AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Made of Lies — Privado
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Made of Lies — Privado
Tres días habían transcurrido muy rápidos; tan veloces, que ni reparó en ello. Y no por ignorar lo que le deparaba después de ese tiempo, sino, era precisamente por tenerlo grabado a fuego en su mente, porque no paraba quieta luego de aquella reunión nefasta con Alexandre Schubert. ¿Por qué demonios había aceptado? Y Vladimir no se encontraba para ayudarla a calmar su ansiedad; además, tendría que lidiar con un sujeto que no era de absoluta confianza, aparte de... ¡de ser un arrogante que no aguantaba! El viaje repentino a Inglaterra poseía matices oscuros, de eso estaba segura, pero ella seguía siendo Ninette. No, Ninette no, Natasha, y a Natasha le agradaba meterse en líos hasta asfixiarse con la cuerda de su propia testarudez.
Bien sabía que todo aquel meollo, bien preparado por Schubert, tenía mucho que ver con su antiguo padre adoptivo: Henri Sicard. ¿Y qué más daba? Sicard no era ningún santo, a pesar de ser un magnánimo y regio inquisidor; Alexandre, no se quedaba atrás. Eran como dos bestias mordiéndose la cola de manera constante, sin hacerse demasiado daño, porque, era mejor hacerse jugarretas que acabar con tamaña diversión. Lo único malo de todo era que arrastraban a otros en sus disputas. Y ahí estaba ella, prestándose para ser carne de cañón; porque sí, lo intuía, no era tan estúpida. Y de seguro, Václav igual. Pero él no importaba, por antipático... ¡Vale! Que no se merecía aquello, o al menos eso consideró en un momento de sinceridad.
Y sin dejarle algún aviso a Vladimir, ni a nadie, partió a Inglaterra, prácticamente a ciegas, porque quien llevaba información de sobra era el odioso de Pavel, ¡lo que le faltaba! Pero no le quedó más alternativa que adaptarse a las exigencias de su contratista. Aunque para ello tuvo que ignorarlo durante el tedioso viaje en tren. Con resultados nefastos, porque a él le picaba el ego por fastidiarla, y ni siquiera por estar yendo hacia una guillotina, paraba de decirle cosas que, de alguna manera, la incordiaban. A ese paso iba a terminar por tirarlo desde la ventanilla de alguno de los coches del tren, o tal vez desde la plataforma. Lo cierto es que estaba un poco harta; al menos faltaba poco para que llegaran a su destino final. Londres los recibiría con su sempiterna nubosidad, y Ninette ansiaba que así fuera, o terminaría colgándose por culpa de... No, compañero le quedaba muy grande.
—¡Ya está bueno! ¿No puedes guardar seriedad en un momento así? Deja de evadirme las preguntas y de tratarme como idiota, Václav. ¿Qué te dijo Isolde Schubert? ¡Oportuna la mujer! Aparece de sorpresa para que yo no asistiera a la reunión —gruñó, al momento en que estaba a punto de tirarle la taza de té en la cara—. A ver, tanto tu cuello, como el mío, están en riesgo. Así que, no sé tú, pero será mejor aliarnos por si acaso. Sabes de sobra que los Schubert son gente peligrosa, porque igual te dedicas casi a lo mismo que ellos, ¿no?
Golpe bajo. Y sí, esta vez se daba el lujo de ser más sibilina con sus comentarios, ya que no había nadie más que vigilara sus palabras. Sólo estaban Pavel y ella, por lo que no se le iba a quedar callada, así tuviera que arrancarle las respuestas a bofetadas, o cómo fuera.
Bien sabía que todo aquel meollo, bien preparado por Schubert, tenía mucho que ver con su antiguo padre adoptivo: Henri Sicard. ¿Y qué más daba? Sicard no era ningún santo, a pesar de ser un magnánimo y regio inquisidor; Alexandre, no se quedaba atrás. Eran como dos bestias mordiéndose la cola de manera constante, sin hacerse demasiado daño, porque, era mejor hacerse jugarretas que acabar con tamaña diversión. Lo único malo de todo era que arrastraban a otros en sus disputas. Y ahí estaba ella, prestándose para ser carne de cañón; porque sí, lo intuía, no era tan estúpida. Y de seguro, Václav igual. Pero él no importaba, por antipático... ¡Vale! Que no se merecía aquello, o al menos eso consideró en un momento de sinceridad.
Y sin dejarle algún aviso a Vladimir, ni a nadie, partió a Inglaterra, prácticamente a ciegas, porque quien llevaba información de sobra era el odioso de Pavel, ¡lo que le faltaba! Pero no le quedó más alternativa que adaptarse a las exigencias de su contratista. Aunque para ello tuvo que ignorarlo durante el tedioso viaje en tren. Con resultados nefastos, porque a él le picaba el ego por fastidiarla, y ni siquiera por estar yendo hacia una guillotina, paraba de decirle cosas que, de alguna manera, la incordiaban. A ese paso iba a terminar por tirarlo desde la ventanilla de alguno de los coches del tren, o tal vez desde la plataforma. Lo cierto es que estaba un poco harta; al menos faltaba poco para que llegaran a su destino final. Londres los recibiría con su sempiterna nubosidad, y Ninette ansiaba que así fuera, o terminaría colgándose por culpa de... No, compañero le quedaba muy grande.
—¡Ya está bueno! ¿No puedes guardar seriedad en un momento así? Deja de evadirme las preguntas y de tratarme como idiota, Václav. ¿Qué te dijo Isolde Schubert? ¡Oportuna la mujer! Aparece de sorpresa para que yo no asistiera a la reunión —gruñó, al momento en que estaba a punto de tirarle la taza de té en la cara—. A ver, tanto tu cuello, como el mío, están en riesgo. Así que, no sé tú, pero será mejor aliarnos por si acaso. Sabes de sobra que los Schubert son gente peligrosa, porque igual te dedicas casi a lo mismo que ellos, ¿no?
Golpe bajo. Y sí, esta vez se daba el lujo de ser más sibilina con sus comentarios, ya que no había nadie más que vigilara sus palabras. Sólo estaban Pavel y ella, por lo que no se le iba a quedar callada, así tuviera que arrancarle las respuestas a bofetadas, o cómo fuera.
Ninette Vassiljeva- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 31/08/2016
Re: Made of Lies — Privado
¡Ah, Inglaterra! La tierra donde dio rienda suelta a su libertina existencia, cuando abandonó Praga, y con ello, todos los buenos valores que sus padre en vano trataron de inculcarle. Lo de Pavel había sido una infinita, inagotable y absurda cuesta arriba, que parecía no bajar jamás. Siempre tratando de superarse en mezquindad, desenfreno, vicios y mentiras, y fue Londres, ni más ni menos, donde su tío Radek lo había llevado para que lograra la cúspide de toda esa porquería, de la cual se sentía muy orgulloso, cabe destacar. Y aunque regresar a las islas británicas no le pareció la mejor idea, mucho menos después hablar con Schubert (Isolde, no Alexandre), no podía evitar sentirse nostálgico. Evitó por años ir de vuelta a ese lugar, y ahora que inevitablemente iba directo hacia allá, tenía que ser con Ninette, de entre todas las personas.
Aparte de ser un mentiroso consumado, Pavel también podía llegar a ser exasperante porque así se lo proponía, y con la mujer que lo acompañaba, aquello parecía una necesidad, como respirar aire para vivir. No sabía porqué en especial se ensañaba con ella, quizá por su digna manera de reaccionar ante sus provocaciones.
—Lo dices como si fuera algo malo. Eso de dedicarme a lo mismo que los Schubert. Mira Ninette, ¿puedo llamarte Ninette? Que eso de Vassiljeva está muy complicado. Y deja de llamarme Václav, me llamo Pavel y me haces sentir como un anciano cuando te refieres a mí por mi apellido —comenzó, sin dar las respuestas que ella tanto estaba exigiendo. Se le notaba más relajado que en su encuentro anterior. Al parecer Schubert (Alexandre, no Isolde) ponía demasiado alerta a ambos como para preocuparse de otra cosa.
—Oh, sí, aliarnos sería lo más inteligente. ¿Recuerdas la última vez en mi casa? Un par de veces traté de decírtelo sin palabras, pero eso de la intuición no es lo tuyo, al parecer. Schubert es peor que yo, y eso ya es bastante, porque no es de fiar. Y aunque no lo creas, yo sí lo soy. No hay de otra, Ninette, debemos trabajar juntos, y no sólo ahora en Inglaterra… —Al decir eso, se asomó por la ventana, poco a poco en el horizonte se dibujaban los edificios de la capital inglesa—. Sino después también. No te digo que traicionemos a Schubert, sino más bien que estemos preparados para que él nos traicione. —Regresó la vista al frente y la miró con perspicacia.
—Antes de decirte lo que hablé con Isolde Schubert, quiero hacerte una pregunta, y dada la situación en la que estamos, no responderla podría significar nuestra muerte, así que… —Se encogió de hombros—. ¿Quién es Henri Sicard? ¿Quién en realidad? Quiero decir. Ese nombre surge una y otra vez e invariablemente está ligado a ti. Sé que… era una especie de padre para ti, por eso tú debes saber mejor que nadie sus sucios secretos. —Consideró importante eso, porque Pavel sabía bien el poder que te daba la información, no en vano era con lo que él comerciaba.
Pavel Václav- Humano Clase Alta
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 13/07/2016
Localización : París
Re: Made of Lies — Privado
Lidiar con ese hombre era como intentar aspirar una bocanada de aire espeso, pútrido, casi imposible de mantenerlo demasiado tiempo en el interior. Lidiar con él podría convertirse en un ascenso intrincado; o tal vez el intentar escapar de la tempestad en pleno mar. O muchas cosas a la vez. Lo cierto era que para Ninette tratar con Pavel Václav le resultaba asfixiante, imposible, terrible, como una migraña que no pretendía desaparecer nunca. No obstante, no contaba con más opciones, y ella misma había decidido terminar en ese abismo, por no acatar los consejos de Vladimir. Por creer que se las sabía todas, y al final no sabía nada. Aunque conservaba sus sospechas ciertamente. Y no hacia Václav, sino hacia Alexandre Schubert, el sempiterno enemigo de Henri Sicard. Los dos eran como bestias intentando acabarse mutuamente. Y ella había acabado en el medio, además de tener que arrastrar a otro ser igual de molesto como aquellos hombres, para su desgracia.
Quizá tenía un imán para atraer a personas así, llegó a pensar, pero era una tontería. ¿Quién podría decírselo con exactitud? Nadie en ese tren; nadie que quisiera inmiscuirse en asuntos peligrosos en Inglaterra. Además, ya era tarde para arrepentimientos. Tenía la ligera sospecha de que Schubert tío quería utilizarla para vengarse de Sicard. Perfecto, ella también quería vengarse de él; sin embargo, hacerlo de ese modo resultaría peligroso, y por eso le interesaba tanto lo que Isolde Schubert, la sobrina de Alexandre, pudo comentarle a ese arrogante de Pavel, quien, con el suficiente descaro del que se sentía orgulloso, decidió evadirle la pregunta. ¡Era el colmo! Sobre todo al darse por enterado de que él también correría peligro, por ser un agregado en ese plan. Nada de eso estaba bien. Tenía que aliarse con él, si es que quería salir ilesa de todo ese embrollo.
—No, no puedes llamarme de ese modo, porque no quiero que tú justamente tengas esa confianza conmigo —replicó de inmediato. Si hubiera sido menos pesado, quizá ella habría cedido un poco, pero no, se empeñaba en sacar lo peor de Ninette—. Por lo que también deberías irte acostumbrando a sentirte como un anciano, Vá-clav. Estamos en esto por culpa de un tercero, así que no confundas las cosas. No, espera, no lo haces. Sólo quieres fastidiarme, evadiéndome lo que te pregunté en primer lugar.
¿Molestarse por un nombre falso? Eso no era novedad. Aunque Ninette no era su nombre real, prefería hacerse la idea de que seguiría llamándose de ese modo por mucho más tiempo, así que no quería... ¡Al diablo! Sólo quería llevarle la contraria a Pavel, como si le resultara necesario hacerlo. Otro problema más, aparte de que tendría que hablarle de Sicard, y no quería, eso pertenecía a asuntos personales (muy personales), y revelarlos a otros no estaba bien.
—Incluso me recriminas que no te presté atención. ¿Y cómo demonios iba a hacerlo con tus exasperantes comentarios? Además, ¿cómo podría confiar en alguien como tú, a ver? —espetó, hostil, demasiado directa. Aunque de seguro a él le sería divertido, porque así de odioso era—. Y no, no se vale responderme una pregunta con otra. Yo te cuestioné primero, así que deberías respetar el orden, Vá-clav. Oh, espera, ¿acaso ella te chantajeó con sus encantos? Me usarán para atrapar a Sicard, ¿verdad? ¡Jah! Como si eso fuera tan fácil. Tiene a todo un maldito ejército de inquisidores protegiéndolo, y no sólo eso, también cuenta con la estima del Papa. ¿Era eso lo que querías saber? Veremos si logras salir a salvo de esta, "Pavel".
Sentenció, poco antes de ponerse de pie y salirse del pequeño camarote en donde iban. Ya había dicho demasiado, y no le quedaban ganas de seguir conversando, y menos con él.
Quizá tenía un imán para atraer a personas así, llegó a pensar, pero era una tontería. ¿Quién podría decírselo con exactitud? Nadie en ese tren; nadie que quisiera inmiscuirse en asuntos peligrosos en Inglaterra. Además, ya era tarde para arrepentimientos. Tenía la ligera sospecha de que Schubert tío quería utilizarla para vengarse de Sicard. Perfecto, ella también quería vengarse de él; sin embargo, hacerlo de ese modo resultaría peligroso, y por eso le interesaba tanto lo que Isolde Schubert, la sobrina de Alexandre, pudo comentarle a ese arrogante de Pavel, quien, con el suficiente descaro del que se sentía orgulloso, decidió evadirle la pregunta. ¡Era el colmo! Sobre todo al darse por enterado de que él también correría peligro, por ser un agregado en ese plan. Nada de eso estaba bien. Tenía que aliarse con él, si es que quería salir ilesa de todo ese embrollo.
—No, no puedes llamarme de ese modo, porque no quiero que tú justamente tengas esa confianza conmigo —replicó de inmediato. Si hubiera sido menos pesado, quizá ella habría cedido un poco, pero no, se empeñaba en sacar lo peor de Ninette—. Por lo que también deberías irte acostumbrando a sentirte como un anciano, Vá-clav. Estamos en esto por culpa de un tercero, así que no confundas las cosas. No, espera, no lo haces. Sólo quieres fastidiarme, evadiéndome lo que te pregunté en primer lugar.
¿Molestarse por un nombre falso? Eso no era novedad. Aunque Ninette no era su nombre real, prefería hacerse la idea de que seguiría llamándose de ese modo por mucho más tiempo, así que no quería... ¡Al diablo! Sólo quería llevarle la contraria a Pavel, como si le resultara necesario hacerlo. Otro problema más, aparte de que tendría que hablarle de Sicard, y no quería, eso pertenecía a asuntos personales (muy personales), y revelarlos a otros no estaba bien.
—Incluso me recriminas que no te presté atención. ¿Y cómo demonios iba a hacerlo con tus exasperantes comentarios? Además, ¿cómo podría confiar en alguien como tú, a ver? —espetó, hostil, demasiado directa. Aunque de seguro a él le sería divertido, porque así de odioso era—. Y no, no se vale responderme una pregunta con otra. Yo te cuestioné primero, así que deberías respetar el orden, Vá-clav. Oh, espera, ¿acaso ella te chantajeó con sus encantos? Me usarán para atrapar a Sicard, ¿verdad? ¡Jah! Como si eso fuera tan fácil. Tiene a todo un maldito ejército de inquisidores protegiéndolo, y no sólo eso, también cuenta con la estima del Papa. ¿Era eso lo que querías saber? Veremos si logras salir a salvo de esta, "Pavel".
Sentenció, poco antes de ponerse de pie y salirse del pequeño camarote en donde iban. Ya había dicho demasiado, y no le quedaban ganas de seguir conversando, y menos con él.
Ninette Vassiljeva- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 31/08/2016
Re: Made of Lies — Privado
Bufó y giró los ojos, esa mujer era imposible, muy bella, ciertamente, pero imposible. Había algo en su manera de comportarse para con él que sólo lo incitaba más a querer fastidiarla, aún cuando sabía que no contaba con tiempo para esas niñerías.
—Como quieras, Vassiljeva —dijo, soltando las manos al aire, optando por una estrategia distinta a la de la chica. Se recargó en su asiento con poco recato y escuchó, aunque a veces hacía muecas, o movía la mano en señal de que ella estaba hablando demasiado.
Sin embargo, en un punto, se detuvo en toda su mofa y se inclinó al frente, entornó la mirada y comenzó a atar unos cuantos cabos, los suficientes. Pasó la lengua por detrás de los dientes, pensando qué hacer a continuación. La realidad era que Pavel se trataba de un sujeto sumamente calculador, sino no habría llegado ahí donde estaba, sí, con dinero mal habido, pero a montones, que era finalmente lo que siempre interesó al checo, aunque si era sincero consigo mismo, cada día que pasaba, perdía interés en ese asunto. Su meta seguía siendo la de regresar a Praga y poner un negocio legal, vivir por una vez tranquilo, sin tener que mentir, aunque ahí, junto a Ninette, parecía alejarse de ese objetivo.
—Ah, Vassiljeva, se necesita mucho más que encantos femeninos para chantajearme. —Se sacudió el pantalón distraídamente. Era demasiado inteligente para su propia desgracia, así sería difícil engañarla. Chasqueó la lengua y prolongó el momento de dar una respuesta.
Debía seguir el protocolo indicado, si no quería ser él la víctima de todo este asunto que ni siquiera le afectaba de manera directa. Miró por la ventana del cubículo que ocupaba con su compañera de misión y serenó los gestos. Pareció genuinamente pensativo, y mayor, también. Se giró al escuchar su nombre y reaccionó lento, porque para cuando quiso contestar, ella ya estaba saliendo al pasillo. Se apresuró a seguirla.
—Vassiljeva…, Ninette, espera —llamó y corrió para alcanzarla. Estiró el brazo y logró capturarla antes de que se alejara más. La soltó de inmediato antes de que la chica lo golpeara por su osadía—. ¿No quieres saber lo que hablé con Isolde Schubert? Necesitaba saber tu relación con ese hombre para poder trazar un plan. —Bajó la voz, no podía andar por ahí gritando para qué habían ido a Inglaterra—. Pero ya no importa. Regresa, necesitamos hablar… en privado —dijo entre dientes y se quitó del camino para que su compañera regresara al lugar que habían estado ocupando.
—Tienes razón, mi vida también peligra, es un oficio peligroso este, pero aún no tengo ganas de morir, así que sigamos charlando. Isolde Schubert me dijo que hombres de su tío nos estarían esperando, no vamos solos, pero necesitamos planear una estrategia —continuó. Pensó que, con un poco de suerte, quizá incluso Ninette saldría bien librada de todo ese asunto. Sabía que era una posibilidad remota, pero por ahora no iba a decirle las verdaderas intenciones de los Schubert para con ella, aunque por lo que le dijo, le quedó claro que ya las intuía.
El tren dio una sacudida y comenzó a disminuir de velocidad. Pavel se sostuvo del marco de la puerta corrediza que Ninette había abierto para salir y luego miró a todos lados, deteniéndose en la ventana a sus espaldas.
—Estamos por llegar —anunció. No despegó los ojos del tono grisáceo de Londres, como si se tratara de una deprimente pintura de Turner, y es que ver la ciudad de nuevo, le trajo recuerdos.
Última edición por Pavel Václav el Dom Ene 28, 2018 1:42 am, editado 1 vez
Pavel Václav- Humano Clase Alta
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 13/07/2016
Localización : París
Re: Made of Lies — Privado
No quería confiar en él, en Pavel; no quería sentirse nuevamente vulnerable ante nadie, porque ya bastante había tenido en su vida. Si revelaba algo tan delicado como su relación con Sicard, era hablar mucho de ella, de su pasado, de quién era en realidad, y eso no lo veía con buenos ojos. Se le dificultaba enormemente dejar escapar esas cosas, sobre todo porque, aunque no quisiera admitirlo abiertamente, seguían afectándole; seguía siendo doloroso recordarlo todo. Pero, ahí estaba, encaminándose hacia un mundo que lo único que hacía era recordarle su pasado, y no por no tener alternativas, sino por elección propia. Prácticamente se había puesto la soga al cuello, y eso era mucho decir.
Y tras reconocer aquello, tuvo que obligarsse a ceder, con lo mucho que le costaba. Había estado dispuesta a aplicarle la ley del hielo a Václav por su enorme deseo de fastidiarla, aun así, desechó la idea de inmediato. Ambos tenían que aliarse si querían salir con vida de esa odisea. La familia Schubert era peligrosa; Henri Sicard seguía siéndolo todavía más. Así que, por decirlo de alguna manera, estaban en medio de dos feroces bestias a punto de destruirse mutuamente, y lo mejor era huir de forma sensata. O, quizá, hallar un modo de acabarlos, aunque eso iba a estar realmente difícil, sobre todo por el poder que tenían de sobra esos dos monstruos. ¡Y las opciones empezaban a escasear! Ninette llegó a sentirse atrapada en un callejón sin salida, acorralada por sus propios demonios. Uno de esos demonios era Sicard, una pieza sustancial de su pasado; de lo que había llegado a ser ella hoy en día.
Por supuesto, primero sintió unos deseos enormes de voltearle la cara a Pavel de una bofetada, hasta llegó a demostrarlo con la mirada, pero se contuvo, sobre todo porque él la soltó de inmediato. Se dio cuenta muy rápido que él estaba dispuesto a platicar del asunto, como antes se lo había exigido, así que bajó la guardia, para sorpresa de ambos.
¡Y qué decir! Ya tenía la mala espina de que todo aquel asunto llevaba directamente a su padre adoptivo, aquel hombre que la convirtió en experimento de los inquisidores, y que, además, por su culpa era licántropo, cuando ni siquiera quería unirse al bando de los sobrenaturales. Aquello no tenía que saberlo su acompañante, ¿cierto? Ninette lo observó en silencio por un momento; sus ojos cristalinos se clavaron en su figura, como si con ese gesto fuera a... ¿A qué?
—¿Y hasta ahora te das cuenta? Mira en donde estamos ya. Pudiste haberme dicho eso antes de abordar este tren, ¿no? —le recriminó, y lo hizo porque estaba en todo su derecho de hacerlo. Pero ya era demasiado tarde, así que entornó los ojos e intentó calmarse—. Ya bueno, ya está, estamos acorralados. Nunca terminas conociendo a un Schubert hasta que caes en su trampa... Aún tiene la ilusión de querer acabar con Sicard, cosa que parece más un sueño sin sentido que algo real.
Cruzó los brazos y respiró hondo. Recordar a ese hombre le traía malos recuerdos, ¿acaso nunca podría escapar de él?
—No me gusta esto. ¿Quién me garantiza que estaré a salvo? Tengo a los malditos perros de la Inquisición detrás de mí. De seguro Alexandre quiere chantajear a Sicard con las cosas que sé de él, pero también es contraproducente que envíen a una jauría de condenados atrás de los Schubert —detalló, sin prestar siquiera atención al instante en que el tren finalmente detenía la marcha—. ¿Estás al tanto de que soy un licántropo, no? Bien, si no lo sabías, ya lo sabes, espero que te acostumbres, Pa-vel.
Y tras reconocer aquello, tuvo que obligarsse a ceder, con lo mucho que le costaba. Había estado dispuesta a aplicarle la ley del hielo a Václav por su enorme deseo de fastidiarla, aun así, desechó la idea de inmediato. Ambos tenían que aliarse si querían salir con vida de esa odisea. La familia Schubert era peligrosa; Henri Sicard seguía siéndolo todavía más. Así que, por decirlo de alguna manera, estaban en medio de dos feroces bestias a punto de destruirse mutuamente, y lo mejor era huir de forma sensata. O, quizá, hallar un modo de acabarlos, aunque eso iba a estar realmente difícil, sobre todo por el poder que tenían de sobra esos dos monstruos. ¡Y las opciones empezaban a escasear! Ninette llegó a sentirse atrapada en un callejón sin salida, acorralada por sus propios demonios. Uno de esos demonios era Sicard, una pieza sustancial de su pasado; de lo que había llegado a ser ella hoy en día.
Por supuesto, primero sintió unos deseos enormes de voltearle la cara a Pavel de una bofetada, hasta llegó a demostrarlo con la mirada, pero se contuvo, sobre todo porque él la soltó de inmediato. Se dio cuenta muy rápido que él estaba dispuesto a platicar del asunto, como antes se lo había exigido, así que bajó la guardia, para sorpresa de ambos.
¡Y qué decir! Ya tenía la mala espina de que todo aquel asunto llevaba directamente a su padre adoptivo, aquel hombre que la convirtió en experimento de los inquisidores, y que, además, por su culpa era licántropo, cuando ni siquiera quería unirse al bando de los sobrenaturales. Aquello no tenía que saberlo su acompañante, ¿cierto? Ninette lo observó en silencio por un momento; sus ojos cristalinos se clavaron en su figura, como si con ese gesto fuera a... ¿A qué?
—¿Y hasta ahora te das cuenta? Mira en donde estamos ya. Pudiste haberme dicho eso antes de abordar este tren, ¿no? —le recriminó, y lo hizo porque estaba en todo su derecho de hacerlo. Pero ya era demasiado tarde, así que entornó los ojos e intentó calmarse—. Ya bueno, ya está, estamos acorralados. Nunca terminas conociendo a un Schubert hasta que caes en su trampa... Aún tiene la ilusión de querer acabar con Sicard, cosa que parece más un sueño sin sentido que algo real.
Cruzó los brazos y respiró hondo. Recordar a ese hombre le traía malos recuerdos, ¿acaso nunca podría escapar de él?
—No me gusta esto. ¿Quién me garantiza que estaré a salvo? Tengo a los malditos perros de la Inquisición detrás de mí. De seguro Alexandre quiere chantajear a Sicard con las cosas que sé de él, pero también es contraproducente que envíen a una jauría de condenados atrás de los Schubert —detalló, sin prestar siquiera atención al instante en que el tren finalmente detenía la marcha—. ¿Estás al tanto de que soy un licántropo, no? Bien, si no lo sabías, ya lo sabes, espero que te acostumbres, Pa-vel.
Ninette Vassiljeva- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/08/2016
Re: Made of Lies — Privado
La culpa no era algo que Pavel experimentara con frecuencia. La encontraba tremendamente estorbosa, un lastre para cualquier misión que se le pusiera enfrente. Desde muy chico comprendió que si quería conseguir sus metas, debía pasar por encima de quien se interpusiera, voluntariamente o no, y ello conllevaba el no sentirse mal una vez que los quitara del camino. Consiguió hacerlo con sus padres, los anuló por completo de su vida y por años no pensó en eso. Y si ese había sido el destino de sus progenitores, ¿qué le deparaba al resto? Lo que nadie sabía, el secreto más íntimo de Pavel, era que en realidad se sentía muy culpable, y por eso ahora su única meta era regresar a Praga, y llevar una vida normal, aunque a veces sentía que no lo merecía, o que jamás iba a conseguirlo completamente.
Su humanidad le pesaba. No dejaba de ser un hombre con oscuridades, virtudes (muy pocas) y dolores. Ahí estaba otra vez. Si quería conservar la cabeza pegada al cuerpo, debía llevar a Ninette a ese sitio, a la fosa de los leones, y no sabía qué iba a continuar a eso, y en teoría, no debía importarle, con eso cumplía su parte, y mantenía su vida intacta, con una marca roja más al historial, nada más. Miró a Ninette con expresión serena, por una vez.
—Eso me temo —dijo—, nunca terminas de conocer a un miembro de esa familia —continuó con tono meditabundo, al tiempo que se giraba para empezar a bajar el equipaje, que era ligero. Ambos sabían que era mejor viajar así—. Pero sí, sabía que eres licántropo, me lo dijeron para mantenerme alerta durante la luna llena. No te preocupes, peores cosas he visto. —Bajó las maletas y se giró para verla.
—Nada nos garantiza que estaremos a salvo, ninguno de los dos. —Y eso era verdad. No sólo estaba que, mientras no culminara con el encargo personal que le habían hecho, su vida seguía peligrando, sino que ahora existían también las muchas dudas que se arremolinaban en su cabeza.
—Creo que es mucho más complejo que eso, Vassiljeva. No sé… todo está muy torcido, ¿no crees? —habló meridiano, aunque dio la sensación de que quería decir algo más, algo más relevante. De ese modo, sin embargo, tan concreto, dejaba en claro por qué era tan bueno en lo que hacía. Usualmente eso era motivo de alarde, pero ahora, frente a la pelirroja, le pareció un peso demasiado grande. Por esa eficacia suya, los Schubert habían acudido a él, y claro, la paga era generosa, quizá suficiente para retirarse finalmente del negocio, no obstante, era proporcional al peligro al que se estaba sometiendo. No obstante, había mucho más en juego en todo esto que sólo eso. Y si fuera el Pavel de siempre, descorazonado, indiferente ante el dolor ajeno, no habría problema, el asunto era que una parte de él quería advertir a Ninette, aún cuando él mismo desconociera los pormenores del asunto.
—Mira, estamos en medio del fuego cruzado, lo mejor es hacer esto rápido y limpio. No puedo prometerte nada porque ni yo mismo sé si saldré de esta, y no creo que confíes mucho en mi palabra, pero debemos empezar a… trabajar juntos, en serio, no esta tomadura de pelo que hemos estado actuando desde que dejamos París. No sé, no quiero morir por ser un tonto. Si voy a morir, que sea por pasarme de listo. —Sonrió de lado y se encogió de un hombro.
Vio que la gente comenzaba a salir de sus cabinas, y empezó a avanzar también para no estorbar. Haló el bagaje detrás de él y de vez en cuando miraba por sobre su hombro, para comprobar que Ninette lo siguiera. Sintió una horrible desazón y confirmó que la culpa era un estorbo, un lastre para ese oficio que había elegido hace años, en su afán de tener más. La codicia estaba pasándole factura, y vaya, de entre todo, lo vio justo.
Pavel Václav- Humano Clase Alta
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 13/07/2016
Localización : París
Re: Made of Lies — Privado
No confiaba ni un poquito en Pavel, y algo le decía que no debía hacerlo. En hombres como él no se podía fiar, en lo más mínimo, y ella ya tenía experiencias terribles con traidores, de esos que te mostraban una sonrisa afable, hasta caerte simpáticos, y luego te clavaban el puñal por la espalda. Te iban destruyendo lentamente. Algo así como había intentado hacer Sicard con ella, sólo que logró escapar antes de que todo acabara. Quizá ese Dios, del que tanto hablaba ese desgraciado, le había querido dar la oportunidad de destruirlo, de hacerlo pagar por cada una de sus malas obras, porque eso era lo que se merecía. No, aquello era muy poco para la lección que tenía que recibir Sicard, a decir verdad.
Esta vez la tierna ovejita se rebelaría en contra del lobo. Y no, Ninette no era el lobo en esta ocasión, aún cuando su naturaleza así quería demostrarlo. El lobo vestido de cordero era aquel que alguna vez quiso hacerle pensar que se convertiría en un buen tutor, y sólo la utilizó para sus más nefastos planes dentro de la Inquisición. Simplemente la quiso por eso.
El recuerdo, y en partes la conversación que habían iniciado, la arrastraron hasta el lugar de su cabeza en donde se hallaban esos malos recuerdos; esos que quería mantener enterrados para siempre. Pero se dio cuenta que era imposible hacer algo así. Creyó que la realidad no era tan dolorosa como las memorias que arribaron como aves negras de mal presagio. Y oscurecían el cielo, pensó. El cielo gris, como una tormenta que está por venir. El cielo gris de esta maldita ciudad...
Las palabras la obligaron a centrarse en el presente, y ya para ese momento estaban avanzando hacia la salida. Ya se encontraban en Londres. Ya no había marcha atrás. El ardid de los Schubert podría resultar, como tampoco podría hacerlo. Václav tenía razón, eso sólo dependería de ambos, después de todo, estaban hasta el cuello en aquel negocio, y si no cooperaban juntos, las cosas no iban a resultar favorables para ninguno. Tal vez él nada tuviera que ver con la venganza de los Schubert contra Sicard, o mejor dicho, del actual líder de esa familia contra el padre Henri. Aun así, ya estaban ahí, ¿qué podían hacer? Ella también deseaba ayudarse con su venganza, y tenía una oportunidad algo buena para hacerlo. ¿O quién demonios lo sabía?
—No es complejo. Es decir, es obvio que pretenden utilizarme de carnada, porque Sicard me busca, tengo demasiada información en su contra, y eso podría ponerlo en aprietos. También arruinaría mucho la imagen de la Inquisición —explicó, apenas estuvieron en el andén de la estación de ferrocarriles. Al menos no había demasiada gente cerca, porque cada cual estaba pendiente de lo suyo—. Soy lo que soy debido a sus experimentos... Porque no, no lo elegí, tampoco fue accidente. Me convertí en una rata de laboratorio dentro de la Inquisición.
Agregó, cruzándose de brazos, mientras observaba a la gente yendo de un lado a otro, pero nunca a Pavel. Ya le resuiltaba muy incómodo hacerlo.
—Creen, o saben, que Sicard está aquí, y apenas éste se entere que ando rondando cerca, hallará la manera de acorralarme. El único problema que tengo es, ¿cuál es tu papel en todo esto? ¿Quieres que te diga lo que sé de Sicard o estás entregando el botín? —inquirió, esta vez atreviéndose a confrontarlo con la mirada—. Creo que ya es hora de que comencemos a cooperar, como lo aseguraste antes. Información por información, así nos aseguramos que ninguno vaya a traicionar al otro, ¿de acuerdo?
Esta vez la tierna ovejita se rebelaría en contra del lobo. Y no, Ninette no era el lobo en esta ocasión, aún cuando su naturaleza así quería demostrarlo. El lobo vestido de cordero era aquel que alguna vez quiso hacerle pensar que se convertiría en un buen tutor, y sólo la utilizó para sus más nefastos planes dentro de la Inquisición. Simplemente la quiso por eso.
El recuerdo, y en partes la conversación que habían iniciado, la arrastraron hasta el lugar de su cabeza en donde se hallaban esos malos recuerdos; esos que quería mantener enterrados para siempre. Pero se dio cuenta que era imposible hacer algo así. Creyó que la realidad no era tan dolorosa como las memorias que arribaron como aves negras de mal presagio. Y oscurecían el cielo, pensó. El cielo gris, como una tormenta que está por venir. El cielo gris de esta maldita ciudad...
Las palabras la obligaron a centrarse en el presente, y ya para ese momento estaban avanzando hacia la salida. Ya se encontraban en Londres. Ya no había marcha atrás. El ardid de los Schubert podría resultar, como tampoco podría hacerlo. Václav tenía razón, eso sólo dependería de ambos, después de todo, estaban hasta el cuello en aquel negocio, y si no cooperaban juntos, las cosas no iban a resultar favorables para ninguno. Tal vez él nada tuviera que ver con la venganza de los Schubert contra Sicard, o mejor dicho, del actual líder de esa familia contra el padre Henri. Aun así, ya estaban ahí, ¿qué podían hacer? Ella también deseaba ayudarse con su venganza, y tenía una oportunidad algo buena para hacerlo. ¿O quién demonios lo sabía?
—No es complejo. Es decir, es obvio que pretenden utilizarme de carnada, porque Sicard me busca, tengo demasiada información en su contra, y eso podría ponerlo en aprietos. También arruinaría mucho la imagen de la Inquisición —explicó, apenas estuvieron en el andén de la estación de ferrocarriles. Al menos no había demasiada gente cerca, porque cada cual estaba pendiente de lo suyo—. Soy lo que soy debido a sus experimentos... Porque no, no lo elegí, tampoco fue accidente. Me convertí en una rata de laboratorio dentro de la Inquisición.
Agregó, cruzándose de brazos, mientras observaba a la gente yendo de un lado a otro, pero nunca a Pavel. Ya le resuiltaba muy incómodo hacerlo.
—Creen, o saben, que Sicard está aquí, y apenas éste se entere que ando rondando cerca, hallará la manera de acorralarme. El único problema que tengo es, ¿cuál es tu papel en todo esto? ¿Quieres que te diga lo que sé de Sicard o estás entregando el botín? —inquirió, esta vez atreviéndose a confrontarlo con la mirada—. Creo que ya es hora de que comencemos a cooperar, como lo aseguraste antes. Información por información, así nos aseguramos que ninguno vaya a traicionar al otro, ¿de acuerdo?
Ninette Vassiljeva- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 31/08/2016
Re: Made of Lies — Privado
Ninette lo estaba poniendo en una posición muy difícil y algo le dijo que estaba consciente de eso. Aunque la pelirroja lo odiara, y con justa razón, la verdad es que él la encontraba fascinante y muy útil, que eran dos cualidades que Pavel apreciaba. Soltó aire, y la miró mientras ella hablaba ahí en el andén. Él sostenía las dos valijas que los acompañaban. No dijo nada por un rato, de hecho, se sintió muy extraño de estar escuchando la confesión ajena que, adivinó, tampoco sería tan secreta como para que la rusa la soltara de buenas a primeras.
Sí, admitía que se sentía sorprendido de estar escuchando lo que ella decía, pero un mentiroso experto como él sabe que no soltamos los secretos más grandes y graves como primera divisa de cambio. Tragó grueso. Debía decir la verdad, pero no completa, ya vería si se la iba develando poco a poco.
—No puedo imaginar cómo es, pero sé que no quieres mi compasión, así que pasemos a los negocios —dijo, tratando de preparar el terreno. Miró más allá, a un punto en la nada—. Ya te lo dije, a ciencia cierta no sé qué papel juego aquí. Sólo estoy siguiendo órdenes. Usualmente no lo haría así, a ciegas, pero lo que me ofrecen es mucho más que dinero. —Se giró para verla. Se puso serio—. Es dinero, pero el suficiente para retirarme, ¿puedes creerlo? Retirado a los veinticinco. —Rio con su cinismo usual y sacudió la cabeza.
—Ninette, ya lo sabes, ¿no? Tú eres la carnada, yo soy menos que eso, un mensajero nada más, para llevarte al sitio indicado. Pero pese a lo que puedas creer, no quiero verte muerta, y si jugamos bien nuestras cartas, podremos salir bien librados, tú con… tu venganza o lo que sea, y yo con mi dinero para regresar a Praga —dijo. Era una confesión, la de su deseo de regresar a la tierra paterna, pero fue hábil para disimularla. Esos sentimentalismos no le gustaban.
—Ven, los hombres de Schubert que nos llevarán al hotel ya deben estar esperándonos. —Con un ademán de la cabeza señaló hacia la salida. Hace rato que las personas que los habían acompañado en el tres habían abandonado el andén. Afianzó su agarre en el equipaje y comenzó a caminar.
—No tengo un plan, lo cual es raro… —habló mientras avanzaba—, sin embargo, creo que entre los dos podemos pensar algo… ¡Ah! Aquí están —se interrumpió y aceleró el paso hacia dos hombres vestidos de negro que ya los esperaban.
Como la primera vez que se vieron, Pavel le dedicó una mirada para mantener la discreción y la calma. Esperaba que esta vez el mensaje le fuera más claro. Quizá sus habilidades con la comunicación no verbal no eran tan buenas como creía. Dio las maletas a uno de los sujetos, que las subió a la parte de arriba del carruaje y dejó que Ninette se subiera primero.
—En la cena seguimos con esto —usó un tono misterioso para hablar. Quizá no iban a cenar, o no juntos, sólo quería darle a entender que debían estar solos para seguir hablando. Trazar un plan quizá. Empezar a trabajar juntos, ¡maldita sea! ¿Qué no lo veía? Estaban del mismo lado, el lado de los que querían mantenerse con vida.
Pavel Václav- Humano Clase Alta
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 13/07/2016
Localización : París
Re: Made of Lies — Privado
Que los Schubert idearan un plan sin dar muchos detalles del "para qué", sin duda, no era algo que le brindara mucha confianza a Ninette, porque los conocía de sobra; sabía que eran unos mafiosos mañosos, y lo peor, también figuraban como enemigos de Sicard, así que eso sólo aumentaba más su recelo hacia ellos. Y, sin embargo, había terminado cediendo a sus caprichos, aún cuando tenía la convicción de que querrían usarla como carnada fresca para hacer caer al Padre Henri. Ninette no tenía que ser una adivina para saber aquella verdad, sólo era cuestión de inteligencia y de no tener ni una pizca de idiota; bueno, a veces sí que la tenía, y no sólo una gota, sino un tarro completo de estupidez y de impulsos descabellados.
Y ahí estaba, lanzándose de lleno a ese peligro abstracto que era relacionarse con las personas equivocadas, y que, además, tenían mucho que ver con ese pasado del que ella misma se había empeñado en dejar atrás, pero tal parecía que no se zafaría tan fácilmente. La única alternativa que le quedaba, así no le gustara en lo más mínimo, era, justamente, enfrentarse con garras y dientes a esa amenaza a su propia tranquilidad. Al menos lo intentaría.
—Es increíble que tú no quieras ver a una desconocida muerta, cuando sólo deberías preocuparte por ti mismo. Aunque, claro, siempre puedo estar errada en ese comentario —replicó, sintiendo tan sólo un poco sorprendida ante la confesión de Pavel. Pero prefirió no prestarle tanta atención—. ¿Alguna vez llegaste a considerar que, cuando ya estás de cabeza en esto, es difícil salirse? Mejor dicho, no lo haces nunca. Lo digo más por experiencia propia que por otra cosa...
Exhaló un suspiro cuando vio a los otros tipos acercándose, ya no podría continuar con la plática que, de alguna manera, la estaba distrayendo un poco, al menos para evitar romperse tanto la cabeza en descubrir las intenciones reales de Alexandre Schubert, aparte de querer vengarse, como era de esperarse, de Henri Sicard. Sin embargo, durante todo el trayecto, y el tiempo en el que estuvieron aislados, sobre todo por mantener la discreción, Ninette volvió a hundirse en sus propios dilemas existenciales. Necesitaban un plan, o tal vez lo único que tenía que hacer era huir. Ya se había dado a la fuga una vez, ¿por qué no considerarlo nuevamente? Los dos, tanto Sicard como Schubert, la querían con vida, así que...
—Tenemos que salir de aquí, como sea. Lo mejor que podemos hacer es huir, Václav. No llevo tres días conociéndolos —sugirió, una vez volvió a reunirse con él, y sin tener que aguantar a los ayudantes de Alexandre—. Al menos que seas tan apegado al dinero y no quieras. O también que digas que yo me di a la fuga, que te engañé, o algo así... Eso te libraría de un problema gordo. Me conocen, saben que tiendo simplemente a desaparecer.
Y ahí estaba, lanzándose de lleno a ese peligro abstracto que era relacionarse con las personas equivocadas, y que, además, tenían mucho que ver con ese pasado del que ella misma se había empeñado en dejar atrás, pero tal parecía que no se zafaría tan fácilmente. La única alternativa que le quedaba, así no le gustara en lo más mínimo, era, justamente, enfrentarse con garras y dientes a esa amenaza a su propia tranquilidad. Al menos lo intentaría.
—Es increíble que tú no quieras ver a una desconocida muerta, cuando sólo deberías preocuparte por ti mismo. Aunque, claro, siempre puedo estar errada en ese comentario —replicó, sintiendo tan sólo un poco sorprendida ante la confesión de Pavel. Pero prefirió no prestarle tanta atención—. ¿Alguna vez llegaste a considerar que, cuando ya estás de cabeza en esto, es difícil salirse? Mejor dicho, no lo haces nunca. Lo digo más por experiencia propia que por otra cosa...
Exhaló un suspiro cuando vio a los otros tipos acercándose, ya no podría continuar con la plática que, de alguna manera, la estaba distrayendo un poco, al menos para evitar romperse tanto la cabeza en descubrir las intenciones reales de Alexandre Schubert, aparte de querer vengarse, como era de esperarse, de Henri Sicard. Sin embargo, durante todo el trayecto, y el tiempo en el que estuvieron aislados, sobre todo por mantener la discreción, Ninette volvió a hundirse en sus propios dilemas existenciales. Necesitaban un plan, o tal vez lo único que tenía que hacer era huir. Ya se había dado a la fuga una vez, ¿por qué no considerarlo nuevamente? Los dos, tanto Sicard como Schubert, la querían con vida, así que...
—Tenemos que salir de aquí, como sea. Lo mejor que podemos hacer es huir, Václav. No llevo tres días conociéndolos —sugirió, una vez volvió a reunirse con él, y sin tener que aguantar a los ayudantes de Alexandre—. Al menos que seas tan apegado al dinero y no quieras. O también que digas que yo me di a la fuga, que te engañé, o algo así... Eso te libraría de un problema gordo. Me conocen, saben que tiendo simplemente a desaparecer.
Ninette Vassiljeva- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 31/08/2016
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