Unexpected encounters are the best expected (Privado)

por **Djordje** Dom Jun 24, 2018 12:42 pm

Djordje se encontraba sentado en su cama, era ya tarde, para estar encerrado en su casona vieja y de colores que al cazador sencillamente no iba a su personalidad, per la próxima semana, cuando finalmente estuviera desocupado arreglaría ese asunto, tiraría los muebles viejos y los remplazaría por unos modernos, pero antes iba a pintar estas paredes a unos colores más vivos. Termino recostándose en su amplia cama, observo lo grande que era para él, pero a decir verdad, lo único que le gustaba de esta casa, aparte de la exquisita comida que su sirvienta hacía, era está cama, era muy cómoda.

Media hora después, repentinamente dio un impulso levantándose de la comodidad de sus aposentos, camino hacia la puerta con una tranquilidad que si uno lo viera notaria la pereza que su cuerpo tenía, al salir de está, observo que unos empleados estaban limpiando, él, simplemente camino sin importar si manchaba o no el azulejo, lo único que tenía en mente era que al salir el aire le diera en la cara y borrara todo ese malhumor que surgió de la nada. Finalmente, al salir respiro el aire, sus pulmones se llenaron y sin más comenzó a caminar sin rumbo fijo. El destino verdaderamente era que lo tenía sin importancia.

Al ser todavía una hora decente para salir, se lograba observar personas andar de aquí para haya en las calles parisienas, era agradable ver rostros nuevos y más si son rostros de mujeres, que da la curiosidad que es una debilidad para el Pirata, mujeres; cada paso que daba se alejaba de la multitudes de individuos, comenzaba aburriste sin hacer nada. Introduciendo sus manos en las bolsas de su gastado pantalón negro, que parecía más gris que del color original, pero al ser una persona muy “ahorrativa” él compraba ropa hasta que se gastaban con totalidad. Sí, él es una persona que ama el dinero, que simplemente vive por el dinero y mujeres. -Creo en la noche iré a ese burdel que fui hace semanas atrás, espero encontrar una prostituta decente y sobre todo que me logre excitar y satisfacer. –Susurro para si mismo, sin darse cuenta por donde iba, pero una cosa si estaba consiente, esquivaba a las pocas personas que pasaba a su lado, unos minutos después, sus propios pasos lo llevaron a un lugar que raramente visitaba: la playa, de hecho no imagino dirigirse a este lugar, pero debió suponer que al estar tan concentrado en sus propios pensamientos no se dio cuenta a donde iba o tal vez porque el mar lo llamaba, hace dos meses que no se introducía a las profundidades del océano, no había necesidad, pero tal vez era tiempo de alejarse de la ciudad, de sus gentes y entablar una seria conversación con su mejor amigo, el mar.

Comenzó a quitarse sus botines, y subir hasta las pantorrillas los bordes de sus pantalones, quería sentir la arena en sus pies. Dejo sus zapatos en la arena sin importar que alguien se los tomara. Lo único que su mente quería era sentir en su cuerpo el agua, era fuente de vida para el cazador.

por **Ashlyn Slaughter** Lun Jun 25, 2018 3:47 am

La pobreza, es algo que le da pena, real verdadera y profunda pena. Es la muestra viviente de la miseria humana y lo estragos que puede causar en las vida de una persona. Es una imagen muy triste, sin lugar a dudas. Así que decidió ir a aun lugar dónde no tuviera que verla. ¿Por qué cambiaría su maravilloso humor por la pena ajena? Nunca nadie dejó de sonreír sin importan que tan morado se viera su rostro. No hay mejor mentiroso que él que se convence a si mismo de una irrealidad. Si todos voltearon frente a sus lágrimas, le demostraron que nadie está en obligación de asistir a nadie.

El trato que había cerrado, era más que muy bueno. Un segundo taller, algo más clandestino, exclusivo para esas prendas poco decentes que las señoras de sociedad niegan el decir ponerse; y los hombres desean verla en la piel de una buena puta que les haga la noche, sólo con esa imagen. ¿Acaso podría ser todo más perfecto, hoy? Sólo si todos los hombres se extinguieran hoy mismo. Lo ve dudoso. Sin embargo, no vacila respecto a hecho de que antes de que la última mujer sobre la tierra perezca, encontrarían la forma de reproducirse sistemáticamente sin la asquerosa asistencia de un ‘macho’. Que poca fe tenía la humanidad en las mujeres; mal hecho, tarde que temprano, el mundo del conocimiento sería un libro abierto para ellas y no necesitarían más hombres en el mundo. Tal vez, esclavos…

Rowena era su segunda al mando. Dirigía su negocio como una cárcel. Si ella se esclavizaba por alcanzar su fortuna, ¿Por qué los demás no? Excusas, siempre excusas. Ya no quería más de esas, por eso es que se dirigió a la playa. Necesitaba un aire fresco e ideas calmas. El sonido de las olas siempre había sido un arrullo en sus oídos, dándole la poca paz mental a la que pudo acceder durante los tiempos tenebrosos. No es una vergüenza decir que tuvo que anular penosamente su matrimonio, incuso sabiendo que eso implicaba, que ya no era una mujer casta, en algún momento debió compartir el lecho con su marido. Aun así, es la mejor manera de mostrar, que no hay cadenas lo suficientemente fuertes para retenerlas, ni un maldito hombre.

No vio a nadie muy cerca. Así que bajando su sombrilla, colocó sus zapatos dentro del enorme bolso y comenzó a caminar descalza por la arena, junto a la vera del mar.

-“Aquí estamos otra vez. No te preocupes, océano, no necesito que arrastres mi cuerpo a tus mortuorias profundidades esta vez. No me ayudaste en ese entonces, ya no vengo a reclamarte nada. Verás, el género no determina la capacidad de una persona; lo cual implica que sólo tuve que ser más sutil y astuta. Pero gane. Eso, es lo único que importa"

Le habla a la espuma como a una vieja amiga. Esa que vio todas sus lágrimas aunarse en una ola, y escucho todos sus lamentos cuando nadie más le oía. Pero como todos los amigos, los impulsan a algo nuevo, terminada una tarea, y Ashlyn tenía un reto por delante: Volver a sentir. Al menos algo, que no fuera odio y rencor. La mala fortuna había dejado su puerta hace mucho tiempo, demasiadas cosas buenas, hacen que olvides lo mucho que cuesta conseguirlas. La experiencia es la mejor forma de aprender, incluso, aunque el dolor sea el maestro. Y no hay manera de elegir cuándo y dónde, las cosas solo suceden, por algo, pero suceden. La brisa empujó la sombrilla dentro de mar e indignada y entre una colorida saga de maldiciones en francés y algo que no se puede determinar como un idioma humano, quiso dejar el pesado bolso lo más lejos de la orilla posible para levantar un poco el vestido y acercarse a tomar la sombrilla antes que la marea hiciera que sucumbiera en las profundidades.

¿He mencionado que las prendas victorianas son horriblemente pesadas? La vestidura completa y correcta, propia de una dama como la colorada aquí presente, llevan un peso aproximado de 10 kilos, ¿Y luego se preguntan cuál es el secreto mágico que las mantiene tan esbeltas? Misterio resuelto. Es, a pesar de todo, una hora peligrosa, cuando el oleaje cambia de viento y la marea sube. Una ola más grande de lo que debió ser, la arrastró hacia dentro cerca de un metro. Nada preocupante, si sabes nadas y no cargas 10 kilos extra de peso. El terror la invadió antes de dar la primera brazada hacia la orilla. No era experta nadadora, esto es evidente, pero conocía el concepto básico. Curioso, incansables días rogando que el mar se la trague; y hoy, que finalmente accede, sólo piensa en una cosa, salir de ahí.

por **Djordje** Vie Jun 29, 2018 2:04 am

-Hola, viejo amigo. Sé que te he tenido demasiado abandonado. Lo sé, lo sé, pero tú debes de darte cuenta que ahora mi tiempo es tan reducido que francamente me siento encerrado como si fuera un pez que acaban de atrapar en una red. –Cuando le hablaba al mar se sentía tan reconfortador decirle todas sus penas, sus confecciones aunque también lo hacía porque sintiera que el mar estuviera resentido con el por permanecer tanto tiempo en tierra. Oh simplemente la melancolía de este día tan normal para el Conde era que sus sentimientos surgieran de la nada y por ellos sus emociones se disparaban como cañones. Elevo su rostro y sus azules ojos enfocando el azul del cielo, sin ninguna nube de por medio, despejado. –Muy bueno para navegar. –Susurro al aire, deseando que sus palabras se la llevaran el viento y se impregnaran en el mar, deseoso, tenía la picazón en todo su cuerpo, pero no era el momento de irse, no aun, su tiempo aquí aún no ha terminado.

Llego a Paris para conocer las ciudades, conocer su gente y presentarse como el nueve Conde de Italia, aunque ya había pasado semanas de su nuevo título, los altos mandos de cada país aún no lo conocen, y sus consejeros mencionaron que era necesario ser visto por la sociedad aristocrática, porque al ser una figura pública, importante, siempre será llamado a fiestas o eventos especiales. Era algo que al cazador no le interesaba en absoluto. Cuando fue a pasar una temporada con su tío (Hermano de su padre) nunca pensó que permanecer junto a él, lo convertiría en una persona de la realza, Djordje no tenía pinta de ser un hombre trajeado, importante, él siempre será un pirata de mala muerte, robando motines, haciendo encargados de sus clientes, descubriendo nuevos mundos, teniendo encuentros clandestinos con cualquier mujer que le llevara la atención. Ser Conde no estaba en sus planes, ahora todo cambio, y no sabe si para bien o para mal.

Cerró los ojos, apretando sus dientes, sintiendo el choque entre ellos, tantas cosas que tenía por hacer, algún día lo mataría tanta responsabilidad que de golpe vino a hombre. Tenía que ser Pirata por una larga temporada, demasiado, porque a veces sus clientes le pedían cosas que no estaban a la vuelta de la esquina, luego su grupo de cazador a cada rato le mandaba llamar para hacer cualquier exterminación con los seres sobrenaturales que habitaba en el mundo y ahora otro trabajo más. Ser conde de su País. De Italia. -¿Es un castigo divino de todo lo que he hecho en mi treinta años de vida? Porque la verdad no es justo…-Se dejó caer en la arena, colocando un brazo sobre su rostro, y cerrando sus ojos, un siesta tal vez le ayude y le aclare sus cosas, tal vez es lo que necesita dormir un par de horas, a un lado de su íntimo amigo: El mar. Con el sonido de las olas, las gaviotas que pasaban revoloteando por el lugar, una sensación de paz es lo que en estos momentos sentía. -Este es mi mundo. –Observo alrededor, pocas personas andaban en el lugar. Bien, para ellas el mar era nada más una atracción turística, pero el hombre era su mundo, era su hogar, donde él era el mismo.

Alzo una de sus cejas al visualizar a una persona adentrándose al mar, era una joven, aunque estaba a una distancia considerable, lograba mirarla, era bonita, aunque el vestido que llevaba encima no le favorecía mucho, y eso que Djordje era un amante de los vestidos que llevaban las mujeres puesto, pero realmente ese esta horroroso, como si fuera una señora santurrona diciendo que nadie la había tocado por días, meses inclusive años. Incorporándose un poco con sus codos, la miró, que cada vez entraba más al mar, ladeo su rostro que no hacía nada para detenerse, poco a poco se levantó. Coloco sus manos en su cintura con la vista fija en los movimientos de la persona, hasta que sus propios pies se dijeron a donde se ubicaba. -¿Estará loca? Aunque esta soleado más tarde hará frio, solo le diré que no se acercó mucho al mar, puedo observar que el mar está un poco inquieto. –Hablaba para sí mismo.

Aunque todo pensamiento se fue cuando miró que una pequeña pero peligrosa ola arrastró al pequeño cuerpo hacia adentro y que esta misma pedía auxilio, y sin perder tiempo, corrió hacia ella, no era un héroe pero ella estaba en peligro y él era el único que estaba cercas para rescatarla. Con el corazón casi en la garganta de adentro a las frías aguas, nado rápidamente hasta llegar a su objetivo. Con un brazo la tomo de la diminuta cintura, encerrándola en esta, apegándola a su pecho, y con la otra, nadando nuevamente hacia la orilla. Al salir la dejo caer al suelo, dándole unas pequeñas bofetadas en sus frías mejillas, sin lastimarla claro, solo quería que volviera en sí. Sin pensarlo dos veces le dio respiración de boca a boca, había tragando agua. Necesitaba revivirla, no dejaría que una mujer delante de sus ojos muriera. Por varios minutos hizo los primeros auxilios, hasta que finalmente miro que escupía toda el agua que trago minutos atrás, la incorporo un poco, recostándola en su pecho para que se tranquilizara.

-Estas bien…-Acaricio una de las mejillas, para darle un poco de calor.

por **Ashlyn Slaughter** Jue Jul 05, 2018 1:07 am

La desesperación, usualmente, no es buena compañera en las crisis. Necesitaba mantenerse calma y dar brazadas cuando el oleaje se acercara en pro de la costa; por el contrario, utilizo todas sus fuerzas vanamente, en desgastar antes su energía, al querer luchar contra la corriente del mar. No hay fuerza más potente, es una ironía querer luchar en su contra. Puede que Ashlyn sea un salmón para la sociedad, pero frente a la Diosa del mar, todos somos iguales: almas. Y como era de esperarse, más temprano que tarde, el oleaje se encargó de hundirla, y sus pies nunca tocaron el fondo, rebotando en todos los topes de arena que se deshacían en cuando intentaba ejercer presión sobre ellos. Finalmente había perdido. Ya no había esperanza más que rogar a que su ama fuera bien juzgada. Los brazos, apenas la punta de la cabeza, fue lo último que pudo acercar de sí misma hacia el sol, pero no fuera de las profundidades. Toda su belleza, se vería desvanecer descansando en las profundidades, de más grande cementerio del mundo. Para siempre preguntándose la gente, que fue de la dama que pudo tener el mundo a sus pies… y desapareció.

Sintió el impulso cálido que la tomó de la cintura y sólo distinguió los cabellos dorados, brillando como rayos de sol antes de cerrar los ojos otra vez. Que agraciada, un ángel en persona había ido a buscar su alma. No tenía a capacidad de poder responder a los estímulos, pero su piel iba sintiéndose más tibia y liviana. Lento, el enviado de Dios, la llevaba a dónde pertenecía. Era cierto entonces, el cielo pertenece a todos aquellos que sufren y cuya inocencia es arrancada de sus cuerpos. Bien, no merecía nada menos. Estaba sonriendo, sabe que sonreía, aunque su cuerpo no expresaba nada. El golpe en la nuca, cuando cayó sobre la pesada arena, no fue buena señal. Ángel estúpido. Bueno, quizá era la primera vez que recolectaba un alma de la tierra para llevarla a la ciudad de plata. Bofetón. Okay, definitivamente, es su primera vez, y se encargaría de decirle a San Pedro, a su llegada, que debía ser la última. Que descortesía por parte de quién debía cuidar de ella. Oh pero las gracias continúan, ¿La estaba besando? ¿Qué clase de ángel atrevido era este? No que se negara a ser congraciada por un querubín, pero esto parecía extralimitarse. Por alguna razón que no se pudo explicar a si misma comenzó a toser con ese horrible sabor salado que hace crispar la garganta y te obliga a escupir reiteradamente hasta que el sabor dulce natural de la saliva va expulsando el exceso de sal. La respiración es tan profunda y la luz tan segadora. Si esto es el cielo, tendrá unas cuantas quejas que presentar por su abrupta llegada, definitivamente, no es esto lo que esperaba.

‘¿Estas bien?’ Una voz ajena, con un acento extraño le habla. Comienza a acariciarla y se abraza a la figura, sin estar segura de quién es. ¿Por qué debería? Ya aclaramos que era un ángel, e suyo personal. Inexperto y algo torpe, pero suyo. Siempre puede educarlo a su forma de ser, pero en este momento sólo busca el cálido abrazo que le de calma a sus palpitaciones que golpean tan intensamente su pecho. –“Si…” – Respondía mientras sus manos vagaban por la musculatura de su rescatista. Delgado y bien formado, con la musculatura firme y marcada como todo hombre perfecto debe tener. Y entonces decidió verlo a los ojos. Era difícil concentrar su visión, siendo que la luminosidad parece afectarle, como si hubiese estado en la penumbra por horas. Su cresta que refulgía en dorado y los destellos que emitía no le ayudaban, pero bajo la vista analizando la complexión de su rostro. Encontró unos pequeños ojos celestes, tan claros que parecían translucidos y una sonrisa con unos enormes dientes blancos que le miraban con alegría, en tanto el suave tacto acariciaba su mejilla. Bienvenida al cielo, el reino del señor, es mucho mejor de lo que imaginaste. No pudo más que devolverle el gesto. Una sonrisa delicada se formaba en sus labios, y alzo una mano para acariciarle de la misma manera que él lo hacía. Aunque era extraño, ¿dónde estaban sus alas? Tan sumergida en la sensación de la fantasía estaba que le tomó varios segundos darse cuenta que aún estaba helada, que la brisa aumentaba su frío, que el ruido de mar era el sonido de fondo, y no arpas celestiales. Pero la gaviota remoloneando sobre sus cabezas con ese horrendo chillido, fue lo que más le despertó.

- “¿Ni morirme bien puedo? Que indignación.” – Se sentó para ver que continuaba en la playa, justo dónde estaba desde un principio. Su bolso a unos metros, y la tan preciada sombrilla, perdida. ¿Y quién es este atrevido que la sostiene con tanta confianza? Lo aleja con sus manos. Ve a su alrededor antes de concentrarse nuevamente en el muchacho, que ante un segundo análisis, pierde todo su encanto divino. Pantalones descoloridos, barba desprolija, ¡camisa raída! Se condena a sí misma, ojala se hubiese muerto en el fondo del mar. – “Un pobre ¡Un vagabundo! ¿No podía rescatarme un hombre decente? No, claro que no.” – Se va levantando y comienza a observar sus propias ropas, intentando acomodarlas apropiadamente, y retirando la arena de ella. – “Dios santo, ¡mi vestido! Está completamente arruinado. ¿Por qué a mí? Esto no puede estar pasándome” – una prenda que, por más que el estampado no pudiese ser del agrado del pirata, era sin duda, una exquisita pieza de arte textil. Y el vago aún la sigue mirando. Este día no podría ser peor. – “¿Qué? ¿Qué esperas? ¿Una recompensa o algo? Obviamente…” Fue hasta el bolso para abrirlo con desagrado. Busco en su interior, mientras aún maldecía en francés tanto como se le viniera a la mente. Y encontró lo justo, para sus finanzas, no era más que unas monedas, para alguien que vive en la calle, es una suma mucho mayor de lo que se dona en las iglesias. – “Aquí tiene… eso. Y gra.. ¿Me beso? Tengo un horrible sabor en la boca. Creo que voy a morir de la desgracia. Cómo sea, todo suyo.” – le anunció al hombre frente a ella; elegancia y altura, un tropezón no debía afectar su protocolo. Es una pena en verdad, no pudo mentirse lo suficiente para ignorar que el reo que le había sacado de la profunda agua; aun así, mantenía una imagen muy bella y exótica.

Sus ojos aun eran más claros que el cielo mismo. Su cabello era castaño, pero aun brillaba rubio bajo el sol. Tenía rasgos angulosos, masculinos, y a su vez, delicados. No sé veía como un hombre rudo y fuerte en su rostro, podía expresas bondad y belleza en su rostro. Pero sus brazos muestran lo contrario. Con la ropa pegada al cuerpo, por la humedad de la tela, se ve que tiene un trabajo de fuerza bruta. Se ve robusto en su pecho, y de abdomen marcado. En lo absoluto parecido con los idiotas que buscan meterse bajo sus faldas. Para ser honesta, con ella misma, debe ser el indigente más sexy y atractivo de todo París; y sin quererlo, su expresión cambió, y sus pupilas se dilataron cuando notó que era todo un manjar a su mirada. En realidad, tuvo suerte; mucha suerte.

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