Confesiones (privado)

De regreso en el norte, el viento nocturno acarició mi rostro dándonos la bienvenida de vuelta al lugar que nos vio crecer. Nunca pensé que caminar por las calles de Akershus me resultaría agridulce, y sin embargo, esa fue la sensación que predominó cuando observamos sus altos muros en la distancia.

Miré hacia un lado y me topé con su mirada enmarcada por su piel morena, sus oscuras cejas y unos cuantos mechones de pelo que caían sobre su frente, destacando la seria expresión. Lo miré intensamente, reparando en lo meditativo que andaba; expresivas e inevitablemente hipnóticas, así eran sus tempestades, atraían hacia ellas a cada rato a mis esmeraldas.

Alcanzamos el puente con los guardias a los lados y atravesamos la entrada, a nuestro paso íbamos encontrando rostros familiares a los que nos deteníamos brevemente a saludar.

¿Estaría tan mal gritarles a los cuatro vientos que Hakon era mi esposo? Me sentía tentada de dejarlo salir en ese mismo instante, de que toda la población de Akershus se enterase de que estaba loca por él. No sé como fue que no lo hice, como resistí la tentación y actué como siempre en frente de todos, supongo que porque para los dos era demasiado importante hacer las cosas bien. Habíamos acordado hablar con padre y madre, nuestros seres más cercanos debían enterarse primero, y no podía dejarme llevar por mi impulsividad.

El contraste con Japón era muy grande y ambos lo notamos en seguida, era injusto no poder tocarnos o besarnos en público y actuar como si fuésemos tan solo hermanos.

Llegamos a la puerta de nuestra casa y Hakon me tendió la mano, la tomé enseguida y el contacto de su calidez me dio ánimos para traspasar la puerta, esa mano enlazada con la mía que recordándome nuestras promesas me pertenecía.

El corazón me golpeaba en el pecho cuando atravesamos la puerta, noté enseguida la presencia de nuestros padres. La voz de madre alcanzó mis oídos, regalándome una canción conocida para mi, una que hablaba de intrépidos guerreros que se hacían a la mar y luchaban contra las inclemencias de una acérrima tormenta para poder volver a casa.

Me había adelantado para saludarlos, padre estaba en el salón junto al fuego de la chimenea y era toda una visión. De niña me parecía el más enorme de todos los guerreros de Akershus, alto, oscuro, fuerte, estaba completamente segura de que era invencible y tantas veces al abrirme un camino propio como guerrera quise probarme ante él y que estuviese orgulloso de mi.

Sonreí cuando escuché la voz de madre lanzar un grito ahogado de júbilo. Ambos se acercaron para abrazarnos, primero madre me recibió en sus brazos y luego padre me rodeó con los suyos y me besó en la frente mientras madre, que siempre fue tan expresiva, abrazaba también a mi hermano mientras sus pardos titilaban. Yo sabía que ella amaba a su hijo tanto como yo, que tenía un poderoso lazo invisible con él que se había formado desde que le rescató del fuego, e interiormente rogaba porque comprendiera nuestro amor e intercediera por nosotros frente a padre.

Observé de soslayo a Hakon cuando padre preguntó por qué habíamos tardado tanto. En el salón predominó el silencio unos segundos, quién hablaba primero ¿yo? ¿él?

Le escuché soltar de buenas a primeras que nos habíamos tardado porque habíamos ido de viaje a Japón para de inmediato quedarse callado, por lo que le pellizqué el culo para hacerlo reaccionar. Algo notaba en él que me estaba inquietando y que al mirarle fijamente aún no pude discernir.

-¿Qué hacíais en Japón?- Los pardos de madre repasaron el rostro de su hijo y luego el mío.

-Es una historia un tanto larga, pero a Hakon le gusta empezar por el final. Solté una carcajada para liberarme de la tensión. -Primero fuimos detrás del atarantado de Ubbe, luego todo se complicó al enterarnos de que Niels también estaba allí, e inevitablemente encontramos varias dificultades…-

Lo primero lo primero, tenía que hablar con Hakon, así que busqué la manera de hacerlo de forma natural. -No tenéis idea de cuanto he extrañado el sabor de nuestra hidromiel. ¿Qué tal si traigo cuatro jarras y nos sentamos para que escuchéis el resto de nuestra odisea?-

Comencé a moverme para abandonar el salón y le lancé una mirada significativa a Hakon para que me siguiera con cualquier excusa.

Me alejé con rapidez y después de un par de minutos de pie en la cocina le vi entrar en ella. No tardé más que unos segundos en agarrarlo de sus solapas y tirar de él hacia mi de manera que mi culo pegó con una de las encimeras. Su olor me envolvió y nuestras bocas chocaron, mis manos se perdieron desesperadas debajo de su camisa para tocar su piel. -¿Qué pasa?-

Quería saber que pasaba, anhelaba paladear su sabor, sentir su calor, no hubiera soportado un segundo más sin hacerlo. Quería romperle esa tensión que había predominado en él desde que regresamos, una que me inquietaba, me asustaba que pudiera separarnos de algún modo incluso antes de que comenzásemos a luchar por nosotros.

Moví mi boca sobre la suya, invitando a sus labios a recordar el sabor de los míos, incitándole para que se rindiera a lo nuestro. -Eres mio Hakon… eres mi Hakon… mío… solo mío..- Me apreté contra él y dibujé los tibios músculos de su estómago con mis manos al tiempo que lograba que separara los labios, nuestros dientes chocaron y nuestras lenguas se entrelazaron en un beso hambriento y profundo.