado y aún palpitante. La capacidad de atesorarlo o por el contrario desgarrarlo descansaba pura y exclusivamente en su persona y en su control para que esas bonitas y suaves manos no se convirtieran en zarpas.

Y a mí me gustas así de amenazante –susurró, palabras que se llevó el viento, junto a cierta calidez.

Mientras era guiada, la oscuridad cernida sobre sus ojos en forma de pañuelo, fue inevitable que sus labios se torcieran en una pequeña sonrisa, divertida pero también secretamente apenada. El que Katharina se hubiera pasado los últimos días buscando lugares denotaba el abismo que podía existir entre ellas: mientras que la cambiaformas se había dedicado a semejante búsqueda, ella simplemente se había aislado en sí misma, de un modo tan extremo como… bueno, vergonzoso y que la mujer no necesitaba conocer, no verdaderamente.

Ahora bien, no habría esperado ningún espectáculo arquitectónico verdaderamente maravilloso. Sí, sabía que el gusto de Katharina era exquisitamente refinado y que probablemente algo que le agradase se encontraría en sintonía con lo que a ella le agradaría, pero no creyó que realmente la fémina fuese a mostrarle una imagen que le robara el aliento. Gran error, desde luego, porque tan pronto como el pañuelo fue removido y sus ojos se posaron sobre el palacete, estos se abrieron algo más de lo normal a la par que sus labios dejaban escapar un pequeño “oh”. Verdaderamente, el espectáculo era magnífico y había superado sus expectativas, al punto de que ni siquiera estaba segura de hacia dónde mirar. La azotea era simplemente magnífica y podía imaginar multitud de eventos en ella, tanto fiestas como reuniones más privadas. El exterior era bellísimo y podía apostar sin miedo a equivocarse a que el interior también lo sería. Si acaso había un aspecto que pudiera reprochar, ese en todo caso sería el enorme jardín que rodeaba a la edificación: sí, era hermoso y hasta vagamente laberíntico, pero parecía haber sido confeccionado de una manera tan milimétrica y minuciosa que aquello llegaba a chocarle un poco, a ella que en el fondo amaba tanto lo caótico y salvaje. Pero, ¿qué iba a hacérsele? Un diseño mucho más arriesgado podría atraer ojos de más, y si bien Olenna disfrutaba en demasía ser el centro de atención e incluso la comidilla de varias reuniones, incluso ella conocía cuando un límite dejaba de ser prudente para convertirse en un extremo.

Puedo entender lo que dices. Sólo lo he visto unos segundos y ya siento que es el lugar perfecto –concedió a la par que tomaba la galante mano ofrecida, dispuesta a conocer aquel pequeño paraíso también por dentro. Sí, el abandono del edificio podía notarse nada más entrar, pero eso no era algo que la preocupara particularmente: sabía que con dinero casi todo podía comprarse, y el orden claramente no era una excepción. La hechicera sólo deseaba subir de una vez por todas para comprobar la vista desde la azotea, pero algo la detuvo. Los brazos de Katharina dieron paso a una habitación amplia y luminosa, de un techo inconcebible de lo alto, una habitación tan idílica para un propósito que se le venía inmediatamente a la cabeza: cuando la escuchó pronuncia la palabra “biblioteca” le entraron ganas de devorar a su acompañante a besos, deseo que muy probablemente se vio reflejado en sus ojos. ¡Pero ni siquiera había tiempo para eso! Rápidamente su mirada se volvió algo soñadora a la par que observaba cada detalle, imaginando dónde ubicar luego qué sección de su vieja biblioteca de pronto ya no tan agradable, cuando pronto hubo que abandonar aquella especulación para continuar con el tour. Olenna permitió que su pareja la guiara por el resto de las habitaciones en un recorrido que intuyó ya conocía bastante bien, reconociendo el potencial de cada habitación: aquí el dormitorio principal, allí los de invitados, allá los del personal. La parte más importante de todas sin embargo sería la última, y finalmente se encontraron en la azotea, recibidas por una refrescante brisa dispuesta a acariciar sus facciones. Olenna volvió a sonreír al enfocar con sus zafiros a la figura de Katharina: ella probablemente no lo sabía, pero su figura recortada sobre un fondo celeste de tal perfección como lo era el cielo de aquella tarde era un espectáculo incluso más bello que el palacio que tendrían por hogar.

¿Y qué va a parecerme? Lo amo gatita, casi tanto como a ti –confesó con desparpajo típico de ella a la vez que se acercaba a las manos extendidas, sólo que las propias no las atraparon sino que se deslizaron con ligereza primero sobre estas y luego por sobre sus brazos, hasta finalmente saltar de estos a su cadera, estrechándola contra sí con expresión claramente satisfecha e incluso soñadora entre sus brazos. Suspiró de alivio, ojos chispeantes buscando a los ajenos–. Puedo verlo perfectamente, este lugar será perfecto para fiestas en verano. ¡Mira ese cielo! Todos querrían bailar bajo una enorme luna y entre candelabros, quizás hasta incluso yo –comentó, una pequeña sonrisa ante el recuerdo del modo en que hacía ya tantas experiencias había confesado a su compañera sus verdaderas inclinaciones: una referencia a los bailes y a su calidad de espectadora, nada más ni nada menos. Tras algunos segundos sus brazos liberaron el talle ajeno, pero sólo para ofrecer una de sus manos a la félida, algo galante.

¿Me permite? –casi recitó, una frase típica de los acompañantes masculinas en aquellos aborrecibles bailes. ¡Incluso en ocasiones algunos ilusos se habían atrevido a formulársela a ella, para su aburrimiento! Pero ahora se trataba de una situación completamente distinta, y tras esperar a que la mano ajena fuera depositada sobre la propia palma y recordando también aquella primera y algo torpe danza entre ellas, Olenna llevó su mano libre al talle ajeno, dejándola descansar allí no con un aire dominante, sino con delicadeza y, si acaso, cariño.

Danzaron no con lentitud sino con tranquilidad, la mejilla de la pelinegra vagamente presionada contra el cuello ajeno, permitiendo un fácil acceso a sus cabellos a su bella compañera. Si acaso había albergado nervios en un principio, estos rápidamente se extinguieron en cuanto la secuencia tranquila e incluso algo repetitiva de pasos había comenzado, permitiendo que las amantes pudieran relajarse. Y si bien Olenna había mantenido sus ojos cerrados por varios segundos, con cierto aire ausente, de pronto éstos se abrieron, aunque con cierto aire cansado.

Gatita… –susurró, su mejilla descansando ahora sobre uno de los hombros ajenos, fuertes y delicados a la vez–. Eres consciente de lo que pensarán –de más estaba decir quiénes: el mundo, la alta sociedad, aquellos que en verdad poco importaban–, ¿verdad? Todos sabrán o al menos murmurarán que somos amantes. No puede haber otra razón para que dos mujeres decidan mudarse juntas –y si bien podían existir en efecto otras, la hechicera sabía muy bien el modo en que pensaba la gente que la rodeaba sin siquiera necesitar meterse en sus cabezas. Suspiró. No sería algo tan grave; la Revolución Francesa primero y luego Napoleón se habían encargado de que la homosexualidad ya no se encontrara penada por la ley siempre que no afectara a terceros; ellas serían libres de hacer lo que desearan muros adentro, incluso tertulias adentro. El peso social que eso podía llegar a tener, sin embargo, sí podía llegar a ser un aspecto digno de llegar a preocuparse: ¿y si la cantidad de cerdos que a veces asistían a sus fiestas disminuía? ¿Y si dejaba de recibir invitaciones a fiestas de lo más estúpidas, vanas y aburridas? Rió entre dientes de pronto, divertida ante lo realmente poco que se perderían. Rápidamente su rostro volvió a adoptar una expresión más grave, algo preocupada, y si bien sus pies continuaron moviéndose al son de aquella suave danza, su rostro se alzó para analizar las facciones ajenas, pendiente de cualquier cambio que pudiera implicar una respuesta. Dudó porque temía una respuesta negativa, pero finalmente se atrevió a preguntar–. ¿Tú estás bien con eso a pesar de todo? ¿A pesar de que no eres… “como yo”?
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