Tirada de Cartas [Erlend Cannif & Shanen Fraser]

Aquella noche había sido mágica, nuestra primera vez, un torrente de sensaciones me había invadido cuando mi piel recorrió la suya, encontrándome con un pasado lejano que ahora se hacia plausible frente a mis dedos.
Aquello era un sueño hecho realidad, mi segunda oportunidad de encontrar con Katherine la felicidad robada.

Aun guardaba mis dudas, esas desconfianzas que me atenazaban el alma cuando ella no estaba a mi lado, esas que me decían que si en el pasado logro hacerme sangrar porque en el presente todo seria diferente, el miedo al fracaso seguía patente frente a mi, eso y una enorme cantidad de dudas que frente a la bruja que encontré en el mar esperaba poder solucionar, encontrar respuestas.

Abrace su frágil cuerpo entre mis brazos mientras la montura nos orillaba uno pegado al otro hacia nuestro destino, ese destino que parecía habernos encontrado uniéndonos de nuevo en el mismo camino.
Mil años habían pasado desde que la perdí, y hoy por fin sin la sombra de ese prometido sobrevolando mi cabeza la sentía mía de nuevo.

Le indique con el dedo la dirección que la bruja había tallado en mi mente a fuego, mientras le galope del caballo incansable e incesante nos acercaba al destino donde sin duda aprenderíamos mucho el uno del otro.
Nos enseñaría un pasado que yo conocía y ella no, y un futuro incierto en el que las dudas nos asolaban el camino.

Acaricie sus manos aspirando su aroma por un instante, tratando de infundirle ánimos, sus manos temblaban nerviosas, sentía que aquello se había convertido en algo fundamental para ella, posiblemente porque apenas nos conocíamos, porque seguíamos siendo unos completos desconocidos.

-¿Estas bien? -pregunté arropándola con mis brazos cuando el camino se estrecho llevándonos a nuestro destino una pequeña ladera que se tornaba camino para acabar en una pequeña cabaña de madera.

Allí desmontamos y cogidos de la mano golpeamos la puerta esperando conocer nuestro feliz o desgraciado sino.
Un casto beso en su pelo, una mirada cómplice y acariciar con mi dedo la palma de su mano fue todo hasta que la puerta se abrió chirriando frente a nosotros.

Ya no había vuelta a tras, así que juntos cruzamos le umbral adentrándonos en un lugar plagado de magia donde la hechicería obnubilaba el ambiente con su olor a cítricos e incienso.
-Tranquila -susurre buscando a la dueña de esa casa, la mujer de la playa.

Nos adentramos en el hogar de esa mujer que tenia todo perfectamente preparado para el ritual al que al parecer ella y yo íbamos a someternos.
Su sorpresa llego al ver a Ariyne a la que confundió con Katherine, algo por lo que no la culpe, a mi me paso lo mismo aquel día en el que la vi por primera, vez, todo en ella era idéntico a Katherine, su olor, su sabor, su piel, todo me orillaba a esa mujer a la que había esperado sin saberlo durante 1000 años.
Mi primer y único amor, ahora colgaba de mi mano intranquila, asustada por los acontecimientos que acontecían, y yo, allí era incapaz de tranquilizarla.
Rodee su cintura con mi brazo para acompañarla hacia el interior mientras seguíamos los pasos de la bruja que no lograba apartar sus ojos de la extraña coincidencia que le suponía mis visiones hechas carne frente a nosotros.

-No quiero que la pongas en peligro -le advertí a la bruja mientras tomábamos asiento allí donde con su mano nos indico -conmigo haz lo que quieras.

Observe a Aryine, tenía tantas cosas que preguntar, entre ellas porque esa coincidencia, porque esa mujer a la que apenas conocía y con la que había compartido aquella noche maravillosa era idéntica a la loba que hace siglos me convirtió en padre para después maldecirme y abandonarme.

-Su cuerpo es idéntico al de Katherine, cada marca de su piel, su olor, su sabor, todo, es ella. Por ende su carácter no lo es, Katherine no esta ahí dentro y si lo esta yo no la encuentro.
¿Porque entonces este parecido?

Busque la mirada de la bruja esperando esas respuestas que no llegaban, desvié mis ojos hacia esos cuencos que sobre la mesa se encontraban.
-¿he de beberlo? -pregunte volviendo a alzar los ojos -¿esto me ayudara a encontrar las respuestas a todas esas preguntas?

Tome el cuenco ocn mis manos esperando que la bruja me diera el pistoletazo de salida para vaciarlo de un trago entre mis labios mientras la loba posaba su mano en mi muslo apretándolo ligeramente asustada.
-Todo ira bien -le dije con una sonrisa de medio lado que desprendía seguridad -no puede ir mal, ya estoy muerto ¿recuerdas? -bromeé acercando mis labios a los ajenos para depositar un beso que me supo a gloria.

-Cuando esto acabe volveremos al hostal, juntos, dormiremos, descamaremos, reiremos, mas por favor deja de estar tan asustada porque a mi lado nunca te pasara nada.

El cuenco salio volando de msi manos tras un manotazo de la bruja. Alce la vista mirándola fijamente al escuchar el nombre con el que se dirigió a mi, ese con el que llamaba a su hijo, es que había visto en sus recuerdos la noche en la que ambos nos encontramos en la playa.

Pronto me explico el porque de tal gesto, el porque había tirado el cuenco lleno al suelo, eso me haría olvidadla y sin duda olvidar no era lo que ahora ansiaba.
Aferre la mano de Ari, acariciando con suavidad sus nudillos, parecía tensa, desesperada, sus ojos ámbar mostraban la intranquilidad, ese instinto que la ponía en guardia frente a aquel lugar lleno de magia.
La bruja tomo una copa, una que yo también extrañe corriendo por mis labios, el momento era tenso, todos nosotros eramos depredadores en guardia.

Finalmente la bruja volvió a dirigirse a nosotros, parecía haber estado meditando en silencio cada una de las siguientes palabras que salieron lentas por su boca.

- haré un brebaje, para que recuerde, te hablaré, intentaré guiarte hasta que sola vayas recordando...
¿Erlend, estás dispuesto a someterla a ésto, con tal de descubrir el misterio?

Tomé una bocanada dispuesto a hablar, mas de nuevo mi muslo fue apretado y la loba me tomo la delantera confirmando lo que yo no deseaba.
-Adelante -fue lo que ella dijo, eso que la sometería a una técnica según la bruja menos invasiva, mas aun así mi desconfianza iba en aumento asi como mi nerviosismo.
-Si sufre algún daño no saldrás viva de esta casa -sentencie hundiendo mis orbes en los de la hechicera.

Me puse en pie para servirme ahora yo la copa que ansiaba y que necesitaba a partes iguales, me sentía impotente, ahora solo ellas dos podían aclarar los misterios que aquel parecido entrañaba.
-Ariyne no tienes porque hacerlo, podemos irnos -le aconsejé aun a sabiendas de que no me escucharía, de que su decisión estaba tomada.
Replete la copa que vacié de un trago entre mis labios abrasando todo a su paso.

Miré a la bruja que empezaba a preparar en distintos cuencos varias sustancias.
-¿Estas segura de que nada malo le pasara? Te juegas tu vida en cada una de esas mezclas bruja.
Puede que mi tono resultara desafiante, posiblemente porque estaba asustado, me aterraba perderla.
Volví a sentarme junto a mi loba, acariciando con suavidad su cintura que con la piel erizaba se orillaba a mi tratando de encontrar el sustento necesario o el valor para lo que venia.
-Todo ira bien, estaré aquí, a tu lado todo el tiempo -susurré contra sus labios antes de tomarlos con ahínco, nuestros ojos se hundieron en los del otro con fe ciega, con la necesidad de saber mas de ese pasado que nos unía de algún modo a ambos.

La voz decidida de la mujer, apresurando a responder a su pregunta, hizo que Shanen la mirara a los ojos, podía entenderla perfectamente, pero tal vez Erlend era el mas responsable de los dos, por ello, aunque la joven había dado su consentimiento, no comenzó a preparar el brebaje hasta que fue el vampiro quien aceptó el desafío.

Que su voz sonara áspera en el momento de advertirle que  de sufrir algún daño a su amada, podía ser fatal para ella, no la asustó, muy por el contrario, sintió una punzada de envidia por el amor que se profesaban, tan fuerte y eterno,  como el que hacía ya tiempo experimentara junto a su amado Alistair, - si le pasara algo, puedes hacer con mi vida lo que quieras, mas vuelvo a decirlo, lo que beberá, no es mas que una adormidera que la mantendrá en un estado de entre sueños,  al que podrá salir en cuanto lo desee - contestó, mientras continuaba preparando el liquido que debería beber la loba, - Claro que es un poco mas fuerte  de lo habitual, ya que se trata de una sobrenatural -  Sonrió de constado mientras sus manos ágiles continuaban el preparado misterioso.

Cuando terminó el preparado, se acercó a ellos, percibiendo el nerviosismo en ambos, - Querida, creo que sería mejor que te recostaras en una cama que hay en la habitación contigua, antes de tomar la infusión - dijo señalando la puerta cercana a ellos, la que se mantenía cálida y acogedora, gracias al calor que daban leños encendidos en el hogar, acompañado de un agradable aroma a Lavanda, que inundaba el lugar, - ve yendo, que debo hablar con tu amado - volvió a dirigirse a ella, aunque su mirada buscó la del inmortal.

Cuando se quedaron solos, Shanen, le contempló con seriedad, - te prometo que si algo la perturba, entraré a su mente y la traeré de vuelta de esos recuerdos... pero no debes intervenir, aunque creas que sufre - le advirtió - porque si la tocas, podrías despertar a una fiera que no estás preparado para enfrentar - reveló misteriosa la bruja, - deja que el alma divague entre su pasado, que ella busque acercarse a tí y a los recuerdos que los unen - Su mano rosó levemente el hombro del vampiro, antes de girarse y caminar hacia la habitación.

Tras acomodar a la joven en el lecho, hacerle beber aquel liquido, se acomodó en el borde del lecho, - cierra los ojos, respira tranquilamente, pero de forma profunda... si, así - dijo al ver como el pecho de la joven subía y bajaba al compaz de la respiración, - ve relajando cada parte de tu cuerpo, desde la cabeza, cuellos, hombros brazos, pecho, vientre, manos, piernas  y pies... - con cariño de madre, acarició la frente de la joven acomodando un mechon de sus cabellos, - ahora, imagina que una luz brillante, dorada, cubre tu cuerpo, es tan cálida, como el sol de verano... ésta luz te protege, nada malo te puede pasar - la voz de la bruja era suave, dulce, persuasiva, y la loba entraba en un trance catatónico. Los ojos miel de la escocesa, contemplaron a la joven dormida, para luego, llevar la mirada a donde el inmortal se había quedado parado, expectante mientras ella hablaba. - Imagina ahora, una escalera... es de mármol... vas a bajar lentamente por ella... al los pies de ésta, existe un hermoso jardín... con miles de flores y lugares donde descansar... allí te sientes feliz... sin miedos... sin pasado... ni futuro... solo tú, cubierta por la luz dorada... - no pudo dejar de suspirar, pensando que ella desearía poder quedarse allí, en ese jardín, sin pasado, ni futuro, en el que olvidar su gran perdida, su futura y eterna soledad. Negó aquellos pensamientos con un leve movimiento, ¡no! éste no era su momento, era el de Ariyne, y la acompañaría en la misteriosa aventura.

Cuando continuó, su voz sonó tan dulce, serena, como si susurrara una canción de cuna, - en aquel jardín, existe un espejo... ¿lo vez?... está en frente de ti... acércate a él - la joven parecía algo nerviosa, por lo que la bruja acarició el dorso de la mano, - no temas, estoy aquí, continua - el sonido de la respiración le aseguró a Shanen que la loba se encontraba aún en trance - ahora, contaré desde diez hasta uno, al llegar al uno, podrás decirme que hay en el espejo - Giró su cabeza buscando la mirada del vampiro - diez... nueve... ocho... siete... seis... cinco... casi llegamos... cuatro... tres... dos... uno... - su mirada volvió al rostro de la joven - dime... ¿que vez? ¿como te llamas? ¿donde vives? -.

Las palabras de la bruja no me calman, nada de lo que dice, ninguna de las seguridades que trata de hacerme comprender logran apaciguar mi alma. Esa que sabe que Ari correrá peligro, esa que me dice que viajará a un tiempo lejano, uno que ella jamas conoció y que por ende es en el que yo vivo anclado.
Mi abismo, mi oscuridad, mis demonios provienen de esa época, de esos bosques, de una vida en la que había sido humano y alimentados por mil años y por mi sed de sangre habían echo de mi el monstruo que ahora ambas tenían delante.

Entramos en la habitación donde Ari se tumbo con suavidad, allí, expuesta al brebaje que la bruja portaba entre sus manos parecía una princesa, una mujer bella, pero que se me antojaba frágil como la porcelana.
Mi miedo iba en aumento tal y como el momento se acercaba, mas la decisión estaba tomada, lo había echo ella no yo, y aunque disuadirla fue lo primero que intenté conocía de sobra su carácter terco, necesitaba respuestas, las necesitábamos ambos y este y no otro era el modo en el que ambos las encontraríamos.

Me senté al borde de la cama, enlazando mis dedos con los ajenos, suavemente acaricie sus nudillos cuando sus labios se encontraron con dulzura con los míos.
Deje que mi aliento la embriagara por un instante en el que mis ojos se cerraron buscando todo de ella, mas fue un te quiero lo que me forzó a volver a la realidad de un lecho donde pondría en riesgo su vida.

Conocía la magia y sus efectos y jamas estaban carentes de riesgos, mi cuerpo tenso como cuerdas de una arpa recién afinada miraban insaciables a la bruja, que ahora le explicaba con todo detalle, lo que sentiría.

El cuenco se vació entre sus labios, inquieta apretó mi mano mientras su cuerpo se relajaba siguiendo el camino trazado por la bruja, un lugar en mi opinión disfrazado de belleza pero con un gran entorno tétrico.

Tras varios pasos se encontró frente a un espejo, ese que le llevaría al pasado, a su otro yo si es que lo había, el que revelaría su naturaleza.
Sus labios describían la escena, su aspecto, yo no necesité mas para saber quien era, ella, la mujer que durante 1000 años había amado, Katherine.
Ni siquiera su balbuceo era necesario, me basto con la descripción de su vestimenta, su aspecto salvaje, esa era la mujer que amaba, la que me arrastro al infierno, ella, la madre de mi único hijo. Ese que no conocería, no acunaría, no enseñaría a luchar.
Esa que me arrebato a mis padres, a mi hermana, a mi pueblo, esa que me dejo solo, convertido en un monstruo.

Aun así, la amaba por encima del infierno ,del cielo, de lo mortal o lo inmortal.
-Katherine -musite llevando su mano a mis labios para besadla con delicadeza mientras esta seguía en ese sueño inducido del que ya quería que despertara.
-Es suficiente -ordené a la bruja -sácale de ahí

Mi prometida estaba allí, frente a esa bruja que escasos minutos antes me había increpado por mi brusca forma de actuar, esa que impulsiva la había instigado a que sacara de allí a Ari, esa chica dulce que ahora sabia porque estaba ligada a la loba que yo conococia, a mi amada Katherina.

Me revolví nervioso por la habitación, dando zancadas de un lado a otro incapaz de permanecer quieto o en silencio por mucho tiempo, estaba furioso, furioso  con la situación, pero sobre todo conmigo mismo.
Yo había arrastrado allí a esa mujer con la que había compartido una noche extraordinaria, su primera vez, nuestra primera vez juntos.
Verla allí, medio delirando por un pasado que la atormentaba me hacia explotar de rabia, uno que no era el suyo, si no el mio, el de Katherine y ella como si de un envase se tratara pagaba los platos rotos de dos lamas destrozadas.

Escuché el relato de aquella noche en la que el mundo ardió frente a mis ojos, cuerpos mutilados mi linaje extinguido frente al de la loba que dentro de Ariyne aullaba a la luna llena.
Miré a la bruja que creo era capaz de leer en mis orbes el dolor en cada uno de mis gestos ,el desazón de una vida que había pasado hace mil años pero que aun tenia muy presente.

Como una bestia enjaulada la habitación se me quedaba pequeña, allí dando vueltas con los ojos rojos como la sangre que derramada ella narraba sobre mis tierras, cuervos que desgarraban junto a los buitres la carnaza de mis hermanos, mi pueblo y todo por amor, mi amor, un amor prohibido que jamas se debió haber producido.

Me odié, como tantas veces lo había echo, por amar a Katherine, por desoír las leyendas de los míos, esas que me prohibían atravesar el bosque y cruzar el arroyo.
Recuerdos de la primera vez que nos vimos, de como la sangre bañaba ese rostro salvaje.
La ame desde el mismo instante en que su brazo limpio su boca, desde que nuestras miradas se cruzaron pero ahora, ahora también la odiaba por una guerra en la que perdí demasiado.

Salí de aquella habitación incapaz de seguir escuchando, solo quería beber, matar y follar y la verdad no sabia en que orden empezar.
Tomé asiento en una de las sillas de fuera hundiendo entre mis manos el rostro, tratando de silenciar a todos y cada uno de esos demonios que desde lo mas profundo de mi abismo querían acabar con todos y conmigo mismo.

No se el tiempo que permanecí allí, dejando que el aire ronco de mi voz escapara entre mis dedos, mirando aquel enmoquetado suelo, incapaz de pensar en nada que no fuera saciar a todos los pecados capitales que por mi mente iban pasando en forma de ira, lujuria, gula...

El tiempo se hizo eterno, podía escuchar desde esa maldita silla demasiadas cosas, por desgracia para mi. Mi oído era lo suficientemente fino como para detectar conversaciones remotas, y aunque gran parte parecían un sin sentido, la mayoría jadeos y revelaciones en tiempos que no comprendía. Mis demonios gritaban tan fuerte que silenciaban la voz de mi prometida.
La desesperación se adueñaba de mi a cada segundo, necesitaba calmarme, ¿mas como?

Me puse en pie, cual animal salvaje enjaulado en una trampa mortal de la que no podía salir.
Di vueltas por ese salón ,esperando que el cepo atrapara mi pierna para de ser necesario cortarla y correr sin ella.
Alcohol, eso era lo que necesitaba y eso fue lo que encontré.
La botella se posos en mis labios mientras dejaba el abrasador liquido correr por mi garganta, sin tregua, sin esperanza.
Sed que no se aplacaba, mas acaso importaba.

Poco después oí como mi futura mujer preguntaba por mi, deposité la botella en su sitio, claro medio vacía, y me adentre en esa habitación donde todo se había perdido.
Tomé asiento enlazando mis dedos con los suyos en un intento de no perder el poco juicio que me quedaba.
Mi mirada estaba ida, quizás porque yo ahí ya no me encontraba.
El monstruo se haba adueñado del hombre, mis ojos rojos así lo demostraban.

Dejé escapar le aire buscando las llamas de la fogata que en la chimenea prendía con fuerza, nada parecía estar en su sitio. Demasiado por una noche en la que había viajado en el tiempo hasta el infierno que durante siglos había rememorado en mi mente.
Hoy esa realidad se presentaba frente a mis ojos prendida en llamas, jirones de piel y cuervos que graznaba.

Cerré los ojos por un instante para sacudir la cabeza y olvidar. Ingenuo de mi si así pensaba acallar los demonios de mi abismo con tan ridículo gesto.
Sendas mujeres me observaban, como si se percataran de un modo u otro que allí no me encontraba.
Abrí los ojos rojos como las mismas llamas, tenia sed, sed de sangre.