Tirada de cartas ( libres)

por **Ruslana Del Mar** Mar Jul 07, 2015 8:54 pm

El grupo de carruajes usados como viviendas se extendía delante de sus ojos como un manto hecho por miles de fragmentos de telas de distintos tipos y colores. Como si alguien hubiese decidido coger un grupo de dados de distintos tamaños y los hubiese lanzado sobre el terreno, esperando que ellos dictasen el futuro de aquellos desdichados sonrientes que vivían en su interior.

Quizás el símil que acudía a su mente era demasiado infantil, sacado de un cuento dictado por una mujer anciana a la cama de una de las niñas que tenía a cargo como niñera. Pero ella sabía perfectamente que no habían mejores historias que las fábulas. Aquellas historias sacadas de la cruda realidad, adornadas de magia y bestias maravillosas. Aunque sí que era cierto una cosa; el destino no era más que una partida de dados. Nunca sabías cuando podría salir un número capaz de hacerte perder o ganarlo todo.

Ni siquiera sabía el porqué estaba en medio de aquel lugar, simplemente había soñado la noche anterior con aquella área conocida principalmente por los gitanos que vivían en ella. En su sueño, una pequeña le quitaba su sombrilla de la mano y corría delante de ella, intentando que no la alcanzara en su fechoría. Quizás para otra persona un sueño como aquel no hubiese sido relevante, pero para una bruja capaz de adivinar el futuro, aquello no era más que una premonición. Sabía que su encuentro era importante, o quizás no, pero si se había colado entre sus sueños, debía de ser mínimamente interesante. Y, como alguien que ya ha leído un libro millones de veces y espera ansioso llegar a la parte en la que se narraba su parte favorita, ella esperaba, de pie, erguida con nerviosismo y una ligera sonrisa divertida, a que apareciese la niña y le arrebatase el parasol que mantenía en su mano derecha.

- Como fichas esperando ser movidas sobre un tablero de ajedrez..- Murmuró cuando vio a la niña de su sueño aparecer delante de ella, sabiendo lo que iba a hacer mucho antes de que siquiera ella forjase en su mente la travesura de robarle el objeto.

por **Carmina Moran** Miér Ago 05, 2015 3:45 pm

Ese no era lugar para una dama. Suelo de barro, un olor a putrefacción y pobreza que habrían espantado a muchos. Rostros cansados que miraban a los extraños con desconfianza.
Y aunque con su vestido del color del marfil y su elegante velo destacase como un ave del paraíso entre gallinas, aquella mujer no era desconocida para ellos. Puede que varios años atrás la hubiesen considerado una extraña, una mujer rica más que pasaba por allí para reírse de los menos privilegiados. Pero eso ya había pasado. Para ellos se trataba de una cara común. La veían al menos una vez por semana. Les llevaba medicinas, alimentos, mantas y otros objetos necesarios.

También los escuchaba; y cumplía su papel como inquisidora.
Tiempo atrás había descubierto que los vampiros y otras criaturas depredaban entre los menos favorecidos. Había oído cientos de historias sobre cómo habían robado niños, o masacrado campamentos enteros. Y el resto de inquisidores no estaban dispuestos a hacer nada. Consideraban a los gitanos seres inhumanos que merecían su destino. Ayudarles no les traía beneficio.

Ese día, había escuchado un rumor. Solamente unas palabras dichas entre susurros apresurados y signos de la cruz. Hablaban de una criatura pálida que estaba acechando a los más pequeños. Ya había raptado a dos niñas de sus camas y temían que esa noche, se llevase a una tercera.

Antes de que pudiese continuar andando, una figura pequeña y andrajosa se golpeó contra ella, dejando una notable mancha en su vestido.

-¡Tendrías que tener más cuidado!- exclamó, sujetando a la niña por los hombros y mirándola a la cara – Como no… Anouk… siempre corriendo de un lado a otro…

La niña le sonrió con dientes torcidos, sujetando su trofeo entre sus manitas oscuras.

-¿De dónde demonios has sacado eso?

Anouk se encogió de hombros, riendo entre dientes, mientras Carmina ponía los ojos en blanco y le quitaba la sombrilla, golpeándola juguetonamente con ella en el trasero.

-Vamos a devolver esto... ¿Sí? Y más te vale no haber robado esto fuera del campamento o te habrás metido en más problemas de los que yo puedo arreglar.

Agarrando a la niña por el cuello de la camisa, de la misma manera que haría una gata con sus pequeños y blandiendo el parasol comenzó a procurar con la mirada donde podía estar la dueña de semejante objeto.

-Juro que hay veces que querría estrangularte… -gruño entre dientes, comenzando a caminar.

por **Ruslana Del Mar** Miér Sep 02, 2015 8:22 pm

Su aliento quedó contenido cuando vio a la niña corretear hacia ella, sabía que debía fingir no saber nada de lo que iba a ocurrir, no quería tener que regresar al momento en que se había visto inmersa en las intenciones poco amables de un inquisidor. El recuerdo de la amenaza de llevarla ante los superiores, había pendido sobre su cabeza, hasta que su protector, Löwe la había salvado.

El fundador de su árbol genealógico era un vampiro milenario con ansias de sangre. Un vikingo indomable al que nada parecía detenerle, ni siquiera podía llegar a pensar que tuviera miedo a algo o alguien. El arrojo con el que se entregaba a la lucha y la guerra, la tenían totalmente horrorizada. Sabía que la venganza podía llevar a las personas a cometer hechos atroces, pero ella, quien había vivido toda su vida luchando contra el mal que guardaba dentro; su magia, no podía siquiera llegar a pensar que ella podía ser tan horrible como para desear matar a alguien. Pero el destino siempre nos pone en momentos de prueba. ¿No es cierto?.

De manera distraída, balanceo su sombrilla, justo a tiempo de ser sacada de sus pensamientos de un tirón. Y era, precisamente, de un tirón fuerte y llevado a cabo por unas manos diminutas e inocentes. Su rostro mostró sorpresa justo antes de ver cómo la pequeña desaparecía entre los carruajes, viéndose obligada a moverse con rapidez para no perderla de vista.

Sus pies corrieron, mientras se recogía las faldas para no ensuciar sus costosos ropajes. Si su tía la hubiese llegado a ver correr entre aquellas personas, se hubiese desmayado de puro horror. Una dama jamás se dejaba ver por tales lugares, mucho menos sola y sin dama de compañía. Incluso sus movimientos eran una vergüenza para su apellido, las damas no corrían, sólo fluían por el suelo con elegancia, desplazándose como algodón flotando sobre la superficie, en este caso arenosa, bajo sus pies.

- ¡ Espera!- Gritó mientras la seguía, gimiendo al notar cómo su corsé se clavaba sobre su piel, arrancándole una expresión de dolor. Pero no se detuvo, siguió avanzando hasta que la vio chocar contra una mujer hermosa, cuyos ropajes le decían que estaba ante una igual.

- ¡ Mon dieu! - Gimió deteniéndose a unos pasos de la extraña pareja que constituía la niña y la mujer. - Eres una adversaria terriblemente veloz. - Dijo con una sonrisa cansada, mientras alisaba su falda y se colocaba un rizo detrás de su oreja para regresar a su aspecto impecable, por mucho que supiera que era imposible.

por **Carmina Moran** Mar Sep 08, 2015 6:20 pm

Frente a ellas había una joven, cabellos ligeramente despeinados y barro en el bajo del vestido. Todo en ella la señalaba como una igual, otra ave del paraíso paseándose entre gallinas. Alguien que debido a su edad y clase social no debería estar allí sin acompañante.

-Oh sí –dijo Carmina, con los ojos clavados en ella, examinándola con discreción- La pequeña Anouk tiene el espíritu de una gacela en ella, rápida como un rayo… y por lo que veo, no solo corriendo.

Continuaba sujetando a la niña por el cuello del vestido, para que no escapase mientras le tendía la sombrilla a la joven en frente de ella.

-Supongo que esto de aquí le pertenece –cuando la joven recuperó su pertenecía, la Inquisidora se inclinó un poco, mirando a la niña gitana directamente a los ojos, y hablándole en un tono aparentemente dulce, pero que no admitía que la contrariasen- La Dama merece una disculpa, ¿No crees?

La niña, por supuesto no se disculpo, tan solo se agitaba como un gato atrapado, intentando soltarse de la mano de hierro de la mujer, sin ningún tipo de resultado. Lo único que conseguía era llamar la atención del resto de gente que estaba allí, pero que no intervenían por miedo de lo que podía ocurrir si se atrevían contrariar a un miembro de la Inquisición.

-¡Anouk! –Susurró la mujer, con un tono seco y bajo- No me obligues a llamar a tu madre.

Al oir mencionar a su progenitora, la niña dejó de resistirse y bajó la mirada, murmurando una disculpa. Al ver que la inquisidora no la soltaba, suspiro profundamente y se enderezó.

-Disculpeme Mademoiselle. No volveré a robarle el parasol –le lanzó una mirada furiosa a Carmina- ¿Está bien así, Inquisidora Mina? Tambien puedo hacer una reverencia.

Carmina rió ante la insolencia de la niña y le dio media docena de francos antes de soltarla, haciéndole un gesto para que se fuera, negando con la cabeza antes de volverse otra vez hacía la mujer.

-Corre usted bastante peligro al estar aquí, sobre todo sola y a esta hora –le dijó, mientras guardaba su bolsa de monedas en uno de los plieues de su falda- Hay varios bandidos que se dedican a raptar jóvenes de su edad. Normalmente solo se llevan gente a las jóvenes de por aquí… -entrecerró los ojos al mirarla. Sonriendo de forma ligera- Pero estoy segura que alguien como usted les resultaría irresistible. Y que desapareciese aquí, sería una verdadera desgracia para las gentes del rio.

La desaparición de una mujer gitana era algo que la policía no solía tomar en serio, para ellos no era más que otra rata menos. Pero si alguien como ella desapareciese por esa zona, sobre todo tras haber sido vista entrando en el campamento Gitano, podía resultar una amenaza para las gentes que allí vivían, y Carmina solía protegerlos de manera celosa, cualquier desamparado se transformaba con rapidez en uno de los protegidos de la Inquisidora, desde los gitanos del río hasta los huérfanos de La corte de los milagros. Esa era su gente y no permitiría que les ocurriese nada.

-Disculpad mis modales… -dijo con suavidad- Carmina Moran. ¿Y usted es?

por **Ruslana Del Mar** Sáb Oct 03, 2015 9:35 pm

Su respiración agitada se asemejaba a un pequeño gemido, como un suave siseo que pretendía ser disimulado sin mucha eficacia. El corpiño de su vestido ascendía y descendía con rapidez, mientras intentaba recuperar la compostura que había perdido al perseguir a la pequeña. Había sido educada en numerosos internados en los que, con mano de hierro, se habían asegurado de que jamás, bajo ninguna circunstancia, dejase que nadie pudiera verla en un estado lamentable. Pero la voz de la mujer, suave y firme, le recordó a una de sus numerosas institutrices e inconscientemente actuó en consecuencia a ello, irguiéndose con rapidez. Alisó su falda con manos nerviosas y se llevó una de ellas al cuello para controlar su respiración.

Pequeñas gotas de sudor adornaban su frente y la elegante curva de su cuello, como si su cuerpo hubiese sido acariciado como una flor por el rocío de la mañana. Sus mejillas, marcadas con un tono rosáceo al sentir la mirada de aquella mujer examinándola demostraban que estaba tan avergonzada como acalorada por la carrera. Debía ser un crimen el hacer que una mujer con corsé tuviese que correr, tal elemento cruel la hacía parecer más inútil que hermosa. Siendo tan delgada no le era necesario el usar un corsé demasiado apretado, tanto ella como sus criadas tenían miedo de que, si la apretaban demasiado, llegara a desaparecer en algún momento. Pero aunque odiase la limitación que creaba en ella tal elemento, no podía concebir el salir de su casa sin él, tal hecho bochornoso sería sin duda su hundimiento de cara a la sociedad.

- Gracias Madame – Respondió con suavidad, ofreciéndole una sonrisa antes de extender hacia ella una de sus manos enguantadas y tomase la sombrilla que le había sido usurpada. No pudo evitar darle una mirada de compasión a la niña, debía ser duro encontrarse con una rival como aquella desconocida. Había algo en ella que le hacía querer huir de su presencia, como si aquellos ojos pudieran convertirla de nuevo en una adolescente temerosa de recitar mal su lección.

Un escalofrío la recorrió cuando escuchó de boca de la niña una de las palabras que más temía, sobre todo desde que se había dado cuenta de que para el resto del mundo, ella sólo era una criatura maligna sólo por ser diferente. Comprendía la renuencia de los seres humanos a mantener contacto con criaturas sobrenaturales, tener la magia a su disposición debía ser una idea aterradora para aquellos que se veían incapaces de defenderse de ella.

- Le agradezco su preocupación madame, pero asustarme no ayudará a que me vaya de aquí con mayor rapidez.- Mantuvo su sonrisa cálida, aunque no pudo evitar el tomarse sus palabras como si fuese una amenaza, sabía que estaba siendo demasiado paranoica. No había nada en ella que gritase que era una bruja, pero no deseaba tener contacto con inquisidores. Había sido muy inocente en el pasado, incluso creyó que el ser una buena persona podría mantener alejados a los demás de ella. Pero ese momento había pasado, maduró a base de golpes y ahora era más recelosa.

- Estoy interesada en algunos instrumentos musicales, tengo entendido que hay alguien en el campamento que hace flautas de madera.- Mintió y le mantuvo la mirada a la desconocida, esperando si ella tomaba su explicación como válida y al no encontrar réplica alguna a ella, sólo realizó una reverencia elegante, como respuesta a su presentación.

- Por favor madame, cualquiera que sea capaz de salvar mi sombrilla está perdonada de cualquier falta de protocolo.- Se irguió de nuevo y la estudió con la mirada, comprendiendo que a pesar de su aspecto femenino y delicado, debía estar entrenada para luchar, para sobrevivir ante el ataque de seres superiores en fuerza y habilidad. Y eso la hacía aún más peligrosa.

- Me llamo Ruslana Del Mar, le agradezco lo que ha hecho por mí, tendré más cuidado y después de mis compras me iré.- Inclinó su cabeza hacia ella en señal de deferencia y respeto y reanudó la marcha, queriendo alejarse de ella por prevención.

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