An unexpected reunion ||Privado

El bosque azotado por el frío viento que mece las ramas con sonidos tétricos, los ojos de caperucita bailan hasta que el eco de una voz profunda la aterra, el aullido de peligro la ronda y solo sostiene su cesta con fuerza crujiéndolos contra el mimbre con los dientes que castañean hasta querer romperse…El lobo rondaba por el bosque olfateando algo delicioso que devorar, sus sentidos están alerta. Su nariz percibe un aroma nuevo en sus dominios, los colmillos muestran su apetito feroz.

Los cuentos, a través del tiempo, siempre nos han enseñado moralejas sobre la “vida” pero lo que se olvidan de mostrar es el otro sentido de la misma vida que ellos quieren abducir. El libro de lectura es cerrado abruptamente bailando en las frías baldosas de aquella biblioteca, llega hasta el borde de la chimenea, un cuento tan antiguo como errado. Quien lo arrojó parecía molesta por aquellas letras mal infundadas. Sus pasos se escuchan cuanto golpean contra la fría baldosas, aquellos tacones se van alejando de aquel asiento, solo queda otra persona en el otro sillón con una risa y unos colmillos que se vislumbran en la oscuridad.

Lejos de los muros de su mansión ubicada a la lejanía de la ciudad, un oscuro coche la lleva hasta el corazón de la ciudad Parisina donde la noche, tan sombría y misteriosa, se ve azotada por las brisas otoñales que pronto llegarán a su fin. Las melodías y notas que lleva son de pasiones y amores estivales que se ven opacados por el desaire que ocasiona el paso de aquella mujer. Suave y grácil es su andar por las calles parisinas con el estupor de la noche, el vuelo de las aves que surcan a penas por la ciudad en busca de un lugar donde refugiarse de las bestias que ahora andan bajo la luz de los faroles que iluminan las empedradas avenidas las cuales van transitadas y muy engalanadas.

La zona residencial ha sido su punto de encuentro con una dama que ha sido su amiga en tiempos díficiles, una que comparte la misma maldición que aquel familiar de la mujer de cabellos rojos, el tiempo va pasando lento hasta que la hora de despedirse ha llegado. Sus pasos se ven limitados por aquella tela que la ajusta, aquel Vestido largo de color esmeralda, que se ve arrastrado por la calles, el corte es un poco provocativo y vistoso pero es el color que la define, o quizás el que la resalta entre los demás. El cabello recogido en una coleta alta dejando el rostro femenino a la vista con mayor claridad, donde se dibuja la impasibilidad de las reacciones cotidianas, la frialdad de ni una emoción que se trasluce en los labios rojos con una vaga sonrisa como cortesía con quienes le saludan entusiastamente.


Los últimos pasos por la calzada tan sobria y sombría como ella cuando de lo profundo del infierno una voz la hizo detenerse. Las fauces del lobo se mostraron en toda actitud de ataque, no estaba dispuesto a tomar prisioneros, todos serían ejecutados, al menos en la mente de la loba eso pasaba. Con un suspiro y un pequeño desaire regresó la vista a ver quién era el que se atrevía a nombrarla, pero ella ya sabía, el aroma pútrido lo delataba. Su rostro parco sin alegría ni sorpresa solo la simple mirada frívola que posee y esa sonrisa icónica –No sabía que las escorias podrían salir del infierno, vaya veo que han dejado salir a un muerto sin sentido, creo que debiste quedarte muerto. Antoline– gira dándole la espalda con una pequeña risilla de emoción ante sus palabras, no esta de más decir que un lob disfruta de las confrontaciones –Creo que te equivocaste de sector, el barrio de los burdeles, tu hogar, está en más abajo, ya sabes ese sector de podredumbre al que tanto te gusta regodearte– ríe continuando con su andar parsimonioso.

El viento trajo las notas de sangre a lo lejos, el bosque se volvió un campo de batalla y los soldados son las piezas del juego; ahí está la espada que comanda los movimientos de guerra lista para moverse en cualquier dirección para acabar con el enemigo que solo está sonriendo. Esa pelea ya tiene un vencedor incluso antes de ser comenzada.


Intentos fallidos por parte de alguien que busca crear algún vestigio de emoción encontrada en aquella cuya mirada solo se mantiene fija en los ojos del ser que responde con elocuencia, pero aun así no deja de al menos emular una sonrisa de sarcasmo, fingido interés, que bien podría pasar o ser tomada como una real, una emoción sincera de amabilidad, pero no, porque es solo la representación del momento jocoso que le resulta a aquella mujer de cabellos de fuego.

Observó al hombre en aquella postura, con su peso sobre la pierna derecha, el cuerpo ligeramente inclinado hacia un lado y los brazos cruzados; sus ojos se cerraban lentamente mostrando el aburrimiento que influía aquel “viejo” conocido, si es que se le puede llamar al final de esa manera; enarcó una ceja cuando el enunciado llegado a su final, le miró con esa misma manera de hacerlo, fría sin ápice alguno de emoción, como ausente.

–Acaso debo aplaudir tu intervención, Antoline– comienza a aplaudir con la ironía y pausas dramáticas que hacen que ese acto solo sea cual burla hacia el vampiro –¿Acaso crees que tus palabras han despertado alguna especie de emoción o sentimiento, no sé cómo odio, ira, o lo que sea que hayas creído que lograrías? Espero que no busques eso, porque sería patético de tu parte hacerlo, otro imbécil que quiere lograr lo imposible, pero está bien conozco el poco intelecto y mentalidad que tienes por eso excusaré tu fallido intento, pero no habrá otro– con su sonrisa muestra aquellos incisivos que están listos para clavarse en la yugular ajena y destrozar a la presa de un solo tajo –Te aconsejo que mejores tus insultos Antoline, al parecer el tiempo y el moho te ha hecho daño, deberías visitar a mi hermano quizás él te enseñe una o dos cosas– rueda los ojos retomando su andar del paseo nocturno sin dejar que nada en este mundo le altere, y ¿acaso podría?. Sobre su hombro ladea un poco la cabeza moviendo aquellos labios en una clara sentencia –Jamás he negado quien o que soy, Antoline, así como mis gustos, aunque tú no entras en ellos– le mira sobre su hombro con una sonrisilla de maldad y aquel aire que la caracterizaba.