What Lies Beneath † Privado

por **Lasher** Dom Jun 21, 2015 1:40 pm

What Lies Beneath

El fantasma hizo una pausa. Aún descansaba sobre su hombro izquierdo la bolsa aterciopelada, más de dos semanas quizás, desde la última vez que había ejecutado el instrumento. Posó sus orbes lustrosos sobre el cielo mortecino, vio un sinfín de aves pasar de un extremo a otro, sus cánticos herían la tranquilidad que arrullaba a las criaturas que moraban en los matorrales crecidos. Reparó en un par de visitantes que se aproximaban lentamente a su alrededor posar ofrendas coloridas, de momento el recuerdo de sus padres penetró de lleno en sus pensamientos, eran afortunados al recibir una sepultura digna, sencilla pero digna, sus párpados caían de una forma fría, casi mecánica, sumido en estos laberintos evocó los momentos antes de su muerte, las imágenes apenas visibles pasaban por sus ojos, se desprendían de lo más profundo de su interior.

Admirables se elevaban las lápidas a lo largo y ancho de la escena, prendidas a la suavidad de la tierra, en sus fachadas se mostraban numerosos nombres cincelados, un sinfín de fechas y dedicatorias a aquellos que se habían adentrado en el otro mundo, afortunados que habían vislumbrado la luz que acoge a todo ser que abandona el seno mortal. Se descascarillaban por la humedad, teñidas únicamente con manchas negras que aparecen por el descuido. El cielo se decoloraba entre las nubes que se paseaban rollizas, coqueteando en momentos con el viento febril que soplaba un perfume siniestro, acarreaba humedad y nostalgia, se sentía una gravidez incontenible en la atmosfera. La escena se aletargaba conforme las horas morían. Suspiró.

Volvió la mirada a un par de aquellos visitantes y sonrió nostálgico. De una u otra forma fue inevitable no pensar en su vieja Rusia, las tardes junto a la fogata donde su madre tocaba el violín para él, los días junto a su padre contándole historias interminables. No había duda, su infancia había sido plena y muy bella. Hoy en día, todo era tan diferente. Se mantuvo oculto para el resto de los presentes, no tenía intención de charlar por ahora, quiso conservar ese sentimiento de nostalgia para él mismo. Perderse en las horas recordando, sanando viejas heridas para continuar. Tomó asiento sobre el césped recargando la bolsa a un lado suyo y el propio en el tallo áspero de un árbol que se levantaba a sus espaldas. Fijó sus ojos en la bóveda nuevamente, desde ese ángulo, las ramas secas parecían rasgar la textura de terciopelo.

El tiempo se había suspendido solo para él a pesar de que a su alrededor la capital transcurría de lo más habitual. Giró ligeramente su cuerpo hacia la izquierda, un par más de tumbas ausentes de flores o cuidados y detrás de una de ellas una joven sonriente le saludaba a lo lejos. Ruslan hondeó la mano gentilmente ¿Cuántas veces había sido testigo de aquel espectáculo? Muchas. Ánimas que como él seguían prendidas a este plano terrenal, con la ligera excepción que desconocían su actual situación. Que desdicha la de aquella chiquilla. Los pensamientos del fantasma fueron turbados ligeramente por lo que parecía ser una mirada que venía de otro lugar, apenas se giró al lado contrario para ubicar de dónde provenía dicha irrupción.

por **Raffaello Di Fiorenza** Mar Jun 23, 2015 9:30 am

El pequeño brujo, llevaba dos días en la mansión de la señorita Mallarmé. En tan poco tiempo había comenzado a quererla, a pesar que estaba seguro de que algo escondía. No era común que apenas el ángelus tocaba en la antigua capilla que pertenecía a la mansión. Aquella bella pero extraña mujer, desapareciera, como alma en pena y se dirigiera a esa construcción.

A pesar de aquello, de haberla visto partir, jamás se le ocurrió seguirla, no por falta de curiosidad, sino que era el momento justo para escabullirse y buscar a su Madre. En su cabeza de niño, no existía la posibilidad remota de que las palabras de esa maldita inquisidora, aquella que lo secuestrara en Escocia, fueran ciertas. Su madre no se había suicidado, si, podía ser una bruja como él, eso tenía sentido. Pero jamás haría una cosa así, porque de ser cierto, él la hubiera encontrado. Las ánimas se aferran a los lugares que fueron importante en vida.
Aquel concepto, dicho por una de las animas que lo acompañaba siempre, le hizo reflexionar, -¿Cuál es el lugar, aquí en parís, mas importante para mamá? – Se preguntó, - la mansión Rosso… pero ella no iría allí – le respondió el ánima de la bruja. El asintió con la cabeza – es verdad, porque no soportaría, la idea de no encontrarnos – caviló con paciencia – el único lugar que resta es… el Cementerio – su cuerpo tembló, no por un terror infundado, sino por todo lo contrario. En esos pocos meses que había vivido lejos de su familia, había descubierto demasiadas cosas. Las torturas psicológicas que había vivido, bajo la férrea y cruel mirada de aquella inquisidora, habían despertado poderes ocultos, dormidos y un agudeza en su capacidad de percibir las animas. Por eso, el niño sabía, que en el lugar donde más almas podrían encontrar, era aquel tétrico lugar.

La noche comenzaba a caer, cuando entró sigiloso por la puerta principal del cementerio, - a donde crees que vas, chiquillo – le dijo el cuidador – estoy por cerrar – aquel hombre se le colocó en medio del camino, dispuesto a impedir su paso. Con suma gracia y actuación digna de un mayor, comenzó a mostrar un rostro de angustia, - es… es que mi madre, se encuentra allí… adentro… debo llevarla a casa… mi hermanita está con calentura – rompió en llanto, a lo que el hombre asustado, y con un dejo de lastima le permitió el paso, - vamos, no llores, ve, pero dile a tu madre que en media hora cierro, hayan salido o no del cementerio – aseveró. Ruggero, con sus ojos encharcados en lágrimas, asintió con un gesto de cabeza y se apresuró a entrar por las lúgubres callejas.
Metros más allá, sonrió victorioso, - eres un diablillo, ¿a quién te parecerás? – dijo el ánima del cazador – a mi sobrina seguro que no… la pobre es demasiado buena e ingenua… mira que enamorarse de un inquisidor – susurró la otra voz – calla, que dices… no seas impertinente… que el niño escucha – reprochó un anima a la otra – ¡va! No digo nada que el niño no conozca o no haya sufrido… dónde está ese bueno para nada… ¿donde estuvo cuando lo torturaron? – aquel comentario hizo que el pequeño apretara la mandíbula, él también se preguntaba lo mismo, ¿Dónde se había metido su padre todos esos años? Muerto no estaba, porque él podría haberle visto, pero nunca, en esos tres años, le había encontrado, - callad, dejadme concentrar – reprendió a sus custodios. Las animas enmudecieron haciendo caso al ánimo belicoso de Ruggero, - eso si sacó de ese tipejo – volvió a decir el ánima de la antigua bruja.

Caminó en silencio unos pasos más, hasta que su mirada se fijó en un árbol, en su tronco, apoyado con una soltura y una tranquilidad, se encontraba un ánima. No era muy visible, más parecido a una bruma, con rasgos humanos, como si casi fuera transparente. Le vio, levantar la mano y saludar en una dirección, sus ojos se dirigieron hacia donde saludaba y pudo distinguir el espectro de otro ser, una niña. Sintió tristeza, hubiera deseado saber cómo se podían liberar las almas, pero eso era algo que no lo sabía aun y estaba seguro que le llevaría años, décadas aprender. Volvió su mirada al primer espectro, éste se fue volviendo más sólido, le fue más fácil distinguir sus peculiaridades. Era un hombre, con ropa bastante sencilla y un atado, una bolsa de terciopelo, le pareció, - ¿lleva un instrumento? – se preguntó.

por **Lasher** Mar Ago 04, 2015 11:40 pm

What Lies Beneath

Su semblante marcó una admiración incontenible. Mantuvo la mirada serena sobre las líneas que parecían perfilar la silueta de un chiquillo. Un par mechones rubios coronaban su testa aunado a una sonrisa pícara que se ocultaba bien debajo de su fachada de jovencito maduro. Al notar que los ojos ajenos se posaron fijamente en él, dedujo con facilidad la naturaleza sobrenatural del menor. Para ser sincero, era la primera vez que se topaba con una persona así, sereno ante el espectáculo que se materializaba frente él. Notó que los orbes ajenos se posaron sobre la bolsa de terciopelo, entonces una línea se enmarcó sobre los labios del espectro quien con un ademán le invitó a aproximarse junto a él.

–Hola pequeño ¿Cómo te llamas? Mi nombre es Ruslan–

Ladeó la cabeza unos centímetros, curioso por ver su reacción, si este no se mostraba asustado, entonces sus deducciones habrían sido las correctas.

–Dime ¿Qué haces tan sólo en un lugar como este? ¿Alguien más viene contigo?– inquirió mientras buscaba con la mirada a sus padres o algún posible tutor que le guiara en tan peculiar paseo nocturno.

El viento soplaba de vez en cuando arrastrando el olor a humedad que se confundía con la sutil esencia de las rosas semi marchitas sobre las tumbas. Poco a poco el fantasma se materializaba aprovechando la oportunidad que tenía al no encontrarse nadie cerca de ambos personajes. Habría sido más fácil mantener su estado etéreo, sin embargo, no sería nada normal ver a un niño charlando “a solas” y desde luego su intención no era crear un contratiempo.

–Veo que te ha llamado la atención el bolsillo– dijo amablemente mientras sacaba del mismo el instrumento.

–Es un Stradivarius muy viejo, pero no por eso deja de ser extraordinario cuando sus cuerdas cantan melodías– guiñó un ojo al pequeño.

Cayó en la cuenta del tiempo que había pasado hasta ese entonces, de las experiencias vividas y los tragos amargos que había probado hasta el momento de su muerte. Las emociones contradictorias que hasta el día de hoy le impedían crear un arte puro, un arte inmaculado que no solo provocara sentimientos grises en sus oyentes. Ese obstáculo seguía siendo el más difícil de superar. Dudó unos instantes antes de ofrecerle alguna pieza al niño, pues la clara empatía de este último terminaría por absorber dicha melancolía propia del fantasma. Suspiró liberando esa angustia mostrando ahora una fachada más ligera y afable, pues tenía un acompañante esta noche.

por **Raffaello Di Fiorenza** Lun Ago 17, 2015 7:29 pm

- ¡No hables con extraños! – dijo Giulia, el espíritu de la bruja. Pero Ruggero hizo como si no la escuchara, - Hola, Ruslan, mi nombre es Ruggero – sonrió, y se acercó al extraño como si fuera un ser de carne y hueso. La tátara tia abuela del niño se materializó, - pero niño, te acabo de decir que no hables con extraños y me tratas como si fuera un fantasma… – dijo caminando a su lado y sonriendo por su propio comentario, se tomó con su mano derecha su frente mientras negaba como si en verdad estuviera muy enojada, aunque eso no era cierto, jamás podía enojarse con el pequeño - me sacarás canas verdes – sentenció, a lo que el niño sonrió y siguió caminando hasta donde estaba el fantasma.

Al pie del árbol se detuvo y sin que lo invitaran se sentó al lado del fantasma, Giulia parada detrás del pequeño nigromante, escudriñaba al músico. Ruggero se emocionó cuando Ruslan le contó que en su bolsa tenía un violín, - mi mamá tocaba muchos instrumentos, pero nunca la escuché tocar un violín, aunque creo que papá si lo hacía, pero no me acuerdo… el murió cuando aún era un bebé – Lo dijo con un cierto dejo de tristeza y como si hubieran pasado décadas de la muerte de su padre, aunque apenas eran unos años.

El otro fantasma custodio, se encontraba parado al lado de Giulia, pero no quiso materializarse, ni hablar, prefería estar de incognito y así defenderlos, si algo no salía bien. Más Giulia no dejaba de hacer muecas y miradas de sospechas al músico, - mmm… ese bueno para nada de Stradivarius, bien que le partí varios en la cabeza por mujeriego… - el pequeño se giró a mirarla con ojos reprobatorios, - y bueno… merecido se lo tenía – se excusó mientras alzaba las manos y hacía gestos de indignación, - ahora no puedo ni dar una opinión… claro… solo soy una vieja chismosa… pues si tanto molesto me voy…. - dijo enfurruñada, mientras se desvanecía. El pequeño volvió su rostro al sitio donde estaba sentado Ruslan, suspirando aliviado porque su nana – por llamarla de alguna forma – se había desvanecido.

Cuando quedaron solos, el niño miró a su alrededor, contemplando el paisaje melancólico, para luego posar nuevamente sus ojos en los del fantasma, - sí, estoy solo… bueno… casi – sonrió algo nervioso, - vine a buscar a mi madre, ella siempre venía a visitar la tumba de mi padre, pero jamás quiso traerme… desde que nos separaron… no dejo de buscarla… pero no sé dónde más buscar- habló más para él que para su compañero. Había bajado su mirada a sus manos, - dime, ¿todos los fantasmas pueden saber lo que soy? – le preguntó, porque de ser así, no entendía porque su papá jamás se había comunicado con él, si es que estaba muerto. Jugó con una pequeña ramita seca, - ¿sabes tocar el violín? – dijo levantando la mirada y sonriendo con tristeza, prefería pensar en otra cosa y no en su familia que tanta tristeza le ocasionaba.

Giulia Di Moncalieri:

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