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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Scarlett Crane Sáb Jun 20, 2015 9:04 pm

Vivimos en un mundo donde se consiguen ángeles en las prisiones y demonios en las iglesias.
¿Porque entonces habríamos de confiar en cualquiera?


Casi habían pasado tres semanas desde que Scarlett pisara tierras parisinas. Las horas de viaje habían sido realmente extenuantes, pero nada apagaba su espíritu, que poco sabía sobre la verdad de emprender un rumbo diferente al que le planearan desde un principio en Canadá. Sus primeros días le permitieron deleitarse con la multiplicidad de personalidades francesas que, comparada con las de su tierra natal, parecían más excéntricas y clasistas. No obstante, su fascinación aumentaba conforme recorría las calles y se apegaba más a ese miembro de su familia que lucía como una vez lo hizo su madre y la trataba como una. Anne McAndrew era la gemela de su progenitora, quien había envejecido sola en una casa grande en París, sin más compañía que dos perros y una gata huraña que casi no se dejaba ver. Y Anne no era muy diferente, porque por alguna extraña razón no le gustaba salir de casa a menos que fuera estrictamente necesario.

Por lo mismo, la guía de su única familia en París fue poca, y luego de la primera semana tuvo que valerse por sus propios medios para conocer todo lo que le fuera posible. El idioma no fue problema, dado que en su país, el francés era uno de los idiomas oficiales y lo dominaba perfectamente, al igual que el inglés. Con respecto al hombre a quien tendría que ver por petición de su padre, se había comunicado con él a través de cartas, como era típico, con la diferencia que las que se enviaban entre ellos eran secas, con datos necesarios para un primer encuentro y sin denotar ningún gusto por encontrarse. En la mente de Scarlett, Wyatt era un hombre mayor, uno que seguramente accedía a la petición de un viejo amigo por pura estima. Lo más probable es que fuera un tipo seco, antipático y mandón como parecía serlo en cada carta que enviaba, tan corta que parecía limitarse como si tuviera al frente un telégrafo en vez de papel y pluma. Su padre jamás le había hablado de él y tampoco lo hubo conocido, pero no le cabía duda al creer que ese desconocido debía ser de lo más particular, más aún, considerando que le había dado una cita nocturna y en una taberna.

¿Cómo se suponía que debía asistir a un lugar como ese? Era claro que muy arreglada no podía ir, porque era como exponerse a cualquier tipo de asalto. Y si iba muy ligera, fácilmente podría terminar la noche habiendo dado un par de bofetadas por cada oportunidad que le preguntaran su tarifa. Por lo mismo, utilizó un vestido en un tono azul, aunque lo suficientemente oscuro como parecer negro en la sombra, de cintura alta y anudado bajo el pecho, sin marcar demasiado la figura pero sin ser tampoco demasiado suelto. Era largo hasta los tobillos y dejaba de paso los hombros desnudos. A primera vista parecería una mujer indefensa, con los cabellos rojos atados en una cinta del mismo color del vestido e incluso ingenua al combinarlo todo. Aún con el abrigo que se puso encima, podía parecer del mismo modo, de no ser porque ella jamás era como lucía. Bajo el suave vestido, llevaba puestos pantalones de montar, lo suficientemente ajustados para no ser notados y permitirle un movimiento más fluido en caso que necesitara correr. El vestido era fácil de rasgar, era perfecto para hacerla parecer delicada, cuando en realidad tenía un plan B para todo. Y como era de esperarse, también llevaba un arma: una daga pequeña que había tomado de uno de sus hermanos y que le permitía ocultarla con facilidad atándola a uno de sus brazos.

A eso de las nueve de la noche estaba entrando al bar, a abrigo cerrado y con un prendedor en forma de rosa con el que había dicho a Wyatt que aparecería. Él no dio señales para ser reconocido, pero seguramente reconocería a Scarlett con mayor facilidad al notar que había heredado los cabellos rojos característicos de su padre. Era muy parecida a él, con la diferencia que ella lucía como una joven común e inocente de la época cuando en realidad era otra cosa, incluyendo ser la mejor actriz de una falsa debilidad.


Última edición por Scarlett Crane el Lun Jul 20, 2015 1:42 am, editado 1 vez
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Mensaje por Wyatt Burgess Dom Jul 19, 2015 4:46 am

¡Cómo le jodía perder! Era la quinta, no, la sexta partida que jugaba y perdía. Al principio, había ido solo allí a esperar a que su objetivo apareciera; además de ella. Cuando su viejo amigo le había escrito, pidiéndole que se hiciera cargo del entrenamiento de su hija, Wyatt ni siquiera había terminado de leer la misiva para tomar la decisión de rechazar tan absurda petición. Él, ¿haciendo de canguro? Demonios, no. Trabajaba solo. Estaba comprobado que tener compañeros no era, ni sería, lo suyo. Si a eso le agregaba que se trataba de alguien del sexo opuesto que, además, ignoraba cómo coger un arma; las posibilidades de trabajar en conjunto, pasaban de ser nulas a inexistentes. Le haría un enorme favor a Crane obligándole a mantenerla en casa. Sin embargo, el muy maldito, había escrito una postdata donde le recordaba que las viejas deudas tarde o temprano se pagaban. Así que había aceptado, miserable y obligadamente, a ayudarlo. Estaba seguro que se las ingeniaría para mantenerla ocupada para que no le molestara. Dejarla dirigiendo su local había sido su plan hasta que le pidieron que cazara a Kane, un vampiro que solía frecuentar aquélla taberna de mala muerte; mismo que estaba sentado en su mesa, vaciando sus bolsillos con esas altas apuestas. Wyatt era conocido en el submundo por ser un cazador y cazarrecompensas. Entre los sobrenaturales y él, existía una tregua. Se la había ganado a pulso y a base de los puños. Muchos se asombraban de que un simple humano se dedicase tan abiertamente a cobrar por ese tipo de trabajo. Para ellos, si uno de los suyos, no podía hacerle frente a alguien tan inferior, merecían la muerte. Wellington, intentaba no ofenderse por esos argumentos, pero mientras le funcionase, no iba a quejarse. Conforme dejaba caer las cartas sobre la mesa con un gruñido de frustración, bebió todo el contenido de su vaso de un trago. Si Scarlett no aparecía pronto, iba a perderlo todo. La culpaba a ella por llegar tarde. En su opinión, la fémina estaba restándose puntos que ni siquiera poseía. “¿Estás leyéndome la mente, jodido chupasangre?” No. Esa no parecía ser la situación. Había usado ya insultos menos pintorescos y Kane no había reaccionado a ninguno de ellos.

Esa vez, cuando dirigió la mirada a la entrada de la taberna, la vio. Ni siquiera se molestó en ocultar su sorpresa. ¿Por qué demonios había creído que la hija de Crane sería poco agraciada? A Kane no le pasó desapercibido el gesto y, siguiendo su mirada, clavó sus orbes en el objeto de su atención. Wyatt percibió como el vampiro inhalaba para embriagarse del olor de la recién llegada. Sonrió. – Deja eso, sanguijuela. O terminarás perdiendo, literalmente, la cabeza. Scarlett no es cualquier mujer. – Había pronunciado el nombre con segundas intenciones. De esa forma, declaraba que la conocía, despertando así el interés del inmortal. – Si está aquí, eso solo significa que se encuentra de cacería. – Señaló, llenando su vaso y levantándolo en señal de saludo cuando su mirada y la de ella, se entrecruzaron. Con ese gesto, la invitaba a que se acercara hasta su mesa. Si su viejo amigo supiera que estaba vendiendo a su hija para tales propósitos, seguro que le mataría. – No te dejes engañar por su hermoso rostro. No serás el primero que caiga preso de sus encantos. – Kane miraba a la pelirroja como quien acaba de encontrarse con un regalo en un hermoso envoltorio. – Tiene dueño. Uno muy poderoso. Es una pena, ¿sabes? Si él no le abandonara a su suerte, ella no tendría que buscar fuera quien aplacara su apetito. Ser un esclavo de sangre, debe de ser tan jodido. – Los vampiros odiaban cuando ponían en duda sus habilidades. Su ego nunca les permitiría respetar lo que era ajeno. Wyatt estaba jugándosela al inventarse aquélla historia. Solo esperaba que Scarlett pudiese seguirle el juego y llevase al vampiro a un lugar solitario para que él terminase su trabajo. Kane no confiaría en él, pero sí en ella. – Viene hacía aquí, así que compórtate. – Advirtió, repartiendo las cartas. – Y por lo que más quieras, no te dejes engatusar por su inocencia. Si sales de aquí con ella, lo lamentarás. – Eso era todo el empujón que el vampiro necesitaba. Haría exactamente, lo contrario a su consejo, solo para demostrar que no tenía miedo. Malditos chupasangres. ¿Podían ser menos predecibles en su modus operandi? Con regocijo, se levantó de su asiento para darle la bienvenida. Mataría dos pájaros de un tiro. Si todo salía según lo deseado, acabaría con Kane y asustaría a la hija de Crane lo suficiente como para que volviese a casa. Sencillo. Como quitarle un caramelo a un niño.
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Mensaje por Scarlett Crane Lun Jul 20, 2015 4:47 pm

Seré las circunstancias, pero jamás tus deseos

Es imposible definir para ella el cuándo empezó a actuar. Quizás comenzó cuando era niña, fingiendo que le dolía algo o que se había lastimado el tobillo para que sus hermanos la cargaran hasta la casa y evitar caminar demasiado. Con el paso de los años, ellos ya sabían que era una broma, pero aun así le seguían paladeando los gustos a la única mujer que le quedaba a los Crane. De paso, ella mejoraba sus técnicas e inventaba cosas diferentes, desde enfermedades hasta situaciones, que más allá de la victoria le otorgaban buenos beneficios.

Sus hermanos fueron parte importante de ese proceso, sobre todo Jeremy, que se había convertido en el principal proveedor de armas y quien pretendiera pelear con ella en muchos juegos a modo de entrenamiento. Por algún motivo, él no quería que su hermana fuera una debilucha, de esas que se casan y quedan subyugadas por no poder siquiera saber dar un buen golpe a tiempo. Quizás ese modo de educación no encajaba, pero para él era importante hacerlo, aunque fuera en secreto. Scarlett era lo que él, su hermano mayor, había querido de ella. Ahora es que lo entendía mejor y no quedaba más que agradecer cada moretón que le dejó con tal de formarla en el camino. De paso, había sido justamente él quien le revelara la verdadera situación familiar, desde la labor a la que se dedicaban, hasta las últimas amenazas que daban como resultado el viaje de ella hasta Francia.

Cuando cruzó el umbral de la puerta de la taberna, frunció el ceño, el olor a tabaco y el humo del mismo parecían crear una nube que lo cubría todo. Scarlett detestaba ese aroma, pero le venía bien lo que lograba en ella. En medio de esa densidad que desaparecería cuando se hubiese acostumbrado, aguzó la vista y giró el rostro, como intentando hacer un paneo general hasta que encontrara sin saberse cómo a Wyatt. Pronto una mano se levantó con una copa y esa fue suficiente señal para caminar hacia allí. Por deducción, el de la señal sería Wyatt, aunque se encontrara con alguien más ¿Quién era ese? La pelirroja debía pensar rápido con respecto a esos dos si es que pretendía continuar bien. Su padre confiaba en él, claro, pero eso no compraba la confianza de ella.

En el camino, un ebrio cualquiera la tomó del brazo y le susurró cualquier cosa. Ella sacudió el brazo, negó con la cabeza y avanzó como si temiera ese tipo de situaciones. De haber estado solos, seguro le habría dado un buen golpe, pero no era el momento de hacerse la fuerte cuando no conocía el terreno. Por suerte, el tipo continuó su camino, al igual que ella, que en apenas un par de segundos ya tenía al hombre de la copa al frente, de pie, frente a ella. Ahora ¿Qué se supone que tendría que decir?
— Es un placer verle, Señor— dijo ella, asintiendo con la cabeza a modo de reverencia, de esas que expresan respeto sin ser demasiado corteses, pero que, viniendo de una mujer, la dejan presentada como educada y prácticamente sometida a la voluntad masculina.

Por deducciones suyas, omitió cuestiones de horarios, como decir que había llegado lo antes posible o que lamentaba la tardanza. Tampoco preguntó nombres, ni confirmó nada. Eso sí, miró con disimulo las cartas sobre la mesa y continuó observando, hasta que llegó a los ojos del otro hombre allí. Evidentemente, era un vampiro, uno al que ella sonrió como si acabara de descubrir el inicio de un buen juego. Wyatt no era de confiar, entendió ella, porque con un vampiro no se comparten ni juegos ni copas. Algo había más allá de un simple entrenamiento y esa fue su primera alarma. Ahí comenzaba el verdadero teatro.
— ¿Puedo acompañarlos? Este lugar no me agrada mucho y un hombre mayor ya me ha preguntado si vengo sola—.
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Mensaje por Wyatt Burgess Dom Nov 22, 2015 4:50 am

Iba a besarla – y a conciencia – por prestarse a su juego. El que tuviese que mandarla de regreso a casa, no significaba que no pudiese darle buenos recuerdos de su corta estancia en tierras francesas. No decían, después de todo, ¿que París era la ciudad del amor? Wyatt siempre había creído que tal descripción era absurda. Por supuesto, no estaba en sus planes enfermarse de ese mal que aquejaba a las parejas que se creían poetas. ¿Quién, en su sano juicio, lo permitiría? Nadie. Todavía no sabía qué demonios había picado a Ralston para que le traicionara de ese modo. No solo se había enterado del compromiso de su gemelo por azares del destino, éste no estaba por la labor de explicarle porqué de pronto quería tomar los votos y ser un esposo. Habían acordado que cruzarían ese trago amargo cuando no pudiesen evitarlo. No importaba que él hubiese mentido al hacer aquélla promesa. O que estuviesen parloteando mientras vaciaban todo el alcohol que había en casa, sintiéndose impotentes e incompetentes por ver el sufrimiento de su madre tras el abandono de su padre. A diferencia de su hermano mayor, por solo unos minutos, el cazador no estaba obligado a engendrar un heredero. La única forma en que lo estaría, sería si Ralston no pudiese con esa tarea, lo que ciertamente era estúpido, pues no creía que fuese a llevarle mucho tiempo de proponérselo. Aunque la reputación de su hermano no fuese tan terrible como la suya, Wyatt confiaba en que haría las cosas como se esperaban. Las responsabilidades, estaba confirmado, no eran lo suyo. Seducir mujeres, en cambio, era el don que le había sido otorgado. Desde niño, las había cautivado con su encanto. Era tan arrogante como para pensar que su madre lo había amado más a él y quizás, no se equivocaba, era un joven aventurero y risueño. De adulto, su larga lista de conquistas, alimentaron su ego reconociéndolo como el más experto y apasionado amante; dentro y fuera de la cama. Jamás se metía con una virgen. Esa era una regla que nunca se permitía romper, por lo que casi siempre terminaba enredado con hermosas viudas o hembras insatisfechas por sus maridos. Mientras miraba a Scarlett, deseó que ella perteneciese a una de esas categorías para no tener que limitar sus caricias.

¿Por qué Crane había sido tan estúpido como para enviarla directamente a la boca del lobo? ¿Esperaba que la comprometiera para obligarlo a casarse con ella? No le parecía descabellado. Si él tuviese una hija, se encargaría de dejarla asegurada, con otro de su profesión para protegerla de posibles enemigos dejados en el camino. Ella era una tentación, de eso no había la menor duda. Solo un hombre ciego podría no darse cuenta. Wyatt miró con malhumor a su enemigo. El vampiro al otro lado de la mesa parecía haberse olvidado de que ya había repartido las cartas. Si no creyese que le importaría poco dónde dejaba el cuerpo sin vida, diría que estaba tomando las medidas para el féretro de su nueva acompañante. – Por favor. – Masculló, sonriendo con falsedad en invitación. Se maldijo internamente por su falta de modales. En cualquier otro momento y situación, o si no fuera quien era, el pelirrojo habría intentado meterse entre sus piernas. – Kane es famoso por rescatar damiselas en apuros. Estoy seguro que no tiene ninguna objeción en actuar como tu salvador por lo que resta de la noche. – Una carcajada profunda brotó de las fauces del susodicho. Era evidente que estaba disfrutando con su juego de palabras. Si decidía salir de allí para escoltar a la joven, éste no solo se alimentaría, intentaría demostrar que su sangre era más poderosa y exquisita. Ese gesto no hizo más que incrementar su molestia. Si él no iba a tenerla, ¿permitiría que la sanguijuela pusiera sus manos sobre ella? Estar alrededor de esos seres, quizás estaba contagiándole lo posesivo porque ese no era su estilo. Ni siquiera la conocía. No le importaba. Su viejo amigo la había enviado para que la entrenase y ya había decidido, antes de conocerla, que le daría un escarmiento para que volviera a casa. No iba a dejarse llevar por su belleza, pensaría con la cabeza. Estaba claro que no iba a besarla. O tocarla. Subió la apuesta sin mirar su jugada, necesitando centrarse en algo más que la mujer a su lado. Como si lo hubiese olvidado, añadió con brusquedad. – Siempre que tu cita no se presente. No querríamos robarte. ¿Has llegado tarde o demasiado pronto? – Esa última pregunta, más bien era una acusación. Sus bolsillos vacíos eran la evidencia de que había estado esperando bastante tiempo y, también con ello, le dejaba ver que no tenía que ser descubierto.
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Mensaje por Scarlett Crane Sáb Dic 12, 2015 11:51 pm


Si ese era el tipo de lugares que frecuentaba Wyatt, entonces ella debía prepararse para lo peor. Moverse en esos terrenos resultaba complicado en general, pero era justamente eso de lo que más gustaba Scarlett, porque significaba un reto. No es que ella tuviese uno de esos espíritus rebeldes que pretenden demostrar que pueden hacerlo todo. Más bien, era que tenía que obligarse a actuar mejor que siempre para no sólo lograr sobrevivir, sino también conocer datos que tarde o temprano, podían darle alguna ventaja.

El borracho inicial no había sido tarea difícil, pero mentir frente a un cazador entrenado y a un vampiro con habilidades, era el plato principal de esa noche. Casi sentía la emoción palpitando con ella, pero debía mesurarse.
— ¿De verdad? Antes de viajar, me dijeron que no había en el mundo caballeros como los franceses. Espero que no les moleste si pido la compañía de alguno al salir, no me siento muy confiada de los chicos que beben al fondo, allí por la derecha— mencionó sin llevar la mirada a los borrachos que los estaban observando. Era evidente que aprovecharía cualquier recurso disponible para hacer parecer que corría algún peligro o más que nada, que era incapaz de defenderse sola. Sin mencionar, que había notado la manera en que ambos la habían mirado al llegar, y que el elogiar a otros para mantenerlos tranquilos se le daba de maravilla. Podía pensar cualquier cosa de quienes la acompañaban, pero mientras estuviera allí, les diría todo lo que querían escuchar.

No obstante, su coartada no le quitaba la atención al detalle. Wyatt sabía perfectamente la hora de la cita, y de antemano conocía que Scarlett había llegado un poco antes ¿Por qué entonces preguntaba si había llegado temprano o tarde? El vampiro no tenía toda la información, y ella tampoco iba a revelarla lo poco que entendía
—Tarde, Señor, mil disculpas. En casa insisten en que debo casarme y estaba conociendo a mi prometido. Deben conocerlo, es un médico que enviudó hace un par de años. Es algo mayor, pero parece bueno. Aunque no voy a aburrirlos con esas cosas de chicas— Oh, sí, la tan sobrevalorada femineidad...De buena gana se hubiese reído tras tremenda mentira. Su tía sí quería que conociese a alguien importante en París, pero no se atrevía a hacer nada por temor al enojo de su padre y sus dos sobreprotectores hermanos mayores. Y ella tampoco tenía intenciones de nada. De hecho, había que verla a solas para saber realmente cómo era. Lo necesario, era contemplarla cada noche sobre su cama, mirando al techo y riendo a carcajadas. Fingir lo que no era le divertía y, a diferencia de lo que se creería, no lo hacía con malicia. Sus intenciones al comportarse tan distinto se debían a su necesidad de probar el terreno en el que se movía y de hecho, Jeremy siempre le había dicho que debía guardar un par de ases bajo la manga. Enseñar todas las habilidades en un primer reconocimiento no sólo era tan egocéntrico como estúpido, sino que también era la primera daga que podía clavarse cualquiera a sí mismo. Ahora ¿Qué se suponía que debía decir? ¿Cuál era el motivo que tenía para estar allí? No importaba, quizás lanzar un par de cosas que significaran mucho y nada a la vez, serían suficientes —Traje el sobre conmigo— susurró, como si temiera ser escuchada. Aquello podía significar la ubicación de algo o alguien, y eso, siempre es algo común en cazadores y vampiros. El juego de todos empezaba allí, aunque el de Scarlett parecía casi siempre una adivinanza.
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Mensaje por Wyatt Burgess Dom Dic 20, 2015 3:01 pm

“¿No había en el mundo caballeros como los franceses?” ¿Había oído bien? Wyatt casi bufó ante esa ridícula descripción. Definitivamente, Scarlett era nueva presa para los tiburones, si creía en eso. Quizás, dejarla a merced de esos hombres afeminados, la haría replantearse sus criterios. El cazador, no tenía nada que envidiarles; pero pensaba que ellos sí a él. Sus mujeres, parecían saber qué era lo que querían cuando lo veían. Habiendo nacido en una familia respetada, perteneciente a la clase alta antes de que su padre se largara y sus riquezas menguaran; los Burgess, habían tenido una vida cómoda, llena de privilegios. Sin embargo, ser un cazarrecompensas y asesino de seres sobrenaturales, le había obligado a actuar con dureza, olvidándose de todas las malditas normas de etiqueta. No es que las extrañara. Las féminas, caían con más soltura cuando se encontraban frente a alguien sin escrúpulos. A la mayoría, les seducía el peligro y él, no podía estar en desacuerdo. ¡Eso era! Debía pensar en el cuerpo cálido que más tarde le recibiría de buena gana, para arrancar de su imaginación, cualquier idea tentadora que lo incluyese a él, enseñando a su pupila algo más que movimientos para sorprender a sus enemigos.  ¡Simplemente perfecto, Wellington! Se reprendió a sí mismo, tirando su carta sobre la mesa con poderosa fuerza. ¿Así era como pensaba conseguir que se largara de una buena vez a casa? No necesitaba ser encantador, sino todo lo contrario, debía ser de lo más antipático. Jugar ese papel, se le daba igual de bien que cualquier trabajo que desempeñara. Nadie podía culparlo de que su ego, estaba por los suelos. – ¿No es en eso en lo único que las mujeres piensan? – Agregó con maldad, odiándola por soltar esa noticia, haciendo caer todas sus suposiciones, como un castillo hecho de naipes. Aquello significaba que Crane, no lo había elegido a él como su futuro yerno. El viejo, en realidad quería que la entrenase para convertirla en una cazadora. No sabía por qué, pero demonios sino estaba ofendido. – Cazar a un buen hombre, tener críos y una casa enorme. ¿Me he olvidado de algo? – Preguntó al vampiro, quien parecía pasarla en grande al pensar que, cualquier futuro que pintasen, jamás llegaría a pasarle a la joven.

Franceses, hombres mayores, viudos. La mujer no tenía estándares muy altos. El no-muerto que iban a poner a descansar, como siempre debió ser, parecía cumplir con esos tres requisitos. Si bien no aparentaba más edad que él, en años reales, sin duda le triplicaba. Wyatt sonrió con enojo al ver que su compañero de juerga, preguntaba si quería aumentar la apuesta. Él negó, estaba claro que esa noche no era la suya. Kane expuso su jugada, venciendo por séptima ocasión. Tal vez ya era tiempo de mandarlo al diablo, y con mucho gusto. – Ya saben lo que dicen, desafortunado en el juego, afortunado en amores. – Cierto o no, el pelirrojo no parecía sentirse de esa forma en esos momentos. ¡¿Y qué demonios significaba que traía el sobre consigo?! ¿Estaba actuando o verdaderamente quería decirle algo? La presencia de Scarlett se hacía menos agradable con el tic tac del segundero. Por primera vez, se preguntó si había hecho mal al meterla en esa trampa de la cual, ella desconocía su participación y qué se esperaba que hiciera. Además, estaba descubriendo que tenerla cerca no le ayudaba a pensar en absoluto. ¡Era otro jodido recordatorio de porqué prefería trabajar solo! Las mujeres como ella, solo eran una distracción y eso le encabronaba a sobremanera. Le gustaba estar de una pieza, no iba a perder la cabeza – literal o ficticiamente – por nada ni nadie. Su molestia, casi le hace querer pedir su entrega, para dejarla en jaque. Si traía consigo lo que sea que fuera, no pasaría nada; pero si ocurría lo contrario, quedaría en evidencia. ¿Qué culpa tenía la fémina de estar atada, lo que durase el entrenamiento o el escarmiento? Ninguna, pero él tampoco, así que estaban en igualdad de condiciones; siempre que no contase que era el padre de ella, quien lo había metido en ese aprieto. – Haré el trabajo, Scar. Tu Amo no tiene de qué preocuparse. – Abrevió su nombre con familiaridad, como quiénes han compartido más que una copa; también susurrando en complicidad. Él, en cambio, fue más allá. Se acercó hasta pegar su boca al lóbulo de la joven. Olía delicioso, no era de extrañar que un vampiro, con los sentidos más desarrollados, estuviese deseoso de hincarle los colmillos. Y en voz alta, porque su objetivo parecía incómodo, farfulló pagado de sí mismo. – No tienes que temer de Kane, él es de fiar. – Ironizó. “Tanto como lo soy yo”, parecía faltar en esa oración. – Todos aquí, saben a lo que me dedico. – Lo decía con absoluto egocentrismo, como si la fama adquirida, lo situase en lo más alto entre los cazadores que preferían actuar sin ser reconocidos.
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When the truth is... (Wyatt Burges) Empty Re: When the truth is... (Wyatt Burges)

Mensaje por Scarlett Crane Dom Ene 03, 2016 8:45 pm

"Las apariencias no engañan.
Las que engañan, son las expectativas."

Los gestos que emitían el cazador y el inmortal, eran por completo diferentes. El vampiro, actuaba como si todo le resultara curioso. Mientras que a Wyatt, parecía ser que le daban motivos para ocultar en sarcasmos su burla. Esa parte, era la más interesante para Scarlett, porque no representaba otra cosa diferente a que le creía. Cosa que confirmó con su pregunta, queriendo decir que no había nada más que pudiese llenarle el cerebro a las mujeres en edad de casarse. Era un ingenuo, pero por ahora, estaba perfecto que creyera eso de ella. Por lo mismo, su mirada pareció tan tímida como la risita que emitió seguidamente ¿Para qué llevarle la contraria? —No pueden culparnos por querer hacerlos felices— respondió ella, riendo de nuevo, pero evitando que se notara el motivo real de tal hecho. Quizás, la mayoría de mujeres eran como ellos las hacían ver para entonces. De hecho, se les criaba de esa manera, enseñándoles a cautivar a cualquier buen sujeto para procurarse el futuro más prominente que les fuera posible. Lamentablemente para cualquiera de ellos, ese no era su caso. Quizás su padre si pretendiera un buen hombre para ella, pero lo que sus hermanos le habían enseñado por debajo de cuerda, es que no se elige a nadie por el bolsillo, pero tampoco se sobrevalora el corazón. Su mente no estaba llena de tonterías gracias a ellos, pero sabía representar completos idilios también por causa de estos mismos.

Las risas iban y venían, y la mujer les sonreía a ambos sin hacer evidente ninguna malicia. Les prestaba atención al juego de ellos, y sólo pensaba en eso, porque su coartada había sido preparada desde casa. Al menos la mayoría. Todo, claro, era basado en suposiciones y sujeto a los cambios propios de lo fortuito. Scarlett no los conocía a ellos, pero todos estaban en la misma posición.
—Seguramente ha de tener una hermosa prometida— comentó ella, que por supuesto no creía en dichos de juegos y amores. Wyatt no era casado, porque no tenía anillo en sus manos. Y si lo era, lo ocultaba como le era costumbre a muchos. Pero eso era lo de menos, la idea era seguir pareciendo una tonta mientras le sonreía el doble al vampiro. —Ah, él me dijo que…— calló de pronto, aprovechando el susurro del cazador al oído para no hablar demás. No existía ningún amo, pero a pesar de caminar a ciegas, ya se iban entendiendo — ¿Ah sí? Entonces deben admirarlo mucho. Ahora entiendo porque nos miran tanto— dijo entonces, mirando al pelirrojo a los ojos y elogiándolo por una labor que desconocía. Sabía que cazaba, que era un caza recompensas, pero si era bueno o malo, sólo lo diría el tiempo y las pruebas, no sus palabras.

No obstante, la siguiente parte para descubrir más pronto lo que la noche deparaba, necesitaba ponerse en juego. No iba a comentar nada sobre la desconfianza por el vampiro, porque no era nada diferente a la que sintiera por cualquiera de su especie. No los odiaba, pero sabía que no eran de fiar. Y Wyatt tampoco.
—Supongo que mi presencia ya no es necesaria si ya sabe lo que mi amo quiere— dijo al cazador —Voy al tocador y regreso a despedirme. Si me disculpan…— se excusó con ambos y se levantó de la mesa. Minutos antes, mientras ellos miraban sus cartas, ella se había atrevido a guiñarle a un vampiro que los observaba a lo lejos. Sabía su especie porque había sonreído demasiado abiertamente como para enseñar con orgullo sus colmillos. Esa muestra, sólo denotaba lo joven e inexperto que era. Justo lo que ella necesitaba. Cuando se levantó, el sujeto no tardó en levantarse también y sin ningún recato seguirla. Scarlett lo sabía, y apresuró sus pasos hacia el tocador femenino en el que se encontraba ya otra mujer. Para su suerte, el alcohol había hecho demasiado en ella y se había quedado dormida al sentarse en el piso. No se despertaría hasta pasadas las horas. Con presteza, abrió la cartera que llevaba consigo repleta de maquillaje, cubriendo una gruesa daga de plata, la cual ocultó en una de sus mangas antes de tomar el labial para retocarse unos labios que parecían intactos. El sujeto ingresó con disimulo y cerró la puerta tras de sí —Ambos sabemos que me llamaste— susurró él y ella se giró de inmediato con un gesto de sorpresa —No, yo no…— respondió, teniendo más que claro el desarrollado sentido del oído que poseía cualquier vampiro. El intruso se acercó a ella, y por supuesto, la mentirosa lo permitió, aunque aparentara terror frente a él, como tanto les gustaba. Los labios del maldito se fueron directo a su cuello, para besarlo rápidamente antes de clavar sus colmillos en él —Se equivoca, suélteme— dijo ella en tono bajo y envolvió sus brazos alrededor de él. No era coherente con lo que decía y ambos lo sabían. Pero en cuanto el vampiro hincó sus dientes en ella, Scarlett introdujo con fuerza el puñal por la espalda, cerca de la zona del corazón. El vampiro furioso la tomó con fuerza, y ella pateó con la misma intensidad a la mujer que dormitaba. Alterada, esta se levantó de inmediato y tras comprender a medias el asunto, intentó empujar al hombre al tiempo que la pelirroja. Cuando aquél cayó al suelo, la presunta cazadora permitió que la otra mujer corriera primero y ella la siguió, dando una vista rápida a los tipos con los que antes estuviera, justo en el momento de salir de ese maldito lugar. Ahora ella lucía como la víctima, y ellos, en teoría, no deberían tardar en salir a averiguar ¿Quién diría que había clavado la daga en el vampiro? La otra mujer, por supuesto. A menos, que el mismísimo vampiro decidiera seguir a Scarlett para reclamarle.
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Mensaje por Wyatt Burgess Sáb Mar 05, 2016 8:46 pm

Era una buena cosa que no estuviese bebiendo en el momento que la fémina pronunció la palabra prometida, o se habría ahogado. Wyatt no le tenía miedo, le tenía pánico, quizás incluso respeto a los compromisos de ese tipo. Nunca se había visto a sí mismo asentando cabeza o negándose los placeres de la carne con la mujer que se le antojase. Por supuesto, sabía que un día sucedería, pero por el momento, no pensaba apresurarse. Sería el tío preferido, malcriando a sus sobrinos, enseñándoles una cosa o dos sobre combates y armas. Tener hijos propios, sin embargo, era un tema en el que ni siquiera pensaba. Pirata, su Jack Russell Terrier, era suficiente responsabilidad para un tipo como él; quién, ahora recordaba, llevaba más de un día sin ver por los alrededores de su casa. ¿Dónde demonios se había metido el maldito animal? Si no hubiese llegado muy tarde por la madrugada, huyendo como un vil ladrón de la mansión MacIntosh, ante el inesperado regreso del esposo de Ebba; habría buscado a su compañero. Suponía que regresaría cuando tuviese hambre o deseos de hacerlo. Si no podía con un perro, difícilmente podría responsabilizarse de mucho más. Maldita sea. ¿Y todavía se sorprendía de que su gemelo no le tomase en serio? Irritado por pensar en Ralston y su falta de fe en él, casi se pierde los elogios de la dama. ¡Bien! Al menos ella, reconocía sus habilidades. El cazador le sonrió con encanto, de pronto olvidando las diferencias que les separaban. Una sonrisa que hacía derretir al cincuenta por cierto de las mujeres y atraer a su cama, al resto; pero un gesto que al parecer, no tuvo efecto alguno en Scarlett. Si quería insultarlo discretamente, vaya que lo hacía estupendamente. Su primera y última pupila, fue tan lejos como para excusarse y salir de su vista. ¿Quién era él para saber los misterios que envolvía la mente del sexo opuesto? Su experiencia, y vaya que era extensa, indicaba que nunca lograría entenderlas. Por suerte, no necesitaba hacerlo, con saber cómo tocarlas y envolverlas con palabras, era suficiente. Kane, el vampiro, siguió con la mirada los movimientos de la cazadora. – Es toda una muñequita de porcelana. – Gruñó el no-muerto, sin duda, relamiéndose. Wyatt lo fulminó con la mirada, mientras su imaginación iba a por otros lares; fantasías en la que veía una estaca clavada en el inútil corazón de su víctima o mejor; verse separando la cabeza del cuello al mismo imbécil. Eso último no era nada sencillo para un mortal, pero sólo así podía cobrar la recompensa. Era literal cuando decían que ponían precio a la cabeza. Además, estaba en un oficio donde su palabra, no tenía valor alguno. No era de sorprenderse, la mayoría de sus clientes, eran humanos que sabían de los sobrenaturales. Una vez, hubo un fantasma, que juraba tener un tesoro escondido. Desde que el bastardo pasó al más allá al saberse vengado, el americano juró no volverse a involucrar con su especie.

– Lo es. – Estuvo de acuerdo con desagrado, mientras localizaba a una de las meseras para pedir que le sirviesen otro trago. Estaba consiguiendo lo que quería, con una vista agradable de las curvas de la joven, cuando vio a Scarlett salir de la taberna. Tres cosas se sucedieron simultáneamente. Kane y él se levantaron de sus sillas como si lo hubiesen ensayado, una mujer gritaba intentando formar frases y un vampiro (joder sino lo era, dada la empuñadura que sobresalía de su espalda y los gruñidos que profería) salía como alma que lleva el diablo tras la pelirroja, intentando sacarse la daga. Wyatt silbó con fuerza, ganándose algunas miradas de los presentes. El dueño de ese negocio, no estaría contento con los problemas que le dejaban atrás. Mierda. Mejor que nadie supiera que Scarlett estaba a su cargo o le vetarían la entrada a ese sitio. Ese, era el panorama más fatal que se le ocurría. Los golpes, después de todo, sanaban. Pero conseguir mujeres, alcohol, apuestas e información en ese lugar de mala muerte; y no poder ingresar, sí que era desolador. ¿En qué demonios estaba pensando la mujer para llamar la atención de esa forma? Los humanos que hubiesen visto algo que no debían, recibirían un lavado de cerebro antes de que se marcharan. Sino, siempre podían echarle la culpa al alcohol. Maldijo ante las implicaciones y, mientras veía a Kane unirse a la persecución; bebió su recién servido trago de un golpe, dejó unos cuantos francos sobre la mesa y cogiendo su abrigo, fue también tras la hembra. Antes de que terminara esa noche, la pondría al día sobre sus reglas. Si iban a trabajar juntos, por el tiempo que fuera, mejor dejarle en claro cuánto odiaba las sorpresas. La noche le dio la bienvenida. Wyatt había aprendido a encontrar la belleza en la oscuridad, tal vez porque era el momento del día preferido para sus objetivos. Sea como sea, casi sintió el abrazo de las tinieblas y más allá, lo que pareció ser un grito de furia o de sorpresa. Pensó que sería eso último, no era uno sino dos chupasangres los que habían ido tras ella. Demasiado para una novata. Lamentó tener que quitarse la máscara y pelear. Ese trabajo debió haber sido sencillo, como quitarle el caramelo a un niño, si tan sólo ella no hubiese provocado la ira de otro de esos malnacidos. Se consoló diciéndose que no todo estaba perdido, que si estaba tan asustada como creía que estaría, al día siguiente le pediría que la enviara de vuelta. Lo único que tenía que hacer, era vencer. Mañana, sería libre. Y con esa convicción, fue como los encontró.
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Mensaje por Scarlett Crane Jue Mar 24, 2016 5:36 pm

Pide alabanzas, y a cambio obtendrás mentiras

Si el padre de Scarlett supiera en lo que andaba su niñita, pediría su regreso de inmediato. Se suponía que la había enviado lejos para evitar su cercanía con el peligro, pero Scarlett se esforzaba en practicar más abiertamente lo que sus hermanos le enseñaron durante tanto tiempo. Sin embargo ¿Para qué se la había enviado precisamente a Wyatt? Seguramente él pretendía protección, y ella lo tomaba como entrenamiento.

Mientras corría, sentía que le recorría el cuerpo una adrenalina que jamás había experimentado. La emoción era demasiada, pese a que casi se podría decir que quien la perseguía era la misma muerte. Apenas lamentaba llevar un vestido tan incómodo, y de buena gana se habría arrancado todo ese montón de telas inútiles para poder correr mejor. Sin embargo, eso podría echarlo todo a perder. Por ahora, sabía que su ventaja había sido corta y que el vampiro al que antes atacara la alcanzaría rápidamente. Lo más conveniente era detenerse en algún lugar no muy lejano, o el agotamiento le impediría defenderse en cuanto el inmortal la alcanzara. Por lo mismo, un par de cuadras por delante del bar de mala muerte en el que fuera citada, giró en una calle cerrada para encontrarse con una magna sorpresa: No sólo venía tras ella el vampiro que ya había visto, sino también un segundo ¿Dónde demonios estaban Wyatt y su amigo? Sólo le quedaba gritar, a propósito, para ser encontrada y para cumplir con el cometido que había planeado para esa noche. Ahora no quería hacer de cazador o héroe, esa noche tenía que ser tan víctima como doncella.


—Más valdría entretenernos con ella un rato. Seguro que se siente mejor mientras permanece caliente— mencionó uno de los vampiros mientras se acercaba con descaro a ella, que para entonces, estaba con la espalda pegada a la pared y miraba tras ellos con el mayor disimulo posible —¿No te das cuenta que casi me mata, imbécil? — se quejó el otro, a quien Scarlett atacara antes —Más bien dime que se hizo la otra mujerzuela antes que te desgarre el cuello— amenazó —No lo sé, no la conozco, pero por favor, déjeme en paz, yo no le hice nada— lloriqueó ella en cuanto vio a Kane aparecer sigilosamente tras ellos. Había llegado primero que Wyatt y fue entonces cuando la pelirroja se esforzó por generar un par de lagrimones que denotaran terror. — ¡Ayuda! — gritó, pegándose más a la pared y poniendo un falso gesto de temor. Y fue suficiente, porque en un minuto, Kane y uno de los vampiros se enfrentaban uno a uno, mientras el otro centraba su atención completamente en ella y la halaba de un brazo hacia él. Eso sí que había dolido, y muy seguramente las marcas de sus dedos estarían con ella sobre la piel al amanecer — ¡No, déjeme! — peleó sin pretender ganar la mujer y como si realmente no supiera defenderse. Golpeaba con sus puños el pecho ajeno e intentaba frenarse en el suelo arrastrando los pies, que le iban a cobrar en unos segundos los tacones en los que se le había ocurrido irse. Pero no había otra opción para nada, si ella quería obtener lo que tanto se había pensado, tendría que aguantar cada piedra con la que se tropezara.

Las ganas de atacar con sus propias manos afloraban y, aunque pocos, aún tenía elementos que le podían servir en su defensa bajo las ropas. El abrigo había quedado olvidado en el bar, al igual que el neceser con unos pocos elementos de maquillaje, pero era realmente bajo el corsé donde se ocultaba lo importante. Su mano libre se fue a la cintura, porque se sentía acorralada en una decisión difícil, justo cuando el vampiro ya la había prácticamente arrastrado varios metros y podría continuar. No obstante, se contuvo, Wyatt aparecía en escena y era entonces cuando más víctima debía ser ella
—Me lastima, por favor suélteme, por favor— se quejó, usando ahora la mano con la que pretendía defenderse para intentar soltarse a punta de inútiles empujones. Allí podría ver que tan buen cazador era Wyatt, pese a que al día siguiente no tuviese ni la más mínima intensión de capacitarla en su propio oficio. Pero ya encontraría Scarlett una manera de convencerlo. Lo más importante, sería tratarlo como su salvador una vez aniquilara al vampiro. Quizás, eso fuera lo único suficiente para tan sobrevalorado ego.
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Mensaje por Wyatt Burgess Vie Abr 08, 2016 1:11 am

Estacas de madera o dagas de plata. Las dos, sin duda, eran efectivas para eliminar a los chupasangres; siempre que no se cometiera el estúpido error, de clavarla en el sitio equivocado. Era bien sabido, por cualquiera que escuchara historias sobre los hijos de la noche, que sólo atravesando el inservible corazón, se les enviaba – sin boleto de regreso – al Infierno. Wyatt había tenido varias oportunidades para confirmarlo. Las cicatrices que cubrían algunas partes de su cuerpo, daban fe de ello. Una de esas noches, si Scarlett sobrevivía, se las mostraría, incluso le relataría las anécdotas de cómo las consiguió. Por un segundo, se preguntó si le gustaría. Tal vez, si era buena, le dejaría tocarlas. A veces, el americano era como los gatos, prestos para recibir caricias. Especialmente, si la poseedora de esas manos, era jodidamente atractiva. No es que fuese a estar más tiempo en Francia, bajo su protección, se recordó con irritación. ¿Dónde demonios tenía la cabeza? Si seguía con esos pensamientos, corría el riesgo de que pronto lo descubriera. Concentrándose en la tarea que tenía por delante, se puso su abrigo, sin detener sus pasos. El pelirrojo, prefería utilizar sus propias armas, una combinación de ambos materiales; para no perder viejas costumbres. Estacas que por fuera, simulaban ser de madera pero que en su interior, escondían ese metal tan dañino y corrosivo para sus objetivos. Una belleza mortal, sin duda. Las veces que había perforado un órgano con una de esas, no había salido muy limpio de las misiones. Prácticamente, el corazón estallaba y la sangre, simplemente era escupida como lava, sin mirar a quién o qué bañaba. Tenía que ser sincero consigo mismo, le gustaba eso. Le hacía ver fiero, salvaje y un tanto demente. Llevaba varios artilugios encima. Después de todo, era de los que creían que nunca se iba lo suficientemente preparado a la guerra. El peso de sus juguetes, sólo le hacía sentir más seguro. Wellington, confiaba demasiado en sus capacidades y habilidades, para salir airoso de cualquier situación. Un talón de Aquiles muy fácil de localizar, si el bastardo vivía lo suficiente para buscar. Su frecuencia cardiaca incrementaba, la sangre corría más rápido por sus venas, saboreando el momento previo a la refriega.

Y si la excitación, no fuese de por sí suficiente, añadirle la ira por ver cómo sostenían a su pupila, auguraba malos presagios. El cazador, cogió una de sus preciosas estacas, clavando la mirada en la fémina. ¿Estaba ya lo suficientemente asustada para rogar que la enviara de vuelta a casa? Si la respuesta era no, lo estaría pronto, cuando se quitaran las malditas máscaras. Tenía todas las palabras que quería decirle en la punta de la lengua, pero por respeto a su público, se abstuvo. Además, el idiota de Kane también estaba librando su propia batalla. Los gruñidos de los vampiros, no se hacían ignorar. Uno de ellos, pronto estaría verdaderamente muerto. ¿Era terrible que deseara que fuese su compañero de cartas? Con él eliminado, no tendría que morderse la jodida lengua para empezar a regañar a Scar. Si alguien estaba escuchando allá arriba, esperaba que se hiciera justicia. – Métete con uno de tu tamaño, bastardo. – Provocar, no era un buen método de distracción, pero funcionó. Wyatt arremetió contra el ser que la sostenía. No es que tuviese muchas opciones. Las parejas, ya habían sido dispuestas para ese encuentro. Mejor si se apuraba a poner punto final a esa noche. Le esperaba una muy larga junto a la hija de su amigo. Desde que no sería en una cama, con sábanas enredadas y cuerpos sudorosos, que lo jodieran si no estaba esperándolo con ansias. – O lo que es mejor, consíguete tu maldita propia cita. – Palabras que el viento se llevó, cuando la cabeza de Kane rodó hasta sus pies. Frunció el ceño, atónito por la rapidez con que se vio cumplido su deseo. Pateó a un lado el trofeo, volviendo al ataque, haciéndose una nota mental, de no olvidar recoger su premio. Era una pieza valiosa y suficiente aliciente para animar a un hombre, que vivía de las recompensas. Metió la mano en su bolsillo, sacando una hermosa daga negra de su interior. – ¿Alguna vez has manejado una de éstas, primor? – Jadeaba, pero su mirada, fulguraba. Tenía unos ligeros cortes, producto de las uñas afiladas y largas del vampiro al que se enfrentaba. – ¿No? Pues ahora es buen momento para que aprendas. Odiaría tener que escribirle a Crane, que su preciosa hija, pereció en su primera práctica. – Sujetando la estaca con fuerza, se lanzó lejos, sin esperar su respuesta.
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Mensaje por Scarlett Crane Sáb Abr 30, 2016 10:00 pm

"Me decidí a mentir, pero, eso sí, con más honestidad que los demás,
ya que hay un extremo sobre el cual diré la verdad, y es que voy a contar mentiras."

Luciano de Samosata

—Mi padre está loco al enviarte con ese tipo. Preferiría tenerte encerrada en cualquier lugar antes que con él. — Jeremmy le había advertido sobre Wyatt, porque también lo había conocido. Por supuesto, él no sabía que se trataba de otro Crane, porque su padre, había aprovechado los cabellos rubios de su hermano para hacerlo pasar por su compañero en lugar de su hijo. Decía que era lo mejor, que no quería arriesgarlo más de lo que ya venía haciendo, y aprovechaba el parecido de éste con su madre para camuflarlo. Hasta donde sabía, Wyatt no había causado en él la más mínima simpatía. Era un egocéntrico, mujeriego y oportunista que no dudaba dos veces en disparar si con ello obtenía algún beneficio mayor. Hasta donde pudo, se opuso a que su única hermana viajara para permanecer con alguien como él, pero cuando vio que no lograría su cometido, se encargó de dejarle en claro más de una cosa —No quiero que muestres lo que te enseñamos. Haz de víctima, sé una más de las mujeres tontas con las que quieren casarnos, haz de tus habilidades un as bajo la manga. Si ese imbécil llega a saber de lo que eres capaz, te sacará del camino, no lo dudo ni por un segundo— Advirtió el mayor de los Crane antes de la partida de Scarlett. Y todo le había quedado muy gravado a ella, que recordaba el tono repulsivo de su hermano para describir a ese caza recompensas con el que la enviaban.

Y pese a todo, ella necesitaba comprobar la teoría de su hermano personalmente. Por suerte, esa noche había salido mejor de lo planeado y, si todo seguía saliendo tan a pedir de boca, pronto podría sacar sus propias conclusiones para eventos futuros. En efecto, Scarlett planeó hacerse la víctima, y lo había logrado con creces. Pero ¿Hasta qué punto era capaz de mantener algo así? No podía dejar que la mordieran y le mermaran la fuerza, su vida no era algo para negociar y, en el fondo, sentía una imperiosa necesidad de matar a ese maldito que la trataba con tanta fuerza. Sus manos trataban de apartarlo inútilmente, pero no fue sino hasta que Wyatt irrumpió que pudo tener un respiro. Se veía molesto, pero no dejaba de tener ese gesto de triunfo marcado muy claramente en su rostro. Ella no era la cita de nadie, pero que bien que se sentía lograr su cometido, tener dos enfrentamientos frente a ella la llenaba de gusto, o al menos así fue hasta que la cabeza de Kane pasó frente a ella y tuvo que gritar. Era una escena horrorosa, la cabeza tenía los ojos muy abiertos, y la boca se había torcido en un claro gesto de dolor. La expresión de la parte desprendida parecía juzgarla, y ella se fue de rodillas al suelo mientras se agarraba las manos con fuerza fingiendo un incontrolable temblor. El vampiro había sido incluso agradable, pero su fin iba a ser ese, tarde o temprano. Ahora quedaban dos vampiros y dos humanos. Dos bebedores y sólo un luchador dispuesto a pelear, uno que había pateado la cabeza de Kane como si fuera una pelota que estorba en medio de un campo.

Como si nada, el vampiro vencedor se reía y se dirigía con el camino libre hacia ella. Pero Wyatt iba un paso adelante, y en un abrir y cerrar de ojos, lanzó una daga hacia la pelirroja con toda la rapidez que le fue posible. Ahora ¿Cómo fingiría no saber usarla? No era tan sencillo, porque sus manos siempre se acoplaron a esas armas a la hora de la práctica, o, mejor dicho, su mano. Scarlett era diestra, y como cualquiera, parecía tener todas sus habilidades allí.
—Mata a ese maldito entrometido. Yo voy a llevarme a esta, voy a cobrarle todo hasta que me canse— sentenció el asesino de Kane, levantándola de nuevo de un brazo en un sólo tirón. Y fue allí mismo donde Scarlett lanzó una estocada con la daga a la cara del vampiro. Lo había hecho con la mano izquierda, porque de ese modo tomaría mal el arma pese a poder acertar en su golpe. De inmediato, el vampiro, la lanzó lejos de sí, y su espalda fue a dar con fuerza en la pared contigua. Había dolido demasiado, pero seguramente a él le hubo de doler más. En la daga que ella aún sostenía en la mano, había quedado el ojo del inmortal. Y a lo lejos, tres disparos se hicieron sentir, como si una indiscutible advertencia se fuera acercando a ellos.
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Mensaje por Wyatt Burgess Dom Mayo 08, 2016 11:35 pm

Amaba su trabajo, tanto como amaba a las mujeres. Quizás eso se debía a que una y otra, guardaban ciertas similitudes. No mataba al azar, así como no escogía a sus conquistas sin antes indagar un poco en el pasado de éstas. El único requisito para llevarlas hasta la cama – si tenía la suerte de encontrar una – era que fuesen viudas o casadas. Siempre que no se le viera como una potencial pareja, Wyatt disfrutaba de los placeres que la vida le tenía deparada. No había honor en su trabajo, ni en sus métodos para conquistar a hermosas damas. ¿Quién podía culparlo? Desde niño, su madre lo había malcriado. Le gustaba arrancar suspiros y hacer promesas de amor, que nunca cumpliría. Ellas le robaban el corazón o al menos, eso era lo que aseguraba que pasaba, cuando el inevitable adiós llegaba. Para el cazador, no existía nada más encantador que las miradas de afecto que le brindaban, o las palabras que brotaban de los labios de las féminas mientras intentaban deshacerse en excusas, diciendo que si estuviesen solteras, no habrían dudado en hacer la elección correcta. Oh sí. Era un truhan por excelencia. La señora Burgess siempre había sabido que, de sus hijos, el segundo había heredado la vivacidad de su esposo. No se había equivocado, por supuesto. Su padre, se había encaprichado de una mujer más joven y nada le había detenido de dejarlos a su suerte. Ni todas las responsabilidades del mundo, bastaron para que Reuben, desertara. El cazador no era diferente. Se tomaba el porvenir de manera descuidada. Lo único que le importaba, era sobrevivir a esa noche. Lo demás, lo improvisaría a partir de allí. Y era eso, precisamente, lo que se podía ver en sus movimientos. Mientras que en sus pensamientos, dejaba ver que atacaría por la derecha, realmente terminaba yendo por la izquierda. Eso le sirvió para descubrir que el que luchaba con él, podía leer su mente. El vampiro maldijo cuando le apuñaló en el pecho, fallando por poco. La reacción del bastardo había sido tan rápida, que no había podido obtener de vuelta su daga.

– Antes de que termine contigo, ella habrá vuelto a casa. – Le amenazó, sonriendo con descaro, inclinándose rápidamente para coger uno de los cuchillos que descansaban dentro de su calzado. Como todo hombre que se respetara, era amante de esos juguetes. Los cuidaba como un padre a su hijo, o como él creía que hacían, limpiándolas cada noche antes de irse a la cama; incluso si ésta estaba caliente debido a la compañía. El chupasangre gruñó obscenidades, pero Wyatt no estaba prestándole más atención. Primero, porque buscaba provocarlo dañando a su ego y segundo, porque su compañero – de él, no suyo – gritaba como si hubiese perdido la cabeza. O un ojo, dado el caso. – Eres una muy mala mujer. – Lo decía como un cumplido aunque eso, no evitó que sonara menos lascivo. El pelirrojo estaba disfrutando, en demasía, de ese derroche de buena suerte que parecía acompañar a la susodicha. – La próxima vez, intenta acertar en el corazón. – Pero tampoco podía evitar hacer uso del sarcasmo. Estaban bastante liados en ese momento. No sólo tenía a dos vampiros pisándole los talones, sino en teoría, estaba solo. ¡Demonios! Debía proteger a su pupila y salir de una pieza de la enfrenta. Sencillo. ¡Jodidamente sencillo! Siempre que no tocaran su rostro, podía agregar otra cicatriz más a su colección. Y como si no tuviesen serios problemas esperándole y estuviese jugando una partida de naipes y no su vida, añadió. – ¿Al menos eres buena con las compresas? Ya sabes, podría necesitar una o dos, cuando termine con ellos. – Fue tan descarado, como para apartar la mirada de su oponente y clavarla en la de ella, leyendo su expresión. Como había pasado desde haberla conocido, sin embargo, una vez más fue sorprendido. Disparos que, definitivamente, no venían de él o de ella, resonaron en la intranquila noche. ¿Competencia? ¡¿No podía un cazarrecompensas hacer un trabajo limpio, sin controversias?! – ¿Hay algo que necesite saber, querida Scarlett? No sé, como que tal vez, ¿estás trayendo más amigos a la fiesta? – Gruñó en tono acusador, volviendo al ataque. El tiempo muerto, había terminado.
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Mensaje por Scarlett Crane Lun Mayo 30, 2016 11:36 pm

Debía tenerlo claro, su mayor habilidad de destrucción no eran las armas

La pelea se empezaba a tornar desesperante, porque el fingir no saber defenderse a sí misma en ese punto de tensión, le podría salir bastante caro ¿Valdría finalmente la pena? Claro que sí, porque era la primera vez que se cruzaba con Wyatt y no podría arruinar un plan sin poderlo llevar realmente a cabo. Aunque casi todo había salido según lo planeado, la verdad es que hubiese preferido menos vampiros, para poder tener una pelea que fuese más pareja para el cazador, y en la que su propio bienestar no corriera tantos riesgos por ceñirse al papel que ella misma se había planteado. Ese era su guion, y debía cumplirlo a toda costa.

Para el momento, uno de los inmortales había sido apuñalado en el pecho por el pelirrojo y el otro, había perdido un ojo. No obstante, los dos continuaban vivos y por supuesto se sentían mucho más furiosos que antes. Ahora, arremeterían con más ira e intentarían deshacerse a toda costa de los humanos. Por supuesto, la actuación de Scarlett no llegaría al punto de perder la vida, debía estar preparada y con los ojos bien abiertos. Por eso notó la sonrisa en Wyatt, diciéndole cuan mala era con un tono pícaro muy propio de él, justo antes de darle a entender que tendría que mimarlo un poco luego de haber acabado con aquellos vampiros, en teoría. Por suerte y pese a la gracia que le hizo el comentario, ella tenía la expresión de horror en su rostro, porque se había esforzado bastante para mantenerla sin importar lo que ocurriera; pero pronto, sus ojos volvieron al vampiro que se encaminaba otra vez hacia ella, iracundo, murmurando en algún idioma que ella no comprendió. Y se movió rápido, lo suficiente para irse encima de ella, tumbarla al suelo y clavarle los colmillos con fuerza en el cuello. Voces se acercaban, aunque en medio del impacto que generaba la situación, Scarlett no entendía nada. Esos segundos con el pesado vampiro sobre su cuerpo parecieron horas, pero tras tomar un impulso, la menor de los Crane empujó con su propio cuerpo el peso inerte del supuesto inmortal. Lo que realmente había sucedido, es que cuando él se hubo abalanzado con fuerza, la pelirroja empuñó con firmeza la daga que Wyatt le había entregado, poniendo el mango sobre su pecho, pero sosteniéndolo lo suficientemente recto, como para que en el impacto, terminara clavado en el corazón ajeno. La daga era de plata y, para su suerte, había calculado bien.


—No fui yo, te juro que no traje a nadie— murmuró, con la voz frágil aunque no por ninguna emoción, sino porque el golpe también le había dolido bastante y casi se sentía ahogada. Como pudo, se levantó del suelo y miro a Wyatt con los ojos bien abiertos y llenos de lágrimas. No se fijó en absoluto en el otro vampiro, no sabía si estaba muerto o había huido, pero los disparos volvieron a sonar y era evidente que se tenían que ir. Deprisa, le tomó la mano al cazador como si fuera una pequeña que quiere salvar a quien puede ser salvado, y tiró de él hasta el final del callejón. No había una salida diferente a esa por la que entrarían tantas voces extrañas, pero había una puerta en la pared que daba quien sabe a dónde. Con rapidez, se soltó uno de los ganchos de su cabello y tardó menos en tener acceso a ese lugar desconocido, al cual haló de nuevo a Wyatt antes de cerrar la puerta con suavidad. Acto seguido, le cubrió la boca al cazador con una de sus manos —Shhh— indicó, y lo abrazó de inmediato —Tengo mucho miedo, ya no sé qué más hacer. Ayúdame, no me dejes sola— le susurró al oído en medio de la oscuridad. Tras ello, sonrió, sus hermanos siempre le habían dicho que era una maldita manipuladora y, por supuesto, no se equivocaban.
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Mensaje por Wyatt Burgess Vie Jul 15, 2016 12:29 am

Las damiselas en apuros, eran su tipo favorito de mujer. No sólo permitía a un muy atractivo hombre, como él, hacer gala de la caballerosidad que de vez en cuando, dejaba entrever para sorprender; sino que además, rompía el hielo para entablar una relación que más tarde, esa misma noche si se empeñaba lo suficiente, terminaría por reforzarse entre sábanas de seda. Podía imaginar, aún con su mente concentrada en defenderse y atacar, a Scarlett derramando sus cabellos rojos sobre su pecho, haciendo de almohada. Una maldita y excitante imagen, que no sólo había provocado que, por un instante, su enemigo le encontrara con la guardia baja, sino que también, estaba haciendo reaccionar su cuerpo. Aunque Wyatt estaba jodidamente conforme con sus dotes, podía estar de acuerdo en que ese, no era el momento ni el lugar indicado para dejarse llevar por una fantasía. O al menos, no lo había sido hacía unos minutos. Ahora que estaban, relativamente a buen resguardo de sus enemigos, con ella abrazándolo; pensó que podía serlo. Una sonrisa triunfal apareció en su boca mientras dejaba que su cuerpo, consolara a la cazadora. Podía ser tan sencillo, comportarse como su compañero y convencerla de que pasar una noche juntos, antes de empezar con el entrenamiento; no supondría inconveniente alguno. O quizás, pensó, estaba recibiendo las señales equivocadas. Eran dos completos desconocidos y, aunque a él eso le importaba un reverendo bledo, para la joven podría ser distinto. Las mujeres, por regla general, preferían complicarse la vida antes que dejarse llevar por la pasión. Suspiró, más de frustración y anhelo, que por irritación. El embriagador olor de su piel, calentaba su sangre, haciendo que ésta se concentrara en una parte de su anatomía, en la que era mejor no indagar. Fugazmente, jugó con la idea de ver su reacción si permitía a sus pensamientos correr en esa dirección. Después de todo, no le importaba demostrar que la encontraba atractiva. Maldita, jodida y exquisitamente atractiva.

– Dudo mucho que pueda soltarme. – Murmuró sobre su mejilla, con ese tono de voz que hacía caer a las mujeres a sus pies. Se podía oír la diversión en cada palabra que salía de su garganta. No había muestras de que, tan sólo unos minutos atrás, había estado luchando contra vampiros. Esa era una parte de su vida que prefería no mezclar con el placer. Si estuviese pensando con la cabeza, sin duda, le habría reclamado por echar a perder su misión. Por suerte, estarían juntos durante las próximas semanas, así que habría tiempo para sacar a colación esa falla. – Si estás intentando seducirme para que acepte ser tu entrenador, déjame decirte que está funcionando. – Agregó jactancioso, abrazándola por la parte baja de su espalda. Su apretón era más fuerte que el de ella, de modo que la acercó más a su cuerpo con ese movimiento. – Estás jugando en las ligas mayores, Scar. – Volvió a abreviar su nombre con familiaridad. Empezaba a gustarle, demasiado, llamarle así. – Eso que pasó allí afuera, sólo es el comienzo. Ve a casa, primor. Regresa y dile a Crane que soy un bastardo, que te envíe de vuelta porque mis entrenamientos, incluían una cama de por medio. – Se apartó lo suficiente para mirarla a los ojos, para ver la expresión que nublaría su semblante. No sabía por qué decía tales cosas, no era la diversión lo que le movía, sino la incertidumbre de pasar mucho tiempo a su lado. Él no quería ataduras de ningún tipo y, con la pelirroja como compañera, significaba conocerla más de lo que alguna vez conocería a otra mujer. Y es que nunca duraba más de dos días seguidos con la misma amante. De ese modo, los sentimientos no se involucraban. Tener una amiga, sin embargo, nunca fue una posibilidad. – Si decides quedarte, añadió en un gruñido, habrán consecuencias. – Por la forma en que dijo eso último, significaba que serían buenas. Por supuesto que a su favor, siempre a su favor.  
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Mensaje por Scarlett Crane Dom Jul 17, 2016 10:03 pm

Podría ser esa sombra burlona que te recuerde que nadie impedirá que te marches,
y también ese puntapié en la espinilla que te obligará a quedarte.

En una próxima salida, quizás se encargaría de no provocar a un vampiro con amigos como lo había hecho esa noche, aunque hasta el momento, tanto ella como Wyatt habían salido bien librados. Estaban ocultos, mientras voces murmuraban cosas poco entendibles afuera de la puerta. Dentro, parecían tener poco espacio, se sentían cajas cerca y era bastante probable que ese lugar fuera usado como depósito ¿Tendría alguna salida además de la que tenían tan próxima? Podrían averiguarlo en cuanto los desconocidos se movieran y se les permitiera avanzar unos minutos. Era posible que tardaran en irse mientras analizaban los cuerpos y, mientras tanto, Scarlett debería permanecer muy junta al cazador, aunque por suerte, sin hacer demasiado ruido.

—Estoy temblando ¿Puedes sentirlo? — susurró de nuevo, con esa voz de mosquita muerta que ahora prefiriera para hablarle desde tan cerca. Por supuesto temblaba, aunque no a causa del miedo, sino del frío. Pero él podía suponer lo que prefiriera, en todo caso, se mostraba excesivamente amable con ella aunque nada caballero. El plan venía saliendo mejor de lo que ella esperaba y, por lo mismo, se aferró más a él —Esos hombres están muy cerca ¿Crees que tardarán mucho en irse? — en el fondo, esperaba que no, porque en el tiempo muerto quizás tuviera que decir muchas cosas, o refrenar otras a las que ella misma había dado pie. —Por favor, discúlpeme, no era esa mi intención— susurró en respuesta, e intentó apartarse de él y de su mano mal ubicada a pesar del poco espacio. El juego era provocarlo apenas un poco, no lo suficiente para que incluso ella se viera tentada a ceder —No regresaré a Canadá, ni diré nada a mi padre, pero ¿Qué tiene que ver la cama con el entrenamiento? — preguntó frunciendo el ceño, como cuando la inocencia pregunta algo obvio pero que no es capaz de captar. Obviamente había comprendido bien, y como lo había dicho su hermano, Wyatt pronto demostraba su calaña. No obstante, ella quería escucharlo decir las cosas con mayor claridad, quería probarlo de nuevo, porque cada día haría todo lo posible por llevarlo más al límite.

¿De verdad cedían las mujeres tan fácilmente ante él? A leguas se notaba que Wyatt se las llevaba a la cama a todas. Eran unas estúpidas, porque con un hombre de palabras tan ligeras, era más que evidente que al abrir los ojos ya no estaría más. Lo que movía al cazador eran las emociones fuertes, llámense alcohol, guerra, sexo, o cualquier otra cosa que se le pudiera ocurrir.
—Lo sé, y no vas a estar ahí siempre para protegerme— musitó, dando a entender que resumía lo que se le venía en gana, como si ser tonta hiciera parte de ella, aunque lo fingía. Para completarlo, lo abrazó de nuevo, y depositó un beso suave sobre la mejilla ajena —De todos modos, gracias por hacerlo hoy— al mencionar eso, la voz le sonó más dulce, como si quisiera acariciar a un don Juan a través de sus palabras, con las que tendría que conformarse —Mi tía va a matarme por llegar tan tarde a casa, aunque no estoy segura de qué hora es ¿Crees que tardemos mucho en salir? Debo correr o pronto no tendré donde vivir— bromeó, aunque quizás no estaba tan lejos de la realidad —Oye ¿Puedo cocinar un día para ti? Como agradecimiento, si quieres— propuso, recordando lo que tanto le repetía su hermano: “A un hombre se le conquista por el estómago”. Pero ¿Para qué querer conquistar a Wyatt? Para sobrevivir, porque si él tenía siempre el poder, ella correría peligro. La idea era que el siguiera creyendo lo mismo, y que nunca, se diera cuenta del momento en que había dejado de ser verdad.
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Mensaje por Wyatt Burgess Dom Ago 14, 2016 9:56 pm

Wyatt no iba a soltarla tan fácilmente. Se sentía excesivamente cómodo en esa posición. El calor que desprendía la pelirroja, le gustaba en demasía. Ella lo acariciaba con su aliento, quizás, sin proponérselo. ¿De qué otra forma sería? Scarlett era inocente. Si antes lo había pensado, ahora lo había confirmado. No había comprendido que esa cama en la que entrenarían sería la suya, en sus aposentos, donde sin duda le enseñaría las diferentes formas de dar y recibir placer. Por primera vez, pensó en la posibilidad de romper aquélla regla autoimpuesta, de no involucrarse con una doncella. Para ello, sin embargo, debía conocerla, saber qué demonios pensaba sobre ser también compañeros de cama. Cabía la posibilidad, de que la fémina tuviese en la cabeza ideas absurdas sobre amor y compromiso. ¿Qué le había enseñado el bastardo de Crane? Si Scar quería cazar, bien podía ser liberal en cuanto a disfrutar de su cuerpo. Tal vez, ella simplemente no había encontrado al tipo indicado para experimentar en esa área. Pues bien, era su día de suerte, porque él iba hacerlo. Tenía la excusa perfecta para no soltarla, aunque no lo necesitaba. Ni siquiera hacía el intento por revisar aquélla habitación. Tampoco estaba interesado por salir de ahí tan rápido. De modo que, respondió con poca franqueza su cuestión. – Será mejor no salir por ahora, Scar. Por ésta noche, has tenido los suficientes encuentros con vampiros, como para darte a conocer entre ellos. – Había acusación en esas últimas palabras. – Se suponía que nadie iba a saber que estamos juntos en esto, pero ahora que has mencionado a tu querida tía, mi primera orden es que te mudes a vivir conmigo. Querías un entrenador, pues lo has conseguido, encanto. – Burgess, era un amante de usar palabras cariñosas con todas las mujeres y su nueva pupila, no sería la excepción.

– Te daré esta noche para que descanses, pero mañana serás mía. – Prometió. Le gustaba pensar que sería suya de la forma en que realmente quería, aunque estuviese lejos de serlo. – Siempre que logremos salir de aquí antes de que el Sol se ponga. – Agregó, con una sonrisa maliciosa, misma que se escondía sobre la mejilla de la cazadora. – Cena. Mañana. En el comedor. El vino va por mi parte. – Si bien la comida que preparaba su cocinera era demasiado buena, Wyatt no podía negar que le gustaría verla cocinando para él. Cuando era chico, solía meterse en la cocina mientras su madre preparaba los alimentos. Amber, esperaba hacer que su padre se sintiera cómodo para que no volviese a salir de viaje y, de hacerlo, para que volviese pronto de donde sea que lo llevasen sus negocios. Uno de esos días, Reuben sólo no volvió. A partir de allí, su madre había caído en cama y dejado de sonreír. Hasta la fecha, nadie le había preparado algo a él sólo porque quisiese. – Ve preparada. Cuando empecemos, no podrás dar marcha atrás. Se acabará cuando yo lo diga, ¿lo comprendes? – Y entonces, él se apartó ligeramente para que sus miradas se encontraran. Como era de esperar, la suya se desvió hasta posarse en los labios ajenos. – Si no habías sido besada con anterioridad, estás por descubrir qué se siente. De lo contrario, te enseñaré lo que es ser besada por un hombre de verdad. – Sentenció, no dándole oportunidad de comprender lo que estaba diciendo. La besó, suavemente, luego con toda la intención de conquistar y alzar estandarte dentro de su cavidad. Cuando ese beso llegase a su fin, le explicaría por qué lo había hecho. Ella sería la carnada para sus enemigos, quien los tentaría a salir de su escondite y llevarlos hasta él, para terminar el trabajo; pero para eso, necesitaba que se deshiciera de su papel de inocente. Después de todo, nunca se era demasiado pronto para aprender. Scarlett sería la que tejiera la telaraña, sólo tenía que cuidarse de no caer él también.
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Mensaje por Scarlett Crane Dom Oct 09, 2016 10:27 pm

“No puede impedirse el viento, pero hay que saber construir molinos”

—¿Qué? No ¡Qué diría su esposa! O prometida, no lo sé— susurró con cierto tono intranquilo. Esa frase le serviría para probarlo, para saber hasta donde había sido capaz de llegar con nadie, pese que su hermano le había dicho que no se le había conocido ninguna mujer estable. Todas iban y venían, sobre todo porque se decía que se metía con mujeres casadas para evitar hasta el más mínimo riesgo de compromiso —¿Qué le diré a mi tía? Esta tarde conocí a un hombre con el que quiere comprometerme, no me puedo ir así— mintió. Scarlett seguiría inventando cosas, probando hasta donde, a pesar de todo, sentiría el deseo de entrenarla ¿Tanto afecto le había tenido Wyatt a Crane? Era poco probable, porque el cazador no lucía como alguien que se aferre a alguien y mucho menos de esos que guardan promesas.

Wyatt decía con absoluta seguridad: "Serás Mía", era obvio que estaba convencido de lograrlo todo, como si nadie, nunca, le hubiese dicho que no. Para ella no era complicado negarse, pero ya vivir bajo el mismo techo sería otra cosa
—De todos modos ¿No sería más peligroso si vivo con el conocido cazador? Su fama le precede, no sobreviviré mucho tiempo ; además soy más fácil de seguir— argumentó, buscando todas las herramientas posibles para mantenerse lo más lejos posible de su cama. Prefería vivir sola, aunque eso iba a implicarle el tener que trabajar ¿Cómo le iría con eso en París? ¿Le darían trabajo fácilmente o buscaría regresar a su casa cuanto antes? Si no lo intentaba, jamás lo sabría, pero no pensaba venderle su libertad a alguien que sólo quería todo el placer que se le pudiese dar. —Bien, llegaré mañana antes de las seis, quiero tener tiempo para hacerlo todo bien— le susurró al oído, como si no hubiese nadie más dispuesto en el mundo que ella, pese a que no entendía bien a qué se refería cuando decía que todo terminaría cuando él lo dijera ¿Qué tanto pretendía acaso para un par de horas? El día siguiente sería todo un reto para ella, y tal vez, para él también.

La luz se filtraba a medias en aquel lugar, y se veían escasamente. No obstante, ella supo cómo la miraba cuando se retiró apenas y lanzó esa extraña forma de amenaza. Declaró sin titubeos que iba a besarla, y ella quiso que sucediera. Sería tan sólo una probada para luego mantenerlo con más dificultad al margen. Esa no sería la primera que Scarlett fuera besada, porque de hecho lo solía hacer con uno de los amigos de su segundo hermano. Nadie sabía nada, creía, o quizás Jeremmy, que decía conocer a la pelirroja como la palma de su mano. Quizás nunca dijo mucho porque aquél jovencito fue llevado al poco tiempo a Italia, o Inglaterra, o quien sabe, porque siempre le cambiaban las versiones. A él lo había querido, y él a ella, pero ya había pasado un buen tiempo desde que se separaron y el contacto se perdió.

Cuando sintió los labios ajenos sobre los suyos, su mente se fue al primer beso, no por añoranza, sino porque necesitaba recordar lo torpe y nerviosa que había sido para repetirlo. Su cuerpo tembló un poco más, sus manos se quedaron quietas, fingiendo no saber donde ponerlas. Nada en ella se movió demasiado, excepto cuando se dejó llevar un poco hacia atrás y lo miró sorprendida
—No... no sé de esto, perdón. No sé qué se supone que haga— sus manos se entrelazaron y se inclinó un poco hacia la puerta, buscando escuchar voces en el callejón y de paso fingiendo una extraordinaria timidez. El beso había estado bien, claro, pero no podía permitirse mejorarlo o disfrutarlo, de ninguna manera.
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