El devenir de mi vida -Diario de Lenya

por **Lanya Bleier** Sáb Jul 04, 2015 7:59 pm

La joven señorita Bleier, había pasado parte de la noche en vela, girando de un lado a otro del lecho, levantándose a hurtadillas a buscar un candelabro más, para pasar las horas de insomnio releyendo alguna de las obras literarias que tanto le gustaban. En aquella noche interminable, varias veces había dejado la lectura, para correr a buscar en su secreter, aquella caja de madera tallada que guardaba la miniatura con el rostro de quien sería su esposo. Había tomado entre sus manos el pequeño objeto y observado con detenimiento cada uno de los detalles que allí se mostraban. El cabello rubio y con ondas que le daban un aire de hombre con carácter y aplomo. Su mirada segura, aunque le parecía que también tenía ciertos toques de frialdad. Un escalofría había corrido por su espalda, lo que menos quería era tener que estar toda su vida al lado de un ser frio o que no la apreciara. Bien sabía que muchas de las jóvenes de su estrato social, eran comprometidas y casadas con hombres mucho mayores, de veinte o treinta años más que ellas. Saber que la diferencia de edad entre ella y su prometido solo era de nueve años, la había alegrado. Pero una nueva duda surgió en su mente. - ¿acaso un hombre de treinta y cinco años, no habrá amado jamás? ¿Sería posible que no terminara comparándome con una mujer de su pasado, o peor aún, alguna amante que hasta hoy exista? - aquellas cavilaciones, en voz alta, la mantuvieron despierta, mas allá de que las primeras luces del amanecer se filtraran en su habitación.

Cansada, extenuada por tanto pensar, se quedó dormida, unas dos horas después, su doncella personal la encontró arrebujada en una manta en el sillón que permanecía siempre junto al hogar, - Por el amor de nuestro señor, se pescará una pulmonía y en pocos días será la gran noche en la que por fin conocerá a su prometido – la regañó con cariño, - Mire como tiene esas ojeras, ahora tendrá que ponerse compresas, no se preocupe tengo una receta estupenda para que en poco tiempo luzca radiante y que nadie se entere que ha pasado la noche en vela – sentenció la doncella. Lenya suspiró, poco le importaba su apariencia, más le gustaría saber, si en el corazón de quien sería su esposo, habría lugar para que la amara, tanto como ella deseaba amar y ser amada.

por **Lanya Bleier** Miér Jul 27, 2016 9:54 am

¿Acaso los matrimonios por conveniencia eran todos así? Al llegar a esa mansión, pensó que sería recibida por sus futuros suegros y por aquel que en unos meses, sería su esposo, mas no fue así. Aquel hombre no la recibió, se demoraba y aunque Lenya intentaba escuchar lo que la anfitriona de aquella velada intentaba decir a toda su familia, no podía dejar de pensar, ¿adonde estaba? ¿porque se escondía? ¿sería entonces que él no deseaba ese compromiso y a último momento se había arrepentido?

tenia tantas dudas, y tan pocas certezas, pues aunque ella lo podría reconocer por la miniatura que su padre le había entregado, bien podía ser que, ni fuera tan apuesto, ni que sus modales llegaran a poder, mínimamente compararse con el dechado de virtudes. Su mirada había recorrido todas las posibles puertas desde donde podría hacer su aparición, mas ninguna se abrió, ¿sería entonces que ni siquiera se encontraba en la mansión? ¿o la madre estaba intentando ganar tiempo hasta que lograran convencerlo de presentarse ante una mujer que jamás había visto y de la cual se suponía debía enamorarse?

Sus dudas se despejaron cuando desde un costado del salón de recibo, apareció un hombre, no le fue tan difícil reconocerlo, admiró al artista que había realizado la obra, porque la semejanza era casi idéntica, no podía decir que no le gustara, físicamente era un hombre atractivo, sus ojos celestes y profundos, llamaban su mirada sin poder oponerse, pero en ellos también existía un dejo de tristeza, de rencor, No necesitaba que se lo gratara a la cara, ella podía intuir que en el compromiso, los mas interesados eran los padre del Novio, que él mismo.

por **Lanya Bleier** Dom Dic 25, 2016 3:56 pm

La nieve había caído toda la noche, y Lenya permaneció despierta, esperando que el sol comenzara a teñir el cielo plomizo. Su delicada mano tomaba el pesado genero de la cortina, corriéndolo unos pocos centímetros, los suficientes para comprobar que la nevada había parado. El cristal de su ventanal, se encontraba bordado por una guirnalda de copos de nieve y de no haber tanta tristeza en su corazón, tal vez hubiera sonreído. Mas solo deslizó sus temblorosos dedos por la fría superficie.

Inspiró profundamente, aunque su respiración fuese entrecortada, pues sentía en mitad de su pecho, un peso enorme, una angustia que no podía quitársela, - si tan solo estuviera a mi lado... en éste duro momento - caviló pensando en quien era desde hacía unos meses su prometido, pero con el que apenas había vuelto a tratar tras la noche en que formalizaran su compromiso. Llevó sus dedos helados por el contacto con el gélido cristal, hasta sus labios, cerró los ojos recordando el beso que Ivan le diera en la soledad de la biblioteca de la mansión Kritoff.

Dejó que el genero de la pesada cortina, resbalase de sus dedos al tiempo que giraba, enfrentando su triste realidad, aquella que creía, no sería tan dura, si tan solo él se encontrara haciéndole compañía, reconfortándola con palabras de aliento y esperanza, aunque solo fueran frase bonitas y mentiras piadosas. Tal vez Lenya, se comportaba de manera egoísta, desalentándose de aquella manera, pensando que simplemente no llegaba, porque no había querido hacer caso a la suplica que ella le hiciera, - Querido Ivan, necesito que estés a mi lado en éste momento tan difícil. Papá ha desmejorado y tras la última nevada, su salud se ha quebrado definitivamente. Él pide por ti, dice que necesita hablar contigo. No me atrevería a pedir que dejaras a un lado tus responsabilidades en París, de no estar segura que sus horas en ésta vida son escasas - recordó cada una de las palabras que usara en la carta que había mandado hacía dos días atrás.

Una lagrima corrió por su blanca mejilla, temía que de seguir demorando su llegada, Iban, no podría llegar a tiempo. Negó con su cabeza, no podía siquiera pensar en tener que vivir sola, un momento tan doloroso, como el que se avecinaba. Volvió a inspirar profundamente, secando sus lagrimas e intentando sonreír, - Cálmate, tal vez él no ha podido llegar aún porque la nieve ha cerrado el camino que deber transitar, mas de seguro él encontrará la manera de llegar a mi, antes que el fatal momento llegue - susurró, apretando entre sus manos la pequeña miniatura en que el rostro de un hombre, representaba el semblante del apuesto caballero que era su prometido. Como si de un santo se tratase, llevó a su pecho el pequeño objeto y lo apretó con fervor, - Por favor... amor mio... por favor... no te demores - dijo con la voz entrecortada, le amaba, a pesar de que sus encuentros eran escasos y aún sentía una débil duda sobre el convencimiento de él a casarse. No lo podía juzgar, ella también en un momento había dudado, mas luego de sentir ese beso dulce e intimo, de sentir el suave calor de sus brazos, ya no dudaba, pues en su compañía, creía que podía soportar cualquier cosa que la vida le impusiera.

por **Lanya Bleier** Jue Abr 05, 2018 9:05 pm

Todo había sido una ilusión, un espejismo. Ella, ingenuamente, creyó que las palabras que habían salido de la boca de Ivan, eran genuinas. Fueron por esas mismas palabras que había aceptado el casamiento y hasta insistido en apresurar el enlace, ya que su padre desmejoraba a ojos vista, y parecía que tan solo el hecho de verla casada, le daban las fuerzas necesarias para seguir esperando.

Pero tras la ceremonia, y en plena fiesta de casamiento, él, quien se decía su esposo, el que desde ahora debía protegerla, honrarla. Se encontraba a hurtadillas, con una mujer, y les había visto besarse, imprudente e impunemente, en una sala contigua a donde se realizaba la celebración. ¿Acaso aquel hombre no tenía miedo de nada? ¿Tan poco valían sus palabras, sus votos maritales o el juramento que le hiciera a su padre? para correr tras los brazos de un mujer que dejaba mucho que desear, si era capaz de ir a buscar a un hombre que acababa de comprometerse en sagrado matrimonio.

Lenya, los había visto entrar en aquella habitación, y sigilosa, se acercó a la puerta entreabierta, fue así que pudo comprobar, con sus propios ojos, la infidelidad de quien se suponía era su esposo. Las lagrimas asomaron a sus ojos, pero no eran lagrimas de dolor por el amor no correspondido, sino de tristeza por los sueños rotos, de sus padres; por las mentiras que debería, de ahora en más decir, con el simple hecho de llevar paz al lecho de su padre moribundo.

Limpió sus lagrimas, giró su cuerpo y se alejó de aquel lugar, - Me las pagarás Ivan, juro que me las pagarás, no sabes cuan peligrosa puede ser una Bleier, cuando lastimas a quien aman - susurró, dispuesta a cobrarse con sangre - de ser necesario - aquella afrenta.

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